Ana Maria Barrenechea
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Menéndez • 17-25
Esto se hace evidente a partir de una serie de constantes que guían su tra-
bajo y entran, parcialmente, en conflicto con determinados aspectos de
las teorías que ella utiliza para analizar diferentes aspectos gramaticales y
discursivos de diferentes corpora.
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Ana María Barrenechea y las teorías lingüísticas: una tensión constante • Salvio M. Menéndez • 17-25
Estas constantes son importantes en función de las teorías que Barrenechea utiliza para sus
análisis. De hecho, alguna de ellas no privilegiará estos aspectos. Sin embargo, es interesante,
entonces, ver el uso concreto que ella hace de estas teorías. Este permite evaluar su operati-
vidad, su influencia y sus efectos.
Este uso de la teoría nos pone en un lugar destacado: vemos cómo se investiga dentro de un
límite y, al mismo tiempo, cómo se lo puede cuestionar permanentemente. Barrenechea es
un ejemplo de ese cuestionamiento constante. No pretende hacer “teoría lingüística”; entien-
de que la única manera de poner en funcionamiento una determinada perspectiva teórica es
enfrentarla a los datos que la condicionan, la limitan, la cuestionan y, eventualmente, pro-
vocan su modificación. Siempre ellos son de lenguaje en uso ya en su modo escrito u oral,
ya perteneciente a diferentes géneros discursivos como la literatura o la conversación. Más
allá, por lo tanto, de un deslinde excluyente de posicionamientos teóricos rígidos, el trabajo
de Barrenechea se explica como una continuidad en la que los intereses ponen de manifiesto
ese uso teórico que ella encuentra adecuado para el tratamiento de problemas específicos
que muestran los límites y logros que de una teoría se puede obtener.
Señalamos el tratamiento del sujeto, del sistema y de la variación que el hablante produce den-
tro de su comunidad. Ahí reside, justamente, la focalización que Barrenechea hace en cada una
de las teorías que utiliza para sus análisis de diferentes fenómenos gramaticales y discursivos.
…la estilística, como ciencia de los estilos literarios, tiene como base a esa otra estilística
que estudia el lado afectivo, activo, imaginativo y valorativo de las formas de hablar fijadas
en el idioma (Alonso [1941] 1955: 99).
La estilística es, entonces, una lingüística del registro (Halliday 1978), es decir, de cómo el
sujeto discursivo opta por los mejores recursos que tiene disponibles en función de la situa-
ción –socio-culturalmente dependiente– en la que está inscripto.
Del primero toma, fundamentalmente, la marca que orienta su inscripción dentro del es-
tructuralismo: la funcionalista. Es esa inscripción la que permite entender siempre que el
lenguaje no es un fenómeno autónomo sino dependiente del sujeto que lo produce y de
las circunstancias en las que esa producción se lleva a cabo. El funcionalismo praguense
entiende que la descripción estructural de los elementos lingüísticos (fonema, morfema,
palabra, oración) sirve siempre a algún propósito, tiene una función (principalmente la de
la comunicación) que cumplir. Aquí encontramos, además, la justificación de la posterior
proyección que ella hace del estructuralismo como teoría de base para la enseñanza de la
lengua materna.
Sin embargo, al mismo tiempo, toma otra escuela estructural, la glosemática de la escuela de
Copenhague, que postula un estructuralismo formalista extremo. Pero si bien su privilegio
pasa por la trama de dependencias (así define Hjelsmlev (1943) el concepto de estructura),
propone una reformulación de los conceptos de lengua y habla saussureanos. En esa re-
definición la dicotomía no sólo no es excluyente sino que entiende la relación de manera
interdependiente. Para eso el original lengua/habla saussureano deviene esquema/uso en
relación de complemento con el acto. Esta consideración es importante porque el uso es in-
corporado en la lógica estructural como la variable que afirma la constante, que es el sistema,
su condición de posibilidad. Esta tensión, presente en la glosemática, Barrenechea la pone
en funcionamiento de manera ejemplar en sus trabajos. Además, no es menor la importan-
cia que la escuela de Copenhague le da al concepto de texto. Dice Hjelsmlev ([1943] 1984:
30-31):
Los objetos que interesan a la teoría lingüística son los textos. El fin de la teoría lingüística
es dotarnos de un modo de proceder por el cual pueda comprenderse un texto dado me-
diante una descripción autoconsecuente y exhaustiva.
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Los trabajos
El presente libro intenta analizar cómo ha construido Borges su nítido orbe de sombras
a través de estos cinco temas centrales (el infinito, el caos, la personalidad, el tiempo y la
materia) y de otros temas relacionados con ellos. En cada caso estudia las alusiones filo-
sóficas y literarias, la estructura de los relatos, los objetos que figuran con valor simbólico,
las metáforas, el vocabulario preferido y, a veces, la sintaxis. Con ello trata de agotar, vana-
mente, todas las formas de la expresión de la irrealidad en una obra que se presenta entre
las literaturas hispánicas con un poder de invención y de belleza pocas veces sobrepasado.
[…] Si el análisis estilístico de Carlos Argentino Daneri, el absurdo protagonista del relato
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“El aleph”, condena este propósito, lo absuelve el otro Borges, el que ha dicho “Yo creo que
la rosa tiene su porqué” y se ha aplicado tantas veces a desentrañarlo. Quédenos la espe-
ranza de no haber destruido torpemente el milagro de su arquitectura.
Estructuralismo
De sus trabajos en el período estructural elegimos “El pronombre y su inclusión
en un sistema de categorías semánticas” (1962). En este artículo, Barrenechea elige trabajar
sobre una de las clases de palabras problemáticas para el estructuralismo porque, sin duda,
va más allá de las posibles definiciones formales por su rasgos opositivos. Una primera apro-
ximación a su análisis lo tenemos en el título ya que ubicará a esta clase de palabras dentro
de un sistema de categorías semánticas. La exigencia por el significado se impone y la ten-
sión con la naturaleza formal de objeto se hace evidente. Transcribimos su definición:
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Tres elementos cuya caracterización quedó siempre fuera del estucturalismo: la significa-
ción, el coloquio y el hilo del discurso. La exclusión estructural se justifica en sus puntos de
partida. La significación no es, en principio, un problema estructural: de hecho importa al
estructuralismo un sistema de valores puros, es decir, formales. Pero debe darse cuenta de
una clase de palabras como esta. El coloquio, es decir, la interacción que supone el uso pro-
nominal, y el hilo del discurso, que permite dar cuenta de la continuidad de tópico dado por
marcas que hoy denominamos cohesivas (Halliday y Hasan 1976), suponen una perspectiva
funcionalista que retomará la lingüística sistémico-funcional, la pragmática y el análisis del
discurso.
Sociolingüística
La dirección de la subsede argentina del PILEI marca –simbólicamente, por supuesto– la ins-
cripción del trabajo de Barrenchea dentro de una perspectiva sociolingüística amplia (como
señalamos en 2.3). Valora la tradición estructural pero no sus límites estrictos. Afirma:
Si bien el concepto de oposición sigue presente, se observa una modificación operativa que
marca la diferencia entre una visión estrictamente formal y un pasaje a una visión funcional.
Esto puede explicarse a partir de uno de los principios estructurales que los funcionalismos
critican: el pasaje de la discrecionalidad a la gradualidad. Si bien puede haber oposiciones
estrictas, también hay gradación. Las primeras están determinadas por la forma; las segun-
das, por el significado. Este pasaje muestra cómo ese pasaje se lleva a cabo. Y en el trata-
miento de los adverbios en -mente le sirve como una ejemplificación de sus alcances. Afirma
Barrenechea:
El adverbio se presenta como una categoría híbrida que la gramática tradicional ha elabo-
rado y cuyos problemas sintácticos y semánticos no han sido resueltos en forma satisfac-
toria. Por el momento nos limitamos en este trabajo a los adverbios en -mente que funcio-
nan como operadores pragmáticos indicadores de actitud oracional. Los hemos elegido
porque han sido poco sistematizados en español y figuran en general como adverbios de
modo, aunque las entrevistas analizadas han demostrado que sólo un escaso número apa-
rece señalando una circunstancia modal del verbo. (Barrenechea 1969)
Nuestro análisis sólo intenta dar una descripción del sentido de los mensajes en los cuales
intervienen estos adverbios en -mente, como señales de posición del hablante para facilitar
la comparación con los usos de otras regiones dialectales hispánicas. (Barrenechea [1969]
1979: 40)
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Hablante, corpus de entrevistas y usos de otras regiones dialectales marcan con precisión
este pasaje que contempla el análisis de los recursos en función de su inscripción contextual.
Conclusiones
Podemos afirmar que la tensión entre teoría y práctica es una constante dentro de la pro-
ducción de Barrenechea. No obedece a una teoría en particular o a un análisis diseñado para
enmarcarse dentro de una teoría específica. Puede rastrearse en su producción esta actitud
que está lejos de cualquier ortodoxia teórica o analítica y cerca de la necesidad de proponer
desafíos más allá de los resultados imediatos.
Dos aportes tiene su trabajo. Uno se enmarca dentro de la teoría lingüística. Otro, dentro
de la lingüística aplicada a la enseñanza de la lengua materna. En el primero, destacamos
el hecho de no ajustarse a la teoría como dogma; esto significa que su investigación teórica
entiende el dinamismo y la reformulación como dos de sus características sobresalientes. El
mejor ejemplo es el tratamiento, en su propia producción, de los “temas conflictivos”. Y es
eso lo que le permite abrir la perspectiva para el desarrollo de otras teorías. En el segundo,
hay una incorporación efectiva de la propuesta estructural en los planes de estudio de la
enseñanza formal a partir de sus discípulos.
Si consideramos tres etapas dentro del Instituto de Filología (Menéndez 1995), Ana María
Barrenechea ocupa la que marca la transición.
El primer momento (1940-1950) está dominado por la estilística; el análisis del modus es el
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focalizado y el estilo es el objeto, es decir, los recursos que el autor en tanto sujeto discursivo
pone en funcionamiento.
El segundo momento (1960-1970) está dominado por el estructuralismo: el análisis del dic-
tum es el focalizado y la lengua es el objeto, es decir, la descripción de los diferentes niveles
de análisis que la conforman.
El tercer momento (1970-2000) está dominado por la sociolingüística; el análisis del modus
y el dictum se ven como mutuamente complementarios para dar cuenta de su objeto: el len-
guaje en uso.
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Bibliografía
Hjelmeslev, L. 1986 [1943]. Prolegómena para una teoría del lenguaje. Madrid:
Gredos.
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