Casos Matematicos
Casos Matematicos
Casos Matematicos
ENSAYOS
CIENCIA Y SOCIEDAD
IBIC: PDZ/PB
186
13 E ISBN: 978-84-9097-260-1
RAFAEL BRACHO-LÓPEZ
Profesor del área de Didáctica de la Matemática de la Universidad de Córdoba y
doctor en Educación por dicha universidad. Colabora con la Administración Educativa
andaluza en el uso educativo de las TIC, diseño curricular y formación continua del
profesorado. Sus líneas de investigación se centran en el desarrollo del sentido
numérico en los primeros años de aprendizaje y la formación del profesorado en el
área de Matemáticas.
Natividad Adamuz-Povedano
y Rafael Bracho-López
ISBN: 978-84-9097-260-1
DEPÓSITO LEGAL: M-904-2017
IBIC: PDZ/PB
INTRODUCCIÓN 9
BIBLIOGRAFÍA 93
INTRODUCCIÓN
9
África, los aran-da y los kamilarai de Australia o los boto-
cudos de Brasil (Ifrah, 1987). Estos colectivos han con-
servado sus formas de vida y organización social propias
de hace miles de años prácticamente hasta la era de la
globalización y, hasta hace pocos años, se encontraban en
ese nivel cero del conocimiento numérico, hasta el punto
de que solo empleaban dos nombres de números propia-
mente dichos: uno para la unidad y otro para el dos. Más
allá, todo les parecía impreciso y empleaban expresiones
que podrían traducirse como varios, muchos, etc.
También se ha comprobado la característica natural
del hombre de empezar a contar antes de comenzar a
escribir e incluso a hablar, así como la existencia de algu-
nas especies animales en las que se han encontrado evi-
dencias experimentales de ciertas habilidades para el
conteo, como es el caso del cuervo, con el que se ha reali-
zado el siguiente experimento (Sáenz, 2005): en un huerto
frecuentado por un ejemplar se construye una caseta con la
intención de cazarlo. Estando el cuervo en el huerto, se le
ofrece comida en el exterior de la caseta al mismo tiempo
que dos personas se esconden en el interior. Sale una de las
personas, pero el animal sigue esperando sin acercarse a
buscar la comida hasta que sale la segunda persona, mo-
mento en el cual se acerca a buscar el alimento. El experi-
mento se repite con tres y cuatro personas y el cuervo sigue
sin acercarse hasta que se retira la última persona. Sin
embargo, al repetir el experimento con cinco personas o
más, el animal pierde la cuenta y se acerca cuando todavía
quedan personas en el interior de la caseta.
Luego parece que no somos los únicos seres numé-
ricos por naturaleza, aunque probablemente sí seamos
10
los que podamos desarrollar o al menos hayamos desa-
rrollado mayor dominio de los números y de sus propie-
dades y operaciones en particular, así como de otros
aspectos del conocimiento matemático y científico en
general.
Pero ¿en qué momentos de la historia y de qué
manera se ha desarrollado el conocimiento de la arit-
mética hasta el punto en el que nos encontramos hoy
día? Evidentemente, este desarrollo se ha producido en
función de las necesidades del ser humano y de manera
casi paralela a los desarrollos de otros saberes, aunque
probablemente un poco por delante, tal y como comen-
tábamos antes para el caso del conocimiento numérico y
de la escritura. Por otro lado, de la mano de los avances
culturales, comerciales, industriales, científicos y tec-
nológicos que ha experimentado la humanidad en los
últimos siglos y, sobre todo, en las últimas décadas, el
avance en el desarrollo de la aritmética y el cálculo no ha
sido ni mucho menos lineal, sino que la aceleración en
el conocimiento ha sido mucho mayor en los últimos
tiempos.
Otra cuestión importante a tener en cuenta tiene
que ver con la historia de las diferentes culturas y con el
intercambio y la comunicación entre esa diversidad cul-
tural más o menos marcada según los tiempos. Desde
que tenemos cierto conocimiento de la historia de la
numeración, hace miles de años, hasta ahora, han cam-
biado mucho las cosas. En tiempos más remotos existie-
ron culturas más o menos influyentes o predominantes
en lo político y en lo social, pero no siempre este pode-
río estuvo relacionado con los avances en los sistemas
11
de numeración y en las operaciones aritméticas (Gómez,
1998).
Por otro lado, de la mano del desarrollo, ha ido con-
vergiendo y extendiéndose el conocimiento de la arit-
mética, del álgebra y de la matemática en general, como
el de otras ramas científicas, hasta que en la actualidad,
prácticamente en todo el mundo civilizado, los números
y las operaciones con ellos se usan de manera muy pare-
cida, a excepción de algunas culturas más celosas de su
valioso legado científico y cultural. De esta forma, los
algoritmos tradicionales tal y como los conocemos desde
hace más de un siglo y tal y como se siguen enseñando
hoy día en la mayoría de las escuelas de casi todo el mun-
do, salvo pequeñas diferencias, siguen siendo el refe-
rente universal. Sin embargo, si bien no cabe duda de
que estos algoritmos han cumplido con unas funciona-
lidades incuestionables durante muchos años, desde la
irrupción de las calculadoras en la década de los setenta
del siglo pasado cada vez se vienen utilizando menos
en la práctica y la gran mayoría de los investigadores en
Educación Matemática se vienen cuestionando en las
últimas décadas su idoneidad en los tiempos que corren
(Martínez, 2001). Y es que las sumas, restas, multiplica-
ciones y divisiones que nos enseñaron en la escuela, por
no hablar de las raíces cuadradas, nos sirvieron durante
años para hacer cálculos más o menos complicados,
pero carecen de significado para la mayoría de nosotros
y desde luego no fomentan el denominado sentido numé-
rico, entendido como el dominio reflexivo de las rela-
ciones numéricas que se pueden expresar en capacida-
des como: habilidad para descomponer números de
12
forma natural, comprender y utilizar la estructura del
sistema de numeración decimal y utilizar las propiedades
de las operaciones y las relaciones entre ellas para reali-
zar cálculos mentales y razonados (Bracho-López, 2013).
Por todo ello, entendemos que se hace necesaria
una transformación metodológica en lo relativo a la
aritmética escolar que se centre en un aprendizaje sig-
nificativo del sistema de numeración decimal y en el
fomento del cálculo mental o razonado y flexible, algo
en lo que se está avanzando considerablemente en los
últimos años.
En el presente trabajo nos planteamos un análisis
histórico que nos ayude a entender la evolución de la
aritmética en el mundo desde alrededor del 4000 a. C.,
cuando encontramos las primeras referencias, hasta
nuestros días, siguiendo con más atención la trayectoria
de las civilizaciones que más nos han influido. Presen-
taremos un planeamiento del cálculo basado en el cono-
cimiento profundo del sistema de numeración decimal y
orientado hacia el desarrollo de la competencia matemá-
tica que se demanda en la actualidad, y para terminar,
realizaremos un pequeño estudio comparativo de los
algoritmos tradicionales y otras alternativas, tanto histó-
ricas como actuales.
13
CAPÍTULO 1
15
Del lat. numĕrus.
1. m Expresión de una cantidad con relación a su unidad.
2. m Signo o conjunto de signos con que se representa el número.
3. m Cantidad de personas o cosas de determinada especie.
4. m Condición, categoría, situación o clase de personas o cosas.
Los números cuentan cosas, pero no son cosas: podemos coger dos
tazas, pero no podemos coger el número dos. Los números se deno-
tan por símbolos, pero no son símbolos: diferentes culturas utilizan
diferentes símbolos para el mismo número. Los números son abs-
tractos, y sin embargo nuestra sociedad se basa en ellos y no funcio-
naría sin ellos. Los números son una construcción mental, y sin
embargo tenemos la sensación de que seguirían teniendo significa-
do incluso si la humanidad fuera barrida por una catástrofe mundial
y no quedara ninguna mente para contemplarlos (p. 11).
16
procesos que tienen su base en los números. El origen
de este proceso se remonta a miles de años atrás, cuan-
do los primeros pobladores de nuestro planeta se apo-
yaban en las manos y pies y en las fichas de arcillas, las
muescas en los huesos o las grabaciones en las tablillas
para afrontar sus primeros escarceos numéricos, aunque
para autores como Dantzig (2007), el origen del concepto
de número no está tan claro, ya que se plantea si es algo
que surgió de la experiencia o si, en realidad, la experien-
cia sirvió para poner de manifiesto lo que ya estaba en la
mente primitiva. Sin duda, esta es una importante cues-
tión sobre la que podemos hacer especulaciones metafí-
sicas, pero tampoco se trata de uno de los objetivos fun-
damentales de este trabajo. En nuestro caso, partiremos
de la idea de que el concepto de número surge de la expe-
riencia, y como tal, con el paso del tiempo y el fruto de esa
experiencia, se ha ido transformando.
Hagamos un pequeño repaso por esa evolución
hasta llegar a los numerales tal y como los conocemos
hoy día.
SISTEMAS DE NUMERACIÓN
17
principio de correspondencia han tenido un papel fun-
damental en ese desarrollo.
Las civilizaciones primitivas buscaban modelos para
representar las cantidades en su entorno más inmediato:
como hemos comentado anteriormente, las primeras
referencias fueron los dedos de la mano y de los pies, y
cuando estos no eran suficientes usaban piedras o marcas
en huesos o palos. Ahí empiezan a aparecer los primeros
agrupamientos, que en la mayoría de los casos empezaron
a hacerse de cinco en cinco para facilitar el conteo, es
decir, se usaba una base quinaria. Boyer (1999) recoge
datos de una investigación a este respecto hecha con cien-
tos de tribus de indios del norte de América y en la que
encontró que la mayoría de ellos usaban una base decimal
o quinaria, apenas un 1% usaban una base ternaria y
menos de un tercio usaban base binaria. Parece entonces
que ha habido cierta tendencia natural a usar la base deci-
mal y la quinaria a lo largo de la historia.
Otra cuestión relevante, que, pensamos, surge poste-
riormente a los símbolos, es qué nombres se les ha dado a
los números. En un principio, esos nombres hacían refe-
rencia a significantes externos cercanos, como represen-
tar al dos con las alas de un pájaro, a la hoja del trébol para
el tres, las patas de un animal para representar el cuatro o
los dedos de la mano para representar el cinco. Y siempre
hacían referencia a cosas concretas, “dos árboles”, “tres
huevos”. Lo concreto siempre ha precedido a lo abstracto.
La necesidad de discriminar entre lo que representa esa
hoja de trébol y la propia hoja ha hecho que poco a poco,
en ese proceso de abstracción, se hayan dejado de usar
términos de ese tipo hasta llegar a los términos abstractos.
18
Así es como empiezan a surgir los sistemas de
numeración, como una herramienta para facilitar el
manejo de las cantidades, independientemente de lo
que representen esas cantidades. Podemos decir enton-
ces que tienen por objeto expresar verbal y gráficamen-
te los infinitos números naturales mediante el menor
número de palabras y signos. De este modo, un sistema
de numeración es un conjunto finito de signos y reglas
que nos permiten expresar cualquier cantidad, siguien-
do las reglas establecidas. Los principios que rigen los
sistemas de numeración son los siguientes.
Principio aditivo
El valor de un número se obtiene como suma del valor
de todos los signos utilizados en su representación.
Dentro de este principio podemos encontrar diferentes
formas de representación de los números. Así, pode-
mos tener una representación simple, que consiste en
describir la cantidad apilando piedras o haciendo mues-
cas sobre un palo: “tantas piedras como ovejas”. Se
caracteriza por la repetición uniforme de un solo sím-
bolo. Su principal inconveniente es cómo representar o
leer números grandes.
FIGURA 1
19
FIGURA 2
Principio multiplicativo
Utiliza dos clases de símbolos, unos para la potencia de
la base y otros en función multiplicadora. Suprime la
repetición de los símbolos que presentaban los sistemas
de agrupamiento múltiple. Es el caso del sistema de
numeración chino.
Principio de posición
El valor de un signo o cifra es relativo, es decir, depende del
lugar que ocupe en la escritura del número. Prescinde de los
símbolos que representan a las potencias de la base según
20
un criterio de orden. El mejor ejemplo para este principio
es nuestro sistema de numeración decimal.
Estos principios de numeración no surgieron de un
plumazo, sino que la evolución de las sociedades hizo
que fueran creándose a demanda de las necesidades.
En muchas civilizaciones se crearon sistemas de
representación de los números naturales en base a las dis-
tintas posiciones de los dedos y las manos. Griegos, roma-
nos, árabes, hindús, entre otros, fueron pueblos, que ade-
más de los sistemas de numeración escritos, usaron los
“finger numbers” (figura 3). En la Edad Media, había una
representación de números menores al 100 en base a dife-
rentes posiciones de los dedos, que era bastante conocida y
aceptada. Con números mayores ya no había tanto consen-
so. Como curiosidad, podemos decir que en el siglo XVIII,
un monje inglés recopiló una descripción de los números
hasta un millón usando los dedos de las manos combina-
dos con diferentes posiciones en el cuerpo.
FIGURA 3
21
Según Bernardo Gómez (1998) podemos distinguir
cuatro periodos importantes en la evolución y forma-
ción de los sistemas de numeración:
22
ordinal. En este periodo se producen unos hitos
importantes: la aparición de los números indo-
arábigos de la mano de Fibonacci y el uso del
ábaco para el cálculo.
FIGURA 4
3000 a. C. Sistema de
numeración egipcio
Sistema de numeración
1800 a. C.
babilónico
1 2 3 4
Sistema de numeración 1500 a. C. 5 6 7 8
chino 9 10 11 12
13 14 15 16
17 18 19 20
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 30 40 50 60
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14
15 16 17 18 19
10 20 30 40 50 60 70 80 90
23
LOS EGIPCIOS
FIGURA 5
FIGURA 6
2 · 10.000 + 3 · 10 + 1 = 20.331
24
partes del ojo de cobra1. Una nomenclatura poco fun-
cional, que no tuvo transferencia a otras culturas.
FIGURA 7
REPRESENTACIONES DE FRACCIONES
CON PARTES DEL OJO DE COBRA
= El ojo completo
= 1/8
= 1/32
= 1/64
FIGURA 8
SÍMBOLOS BABILÓNICOS
Fuente: Wikipedia.
25
Para esta civilización fue suficiente con dos símbo-
los para representar cualquier número; una cuña verti-
cal para representar el número 1 y una cuña horizontal
para representar el número 10.
Se ponían tantos signos del 1 como fuera preciso
hasta llegar a 10, que tenía su propio signo. A partir de
ahí se siguen usando esos dos símbolos para represen-
tar todos los números hasta llegar al 59. Es en ese
momento cuando el símbolo del uno pasa a valer 60. Por
eso decimos que el sistema de numeración babilónico
es de base 60 o sexagesimal. Entonces, un número como
el que se muestra en la figura 9 sería:
1·602+57·601+46 = 7.066
FIGURA 9
NÚMERO 7.066
EN BABILÓNICO
26
SISTEMA DE NUMERACIÓN CHINO
FIGURA 10
27
Veamos un ejemplo:
FIGURA 11
FIGURA 12
1 2 3 4 5 6 7 8 9
1 2 3 4 5 6 7 8 9
28
LOS ROMANOS
FIGURA 13
I V X L C D M
1 5 10 50 100 500 1.000
29
• Si colocamos una raya encima de las letras, se
representa un valor 1000 veces mayor. Si se po-
nen dos rayas, queda multiplicado por un millón.
FIGURA 14
LOS GRIEGOS
FIGURA 15
30
cada número en escritura arcaica. Sigue el principio
aditivo, de base decimal. Los símbolos de 50, 500 y
5.000 se obtienen añadiendo el signo de 10, 100 y 1.000
al de 5, por tanto, también está usando el principio mul-
tiplicativo.
Así, si queremos escribir el número 2.765 necesita-
remos dos símbolos de 1.000, uno de 500, dos de 100,
uno de 50, uno de 10 y uno de 5, como vemos en la figu-
ra 16.
FIGURA 16
LOS MAYAS
31
FIGURA 17
0 1 2 3 4
5 6 7 8 9
10 11 12 13 14
15 16 17 18 19
FIGURA 18
1 · 202 = 400
6 · 201 = 120
0 · 200 = 0
32
FIGURA 19
Fuente: escuelapedia.com
33
FIGURA 20
1 2 3 4 5 6 7 8 9 0
Fuente: astillasderealidad.blogspot.co.uk
FIGURA 21
٠ ١ ٢ ٣ ٤ ٥ ٦ ٧ ٨ ٩
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9
34
Otro hito importante en la historia de nuestro siste-
ma de numeración decimal se encuentra en el holandés
Simon Stevin, quien estudió la notación indoarábiga
introducida en Europa por Fibonacci. Al parecer,
encontró muy engorrosa la notación que usaban para
las fracciones, en cambio le gustaba mucho la simpli-
cidad de la notación usada por los babilónicos, aunque
presentaba el inconveniente se ser en base sexagesi-
mal, por lo que decidió combinar lo mejor de los dos
sistemas: la simplicidad de la notación babilónica con
la base 10 del sistema indoarábigo, es decir, inventó
los números decimales.
FIGURA 22
DESCOMPOSICIÓN DE UN NÚMERO
EN EL SISTEMA DE NUMERACIÓN DECIMAL
35
Sus características principales son:
36
CAPÍTULO 2
ALGORITMOS DE CÁLCULO
37
todavía existe una tiendecita en el barrio, la situa-
ción será bien distinta. El dependiente o dependien-
ta tendrá un ordenador, con un lector de códigos de
barras, nos dirá el importe a pagar casi en el mismo
tiempo que nos lo decía el tendero o tendera de anta-
ño, pero sin hacer una sola cuenta, es más, introduci-
rá la cantidad de dinero que le damos para pagar y el
programa de ordenador le dirá cuánto nos tiene que
devolver.
Creemos que estaremos de acuerdo en que la vida
ha cambiado mucho en el intervalo de tiempo de 30 o 35
años que puede separar ambas situaciones. Es evidente
que las necesidades de la sociedad actual son muy dis-
tintas de las de aquella época.
Si ahora hacemos ese viaje en el tiempo, en lugar
de a la tienda, a la escuela, ¿qué creen que nos pode-
mos encontrar? ¿Se percibirá ese avance? ¿Se estará
enseñando de forma diferente a los niños y niñas de
aquella época que a los de ahora? Sin lugar a dudas, en
general, sí. Pero si nos remitimos al ámbito que aquí
nos trae, podemos decir que ha habido pocos cambios.
En lo que se refiere a la aritmética escolar, en la mayo-
ría de las escuelas se sigue enseñando y aprendiendo
las cuatro reglas de la misma manera que lo hicimos
nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos.
Sin duda, lo algoritmos de lápiz y papel surgen a
partir de las necesidades de la especie humana en cada
momento. Nos parece interesante hacer un breve reco-
rrido a lo largo de la historia para conocer cómo apare-
cen las diferentes formas de calcular en las distintas
épocas y culturas.
38
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS ALGORITMOS
DE CÁLCULO
39
ha llegado a los mismos algoritmos escritos. Esta idea
tiene que ver con la idea preconcebida sobre las mate-
máticas como algo universal, independiente del idioma
o la cultura, cuando realmente no es así. Podemos
encontrar multitud de manifestaciones culturales den-
tro de las matemáticas, de hecho, hay una disciplina que
estudia estos fenómenos, la etnomatemática.
Son muchos y todos interesantes los métodos utiliza-
dos a través de los tiempos y en las distintas culturas para
realizar las diferentes operaciones algebraicas. Todos
estos métodos han ido derivando hasta los algoritmos
aprendidos en la escuela primaria en nuestra historia
reciente. Veamos algunos casos a modo de ejemplos.
ADICIÓN Y SUSTRACCIÓN
40
FIGURA 23
ÁBACO ROMANO
41
históricamente ha constituido una ayuda mecánica fun-
damental para el cálculo hasta que fueron apareciendo
otros métodos.
Hoy día vuelve a estar en auge el uso del ábaco de la
mano de algunas iniciativas comerciales como la de
Aloha Metal Arithmetic.
Si nos centramos en los algoritmos escritos para la
suma y la sustracción, encontramos que el algoritmo
para la adición es el que más similitudes presenta tanto
en sus orígenes como en su evolución. En la mayoría de
los países, los sumandos se disponen en forma vertical,
respetando las posiciones de los distintos órdenes de
magnitud. Las diferencias que encontramos suelen
estar en el lugar que colocamos las “llevadas”, pero no
afectan al concepto, ya que en todos los casos se refiere
a un traspaso entre los diferentes órdenes de magnitud.
Así, por ejemplo, en países como Reino Unido, se suele
dejar una línea libre debajo de los sumandos para colo-
car las que nos llevamos (figura 24 [b]). En cambio, en
países como España, se suele colocar encima del primer
sumando (figura 24 [a]).
FIGURA 24
ALGORITMOS ESCRITOS
PARA LA ADICIÓN
111 173
+ 173 + 258
258 111
431 431
(a) (b)
42
En cambio, en la sustracción sí encontramos más
diferencias. A simple vista, estas diferencias afectan
solo al lugar donde hacemos las anotaciones parciales
que necesitamos recordar durante el proceso, lo que
antes hemos llamado “llevadas”, nombre que cambia de
unos países a otros, incluso dentro de países que com-
parten el mismo idioma. En la figura 25 vemos dos algo-
ritmos distintos, el (a) es el usado más frecuentemente
en países como España, aunque últimamente hay una
tendencia a ir cambiando hacia el (b), pero no es una ten-
dencia generalizada. En ese caso el proceso empieza de
derecha a izquierda: se piensa “¿cuántas van de ocho
hasta doce?”. “Cuatro”. Anoto y digo “me llevo una”, esa
que me llevo la anoto al lado de la cifra siguiente del sus-
traendo y pienso “cuatro y una, cinco. De cinco hasta
trece, ocho. Y me llevo una”. Anoto la que me he llevado y
voy repitiendo el proceso.
Se puede observar que es un proceso con cierta abs-
tracción, porque no contamos qué está pasando en rea-
lidad, de ahí los problemas que conlleva introducirlo en
la escuela. Crea mucha confusión entre los niños y niñas
porque no entienden qué está pasando ahí.
En cambio, en el caso (b) de la figura 25 las anota-
ciones parciales van en consonancia con lo que está
pasando realmente. Este algoritmo se usa, por ejemplo,
en Estados Unidos o Reino Unido. Se empieza de dere-
cha a izquierda, pensamos: “Como a dos no le puedo
quitar ocho, tomo una decena, que son diez unidades”.
Entonces, tachamos las tres decenas que teníamos y
anotamos las que nos quedan después de coger una.
“Ahora tengo doce unidades: doce menos ocho me da
43
cuatro”. Anoto y continúo con el proceso. “Como a dos
decenas no le puedo quitar cuatro decenas, tomo una
centena”. Tacho las centenas que tengo y anoto las que
me quedan después de tomar una. “Ahora tengo doce
decenas: doce menos cuatro son ocho”. Y seguiríamos
con el proceso hasta terminar la operación. Como deci-
mos, en este caso sí que se está viendo lo que se va
haciendo.
FIGURA 25
4 2 8
+ 5 3 2 + 5 13 12
11 41 8 1 4 8
3 8 4 3 8 4
(a) (b)
44
Para restar
A-B, si A tiene, por ejemplo, 3 cifras, realizamos 999-B (una resta siempre sencilla), al resultado
le sumamos A, y de este último resultado quitamos el 1 del inicio y lo sumamos al final. Por
ejemplo: para hacer 745-367, restamos 999-367 = 632, sumamos 745+632 = 1.377, quitamos el
1 del inicio, queda 377 y sumamos el 1, por lo que queda 378 (que es, efectivamente, el resultado
de 745-367).
FIGURA 26
MULTIPLICACIÓN
45
Multiplicación con los dedos
El uso de los dedos para representar números en las
distintas civilizaciones generó formas de cálculo que
iban desde su uso para un simple conteo, adición o sus-
tracción, hasta la multiplicación. Muchos de estos méto-
dos convivieron durante la Edad Media, perdurando
alguno de ellos hasta nuestros días. Es el caso de la mul-
tiplicación de dos números de una cifra mayores que 5.
Merece la pena detenerse un poco en él porque puede
resultar de gran utilidad cuando se aprenden las tablas
de multiplicar.
Si tuviéramos la buena costumbre de aprendernos
las tablas con los productos conmutativos, para cuando
nos hubiésemos aprendido las más fáciles (esto es, la
del 2, 3, 4, 5 y 10), nos quedarían muy pocos productos
por aprendernos.
FIGURA 27
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
1 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
2 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20
3 3 6 9 12 15 18 21 24 27 30
4 4 8 12 16 20 24 28 32 36 40
5 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50
6 6 12 18 24 30 60
7 7 14 21 28 35 70
8 8 16 24 32 40 80
9 9 18 27 36 45 90
10 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
46
Es en esos productos donde la multiplicación con
los dedos nos puede ayudar. Los números del 6 al 9 se
representan como vemos en la figura 28. En realidad, la
multiplicación también funcionaría para la tabla del 10,
pero no tiene mucho sentido, dado que esta tabla es muy
fácil de recordar.
FIGURA 28
6 7 8 9
FIGURA 29
47
FIGURA 30
(x-5) y (z-5)
5-(x-5)=10-x
5-(z-5)=10-z
48
decena) más la multiplicación de los dedos contraídos,
lo expresamos en una ecuación:
x·z = 10 · (x – 5) + (z – 5) + (10 – X) · (10 – z)
(Suma de dedos extendidos Producto de dedos
multiplicada por 10) contraídos
49
FIGURA 31
DOBLE MITAD
254 176
508 88
1.016 44
2.032 22
4.064* 11-1=10
8.128* 5-1=4
16.256 2
32.512* 1
50
El método consiste en disponer el multiplicando y
el multiplicador arriba y a la derecha de una tabla, como
puede verse en la figura 32, esto es, arriba de izquierda a
derecha; y a la derecha, de arriba hacia abajo.
FIGURA 32
3 4 5
1 1 2
4
1 2 6 0
1 2 3
6
6 8 4 0
2 2 3
7
1 1 8 5
1 1 5
ALGORITMO DE LA MULTIPLICACIÓN
51
se colocan uno debajo del otro. Se empieza la multi-
plicación de derecha a izquierda.
FIGURA 33
ALGORITMO DE LA MULTIPLICACIÓN
EXTENDIDO
435
x 26
2610
8707
11310
FIGURA 34
ALGORITMO DE LA MULTIPLICACIÓN
EN ALEMANIA
435 ·26
8706
2610
11310
52
La cuestión de fondo radica en la falta de significado
que para los niños y niñas tiene uno y otro procedi-
miento. Tanto en el algoritmo estándar de la multiplica-
ción que usamos en España como en el que usan en
Alemania trabajan con cifras, no con cantidades. Una
persona que primero multiplica no les hace falta la
memoria ni ninguna colocación aprendida para llegar al
resultado correcto.
Una consecuencia clara de este abuso de la sistema-
tización aprendida son los frecuentes errores de los
escolares en las multiplicaciones por números que con-
tienen ceros intermedios o al final, ya que con frecuen-
cia en estos casos particulares suelen olvidar las “reglas
del juego”.
DIVISIÓN
53
los inversos de números comunes, pero teniendo en
cuenta que estamos en una base sexagesimal. De forma
que la operación de dividir 54 entre 8 primero implicaba
la búsqueda del inverso de 8 en la tablilla de inversos, esto
es, 7, 30(60). Y luego la multiplicación de 54 por 7, 30(60)
usando la tabla de valor principal 7, 30(60). Evidentemente,
este método tenía sus limitaciones, porque no tenían infi-
nitas tablillas. Pero sin duda, los babilónicos consiguieron
grandes avances en cálculo, teniendo en cuenta la época y
lo limitado de su sistema de numeración.
El método más usado para la división hasta el siglo
XVII era un método de origen hindú conocido como el
método del tachado o división por galera, debido a que
la forma general que queda tras realizar la operación se
asemeja a la de un barco.
FIGURA 35
54
(Davis, 1989). Para el siglo XVII ya está muy extendido y la
división por galera casi es inexistente en ese momento.
El formato del algoritmo de la división que se usa
actualmente difiere ligeramente de unos sitios a otros.
FIGURA 36
ALGORITMO DE LA DIVISIÓN
8 8 5 6 4 3 2 2 7 6 7
2 4 5 2 7 6 7 3 2 8 8 5 6 4
2 1 6 – 6 4
2 4 4 2 4 5
2 0 – 2 2 4
2 1 6
– 1 9 2
2 4 4
– 2 2 4
2 0
(a) (b)
55
línea, lo que lo hace más extenso y más transparente
para los que se inician en él. En cambio, el formato
abreviado del (a) hace que sea más complicado, y
requiere de más concentración en todo el proceso por-
que hay que ir haciendo la multiplicación y la sustrac-
ción al mismo tiempo.
Una vez que hemos hecho este breve repaso por la
evolución de los algoritmos nos adentraremos en su
tratamiento en la escuela.
ARITMÉTICA ESCOLAR
56
refiriéndose a que los estudiantes siguen aprendien-
do todavía a hacer esas cuentas tan larguísimas no
porque sean importantes desde el punto de vista del
aprendizaje matemático ni por su aplicación a la vida
real, sino porque lo necesitan para poder superar la
materia de matemáticas.
Sin embargo, hoy día ningún docente ni ningún
investigador con sentido educativo puede pretender
borrar de un plumazo las cuentas de la escuela. Más
bien, pensamos que ha llegado el momento de afron-
tar el aprendizaje de la aritmética en general y del
cálculo en particular de forma más significativa y útil
desde el punto de vista de la competencia matemáti-
ca que entendemos que deben desarrollar los ciuda-
danos del siglo XXI. Como hemos mencionado al
principio del capítulo, para nuestro día a día, no
necesitamos ir haciendo cuentas con lápiz y papel,
pero sí que sería muy conveniente que tuviéramos
desarrollada la habilidad de la estimación, que
pudiéramos discernir rápidamente en el supermer-
cado qué es más conveniente, si la oferta del 3x2 o un
descuento del 20%. Esto se facilitaría si en la escue-
la trabajáramos de forma que estuviéramos desarro-
llando nuestro sentido numérico, algo que abordare-
mos en el próximo capítulo con más destalle.
En definitiva, desde aquellos primeros autores
que empezaron a demandar un tratamiento de la
aritmética escolar diferente hasta nuestros días, han
pasado 40 años, y la realidad de la escuela es la
misma en ese sentido. ¿Por qué tanta resistencia al
cambio?
57
RESISTENCIAS AL CAMBIO
58
vivido como estudiantes. Si en esa transición de estu-
diante a docente no hay nada que rompa esa inercia, la
mayoría caemos en el círculo vicioso. No todas las per-
sonas tenemos el empuje o la iniciativa para romper con
esa dinámica. En la mayoría de los casos suele haber un
detonante, quizás un profesor o profesora que te hizo
cuestionarte el modelo de enseñanza, quizás ese niño o
niña de tu grupo con el que no funciona lo que estás
haciendo, etc.
Lo ideal sería que cuando se viese la necesidad de
afrontar un cambio, la Administración dotara a los
docentes con las herramientas y la formación necesaria
para llevarlo a cabo con garantías de éxito. Esta falta de
iniciativas o de recursos suele ser otro motivo que no
favorece el cambio de metodología. Aunque en lo relati-
vo a la aritmética escolar, se están consiguiendo avances
en este sentido porque ya podemos encontrar en el
mercado materiales, libros de texto y guías didácticas
con otras formas de acometer este contenido en el aula.
A pesar de este panorama, no dejan de surgir ini-
ciativas con mayor o menor calado, tanto en el ámbito
internacional como en el nacional. Así, por ejemplo,
encontramos iniciativas como las Matemáticas
Realistas de la escuela holandesa, auspiciadas por el
Instituto Freudenthal. Esta corriente parte de unos
principios muy básicos, como son el principio de acti-
vidad, que considera a las matemáticas como una acti-
vidad humana, por tanto, accesible para todos. O el
principio de realidad, que parte de un “hacer mate-
máticas” en contextos reales, como un acto social, no
individual, ya que la interacción es una fuente de
59
reflexión necesaria para ir dando sentido a las mate-
máticas. Otro de los principios fundamentales de esta
corriente es el de la interconexión: debemos poner de
manifiesto que las matemáticas no son una rama ais-
lada del conocimiento. Pero para llegar a esa cone-
xión, tenemos que conocer y aprender “con sentido”.
A nivel nacional, se están desarrollando iniciativas
muy interesantes en el uso de algoritmos transparentes,
es decir, el uso de procedimientos de resolución que
nos dejen ver qué está pasando con los números con los
que estamos operando. En esto nos centraremos en el
siguiente capítulo.
Todas estas iniciativas tienen en común una serie
de características:
60
CAPÍTULO 3
61
con las matemáticas, de forma que nos permita tomar
distintos caminos hasta llegar a la solución. Ambos pen-
samientos son muy convenientes. El problema es que
tradicionalmente la aritmética ha estado muy asociada
exclusivamente a ese pensamiento instrumental.
El objetivo principal de la aritmética debería ser
que la persona conozca en profundidad el sistema de
numeración decimal y las operaciones con los números,
así como sus propiedades, de forma que pueda aplicar-
las de manera conveniente al cálculo; es decir, lo que se
pretende es que el alumnado que posea un pensamiento
relacional, o dicho de otro modo, que desarrolle un
apropiado sentido numérico. Este término no es algo
nuevo, en el campo de la investigación en Educación
Matemática, se viene hablando de él desde hace más de
40 años. Aunque en todo este tiempo no se ha consegui-
do una definición consensuada del mismo, en la mayo-
ría de los casos los autores aportan características de lo
que implica tener desarrollado un buen sentido numé-
rico, más que una definición propiamente dicha.
Sowder (1992) afirma que el sentido numérico se
desarrolla cuando los estudiantes comprenden hechos
como el tamaño de los números, cuando son capaces de
representarlos de distintas formas y pensar sobre ellos.
O cuando son capaces de utilizar los números como
referentes, haciendo predicciones acertadas sobre el
efecto de las operaciones en ellos.
McIntosh, Reys y Reys (1992), autores de referencia
en este campo, definen el sentido numérico como una
comprensión amplia que la persona tiene sobre los
números y las operaciones, junto con la habilidad para
62
usar esta comprensión en formas flexibles para hacer
juicios matemáticos y para desarrollar estrategias pro-
pias para manejar los números y sus operaciones.
Con esta idea general sobre lo que implica tener
desarrollado el sentido numérico, estamos en condicio-
nes de reflexionar sobre la forma en que hemos trabaja-
do la aritmética escolar, es decir, sobre cómo hemos
aprendido los números y sus operaciones. ¿Piensa el
lector o lectora que con la instrucción recibida en este
campo ha conseguido un apropiado desarrollo de su
sentido numérico?
Probablemente obtendremos respuestas muy varia-
das, principalmente porque los actos de aprender y
enseñar son tan complejos y están tan influenciados por
multitud de factores que es muy complicado separar las
distintas componentes. Es por ello que nuestro desa-
rrollo del sentido numérico no está determinado de
forma unívoca por la instrucción recibida en la escuela.
Entran en juego otros condicionantes, como los apren-
dizajes informales, la motivación intrínseca de la perso-
na, el contexto familiar, etc. Pero, sin duda alguna, la
forma en que trabajamos las matemáticas en la escuela
tiene un peso importante en el desarrollo del sentido
numérico.
Prueba de ello es que los referentes universales
sobre educación matemática y los marcos normativos
actuales de los países desarrollados inciden en la impor-
tancia de fomentar el desarrollo del sentido numérico
con un enfoque orientado hacia el desarrollo de la com-
petencia matemática. Así, por ejemplo, en los Principios
y Estándares para la Educación Matemática, elaborados
63
por el National Council of Teachers of Mathematics
(NCTM, 2003: 34) se establece que:
Los programas de enseñanza de todas las etapas
deberían capacitar a los estudiantes para:
64
estrepitosamente: ¿qué ocurre? ¿Por qué se crea ese
abismo entre la ejercitación de los algoritmos y la
resolución de problemas?
Una de las causas de esa falta de transferencia del
algoritmo a la resolución de problemas está en que, en
muchos casos, cuando introducimos los algoritmos nos
olvidamos de los conceptos, enseñamos a los niños y
niñas a hacer una división, por ejemplo, pero probable-
mente nunca hayamos trabajado con ellos los repartos
de forma significativa.
Otra de las causas puede estar en la práctica, cada
vez más habitual, de muchos sistemas educativos de for-
malizar los aprendizajes a edades muy tempranas. Cada
vez queremos que nuestro alumnado empiece a leer,
escribir y a hacer cuentas antes, cuando eso resulta ser
un proceso muy forzado para algunos niños y niñas
debido a que los diferentes niveles de maduración a
estas edades son muy patentes. Y, para más inri, lo
hacemos saltándonos la experimentación como fase
fundamental en cualquier aprendizaje.
Greeno (1991) usa la metáfora del medioambien-
te, afirmando que no podemos aprender de un
entorno sin vivirlo. Por mucho que hayamos leído
sobre un país, sus habitantes y su cultura, no lo
conoceremos realmente hasta que no lo hayamos
vivido. Lo mismo ocurre con el aprendizaje matemá-
tico, el aprendiz debe vivenciarlo, debe reflexionar,
establecer sus propias certezas sobre las que funda-
mentar su conocimiento. Si hablamos del cálculo, el
aprendiz debería haber experimentado las acciones bá-
sicas correspondientes con las cuatro operaciones
65
elementales, esto es, juntar o agregar, separar, repartir
y reiterar (Castro, Rico y Castro, 1987).
Para conseguir esas vivencias y el dominio flexi-
ble del que hemos hablado antes, es necesario des-
vincular el aprendizaje de la operación del aprendi-
zaje del algoritmo. Es ahí donde empieza a tomar un
papel relevante el que denominamos cálculo flexi-
ble. A través de diferentes algoritmos transparentes,
que podemos definir como aquellos algoritmos o
procedimientos que dejan ver qué estamos haciendo
con los números en una determinada operación.
A modo de ejemplo, vamos a adentrarnos en
varios algoritmos transparentes que se basan en el
cálculo reflexivo escrito, como son la aritmética
mental, los algoritmos abiertos basados en números
(ABN) y el cálculo táctico. Todos ellos llevan de la
mano el desarrollo del cálculo mental no como una
habilidad a trabajar aparte, sino como parte intrínseca
de este cálculo reflexivo.
ARITMÉTICA MENTAL
66
realizan las operaciones. Para adquirir un desarrollo
adecuado de las habilidades necesarias para la aritméti-
ca mental, se debe seguir un proceso que parte con la
exploración de los números hasta el 100. Es muy impor-
tante que los niños y niñas entiendan bien los patrones
de diez dentro del conjunto de números. Posterior-
mente, el trabajo se centra en la estrategia de encade-
nación, para pasar a la estrategia de rompimiento y ter-
minar con la estrategia de variación.
Estas estrategias van aumentando en grado de
complejidad, no son excluyentes entre sí, sino integra-
doras, cada estrategia incluye a la anterior para ir con-
formando un repertorio cada vez más amplio.
La ejecución de estas estrategias se hará por niveles.
Al principio estarán sustentados en el uso de modelos
como la recta numérica o el dinero. De ahí se pasa a un
nivel intermedio basado en el lenguaje matemático,
para terminar en un proceso mental únicamente.
Vamos a verlo más claro usando algunos ejemplos
para cada una de las operaciones básicas.
ADICIÓN Y SUSTRACCIÓN
67
añadidos o sustraídos del primero uno a uno.
Veamos cómo podríamos hacer 57+34:
57 + 30 = 87
87 + 3 = 90
90 + 1 = 91 ⇒ 57 + 34 = 91
MULTIPLICACIÓN Y DIVISIÓN
68
diferente a como estamos acostumbrados: se pone
especial atención en trabajar las diferentes propieda-
des de las operaciones, como la conmutatividad o la
propiedad distributiva. Así, un producto tan simple
como 6·9 se puede ver como:
6 · 9 = 3 · 9 + 3 · 9 = 3 · 18 = 3 · 10 + 3 · 8 = ...
230 : 5
200 : 5 = 40 porque 5 · 40 son 200
30 : 5 = 6 porque 6 · 5 son 30
230 : 5 = 46
69
introducen algoritmos por columnas, pero desde que
en el sistema educativo holandés se trabaja con el
enfoque de las Matemáticas Realistas, se ha retrasado
su introducción en la escuela hasta cuarto curso de
educación primaria. Es decir, se establecen previa-
mente las bases de la aritmética escolar basándose en
un conocimiento profundo del sistema de numera-
ción, de las operaciones y de las propiedades de los
números y las operaciones. Cuando estas bases están
establecidas, es cuando se introducen los algoritmos
por columnas.
70
Es un método que ha bebido de las fuentes holande-
sas que hemos mencionado en el apartado anterior. En
sus raíces también encontramos características del
modelo de aprendizaje constructivista.
Las características principales de estos algoritmos
son:
71
los niños y niñas, una pieza fundamental en la construcción de su
pensamiento lógico y crítico (Martínez, 2011: 108).
SUMA
FIGURA 37
158+263
Muevo 158 263
100 58 363
7 51 370
51 0 421
72
Cada persona puede mover las cantidades como
crea conveniente en función de su nivel cognitivo.
En este caso hemos movido primero una centena,
luego hemos movido algunas unidades y, en el último
paso, como tenemos una decena completa en la últi-
ma columna, nos hemos atrevido a mover todo lo que
nos queda. Pero, puede que otra persona haya movi-
do las cantidades de otra forma, por ejemplo en dos
pasos: 30 primero y luego 21. En cualquier caso se
observa un claro dominio de la descomposición de
los números.
RESTA
73
FIGURA 38
563-249
Quito 563 249
200 363 49
40 323 9
3 320 6
6 314 0
74
¿cuántas tenías? ¿Cuántas te faltaban por conseguir? Con
los algoritmos tradicionales, para responder a este tipo
de preguntas habría que realizar una nueva operación.
FIGURA 39
240-127
Subo Llego a
3 130
70 200
40 240
113
FIGURA 40
2.563-1.239
Bajo Llego a
63 2.500
500 2.000
700 1.300
40 1.260
20 1.240
1 1.239
1.324
75
Hay que insistir en la idea de que las cantidades que
uno baja son de libre elección. Conforme vamos avanzan-
do, se van consiguiendo hacer movimientos más pensa-
dos, con una finalidad concreta; por ejemplo, completar
cantidades convenientes. Pero son estrategias que van
surgiendo de forma natural y desigual, en función de los
diferentes ritmos individuales de aprendizaje.
MULTIPLICACIÓN
76
FIGURA 41
237·4
4
200 800
30 120 920
7 28 948
FIGURA 42
MULTIPLICACIÓN ABN
CON DESCOMPOSICIÓN LIBRE
237·4
4
200 800
30 120 920
2 8 928
5 20 948
77
Viendo cómo hemos hecho la multiplicación por
una cifra, el lector ya puede intuir cómo será la mul-
tiplicación por un número mayor. Se trata de reser-
var ahora la primera fila para la descomposición del
multiplicador.
FIGURA 43
387·26
20 6
300 6.000 1.800 7.800
80 1.600 480 2.080 9.880
7 140 42 182 10.062
78
FIGURA 44
3.209·18
10 8
3.000 30.000 24.000 54.000
200 2.000 1.600 3.600 57.600
9 90 72 162 57.762
DIVISIÓN
79
3, podemos decir: “Tengo que repartir 57 caramelos;
si le doy 10 caramelos a cada niña (se registra en la
tercera columna), habré repartido 30 (se registra en la
columna del centro). Entonces, me quedan por repar-
tir 27 (se anota en la primera columna). Si reparto 9
caramelos a cada niña, habré repartido 27 y ya no me
queda nada más por repartir”. El resultado de la divi-
sión será la suma de los cocientes parciales.
FIGURA 45
57:3
Queda por repartir Repartido Cocientes parciales
57 30 10
27 27 9
0 19
80
Veamos el primero de ellos, que nos serviría para
dar respuesta a un problema del tipo: “Tengo 4.563 cro-
mos para repartir a partes iguales entre 12 niños, ¿cuán-
tos cromos tengo que darle a cada uno?”.
Para hacer este tipo de divisiones, vamos a necesitar
el apoyo de una escala. Si queremos dividir, por ejem-
plo, 4.563:12, tendremos que construir la escala del 12
para saber entre qué números nos estamos moviendo
cuando tengamos que hacer los repartos convenientes.
Para hacer la escala empezamos multiplicando al divisor
por la unidad seguida de ceros. Luego, hallamos los
puntos intermedios, es decir, los productos de 12 por 5,
50 y 500. Pero en lugar de hacer la multiplicación, lo
podemos calcular como la mitad del producto de 12 por
10, 100 y 1.000, respectivamente. Así obtenemos la
tabla extendida que mostramos al lado de la figura 46. El
siguiente paso es hacer una estimación del número que
debemos tomar de la escala para acercarnos a repartir el
dividendo sin pasarnos. Como en la escala vemos que
100·12 son 1.200, pensamos que podemos repartir 300
a cada uno, lo que nos daría un total de 3.600. Una vez
repartido esto nos queda por repartir 963, volvemos a
hacer una estimación de lo que podemos repartir apo-
yándonos en la escala. Así, vemos que podemos repartir
otros 50 a cada uno, lo que implicaría que hemos repar-
tido 600 cromos y que nos quedan por repartir 363.
Repartimos 30 a cada uno, lo que suponen 360 cromos,
de forma que nos quedan por repartir 3. Como ya no
puedo repartir más, ese será el resto, y el cociente será
la suma de los cocientes parciales. Es decir, habremos
repartido 380 cromos a cada niño.
81
FIGURA 46
Queda 1·12 = 12
por Cociente 5·12 = 60
repartir Repartido parcial
10·12 = 120
4.563 3.600 300
50·12 = 600
963 600 50 100·12 = 1.200
363 360 30 500·12 = 6.000
R: 3 C: 580 1.000·12 = 12.000
82
FIGURA 47
4.563:12
Dividendo
Dividendo resultante Cociente parcial Repartido Resto parcial
4.000 330 3.960 40
500 540 45 540 0
60 60 5 60 0
3 R: 3 C: 380
CÁLCULO TÁCTICO
83
manipulativo en el que sustentar el aprendizaje mate-
mático en las edades tempranas, ha surgido una meto-
dología apoyada en el uso de materiales manipulativos
(Bracho-López y García-Pérez, 2015; García-Pérez y
Adamuz-Povedano, 2016). Lo que empezaron siendo
unos materiales que servían como suportes numéricos
para trabajar la numeración pasaron a ser también
soportes aritméticos, mapas numéricos que dan soporte
a una forma de calcular cada vez más consolidada.
Esta forma de cálculo necesita de la implicación acti-
va de la persona involucrada en él: cada cuenta le exige
usar sus capacidades cognitivas para decidir cómo la va a
resolver, qué táctica va a emplear.
Al igual que ocurre con los algoritmos ABN, es
necesario un gran dominio del sistema de numera-
ción decimal y un conocimiento flexible de los núme-
ros. También es necesario entender muy bien el sig-
nificado de las operaciones y qué efecto tienen sobre
los números.
Los materiales a los que nos referimos son una cinta
numérica del 0 al 100, un panel de numeración del 0 al
99, un cuaderno de numeración del 0 al 999 y la caja
de numeración. Tanto los paneles como la cinta nos
permiten poner de manifiesto la noción ordinal del
número; la caja, en cambio, la noción cardinal. Todos
los materiales deben estar relacionados para facilitar
el intercambio de notaciones. Estos recursos están
dirigidos a niños y niñas en los primeros años de
aprendizaje.
Esta metodología se basa en la importancia del uso
de metáforas conceptuales (Greeno, 1991) para el
84
aprendizaje matemático y en los resultados obtenidos
de los estudios de neurociencia cognitiva que afirman
que el concepto de número está asociado al concepto de
espacio, de forma que los materiales favorecen esta
relación entre espacio y número (OCDE, 2007). Aunque
no sabemos con exactitud qué estará pasando en la
mente de los niños y niñas en este proceso de construc-
ción de la idea del conjunto de los números naturales, se
piensa que si les suministramos un modelo, probable-
mente estaremos favoreciendo esa idea del conjunto de
números como un todo ordenado y continuo. Este plan-
teamiento metodológico también comparte y se basa en
los principios del modelo de las Matemáticas Realistas
(Freudenthal, 1991; Gravemeijer, 1994).
FIGURA 48
85
Se parte de un trabajo muy intenso con los números
del 0 al 10, lo que resulta muy rentable posteriormente
con cálculos con números mayores. Además, nos va a per-
mitir empezar a establecer patrones numéricos funda-
mentales para el conocimiento profundo del sistema de
numeración.
ADICIÓN Y SUSTRACCIÓN
86
Estas operaciones no solo se trabajan de forma mani-
pulativa a nivel verbal, sino que se plasman en el papel.
En muchos casos se usa una representación pictórica del
efecto que provocan las operaciones en los números, por
ejemplo, con la línea numérica vacía (figura 49), y se for-
maliza con operaciones en horizontal.
FIGURA 49
FIGURA 50
13 + 56 = 13+ 50 + 6 = 69
87
FIGURA 51
75 – 27 = 75 – 5 – 20 – 2 = 48
88
LA CALCULADORA
89
Organismos como el Nacional Council of Teachers
of Mathematics (NCTM, 2015) dan indicaciones sobre
cómo deben usarse las calculadoras en el aula, insis-
tiendo en un uso estratégico, no generalizado, para el
desarrollo de habilidades en la resolución de proble-
mas. En este contexto, se permite a los estudiantes
resolver problemas más ricos desde un punto de vista
cognitivo, así como la exploración de patrones y de rela-
ciones entre los números (Reys y Arbaught, 2001).
REFLEXIÓN FINAL
90
hagan ver las matemáticas como una materia más ami-
gable. Parece que está socialmente aceptado que nos
consideremos “no válidos” para las matemáticas, cuan-
do en otras disciplinas, como la lengua, eso es impensa-
ble. Pocas veces escuchamos decir “yo no valgo para la
lectura”; por el contrario, sí que estamos muy acostum-
brados a decir o escuchar “a mí no se me dan bien las
matemáticas”. Esos sentimientos negativos hacia las ma-
temáticas, en la mayoría de los casos, tienen sus raíces
en los primeros años de aprendizaje, cuando se esta-
blecen los cimientos del pensamiento matemático. Si
conseguimos cambiar la forma en que se aborda la
materia en las escuelas a esas edades, muy probable-
mente conseguiríamos mejorar nuestra relación con las
matemáticas.
91
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