Catecumenado
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Catecumenado
MEMORIAS
Traducción al español:
Gisela Susana Reyes Torres
Correo electrónico:
e.iniciacioncristiana@arquibogota.org.co
Teléfonos de contacto:
(+57) 316-735-6070
(+57) 1- 350-55-11 Ext: 1108
CONTENIDO
PRESENTACIÓN ...................................................................................................................... 1
PARTE I: PONENCIAS REALIZADAS EL 28, 29 Y 30 DE AGOSTO DE 2017 ................. 3
Introducción general ............................................................................................................... 3
Itinerario estructurado: Presentación de la dinámica del Ritual de Iniciacion Cristiana para
Adultos (RICA) ...................................................................................................................... 9
El modelo catecumenal ......................................................................................................... 52
PARTE II: CONVERSATORIO CON EL EQUIPO DE CATEQUISTAS DE
CATECUMENADO DE LA ARQUIDIÓCESIS DE BOGOTÁ, REALIZADO EL 1 DE
SEPTIEMBRE DE 2017 .......................................................................................................... 57
Conversatorio: El Catecumenado de Adultos en la Arquidiócesis de Bogotá ..................... 57
ANEXO 1 ................................................................................................................................. 65
El catecumenado de adultos en la Arquidiócesis de Bogotá. Situación Actual.................... 65
ANEXO 2 ................................................................................................................................. 69
Preguntas Base Conversatorio: “El catecumenado de adultos no bautizados en la
Arquidiócesis de Bogotá” ..................................................................................................... 69
PRESENTACIÓN
En este orden de ideas, en la Arquidiócesis hay que dar mayor visibilidad, por ser principio
inspirador y orientador de todas las demás formas de iniciación cristiana al catecumenado de
adultos no bautizados y a la catequesis de adultos de inspiración catecumenal. Con estas
opciones no se trata de quitarle importancia, valor y visibilidad a la iniciación cristiana de los
niños, adolescentes y jóvenes; lo que se busca es replantear y reestructurar su práctica a partir
del catecumenado y de la inspiración catecumenal con adultos.
1
DA 291
2
DGC 59
3
DGC 59
1
Por eso, y conforme también a lo señalado en las "Orientaciones y Criterios para la Iniciación
Cristiana”, en la Arquidiócesis de Bogotá se organiza un congreso sobre el catecumenado de
adultos no bautizados como principio de renovación de la catequesis en sus comunidades, que
tuvo como objetivo:
En estas memorias se recogen las ponencias de los primeros tres días del Congreso y el diálogo
que emergió en el conversatorio del 1 de septiembre con los catequistas. Esperamos que sean
de gran provecho para la reflexión de las comunidades y para la renovación de la catequesis
desde la opción por la iniciación cristiana en la Arquidiócesis de Bogotá.
2
PARTE I: PONENCIAS REALIZADAS EL 28, 29 Y 30 DE AGOSTO DE 2017
INTRODUCCIÓN GENERAL
-Joël Molinario -
¿Por qué dentro de la Iglesia se llega a hablar de modelo catecumenal?
Del catecismo al catecumenado: historia moderna de la catequesis
4
Martin Luther, Les livres symboliques comprenant le petit catéchisme, le grand catéchisme, les articles de
Smalkade, col. Obras de Martin Luther II, ed. «Je sers », París, 1947, p.15. ; Le catéchisme en notre langue, grand
catéchisme, Obras completas, tomo VII, Labor et Fides, Ginebra, 1962.
5
Desarrollo en detalle este primer aspecto en mi obra Le catéchisme une invention moderne, Bayard, Paris, 2013.
6
Jean Gerson, Obras completas. Introducción, texto y notas de P.Glorieux, t.1 Introducción general, Paris-
Tournai, Desclée 1960.
7
Martin Luther, Le catéchisme en notre langue, (Grand catéchisme), Obras completas, Tomo VII, op.cit. p.28.
8
Martin Luther, Obras completas, tomo VII, p.169; 173 et 175.
3
Trento y autor del prefacio del mismo publicado en 1566. El Catecismo romano (otro nombre
del Catecismo del Concilio de Trento)9 no es un texto para aprender de memoria. Es una
presentación orgánica (fe-esperanza y caridad) de la fe recibida de los apóstoles, con cuatro
partes recibidas de la tradición catequética de la Iglesia desde los Padres: fe, sacramentos,
moral, oración. Dentro de su prefacio de inspiración agustina, Carlos Borromeo precisa bien
que no existe más que un solo maestro, Jesucristo, y que el catecismo es un instrumento
entregado al pastor para suscitar el deseo de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Luego explica
que no ha de pensarse que pudiera existir una sola pedagogía, y la misma para todo el mundo.
Hay diferencias de edad y madurez que deben tenerse en cuenta y, por lo tanto, queda descartada
la práctica de un solo método para todos.10 Además de San Agustín, es el espíritu de los
humanistas el que resurge en este prefacio. Carlos Borromeo, y por lo tanto el Magisterio del
Papa, retoma las temáticas y las preocupaciones educativas de los humanistas del Renacimiento
europeo.11 De esta manera, la génesis del catecismo está marcada por la preocupación moderna
por la persona creyente y se sumerge en el problema educativo de los humanistas.
Un endurecimiento de los catecismos marcado por las polémicas
Si en el momento de su nacimiento la pedagogía de los humanistas y la renovación teológica
del Concilio de Trento conjugaron sus perspectivas con el fin de crear el catecismo, tres siglos
después será en términos de disputa que la pedagogía y el catecismo se encontrarán. Del mismo
modo, la modernidad se convierte en el enemigo de los catecismos a partir del siglo XVIII.
¿Qué cambios suceden entonces durante estos siglos modernos?
Una serie de tres controversias marcaron los catecismos católicos luego del siglo XVI.
La oposición a los protestantes tendrá como consecuencia una marginación de las Escrituras,
un acento cada vez más marcado en una Iglesia jerárquica y jurídica, y una definición de la fe
como suma de verdades que han de creerse según la definición de Bellarmin.12
La crisis jansenista del siglo XVII también marcará los catecismos de desconfianza frente a la
gracia, lo que generará una sequedad espiritual más grande y un moralismo que habrán de
estructurar los catecismos, organizados según la lógica de las “tres obligaciones”, en palabras
de Elisabeth Germain, la gran historiadora de los catecismos.
Finalmente, la Ilustración y la Revolución Francesa serán la ocasión para una reacción de
carácter intelectualista por parte de los catecismos. Como los filósofos del siglo XVIII afirman
que la religión es un discurso irracional y sin fundamento lógico, los catecismos se decidirán a
mostrar que la fe es más racional que la filosofía de la Ilustración, y que la autoridad del Papa
es más grande que la del estado republicano.
9
El título exacto es: «CATECHISMUS, Ex decreto Concilii Tridentini, Ad PAROCHOS, PII QUINTI
PONT.MAX IUSSU EDITUS. ROMAE, In aedibus Populi Romani, apud Paulum Manutium, MDLXVI. Cum
privilegio Pii V. Pont. MAX.» G.J. Bellinger realizó una bibliografía del catecismo romano, Bibliographie des
catechismus Romanus ex decreto Concilii Tridentini ad Parochos. 1566-1978, Bibliotheca aureliana, Baden-
Baden, V.Koener, 1983. Abbé Gagey, Catéchisme du Concile de Trente avec texte en regard, 2 volúmenes, Gabriel
Beauchesne y Cía, Paris, 1911; Mme et M.Lavraue, Concordance entre le catéchisme, l’Évangile et l’histoire
sainte, P.Letheilleux, librería-editorial, Paris, 1910, 56p.
10
Catéchisme du Concile de Trente, revue Itinéraire, N°136, op.cit., prefacio, p.12.
11
Émile Durkeim, L’évolution pédagogique en France, P.U.F., Paris, 1969, 399p., ver la segunda parte, «Del
Renacimiento a nuestros días».
12
Élisabeth Germain, 2000 ans d’éducation de la foi, col. Bibliothèque d’histoire du christianisme n°1, Paris,
Desclée, 1983, ver pp.92-9.
4
Una reacción pedagógica
La intelectualización exagerada de los catecismos tiene sus razones históricas y teológicas. Ha
tenido por consecuencia un apego y una confianza sin límite frente al texto de los catecismos.
El papa Pío X, en 1904,13 afirma que el objetivo de la misión de los pastores (curas o vicarios)
es hacer aprender el catecismo, propósito, a partir de ese momento, casi sagrado. 14 Mientras
que para Carlos Borromeo se trataba de una ayuda para suscitar el deseo de Jesucristo, el
conocimiento del libro del catecismo se volvió algo beneficioso: en tres siglos, el medio se
convirtió en el objetivo.
A finales del siglo XIX va a brotar una reacción pedagógica. Ya vemos aparecer una búsqueda
pedagógica, que sigue siendo minoritaria, pero que expresa una molestia que experimentan los
catequistas a la hora de ayudar a aprender las preguntas y respuestas del catecismo, tan
desconectado de la vida cotidiana y espiritual de los niños. Marie Fargues, una de las pioneras
francesas de la renovación pedagógica de la catequesis, dirá a mediados de los años 30 que “el
catecismo no ha salido ni cien metros a la calle”. El lenguaje del catecismo parece estar
desconectado de los catequizados y la pedagogía muy tediosa. Estos catequistas quieren
compensar la frialdad del lenguaje de los catecismos con imágenes que toquen los sentidos,
más que las fórmulas abstractas.
Un aporte determinante fue el método de Munich, 1898. Es un diagnóstico, un encuentro y una
pedagogía. Un diagnóstico: la enseñanza del catecismo supone una vida de fe, 15 una práctica
ritual que dé sentido, mediante la vida del cuerpo eclesial, a los enunciados teóricos del
catecismo. Aquello que Joseph Colomb, el gran pensador de la renovación catequética francesa,
denominará más tarde el catecumenado social. Sin embargo, justamente, los presupuestos
sociológicos y espirituales del catecismo comienzan seriamente a desmoronarse durante el siglo
XIX y de manera acelerada durante el siglo XX. La descristianización socava de forma
progresiva la base de la vida cristiana sobre la que reposaba la enseñanza del catecismo. Las
consecuencias pedagógicas parecen imponerse. Ya no basta con repetir ni memorizar fórmulas
que no hacen eco en la existencia de los catequizados. Hay que renovar el método del catecismo
por una pedagogía activa que suscite el interés de los niños.
Una renovación teológica para la catequesis
Si la primera fase de la renovación catequética es pedagógica, esta requería necesariamente una
fase de revisión teológica del catecismo. Joseph André Jungmann s. j., profesor de teología
catequética y luego litúrgica en Innsbruck, fue un pionero en cuanto a la renovación teológica
de la catequesis. Constataba que la renovación de la metodología catequética inaugurada en
Munich había creado un vacío teológico, porque el nuevo método obligaba a una teología
nueva. Con J-A Jungmann16 y Joseph Colomb en Francia, la renovación catequética emprendía,
13
N.S.P. el papa Pío X, carta encíclica Acerbo Nimis, sobre la enseñanza de la doctrina cristiana, col. Enseñanzas
pontificias, ediciones Sainte Jeanne d’Arc, 1985, 21p.
14
S.Pío X, Petit catéchisme, Dominique Morin, Jarzé, 1973.
15
“Si, durante siglos, la juventud pudo iniciarse, cada vez más, en la doctrina y la vida cristianas, fue gracias al
entorno de un cristianismo prácticamente vivido en familia y en la iglesia. Las oraciones cotidianas, las costumbres
piadosas y los símbolos cristianos, introducían al niño en un medio santificado por la religión…”, explica J-A.
Jungmann, Catéchèse op.cit. p.59
16
Observemos que Emilio Alberich hace una lectura similar. ¿Véase, La catéchèse dans l’Eglise, traducida del
italiano por J.P. Bagot, Cerf, Paris, 1986, ¿p.?
5
en los años 1940-1950, una vía de revisión que iba más allá de un asunto de método que, sin
embargo, no debe descuidarse.
“La doctrina cristiana no es jamás un fin en sí misma, sino que debe conducir a Dios. El
conocimiento es, sin duda, necesario, pero lo que hay que conocer es la ruta a seguir”. Así se
expresaba J-A Jungmann.17 Aquí, la perspectiva de renovación catequética no es solamente
pedagógica. Jungmann establece una distinción entre lo que corresponde al ministerio de la
Palabra, la predicación y la catequesis, y lo que corresponde a la ciencia teológica que trata de
la doctrina revelada en términos estrictos de una verdad a demostrar. Dentro de la catequesis se
trata de la misma verdad, pero vista bajo el aspecto de los bienes del reino y de la doctrina de
la salvación. La catequesis tiene por misión anunciar la salvación como buena nueva y trazar
un camino para el seguimiento de Cristo. Jungmann y Colomb nos invitan a comprender las
cuestiones teológicas de la renovación catequética. Agudizan nuestra mirada frente a la acción
catequética de la Iglesia indicándonos, de una parte, que el método catequético que dinamiza y
concede la palabra al niño, no es una actividad teológica neutral y, de otra parte, invitan a
reconstruir la catequesis sobre un nuevo paradigma teológico cuyo modelo se arraigará en los
Padres de la Iglesia y el catecumenado bautismal.
Así, la renovación catequética se presentaba a mediados de este siglo XX como una renovación
tanto teológica como pedagógica. El cambio a realizar consistía en separar la enseñanza
catequética de su modelo escolar. Salir del manual del catecismo racionalista de preguntas y
respuestas supone un cambio de orientación teológica y antropológica. La fe no es una teoría
acerca de Dios; es un compromiso a seguirlo y a responderle. Por tanto, el hombre creyente no
es un conocedor de Dios sino un ser que compromete su persona en todas sus dimensiones, es
una palabra que responde a una Palabra. Es esto lo que llamamos el movimiento kerygmático
de la catequesis que el papa Francisco retoma hoy en día en Evangelii Gaudium.18
La catequesis con Vaticano II
Esta renovación catequética, pedagógica y luego teológica, fue validada por el Concilio
Vaticano II. Elementos a conservar:
1- Mediante el voto de la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II en 1965 y su
teología de la Palabra. Después de debates muy duros, Dei Verbum fue adoptado
rechazando una concepción intelectual de la Revelación porque es Cristo la plenitud de
la misma. En consecuencia, ya no es posible identificar la finalidad de la catequesis con
un texto de catecismo que hay que aprender. La catequesis se comprende, en adelante,
como el compromiso de una Iglesia que escucha la Palabra viva y hace vivir esta Palabra
abriendo la palabra, la oración y la acción en un itinerario que inicia un camino hacia
Dios. Porque la respuesta del hombre a la Revelación de Dios hace parte de la
Revelación de Dios en Jesucristo, ya que, en Jesucristo, plenitud de la Revelación, Dios
se dirige a los hombres como amigos, se lee al inicio de Dei Verbum § 2 “por esta
revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor
y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía.
Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos
17
Joseph-André Jungmann, Catéchèse, ediciones Lumen Vitae, Bruselas, 1954, traducido del alemán: Katechetik.
Aufgabe und Methode der religiösen Unterweisung, fribourg-en-Brisgau et Vienne, herder, 1953. p.55
18
Evangelii Gaudium § 165
6
entre sí…”.19 El advenimiento de una teología de la Palabra, adoptada luego del
Concilio Vaticano II, permitió intensificar y validar esta renovación catequética
pedagógica y kerygmática.
2- Si a nivel teológico Dei Verbum fue un giro decisivo para la teología de la catequesis,
la solicitud del concilio de reestablecer un catecumenado para adultos dentro de cada
diócesis fue una decisión fundamental para la renovación catequética, ya que situaba la
catequesis dentro del proceso de evangelización de la Iglesia y la sacaba
simultáneamente de una visión pedagógica escolar y de una concepción demasiado
intelectual de la fe. La catequesis no puede reducirse a una enseñanza, sino que debe
concebirse como un proceso de iniciación a la fe y dentro de la fe de la Iglesia.
3- Si bien 143 obispos solicitaron la redacción de un catecismo al principio del concilio,
finalmente, el concilio no escribió ningún catecismo, recomendó la redacción de un
directorio catequético y al final introdujo dos nuevas palabras en el lenguaje del
Magisterio: catequesis y catecumenado, que no se confunden con catecismo.
El modelo catecumenal ante la entrada del Concilio Vaticano II
El sínodo consagrado a la catequesis de 1977 afirmó por primera vez que el catecumenado debía
ser inspiración para toda la catequesis. Algo que retoma y dice también a su manera el
Directorio general para la catequesis (DGC) en 1997.
Esta es una verdadera renovación que la Iglesia intenta vivir y en la que se subraya fuertemente
la eclesialidad de la catequesis como iniciación. El carácter litúrgico y sacramental de la
catequesis también se desarrolla ampliamente a partir de la experiencia de la fe que la Iglesia
propone vivir. En efecto, dentro de una catequesis concebida como una iniciación en la fe, se
lleva al catequizado o catecúmeno a realizar la experiencia de la fe que la Iglesia misma vive a
través de su escucha de la Palabra de Dios, su vida litúrgica y sacramental y su vida cristiana
dentro del servicio al prójimo. A este respecto, los obispos franceses hablan de “baño de vida
eclesial” en su texto de orientación de 200620para expresar esta eclesialidad de la iniciación
cristiana cuyo modelo es el RICA y cuya pedagogía escolar deja de ser la referencia primera.
19
Concile Vatican II, Constitution Dei Verbum, §2
20
Conférence des évêques de France, Texte national pour l’orientation de la catéchèse en France, 2006
7
Conclusión
Por lo tanto, los problemas pedagógicos de la catequesis han de comprenderse dentro de un
conjunto sistemático donde parece que la renovación pedagógica se ha hecho más densa en
términos de una renovación teológica que, con seguridad, le ha garantizado su valor de
renovación. Porque si la catequesis es una práctica pedagógica de la vida de la fe, entonces todo
modelo pedagógico conlleva una representación teológica que le está conferida. Por tanto,
catequesis, pedagogía y teología se moldean recíprocamente y no se puede modificar una sin
afectar la otra. Pero luego del restablecimiento del catecumenado bautismal de los adultos (la
iniciación cristiana de los adultos) requerido por el Concilio Vaticano Il, la pedagogía de la fe
adquirió un contenido concreto, el del itinerario catecumenal que propone el ritual de la
iniciación cristiana de adultos.
8
ITINERARIO ESTRUCTURADO:
PRESENTACIÓN DE LA DINÁMICA DEL RITUAL DEL INICIACION CRISTIANA PARA
ADULTOS (RICA)
-Anne-Marie Boulongne-
Introducción
Como acabaron de recordarnos, el Directorio general para la Catequesis de 1997 afirma, tras
el Sínodo sobre la catequesis de 1997, que:
“Dado que la "misión ad gentes" es el paradigma de toda la acción misionera de la
Iglesia, el catecumenado bautismal a ella inherente es el modelo inspirador de su acción
catequizadora. 21 Por ello, es conveniente subrayar los elementos del catecumenado que
deben inspirar la catequesis actual y el significado de esta inspiración”.22
Ya no es suficiente expresar con palabras una experiencia cristiana que podría pensarse
“arraigada” en la vida familiar, en la organización de los ritmos de vida y los espacios de la
sociedad… Todas las iglesias se encuentran en una situación misionera y la catequesis debe
inscribirse decididamente dentro de esta perspectiva misionera. Es por eso, siempre de acuerdo
con el Directorio General (que denominaremos “DGC”), que “[La] formación catecumenal ha
de inspirar, en sus objetivos y en su dinamismo, a las otras formas de catequesis”23.
Por lo tanto, vamos a intentar percibir la “dinámica” del itinerario catecumenal, para
comprender los “objetivos”, las implicaciones catequéticas y lo que eso significa para las “otras
formas de catequesis”.
Pero señalemos primero que todo la insistencia que hace el DGC en el verbo “inspirar”. El
Directorio precisa, por cierto, que “la catequesis posbautismal” no debe “reproducir
miméticamente la configuración del catecumenado bautismal” 24, sino “inspirarse” en él.
Citando el Ritual de Iniciación Cristiana para Adultos, subraya que se debe terminantemente
tener en cuenta la diferencia entre bautizados y catecúmenos:
“Antes hay que decir, sin embargo, que entre los catequizandos y los catecúmenos y
entre la catequesis posbautismal y la catequesis prebautismal, respectivamente, hay una
diferencia fundamental. Esta diferencia proviene de los sacramentos de iniciación
recibidos por los primeros, los cuales ‘han sido ya introducidos en la Iglesia y hechos
hijos de Dios por el Bautismo. Por tanto, su conversión se funda en el Bautismo recibido,
cuya virtud deben desarrollar después’” 25
Para dejarse “inspirar” por el itinerario catecumenal, para no reducirlo a ciertas recetas ni
instrumentalizarlo en función de sus propios a priori catequéticos y pastorales, hay que tomarse
el tiempo de comprender “el espíritu”. La intención de mis dos intervenciones será esa: ayudar
a aquellos entre ustedes que todavía no lo conocen, a entrar en el espíritu del Ritual de Iniciación
Cristiana de Adultos (que llamaremos, para ahorrar tiempo, el “RICA”) y ayudar a aquellos
entre ustedes que ya lo conocen y lo practican, quizá desde hace ya tiempo, a apreciarlo incluso
21
Cf MPD 8; EN 44; ChL 61
22
DGC 90
23
DGC 59
24
DGC 90
25
RICA 295, DGC 90
9
más y tal vez de una manera renovada. Como el Ritual es de una gran riqueza, confío en que
cada uno descubrirá en él algo nuevo, también hoy.
De cualquier manera, espero que mi intervención dé a aquellos entre ustedes que todavía no lo
han leído, el gusto de meditar por sí mismos, solos o en grupo, este bello ritual de iniciación
cristiana de adultos. Para muchos católicos (aunque tal vez no en Colombia…), un ritual es un
libro destinado a los sacerdotes, tal como en la escuela existe el manual del maestro. Un libro
reservado que contiene las secciones que un sacerdote debe observar. En realidad, el RICA
debería ser el libro de cabecera de todos los catequistas. De hecho, contiene:
- por una parte, notas pastorales esenciales para la comprensión de la dinámica de la iniciación
cristiana;
- por otra parte, una descripción de los ritos que permite que cada uno comprenda mejor su
papel dentro de la celebración litúrgica; por supuesto, dentro de la celebración de los ritos
propios del catecumenado, pero también dentro de toda celebración litúrgica, especialmente
la de la misa dominical.
Mi intervención no alcanzará a dar cuenta de toda la riqueza de este Ritual, que sin duda es uno
de los más bellos logros de la reforma litúrgica conciliar, y los invito encarecidamente a que,
después de la introducción de hoy, vayan a descubrir los recursos, a menudo inexplorados, que
contiene. Probablemente descubran posibilidades rituales que jamás han experimentado. Quizá
también descubran que los ritos que practican en la parroquia no figuran dentro del RICA o
bien que los celebran de una manera un poco distinta. Será la oportunidad de cuestionar a nivel
personal y comunitario si estos desarrollos corresponden al “espíritu” del ritual. Es importante
revisar de manera regular el “pie de la letra” para verificar que nuestra manera de interpretar el
ritual corresponda muy bien a su “espíritu”. Es posible que adiciones u omisiones que se
ajustaron bien a un momento de nuestra historia y que creíamos incluidas dentro del RICA,
resulten, al reflexionar en ellas, “pasadas de moda”; y que al sumergirnos en el ritual seamos
renovados en nuestra manera de celebrar. Un Ritual es un poco como una partitura. El director
de la orquesta y los músicos “interpretan” la partitura. Si no hay interpretación, no hay música;
solo existe el papel. A veces los músicos llegan al punto de conocer su interpretación de
memoria. Sin embargo, es su deber retomar de manera regular la partitura para que la acción
no se vuelva automática y porque cada vez que se toca la obra, algo novedoso surge.
Mi primera intervención constará de tres tiempos:
- primero, ciertos prerrequisitos metodológicos;
- luego, una presentación general del itinerario de la iniciación cristiana;
- finalmente, una descripción y un comentario más detallado de lo que se lleva a cabo dentro
de la celebración del primer “grado”, que es el de la entrada al catecumenado.
Mi segunda intervención se concentrará en el ciclo pascual, es decir, la secuencia Cuaresma –
Semana Santa – Tiempo pascual; su relación con la iniciación; y la manera en la que este
redescubrimiento influye en la renovación de la vida eclesial.
Prerrequisitos metodológicos
Una teología de la liturgia es una teología de la acción. Hay un riesgo grande de siempre volver
a un estudio de los “textos” de las oraciones o de las Escrituras, perdiendo de vista la acción
litúrgica de la cual participan. Por supuesto que hay que prestar atención a los textos, y les
mostraré que quizás apenas se ha comenzado a explorar los recursos de los textos del RICA –
pero no se pueden aislar los textos de la acción litúrgica.
10
El Ritual designa la liturgia dentro de su naturaleza orgánica como un espacio teológico. La
acción litúrgica “es un obrar total y, por tanto, complejo al que contribuyen las palabras, cantos,
gestos, pero también las actitudes, posturas, y recordando que cada elemento entra en
resonancia con los otros”. 26
Se trata, entonces, de que leamos al mismo tiempo el texto y la acción o, como decía Paul
Ricœur, que leamos “la acción como un texto”. Allí reside, al mismo tiempo, el interés y la
dificultad del abordaje que vamos a emprender.
Por eso, los invito a que, al mismo tiempo que escuchan, “representen la escena”, como dice
San Ignacio en los Ejercicios, a que dejen volar su imaginación… No duden en “hacerse
películas” en la mente… Lo recomiendo.
Presentación de la dinámica del RICA
Entonces, voy ahora a presentar el itinerario que propone el RICA. Está estructurado por una
sucesión de “tiempos” y de “grados”.
¿Esto quiere decir que los tiempos catequéticos sucesivos preparan y conducen a cada uno a un
proceso litúrgico? ¿Que las celebraciones litúrgicas vienen a “embellecer” el itinerario
catequético? No voy a responder a priori a la pregunta del papel específico y de la articulación
de los tiempos y los grados. Vamos a planteársela al Ritual a medida que descubramos la
dinámica al respecto. Pero observemos que el Ritual define los tiempos como períodos de
“búsqueda y de maduración”27 (en latín: tempora investigationis et maturationis, RICA 6-7, a
mi modo de ver, tristemente un poco mal traducido al español por “tiempos de instrucción y de
maduración”, RICA 6-7).
El primer tiempo es el del “precatecumenado” o “tiempo de la primera evangelización”.
Dura… “¡un cierto tiempo!”.
Se concluye mediante “el rito de entrada en el catecumenado” que abre “el tiempo del
catecumenado” propiamente dicho.
Este tiempo dura también… “¡un cierto tiempo!”. No se sabe cuánto tiempo, pero terminará
necesariamente un primer domingo de Cuaresma. Es el momento de una elección a veces difícil,
porque, sin excepción, se trata de decidir si el bautismo tendrá lugar en Pascua de ese año ¡o en
Pascua del próximo año! Efectivamente, los catecúmenos deben ser llamados previamente por
el obispo dentro de una celebración que llamamos “rito de la elección o inscripción del
nombre”, y que tiene lugar una vez por año al principio de la Cuaresma.
Se darán cuenta que, al principio del itinerario, para proponer un rito litúrgico, la Iglesia se
ajusta por completo al ritmo de las personas. Para el momento del catecumenado, el itinerario
personal comienza a concordar con el itinerario espiritual propuesto por la liturgia común a
todo el Pueblo de Dios.
El rito de la elección abre a su vez un tiempo nuevo, el “de la purificación y de la iluminación”
que corresponde a la Cuaresma. Este se culmina mediante “la celebración de los sacramentos
de la iniciación”, bautismo, confirmación y eucaristía, celebrados normalmente durante la
vigilia pascual.
26
Patrick PRÉTOT, « Liturgie, catéchèse et contenu de la foi », en F. MOOG y J. MOLINARIO, La catéchèse et
le contenu de la foi, col. « Théologie à l’Université », ICP, DDB, 2012, p. 101-125, aquí: p. 105-106.
27
RICA 42
11
Lo que parece sorprendente a primera vista, es que el itinerario de la iniciación cristiana no
culmine con la celebración de los sacramentos, sino con un último paso de iniciación, el de la
“mystagogia”. La palabra “mystagogia” significa “introducción en el misterio”. En el Ritual, el
“tiempo de la mystagogia” corresponde al tiempo pascual. Se termina, por tanto, el domingo de
Pentecostés. Entonces comienza el tiempo “ordinario” de la vida cristiana… sería mejor decir:
¡el tiempo “extraordinario” de la vida cristiana!
Veremos que los tres “grados” litúrgicos (entrada en el catecumenado, elección y celebración
de los sacramentos de la iniciación) son lo que estructura verdaderamente el itinerario
catecumenal. Son ellos los que hacen que, de alguna manera, el itinerario cobre impulso:
recapitulan litúrgicamente un período de catequesis y de recorrido; transforman espiritualmente
a las personas y comunidades para hacerlas entrar en una nueva manera de vivir su camino de
discípulos. Signo de esta transformación:
- antes de la entrada en el catecumenado, los solicitantes son “candidatos” o “simpatizantes”;
- la entrada en el catecumenado los convierte en “catecúmenos”;
- la elección convierte a estos catecúmenos en “elegidos”;
- la celebración del bautismo hace de los “elegidos” “fieles” calificados como “neófitos” hasta
el final del tiempo de la mystagogia.
Estos cambios de nombres son la señal de una nueva identidad espiritual y eclesial.
Veamos ahora los “ritos” que se proponen al interior de cada uno de estos tiempos.
El tiempo de la primera evangelización normalmente no contiene rito litúrgico. El ritual prevé
que los recién llegados estén presente en la comunidad, pero el ritual precisa:
“La recepción o admisión de éstos, que se ha de hacer sin ningún rito y libremente,
manifiesta su recta intención, pero todavía no la verdadera fe. (…) La admisión se hará
en una reunión de la comunidad local, con tiempo suficiente para que brote la amistad
y el diálogo. Presentado por algún amigo, el «simpatizante» será saludado y recibido
con palabras amistosas por un sacerdote o por algún miembro de la comunidad digno y
preparado”.28
El marco de esta acogida, por lo tanto, no es la asamblea litúrgica sino una “reunión de la
comunidad local”. Percibirán que se insiste en las relaciones humanas, muy humanas,
“naturales”, se podría decir – relaciones de “amistad” con diversidad de personas – y en los
intercambios (“diálogo”, “palabras”). No hay palabras o gestos codificados, no hay rito que
involucre el cuerpo. El ritual también quiere reservar el primer acto litúrgico a la entrada en el
catecumenado.
No obstante, como el bien espiritual de las personas prima sobre cualquier otra consideración,
cuando se perciba que esto pueda ayudar al “precatecumenado”, es posible proponer una
bendición u oración de exorcismo:
“Ya antes del catecumenado, en el tiempo de la evangelización, pueden hacerse los
exorcismos menores para el bien espiritual de los «simpatizantes»”. 29
28
RICA 12
29
RICA 111
12
“Ya antes del catecumenado, en el tiempo de la evangelización, se puede bendecir, del
mismo modo, a los «simpatizantes» para su bien espiritual”.30
Ya ven que, desde el comienzo del itinerario, el Ritual exige el ejercicio del discernimiento
por parte de pastores y catequistas. Al mismo tiempo el Ritual ofrece una línea clara y una gran
multiplicidad de opciones posibles, en función de las culturas (culturas que pueden ser a nivel
continental o de un grupo social mucho más limitado) y en función del “bien espiritual” de las
personas. Se insiste mucho hoy en día en la importancia del discernimiento dentro de la relación
pastoral. Tal vez todavía no se percibe suficientemente que la catequesis también es un asunto
de discernimiento, personal y comunitario. De cualquier modo, es muy importante en la
dirección del itinerario catecumenal.
El tiempo del catecumenado
¿Cuáles son los ritos que se ofrecen en el tiempo del catecumenado?
Antes que nada, se invita a los catecúmenos a vivir “celebraciones de la palabra de Dios”.
El Ritual dice esto:
RICA 106: “Para la utilidad de los catecúmenos prepárense peculiares celebraciones de
la palabra de Dios, procurando en primer lugar los fines siguientes:
a) que la doctrina recibida penetre en las almas, v.gr., la ética propia del Nuevo
Testamento, el perdón de las injurias y de las ofensas, el sentido del pecado y de la
penitencia, la misión de los cristianos en el mundo, etc.;
Dicho de otra forma, la liturgia de la Palabra es para los catecúmenos el lugar donde la
catequesis pasa de la razón al corazón y del corazón a las manos; el lugar de una transformación
espiritual que va a encarnarse dentro de una manera de vivir las relaciones, consigo mismo, con
Dios y con los demás.
b) que enseñen a saborear los diversos métodos y aspectos de la oración;
Las celebraciones de la Palabra deben permitir a los catecúmenos experimentar diferentes
maneras de orar. Son el lugar donde se aprende sobre la oración personal, porque es por medio
de la liturgia que los cristianos aprenden primero a orar; es la liturgia, por su estructura, por su
vocabulario, la que “informa” nuestra oración personal.
c) que explanen a los catecúmenos los símbolos, gestos y tiempos del misterio litúrgico;
Las celebraciones de la Palabra recurren a los símbolos, a los gestos; están acordes con los
tiempos litúrgicos: de esta manera, inician en el lenguaje litúrgico. No se inicia en la liturgia de
otra manera que proponiendo la experiencia y dialogando luego con los catecúmenos acerca del
significado de aquello que han visto, de lo que han dicho, hecho y entendido. Es el proceso
mistagógico: los mismos misterios celebrados introducen en el misterio pascual y trinitario,
pero se necesita una palabra para que las personas alcancen un entendimiento espiritual de
aquello que han recibido y escojan libremente vivir de acuerdo con ello.
d) que les vayan introduciendo gradualmente en los actos de culto de la comunidad
total”.
El catecumenado no es un grupo ni un tiempo cerrado. Las celebraciones de la Palabra que se
viven dentro del marco del catecumenado pretenden facilitar la entrada de los catecúmenos en
la “gran Iglesia”. Veremos que el itinerario catecumenal permitirá a los catecúmenos
30
RICA 120
13
experimentar de manera progresiva las diferentes dimensiones de la vida eclesial: las pequeñas
comunidades de base, la parroquia, la diócesis.
RICA 107: “Para la santificación del Domingo, ya desde el tiempo del catecumenado,
ha de procurarse lo siguiente:
a) las celebraciones, recordadas en el n. 106 y propias para los catecúmenos, háganse
asiduamente los domingos y acostúmbreselos a participar activa y conscientemente en
ellas;
Vemos aquí que lo que está en juego no es simplemente que al final los catecúmenos se vuelvan
“practicantes”, sino que participen de la liturgia de manera consciente, activa y fructífera, de
acuerdo con las expresiones de la Constitución conciliar sobre la liturgia. Al final, no se busca
simplemente que “asistan” a la misa, sino que sean “celebrantes” de la eucaristía, dentro de la
liturgia y dentro de toda su existencia.
b) ábraseles poco a poco a los catecúmenos la primera parte de la celebración de la misa
dominical, pero cuidando, en cuanto sea posible, de despedirles después de la liturgia
de la palabra, y añádase una súplica por ellos en la oración universal”.
Podemos percibir la insistencia en estos parágrafos de la necesidad de la progresividad:
introducir gradualmente, acostumbrarse poco a poco… Aquí encontramos otra vez, de manera
implícita, la noción de discernimiento: hay que “graduar” este “poco a poco”. Aquí el
discernimiento se impone sobre la oportunidad o no de “la despedida” antes de la liturgia
eucarística. Volveremos sobre esto cuando miremos más detalladamente los ritos de la entrada
al catecumenado. Aparece una de las responsabilidades constantes de la comunidad frente a los
catecúmenos: conducirlos por la oración.
Los otros ritos del tiempo del catecumenado son las bendiciones y los primeros exorcismos.
Estas oraciones, acompañadas de la imposición de manos, tienen su lugar al final de una
celebración de la Palabra de Dios. Lo hemos visto, pueden proponerse en ciertos casos desde el
tiempo de la primera evangelización. Las bendiciones pueden darse también en el tiempo de la
purificación y la iluminación, que comprende además otros exorcismos dentro del marco de los
“escrutinios”.
El rito de la entrega del Símbolo (es decir, del Credo) y el de la entrega de la Oración dominical
pueden celebrarse en el tiempo del catecumenado, aunque se prevean sobre todo para el tiempo
de la purificación y de la iluminación. En estos ritos la Iglesia entrega a los catecúmenos la
síntesis de su fe y la síntesis de su oración. Esta tradición (latín: traditio) seguirá de un tiempo
de “recepción” (receptio), luego de una “rendición” (redditio) bajo la forma de “recitación”.
El tiempo de la purificación y de la iluminación
El tiempo de la purificación y de la iluminación está marcado por la celebración de los
“escrutinios”, que tienen lugar el tercero, cuarto y quinto domingo de Cuaresma. El primer
escrutinio se ilumina con el evangelio de la Samaritana; el segundo con el del ciego de
nacimiento; y el tercero con el de Lázaro. A través de estos tres evangelios, tradicionales en la
iniciación, se encuentran los grandes símbolos del bautismo a los que se enfrentan los
catecúmenos: el agua, la luz y el paso de la muerte a la vida.
Quedan todavía las “entregas”, si no se han celebrado anteriormente, y en vísperas del bautismo,
el rito del Effetá, el de la recitación del Credo y el de la unción con el óleo de los catecúmenos.
Volveremos más detalladamente sobre el significado de estos ritos. Lo que se manifiesta
claramente, por el momento, es la intensificación del ritmo litúrgico. A partir del rito de la
14
elección, la presencia de los catecúmenos en la asamblea dominical es necesaria porque
normalmente es dentro de este marco que se celebran los escrutinios. A partir de este momento,
el recorrido espiritual de los catecúmenos se vive al ritmo comunitario de la liturgia.
Paralelamente, las formas de catequesis se han modificado. Luego de la catequesis de la primera
evangelización, se ha pasado a una catequesis que se desarrolla en torno al kerygma. Ahora nos
encontramos más dentro de una forma de retiro espiritual guiada por la liturgia, que culminará
en las celebraciones del Triduo pascual.
El tiempo de la mystagogia
El tiempo de la mystagogia es la “última etapa de la iniciación”, dice el Ritual. Expresa así que
los sacramentos de la iniciación no son el final del itinerario.
Este tiempo se abre el segundo domingo de Pascua (es decir, al término de la octava de Pascua)
y se culmina el domingo de Pentecostés. Este puede ser el tiempo que más interroga a los
catequistas y a los agentes pastorales. Las indicaciones del Ritual se reducen a unos cuantos
párrafos. No hay ritos propios para los neófitos. Lo que caracteriza este tiempo, son
simplemente las “misas dominicales del tiempo pascual” que también se llaman “misas para los
neófitos”. Volveré ampliamente sobre el significado y todo lo que implica este tiempo, más
tarde.
La iniciación cristiana requiere, por tanto, de tiempo. Cuando inicialmente se recibió el
Ritual, mucha gente se preocupó: “¡Esto toma mucho tiempo! ¡Esto va a desanimar a los que
vienen a pedir el bautismo!”. La experiencia muestra que, en realidad, es difícil que los
solicitantes lo comprendan en la medida en que sea difícil que los agentes pastorales lo
comprendan. Si no hemos entendido por qué es largo, si no se ha vivido lo que aporta a los
catecúmenos la experiencia de estar acompañados y de ser introducidos progresivamente en la
fe y en la vida cristiana, si se piensa que lo que importa es el sacramento y que no se requiere
mucho tiempo para prepararse para una ceremonia, entonces difícilmente quienes soliciten el
bautismo sentirán la propuesta como algo distinto a una forma de desafío: básicamente, se les
hace esperar para ver si realmente están motivados. Un sacerdote amigo tiene por costumbre
recibir a las personas que solicitan el bautismo alardeándoles de todo lo que van a vivir durante
su catecumenado: los descubrimientos, el acompañamiento, los encuentros con otros
catecúmenos y con cristianos formidables, las magníficas celebraciones… Al final, en tono
trascendental dice: “¡Lo único lamentable es que eso en general no dura sino dos años!”.
La duración es una de las características del itinerario de la iniciación cristiana. De hecho, debe
ser claro que la iniciación cristiana no es una preparación para los sacramentos, o mejor, que la
preparación para los sacramentos no es más que una parte de la iniciación cristiana. La
iniciación cristiana es en sí misma una experiencia de la vida cristiana en todas sus dimensiones,
una experiencia progresiva, acompañada, releída. Es por eso que requiere tiempo. Cito el
decreto conciliar Ad gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia:
“Por la gracia de Dios, el nuevo convertido emprende un camino espiritual por el que,
participando ya por la fe del misterio de la Muerte y de la Resurrección, pasa del hombre
viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo. Trayendo consigo este tránsito un cambio
progresivo de sentimientos y de costumbres, debe manifestarse con sus consecuencias
sociales y desarrollarse poco a poco durante el catecumenado. Siendo el Señor, al que
se confía, blanco de contradicción, el nuevo convertido sentirá con frecuencia rupturas
y separaciones, pero también gozos que Dios concede sin medida”. (Ad gentes 13)
15
Y también:
“(El catecumenado) no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino una
formación y noviciado convenientemente prolongado de la vida cristiana, en que los
discípulos se unen con Cristo su Maestro. Iníciense, pues, los catecúmenos
convenientemente en el misterio de la salvación, en el ejercicio de las costumbres
evangélicas y en los ritos sagrados que han de celebrarse en los tiempos sucesivos,
introdúzcanse en la vida de fe, de la liturgia y de la caridad del Pueblo de Dios”. (Ad
gentes 14)
Se comprende que todo esto toma tiempo. Pero este tiempo no es un prerrequisito impuesto,
sino que ya hace parte del proceso sacramental. Esto aparece claramente desde el momento en
que el Concilio Vaticano II decreta la restauración del catecumenado, dentro de la Constitución
sobre la santa liturgia:
“Restáurese el catecumenado de adultos dividido en distintas etapas, cuya práctica
dependerá del juicio del ordinario del lugar; de esa manera, el tiempo del catecumenado,
establecido para la conveniente instrucción, podrá ser santificado con los sagrados ritos,
que se celebrarán en tiempos sucesivos”.31
Vamos a ver poco a poco cómo la liturgia introduce en la experiencia cristiana del tiempo: entre
otros, el reconocimiento de la historia como una historia de salvación, el paso de la prueba de
la duración, pero también de la repetición, la esperanza fundamentada en la dimensión
escatológica de la fe y de la vida cristiana.
Entonces, el conjunto del itinerario toma tiempo. ¿Cuánto? El Ritual no da indicaciones en este
sentido. En Francia, en promedio, el itinerario dura un año y medio a dos años. A veces un poco
menos, a veces un poco más. Especialmente porque algunos abandonan, luego retoman después
de algunos meses o años. Eso depende de las personas. Algunas ya son practicantes desde hace
tiempo, a veces han sido catequizadas o han ido a escuelas católicas en su infancia; las razones
por las que no han sido bautizadas son, en realidad, coyunturales. Puede ser que el tiempo del
precatecumenado y el del catecumenado sean cortos. Pero no es seguro. Porque es posible que
tengan que cambiar cosas de su vida y no estén listos para ello. Otros, por el contrario, han
vivido en un mundo (una familia, un grupo social) totalmente ajeno a la fe cristiana. A veces
vienen en un primer momento para “conocer” la fe cristiana. Han hecho lo mismo con el
budismo, el islam u otro. No sabemos si Cristo los seducirá y si tendrán el deseo de seguirlo. El
tiempo del precatecumenado o de la primera evangelización cobra, entonces, todo su sentido.
La pregunta que nos planteamos, por tanto, es: ¿qué es lo que permite saber que alguien está
“listo” para avanzar en el itinerario y para vivir los ritos o los grados?
Las notas pastorales dan criterios para cada uno de los grados, de acuerdo con el principio de
gradualidad ya señalado. Se trata de interrogarse acerca de la apertura de la persona a la Palabra
de Dios, acerca de los signos de transformación y de conversión que aparecen en su vida. Pero
estas indicaciones, fundamentalmente, dependen de la liturgia. Para poder celebrar,
verdaderamente tal rito, para que sea accesible, aceptable, para que sea fecundo, ¿qué debe
haber experimentado previamente el candidato o catecúmeno ¿Qué debe haber descubierto
de Dios, de sí mismo, del camino que Cristo ha abierto…? ¿Qué está listo a aprender, a
reconocer, a vivir? ¿Qué es lo que desea profundamente?
Quisiera leer con ustedes la celebración de entrada en el catecumenado para comprender, a
través de la liturgia, lo que se juega durante el tiempo de la primera evangelización y en el
31
SC 64
16
tiempo del catecumenado. Se trata de comprender, a partir del ejemplo de un grado particular,
cómo se articulan la catequesis y la liturgia dentro del Ritual de la iniciación cristiana. Eso nos
llevará a reflexionar acerca de la manera en la que pensamos y vivimos esta articulación
catequesis – liturgia dentro de las otras formas de catequesis.
“Zoom” sobre la entrada en el catecumenado
Les propongo una meditación sobre los ritos que plantea el Ritual. Algo así como una lectio
divina, no de las Escrituras sino de la liturgia. ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué es lo que se dice?
¿De qué habla esto? ¿De qué nos habla esto a nosotros, catequistas y agentes pastorales?
La celebración de la entrada en el catecumenado se dice en latín ordo (o ritus) ad catechumenos
faciendos, es decir, “rito para hacer - ¡para fabricar! - catecúmenos”. El rito no está hecho para
adornar el itinerario. El rito es eficaz. El cambio de nombre es el signo. La celebración de la
entrada en el catecumenado va a hacer de los “candidatos” “catecúmenos”, es decir, personas
en quienes la Palabra de Dios habrá resonado, según la etimología de la palabra. El rito es eficaz
a tal punto que a partir de ese momento esas personas adquieren un estatus canónico. “Ya están
vinculados a la Iglesia, ya son de la casa de Cristo”32. La Iglesia se compone de fieles bautizados
y de catecúmenos.
Al principio de la celebración,
“Los candidatos con sus padrinos se reúnen con el grupo de fieles fuera de la iglesia, o
en el atrio o pórtico (…). A este lugar acude el sacerdote o diácono, revestido con alba
(…) y estola (…) de color festivo (…).” 33
La liturgia manifiesta que el arribo de los recién llegados a la fe provoca desplazamientos. Se
invita a la asamblea a permanecer afuera o en el umbral, en la puerta, para ser testigos de un
encuentro. Al mismo tiempo, a los fieles que permanecen a los lados de los recién llegados se
les anima a recordar sus propios inicios. De acuerdo con el momento espiritual en el que se
encuentren, ellos mismos vivirán esta secuencia litúrgica en solidaridad con los que empiezan,
inundados especialmente de preguntas, incluso de un sentimiento de extrañeza con relación a
la Iglesia o a la fe cristiana, o como hijos mayores en la fe, con el corazón alegre de ver la
llamada de Dios que alcanza nuevos creyentes.
Los candidatos no están solos: con ellos están sus “padrinos”, o de cualquier manera personas
que han sido testigos de su recorrido y que los presentan. 34 Vemos que se perfilan roles
diferentes dentro de la comunidad. La iniciación cristiana llama y suscita roles y ministerios
variados.
El ministro va hacia su encuentro, y todo en él (su movimiento, sus vestiduras, sus palabras, el
calor con el que las pronuncia) debe manifestar que la presencia y la solicitud de los recién
llegados es un suceso y una fiesta para toda la Iglesia, más allá incluso de aquellos que están
reunidos allá:
“El celebrante saluda cortésmente (en latín: «humaniter») a los candidatos. Después les
dirige la palabra a ellos, a sus padrinos y a todos los asistentes, mostrando el gozo y
satisfacción de la Iglesia (…)”.35
32
AG 14; Cf. RICA 18
33
RICA 73
34
La edición tradicional en latín habla aquí de «sponsores" (OICA 73).
35
RICA 74
17
Luego:
“(El celebrante) evoca, si lo juzga oportuno, las circunstancias concretas y los
sentimientos religiosos con que cada candidato se enfrentó al comenzar su itinerario
espiritual, hasta llegar a dar el paso actual. (…)”. 36
El ritual prevé aquí la posibilidad de decir algo respecto al recorrido de las personas, como una
explicitación de los motivos de alegría y reconocimiento de la Iglesia. Esto supone, en el tiempo
de la primera evangelización, encuentros donde los recién llegados hayan podido tener la
confianza suficiente para decir algo de su historia, de su búsqueda. De decirlo… y de que los
entiendan. Esto significa, por un lado, una capacidad de escucha de parte de quienes acogen.
Para que surja un relato, hace falta una escucha. Se necesita también un vocabulario, palabras
para dar cuenta de la experiencia espiritual. Estas palabras, las proporcionará en primera
instancia la Biblia, y luego los intercambios entre los cristianos. Ahí tenemos una indicación
importante para comprender aquello que la Iglesia debe ofrecer en el tiempo de la primera
evangelización.
Después de este inicio del relato, el ritual sugiere cantar un salmo, y propone el salmo 62.
Ustedes lo conocen:
"Oh Dios, tú eres mi Dios, a ti te busco, mi alma tiene sed de ti; en pos de ti mi carne
languidece cual tierra seca, sedienta, sin agua. .Por eso vine a verte en el santuario para
admirar tu gloria y tu poder. .Pues tu amor es mejor que la vida, mis labios tu gloria
cantarán. Quiero bendecirte mientras viva (...) Mi alma quedará saciada, etc.".
Dentro de la situación litúrgica, estas palabras adquieren un sentido particular. Es como si el
catecúmeno mismo se expresara y releyera su itinerario: la sed que tiene desde hace tanto
tiempo, la búsqueda de Dios, la revelación de su rostro, el deseo que desborda hoy de empezar
un camino hacia la fiesta eucarística que lo saciará. El ritual mismo dice que se pueden otros
salmos, otros cantos. Pero siempre vale la pena interrogarse acerca del porqué de ciertas
proposiciones que se hacen. Ven, por ejemplo, que este salmo introduce las imágenes del agua,
de la sed, para hablar del deseo de Dios. Estas imágenes se retomarán en la liturgia del primer
escrutinio (en torno al evangelio de la Samaritana), y por supuesto durante toda la liturgia de la
Palabra de la vigilia pascual.
Sin parecer gran cosa, el Ritual introduce un “tema”, en el sentido musical, que continuará
resonando a lo largo de todo el itinerario. Otro aspecto muy importante para el catecúmeno, en
este punto del itinerario, es el de experimentar que las palabras de las Escrituras pueden expresar
lo que vivimos, lo que sentimos en lo más profundo, sin que nosotros mismos tengamos la
capacidad de formularlo. Ellas nos ayudan a tomar conciencia de lo que el Señor ha hecho por
nosotros y de que esta experiencia es una experiencia común a los creyentes. A través de los
salmos, lo que los catecúmenos finalmente aprenderán a reconocer será la dinámica pascual, en
la Revelación, en su propia vida y en la vida del mundo. Tal vez ya la habrán vislumbrado en
el tiempo del precatecumenado, quizá los sorprenderá en el momento mismo, quizá la
descubrirán al volver a hablar con el grupo catecumenal de aquello que sucedió en la
celebración, en una catequesis de tipo mistagógico.
Lo que digo aquí acerca del efecto de identificación que se produce en la liturgia evidentemente
es válido para los fieles que participan en el rito. ¡El efecto de un rito no se detiene con el
catecúmeno! Podemos entender las palabras del salmo como el relato estilizado de la aventura
vivida por el catecúmeno, y simultáneamente se puede reconocer allí también la nuestra,
36
RICA 74
18
presente, pasada o futura, y conmocionarnos con ello. Es el conjunto de los bautizados quienes
son alcanzados por las palabras y gestos del rito, incluso si van dirigidos a los catecúmenos.
Sucede así con todos los ritos. Esto es muy importante para comprender por qué y cómo la
iniciación cristiana renueva la asamblea de la comunidad.
¡No vamos sino en el comienzo! Prosigo…
Luego tiene lugar un diálogo (RICA 75) seguido de la primera adhesión (RICA 76)
El celebrante comienza llamando a cada uno por su nombre. Y el ritual precisa que
“Aunque el interrogatorio se haga una sola vez por el celebrante, a causa del gran
número de candidatos, cada uno de éstos debe responder individualmente”.
Una manera de significar que cada uno es llamado y acogido de forma personal, con su historia
propia y todo lo que lo caracteriza. De nuevo allí podemos escuchar una interpelación para la
catequesis.
El diálogo continúa así:
- ¿Qué pides a la Iglesia de Dios? - La fe.
- ¿Qué te otorga la fe? - La vida eterna.
También puede hacer las preguntas el celebrante con otras palabras y admitir respuestas
libres y espontáneas de los candidatos: v.gr., después de la primera interrogación: -¿Qué
pides? -¿Qué quieres? -¿Para qué?, se puede responder: -La gracia de Dios, -El ingreso
en la Iglesia, o bien: -La vida eterna, u otra respuesta conveniente, a las cuales el
celebrante acomodará sus preguntas sucesivas.37
Siempre este esmero por palabras rituales que sean “verdaderas”. Y también el reconocimiento
de que cada uno se adentra en el misterio de Dios de manera diferente. Algunos son atraídos
por la relación “directa” con Dios, otros desean ser parte de una comunidad creyente…
“Después el celebrante, acomodando de nuevo sus palabras a las respuestas recibidas,
hablará otra vez a los candidatos con estas u otras palabras semejantes (…)” RICA 76
El arte de celebrar es (también) el arte de reacomodar. El RICA subraya la necesidad de acoger
la palabra de los candidatos, para partir del punto en el que se encuentren (como lo ha querido
indicar la disposición en el espacio), para honrar su camino espiritual. Lo mismo, para todas las
moniciones y oraciones, el ritual hace varias proposiciones. Por tanto, habrá que escoger de
manera permanente entre diferentes fórmulas, en función de la historia de los candidatos, de
aquel que les ha llevado a la fe.
El esquema de la monición que se dirige a los candidatos antes del diálogo de adhesión subraya,
primero que todo, la iniciativa de Dios que se revela a los hombres, y que se les ha revelado a
ellos en particular. Luego evoca el camino que se abre en la fe, al seguir a Cristo, si el candidato
decide comprometerse a ello. Al final, uno encuentra resumido aquí en la monición del
celebrante, lo esencial del contenido del anuncio en el tiempo de la primera evangelización.
Finalmente, el celebrante pregunta:
“- ¿Estáis, pues, dispuestos a empezar hoy, guiados por él, ese camino?
- Si, estoy dispuesto”.
37
RICA 75
19
Luego, y es muy importante, el celebrante pide el compromiso de la comunidad:
“- Vosotros, que ahora, como padrinos, habéis presentado a estos candidatos, y
vosotros, hermanos todos, presentes aquí, ¿estáis dispuestos para ayudarlos a buscar a
Cristo y seguirle?
Todos:
- Estamos dispuestos”.38
Se reconoce, por supuesto, la fórmula ritual de la alianza. Los candidatos y la comunidad
reunida se comprometen. No es posible imaginar un itinerario catecumenal sin compromiso de
la comunidad, de toda la comunidad: aquellos que tienen un rol estatutario (los ministros),
aquellos que serán invitados para esta ocasión (los catequistas, los padrinos y madrinas), pero
también los fieles que participan mediante su testimonio y su oración de la construcción de la
identidad creyente y del sostén espiritual de los recién llegados.
Por falta de tiempo, no me demoraré en los ritos de Exorcismo y renuncia a los cultos paganos
(RICA 78), en el rito de Imposición del nuevo nombre (RICA 88) y otros Ritos auxiliares (RICA
89), más que para señalar la importancia que tienen las culturas dentro del ritual. Para muchos
ritos, el hecho de celebrarlos o no, o de celebrarlos de cierta manera y no de otra, se deja al
juicio de las Conferencias episcopales.
Un ejemplo, el del exorcismo y renuncia a los cultos paganos. El ritual dice:
“Después de la oportuna monición muy breve, el celebrante volviéndose a cada uno de
los candidatos, sopla suavemente, diciendo:
- Rechaza, Señor, con el soplo de tu boca a los malignos espíritus: Mándales que se
aparten, porque se acerca tu Reino.
Si en algún sitio este soplo, aun leve, pareciere menos conveniente, se omite, y el
celebrante dice la fórmula anterior con la mano derecha levantada hacia los candidatos,
o de otro modo acomodado a la mentalidad de la región, o bien sin ningún gesto.
Si son muchos los candidatos el celebrante dice la fórmula una sola vez para todos,
omitiendo el soplo”. 39
Difícilmente se podría ser más flexible… El ritual continúa:
“Si la Conferencia Episcopal juzgara oportuno que ya desde este punto de la iniciación
los candidatos renuncien abiertamente a los cultos de las religiones no cristianas y de
los espíritus o de las artes mágicas, la propia Conferencia Episcopal elaborará la fórmula
del interrogatorio y de la renuncia, acomodada a las circunstancias locales… (con tal
de que el texto no sea ofensivo para los que siguen esas religiones no cristianas) …” 40
A decir verdad, hoy en día, con las mezclas culturales especialmente en las grandes ciudades,
no es solamente a nivel de las Conferencias episcopales; a menudo es a nivel de una parroquia
e incluso de cada persona que nos vemos obligados a preguntarnos si es oportuno celebrar
ciertos ritos que primero fueron pensados para zonas geográficas alejadas. El cuidado por entrar
en diálogo con la cultura de los recién llegados es constante en el ritual. Este cuidado concierne
a los ritos, pero también concierne, por supuesto, al lenguaje de la catequesis.
Cuando se celebra el rito de renuncia a los cultos paganos, incluyendo la renuncia a los fetiches
protectores que algunos llevan consigo desde la infancia, entonces el rito siguiente adquiere un
38
RICA 76
39
RICA 79
40
RICA 80
20
significado especialmente fuerte. No dejamos a las personas sin protección; las revestimos
inmediatamente con el signo de la cruz por medio de la signación de la frente y los sentidos.
Signación de la frente y de los sentidos (RICA 83-87)
Es un rito rico en significado, supremamente elocuente para los catecúmenos y la asamblea,
extremadamente elocuente también desde el punto de vista que nos ocupa, es decir, de lo que
la liturgia indica para la labor catequética. Dejo que el ritual les hable… es muy hermoso:
RICA 83. “Entonces el celebrante invita a los candidatos (si son pocos) y a sus padrinos
con estas o parecidas palabras:
- Ahora, pues, queridos candidatos, acercaos con vuestros padrinos para recibir la señal
de vuestra nueva condición.
Y se van acercando uno a uno con sus padrinos al celebrante.
Éste hace la señal de la cruz con el pulgar en la frente (o bien delante de la frente, si la
Conferencia Episcopal juzga que por las circunstancias no conviene el tacto) a cada uno
de los catecúmenos, diciendo:
- N., recibe la cruz en la frente:
Cristo mismo te fortalece con la señal de su caridad (o bien: de su victoria).
Aprende ahora a conocerle y a seguirle”.
(…)
RICA 85. “A continuación se hace la signación de los sentidos (…).
Las signaciones se hacen por los catequistas o padrinos (y si en circunstancias
particulares se requiere, pueden hacerlas varios presbíteros o diáconos).
Pero la fórmula siempre la dice el celebrante, como sigue:
Mientras signan los oídos:
- Recibid la señal de la cruz, para que oigáis la voz del Señor.
Mientras signan los ojos:
- Recibid la señal de la cruz en los ojos, para que veáis la claridad de Dios.
Mientras signan la boca:
- Recibid la señal de la cruz en la boca, para que respondáis a la palabra de Dios.
Mientras signan el pecho:
- Recibid la señal de la cruz en el pecho, para que Cristo habite por la fe en vuestros
corazones.
Mientras signan la espalda:
- Recibid la señal de la cruz en la espalda, para que llevéis el suave yugo de Cristo.
Después el celebrante solo signa colectivamente a todos los catecúmenos, no
tocándolos, sino haciendo sobre ellos la señal de la cruz, mientras dice:
- Os signo a todos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, para que
viváis por los siglos de los siglos.
Candidatos:
- Amén”.
Cuando uno ha vivido personalmente este rito o cuando uno lo ha visto celebrar, uno ya no hace
la señal de la cruz de la misma manera al entrar a una iglesia. El gesto adquiere de pronto una
profundidad en su sentido… ¡que hace más lento el gesto! La celebración de los ritos dentro de
su marco matriz, el de la imitación cristiana, permite redescubrir su sentido dentro de la vida
cristiana de todos los días y también dentro de la celebración de los otros sacramentos y
sacramentales. Porque todos los ritos de la Iglesia se encuentran bajo una forma más o menos
completa dentro de los ritos de la iniciación cristiana. Como si todos los rituales recurrieran a
21
este “reservorio” para manifestar su relación con los sacramentos de la iniciación cristiana, que
forman en su conjunto la celebración inicial, la celebración desplegada, del misterio pascual.
La signación exige que se celebre tomándose su tiempo, para que los gestos sean bellos y para
que haya el tiempo de dejar resonar las palabras que los acompañan. La repetición da el tiempo
de entrar poco a poco en el rito. Lo que sucede es al mismo tiempo simple y de una densidad
teológica extrema. Lo que se anuncia y se da mediante el rito en el espacio de un minuto es una
verdadera síntesis de la fe cristiana.
Primero está el signo de la cruz que expresa al mismo tiempo el misterio de la muerte y de la
resurrección de Jesús, y la confesión del Dios trinitario. En el fondo, el signo de la cruz es un
“precipitado” (en el sentido químico) del Credo. Es ya una “entrega del Símbolo” bajo la forma
condensada del signo de la cruz. Puede decirse que la Iglesia “restablece” aquí el kerygma, que
no es el “principio”, sino más bien el “todo” de su fe. Los remito aquí a los pasajes tan bellos
de Evangelii gaudium acerca de la catequesis (en los n° 164-165) en los cuales el papa Francisco
subraya que “toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma que se va
haciendo carne cada vez más y mejor (...).41
La signación en la frente y en los sentidos es el signo de que el kerygma está llamado a hacerse
carne en todas las dimensiones de la existencia. El signo de la cruz se hace primero en la frente.
¡Vayan a hacerle el signo de la cruz en la frente a alguien que baje la cabeza! Eso ya pudo
haberles pasado… Para recibir el “signo de nuestra condición”, hay que “levantar la cabeza”,
afirmar nuestra dignidad a veces a pesar de todo (y a veces contra todo), porque reconocemos
que la hemos recibido de Dios y que Dios nos quiere en pie. La signación de los sentidos expresa
que la fe cristiana no es una gnosis, no es asunto simplemente de la inteligencia, es “para el
cuerpo” (cf. 1Co 6, 13). La fe en Cristo muerto y resucitado, y en el amor trinitario que Él nos
ha revelado renueva la mirada frente al mundo y las personas; ella nos hace escuchar la Palabra
silenciosa de Dios, pero también el llanto o el sufrimiento mudo de quienes sufren; ella nos da
la Palabra y nosotros nos hacemos capaces de responder, “responsables”; ella transforma
nuestra sensibilidad; ella abre en nosotros el diálogo interior; ella nos hace vivir como
discípulos de Cristo, llevando las cargas los unos a los otros. Y finalmente es todo nuestro ser
el que es revestido y bendecido con el signo de la cruz en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu.
Recibir este signo exige, evidentemente, un consentimiento de la persona, y eso supone, a veces,
un largo camino.
- Un conocimiento o, sobre todo, un “reconocimiento” respecto al Dios revelado en Jesucristo.
41
«Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o «kerygma»,
que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. El kerygma es
trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su
muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre. En la boca del catequista vuelve
a resonar siempre el primer anuncio: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada
día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte». Cuando a este primer anuncio se le llama «primero», eso no
significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el
primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de
diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis,
en todas sus etapas y momentos. […] »
« No hay que pensar que en la catequesis el kerygma es abandonado en pos de una formación supuestamente más
«sólida». Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio. Toda
formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor,
que nunca deja de iluminar la tarea catequística, y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier
tema que se desarrolle en la catequesis. Es el anuncio que responde al anhelo de infinito que hay en todo corazón
humano. […] » Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 164-165.
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- El consentimiento de que la fe cristiana no es solamente una creencia intelectual, sino que
involucra todas las dimensiones de la existencia personal.
- Un consentimiento a vivir esta fe con los demás: es decir, un consentimiento de que la fe
cristiana no sea solamente una creencia individual, sino que nos haga solidarios de manera
especial de cierto número de personas con las que, de lo contrario, no habría cercanía.
- Yo agregaría que dejarse tocar por alguien supone mucha confianza. ¡Uno no se deja tocar
por cualquiera! Aceptar ser signado de esta manera en el cuerpo supone que, en el tiempo de
la primera evangelización, los recién llegados hayan podido experimentar la castidad de la
Iglesia a través de las relaciones que han establecido con los cristianos, con los catequistas,
con los padres de la parroquia, etc. Poder tener la confianza de que puedo acercarme a la
Iglesia, y dejarla acercarse a mí, porque ella no va a “ponerme la mano encima”, que se
respetarán las distancias necesarias.
Las notas pastorales denominan este consentimiento la “conversión inicial”, necesaria para
celebrar la entrada en el catecumenado.
Ya ven cómo un simple rito puede darnos indicaciones importantes y, a la final, suficientemente
precisas acerca de la misión de la Iglesia y la responsabilidad de la comunidad en el tiempo de
la primera evangelización. Se dice: lex orandi, lex credendi, es decir: la Iglesia cree lo que ora,
es la liturgia la que le indica el contenido de la fe. También se podría decir: lex orandi, lex
nuntiandi: la Iglesia anuncia lo que ora, es la liturgia de la iniciación cristiana la que le indica
el contenido, pero también el estilo de su anuncio.
Siempre resulta interesante observar en el ritual en qué momento se cambia el apelativo utilizado
para las personas. Una vez el rito de la signación se realiza, el ritual deja de hablar de “candidatos”
y comienza a hablar de “catecúmenos”. Porque han acogido en su entendimiento, en su corazón
y consienten acoger en su vida el signo de la cruz, eso quiere decir que la Palabra ha resonado en
ellos y, por lo tanto, son en verdad “catecúmenos”. Para ellos se abre el tiempo del catecumenado,
cuyo lugar simbólico será la nave de la iglesia, es decir, el lugar donde la Iglesia se reúne para
escuchar la Palabra del Señor.
El rito siguiente es, por tanto, el de la introducción en el templo (RICA 90) y la celebración
sagrada de la Palabra de Dios (RICA 91-92)
- “(N. y N.,) entrad en la iglesia, para que tengáis parte con nosotros en la mesa de la
palabra de Dios”.
La celebración de la Palabra de Dios, lo hemos visto, será el rito característico del tiempo del
catecumenado. Se invita a los catecúmenos a sentarse “a la mesa” con los bautizados durante
todo el tiempo del catecumenado, luego de la purificación y la iluminación, dentro de la escucha
comunitaria de la Palabra de Dios. El siguiente desplazamiento espacial tendrá lugar durante la
vigilia pascual, cuando, una vez culminada la liturgia bautismal, serán invitados a “pasar
arriba”, cerca del altar, para participar con todos los bautizados de la mesa eucarística. El
itinerario de la iniciación cristiana, que tiene sus raíces en la práctica cristiana de los primeros
siglos, está inscrito en la arquitectura de nuestras iglesias.42
42
El ritual de la dedicación de una iglesia se copia, por cierto, del ritual de la iniciación cristiana. Así, el obispo
preside, los muros reciben el signo de la cruz, se proclama la Palabra de Dios, el altar se asperja y luego se unge,
luego recibe la eucaristía, etc.
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Durante el tiempo del catecumenado, por supuesto hay que descubrir la Biblia, aprender a
leerla, a interpretarla, a meditarla. Pero la catequesis debe tener por objetivo reconocer en ella
la Palabra viva de Dios, recibida y anunciada por la Iglesia:
“Cuando los catecúmenos han vuelto a sus asientos, el celebrante les habla brevemente,
mostrándoles la dignidad de la palabra de Dios, que se anuncia y se escucha en la iglesia.
A continuación, se lleva procesionalmente el libro de las sagradas Escrituras, se le
coloca honoríficamente y, si se juzga oportuno, se le inciensa. Entonces se tiene la
celebración sagrada de la Palabra de Dios”.43
43
RICA 91
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RICA 93
24
- Catecúmenos, id en paz, y que el Señor os acompañe.
Catecúmenos:
- Demos gracias a Dios.
Una vez despedidos, no se disuelve el grupo de los catecúmenos, sino que acompañados
por algunos fieles permanecen reunidos, para poder experimentar el gozo fraterno y para
comunicarse mutuamente sus impresiones espirituales.
Pero si por graves razones no salieran de la iglesia (cfr. n. 19,3) y debieran permanecer
con los fieles, cuídese, que, aunque asistan a la celebración eucarística, no participen al
modo de los bautizados”.45
Si la despedida no es bien recibida y los fieles no comprenden su por qué, es porque tienen poca
conciencia, todavía hoy en día, de la diferencia entre “asistir a la celebración eucarística” y
“participar en ella a la manera de los bautizados”. En otra parte el RICA precisa:
“De ordinario, conviene que cuando asisten a las asambleas litúrgicas de los fieles, antes
de comenzar la celebración eucarística, si no surge alguna dificultad, se les despida
cortésmente; porque deben esperar a que, agregados por el Bautismo al pueblo
sacerdotal, sean promovidos a participar en el nuevo culto de Cristo”.46
La despedida no tiene nada que ver con que se tenga la disciplina del arcano, la liturgia cristiana
se ofrece a la vista de todos. Pero solo aquellos que han pasado de la muerte a la vida nueva en
la celebración del misterio pascual participan sacramentalmente de la ofrenda de Cristo al
Padre.
Se comprende que la aceptación del RICA va de la mano de la aceptación del Concilio Vaticano
II. Espero tener el tiempo de volver sobre esto.
Conclusión:
Concluyo. La estructura del RICA, con su alternancia de grados litúrgicos y de tiempos “de
búsqueda y maduración”, invita a reconocer en los ritos que marcan el paso del itinerario, puntos
de referencia fundamentales para la catequesis. Estamos apenas en el comienzo de la aceptación
del RICA, y es normal que eso no aparezca todavía claramente. Es practicándolo que lo
comprendemos. Por lo tanto, se requiere tiempo para que todos, pastores y fieles, podamos poco
a poco integrar el sentido de estos ritos fundadores y de su sucesión. Se requiere tiempo para
que nos convenzamos de su carácter sacramental – dicho de otra forma, de su carácter a la vez
significante y performativo. Entonces podremos articular mejor catequesis y liturgia, y
discernir, a partir de lo que la liturgia hace vivir, si un candidato o un catecúmeno está “listo”.
De hecho, uno no está “listo” para la celebración de un grado como se está listo para un examen,
es decir, cuando uno está más o menos seguro de que se han adquirido todos los conocimientos
y todas las competencias. Un grado no es la recompensa de un proceso de catequesis asiduo y
un comportamiento moral virtuoso. Hemos visto que, en el transcurso de una monición, el ritual
se encarga de denunciar la tentación del pelagianismo (es decir, de creer que podemos merecer
la gracia de Dios y por lo tanto los sacramentos). Un grado recapitula de manera simbólica un
camino recorrido, y hace vivir bajo un modo simbólico una prefiguración de lo que Dios quiere
invitarnos a vivir en el Reino venidero y en el real de nuestra existencia. Mediante la meditación
litúrgica, el Espíritu Santo conforma a los catecúmenos a aquello que han recibido y en lo que
se han convertido a lo largo del itinerario catecumenal. La liturgia aumenta en los catecúmenos
45
RICA 96
46
RICA 19
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el deseo de aquello que se les anuncia con palabras y obras, dentro de la celebración y el
acompañamiento; ella les concede el gusto y la fuerza de continuar por esta ruta.
Ciclo Pascual
Hablaremos ahora del ciclo pascual, que se extiende desde el miércoles de ceniza hasta el
domingo de Pentecostés. Desde el punto de vista del itinerario catecumenal, incluye la
celebración del rito de la elección o inscripción del nombre, el tiempo de la purificación y de la
iluminación y sus ritos, los sacramentos de la iniciación dentro de la vigilia pascual, y el tiempo
de la mystagogia. ¡Tranquilos, no voy a comentar todo!
Voy a hablar primero del rito de la elección o inscripción del nombre y, para no cansarlos,
asumiré otro punto de vista narrativo. Todavía no hemos hablado mucho de los catecúmenos,
de quiénes son, de la manera en que viven el itinerario. Les voy a contar una jornada de
encuentro como preparación inmediata para la celebración del rito de la elección o inscripción
del nombre. Esto pasa en mi diócesis, en las afueras de París. Este “reportaje” será la ocasión
para descubrir lo que sienten los catecúmenos en el momento de esta etapa, y para descubrir los
desafíos espirituales de la celebración. Eso les permitirá también observar cómo la liturgia da
forma a la catequesis de una jornada semejante.
Les cuento…
El día del rito de la elección o inscripción del nombre…
Mucho antes de la hora acordada, esa mañana, llegan los primeros, tensos, tímidos. Venían
preocupados por llegar tarde, por no encontrar el lugar… Descubren con sorpresa la inmensa
sala que les espera. “¿Seremos muchos?”. Hasta ese momento, los encuentros de catecumenado
se han realizado dentro de la parroquia o el sector. Todavía no han experimentado la dimensión
diocesana. Les sorprende que los estén esperando, algunos ya conocidos por los que los acogen
y que sin embargo jamás han encontrado. Llegan otros catecúmenos, rodeados por sus
catequistas, sus futuros padrinos y madrinas. Los cónyuges, hijos, familiares, también están allí.
Cada uno encuentra rostros familiares y se siente un poco más tranquilo.
Con la ceremonia de la «elección» concluye el catecumenado mismo, y por tanto el
largo aprendizaje de la mente y del corazón.47
Hay que decir que es el gran día. Hace tanto tiempo que los embarga el deseo del bautismo...
Hace algunas semanas, en su carta al obispo, han recordado su camino. La mayoría de ellos
podían encontrar en su más tierna infancia las primeras intuiciones de la presencia amorosa de
Dios, las primeras conversaciones con una abuelita que les había hablado de Jesús, de María,
los primeros impulsos de oración, tal vez incluso la primera solicitud explícita del catecismo o
del bautismo a la que los padres no habían podido o querido corresponder. Y posteriormente,
luego de dudas, de retrocesos, un suceso fue el detonante. Se estableció un contacto, se entró
en el grupo del catecumenado, las conversaciones con los catequistas, los descubrimientos, los
encuentros, la celebración de entrada en el catecumenado, los momentos de felicidad cuando
todo se aclaró, y las vicisitudes, las pruebas de la vida, los momentos de duda que debieron
afrontarse, a nivel material, moral y espiritual.
Conviene que antes (del rito litúrgico) se tenga alguna deliberación sobre la idoneidad
47
RICA SP 134
26
de los candidatos por aquéllos que les atienden.48
¿Habría que bautizarse este año o dejar eso para el próximo? En ciertos casos, la respuesta era
evidente para todos los que conocían al catecúmeno. ¡Se había operado una transformación tan
grande! Todos podían ver el fruto del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, templanza”, ¡estaba todo ahí! Con eso, una comprensión
sorprendente del Evangelio, la presencia asidua a los encuentros, una participación creciente en
la vida comunitaria y, por supuesto, el deseo de participar del bautismo y de la eucaristía. En
otros casos, las cosas estaban menos claras y la decisión se tomó, no sin tener dudas. Claro,
había signos manifiestos de transformación, pero este u otro aspecto de la fe o de la vida
cristiana seguía siendo un obstáculo. ¿Tocaba prolongar otro año el camino catecumenal? Se
habló mucho de eso: el catecúmeno con el catequista y el padre de la parroquia, los catequistas
entre ellos, con el padre, con los responsables diocesanos, con el obispo. Finalmente se decidió
presentar el candidato este año, invitándolo a vivir intensamente el tiempo de última
preparación durante la Cuaresma. En más de una ocasión ha sucedido que el día del rito de la
elección y de los escrutinios revela al catecúmeno lo que en sí mismo y en su vida cotidiana
contradice el llamado de Cristo. Confiemos en los ritos, y también en las interpelaciones que
vienen del encuentro con el obispo y de la confrontación con el camino de conversión de otros
catecúmenos. Confiemos en la Palabra de Dios que día tras día nos llevará juntos por el camino
pascual.
El rito de la «elección» o de la inscripción del nombre se celebrará, ordinariamente, el
primer domingo de Cuaresma.49
Y he aquí que, en este día de fiesta, ¡se nos invita a meditar en las tentaciones de Jesús! Es
cierto que, en la vida de Jesús, este pasaje del desierto viene inmediatamente después del
momento de gracia del bautismo en el Jordán y la palabra que recibe del Padre: “Tú eres mi
Hijo amado, en Ti me complazco”. La clave del tiempo en el desierto, la clave de esta Cuaresma,
es descubrir lo que significa verdaderamente ser hijo o hija de Dios. La tentación de equivocarse
respecto al sentido de la filiación, de desviarse, es la gran tentación de la humanidad, como lo
testifica toda la historia bíblica desde el Génesis.
La lectura del Deuteronomio que en este primer domingo de Cuaresma acompaña al Evangelio
de Lucas (Dt 26) motiva a la vigilancia, y los catecúmenos se reconocen allí de manera
espontánea: “Mi padre era un arameo errante”. Ellos también son migrantes. Han conocido el
hambre y la pobreza. Han experimentado la salvación. Hoy, podrían creer que han llegado.
Podrían olvidar que aquello que tienen, lo han recibido, y dejar a un lado la gratitud humilde.
He ahí por qué se les invitó a recordar los beneficios de Dios y los momentos difíciles que han
atravesado. Muy pronto, en la liturgia, avanzarán diciendo “heme aquí” como respuesta al
llamado del obispo; será como si trajeran ellos también, en signo de gratitud, las primicias de
los productos de la tierra que Dios les ha dado, a la vez frutos de una larga historia escondida y
promesa de una abundancia futura, que todos compartirán. Este “heme aquí”, humilde, lúcido,
triunfante, los introduce ya en la acción de la gracia, en la eucaristía de la Iglesia, de la que
participarán al salir del bautismo.
Desde el día de la «elección» y de su admisión los catecúmenos reciben la
denominación de «elegidos». También, se les denomina «competentes», porque todos
48
RICA SP 137
49
RICA SP 51
27
juntos pretenden o rivalizan o compiten en recibir los sacramentos de Cristo y el don
del Espíritu Santo.50
Los catecúmenos se vuelven a encontrar en grupos pequeños. Cada uno empieza a contar… De
inmediato todos se reconocen semejantes. Hay allí jefes y señoras de la limpieza, funcionarios
e indocumentados, ancianos y jóvenes, mentalidades científicas y otras marcadas por las
religiones tradicionales. Sus historias son diferentes y, sin embargo, han vivido las mismas
inquietudes, las mismas dudas. Todos se escuchan con intensidad, sorprendidos de los caminos
de Dios. A veces se ríen juntos a carcajadas, luego se callan, conmovidos de compasión por el
relato de las pruebas que otros han atravesado. Se descubren hermanos porque han
experimentado la salvación.
Entonces los padrinos (…) comienzan a ejercitar públicamente su oficio.51
Durante este tiempo, los catequistas, los padrinos-madrinas, las familias, los amigos, los
colegas, dan testimonio delante del obispo de la manera como han sido interpelados,
interrogados, revolucionados por el proceso de los catecúmenos. El obispo los anima a
continuar este acompañamiento, cada uno a su manera.
Los padrinos y madrinas, sobre todo, salen asombrados de este intercambio. Habían venido por
amistad. Perciben que la función que han aceptado asumir es una misión confiada por la Iglesia.
La ejercen en virtud de su bautismo y su confirmación. Son delegados por la comunidad
cristiana. Su función oficial comienza hoy mismo.52 Durante la celebración, deberán dar
testimonio en tres ocasiones de la seria conversión de su ahijado. Avanzarán hacia el obispo
acompañándolo. Colocarán la mano sobre su espalda. También a menudo son ellos quienes
revisten a los recién elegidos con la estola violeta, antes de colocarles la vestidura blanca el día
de su bautismo.
De todo esto los padrinos-madrinas tendrán tiempo de hablar en grupos pequeños, con la ayuda
de un catequista capaz de ayudarlos a leer en los signos de la celebración de hoy y de la vigilia
pascual, el sentido de la misión que se les ha confiado.
Es oficio del (…) del Obispo (…) manifestar cuál es la índole religiosa y eclesiástica de
la «elección».53
Es el turno de que los catecúmenos se encuentren con el obispo. Este insiste en que el diálogo
tenga lugar en privado. Los catecúmenos se expresan delante de él con sorprendente franqueza.
Le confían sus sufrimientos, la violencia que han soportado. Hablan de la dificultad de
perdonar. Hablan también de su sentimiento de soledad, cuando su entorno familiar o
profesional considera con indiferencia, incomprensión o agresividad su decisión de entrar en la
50
RICA SP 24
51
RICA SP 136
52
RICA (SP) 43: El padrino por su parte, elegido por el catecúmeno a causa de su buen ejemplo, de sus dotes y de
la amistad, delegado por la comunidad cristiana local y aprobado por el sacerdote, acompaña al candidato en el
día de la elección, en la celebración de los sacramentos y en la etapa de la «Mystagogia». A él le atañe mostrar
familiarmente al catecúmeno el uso del Evangelio en la vida propia y en el trato con la sociedad, ayudarle en las
dudas y ansiedades, y darle testimonio y velar por el incremento de su vida bautismal. Señalado antes de la
«elección», cumple su oficio públicamente desde el día de la «elección», al dar testimonio del catecúmeno ante la
comunidad; y su oficio sigue siendo importante, cuando el neófito, recibidos los sacramentos, ha de ser ayudado
para permanecer fiel a las promesas del Bautismo.
53
RICA SP 138
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Iglesia católica a través del bautismo. Muchos expresan su temor de no estar listos, de no ser
dignos de la elección.
El obispo los tranquiliza. La elección no es la recompensa de una buena conducta sino una
invitación a seguir a Cristo, que ya los ha elegido y los elige a cada instante. Para mostrar esta
iniciativa de Dios, el obispo los llamará dentro de poco, a cada uno por su nombre; luego pedirá
la opinión de la Iglesia; luego, solamente les pedirá que expresen su voluntad de participar de
la iniciación sacramental durante la próxima vigilia pascual y de comprometerse mediante la
inscripción de su nombre en un registro. La elección es la decisión de Dios, decisión de la
Iglesia y, en respuesta, decisión del catecúmeno.
Finalmente acójase con la oración a los «elegidos», para que toda la Iglesia los
conduzca consigo al encuentro de Cristo.54
Y luego, prosigue el obispo, pueden contar con la oración y el apoyo de la comunidad. En la
celebración, se orará largamente por ellos, por sus familias. Como en muchas diócesis, los
registros serán enviados de manera solemne a comunidades religiosas contemplativas que
tendrán presentes en su oración a los catecúmenos durante el tiempo de la última preparación.
Y cada domingo, los bautizados orarán con ellos y por ellos en la celebración de los escrutinios.
El Obispo exhorte a los fieles para que juntamente con los «elegidos», a los que deben
dar ejemplo, se preparen para las solemnidades pascuales.55
La estola violeta que llevarán durante las celebraciones hasta el momento del bautismo 56 será
para toda la comunidad un recordatorio. La Cuaresma se vive en comunión con aquellos que se
acercan a los sacramentos de Pascua. Nosotros nos estimulamos mutuamente a la conversión.
La Iglesia que se manifiesta hoy es una Iglesia capaz de originar nuevos creyentes, una Iglesia
que acoge los carismas nuevos, una Iglesia fraternal donde cada uno, a su manera, es
responsable del crecimiento de los otros, una Iglesia en camino de conversión, iniciada
permanentemente a la vida trinitaria por medio de los sacramentos de Pascua.
Al estudiar las etapas de la elaboración del RICA, entre 1964 y 1971, constatamos al menos
dos cosas a propósito del tiempo de la mystagogia:
- La primera es que ha encontrado su forma actual tardíamente. Vemos que los autores del
Ritual - teólogos y pastores - vacilaron mucho. ¿Hacía falta un tiempo distinto, o simplemente
precisar que después de los sacramentos de iniciación sería apropiado proponer una catequesis
mistagógica? Una vez que se decidió la opción de un tiempo apropiado, la cuestión de la
duración se dabatió en profundidad. ¿Habría que limitarla a la octava de Pascua, como lo hacían
54
RICA SP 135
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RICA 138
56
Este rito no figura en el RICA. Fue introducido en la diócesis de París por el cardenal Lustiger – él mismo
antiguo catecúmeno – hace unos veinte años, y rápidamente se extendió en muchas diócesis de Francia. En las
parroquias de París, cuando no hay catecúmenos, las estolas violetas se colocan sobre una fila de sillas vacías
durante todos los domingos de Cuaresma. Su lugar queda marcado en la asamblea y en la conciencia de los
bautizados. La Cuaresma se vive en comunión con todos los catecúmenos que en el mundo entero se acercan al
bautismo. Este rito anexo tiene por efecto interpelar silenciosamente a la comunidad acerca de su responsabilidad
misionera.
29
un cierto número de Padres de la Iglesia en el siglo IV, o extenderla a todo el tiempo de Pascua,
o incluso no especificarla? ¿Había necesidad de una ceremonia de clausura especial? ¿Era
necesario instituir catequesis mistagógicas; ¿pero cuándo, dónde, con quién, cómo? ¿Se
requerían ritos específicos para los neófitos, como el hecho de vestir una prenda blanca? Etc.,
etc. Las opciones fueron debatidas extensamente, revisadas y corregidas varias veces. Por lo
tanto, la presente propuesta ha sido cuidadosamente pensada. Es importante entender su
espíritu.
- Además, otro elemento importante, la versión final (el OICA de 1972), se abstiene de dar una
definición teórica de la mystagogia. Al comparar las versiones anteriores, nos damos cuenta de
que esto fue el resultado de una elección. Si interrogamos al Ritual y le hacemos la pregunta:
"¿Qué es la mystagogia?", él responde: "La mystagogia es lo que se lleva a cabo en el tiempo
pascual. Por lo tanto, si queremos encontrar una definición de mystagogia de acuerdo con el
RICA, no hay otra manera que tratar de entender lo que la liturgia ofrece para vivir en el tiempo
pascual.
Así que eso es lo que vamos a tratar de hacer.
- ¿Un punto débil del Ritual?
Las indicaciones del RICA para el tiempo de la mystagogia aparecen de manera sucinta. Y la
propuesta no convence mucho. En efecto, el Ritual dice que:
"El lugar principal de la "Mystagogia" lo constituyen las llamadas "Misas para los
neófitos", o sea, las Misas de los Domingos del tiempo pascual”57
No obstante, la mayor parte del tiempo, el problema del futuro de los neófitos se resume en que
"no vienen más a la misa". Por lo tanto, no está claro cómo una solución que se basa en el hecho
de la participación puede ser pertinente. La solución, en cierto sentido, presupone el problema
resuelto. ¡Es la serpiente que muerde su cola! (= un círculo).
- La propuesta del RICA
En realidad, las indicaciones del Ritual son menos sucintas de lo que parece. De hecho,
especifica que, al participar en las misas de Pascua,
«además del (1) encuentro con la comunidad de los fieles reunida y (2) de la
participación en los misterios, los neófitos encuentran, (3) lecturas que les son
especialmente adaptadas sobre todo en el ciclo A del Leccionario» 58
El RICA ofrece aquí como un hipervínculo que nos lleva a otros dos "sitios": el del Leccionario
dominical y el del Misal Romano, con la riqueza abundante de sus notas pastorales.
No específica, sin embargo, por qué estas lecturas son “especialmente adecuadas”, “sobre todo
en el ciclo A”. Podemos hacer suposiciones, pero son solo eso, suposiciones. La única solución
es emprender el estudio de estos textos, no de una manera superficial, sino en profundidad, para
tratar de entender cuál es el programa de catequesis que los constituye, qué camino de fe tratan
de hacer vivir a los neófitos y al conjunto de todos los bautizados después de las fiestas de
Pascua hasta Pentecostés.
Les propongo que nos dediquemos una vez más a escuchar lo que la liturgia nos ofrece para
vivir, esta vez durante la Pascua. Y les sugiero que lo hagamos usando la única pista precisa a
nuestra disposición, esta pista que tiene con qué “intrigarnos”, como dicen los narratólogos, es
decir, tomando como referencia las lecturas del leccionario dominical del ciclo A. El corpus es
57
RICA 40
58
RICA 40
30
considerable: entre el domingo de Pascua y el de Pentecostés, agregando la fiesta de la
Ascensión, hay 37 textos (4 lecturas por domingo, ya que hay que incluir el salmo y una posible
variante del día de Pascua). Es sin duda una de las razones por las cuales no se ha hecho mucho
este trabajo. Sin embargo, vale la pena.
¡No se preocupen! No voy a hacerles estudiar 37 textos. Les daré sólo las conclusiones a las
cuales he llegado apoyándome en las lecturas del Evangelio que enmarcan el tiempo de la
mystagogia, es decir, la del segundo domingo de Pascua y la del día de Pentecostés. De hecho,
constatamos que un mismo Evangelio - con una variación en la forma en que se corta - enmarca
el periodo de la mystagogia. El análisis de este Evangelio me parece que permite entender la
estructura básica del Leccionario del tiempo pascual y el itinerario por el que conduce a los
lectores-oyentes, es decir, “a la comunidad entera con los recién bautizados”.
- El leccionario del tiempo de Pascua: ¿cómo entender la dinámica?
Pero cuidado: no es suficiente estudiar estos textos bíblicos como si debieran ser “leídos en
casa”. No se les pide a los neófitos que para completar su iniciación vayan a leer estos textos
en su habitación, ni siquiera en un pequeño grupo. Se trata de que ellos y nosotros los
escuchemos tal como resuenan en medio de la comunidad reunida para la Eucaristía dominical
durante el tiempo pascual. El reto consiste en leer los textos dentro de la acción litúrgica,
analizar simultáneamente los “signos” de la Escritura y los de la acción litúrgica. ¿Cómo tener
en cuenta la experiencia de la escucha en el contexto litúrgico, usando al mismo tiempo con
rigor un método exegético? No voy a detenerme en los fundamentos hermenéuticos de este
proceso. Hago referencia aquí a la obra de Paul Ricœur, que ayudó a superar la oposición entre
el texto y la acción, y a contemplar “la acción, como un texto”.59
Para estudiar un texto, sea literario, bíblico o litúrgico, son posibles varios caminos en función
de las preguntas que deseamos hacerle. Por ejemplo, si para entenderlo uno se pregunta sobre
su génesis, sobre el contexto en el que fue escrito, será de interés realizar un análisis histórico-
crítico. Cuando tratamos de entender lo que un texto busca “hacer”, cuando uno se pregunta
acerca del efecto que busca producir en sus lectores, entonces se puede recurrir al análisis
narrativo, que se centra precisamente en el “efecto” producido en el lector mediante una
“estrategia de escritura”, que puede identificarse por una serie de puntos de observación.
El análisis narrativo proporciona un método y al mismo tiempo una analogía que permite
considerar la participación en la liturgia de la Palabra como un acto de lectura y, por lo tanto,
ver a los “destinatarios” del tiempo de la mystagogia como lectores-oyentes; considerar la
liturgia del tiempo de Pascua como una trama compleja, compuesta de tramas incrustadas;
pensar la transformación efectuada por la dinámica mistagógica en términos de construcción o
de refiguración del lector.
Entonces se hace posible examinar los textos a la luz de la dinámica eucarística en la que se
inscriben y que contribuyen a producir, sin ideas preconcebidas, pero con una pregunta
específica: ¿cuál es la estrategia de escritura usada por el leccionario y por el texto mismo, y
qué efecto, qué transformación tiene esta estrategia?
59
Paul RICŒUR, Du texte à l’action. Essais d’herméneutique II, Paris, Ed. Del Seuil, 1986
31
19. (Después de la muerte de Jesús) Al atardecer de aquel día, el primero de la semana,
estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los
discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
20.Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al
Señor. 21.Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió,
también yo os envío.» 22.Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu
Santo. 23.A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.»
24.Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» 25.Pero él les contestó: «Si no
veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y
no meto mi mano en su costado, no creeré.»
26.Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se
presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»
27.Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela
en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.»
28.Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» 29.Dícele Jesús: «Porque me has visto
has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.»
30.Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas
en este libro. 31.Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
La lectura del Evangelio consiste en una parte estrictamente narrativa (vv. 19-29), seguida por
un comentario explícito del narrador (vv. 30-31).
La parte narrativa está compuesta por tres cuadros:
- una manifestación de Jesús en medio de sus discípulos “al atardecer de aquel día, el
primero de la semana”, que concluye con un envío (vv. 19-24);
- la presentación de una “complicación” causada por la ausencia de uno de los
protagonistas en la primera parte de la historia, que termina con una profesión
condicional pero firme de falta de fe: “¡No creeré!” (vv. 24 - 25);
- finalmente, una repetición de la manifestación, “ocho días después”, el grupo de
discípulos esta vez en su totalidad (vv. 26-28). Este episodio y toda la parte narrativa
encuentran su conclusión en el enunciado de una bienaventuranza, puesta en boca de
Jesús: “Dichosos los que no han visto y han creído”.
El comentario del narrador se presenta como una conclusión de todo el “libro” del evangelio.
El curso de la lectura hace pasar así al lector-oyente a través de una sucesión de acontecimientos
contrastantes. Y los sentimientos que atraviesan los personajes: miedo, alegría, paz, duda,
rechazo, falta de fe, fe, felicidad, alimentan la tensión narrativa.
Cada episodio termina con una conclusión bien marcada, que resulta ser temporal, porque se
cuestiona con el siguiente episodio:
32
- El envío, acompañado de una “carta de misión” debidamente precisada y solemnizada por la
formulación “una vez al derecho, una vez al revés” de la tarea asignada (v. 23). Este envío,
tiene problemas ante la resistencia de Tomás, y su realización se posterga por el momento.
La conclusión expresada de una manera tan determinada por Tomás en el v. 25 será derribada
ante la experiencia personal de la realidad de la presencia del Cristo Resucitado.
- El “intercambio de conclusiones” de los vv. 28 y 29 - la profesión de fe de Tomás y la
bienaventuranza pronunciada por Jesús - es claramente la cima de la revelación hacia la cual
converge la trama de la historia. Sin embargo, el texto cambia abruptamente de registro, y el
narrador habla directamente a los lectores que llegan al final del libro y les proporciona una
clave hermenéutica que ilumina retrospectivamente la intensión del conjunto de las historias
referidas. ¿Podemos imaginar una conclusión más definitiva?
Aun así, la paradoja está en que, en la liturgia, no estamos en el fin del “libro”: estamos en el
comienzo de una historia, la del tiempo pascual. La conclusión del narrador constituye de alguna
manera el incipit- la introducción - del tiempo de la mystagogia.
Bajo una apariencia compuesta, el Evangelio de este segundo domingo de Pascua parece
entonces, a través de etapas cuidadosamente construidas, encaminarnos no solo hacia el
descubrimiento del proyecto del Evangelio de Juan, como lo presenta el narrador, sino además
al descubrimiento de las intenciones del Leccionario y la comprensión del “programa” del
tiempo de la mystagogia.
Dejemos entonces que el evangelista nos guíe paso a paso hacia la resolución del enigma del
tiempo pascual.
La primera manifestación
El marco del encuentro
- El calendario
“(Después de la muerte de Jesús) Al atardecer de aquel día, el primero de la semana...". La
indicación temporal tiene el efecto de hacer coincidir el tiempo de la historia narrada con el
tiempo de los lectores-oyentes reunidos como los discípulos, “en este primer día de la semana”,
para acoger la presencia del Resucitado en la asamblea eucarística.
- Los personajes: “discípulos”
El apelativo “discípulos” permite a los lectores-oyentes reconocerse en los destinatarios de la
manifestación de Jesús. Un especialista del evangelio de Juan, Jean Zumstein explica que:
“El concepto" discípulos "(μαθητής) tiene un significado paradigmático: no sólo designa
al discípulo histórico de Jesús, sino también al creyente post-pascual como tal. [...] Los
destinatarios de la orden de envío son los discípulos como tales, sin distinción, paradigma
de la comunidad eclesial en su conjunto”.60
60
J. ZUMSTEIN, L’Évangile selon saint Jean (13-21), Ginebra, Labor y Fides, col. "Comentario del Nuevo
Testamento" IVb, 2007, p. 284.
Este punto de vista no está reservado para los exegetas protestantes. “Al decir ‘los discípulos’ (20:19, 20, 25, 26),
¿Juan designa al colegio apostólico exclusivamente? Esta cuestión debatida entre las confesiones cristianas no se
justifica más. El evangelista no ignora la distinción entre ‘discípulos’ y ‘doce’ (cf.6,66-67), sin evocar la función
de autoridad que la tradición atribuye a.los doce; si su intención hubiera sido restringir la aparición a los Once,
habría especificado su identidad. Además, la denominación ‘los discípulos’, constante en Juan, enfatiza la adhesión
a Jesús; como en la Despedida, los discípulos presentes son. al mismo tiempo, los discípulos históricos de Jesús
33
Por lo tanto, es para “nosotros”, lectores y oyentes reunidos en este nuevo domingo de Pascua,
que Jesús se manifiesta vivo. Son nuestros temores y nuestras dudas que Él viene a disipar. Es
a nosotros a quienes viene a dar su paz, es a nosotros a quienes se propone enviar.
Pero para eso, tendremos que vivir los pasajes. Porque estaban “cerradas, por miedo a los judíos,
las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos”. Estarán cerradas ocho días más tarde.
La buena nueva de la Resurrección no transforma mágicamente a los discípulos. Si la primera
manifestación de Jesús trae entre ellos alegría, entusiasmo y deseo de difundir el mensaje, no
parece ser suficiente para transformarlos en mensajeros responsables de la transmisión del don
obtenido por la muerte y resurrección del Señor. Hay varios obstáculos que deben superarse,
antes de que respondan como Lázaro al llamado de Jesús: “¡Sal de ahí!”.
- La venida de Jesús
Este movimiento de salida surgirá desde el interior: es precisamente Jesús quien se une a ellos
en su encierro. “Se presentó [ἦλθεν] Jesús en medio de ellos”. La declaración no podía ser más
sobria. El momento y la modalidad del pasaje escapan a la narración, como los de la
resurrección. La presencia hecha realidad de Jesús en medio de los suyos se presenta como algo
simple, un hecho del que no hay que sorprenderse. De hecho, había sido anunciado: "No os
dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros si
me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis”. Pero esta reminiscencia vendrá más
tarde, en el relato del tiempo pascual.61
Las palabras de Jesús y los gestos que los acompañan
- La paz y contemplación de las heridas
La primera palabra del Resucitado consiste en un deseo de paz. “¡La paz con vosotros!”. El
evangelista ha enseñado a sus lectores que conviene dejar resonar las palabras más familiares
para percibir su densidad teológica.62 El tradicional saludo semítico, que se repetirá tres veces
en el pasaje, no puede resumirse como un simple “buenos días”. Sabemos que la paz, shalom,
resume en el Antiguo Testamento las bendiciones que acompañan la venida del Mesías.
Asociado a la evocación del primer día de la semana, luego del octavo día, el saludo resuena
como un saludo litúrgico y sugiere al lector-oyente una coincidencia entre el momento presente
y el momento de la historia contada.63
La palabra de paz se acompaña de un gesto: “Dicho esto, les mostró las manos y el costado”.
El don de la paz se encontrará al mirar a Jesús y al leer en el cuerpo del Resucitado, como en
un texto y a la luz del mismo, el significado de las huellas de la Pasión.
de Nazaret y los representantes de todos los creyentes venideros”. X. LÉON-DUFOUR, op. cit., p. 230. El
evangelista, como veremos, hace mención en nuestro texto, de los “Doce” (v. 24), pero no para indicar los testigos
de la manifestación.
61
Cf. Jn 14, 18-19; cf. también Jn 16, 16ss. El evangelio de este día nos muestra, de un extremo a otro, el
cumplimiento de las palabras de Jesús antes de su pasión (Jn 14-17). Pero es sólo al final del tiempo de la
mystagogia, - después de la relectura de estas palabras, cuando este evangelio vuelva a proclamarse, que los
lectores-oyentes podrán entenderlo plenamente. Véase infra, pp. 182 ss.
62
Un ejemplo entre muchos otros: “¡Dame de beber!” (Jn 4, 7).
63
«La Iglesia celebra el misterio pascual, en virtud de una tradición apostólica que se remonta al día de la
Resurrección de Cristo, cada octavo día, que se llama, con razón, el día del Señor o domingo" (SC 106). El día
de la resurrección de Cristo es tanto el “primer día de la semana”, el memorial del primer día de la creación, y el
“octavo día”, cuando Cristo, después de su “descanso” del gran Sabbat, inaugura el Día que ha hecho el Señor
"El día que no conoce la noche" (cf. Matutinum en die Paschalis ritus Byzantini. Oda 9, troparium [Romae 1884]
p.11). La “Cena del Señor” es su centro, porque es aquí donde toda la comunidad de los fieles se encuentra con
el Señor resucitado, que los invita a su banquete (cf. Jn 21, 12; Lc 24, 30)"CEC, n. 1166.
34
Es todo el misterio pascual el que queda expuesto por medio del doble signo inscrito en el
cuerpo de Jesús. Los discípulos presentes vieron / oyeron la palabra de las marcas y
reconocieron que el que fue crucificado resucitó, y que, por lo tanto, fue concedido el perdón.
De esto es que podrán ser testigos, de ahora en adelante. Se entiende que el discípulo que no ha
tenido esta experiencia se detiene en su viaje misionero. Y veremos que, mientras no haya él
mismo tenido esta experiencia, el itinerario misionero de la comunidad permanecerá en
suspenso.
La palabra se hizo carne y la carne se convirtió en palabra, de modo que “los discípulos se
llenaron de gozo cuando vieron al Señor”64. La alegría muestra que los discípulos no se
conforman con constatar las huellas de la muerte, supieron interpretar el signo. Como en el
evangelio del domingo anterior, el discípulo a quien Jesús amaba había sido capaz de interpretar
el signo de la tumba vacía.
De un domingo al siguiente, los lectores-oyentes se convierten en testigos -y beneficiarios- del
camino vivido por los discípulos para reconocer el paso del Resucitado.
- El soplo y el envío
La repetición del deseo de paz marca la transición a una segunda etapa del programa del
encuentro65. La palabra estará de nuevo acompañada de un gesto, y el don de la paz esta vez
estará asociado con el don del Espíritu. Si, en el primer momento de este encuentro, los
discípulos llegan a reconocer la identidad del Resucitado vinculándolo a su humanidad, ahora
se confrontarán con su identidad de Hijo único, que actúa libremente en el nombre del Padre
para comunicar el Espíritu.
“Como el Padre me envió, también yo os envío”. La frase no significa que la misión del Hijo
haya terminado. Al contrario, anuncia una “colaboración”, una “co-presencia” porque “el
perfecto ἀπέσταλκέ [...] muestra que el envío de Cristo por el Padre en la encarnación, se
perpetua en el presente - y esto por medio de los discípulos”66. En otras palabras, la misión de
los discípulos no retoma la del Hijo, sino que participa en ella. La formulación “como”, típica
del discurso de despedida67 , no introduce un paralelismo de orden lógico o nota descriptiva,
sino que nos invita a contemplar la comunión del actuar entre el Padre y el Hijo.
Jesús realizó el mismo gesto del Creador que termina su obra de creación de la humanidad
(ἐνεφύσησεν; cf. Gn 2, 7). Al disponer así del Espíritu, manifiesta que todo lo que pertenece al
Padre es suyo68. La efusión del Espíritu cita el relato de los comienzos, pero también los del fin
de los tiempos. Ella significa el cumplimiento de la Alianza definitiva69. El saludo insistente: -
“¡La paz con vosotros!”- revela su verdadero alcance escatológico en el momento en que se
actualiza en la venida del Espíritu.
64
Aquí también se cumple la “profecía” de Jesús en el discurso de despedida. Cf. por ejemplo, Jn 16, 22:
“También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie
os la podrá quitar” .
65
Cf. X. LEON-DUFOUR: “Para ser fieles al lenguaje de Juan, el término ‘aparición’ debe ceder el paso al de
encuentro. Un ser “viene”, de repente “está ahí”. Sin duda los beneficiarios de esta presencia retoman el
vocabulario del “ver”, pero su objeto es “el Señor” que fue reconocido en Jesús de Nazaret: en la fe ven al Hijo
glorificado. Por lo tanto, preferimos llamar a las apariciones del Resucitado como los “encuentros del que vive”.
66
X. LEON-DUFOUR, Lectura del Evangelio según Juan, París, Ed. Du Seuil, coll. "Palabra de Dios", Volumen
IV, cap. 17-21, 1996, pág. 263.
8 J. ZUMSTEIN, ibíd., P. 285.
67
Cf. 15, 9 y especialmente 17, 2.11.18.21.22. La formulación de 17,18 es similar a la de 20, 21, pero en Juan 17
Jesús le habla a su Padre del envió como si este ya se hubiera cumplido: “Como tú me has enviado al mundo, yo
también los he enviado al mundo”.
68
Cf. Jn 17,10; Evangelio del 7º domingo de Pascua, ciclo A.
69
Cf. Jr 31, 31-33; Ez 36, 26 - 27; Jl 3, 1-2 ...
35
El narrador realza el lugar que ocupa el gesto en el interior del discurso: “Dicho esto, sopló
sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo’”. Para los lectores-oyentes que vienen de vivir
los ritos de iniciación y que se reúnen para celebrar la Eucaristía, “la unión íntima” del gesto y
de la palabra hace eco una vez más con la situación litúrgica70. Las epíclesis sobre los
bautizados, sobre las ofrendas y sobre el pueblo, y el envío hacia el cual culmina toda
celebración, no son más que la actualización de la acción del Resucitado presente en medio de
los suyos.
- La misión de los discípulos
Por lo tanto, la entrega del Espíritu está acompañada inmediatamente de una “orden de misión”
que invierte la relación del mundo de los discípulos: de una posición de confinamiento y de
pasividad provocada por el miedo de un ambiente familiar que ellos imaginan hostil, partirán
hacia un horizonte sin límite, hacia el encuentro con los “pecadores” en una actitud proactiva:
“A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos”.
Esta manera de sintetizar la misión es, sin embargo, difícil de comprender por los lectores-
oyentes de hoy, al menos por tres razones:
- la formulación simétrica, que parece otorgar a los discípulos un verdadero poder
discrecional (para perdonar o mantener los pecados);
- las reminiscencias “canónicas” que ella evoca, en el mundo católico sobre todo (el
“poder” para absolver los pecados reservado para “los ministros sagrados”);
- y finalmente su contenido, que parece limitar la preocupación misionera a la gestión del
perdón de los pecados.
Sin embargo, es esencial comprender su alcance ya que es sobre esta palabra del Señor que se
terminará, el domingo de Pentecostés, toda la liturgia de la Palabra del tiempo pascual, y por lo
tanto todo el recorrido de la iniciación catecumenal. Mientras se eliminan someramente, gracias
a los conocimientos exegéticos, esos obstáculos de comprensión, tratemos entonces de entender
por qué esta palabra de Jesús constituye en el evangelio de Juan la última palabra dirigida al
grupo de discípulos reunidos y, en la iniciación cristiana, la última palabra de la mystagogia.
En cuanto a la formulación, el semitismo subyacente explica por qué no debe considerarse la
segunda parte de la frase pronunciada por Jesús como un segundo párrafo de la carta de misión:
“La formulación en positivo y en negativo depende del estilo semítico que expresa la
totalidad por un par de opuestos. ‘Devolver / retener’ significa aquí la totalidad del poder
misericordioso transmitido por el Resucitado a los discípulos”.71
Si la formulación implícita tiene primero una función contundente con respecto a la formulación
positiva, la elección de escritura del evangelista invita, sin embargo, a comprender también una
advertencia urgente: de hecho, depende de los discípulos que los seres humanos sean alcanzados
por el perdón que Dios mismo quiere comunicar. El proyecto salvífico de Dios se coloca en
dependencia del anuncio.72 La fórmula negativa enfatiza entonces, la importancia y la urgencia
de la responsabilidad de la comunidad eclesial.
70
SC n. 35 habla de “La íntima conexión entre la palabra y el rito en la Liturgia”.
71
X. LÉON-DUFOUR, Íbid., P. 240-241.
72
Cf. Romanos 10, 13-15: "Quien invoque el nombre del Señor será salvo. Sin embargo, ¿Cómo podemos invocarla si no
hemos puesto nuestra fe en él? ¿Cómo podemos poner nuestra fe en él, si no lo hemos oído? ¿Cómo oír si nadie proclama?
¿Cómo proclamar sin ser enviado? "
36
Se trata en efecto de una responsabilidad dada a todos, ya que, como hemos visto, el término
“discípulo” significa en el Evangelio de Juan la figura del creyente.
Pero el legado de una concepción jurídica hipertrofiada del perdón todavía habita en el
inconsciente de los cristianos católicos; tal vez para no debilitar aún más una autoridad
institucional debilitada y una práctica sacramental enrarecida, rara vez se denuncia este
reduccionismo. En consecuencia, todavía se corre el riesgo de hacer olvidar que Jesús no
comunica un poder sobre el perdón, sino un poder sobre el pecado. También se corre el riesgo
de impedir que los cristianos crean verdaderamente en la responsabilidad compartida que se les
ha confiado. Sin embargo, el anuncio sacramental no tiene sentido si no está inscrito dentro de
la responsabilidad misionera de toda la Iglesia. Porque toda la Iglesia es sacramento de
salvación. Esto es lo que el Concilio Vaticano II afirma fuertemente, en la constitución de
Lumen Gentium:
“Dios formó una congregación de quienes, creyendo, ven en Jesús al autor de la salvación
y el principio de la unidad y de la paz, y la constituyó Iglesia a fin de que fuera para todos
y cada uno el sacramento visible de esta unidad salutífera”.73
Esto significa que todos los bautizados, habiendo recibido el Espíritu, están llamados a
manifestar con su vida y su palabra la obra de salvación cumplida en Cristo.74
En la catequesis que acompaña a la experiencia de los sacramentos recibidos 75, cualquiera que
sea su forma y lugar (homilía, intercambios personales o comunitarios), pero en primer lugar,
a través de la manera en que se celebra en sí la liturgia pascual 76, parece esencial intentar que
los bautizados puedan verdaderamente acoger la revelación de su vocación común en la
narración de la entrega del Espíritu y las palabras de envío. Porque, en el sistema temporal de
la mystagogia, su importancia es tal que estas palabras aparecerán otra vez para ser escuchadas
el domingo de Pentecostés, es decir, en la conclusión de todo el itinerario de la iniciación
bautismal.
En la boca de Jesús, la remisión de los pecados es una consecuencia de la confrontación con la
revelación cristológica77. Las palabras de misión, de hecho, no están formuladas en el modo
imperativo, como es el caso en Mateo.78 Jesús no dice a los discípulos lo que deberán decir o
hacer, sino que les habla del resultado de su misión. Les revela el efecto que el anuncio del
Kerygma, a través de la mediación de la comunidad creyente, tendrá sobre aquellos que lo
escucharán y lo recibirán.
73
LG, n. 9
74
Cf. LG, n. 33: «El apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado
al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud del bautismo y de la confirmación. […] Así, todo
laico, en virtud de los dones que le han sido otorgados, se convierte en testigo y simultáneamente en vivo
instrumento de la misión de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo (Ef 4,7).
[…] Así, pues, incumbe a todos los laicos la pre-clara empresa de colaborar para que el divino designio de
salvación alcance más y más a todos los hombres de todos los tiempos y en todas las partes de la tierra. Por
consiguiente, ábraseles por doquier el camino para que, conforme a sus posibilidades y según las necesidades de
los tiempos, también ellos participen celosamente en la obra salvífica de la Iglesia.»
75
Cf. RICA n. 237.
76
La plena y actuante participación de los fieles en la liturgia, un objetivo esencial de la reforma litúrgica
conciliar, significa y suscita la plena participación en la misión de Cristo y de la Iglesia. La forma Ecclesiae
manifestada en la liturgia "autoriza" la responsabilidad misionera, distorsionada, que desalienta.
77
Jn 1, 9-13.
78
" "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo"
(Mt 28, 19-20).
37
Los discípulos son enviados como el Hijo para ser reveladores efectivos del Padre y
comunicadores de su Espíritu. Si este gozoso anuncio se expresa en términos de la remisión de
los pecados, es que se relaciona con el signo que acaba de ser dado: las marcas en el cuerpo de
Jesús dicen, de hecho, que el amor del Padre y del Hijo siempre es una victoria sobre la violencia
del mundo. Es por eso que la resurrección es, en realidad, una buena noticia, y no un "final
feliz" lenitivo. El próximo episodio le permitirá al narrador enfatizarlo.
79
1 P 2, 24 que retoma Is 53, 4-5. Este pasaje de la Epístola de Pedro se lee en el cuarto domingo, el domingo del
Buen Pastor. Las heridas del Resucitado son también las del buen pastor que da la vida por sus ovejas y que se
revela aquí en su manera de cuidarlas.
80
EG, n. 270.
81
Título de una de las últimas obras de J.-B. METZ (Freiburg, 2006). En francés, Memoria passionis. Un recuerdo
provocativo en una sociedad pluralista, trad. J.-P. Bagot, París, Cerf, coll. "Cogitatio Fidei" 269, 2009.
82
Es Pablo quien insiste en la necesidad de “discernir el cuerpo” para celebrar en verdad la Eucaristía. Cf. 1 Co
11,29
39
La venida de Jesús: de dónde nos viene la paz
El Jesús Resucitado no solo no se ve afectado por los límites del espacio, sino que también sabe
lo que sucede en el corazón de los discípulos y en sus intercambios. La duda no provoca su
alejamiento ni su desaprobación: Él viene a dialogar. Y viene a hacerlo “ocho días después”,
¡inaugurando así la regularidad de los encuentros dominicales! En este momento de encierro,
Jesús viene al encuentro de la comunidad. Pero también entra en un diálogo personalizado,
cuidando de cada uno, ahí donde está, con sus preguntas, necesidades y sus dudas, sin echarle
la culpa, respondiendo “con todo su cuerpo”, animando a cada quien, a “mantenerse en la vida
creyendo”.83 (πιστός).
"La aparición" tiene una dimensión teofánica - la profesión de Tomás lo dirá - pero también es
una manifestación de la “calidad” de la presencia de Jesús en su comunidad. Los lectores-
oyentes lo entenderán mejor al escuchar la lectura de Juan 10 el cuarto domingo: el resucitado
está en medio de su Iglesia, el hermoso/buen pastor que cuida de sus ovejas, que las conoce,
que las llama a cada una por su nombre y que las hace “salir”. La actitud de Jesús hacia Tomás
es, de hecho, una actitud “pastoral”.
En su actitud y su palabra, Jesús se da a reconocer tal como siempre fue. ¿No es él quien,
volviéndose y viendo a dos discípulos que le seguían, les había preguntado: “¿Qué buscan?”84.
Y ellos pudieron preguntar: “Maestro, ¿dónde vives?”.
La disponibilidad de Jesús ante las preguntas de los discípulos se manifiesta en que retoma,
punto por punto, las palabras de Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano
y métela en mi costado”. Jesús invita al discípulo a recorrer lentamente el itinerario que él
necesita para poder/querer creer. Así como las marcas del sufrimiento humano, las dudas de los
discípulos son acogidas en el cuerpo del Resucitado.
Jesús escuchó la pregunta de Tomas, vino a su encuentro, le habló de corazón a cuerpo y se
dejó ver en los signos de salvación, se mostró fiel a su estilo y respondió en el lugar preciso de
la pregunta. ¿Tocó Tomás el cuerpo del Resucitado? El evangelio no lo dice. Si ya no es
necesario tocarlo, no es, en todo caso, porque verlo sea suficiente. Pero lo que ahora debemos
tocar son las heridas de la humanidad. La invitación “y no seas incrédulo, sino creyente”, por
lo tanto, puede entenderse como una palabra de envío, que acompaña la curación e indica un
modo de ser para un nuevo futuro.
- La profesión de fe de Tomás
La respuesta de Tomás testifica esta curación: “¡Señor mío y Dios mío!”. Esta profesión de fe
representa un salto cualitativo sorprendente en comparación con muchas profesiones de fe que
han esmaltado el evangelio, intentos siempre fragmentarios por parte de aquellos que se
acercaron al misterio de Jesús antes de ser elevado en la cruz y resucitar.
Como parte de la liturgia, la profesión de fe de Tomás recuerda y corona a las que marcaron
cada etapa de los escrutinios. El paso por la Pascua y la larga contemplación del Crucificado
83
CONFERENCIA DE LOS OBISPOS DE FRANCIA, Texte national pour l’orientation de la catéchèse en France et
principes d’organisation [TNOC], París, ediciones Bayard / Fleurus-Mame / Ed. Du Cerf, col. "Documents d’Église", 2006,
p. 32. La cita, que no tiene referencia en el TNOC, quizá inicialmente se refiere a la CONFERENCIA DE LOS OBISPOS
DE FRANCIA, Proposer la foi dans la société actuelle. Rapport présenté par Mgr Claude Dagens à l’assemblée plénière
de Lourdes 1994, Paris, Éd. Du Cerf, 1995, pp. 42-43.
84
Jn 1:38.
40
Resucitado permitieron al lector-oyente reconocer la verdadera identidad de Jesús. La iniciación
cristiana termina y él también puede decir con Tomás: “Señor mío y Dios mío”.
- La Bienaventuranza
“Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído...”. Debemos ser
capaces de escuchar las dos frases positivamente. Sería contrario a la narración considerar que
la palabra de Jesús constituye un reproche implícito a Tomás y que denigra el ver sobre el creer.
No encontramos aquí el elogio de una mística que pueda prescindir de ver. ¡Que los discípulos
contemporáneos de Jesús se alegren de haber visto lo que han visto, no hace falta decirlo!85 En
todo el Evangelio, “ver” es un espectáculo feliz ya que todo lo que Jesús ha dado a ver en su
humanidad es la revelación del Padre, el Hijo y el Espíritu. Entre Tomás y los que creen sin
haber visto, hay una diferencia de generación, no una diferencia de mérito.86
El intercambio de conclusiones entre Tomás y Jesús marca así el punto de encuentro de dos
tramas: la del discípulo del evangelio y la del lector creyente. Entonces comprendemos mejor
la razón de la descripción de Tomás: “Tomás, uno de los Doce, llamado el ‘mellizo’”. Tomás
es un personaje central, un miembro del grupo de primeros discípulos y vocero de los creyentes
de segunda generación que somos nosotros. Es en el texto el doble del lector.
En la narración de Juan, las conclusiones cruzadas de Tomás y Jesús imprimen un sello final a
la narración. Al tomar la palabra en los vv. 30-31, el narrador viene lógicamente a aportar una
conclusión para todo el libro.87 En el contexto de la lectura de este domingo, la adición de este
final es más sorprendente. ¿Por qué leer la conclusión de todo el Evangelio, cuando acabamos
de escuchar una simple perícopa? ¿Y por qué entregar observaciones concluyentes mientras
estamos en el punto de partida de un nuevo tiempo litúrgico? Ahora exploraremos la asombrosa
riqueza de esta paradoja.
85
Cf. Lc 10,23-24: "Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!
24.Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que
vosotros oís, pero no lo oyeron.»"//Mt 13, 16-17. Cf. también la invitación al comienzo del Evangelio: “Vengan,
y verán” (1,39) y las promesas del discurso de despedida (14,19; 16.16).
86
Cuando Jesús dice en otra parte “bienaventurados los pobres”, no alaba sus méritos, sino que discierne que ya
viven algo del orden de la comunión con Dios y “bendice” este vínculo.
87
Dejamos de lado la cuestión de la relación entre el primero y segundo final del evangelio, ya que este último no
forma parte de nuestro corpus. Para un enfoque narratológico de la cuestión, cf. por ejemplo. Jean-Marie SEVRIN,
« Les deux finales du quatrième évangile » ", en C. FOCANT y A. WENIN (eds.), Analyse narrative et Bible 2º
Simposio Internacional RRENAB, Louvain-la-Neuve, Abril 2004, Presses universitaires de Louvain. col. "BETL"
191, 2005, pp. 241-247.
41
El narrador entra en escena dando la clave hermenéutica del evangelio
Mientras que el narrador se mantuvo retirado en toda la historia, dejando que los lectores luchen
con la cuestión del sentido, sale al final de su reserva para proporcionarles una clave esencial
de interpretación. En pocas palabras, trae una serie de luces sobre la narración que llega a su
fin.
La primera de ellas es el alcance hermenéutico de los gestos de Jesús.
“Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales” (versículo 30). Así pues, el
evangelista anuncia el cierre de un conjunto narrativo que se inició con la reunión de los
primeros discípulos después del testimonio de Juan el Bautista (cap. 1), siendo prerrequisitos
necesarios los gestos que los sinópticos habrían llamado “milagros”, pero que el cuarto
evangelio llama “signos”.88 Así el narrador intervenía también al final de la narración para
enfatizar la función significante del evento y su efectividad:
“Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y
creyeron en él sus discípulos” (Jn 2,11)
El evangelio de Juan parte de la fe para conducir a la fe. De ahí su preeminencia en las últimas
etapas de la iniciación, Cuaresma y tiempo de Pascua. Se dirige a creyentes que han comenzado
a creer, pero “hasta entonces” (20, 9) no han integrado el acontecimiento pascual en todo lo que
revela al mismo tiempo de la divinidad del Hijo del hombre y de la humanidad del Hijo de Dios.
Los lectores se harán testigos del camino de discípulos, desde la seducción de las promesas de
abundancia, de fiesta y de alegría mesiánica hasta la derrota del Gólgota y la lenta
reconstrucción de una fe que reconoce plenamente en la contemplación del Cristo Resucitado
la identidad del Hijo y la relación que lo une eternamente al Padre y al Espíritu.
Hasta entonces, los “signos” estuvieron marcados por la ambigüedad. Se daban de manera
deliberada, pero corrían el riesgo de ser malinterpretados. Desde el capítulo 1289 y el “descenso”
hacia la Pasión, la palabra no había sido pronunciada. Era necesario esperar al final del libro y
el final de la trama para que la humillación de Jesús pudiera reconocerse en la fe como un signo
salvífico del agapé trinitario.
El narrador justifica las elecciones de redacción, y revela la intención de la obra. “Jesús realizó
[…] otras muchas señales que no están escritas en este libro. 31.Estas han sido escritas para
que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su
nombre”.
Toda la estrategia narrativa se ordena así para que el lector tenga acceso a la plenitud de la fe
Pascual, fuente de vida, acceso que pasa por la profundización del misterio del Hijo de Dios.
Así la historia del Evangelio, revelando la identidad de Jesús, sacramento de Dios y sacramento
88
Para los lectores, el uso de la palabra “signo” en Juan también representa una clave para la interpretación para el conjunto
de los sinópticos. La conclusión de Juan aclara así la estrategia de escribir los evangelios que lo precedieron.
89
“Por eso también salió la gente a su encuentro, porque habían oído que él había realizado aquella señal” (12, 18). " "Aunque había
realizado tan grandes señales delante de ellos, no creían en él" (12, 37).
42
de salvación, se revela signum efficax90 (signo eficaz) que permite entrar en el mysterium fidei.
Se puede hablar absolutamente de una mystagogia.
- La mediación de la escritura
Pero esta narrativa eficaz pasa ahora por la mediación de una escritura. Esta es la tercera luz
que aporta la conclusión de la lectura de este segundo domingo.
Tres veces insiste el narrador en el carácter escrito de la narración. “Jesús realizó […] otras
muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas […]”. Al ofrecer una
narración escrita, organizada y terminada (un “libro”), la generación de narradores renuncia a
ella y desaparece: su testimonio, ahora publicitado, es de “libre acceso”. Los semeia (los signos)
de la escritura designan, en ausencia de los primeros testigos, “los semeia [los signos] que Jesús
realizó en presencia de los discípulos”. A través de la escritura, las narraciones se convierten
en corpus entregado. Un cuerpo entregado a otras generaciones que lo anunciarán a su vez.
Entregado como alimento de vida eterna. Entregado para la lectura y re-lectura, y para la infinita
obra de la interpretación. La revelación contenida en el evangelio es ciertamente inagotable, ya
que el Espíritu nunca deja de revelar al Hijo.91
La conclusión nos devuelve al comienzo del libro: porque ahora es necesario volver a leer todo
con la clave de interpretación que acaba (finalmente) de darse. Así, la paradoja litúrgica de una
conclusión que provoca una nueva lectura está inscrita en el evangelio mismo.
Hemos visto que la intervención del narrador tiene el efecto de que “el lector abandona el
tiempo de la historia contada y los personajes para reintegrar su propio tiempo” 92. Desde
entonces, para los oyentes-lectores reunidos para la celebración eucarística en ese segundo
domingo de Pascua, la clave interpretativa proporcionada por la conclusión no se refiere
solamente al libro que se termina, sino que también se refiere al "Libro" que se abre. Al mismo
tiempo que el objetivo del Evangelio, es también el objetivo de las Escrituras del tiempo de la
mistagogía que se enuncia, en una fórmula con acentos de liturgia bautismal: los signos
referidos -las lecturas que escucharán- fueron seleccionados entre “muchos otros”, “para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre”.
Tras la invitación del Evangelio, el periodo de mistagogía va, por lo tanto, a conectar “a toda
la comunidad con los recién bautizados”, en una relectura de las Escrituras a la luz de los
acontecimientos de Pascua.
Estos acontecimientos son los que conciernen a Jesús, pero también son la travesía vivida por
los creyentes en las celebraciones pascuales y los sacramentos de iniciación. Porque entre los
"otros signos" que hizo Jesús, y que no están escritos en ese libro sino en la vida de la Iglesia,
90
Cf. J.-B. METZ, " Petite apologie du récit ”, Concilium 85 (mayo de 1973), p. 60.
91
Cf. Jn 14,26; 16, 13 - 15.
92
J.-M. SEVRIN, « Les deux finales du quatrième évangile » ", en C. FOCANT y A. WENIN (eds.), Analyse
narrative et Bible 2º Simposio Internacional RRENAB, Louvain-la-Neuve, Abril 2004, Presses universitaires de
Louvain. col. "BETL" 191, 2005, pág. 241.
43
hay "signos" de la liturgia, y entre ellos, los del bautismo, la confirmación y la eucaristía. Esos
también están al servicio de la fe y de vida plena, en su nombre.
Para que el envío a misión se realice, debemos volver a todos estos eventos. El tiempo de la
mistagogía implementará la relectura programada por la conclusión del evangelio. La efusión
del Espíritu y la entrega de la misión desde el comienzo del tiempo pascual, la salida retrasada
tras las incertidumbres de Tomás, la necesidad que emerge de releer lo que hemos recibido en
la Palabra y los ritos a la luz de los acontecimientos de Pascua, todo esto demuestra que lo que
está en juego en el momento de la mistagogía es el trabajo de la receptio que es lo único que
permitirá la transición a la redditio.
Veamos brevemente cómo el ordo lectionum de los evangelios del tiempo pascual implementa
la relectura programada por el Evangelio del segundo domingo.
La excepción de Emaús
El famoso episodio de Emaús (tercer domingo) aparece como una “narración” del proceso de
relectura, cuya necesidad iluminó el Evangelio anterior. Los dos Evangelios presentan, por
cierto, muchas similitudes. El mismo punto de partida: el desconcierto de los discípulos y su
confinamiento. Las mismas dificultades para creer en la palabra que se les dijo, la misma
problemática de ver, de saber y de creer. La misma iniciativa de Jesús hacia el reencuentro, la
misma escucha y amabilidad de su parte frente a sus expresiones de incomprensión, el mismo
ofrecimiento de un signo para que reconozcan plenamente en el extraño que se entrometió, al
Cristo Resucitado. La misma efectividad del discurso ligada al gesto, en términos de la
transformación de los sentimientos luego de la trayectoria de los personajes.
- En el Evangelio de Juan, fuimos testigos de una "visita a domicilio". La visita a los discípulos
tuvo lugar a puerta cerrada en la comunidad reunida en Jerusalén, con un efecto dispersante.
Esta vez sucede en el camino, un camino que le da la espalda al lugar de la reunión comunitaria.
Aquí prevalece la imagen del camino93. La narración habla de la vida creyente en términos de
itinerario, de camino, de alejamientos en donde se produce un reencuentro, de idas y vueltas ...
La fracción del pan tiene lugar en una casa, pero la que está abierta y se encuentra en la carretera
(que a menudo se representa como un albergue). La reunión de creyentes presenta aquí una
especie de figura descentralizada: podría decirse que sucede en las "periferias".
- Jesús mismo es quien guía la relectura, que "abre" las Escrituras y revela en ellas el alcance
y la unidad profundos. Al decir: "Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que
dijeron los profetas!", Jesús no da muestras de impaciencia o cansancio. El que es capaz de
"empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, [explicar] lo que había sobre él
93
La palabra camino, eminentemente bíblica, viene siete veces en las lecturas del tiempo de Pascua (ciclo A), y
una vez en la solemne bendición de la Ascensión.
44
en todas las Escrituras", muestra que Él es parte de la Escritura al hablar el mismo lenguaje de
los profetas.
- Lo qué hace imprescindible la lectura del relato de Lucas, lo que explica "la excepción de
Emaús" en medio de la serie de evangelios de Juan del tiempo de Pascua, es sin duda, que la
relectura de la Escrituras a la luz de los acontecimientos de Pascua, conduce en este relato
a la fracción del pan. El reconocimiento de Cristo en la Eucaristía requiere y completa la
relectura de la Escritura. En este relato, que aparece figurativo del tiempo de la mistagogía y de
este modo paradigmático de la experiencia cristiana, la escritura y el rito se interpretan
mutuamente y se combinan para interpretar "los acontecimientos de Pascua". Es en conjunto
que designan y celebran el misterio pascual. La "mistagogía", la introducción en el misterio
pascual, es una cuestión de comprensión y de celebración. Ella está inextricablemente unida a
la Eucaristía, como lo indica el RICA.95
- Llevaría demasiado tiempo desarrollar aquí todo lo que se relaciona en el texto a la paradoja
de ver con fe. Observemos solamente la continuidad temática con los dos primeros domingos
de pascua, y la característica, de nuevo, de la narración de Lucas, que extiende la dialéctica de
ver y de no ver a los signos de la liturgia.
94
Es un anuncio así, "de persona a persona", que el papa Francisco cree más que nunca necesario hoy en día: En
esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer momento es un diálogo personal, donde la otra persona
se expresa y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan
el corazón. Sólo después de esta conversación es posible presentarle la Palabra, sea con la lectura de algún versículo
o de un modo narrativo, pero siempre recordando el anuncio fundamental: el amor personal de Dios que se hizo
hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad. Es el anuncio que se comparte
con una actitud humilde y testimonial de quien siempre sabe aprender, con la conciencia de que ese mensaje es
tan rico y tan profundo que siempre nos supera. [...]"EG, n. 128.
95
Cf. RICA, n. 37: "Concluida la etapa precedente, la comunidad juntamente con los neófitos progresa, ya con la
meditación del Evangelio, ya con la participación de la Eucaristía, ya con el ejercicio de la caridad, en la
percepción más profunda del misterio pascual y en la manifestación cada vez más perfecta del mismo en su vida.
Ésta es la última etapa de la iniciación, a saber el tiempo de la «Mystagogia» de los neófitos.. "
45
que confirma su experiencia por otros relatos que atestiguan la realidad de la confesión de fe
común.
Estas pocas palabras, demasiado breves, bastan para enfatizar el papel decisivo del relato de
Emaús en el sistema del tiempo de la mistagogía. Si el episodio de Tomás constituye la
narración de la necesidad y del programa del tiempo de la mistagogía, el episodio de Emaús
es la narración de su implementación. Proclamado en la liturgia del tiempo pascual, explica los
componentes, al tiempo que lleva a cabo lo que significa.
Los evangelios de los tres primeros domingos eran narraciones que mostraban a los discípulos
luchando para acoger la noticia de la Resurrección. A partir del quinto domingo, los Evangelios
referirán discursos de Jesús que preparan a los discípulos para su "partida", para la venida del
Espíritu y para su misión en el mundo. Entre las dos vertientes del tiempo pascual, el cuarto
domingo tiene entonces, sin duda una función fundamental.
Como su nombre indica, es "temático". Todos los textos comentan la figura de Jesús el Pastor96.
Hemos visto que el encuentro entre Jesús y Tomás manifiesta la actitud "pastoral" de Jesús,
marca distintiva de su identidad. Las huellas de las heridas pueden leerse como el signo de su
lucha contra los ladrones y bandidos que buscan apoderarse del rebaño y matarlo97. La imagen
del buen pastor, escuchada ahora de la "voz" del Resucitado, habla de la forma en que este
permanece eternamente presente en la comunidad. La "partida" de la que pronto será objeto, no
significa una ausencia, dando lugar al Espíritu, sino otra modalidad de presencia activa.
La imagen del pastor va de la mano con la del "rebaño". Por lo tanto, esta imagen podría evocar
un "colectivo" o comportamiento "gregario" y finalmente peligroso. En realidad, la imagen
expresa precisamente lo contrario. El desarrollo se centra en la calidad de la relación entre el
pastor y la oveja, una relación de conocimiento personal, íntimo y recíproco. Las ovejas se
mantienen escuchando la "voz" que conocen y que las llama a cada una por su nombre, para
que puedan ir y venir libremente, entrar y salir, encontrar en todas partes de qué alimentarse.
96
A tal punto que el leccionario modifica el orden de la lectura semi-contínua de la epístola de Pedro (2, 20-25
pasa antes del 2, 4-9 pospuesto al quinto domingo). Cf nota siguiente.
97
1 P 2, 21-25 aproxima la figura del Siervo sufriente y la figura del pastor. "[...] "el mismo que, sobre el madero,
llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con
cuyas heridas habéis sido curados. 25.Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián
de vuestras almas".
98
P. PRÉTOT, "Donner à vivre dans la liturgie ", en Gilles ROUTHIER y Marcel VIAU (ed.), Précis de théologie
pratique, 2ª ed. Augm., Montreal / Bruselas / Ivry-sur-Seine, Novalis / Lumen Vitae / Ed. De l'Atelier, 2007, pp.
563 - 581, p. 570.
46
en la ruta del tiempo de Pascua. Tiene por corolario la doble dimensión, tanto comunitaria como
íntima, de la relación entre los creyentes con Jesús, y la necesidad de una intensa escucha de la
palabra viva. Es al mismo tiempo un modelo para el ser en el mundo de la Iglesia. Porque la
actitud pastoral - discurso, alimento y atención - es también lo que necesita el mundo. Esta
actitud debe impregnar el triplex munus de la Iglesia, el anuncio, el servicio y la liturgia, que es
ella misma profética, diaconal y, por lo tanto, misionera.
La imagen ofrecida por Jesús viene así a obrar en los bautizados reunidos en la liturgia,
revelándoles el estilo y la calidad de la relación que se les ofrece para vivir, en la escucha viva
del Cristo, en comunión con sus hermanos y en medio de sus compromisos diarios.
El discurso de despedida
Los evangelios del quinto y sexto domingos están en el mismo capítulo 14 y la sección del
evangelio se llama "discurso de despedida". La lectura del quinto domingo habla de la
separación que debe llegar y contiene las últimas revelaciones sobre la identidad del Hijo en
relación con el Padre, mientras que la del sexto anuncia la venida del Espíritu. La analepsis (=
la retrospectiva) ayuda a recordar las promesas de Jesús y experimentar el tiempo (post) Pascual
como un tiempo a la vez de logro y de espera. Esta dimensión escatológica ilumina el misterio
de la Eucaristía que se está celebrando: esta, por una multitud de "signos" hace ya saborear la
experiencia de un reino aún por venir.
99
Para los neófitos hay muchos duelos: además de los que impone la vida ordinaria (pérdida de trabajo, separaciones,
enfermedad, envejecimiento ...), hay que vivir el duelo del marco catecumenal (acompañamiento cercano, reencuentros de
una alta densidad espiritual, una red de apoyo amistoso y fraterno, frecuentación de personas de otros orígenes,
orientación hacia un objetivo, estatus particular y reconocido en la comunidad, etc.), y el duelo de un posible idealismo en
relación con la vida Cristiana en general y eclesial en particular.
100
La lectura del capítulo se distribuye en el séptimo domingo de los ciclos A, B y C: por lo tanto, no es tan importante
contemplar el texto del discurso como el acto mismo de la oración.
47
- La reanudación del evangelio del segundo domingo
El Evangelio del domingo de Pentecostés retoma la primera parte del Evangelio del segundo
domingo, es decir, la manifestación de Jesús a los discípulos reunidos, la entrega del Espíritu y
de las palabras de envío. Volveremos inmediatamente al significado de esta inclusión.
Conclusión: "el kerygma hecho carne"
Concluyo, primeramente, este comentario del evangelio del segundo domingo. Hemos
descubierto su papel clave en el sistema de la mistagogía. Al dejarnos cuestionar por la
apariencia compuesta de la lectura propuesta por la liturgia, pudimos percibir su coherencia y
su objetivo. Finalmente, se nos manifestó el papel fundamental del episodio de Tomás. Justifica
y desencadena de alguna manera el tiempo de la mistagogía. De hecho, la pregunta del discípulo
que llegó más tarde, invita, como la palabra del narrador, a no apresurarse a creer que hemos
comprendido todo respecto a la narración que se termina. La repetición a beneficio de Tomas,
"cuyo nombre significa mellizo" de la primera manifestación y del gesto de la demostración, el
diálogo con Jesús, la confesión de fe que nace al contemplar las heridas, todo esto constituye la
relectura inmediata, la relectura interpretativa y creyente, cuya conclusión revela la necesidad.
Lo que sucede en el encuentro entre Jesús y Tomás, en medio de los discípulos reunidos,
presagia lo que va a pasar en la relectura programada por el evangelista, esta relectura que, para
los lectores oyentes, es la del tiempo de mistagogía.
A lo largo de las lecturas del tiempo pascual, nos sorprendería la importancia que se le da al
anuncio del kerigma. ¿No se supone que el tiempo de la mistagogía ofrece, después del tiempo
del catecumenado, una profundización de la catequesis? ¿Y entonces, la catequesis mistagógica
no debería ir luego de la catequesis kerigmática? Como lo hemos visto, esto es precisamente lo
que el Papa Francisco refuta:
101
EG, n. 165.
102
Jn 14, 6; Evangelio del quinto domingo.
48
la liturgia, "del costado de Cristo dormido en la cruz nació ‘el admirable sacramento de toda la
Iglesia’"103 Ahora se trata de "convertirnos en lo que hemos recibido".104
La sorpresa de la "redundancia"
La lectura del Evangelio del domingo de Pentecostés constituye en el corpus del tiempo pascual
una "redundancia", ya que es una repetición parcial de la del segundo domingo. Sería un poco
corto pensar que la elección del Leccionario está determinada por los límites del corpus
evangélico.105 Tampoco parece que sea impuesta por la tradición. 106 Colocar el mismo
evangelio -o mejor dicho, significativamente, parte del mismo evangelio- en la apertura y
conclusión del tiempo de la mystagogia depende, sin duda, de una "elección de autor".
El significado de la repetición
Observemos, primero que todo, que la lectura del evangelio de ese día forma un conjunto
coherente. No falta nada. La entrega del Espíritu y las palabras de envío constituyen la
conclusión lógica (teo-lógica) del episodio. Nada en el texto sugiere la posibilidad de que un
discípulo esté ausente, ni que haga una pregunta que suspenda el envío y obligue a reexaminar
durante cincuenta días la fe que ya ha sido proclamada con gozo en la noche pascual. Pero
precisamente porque la salida en misión no se ha realizado, es necesario reiterar este envío. La
repetición es la señal de que el trabajo preliminar necesario para la puesta en marcha de los
discípulos ya se ha hecho.
103
SC, n. 5. Una nota hace referencia a: San Agustín, Enarr. en Ps. CXXXVIII, 2: CChr., XL. Turnhout 1956, pág.
1991 y oración después de la segunda lección del Sábado Santo, en el misal romano, antes de la reforma de la
Semana Santa.
104
Esta hermosa expresión de San Agustín se encuentra, con diferentes variaciones, en los sermones pronunciados
al principio de la octava de Pascua, que podemos considerar como el tiempo de la mystagogia de la época patrística.
"Les prometí, a ustedes que han sido bautizados, una conversación sobre el sacramento de la mesa del Señor, que
ustedes están viendo ahora y en el cual han participado la noche anterior. Necesitan saber lo que han recibido, lo
que reciben, lo que deberían recibir todos los días. [...] Este pan, que ven sobre el altar, santificado por la palabra
de Dios, es el cuerpo de Cristo. La copa o más bien el contenido de la copa santificada por la palabra de Dios es
la sangre de Cristo. [...] Si ustedes los recibieron en buenas disposiciones, ustedes son lo que ha recibido. El apóstol
dice:" Somos muchos, pero un solo pan, un solo cuerpo". "Sermón 227, para el Día de Pascua, en AUGUSTIN
D'HIPPONE, Sermones para la Pascua, editado por Suzanne POQUE, Ed. Du Cerf, col. "Sources chrétiennes”
116, París, 2003, 1966(1), pp. 235-237. Cf. también el sermón 272, para el día de Pentecostés: "Estote quod videtis,
y accipite quod estis" (sean lo que ven, y reciban lo que son), PL 38, 1246.
105
La edición revisada de 1981 propone alternativas para los ciclos B y C: Jn 15, 26-27; 16, 12 - 15 (ciclo B); Jn
14, 15…26 (cicloC).
106
En el Misal Romano, el misal del Concilio de Trento, el evangelio del día era Jn 14,23-21.
49
¿Qué sucedió mientras tanto? La conclusión de la lectura del segundo domingo abría un
programa de lectura. Esto se ha logrado. En este día de Pentecostés, mientras están reunidos
para escuchar la Palabra del que está Vivo y participar en la comida que él preside, los creyentes
vuelven a escuchar de otra forma el relato de la manifestación de Jesús en medio de los
discípulos congregados. Pueden reconocer en esto el cumplimiento de las palabras y gestos re-
leídos y contemplados a lo largo del tiempo de la mystagogia. Caminaron con los personajes
para adquirir la madurez de una verdadera fe pascual.
Esta vez, entonces, no hay imprevistos. La última palabra del evangelio queda para las palabras
de envió. No hay más mención de un hermano que ha dejado de compartir la experiencia
comunitaria del reencuentro con el Cristo Resucitado. Ya no hay ninguna renuencia a creer que
uno debe confiar en la narración de la comunidad creyente. No más necesidad de una lección
particular sobre el significado fundamental de la marca de los clavos y del costado abierto. Al
final del período de la mistagogía desaparece la figura de Tomás porque nosotros, sus gemelos,
hemos recorrido el itinerario de fe que propuso el tiempo de la mystagogia. En la trama
remodelada del Evangelio, "toda la comunidad con los recién bautizados", experimentó la
presencia del Resucitado en medio de ella. La oración de Jesús se cumple: "Padre santo, cuida
en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros". (Jn 17, 11, 7º domingo).
Pero el Evangelio nos invita a recordar que es el cuestionamiento molesto y esencial de Tomás
el que provoca la profundización de la fe de toda la comunidad y la obliga a releer "toda la
escritura" a la luz del misterio pascual. También hay que recordar que, según el Evangelio, la
comunidad no es capaz de recibir plenamente el dinamismo misionero sino una vez que se ha
dejado moldear por el tema de los últimos en llegar.
Conclusión: ¿Qué revela el programa narrativo del tiempo de Pascua respecto a lo es el tiempo
de la mystagogia según el RICA?
Por lo tanto, el tiempo pascual no "prepara" para el tiempo ordinario. Inicia al tiempo ordinario.
El "ejemplar" del tiempo ordinario es el tiempo pascual. Esta toma de consciencia de que el
tiempo Pascual es el tiempo de la mystagogia me parece que renueva la perspectiva en la que
este tiempo se programa, se prepara y se vive. Para decirlo de otra manera: ¡no nos
equivoquemos de combate! Si realmente queremos implementar el tiempo de la mystagogia,
107
Cf. Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis, sobre la Eucaristía, fuente y cumbre de la
vida y de la misión de la Iglesia, n. 64: "La mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía misma bien
celebrada".
50
implementemos el tiempo pascual. La implementación del tiempo de la mystagogia no es asunto
de los responsables del catecumenado, sino de todos los bautizados.
Esta toma de conciencia sólo puede lograrse gradualmente porque la propuesta de RICA está
fundamentalmente ligada a la renovación del pensamiento litúrgico que subyace al
Sacrosanctum Concilium. El progreso en la acogida del RICA va de la mano con la acogida de
la reforma conciliar y sus dificultades.
¿Eso significa que sólo hay que esperar? No, porque la acogida del RICA no depende solamente
del progreso de la acogida de Vaticano II. El ritual de iniciación contribuye a ello, especialmente
en el momento de la mystagogia que implementa el aprendizaje de la actuosa participatio y del
ejercicio del sacerdocio común de los fieles.
¿Cómo avanzar en la conciencia común de que si "nos bautizamos y nos confirmamos con miras
a la Eucaristía," eso no quiere decir que el objetivo de la iniciación sea que los catecúmenos
"vengan a" misa, sino que se transformen, junto con los otros bautizados, en "celebrantes" de
la Eucaristía?108 A partir de esta dimensión fundamental de la responsabilidad bautismal, no
parece que los acompañantes ni las comunidades que celebran sean todavía capaces de hacer a
los catecúmenos un "relato eficaz". Me parece que este es un elemento que puede explicar el
distanciamiento de los neófitos y que me hace retomar, a propósito de la mystagogia, esta broma
de Chesterton: "El problema no es que hayamos probado el cristianismo y nos haya parecido
insuficiente, sino más bien que todavía no lo hemos probado. "
Esta profundización no puede hacerse solo a partir de la reflexión dogmática, sino a partir de la
práctica. Particularmente observando y regocijándose con lo que sucede cuando los pobres para
quienes el alimento espiritual no es algo superfluo, comienzan a leer la Escritura y celebran la
liturgia. Es el mismo Papa quien nos señala el camino, al demostrar que percibimos mejor la
realidad a partir de las periferias.
108
CEC, n. 1273: " Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan destinados por el carácter al culto
de la religión cristiana" (LG 11). El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios en una
participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal a través del testimonio de
una vida santa y de una caridad efectiva (LG 10). "
51
EL MODELO CATECUMENAL
-Joël Molinario -
Introducción:
Esta mañana terminé mi intervención diciendo: “En catequesis, pedagogía y teología se
moldean recíprocamente y no se puede modificar una sin afectar la otra. Pero luego del
restablecimiento del catecumenado bautismal de los adultos (la iniciación cristiana de los
adultos) requerido por el Concilio Vaticano II, la pedagogía de la fe adquirió un contenido
concreto, el del itinerario catecumenal que propone el Ritual de la iniciación cristiana de
adultos”.
En consecuencia, el DGD de 1997 podía afirmar en el numeral 59:
52
pertenecer a una comunidad; se puede pensar legítimamente que el cristianismo contribuyó a la
construcción de un sujeto moderno dentro del marco de esta pertenencia comunitaria. Hoy en
día, el sujeto es el instituido de nuestras sociedades, pero ya no sabemos bien cómo hacer
comunidad y ya no sabemos qué es pertenecer y ser solidario, porque hoy son las instituciones
las que están al servicio del individuo.
De hecho, la restauración de la iniciación cristiana de adultos es un indicador para la Iglesia
que le muestra que sale definitivamente de un mundo en el que ser suramericano equivalía a ser
cristiano de nacimiento, igual que para nosotros en Europa, y más particularmente en Francia…
Signo de que entramos en un cristianismo de conversión donde las identidades no están dadas,
sino que se construyen. De ahí el modelo del itinerario catecumenal o el proceso catecumenal
(¡y no el programa catecumenal!), expresión empleada con tanta frecuencia que manifiesta bien
que la identidad cristiana no se adquiere sino que se construye en un camino, un recorrido. Este
proceso en realidad no se termina, como nos lo recuerda el enfoque mistagógico, estructurante
a nivel pedagógico y teológico para el catecumenado; pero también la Eucaristía, sacramento
que se repite y que culmina los sacramentos de la iniciación, pero que al mismo tiempo expresa
exactamente lo contrario: la iniciación cristiana no termina.
El modelo catecumenal no es, por lo tanto, una respuesta evidente a los desafíos de las
sociedades post-modernas dentro de este cambio acelerado de época. Les recuerdo lo que dice
Lumen fidei, que el catecumenado se inscribe dentro del dinamismo de transformación de una
Iglesia que existe para evangelizar y ser evangelizada ella misma. Camino de transformación
de toda la existencia: pero entonces, ¿cómo hace eso el RICA? Restableciendo el rito, las etapas
necesarias, la comunidad, el uso de un lenguaje verbal y simbólico… Es importante tomar
conciencia de que el catecumenado es una proposición paradójica para una cultura post-
moderna porque restablece la tradición. Es lo que explica una tendencia a metaforizar el
catecumenado sin tener en cuenta la estructura litúrgica, comunitaria y atractiva del RICA. Por
lo tanto, el catecumenado no es un proceso de adaptación a la cultura sino un proceso de
maduración de la fe dentro de esta cultura post-moderna, pero también es una proposición de
fe original dentro de una sociedad plural.
Dentro de esta doble interpretación del modelo precatecumenal, ustedes comprenden que
nosotros desarrollamos con ustedes, antes que nada, la idea de un modelo cuya estructura es el
proceso desarrollado por el RICA, modelo que pretende responder a la pregunta planteada a la
Iglesia católica en todas partes del mundo: ¿cómo se convierte uno en cristiano en el siglo XXI?
2- De qué manera la iniciación cristiana es un modelo
Todo lo que viene a continuación se apoya, evidentemente, en lo que desarrolló Anne-Marie
esta mañana.
El catecumenado se consideró, desde el principio de su restablecimiento a mediados del siglo
XX, como “el punto de unión en el que se encuentran, a la puerta de la iglesia, aquellos que, en
la búsqueda de lo absoluto, siguieron voces diversas”, como escribía Louis Rétif, un pionero
del catecumenado francés. Por lo tanto, se trata de una concepción amplia del catecumenado,
lugar de encuentro de todas las personas que están en una búsqueda dentro de su diversidad:
más o menos cerca de una vida de Iglesia. En su exhortación apostólica Catechesi tradendae,
Juan Pablo II recuerda él mismo estos “cuasi catecúmenos” (n° 44).
53
La implementación de la iniciación cristiana dentro del catecumenado tiene como primer
pedestal el bautismo de los adultos. Es esta dimensión bautismal de la iniciación cristiana la
que el catecumenado ha permitido redescubrir, antes que nada, dimensión bautismal de la fe y
de la vida cristiana. En su obra L’initiation chrétienne et ses sacrements109, Henri Bourgeois
expresa la importancia de “reactualizar el bautismo”110 recuperando los comienzos de la fe:
“Actualizar el bautismo”, escribe, […], no es simplemente intentar vivir como bautizados. Es
más que eso. Se trata de dejar actuar el bautismo […] en nuestras vidas. Evitando que este
sacramento quede cubierto por otros gestos sacramentales que se supondrían superiores a él”111.
Esta conquista de la práctica catecumenal en adultos no es asunto de poca importancia: ya no
entender el bautismo como simple rito de nacimiento y de pertenencia, sino más aún como un
gesto de conversión y de adhesión evangélica. Los bautismos de adultos permitieron subrayar
la importancia de la dimensión bautismal de la iniciación cristiana, la función de la conversión,
pero también la dimensión iniciadora de la eucaristía y la confirmación.
Joseph Ratzinger escribía ya desde 1976 elementos teológicos determinantes para nuestra
reflexión:
El catecumenado no es la simple instrucción religiosa, sino que hace parte de un
sacramento, y no como prerrequisito, sino como parte integrante. Por otro lado, el
sacramento no es la simple realización del acto litúrgico, sino un proceso, un largo
camino, que exige la contribución y el esfuerzo de todas las facultades del hombre:
entendimiento, voluntad, corazón.112
Este punto de vista de Joseph Ratzinger es definitivo: nos invita a considerar el proceso
catecumenal dentro de su globalidad, su coherencia, dentro de su dimensión sacramental, dentro
de su dimensión de iniciación cristiana. Desde el Concilio de Trento hemos privilegiado
demasiado la iniciación a los sacramentos en detrimento de la iniciación a través de los
sacramentos. No hemos medido el carácter sistémico del proceso de iniciación cristiana. Pero es
precisamente eso lo que constituye un modelo. Se trata realmente, como lo dice el papa
Francisco, de una catequesis integral.
Así, si volverse cristiano es pasar a la condición de discípulo, ese paso se consigue mediante la
liturgia de la iniciación cristiana que dicho paso despliega. La liturgia permite, efectivamente,
pasar de una situación de intercambio, de diálogo entre los catecúmenos y los acompañantes, a
una situación en la que los catecúmenos acogen una interpelación que Dios les dirige a través de
109
H. BOURGEOIS, L’initiation chrétienne et ses sacrements, col. « Croire et comprendre », París, Le
Centurion, 1982.
110
Ibid., p. 19.
111
Ibid., p. 28.
112
J. RATZINGER, « Baptisés dans la foi de l’Église », Communio 5, 1976, p. 16.
54
la Iglesia y que suscita en ellos una respuesta.113 Este paso por la liturgia es esencial en que
subraya la función eminente, de una parte, de la Palabra de Dios en la vida de discípulo y, por
otra, del lugar del cuerpo como “camino de Dios”114 en la vida cristiana. Para pensar la relación
entre la iniciación cristiana como modelo, es necesario, por lo tanto, comprender ante todo la
implementación de la dimensión litúrgica de esta iniciación, y que los sacramentos de iniciación
no son la conclusión de un itinerario sino el comienzo de una vida bautismal llamada siempre a
profundizarse. Porque si uno es cristiano por medio de sus sacramentos, uno no cesa de hacerse
cristiano.
Cabe subrayar otra función de la liturgia de la iniciación cristiana: ella también inicia al tiempo
cristiano. En efecto, mediante su orden secuencial (los grados sucesivos) y mediante la repetición
de ciertos gestos (imposición de manos, unciones…), la iniciación cristiana indica el tiempo y la
repetición necesarios para asimilar el misterio inagotable de la fe, en una época en la que priman
la inmediatez y el “siempre nuevo”.
A través de una iniciación cristiana, la Iglesia hace vivir una experiencia creyente. Cualquier
persona que se acerque a la Iglesia tiene una experiencia de fe. Con la iniciación cristiana se
trata de permitir la experiencia de un itinerario de duración aproximada, que incluye grados
litúrgicos, según el ejemplo del Ritual de iniciación cristiana de adultos, y que sabe articular
los tiempos de maduración y los grados litúrgicos.
113
Cf. HENRI-JEROME GAGEY, « La liturgie, milieu de l’annonce de l’Evangile », en F. MOOG et J. MOLINARIO,
La catéchèse et la contenu de la foi, col. « Théologie à l’Université », París, DDB, 2011, p. 97.
114
Cf. L.-M. CHAUVET, Le corps, chemin de Dieu. Les sacrements, col. « Theologia », París Bayard, 2010.
55
Conclusión:
Este modelo de la iniciación cristiana genera tensiones que pueden ser fecundas. Entre una
conversión que se entiende como inicial y una conversión permanente; entre la propuesta de
itinerarios sacramentales o catequéticos y el camino de cada persona que ha de respetarse; entre
la búsqueda de los mejores medios posibles para favorecer el encuentro con Cristo y la falta de
dominio de este encuentro, porque es el mismo Cristo el que inicia. Estas tensiones encuentran
su lugar práctico en la articulación catequesis y liturgia con el ejemplo típico del Ritual de
iniciación cristiana de adultos. Efectivamente, la predominancia de la liturgia en la iniciación
cristiana no debe hacer olvidar que son la alternancia e interconexión de períodos de maduración
y de momentos litúrgicos las que dan a esta iniciación la capacidad de desarrollar la vida cristiana
y que permiten a los catecúmenos experimentar y aprender. Si eso se presenta de manera
sistemática en las articulaciones catequesis-liturgia propuestas por todo el itinerario
catecumenal, la estructuración de la fe de los catecúmenos depende también de la articulación
de todos los eventos del catecumenado: las citas catequéticas, las asambleas catecumenales, los
encuentros con la comunidad, los grados litúrgicos… siendo el desafío el desarrollo de la vida
bautismal durante el itinerario mismo. De hecho, la madurez bautismal no espera hasta el fin del
itinerario catecumenal para manifestarse, ni la vida cristiana espera para empezar. La iniciación
cristiana nos saca de una visión demasiado puntual de los sacramentos.
56
PARTE II: CONVERSATORIO CON EL EQUIPO DE CATEQUISTAS DE
CATECUMENADO DE LA ARQUIDIÓCESIS DE BOGOTÁ, REALIZADO EL 1
DE SEPTIEMBRE DE 2017
Para iniciar el conversatorio el Padre Manuel Jiménez hace una presentación general de este
trabajo y comenta que los profesores invitados ya han tenido acceso a esta lectura, por lo cual
cuentan con un marco general sobre la manera en que se desarrolla el catecumenado en la
Arquidiócesis. A partir de esta introducción, se abre un espacio para que los participantes del
conversatorio puedan compartir otras preguntas que despierten el diálogo.
Diálogo
57
realiza cada año, en ella se hace un recorrido con los nuevos acompañantes y luego se proponen
momentos de profundización. A nivel de la parroquia hay una formación permanente en la que
mensualmente los acompañantes se encuentran con los sacerdotes o con los responsables del
equipo y se toma un tiempo para formarse y dialogar sobre lo que está ocurriendo con los
catecúmenos, se reflexiona sobre los obstáculos y sobre las posibilidades.
En resumen, lo que ayuda a los catequistas es el hecho de no estar solos, porque los catecúmenos
tienen con frecuencia situaciones difíciles de vida, es importante que los acompañantes no
pierdan su rol específico ante las situaciones complejas que van encontrando en el
acompañamiento, por ello es central la presencia y responsabilidad de toda la comunidad y no
de una sola persona que realice todas las funciones.
El profesor Joël Molinario complementa esta exposición señalando que aunque se han hecho
diversos cambios pedagógicos, se ha visto que estos procesos no son satisfactorios, entonces
este es un momento en el que se pueden cambiar nuestras prácticas a partir de la inspiración
catecumenal siendo la que orienta a la Iglesia a compartir su experiencia.
Retoma lo compartido por la profesora Anne Marie sobre lo que ocurre en la Diócesis de
Nanterre, indicando que una experiencia como esta debería inspirar el acompañamiento, afirma
que el papel de la parroquia es acompañar a los acompañantes y por tanto la formación debe
tener lugar en las experiencias espirituales; esto quiere decir que la fe se comparte y es así como
se da la iniciación. Ejemplifica la idea señalando que en la catequesis puede haber alguien que
haga una exposición sobre la Biblia, pero si no se lee la Biblia y no se deja interpelar por la
Biblia, no transmite una experiencia de fe; el resultado de ello será que para el catecúmeno la
Biblia sea un libro entre otros.
Concluye que la fuerza del modelo catecumenal reside en la experiencia que la Iglesia da para
vivir y es esto lo que debe formar los modelos pedagógicos de los acompañantes, puede verse
la diferencia cuando se empiezan a introducir procesos como este puesto que las personas
reunidas saben que van a ser alimentadas, esto contribuye al crecimiento de los catequistas que,
a su vez, tendrán la preocupación de reproducir estos métodos con los catecúmenos.
¿Qué puede hacerse respecto a la situación de falta de continuidad en las parroquias de los
jóvenes que se confirman?
El profesor Joël Molinario indica que no hay una respuesta fácil sobre este tema, señala que en
el Congreso la profesora Anne Marie ha hablado sobre la Mystagogia y es importante
comprender que en la Mystagogia los neófitos se transforman en fieles que deben ser llamados
por las comunidades.
Comparte que cuando él acompañaba a jóvenes para la confirmación podía ver que ellos en las
parroquias tenían todo un camino, pero una vez recibido el sacramento, desaparecían para la
comunidad y progresivamente la comunidad dejaba de existir para ellos. Aunque es muy simple
decir que la confirmación es el sacramento de maduración en la fe y se hace un llamado a los
jóvenes para que tengan un servicio y un compromiso sentido de parte de otros cristianos de la
comunidad, esto no es lo que se vive al interior de la Iglesia.
La profesora Anne Marie complementa retomando el asunto de la catequesis permanente
indicando que el hecho de hacer énfasis sobre una catequesis de tipo catecumenal no se opone
a la necesidad de tener una catequesis permanente; hay que ofrecer una catequesis para todas
58
las edades y momentos de la vida. Se tiene que poder ofrecer una catequesis para las personas
de edad que están en asilos, otra para los jóvenes que se encuentran desempleados; en síntesis,
se tienen que acompañar los diferentes momentos de la existencia.
Cuando la comunidad es real, aparece como un lugar de escucha de aquello que los cristianos
viven, se vuelve creativa, se hacen nuevas proposiciones catequéticas y es un momento propicio
para apropiarse de las ocasiones. Comenta que en su parroquia la catequesis de los niños se
realiza los domingos antes de la Eucaristía, y que por ser un barrio peligroso las madres los
llevan y permanecen en la parroquia mientras se termina. A partir de allí se propuso un momento
de diálogo con ellas, las personas de la comunidad empezaron a tener intercambios sobre los
problemas del barrio, sobre los niños, la educación y finalmente se inició una lectura colectiva
del Evangelio; con este trabajo podría decirse que fueron ellas las que más aprovecharon la
catequesis, pues se realizaba una catequesis de adultos de manera simultánea con la de niños.
La clave está en proponer y en estar atentos a las necesidades, discernir. Del mismo modo ocurre
con los catecúmenos, hay que mirar con ellos como van a vivir su vida cristiana desde este
momento; muchos de ellos no tienen el tiempo para asumir el compromiso con la Iglesia ya que
sus vidas son difíciles, viven en contra del ritmo de la sociedad ya que trabajan en la noche y
duermen en el día; por tanto, hay que acompañar todas esas realidades. Con frecuencia se dice
que luego de celebrar el sacramento no vuelven, pero no se tiene en cuenta que como
acompañantes no se está con ellos, fácilmente se espera que asistan a la Eucaristía y se les
reprocha si no lo hacen; el asunto es ir a donde ellos están, ser una Iglesia en salida. Muchas
veces sorprende ver cómo viven, que a pesar de no vincularse a la parroquia tienen un
compromiso cristiano muy radical en sus dificultades de vida.
A propósito del catequista como acompañante, que es también un nuevo paradigma de
catequista, quisiera preguntar cómo ven ese anhelo de algunos grupos de elevar el ministerio
del catequista a un verdadero ministerio. En Ad Gentes surgen los ministerios y uno del que
menciona el decreto es el del catequista, pero a medida que avanza el magisterio, como en el
Directorio General de Catequesis (DGC) la expresión es más tímida, habla del ministerio de
la catequesis, pero no de ministros. Una de las inquietudes que tenemos es la de los
catequistas permanentes, catequistas que viven una espiritualidad propia, del
acompañamiento, del seguimiento a los hermanos, del crecer con ellos, de escuchar la
palabra con ellos…
El profesor Joël Molinario retoma esta pregunta diciendo que sobre ella la Iglesia ha trabajado
desde hace 50 años, ¿qué hace al ministerio de la catequesis? no se propone una respuesta
definitiva. Para dialogar al respecto, comparte la experiencia de la tesis de uno de sus colegas
en el distrito de Burkina Faso que hizo una investigación sobre el ministerio del catequista. En
ella se muestra como en este territorio los padres misioneros dijeron que era necesario que
hubiese catequistas que evangelizaran allí, pero para ello habría que instituir parejas de
catequistas; precisa que en ese entonces no existía el Concilio Vaticano II.
Se instituyeron catequistas titulares que evangelizaron a Burkina Faso, la pareja de catequistas
tenía una formación espiritual, pero también en medicina, en agricultura y en asuntos que
concernían a la comunidad; iban a los pueblos por diez o treinta años, el obispo iba
ocasionalmente a celebrar en los pueblos. Después del Concilio Vaticano II hubo grandes
congresos de catequistas en Burkina Faso y en 1969 se pensó que los catequistas titulares fueran
un ministerio. Hubo muchos problemas allí, pero de manera paralela para la preparación del
59
Sínodo de 1977, hubo en la Iglesia una reflexión para que se propusiera el ministerio de los
catequistas, sin embargo, este tema no se tuvo en cuenta y en Burkina Faso ocurrió lo mismo.
El autor de la tesis que referenció el profesor Molinario, señala que la llegada de las
comunidades eclesiales de base a África a partir de la mitad de los años 70, comenzó a
cuestionar la necesidad de un ministerio de catequistas ya que es la comunidad la que debe tener
toda la responsabilidad; es así como en los años 80 surge un conflicto entre los catequistas
titulares y las comunidades eclesiales de base. La conclusión de la tesis es que la pregunta del
ministerio es de carácter eclesiológico, de este modo la respuesta no es definitiva, no se ha
resuelto, hay una pregunta abierta. El ministerio permitiría revalorizar la responsabilidad
catequética de toda la comunidad cristiana.
La catequesis siempre ha estado ligada a los sacramentos, considero que por eso se ha
fraccionado ¿no sería mejor hablar de acompañamiento en los ciclos vitales de los hijos de
Dios?
La profesora Anne Marie responde que esta es una pregunta presente en la catequesis desde
Medellín en el Congreso Catequético de 1968. En Europa surgió este mismo interrogante y
durante mucho tiempo se ha propuesto esta pregunta en términos excluyentes ya que algunas
personas plantean una división entre la catequesis de sacramentos y la catequesis antropológica;
el no unir la catequesis estructurada de manera sacramental y litúrgica con la catequesis vital
supone una situación muy grave, porque esto quiere decir que la fe es exterior a la persona y
que la fe que la Iglesia propone es ajena al ciclo vital, de este modo la Iglesia iría por un lado y
la persona por otro. El reto de la catequesis es unir el ciclo litúrgico con la vida, relacionarlo
con el cuerpo y con la comunidad, por lo tanto no es un asunto excluyente; los sacramentos de
la Iglesia son sacramentos de la vida, cristianizar también es humanizar; es decir que
volviéndonos cristianos nos volvemos humanos. Es un reto que los procesos catequéticos
puedan unir la estructura sacramental y la estructura vital en un mismo movimiento y en un
mismo camino.
¿Qué estrategias pudiéramos identificar para lograr acompañar a los catecúmenos en su
vida sacramental, para lograr que los sacramentos sean vividos, que no sean abandonados?
Y ¿qué acompañamiento especial pudiéramos darle a los padres y padrinos de esos
catecúmenos?
La profesora Anne Marie afirma que el reto es el de continuar acompañando los neófitos,
considerándolos adultos en la fe y no niños. Esto último aparece como una tentación constante,
pues se tiene miedo a que no estén todavía fuertes y se comete el error de prolongar el
dispositivo catecumenal. Es necesario ser cuidadosos al respecto, pues a partir del día en que
se bautizan ya son fieles, ser neófito no es un estatus canónico ni eclesiástico, en la Iglesia a
nivel canónico existen los fieles y los catecúmenos, los neófitos son como un calificativo
espiritual que hace referencia al ser nuevas plantas, cuando hay nuevas plantas las raíces no se
han desarrollado muy bien, no han penetrado muy bien la tierra, corren el riesgo de secarse y
morir, por ello hay que cuidarlas mucho al principio teniendo cuidado de no mantenerlas en una
situación infantilizada.
Hay que proponer momentos específicos de relectura de lo que estas personas están viviendo
en la fe, han tenido una experiencia particular a través del catecumenado y cada uno tiene
vivencias distintas. Algunas veces es bueno reunir a los nuevos bautizados y llamarlos a ejercer
60
su ministerio en el mundo, hay que acompañarlos para que realmente puedan vivir su
responsabilidad como bautizados; por esto hay que entender lo específico de su situación y en
qué medio es en el que están llamados a ser testigos, de manera que puedan ser acompañados y
formados en su misión.
El Padre Manuel Jiménez concluye esta reflexión retomando un artículo en el que el autor
afirmaba que en la Iglesia hay una preocupación fuerte por « el después », cuando la pregunta
es por « el antes », ¿qué ha habido antes para que exista la continuidad después de los
sacramentos? si ese antes no se ha garantizado ¿qué puede pasar con el después? Cuando se
habla del antes se hace referencia a una conversión primera, a una motivación de adhesión a
Jesús, señala que en las catequesis se quieren hacer grupos “pos-sacramentales” que no dan
resultado, el problema es que si no existe el primer anuncio es difícil que la conversión a Jesús
se dé luego de la catequesis.
¿Qué se entiende por comunidad? ¿hay niveles de comunidad?
El profesor Joël Molinario indica que respecto a este tema hay una gran cantidad de libros de
teología, señala que, de manera personal, considera que una comunidad cristiana es una
asamblea de personas que están llamadas por Dios, pues es Dios quien tiene la iniciativa. No
hay que reducir una comunidad cristiana a contar sociológicamente las personas, ya que su
finalidad es la misión de anunciar el Evangelio. En este sentido la comunidad se organiza, tiene
una estructura y unos códigos, pero lo fundamental es ser llamados y tener la misión de anunciar
el Evangelio; por ello se habla de la comunidad cristiana, que se utiliza en el lenguaje pastoral;
y se retoma el término de la sociología que designa a grupos que están próximos, que tienen
relaciones entre sí y que se reconocen. Después del Concilio Vaticano II se tomó la palabra
comunidad para definir la Iglesia.
Otro asunto que plantea es que la comunidad cristiana está organizada en el marco de la
catequesis, del catecumenado y de la misión; no todos sus miembros son catequistas o
acompañantes, no todos son obispos o presbíteros; pero todos son el pueblo de Dios. En la
tradición cristiana hay un tríptico que se usa y es que una comunidad cristiana funciona sobre
relaciones entre unos, todos y algunos: siempre hay uno que recibió la misión de ser el guía,
pero él no existe solo, sino que está en relación con todos y también hace parte del pueblo de
Dios; finalmente en ese todo hay algunos que tienen responsabilidades particulares porque la
Iglesia los ha llamado: diáconos, catequistas, a ocuparse de la pastoral social, etc. Con esto, se
dice que el término comunidad es un término importante que no impide que se piense en la
organización de una Iglesia que está llamada a la misión.
Teniendo en cuenta el RICA, me gustaría que definieran quién es el catecúmeno, uno se da
cuenta que en algunas vicarías llaman catecúmeno al menor de edad, para nosotros es el
mayor de 18 años que tiene una madurez física. La Arquidiócesis sugiere que la catequesis
siga el modelo catecumenal, ¿a qué hace referencia el proceso catecumenal llevado a la
catequesis, a diferencia de los catecúmenos?
La profesora Anne Marie Boulongne precisa que el RICA, por definición, se dirige a adultos,
excepto porque en el Derecho Canónico se empieza a ser adulto a partir de los 14 años. Se tiene
entonces, a la vez, una definición civil de ser adultos a los 18 años, pero en la Iglesia esto se
considera desde los 14 años; en este sentido, el RICA se dirige también a los jóvenes.
61
Comparte que en Francia, después de la publicación del RICA para los adultos, se hizo una
adaptación para niños en edad escolar; de manera global se siguió el camino adaptando el
lenguaje y el dispositivo. Entonces, se tiene la misma estructura, pero en un tiempo más corto,
para los adultos hay tres escrutinios y con los niños se vive uno.
Con respecto al modelo catecumenal como inspirador de las otras formas de catequesis, el
profesor Molinario retoma el objetivo del Congreso, dice que, si las prácticas catequéticas
siguen siendo cerradas, si no se abren al catecumenado, si no se lee RICA, todo lo que se dijo
en el Congreso no tendrá ningún impacto. Si en las comunidades se dejan de separar los
diferentes procesos de evangelización y de catequesis; es decir, si el conjunto de los agentes de
la catequesis también está atento a la escucha de quienes se ocupan del catecumenado, poco a
poco se va a dar el cambio de paradigma.
Lo que aporta el RICA es salir del modelo escolar de la catequesis para realmente entrar en un
proceso de iniciación por Dios, por su Palabra, por la liturgia, por la Iglesia; no se va a
desarrollar todo el proceso estrictamente, el RICA enseña la paciencia y la sabiduría del tiempo.
El profesor aconseja que, en los procesos de transición que está entrando la Arquidiócesis, es
necesario que esta madurez y paciencia se cultiven, sabiendo que hay una orientación en el
Directorio General para la Catequesis (DGC) que es fructífera y que, cuando las iglesias locales
han tratado de formar el conjunto de procesos con el RICA ha dado frutos.
Yo soy acompañante de una región netamente rural, donde vienen personas que son de
vereda, que tienen que utilizar diferentes medios de transporte para poder llegar, ya llevamos
7 años en el proceso, conocimos el RICA y tratamos de acomodar lo que podíamos. Tenemos
personas de diferentes edades, de vereda, con muchas dificultades, si se maneja una temática
es muy difícil porque las realidades varían mucho entre, por ejemplo, un joven que está
estudiando o una persona que estuvo en ICBF, algunos que no saben escribir ni leer. Allí
hemos optado por una experiencia para la mystagogia que es que los anteriores catecúmenos
den su testimonio de lo que ha pasado después de su proceso, el testimonio de las personas
adultas es muy valioso para los jóvenes. Dentro del proceso nos basamos más que todo en la
Palabra a partir de los mismos testimonios que ellos dan de su propia vida, traen cosas de lo
que recibieron de sus padres, de sus abuelos, de sus mismas situaciones diarias. No es fácil,
pero hemos tratado de llevar diferentes estrategias. Con el párroco hablamos que después de
este Congreso teníamos que replantear algunas cosas, por ejemplo, hacer los ritos más
solemnes; las personas no conocen nada del catecumenado y esto no es un proceso para que
lo haga solo una persona. Nosotros construimos una pequeña cartilla basada en las
catequesis de primera comunión y confirmación y siguiendo el modelo del RICA.
La profesora Anne Marie agradece que se haya compartido esta experiencia y afirma que, en
efecto, a partir de una experiencia de siete años con personas que no tienen un nivel escolar alto
se ha tenido que desarrollar mucha creatividad. Dice que entonces es muy importante conocer
estas experiencias y que se puedan compartir los materiales que se construyen desde la
comunidad y enriquecerlos. En cuanto a lo testimonial, afirma que esto es algo que ayuda
mucho a los catecúmenos, pues encuentran personas como ellos que ya han vivido este camino
de transformación.
Con la propuesta del RICA, ¿qué hacer cuando algunos párrocos no la quieren implementar
o cambian al párroco y no continúan los procesos? Para mi este congreso ha sido muy
enriquecedor porque desconocía lo que es el RICA, ha habido mucha desinformación y
62
tenemos muchas inquietudes, cuando cambian los párrocos siempre hay cambios de todo, la
misma catequesis se sigue bajo ciertos criterios y el catecumenado queda aislado
completamente.
El profesor Molinario responde que la inquietud en cuanto a los cambios de sacerdotes es una
reflexión que hay que llevar a cabo a nivel de la diócesis. Señala que en la Iglesia, hay una
debilidad en la formación de catequesis en los seminarios y es algo que él considera visible en
Colombia y mucho más en Francia. Hay un cierto número de sacerdotes que no han tenido la
ocasión en sus seminarios de conocer las bondades del proceso catecumenal que propone la
Iglesia, esto supone una responsabilidad para las diócesis.
En Bogotá tenemos el deseo de renovar la catequesis desde el catecumenado de adultos y por
eso desarrollamos este Congreso, yo quisiera preguntarles desde su experiencia ¿qué
condiciones o qué crisis necesita vivir una diócesis para que estos procesos se den? Nosotros
aún tenemos vocaciones sacerdotales, una fuerte religiosidad popular, templos llenos,
vivencia cristiana; ¿qué condiciones necesita vivir una diócesis para que estos procesos de
catecumenado de adultos se hagan bien?
El profesor Molinario resalta que durante la semana del Congreso pudieron evidenciar en la
Arquidiócesis de Bogotá la calidad espiritual y la fuerza de la fe de los catequistas, seminaristas
y de todas las personas que participaron. Considera que la Arquidiócesis está lista y madura
para la transición, es necesario que se tome conciencia de la responsabilidad de la comunidad
y de las responsabilidades particulares de cada uno; ya que se cuenta con una acogida espiritual
que es un elemento fundamental.
¿Cómo hacer más visible en una diócesis el catecumenado de adultos? Esto teniendo en
cuenta que en nuestras diócesis todavía no son muchos los adultos no bautizados ¿debe
hacerse el catecumenado en una estructura diocesana o en cada parroquia?
La profesora Anne Marie responde que en lo que respecta a la visibilidad del catecumenado
hay un primer nivel de comunicación muy simple, porque no se conoce que jóvenes o adultos
que no han sido bautizados o confirmados cuando pequeños pueden hacerlo siendo adultos. En
Francia se tuvo una conversación con las parroquias para que se dé a conocer que se puede ser
bautizado a cualquier edad, el testimonio de los catecúmenos y de las comunidades genera una
dinámica virtuosa en torno a esta comunicación. En muchos casos se dice que las comunidades
no son capaces de acoger catecúmenos, pero esto no debe ser visto solamente de manera
negativa, pues las comunidades no son perfectas y pueden caminar hacia experiencias de
engendramiento de nuevos cristianos.
Indica que hay otro aspecto de carácter estructural, porque en la situación actual de la
Arquidiócesis no hay muchos catecúmenos y por ello se delega la responsabilidad a ciertas
parroquias; afirma que esto debe ser provisional y que, en cambio, hay que apuntarle a que
cada parroquia pueda acompañar a sus catecúmenos como horizonte arquidiocesano. Es una
transición que no ocurrirá rápidamente, pero sería contraproducente tener centros de
preparación para el bautismo muy profesionales que hacen muy bien su trabajo, pero que llevan
a que la comunidad se despoje de su responsabilidad. Ya se han visto en la Arquidiócesis los
efectos que tiene este sistema, el problema es que no hay un enlace con las comunidades locales,
los neófitos no tienen ningún tipo de enraizamiento; es necesario que lo que se tiene en los
centros de formación en la actualidad se convierta en un modelo para las parroquias, pues se ha
63
adquirido un saber hacer de acompañamiento que debe compartirse, hay que morir a la
exclusividad para que otros también puedan hacerlo.
Si ustedes pudieran darnos un consejo para que el catecumenado tenga un buen fin ¿cuál
seria y qué no debemos hacer?
El profesor Joël Molinario dice que es fundamental no confundir el RICA con una nueva
metodología de catequesis, el RICA no es un método, es un elemento de otro orden en el que
se trata de renovar la Iglesia a la luz de un proceso de creación. El RICA puede ayudarse por
otros documentos, no es el documento que va a reemplazar a todos los demás y por tanto implica
una renovación del conjunto, no es exclusivo.
La profesora Anne Marie Boulongne precisa que no hay que pensar que la renovación implica
solamente a la catequesis, es un cambio de actitud más amplio, la palabra acompañamiento hace
parte de la conversión misionera de las parroquias, todas las personas de la comunidad están
siendo concernidas por este cambio. Cita a San Ignacio cuando se refiere a la conversión
espiritual para indicar que hay que cambiar la manera como se acoge a las personas, incluso si
se acercan por algo administrativo, pues siempre es una ocasión para conversar y hacer
propuestas; si llegan a solicitar una preparación para la primera comunión puede conversarse
con los padres sobre la manera en que se sitúan frente a la fe, mostrando un interés real por la
vida de las personas. Hay que ser cuidadosos en la manera como se formulan las preguntas, es
en la formulación de la pregunta que todo cambia, pues es diferente si se le dice a alguien por
qué quiere ser bautizado o si se le pregunta por algo que lo lleve a decirle, no puede mostrarse
desconfianza a las personas. Todo esto implica un estilo de vida y de organización parroquial
designado por la conversión misionera de las comunidades.
En el proceso con nuestros catecúmenos encontramos a varios que vienen de una secta
religiosa, ellos traen conflictos con sus familias por querer volverse católicos, ¿cuál sería la
directriz a seguir para estos casos? porque hay muchas dificultades.
La profesora Anne Marie comparte que en Francia también tienen esta pregunta con
catecúmenos que vienen del Islam porque la ruptura que ellos tienen con su familia es muy
fuerte; efectivamente hay catecúmenos que tienen que vivir elecciones dolorosas y hay que ser
muy prudentes en estos casos para identificar qué es lo mejor para el catecúmeno. Hay
ocasiones en que la vida está en juego y si no es la vida es toda la organización social, comparte
un caso de un catecúmeno procedente de Argelia para quien, el hecho que se convirtiera al
cristianismo, le hacía perder el derecho a la herencia de sus padres; señala que en los procesos
se encuentran muchas decisiones difíciles sobre las cuales hay que tomar tiempo. No hay que
influenciar a las personas, hay quienes han sido obligados a vivir su relación con Cristo en
secreto, personas que no pueden recibir el bautismo a causa de la organización social en la que
ellos viven, es una situación sobre la cual la Iglesia tiene conocimiento; hay personas que viven
un bautismo que no puede ser sacramental pero que tienen una participación en el Misterio
Pascual a partir de este amor con Cristo y de la responsabilidad social que asumen desde lo que
en su discernimiento Dios les ha pedido.
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ANEXO 1
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siguen los ritos y entregas que allí se sugieren, pero queda la duda del modo comunitario de
celebrarlos y de asumirlos.
Si se trata de acompañar, la figura del catequista y del grupo de catecúmenos resulta
fundamental. Los catequistas, así no sean de la parroquia donde se desarrolla el catecumenado,
ven importante estar cerca a los catecúmenos, conocerlos y estar atentos a escucharlos. Por eso
en algunos sectores se ha tomado la decisión de que los catequistas se dediquen a la formación
y nose ocupen de los documentos que certifican que el candidato no está bautizado.
En cuanto al grupo, contando que están conformados por catecúmenos que habitan en diversos
sectores y hasta distantes unos de otros, se busca que el momento del encuentro semanal sea
vivido como una fuerte experiencia de comunidad. Así, terminado el catecumenado estos
grupos se desintegran y los ya bautizados en su gran mayoría no se vinculan a una comunidad
cristiana.
Con este modo de entender el catecumenado se intenta evitar hacer de él un curso
presacramental o una experiencia de mero ritualismo, adoctrinamiento o aprendizaje de
fórmulas. Se busca que sea una experiencia cercana a la vida de las personas, que les hable a
sus preguntas y situaciones particulares.
No obstante, a pesar de esta manera de entender y de intentar hacer en la práctica, todavía en
los asistentes, en los párrocos y en los catequistas existe la postura del curso presacramental y
de requisito para poder llegar al matrimonio católico. A esto se suma el poco o escaso
acompañamiento que ofrece a los catecúmenos la parroquia que los remite, así como la
mentalidad de curso todavía imperante en la Arquidiócesis de Bogotá. Algunas parroquias
delegadas en las vicarías intentan de diversos modos hacer que la parroquia que remite se
integre al catecumenado, pero no se nota mayor interés y preocupación al respecto.
3. Impacto y visibilidad del catecumenado en la acción catequética
El magisterio de la Iglesia invita a tomar el catecumenado bautismal como modelo inspirador
de toda acción catequizadora (DGC 90). Esta afirmación interpela la realidad de nuestra
Arquidiócesis, en tanto el catecumenado de adultos no bautizados aparece como una práctica
poco común, es realizado en parroquias específicas que se constituyen en centros de formación
para los catecúmenos. Debido a esto, gran parte de la comunidad arquidiocesana no conoce la
existencia de estos procesos, los animadores de evangelización están poco familiarizados con
ellos y no hay una visibilidad de lo que se hace en cada vicaría o parroquia delegada.
Ahora bien, la falta de visibilidad arquidiocesana está acompañada por la falta de interés en las
parroquias y comunidades. El acompañamiento a los catecúmenos es asignado a los catequistas
de catecumenado; en pocos casos se interesan los párrocos, tanto de las parroquias en las que
se lleva a cabo la formación como de las que remiten. En algunos casos la comunidad participa
de los momentos celebrativos, que se realizan en Eucaristías dominicales, pero esto no
trasciende a otro tipo de relación y vínculo con la formación.
Podría pensarse que existe una realidad de indiferencia al respecto, que tiene su origen en la
falta de conocimiento sobre lo que es el catecumenado y su importancia en la vida de la Iglesia;
aparece más bien como una situación extraordinaria que debe ser resuelta por algunos y que no
atañe a la comunidad cristiana en su conjunto. De este modo, los procesos de catecumenado no
impactan ni la vida eclesial ni las otras formas de catequesis, además de ello, existen algunos
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catequistas “especializados” y otros que no han recibido la formación suficiente para poder
hacer este acompañamiento, por tanto no se involucran ni participan del itinerario formativo.
Es así como las catequesis de niños y jóvenes están completamente aisladas del catecumenado
de adultos y las realidades parroquiales muestran fragmentación y falta de articulación entre las
diferentes acciones catequéticas.
Perspectivas de transformación de la práctica en la Arquidiócesis de Bogotá
Ante este panorama, se proponen algunas alternativas que permitirían pensar el inicio de un
camino en el que se reconozca y se viva la importancia del catecumenado de adultos en nuestra
Arquidiócesis:
Incluir a las comunidades (tanto de los centros de formación como de las parroquias que
remiten) en el proceso de los catecúmenos, de manera que les acojan y sean compañeros
de camino. Para ello es importante revalorar la responsabilidad de la comunidad
cristiana en el catecumenado y entenderlo como un camino comunitario. Esto no solo
requiere esfuerzos de la comunidad, sino también la integración del catecúmeno a ella
desde el inicio del proceso, de manera que no se piense que este vínculo se logra solo al
final, una vez recibidos los sacramentos.
Definir momentos de acercamiento entre las parroquias (la que remite y la delegada)
para evaluar el impacto en el catecúmeno y en su comunidad parroquial; sin embargo,
existe una inquietud frente a cuál es la comunidad en la que el catecúmeno ha de
participar.
Ampliar el tiempo para desarrollar todos los temas de la catequesis con más detalle,
además de alimentar a los catecúmenos con el Evangelio de tal manera que hagan la
opción por Cristo y la vivan siempre.
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ANEXO 2
- ¿Cómo lograr que los párrocos asuman, sientan y se comprometan con el proceso de
los catecúmenos y su importancia en la vida de la Iglesia?
- ¿Cómo hacer para que la comunidad cristiana sea una verdadera familia para la vida
del catecúmeno?
- ¿Cómo hacer para que la comunidad asuma el catecumenado en coherencia con el año
litúrgico, de manera que se celebren los sacramentos en la Pascua?
- ¿Qué se entiende por comunidad desde una perspectiva cristiana? ¿Hay niveles de
comunidad?
- Considerando la poca motivación que existe para una verdadera conversión en quienes
solicitan el Bautismo ¿cuál sería una estrategia para alcanzar dicho objetivo?
- ¿Cómo hacer un seguimiento y acompañamiento en la etapa de la mystagogia?
- En Paris ¿cómo introducen al catecúmeno en la Palabra, Lectio Divina y oración? ¿qué
clase de formación tienen las personas que acompañan el catecumenado?¿hay alguna
formación complementaria para padrinos?
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