Artemisia I, Tirana de Halicarnaso - Teresa Mayor Ferrándiz
Artemisia I, Tirana de Halicarnaso - Teresa Mayor Ferrándiz
Artemisia I, Tirana de Halicarnaso - Teresa Mayor Ferrándiz
ISSN 1989-4988
RESUMEN
PALABRAS CLAVE
Lígdamis, Paniasis, Hoplita, Medo, Aliado, Enseña,
Trierarco, Damasítimo, Proskínesis, Ahura Mazda, Teresa Mª Mayor Ferrándiz
Roca Leúcade, Andreia, Croma.
Licenciada en Geografía e Historia
teresa.mayor@gmail.com
Claseshistoria.com
15/04/2014
Teresa Mª Mayor Ferrándiz Artemisia Iª, tirana de Halicarnaso
...Hacía falta que las agarráramos a todas ellas y les sujetáramos por el
cuello en un cepo perforado (1).
dejaba era demasiado pequeño para ocupar el trono de Halicarnaso, la reina viuda se
hizo cargo del poder, como otras muchas reinas viudas cuyo cónyugue real ha
fallecido, y lo hizo con su título de Týrannos, o gobernante autocrática (2). El
historiador Heródoto nos presenta así a Artemisia, en el Libro VII, 99, de su
monumental “Historia”:
"¡Una mujer y madre en la vanguardia de una tropa de élite!", escribe, con evidente
asombro, Albert Schlögl, en su libro sobre Heródoto, para, a continuación, comentar
que este hecho seguiría siendo, todavía, en nuestro tiempo, un titular en destacadas
páginas de la prensa amarilla y sensacionalista: "Tanto más debió impresionar a los
antiguos griegos, que rendían pleitesía a un patriarcado sin concesiones"(4).
Ella fue también consejera del Rey de los persas, Jerjes, y quien:
Uno de ellos fue que no se enfrentase por mar contra los griegos:
Este último párrafo del “discurso” de Artemisia es, posiblemente, una alusión directa al
rey Leónidas y a los Trescientos hoplitas espartiatas que murieron luchando contra los
persas en la batalla del Paso de las Termópilas, combatientes muy admirados por
Heródoto, quien, en su Libro VII, los eleva a la indiscutible categoría de héroes míticos,
dignos continuadores de las gestas homéricas. Y continúa hablando la tirana
Artemisia:
La franqueza de las palabras que Heródoto pone en boca de Artemisia suscita entre
los persas y sus aliados (en realidad jefes de pueblos sometidos por éstos) distintas
reacciones. Por una parte los que simpatizaban con ella:
Y, por otra:
Era mucho dinero porque podemos considerar que esta cantidad sería el equivalente
al sueldo bruto de un obrero asalariado durante unos tres años de duro trabajo (12).
Además, en la ciudad de Esparta, había una estatua de Artemisa. Estaba situada junto
a otras de malhechores y enemigos persas. Vendría a ser una especie de “fichero”, o
de “picota”, según nos cuenta Pausanias en su “Viaje a Grecia” (III, 2, 3).
poder escapar, así, del acoso griego. Pretendía hacer creer a sus perseguidores que
embestía a un barco pro-persa y que ella era, pues, una “aliada” de los griegos
antipersas, es decir, de los atenienses y de los espartanos, entre otros muchos
combatientes de las distintas “polis”... Así nos narra Heródoto este incidente:
Así fue como Artemisia pudo escapar, evitando la muerte (…). Jerjes -
agregan- preguntó si la hazaña se debía realmente a Artemisia, a lo que
los asistentes respondieron afirmativamente, pues conocían a la
perfección el emblema de su nave y creían que el navío destruido era
enemigo (a la serie de circunstancias favorables que, como he dicho, le
sucedieron, se añadió el hecho de que no se salvara ningún tripulante
de la nave de Calinda que pudiese acusarla). Y según cuentan, ante
esa aseveración, Jerjes manifestó: “Los hombres se me han vuelto
mujeres; y las mujeres, hombres”. Esto fue, según dicen, lo que
comentó Jerjes (Historia, VIII, 87-89).
En relación con esta célebre muestra de astucia, Polieno cuenta que, en la contienda
naval, Artemisia cambió varias veces de enseña, usando la que más le convenía
según el momento y la situación en la que se encontraba. O sea, estandartes griegos
o persas, indistintamente, a lo largo del curso de la batalla (Polieno: Estratagemas,
VIII, 53, 1, 3):
El trirreme ateniense estaba capitaneado por Aminias de Palene, uno de los héroes
griegos. La víctima de Artemisia era, como hemos dicho, el trirreme de Damasítimo,
rey de Calinda, una ciudad situada al sureste de Halicarnaso. Ambas ciudades eran
vecinas y, como tales, tal vez hubiesen rivalizado entre ellas por cuestiones
fronterizas. Se puede pensar que Artemisa se aprovechase de la ocasión para ajustar
cuentas, para vengarse… Jerjes vio la maniobra de Artemisia contra Damasítimo y
tomó a éste por enemigo, por lo tanto, la reina de Halicarnaso, a los ojos del soberano
persa, ganó en estima y consideración. Pero… ¿qué pudo pasar con los soldados
supervivientes del navío de Damasítimo? ¿Perecieron todos cuando se hundió el
barco calindio después de la embestida de la astuta Artemisia? ¿Ordenó Artemisia a
sus arqueros disparar contra cualquier calindio vivo? Tal vez Artemisia tenía el valor
suficiente como para ordenar un baño de sangre, pero con tantos barcos griegos a su
alrededor, los pobres supervivientes calindios tenían muy pocas posibilidades de salir
con vida de la contienda. Incluso los mejores nadadores podrían perecer golpeados
por los remos de los trirremes griegos (14).
Como los temores de Artemisia se hicieron realidad (una espectacular victoria militar
griega en la batalla de Salamini), Jerjes decidió pedirle consejo por segunda vez:
Dado que anteriormente había sido, sin lugar a dudas, la única en intuir
lo que había que hacer (VIII, 101).
Cuando la Tirana de Halicarnaso llegó a la tienda del rey persa, éste le dijo, según
Heródoto, lo siguiente:
Es frecuente la utilización del "estilo directo". Pero es necesario aclarar que, a la hora
de analizar casi todas estas "intervenciones" y "consejos" atribuidos a la reina
Artemisia hay que tener una cierta prudencia y bastante precaución, ya que, en
realidad, es Heródoto quien se cita a sí mismo. Por ello, pese a que muchos
historiadores actuales no consideran como hechos históricos estas intervenciones y
consejos que Artemisa le da al rey Jerjes, esta tirana griega se erige como una “figura
retórica” que le sirve a Heródoto para simbolizar la supremacía moral de los griegos
frente a los otros consejeros persas. Bien, continuamos, después de esta aclaración,
diciendo que Heródoto concluye así la intervención de Artemisia:
En la monarquía persa todos los súbditos eran considerados como esclavos del Rey,
independientemente de su rango y categoría. Esto se ve aquí, en el texto de Heródoto,
un griego, en las palabras (reales o inventadas, tanto da) que pone en labios de
Artemisia, cuando califica a los hombres del ejército persa y al propio Mardonio (yerno
de Darío I y cuñado el propio rey Jerjes) como “esclavos”. El rey persa, que llevaba los
títulos de Rey de Reyes (Shāhanshāh) y Gran Rey, exigía a sus súbditos obediencia
total, fidelidad y postración ceremonial, llamada “Proskínesis”, ante su presencia,
pero, contrariamente al faraón de Egipto, a otros reyes orientales y al monarca
macedonio Alejandro Magno (quien, posteriormente, se adueñaría de todo el Imperio
Persa), no estaba considerado un dios, aunque su poder procedía del mismo Ahura
Mazda.
En el texto vemos, también, como el Gran Rey Jerjes I confía sus numerosos hijos
bastardos a Artemisia, como una prueba más de su confianza y admiración hacia esta
decidida y valiente mujer. Sabemos por Plutarco que Artemisia había reconocido el
cadáver de Ariamenes, hermano o tal vez hermanastro del Gran Rey persa, que
estaba flotando en el mar. Ella lo recogió y se lo entregó a Jerjes (Plutarco, Vida de
Temístocles, 14, 3). Para el arqueólogo y escritor italiano Valerio Massimo Manfredi la
tirana Artemisia de Halicarnaso era: "Aliada de Jerjes y su amante" (15), afirmación
que es muy discutible y muy peculiar.
La única esposa legítima de Jerjes era Amastris, con quien tuvo tres hijos varones:
Darío, Artajerjes e Hipastes. Heródoto, en su Libro IX, nos retrata a la persa Amastris
como una mujer tremendamente celosa y vengativa, que actúa con gran sadismo y
crueldad contra sus rivales femeninas, sospechosas de compartir el lecho y el amor de
su marido, el rey Jerjes.
Triste y “moralista” final que no concuerda con la Artemisia que Heródoto nos ha
retratado tan admirablemente en su “Historia”: una mujer de carácter muy fuerte, llena
de “hybris”, valiente, luchadora, guerrera, carente de escrúpulos y para quien el fin
justifica todos los medios empleados para llegar a él.
Años después, circuló el rumor de que se había dado muerte tras sufrir
el rechazo de un amante, pero sólo después de atacarlo mientras
dormía y sacarle los ojos. En ella se combinaba la astucia de Atenea y
la atracción de Afrodita. Y detrás de esas dos cualidades se encontraba
la ambición de Hera, la reina del Olimpo (17).
Sin embargo no nos han llegado noticias sobre las actividades de Artemisia a partir de
la llegada a su ciudad, Halicarnaso, después de su participación en la batalla de
Salamina (hacia el 25 de septiembre del 480 a. C.). No sabemos ni cómo ni cuándo
pudo morir. Pero su dinastía se hallaba sana y salva varias generaciones después. Su
hijo Lígdamis gobernó como rey de Halicarnaso entre los años 460-450 a. C. (21).
Polieno nos cuenta una “estratagema” muy ingeniosa que la tirana Artemisia llevó a
cabo para lograr la ocupación de Latmo, una ciudad fortificada que se encontraba al
norte de Halicarnaso:
Para reforzar estos “argumentos” el propio Atatürk hizo crear bancos con los nombres
de Etibank y Sumerbank. Esta aberrante Historia Universal Turca, al parecer, se sigue
impartiendo, hoy en día, en muchos centros escolares de Turquía (26). Así pues, como
hace notar Stéphano Yerasimos, turcos eran los hititas, los sumerios y los aqueos,
ancestros de los griegos. Pero esta construcción ideológica sólo podía servir para
"consumo interno". No era, en absoluto, "exportable". Aunque Mohamed II el Otomano
que ocupó Atenas diecinueve siglos después de la expedición del persa Jerjes, fue
visto, por sus contemporáneos, como "El retorno del péndulo", y, en la Europa del
Renacimiento, los turcos son vistos como los "descendientes de los troyanos". O sea
"la venganza de Oriente sobre Occidente” (27). Es decir, observamos, pues, falsos
mitos que han falsificado la realidad histórica y que se han trasmitido, al parecer con
bastante éxito, hasta nuestros días, en las escuelas y los institutos de la Turquía
kemalista, como ya hemos señalado más arriba, y que, ahora mismo, muchos autores
e historiadores turcos se atreven a cuestionar (ya era hora). Sobre todo porque el
origen de los actuales turcos hay que buscarlo en un pueblo nómada de Asia central
que llegó a enfrentarse a los chinos, quienes, para defenderse de sus numerosos
ataques, construyeron su Gran Muralla, en el año 214 a. C. Muchos siglos después,
hacia el III después de Cristo, unas terribles sequías obligaron a las numerosas tribus
turcas a emigrar hacia las tierras más ricas del oeste, llegando a crear diversos
estados, que comprendían a los turkmenios, kirguices, uzbekos, azeríes, kazajos,
yakutos, chuvacos... Los selyúcidas conquistaron Anatolia después de su victoria de
Malazgrit contra el ya decadente Imperio Bizantino en 1021 y, finalmente, en el año
1453, el joven sultán Mehmet el Conquistador tomó Bizancio, poniendo punto final al
Imperio Bizantino y la Edad Media (28).
Los textos de Heródoto, que ya hemos visto aquí, y las leyendas posteriores que nos
dan noticias (reales o inventadas) de esta célebre tirana doria, están impregnadas de
un marcado lastre ideológico filogriego (filoateniense, para ser más exactos) y
antipersa, legitimador de una autoridad, una política, unas costumbres y una forma de
pensar, cuyas notas más destacadas referidas al mundo de las mujeres son:
Si las reinas no son como las demás mujeres, Artemisia, en opinión del helenista e
historiador Paul Cartledge fue, entre las reinas, una figura excepcional y única, hasta
el punto de que se la puede comparar a la egipcia Hatshepshut, la única mujer que
ostentó el varonil título de faraón (30). Porque, según palabras de la antropóloga
Mercedes Fernández Martorell, "los humanos hemos construido casi toda nuestra
identidad basándonos en esa pequeña porción de nuestro cuerpo que es nuestro
sexo" (31). O lo que es lo mismo, los seres humanos hemos basado nuestra identidad
(léase Género) en algo tan insignificante y tan pequeño como es nuestro sexo
biológico. Es decir, muchas construcciones ideológicas están basadas en unas
diferencias que, hoy en día y para los hombres y mujeres occidentales, se nos antojas
ridículas, lo que no obsta para que, a lo largo de la Historia, se haya legitimado (por el
patriarcado) el dominio de un sexo (el femenino) por otro (el masculino), ya que a las
mujeres se las ha hecho responsables de las desgracias que sufre toda la Humanidad
(mitos de Eva y Pandora). Se busca a un culpable (mujer) y sobre ese chivo expiatorio,
o cabeza de turco, se vierten todos los males, temores y miedos... Así se demoniza, se
sataniza a la mujer, para, después, dominarla mucho mejor. Claro que el éxito de esta
"empresa" culmina cuando la víctima, completamente alienada, acepta como algo
"natural", como un mandato divino, su propia sumisión al varón. Por eso podemos
considerar a la feminidad como una elaborada construcción ideológica basada en los
deseos masculinos. La mujer "femenina" sería quien asumiría ese rol, impuesto por el
patriarcado, y, una vez asumido este rol sumiso y dependiente, sería completamente
feliz, es decir, alienada.
Hay dos tipos de crítica feminista a la manera tradicional de estudiar la Historia, dos
maneras de cuestionar los "cánones académicos" establecidos:
La película empieza con un largo “flash black” consistente en la narración que hace la
reina Gorgo (interpretada por la actriz Lena Headey) a los soldados espartanos
contándoles la batalla de Maratón, en la que el rey persa Darío I muere a
consecuencia de una flecha que le ha disparado nada más y nada menos que el
ateniense Temístocles (Sullivan Stapleton), quien, además, según la película, es el
autor de la estrategia que llevó a los griegos a la victoria, cuando, en realidad, el
general que comandaba los ejércitos helenos en Maratón era Milcíades. Además el rey
Darío, tercer soberano persa de la dinastía Aqueménida, no viajó a Grecia y, por tanto,
no pudo participar en esta batalla. Darío I murió de una enfermedad, en el año 486 a.
C., dos años después de la derrota persa de Maratón (que tuvo lugar en el 490 a. C.),
mientras preparaba otra expedición contra Grecia, según el texto de Heródoto:
Siguiendo con la narración del argumento de la película, hay que añadir que el joven
príncipe Jerjes (el actor y modelo brasileño Rodrigo Santero) es testigo de la muerte
de su padre y busca vengarse de los griegos. Cuando regresa a tierras iranias,
Artemisia (Eva Green), comandante de la marina persa, aconseja a Jerjes que sólo un
dios podrá vencer a los griegos. Entonces Jerjes inicia un viaje al desierto. Penetra en
una misteriosa cueva donde se baña en un extraño y mágico líquido dorado que hay
Cuando las tropas persas, al mando de Jerjes, penetran, por segunda vez, en territorio
heleno, Temístocles viaja a Esparta para buscar una alianza con esta polis guerrera y
entrevistarse con el rey Leónidas (Gerard Butler). Pero no se produce tal entrevista, ya
que el monarca espartano ha ido a consultar al Oráculo (¿el de Delfos?). Su encuentro
con la reina Gorgo resulta decepcionante porque la dama espartana se opone a una
alianza con Atenas.
Más tarde Temístocles se entera, por su amigo Escilias, de que Artemisia es una
griega renegada, pero que se ha unido al ejército persa porque unos soldados helenos
mataron a toda su familia y a ella la convirtieron en una especie de “esclava sexual”
(¡qué fuerte!), hasta que se hartaron de ella y la abandonaron, medio muerta, en una
calle solitaria, siendo encontrada por un soldado persa de raza negra. Ese es, pues, el
origen del odio de la renegada Artemisia hacia los griegos y de su insaciable sed de
venganza. Pero… ¿no escribió Heródoto, en su Libro VII, que Artemisia era una
tirana, una aristócrata doria, hija y madre de tiranos que, al quedarse viuda, se hizo
cargo del reino de Halicarnaso ejerciendo la tiranía en nombre de su hijo? Estas son
las palabras de Heródoto:
En la escena que viene a continuación, los persas derraman un líquido negro y espeso
en el mar y envían a varios soldados suicidas, una especie de peligrosos “kamikaces
Hay que decir que ni los griegos ni los persas usaron alquitrán o cualquier otro líquido
incendiario en las batallas navales que tuvieron lugar en las Guerras Médicas. El
llamado “Fuego Griego” fue un arma bizantina, no del siglo V a. C. Se cree que su
autor fue un cristiano sirio llamado Calínico de Heliópolis, que consiguió la fórmula de
los alquimistas de Alejandría. El “Fuego Griego” consistía en una sustancia inflamable
que se empleaba, sobre todo, en las batallas navales porque tenía la cualidad de arder
en el mar. Su fórmula era un secreto de Estado e intentar conocer su composición se
podía castigar con la pena de muerte. Aunque todavía hoy en día no se sabe, a
ciencia cierta, qué ingredientes formaban parte del “Fuego Griego”, muchos expertos
opinan que entre sus variados componentes habría petróleo, cal viva, azufre, resina,
grasa, salitre y nafta, Los guerreros bizantinos lanzaban chorros ardientes de “Fuego
Griego” a sus enemigos empleando sifones como si fueran cañones, o, más bien,
lanzallamas.
Poco después Temístocles se entera de que el rey Leónidas y sus 300 guerreros
espartiatas han muerto en las Termópilas. En Atenas el deforme, y jorobado, traidor
Efialtes le informa que Jerjes atacará su ciudad. Temístocles le perdona la vida para
que vaya a ver a Jerjes y le comunique que la flota griega se reunirá y presentará
batalla junto a la isla de Salamina. A continuación, Temístocles viaja a Esparta para
pedirle a la reina Gorgo que le ayude, pero la viuda de Leónidas se limita a llorar la
muerte de su esposo. Antes de marcharse, Temístocles, le entrega a Gorgo la espada
de Leónidas y le dice que vengue a su marido.
En estos dos fotogramas de la película “300. La conquista de una imperio” vemos a la bella actriz Eva
Green, que interpreta a la villana Artemisia. El vestuario y la armadura que lleva son pura fantasía “gótica-
siniestra”, nada que ver con las ropas y las corazas griegas.
NOTAS
FOTOGRAFÍAS
La nave “Olympias”, reconstrucción de un trirreme ateniense de época clásica. Hay que destacar su
afilado espolón de proa, con el que embestía a los barcos enemigos en el combate.
Bodrum, en el mismo lugar donde estaba situado el famoso Mausoleo (Foto de Teresa Mª Mayor).
Bodrum: Ruinas del Mausoleo de Halicarnaso. Estado actual (Fotos de Teresa Mª Mayor).
Más imágenes de las ruinas de lo que en su día fue una de las siete maravillas de la Antigüedad: el
Mausoleo de Halicarnaso. Obsérvese el grosor de los tambores que formaban las columnas (Fotos de
Teresa Mª Mayor).
Maqueta del célebre Mausoleo de Halicarnaso que se puede ver en el pequeño Museo que se encuentra
junto a las ruinas del Monumento.
En la fotografía se ve la imagen del Castillo que los Caballeros de San Juan construyeron en lo que fue la
antigua Halicarnaso, actual Bodrum., para ello emplearon piedras procedentes del Mausoleo, que un
terremoto había destruido. Actualmente es un importante Museo de Arqueología Submarina (fotos de
Teresa Mª Mayor).
Teatro helenístico de la ciudad turca de Dodrum, antigua Halicarnaso, contemporáneo del Mausoleo.
Actualmente todos los veranos tiene lugar un importante festival de teatro y música. En ambas fotografías
se puede ver, al fondo, el Castillo que construyeron los Caballeros de San Juan. (Fotos de Teresa Mª
Mayor).
Ciro II: 559 – 528 a.C., llamado “El Grande”. Sometió Asia Menor, Media (553), derrotó
al rey Creso de Lidia (549) y conquistó Babilonia (539). Para el profeta judío Deutero-
Isaías este monarca persa es el Ungido, el Mesías, un Enviado del propio Yavé, por
haber destruído Babilonia y haber dado la libertad a los israelitas, permitiendo la
reconstrucción del Templo de Jerusalén (“Crónicas”, 2, 36, 22-23 y “Esdras”, I, 1-
11):
Darío I: 521 – 486 a. C. Primera Guerra Médica. Derrotado por los griegos en la
batalla de Maratón (490 a. C.).
Jerjes I: 485 – 465 a. C. Participó en la Segunda Guerra Médica. Batallas del Paso de
las Termópilas y Cabo Artemision. Incendio de Atenas, para vengarse por el incendio
de Sardes (480 a. C.). Derrotas persas en Salamina y Platea (490 a. C.).
Artajerjes II: 405 – 359 a. C. Se enfrentó a su hermano Ciro el Joven (424 – 401a C.),
que murió en la batalla de Cunaxá. Después de este enfrentamiento armado, los
mercenarios griegos se retiraron, guiados por Jenofonte, quien los puso a las órdenes
del rey de Esparta Agesilao. Este hecho lo inmortalizó el propio Jenofonte en su
célebre obra “Anábasis”.
Darío III Codomano: 381 – 330 a. C. Derrotado por el rey macedonio Alejandro
Magno en la batalla de Issos (noviembre del 333 a. C.) y en la de Gaugamela,
conocida, también, como Arbelas (principios de octubre del 330 a. C.). Fue asesinado
por el sátrapa Bessos.
“Habla el rey Darío: yo soy rey por la voluntad de Ahura Mazda. Ahura
Mazda me otorgó el reino (...) Por la gracia de Ahura Mazda, yo me
convertí en rey. Ahura Mazda me concedió el reino...” (Schrader, C.:
“Tipología y orígenes de la historiografía griega”. En Los orígenes
de la oratoria y la historiografía en la Grecia clásica”, Publicaciones
de la Universidad de Zaragoza, Págs. 83 – 86).
Ahura Mazda es el Señor del Universo, el Sabio Señor, el Único, el dios de la Luz, que
no puede representarse (aniconismo). Es ayudado por su ejército de Santos
Inmortales o Arcángeles (Amesha Spenda) en su lucha contra Angra Mainyu ( El
Espíritu Destructor ) , llamado también Ahrimán , el señor del Mal, que , a su vez ,
también cuenta con su ejército de “daevas” , o demonios maléficos (Aeshma, el Furor,
Azi , la Codicia, Apaosha, el Abrasador...). Los Arcángeles de Ahura Mazda (Ormazd,
en persa) son seis ( un hexágono como las seis puntas de la estrella de David ) y,
según el profeta Zaratustra, llamado también Zoroastro, son, según la triple división de
Dumézil:
política indiscutible. Ciro el Grande acabó con las deportaciones y las destrucciones
de templos realizadas por sus predecesores.
BIBLIOGRAFÍA