La Virgen de Los Sicarios

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Estudios de Teora Literaria

Revista digital, Ao 2, Nro. 3, 2013


Facultad de Humanidades / UNMDP, ISSN 2313-9676

Estudios de Teora Literaria, Marzo 2013, Ao 2, Nro. 3 75

La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo:
una reinvencin del realismo desde la posmodernidad
Soledad Echanda, Ayeln Silvestro
y Florencia Raffaghelli
1



Resumen
Cuando hablamos de postmodernidad, entran en juego innumerables discursos, tantos como esferas de la
actividad humana existen. Los procesos de hibridez de la postmodernidad no pueden pensarse como fusiones
sin contradicciones, sino que dan cuenta de formas particulares de conflicto generadas por la interculturalidad
reciente y la decadencia de proyectos nacionales de modernizacin en Latinoamrica (Garca Canclini 2007).
Fernando Vallejo en La virgen de los sicarios (1994) deja entrever retazos de modernidad desde tcnicas
literarias del realismo decimonnico desvirtuadas y la descripcin de una sociedad fragmentada. El escritor
colombiano retrata en su narrativa el juego entre odio-amor, apego-aborrecimiento por su patria propio de la
mirada postmoderna del mundo, que oscila entre la utopa y el desgarro. A travs de un juego complejo de
reincidencias y desvos la novela de Vallejo abre una interesante reflexin con respecto a los lmites y
posibilidades del paradigma del realismo histrico en las fragmentadas sociedades latinoamericanas de fines
de siglo XX.

Palabras clave
Realismo Modernidad Posmodernidad Lenguaje Sujeto

Abstract
When we talk about Postmodernity a great range of approaches are taken into account; as many as disciplines
of human activity exist. The hybridity processes of Postmodernity cannot be thought of as mergers without
contradictions; on the contrary, they show peculiar forms of conflict generated by the recent interculturality
and the debasement of national projects of modernization in Latin America (Garca Canclini 2007). Fernando
Vallejo in La virgen de los sicarios (1994) conveys flashes of Modernity from distorted literary techniques of
the XIX century realism and the description of a fragmented society. The Colombian writer portraits in his
narrative the hate-love game, belonging- aversion for his fatherland which is proper of the postmodern look of
the world that dangles between utopia and dispossession. Through a complex game of recidivism and
aberrations Vallejos novels trigger an interesting reflection as regards the limits and possibilities of the
paradigm of historical realism in the divided Latin American societies of the late XX century.

Keywords
Realism Modernity Posmodernity Language - Subject


Creo que lo infinito no es lineal ni evidente, pues ver la realidad
como un desfile o una fotografa es ver, en verdad, algo muy lejos de la realidad.
Por eso, el llamado realismo me parece que es precisamente lo contrario de la
realidad.
Ya que al tratar de someter dicha realidad, de encasillarla, de verla desde un solo
punto (el realista) deja lgicamente de percibirse la realidad completa. ()
As creo que es la vida. No un dogma, no un cdigo, no una historia, sino un
misterio al que hay que atacar por distintos flancos. No con el fin de desentraarlo (lo cual
sera horrible) sino con el fin de no darnos jams por derrotados.

1
Actualmente trabajan en el Instituto Superior de Formacin Docente Nro. 163 de Necochea. Mails de
contacto: sole_terra_91@hotmail.com (Soledad Echanda), ayelensilvestro_28@hotmail.com (Ayeln
Silvestro) y flo12flo@hotmail.com (Florencia Raffaghelli).
Soledad Echanda, Ayeln Silvestro y Florencia Raffaghelli

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Reinaldo Arenas
El mundo alucinante

En medio de la calle, a plena luz del da, un sicario casi nio desenfunda su arma y dispara
a quemarropa contra su vctima. La ciudad, los transentes, las autoridades apenas se
alteran; solo los ruidos de las descargas desequilibran la rutina. Cmo narrar esta escena
de violencia naturalizada y atroz? Cmo darles voz a los asesinos? Cmo retratar la
ciudad de los sicarios desde el sentimiento contradictorio de quien la ama y la llora? Con
una prosa filosa e irreverente, La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo brinda una
respuesta contundente a estos interrogantes. Desde los mrgenes de un realismo ya
socavado por la sensibilidad posmoderna, propone una ficcin en la que la virulenta
realidad de Medelln se refleja como en las mejores novelas realistas, pero a travs del
espejo deformante de la subjetividad del narrador. En un continuo movimiento de entrada y
salida, el autor retoma recursos y funciones de la potica realista para distorsionarla,
degradarla, parodiarla desde la mirada nihilista y desencantada de la posmodernidad.
2

De esta manera, como trataremos de demostrar en las siguientes pginas, a travs de
un juego complejo de reincidencias y desvos, la novela de Vallejo abre una interesante
reflexin con respecto a los lmites y posibilidades del paradigma del realismo histrico las
fragmentadas sociedades latinoamericanas de fines de siglo XX.
3
En el presente trabajo
abordaremos dos elementos caractersticos de la escuela realista (el uso de la descripcin y
la construccin de la figura del narrador), que, revitalizados por la singular escritura de
Vallejo, nos permitirn pensar en qu consiste y qu significacin guarda la reescritura
posmoderna del realismo que propone La virgen de los sicarios.

Reincidencias

Descendiente predilecto del paradigma cultural moderno, el realismo histrico construy su
base epistemolgica a partir de los principios que, desde el siglo XVIII, fueron los
estandartes de la modernidad: la razn como facultad fundamental y emancipadora del

2
En el marco de este trabajo, entenderemos posmodernidad como un perodo de la cultura contempornea
que estara marcado por una crisis del proyecto de la modernidad. En palabras de Casullo: Si bien el trmino
posmoderno a remite a un diferenciado plano de posturas que van desde filosofas hermenuticas,
experiencias estticas, diseos arquitectnicos, hasta ciertas modas de la industria cultural, su argumento ms
categrico () apunta a sealar el agotamiento del proyecto de la modernidad en la dimensin de sus grandes
relatos legitimadores. Asistiramos a la prdida de legitimidad de aquellas narraciones modernas que operaron
en trminos de la filosofa de la historia: concepcin de un devenir emancipador de los hombres y de las
sociedades, protagonismo del sujeto moderno como lugar de la enunciacin racional de la verdad y de la
transparencia de los sentidos de la realidad, visin del derrotero humano como progreso indeclinable hacia la
libertad, hacia la absoluta soberana de los pueblos y la Justa igualdad en la distribucin de las riquezas
(Casullo 2004: 21).
3
Nos referimos a la vertiente que prevalece en la narrativa y el drama europeo durante el siglo XIX,
incluyendo la obra de escritores como Balzac, Stendhal, Flaubert, Dickens o Tolstoi. Caracteriza a esta
vertiente la indagacin en las problemticas sociales del presente retratadas en los textos, la bsqueda de un
efecto de verosimilitud y la intencin de equiparar el universo ficcional con la verdad: La novela es espejo,
medio, pues, con el cual se comunica al lector la realidad presente, y precisamente en su original composicin
de suciedad y belleza, de salud y enfermedad. Aqu nace el tipo moderno de la novela, cuyo concepto trata de
identificarse con el ms inexorable concepto de realidad. () La novela se ve frente a lo real que tiene que
acoger de acuerdo con la verdad (Friedrich 1969: 16-17).
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hombre; el sujeto, coherente y homogneo, como una conciencia plena sustentada en esa
razn poderosa; y el lenguaje concebido como una transparencia que remite de manera
directa al mundo y funciona, junto con aquella razn omnipresente, como garanta de la
verdad. Estos tres elementos -la razn, el sujeto y el lenguaje- sostuvieron con solidez las
frreas certezas modernas que se expresan literariamente en la potica del realismo
histrico, entre ellas, la creencia en la existencia de una verdad universal, en la unidad de lo
mltiple y el progreso ilimitado de la humanidad. Desde entonces, el realismo se consagr
como forma literaria y su productividad se extiende an en la contemporaneidad. Ahora
bien, cabe preguntarse de qu manera la literatura de las ltimas dcadas retoma aquella
vieja potica moderna y la reinscribe en el marco de la desencantada sociedad de fines del
siglo XX. En esta inflexin de realismo y posmodernidad ubicamos, como se ver a
continuacin, la polmica y originalsima obra de Fernando Vallejo.
Como en las mejores novelas decimonnicas, Vallejo aborda en La virgen de los
sicarios una problemtica claramente social: la situacin catastrfica de la ciudad de
Medelln producto del empobrecimiento (en todas sus formas) y el sicariato. Esta intencin
de representar la realidad de su presente, plasmada, como veremos, a travs de un estilo
fragmentario y digresivo, sita la novela en el linaje del realismo.
En este sentido, un primer procedimiento que Vallejo parece haber aprendido del
realismo es el uso de la descripcin detallada y minuciosa de distintos objetos materiales
que componen la realidad. Por medio de este procedimiento, el autor realiza una
objetivacin de diversos elementos inanimados a los que parece darles vida propia dentro
de la narracin, caracterizndolos de manera tal que se convierten en smbolos o alegoras
capaces de disparar grandes reflexiones filosficas, antropolgicas o socio-culturales. Es el
recurso que, segn Mario Vargas Llosa, permite a Flaubert reconstruir el universo burgus
en Madame Bovary:

Por qu ciertos objetos de la realidad ficticia sobreviven en la memoria tan ntidos y
sugestivos como verdaderos personajes de carne y hueso? Porque han sido arrancados
del mundo muerto de lo inerte y elevados a una dignidad superior; dotados de
cualidades insospechadas, como, por ejemplo, una recndita psicologa, una
capacidad de comunicar mensajes y despertar emociones, que hacen de ellos, pese a
sus cuerpos inmviles, ptreos, ciegos y mudos, seres imbuidos de profunda
animacin, de secreta vida. () Los objetos constituyen una sociedad paralela:
reflejan clases e intereses, niveles de fortuna, el grado de refinamiento de los grupos y
familias (Vargas Llosa 2009: 105).

Como Flaubert, Vallejo se sirve de este recurso de la objetivacin realista para
mostrar la realidad, pero, adems, para reflexionar sobre la misma y condensar, en esos
elementos concretos, profundos significados simblicos, muchas veces impregnados de
recuerdos o valoraciones subjetivas. Esto se percibe con claridad en el comienzo de la
novela, en el que aparece un globo rojo:

Ms all no haba nada, ah el mundo empezaba a bajar, a redondearse, a dar la
vuelta. Y eso lo constat la tarde que elevamos el globo ms grande que hubieran
visto los cielos de Antioquia, un rombo de ciento veinte pliegos inmenso, rojo, rojo,
rojo para que resaltara sobre el cielo azul. El tamao no me lo van a creer, pero qu
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saben ustedes de globos! Saben qu son? Son rombos o cruces o esferas hechos de
papel de china deleznable, y por dentro llevan una candileja encendida que los llena
de humo para que suban. El humo es como quien dice su alma, y la candileja el
corazn. Cuando se llenan de humo y empiezan a jalar, los que los estn elevando
sueltan, soltamos, y el globo se va yendo, yendo al cielo con el corazn encendido,
palpitando, como el Corazn de Jess. Saben quin es? Nosotros tenamos uno en la
sala; en la sala de la casa de la calle del Per de la ciudad de Medelln, capital de
Antioquia; en la casa en donde yo nac, en la sala entronizado o sea (porque s que no
van a saber) bendecido un da por el cura. A l est consagrada Colombia, mi patria.
l es Jess y se est sealando el pecho con el dedo, y en el pecho abierto el corazn
sangrando: gticas de sangre rojo vivo, encendido, como la candileja del globo: es la
sangre que derramar Colombia, ahora y siempre por los siglos de los siglos amn.
Pero qu les estaba diciendo del globo, de Sabaneta? Ah s, que el globo subi y
subi y empujado por el viento, dejando atrs y abajo los gallinazos se fue yendo
hacia Sabaneta.
Cuando el globo lleg a Sabaneta dio la vuelta a la tierra, por el otro lado, y
desapareci. Quin sabe adnde habr ido, a China o a Marte, y si se quem: su papel
sutil, deleznable se encenda fcil, con una chispa de la candileja bastaba, como bast
una chispa para que se nos incendiara despus Colombia, se "les" incendiara, una
chispa que ya nadie sabe de dnde salt. Pero por qu me preocupa a m Colombia si
ya no es ma, es ajena? (Vallejo 2006: 4-5).

Como se puede ver, Vallejo toma el globo y juega con su descripcin para construir
una reflexin que trasciende la intencin puramente referencial y ambiental del realismo. El
color rojo, comparado con la sangre que ser derramada por Colombia, traduce un doble
juego simblico. Por un lado, remite a un significado religioso (la sangre derramada por
Jesucristo), y por el otro, pone en relieve una cuestin social colombiana: las guerrillas, los
asesinatos cometidos por encargo, esa Colombia personificada que se desangra a travs de
sus heridas ticas y sociales.
De esta manera, as como el prpura del globo simboliza la tragedia de la patria, que
se desgarra entre la violencia, la muerte y el empobrecimiento, la sugerencia de la partida
del narrador hacia otros territorios, como China o Marte, funciona como una imagen de
evasin y autoexilio: porque Colombia es detestable, el globo no quiere quedarse all, como
tampoco lo quiere el narrador, que mantiene una conflictiva y contradictoria relacin con su
pas, aspecto que ser analizado ms adelante.
Es interesante cmo Vallejo objetiva cada parte de este globo cargado de esperanzas
en su huida de Colombia, dotndolo, al igual que lo hace Flaubert con la casquette de
Charles, de un carcter casi humano, con una vida completa de intenciones. La candileja,
como se evidencia en la cita, es descripta como el alma del globo, ya que, en cuanto sta se
apague, el globo caer estrellndose contra la realidad terrenal. Posteriormente, el narrador
vuelve a mencionar este globo y habla de la chispa que mantiene encendida la candileja
como ese soplo que, de alguna manera, le da o le quita la vida al mismo. Nuevamente,
entonces, el objeto resume y corporiza todo un sentido simblico que lo vivifica,
desbordando su capacidad referencial: la candileja arde en el globo como el corazn mismo
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de Colombia va ardiendo y generando un incendio en el que se van incinerando los valores,
la tradicin, las costumbres, la sociedad colombiana moderna.
4

Ahora bien, aquello que en Flaubert, desde la lectura de Vargas Llosa, funcionaba
como un procedimiento orientado a cumplir con un ideal de objetividad que permita a la
literatura coquetear con los discursos cientficos en el auge de la modernidad, se vuelve en
la escritura de Vallejo un vehculo ms para plasmar su parcial mirada de la realidad
colombiana, siempre subjetiva, siempre polmica. Se retoman los recursos literarios
realistas, entonces, como la descripcin, pero alterando su original finalidad, as como, en
la desencantada percepcin del hombre posmoderno, los grandes ideales se pronuncian pero
vaciados de contenido y horadados por el escepticismo y la ambigedad.
La cita referida al globo, por otra parte, evidencia otro de los rasgos sobresalientes de
la narrativa de Vallejo: la digresin. El relato del narrador salta de un tema a otro,
estableciendo recorridos antojadizos de asociaciones de ideas que generan la apariencia de
un discurso improvisado, que avanza y retrocede, que se dispersa y se distrae sin una
direccin demasiado clara. Este desorden discursivo pone en primer plano la conciencia del
narrador, que es la que va hilvanando ese derrotero catico, y enfatiza, una vez ms, la
deformacin subjetiva desde la cual la novela propone recrear la realidad. As se produce
una nueva fuga con respecto a las bases del realismo: all donde los novelistas del siglo
XIX buscaban la herramienta para alcanzar la utopa de la novela objetiva y total,
sustentada en la omnisciencia, Vallejo extrema las posibilidades de la narracin en primera
persona, cargando el relato de asociaciones caprichosas, recuerdos personales que derivan
en conclusiones arbitrariamente generalizadoras, saltos digresivos, exageraciones, formas
yuxtapuestas que remiten a la fragmentacin imperante en las discursos posmodernos.
Otro rasgo de la posmodernidad se lee en este gesto: la desconfianza en toda forma
de totalidad coherente y lgica, sea aplicada a la realidad, sea expresada en un concepto de
sujeto. Si la realidad, desde la mirada desencantada del fin de siglo, ha dejado de ser, como
lo era para los modernos, una entidad cognoscible y racional, que el sujeto poda
aprehender e incluso, transformar a su gusto, la novela de Vallejo parece proclamar con
nfasis que ya no hay forma de expresar aquello que no tenga que ver exclusivamente con
la realidad subjetiva, porque aquella otra, unvoca y objetiva, ya no existe o al menos, no
puede ser narrada, no puede ser dicha por el sujeto.
Como se puede rastrear en numerosos pasajes de la novela, este descreimiento con
respecto a la concepcin moderna de realidad, de sujeto y de lenguaje se plasma a travs
una diatriba constante hacia la narracin en tercera persona, que incluye, en una polmica
abierta y provocadora, a los padres del realismo histrico:

4
Este procedimiento que ejemplificamos con el globo, se plasma tambin en otras objetivaciones en La
virgen de los sicarios. Por ejemplo, la vida que cobra el televisor en el episodio en que es arrojado de una
ventana por el protagonista para alejar la realidad social de su hogar y luego, vuelto a traer, con su detestable
realidad encapsulada, para evitar la tristeza del nio Alexis. Otro elemento es el arma del sicario, en torno a la
cual se realizan reflexiones nihilistas y existencialistas sobre el suicidio. La radio, los escapularios t ambin
cobran status reflexivo. Asimismo, en la novela de Fernando Vallejo El desbarrancadero puede rastrearse
este recurso en las objetivaciones de la marihuana como lo que mata y al mismo tiempo, puede mantener con
vida Daro, y del jabn, que se acaba como se acaba la vida misma. En el caso de la marihuana, la
objetivacin no se da para llegar a una reflexin social, sino personal. El protagonista piensa a travs de la
marihuana en todas las posibilidades de vida de su hermano Daro gracias a su consumo, inclusive personifica
la droga y le atribuye apodos como si fuera una persona. Como se puede ver, el uso de la tcnica flaubertina
de la descripcin objetivadora es una constante de la narrativa de Vallejo.
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Dicen los socilogos que los sicarios le piden a Mara Auxiliadora que no les vaya a
fallar, que les afine la puntera cuando disparen y que les salga bien el negocio. Y
cmo lo supieron? Acaso son Dostoievski o Dios para meterse en la mente de los
otros? No sabe uno lo que est pensando va a saber lo que piensan los dems!
(Vallejo 2006: 14).
5


Tergiversando las funciones de sus procedimientos y volviendo extremo
subjetivismo aquello que tenda a generar un efecto de objetividad en las novelas
decimonnicas, La virgen de los sicarios propone, como veremos a continuacin, una
ficcin realista construida desde una concepcin de sujeto posmoderna.

Desvos

A diferencia de la modernidad, que construye, como hemos visto, una nocin de sujeto
coherente y homogneo, basada en la entronizacin de la razn y la conciencia, el
concepto de sujeto posmoderno, como afirma Susana Rosano, se por sus sinuosos
repliegues, sus variados e incluso, contradictorios posicionamientos, que nunca llegan a
constituir una entidad uniforme y completa:

Descentrado, el sujeto posmoderno juega en distintos mbitos, en distintas
afiliaciones o de acuerdo con variadas posiciones de sujeto ().
Con el colapso de los valores tradicionales educacin, laboriosidad, un saber
desinteresado-, se instala entonces en la esfera de la cultura un nihilismo latente
que ha transformado las reglas del juego de la ciencia, el arte y la literatura. As,
Lyotard habla de la condicin posmoderna como de una crisis de los metarrelatos, es
decir: de una incredulidad generalizada frente a ellos (Rosano 2009: 225-226).

Nuevo escape del paradigma moderno, sustento del realismo decimonnico, este
juego de pronunciamientos contradictorios se convierte en un rasgo estilstico fundamental
de La virgen de los sicarios, el cual tiene lugar, sobre todo, en el verborrgico discurso del
narrador, que no disimula, sino que exagera esa continua dinmica de afirmarse y
desdecirse que marca sus comentarios y/o valoraciones.
En primer lugar, se destacan las contradicciones del narrador como producto de la
inseguridad acerca de lo que piensa. ste opera afirmando un concepto o sosteniendo una
predicacin que, de manera casi inmediata, desestima, desacredita o incluso, rechaza.
Dentro de estos juegos discursivos podemos hallar expresiones como por supuesto no le
cre, o mejor dicho s (Vallejo 2006: 9) o era un templo. Y ni eso, vaya (Vallejo
2006:10). As como frases que desacreditan lo que se viene diciendo: Pero no me hagas
caso que te estoy hablando de cosas bellas () (Vallejo 2006:12), <hijueputa> aqu
significa mucho o no significa nada (Vallejo 2006: 50).
Como se aprecia en estas citas, la contradiccin delinea el estilo de Vallejo, as como
se vuelve el vehculo lingstico perfecto para plasmar las contradicciones conceptuales,

5
El mismo gesto contra la omnisciencia se releva en El desbarrancadero: Veinticinco aos tena Silvio, mi
tercer hermano cuando se mat. Por qu se mat? Hombre, yo no s, yo no estaba en ese instante, como
Zola, leyndole la cabeza. Yo soy novelista de primera persona () (Vallejo 2003: 81).
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ideolgicas, culturales que marcan la posicin del narrador (o quizs habra que decir, para
ser fieles a su indeterminacin constante, las posiciones).
La ms notable es la que se desprende de sus creencias metafsicas. Como se
evidencia en las citas presentadas ms abajo, el narrador afirma no creer en Dios, sin
embargo, entre esas afirmaciones de su inexistencia, cuando no habla de un Dios de
maldad, cuenta que reza para que Dios le conceda ciertos pedidos. Siguiendo con este
mismo aspecto, en muchas ocasiones habla de la religin catlica como una gran roa,
sin embargo, no solo le reza a Dios, sino que lo hace en templos catlicos:

Quinientos aos me he tardado en entender a Lutero y que no hay roa ms grande
sobre esta tierra que la religin catlica (Vallejo 1994: 69).
Dios no existe y el que no existe no tiene bienes (Vallejo 1994: 71).
Cuando vi al nio oliendo el frasquito lo salud con una sonrisa. Sus ojos, terribles, se
fijaron en mis ojos, y vi que me estaba viendo el alma. Claro que Dios existe (Vallejo
2006: 78).

Otra incompatibilidad dentro del discurso del narrador es su crtica a las disciplinas
cientficas, plasmada bajo la forma de una queja constante y enrgica con respecto a los
sujetos participantes de dichas esferas de conocimiento, como por ejemplo, los socilogos o
los psicoanalistas (a los que se les suman los mdicos en El desbarrancadero). En el caso
de los socilogos, el narrador critica su discurso, asegurando que carece de lgica:

qued desnudo con tres escapularios, que son los que llevan los sicarios: uno en el
cuello, otro en el antebrazo, otro en el tobillo y son: para que les den el negocio, para
que no les falle la puntera y para que les paguen. Eso segn los socilogos, que
andan averiguando. Yo no pregunto. S lo que veo y olvido (Vallejo 2006: 15).

Pero, al mismo tiempo, hace uso de este mismo discurso para dar ciertas
explicaciones acerca de las realidades sociales que retrata, en un intento confeso por acercar
al lector a ese estado de caos, convulsin y masacre que prevalece, como en ninguna otra
ciudad, en Medelln. Este procedimiento le permite cumplir con su objetivo de criticar
cierto sector social, y, al mismo tiempo, dar explicacin a ciertos fenmenos sin la
necesidad de asumirse como conocedor, aunque, luego, estas mismas explicaciones sean
calificadas como imprecisas. El mismo gesto contradictorio, adems, se verifica con
respecto a la disciplina psicoanaltica: ese narrador que acusa de farsantes a los
psicoanalistas construye, en ciertos pasajes de la novela, un interlocutor ficticio que es,
justamente, un analista.
Como se anticipaba en nuestra primera cita del globo que se exilia de Medelln, una
de las contradicciones fundamentales que atraviesa la obra es la que involucra el
sentimiento ambiguo, virulento, sufriente de amor y odio a la patria. Esa Colombia querida
y sufrida es el eje sobre el cual gira toda la novela y, aunque por momentos el narrador
deslice muchos comentarios peyorativos hacia su pas,
6
no se priva de dedicarle todas sus

6
Dice en La virgen de los sicarios: Y es que en Colombia la posesin de lo robado y prescripcin del delito
hacen la ley (Vallejo 2006: 69). Y la misma queja hacia la patria se repite, con mayor ensaamiento, en El
desbarrancadero: Qu va, Colombia no se acaba! Hoy la vemos roda por la roa del leguleyismo,
carcomida por el cncer del clientelismo, consumida por la hambruna del conservatismo, del liberalismo, del
Soledad Echanda, Ayeln Silvestro y Florencia Raffaghelli

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pginas con la mirada ajena y al mismo tiempo, propia de quien se ha ido, del inmigrante,
del expulsado que no puede dejar de volver; es el paradjico odio del que ama, otro
repliegue contradictorio que sita a la novela en los mrgenes posmodernos del realismo.
Ahora bien, si la patria es ese suelo besado y llorado al mismo tiempo, esa dualidad
con respecto a Colombia no hace ms que replicar el contradictorio sentimiento que el
narrador tiene con respecto al universo de esos otros, que son las comunas y los sicarios.
Aun cuando durante toda la novela, el personaje se reconoce como un extranjero dentro de
ese mundo, todo el tiempo expone su conocimiento minucioso del accionar de los asesinos,
as como se erotiza con la figura del ngel exterminador, dejndose seducir por esa misma
lacra que determina la decadencia del pas.
Lo mismo sucede con el lenguaje, patrimonio sagrado en el pas de los gramticos.
Parte de la originalidad estilstica de La virgen de los sicarios radica en el uso del argot de
las comunas, el cual se presenta entreverado con discursos que demuestran la condicin de
extranjera del narrador protagonista con respecto a dicho estrato social. Lejos de ser un
lenguaje que queda relegado al discurso directo de los personajes, que podra explicarse
como una bsqueda de realismo lingstico, Vallejo incorpora las formas del argot en el
discurso mismo del narrador, un discurso heterogneo y mixturado que combina la oralidad
callejera de los sicarios con estructuras, tramas, registros y terminologas propias de la
cultura letrada y erudita:

Y que no me vengan los alcahuetes que nunca faltan con que mataron al inocente por
poner msica fuerte. Aqu nadie es inocente, cerdos. Lo matamos por chichipato, por
bazofia, por basura, por existir. Porque contaminaba el aire y el agua del rio. Ah,
chichipato quiere decir en las comunas delincuente de poca monta, raticas, eso
(Vallejo 2006: 27-28).

En esta cita, la palabra chichipato proveniente del argot se integra en el discurso
del narrador, quien, incluso, se incluye en una primera persona plural que remite a los
colombianos en su totalidad. Sin embargo, nueva indeterminacin posmoderna, esa
inclusin nunca es absoluta, porque, seguidamente, el narrador asume una condicin de
traductor, esto es, de quien conoce las dos lenguas y los dos mundos, y, como un
fronterizo, puede fluir de uno al otro sin pertenecer nunca de manera definitiva a ninguno
de ellos.
De manera que, como se puede ver, ese lenguaje que violenta el espaol de la
correccin es, para el narrador, un flagelo que seduce, una aberracin lingstica que genera
fascinacin y espanto, como la propia Colombia.
En este sentido, si, como afirma Rosano, el escepticismo posmoderno con respecto a
la posibilidad de construir o abalar discursos demasiado homogeneizadores se plasma en el
gusto por la hibridacin y la indeterminacin discursiva,
7
Vallejo se sumerge en un

catolicismo, moribunda, postrada y maana se levanta de su lecho de agona, se zampa un aguardiente y como
si tal, dele otra vez al desenfreno, al matadero, al aquelarre! (Vallejo 2003: 92-93).
7
Tomamos el concepto de hibridacin en el sentido que le otorga Garca Canclini: () el concepto de
hibridacin es til en algunas investigaciones para abarcar conjuntamente contactos interculturales que suelen
llevar nombres diferentes: las fusiones raciales o tnicas denominadas mestizaje, el sincretismo de creencias,
y tambin otras mezclas entre lo artesanal y lo industrial, lo culto y lo popular lo escrito y lo visual en los
mensajes mediticos (Garca Canclini 2007: 20). En La virgen de los sicarios, el protagonismo de la ciudad
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lenguaje complejo en el que conviven, tensionados, punzantes, como en las calles de
Medelln, las referencias a los grandes autores o los discursos prestigiosos de la ciencia, con
las citas de las balleneras y el argot comunero. Una vez ms, entonces, una entrada y una
salida del realismo: la bsqueda de la verosimilitud lingstica, por un lado, pero
distorsionada por la convivencia de registros en el discurso del narrador, ese sujeto
cambiante, contradictorio, parcial que parece enunciar la realidad desde el escepticismo y la
indefinicin.
Todo el desencanto posmoderno se erige en las contradicciones del narrador en la
medida en que el carcter corrosivo de su discurso va demoliendo, descarnadamente, los
grandes relatos fundadores de la modernidad: la ciencia, la familia, la patria, la religin. Las
calles de Medallo, entonces, se vuelven, desde esta mirada, el fundamento implacable del
nihilismo hiperblico y atroz de Vallejo, quien parece afirmar que, en las violentas
ciudades latinoamericanas, descansan, junto a los otros, los cadveres de aquellos ideales
que sustentaron el progresismo moderno y que, de ningn modo, pueden mantenerse puros
frente a una realidad tan desgarradora. De esta manera, aquello que en el paradigma realista
traduca una confianza fervorosa en las posibilidades de transformacin y progreso de la
humanidad, se vuelve desengao y descreimiento individuales en la experiencia
desencantada de la posmodernidad.
Como hemos intentado demostrar, entonces, un doble y contradictorio juego de
reincidencias y desvos alimenta el singular realismo de La virgen de los sicarios.
Reincidencia al apropiarse de los procedimientos tpicos del realismo histrico, como el uso
de la descripcin y la objetivacin. Desvo al tergiversar su funcin original, transformando
lo que tenda a la objetividad en un extremado subjetivismo, que no escapa a las
contradicciones y las arbitrariedades. Reincidencia al creer que la realidad, con sus
atrocidades y desgarros, es materia que la novela debe aprehender y reflejar; desvo al
asumir la imposibilidad de la literatura de mostrar el mundo de manera transparente,
incontaminada, objetiva. Un realismo posmoderno, en conclusin, que potencia su
capacidad expresiva con los girones deshilachados de la modernidad y los entreteje,
magistralmente, con la mirada escptica y desencantada del ocaso del siglo XX.


Bibliografa

Arenas, R. (2005): El mundo alucinante. Barcelona: Turquets.
Casullo, N. (2004): El debate modernidad-posmodernidad. Buenos Aires: Retrica.
Daz, E. (2005): La posmodernidad. Buenos Aires: Biblos.
Garca Canclini, N. (2007): Culturas hbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad. Buenos Aires: Paids.

propicia el cruce de lo culto y lo popular, especialmente en el lenguaje del narrador. Segn Garca Canclini,
este tipo de mezclas se vincula con la realidad de las ciudades y las sociedades latinoamericanas de las
ltimas dcadas, como claramente se percibe en la representacin de la ciudad de Medelln que propone
Vallejo: Cmo designar las fusiones entre culturas barriales y mediticas, entre estilos de consumo de
generaciones diferentes, entre msicas locales y transnacionales, que ocurren en las fronteras y en las grandes
ciudades (no slo all)? La palabra hibridacin aparece ms dctil para nombrar no solo las mezclas de
elementos tnicos o religiosos, sino con productos de las tecnologas avanzadas y procesos sociales modernos
o posmodernos (Garca Canclini 2007: 22).
Soledad Echanda, Ayeln Silvestro y Florencia Raffaghelli

84 Estudios de Teora Literaria, Marzo 2013, Ao 2, Nro. 3

Friedrich, H. (1969): La nueva realidad en la novela francesa del siglo XIX en
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Jara, S. (2008): Itinerario hacia la teora literaria posmoderna. Sobre lo impensado
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Vargas Llosa, M. (2009): La orga perpetua: Flaubert y Madame Bovary. Buenos
Aires: Alfaguara.

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