Confianza

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CUENTO PARA APRENDER A TRABAJAR EN EQUIPO Y LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS

CUENTO INFANTIL “LOS TRES CAPITANES”

Cuento infantil para aprender a solucionar problemas, a darse cuenta de que con esfuerzo se superan las
dificultades y comprender el valor del trabajo en equipo.

En una casita de color verde, vivían tres pequeños niños. Los tres hermanos se llevaban muy bien, y eran muy
buenos, aunque bastante traviesos.

Un día sus abuelos les regalaron un gran barco de juguete, que a los tres chicos les gustó mucho. Estaban
deseando llenar la bañera de agua y jugar con el barco, hacerle navegar como si estuvieran surcando las aguas
de un gran océano viviendo emocionantes aventuras.

Al día siguiente cuando llegaron del cole y terminaron sus deberes, los tres hermanos llenaron la bañera. Pero
cuando colocaron el barco sobre el agua observaron perplejos como el barco se hundía y no flotaba sobre el
agua.

Rápidamente sacaron la embarcación de la bañera no querían que el agua llegará a su interior y estropeará así
su gran barco. Entonces se dieron cuenta de que su barco tenía un agujero en la parte inferior. Ninguno de los
tres había visto ese agujero el día anterior y tampoco sabía ninguno de los tres como se había roto su barco de
juguete. Pero ya no les servía para jugar en la bañera. Fuera del agua, el barco no podía vivir emocionantes
aventuras surcando grandes mares. -Yo ya no quiero jugar con este trasto roto-dijo el hermano mediano. -Pues
yo tampoco- dijo el pequeño-si no podemos hacerle navegar, que aburrimiento.

El hermano mayor se quedó con el barco. Él quería surcar grandes mares y océanos con sus hermanos. Vivir
emocionantes aventuras, vencer a las tormentas y escapar de barcos piratas, ser los tres, capitanes del mejor y
más rápido barco de todos los mares. Pero ¿cómo podía hacerlo con un barco que se hundía? Cogió el teléfono
y llamó a sus abuelos, para explicarles que el barco estaba roto, tendrían que cambiarlo por otro que no se
hundiera. Sus abuelos le dijeron lo siguiente: -El barco no está roto, es así. Está preparado para comenzar con
una aventura. Vuestra primera gran aventura es hacer navegar el barco. Si el barco se hunde porque tiene un
agujero, pensó el hermano mayor, solo tengo que arreglar el agujero y podrá navegar. Y así intento arreglar el
agujero, primero lo intento con papel, pero al ponerlo sobre el agua el papel se empapaba y de nuevo se hundía.
Después intento arreglarlo con cartón pero tampoco funcionaba. Finalmente lo intento con un trozo de madera,
tenía que cortar un trozo del tamaño adecuado y conseguir pegarlo al barco. Estaba cortando trozos de madera,
pero no conseguía cortar el tamaño adecuado para su agujero. Entonces entraron sus hermanos.

-¿Qué estás haciendo?-le preguntó el hermano mediano.

-Intento arreglar el agujero del barco, para que pueda navegar.

-Que buena idea-le dijo el pequeño-¿Por qué no nos has avisado?, los tres juntos seguro que podemos arreglarlo
y hacerlo navegar. Y fue de esta manera, como los tres chicos trabajando juntos, consiguieron el trozo de
madera del tamaño adecuado, y lograron pegarlo a su barco. Y mientras lo hacían se divirtieron mucho, tanto
que se les paso la tarde. La tarde siguiente con el barco arreglado, llenaron de nuevo la bañera y consiguieron
hacer navegar el barco. Que contentos estaban los tres niños surcando grandes mares y océanos. Viviendo
emocionantes aventuras, venciendo tormentas y escapando de barcos piratas, siendo los tres, capitanes del
mejor y más rápido barco de todos los mares.

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Vía: Celia Rodríguez Ruiz y http://www.educayaprende.com/cuento-infantil-los-tres-
capitanes-de-barco/

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CUENTO SOBRE LA AMISTAD PARA REFLEXIONAR. El saco de la amistad.

Santiago entró en casa de los abuelos con un enfado tremendo – ¡ya no quiero ser amigo de Pedro!–
Dijo mientras se apoyaba en su balón de fútbol favorito.

– ¿Qué ha pasado?-preguntó el abuelo Jesús.

Santiago describió con todo lujo de detalles una discusión que había tenido con su amigo acerca del
balón sobre el que se sentaba…

– ¿Entonces, ya no quieres volver a verle nunca?- insistió con firmeza el abuelo.

– Bueno, no me importaría jugar con él…

– Es que la mamá de Pedro ha llamado para ver si querías pasarte esta tarde por su casa a ver una peli,
pero como estáis tan enfadados no he sabido que decirle.

– Dile que sí, dile que sí, y me llevo el juego de construcción para que montemos un castillo mientras
vemos la película….

– Vale, vale, pues llamo a su madre y le digo que sí.

– Abuelo, a veces siento que no tengo amigos. Pedro muchas veces no me hace caso y sólo quiere jugar
a lo que le apetece a él.

– Verás, Santiago, te voy a contar un secreto que sólo los ancianos conocemos. Es un secreto sobre la
amistad.

A lo largo de mi vida me he encontrado con grandes personas, que se han convertido en mis amigos.
Algunos se han quedado a mi lado durante muchos años, pero otros estuvieron poco tiempo junto a mí
y, aún así dejaron su pequeña aportación al saco de la amistad.

– ¿El saco de la amistad? – preguntó Santiago.

– Yo lo llamo el saco mágico de la amistad. Es mágico porque sólo tú lo puedes ver. Además, nadie
puede decidir nada sobre tu saco, porque es personal e intransferible, es decir, tú decides quién entra
y quién sale de tu saco de la amistad.

Verás, Santiago, cuando yo tenía 8 años, los mismos que tú tienes ahora, me pasaba el día buscando
ese gran amigo que fuese siempre fiel, estuviese siempre de mi lado y fuésemos, como en las películas,
inseparables. Pero por más que buscaba, no encontraba a esa persona especial que yo tenía en mente.

Mi abuelo, tu bisabuelo, siempre me decía que yo era muy afortunado, pues tenía muchos amigos que
me apreciaban y siempre estaban dispuestos a jugar conmigo.

Me encantaba ir a casa de mis abuelos….

– A mí también me gusta venir a tu casa, abuelito.

– La abuela preparaba mi comida favorita y el abuelo me escuchaba y se reía con todas las historias
que traía del colegio y, aunque en muchas ocasiones fueran invenciones mías, él siempre estaba atento
a todo lo que yo contaba. ¡Él me entendía de verdad!
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– Anda, pues lo mismo que yo…

– Además a mi abuelo y a mí nos gustaban las mismas cosas. Cuando salíamos a caminar al monte, yo
imaginaba que era un gran escalador y que íbamos por el Monte Everest, y el abuelo siempre me seguía
en las muchas fantasías que me pasaban por la mente.

Así fueron transcurriendo mis años de colegio y de niñez. Yo fui muy afortunado, porque tuve muy
buenos amigos tanto en el colegio, como en la universidad, pero todo aquello pasó y mi vida, al igual
que la de mis compañeros, cambió.

Algunos nos casamos y nos quedamos a vivir en la ciudad, otros decidieron viajar y se fueron a vivir
lejos de aquí… y nunca más tuve noticias de ellos.

Conocí nuevos amigos y forjé nuevas amistades con las que disfrutar. Sólo mantengo una amistad de
mi niñez, Mario, a quien conocí a los 5 años y nunca dejó de ser mi amigo, a pesar de las discusiones.

¿Sabes una cosa? Si hoy tuviese que hacer una lista de mis mejores amigos tú estarías entre ellos,
Santiago.

– ¿De verdad? Pero yo soy pequeño, ¿no? – preguntó Santiago extrañado.

– ¡Qué va! Y… ¿sabes quienes más estarían en esa lista?, pues mis abuelos, mis padres, mi amigo
Mario, mi perro Curro, la abuela, mis nuevos amigos con los que juego al golf…seguro que me olvido
de alguno importante, pero nunca me olvidaré de los imprescindibles y entre ellos siempre estará mi
abuelo. Él cumplía todos los requisitos para ser un gran amigo: me sabía escuchar, se reía conmigo, me
daba consejos aunque no me gustasen, y era capaz de soñar mis sueños…

– Pero los abuelos son muy mayores para ser amigos, ¿no?

– Dime Santiago, ¿qué amigo tienes que cumpla todo lo que yo te acabo de decir?

– Pues…Pedro, mamá, papá, el primo Carlos y tú.

– ¿Te das cuenta de lo distintos que somos todos los que formamos tu lista de la amistad?

– Si, tienes razón abuelo.

– En mi saco mágico de la amistad no hay una lista de amigos muy grande, pero sí que están aquellas
personas en las que puedo confiar de verdad.

– En el colegio puedes jugar con todos los niños y niñas que te apetezca y de ti dependerá que pasen
a formar parte de tú lista de amigos. No dejes de jugar y de disfrutar con otros compañeros y niños del
barrio, porque es la mejor manera de encontrar nuevos nombres para tu saco mágico de la amistad.

– Abuelo, ¿sabes una cosa?

– Dime Santiago.

– Pues que ya estás dentro de mi saco mágico de la amistad

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CUENTO PARA NIÑOS

HACE FRÍO

Cuentos infantiles sobre la solidaridad

Guiainfantil.com

7 de mayo de 2018

Te ofrecemos un cuento infantil para los niños que habla del valor de la solidaridad. Una
bonita manera de enseñar valores a los niños es a través de los cuentos y de sus mensajes.

En esta ocasión te proponemos leer con tus hijos este cuento: 'Hace frío', una forma ideal de
hablar con tu hijo sobre el significado y la importancia del valor de la solidaridad.

Cuento sobre la solidaridad para niños: 'Hace frío'

El invierno es un viejito que tiene una barba blanca, llena de escarcha que le cuelga hasta el
suelo. Donde camina deja un rastro de hielo que va tapando todo.

A veces trae más frío que de costumbre, como cuando sucedió esta historia: Hacía tanto, pero
tanto frío, que los árboles parecían arbolitos de Navidad adornados con algodón. En uno de
esos árboles vivían los Ardilla con sus cinco hijitos.

Papá y mamá habían juntado muchas ramitas suaves, plumas y hojas para armar un nido
calientito para sus bebés, que nacerían en invierno.

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Además, habían guardado tanta comida que podían pasar la temporada de frío como a ellos
les gustaba: durmiendo abrazaditos hasta que llegara la primavera.

Un día, la nieve caía en suaves copos que parecían maripositas blancas danzando a la vez que
se amontonaban sobre las ramas de los árboles y sobre el piso, y todo el bosque parecía un
gran cucurucho de helado de crema en medio del silencio y la paz. ¡Brrrmmm!

Y entonces, un horrible ruido despertó a los que hibernaban: ¡una máquina inmensa avanzaba
destrozando las plantas, volteando los árboles y dejando sin casa y sin abrigo a los
animalitos que despertaban aterrados y corrían hacia cualquier lado, tratando de salvar a sus
hijitos!

Papá Ardilla abrió la puerta de su nido y vio el terror de sus vecinos. No quería que sus hijitos
se asustaran, así que volvió a cerrar y se puso a roncar.

Sus ronquidos eran más fuertes que el tronar de la máquina y sus bebés no despertaron.
Mamá Ardilla le preguntó, preocupada:

-¿Qué pasa afuera?

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- No te preocupes y sigue durmiendo, que nuestro árbol es el más grande y fuerte del bosque y
no nos va a pasar nada- le contestó.

Pero Mamá Ardilla no podía quedarse tranquila sabiendo que sus vecinos tenían dificultades.
Insistió:

- Debemos ayudar a nuestros amigos: tenemos espacio y comida para compartir con los que
más lo necesiten. ¿Para qué vamos a guardar tanto, mientras ellos pierden a sus familias por
no tener nada?

Papá Ardilla dejó de roncar; miró a sus hijitos durmiendo calientitos y a Mamá Ardilla. Se paró
en su cama de hojas y le dio un beso grande en la nariz a la dulce Mamá Ardilla y ¡corrió a
ayudar a sus vecinos!.

En un ratito, el inmenso roble del bosque estaba lleno de animalitos que se refugiaron felices
en él. El calor de todos hizo que se derritiera la nieve acumulada sobre las ramas y se llenara
de flores. ¡Parecía que había llegado la primavera en medio del invierno!.

Los pajaritos cantaron felices: ahora tenían dónde guardar a sus pichoncitos, protegidos de la
nieve y del frío. Así, gracias a la ayuda de los Ardilla se salvaron todas las familias de sus
vecinos y vivieron contentos.

Durmieron todos abrazaditos hasta que llegara en serio la primavera, el aire estuviera
calientito, y hubiera comida y agua en abundancia.

FIN

Cuento de Teresa del Valle Drube, Argentina.

Preguntas de comprensión lectora para tu hijo

Puedes aprovechar este fantástico cuento para reflexionar con tu hijo sobre el valor de la
solidaridad. Puedes ayudarte con estas preguntas:

- ¿Dónde vivían las ardillas?

- ¿Qué pasó ese invierno?

- ¿Qué decidieron hacer las ardillas para ayudar a los otros animales?

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