¿Explicación Sociológica o Imaginación Literaria? para Una Teoría de La Figuración Estética
¿Explicación Sociológica o Imaginación Literaria? para Una Teoría de La Figuración Estética
¿Explicación Sociológica o Imaginación Literaria? para Una Teoría de La Figuración Estética
¿Explicación sociológica o
imaginación literaria? Para una
teoría de la figuración estética
Sociological explanation or literary
imagination? Towards a theory
on aesthetical figuration
Resumen:**
A partir de la categoría teórica de la figuración estética, el autor reflexiona
sobre la novela costumbrista boliviana La Chaskañawi, de Carlos Medinaceli,
indagando en los elementos que le otorgarían su estatuto literario específico,
detrás o más allá de su condición convencional de documento realista a la que
se acercan normalmente los análisis sociológicos o históricos. En tal sentido,
este ensayo postula que la novela de Medinaceli no es tan objetiva como pare-
ce, y que en ella se enquistan figuras salvajes y retornos al estado de naturaleza
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que, ocultos y silenciosos, no se adaptan mansamente al ascenso pujante del
cholaje. Revelarlos es la tarea principal del ensayo.
Abstract:
Universidad Católica Boliviana
1. Introducción
Es difícil conjeturar sobre el futuro de la artes en nuestro convulsionado siglo
XXI. Puesto que llevamos casi dos décadas de violencia extrema, de una regre-
sión de los valores a niveles verdaderamente infrahumanos, nuestro presente es
tanto o más angustioso que el que observaran, un siglo atrás, estetas de la talla
de Erich Auerbach y Georg Lukács, ambos conflictuados por los resultados
de la devastadora Primera Guerra Mundial. Así como ayer, hoy atravesamos
por otro momento de deshumanización y de gran desconcierto, situación en
que las formas estéticas, que buscaban la articulación entre virtud y conciencia
durante las primeras décadas del siglo XX, fracasan nuevamente en el intento
de adecuarse a los contenidos de la prosaica realidad, perdiéndose la capacidad
de cambiar el rumbo de las relaciones de producción en dirección a la virtuosa
62 “humanización de las humanidades”, uno de los temas del evento que esta
semana nos congrega.
Universidad Católica Boliviana reveló para el estudio de la cotidianidad. Ambas son diagnósticos reveladores
que, como Mabel Moraña examina recientemente en su libro Churata postcolo-
nial (2016), problematizan la cultura nacional, esa unidad de forma y conteni-
do hoy cuestionada con el reconocimiento de realidades complejas, atravesadas
por la multiplicidad, la disgregación y el tumulto multitudinario. De igual ma-
nera, la fragmentariedad de los relatos, poemas, cuentos y novelas, crea formas
deliberadamente quebradas, como la lente caleidoscópica a partir de la cual se
reformulan imágenes y significados infinitos. Todas estas operaciones son la
marca de una textualidad que, mientras exista la imaginación estética, seguirá
mostrando la distancia entre la forma discursiva y el mundo representado; en-
tre la representación ideológica y la figuración paródica.
2. Representación y figuración
“Representación” y “figuración” son, pues, dos temas claves del análisis literario.
Ambos han estado por mucho tiempo en disputa, antes de que los plasme
aquí como si fuesen el título y la etiqueta añadida al final de la ponencia. Al
contrario, son llamas encendidas que desde hace años alumbran, a veces sin
habérmelo propuesto conscientemente, mi lectura de novelas y de ensayos; son
una dudosa claridad en el paisaje brumoso del ordenamiento crítico de nuestra
literatura, como si se tratase de linternas que mueven su haz sin que se sepa a
ciencia cierta por qué ambas nociones son todavía un camino por recorrer en
el análisis de las corrientes literarias.
64 a ellos al releer para un reciente seminario graduado uno de los libros más
interesantes que se hayan escrito sobre nuestras sensibilidades de principios
del siglo pasado: me refiero a Las Claudinas. Libros y sensibilidades a principios
del siglo XX en Bolivia (1998), ensayo que escribió Salvador Romero Píttari, a
propósito de la narrativa del cholaje boliviano. El trabajo de Romero también
había estado en mi mente antes de plantearme los temas que hoy me ocupan,
y su renovada lectura venía ahora acicateada por la opinión de Luis Antezana,
Revista número 37 • Diciembre 2016
en sentido de que el corto ensayo de Romero Píttari no era una lectura socio-
lógica de la literatura costumbrista y realista, sino, por el contrario, una fresca y
renovadora mirada de cómo los temas de la sociología brotaban al interior de
las sensibilidades literarias de principios del siglo XX.
Javier Sanjinés C.
Traigo a colación los ejemplos de Macherey para aclarar que los motivos lite-
rarios deben ser explicados desde las mismas obras, desde esos “primeros senti-
dos” que alteran la realidad. Entonces me pregunto: ¿no quedará empobrecida
la lectura de la novela si el crítico abandona el estadio de la figuración estética,
pensando que es automática la relación entre la ficción y la representación
histórica o sociológica de la realidad? Que la ficción sea, como Alcides Argue-
das planteó, al final de Pueblo enfermo, una mera copia de la realidad, olvida
peligrosamente que la literatura es diferente porque su naturaleza autónoma
obliga al crítico a discernir entre el estudio de lo literario y el empleo de los
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métodos propios de las ciencias sociales. En este sentido, autonomía no signi-
fica que la literatura sea ajena a la historia y a la sociología, sino que tiene una
manera propia, diferente, de acercarse a ellas.
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Universidad Católica Boliviana obra crea a través de lo que dice o deja de decir. Ésa es la principal razón por
la cual la literatura no puede ser, como Arguedas afirmaba, copia imitativa
de una realidad exterior que supuestamente permanecería grabada en la obra
literaria como si no se alterase su sentido en el proceso. Ajena a la imitatio, la
obra literaria tiene una fuerza propia, una cierta autonomía, una vida distinta.
Los acontecimientos estéticos de toda obra tienen su manera de presentar la
realidad empírica –la vida con “v’ minúscula, como llamaba Georg Lukács a la
prosaica realidad– inscribiéndola en la historia de la formas estéticas, indepen-
dientemente de las obras literarias en sí mismas. Ello significa trabajar creati-
vamente los motivos de la vida real que, traspuestos a la obra estudiada, mutan
y le dan su hondura y complejidad. Son estos motivos literarios que conflictúan
las interpretaciones históricas que los ignoran como acontecimientos estéticos
autónomos.
La novela bien puede tener silencios, temas y motivos “no dichos” explicita-
mente por Medinaceli que contravienen la explicación sociológica, y que, por
lo tanto, conviene que se los explore. Si estos motivos quedaron invisibilizados,
es posible que se hallen escondidos detrás de los acontecimientos que la novela
narra, como si fuesen la osamenta inmemorial que el análisis crítico debe res-
Javier Sanjinés C.
catar. Conjeturo, pues, que La Chaskañawi, como toda obra literaria autónoma,
debería tener ese saber adicional, esa diferencia invisibilizada que se oculta en
su interior, y que, como auténtico misterio que desafía posibles soluciones en
su lectura, obliga a quien la investiga a apartarse de la percepción ilusoria de
que la novela avanza linealmente, sin reparar en el hecho de que todo “avance”
es engañoso porque esconde el retorno a modelos literarios enquistados en un
lejano pasado. Como investigador de un acontecimiento enigmático, el crítico
debe bucear en temas perdidos que se enquistan en las novelas para problema-
tizarlas y conflictuarlas. De este modo, me pregunto cuáles serían esos motivos
del pasado que, al viajar en el tiempo, reaparecen de manera diferente y le
dan a la novela realista un renovado sentido, distante de la simple copia de la
realidad.
Puesto que los motivos literarios conflictúan las representaciones que emanan
en determinado momento histórico –en el caso de la novela costumbrista boli-
viana, la etapa previa a la Revolución nacional– cabría preguntarse si los temas
más importantes de estas novelas –la fuerza del cholaje y la debilidad del crio-
llaje– son motivos literarios autónomos, artificios estéticos también relaciona-
dos con ideas y formas anteriores, provenientes de tiempos remotos que vuel-
ven al presente, y que, como les sucede a los relatos orales, son invariables en
sus rasgos básicos, pero jamás contados con las mismas palabras, modificados
por el carácter de cada voz narradora y a la vez siempre idénticos, como una
canción de jazz que sigue siendo la misma y nunca suena igual, tan impersonal
como las palabras y los giros del habla, pero capaz de expresar en cada caso lo
más íntimo. Dicho de otro modo: la escritura de toda novela está relacionada a
modelos que la anteceden, que viven silenciosamente en la biblioteca del autor,
y que vienen al presente como una cadena de mutaciones que el crítico está
obligado a explicar.
¿Será que incluso los escritores más tradicionales abordan la relación entre los
seres humanos y la novela bajo modelos que se alejan de la construcción de la
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realidad? Si la respuesta es afirmativa, tendría que verse cómo la novela cuenta
su propia vida, su producción estética, incluyendo la explicación de aquellos
silencios que condicionan su verdad inédita. Toda novela es un estado de es-
píritu, un interior cálido en el que el escritor se refugia mientras la escribe,
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Universidad Católica Boliviana verdad, sino que ella aparece sigilosa y silenciosa porque brota del imaginario
que la condiciona y viste.
y que las determinan. En este juego entre lo interior y lo ausente tiene lugar la
peculiar naturaleza de la figuración. En este sentido, las novelas no están plan-
teadas linealmente sobre la prolongación de un sentido, sino a partir del juego
estético entre lo dicho y lo no dicho, juego que deforma la realidad.
Javier Sanjinés C.
Puesto que ningún proyecto de cultura nacional puede ser hecho realidad con
la presencia de protagonistas débiles que son un fin de raza, la mirada socioló-
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gica refuerza la idea de que el encholamiento sería, en esta primera mitad del
siglo XX, una manera de ingresar en la modernidad, un “naciente movimiento
social”, como afirma Romero, capaz de revitalizar, de darle un sentido reno-
vado al interactuar humano. Si Adolfo, el señorito debilitado, atrapado por el
¿Explicación sociológica o imaginación literaria?
Universidad Católica Boliviana pathos del sector señorial en decadencia, queda falto de propuestas capaces de
orientar lo nacional, Claudina, la “heroína de la novela y de la vida real” –nó-
tese que Romero no establece diferencias entre ficción y realidad–, amante de
señoritos débiles y “madre de estirpes fuertes”, desmiente la misoginia de los
pensadores europeos, fortaleciendo la singularidad chola de la identidad local,
apartada de la moral convencional.
4. Mitos inesperados
En su más reciente novela (2014), observa Muñoz Molina que en el principio
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Universidad Católica Boliviana dental da forma y sentido a los pliegues más íntimos de nuestra singularidad.
Así, la regresión de la figura de la chola concluirá mostrándonos su silenciado
tema de origen: el mito de la femina agrestis. En tal sentido, la novela es tam-
bién un importante ejemplo de la asombrosa continuidad del mito del homo
sylvestris que, al mutar en el tiempo, es la osamenta inmemorial de la trama
de muchas de las novelas de la modernidad. Como observara el antropólogo
mexicano Roger Bartra, en uno de sus estupendos estudios sobre la mutación
de lo salvaje (1997), el salvaje europeo solo existe como mito. Cabría añadir
que se trata del poderoso argumento de que la otredad es un hecho imaginario,
figurado, independiente del conocimiento de los otros. Uno de los resultados
de esta mutación, de la metamorfosis que observamos en La Chaskañawi, es
que el mito del salvaje europeo alberga un terreno abonado por significados
encontrados. Puede así verse que la representación ideológica, que advierte en
la novela del cholaje la evolución de la moderna identidad nacional, a la par
que el asentamiento de la singularidad local, está en abierto conflicto con la
figuración que involuciona, y que, con el mito de la mujer salvaje, nos devuelve
a lo más oculto del etnocentrismo occidental y de su nunca superada domina-
ción colonial. Porque la involución salvaje es la más profunda y sorprendente
alteración del sentido latente de la novela: el proceso modernizador de la cho-
lificación.
5. Un roussonianismo peculiar
La novela costumbrista también muestra el problemático retorno al estado
de naturaleza. Este motivo literario aparece solamente una vez en la novela,
relacionado con Juan Jacobo Rousseau. Mencionado y silenciado, este motivo
va estrechamente ligado, sin embargo, a las desventuras de Adolfo, el antihé-
roe de la novela. Su comportamiento parece desdecir el de Robinson Crusoe,
72 admirado ejemplo que Rousseau recupera de la novela de Defoe. En efecto, el
narrador pone en boca de Adolfo palabras de alabanza para Rousseau, pero en
ningún pasaje de la novela el personaje se comporta como el modelo humano
que el filósofo idealiza. Adolfo no es el pujante e industrioso homme sauva-
ge de Rousseau, sino un señorito desorientado, temperamentalmente salvaje,
cuyo retorno al campo representa una derrota que no puede confundirse con la
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La fábula del retorno al estado natural tiene dos orígenes: el extraño humanis-
mo de Giambattista Vico y el ilustrado atípico de Rousseau. Me concentraré
brevemente en Rousseau.
Universidad Católica Boliviana Como Rousseau, Medinaceli también afirmaba que una sociedad construida
sobre valores fiduciarios no era capaz de forjar la necesaria armonía moral que
requería una joven nación como la boliviana. Quizás por ello el autor de la
Chaskañawi, inadaptado y en lucha con su medio social, se aferraba al proceso
de cholificación con el mismo tono rebelde que lo llevaba a denunciar el “filis-
teísmo y la barbarocracia” liberales (Medinaceli, [1942] 1968).
Pero volviendo a los motivos literarios que conflictúan las representaciones que
emanan del análisis del crítico momento histórico por el que pasaba Bolivia,
me pregunto, finalmente, si los temas más importantes de la novela costum-
brista –la fuerza del cholaje y la debilidad del criollaje– se reducen a ser copias
imitativas de la realidad, o si, por el contrario, pasan a ser motivos literarios
autónomos que, escondidos en el contenido, vuelven al presente gracias a la
imaginación del autor. Al negar el carácter meramente imitativo de la realidad,
hallo en La Chaskañawi la presencia de modelos que son el resultado de una
cadena de mutaciones que, como crítico, me veo impelido a explicar.
6. Conclusión
Vimos que la novela costumbrista aborda, desde el punto de vista de su figu-
ración, la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Dicha relación tiene
en cuenta situaciones culturales que, escondidas, fantasmagóricas, imprevistas,
no responden a la construcción de la nación; por el contrario, la conflictúan y la
ponen en paréntesis. En clara tensión entre la forma imaginada y el contenido
representado, la novela costumbrista boliviana, tenida a menos por los logros
narrativos de la más moderna producción literaria, sigue dando sorpresas cuan-
do se la observa desde los silencios reveladores que cambian el sentido de la
representación socio-histórica que la condiciona. Estos silencios me permiten
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afirmar que la autonomía estética se encarga de que los hallazgos sociológicos
e históricos reaparezcan transformados en las obras literarias.
la novela los contornos que mejor explicasen dicha disparidad. En otras pala-
bras, la distancia social que el escritor encontraba entre la forma y la materia
debía resolverse estéticamente. Por ello Medinaceli no pudo ser el ideólogo de
determinado proyecto social; su propósito no era ilustrar programa ideológico
alguno, sino elaborar, como muestro a lo largo de esta ponencia, las conexiones
entre las fábulas y las figuras temáticas. En mi criterio, es el retorno a lo salvaje
europeo que marcaba el conflicto entre el ascenso cholo y la forma pretérita
que lo vestía; entre su singularidad y la universalidad europea que lo expresaba.
Cuando la abordamos desde este prisma, desde esta óptica, la novela costum-
brista revela el conflicto que solamente puede ser captado en el “segundo nivel”
que, según Macherey, se logra con la lectura en profundidad del texto literario.
Referencias
Universidad Católica Boliviana
1. Bartra, Roger. 1997. The Artificial Savage. Modern Myths of the Wild Man. Ann Arbor,
Michigan: The University of Michigan Press.
2. Eagleton, Terry. 1976. Marxism and Literary Criticism. Berkeley and Los Angeles:
University of California Press.
3. Lukács, Georg. 1909. Historia de la evolución del drama moderno. El capítulo inicial puede
ser ubicado en Eric Bentley (ed.) 1976. The Theory of the Modern Stage. London: Penguin.
4. Macherey, Pierre. 1966. Pour une théorie de la production littéraire. Paris, France: Librairie
François Maspero.
5. Medinaceli, Carlos. 1967 [1947]. La Chaskañawi. Novela de costumbres bolivianas. La Paz,
Bolivia: Editorial Juventud.
6. ----------. 1968 [1942]. La educación del gusto estético. La Paz, Bolivia: Editorial Burillo.
7. ----------. 1969 [1938]. Estudios críticos. La Paz, Bolivia: Editorial Los Amigos del Libro.
8. Moraña, Mabel. 2016. Churata postcolonial. Lima, Perú: Latinoamericana Editores.
9. Muñoz Molina, Antonio. 2014. Como la sombra que se va. Barcelona: Seix Barral.
10. Romero Píttari, Salvador. 1998. Las Claudinas. Libros y sensibilidades a principios de siglo en
Bolivia. La Paz, Bolivia: Caraspas Editores.
11. Starobinski, Jean. 1971. Jean-Jacques Rousseau: la transparence et l’obstacle. Paris, France:
Gallimard.
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Juan Conitzer: “Meditación” (2000).