Masculino Femenino
Masculino Femenino
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CULTURAL
LA MONEDA
CENTRO DE DOCUMENTACIÓN
ARTES VISUALES
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Nº 17.336 sobre Propiedad Intelectual de Chile.
MASCULINO/FEMENINO:
Prácticas de la diferencia y cultura democrática
eNelly Richard
eFrancisco Zegers Editor
Silvina Hurtado 1815
Santiago, Chile.
Inscripción N1185.352
ISBN 956-7262-03-9
Nelly Richard
Fernando Savater
"El ensayista como rebelde y doctrinario"
1. LA POLITICA DE LOS ESPACIOS; CRITICA CULTURAL Y
TEORIA FEMINISTA.
11
5. FEMINISMO Y POSTMODERNISMO.
77
l. LA POLITICA DE LOS ESPACIOS; CRITICA CULTURAL Y
DEBATE FEMINISTA
11
aquellas prácticas desviantes, en aquellos movimientosen abierta
disputa con las tendencias legitimadaspor los vocabulariosconfor-
mistas y recuperadores de la fetichización académica, de la
mercantilizaciónestéticao de la ideologizaciónpolítica. Potenciarlos
efectos desestabilizadoresde la confrontaciónde códigos y repre-
sentaciones que emerge de las nuevas subjetividades sociales y
culturalesen rebeldíasde lenguajes,es tarea de una crítica cultural
que saca energías reflexivasy combativasde las peleas que dan las
prácticas alternativaspara configurar sus dinámicasde emergencia
de lo nuevo2 •
12
standardde la identidadmayoritaria;están lasfuerzasvitalizadaspor
el debate feminista que acusa la clausura homológica de la
autorepresentaciónmasculina; están las fuerzas transculturalesy
multiculturalesde la periferialatinoamericanaque revisany criticanla
síntesis metropolitanade la modernidadcentral, etc.
13
lidad y presencialas fachadas de actuaciónpara disipar la ambigüe-
dad matizadadel plieguey del intersticioreflexivoy crítico),pluralismo
(congraciarse con la pluralidad reuniendo la mayor diversidad de
opiniones,pero cuidándosede que ningunaconfrontaciónde tenden-
cias desarmonicela pasividadde la suma).
La creación y defensa de espaciosde debate depende, a su vez, de
que mejoren las condiciones que tienen ubicada a la cultura y a la
reflexión cultural en una posición completamente devaluada. Sus
manifestacionesson hoyvíctimasde mezquinosrepartosde atención
que castigan el alcance de sus propuestasy desvinculan sus polé-
micasde los movimientosde ideasque animan la escenapública. La
prensa y la televisión saturan de redundanciasy previsibilidad los
numerosos escenarios dedicados a la conversación política: los
mismos adversarios, las mismas contiendas, los mismos tópicos
circularmenteremitidos y transmitidos por la cadena mediática que
trivializa cada vez más la distancia entre noticia y opinión. Sin
imaginación suficiente para traspasar la estrechez y banalidad del
temario simplemente coyunturalista de la agenda del consenso,
estosespaciosse demuestrangeneralmente,incapacesde aventurar
conexionesque respondanal desafíopolítico-intelectualde reexplorar
vínculos entre «cultura»,«política»y «democracia»,que no sean de
tanto relajo conceptual ni acomodo burocráticoy administrativo.
Tal incapacidad se inscribe a su vez en un marco más global de
profundas desestirnulacionesrespecto del diálogo entre cultura y
políticaque ha casi siempretenido carácterde acto fallido, cualquiera
sea el sector que se encargue de proponerlo. Si bien le ha corres-
pondido históricamenteal pensamientoconservador de la derecha
forjar una visión aristocratizantede la cultura (la cultura como cultivo
de los valores del espíritu que expresa un privilegio de clase), esa
visióndesbordaampliamentela representaciónpolíticade ese sector
para impregnarnocionesy categoríasprevalecientesen muchasde
las definicionessociales de la cultura que siguen ambientándonosa
diario. Definiciones tradicionalmente vinculadas a lo que ciertos
suplementosde la prensadominicalllaman «artesy letras»,con toda
la carga sublimadade una concepción idealista-trascendentede la
cultura que la plantea como expresión superior y universal de una
14
individualidad refinada. Las imágenes hoy más difundidas del crea-
dor y del rito estético como experiencia contemplativa y desinteresa-
da, siguen realzando en la prensa y la televisión esta visión
desmaterializada de la cultura según la cual el artista y el escritor
encarnan fetichistamente un plus de sensibilidad e imaginación . Plus
exaltado en obras que parecieran trascender las confrontaciones de
intereses y los antagonismos ideológicos, como si la cultura no fuera
un proceso social-material cuya textura productiva y comunicativa
relaciona cuerpos, signos e instituciones en pugnas de economías,
lenguajes y deseos.
Si desplazamos la mirada hacia las formas mediante las cuales la
izquierda tradicional ha solido interpretar a la cultura, saltan a la vista
la instrumentalización partidaria y el reduccionismo ideológico como
deformaciones recurrentes en el manejo artístico, exacerbadas en
los contextos donde el arte político tuvo que dramatizarse como
protesta y denuncia antidictatoriales. lnstrumentalización y
reduccionismo por suponer que la producción de arte es llamada a
representar o a ilustrar (subordinadamente) las tensiones sociales,
como si esas tensiones fueran significados preconfigurados y no el
proceso que la obra interviene (desorganiza, reformula) mediante un
juego activo y multisignificante de réplicas , desfasajes y puestas en
contradicción.
Pese a que la nueva izquierda ha renunciado al grueso funcionalismo
partidario del arte militante, sigue en su mayoría adscrita a una
concepción de la cultura en la que dicha cultura representa una
especie de suplemento simbólico-expresivo capaz de transfigurar en
imágenes los conflictos sociales, pero sin el protagonismo suficiente
para desmontar y recodificar sus figuraciones y significaciones .
15
experiencia de la ciudad y del vecindario, del medio ambiente, del
tiempo libre, de las relaciones interpersonales, etc.
Los debates del nuevo socialismo reconocen el desgaste de las
representaciones y significados tradicionales de la política, que hasta
entonces se ordenaban en torno a la identificación del poder corno
referente centralizado bajo la forma del Estado; y en torno a la
discusión sobre las estrategias de lucha, conquista y de ejercicio de
ese poder remitido a cuestiones de simple gobernabilidad institucional.
El agotamiento y desgaste de estos motivos petrificados en las
versiones doctrinarias de la izquierda clásica sugieren, por contraste,
que sólo una dimensión más cultura/de la problemática social podría
llegar a recapturar la imaginación política; una dimensión que articule
«luchas de interés» (luchas reivindicativas de derechos) pero que
también conjugue «luchas de deseo» (es decir, luchas expresivas de
las opciones de cambio que buscan rediagrarnar la microcotidianeidad
social). Parte del nuevo tramado democrático se basa en que la
heterogeneidad de la materia social y comunitaria ha formado grupos
sectorialmente diversificados cuyas utopías libertarias chocan con
relaciones que no sólo son de «explotación» (en el lenguaje
economicista-clasista de las teorías de la lucha de clase) sino
también de «opresión» y de «dominación» (sexuales, raciales, etc.),
siguiendo una transversalidad de poderes que entrelaza múltiples
cadenas de sujeción imposibles de desamarrarse con una clave
única (central) de resolución de los conflictos'.
Las reorientaciones teóricas del debate socialista internacional en
torno a estas nuevas figuras del imaginario político-cultural de la
Izquierda han influenciado posturas locales: las vinculadas a los
sectores de la Renovación Socialista que tuvieron un decisivo rol de
conducción en el proceso chileno de reorganización democrática.
Sin embargo, la mirada que tales sectores mayoritariamente depo-
sitaron sobre aquella escena chilena de producción artística y cultural
que se rearticulaba paralelamente a su discusión sobre la crisis de
representación política en los arios 80, no supo dimensionar el
potencial transformador de la energía crítica contenida en el trabajo
de desrepresentaciónideológica y cultural practicado por esa «nueva
escena» 5 . Pese a que referentes afines (el postmarxisrno en las
16
ciencias sociales, el postestructuralismoen la teoría artística y
cultural)pudiesenhaberprometidoun diálogocómpliceen torno a las
transformacionesde lenguajesrealizadasen la cultura no oficial por
sus tendencias más heterodoxas, ese diálogo no ocurrió o sólo
ocurrió f ragmentariamente 6
•
17
Lenguaje,saber, teorfay cultura: la Intervención
feminista.
18
feminismode una reflexiónteórica sobre las modalidadesde signifi-
cación y discurso, pese a que son estas modalidadeslas que le dan
su densidadmaterial(enunciativay comunicativa)a las categoríasde
pensamientosocial que estructuranlas representacionesde sexo e
identidad. Por otro lado, la reflexión teórica en tomo al arte y a la
literatura tampoco logró conectarse con sectores más amplios de
debate cultural para darle suficienterepercusióncrítica a sus nuevas
propuestas de análisis y lectura. Propuestas referidas a cómo las
marcas de lo masculinoy de lo femenino articulan el discurso de la
culturay son desarticuladas/rearticuladaspor los lenguajesartísticos
que potencian la no conformidadde una subjetividad en crisis.
19
prácticas de género (las prácticas que se piensan y se hablan en
femenino), los nuevos roces y fricciones entre su palabra del "noso-
tras" y los discursos múltiples y cruzados de la cultura pública. Estos
roces y fricciones arman distintas zonas de problemasque se topan,
varias de ellas, con los principales nudos teóricos de la práctica
feminista. Marco aquí tres de ellos:
1) la palabrapúblicay el nosotras/losotros: el feminismoen el que "se
juntan mujeres que quieren reforzarse unas a otras en el tránsito
hacia una mejor conciencia de si mismas y una constitución de
sujetos fuertes y autónomos"15 , condensa en el "nosotras"su primer
gesto solidario de reafirmacióny autoexpresión.
Si bien tal gesto es necesario para consolidar el sentimientode una
comunidad de género siempre fragilizado por la monumental arma-
dura retórica del consenso socio-masculino, el feminismo debe
también aprendera desconstruirel cierre I encierrode ese "nosotras"
para habilitar su marca corno escenario plural de intervenciones y
confrontacionesde identidades,géneros,sexos,culturas, lenguajes,
poderes. Hace falta pluralizar esa marca: tomarla comunicante en
vez de aislante. Hace falta también interrelacionarsu crítica al patrón
de identidad masculino-dominante con las demás críticas a los
autoritarismosy totalitarismos del sujeto, para que todas ellas tejan
conjuntamentealianzas libertariasa favor de una subjetividadcolec-
tiva, fluida y múltiple .
2) saberes-poderesy estrategias:una vez desmentidoy desmontado
el artificio de que el saber y las teorías son los instrumentossupues-
tamente neutrales de una razón lógico-científica pretendidamente
universal, y una vez demostrado que estos instrumentos han sido
tradicionalmente empleados para reforzar la masculinización del
conocimiento,¿que más pretendelateoría feminista: oponersea ese
saber masculino contestándolo frontalmente y en bloque desde el
"otro" saber femenino rescatadode la censura y levantado en saber
aparte, o bien subvertir el saber dominante creando interferencias
oblicuas que desprogramen sus enunciados en y desde su propio
interior?
3) disciplinas y paradigmas de conocimiento: no basta con ingresar
al campo de organizacióndel saber académicola dimensiónespecia-
20
lizada del tema de la mujer (como suplemento-complementotemáti-
co) para que se desorganiceel paradigmaandrocéntricode conoci-
miento que rige las disciplinas en base al falso supuesto de la
neutralidady universalidadde la cienciao de la teoría16 • ¿ Cornodarle
a lacríticafeministael impulsode unafuerza desterritorializadoraque
altere la composicióny reparticióndel saber académico,fuera del
coto institucionalizadode "los estudiosde la mujer"?
Estas zonas de dificultadesen torno a las estrategiasde exposición
e intervención públicas del tema de la mujer son sin duda las
responsablesde complicarlos tránsitos entre la reflexiónfeministay
los circuitosculturalesde la transicióndemocrática.Complicaciones
y hasta bloqueosque definen una situaciónen la que parecieraque
el feminismoy "sus discursos siguen sin aval corno productoresde
debateen la escenaliterariay cultural.Cornocontrapuntolas mismas
mujerestiendena la clausurabuscandoconstruirhistoria,tradiciones
e intertextualidadentre productosgenéricamenteigualesen el espa-
cio de las desigualdades"11 •
21
contra-apropiaciónque enfrentan lo dominantey lo dominado en el
interior de una cultura cuyos registros de poder (hegemonía) y
resistencia(subalternidad)están siempre entrelazados?
22
valor de pureza que muchasfeministas buscan recobrarcomo valor
constitutivode una femineidad íntegra, supondríalimpiar a la cultura
de todas lascontaminacionesde signos masculinosque la desvirtúan
hasta alcanzar lo "propio"de las mujeres: lo exclusivamentefemeni-
no. Pero: ¿tienesentidoremarcartautológicamentecomo femeninos
aquellos mismos valores (sensibilidad, corporalidad, afectividad,
etc.) que la ideología sexual dominante había ya marcados como
tales para segregarlosen los márgenesde la razón histórico-social?
¿Nose postulaasí comocategoríasde resistenciaa la dominaciónlas
mismas categorías impuestas por esa dominación y que hacen
sistemacon ella al reproducirsus dicotomíasde géneros, recreando
(con signo invertido)la mismadiferencia masculino/femeninonueva-
mente congelada en oposición y exclusión? ¿Que validez tiene
imaginaruna culturapura como horizonteutópicode un más acá o de
un más allá del patriarcado: una cultura enteramentedepurada de
sedimentacioneshostiles o contaminantes?
La historiay la cultura de las mujeresno se tejieron nunca fuera de la
dominacióny colonizaciónmasculinas. Siempreentremezclaronsus
formas con las del sistema de autoridad en cuyos huecos y
resquebrajadurasfueron practicandola desobediencia.Sustraer lo
femenino del campo de réplicas y contraréplicas(dominación,con-
sentimiento,resistencia,enfrentamiento,etc.) en el que esta catego-
ría fue siempre negociandoy renegociandosus límites de identidad
y contrapoder,es amputarlode una de sus tensionesmás dinámicas.
Aquella tensión que respondeal saber de que la dominaciónmascu-
lina no es un discurso fijo, sino un discurso cuya historicidad y
contextualidad llevan sus enunciados a reformularsesegún reglas
cambiantesque informansecuenciasde entrechocamientossiempre
móviles.
Por otra parte, el discurso de la cultura es un campo de poderes y
significaciones que entran en ejercicio desplegando una
multidireccionalidadde fuerzas. Los signos que forman el lenguaje
son depósitos de memorias que entremezclan varios registros en
pugnas de intereses ideológico-culturales19 • Lo masculino y lo fe-
menino son partes activas de estas controversias de significacio-
nes que tensan los signoscomo materialespolémicos:cornocampos
23
de batallas de la producciónde significados.Vaciar el signo de los
contenidos armados en su interior por una de las dos fuerzas en
pugna(lo masculino),no sólotiene el efectodesmemoriadorde privar
a ese signo de una capa de experienciaya sedimentada. Proyecta
ademásla utopíadel signopuroy transparente,fundacional:del signo
encargado de fundar la positividad de un nuevo orden libre de
opacidades,siendoque son esas opacidadeslasque testimonian de
la negatividady de la heterogeneidadde la materiasocialque hacen
del lenguajey de la identidadfonnacionesno unificadasni regulares,
sino estriadas de conflictos. La nueva codificación feminista de lo
femenino no puede ignorar esa conflictualidaddel signo (del signo
"masculino" y del signo "femenino") que opera como eje de
plurisignificación, al intersectarvarios puntosde vistas sirrultáneosy
contradictoriossobre identidad,podery cultura. Puntosde vistasque
sedesplieganen "el mestizajedel lenguaje":en lo híbridoy transcultural
(transsexual)de formaciones mixtas, necesariamenteimpuras por-
que transitadaspor signosque pertenecena registrosdesuniformes
en choques de referencias.
24
dictan poder, son operaciones comunes a todas las subculturas y
culturas subalternas.El "bricolage"de saberesy discursos identifica
doblemente a la mujer latinoamericana:en su condición de sujeto
mujery de hablantecolonizadoque debió aprenderdesde siempreno
sólo a sacarlepartidoa lasjugadasde entrelíneasposiblesde filtrarse
en el texto colonial que restringíao prohibía el "ejercicio de la letra",
sino también a confeccionar vocabularios propios con palabras
impropias(ajenasy robadas)capacesde subvertirel dogmacolonia-
lista de la pureza y originalidaddel texto fundante22 •
Estas operaciones siguen siendo vitales para cualquier operatoria
textual (femenina o latinoamericana) que se enfrenta al sistema
presuntamente clausurado -finito- de las categorizaciones
hegemónicasque simbolizan la autoridad del Todo como metáfora
del saber universal. Fragmentar o dislocar ese sistema para
reensamblarsuspiezassueltasencombinacionesinéditas;desordenar
los focos de coherenciadel sentido multiplicandolas líneas de fuga
y de dispersióndel discurso; trastocarla armadurade los enunciados
hasta que la cita periférica ponga en crisis el modelo imperialistade
las verdades indesrnontables;descentrar los ejes de significación
oficialpara liberarvías alternasy disideotesde lecturasmicropolíticas,
son todas las operacionesde recontextualizacióncrítica que la teoría
latinoamericanasabe oponer a la guía mimética de la transferencia
culturalde los modeloscentralesy centristas,incluyendolos modelos
del feminismo internacional.Operacionesque asumen el saber no
corno sistema de leyes garantizado por la cientificidad del Método,
sino corno campo tensionadopor el conflicto nunca resueltoentre lo
general y lo particular, lo totalizante y lo fragmentario, lo imparcialy
lo parcial, lo serial y lo discontinuo, lo centrado y lo excéntrico, etc.
La crítica al saber que puede instrumentarel feminismo pasa nece-
sariamente por esta desconjugación crítica de saberes-poderes
basándose en las reglas de ''polivalenciatáctica" de los discursos
(Foucault),que llevan un mismo enunciado a ser conveniente para
distintosfines según el tipo de recontextualizacióncríticaque acomo-
da sus signos en direccionesfuncionalesa cada operativo de signi-
ficación. Un mismodiscursoculturalo un mismoenunciadode saber,
son por lo mismo susceptibles de articular distintas políticas del
25
sentidoy de la identidad,porque "el discurso no es el sitio de irrupción
de la subjetividad pura: es una espacio de posiciones y de funcio-
namientosdiferenciados para los sujetos'123• Las marcas de lo mas-
culino y de lo femenino son conjugaciones interactivas que tensionan
estos "funcionamientosdiferenciados". Más que resolver la proble-
mática de la diferencia buscando "en las vidas femeninas y sus
saberes una otredad" (la expresiónde "otro modo de ser'')o bien más
que rechazarcomo "no nuestro"(como "externo")lo que "no proviene
de nosotras" (24), se trata de que la intervenciónteórica feminista
irrumpa en medio de estos juegos de diferenciaciones desde la
diferencia genérica y sexual como eje transversal de potenciación-
activacióny multiplicaciónde las diferencias,para pluralizaren ellas
la "virtualidadcompartida''25de lo femenino .
26
1
JesusMartjnBarbero:
•procesos
de comynjcacjón de cultura"(Mexico-
y matrices
Gustavo Gili-1987). p.45.
2 "Se tratarla de atender a aquello menos visible, menos audible, discursos y prácticas
que, por las fisuras, escapan ya a las determinacionesdel mercado, ya a los circuitos
habituales. Pero también se trata de diferenciar lo que, en el mercado, trabaja contra
sus reglas,plantealas preguntasimprevisibles,imaginanuevosmodelosde respuesta.
(...) Descubrircuales son las formas y los itinerariosmediantelos cuales el discursodel
arte cuestiona el mismo lugar que se le adjudica, el orden en el que se lo integra,
desbordandolos limites de lo hasta ahora posibley esbozando,figuradamente,quizás
utópicamente, las formas futuras de un sistema de relaciones. Al defraudar la
expectativay subvertirla pautade lo previsible,fragmentosde discursos reclaman ser
escuchadosde maneradiferente.anticipanlo que en una sociedadtodavla permanece
oscuro, o iluminan con otra luz un pasado que parecla definitivamenteorganizado."
Beat9z Sarto:•una miradapolltica; defensadel partidismoen el arte" en pyntode Vista
N.27 (Buenos Aires-Agosto 1986).
4
"Lo que parael marxismoclásicoera el espacio homogéneode la clase obrera se nos
revelahoy como la combinacióny articulacióninestablede una pluralidadde posiciones
de sujeto.( ...) Cada agente social es penetradopor una multiplicidadde posicionesde
sujeto que no encuentranun eje aglutinantenecesarioen la posiciónde ese agente en
las relacionesde producción. ( ...) Uno puede perfectamenteimaginaruna sociedaden
la cual la propiedadprivadade los mediosde producciónha sido eliminaday en la que,
sin embargo, la represión a los homosexuales o la subordinación de las mujeres
continúan plenamente vigentes. Es decir, que si los distintos aspectos del ideal
socialista, llamémosloasl por el momento,han de ser realizados,ellos tienen que ser
el resultadode la movilizaciónespecifica de cada uno de los grupos interesadosen las
diversas reivindicaciones".
EmestoLadaµ:entrevista en "Materjaies de Krftjca"N.2 (Santiago de Chile-Agosto
1986).
5
esa "nueva escena· reunió un conjunto de prácticas en las que "se generan
proposiciones insólitas en las áreas de la literatura y de la visualidad. Escritores y
artistas plásticos, en estrecha interrelación, intentarán dar un lenguaje que ( ...)
contraponiéndosetanto a su pasadorecientecomo al orden impuestopor el dominador
( ...) operó desde el descentramiento;desde la dispersión; desde la pulsión, desde la
aniquilación de la unidad".
EyqenjaBrjto:·camposmjnados" (Santiago de Chile-Cuarto Propio-1990). p. 8.
27
7algunas de las tensiones entre neovanguardiaartlsticoliteraria, a.iltura militante y
Rjchard, "Elsignoheterodoxo·,.N.l.lwal
sociologlaalternativa,fueronanalizadasen: NeJIY
Socjedad N. 116 (Caracas-Diciembre-1991) .
11
Jajme Lizama: "Los nuevosespacjosde la pol(Jjca"(Santiago de Chile-Documentas-
1991). p. 79.
12
Raqyej O!ea: Introducción al "Encuentro con Gabriela Mistral" en "Una palabra
cómplice"(. Santiagode Chile-Edicionesde las Mujeres N.12 lsis InternacionalCasa
de la Mujer La Morada-1990).
13
Ok¡a Gray· "Presentación"en "Ver desde la Mujer" Oiga Grau,editora (Santiagode
Chile-CuartoPropio Ediciones La Morada-1992). p.14.
28
la Unjyersjdad Metropolitanade Cjencjas de la Educación
15
AdrjanaValdés: Presentacióndel libro·ver desdela Mujer"(UniversidadMetropolitana-
Agosto 1992).
' Vlctor Tofedo advierte que -por ejemplo- en el campo de la historiografia, la gran
1
11
RaquelOlea· "Más sobre mujer y escritura·en "Literaturay Libros· N.152, La Epoca
(Marz'o1991).
1
' RossanaRossanda: ·~~uestras
perlasescondidas"en Qebatefemjnjsta N.2(Mexico-
Septiembre 1990).
19
Bakhtine había de cómo "á tout moment donné de son existence historique, le
langage est completementdiversifié: c'est la coexistence incarnée des contradictions
socio-idéologiquesentre( ....) les "par1ers·du plurilinguisme·.
Mikha'I]Bakhtjne: "Esthétiqueet théorie du roman· (Paris-Gallimard-1978).p.112.
20
JacguesQerridaentrevistadopor Cristinade Peretti:"femjnjsmo y dels}construccjón"
. Reyjsta de Critjca Cultural N.3 (Santiago de Chile-Abril 1991).
21
Juljeta Kjrkwood, op. cit., p. 201.
22
Sanja Montecjnodice que "hacer explícita la mezcla de teorías y modelos y el uso
fragmentario que de ellas hacemos puede constituir una manera de conocer •otra··,
Sanja Montecjnoen su.ponencia"Proposiciónde paradigmaspara la comprensióndel
Géneroen AméricaLatina·presentadaen el Seminario"Mujery Antropologla"(Santiago
de Chile-Marzo 1992).
23
Michelfoucault: Respuestaa la revistaEspritpublicadaen "Mjchelfoucault· el discurso
del poder" con presentación y selección de Osear Terán (Buenos Aires-Ediciones
Folios 1983). p.71.
2
• Rossana Rossanda,op. cit.
25
Jufjo Ortega: "El djscurso de la abundancia"(Caracas-MonteAvila-1990. ). p. 256.
29
¿ TIENE SEXO LA ESCRITURA ?
31
Es ya materia de relativo acuerdo decir que "en los últimos diez anos
en Chile las mujeres han producido una notable cantidad y calidad de
textos literarios·-s.Se da como prueba de ello nombres de narradoras
(Diamela Eltit, Mercedes Valdivieso, Ana María del Río, Pía Barros,
Guadalupe Santa Cruz, Sonia Montecino, Agata Gligo, Marcela
Serrano, etc.) y de poetas (Carmen Berenguer, Soledad Farina,
Eugenia Brito, Teresa Adriasola, Marilu Urriola, Nadia Prado, Marina
Arrate, Carla Grandi, Verónica Zondeck, Teresa . Calderón, Heddy
Navarro, etc.) cuya lista testimonia de una colectiva toma de lapa-
labra femenino-literaria.
A diferencia de lo ocurrido en el caso de las autoras chilenas de la
tradición, "recién en los anos 80 la mujer escritora chilena trasciende
su aislamiento individual. Pareciera que por primera vez podría
hablarse de escritura de mujeres, así, en plural' 16• Y sin duda que el
Congreso de Literatura de 1987 hizo visible -público- el tramado de
esa escena que conforma y despliega el plural de una constelación
de voces signadas por una misma pertenencia de género (ser mujer) .
Pero ¿es lo mismo hablar de "literatura de mujeres" que de "escrituras
femeninas"?
32
presivo (la connotaciónde un registrofemeninocuyo estilo particula-
rice a la escriturade mujer), sea a nivel temático: un argumentona-
rrativo centrado en "imagenes de la mujer". lmagenes que suelen
desplegar un soporte femenino de identificacióncompartida entre
personaje y narradora, como ocurre cuando "existe un constante
intento de transgredir los límites que separan al personaje de su
creadora. (...) La voz tanto narrativacomo la del personajese hace
una y pretende asumir la palabra femenina en términos genéricos
( ... ). La narradora no sólo inventa, también se involucra
emocionalmentecon su personaje"7 • La crítica literaria que practica
esas caracterizacionesexpresivasy temáticas de lo "femenino"se
basa en una concepción representacionalde la literatura según la
cual el texto es llamado a expresar realistamente el contenido
experiencia!de ciertassituacionesde vidaque retratanla "autenticidad"
de la condición-mujer,o bien su "positividad"en el caso de que el
personaje ejemplifique una toma de conciencia antipatriarcal: "El
relato se hace cuerpo de mujer, se erotiza, se autodestruyeen el
abandono,se hacefuerte en la libertad,se sometejunto a la mujer en
la condena de una sociedad machista. Cada palabra intenta ir
construyendola imagende la mujer autosuficiente••.
Me parece que ese tipo de crítica, al desatender la materialidad
sígnicadel complejoescritura!(la energíasignificantede la maquina-
ria textual), se expone a varias limitaciones: por una parte, su
concepciónnaturalistadel texto pensadocomovehículoexpresivode
contenidosvivenciales,define un tratamientorealistay figurativode
la literatura que falla con obras donde la escritura protagoniza un
trabajode desestructuración/reestructuración de loscódigosnarrativos
que violenta la estabilidaddel universoreferencialy que desfigurael
supuesto de verosimilitudde los mecanismosde personificacióne
identificaciónfemenino-literarias.Por otra parte, esa crítica hace de
lo "femenino" el referente pleno de una identidad-esencia
(reuniversalizablecomotal en su genericidadabsoluta:"Es "la mujer"
la que habla, la de todos los tiempos, la de siempre, la sometida, la
torturada,la que sufre el desamory el olvido del hombre''9),sin tomar
en consideraciónel modo en que identidady representaciónse hacen
y se deshacenen el transcursodel texto bajo la presióndel dispositivo
33
de remodelaciónlinguístico-simbólicade la escritura.Ambas dimen-
sionesla de la escrituracomoproductividadtextualy la de la identidad
como juego de representaciones son las que necesita incorporar la
nueva teoría literaria feminista para construir lo "femenino" como
significadoy significante del texto.
34
cultura, no significa que la escritura misma (como dispositivo
significante)obedezca en su estructura a una clave monosexuada.
Josefina Ludmer afirma que "la escritura femenina no existe como
categoría porquetoda escritura es asexual, bisexual,omnisexual''13 .
Como mejor entiendo esta afirmación, es relacionándola con las
teorizacionesde Julia Kristeva14 : acordandocon ellas que -más allá
de los condicionamientosbiológico-sexualesy psico-sociales que
definen el sujeto autor e influencianciertas modalidadesde compor-
tamiento cultural y público-la escritura pone en movimientoel cruce
interdialécticode varias fuerzas de subjetivación. Al menos dos de
ellas se respondenuna a otra: la semiótico-pulsional(femenina)que
siempredesbordala finitud de la palabracon su energíatransverbal,
y la racionalizante-conceptualizante(masculina) que simboliza la
institución del signo y preserva el límite sociocomunicativo. Ambas
fuerzas coactúan en cada proceso de subjetivación creativa: es el
predominiode una fuerza sobre la otra la que polarizala escriturasea
en términos masculinos(cuando se impone la norma estabilizante)
sea en términos femeninos (cuando prevalece el vértigo
desestructurador).Ciertas experiencias-límitede la escritura que se
aventuran en el borde más explosivo de los códigos, como sucede
con las vanguardiasy neovanguardiasliterarias,desatan dentro del
lenguajela pulsiónheterogéneade lo semiótico-femeninoque revien-
ta el signo y transgrede la clausura paterna de las significaciones
monológicas,abriendola palabraa una multiplicidadde flujos contra-
dictorios que ritman el quiebre sintáctico.
Más que de escritura femenina, convendría entonces hablar -cual-
quiera sea el género sexualdel sujetobiográficoque firma el texto-de
una feminizaciónde la escritura:feminizaciónque se producea cada
vez que una poéticao que una eróticadel signo rebalsanel marcode
retención/contenciónde la significaciónmasculinacon sus exceden-
tes rebeldes (cuerpo, libido, goce, heterogeneidad, multiplicidad,
etc.) para desregular la tesis del discurso mayoritario. Cualquier
literaturaque se practique como disidencia de identidad respecto al
formato reglamentario de la cultura masculino-paterna;cualquier
escritura que se haga cómplice de la ritmicidad transgresora de lo
femenino-pulsional,desplegaríael coeficienteminoritarioy subversi-
35
vo (contradominante)de lo "femenino". Cualquierescrituraen posi-
ciónde descontrolarla pautade la discursividadmasculina/hegemónica
compartiríael "devenir-minoritario"(Deleuze-Guattari)de unfemenino
que opera cornoparadigmade desterritorializaciónde los regímenes
de poder y captura de la identidadnormaday centrada por la cultura
oficial. Coincidecon tal perspectiva la siguienteopinión de Diamela
Eltit: "Si lo femenino es aquellooprimidopor el podercentral,tanto en
los nivelesde lo real como en los planos simbólicos,es viable acudir
a la materialidadde una metáforay ampliar la categoría de géneros
para nombrar como lo femenino a todos aquellos grupos cuya posi-
ción frente a lo dominante mantenganlos signos de una crisis( ...).
Parece necesario acudir al concepto de nombrar corno lo femenino
aquello que desde los bordes del poder central busque producir una
modificaciónen el tramado monolíticodel quehacerliterario,más allá
que sus cultores sean hombreso mujeresgenerandocreativamente
sentidos transformadoresdel universo simbólico establecido"15 .
36
sujetoautora ser fatalmentepartidariode las codificacionesde poder
de la culturaoficialni a reproducirautomáticamentesus mecanismos,
por muchoque la organizaciónpatriarcalbusqueconvencerlode sus
beneficios. De hecho, son varios y convincentes los eje"l)los de
prácticas firmadas por hombres (recordemos a los autores de la
"revoluciónpoética"que analiza Kristeva)cuyas experimentaciones
poético-literariastorsionaron lenguaje e identidad hasta descentrar
por completola función-de-sujeto('1alologocéntrica")a la que le hace
propaganda la ideología cultural dominante mediante sus
agenciamientosde códigos.
Si nos reubicamosen el contextochilenode la poesíabajo dictadura,
fueron Juan Luis Martinez, Raúl Zurita, Gonzalo Mut'loz, Diego
Maquieiray otros los primerosen arruinarel "yo"de la tradición épica
y líricay en lanzarsus escombroscontra la imagentrascendentaldel
hablantemetafísico. Fueronsus prácticaslas que carnavalizaronel
"yo" de la historiacon parodiastranssexualesde roles masculinosy
femeninosque se alternabany rotabanen la voz montajistadel poeta
que era también voz de lumpen,de prostituta,de travestí,de guerri-
llero y de santa. Recordar esas citas de la neovanguardia
poético-literariade los 80 para situar la emergenciade las voces de
mujeres,es una forma de atender el pedidode Soledad Bianchi:"Se
hace necesarioquebrar el "ghetto"del sexo y se trataría de situarlos
(lostextosde mujeres)juntoa losotrosproducidosporcontemporáneos
hombres y mujeres considerando semejanzas y diferencias, reco-
nociendologros y aportes, pero también limitaciones"1ª. Al no reco-
nocer esas limitaciones, la crítica feminista corre el riesgo de
sobreproteger la producción de mujeres y de prolongar así su
invalidez,marginándoladel campo de batalla de la cultura donde se
peleanlas estrategiasde signos.Si "amparamosindiscriminadamente
la producciónartísticade las mujeres a partir de las irregularidades
socialesque gravitanen su contracornociudadanas"17 , podemos,en
nombrede la Diferencia,censurar una (otra) diferencia que es vital
para la crítica feminista: la que separa aquellas produccionesfeme-
ninas aún subordinadasa las formas de la ideologíacultural domi-
nante (por muchoque una militanciafeminista programey justifique
sus contenidostemáticos)de aquellasotras produccionesrebeldes
37
a los montajes de la cultura oficial y gastadoras de técnicas capaces
de desatar conflictos de lecturas en el interior de sus formalizaciones
socioliterarias. Esa diferencia tiene la misma marca que la que separa
"dos tendencias extremas en la actividad cultural de oposición: una
que tiende a dar por sentados los procesos de significación" y que
encarga los significados (''ya constituidos") de vehicular el mensaje
opositor, y otra que "considera el carácter ideológico del proceso de
significación corno algo que hay que desafiar'', basándose en la idea
"de que los modos habituales de representación constituyen formas
de la subjetividad -el sujeto fijado por el carácter cerrado de la obra,
por ejemplo- características de una cultura patriarcal o masculina, y
que escribir "al modo femenino" es en si desafiar la constitución
ideológica de los modos predominantes de representación" 18 •
38
el punto de vista masculino o si, más allá de los significados
institucionales, en el plano de la norma linguistica, no existe la
posibilidad del cambio, como lo testimonia el desarrollo de la propia
lengua, su historia, o el arduo trabajo de la mujer misma·"21 • Lengua,
historia y tradición, no son totalidades inquebrantables sino yuxta-
posiciones provisorias de multirelatos no coincidentes entre si que se
pelean sentidos históricos en batallas de códigos materiales e
interpretativos. Las mujeres no pueden darse el lujo de no sacar
provecho de lo que se libra (de lo que se gana o se pierde) en esas
batallas, ya que todas ellas contienen entrelíneas rebeldes con los
cuales complicitarse en refuerzo a la propia empresa femenina de
desmantelamiento del edificio simbólico-cultural de la cultura patriarcal.
Rescatar, para beneficio femenino, esas voces descanonizantes
(incluyendo las masculinas) para tejer con ellas pactos antioficiales,
es tan vital como no renunciar a deformar y a resignificar el canon bajo
la presión de lecturas heterodoxas que subviertan y pluralicen la
norma del saber literario. Así lo sugiere Adriana Valdés 22 , en la línea
de análisis de lo que Jean Franco ha llamado "la lucha por el poder
interpretativo"23con sus respectivas estrategias de resistencia a la
normativa de representación dominante, confabuladas desde la
posición de discursode la subalternidad cultural.
El replanteo del canon implica también modificar las fronterizaciones
de géneros (en ambos sentidos de la palabra: literario y sexual),
corriendo los prejuicios masculinos según los cuales la cultura oficial
destina y reserva territorios compartimentados para cada sexo: la
interioridad doméstica y familiar para la mujer, la exterioridad social
y política para el hombre. Algunas maniobras literarias femeninas
buscan vencer estos prejuicios reintencionalizando marcas de lo
'1emenino" (por ejemplo : el intimismo, el biografisrno, etc.) que han
sido discriminadas como expresiones subjetivistas del confinamiento
de la mujer en la domesticidad familiar, cargándolas de un doblesentido
que las volvería parodiantes y cuestionadoras de estas delimitacio-
nes de espacios. Pero, para que el gesto surta efecto crítico, debe no
sólo alterar las formas y contenidos literarios que tematizan lo
"privado" en clave obligadamente femenina: debe además
desprivatizar el gesto de reacentuar lo "privado" (corno desmontaje y
39
burlaa la políticade los espaciosde la ideologíamasculina/femenina)
paraque ese gestopolemicecon la escalade valoresy desvaloresde
la culturaque va manufacturandolos estereotiposde la "privacidad"2 4
•
40
cia?"26.
41
orilla, frontera (ubicación limítrofe) respecto del sistema de
categorización y simbolización cultural. Y si bien el gestualismo
contestatario del disolver la autoridad paterna no es exclusivo ni
privativo de las prácticas de mujeres, no es menos cierto que las
mujeres se enfrentan a la alternativa norma I infracción bajo circuns-
tancias especiales que las predispone especialmentea los excesos.
Algunas buscan conjurar el peligro de la crisis desintegradora de las
estructuras sociales, exagerando -defensivamente- su respuesta de
conformismo a las ideologías del orden religioso, familiar, nacional 29 •
Otras desacatan el mandato simbólico-masculino y lanzan su ofen-
siva contra la defensa patriarcal del sistema de identidad, desatando
en su interior la revuelta espasmódica de la desidentidad . La escritura
es quizás el lugar donde ese espasmo de revuelta opera más
intensivamente : sobre todo cuando palabra , subjetividad y represen-
tación, desencajan sus registros ideológicos y culturales hasta que
reviente la unidad linguística que amarra el sentido a la economía
discursiva de la frase. Y hasta que explote con ella los códigos de la
identidad represivamente edípica-familiarista, dando lugar al renacer
transsexual de un sujeto ya "desmaterna y despaterna", como ocurre
en la narrativa de Diamela EltiP': sin duda, la más explosiva de la
literatura latinoamericana de estos anos.
42
1Ese Congresotueco-organizadopor Carmen Berenguer(Chile),DiamelaEltit (Chile),
Lucía Guerra (Estados Unidos), Eliana Ortega (Chile) y Nelly Richard (Chile). Sus
intervencionesfueron recogidasen el libro "Escribjren los Bordes· (Santiagode Chile-
Editorial Cuarto Propio-1989).
lentamente, las escritoras, sobre todo las poetas tomaron conciencia de todo este
mutismo comprometido incluso desde la izquierda desde sus mejores escritores y
críticos hacia la escritura femenina·.
Eyqenja Brito ·campos mjnados· (Santiago de Chile-EditorialCuarto Propio-1990.).
p. 73.
• ese espacio chileno de crítica literaria feminista se fue armando sobre la base de
algunos grupos de trabajo y reflexión, entre los cuales conviene distinguir: el taller de
literaturay crítica feministadirigido por MercedesValdjyjesoen Noviembrede 1983en
el Círculo de Estudios de la Mujer, con la participación de Adriana Valdés Soma
Montecjno Cecjlja Sánchez. Diamela Eltit Neny Richard; etc. el taller "Lecturas de
Mujeres· dirigido por Raqyel Olea, Eljana Ortega. Soledad fariña y Teresa Adriasola.
y organizado por la Casa de la Mujer la Morada que convocó al "Encuentro con
Gabriela Mistral" (Santiago de Chile-Arcos-1989); el taller que se desarrolló
simultáneamentea la preparacióndel Congresode lileratura Femeninalatinoamericana
(1987)con la participaciónde DiamelaEltit. Eyqenja Bdto RaquelOlea, NenyRichard
etc.; el curso dictado por Kemy Oyarzún sobre "Teorla literaria Feminista
Latinoamericana·dictado en la Facultadde Filosofíay literatura de la Universidadde
Chile (Enero 1992).
6
Raqyel Olea, ibid.
7
MarcelaSabaj: "Texto,cuerpo, mujer"a propósitode "El tono menordel deseo· de Pía
Barros, "Ljteratyra y Ljbros· N.189, la Epoca (Noviembre 1991).
10
recojo estas preguntasde una reseña de Marta Contreras sobre "Este lujo de ser"
de MarinaArrate, publicadaen ReyjstaLAR N.11. Ediciónespecial"Mujery Escrituras·
(ConcepciónChile-Agosto 1987).
43
la cita corresponde a Hélene Cjxoys y es extraída de la intervención de Adriana
11
12
esmíalatraduccióndeestacitadeJeanFrancojsLyotardsacadadelcapf1Ulo"Féminité
dans la métalangue· de "Rydjments PaJens·(Paris-Union Générale d'Editions-1977).
p. 213/214.
13
Josefina Lydmer: "El espejo universal y la perversión de la fórmula" en "Escábjr en
!As Bordes". p. 275/276.
16
DiamelaEltjt:·cu11ura,podery frontera","Literaturay Libros·N.113, LaEpoca(Santiago
de Chile-Junio 1990).
17
pjamela Eltjt Cuestionario en N. especial Reyjsta LAR (Concepción Chile-Agosto
1987).
11
Annette Kuhn: ·c¡ne de Mujeres· (Madrid-Catedra-1991). p.31/32.
19 la cita perteneceal libro de Gjlberty Gybar: "The madwomanin the attic" y es recogida
porAdrianaValdésen "UnapreqyntadesdeChjle"publicadoen.Eem(Mexico-Noviembre
1993).
20
Adáana Yaldés. ibid.
21
Federjco Schopf en el "Suplemento" a su "Advertencia Prelininar· que prologa la
antología de ·poesfa chilena de hoy" de Erwin Díaz (Santiago de Chile-Ediciones
Documentas-1991).
22
Adáana Yaldés: 'El espacio literariode la mujer en la colonia" en "Ver desde la Myjer".
23
Jean Franco: ·p¡ottjnq Women" (New York-Columbia University Press-1989).
2• Soiedad Bjanchj se preguntaba: •¿No son demasiados, todavía los textos que
44
26
federjcoSchopfibid.
21 SoledadFarjflaen N. especial de ReyjstaLar (Concepción Chile-Agosto 1987).
21 JyljaKrjsteya
citada por Toril Moil en "Jeor(aLiteraria
Femjnjsta·
(Madrid-Catedra-
1988). p. 171.
30
pjameiaEIUt: "Lympérica"(Santiago de Chile-Las Ediciones del Omitorrinco-1983)
·porlaPatria"
(Santiagode Chile-LasEdicionesdelOmitorrinco-1986)"ElCyartpMundo "
(Santiagode Chile-Planeta-1988)"ElpadreMfo•(Santiagode Chile-FranciscoZegers
Editor-1989) "VacaSagrada" (Buenos Aires-Planeta-1991).
45
3. ESTETICAS Y POLITICAS DEL SIGNO .
47
a las _injusticias de su relegación histórica a segundos planos de
figuración artistica y cultural. Exposicionesque prescinden de todo
marco de analisis y reflexióncrítica. Y que prescindensobre todo de
aquel marco informado por la teoría feminista que se encarga de
problematizar:
1)loscriteriosde valoraciónestéticadel arte.Juntoa condicionamientos
de raza y clase, el sexo opera como marcadorde poderque influencia
las escalas de valores que califican o descalifican obras según
respondeno no a la hegemoníade pautasfijadas por la discursividad
masculinade la cultura oficial.
La cpmpetencia abierta por el juicio de «calidad» busca hacerse
confiable (equitativa) al fingir que ese juicio descansa en la neutrali-
dad del reconocimientoinstitucionalen el caso de hombresy mujeres
con iguales méritos de obras. Pero, ¿cómo no desconfiar de ese
juicio, cuando sabemos que la categoría formali sta de «calidad» no
es una categoríaneutra (universal)sino una categoríaforjada por una
cultura partidista que defiende, entre otros intereses, la supremacía
de lo masculinocomo representanteabsoluto de lo universal?
2) las medidas de catalogación de las obras en series llamadas
«historiasdel arte». La historia del arte es una formación discursiva
cuyos paradigmas de organización del conocimiento (en base a
procedimientosde selección, evaluacióny clasificaciónde las obras)
refleja el predominiodel tipo de racionalizaciónhistóricaque le ha ido
confiriendo vectorialidad masculina a la temporalidad social.
«Agregarnuevosmateriales-las mujeresy su historia-a las categorías
y métodos existentes»1 no altera la sistematicidadde la razón cul-
pable de que el saber hayatradicionalmentemarginadoa lo femenino
de su campo de autoreferenciamasculina. No sólo se trata de que las
mujerescompartanigualdadesde condicionesparafacilitar su ingreso
al cuadro de honor de la historia del arte universal, porque es esa
«historiadel arte»corno serie discursiva,la que debe ser cuestionada
a luz de la sospecha hacia la tendenciosaarchivacióndel pasadoque
realiza la historiografía masculino-dominante.
Sólo un debate capaz de interrogarel supuesto idealista-burguésde
la estética como contemplaciónpura y desinteresadade lo bello, en
nombre del materialismo crítico de una concepción del arte como
48
práctica de signos insertaen las tramas de antagonismosy confron-
taciones de la materia social, permite que lo femenino ejerzca su
fuerza de cambios:su fuerza político-discursivade desorganización
de los mensajesculturales. De aquellos mensajes que totalizan la
perspectivamasculinacorno perspectivaabsoluta de revisión y su-
pervisiónde la historiay del sentido.
Signos,poder y desobediencia.
49
de marco (el quebrantamiento del monólogo pictórico de la tradición
de las bellas artes) transgredía a la vez -por la desbandada callejera
de su incursión en lo social y en lo político- el encuadramiento del
sentido que militarismo y patriarcalismo habían colocado bajo vigilan-
cia de intramuros. Catalina Parra, Diamela Eltit, Lotty Rosenfeld,
Virginia Errazurriz son artistas (cuyos obras fueron incluidas en las
dos exposiciones mencionadas) que rearticularon la función
crítico-social del arte en un contexto de máxima violencia represiva y
de censura ideológica.
¿Que pensar de estos trabajos en relacióna la preguntadel feminismo
por la diferencia «mujer» en los lenguajes creativos, y por cómo esa
diferencia se opone al sistema artístico y cultural legitimado por el
consensoinstitucionalde la miradasocio-masculina?Cornoresponden
estos trabajos a la pregunta teórica del feminismo por cuales son los
gestos y movimientos capaces de hacer de la diferencia «mujer» una
interferencia crítica que perturbe los mecanismos de visualidad
dominante?
Ninguna de estas artistas hizo del tema de la diferencia génerico-
sexual el contenido explícito de sus obras. Tampoco las obras fueron
discutidas en el lenguaje de la teoría feminista por la simple razón de
que esa teoría no era un material de lectura que tuviera circulación ni
vigencia en el medio crítico de esos arios en Chile. Sin embargo, tales
obras desplegaron tácticas de refutación e impugnación de la matriz
totalitaria-autoritaria de los discusos oficiales que estimulan lecturas
de corte feminista atentas a la valorización crítica de una «práctica de
género». Práctica que libere resquicios dentro de los lenguajes del
poder simbólicoe institucionalpara armar estratagemasde resistencia
a sus códigos de significación e interpretación dominantes.
Catalina Parra fue una de las primeras artistas chilenas en sortear los
límites de la censura bajo autoritarismo, haciendo pública en 1977
(«Imbunches»-Galería Epoca) una obra que camuflaba sus operacio-
nes de denuncia social y política trás las veladuras de un juego de
alusiones-alusiones en el que discurso y figura se traicionaban
mutuamente y en el que ambos traicionaban a la noticia.
Su obra manipulaba uno de los símbolos del Chile oficial (el diario El
50
Mercurio) como símbolo de las tergiversaciones de sentido practica-
das bajo el monopolio corn.micativo de una verdad única obligada
que regimentaba la lectura e interpretación de los hechos. Todas las
operaciones desplegadas por la obra de C. Parra en tomo a la
imposición-impostura de esa verdad sentenciada por la prensa
oficial, iban destinadas a abrir huecos (grietas, fisuras) en el interior
de la fraudulenta construcción del mensaje coercitivo para vulnerar su
consistencia y fortaleza. Ese acto de vulnerar las consignas de la
prensa oficial fue metaforizado en la obra como acto de herir el sen-
tido, mediante todo un repertorio de intervenciones y materiales
quirúrgicos (gasas, vendas, costuras, etc.) que hacían de la cicatriz
una marca ambivalente : una marca que resultaba de un corte
homicida (tajear la mentira) pero cuya lesión debía ser envuelta por
la artesanía de una manualidad reparadora que injertaba y trasplan-
taba: que minuciosamente reconstituía delicadas tramas de signifi-
caciones antirepresivas· para desintimidar las lecturas forcejeadas
por la «cultura del miedo». La cicatriz era entonces el teatro impreso
de «la guerra encubierta de la imagen y la palabra» jugando con que
la palabra es masculina(el antecedente paterno de la verbalización
simbólico-cultural , en su historia teórica y en su memoria biográfica 4 )
y que la imagen es femenina (por sus peleas en contra de la
sobredeterminación del decir unívoco). La obra de C. Parra fracturó
el cuerpo-tipo (gráfico) de la comunicación de prensa, armando
litigios de interpretaciones en torno a las verdades que la prepotencia
del mensaje oficial decretaba inexpugnables. Fractura hecha para
comunicarnos que no hay registro de palabras cuya legibilidad
programada desde la autoridad no pueda ser desprogramada (des/
autorizada) por roturas de significación que corten o suelten los hilos
de las cadenas verbales que amarran el poder a sus enunciados y a
sus ritos de enunciación.
Algunos at'los después, otra práctica de mujer (" Una milla de cruces
sobre el pavimento» de Lotty Rosenfeld-1980) recurre a una nueva
marca de género para conjugar signos, poder y desobediencia 5 • Li-
teralmente hablando, la marca de género era la venda de tela blanca
que cruzaba la linea de tránsito haciendo del signo - un signo + a lo
51
largo de avenidas y carreteras chilenas e internacionales. Pero era
también la imagen de lo femenino derivada del arte textil de cruzar
hilos: es decir, la metáfora de una práctica de mujer que desteje la
trama y urdimbre de la comunicación social, cruzándose en el camino
de lo que ha sido tacitamente pactado mediante signos de intercam-
bio masculino.
El trabajo de las cruces contiene varias dimensiones altamente
significativas para una mirada feminista sobre el desarme de las
reglas (masculinas) de transmisión linguística de los contenidos
sociales. Pero estas dimensiones se construyen a partir de un primer
gesto que des idealiza el arte como trascendencia -como inmaterialidad-
al llevar la artista a doblarse sobre el pavimento de la ciudad para
sacar a la vista la materialidad del diseno que compone las figuras de
la reglamentación social (en este caso: la textura física de las marcas
que llaman al orden normando el tránsito) y al exhibir la descompos-
tura de ese armado que grafica la pulsión de antidisciplina oculta en
los recovecos de la coditidianeidad social. Al convertir el signo - en
signo + atravesando con su cuerpo las marcas que senalizan la recta
a seguir como modelo rutinario del disciplinamiento mediante signos,
L. Rosenfeld comete una infracción a la unidireccionalidad del sen-
tido. Obstruye la marcha forzada hacia adelante, desvía la recta que
conduce a lo que un horizonte teleológico programa finalistamente
como meta. En el contexto de un país donde los signos eran
custodiados por la inviolabilidad de las coordenadas que resguarda-
ban la fijeza del orden, ella torció la coherencia y legibilidad de un
subconjunto de ordenamiento social (las pistas de circulación) para
mostrar que cualquier senaletica del poder es susceptible de ser
desobedecida tramo por tramo, hasta que extensivamente sea la
gramática del orden mismo la que vea amenazado su supuesto
organizativo de inconmutabilidad de los signos.
L. Rosenfeld marcó con una cruz los lugares de reconcentración
simbólica de la autoridad en el mapa de los intercambios
socio-masculinos del poder político (Washington) y económico (la
Bolsa de Comercio) . Pero la cruz sirvió también para intersectar
racionalidades políticas, miserias sociales y utopías críticas, como
cuando L. Rosenfeld concluye una fase de su trabajo en el edificio
52
inconclusodel hospitalde San Miguel (Diciembrede 1989): la nueva
cruz en las pantallasde la instalación-videose fonnó entonces con
la vertical y la horizontal de la raya del voto del plebiscito de 1988
corno imagende la democraciapor venir. Esa nuevamarcade la cruz
marcaba el cruce pluri-ideológico de una historia que revirtió la
aritmética del poder de los signos y de los signos del poder, convir-
tiendo el signo - (el signo que resta y divide: la dictadura) en signo+
(el signo que multiplicade la pluralidaddemocrática). De signos en
signos, la obra cruzada por un gesto de mujer se hizo transversal al
proceso de tachadura históricade la división maniqueadel sentido
(la rayaconcentracionariade la dictadura),para sumarseal deseo de
pluridimensionalizarlos códigosde intervenciónculturalen un trama-
dodemocráticograficadopor lasumay multiplicaciónde lasdiferencias.
53
las desarticulacionesnarrativasde una lectura ahuecada por vacíos
de significación: espacios en blanco -espaciamientos-que suspen-
den y difieren la tarea de complementación del sentido. La obra
desenfatizala carga referencialde los signosmedianteun objetualismo
precariode lo mínimoy de lo ínfimoqueset'lalizael detallecomorecurso
antideclarnativoque contrasta con la fraseología heróico-masculina.
A contrapelodel retoricismograndilocuentede la historia monumen-
tal, V. Errazurriz siempre trabajó significaciones entrecortadas,fic-
cionesdisminutashechasde frágilesléxicosquedesplazanla atención
hacia las zonas menos saturadasde verbalidad explicativa. Corno si
solo las intermitenciasde sentido fueran capaces de modular el fra-
caso de las rnetanarrativastotalizantesque agotan planos y superfi-
cies con sus sobreacumulacionesplenariasde razonesy lecturassin
cabos sueltos.
54
su beso al vagabundodel video ce Trabajode amor con los asiladosde
la hospedería»(1982), D. Eltit ponía en libre circulación el placer de
la palabrade ofrecersepor nada: porque sí I por el arte I por amor al
arte. Quebrando con este gasto el mercado transaccional de los
bienes y serviciosdestinados a la pura retribución masculinaª.
La documentaciónvideo de los trabajosde D. Eltit no sólo registraba
el quiebrede fallarle al modelode arte y cultura socialmentevalorado,
sino que modelaba la falla como estética minoritaria.Sólo la ce mala
imagen.. (7). en contradiccióncon el hipercontroltécnicode la mirada
experta en visualidad de consumo, era capaz de reestetizar la
imperfeccióny el desatino en homenajesimbólico al fracaso de las
narraciones transparentes demasiado seguras de si mismas. La
cemala imagen»era la metáforatercermundistade la falla tecnológica,
del desperfectoque echabaa perder la visualidadautoprobadade las
metropoliscreando interferenciascríticas en sus pantallas desde la
opacidad del residuo, del desecho. Pero la cemalaimagen» era
tambiénla erratafemenina,el desaciertotrabajadocomotal en contra
del modelo de perfección victoriosamente levantado por el
fuera-de-sospecha de la mirada masculina: era el temblor de lo
inexacto que hacía vacilar la seudocertezade la imagen maestra.
55
ción que continúan teniendo las mujeres en ese campo. Pero han
desaparecidode escena las discusionesde antes referidasal «pos-
tulado emancipador»del «Video-Feminismo»en cuanto a «la bús-
quedaconstantede estructurasy tratamientosdiferenciables,en este
casovideográfico,de aquellosinstaladosenel sistema»del audiovisual
dominante10 • La problemática del video, sea como formato de co-
municaciónalternativa ligado bajo dictadura a proyectos de acción
social movilizados por la cultura opositora (video testimonio) sea
comosoporteexpresivode búsquedasformales (videoficcióny video
arte)desarrolladasexperimentalmenteporcineastaso artistasvisua-
les, fue recicladapor la normalizaciónde los espacios de participa-
ción socioculturalde la institucionalidaddemocrática.
La televisiónfue un espacio que generó expectativasen torno a las
redefinicionesde una sensibilidadcultural democráticaque algunos
sonaron propicia a preguntarse «a través de que políticas puede
recomunicarsela innovaciónestéticae ideológica»del video-artecon
las tendencias «del medio más influyenteen la sociedadcontempo-
ránea»11. Sólo que la televisiónchilenadejó rápidamenteen claro que
había descartadode sus pantallascualquier planteo estético-crítico
que desacomodara las pautas de consumo visual de las retóricas
homogeneizadorasdel mercado. Esas retóricas no sólo tienen por
resultadoobstruir la posibilidadde que se expresela heterogeneidad
de fuerzas sociales y de energías culturales que coexisten
disparejamenteen la sociedad12 • Conllevantambiénladespotenciación
crítica de aquellas búsquedastendientes a relacionar las dinámicas
de constitución de identidades de nuevos actores sociales (por
ejemplo, las mujeres)con la creación de nuevos lenguajesy formas
culturales que no confundan sus signos con los de la estética
dominante. Hasta la fecha, la inserción de la mujer en la televisión
chilena se ha visto traducida a programasque destacanactuaciones
femeninas (la «mujer política», la «mujer empresaria»,etc.) como
resultadode los avances de la democratizaciónsocial, pero sin que
el retratode estos nuevosprotagonismoscambielas leyesdel género
que tipifican los contenidos y estilos de lo «femenino»socialmente
repetidos.La espontaneidaddel trato conversacionaly el intimismo
biográfico son los rasgos que frecuentemente individualizan el
56
periodismo femenino en la televisión. Rasgos que supuestamente
expresan la mayor receptividadde la mujer a lo «humano»(entién-
dase: a la privacidad de las emocionesy de los sentimientos)como
si el valor de tal disposiciónafectiva no estuvieseya calculada por el
repartomasculinistaque le adjudicaal hombreel valor de abstracción
(trascendencia)y a la mujer el valor de concreción (inmanencia). Un
reparto hecho para disuadir a la mujer de atreverse a tomar parte en
las políticas del sentido.
Sistema-artey crftlcaestética.
57
transvanguardismo pictórico y a la despolitización del arte promovida
por la crítica al experimentalismo neovanguardista que dictaba el
ccpostmodemisrno de la reacción» 14 • Las obras chilenas aqui men-
cionadas supieron también enlazar lo ccdiferente»de su práctica de
mujeres con lo ccaltemativo» de una búsqueda de formas de inter-
vención del sistema-arte que pusiera en conflicto el ritualismo
contemplativo del cuadro y le diera movilidad operatoria a sus
planteamientos contrainstitucionales fuera de la clausura
museográfica .
Otra similitud se da entre la producción de las artistas chilenas y una
de las características que distingue la intervención feminista en el arte
norteamericano de los 80: su «alianza con la teoría» y el considerar
celaescritura teórica o teorética como un campo importante de
intervención estratégica» 15 • Todas las reformulaciones artísticas
practicadas por las chilenas fueron acompanadas por textos dedica-
dos a las reconceptualizaciones teóricas del pensamiento artístico y
cultural bajo dictadura, que proponían una interacción crítica entre
teoría y práctica para construir un dialogo activo con la reflexión social
y política de estos anos 16 • Ambas circunstancias cambiaron.
Las redefiniciones políticas de la transición democrática modificaron
el escenario de las prácticas artísticas y culturales . Se quebró la
mecánica bipolar de oposición frontal entre oficialidad y no oficialidad
que sobredeterminaba rígidamente el arte de la dictadura. Quedó
obsoleta la severa topografía de las exclusiones que relegaba lo
prohibido en un tajante ccafuera» del sistema. El consenso
institucional-democrático lleva hoy lo integrado y lo rechazado a
combinar sus margenes con fluidez y ambiguedad dentro del mismo
sistema, por gracia de un pluralismo congraciador. Al desdramatizarse
el significado de violento antagonismo que tenía la política cuando
sólo la atrevasaban duras lógicas de enfrentamiento, las prácticas
culturales debieron redisenar su imaginario de la ruptura antes ligado
a un arte puramente oposicional que extraía su pathosde la negatividad
contestataria . Esas prácticas debieron también rearticular sus diná-
micas de operaciones en términos más acordes con la
multidireccionalidad de las fuerzas sociales y de las tensiones
comunicativas del juego democrático . Momentos de perplejidad y
58
desorientación siguieron el cambio de reglas que llevó la relación
arte-política a despolarizarse. A destensarse, y muchas veces a
relajarseen la pragmáticade losacomodosburocrático-administrativos
que hoy invitan al artista a renunciar al radicalismo crítico para
dedicarse a la maniobra gestionaria. El nuevo ajuste político-
institucionalregularizó el funcionamientode los circuitos culturales
devolviéndolea cada práctica sus espacios nonnales de inscripción
para recobraren ellos la especificidadque le correspondíaantes de
que la dictadura hubiera llevado la cultura a desempenarse
traslimitadamentecorno plataforma sustitutiva de la política, enton-
ces colocadabajo interdicciónde palabra y de acción. En el caso del
arte, las prácticas reingresaronal Museo y a las galerías. La fuerza
de interpelacióndel arte de los 80 que convocabaun público múltiple
y cruzado (literatura, filosofía, ciencias sociales) en torno a las
polémicasdel «fuerade marco»se neutralizócon el reenmarcamiento
de las artes plásticasen una red de exhibicióny mercadoapartaday
desimplicadade toda real fuerza de interlocucióncultural.
Las prácticas de mujeres y la reflexión en torno a ellas también
perdieronintensividaddebido a la falta de debateteórico-artístico.Lo
que no quiere decir que el arte chileno no cuenta con pintoras de
talento (Gracia Barrios,Roser Bru, PatriciaIsrael, etc.) o con nuevas
propuestas merecedorasde atención crítica (Nury Gonzalez, Alicia
Villareal, etc.). Sólo que las obras no se intersectancon lecturasque
las discutan desde la perspectivade sus marcacionesde género, a
diferenciade lo que ocurre en literatura.Tal perspectivade discusión
es la que se abre con interrogantesdirigidasa la relaciónentre autoría
femenina (ser mujer) y feminismo, organización significante e inter-
vención cultural, en el sentido de preguntarsecuales son los meca-
nismosde desmontajecrítico que permitensubvertir la organización
masculina de los registros sociales de fabricación del sentido. En
ausenciade esa perspectiva,se desperfila la oportunidadde que la
cuestión de la mujer <;ietoneen el arte una reflexión polémica sobre,
por ejemplo, los modos en que «estética femenina» y «estética
feminista»respondencontradictoriamentea la preguntade cómo se
interrelacionala determinantegénerico-sexualcon los significados
de «femineidad»que la obra busca construir o desconstruir, en el
59
entendido que: «los problemas de identificación, autodefinición, el
modo o la mera posibilidad de verse a una misma como sujeto, todos
ellos aspectos que los artistas teóricos masculinos de vanguardia
también han estado cuestionando durante casi cien al'los, al mismo
tiempo que intentan subvertir las representaciones dominantes o
desafiar su hegemonía son temas centrales para el feminismo»17 • Ese
«verse a si misma como sujeto» no significa autocontemplarse como
mujer en la imagen de una femeineidad plena . Significa más bien
operativizar construcciones de sujeto que puedan desplazarse entre
los códigos, buscando en cada intersticio de discurso la oportunidad
de crear una respuesta estratégica a las categorías institucionales de
identidad y de representación desde lo «femenino» como posición-
articulación de una subjetividad alternativa y disidente.
60
1
Góse!da ponock en •Yisioo &rntterence lfemioitx femjnjsm and the Hjstoóes ot
Al:1).. (London-Routledge-1988), p. 5. La traducción es mía.
• remito al brillante análisis que realiza Ronald Chrjst de la obra de Catalina Parra en
su texto «lmagenes trás la palabra .. publicado en ·Catalina Parra io Retrospect .. .
Catálogo de una exposición organizada por Julia P. Hersberg para Lehman College Art
Gallery (New York-Febrero-Abril 1992).
Ronald Christescribe: ·Dice que descubrió que la palabra era lo primero para ella; yo
digo también que la palabra estaba en todas partes, y que la palabra era la de su padre .
( ...) Así pues , un motivo( ...) en la obra de Parra dirige la lucha de la palabra y de la
imagen, que comenzó en el fallido intento de una niña de reemplazar la palabra con
la imagen ; para invertir, en realidad, su orden . Podemos, si quisieramos , ver esto como
el intento de la niña de desplazar al padre, ausente pero ubicuo, en el juego del
lenguaje ...
5 •Rosenfeld utiliza como modelo las lineas discontinuas que separan las pistas de
circulac ión ; un signo de tránsito que interviene cruzándolo perpendicularmente con un
blanco idéntico a su trazado, generando una serie de signos + en el pavimento»
(«Desacato »: Bóto Eltit Myóoz Zyrjta Rjchard (Santiago-Francisco Zegers Editor-
1986).
61
espacios más polémicos de discusión critica en torno a las estrategias visuales de la
imagen filmada.
10
NestorPlbagaray en •.YideoReady Made.. Revista MargenN. 4 (Santiagode Chile-
1985).
11
BeatrizSarJo
en "Polftjcas culturales· democracjae jnnoyacj6n.. Puntode Vista N.32
(Buenos Aires-Junio 1988).
13
la preferencia de ciertas feministas por estos lenguajes •anticlásicos» aparece
discutidaen ·Speech, silenceandthe discourseof art» de Gjsela Brejtljng,en• Femjnjst
Aesthetjcs» (Londres-GrisetaEcker EditorThe Women's Press-1985). p. 162/163.
14
ver Griselda PoUock op. cit.. p. 156.
16
•Debido al tremendo esfuerzo de reconceptualizaciónnecesario para evitar una
recaídafalológicaen su nuevodiscurso,muchasartistasfeministashan llegadoa forjar
una nueva (o renovada) alianza con la teorla. (...) Muchos artistas modernistas,
naturalmente, produjeron textos acerca de su propia producción,pero la escritura se
consideró casi siempre complementariaa su obra principal, mientras que la clase de
actividadsimultáneaen múltiplesfrentes que caracterizamuchasprácticasfeministas
es un fenómeno posmoderno. Y una de las cosas que pone en tela de juicio es la rígida
oposición del modernismoentre la práctica y la teoría artísticas».
CrajqP,Yens. •El discurso de los otros: las feministas y el posmodernismo»en •La
posmodernidad.. editado por Hal Foster (Barcelona-Kairos-1985),p. 102.
11
quizas el mejor ejemplode esta interacción,sea la publicación• BYmu.ra»editada por
el grupo CACA(Santiago de Chile-1980).
62
17 Teresape Layretjs·Repensando el cine de mujeres; teórica estética y feminista ..
en QebatefemjnjstaN.5 (. México-Marzo-1992).
63
4. CONTORSIONDE GENEROSY DOBLAJESEXUAL; LA
PARODIATRAVESTI.
65
falta de profundidad para burlarse del dogma de la interioridad del
sentido oculto y secreto con el que el psicoanálisis cultiva su tono
iniciático. Ambas obras invirtieron y subvirtieron la relación clásica
entre arte y psicoanálisis, en cuanto ya no es la teoría psicoanalítica
la que interpreta a la obra (la obra como síntoma: corno representa-
ción de un contenido psicosexual) sino el discurso artístico el que
revisa y critica el reduccionismo de la lectura psicoanalítica del arte,
su concepción de la obra corno formación reformadade un conflicto
y no corno forma deformante:como dinámica transformativa de arti-
culación del signo cuya fuerza de trabajo resimboliza la materia
significante en la tensión energía-forma.
Fueron estas obras las que introdujeron el tema del psicoanálisis en
el arte chileno en torno a la cuestión del deseo homosexual. Cuestión
a la que un solo texto le ha hecho valientemente justicia: el texto de
Patricio Marchant 2 escrito a propósito de una performance-video
realizada por Leppe y Davila en 19823 •
Marchant habla de esa presentación inaugural en Chile; "concepto
que marca no una relación cronológica, sino la producción de un
acontecimiento"en la que "el trabajo artístico gay, su escena, debía
presentarse, enfrentarse a los otros', poniendo en escena "la situa-
ción general del cuerpo latinoamericano, situación particular del
deseo homosexual latinoamericano". Situación por primera vez plan-
teada en ese texto "inaugural", desde las contorsiones del poder-
querer-saber, corno situación de:
1) fractura y fracturación del discurso oficial de la cultura dominante
a partir de una subjetividad tránsfuga : "Por su marginalidad y
exterioridad el movimiento gay está en una situación particularmente
privilegiada para ver la fractura, la falsedad del discurso oficial: para
ver que el discurso oficial se ve obligado a inventar ciertos Significa-
dos Trascendentales que sirvan como un tapón para cerrar un
discurso que se cae por todas partes",
2) recaída en la tentación de la verdad apocalíptica del Significante
Trascendental al levantar la bandera reivindicativa de una nueva
identidad-Referencia•: "Pero una vez delante de la visión de esa
fractura, de esa falsedad, el movimiento gay se precipita a llenar ese
vacío, declarando( ...) que ese discurso oficial está quebrado porque
66
no ha reconocidoel carácter homosexualde la verdad, el carácter
homosexualdel arte" expresandoasí "la necesidadde cerrar con un
tapón homosexualel discurso",
3) saberdeque lateologíade los nombresesunaburlaadesconstruir,
pese a la tentación de reinscribir el gesto contestatario en otro
emblemade identidad:"Eltrabajoartísticogay estáobligadoa recurrir
a SignificantesUltirnos,monoteístas,al mismotiempo que no puede
no saber de la farsa de ese movimiento que lleva a crear tales
significantes".
El saber antipatriarcal de que "los nombres no tienen un sentido
verdadero";el saber antimetafísicode que sólo un sentidofluctuante
revocala clausurade laverdadabsoluta,encuentrasu expresiónmás
transgresoraen el desfile paródicode los nombresque trabajan las
obras de Leppey Davilacorno metáforatravestí.Desdeel formatode
la performanceo del cuadro5 , ambas obras partieronpor cuestionar
el mito de la individualidad-originalidadque consagrala ideologíade
la firmaen la tradición burguesadel arte, realizandoen torno a ella,
a lo que simbolizael nombredel autor,operacionesdesmitificadoras
de su canon patriarcalde autoría-autoridad.
Ambas obras exacerbaronel recurso citacional e intercitacional,al
postular la obra como zona de intercambios, apropiaciones y
contra-apropiacionesde enunciados dispersos seleccionadosdel
repertorio artístico internacionaly que se cruzan mediante varios
regímenesde préstamospero también de malversacionesde técni-
cas y de estilos. Ese recurso que desindividualizael espacio reser-
vado de la firma, traslada al simbolismo institucionaldel cuadro el
saber que "un nombreen el que no está nada incluido"(Marchant)o
un nombre en el que están todos incluidos, es un nombre siempre
disfuncionala los regímenes patrimonialesque legalizan el Sujeto
corno único dueno de su identidad-Una.
A ese recursoque se ríe del créditodel autor desacreditandoel valor
de originalidadde la obra cornosellode propiedadgarantizadopor el
nombre,Leppey Davila sumaronel procedimientode retocaren las
obras sus nombres de autores biográficos (Leppe - La Mut'lecadel
Continenteo MaríaDavila)con el espectáculotravestíde una poética
de los sobrenombres.Ambos trasladaron al arte el travestismo del
67
nombre y la pulsión decorativa del travesti que refacciona el nombre
como primera matriz de identidad para corregir el defecto de la
monosemia por y con anadiduras: primera ceremonia de refundación
de la identidad en la que el travesti con su me el acto de la desafiliación
traicionando el nombre heredado como definitivo (el nombre propio)
con nombres de paso -la Marilyn, la Sultana, la Brigitte, etc.- que lo
rebautizan, pero ya sin el peso ontológico del santo de nacimiento
profanado por la exhuberancia de un capricho seudonímico.
En toda su última obra, Davila refuerza la metáfora travesti pintando
el travesti como parodia de la parodia de una parodia: Latinoamérica.
La hiperalegorización de la identidad como máscaraque realiza el
travesti pintado desenmascara la vocación latinoamericana del re-
toque. Retoque de la falta de lo "propio" (por el déficit de originalidad
que marca las culturas secundarias como culturas de la reproduc-
ción) mediante la sobremarca cosmética -extranjerizante- del disfra-
zarse con lo "ajeno". Vista desde el centro, la copia periférica es el
doble rebajado, la imitación desvalorizada de un original que goza de
la plusvalía de ser referencia metropolitana. Pero vista desde si
misma, esa copia es también una sátira postcolonial de cómo el
fetichismo primerrnundista proyecta en la imagen latinoamericana
representaciones falsas de originariedad y autenticidad (la nostalgia
primitivista del continente virgen) que Latinoamérica vuelve a falsificar
en u na caricatura de si misma como Otro para complacer la demanda
del otro. Es la sobreactuación burlona del travestí pintado de Dávila
-su rito plagiario de una femineidad trucada y de mal gusto- la que
denuncia el exotismo de bazar de la pacotilla latinoamericana ven-
dida en el mercado de los íconos postindustriales. Y es esta misma
sobreactuación femineizante del posar de lo que no se es (ni feme-
nina, ni original) la que resignifica también la copia y sus mecanismos
de doblaje y simulación como crítica periférica al dogma eurocentrista
(paterno) de la sacralidad del modelo fundante, único y verdadero, de
significación metropolitana.
68
cosmética y la moda son alteracionespasajeras, así como fugaz y
transitorio es el pasaje logrado por el hombreque quiere y, sólo por
un breve instante,puede ser mujer'16• La red de atraccióny seducción
en la que se enreda la pulsión narcisista del mostrarse travesti es
necesariamenteóptica, ya que es la mirada del otro la que sanciona
el éxito o el fracaso de la trampa visual del pasar efectistamente por
mujer. La imagen fotográficafija (detiene y retiene) el instante en el
que la metamorfosisse cumple para la miradacomo logro cosmético,
aun no desbaratado por la sospechafísica del engario. La foto que
captura la imagen del engano para hacerla durar en el tiempo y
conjurar así la frustracióndel desengaf'lo,le otorga un nuevo suple-
mentode duracióna esa femineidadya suplementaria (accesoria)del
travesti recompensando su vanidad con la imagen-sustituto que
prolonga el lapso del escamoteoy de la usurpaciónde identidades.
La serie de los travestis fotografiadapor Paz Errázuriz7 juega una y
otra vez con la fascinación del travesti por todo lo que duplica la
imagende la duplicaciónsexual (el espejo, la cámara) multiplicando
asíporvértigoespecularel gocede la conversión. Lasfotos reverberan
el laberinto de la pose travesti en el espejo. Pero quiebres de
perspectivadesvían la miradaespectadorahacia la no frontalidaddel
autoretrato:hacia el lapsus de la no pose que confiesa la disimetría
entre anversos (la femineidad alegóricatrabajosamenteconstruida)
y reversos (lo masculino-literal sorprendido y traicionado por el
desarmede lo que hasta entoncesera su mejor ángulo). Lapsusque
presagia el terror de que se ponga al descubierto el subterfugio
travesti que amenazacon la revelaciónpánica de la mujer con pene:
la mujerque conservapor debajo del disfraz el atributode la virilidad,
el hombre/mujerque reenlaza en clave psicoanalíticacon el motivo
traumado de la madre fálica.
Pero la colecciónde retratosde trasvestis prostitutosde P. Errázuriz
juega también en otros sentidoscon anversosy reversos.Traspasar
las ambiguedadesde la seducciónde los cuerpos lleva a "encontrar
la otra imagen,la de los signos del desamparosocial que construyen
esos cuerpos" como "escenario recorrido por las grietas"ª de la mi-
seria chilena poblacional.
Esa miseria es la que organiza el trasfondo de privaciones sobre el
69
cual se recorta con máximo contraste de brillos el derroche
exhibicionistade su pasión de maquillaje. Esa conjugaciónchilena y
poblacionaldel prostituto y del travesti pone en escena dos econo-
mías, o más bien una economía y su antieconomía: mientras el
comerciosexual garantizala sobrevivenciadiaria a través del cuerpo
prostituto que es un cuerpo que se vende por obligación (el sexo-
necesidad), el cuerpo travesti se presta al desperdiciamientocos-
mético del sexo-fantasíaque canjea realismo por ilusión, volteando
la ley diurna de la indigenciacon los ilegalismosde una femineidad
opulenta y suntuaria que se hiperboliza de noche (ser estrella) en
torno al arabesco resplandescientede la divina-diva.
Travestlsmolatinoamericanoy recicla/epostmoderno.
70
moda, el mimo, la parodia, la farsa, el tableau vivant, el circo pobre y
el happening, escenifican el travestismo como divertimento urbano
que "remite la institución del arte a la frivolidad burlesca de la
cinematografía comercial" 12 • Esta frivolidad burlesca se juega también,
y sobre todo, en el gesto de confundir el límite que separa y opone el
sistema del trabajo (con su moral del esfuerzo) al intervalo recreativo
de la fiesta como antisisterna : corriendo las fronteras dibujadas por
una legislación del cotidiano que discrimina entre utilidad (lo puesto
al servicio de u na contabilidad del rendimiento productivo) e inutilidad
(el placer de la diversión).
El desfile travesti por el retrato-galería de la pose traficada (la
mascarada de "la femineidad como mascarada") tal como la practican
"Las Yeguas del Apocalipsis" cuando se pasan la película de que son
la última función hollywoodense de la diva glamorosa venida a
menos, reestiliza una convención de lo femenino abigarrada de
sobremarcas : el travesti necesita disfrazar a la mujer (cubrir su
imagen de signos-revestimiento : enmascararla con figuras) para
poder disfrazarse de ella robándole sus máscaras. El travesti es
oficiante de una femineidad siempre ceremonial. Reverencia el culto
profano a las efigies de lo femenino. De ahí su pasión por el cine que
deifica a la mujer en la leyenda aurática de la star. El rito travesti de
la conversión sexual que involucra representaciones y no
sustancialidades, exige desposesionar a la mujer de sus roles (de
todo lo que la ata a una servidumbre de haceres) para posesionarse
de sus imágenes y pareceres . Privilegiando el irrealismo del efecto (lo
que reluce en la vistosidad del artificio) en contra del realismo de la
función (lo que desluce por rutina y obligaciones).
Desde "la grotesca fealdad de su imitador travesti", es toda la
hiperretorización de lo femenino que salta a la vista por gracia de su
contrahechura : el armado de fachada que le rinde culto iconológico
a la Belleza, la estereotipificación del modelo en la fabricación
mimética de los roles de la mujer que desenrola el travesti cuando
hace reventar el calce sexo-género por incongruencia anatómica.
71
conversión sexual es castigado como burla por la moral del sexo
"fuerte"que se atiene al estricto rigor de la verdad."El travesti es el
homosexualque se recubrey escapa de sí. Ya no es Pedro, ni Juan,
sino que es la Roxana.Con el travesti es muy grande la verdad pero
es mayor la mentira. Cuando trabajas en arte con el travesti no das
una informacióncorrecta. Se crea una dificultad en el espectador"13 •
Dificultadque, más allá de la turbación sexual, tiene que ver con el
escamoteode la verdad:con privilegiarla falsedadde las apariencias
en contra de la verdad de las esencias, con dejarse alucinar por la
rutilancia de lo postizo, con quitar y ponerse máscaras y disfraces
para llevar la continuidad trascendente del ser a vacilar
(antifundamentalistamente)en la alternanciade los pareceres.
El bisexualizarsemediante un disfraz que parodia la cláusula mera-
mente ornamental de la femineidad para simular-disimularse en
puras estrategiasde las apariencias,el remitir la expresión humana
y su fraseología de la sinceridad a una dramaturgia de la pose
reteatralizadapor el makeup, no podríasino decepcionary ridiculizar
la fe patriarcal en las teologías del sentido que creen en la verdad
interior,en la expresiónsinceradel yo auténticoy profundo. Insustancial
y desustancializador,el travestismono podría sino verse censurado
por el dogmapolíticoque promuevela tesis(verdad)del cambiosocial,
incluso cuando se trata de la tesis de la liberacióngay a cargo de la
militancia homosexual. Cuando Pedro Lemebel narra el Primer
Encuentro de Homosexuales realizado en Noviembre de 1991 en
Concepción(Chile),hablade cómo "la diversidadideológicaproducto
de la orfandad política fue desarmando el tramado lineal que traía
como estrategia el grupo Movihl (Movimiento de Homosexuales
Chilenos),con resabiosde antiguasarticulacionespartidistas,que se
fuerondelatandoal desencajarsecon la parodiaácidade Las Yeguas
del Apocalipsis,en complicidadcon lesbianasy locas,un antidiscurso
que hizo tambalear enojados a los graves homosexuales de la
capital"14 •
La "parodiaácida"del travesti es la que engaf'lael discursofalocrático
de la autorepresentaciónHorno (homosexual/homológica)al jugar
con los dobleces y los desdoblajes del sentido en un teatro de la
incertidumbreque es también comedia de las sustituciones,a partir
de marcas sexualestan ambivalentescomo hipotéticas.Mientrasel
discurso homosexualreproducela lógica erectadel sentido rector en
72
la programática dura de la Revolución del deseo, el discurso travesti
se estetiza y se afemina : copia las artimanas del sexo "débil'' para
debilitar el ideologismo revolucionario haciéndose la loca con su
seudosemántica de los géneros transversos . Frente a aquellos
programas de reivindicación homosexual y también feminista (en el
caso del feminismo esencialista que absolutiza el sujeto-mujer como
referencia plena y total), pudiera ser que la "persona periférica " del
travesti con su divagante metáfora de las identidades superpuestas
y canjeables sea "uno de los retos más potencialmente subversivos"
enfrentado a los sistemas de categorización unívoca de la identidad
normativa. Y eso por cómo el travesti "sacrifica la igualdad fundacional
por la diferencia transformacional. Al ignorar la jerarquía tradicional
entre apariencia y esencia, interior y exterior , realidad y simulación
( ...) adquiere una desconocida mobilidad , libre finalmente de las
restricciones artificiales (consistencia biológica y social, delimitación
geográfica, compulsión histórica) que le impone la cultura dominante
en nombre de la pureza esencial" 15 •
Pero ese retrato hecho por Celeste Olalquiaga corresponde al gay
latino de Nueva York, como metáfora postmoderna del reciclaje de
identidades que mezcla definiciones de Primer Mundo y de Tercer
Mundo saqueando vitrinas y repertorios de signos en la metrópolis . El
travesti latinoamericano pone en escena otro simulacro mediante su
arte neobarroco (o "neobarroso") del desecho. La estética pobre del
travesti de barrio cobra todo su precio al exhibir el hallazgo de la
baratura de lo "casi nuevo" cuando su traje de fiesta es una prenda
de mujer sacada de las tiendas de ropa usada norteamericana. El
desecho vestimentario, el excedente de mercado destinado a la
reventa periférica (la sobra consumista) es recuperado por el travesti
latinoamericano que dramatiza su suerte bastarda al combinar restos
sintácticos de lenguajes importados (la vestimenta gringa) con su
propia alucinación desfigurativa y transfigurativa que culmina en el
sinfín de la copia de la copia. La prenda norteamericana en desuso
y reusada ya contemplaba en su precio de rebaja las caídas del
modelo (subliminalmente: la alta costura) facsimilarizado en la calle.
El travesti latinoamericano que se revolotea en medio del sintagma
vestimentario de la ropa usada para juntar una femineidad de segun-
da mano, remata su desfile de caricaturas en el apoteósico remedo
73
de una femineidad prestada (copiada)y copiona. El cuerpo-simulacro
(por latino y mujer falsa) del travestí pobre, del traficante de fachas,
recicla el fragmento (la prenda desprendida del mercado de la
confección norteamericana) en la periferia latinoamericana de una
pose traslaticia que imita las imitaciones de Joan Collins en "Dinastía"
. Esa pose arma el cruce transmimético en el que se dan citas
reproducciones maestras y originales en decadencia carnavalizados
por la excéntrica locura de desensamblar retazosdegéneros,retazos
y géneros .
74
1Juan Dayjlaes un artista chileno residenteen Australia desde 1979 que ha seguido
exponiendoregulannenteen Chile durante el régimen militar.
2
PatricioMarchanten "Sobreel uso de cjertas oalabras· publicadoen versión inglesa
en la revista australianaArt&Text N.9 (Melboume-Australia-1983).
3
performance-videorealizadapor Juan Dávjla y Car1osLeppe en el Instituto Francés
de Cultura (Santiagode Chile-1982),que incluis el video "la Bjblja" de Martln Munz
presentadoen la 4. Bienal de Sydney (1982).
1
Clayáa Donosoy Paz Errázyriz "Lamanzanade Adan" (Santiagode Chile-Editorial
Zona-1990).
• Diamela Eltjt ·una mjrada en los jnterstjdos· (sobre la obra de Paz Errazurriz) en
paqjna Abjerta N. 69 (Santiagode Chile-Julio 1992).
10
"ErnestoMuñoz·lhe 1aststar"en Bumw:a
(Santiagode Chile-EdicionesCADA-1982.
).
11
los textos publicadospor Pedro Lemebelen la revista paqjna Abjerta durante 1991
y 1992enmarcadosbajo el titulo "Crónjca Urbana"grafican también la excursióngay
que desalinealos rangosde la ciudad (de plaza de armas en sala de cine y en parque
municipal)con su mapa clandestinode subcorrienteslibidinales.
12
PedroLemebel • "Ojo con el Under" en paqjnaAbjerta N. 62 (Marzode 1992Santiago
de Chile.)
13
Ernesto Muóoz, ibid.
14
Pedro Lemebftl "Fertil provincia señalada"en paqjna Abjerta N. 60 ( Santiago de
Chile-Noviembre1991).
75
11
CeiesJeOJaiqyjaqa"Cultura buitresca: el reciclaje de las imágenes en la
posmodernidad" en la Reyjsta
de CrjJjca
CylJYcal
N. 6 (Santiago de Chile-1992).
76
5. FEMINISMO Y POSTMODERNISMO.
77
lización del diseno de la modernidad europea dominante, ni como
género sexual (la mujer) ni como identidad cultural (Latinoamérica).
Es también cierto que no hemos sido nunca sujetos «fuertes»de la
tradición cuyo derrumbe valórico es resentido como drama por la
filosofía occidental que hoy lamenta la caída de sus exclusivos y
excluyentesprivilegiosde metalenguauniversal. Pero no creo que el
no ser parte histórica ni geográficadel perímetrodiscursivo en el que
la crisis postmodernase diagnosticay se comenta, deba privarnosde
la oportunidad de pronunciarnossobre las ambigüedadesde regis-
tros de tal crisis sacando provecho de sus figuras más dúctiles.
El discurso postmodernoes un discurso surgido en el interiorde una
cultura que siempre buscó administrarlinealmentela consecutividad
de los «pre» y de los «post» desde el único punto de vista de su
racionalizaciónhistórico-dominante. Estosabusosde puntosde vista
culminanhoy en la operaciónpostmodemade sintetizaciónmetropo-
litana del poder económicoy cultural de las combinacionesde series
ramificadasa escala planetariapor el capitalismomultinacional.Pero
el discurso postmodernistaes también un discurso que, como todo
discurso, ofrece discontinuidades y fugas de enunciados que nos
sirven para aprovechartácticamentesus quiebres de perspectivas,a
favor de una refuncionalizacióncrítica (latinoamericana)de los vo-
cabularios más insurgentesdel relato de la crisis4 •
Desde ya, algunos de los enunciados postmodernos iluminan de
rebotezonas nuestrasde tensiónculturalhastaahorano verbalizadas,
o carentes de elocuencia, por no haberse aún visto enfrentadas a
preguntas que las convocaran a marcarse y a desmarcarse tan
intensivamente. Así ocurre con varias zonas de contradiccionesque
forman pliegues en el discurso de la modernidad latinoamericana.
Una primera sugerencia postmoderna nos incita a releer a la mo-
dernidad desde lo negado por ella, o desde lo que en su interior se
resiste a la guía clásica de su pura razón luminosa: lo que se oculta
en las zonas más sombreadas de su «razón desrazonable» (Buci
Glucksman). Estas relecturasfavorecendesdeya una percepciónde
la modernidadlatinoamericanacomo juego plural de racionalidades
desuniformes.Y nos acercanentoncesa unacomprensiónheterodoxa
de la modernidadresidualde la periferialatinoamericana:una moder-
78
nidad que junta y disjunta espacios y tiempos heterogéneos,
multiestratificados por tendencias en discordia (mito y progreso,
oralidad y telecomunicación, folklore e industria, tradiciones y merca-
do, rito y simulacro) . Una modernidad entonces cuyos injertos y
trasplantes de signos disparejos la acercan más a la impureza del
collage (y a sus juegos de texturas y superficies disímiles) que a la
pureza de una ritualidad ético-religiosa que permanecería como
fondo incontaminado porque «mantuvo sin modificaciones su núcleo
de valores originarios» 5 .
Otro desocultamiento postmoderno de estas zonas de «razón
desrazonable» nos ensena que «la arqueología de lo moderno ha
estado obsesionada por lo femenino»: por la metáfora barroca de una
alteridad y de una heterogeneidad que siempre amenazaron con
desestabilizar el yo-identidad del racionalismo clásico 6 . Es por esto
que en cada fase de crisis reaparece junto con «la cuestión de la
modernidad» la cuestión de la mujer y de la «femineización de la
cultura». Esa otra zona de negatividad plural de lo moderno,
reacentuada por la flexión crítica de la postmodernidad, nos sirve
para analizar «la serie de correlaciones a construir entre cultura de la
crisis( ...), desconstrucción del sujeto clásico masculino y consciente
y recuestionamiento de la partición masculino/femenino» 7 •
Pero es necesario ir más allá del beneficio traído por estas sugeren-
cias de relecturas postmodernas de la modernidad que celebran las
mezcolanzas y revolturas de los lenguajes híbridos de la
transculturación latinoamericana, o que despliegan la torsión barroca
del pliegue oculto de lo «femenino». Argumentemos también a favor
de otra potencialidad de rendimiento crítico que justifica la transferen-
cia y recontextualiz_ación periféricas de uno de los temas postmodernos:
el tema del descentramiento y de la alteridad.
79
lo dominante y lo minoritario , lo hegemónico y lo subalterno, etc. a
favor de lo hasta ahora descartado o rebajado por las jerarquías
(logocentristas-falocentristas-eurocenristas, etc.) de la cultura oficial.
El hecho de que «la posición de las mujeres es estructuralmente
inscrita» en las marcas de «la ausencia, de la periferia, de lo Otro» ha
convencido a varios teóricos postmodernistas de que «el feminismo
es el discurso político paradigmático del postmodemismo» 8 •
Sin duda que le corresponde al feminismo latinoamericano mantener-
se alerta y generar resistencias en torno a cómo la teoría
euro-norteamericana suele reivindicar esa figura de lo Otro para
administrar su retórica como privilegio internacionalista: el centro
descentrado habla en representación de lo Otro, pero generalmente
lo hace negándoles a sus otros (los de la periferia) la oportunidad de
pelear los mecanismos de intervención y confrontación discursivas e
institucionales que los constituiría e instituiría en sujetos y no en objetos
del discurso de la otredad 9 • Pero junto con ejercer vigilancia en torno
a las estratagemas de esa "marginocentralidad estetizante » (Yudice),
el feminismo latinoamericano debe también preocuparse de saber
cuales son las ranuras e intersticios de la teoría metropolitana que
podrán ser aprovechados para torcer o desviar a su favorel paradigma
de lo Otro. Y de cuales son las alianzas solidarias que pueden y deben
concertarse entre ciertos discursos periféricos y ciertas teorías me-
tropolitanas : las dispuestas a explorar la cartografía de una
«posmodernidad alternativa» 10 que traslimite las fronteras
predisenadas des postmodernismo oficial.
En ese sentido, aventurar cruces entre el debate postmodernista y el
feminismo es una tarea no solo excitante sino necesaria, ya que estos
cruces comprometen discusiones vitales para el feminismo latino-
americano: discusiones sobre identidad y poder (sobre márgenes y
centros; sobre centros, descentramientos y recentralizaciones del
poder cultural) , pero también sobre las estrategias teórico-políticas
de inscripción de la diferencia (mujer, periferia) en la problemática de
«la Diferencia» como forma de dialogar con y a la vez interpelarlas
teorizaciones postmodernistas de lo Otro validadas en los centros
internacionales.
80
Es cierto que muchos de los comentaristas oficiales del
postmodernismo no fueron suficientemente enérgicos en salvar
líneas de oposición crítica a las recuperaciones conservadoras de la
institución cultural que se valió de la consigna antimodernista de la
muerte de las vanguardias para retornar a la tradición idealista-
burguesa de la cultura académica. También es fácil comprobar que
el eslogan del fracaso de los radicalismos utópicos y de los
ideologisrnos revolucionarios, del discrédito del militantisrno de iz-
quierda, suele operar muchas veces corno coartada para festejar la
vuelta a un real-social ya libre de intervenciones críticas y reconvertido
en objeto de contemplación narcisista. El mismo lema postmoderno
de lo plural (pluralidad y pluralismo) suele encubrir una neutralización
del juicio que lleva las diferencias a servir pasivamente la indiferencia
conformista del «todo vale» liberalizado por el mercado de bienes y
mensajes.
Pero junto a la carga des.movilizadora del relativismo escéptico y del
nihilismo contemplativo que caracterizan un determinado estilo
postmoderno, existen dentro del mismo campo postmodernista ten-
dencias cuya energía confrontacional relanza proyectos de interven-
ción crítico social. Y más que sólo lamentar o condenar aquellas
declinaciones postmodernistas (quizás las más vistosas) que le
sirven de disfraz ideológico a las jugadas de mercado del capitalismo
multinacional o que funcionan como perversas aliadas de la
derechización neoliberal, «deberíamos tratar de rescatar a lo
posmoderno de su colusión con el neoconservatismo, allí donde esta
operación parezca posible. Deberíamos también reflexionar sobre si
el posmodemismo no encierra contradicciones productivas y un
potencial oposicional y crítico. Si lo posmoderno es una condición
histórica y cultural (no importa cuán incipiente), entonces, las prácti-
cas y estrategias oposicionales deberían ser ubicados en el interior
del posmodemismo, claro que no en sus fachadas relucientes .....11 •
81
así sea-comoproductode lasfracturasde autoridadde la racionalidad
omnipotente del sujeto trascendental de la modernidad universal.
Comozonade quiebresde los grandesrelatosde la epistemologíade
lo moderno que ve hoy debilitada su pretensiónde fundar el sujeto
absolutode la verdad soberana.
La postmodernidad corno registro de «una crisis de la autoridad
cultural, concretamente de la autoridad conferida a la cultura de
Europaoccidentaly sus instituciones»12 , supone la puesta en tela de
juicio de variasde las nocionesque fundamentabanla supremacíade
un determinado modelo de identidad cultural: aquel basado en las
totalizacionesomnicomprensivasde los sistemasfinitos de explica-
ción históricay social. Entraronen crisis las nocionesde totalidad (el
fragmento desintegrado reemplaza la completud del Todo), de
centralidad (ya no hay punto fijo para justificar el dominio superiorde
una referenciaabsoluta),de unidad(el pensamientornonológicode
lo Uno ha sido desafiado por la heterogeneidad dispersa de lo
múltiple).
Al teorizar la fracturadel racionalismouniversalde la modernidadque
absolutizaba la conciencia del sujeto occidental-dominantecorno
única duena del conocimiento, el corte postmodernodesmonta de
hecho los arquetiposde representaciónque centraban su autoridad
en una primacía de sujeto blanco-masculino-letrado-metropolitano .
La deslegitimacióny desjerarquizaciónde ese sujetocolonialles abre
nuevas oportunidadesde significacióny participacióna identidades
y prácticas hasta entonces censuradaspor la verdad absoluta de la
representaciónmasculino-occidental1 3
• Identidades y prácticas del
82
to central.Discernir,en mediodel flujo de proposicionesque proviene
de la cultura metropolitana, aquellas ya sensibles a la puesta en
discusión de sus vicios de autoridad, testimonia de una habilidad
selectiva que favorece a la periferia dándole materia para
reintencionalizarasí el significado de las fallas del centro. En ese
sentido, la desintegración de los paradigmas totalizantes de la
modernidadeuropeadominante,estimula la construcciónde formas
alternativasy disidentes a cuya virtualidad contestataria la periferia
no debe renunciarbajo pretexto de que su disef'lohaya sicloteórica-
mente planeado desde el centro. Es posible rearticular el discurso
postmodernistade lo descentrado en nuevas poéticasy políticasde
los márgenesque vayan empujandolas voces subalternasa tomarse
por asalto el canon de la autoridad cultural, apoyándose en los
conflictosde puntos de vistas desatadosen el centro por los actores
sociales que denunciany contestan las narrativasdominantesde la
cultura superior. El potencialcrítico de estas nuevas posturas suble-
vadascontra el régimende captura institucionaly que desestabilizan
su repertoriohegemónico,debeser aprovechadoy reinterpretadopor
la periferia cultural en su disputa contra las reterritorializacionesdel
centro.
83
bajo su nombre 1• . Se podría hablar de:
-la diferencia en cuanto diferencia entre las mujeres, que busca co-
rregir la tendencia ahistórica de un cierto feminismo que representa
a LA mujer sin debidamente especificar las variables de experiencia
(raza, etnia, clase) que diversifican cada grupo fuera de la coordena-
da del género sexual.
-la diferencia en cuanto diferencia entre hombres y mujeres (diferencia
biológico-sexual reinterpretada culturalmente por la marca del géne-
ro), que se basa en una división-oposición entre masculinidad y
femineidad tomados como modelos separados de experiencia y cul-
tura .
-la diferencia en cuanto significado relacional y posicional de la
identidad, que nos indica que la masculinidad y la femineidad son
modos de construcción subjetiva y estrategias de manipulación
crítica de los códigos de identificación y representación simbólicos y
culturales.
Si bien estos tres significados coexisten bajo la designación de
«feminismo de la diferencia», el término lleva dominantemente la
marca del feminismo antiesencialista y desconstructivo: un feminis-
mo que ha recurrido intensivamente al psicoanálisis, a la semiótica,
a la desconstrucción, contradiciendo de esa manera el consabido
recelo del feminismo radical que siempre desconfió de la teoría por
considerarla un aparato de marcada dominación masculina . Ese
feminismo de la «diferencia» parte del supuesto postmetafísico de
que la identidad ya no es la referencia plena y unificada del idealismo
trascendental, sino el escenario de un entrecruzamiento de fuerzas
psíquicas y sociales que descentró la ficción del yo transparente e
idéntico a si mismo. Para ese feminismo postestructuralista, las
roturas y desintegraciones del sujeto-Uno toman inviable el seguir
pensando la femineidad como valor fijo y constante de una sustancia
homogénea. Más que preguntarse por lo femenino en términos de
interioridad, ese feminismo procede a reflexionar sobre la exterioridad
de los signos (representaciones) que construyen y transmiten social-
mente las imagenes de femineidad con las que los sujetos arman sus
identidades por repetición o negación, extrayendo y seleccionando
roles y formas de subjetividad de los repertorios cambiantes y
84
múltiples de la cultura.
85
La complejidad de este juego de operaciones críticas que se montan
y se desmontan unas a otras, parece recomendar que las nuevas
estrategias políticas del feminismo aprendan a alternar y combinar
estos gestos, juzgando siempre tácticamente «la utilidad de ciertos
argumentos» (a favor de la igualidad, de la diferencia o de las
diferencias) «en ciertos contextos discursivos» sin que esto suponga
invocar ..cualidades absolutas de las mujeres o de los hombres» 17 •
86
primero de la corporalidadbiográfica por medio de simbolizaciones
culturalesque son cambiantesy cambiablesy que revocan el postu-
lado sustencialistade una identidaddefinida en si misma de una vez
para siempre.
La extremaciónde esta tendencia desesencializantehizo temer que
el abandono del género (sexualidad) a favor de lo femenino corno
posición-de-sujeto (textualidad)tuviera un resultadocompletamente
desactivador para la toma de concienciafeminista y su voluntad de
cambios sociales: si las mujeres sólo existen abstractamentecorno
articulacionesde signosy posicionalidadesde discursosy no concre-
tamente corno sexo, no habría nada que pelear en nombre de su
liberación contra la violencia material además de simbólica del
patriarcado19 • Pero la reivindicación del sujeto corno posición y
estrategiade discursonotiene porquédesligarsedel análisismaterial
de cuales son las condicionesde significación y poder en las que -
concretamente- se articulan y se desarticulan las políticas de la
identidad, celapreguntaacercade cómo los códigos,textos, imágenes
y otros artefactos culturales constituyen la subjetividad es una pre-
gunta histórica»20 y también sexuada. No tiene porqué entenderse
que el énfasis en la posicionalidad de lo femenino (en el juego de
ubicaciones del signo de la diferencia sexual cuya movilidad rebasa
el supuesto ontológico del referente cccuerpo»)conlleva necesaria-
mentela desgenerizaciónde la diferenciasexual.Esposiblecombinar
en sus respectivosnivelesde eficaciael gesto de seguir movilizando
el género corno plataforma de reivindicación social a partir del
significantecemujer»,con el otro gesto de enfrentarsea los códigosde
poder simbólico e interpretativodesde una pluralidad móvil de posi-
ciones-posturasde subjetividadcrítica que desplazan y hacen girar
la constelaciónde ccdeveniresminoritarios»de lo ccfemenino» .
Abordarla cuestiónde lo femeninoya nocornoexpresiónde un yo que
detenta (por su sustratobiográfico-corporal)la representaciónde una
femineidadtotal y absoluta sino corno problemática de la subjetivi-
dad, le exige en todo caso al feminismo trabajar una articulación
teórica que reconozca que cada sujeto es atravesado por una
multiplicidadconflictivade pulsionesde identidady lógicasde poder.
Sólounfeminismoqueteoricelo femeninocornofuerzade intervención
87
en y de las política(s) de la identidad, responde a la necesidad de que
«en los paises neocolonizados la subyugación de la mujer sea
estudiada en términos de relaciones globales de poder» 21 •
El contexto latinoamericano se caracteriza porque son siempre varios
los mecanismos de opresión y represión (colonialista, neoimperialista,
militarista y patriarcalista, multicapitalista, etc.) que tejen sus meca-
nismos en diagonal: la ideología masculina-patriarcal atraviesa suje-
tos, discursos e instituciones, haciendo nudos (por cruces y
superposiciones) con otros dispositivos de poder que se combinan en
formaciones mixtas de enunciados. Es la imbricación de estas
múltiples figuras-de-sistema la que conviene desentranar, ya que los
puntos de mayor violencia simbólica son los saturados por el ejercicio
coactivo de varias lógicas de dominación que se refuerzan y se
potencian unas a otras. Trasladarse de una figura a otra para
desenganchar las redes de tácita complicidad que sujetan los distin-
tos enunciados, implica que lo «femenino» se desplace con la mayor
pluralidad de movimientos críticos para desmontar los engranajes de
razones y poderes que buscan, entre otras cosas, amarrarnos a
categorizaciones fijas de identidades homogeneas: la identidad fe-
menina, la identidad latinoamericana, etc. Desmentir estas
categorizaciones no es algo que sólo tenga sentido para el análisis
teórico. Diariamente comprobamos que «hay muchos ganapanes
femeninos, nutrientes masculinos, amas de casa y madres feminis-
tas; muchos hombres blancos, clase media, que dan clases de
literatura negra y feminista, en fin hay muchas transgresiones o
confusiones de género en nuestros compromisos cotidianos» que no
sólo nos hacen sentir que el antiguo discurso de la masculinidad y de
la femineidad absolutas se ha vuelto anacrónico, sino que nos exigen
replantear «el contenido normativo del argumento feminista» 22 en
función de esta multiposicionalidad de sujeto que ha ido tomando
formas concretas a medida de la actual diversificación y complejización
de los roles sexuales y sociales que trastocan los rangos y fronteras
divisorias de la identidad tradicional. Un replanteo desnormativizador
de la consigna antipatriarcal del feminismo militante, que consistiría
también en dejar que dimensiones tales corno la creatividad, la
fantasía y el placer, el gusto y el estilo, mezclaran pulsión estética con
88
voluntadde cambiopara entrelazar los repertoriosde figuras y técni-
cas de la seduccióny de la sedición.
89
1
Jean Franco •Si me penniten hablar : la lucha por el poder interpretativo» en セ@
de LasAméricas n. 171 (Cuba-1988) .
2
Teresa de Lauretjs habla de la tendencia feminista angloamericana a •tipologizar,
definir y marcar los varios •feminismos• a través de una escala ascendente de
sofisticación teorlcopolltica donde el •esencialismo .. gravita pesadamente en el punto
más bajo» ; •el esencialismo, en tanto la creencia en una •naturaleza femenina», está
asociado con el feminismo cultural , el feminismo •separatista», el feminismo radical
(con sus matices), y ocasionalmente , el feminismo liberal mientras que el feminismo
socialista y ahora el feminismo postestructuralista y desconstructivo aparecen en el
punto más alto de la escala .»
Esta cita pertenece a su texto •La esencia del triángulo , o tomarse en serio el riesgo
del esencialismo : teoría feminista en Italia , los E.E.U.U. y Gran Bretaña» en De.balll
femjnjsta N.2 (México-1990) .
3
remito, como ejemplo, a esta cita de Raquel mea: •La polémica
modemidadpostmodernidad no puede ser objeto de nuestro discurso feminista
latinoamericano, cuya ambigua integración a los procesos culturales procedentes del
eurocentrismo le impide incluso posicionarse de su propia realidad.( ...) Por otra parte
las mujeres no hemos sido sujetos ni del proyecto moderno , ni de la crisis de ese
proyecto ».
Esta cita corresponde a un fragmento de su ponencia •Feminismo, una utopía que
tiene lugar» presentada en el Seminario• Modemjdad'fosmodemjdad · uoa encrucjjada
latjnoamerjcana » coorganizada por ILET de Buenos Aires y la Revista de Critica
Cultural de Santiago de Chile (Universidad de Chile-Mayo 1990).
90
• LauraKjpnjs,• Feminism:The politicalConscienceof Postmodemism?»en • Unjyersal
Abandon?.. editado por Ancrew Ross for Social Text (Minneapolis-TheUniversity of
Minnesota Press-1989).p.160. La traducción es mfa.
9 • What we must eliminate are systemsof representationthat carry with them the kind
10
George Yúdjce en ·El conflicto de postmodemidades»(Nyeyo Texto Cátjco N. 7
(Stanford University-1991).
11
Andreas Hyyssens en ·Gula del Posmodemismo» en ·El debate modemjdad/
posmodemjdad» (Compilación y prólogo de Nicolas Casulla) (Buenos Aires-Punto
Sur-1989). p.289/290.
12
Crajq Q,yens en ·El discurso de los otros: Las feministas y el posmodemismo»en
•La posmodemjdad» (Selección y prólogo de Hal Foster)(Barcelona-Kairos - 1985).
p.93 .
1
•Mjchéle Barret en ·El concepto de diferencia» en Debate Femjnjsta N.2 (México-
1990).
16
Jacgyes Deráda •Feminismo y De(s)construcción» en Reyjsta de Cr(tjcaCultural
N.3 (Santiago de Chile-1991).
91
17~ibid.
(18)~ ibid.
(21) Kemy Oyarzún en •Edipo, autogestión y producción textual: Notas sobre critica
literaria feminista» en •Gultur:aland bistoácal qroyndjnq toehjspanjc and lusobrazman
femjnjst literary cátjcjsm» editado por Hemán Vida! (Minneapolis Minnesota-lnstitute
for the study of ideologies and literature-1989). p. 593.
(22) Kate Scoperen ·El postmodemismoy sus malestares»en Debate femjnjsta N.3
(Mexico-Marzo 1992).
92
,·,¡ '· ' .
., .