Papa Me Aburro
Papa Me Aburro
Papa Me Aburro
Papá, me aburro es cuento para niños para que sepan que hacer cuando
se aburren en casa.
¡Papá, me aburro!
Pero sucedió algo inesperado. Sus dos amigas del barrio se marcharon de
vacaciones y ahora bajar a la piscina ya no era tan divertido. Además, la
consola y la tele terminaban por agotar su paciencia y ya no era divertido jugar
en el parque, porque sin sus dos amigas no sabía cómo inventar historias a las
que jugar.
De repente, Marta sintió una terrible sensación de soledad.- ¿Qué voy a hacer
si no tengo amigas con las que jugar?
Y apareció esa frase que siempre se repetía cuando Marta estaba sola – Papá,
me aburro. ¿A qué puedo jugar?
Su padre, que ya preveía que esto iba a suceder, tenía un plan bien organizado
para que Marta descubriera lo divertido que es aburrirse.
– ¿Sabías que cuando yo era pequeño también hacía este recorrido?- Dijo el
padre de Marta con cara de satisfacción.
–Pues porque siempre estás muy ocupada con tus amigas, las consolas y la
televisión y nunca quieres salir conmigo.
Marta se quedó pensativa. Era verdad, siempre que sus padres le proponían
hacer algo juntos ella prefería quedarse con sus amigas o jugando con su
consola.
Continuaron por un sendero que seguía el curso del pequeño río. El paisaje era
muy bonito y al estar tan cerca del río y rodeados de árboles, no se notaba
tanto el calor del verano.
Marta estaba emocionada por la aventura que estaban viviendo: senderos, ríos,
inmensos árboles y escaleras de rocas.
– Vale papá.
Habían llegado a una parte del río donde se formaban pequeñas cascadas e
incluso una zona en la que poder bañarse o sentarse a disfrutar del paisaje.
– Cuando yo era niño, me gustaba pasar largas horas en este lugar. Aquí me
creaba las mejores historias de aventuras y piratas que jamás hayas imaginado.
Además siempre traía unos cuantos botes de cristal para meter las piedras que
más me gustaban o los insectos raros que me iba encontrado. Aquí sentía que
todo era mágico y me encantaba disfrutar creando pequeñas cabañas a base de
los troncos que iba encontrado.
– Claro que sí. A veces venía con ellos y nos pasábamos las horas inventando
historias con las que nos divertíamos todo el día.
– Y otras veces, cuando mis amigos no estaban me venía sólo y continuaba
dando rienda suelta a mi imaginación.
– Eso es porque nunca la utilizas. Te has acostumbrado a que los juegos te los
ofrezca la consola o a jugar con tus amigas a simular que sois como los
dibujos animados que veis en la tele. Pero no sois capaces de crear vuestras
propias historias de fantasía.
– Vamos a hacer una cosa. Esta noche vas a intentar hacer un dibujo de alguna
fantasía con la que hayas soñado alguna vez o que hayas leído en algún cuento
de los que te trae la abuela. Después, pon ese dibujo bajo tu almohada y al día
siguiente volveremos aquí. Tal vez la magia de la noche haga que tu
imaginación vuelva a resurgir. Ya verás como no hay nada más divertido que
imaginar y crear historias.
Marta hizo lo que su padre le dijo. Hizo un dibujo que llevaba tiempo en su
mente, pero que, tal y como su padre le había dicho, nunca tenía tiempo de
pintarlo, porque siempre estaba muy ocupada con otras cosas.
Al día siguiente, cuando llegaron a las cascadas, el padre de Marta le pidió que
sacara su dibujo.
– Imagina que lo que has pintado cobra vida aquí y ahora ¿qué sucedería?-
dijo papá.
Las cascadas se estaban abriendo y salió un ciervo montado por un hada del
bosque. Era justo lo que había dibujado la noche anterior.
Pasaron varias horas en las que la pequeña no paró de jugar con su hada y de
imaginar que saltaban de un lado a otro haciendo mágicas pócimas y curando
a todos los animales que estaban enfermos en el bosque.
Aquel día, Marta disfrutó como nunca lo había hecho. Al caer la tarde, el
padre de Marta tuvo que despertar a su hija de aquel maravilloso juego de
imaginación, pues había que volver a casa para que mamá no se preocupara
por ellos.
– Papá, tenías razón, imaginar y crear historias es aún más divertido que
sentarse junto a la consola. ¿Podemos volver otro día para recoger piedras?-
preguntó emocionada la pequeña.
– Claro que sí cariño, pero ahora vamos a volver y a hacer más dibujos para
que puedas seguir imaginando.