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Moderadora de Traducción
Vale

Traducción
Vale
Mais
Krispipe

Recopilación y Revisión
Krispipe & Mais

Diseño
Evani
Sinopsis Capítulo 15 Capítulo 31

Prólogo Capítulo 16 Capítulo 32

Capítulo 1 Capítulo 17 Capítulo 33

Capítulo 2 Capítulo 18 Capítulo 34

Capítulo 3 Capítulo 19 Capítulo 35

Capítulo 4 Capítulo 20 Capítulo 36

Capítulo 5 Capítulo 21 Capítulo 37

Capítulo 6 Capítulo 22 Capítulo 38

Capítulo 7 Capítulo 23 Capítulo 39

Capítulo 8 Capítulo 24 Capítulo 40

Capítulo 9 Capítulo 25 Capítulo 41

Capítulo 10 Capítulo 26 Capítulo 42

Capítulo 11 Capítulo 27 Capítulo 43

Capítulo 12 Capítulo 28 Epílogo

Capítulo 13 Capítulo 29 Próximamente

Capítulo 14 Capítulo 30
Amar a un Oscuro es invitar a la muerte...

Está mal amarla.

Es peor quererla.

Consumirla es pecado.

Deseo las tres.

Me han sido dados treinta días para probar mi amor a otra inmortal
—como humano. Maldecido a usar nada más que el lado de mí que siempre
desprecié para ganar su afecto. Soy Cassius, El Rey de los inmortales. Un
Oscuro.

Y hoy probé el miedo por primera vez.

¿Cómo puedo ganármela cuando mis emociones humanas relevan


cada pizca de lógica que poseo?

Una oscuridad se está desarrollando.

Una que no puedo detener como un humano.

Una donde mis visiones de amor han demostrado, que Stephanie será
mi fin.

Hace treinta días era el Rey de los inmortales.

Hoy conozco el miedo.

Hoy conozco como moriré.

Por su mano.
La mujer que amo.

Para la gente que busca segundas oportunidades y redención…


donde hay OSCURIDAD, hay LUZ.
Traducido por Vale

Me detuve cerca del borde del edificio donde la oscuridad se


encontraba con la luz. Era el lugar perfecto para estar parado para mí,
considerando todas las cosas.

Esa era mi vida.

El arrebato perfecto de luz-oscuridad flirteaba en la periferia, tratando


de filtrarse, pero sabía mejor que nadie que sus posibilidades de éxito eran
escasas. Extendí mi mano, y mis dedos besaron la luz del sol asomándose a
través de las nubes. Giré mi mano y dejé escapar un suspiro derrotado.

—Cassius.

Sariel, mi padre y uno de los Arcángeles principales—los mismos


Ángeles que no se habían aparecido a los inmortales durante más de
trescientos años—pronunció mi nombre con tanta autoridad y finalidad que
era imposible no sentir los efectos de las palabras cuando las liberó en el
universo. Se estrellaron contra mi pecho, robando cada onza de oxígeno que
acababa de inspirar con avidez.

—Has fallado.

—Sí. —Me tragué la mentira, la sentí arder en mi garganta y en mis


pulmones. Mi corazón frío y podrido cobró velocidad, tal vez realmente
estaba muerto por dentro como ella dijo, tal vez era inútil, todo ello.

—Saboreo la mentira en tus labios, mestizo.

—Pues saborea —espeté, mientras mis ojos se esforzaban por enfocar


en la luz. El anhelo de ser luz, de permitir que me consumiera
completamente, era como un fuego ardiendo en mi alma—. No tengo nada
más que decirte.

—¿Te das cuenta de lo que esto significa? —Las una vez púrpuras
plumas que rodeaban su voluminoso cuerpo se iluminaron en rojo. Los
latidos de mi corazón se ralentizaron a un ritmo suave mientras gotas de
sangre caían en cascada de sus plumas en perfecta cadencia con mi
respiración.

—Lo hago.

—¿Y sin embargo no peleas?

Finalmente, levanté mi mirada hacia la de él. Su mandíbula fuerte se


tensó mientras su pelo negro soplaba en el viento. Sabía que era el único
que podía verlo, cortesía de mis antepasados... mi sangre angelical.

—Cuando uno ha perdido todo por lo que vale la pena luchar... —


Tragué saliva—. Dime, ¿cuál es el punto?

—Nunca antes te has rendido —dijo en voz baja, su voz llena de


incredulidad.

—¡Nunca antes me había enamorado así! —grité, golpeando mi mano


contra la pared de ladrillo. Si alguien pasara, simplemente pensarían que
me volví loco, y tal vez lo hice.

Por ella.

Todo fue por ella.

—Es mejor que muera. Es mejor que la deje.

La cara de Sariel estalló en una sonrisa brillante. La sangre de sus


plumas se acumuló a sus pies formando un corazón.

—Muy bien.

Me preparé para el dolor, para la gran agonía de dejar de existir. Sabía


por las historias que cuando un Oscuro moría, era horrible, aterrador,
porque nunca sabíamos si nos reuniríamos con la luz o la oscuridad.

Asumí que me quedaría a oscuras.

Asumí que me consumiría con el mal.


Asumí mal.

Porque el minuto en que Sariel tocó mi piel.

No sentí nada más que vacío.

—Un regalo. —Sariel susurró en el aire—. Para mi único hijo restante.


Stephanie
Traducido por Vale

Treinta días antes

El aire crepitaba con la excitación. Vi como la pareja sentada a unas


pocas mesas de distancia se agarró de las manos y se inclinó por un beso.
Intenté alejarme, pero fue imposible. Siempre me sentía atraída por el afecto,
atraída por la emoción como si fuera un faro de orientación. A veces
realmente apestaba ser inmortal.

No podía evitar sentir lo que otros sentían.

Y no podía evitar querer sentir ese sentimiento por mí misma.

Sería ridículamente fácil robar la carga emocional en el aire o


cambiarla con un chasquido de mis dedos. Demonios, podría tener a ese
tipo salivando sobre mí en segundos. Pero estaría mal.

Y durante la última semana he intentado hacer las cosas bien.

Desde que inconscientemente traicioné a mi única amiga humana,


había empezado de cero. ¡Era miembro del consejo por todos los santos! Una
Sirena Inmortal o una Oscura; lo que sea, era demasiadas cosas.

Hace unos días le había dado al único Oscuro que conocía, nuestro
Rey, mi esencia creyendo que moriría, dispuesta a hacer ese sacrificio. En
cambio, me había despertado al día siguiente completamente igual que
antes, como si mi inmortalidad hubiera sido restaurada.

Solo que, yo era diferente.

Antes de que siquiera abriera los ojos, sentí que el poder de la muerte
surgía a través de mí, el tipo más profundo de frío se enraizó desde la punta
de mis dedos hasta los dedos de mis pies. Y una espeluznante clase de
oscuridad se convirtió en parte de mí, como una sombra de la que no podía
deshacerme. El terror corría por mi columna.
Para empeorar las cosas.

Desperté en toda mi habitación congelada como el Ártico.

Lo cual, ¿para una inmortal que había pasado los últimos cientos de
años asumiendo que no era más que una sirena? Espantoso.

Además, las sirenas odiaban el frío; era exactamente lo contrario de


lo que representamos, calidez, emociones humanas, calor, lujuria, fuego.

¡Bla!

Me estremecí.

¿Alguna vez estaría caliente otra vez? No era el tipo de frío del que
podías escapar, era una parte de mí, justo como mi corazón, el mismo
corazón que le había dado a Cassius, el único hombre que alguna vez había
amado.

Si realmente pudieras llamarlo eso.

Mitad humano, mitad Ángel, era el rey de los inmortales y no solo


completamente fuera de los límites, sino peligroso. El toque de un Oscuro
era lo suficientemente poderoso como para obligar a los humanos a una
alegre esclavitud durante milenios.

Para mí, él siempre se había sentido simplemente... bien.

Hasta que descubrí que me había puesto un glamour muy poderoso


cuando era una niña, ocultándome de los Arcángeles que juraron matar a
más Oscuros si alguna vez eran creados.

Suspiré.

¿Cuál era ya el punto?

Cassius se había ido.

Había desaparecido en el momento en que abrí los ojos esa fatídica


mañana de hace dos días para encontrar mis nuevas zapatillas para correr
Nike cubiertas de nieve.

La pareja frente a mí se rió de nuevo. Me irritaron los nervios porque


estaba celosa de ellos.
¡De ellos! Era risible. O debería haberlo sido. Hace una semana me
hubiera reído. Ahora solo lindaba con lo patético.

Como una antigua entre los inmortales, era mi trabajo mantener la


paz e interferir entre nuestra clase y los humanos.

No sentarme en un Starbucks y mirar a una pareja recién


comprometida con anhelo silencioso.

Cassius, nuestro líder, el único Rey que los inmortales han conocido,
había estado desaparecido por unos días, y me mataba pensar que era
porque estaba avergonzado de mí, avergonzado de lo que le había hecho a
Genesis.

No es que fuera culpa mía que un Arcángel me hubiera mordido,


seducido y, básicamente, embelesado para hacer algo. Concedido, toda la
parte de los celos fue culpa mía, haciendo que el hechizo que me sometió
fuera mucho más fuerte.

Tomé un largo sorbo de mi café con leche e hice un puchero.

No había hecho eso en años.

No ayudó.

—Te ves como el infierno. —Mason se dejó caer en la mesa. Su cabello


castaño desgreñado estaba recogido debajo de un sombrero de los
Seahawks 1 . Aviadoras negras colgaban sueltas sobre su fuerte nariz,
enmarcando su muy mortífera, pero innegablemente sexy barba de media
tarde.

Hombre lobo estúpido. Un aroma terroso subyacente como el de


madera quemada y piñas flotaba entre nosotros con cada movimiento casual
que hacía. Y créanme, necesitaba parecer lo más informal posible, ya que
atraía naturalmente a cualquier gato dentro de un radio de diez millas.

—Sí, bueno. —Señalé su sombrero—. Te ves como un turista.

—Por favor. —Soltó un bufido, agarró mi café y bebió un sorbo.

—¿Desde cuándo bebes café?

1
N. T. Equipo de futbol americano
—No lo sé. —Empujó el café hacia atrás e hizo una mueca—. ¿Desde
cuándo te vas de la casa, haces pucheros durante todo un maldito día, y
luego miras con anhelo a una pareja humana como si estuvieras a punto de
comértelos?

—No estaba mirando con anhelo —refunfuñé, de repente encontrando


mis manos fascinantes mientras las retorcía.

—Lo hacías. Vi toda la cosa. Asqueroso realmente.

—¿Tienes una razón para acecharme?

—Si te estuviera acechando, ya estarías muerta. —Sonrió—. Y sí...


estuve comprando comestibles.

—Tantas cosas están mal con un Lobo comprando comestibles.

—Órdenes de Genesis... quiere que comience a comer de nuevo.

Me retorcí en mi asiento.

—Todo está bien, —dijo con voz áspera—. Agua bajo el puente, has
sido redimida, bla, bla, bla, vuelve a casa.

—¿En serio? —Me reí entre dientes y jugué con mi pajita—. ¿Ese es el
discurso?

—Ethan no me escribiría uno, así que toma lo que puedas conseguir.

—Todo un Donjuán.

Mason gimió en sus manos.

—No tengo idea de por qué me enviaron.

—Tienes los modales de una bestia —estuve de acuerdo.

—Pero sabes que tengo razón. Pertenece con nosotros en casa, no aquí
en Starbucks de todos los lugares.

—Se fue —susurré. Admitirlo en voz alta fue más difícil de lo que
pensé que sería. El único hombre que alguna vez amé y arriesgué a morir
para salvarlo.

Se había ido.
Como si hubiéramos tenido una especie de aventura de una noche de
la que estaba avergonzado.

Uf, me duele la cabeza.

—Volverá. Solo necesitaba... —Mason maldijo por lo bajo—. Dios me


salvé de este tipo de conversaciones. Cassius necesitaba tiempo, y a pesar
de sus sentimientos y su extraña conexión contigo, todavía es rey, así que
no me importa un comino si se suicidó para que puedas vivir y luego
profesar un amor eterno en Dr. Phil. —Ofreció un encogimiento de hombros
desdeñoso—. Es nuestro rey. Lo que dice va. Se fue, así que déjalo irse. No
es tu lugar cuestionarlo.

—¡Alguien tiene que hacerlo! —Empujé mi silla hacia atrás y me puse


de pie.

Mason hizo lo mismo y me atrajo hacia su abrazo. Traté de luchar


contra él, pero era imposible. El hombre era tan fuerte que podría romperme
a la mitad, y eso era mucho decir ya que realmente podía defenderme.

—Steph —suspiró Mason en mi cabello—. Solo… déjalo. ¿Alguna vez


pensaste simplemente en decirle gracias y seguir con tu vida?

Suspiré contra él, inhalando su olor a madera.

—No.

—Inténtalo.

—No.

—Steph…

—Volveré. —Mis hombros se desplomaron cuando cedí—. ¿Pero qué


hago si viene a la casa? ¿Qué pasa si regresa? —Ese pensamiento era casi
tan deprimente y confuso como que él se mantuviera alejado para siempre,
o que yo fuera la razón de su ausencia.

—Bueno, puede que tenga esto al revés considerado todo, quiero decir,
como piñas, pero siempre puedes saludar.

***

El viaje de regreso a la casa de Ethan fue casi insoportable. Por un


lado, Mason condujo como un maníaco. Estoy bastante segura de que en
realidad nunca pasó la prueba de conducir. Cuando le pedí ver su licencia,
se rió y presionó el acelerador, disparando al nuevo Lexus de Ethan hacia
adelante como un pinball fuera de la ranura a lo largo de las concurridas
calles de la ciudad. Pensarías que tenía un deseo de muerte, pero entonces,
se necesitaría más que un accidente automovilístico para matarnos.

Para cuando llegamos a la mansión de Ethan en el Lago Washington,


estaba lista para besar el suelo y maldecir a Mason.

La oportunidad de echarme en la cara del Lobo me fue arrebatada en


el momento en que el auto se apagó.

—Stephanie. —Ethan ya había abierto mi puerta y extendía su mano


como una maldita ofrenda de paz. Mi corazón dejó de latir tan fuerte en mi
pecho. Lo fulminé con la mirada. Vampiros estúpidos y su habilidad para
controlar cosas como corazones.

¿Por qué necesitaba el mío de todos modos? Especialmente si iba a


romperse constantemente por Cassius.

Me tragué la emoción que se tensaba en mi garganta y coloqué mi


mano en la de Ethan.

—Ethan. —Lo desafié con una mirada y me puse en pie.

—Siempre debes llevar a alguien contigo cuando salgas. —Las cejas


de Ethan se entrelazaron como si realmente estuviera preocupado por mi
seguridad—. No es apropiado para ti estar…

—¿…tomando café sola? —terminé.

Puso en blanco sus ojos verde esmeralda.

—Sí, bueno, intenta ser más cuidadosa. No podemos simplemente


chasquear los dedos y reemplazar a miembros del consejo.

—Ah, entonces se trata del consejo.

—Se trata de ti —Ethan medio gruñó en mi oído y me empujó hacia la


puerta donde Genesis y mi hermano estaban esperando.

Estuve medio tentada de levantar las manos en el aire y decir: ¡Estoy


bien! ¡Estoy realmente bien! ¡Lo prometo!

Genesis tenía una mirada de lástima en su rostro.


Y mi hermano parecía que estaba aliviado de que aún estuviera viva y
sana.

—Hola, chicos. —Logré un saludo débil con la mano.

—La encontraste. —Genesis le guiñó un ojo a Mason.

—Los lobos tienen habilidades de rastreo increíbles. —Infló su pecho


y luego recibió un golpe de Ethan.

—Por favor. —Puse los ojos en blanco—. Probablemente usaste la


aplicación para encontrar a tu amigo en tu teléfono.

—Aún cuenta. —Mason asintió y luego tocó su cabeza—. Rastreador.

Genesis se rió suavemente y luego enlazó su brazo con el mío.

—No huyas. La próxima vez solo habla con nosotros.

—Hablar —imité—. ¿Sobre Cassius? ¿Sobre el hecho de que toda mi


existencia hasta ahora ha sido una mentira?

Lo único que había cambiado en los últimos días era que mi hambre
por Cassius había alcanzado proporciones épicas.

Me había rechazado de nuevo.

Después de besarme, fíjate.

Y el lugar donde se suponía que estuviera mi corazón se sentía como


si fuera arrancado lentamente de mi cuerpo.

No solo deseaba a Cassius.

Lo necesitaba. Porque todavía no entendía lo que era o de lo que era


capaz, y él era el único Oscuro que quedaba que podía decirme.

Éramos los últimos.

Y como que apestaba.

Los Oscuros solían ser machos. Sabía cómo funcionaban. Pero, ¿una
mujer? ¿Quién tenía tendencias de Sirena?

Ugh. Me dio un dolor de cabeza solo de pensarlo.


—Lo necesitas —susurró Genesis a mi lado—. Él vendrá, solo
necesitaba algo de tiempo.

—¿Necesitaba algo de tiempo? —Resoplé—. Las personas que


necesitan tiempo con calma le dicen a su familia a dónde diablos van. ¡No
se escabullen en medio de la noche sin dejar rastro! ¡Es como si hubiera
huido del maldito país!

—Para ser justos, dejó su pasaporte aquí —bromeó Mason.

Genesis lo fulminó con la mirada.

—No es el momento.

Él levantó las manos y dejó escapar un pequeño ladrido a mi costa.

—Huyó del país —repetí—. Para alejarse de mí, de la situación


incómoda... —Me señalé a mí misma y bajé la mirada—. De esto.

—No hay nada malo contigo. —Genesis me apretó el hombro. Siempre


me compadecí de los humanos como Genesis, los criadores, los que fueron
traídos al redil inmortal para producir hijos con los inmortales.

Por otra parte ella había sido el punto de inflexión. Había traído
equilibrio a nuestro mundo. Ahora era como una diosa para nuestra gente
y para su esposo Vampiro.

Mientras yo me sentía más humana cada día.

No pude evitar pensar que algún día me despertaría y simplemente...


ya no existiría... o no importaría. Y ese pensamiento me aterrorizó.

Podía sentir la oscuridad adentro, girando, tratando de agarrarme. El


vínculo entre la oscuridad y yo estaba creciendo, fortaleciéndose, y tenía
tanto miedo de no lograrlo.

Cuando le había salvado la vida.

Porque él había salvado la mía.

No tenía idea de lo que estaba haciendo, aparte de que no podía


soportar la idea de existir en un mundo sin él.

Ahora lo sabía.

Cada segundo lo sabía.


Porque cada segundo que existía, mi corazón anhelaba su presencia.

Alex, mi hermano, aunque en realidad no estábamos emparentados—


algo de lo que aún me costaba hacerme la idea—me dio una fuerte palmada
en la espalda.

—Piénsalo de esta manera, hermanita, tienes que haber tenido un


gran efecto en él para que huyera a China o donde sea que haya ido en la
oscuridad de la noche.

—Vaya... hermanos. —Asentí—. Muy útil. ¿Dime otra vez dónde están
las hojas de afeitar para mis muñecas?

—Por favor. —Alex soltó un bufido—. Simplemente atraerías


Vampiros... sin mencionar enviar a Ethan al frenesí.

—Ethan no quiere mi sangre... demasiado fuerte.

—Eso es verdad. —Ethan pasó más allá de nosotros—. Está bien,


reunión familiar.

—Lindo. —Mason entró en la cocina y puso sus pies sobre la mesa—.


¿Estamos teniendo reuniones familiares ahora?

—Cassius no está aquí... pero tampoco se ha ido. —Ethan evitó


mirarme, lo que solo significaba una cosa.

Todavía lo sentía.

La vergüenza me invadió de nuevo.

—Entonces, hasta que sepamos dónde está y cómo proceder...


simplemente haremos negocios como siempre. ¿De acuerdo? Tenemos tres
semanas hasta la próxima reunión del consejo, y ahora que los Arcángeles
nos están hablando de nuevo, debemos asegurarnos de tener un orden
completo dentro de todas las especies. ¿De acuerdo?

Odiaba admitir que tenía razón.

Los Arcángeles eran terroríficos.

Y ahora estábamos en su radar otra vez—gracias al triángulo amoroso


de Genesis, Ethan y Cassius.

Mi corazón se apretó de nuevo.


—Tiene razón. —Mason se reclinó en su silla—. Revisaré a los lobos
mientras Alex se lo hace con las Sirenas y Demonios.

—¡Oye! —Alex se sentó y frunció el ceño—. ¿Por qué tengo que revisar
a los Demonios? La última vez intentaron comer mi mano.

—Tienes manos hermosas. —Mason asintió.

—¿Podría ser porque alguien les dijo que sabían a ambrosía? —Alex
pateó la silla de Mason casi haciéndolo caer al suelo.

—Pequeño error. —Mason bostezó.

—Yo los revisaré —me encontré ofreciendo, y todos los ojos se


volvieron en mi dirección. Me encogí de hombros—. ¿Qué? ¿Qué tan difícil
puede ser? Asegúrarte de que no maten a ningún humano... hacer un conteo
de cabezas... —Me encogí de hombros nuevamente. Vaya, estaba haciendo
eso mucho—. No es nada.

—¿No es nada? —se quejó Alex—. Hasta que te coman.

—Soy una Oscura —medio susurré—. Solo podrían intentarlo.

La habitación quedó en silencio.

Porque acababa de traer al elefante gigante y les pregunté a todos si


querían dar un paseo.

Bien hecho.

—Genial —Ethan rompió el silencio—. Entonces, Steph revisará a los


Demonios... ¿esta noche?

—Sip. —Asentí, sintiéndome menos entusiasta de lo que parecía—.


Estarán al acecho, así que debería ser fácil.

—No es... peligroso ¿verdad? —preguntó Genesis.

Diablos sí, era peligroso. Pero tal vez eso es lo que necesitaba. Un poco
de peligro Me encogí de hombros, una tercera vez, genial, e hice contacto
visual con Ethan.

—Somos inmortales, ¿qué es lo peor que puede pasar?


Stephanie
Traducido por Vale

Salir y cazar Demonios terminó siendo un dolor en mi trasero más


grande de lo que pensaba. En primer lugar, el líder—si es que se le podía
llamar así—no estaba en su lugar habitual, lo que significa que básicamente
tenía que recorrer todos los bares a través de Belltown preguntándoles a los
Demonios si lo habían visto.

La mayoría de los Demonios huyeron de mí.

La mayoría de ellos eran demasiado listos como para hacer algo como
enojarme.

Pero siempre estaba ese caso atípico, el único individuo que no


cumplía con las reglas y pensaba que su mierda no apestaba.

Conoce a Jefferson.

—Vete. —Lo eché con la mano y le di la espalda, pidiendo otro vaso de


vino blanco.

—Hueles como.... —Su voz era áspera y sugerente cuando se inclinó,


inhalando de mi espacio aéreo—, pecado.

—Vaya. —Tomé dos grandes tragos impropios de una dama del vino y
me volví para mirarlo por tercera vez.

No tenía un aspecto horrible, si preferías cabello rubio rizado y los


ojos color chocolate. Pero sabía lo que era en el fondo, un idiota escalador
social que muy probablemente trataría de matarme mientras dormía solo
para poder robar parte de la sangre de ángel y esperar ganar más poder.

—Ah, comienzo a gustarte. —Guiñó un ojo.


Asentí con la cabeza y luego coloqué ambas manos sobre sus hombros
levantando mi rodilla hacia sus bolas en un golpe sin esfuerzo que lo hizo
desplomarse al suelo en agonía.

—Si así es como quieres llamarlo, seguro.

—¡Perra! —gimió desde el suelo—. ¿Por qué diablos hiciste eso?

—Me estabas enojando. —Me arrodillé junto a él y tiré de su camisa


negra para que casi se rasgara en mis manos—. Ahora, ¿dónde está tu jefe?

—Ocupado —escupió en mi cara.

Le di un puñetazo en la mandíbula.

—Maldita sea. —La sangre negra salía de su nariz—. ¿Te mataría darle
una oportunidad a un tipo?

—Sí. Sí lo haría. —Lo liberé—. Ahora deja de hacerme perder el


tiempo. Me duelen los pies. He estado fuera toda la noche rastreando... —
Moví mi mano en el aire—, pequeñas ratas malolientes de la calle.

Dejó escapar un silbido bajo.

—Solo dime dónde está.

Jeffrey palideció y tragó saliva de una vez, mientras una voz decía
cerca de mi oído en un susurro áspero:

—Detrás de ti.

Todos los vellos de mi cuerpo estaban de punta. Sí. Su líder estaba a


una pulgada de mi cuello. Las mordidas de Demonio duelen como el
infierno, y si me muevo un poco, sus dientes rozarán mi suave piel. Sin
embargo, en la parte posterior de mi cabeza, recordé que era una Oscura,
¿verdad? Entonces quizás tenía más poder en esta situación de lo que
pensaba.

Rápidamente, me volví.

—Timber. —Puse mis manos en mis caderas—. Ya era hora de que


aparecieras.

—Bueno...
Se balanceó sobre sus talones y levantó su mano en el aire. Una
cerveza hizo su camino desde el otro lado de la barra. La levantó y tomó un
trago largo, los músculos de su cuello se contrajeron mientras tragaba. La
mayoría de los humanos lo encontrarían hermoso. Yo lo encontraba irritante
y una abominación, pero ¿quién era para hablar?

—Cuando una mujer hermosa me busca... —Bajó la cerveza y guiñó


uno de sus ojos azul bebé.

Puse los ojos en blanco.

—Números, ¿qué son?

—¿Directo a los negocios? ¿Sin placer? —Me miró de arriba abajo y


sus ojos azules parpadearon rojos antes de volver a la normalidad.

—No.

—Tú... —Sus cejas se juntaron mientras se inclinaba hacia adelante—


. Hueles... extraño.

Retrocedí.

—Perfume nuevo.

Sus ojos brillaron aún más rojos que antes.

—No, no, no creo que sea eso.

Era como si su cuerpo creciera ante mis propios ojos. Estaba haciendo
la transición a lo que realmente se parecía un Demonio, que era algo fuera
de la pesadilla de un niño de primer grado. Los cuernos aparecerían en su
cabeza, sus dientes se alargarían a colmillos, y su rostro se ahuecaría
dejando al descubierto nada más que calavera.

—Jeffrey —ladró—. Dime, ¿qué hueles?

Nada bueno. Definitivamente no es bueno y como miembro del consejo


no era como si tuviera respaldo o algún tipo de mojo inmortal que me
impidiera meterme en problemas. Era una pacificadora, no peleaba. No es
que no supiera cómo, pero ahora que el glamour de ser una Sirena ya se
había desgastado, todo lo que podía hacer era alimentarme de las emociones
de los demás. Y dado que Cassius me había abandonado, no estaba segura
de qué más podía hacer.
Un olor dulce almibarado comenzó a llenar el aire.

Excitación.

Apreté los puños cuando sentí que la temperatura de mi cuerpo


bajaba. No fue a propósito o controlable. Era como si mi cuerpo se estuviera
preparando para defender su sangre de ángel si eso era lo último que hiciera.

—Ángel —susurró Jeffrey con voz alegre, sus ojos rodando hacia la
parte posterior de su cabeza mientras se humedecía los labios y se ajustaba
a sí mismo.

Asqueroso.

—Una bebé... —Timber inclinó su cabeza tomando una postura


depredadora frente a mí, su cuerpo continuaba creciendo—. Tal vez
deberíamos continuar esto en una de las habitaciones traseras.

—En realidad... —Di un paso hacia un lado—, si me das tus números,


me pondré en marcha. Es tarde y sabes cómo es el consejo…

—Nuestros números están creciendo... a proporciones épicas. Eso es


todo lo que necesita saber. —Timber extendió la mano para agarrarme. Me
aparté tan rápido que perdí el equilibrio.

Y caí directamente contra un pecho musculoso.

Fuertes manos se envolvieron alrededor de mis hombros.

—¿Esta cosa... te está molestando?

La voz sonaba familiar pero vagamente diferente. Como si alguien... le


hubiera agregado calidez. Mi cuerpo respondió al calor con un escalofrío
incontrolable.

—Sí. —Me incliné hacia el cálido cuerpo como si fuera mi línea de


vida. Quienquiera que fuera el humano, estaba ridículamente construido.
La calidez de su cuerpo dio vida nueva al mío, haciendo que el frío no se
sintiera tan frío, tan... solitario.

—Humano lamentable —siseó Timber en voz baja.

Pero sabía que estaba estancado. La regla inmortal número uno era
nunca revelarse a los humanos.
Y Timber sabía que, si lo hacía, Cassius infligiría un infierno a toda la
población Demoníaca, borrando hasta el último.

—Jeffrey. —Timber chasqueó los dedos—. Deberíamos irnos.

—Claro... —Jeffrey volvió a olfatear en mi dirección y sonrió.

Le enseñé el dedo medio.

Trató de cargar hacia mí, pero Timber lo detuvo.

—Hasta que nos volvamos a encontrar... Ángel.

—No tú Ángel.

—Dile eso a tu sangre. —Se pasó la lengua por los labios y empujó a
Jeffrey a través de la multitud. El olor a ceniza se quedó conmigo por unos
minutos. Casi había olvidado que todavía estaba en los brazos de mi
salvador, hasta que les dio un apretón.

—Oh. —Tropecé hacia adelante y luego me di la vuelta, avergonzada


de haber estado colgando sobre él como una humana enferma de amor—.
Lo siento mucho, gracias por la salvada aunque realmente…

Se me quebró la voz.

—¿Realmente...qué? —preguntó, cruzando los brazos sobre su amplio


pecho. Seguí el movimiento con ojos codiciosos. Él era enorme, macizo, alto
y precioso. Lentamente levanté mis ojos para encontrarme con los suyos y
casi me desmayé.

—¿Cassius?

—Más o menos.

—Pero eres…

—Humano.
Traducido por Vale

Diez horas. Me tomó diez horas desde mi maldita reunión con Sariel
para acostumbrarme a mi cuerpo.

Un humano.

Mi padre Arcángel me había hecho un humano.

Me pregunté brevemente si me golpearía un rayo si lo llamaba un


bastardo y obtuve mi respuesta cuando el sonido de las plumas
revoloteando en protesta flotó en el aire.

Diez horas después de haberme condenado, había sufrido varios


hematomas, un corte en la mano y dolor en las articulaciones,
recordándome una vez más que era viejo y que era frágil.

Lo odiaba.

Cada maldito segundo.

Hasta que llovió.

Y luego sentí... todo.

Levanté los ojos hacia el cielo y me quedé sin aliento cuando las gotas
de lluvia salpicaron mi cara rodando por mis labios. Sabía puro. Tenía un
sabor real, como si la vida se vertiera en mi cuerpo una y otra vez.

Cuando pasas tu existencia enfocándote en las partes inmortales de


ti mismo, pierdes esa pizca de humanidad. Es un drenaje lento hasta que te
olvidas de todos los diferentes componentes que te hicieron humano y
simplemente acoges lo sobrenatural.
Y cuando acoges lo sobrenatural, o más bien acoges tu inmortalidad,
te olvidas de las cosas simples.

Como la lluvia.

Y la forma en que se siente.

Nunca tuve tiempo para detenerme y dejar que la lluvia caiga sobre
mi cabeza. Si la lluvia me irritaba, simplemente la descartaba. Si el sol
estaba demasiado caliente, cerraba mis ojos blancos y permitía que el hielo
se extendiera por mis venas—cortesías de ser parte Ángel, parte humano.

Durante los últimos mil años, simplemente ignoré una parte de mí


mismo, una parte que me completaba, y existí sin ella.

Vagué por las calles por un día. Mirando a la gente, no porque


estuviera perdido o aburrido, sino porque todo era tan nuevo para mí, tan
emocionante. Tan crudo.

Sentí todo de una vez.

Fue abrumador, y por primera vez en mi existencia, la vida fue


emocionante nuevamente.

Y luego la vi a ella.

En Starbucks.

Sola.

Y mi mundo simplemente se detuvo, mi respiración nunca volvió a la


normalidad, y me fue recordado una vez más que tenía treinta días.

Y que estaba en el día veintinueve.

Había perdido un día.

Irritado porque me había dejado distraer tanto, la seguí hasta la casa


y la seguí de nuevo cuando se fue.

Cada vez que un humano estúpido coqueteaba con ella me reía, hasta
que una pequeña voz dentro de mi cabeza me recordó que era igual de malo,
igual de bajo en el tótem.

No estaba seguro de quién diablos había enviado a Steph para hablar


con los Demonios, pero tendrían que responder ante mí. Ella estaba tan
indefensa como un corderito débil en medio de una tormenta eléctrica. No
tenía idea de lo que era capaz y era ajena al olor que despedía a cada hombre
y mujer que pasaba.

Aun así lo olí.

Tal vez esa era la crueldad de Sariel llegando a la vanguardia. Me


convertiría en un ser humano, me permitiría ganar a la mujer que amaba,
solo para recordarme una vez más que no estaba en un campo de juego
parejo.

No era su igual.

Quizás nunca lo había sido.

—¿Cassius? —Stephanie se acercó y me tomó la cara. Se sintió bien.


Se sintió... cálido—. ¿Qué te pasó?

—No me creerías si te lo dijera. —Al menos esa era la verdad.

Entornó los ojos.

—¿Fuiste castigado? ¿Por lo que pasó?

—No.

—Entonces... —Negó con la cabeza—. ¿Te importa explicar por qué


tus ojos no son blancos sino azules, por qué hueles a... lluvia, extraño…
hueles a lluvia? Y, y…

Agarré sus manos en las mías.

—Más tarde... por ahora deberíamos regresar a la casa antes de que


los Demonios traigan a sus amigos para acabarte.

—Bueno, te tengo a ti... —Se encogió de hombros—. No podrían


tocarme.

Como si se hubiera dado cuenta de lo que acababa de decir, su rostro


se derrumbó.

—Soy humano —lo dije de nuevo; se sentía raro en mis labios. Como
si mis ojos tuvieran ideas propias, me concentré en su boca. Maldita sea,
era linda. Me pregunté si alguna vez realmente me había tomado el tiempo
de apreciar su belleza.
O tal vez sabía que en el momento en que lo hiciera, estaría perdido.

—¿Cassius? —Me agarró del brazo. Miré esa mano mucho más de lo
necesario—. Tienes razón... deberíamos irnos.

La seguí fuera del bar, apretando mis manos en puños tensos para
evitar alcanzar su cuerpo.

Era difícil enfocarse en cualquier cosa excepto en el contorno de sus


caderas. Maldita sea, ser humano me estaba enviando a la locura
rápidamente. Estaba hipnotizado por cada uno de sus movimientos,
siguiéndola como si fuera mi razón de existir.

Entramos y salimos de la multitud y finalmente llegamos afuera. El


silencio no era incómodo, pero sus miradas lo eran.

Nunca había sido inseguro sobre nada.

Pero me di cuenta de que ser humano significaba que estaba sintiendo


emociones que no estaba acostumbrado a sentir. Como la inseguridad.

¿Por qué diablos estaba mirándome con tanta firmeza?

¿Y por qué mi cuerpo respondió de manera tan acalorada que estaba


buscando conscientemente un lugar donde presionarla para poder atrapar
ese cuerpo suave y capturar esos labios? ¿Era tan difícil para todos los
humanos? Mis pensamientos entraron en territorio peligroso mientras se
lamía nerviosamente los labios una y otra vez. Con el cuerpo mareado de
deseo, cada vez era más difícil caminar en línea recta.

—Mi coche está por aquí. —Stephanie señaló el Lexus más nuevo de
Ethan.

—¿No te refieres al auto de Ethan?

Sonreí, bastante alegre por el hecho de que probablemente arañaría


la pieza de maquinaria antes del fin de semana. Ethan y yo siempre
habíamos estado en desacuerdo, ahora aún más. Él era arrogante.

Y desde que nos peleamos por la muerte de su primera compañera—


había sido fácil dejarlo odiarme, culparme por su muerte y todo lo demás,
cuando nada de eso era realmente culpa mía. Las reglas no estaban
destinadas a romperse.
Sin embargo, al pensar esas mismas palabras, tuve que preguntarme
qué parte de mí siendo completamente humano encajaba en el estricto
conjunto de reglas y pautas dadas a los inmortales desde el principio de los
tiempos.

—Estamos compartiendo. —Se encogió de hombros.

—Apuesto a que sí. —Me reí entre dientes.

Sonaba gracioso.

Stephanie dejó escapar un pequeño grito ahogado.

Me encogí de hombros porque, realmente, ¿qué más podría hacer?


¿Reír más?

Una vez que estuvimos en la autopista dirigiéndonos hacia lo de


Ethan, Stephanie finalmente comenzó a hablar. Tal vez necesitaba esos
minutos para procesar. Diablos, me había tomado un día entero, y todavía
no estaba seguro de cuál era mi plan.

Tocarla no haría nada; no tenía mi poder angelical. No se dejaría


seducir por eso, e incluso si yo aún fuera un Oscuro, ella también lo era, lo
que significaba... ¿qué? ¿Se igualarían nuestros poderes? ¿O nos destruirán
a los dos? ¿Estaba jugando con el corazón adolorido incluso ahora?

—Incluso suenas diferente —murmuró Stephanie en voz baja—. Tu


voz es más ronca.

—Sí. —La palabra atrapada en la parte posterior de mi garganta me


hizo sonar como un idiota.

—¿Te salen moretones? —Se detuvo en la siguiente luz y me miró.

Me lamí los labios y pasé los dedos por mi cabello oscuro.

—Supongo que sí…

El golpe fue tan fuerte que estaba bastante seguro de que una de mis
costillas simplemente se rompió por la mitad.

—¿Qué DIABLOS? —rugí, frotando mi lado izquierdo mientras trataba


de aspirar suficiente aire para no desmayarme. Dolía respirar.

—¡Cómo te atreves a dejarme! —Presionó el acelerador provocando


que me golpee contra el asiento.
—Stephanie. —Extendí mis manos temblorosas—. Maldita sea,
cálmate.

El auto cogió velocidad. Mierda.

El miedo no era algo a lo que estaba acostumbrado, pero ahí estaba


golpeando contra mi pecho mientras entraba y salía del tráfico ganando
velocidad.

Me aferré a mi cinturón de seguridad.

—Steph, solo cálmate un minuto. Si escuchas, creo que entenderás


y…

—¿Entender? —Se rió—. ¡Me dejaste! ¡A solas! ¡Ni siquiera sé lo que


soy! ¡Y me dejaste!

—¡No tuve otra opción! —rugí cuando el auto casi chocó con una casa
adosada.

La atmósfera en el auto se convirtió en hielo. Conocía bien la expresión


de sus ojos. Era la misma que había visto reflejada en mi cara unas mil
veces.

Sus ojos se volvieron de un blanco tormentoso.

Carámbanos se formaron alrededor del volante.

Si no se calmaba, todo el auto se congelaría y explotaría en pedazos


de polvo helado.

—Stephanie, escúchame. —Toqué su brazo helado—. ¿Al menos


puedes hacer eso? Estoy aquí ahora, ¿eso no te dice nada?

Su aliento se congeló frente a su cara.

Mis dientes repiquetearon juntos. Esto no iba a terminar bien para mí


si no se relajaba. Ella estaría simplemente bien.

Yo estaría peor que el auto.

—Estaciónate —ladré.

Ella sacudió su cabeza.

—Detén el auto. ¡AHORA! —Tiré del volante.


Ella no peleó conmigo.

En cambio, el auto se balanceó hacia un lado y se detuvo bruscamente


justo a nuestra salida.

Fuera de control. Ella estaba fuera de control. Necesitaba calentarse


antes de que el frío se hiciera cargo, antes de que la oscuridad la
consumiera. No tenía idea de con qué poderes estaba jugando, cómo perder
el control de tus emociones podía destruirte, ponerte en estado catatónico
durante semanas.

Ella aún no respondía a mi voz.

Así que hice lo que cualquier humano haría.

La besé.
Stephanie
Traducido por Vale

Sus labios se sentían calientes—no fríos como antes. Eran cálidos,


tentadores, pero el toque de su boca me recordó… él no me quería.

A regañadientes, empujé contra su pecho.

Se golpeó contra el asiento con fuerza, como si acabara de golpearlo


con cada gramo de fuerza que tenía.

Con un grito ahogado, me tapé la boca con las manos y susurré:

—Lo lamento mucho.

Cassius hizo una mueca y se llevó la mano a la parte posterior de la


cabeza.

—Puede que ya no pueda probar tus mentiras, pero no soy estúpido,


lo último que sientes es lamento.

—¡Pero lo hago!

—Mentira. —La cara de Cassius estalló en una sonrisa burlona—.


Aunque iré tan lejos como para creer que no quisiste matarme. —Alternó
entre frotarse el estómago y comprobar si tenía sangre en la parte posterior
de la cabeza.

—¡Por supuesto que no! —La idea me hizo sentir mal del estómago—.
¿Estás herido?

No respondió, pero su rostro estaba más pálido que antes, y noté que
su respiración era un poco desigual. ¿Fue por la violencia o el beso?

—Si no aprendes a controlar tus emociones los dos estaremos muertos


para cuando lleguemos a lo de Ethan. Si llegamos tan lejos. —Otra mueca
de dolor—. Ahora, sé que todo es nuevo para ti, pero si pudieras tratar de
no matar a uno o a los dos dentro de los próximos diez minutos, estaría
eternamente agradecido. Todavía no estoy acostumbrado a ser
completamente humano.

Tragué saliva y miré hacia otro lado avergonzada.

—Realmente no sé cómo controlar ciertas cosas… en lo que a ti


respecta.

—No lo hubiera adivinado —dijo secamente, sus ojos se estrecharon


sobre mí con la precisión de un cuchillo afilado.

—¿Qué? —Me lamí los labios nerviosamente y me quedé mirando por


la ventana.

—Nada, es solo que estoy tratando de decidir si eso es un cumplido o


no.

Le robé otra mirada. ¿Cómo estaba tan calmado? ¿Y por qué no perdió
toda su buena apariencia en el momento en que se convirtió en humano?
¿Cómo era eso justo? Sus ojos azules eran eléctricos en el cielo nocturno.
Su piel aún era tan suave e impecable que quise extender la mano y tocarla.

Gracias a Dios que aún no podía leer mis pensamientos.

—No me mires así si no planeas seguir adelante —dijo bruscamente,


sus dientes blancos brillando contra el manto de oscuridad en el auto.

—Bien. —Volví a poner el auto en marcha—. Entonces, debo evitar


perder el control emocionalmente, ¿por las próximas qué? ¿Diez millas?

Suspiró.

—Sí.

—¿Y luego, una vez que estamos seguros dentro de las paredes del
pequeño complejo de Ethan?

Cassius negó con la cabeza, una sonrisa divertida se extendió por su


rostro.

—Bueno, entonces, te permitiré que trates de matarme si eso es lo que


realmente deseas.

—No te quiero muerto.


—Las cosas serían más fáciles si lo estuviera —susurró.

—¿Desde cuándo alguna vez has tomado el camino más fácil?

Rompió el contacto visual y bajó la mirada. Nunca había visto a


Cassius hacer eso en todo el tiempo que lo había conocido. Su confianza
nunca vacilaba.

Sin embargo, como ser humano, podía ver grietas en su armadura


como si se estuviera derrumbando ante mis propios ojos.

—Oye. —Lo agarré del brazo, y de inmediato lo lamenté cuando


pequeños cristales de hielo se formaron alrededor de mis dedos y se
imprimieron contra su suave piel.

Siseó y retrocedió.

—Huh, nunca pensé que estaría en el extremo receptor de eso.

—¿Qué? —Apreté mi mano en un pequeño puño, flexionando mis


dedos.

Cassius acarició la mancha en su brazo que acababa de tocar o


marcar era más apropiado. Aún se podía ver la marca donde acababa de
estar mi mano.

—Lástima... y... —Soltó una larga exhalación como si cada vez fuera
más difícil respirar—. No es fácil combatir, ¿verdad?

—¿Qué? ¿La lástima? —¿Se estaba volviendo loco? ¿Ser humano


finalmente estaba afectando su cerebro una vez inmortal? ¿Era eso parte de
su castigo de Sariel?

—El tirón... el sabor... —Se pasó la lengua por los labios como si
pudiera saborearme—. La promesa del toque de un Oscuro.

—Pero solo te toqué. Yo no...

—Trataste de marcarme. —Exhaló de nuevo y se frotó vigorosamente


el brazo—. Deberíamos irnos, antes de que me mates.

—Yo nunca…

—Solo maneja el auto, llévame a lo de Ethan en una pieza, y luego


prometo que hablaremos más.
—¿No más huir?

—¿A dónde podría ir a donde no me encontrarías?

No estaba segura de si eso era un cumplido o solo un golpe a mis


tendencias acosadoras, teniendo en cuenta que él sabía lo que sentía por él,
así que lo dejé pasar y regresé a la autopista.

El viaje en automóvil fue tan silencioso como la muerte todo el camino


hasta lo de Ethan.

Y no pude evitar preguntarme si Cassius, convertido en humano, era


el último clavo en el ataúd.

La esperanza murió en mi pecho cuando me di cuenta—nunca sería


su igual ni siquiera como una Oscura. Siempre estaría un paso por delante
de mí. Siempre sería... Cassius. ¿Y yo? Siempre sería la niña que él salvó.

Nunca la mujer que amaba.


Traducido por Vale

Mi cuerpo estaba caliente y frío todo al mismo tiempo. Era una


sensación extraña, como si mi cara ardiera, pero el resto de mi cuerpo
tuviera un escalofrío. Quizás estaba muriendo. Já, ¿no sería eso parte del
truco cruel de Sariel? Darme treinta días pero matarme antes de que
siquiera pueda intentar hacer algo.

Estaba haciendo un trabajo tremendo—al alejarla, eso era.

Cada vez que abría la boca era como si perdiera el control total de lo
que debía decir y simplemente dejaba escapar cosas que sabía que causaban
dolor. Mis pensamientos estaban desordenados—cuando había sido
inmortal, podía compartimentar, atacar cada problema, encontrar una
solución y luego lidiar con el siguiente. Estar abrumado nunca fue un
problema porque nunca ocurrió.

Pero en ese auto, yendo hacia lo de Ethan, estaba tan abrumado con
la vida que era difícil respirar, difícil mantener mis pensamientos claros. No
ayudó que estuviese un noventa y nueve por ciento seguro de que tenía
sangrado interno y que tendría problemas para levantarme de la cama por
la mañana.

Quería reclamarla.

Sin embargo, me preocupaba que ella estuviera resentida conmigo.

Quería ayudarla.

Y al mismo tiempo, una parte de mí tenía miedo de lo que ella era


capaz de hacer, incluso cuando era plenamente consciente de lo débil que
era.
Y entonces su aroma repentinamente invadió el auto y me perdí de
nuevo por una oleada de lujuria hacia ella—algo que nunca antes había
experimentado en mi vida hasta ahora, porque no tenía poder para alejarlo.

Cuando había sido un Oscuro, era capaz de reconocer la lujuria por


lo que era y arrojarla a la parte más recóndita de mi mente. Pero ignorar el
llamado de la Sirena había sido manejable, nunca fácil. ¿Y ahora? Negué
con la cabeza. Imposible. El aire estaba lleno de su aroma; mi brazo todavía
hormigueaba donde había dejado sus huellas dactilares. Maldita sea, podría
haberme marcado fácilmente; era el equivalente de un superhéroe que
acababa de descubrir que tenían poderes sobrenaturales.

Ella suspiró.

Contuve la respiración. Asustado de que haría algo estúpido.

Como ser humano, era casi imposible ignorar cualquier cosa,


demonios… incluso su respiración me hacía inclinarme hacia ella, solo
deseando que volteara la cabeza para poder besarla.

Esa no era la forma de ganarla—un ataque furtivo.

A este ritmo, iba a morir antes de que algo comenzara.

—Hogar, dulce hogar —Stephanie lo dijo como una maldición cuando


detuvo el auto frente al complejo de Ethan y apagó el auto—. Esto debería
ser... interesante.

El hielo que se había formado a través de su hermosa piel estaba


retrocediendo, bien, al menos se había calmado lo suficiente como para no
matarnos a los dos.

—Y aquí vienen —murmuró Stephanie, luego empujó la puerta del


auto, dejándome en silencio mientras veía acercarse a Ethan, Mason y
Genesis, seguidos a distancia por Alex, el hermano de Stephanie, quien
supuse que todavía estaba enojado conmigo por contarle a Stephanie la
verdad sobre su herencia.

Lentamente, me desabroché el cinturón de seguridad, abrí la puerta


del auto y me puse de pie.

La conversación que había sido animada solo unos segundos antes de


que me parase cesó por completo.
No levanté la cabeza.

No reconocí a nadie en absoluto, simplemente miré al suelo y caminé,


solo me detuve cuando vi un par de botas negras que se interponían en mi
camino. Lentamente, alcé la mirada hacia los ojos verdes destellantes de
Ethan.

—Hueles... —Parpadeó, olfateando el aire a nuestro alrededor, luego


con los ojos muy abiertos, dio un gran paso hacia atrás—. Demonios, eso
no es bueno.

—Baños —Mason gruñó y caminó hacia mí—. Deberías probar uno


Oscuro… —Su rostro palideció cuando se unió a Ethan.

Me volví hacia Alex, esperando que su reacción fuera la misma. Era


normal—típico, para un inmortal darle a un humano, al menos un humano
masculino, un amplio espacio. No tenían ningún uso para los humanos
masculinos, y nuestra historia no era necesariamente agradable
considerando todas las cosas.

Mi aroma les recordó las guerras que se libraron.

Las guerras perdidas.

Las guerras por venir.

Los reyes que nos habían jurado lealtad solo para cazarnos más tarde.

Sería más difícil para ellos, ya que eran los más antiguos, lo
suficientemente mayores como para haber estado involucrados en muchas
de las grandes batallas que casi aniquilaron a los humanos y a los
inmortales.

Alex inclinó la cabeza, sus ojos contenían leve diversión.

—Dios mío, cómo han caído los poderosos.

En respuesta, tuve un deseo tan fuerte de pasar mi puño por su boca,


que mis manos temblaron. Solo terminaría en sangre—mi sangre—siendo
derramada. Por lo tanto, elegí no hacer nada. Una primera vez para mí,
siempre he sido un hombre de acción.

—¿Entiendes? —Se acercó y me dio un codazo—. Porque técnicamente


eras como un Ángel Caído con tu media sangre, solo que ahora eres... —Se
encogió de hombros—. Humano.
Envolvió su brazo alrededor de mí, tirando de mí con fuerza contra él,
no lo suficiente como para lastimarme, pero lo suficiente como para
recordarme que estaba otra vez en el extremo inferior de la cadena
alimentaria. Su habilidad para partirme por la mitad no me pasó
desapercibida en absoluto… era aleccionador e irritante como el infierno.

—Me imagino que aquí hay una historia, ¿te importaría contarla?

—¿Te importa irte al infierno? —le respondí.

—Súper. —Asintió—. Has sido maldecido con la humanidad, y aun así


tienes esa actitud alegre...

—¿Cassius? —Genesis lo interrumpió—. Te ves...

—Rudo. —Mason tosió—. Se ve rudo.

Suspiré.

—Por mucho que me gusten las reuniones familiares, ¿podemos por


favor llevar esto dentro? Tengo frio.

En el momento en que las palabras salieron de mi boca me sentí débil.

Y avergonzado de mi debilidad, tanto que sentí que mis mejillas se


calentaron de nuevo. Mierda, esto no me gustaba, ni un poco. ¿Cómo diablos
se suponía que iba a ganar a Stephanie cuando no tenía nada que ofrecerle?

Nada de protección.

Solo debilidad.

Estaba empezando a darme cuenta de que no había hecho un trato


con un Ángel, sino con el Diablo, y que iba a terminar pagando con mi vida.
Stephanie
Traducido por Vale

—¿Acaba de decir que tenía frío? —repitió Alex después de que


Cassius desapareciera.

—Sí. —Las palabras se sintieron huecas saliendo de mi boca—. Lo


hizo.

Alex se tocó la barbilla y luego miró la puerta por la que Cassius


acababa de entrar.

—Interesante.

¿Interesante? Prueba aterrador.

Me froté los brazos, no tenía frío, solo me sentía incómoda... Casi


parecía que habíamos intercambiado lugares, aunque nunca había sido
humana para empezar, así que ni siquiera podía imaginarme por lo que
Cassius estaba pasando, o qué desesperación había tenido lugar en su
mente para llevarlo a un lugar donde convertirse en humano era incluso un
elemento de negociación.

Fue un castigo. Tenía que serlo.

Ethan puso su brazo musculoso alrededor de mi hombro y me besó


en la sien.

—Entonces parece que tienes muchas explicaciones que dar... ¿o


quizás solo Cassius?

Me encogí de hombros.

—Sé casi tanto como ustedes.


—Bien. —Mason se frotó las manos y se rió—. Esto debería ser
divertido.

—Sé bueno —espetó Ethan. Entonces, como si se diera cuenta de lo


que estaba diciendo, se rió entre dientes—. Probablemente debería
recordarme eso.

Genesis asintió.

—Intentaste matarlo hace unos días.

—Quería lo que era mío —respondió Ethan, con los ojos verdes
encendidos mientras silbaba una maldición.

Me alejé de su abrazo y me dirigí lentamente a la casa. Cassius estaba


sentado en la cocina mirando por la ventana como si de pronto se fuera a
convertir en un televisor y mostrarle su destino si se quedaba mirando lo
suficientemente fijo.

—¿Un centavo por tus pensamientos? —bromeé.

Él estaba en silencio.

La habitación estaba llena de tensión.

Tragué saliva.

—Débil —Cassius susurró la palabra—. Había olvidado lo débiles que


eran los humanos.

—Son —intervine sin pensar.

Sus fosas nasales se encendieron.

—Mis disculpas. Son. Tiempo presente.

—¿Lecciones de gramática? —Mason entró campantemente a la


cocina y sacó una silla; rasguñó el suelo lo suficientemente fuerte como para
hacer que me dolieran los oídos—. Entonces Cassius, sintiéndote... ¿bien?

Cassius puso los ojos en blanco.

—Tan solo pregúntalo, Lobo.

—Te ves raro.

Cassius soltó una carcajada.


—¿Eso es todo lo que tienes?

—También hueles raro. —Ethan se unió detrás de mí.

—Y no olvidemos. —Alex le dio unas palmaditas a Cassius en el


hombro—. Tus ojos ya no son extraños.

—Nunca fui extraño —Cassius se defendió, luciendo completamente


insultado mientras cruzaba sus voluminosos brazos sobre su pecho. Partes
de su cabello oscuro cayeron sobre su barbilla aguda.

—Lo eras —todos, excepto yo, dijeron al unísono.

Cassius miró brevemente a la mesa y luego de nuevo por la ventana.


Me senté junto a él, sin saber realmente si era mi lugar ofrecerle consuelo o
simplemente esperar a que todos finalmente le sacaran de su boca qué
diablos había pasado.

—Entonces. —Ethan habló después de unos minutos—. Ahora que


estamos en la seguridad de la casa, ¿te importaría ponernos al tanto?

Cassius me miró por el rabillo del ojo, su mandíbula estaba en una


línea firme casi como si no quisiera que estuviera allí.

—Es una... prueba de algún tipo —dijo finalmente—. De Sariel.

Mason refunfuñó “bastardo” por lo bajo mientras caminaba hacia la


isla y comenzó a sacar ollas y sartenes. Se había convertido en una de esas
personas que cocinan bajo estrés aunque no comiera lo que cocinaba, lo
cual estaba bien teniendo en cuenta que Genesis todavía era humana y que
ahora que estaba embarazada realmente necesitaba comida. El chico
probablemente podría competir en MasterChef y ganar por goleada. Desde
que Genesis se mudó, parecía que todo lo que hacía era mirar el canal de
cocina e ir de compras de comestibles.

Comportamiento extraño para una especie conocida por arrancar


gargantas humanas.

—Una prueba —repitió Ethan—. ¿Te importa elaborar o es todo lo que


vamos a obtener?

Cassius guardó silencio.

Por supuesto.
Sin emoción. Me fastidió. Al menos al ser humano, esperaba que
hiciera algo, reaccionara de alguna manera, al menos como lo había hecho
en el auto, pero ahora era como mirar a una pared de piedra.

—Involucra a Stephanie —dijo mi nombre como una maldición.

Retrocedí un poco, nadie pareció notar cómo me afectaban sus


palabras, cómo me daban ganas de estremecerme y gritar todo al mismo
tiempo. En cambio, me pinté una expresión indiferente y esperé.

—Debo... ayudarla.

—¿Ayudarle qué? —La voz de Ethan estaba cargada de temor.

—¿Encontrarse a sí misma? —Cassius lo dijo más como una


pregunta.

—¿Está perdida? —dijo Alex.

—Estaba en Starbucks mirando a las parejas, no nos olvidemos de


eso —gritó Mason desde la cocina, mientras mi cara se sonrojó con calor—.
Y ha estado malhumorada.

—Ella está aquí —siseé.

—Sus poderes... —Cassius se encogió de hombros—. Es inestable,


peligrosa. Estoy aquí para ayudarla, pero necesito ser humano para poder
hacer eso.

—¿Por qué? —espeté.

Se encogió de hombros.

Yo puse los ojos en blanco en respuesta.

—Parece extraño... —Ethan puso sus manos en sus caderas, sus


músculos estaban tensos como si estuviera listo para saltar sobre algo, tal
vez Cassius.

—¿Qué es extraño? —Cassius cruzó sus brazos musculosos sobre su


pecho. Maldita sea, ¿tenía que estar aún tan musculoso? Me reprendí por
mis pensamientos fugaces y rápidamente desvié la mirada.

—Bueno… —la voz de Ethan era dudosa—, ¿por qué Sariel necesitaría
que fueras humano para poder hacer eso?
—No tengo el hábito de interrogar a los Arcángeles —dijo Cassius con
voz hueca—. ¿Tú lo haces?

—El hombre tiene un punto —dijo Alex—. Entonces, ¿qué, eres


humano, la ayudas, ella patea traseros, y luego vuelves a la normalidad?

Me robé un miradilla por el rabillo del ojo para medir su reacción. La


boca de Cassius se convirtió en un ceño fruncido.

—Sí. Algo como eso. Pero necesitaré estar con ella veinticuatro horas
al día, y no puedo hacer eso si no vivo... cerca de ella.

¿Fue mi imaginación o se acababa de sonrojar?

Parpadeé.

El tinte rosado había desaparecido.

Bien, mi imaginación.

—Fiesta en la casa —cantó Alex—. ¿Eso significa que terminaremos


de ver todas las películas de Disney con las que Genesis nos equipó?

—No —ladró Cassius mientras todos los demás decían que sí.

—Vencido. —Mason señaló con su espátula—. Créeme, Cassius, te


hará bien. Después de todo, es bueno recordar cómo son los humanos,
piensa sobre tu tiempo aquí como una... experiencia de aprendizaje.

Cassius gruñó bajo en su garganta.

—Prefiero no aprender de las películas.

—No te preocupes... —Alex le dio un golpe en la espalda—. No te


haremos ver las románticas sobre besarse y enamorarse y hacer que las
mujeres se rindan ante ti y...

—¿Qué? —soltó Cassius—. ¿Qué dijiste?

—Uh, ¿películas románticas, hacer que las mujeres se rindan ante ti?

Cassius se removió en su asiento.

—Puede ser útil... aprender a tratar con mujeres, ya que trataré con
una enojadiza durante las próximas semanas.
Bien. Ahora estaba enojadiza. Si hubiera sido inmortal, lo habría
apuñalado en el pecho.

—¡Genial! —Alex aplaudió—. Así que eso está arreglado. Cassius se


queda aquí hasta que Stephanie aprende a controlarse a sí misma...
teniendo en cuenta que realmente no sabemos lo que es... —Todas las
miradas se volvieron hacia mí con pena—. Y como técnicamente te dio su
inmortalidad... —Alex entrecerró los ojos—. Sin embargo, ahora la ha
recuperado y tú eres... humano.

—No. —Cassius se aclaró la garganta—. Por el momento no... pero


todo estará bien pronto...

—No es inmortal —repetí en voz alta. Me había olvidado de eso...


guardé el maldito recuerdo tan lejos en mi mente que no recordaría cómo
fue unirme a Cassius...

Porque fue la única vez en toda mi existencia que había pertenecido.

Y me fue arrancado en el momento en que decidió alejarse. De


acuerdo, regresó, pero me imaginé que había más en la historia, como si no
me ayudara, el Arcángel grande y malo iba a apuñalar a Cassius en la
garganta.

Entonces realmente no tenía elección.

Mi corazón se desplomó hacia mi estómago.

—Creo que me acostaré por un rato. —Mi voz fue débil.

No miré hacia atrás, ni siquiera cuando Alex me llamó o incluso


cuando sentí que el hielo comenzaba a cosquillear en mis dedos y
ligeramente helaba el aire a mi lado.
Traducido por Vale

Mis ojos no estaban acostumbrados a los colores apagados que me


rodeaban. El gris solía ser mi color favorito—se representaba como algo
trivial y aburrido cuando en realidad consistía en un millón de motas
diferentes de azules, verdes, negros e incluso algunos blancos, en constante
cambio, transformándose en su color—evolucionando.

Ahora, eché un vistazo a la encimera gris, el gris o lo que algunos


llamarían electrodomésticos plateados.

Y estaba aburrido hasta las lágrimas.

Y me irritó que algo tan simple como disfrutar de las visiones frente a
mí, de repente se fuer—tomado de mí. Los humanos realmente no entendían
la profundidad del color, y ahora me estaba dando cuenta de primera mano.

Partículas de polvo solían flotar frente a mi cara, pedazos de humedad


recogidos en el aire, listos para usar si lo hubiera necesitado.

Ahora, aspiré aire a través de los pulmones, que según mis cálculos
dejarían de funcionar alrededor de los setenta y ocho años, posiblemente
setenta y nueve; sería algo simple que tomaría este cuerpo.

Pensamientos morbosos nublaron mi visión, haciendo que fuera


imposible para mí ver nada más que mi propio fallecimiento, y el hecho muy
simple de que la semana pasada había sido diferente, había sido mejor.

Esta semana... enfrentaba el desafío más grande de mi existencia,


conseguir que Stephanie me viera como alguien más que su protector, su
Rey, un monstruo.
No estaba seguro de qué era típico. ¿Esperaba una hora para ir a
buscarla? ¿Dos? ¿Tal vez tres? Así que me senté, mi culo presionado contra
una silla extremadamente incómoda, e imaginé un momento más simple en
el que podía simplemente forzar mi voluntad con cualquier persona y
terminar con ello.

El café que Mason me había dado estaba frío.

La taza de cerámica es barata, rompible.

Creo que tuvo la intención de hacer una broma cuando me la dio.


Después de todo, tenía un personaje tonto que lucía como Vampiro en el
frente, sangre goteando de sus colmillos. Fruncí el ceño y giré la taza para
que mire en la otra dirección.

—Ella está arriba —refunfuñó Alex desde la esquina—. Sabes, solo en


caso de que no te hayas convertido en una estatua. Pero entonces con un
corazón tan frío...

Puse los ojos en blanco y me puse de pie.

—Iré a verla.

Alex se movió frente a mí, con sus ojos de gato entrecerrados con
sospecha, las puntas de los dedos apretados contra mi pecho, dolía como el
infierno, no es que realmente fuera a admitir ante la Sirena que él era más
fuerte.

Porque el solo pensamiento—la idea de que él podría terminar con mi


vida, cuando había pasado la mayor parte de la mía protegiendo a los de su
clase—me molestaba. Se sentía demasiado humillante.

Maldita sea, odiaba esa palabra.

—Es... frágil. —Retractó de su mano—. Recuerda.

—Podría romperme un dedo con un movimiento de su muñeca. —Pasé


a su lado, ignorando la piel ya magullada de mi pecho—. Piénsalo de esta
manera, si la enojo solo tendrás que quemar mi cuerpo para acabar
conmigo.

—Ah, fuego. —Alex chasqueó los dedos—. Siempre me olvido del


fuego.
Yo no lo hacía. Odiaba el fuego .El fuego representaba mi futuro; si no
lograba que se enamorara de mí, que me amara, igual que yo, no me moriría
solamente.

Sería quemado vivo.

Mientras que Sariel probablemente miraría.

Con un tazón de malditas palomitas de maíz. Untadas con


mantequilla.

—Solo… —El suspiro de Alex me crispó los nervios—. Ten cuidado.

—Haré eso. —No tenía idea de cómo iba a manejar ser cuidadoso, esa
palabra nunca había estado en mi vocabulario. Ser cuidadoso significaba
que realmente me importaba.

En toda mi existencia, solo me he preocupado una persona.

Ella.

Y ahora el juego estaba retorcido, alterado, algunas de mis piezas de


ajedrez faltaban, el tablero caía hacia los lados de la mesa.

—Estás haciendo tiempo —dijo Alex detrás de mí.

Gruñí y me dirigí lentamente por las escaleras. No podía olerla, había


habido una vez en que la había sido capaz de distinguir su olor a través de
una habitación en medio de una multitud. Había sido todo lo que podía
hacer para evitar acercarla más, de respirar profundamente, de besarla más
profundamente.

Mis pasos fueron ruidosos, incómodos, mientras caminaba por el


pasillo hacia su habitación. Golpeé su puerta. No respondió.

No esperaba que lo hiciera.

Empujé la puerta para abrirla. Stephanie estaba sentada frente a la


ventana, con las manos apoyadas en su regazo modestamente y su cabeza
ladeada a un lado como si estuviera mirando algo con mucho cuidado.

La belleza de Stephanie no estaba solo en su forma, sino en la forma


en que te hacía sentir simplemente mirando en tu dirección. La debilidad
me hizo anhelarlo; mi humanidad exigía que me quedara en su presencia
para siempre, convenciéndome de que irme solo me produciría tal dolor
físico y emocional que no sobreviviría.

Su cabello era como chocolate de caramelo caliente, sus ojos, de un


azul helado. Era alta, la mayoría de las mujeres inmortales lo eran, pero no
era delgada, ni por asomo. Llamarla delgada sería un insulto.

Tenía curvas.

Del tipo que hacía que cualquier hombre, sea mortal o no, se detenga
y lo note. Me imaginaba que era el epítome de la mujer perfecta.

Tosí detrás de mi mano.

Agachó la cabeza, pero no se dio la vuelta.

—¿Así que has venido a... entrenarme? ¿Es eso, Cassius?

Me moví hacia ella, lenta, cuidadosamente, porque a pesar de que


sabía que no me lastimaría físicamente, mi cuerpo débil era completamente
consciente de que podía hacerlo.

Y eso fue suficiente.

—Por así decirlo. —Tiré de una silla junto a la suya y miré por la
ventana—. ¿Qué estás mirando?

—Aves.

—¿Aves? —repetí.

—¿Necesitas que hable más lento? Las orejas ya no son lo que solían
ser, ¿eh, Cassius?

Fruncí el ceño.

—Mis oídos están bien.

Sonrió con suficiencia.

Quería besar esa sonrisa en su rostro tanto como quería chasquear


los dedos y congelar su culo por desafiarme tan descaradamente.

—Las aves lo tienen fácil. Construyen nidos, encuentran gusanos,


comen, cantan, se reproducen, pueden volar...

Contuve mi suspiro.
—Stephanie, si quieres ser un pájaro, estoy seguro de que Sariel
puede arreglarlo.

Rió en voz alta.

—¿Sariel puede convertirme en un animal? Lo creería cuando lo viera.

Elegí no hacer ningún comentario.

—Esta es la razón por la que me necesitas.

Giró su mirada glacial en mi dirección.

—¿Porque estoy observando pájaros?

—Porque no te das cuenta... —Me incliné e incliné su barbilla hacia


mí, mis dedos casi se cayeron por la descarga eléctrica que su piel me
provocó—. Ni siquiera sabes de dónde vienes, de dónde vengo, cuál es
nuestro verdadero propósito, por qué nos llaman Oscuros, por qué somos
temidos, venerados, por qué según cualquier ser humano dotado de buena
vista, somos considerados dioses. No sabes nada de nuestros secretos, de
nuestras mentiras, de nuestra lucha contra la humanidad, de nuestra lucha
para salvarla. Tú. No. Sabes. Nada.

Stephanie bajó la cabeza, una lágrima resbaló por su mejilla,


congelándose cuando se encontró con su labio y el aliento frío se encendió
entre los dos.

—Entonces enséñame y termina con eso.

—Te enseñaré.

Se puso rígida.

—Pero nunca terminaré contigo. —Puse mis manos a cada lado de su


silla y la tiré hacia adelante hasta que estuvimos nariz con nariz—. Nunca
terminaré contigo. No ahora. No mañana. No dentro de un año. ¿Entendido?

—No hagas promesas que no puedas cumplir.

—No es una promesa. Es simplemente verdad en su mejor forma. Tú


y yo nunca seremos separados, ódiame todo lo que quieras, pero nuestras
vidas ahora están entrelazadas.

Rompió el contacto visual, y su respiración se volvió errática.


—¿Te arrepientes de haberme salvado? —susurré.

—Lo hice. —Se aclaró la garganta—. Lo lamenté todos los días que no
estuviste.

—¿Y ahora?

—Ahora... —El aire se volvió helado—. Supongo que ya veremos.


Stephanie
Traducido por Vale

Estaba demasiado cerca, pero se daría cuenta si me alejaba, y no


quería parecer débil, no cuando ya lo había hecho una y otra vez.

Si quería entrenarme, bien.

Imaginé que era un castigo forzado, pero mi orgullo no me dejaba ir


allí. De algún modo, imaginarlo era mucho mejor que si él realmente lo
admitiera.

—Debes haber hecho algo muy, muy malo —dije en voz baja,
moviendo sigilosamente mi silla y parándome, tanto por no ir allí—. Después
de todo, ¿cuándo fue la última vez que un Oscuro recibió mortalidad? ¿Fue
hecho humano?

—Nunca —dijo en un tono recortado—. Lo sabría teniendo en cuenta


mi edad.

—Sí, volvamos a discutir tu edad, eso siempre va bien. ¿Cuánto más


viejo que yo eres?

Sus ojos azules se estrecharon en pequeñas rendijas.

—Tendremos que hacer algo con esa actitud tuya.

—Oh, me encantaría verte intentarlo —desafié.

Sonrió.

No me gustaba esa sonrisa.

Era hermosa.

También era aterradora.


Me alejé un poco más, aunque sabía que tenía la sartén por el mango,
no podía olvidarlo, tal vez mi mente no me lo permitía… era un Oscuro, o lo
había sido. Podría ser mi dueño con un simple chasquido de sus dedos.

De acuerdo, ahora era humano.

¿Pero por cuánto tiempo?

¿Qué pasaría si lo molestaba, y fuera cambiado de nuevo mañana?

Correcto. No iba a arriesgarme.

Independientemente de mis sentimientos por él—o la forma en que me


besó—era un bastardo frío, sin corazón.

Imaginar cualquier otra cosa solo hacía que mi corazón se pusiera


enfermo.

Cassius se acercó a mí, sus pasos decididos, caminé hacia atrás hasta
que mi cuerpo chocó contra la pared.

Inclinó su cabeza, su cabello negro cayendo sobre su fuerte


mandíbula angular.

—Un Oscuro nunca se encoge de miedo.

Arqueé mis cejas y abrí mi boca, pero puso su mano sobre ella.

—Y los Oscuros siempre respetan a sus mayores.

Puse los ojos en blanco, todavía incapaz de hablar.

Lentamente, retiró su mano.

—Sabes —le susurré—. Podrías al menos tratar de ser amable


conmigo mientras entrenamos.

Frunció el ceño.

—¿No estoy siendo amable?

—¿Estás loco?

—¿Es eso sarcasmo?

Cassius parecía realmente confundido, como si acabara de gritar que


quería montar una cebra para cenar.
—¡No me estás sonriendo, ni siquiera me has preguntado qué quiero
en este escenario, y me tocas como si estuviera enferma! —grité—. ¿Esa es
tu definición de agradable?

Sus fosas nasales se encendieron cuando golpeó una mano junto a mi


cabeza, un espejo se estrelló contra el piso.

—¡Sonreír requiere un esfuerzo que no estoy dispuesto a extender


para que no se convierta en un hábito, especialmente en tu presencia! No
estoy preguntando tu opinión porque francamente me importa una mierda
lo que piensas. Y no te toco porque la sola idea de que tu piel entre en
contacto con la mía envía este cuerpo ridículamente humano a volar. Y me
niego a huir… de una mujer.

Olvídate de eso de no querer matarlo.

Golpeé mis manos contra su pecho, su cuerpo salió volando por la


habitación, aterrizando en mi cama, clavando los postes en la pared y
creando agujeros gigantes que sabía que Mason iba a enojarse por tener que
arreglar y esconder de Ethan.

El aire en la habitación cayó bajo cero a medida que el hielo goteaba


a lo largo de mis venas. Mi piel se volvió de un blanco vivo mientras mis ojos
captaban cada gota de humedad en el aire, congelándolas para mi ventaja,
así podía crear una estaca helada para hundir en el pecho frío y despiadado
de Cassius.

Mis manos se movieron hacia adelante, el hielo se unió frente a mis


ojos. Agarré el arma improvisada y me lancé al aire, con el brazo levantado.

Cuando aterricé en la cama, a horcajadas sobre Cassius.

No fue terror, o miedo, lo que encontré.

Pero júbilo.

Su sonrisa era enorme, hermosa.

Dejé caer la estaca de hielo y caí hacia atrás, mi cuerpo volviéndose


cálido de nuevo.

—¿Qué demonios fue eso?

—Eso… —Su sonrisa se amplió—, es lo que sucede cuando cabreas a


un Oscuro. Es bueno saber que no eres defectiva.
—Podría haberte matado.

—Soy humano. Por lo tanto, cada segundo que inhalo aire, me estoy
muriendo. Habría valido la pena ver de lo que eres capaz.

—¡Pero! —Cubrí mi cara con mis manos—. Soy peligrosa, tú mismo lo


dijiste, en el auto, dijiste que controlara mis emociones, dijiste…

—Dije muchas cosas —interrumpió—. Escucha lo que estoy diciendo


ahora. Estoy aquí realmente para ayudarte. No porque me castigaran.

Mi corazón se aceleró automáticamente cuando mi cabeza fue atraída


con atención y busqué su mirada.

—¿De verdad?

Asintió, y sus ojos me absorbieron.

—Estoy aquí por un intenso deseo de ayudarte, y de asegurarme de


que no matas al resto de tu familia en uno de tus cambios de humor
adolescente.

—No soy una niña.

—Dice la niña que creó una estaca de hielo con la intención de


apuñalarme en el pecho, todo porque sus sentimientos fueron heridos.

—Fuiste malo.

—Fue necesario.

—¿Cómo lo sabes?

—¿De qué otra manera se supone que debo ayudarte? —Cassius se


apoyó en los codos—. ¿Si no te permito ver las partes más oscuras de ti
misma?

—¿Eso es lo que quieres? ¿Ver mi oscuridad?

—No. —Sus ojos brillaron—. Te enseño cómo luchar contra la


oscuridad, para que puedas reconocer la luz.

Mi respiración se detuvo.
El calor goteó por mi pecho mientras miraba su boca. Sus ojos no
dieron nada, y todo al mismo tiempo. Mantuvo su expresión indiferente, sin
embargo, podía escuchar su corazón acelerarse.

Sonaba como se sentía el mío.

Presioné una mano en su pecho.

Cubrió la mano con la suya.

Con un suspiro, me incliné y presioné un beso en su mejilla, luego


rocé mis labios contra su boca.

No me devolvió el beso.

El rechazo me invadió. Obviamente, había leído la situación


completamente mal. Su corazón estaba acelerado, pero no por mí.

—No. —Su voz ronca sacudió mi confianza aún más—. No me beses,


no a menos que sea en serio.

—¿Qué?

—Bésame cuando estés calmada... no cuando acabas de descender de


lo que cualquier humano consideraría como la máxima adrenalina.
Entonces lo harás en serio. Pero no me beses por curiosidad, por
agradecimiento o incluso por atracción. No funciona de esa manera.

Avergonzada, bajé la mirada, incapaz de mantener contacto visual


porque odiaba que tuviera razón. Amaba al hombre.

Pero tenía razón.

—Y cada vez que quieras quitarte de encima sería genial —terminó,


sonriendo—. Porque por mucho que me gustaría felicitarte por tu cuerpo
ágil, estás a dos minutos de aplastar mi hígado.

Con el ceño fruncido, salté de él, pero cuando intentó seguirme, lo


empujé hacia la cama.

Gruñó y cayó sobre el otro lado.

Sonreí para mis adentros y comencé a caminar hacia la puerta.

—Date prisa, humano. No tenemos todo el día.


—Te olvidas —dijo desde el piso—. Puede que seas una Oscura, pero
dejaste tu inmortalidad el día que salvaste mi vida.

—Me había olvidado convenientemente de esa parte, ya que me la


devolvieron mágicamente cuando desapareciste.

—Yo no lo he... olvidado. —Cassius alcanzó mi brazo y me sacó de la


habitación—. Ahora, creo que necesito comer antes de comenzar.

—¿Cómo crees que necesitas comer? O estás hambriento o no.

—Creo que este dolor es hambre. —Cassius se frotó el estómago con


una mano y frunció el ceño—. Y ese pájaro se veía delicioso.

—De acuerdo... —Le di unas palmaditas en la espalda—. Por estos


días los humanos no tienen que dispararle a sus propios pájaros, solo le
pedimos a Mason que cocine algo, de todos modos probablemente esté
aburrido hasta las lágrimas.

Caminamos por la ventana.

El pájaro eligió aterrizar en el árbol más cercano a nosotros.

Cassius se tensó.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —le pregunté.

—¿Comer?

—Comida.

Se lamió los labios.

—Los Oscuros no necesitamos los alimentos, comemos porque la


comida sabe deliciosa.

—Como ser humano —aclaré.

Se encogió de hombros.

—No lo hice.

—No me extraña que quisieras ponerte todo Elmer Fudd sobre su


trasero.

—¿Elmer Fudd? —Cassius negó con la cabeza, confundido—. ¿Es eso


una forma de hablar para comer pájaros?
—No. —Le di una palmadita en el hombro—. Es Bugs Bunny.

—¿Bugs o bunny2? No pueden ser uno en el mismo.

—Tal vez necesites ver un poco de televisión con todos…

Logré alejarlo de la ventana, aunque se dio la vuelta dos veces. Puede


que sea más fuerte, pero aún era incómodo tratar de empujarlo por la
escalera cuando trataba de darse la vuelta y hacer un contacto visual
espeluznante con la criatura emplumada.

—¿Alguien dijo TV? —Alex estaba apoyado contra la parte inferior de


la escalera, su sonrisa naturalmente brillante incluso más entretenida de lo
normal—. Y Bugs Bunny es un conejo.

Cassius se encogió de hombros.

—Por supuesto, el bunny es un conejo. Estaba confundido sobre la


parte de los bugs.

—Es su nombre.

—Pero él es un conejo… bunny —argumentó Cassius.

—Los humanos nombran a las mascotas.

—Gracioso. —Cassius sonrió—. Nombran mascotas, los mantengo a


ellos como mascotas...

—Todavía hablando en grande para ser uno de ellos. —Alex sonrió—.


Y hermana. —Me miró con ojos amorosos—. Creo que lo mejor para ti en
este momento sería que Cassius se ponga al día con la cultura pop.

Cassius gimió.

—No soy estúpido. Sé sobre los Backstreet Boys.

Alex se echó a reír.

—Oh, este puede ser mi momento favorito de toda mi existencia. Junto


con la vez que vi a Ethan tomar su primer bocado de pizza pensando que la
salsa era sangre.

2
Bugs Bunny es un conejo de un dibujo animado. En español bugs significa insectos y
bunny, conejo por eso menciona que no pueden ser los dos al mismo tiempo.
Un ceño gigante se formó en la cara de Ethan, y se agarró al borde de
la mesa donde estaba sentado.

—Bueno, si no hubieras mentido al respecto...

—Mejor. Día. De. Todos. —Alex le guiñó un ojo.

Genesis terminó de poner la mesa doblando servilletas blancas debajo


de los tenedores; fue lindo que lo hiciera, aunque las únicas personas que
comían eran ella y, a veces, Mason.

Al menos ahora, Cassius podría unirse a las filas.

—Lo siento, Cassius. —Mason arrojó un plato a Genesis, lo atrapó en


el aire y lo colocó en la cabecera de la mesa—. Los Backstreet Boys ya no
son la moda.

—Bien. —Cassius puso los ojos en blanco—. Iré a la tienda y tomaré


algunos CD, y ¿por qué todos están mirándome como si hubiera perdido la
cabeza?

Ethan negó con la cabeza.

—¿Has estado tan ocupado? ¿Incapaz de encender un televisor?


¿Hacer una búsqueda en internet? ¿Tienes más dinero que el mismo país
en el que vives y no puedes pagar el cable?

Cassius se alejó de mí y se sentó a la cabecera de la mesa. Era gracioso


que tomara su asiento habitual. Supuse que todavía era nuestro Rey,
incluso si estaba un poco indispuesto.

—¿Cuándo tendría tiempo? Con los Vampiros peleando, los Hombres


lobo escondiéndose, los Demonios lloriqueando...

—Me gustaría saber quién está haciendo tu trabajo mientras estás...


—Mason inclinó su cabeza, y sus labios se curvaron en una mueca—.
Indispuesto.

Cassius mostró sus dientes.

No estoy segura de lo que intentaba lograr considerando que en el


momento en que se metió con el oso, o en este caso Hombree lobo—Mason
mostró sus colmillos. Entonces Ethan sintió la necesidad de mostrar los
suyos, seguido por mi hermano casi brillando. ¿Estaba mal que sus
reacciones al menos hicieran que las cosas parecieran más normales?
Me senté y crucé los brazos.

—Acordemos que Cassius necesita este descanso tan necesario para


entrenarme y aprender la maravilla que es Internet... y iTunes.

—Sí, necesita este descanso tan necesario porque necesita satisfacer


sus necesidades humanas básicas —dijo Alex en un tono presumido.

—Sé lo que es iTunes. —Cassius frunció el ceño en mi dirección,


cambiando el tema de inmediato.

Incliné la cabeza.

—¿Oh si?

—Canciones.

—Tendrás que hacer algo mejor que eso.

—Canciones que la gente... —Tragó saliva—. Canta.

Alex se echó a reír.

Cassius puso los ojos en blanco y miró por la ventana. El pájaro, el


mismo pájaro maldito apareció.

—¡Comida! —Saltó de su asiento.

Rápidamente me puse en pie y lo empujé hacia abajo.

—Siéntate.

—Pero…

—¿Uh...? —Alex levantó la mano—. ¿Por qué Cassius está mirando


pájaros?

—Está mirando porque quiere comerlo —le expliqué.

Mason colocó una ensalada frente a Cassius.

Uno pensaría que acaba de pedirle a Cassius que atienda el jardín y


coma tomates crudos.

—¿Qué es esto?

—Ensalada. —Le pasé el aderezo.


—Es verde.

—Oye, al menos tienes tu vista —comentó Ethan.

—¿Pero el pájaro? —Cassius señaló hacia atrás—. ¿Por qué no


estamos comiendo carne?

Mason miró hacia el cielo.

—Debo haber hecho algo realmente horrible para ser maldecido con
un Oscuro que de repente quiere comida. ¡Se comerá todo!

—¡Se está muriendo de hambre! —Señalé a Cassius—. Vamos,


prepara algo bueno Mason. Las ensaladas son para niñas.

Genesis se echó a reír y extendió la mano para agarrar el plato de


Cassius, pero estaba ocupado pinchando el tomate con un tenedor o
tratando de hacerlo.

—Es como ver a un bebé aprender a caminar. ¡Vamos, Cassius,


puedes hacerlo! —Alex aplaudió detrás de él.

Y ganó un tenedor en el muslo.

—¡Mierda! —Alex se desplomó en el suelo—. ¿Qué demonios, pensé


que ya no eras un Oscuro?

—¿Y por eso he perdido mi puntería? —Cassius resopló—.


Difícilmente. Y la próxima vez que te burles de mí voy a agarrar un cuchillo.

—Ethan tiene un estuche de pistola, el código es 1492 —dijo Mason


con voz alegre.

Alex lo miró.

—Gracias, Mason. Realmente útil.

—Por favor, no te mataría.

—¡Maldita sea, tampoco haría cosquillas, bastardo! —gritó Alex.

—¡Chicos! —Levanté mis manos—. ¿Tengo que pedir comida para


llevar, o tenemos suficiente carne para alimentar... —Señalé a Cassius—,
esto?
—Ya ni siquiera una persona. —Alex se rió a carcajadas detrás de él—
. ¿Cómo se siente?

—Casi tan bueno como una bala entre los ojos, Alex, ¿te importaría
experimentarlo?

Alex se sacó el tenedor de su muslo y lo arrojó al fregadero. ¿Por qué


no le lavas la sangre, Mason?

—No puedo concentrarme con todos los gritos. —Mason tomó su


celular—. Digo que salgamos a comer.

—¡Sí! —Genesis se puso de pie—. ¡No hemos hecho una cita nocturna
en semanas!

Ethan tomó su mano y la besó.

—¿Cita nocturna? —Cassius frunció el ceño—. ¿Una noche con citas?

Me incliné hacia adelante y apoyé mi frente sobre la mesa.

—Es romántico.

—Cita nocturna —repitió de nuevo.

Me paré.

—Lo que sea, vayamos a un lugar cercano porque Cassius está a unos
cinco minutos de acosar sexualmente a ese pájaro.

—¡Nunca lo haría! —Cassius se puso de pie, indignación vertiéndose


sobre su rostro.

—Sarcasmo. —Alex le dio una bofetada en la espalda—. Deberías


probarlo, Oscuro.

Cassius se apartó de Alex.

—Sé lo que es.

—Claramente. —Alex asintió con simpatía fingida.

—El Lodge. —Mason agarró sus llaves—. Siempre nos hacen espacio.
Vamos, niños... Antes de que papá se coma la mascota de la familia.

—¿El pájaro es tu mascota? —Cassius parecía horrorizado.


Alex suspiró y susurró de nuevo:

—Sarcasmo.

Cassius pasó a su lado y luego se detuvo en seco y se giró.

—Stephanie, ¿iremos juntos?

Sus ojos estaban esperanzados.

¿Qué juego estaba jugando?

Extendió su mano.

La tomé, todavía frunciendo el ceño.

—Uh, seguro. Vamos a conducir separados, ya que no todos podemos


caber en el auto de Ethan.

—Todos son mis autos —dijo Ethan en voz baja y luego nos adelantó
con Genesis a rastras.

Asentí con la cabeza hacia el garaje. Cassius lo siguió, nuestras manos


todavía unidas.

—Bueno, ¿cuál de los juguetes de Ethan quieres tomar? —Las luces


parpadearon mientras Ethan y el resto del grupo se amontonaban en su
Mercedes blanco.

—Ese. —Cassius señaló al Hummer rojo.

Suspiré.

—Por supuesto. El Oscuro grande y malo quiere un auto grande y


malo.

—Es alto. Soy alto... —Se encogió de hombros, su sonrisa coqueta.

Mi corazón saltó en mi pecho.

—Bien, pero te das cuenta de que estamos en Seattle, ¿verdad? La


gente te va a hacer mostrar el dedo solo por conducir algo que hace solo
ocho millas por galón.

—¿Importa? —Estaba mareado—. ¿Cuándo de todas maneras


podemos atropellarlos?
—Buen punto.

—Me gustaría pensar que sí.

—Tomaré las llaves. —Todavía no me había movido.

Sus ojos eran penetrantes mientras sostenía mi mirada. Está bien.

—Llaves —repetí.

—Para conducir la monstruosidad.

Lentamente, sacudí mi cabeza mientras me iba de su lado y agarré las


llaves, luego lo encontré de vuelta en el auto. Él ya estaba dentro, con el
cinturón puesto y pareciendo tan entusiasmado como un niño de diez años
en un carnaval.

—Rápido —ordenó, y luego aclaró su garganta—. Quiero decir... ¿por


favor?

Sonreí y encendí el auto.

—Solo porque dijiste por favor.

Sus ojos se encontraron con los míos.

—Tendré que recordar eso para referencia futura. Di, por favor, y...
ella dice que sí.

Mi cuerpo zumbó con anticipación.

O tal vez fue irritación...

...que como ser humano estaba causando estragos en mis emociones,


incluso más que cuando era inmortal.
Traducido por Mais

Pompeya 79 AD

—Los secretos son la verdadera guerra —susurré en la oscuridad


mientras Sariel hacía su camino hacia mí a través de la niebla, plumas
púrpuras y azules expandidas separadamente de su cuerpo, probando la
pureza del aire. Estaba buscando mentiras, sin embargo, me estaba
probando a mí… a nosotros.

—Allí están —acordó Ethan, colocándose a mi derecha mientras Alex


sostenía la espada contra la garganta del Rey.

—¿Por qué me molestan? —preguntó calmadamente Sariel. Con una


inclinación de sus dedos, la espada de Alex fue jalada hacia atrás y el rey
humano fue golpeado a sus rodillas en una posición de reverencia—. Tengo
cosas más importantes en las que enfocarme que en la miserable guerra entre
humanos e inmortales.

—Hemos estado en paz durante los últimos cien años —dije a través
de dientes apretados—. Y te hemos molestado porque ha habido… una
situación.

Los ojos de Sariel se pusieron blancos como el hielo mientras sus alas
se expandieron a través de la gran habitación, el largo de ellas alcanzando
quince pies de alto. Las plumas azules y púrpuras aletearon y luego hicieron
fuerza hacia adelante. El aire giró y las plumas se volvieron negras mientras
Sariel se ahogaba con su aliento.

—¡Te atreves a desafiarme!

El Rey Ebal empezó a sollozar.


—Me dijeron que la inmortalidad se podía conseguir. ¡Y tenían razón!

—Los demonios usaron tus deseos más grandes contra ti, tejiendo
pequeñas verdades en grandes mentiras. No justificarán nada.

El Rey Ebal gimió una maldición:

—¡Lo siento! ¡No lo sabía!

—¿Cuánto tomó él? —preguntó Sariel en voz alta.

Suspiré.

—El Demonio le mostró cómo colocar a cada uno de nosotros en un


sueño inmortal. No hay manera de decir cuánto tomó a menos que
derramemos su sangre. Ethan ya ha intentado probándola.

Las alas de Sariel de pronto se envolvieron alrededor de su cuerpo y


luego desaparecieron. Maldita sea, eso significaba que él se iba a quedar un
tiempo. Caminó hacia el Rey.

—Me puedes mirar ahora, humano.

El Rey Ebal levantó su cabeza, sus ojos amplios con miedo. Ningún
humano podía estar en la presencia de un Arcángel y no temer el fin de su
propia vida. Sabía de primera mano que Sariel era el más malo de los Angeles,
a veces escogiendo mostrar a los humanos un reflejo de su propia muerte en
el minuto en que enfocaban sus ojos en él.

—Has consumido sangre inmortal, es su esencia. Lo sabes.

—¡Mi chica! —sollozó el Rey—. ¡Está enferma! ¡Y ellos se rehúsan a


sanarla!

—¿Ellos son Dios? —preguntó Sariel con asombro exagerado—.


¿Realmente crees que tienen el poder de chasquear sus dedos y sanar a
alguien?

—Sangre de Ángel. —El Rey ignoró la pregunta—. ¡Mezclada con la


sangre de los otros inmortales sana todo! ¡Ella estaba bien esta mañana!

—Se corrió la noticia —interrumpí, miedo llenando mi estómago—. Y su


esposa empezó a entregar pequeños frascos del brebaje a los amigos y
familia.

—¿Cuánta gente? —la voz de Sariel sacudió la habitación.


—¿Para entonces? —suspiré—. Cientos, tal vez.

—¿Debería intentar destruir una ciudad por tu pecado? —Sariel dijo


hacia el rey de nuevo.

—¡No quieres que nosotros sanemos! ¡Quieres que recaigamos en ti


para todo! ¿No te he servido bien? —retó el Rey—. ¡Y aun así te rehúsas a
sanar a mi pequeña! ¡Pero el Demonio dijo que sí podía hacerlo!

—¡Por supuesto que el Demonio lo dijo! —Sariel le gritó de vuelta—.


¡Porque la única manera de salvar una vida que ya ha sido aclamada por la
muerte es morir, idiota!

—Pero… —balbuceó el Rey—. ¡Ella está viva!

—¿Lo está? —Sariel sacudió su cabeza lentamente—. ¿Te das cuenta


que simplemente podrías haber pedido un milagro? ¿Te das cuenta que
podrías haber llamado al Elegido, el que sostiene la llave de la vida? En su
lugar, la has maldecido al infierno.

—¡No! —El rey sacudió sus manos en frente de su rostro, lágrimas


corriendo por sus mejillas—. ¡Ella está viva! Justo esta mañana, yo…

—Traigan a la chica —Sariel dijo con un susurro helado—. Muéstrenla.

La puerta se abrió. Eva sostenía a la pequeña de seis años en su fuerte


abrazo. Los ojos de la niña ya estaban volviéndose negros, su cuerpo
temblando mientras la Oscuridad la tomaba.

—Ella tenía que morir. —Sariel apuntó a la niña—. En dos días hubiera
sido llevada al paraíso. En este día, perderá su alma, junto con cada persona
que consumió la sangre.

El Rey sollozó, cayendo de manos y rodillas.

—¡Llévame! No te lleves a mi niña. ¡Llévame a mí!

—Yo no llevaré a nadie. Aquellas vidas ya no son mías, esa elección fue
sacada de mis manos en el minuto en que decidiste jugar al Creador. —Sariel
miró por la ventana—. Si cientos de personas tienen la sangre, en veinticuatro
horas la ciudad enfermará; necesitarán sangre, no tendrán más opción que
alimentarse del otro.
La humanidad no tenía lugar en esta decisión. Miré a los inmortales a
los que había jurado proteger y luego miré entre los miles de humanos que
morirían por la estupidez de un hombre.

Sariel inclinó su cabeza en mi dirección.

—Este es tu reino. ¿Qué harás?

El humano gritó ante la injusticia de la situación, rogó, sangró.

No tenía lugar en esta decisión.

—Los destruiré a todos. —Ignoré cada pedazo de emoción humana. Un


día, temí, no las sentiría todas, estas simplemente desaparecerían—.
Destruiré la ciudad y cada Demonio en ella.
Traducido por Mais

—Tranquilo —siseó Ethan por la esquina de su boca mientras yo


arrancaba otro pedazo de pan caliente y lo metía dentro de mi boca—. Te
ves como un maldito animal.

—Mason. —Alex asintió pensativamente—. Me imagino que él se ve


como Mason cuando se alimenta.

Mason dejó salir un gruñido y apretó su cerveza más fuerte en su


mano, aunque esa misma mano estaba temblando, sus uñas alargándose.
Sería mejor que Alex se anduviera con cuidado antes que le cortaran la
garganta antes del postre.

Ah, postre.

Palmeé mi estómago.

¿Por qué no se había calmado mi hambre?

Busqué la canasta de pan. Vacía. Maldición.

—¿Quién se comió todo el pan?

—Tú. —Genesis suavizó una risa—. ¿Qué? ¿Te desmayaste durante la


última lonja?

—Yo eh... —Mis mejillas estaban encendidas—. Lo siento.

—Jesús —dijo Alex con voz monótona—. No sabía que esa palabra
estaba dentro de tu vocabulario.

Ignoré su sarcasmo.

—Alex, hazte útil, seduce a la mesera y consigue más pan.


—Sabes, eso técnicamente rompe las reglas del consejo. —Alex
sonrió—. Seducir a una mujer humana por el beneficio de un Oscuro.

Ethan gruñó y se pellizcó la nariz.

—Por el amor de Dios, Alex, solo hazlo; Genesis se está muriendo de


hambre, puedo escucharlo, lo que me pone a mí también hambriento y nadie
quiere verme morder.

Mason se encogió de hombros.

—No lo sé. Sería algo lindo, una cena y un espectáculo…

Stephanie se aguantó la risa.

—Tal vez Alex no cree que pueda hacerlo más… ¿has perdido tu toque,
hermano?

Sus ojos se entrecerraron justo cuando la mesera volvió. Creo que su


duda tenía más que ver con el hecho de que ella estaba en sus setenta, y se
veía como la abuela linda de alguien, la abuela que teje suéteres para
Navidad y hace tarjetas caseras para cada ocasión especial.

—¿Están listos para ordenar? —Inclinó su cabeza. Su nombre de


etiqueta decía Fran. Mechones de cabello plateado volaban alrededor de
cabello oscuro, todo atado en un moño—. Veo que han terminado su pan.

—Uno de nosotros lo ha hecho —murmuró Genesis en mi dirección.

Le di una sonrisa de disculpa y recibí un golpe de Ethan que dolió


como el infierno, ¿el hombre se había olvidado que yo era rompible? ¡Tiene
suerte que de no haber roto mi pierna a la mitad!

—Fran —dijo Alex con voz suave, sus ojos azules brillaron, su piel
tomó una apariencia perfecta, sus palabras fueron dichas lentamente, de
manera perezosa, Fran empezó a inclinarse hacia adelante, sus ojos
pesados—. Sé que recién vamos a ordenar, pero hay alguna manera de poder
conseguir nuestra comida… digamos en… ¿unos cuantos minutos?
Estamos positivamente… —Lamió sus labios—, hambrientos.

—Demasiado lejos. —Mason tosió bajo su aliento.

Fran parpadeó.

—Sí, bueno, sí eso… eso sería lindo.


—Dos órdenes de filet mignon. —Alex sonrió—. Seis órdenes de New
York Strip, seis ensaladas César, y creo que también pediremos más pan.

Fran escribió todo y luego levantó la mirada.

—Me aseguraré de conseguir esto tan pronto como sea posible.

No se movió.

Alex bostezó.

Stephanie lo golpeó en el pecho.

Su sonrisa no era nada más que culpabilidad.

—Oh, gracias Fran, puedes irte.

—Pero… —Sus cejas se juntaron, como si estuviera tratando de


resolver un rompecabezas. Este era el problema con las Sirenas.
Coqueteaban, daban tanta carga emocional que si no continuaban con el
tema, usualmente, el hechizo se rompía en minutos. Él tenía que tocarla
para solidificarlo… besarla estaría mejor. Conocía a Alex de mucho tiempo,
me imaginé que él era demasiado perezoso para hacer algo de eso.

Con un suspiro, lentamente se levantó de su asiento y buscó su mano,


llevando sus labios a un rápido beso.

Fran destelló una sonrisa llena de dientes y se fue.

Le di una palmeada solidaria.

—¿Podrías haber sido más lento?

—¿Podrías estar más celoso? —respondió.

—¿Por tu pequeño amorío con la vieja? —Incliné mi cabeza—. Celos


no es realmente la palabra en la que estaba pensando.

—De nada. —Se recostó en su silla, colocando sus manos detrás de


su cabeza—. Al menos ahora no tendrás que recurrir a comerte el mantel de
la mesa.

—¿Puedes comer el mantel de la mesa?

—¡Sarcasmo! —dijo Alex con tono exasperado—. ¡Apréndelo!

Sonreí con suficiencia.


—Estaba bromeando.

Pensarías que acababa de anunciar que iba hacia una matanza. Todas
las miradas cayeron en mí, el movimiento cesó.

—¿Qué? —Busqué mi agua y tomé un sorbo tentativo.

—Los Oscuros no bromean —dijo Mason, serio—. ¿Toda esta cosa de


la humanidad también reemplaza tu personalidad?

Lo fulminé con la mirada.

—En serio, es como si me estuvieras rogando que te mate una vez que
esto haya terminado.

—¿Y qué es esto? —Los ojos de Ethan se entrecerraron—. Realmente


no lo has dicho. Y no puedo imaginarte a ti tomando esta clase de… prueba,
estando sentando.

—De pie. —Lamí mis labios—. Estaba de pie, de hecho.

—¿Sariel no dijo nada más? —preguntó Stephanie, su voz saliendo


con duda—. ¿Nada sobre su razonamiento?

Mi mente volvió hace unos días atrás, cuando ofrecí todo por una
oportunidad de… todo. Una oportunidad de enmendar un error.

Un lapso en el juicio.

Los miembros del consejo, los individuos sentados en esa misma


mesa, me conocían mejor.

Ellos me habían visto arrasar con ciudades. Salvar vidas. Y hacer mi


parte justa de destrucción.

Aun así, ni siquiera ellos me habían creído capaz de tener un poco de


humanidad. Lo que me hacía preguntarme todo lo que había llegado a
conocer sobre mí mismo. ¿Era su líder porque ellos me respetaban?

No.

Yo era su líder.

Porque me temían.

Porque no tenían otra opción.


No eran mis amigos, apenas colegas. Nunca había sido tan
aparentemente doloroso como lo era en ese momento.

Realmente no tenía nada en este mundo.

Y tal vez ese era el plan de Sariel todo este tiempo, su último truco
cruel. Hacer que un Oscuro —que no tenía sentimientos—, sintiera.

Porque sentía un infierno de cosas mientras estaba sentado ahí.

Lástima, decepción, rabia, vergüenza.

Lo sentía todo.

Y no tenía a nadie más que culpar más que a mí mismo.


Stephanie
Traducido por Mais

—Quiero mostrarte algo —la voz profunda de Cassius hizo que mi


cuerpo temblara en anticipación, deleite, lujuria… escoge.

Levanté un hombro.

—¿Eh?

—Dudo que a Ethan le importe si pedimos prestado su auto por la


noche.

—¿Noche?

Mi boca entera se secó. ¿No acabábamos de pasar la noche juntos?


¿Al menos en la cena? Observé sin poder evitarlo al resto de la gente,
apilarse en el auto de Ethan, e irse, dejándome a solas con Cassius. Muy a
solas.

—¿Toda la noche?

Cassius sonrió.

—Te ves asustada.

—Cansada —balbuceé—. Esta es la vista del cansancio.

—Lástima. —Quitó las llaves de mi mano y abrió la puerta del


pasajero, apresurándome dentro—. Supongo que tendré que hacer mi mejor
esfuerzo para evitar que te esfuerces, entonces.

Tragué saliva.

—Supongo.
Cassius no respondió, pero sí pareció sorprendido ante mí mientras
encendía el auto y conducía hacia el tráfico, casi golpeando a dos autos en
el proceso.

—Pensé que no sabías cómo manejar —dije, a través de dientes


apretados.

—Rápido aprendiz. —Destelló otra sonrisa y siguió conduciendo con


velocidad precipitada hasta que tomamos la siguiente salida.

Fruncí el ceño mientras se acercaba hacia el Lago Stevens.

El sol se estaba colocando, el cielo se estaba oscureciendo. Los


Demonios pronto estarían fuera y seducirían a los humanos, los morderían,
tomando de su sangre solo porque podían hacerlo. Los Vampiros estarían
durmiendo porque tanto como a la gente le gustaba creer que solo salían de
noche, ellos podían hacer lo que infiernos querían… y con razón.

—¿Qué harás? —Aclaré mi garganta en un intento de deshacer mi


mente de los daños que circulaban de noche—. ¿Si no has terminado esta
pequeña prueba antes de la siguiente reunión del consejo?

Cassius miró en blanco hacia el camino delante, dando nada a


coalición. Pero la luz tenue del tablero del auto revelaba que estaba aferrado
al volante así que sus nudillos se estaban poniendo blancos.

—Eso no sucederá.

—Pero podría. —Fruncí el ceño—. Y si los Vampiros, Demonios,


infiernos si alguien te ve así….

—No lo harán —gritó.

Levanté mis manos.

—De acuerdo, tema sensible, pero estoy agradecida de que estés


confiando en toda esta cosa de prueba.

Él frunció el ceño.

—La confianza no tiene nada que ver con ello.

—¿Eh?

Mientras el auto se detenía en una luz roja, él se giró hacia mí, su


rostro vacío de emoción.
—Si fallo, muero, caso cerrado.

¿Qué? Pánico se levantó en mi pecho.

—¿Si fallas como humano mueres? ¿Si fallas conmigo?

Color pintó sus mejillas mientras golpeaba el acelerador.

—Exacto, algo así.

—¿Cuántos días te dio?

—Treinta.

—¿Desde hoy?

—Desde hace dos días.

—¡Tienes veintiocho días! —grité, congelando las ventanas con hielo.

Él murmuró una maldición y rápidamente encendió el deshelar del


auto.

—Cuidado, me vas a hacer pensar que realmente te gusto.

Crucé mis brazos y miré por la ventana.

—Sabes que me gustas.

Se quedó en silencio por un minuto y luego aclaró su garganta.

—¿Te gusto lo suficiente para que confíes en mí? ¿Te gusto lo


suficiente para que no me mates?

—¿Qué es esto? ¿Primer grado? —Reí, su broma tranquilizando mi


miedo—. Cassius, me gustas, estoy dando vueltas a mis ojos en la nota que
acabas de pasarme. ¿Cuál es tu trato?

—No soy familiar con esa expresión.

Apreté el puente de mi nariz.

—No eres familiar con nada.

—Eso no es cierto. —Llevó el auto por un camino sinuoso cerca del


lago.
—¡Sí, lo es! ¿Qué has estado haciendo, ya sabes, más que observarme
para asegurarte de que no conozca mi potencial completo, manteniendo tus
propios secretos sucios y asegurándote que los inmortales no vayan a la
guerra?

—¿Quieres saber exactamente qué he estado HACIENDO? —gritó,


cuando golpeó el freno y el auto se detuvo de golpe.

—¡SÍ! —igualé su voz—. ¿A dónde vas cuando la mierda se vuelve real,


Cassius? ¿Cuándo la vida se pone demasiado difícil? ¿Cuándo eres forzado
a enfrentar tus demonios?

—Estamos aquí.

—¡No hemos terminado de discutir esto!

Cassius suspiró y sacó las llaves del encendido.

—Quiero decir que estamos aquí, aquí es el lugar al que voy. Mi casa.

Retrocedí de golpe y luché contra la manija de la puerta del auto y salí


de un salto.

Estábamos en frente de una casa.

Una casa blanca enorme y moderna, con ventanas grandes, recostada


entre al menos una docena o más de árboles, solo a pasos del lago.

Era hermoso.

No lo que había imaginado como un lugar para vivir para un Oscuro.

—Esto no se ve como tú para nada.

—¿Eh? —Cassius rió entre dientes—. ¿Y qué esperabas?

—Una cueva. —Asentí mientras una casa blanca prístina causaba


sensaciones no bienvenidas, burbujeando dentro de mí. Esta parte de
Cassius solo me ponía más curiosa—. Posiblemente el infierno.

—Genial —dijo con voz baja—. Piensas que paso mi tiempo en los
pozos ardientes del infierno hasta que me ordenan que vaya a comer
pequeños niños, ¿verdad?

Me encogí de hombros, técnicamente debería admitirlo, no es que lo


diría en voz alta.
Él maldijo.

¿Cómo si las cosas hubieran estado yendo bien hasta este punto?

El sonido de grava crujiendo mientras él se alejaba realmente fue el


único indicador que Cassius quería que lo siguiera. Me moví lentamente
detrás de él mientras nos acercábamos a la casa. Sacó una llave debajo de
la estera y lo deslizó en la puerta.

—Inteligente, nadie jamás hubiera mirado allí. —Asentí con mi


cabeza.

Cassius se detuvo y se giró, sus ojos azules amenazantes.

—¿Realmente crees que me importa si alguien me roba? ¿O intenta


entrar? Créeme, sería más una pesadilla para ellos, que para mí. Yo
simplemente… me aseguraría de que cesen de existir. —Chasqueó sus dedos
en el aire.

—¿Lo has hecho antes, verdad? —Arqueé mis cejas hacia arriba.

—Una vez. —Cassius se encogió de hombros y se movió dentro del


marco de la puerta—. Al menos tenía ochenta, pensé que era algo amable
continuar con las cosas, su memoria no estaba bien, no tenía familia. Lo
toqué y….

—¿… murió?

—Rápidamente —dijo Cassius, suavemente.

—¡Eso es horrible!

—¿Opuesto a que muera a solas en su casa? Murió conmigo, un


hombro que no le permito a cualquiera.

Fruncí el ceño. ¿Eso es lo que me iba a pasar a mí? ¿Tocaría a lindos


ancianos y decidiría robar sus vidas? Como si me hubiera escuchado, una
Oscuridad empezó a expandirse a través de mi estómago, como una calidez
que no podía controlar, y luego, tan pronto como apareció se disipó como si
nunca hubiera estado allí en primer lugar.

Inquietante.

Odiaba sentirme fuera de control.


—Te olvidas. —Se giró para mirarme, su rostro hermoso debajo de la
luz de la luna y estrellas—. Somos mejor que ellos. Siempre lo seremos. Este
no soy yo siendo cruel y arrogante, es un simple hecho. La sangre que corre
a través de tus venas… —Sus dedos bailaron a través del pulso en
mimuñeca—. Es sagrada.

Lamí mis labios en irritación. Lo último que sentía era ser especial…y
definitivamente no sagrada.

—No se siente así.

—Eres parte Ángel —dijo lentamente—. Nunca se sentirá de la forma


en que se supone simplemente porque te falta la otra mitad. Ser un Oscuro
significa estar en constante estado de soledad sin ninguna forma de aliviar
el dolor.

Me estremecí. ¿Era este ese sentimiento? ¿Este hueco en mi pecho


que me hacía mirar como una lunática a cada relación humana como si
estuviera hambrienta por atención? ¿Por toque físico?

—Ah… —Cassius asintió con conocimiento—. Te has estado


preguntando si algo anda mal contigo, ¿verdad?

Tragué saliva y rompí contacto, incapaz de soportar su escrutinio; él


veía demasiado, incluso como humano era como si viera debajo de la
superficie de todo.

—Así que, realmente estabas en una tienda de café… —Estiró su


mano y tocó mi rostro. Sus dedos estaban cálidos—. Observando a los
humanos sostener sus manos, reír, amar… —Su cabeza se inclinó a un lado,
no de una manera burlona, casi como si estuviera perplejo. O tal vez yo era
la perplejidad—. Dime, ¿quemó?

—¿Qué? —dije con voz ronca, ¿cómo lo sabía?

—Después de que el vacío abre tu pecho. —Se acercó a mí, soltando


su mano así su cuerpo estaba casi presionado contra el mío—. Solía llamarlo
la quemazón del deseo lo que sabía que nunca podría tener. Los humanos
fueron creados para emparejarse, para el compañerismo. Los Ángeles, como
sabes, son exactamente lo opuesto. Entonces, la quemazón, la sensación de
ser roto por la mitad. Tu sangre Ángel te dice que es ridículo, incluso
estúpido, querer lo que no puedes, y porqué dice, ¿por qué querer algo tan
débil cuando eres quien eres, lo que eres? —Su voz se rompió—. Pero el lado
humano de ti… permanece. Desea. —Su frente tocó la mía—. Oh… quema.
Te quema de dentro hacia afuera. Y la oscuridad te invoca durante la
quemazón, llama.

—¿Alguna vez se va? —susurré, completamente enervada por la


conversación. De pronto tenía esa repentina necesidad de picar mi pecho,
de hacer que la quemazón se fuera porque incluso entonces mi cuerpo
estaba recordándolo, como una sed que no podía aplacar.

Él dejó salir un largo suspiro y luego se alejó de mí, lejos de cualquier


momento privado que estuviéramos compartiendo.

—Puede.

—¿Fue tu caso?

Se congeló, su mano en mitad del aire como si estuviera buscando por


un interruptor de luz.

—Una vez.

—¿Cuándo? —El aire alrededor de nosotros se tensó—. ¿Cuándo se


detuvo?

Cassius colgó su cabeza.

—En el minuto en que nuestros labios se tocaron, esos breves


segundos en que me salvaste, me tocaste, te uniste a mí. Por esos miserables
segundos… segundos de vivir toda una vida de un millón de segundos a
solas… estuve completo.

Cubrí mi rostro con mis manos.

—Vamos —dijo bruscamente—. Hay más por enseñarte.

Dejó la habitación.

Pero yo estaba pegada al lugar, incapaz de hacer nada más que


enfocarme en respirar. Quería hacerle tantas preguntas, ¿él estaba molesto
porque el único momento de paz que había tenido fue en mis brazos? ¿Eso
era? Mi corazón se apretó mientras rechazo me bañó.

Por supuesto.

Por eso él había escapado… se había escondido.


Tal vez ese era el motivo por el que fue castigado, porque lo escondió,
escapó. Y era mi culpa.

Lo había hecho desear.

Y ahora… era forzado a pasar los siguientes veintiocho días conmigo.


Supongo que lo único positivo de la situación es que era humano. Yo no
tenía efecto en él.

Porque si lo hiciera, él ya hubiera caído.

Los humanos eran débiles.

Esclavos de sus emociones.

Oscuro o no, en un estado completamente humano, Cassius no podría


tener una oportunidad en contra de mí.

Pero continuaba haciéndolo.

Lo que hacía que el rechazo picara aún más… yo como Oscuro, ni


siquiera podía atraerlo.

—Stephanie —ladró Cassius desde algún lugar profundo de la casa—


. No tenemos toda la noche.

Frunciendo el ceño, caminé a zancadas hacia él. Podía aguantar las


siguientes tres semanas media con él. Solo necesitaba mantener mi corazón
encerrado… justo como él lo estaba haciendo.

Si un miserable humano podía hacerlo.No había razón por la que yo


no pudiera.
Traducido por krispipe

Pompeya 79AD

—¡No puedes hacer esto! —me gritó Eva mientras subía más la
montaña—. ¡Cassius, detente!

El hielo en mis venas subió a la superficie mientras un relámpago


iluminaba el cielo.

—¿Y qué me harías hacer? ¿Salvarlos a todos? ¿Solo para que se


vuelvan contra nosotros? ¿Destruirnos? ¡Son una abominación, Eva! Ellos.
Deben. Morir.

Blanco llenó mi visión mientras los gritos de las personas en la ciudad


comenzaban a multiplicarse.

—Terremoto —pronuncié la palabra en Arameo antiguo, la lengua de


los Ángeles.

El suelo tembló bajo mis pies.

Seguí caminando.

Eva continuó.

Finalmente giré sobre mis talones.

—¡No me hagas destruirte, Vampiro!

Sus ojos se cerraron, y luego extendió sus manos, sus palmas hacia mí.

—Cassius, la mayoría son inocentes. ¿Los destruirás? ¿Los niños? ¿Las


madres? ¿Las abuelas?
—Si dejo que uno salga libre, uno que está infectado…

—Entonces elige, Cassius —dijo Eva con voz desafiante—. Elige quién
se libra, salva a unos pocos. Todo lo que te pido es que salves alguno.

—Juzgas mal nuestra relación, Vampiro —siseé la mentira mientras el


aire tomaba un sabor amargo de mi propia incapacidad para admitir la
verdad—. Solo tú me pedirías esto. Observa cómo el resto de los miembros del
consejo ya han huido de la ciudad, y sin embargo, aquí estás tú.

Ella levantó la cabeza.

—Aquí estoy.

—Maldita sea, mujer.

Cerré los ojos durante unos breves segundos, permitiendo que una
franja de humanidad se deslizase a través. Dios, quemó, casi cortándome por
la mitad cuando mi sangre de Ángel rugió de ira ante la debilidad. Fuerza y
debilidad, no podrían coexistir, no por mucho tiempo. Finalmente mi sangre
angelical destruiría a la humanidad que me quedaba.

Lo sentí desde el principio de los tiempos.

Lo sabía.

Un día.

Ya no sería posible.

Esto no era ese día.

—Doce. —Suspiré—. Salvaré a doce.

Eva inclinó su oscura cabeza.

—Gracias, Cassius.

—No me des las gracias.

—Siempre… —Dio un paso adelante y tendió su mano—, te agradeceré,


cuando muestres la débil misericordia.

Tomé la mano de Eva sin pensar y casi me pongo de rodillas cuando la


conexión emocional que ella ofreció quemó a través de nuestras palmas. Ella
no tenía idea de lo que su toque me hizo—lo que me hizo anhelar.
—Terremoto —susurré de nuevo, esta vez el suelo debajo de nosotros
se dividió por la mitad. Tomé a Eva en mis brazos y visualicé los muelles.
Aterrizamos con un ruido sordo contra la madera.

La gente se revolvía sin pensar mientras el suelo temblaba y entonces


el volcán estalló en el cielo.

Sería la ceniza y el gas lo que destruiría a la gente…el calor solo…me


negué a pensar en eso.

—Lo prometiste —me recordó Eva mientras entraba al barco y


esperaba.

Eché un vistazo al muelle.

—Tú… —Señalé a un niño pequeño—. ¿Dónde está tu familia?

—Yo… —La cara del chico estaba salpicada de tierra y sangre—.


Fueron pisoteados, señor.

—Entonces ven —instruí. Él entró en el barco. Eva lo abrazó y le ofreció


una cálida sonrisa.

—Once más para irnos, Cassius —dijo Eva.

—Vampiro irritante —gruñí, ya que, con cada vida que salvaba, la


oscuridad retrocedía, restaurando mi humanidad.

En cinco minutos tuve otros once.

Todos niños.

—Vámonos. —Agité mi mano en el aire mientras el agua llevaba el


barco a un lugar seguro.

Cuando me volví para echar un vistazo a la una vez Gran Ciudad, fue
para ver a Sariel sobrevolando el volcán, sus ojos tristes.

Nubes se expandieron alrededor de sus alas, y luego un ser enorme


descendió a su lado.

—El Ángel de la Muerte —susurró Eva, uniendo su mano con la mía.


Vimos cómo sus plumas negras descendían lentamente cubriendo la ciudad
hasta que todo fue negrura.

Y entonces…
Llovió rojo.
Traducido por Mais

Los gritos de la gente que había matado parecían suavizarse mientras


más entraba a mi casa. Siempre había sido una zona segura.

Silenciosa.

Donde convenientemente había olvidado toda la sangre que estaba en


mis manos.

Mi corazón, ese estúpido músculo, se rehusaba a dejar de golpear


contra mi pecho mientras sudor se juntaba alrededor de mi frente. Mis
rodillas se tambalearon, mi visión se nubló. No era un ataque al corazón, al
menos sabía eso.

No, era más como un miedo profundamente arraigado.

Miedo de que ella lo descubra antes de que yo tenga la oportunidad


de convencerla de… ¿de qué? ¿De que no era un bastardo cruel como ella
originalmente pensaba? ¿Que la amaba más allá de lo que me decía la
lógica? ¿Que toda mi existencia se sentía como si hubiera estado
esperando… por ella? Tan cerca de soltar la verdad… de contarle todo.

¿Y luego qué? Ella se reiría en mi cara. Las palabras a punto de salir


de mis labios, pero sabía que no importaba lo que dijera, si mis acciones no
encajaban, el resultado no estaría a mi favor.

Estaba haciendo un maldito horrible trabajo de incluso lograr que me


viera como un amigo… ¿y como amante? Algo me decía que estaba yendo
hacia atrás cuando debería ser hacia adelante.

Agitado, apreté y desapreté mis puños mientras hacia mi camino a


través de la casa oscura. No había regresado desde esa noche fatídica con
Sariel, inseguro de porqué, tal vez porque esta casa, este cielo me recordaba
quién era, y estaba tratando desesperadamente de ser alguien más que esa
persona.

Encendí el interruptor más cercano. Luz iluminó la gran sala de estar:


un lugar en el que había pasado muchos años sentado, reflexionando,
leyendo, apagando el mundo porque por mucho que todos amaran creer que
adoraba juzgar a los inmortales y humanos por igual, me pesaba. Mitad
ángel significaba que aunque era malditamente bueno en lo que hacía,
todavía anhelaba algo más.

—Esto es… —Stephanie hizo un círculo a la habitación, sus ojos


mayormente tomando la estantería de libros del suelo al techo, llena con
recuerdos sucios de lo viejo que realmente era… manuscritos llenaba el viejo
escritorio, rollos de papel antiguo estaban lanzados en el suelo debajo de
este. Una máquina de café más vieja que Genesis estaba en la esquina, cerca
de dos sillas grandes púrpuras. Las ventanas miraban hacia el lago, y
cortinas grandes de seda negra estaban recogidas con cuerda dorada,
revelando la hermosa vista—. No es lo que esperaba. —Cogió un libro y
frunció el ceño—. ¿Tienes una copia original de Orgullo y Prejuicio?

Me encogí de hombros.

—Nunca lo leí.

Ella jadeó y luego cerró sus ojos, ¿en horror? ¿Decepción? No estaba
seguro, no era ni siquiera tan bueno para leer ya, pero sentí que la vergüenza
me invadía de todos modos.

—¿Nunca has leído una de las historias clásicas de amor de todos los
tiempos?

—¿Historia de amor? —repetí, sintiéndome como un idiota. ¿Por qué


no había pensado en ello? ¡Libros! ¡Podía leer libros sobre amor! Podía darle
libros.

La sonrisa de Stephanie se amplió mientras abría la primera página.

—Es tuyo —balbuceé.

Ella levantó la mirada, sus labios curvándose en una sonrisa


maravillosa.

—¿Por qué? Gracias, Bestia.


—Apenas es el momento para que me pongas apodos —farfullé.

—Eh… —Ella dejó el libro de vuelta en la mesa—. Era una broma. Ya


sabes, ¿La Bella y la Bestia? Él le da una biblioteca.

Bueno, maldición, y aquí yo acabo de darle solo un libro.

Otro fallo.

—No tengo una biblioteca.

Stephanie apuntó alrededor de la habitación.

—De alguna manera parece que sí.

—Me gusta leer.

—Puedo ver eso. —Aunque claramente no romance.

¿Por qué la conversación era tan artificial? ¿Y por qué infiernos estaba
golpeando mi pie como si fuera un bastardo impaciente? Nunca me había
sentido tan incómodo en mi vida, la confianza solía emanar de cada célula
de mi cuerpo, nunca lo había trabajado, nunca había tenido que hacerlo,
sabía lo que era, y de lo que era capaz.

¿Ahora?

Inseguridad se enlazaba con cada respiración.

—Así que… —tosí en mi mano y me giré así ella no vería el pánico en


mi rostro—, solo quería que lo vieras.

La sentí venir detrás de mí; el estremecimiento causó piel de gallina


levantarse a través de mi carne. Cristales de hielo se formaron a lo largo de
los bordes de las ventanas.

—¿Querías que viera, qué exactamente?

Me mordí el labio en frustración.

—Yo. —Colgué mi cabeza—. Quería que me vieras a mí. Puede sonar


ridículo, pero cuando no estoy haciendo mi trabajo actual para los
inmortales o sirviendo mi sentencia como siempre lo pongo suavemente,
estoy aquí. Leyendo. Relajándome. —Expandí mis brazos, rejuveneciendo,
empujando fuera el giro negativo de emociones que rallan a una persona
como yo… por hacer lo que hacía en una dosis diaria.
—Me gusta —dijo finalmente Stephanie, su voz ronca—.En lo que
respecta a las guaridas, la tuya es mucho mejor que la de Ethan. Mucho
más gótica.

Tosí una risa.

—Sí, bien, ambos sabemos que los Vampiros prefieren la luz que la
oscuridad.

Stephanie tocó mi brazo.

Me estremecí.

—¿Te hice daño?

—No. —Me aparté lentamente—. Creo que es instinto. Cada vez que
me tocas, me intimido, no porque duela, tal vez es un miedo profundamente
arraigado que todos los humanos tienen, y ahora que soy completamente
humano… —Me encogí de hombros.

—¿Puedo controlarte? —Los ojos de Stephanie se entrecerraron—.


Técnicamente un Oscuro no puede entrar en contacto con un humano no
emparejado sin ellos volverse locos con deseo, lujuria… quiero decir, ¿por
qué tú no…? —Parpadeó y luego bajó la mirada—. No puedo creer que acabe
de preguntarte eso.

—¿Por qué no soy abrumado por la locura en tu presencia? —me reí


entre dientes. Era lindo verla poniéndose incómoda.

—Sí. —Su pecho se levantó y cayó con respiraciones equilibradas, y


me concentré en su respiración; me hizo calmarme, contar cada inhalación,
cada exhalación.

—Me imagino que Sariel no pensaría que es justo.

—¿Justo?

Aplaudí mis manos detrás de mi espalda.

—Pero eres bienvenida de intentarlo.

Stephanie puso los ojos en blanco.

—¿Cómo sabes que no lo he estado intentando?

—Porque estoy vivo.


Sus ojos se ampliaron.

—Así que si lo intento, ¿te mato?

—Posiblemente, ¿quién sabe realmente?

—No, gracias.

—Toma el riesgo.

—No. —Se alejó más de mí, su espalda colisionando con una de las
estanterías de libros.

La seguí, casi golpeando mi cuerpo contra el de ella, no porque quería


forzarla sino porque no podía evitar la agresión golpeando a través de mis
venas. Cuando ella se retrajo quería seguir. No pude evitarlo más y no pude
evitar respirar.

—¿Dónde está tu sentido de peligro y aventura? —la reté, presionando


mis manos contra sus fríos brazos—. Inténtalo.

—Podría matarte.

—Podría no tratar de morir.

—Oh —murmuró y maldijo bajo su aliento—. Qué tranquilizador.

—Hazlo.

—¡No!

—Oh, así que tienes miedo. —Asentí, bromeando—. No creas que


nunca he conocido a un Oscuro que ha experimentado el miedo.

Sus fosas nasales llamearon.

—No me presiones. —La temperatura de la habitación cayó.

Arqueé una ceja y luego lentamente me incliné hacia adelante y


susurré en su oreja:

—Gallina.

Era inmaduro.

Lo sabía.
Ella lo sabía.

Pero no detuvo su reacción.

Con reflejos de gato, me empujó a través de la habitación, y caí


perfectamente en la silla; ella saltó en el aire y golpeó, sentada a horcajadas
de mí con ambas piernas. Una inclinación de su cabeza y nuestros ojos se
enfocaron.

Los suyos se volvieron blancos.

Era raro, observar a alguien más hacer lo que yo había hecho miles
de veces, esta vez yo siendo el que recibía.

Estaba completamente clavado por la forma en que ella me miraba…


como si yo fuera el único ser en la existencia.

Mi respiración salió como un jadeo mientras la habitación caía bajo


cero. Hielo se rompió a través de la superficie del suelo de madera, niebla
una vez pegada al aire, congeló las ventanas.

—¿Eso es todo lo que tienes? —Lamí mis labios casi congelados.

Stephanie se inclinó hacia adelante, sus uñas enterrándose en mi


brazo.

—No tengo exactamente práctica en el aire de la seducción de un


Oscuro.

—El siguiente paso… —¿Por qué estaba enseñando esto? ¿Cuándo era
tan débil? Claro, porque si yo moría todo caería en ella. Si fallaba, ella era
la última.

—¿Sí?

—La Marca.

Sus ojos volvieron a azul y luego blanco de nuevo.

—Sí, eso suena como una buena idea. ¿Cómo… qué…? —Su enfoque
vaciló. No estaba equilibrada, era muy nueva, muy sin experiencia. Me
imaginé que no tendría la concentración para realmente matarme.

—Dos opciones. —El lado humano de mí estaba listo para salir


disparado de la silla y encontrar un arma. Me quedé ahí, incluso cuando
sus uñas se enterraron más profundamente. Sangre caliente empezó a salir
de mis brazos—. Me marcas con tu boca o tu mano.

Stephanie asintió, la habitación poniéndose más fría. Maldita sea, tal


vez me moriría congelado. Claramente, no lo había pensado bien, todo este
escenario horrible.

—Tomas tu palma y la presionas en contra del cuello, ahuecando la


carne humana, simplemente fuerzas tu deseo en contra de ellos, lo que sea.
¿Necesitas un esclavo? ¿Qué tal una tarea completa? ¿Qué tal amor y
devoción incondicional? Lo que necesites, lo que creas, lo fuerzas ante ellos
tan pesadamente que se vuelve el mismo aire que respiran. Sin ti, ellos
morirían, tú debes creerlo, así ellos también lo harán.

Stephanie asintió y presionó su palma contra mi cuello.

La agitación del hielo parpadeó a través de mis venas.

—O… —Estaba congelado, aun así me sentía frío y pegajoso, como


estando caliente y frio al mismo tiempo—. Me marcas con tu boca… más
personal, sin sacar sangre, piensa en ello como un mordisco de amor. Es
más personal porque la sangre de Ángel está en cada célula de tu cuerpo,
incluyendo tu saliva, por lo tanto, tu sangre viene en contacto con el
humano. A pesar de lo fuerte que eres… funcionará porque la sangre
humana lo anhela.

—¿Por qué? —Sus ojos se fueron y vinieron, estaba fatigada. Bien.

Lentamente moví mis brazos, sus uñas soltándome.

—Porque los humanos quieren poder, fueron nacidos para desear


más, y en el minuto en que experimentaron una fracción de lo que más se
siente… lo querían todo.

Mi tripa se apretó mientras recuerdos de la última vez que los


humanos se adueñaron de sangre inmortal me asaltaron. Yo los había
destruido a todos… bueno a casi todos.

Los Demonios tenían permitido vivir. ¿Pero a qué costo?

No hubo advertencia, sin vacilación de mi parte.

Un minuto estaba hablando.


Al siguiente, su boca estaba en mi cuello, su lengua girando en un
diseño devastador a través de mi piel, su respiración congelando mis venas
en la forma más deliciosa.

Visiones de nosotros, juntos, destellaron a través de mi mente.


Besando, haciendo el amor, sosteniendo nuestras manos, riendo, y luego la
visión se alteró y yo estaba de rodillas en frente de ella.

Ella… temblando mientras sangre corría por sus manos.

Yo todavía era una estatua.

Y luego ella sacó un cuchillo de mi pecho y lo lanzó en el suelo, sus ojos


amplios con miedo mientras Oscuridad giraba alrededor de ella como humo,
invadiendo sus fosas nasales.

Sariel observó con tristeza mientras apretaba mi pecho, pero no me


estaba recuperando. No estaba sanando.

Una lágrima se derramó por su mejilla mientras la Oscuridad me


consumía.

Luché.

Perdí.

Y la luz destelló.

Stephanie retrocedió de golpe de mí, sus ojos llenos de horror.

—¿Qué acaba de suceder?

Mi corazón se partió en dos. Rabia me consumió.

—Me traicionarás.

—¿Qué? ¡NO! Estaba tratando de enseñarte…

—Estabas tratando de imponer tu deseo… —Me puse de pie con


piernas temblorosas—. En su lugar, me mostraste mi futuro.

Stephanie cubrió su boca con sus manos.

—Creo que hemos terminado por esta noche. —Inerte, caminé hacia
el interruptor de luz y lo apagué—. Después de todo, Ethan nos debe estar
esperando.
—Cassius, no tenía idea. El futuro puede cambiar, ¿verdad?

—Estoy cansado. —Ignoré su pregunta—. Y tú también.


Traducido por krispipe

Grecia 79DC

—¿Qué hacemos con ellos? —Miré a los niños completamente atónitos,


posiblemente no había pensado en ello. Necesitaban padres. Necesitaban algo.

—Bueno, no podemos comérnoslos —refunfuñó Mason cruzando los brazos.


Había estado hambriento durante dos días, pero qué mala suerte, habíamos estado
en los muelles durante las últimas cuarenta y ocho horas para asegurarnos de que
nadie escapaba. No podíamos correr el riesgo de que alguno de los humanos
infectados se acercara por tierra o mar—a la población en general.

Los gritos de los muertos hicieron que me doliera la cabeza. No podía evitarlo.
Sus almas estaban molestas.

Tenían una razón para estar molestas.

No era su tiempo.

Pero no se pudo evitar. Siempre me he ocupado de los problemas con mano


dura. No es algo que me tome a la ligera. Los humanos necesitaban saber que había
una razón para temer a los inmortales.

Traicionarnos era invitar a la muerte.

—La princesa —suspiró Eva—. El Demonio vino a por ella cuando empezaste
a quemar la ciudad.

—¿Y qué tenía que decir Timber? —Mantuve mis ojos enfocados en el
horizonte mientras el humo llenaba el aire.

—Me gritó, aunque fue capaz de llevarla hasta la puerta, Mason se encargó
del resto.
—¿Lo mataste? —Mis cejas se elevaron. Era un Demonio poderoso, tan viejo
como nosotros, había estado vivo desde la caída del hombre.

—Huyó —suspiró Mason—. Le di dos bocados antes de que desapareciera.

—Maldición. —El horizonte no estaba cambiando. No había botes. Solo


negrura.

—Entonces… —El aroma de Eva era demasiado embriagador. Me alejé de


ella para poder pensar—. ¿Qué vamos a hacer con los niños?

—Sariel nunca lo sabrá. —Exhalé un suspiro de irritación y miré a Eva de


reojo—. ¿Entendido?

Sangre siempre debe ser derramada. Y una vez que se dictaba sentencia, no
existía la misericordia.

Debido a mi debilidad por una mujer que nunca podría tener… lo permití.

Los ojos verdes de Eva brillaron mientras asintió con la cabeza. La palabra
de un Vampiro lo significaba todo. Sabía que ella lo mantendría en secreto por la
eternidad.

—E imagino que los niños harán lo que hacen los niños… —Una última mirada
al horizonte y volví a centrar mi atención en Mason y Eva—. No debería de ser muy
difícil encontrarles casas, ¿pero Eva?

Ella ya estaba abrazando a uno de los muchachos que había comenzado a


llorar por su madre.

—¿Sí?

—No son tus niños —lo dije lentamente—. En el momento en el que tengan
casas, no volverás a verlos de nuevo. Los niños se fijan más que los adultos, les
llevaría solo días descubrir que algo es diferente en ti. Y no estoy seguro de cómo
Sariel quiere proceder. Imagino que vamos a tener que ser más cuidadosos con
respecto a quién revelamos nuestras verdaderas identidades.

—Está bien. —Sus ojos volvieron a su color marrón natural mientras


empezaba a cantarle al niñito.

Mi pecho se sentía como si alguien lo hubiera abierto, viendo a un niño


pequeño en sus brazos, así es como se vería.

Si ella fuera mía.

Pero esa existencia no era para mí.


Nunca sería parte de mi futuro.
Stephanie
Traducido por Mais

La puerta principal se cerró tan fuerte que temía que se fuera a romper
por la mitad. Cassius pasó de golpe a Ethan como si lo estuviera cazando
con un arma y de hecho empujó a Mason fuera del camino para alcanzar
las habitaciones de arriba.

Otra puerta se cerró de golpe.

Hice una mueca.

—¿Problemas en el paraíso? —bromeó Alex mientras bailaba


perezosamente fuera de la cocina. Su sonrisa era innegablemente irritante.
Si no fuera familia probablemente ya lo hubiera atacado o al menos
congelado su trasero por ser tal dolor en el mío.

—No —mentí—. Es humano. Se ponen malhumorados cuando no


duermen.

—Ajá. —Ethan asintió—. ¿Estás segura que quieres concluir eso?


¿Qué está cansado?

Genesis entró al pasillo y aguantó un bostezo.

—¿Quién anda golpeando puertas?

—Cassius —dijo Alex, amablemente—. Solo voy a salir y decirlo, él era


incontrolable cuando de hecho era capaz de controlar sus emociones y podía
escoger no sentir. ¿Ahora que es humano? Es un peligro no solo para sí
mismo, sino para el resto de nosotros.

—Qué lindo —Mason rio entre dientes—. La Sirena tiene miedo. —


Guiñó un ojo—. No te preocupes, el perro te protegerá.

Alex lo hizo a un lado.


—¿Cuándo ha necesitado protección la Sirena?

Sostuve en alto mis manos.

—Chicos, como dije, él está bien, solo cansado. Estuvimos en su casa


y…

—¡Vaya! —Mason se congeló en su lugar, mirándome boquiabierto.


Luego sacudió su cabeza como si recobrara el sentido—. Espera. ¿Tiene una
casa?

Tragué saliva.

—¡Por supuesto! ¿En dónde más estaría para pasar el rato?

—Funerales, prisiones, Antártida. —Alex suspiró y examinó sus


uñas—. Escoge.

—Fue lindo —dije a la defensiva.

Todo movimiento en el pasillo se detuvo.

Ethan fue el primero en hablar:

—¿Tú… le hiciste daño?

—Oh, demonios. —Presioné mis dedos contra mi frente—. No, no le


hice daño, todo está bien. Estoy bien, Cassius también, todo el mundo lo
está.

—Bien. —Alex sonrió.

Mi temperamento se levantó mientras pensaba en congelar uno de sus


dedos.

—¡Auch! —Alex retrocedió contra la pared y luego sostuvo en alto su


mano—. ¿Qué diablos fue eso? ¡Se sintió como si alguien estuviera cortando
mi dedo!

Me encogí de hombros.

Sus ojos se entrecerraron.

—Él ha estado enseñándote trucos, maldita sea.

—Tal vez. —Pasé de él—. Tal vez no.


—Stephanie —dijo Ethan—. Espera.

Me detuve en el marco de la puerta.

—¿Qué?

Ahí estaban ellos de nuevo con los ojos cambiantes y postura


insegura.

Gruñí.

—Solo dime.

—Los números no encajan.

—¿Qué números?

—Demonios. —Ethan metió sus manos en sus bolsillos—. De acuerdo


a nuestros reportes del último mes, han agregado otros sesenta a sus
rangos.

—¡Sesenta! —dije de golpe—.. ¡Pero es una locura! ¡Tienen que


mantener sus números bajo trescientos! Si agregan sesenta…

Ethan sostuvo en alto su mano.

—No tiene sentido. Lo sé. Están reclamando que han sido víctimas de
un ataque Vampiro, dejándolos sin más oportunidad que… crear.

Mi sangre se enfrió.

—Eso es ilegal por no mencionar estúpido, ellos simplemente no


pueden crear más de sí mismos. No sin ayuda de sangre de Ángel.

Yo no había estado viva cuando Pompeya fue destruida pero sabía lo


que implicó en todos ellos a este día. Ethan había dicho que Cassius se
rehusó a hablar con alguien durante semanas. Sabía que había más de la
historia por contar. Uno de los amigos más cercanos de Cassius había sido
asesinado pronto después de que la ciudad fue destruida, pero nadie
hablaba de ello.

La sangre inmortal nunca debería estar en manos de Demonios.


Porque para crear a uno, tenías que dar tu alma. Y la mayoría de las almas
no se iban por voluntad propia.
—Claro. —Ethan suspiró—. Pero con todo este escenario de Cassius
realmente no podemos enviarlo ahí a situar las cosas.

Culpa se mostró en el rostro de Ethan. Cassius realmente era el que


podía controlar a los Demonios, y si ellos iban en contra de él, él
simplemente los destruiría con un chasquido de sus dedos.

—Mierda —murmuré, buscando la mirada de Ethan—. Tú quieres


enviarme a mí.

—Pero tú no estás lista—dijo Genesis suavemente.

Al menos ella estaba de mi lado.

—Discutimos esto. —Mason se cruzó de brazos—. Yo puedo


encargarme.

—Infiernos —espetó Alex—. Si alguno de nosotros va solo nos


estaremos poniendo en una situación de la que no seremos capaces de salir
sin la ayuda de Cassius.

Lamí mis labios.

—Tal vez puedo hablar con él…

—¿Eh? —Las cejas de Alex se elevaron—. ¿Y cómo te ha estado yendo


eso?

Otra puerta se cerró arriba. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Solo


abriendo y cerrando puertas porque podía?

—Stephanie. —Ethan buscó mis manos—. Te necesitamos… y por


alguna razón que él no explicará, Cassius también te necesita.

Dejé caer mi cabeza.

Vergüenza me llenó hasta mi centro.

Iba a matarlo.

Ese es el futuro que había visto.

Solo no lo entendía, no había forma de que fuera lo suficientemente


ingenua para creer que era el único futuro delante de nosotros. Los futuros
cambiaban, así como el viento. Me rehusaba a concentrarme en uno tan sin
sentido y efímero. Amaba a Cassius, nunca le haría daño… jamás.
Tomaría completa traición.

E incluso entonces, no sería capaz de sobrevivir a ello.

Además, amor o no, era mi Rey.

—Trataré con más fuerza. —Me mordí el labio, casi sacando sangre—
. Haré que me enseñe y trataré de discutir menos.

Alex resopló.

Miré en su dirección, y sostuvo en alto sus manos.

—Puedo hacerlo. —Tomé otra respiración profunda—. Este es mi


trabajo, ¿verdad? Todos tenemos trabajos en el Consejo, el mío solo cambió
un poco.

—Claro. —Los ojos de Ethan se entrecerraron—. Enviaré a unos


cuantos de mis hombres contigo, solo por si acaso.

—Y por hombres se refiere a soldados Vampiros que amarían, quiero


decir realmente amarían, tener una buena comida. —Mason le dio a Ethan
un golpe de puño y salió de la habitación. Alex y Genesis lo siguieron.

Ethan no cedió. Sus ojos verdes brillaron a la vida. Oh genial, de


alguna manera lo había hecho enojar. Cómo, no estaba segura.

Caminó hacia mí, me levantó del suelo y lanzó mi cuerpo contra la


pared mientras sus colmillos se deslizaban lentamente de sus labios.

—Dime que puedo confiar en ti.

En todos los años que había conocido a Ethan, nunca había sido
violento conmigo. Nunca.

Sabía que era su amor por Genesis que lo ponía paranoico, pero me
dolió que pensara tan poco de mí.

—Lo juro. —Mi voz tembló—. Nunca traicionaría a ninguno de


ustedes.

—O Cassius.

El agarre de Ethan se apretó en mi cuello mientras apretaba. En algún


lugar de mi mente sabía que podía luchar, potencialmente matarlo o hacerle
daño pero no tenía control sobre lo que podía y no podía hacer. Ellos tenían
razón, necesitaba a Cassius. Todos lo hacíamos.

—Nunca —jadeé.

Ethan liberó mi cuerpo abruptamente. Caí al suelo y froté mi cuello,


iba a tener marcas de sus dedos.

—Traiciónanos de nuevo… —Ethan se encogió de hombros, sus


colmillos enterrándose en su labio inferior—. Y me veré forzado a llevarte a
Sariel.

Mi cuerpo se estremeció ante la idea.

—Ethan, puedes confiar en mí.

Él asintió, sus incisos retrayéndose, y una sonrisa amistosa destelló


a través de su rostro.

—Buena charla. Que descanses.

Puse mis ojos en blanco e incliné mi cabeza contra la pared.

—Malditos Vampiros.

—Escuché eso —gritó desde la otra habitación.

Miré por el pasillo y hacia la escalera. Podía hacer esto. Solo


necesitaba la ayuda de Cassius.

Lo último que necesitábamos era a los Demonios ganando terreno. La


paz entre inmortales solo era mantenida si uno de los grupos se quedaba
entre sus fronteras, y si cumplían las reglas del Consejo.

Si querías procrear, necesitabas un humano aprobado de la lista,


como Genesis había sido traída a nosotros. Ella había devuelto el balance a
un mundo lleno de caos, significando que nosotros ya íbamos a abrir el
llamado de nuevo.

Donde llamaríamos números de humanos que eran, en nuestra


opinión, superiores a otros, y permitiéndoles entrar a nuestro mundo.

Un inmortal necesitaba a un humano para poder crear más


inmortales, posiblemente la razón por la que manteníamos nuestros
números bajos era porque por mucho tiempo los humanos habían muerto
en nuestras manos. Pero ahora…. Ahora, las cosas estaban funcionando de
nuevo.

Gracias al festival de amor de Genesis y Ethan.

Froté mi cuello de nuevo. Si los Demonios ya estaban enojando a


humanos teníamos un problema mucho más grande que Cassius tratando
de enseñarme milenios de auto control.

Nos enfrentaríamos a la guerra.

Y posiblemente la aniquilación.

Los Arcángeles solo nos dejaban existir si Cassius reinaba con puño
de hierro y él estaba en este momento lanzando una rabieta arriba y sus
puños no eran nada de hierro.

La última vez que Cassius había mostrado misericordia, los


inmortales habían muerto.

Exhalé y me puse de pie. Al menos él solo tenía veintiocho días más y


nosotros tendríamos al viejo gruñón Cassius de vuelta.

Extrañaría al humano —al menos él sonreía—, y en raras ocasiones,


se sonrojaba.
Traducido por Mais

Grecia 79 AD

—¡Eva! —siseé su nombre, ella apestaba a humano—. ¿Dónde has


estado?

—Fuera.

—No me mientas. —Nunca había estado tan enojado en mi existencia—


. Confío en que me dirás la verdad así te daré otra oportunidad. ¿Dónde has
estado?

Sus hombros cayeron.

—¡No puedo mantenerme alejada! —Sacudió su cabeza—. Sé que se


supone que debo esperar a un compañero, y lo haré Cassius, sabes que soy
paciente. Es solo que, los niños son tan inocentes, tan diferentes de nosotros.
La forma en que sus mentes trabajan… —Su sonrisa fue contagiosa—. Solo
esta mañana, John dijo una oración completa y fue capaz de dictar su nombre
y…

—¿John? —repetí—. ¿Los nombraste?

—¡Tenían nombres! —argumentó.

—Si quieres una mascota, te compraré una. —Caminé a zancadas


hacia ella mientras el aire entre nosotros se llenaba de una neblina helada—
. Pero tú ya NO puedes visitar a los niños. Si Sariel descubre mi traición, ¡será
mi cabeza la que volará!

—¡No lo hará! —discutió Eva—. Lo prometo, solo… al menos déjame


despedirme.
—No. —Su rostro entero cayó—. Has pasado suficiente tiempo ahí.
Escribe una carta, pero no los volverás a visitar. —Maldiciendo, presioné un
dedo contra la parte interior de su muñeca—. Ya hueles a humano, ¿cuándo
fue la última vez que te alimentaste?

Frunció el ceño.

—No lo sé, hace unos cuantos días…

—Así que, ¿no solo has estado con humanos, tampoco has cuidado de
ti misma? ¿Y si Timber vuelve, eh? ¿Y si trata de luchar contigo? ¿Y por tu
inhabilidad a seguir las reglas, te mata?

Eva dejó caer su cabeza.

—Lo siento Cassius.

—Deja de lamentarte y simplemente sé mejor, Eva.

—De acuerdo. Lo haré Cassius. Lo juro.


Traducido por Mais

Mi cuerpo dolía, ¿qué diablos había hecho? Flexioné mis músculos e


intenté estirar mis brazos por encima de mi cabeza, pero nada alivió el dolor.
Cerré de golpe dos puertas tratando de ganar control de mi enojo en mi
estado lisiado. ¿Los humanos tenían que lidiar con esto a diario? No solo mi
cuerpo me estaba fallando, sino que mis emociones estaban girando fuera
de control.

Podía probar el miedo en mi lengua, tenía un hueco y amargo sabor.


Y mi cerebro no dejaba de armar imágenes de Stephanie matándome.

O mi propio padre ayudándole hacerlo.

Limpié mi rostro con mis manos y exhalé temblorosamente. Algo no


iba bien. Pero, ¿cómo lo podría saber? Mi Coeficiente Intelectual había caído
desde que la sangre de Ángel ya no estaba en mis venas.

Lo único que podía hacer era pedirle a Stephanie que me dé su sangre.


Pero descubrí que esa era la idea más estúpida que había creado
considerando que tenía que ganar su afecto siendo humano.

Gruñí en frustración y me recosté contra el sofá plumoso, la cabeza


palpitando, me quedaban veintiocho días y estaba bastante seguro de que
de hecho me estaba poniendo peor con el tiempo.

—Hola.

Stephanie entró a la habitación. Yo no me levanté. No la miré, solo


miré al techo y me pregunté por décima vez esa noche qué infiernos estaría
pensando al tratar de salvarnos a los dos, tratando de amarla cuando
claramente ni siquiera sabía cómo.
—Hola —dije, con un gruñido.

—Vaya, alguien está feliz.

—Duele. —Me levanté de mis codos y la miré—. Este cuerpo ridículo


duele.

—Eres humano, los dolores son parte de ello, me temo. —Ofreció una
sonrisa tentativa—. Siempre puedes tomar un analgésico.

—Pastillas —espeté la palabra—. ¡Nunca he necesitado ayuda!

—Tal vez ese es el motivo.

—¿Eh?

Stephanie se movió hacia la cama y se sentó al borde.

—Tal vez eso es parte de esta prueba. Tal vez Sariel hizo esto para que
aprendas a recaer en otros.

La idea tenia mérito incluso si estaba totalmente fuera de foco.

—Tal vez.

—Entonces. —Stephanie palmeó sus dedos contra su muslo—, hay


un ligero problema con algo.

Mis ojos se entrecerraron.

—Te ves nerviosa.

—¿Qué tan pronto crees que puedes empezar este entrenamiento


conmigo? Quiero decir, ¿cuándo podemos empujar los límites antes de que
creas que estaré lista para enfrentar las cosas por mi cuenta?

¿Enfrentar cosas? ¿Ella quería hacerlo sin mí?

—No lo entiendo. ¿Qué tendrías que enfrentar?

—Demonios. —Tragó saliva—. Di unos sesenta nuevos y brillantes con


cuernos puntiagudos y apetitos incontrolables.

Cada músculo en mi cuerpo doloroso se tensó.

—¿Qué infiernos? Por favor dime que esa es tu idea de una broma.
—Me temo que no. —Stephanie se alejó de la cama y caminó hacia la
ventana abrazando su cuerpo—. De acuerdo a Ethan, los números
reportados a nosotros no encajan. Han estado creando.

—¡Eso está prohibido! —grité, saltando fuera de la cama, listo para


marchar hacia su base y encenderlos a todos con fuego—. Ellos saben esto,
no se atreverían. Desde Pompeya las reglas han sido…

—Conozco las reglas. —Stephanie arqueó una ceja—. Ellos han


retado, de acuerdo, han retado al menos sesenta veces sin llamar a un
número humano, lo que significa que están escogiendo aleatoriamente
donde sea que los encuentren.

Mi dolor de cabeza empeoró.

—Yo no puedo hacer nada… no como humano.

—Yo puedo. —Stephanie se giró para enfrentarme—. Enséñame lo que


necesito saber, y lo podré hacer.

—Pero…

—Por favor. —Sus ojos azules destellaron de un blanco brillante luego


se atenuaron y se entristecieron mientras alejaba la mirada de mí y hacia la
ventana—. Tengo que ayudar. Quiero decir, tú dijiste que me ayudarías a
aprender lo que soy, ¿verdad? Dijiste que estabas aquí para ayudarme a
entrenar. Entonces, ¿cuál es el problema?

¿El problema? Forcé a que mi irritación se interiorizara. El maldito


problema es que si pasaba todos mis días entrenándola —y créeme que
tomaría todo el día y noche—, no tendría tiempo de enamorarla. De ganarla,
de probar mi amor. Después de esta noche ya había decidido cambiar de
táctica. Necesitaba hacerlo mejor. Dedicar cada momento despierto a
ganarla de la manera en que ella se merecía.

¿Cómo diablos iba a hacer eso mientras la entrenaba? Estaría


ayudándola a acceder a las partes más oscuras de su alma. La estaría
hiriendo así como ella a mí. Era una pesadilla.

—Claro. —Mi humanidad ganó, balbuceando la respuesta antes de


que mi cerebro pueda decir no—. Claro que puedo hacer eso. Pero me rehúso
a dejarte ir algún lugar de sus bases por ti sola. Vas con Ethan o Mason.

—¿Y Alex? —bromeó.


Puse mis ojos en blanco.

—Las Sirenas son todo sobre amor, no guerra. Lo sabes.

Ella asintió.

—Lo sé de primera mano.

Tuve un momento difícil enfocándome en las palabras saliendo de su


boca, especialmente cuando sus ojos estaban tan brillantes, tan invitadores.
Aparté la mirada.

—Siempre tendrás esa parte de ti, Stephanie.

—¿La parte Sirena?

Sonreí con suficiencia.

—¿No lo hacen todas las mujeres?

—Gracioso.

—Lo digo en serio. —Fruncí el ceño mientras un pedazo de su cabello


caía a través de su rostro, escondiendo esos ojos hermosos con los que
estaba tan obsesionado. Sin pensar, eché atrás su cabello con mis dedos,
su boca se abrió con un pequeño jadeo—. Era fácil, fundiendo el glamour de
una Sirena, porque tú eras tan hermosa que no llevaría mucho convencer a
otros inmortales de creerlo.

¿Estaba tan mal? ¿Esconderla durante cientos de años? ¿Esconder la


verdad de su herencia, hasta ahora? En su momento la estaba protegiendo.
Pensando que Sariel la mataría. Los Oscuros todavía eran una abominación,
a pesar de nuestro parentesco.

Ella tragó y bajó la mirada, su pecho se levantó y bajó, aunque no


necesitaba oxígeno, estaba chupándolo como si fuera a desmayarse.

—Lo siento —murmuré—. Por reprimir tus poderes. Lo hice… —Las


palabras colgaron en mi garganta. Por amor. Por devoción. Por miedo—. Lo
hice para protegerte.

Ella levantó la mirada.

—Lo sé, Cassius. No estoy enojada, ya no. Solo desearía…


—¿Qué? —Di un paso más cerca, nuestros cuerpos casi tocándose—.
¿Qué deseas?

—¿Por qué siempre te alejabas de mí?

Lamí mis labios y me incliné hasta que nuestras bocas casi se


tocaban.

—Me alejaba… cuando todo lo que quería era caminar hacia ti, fue la
cosa más difícil que he hecho. Pero todo lo que hice, cada decisión tomada,
fue para que tú florezcas, para que sobrevivas, para que te conviertas en
algo grande.

Ella dejó salir una pequeña risa.

—Vaya, debe ser tal decepción entonces. No puedo controlar ninguna


de mis emociones, y estoy a un paso de congelar tu trasero o matar a la
gente que amo simplemente por desearlo.

—No lo harás —prometí—. Quiero decir que no matarás a tu familia.


Y estás muy lejos de la decepción.

Se encogió de hombros.

—Mírame.

Lentamente, Stephanie levantó su cabeza, sus ojos llenos de


vergüenza.

—Eres perfecta —susurré con reverencia—. Y no lo querrías de


ninguna otra manera.

—¿Entonces me quieres ahora? —preguntó con una inclinación de


intriga en su voz. Una sonrisa suavemente se curvó en sus labios. Podía
decir que lo dijo de una manera ligera, pero no importaba. Lo sabía. Mi
corazón se detuvo un segundo.

—Más de lo que jamás sabrás.

Mi respuesta le sorprendió. Retrocedió un paso, sus cejas juntándose


como si estuviera tratando de descubrir mi respuesta.

Veintiocho días. Mi mente me recordó. En un movimiento, jalé su


cuerpo contra el mío y la besé.

Ella se derritió contra mi cuerpo.


Y mi cuerpo… lo amó. La bebió como si ella fuera mi salvación. Mi
única razón de existencia. Gemí, incapaz de controlar los sonidos viniendo
de mi boca, la reacción física de mi cuerpo mientras ella profundizaba el
beso, mientras yo saboreaba cada espacio de su boca.

—Ejem —alguien dijo desde la puerta.

Stephanie se alejó de golpe de mí.

¿Estaba avergonzada? ¿O sentía lástima?

Irritado, ladré:

—¿Qué?

—Ataque. —Ethan entró a la habitación, seguido por Mason—. En


Belltown. Necesitamos ir a investigar. Parece que unos cuantos Demonios
han entrado con unos cuantos Vampiros, aunque nadie dice nada.

Stephanie colocó su mano en mi pecho.

—Si vamos, él va.

—De acuerdo —espetó Ethan—. Necesitaremos su experiencia,


aunque si les digo que corran, corren, ¿de acuerdo?

Puse mis ojos en blanco.

—No lo hagas —siseó Ethan en mi dirección, sus ojos poniéndose


verdes con furia—. Ambos son importantes, lo último que necesitamos es
que uno de ustedes muera. ¿Un miembro del Consejo muerto? ¿Un rey
muerto? Empezaría una guerra total.

—Ya podríamos estar allá. —Mi piel picaba con consciencia, algo no
andaba bien. Solo no sabía qué, y no estaba seguro de cómo podía ayudar
más que parecer estar en control.

Ethan aclaró su garganta y apuntó a mi cuerpo.

—Necesitarás un hechizo de glamour para esconder tu piel humana


pálida.

—¡Mi piel no es pálida! —dije a la defensiva mientras Stephanie


colocaba una mano en mi pecho.
—Yo puedo hacerlo. —Mason dio un paso adelante con una sonrisa
de emoción en su rostro.

—¡Como el infierno que lo harás! —grité—. La última vez que hiciste


un glamour, ¡convertiste a Alex en una mujer!

—A propósito —sorbió Mason.

Puse mis ojos en blanco.

—Se supone que debías hacerlo aparentar femenino, gran diferencia.

—Yo lo haré. —Ethan cruzó la habitación a una velocidad de la luz y


luego me lanzó contra la pared, sus incisos mordiendo el interior de mi
muñeca derecha. Con los ojos verdes, murmuró—: Lo que yo veo otros ven.
Lo que yo sé, otros lo saben. —Buscó detrás de él—. Stephanie, ven aquí.

Dudé que Stephanie jamás hubiera visto un glamour ya que


usualmente los inmortales varones eran quienes lo hacían —y los únicos
capaces eran Mason, Ethan y yo—, cumplidos de nuestra edad y jerarquía
en el Consejo.

Eva había sido la única mujer capaz de hacerlo.

Pero ella ya se había ido. Hace mucho.

Una vez que Stephanie llegó a mi lado, Ethan se inclinó y mordió su


dedo, luego lo apretó contra mi muñeca. Tres gotas de sangre azul se
expandieron en mi corte y lo sanaron inmediatamente. Las venas en mis
muñecas se volvieron de azul Ángel mientras frío se expandía a través de mi
cuerpo.

Era una sensación familiar. Una que extrañaba.

Cerré mis ojos e incliné mi cabeza hacia atrás contra la pared,


mientras hielo tomaba mi cuerpo entero. Convulsioné, una, dos, y luego abrí
mis ojos.

La habitación estaba más brillante, el aire más dulce. Todavía era


humano, pero la sangre de Ángel estaba fusionada en mis células, lo
suficiente para ver mejor, para tener mejor sentido del olfato. También se
llevó mis dolores y anhelos de mi cuerpo.

—Muy bien hecho, Ethan. —Mason aplaudió dos veces—. Él se ve


poseído de nuevo.
Miré mi reflejo en el espejo a través de la habitación. Mis ojos estaban
blancos, mi piel brillando, incluso mi cabello estaba más brillante. Todo
sobre mí se veía igual.

Pero era diferente.

Y me pregunté en ese momento, si era el principio o el fin. Si alguna


vez volvería a ser un Oscuro o si moriría tratando de devolverle a Stephanie
el regalo precioso que nunca debió darme en primer lugar.

Tal vez ella sería mi caída después de todo.

Las palabras hicieron eco en mi cabeza.

—Deja que ella viva y te hará daño —advirtió Sariel.

—¡Ella es inocente! —grité—. No ha hecho nada malo.

Sariel sonrió tristemente.

—Pero lo hará. Créeme. Lo hará. Recuerda lo que tu amor te hizo la


última vez.

—Estamos perdiendo el tiempo. —Los ojos de Mason se volvieron


negros—. Necesitamos cazar.

Stephanie buscó mi mano. La apreté una vez, con la intención de


dejarla ir, pero decidí sostenerla un poco más, porque se sentía bien y
porque sabía que necesitaba empezar a apreciar cada minuto que tenía con
ella.

Porque algo me decía que estos minutos se incrementarían, y mi


tiempo con ella simplemente no acabaría, pero sería no-existente.
Traducido por Mais

Grecia 79 AD

Seguí su aroma. La detendría a toda costa, si las cosas se salían de las


manos. Ella lo había prometido.

Había mentido. De nuevo.

Quería volverme ciego, principalmente porque cuando Eva estaba cerca,


el mundo no se sentía tan oscuro o desesperado.

La forma en que ella reía y sonreía a través de su vida inmortal era una
cosa de belleza, y odiaba ser el responsable de desalentar esa luz.

—Shh, volveré un día —susurró al pequeño niño. El rostro de él estaba


mojado de lágrimas—. Solo sé bueno con tu mamá, ¿de acuerdo?

Él envolvió sus pequeños brazos alrededor de su cuello y luego besó su


mejilla.

—Te quiero.

El aire se llenó de tristeza, manchado de tanto vacío que ahogué una


respiración.

Se supone que los Vampiros no debían ser tan emocionales.

Déjalo a un niño para traer la peor debilidad del humano en todos


nosotros. Que Dios prohíba que sienta tal debilidad.

—Yo también te quiero John.

Eva dejó al niño a sus pies. Él se estiró y capturó uno de sus oscuros
rulos entre sus dedos, lo soltó y luego se giró en sus talones y se alejó.
—Es precioso —dijo ella en voz alta, ya sintiendo mi presencia—. Era
su cumpleaños, no podía dejar que piense que ya no me importa.

Crucé mis brazos.

—Eva, siempre habrá algo. Un cumpleaños, un feriado… debes dejarlo


de verdad.

—Quiero hijos. —Eva colgó su cabeza mientras yo me acercaba por


detrás—. Siempre he querido niños.

Podía saborear la desesperación en el aire mientras tensión giraba


entre nosotros. Había sabido por un tiempo que Eva sentía algo fuerte por mí,
de la manera en que yo lo hacía por ella.

Pero una unión entre un Oscuro y un Vampiro no haría nada más que
presentarnos con sentimientos de dolor cuando un lazo fallaba en tomar
lugar. No podíamos emparejarnos entre nosotros.

Y los niños ni siquiera eran una posibilidad.

—No puedo darte eso —susurré, colocando mi mano en su hombro. Ella


apretó mis dedos. Me estremecí por su toque caliente.

Eva se giró, sus ojos verdes y hermosos mientras levantaban la mirada


hacia mis profundidades frías.

—Podemos adoptar.

Sonreí ante eso.

—Los humanos adoptan. Y tú y yo… nunca lo seremos.

—Inmortalidad. —Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello. Nunca


había permitido tal libertad—. No por la debilidad del corazón, ¿mmm
Cassius?

—No.

La tentación de besarla era demasiado fuerte como para negarlo más,


mi boca descendió, fusionándose con la suya, creando un humo de energía
entre nosotros mientras su cuerpo se calentaba fuera de control, mi toque
enfriándola mientras colmillos descendían más allá de su labio inferior.

Nuestras lenguas se retorcieron en una lucha por dominar mientras yo


la levantaba en mis brazos. Lo último que necesitábamos era que nos vieran
en un abrazo prohibido, no solo ella era miembro del Consejo, sino que era un
Vampiro, no mía.

Ella terminaría con un humano engreído.

Uno que la embarazaría.

Uno que la amaría como yo nunca podría.

Lentamente, me alejé de ella, mis manos presionándose contra sus


muñecas mientras bajaba sus manos a sus lados.

—Un día… —Su voz estaba llena de tristeza—, seré emparejada con
alguien y tú te olvidarás de mí.

—Dudo altamente que olvide tu sabor, Eva.

El aire se cargó con un aroma florar fuerte. Los ojos de Eva se ampliaron
mientras una voz dijo detrás de mí:

—¿Qué has hecho?

Lentamente, me giré.

Los ojos de Sariel estaban blancos, su cabello un brillante arcoíris de


mechones azules y negros. Sus plumas salieron y luego se estremecieron
como si saborearan el error en el aire.

—¿Sobrevivientes?

Él pasó de mí y Eva y presionó sus dedos contra la puerta de la casa.

—Dos sobrevivientes. ¿Cuántos más? ¿Y por qué no fueron destruidos?

No podía mentir.

No estaba en mi concepción como Oscuro querer mentirle a mi creador,


a mi padre.

—Los salvé —admití mientras agarraba a Eva y la lanzaba detrás de


mí—. Salvé a doce.

—¡Doce! —rugió Sariel mientras el suelo se sacudía debajo de nuestros


pies—. ¡Tenían que destruirlos a todos! A. Cada. Uno.

—No lo hice.
Las alas de Sariel se convirtieron en púrpura, el color de la realeza
angelical. Él estaba por pasar el juicio.

—Entonces, morirás. La sangre siempre debe ser derramada, lo sabes.

Asentí, incapaz de conjurar más culpa sobre hacer algo que diera
felicidad a Eva sin importar la temporalidad.

Tomé un paso adelante.

—¡No! —gritó Eva—. ¡Fui yo!

—¡Eva! —siseé su nombre y empujé su cuerpo hacia la pared más


cercana, ella se tambaleó hacia atrás y miró fijamente—. Quédate fuera de
esto.

—¡No MORIRÁS por mí! —Sus ojos brillaron verdes mientras sus
colmillos salían más allá de su labio inferior. Su mirada se lanzó hacia
Sariel—. Si quieres una vida, toma la mía. Le pedí a Cassius que los salvara.
Es mi culpa.

—Muy bien. —Sariel asintió.

—¡No puedes hablar en serio! —dije y los puños de Sariel se


apretaron—. ¡Ella es un miembro del Consejo! ¡Ha estado aquí durante siglos!
¡Simplemente no puedes eliminarla por una mala elección!

—¿Oh? —Sariel inclinó su cabeza a un lado mientras sacaba una pluma


púrpura de sus alas y la sostenía en frente de él, el borde era negro. El color
de Ángel de la Muerte. Realmente quería matarla, que cesara de existir—.
Vivimos por las reglas, moriremos por las reglas, Cassius. Ella las rompió,
entonces muere.

—Pero…

Con la cabeza en alto, Eva pasó de mí y se puso de rodillas, su cabeza


en reverencia hacia Sariel.

—Sariel, piensa en ello. —Sabía que razonar con él no haría nada, pero
no podía evitarlo, esta era Eva, mi Eva. La había tenido a mi lado desde que
fui creado. Ella era la razón de que mi oscuridad no fuera tan oscura, la razón
por la que siempre retrocedía hacia la luz. Sin ella, ¿qué era yo?

—Y aquí está… —Sariel asintió—. Ella te hace débil. Ella te hace volver
a pensar tus decisiones. No es que importe, uno de ustedes debe morir por
este lapso serio en juicio, y Eva tiene razón. La culpa recae en ella y yo te
necesito para que lideres a los inmortales. Por lo tanto… —Sostuvo la pluma
hacia mí—. La vida es tomada.

—Cassius—susurró Eva, lágrimas llenando sus ojos—. Te amo.

Sariel ahogó una respiración.

Ahora él lo sabía.

Le había fallado dos veces. Porque yo la amaba también

—Eva, siempre te amaré —susurré, tomando la pluma de Sariel y


sosteniéndola sobre su cabeza.

El enojo de Sariel era tangible.

—Cassius, tú eres su rey. Ella paga por tu pecado… mátala.

—No puedo. —Mi cuerpo estaba tan vacío, tan vacío.

Eva enfocó sus ojos en mí.

—Cassius, prométeme que cuidarás de John, ¡promételo!

Ante el amarre de la muerte y ella seguía preocupada por el niño.

No entendía esa clase de amor, así que tal vez realmente nunca la amé
después de todo. ¿Lo hice?

—Lo prometo. —Mi voz se sacudió mientras presionaba la punta de la


pluma a la base de su cuello. Se deslizó a través de su piel y cayó contra mis
brazos mientras la inmortalidad dejaba su cuerpo.

Justo ante mis ojos, mi querida amiga, mi amor, envejeció. Lo hizo tan
horriblemente, su cuerpo apretado volviéndose arrugado y delgado como el
papel. Perdió todo el brillo de la juventud, su cabello se volvió en diez tonos
diferentes de gris antes de finalmente caerse fuera de su cabeza, los huesos
en su cuerpo frágiles, el músculo desgarrado de sus posiciones correctas, y
mientras tomaba su último aliento, vi cómo sería ser humano, amar a un
humano y verlo morir.

El dolor era inimaginable.

Su mano frágil se estiró y acarició mi rostro con el toque más ligero.


—Cassius… siempre serás más luz que oscuridad.

Murió. En mis brazos.

—Por su sacrificio —susurró Sariel—, los doce niños vivirán.

No vi a Sariel de nuevo por quinientos años.


Traducido por Vale

Los Demonios no tenían la decencia de esconderse en las sombras de


edificios ruinosos y callejones oscuros.

Prosperaban en torno al zumbido constante de los mortales.

Era imposible sobrevivir como Demonio sin otros. Y la forma más fácil
de matarlos era conseguirlos solos. Estaban interconectados como una
complicada masa de redes. Donde había un Demonio, siempre había varios
otros. Era una extraña mentalidad similar a una manada que se extendía
por todas las razas de inmortales.

Todos menos los Oscuros.

Destinados a caminar solos por la tierra, en busca de la luz, maldito


a las sombras. Me estremecí cuando doblamos hacia la calle que nos llevaría
a Blu, un bar en el centro de Seattle que funcionaba como guarida de
Demonios.

Era la red más grande de todas. Los seres humanos amaban la


atmósfera oscura y la promesa de bebidas baratas, sin tener idea de que en
el momento en que cruzaban el umbral ya estaban arriesgando sus vidas.
Como líder de los inmortales, mantuve la paz, pero eso también significaba
que a veces había necesitado gobernar a favor de los Demonios. Las vidas
humanas eran valiosas para nosotros porque las necesitábamos para seguir
prosperando, pero eso no significaba que los accidentes nunca ocurrieran.

Stephanie detuvo la camioneta en frente del bar.

Marcus, un Demonio que había tenido el gran disgusto de


encontrarme en una docena de ocasiones estaba parado en la acera, la lluvia
caía por su cabeza rubia sobre su mandíbula cincelada mientras asentía
discretamente hacia nuestra camioneta y metía las manos en los bolsillos.

Con un metro noventa y cinco, la gente se alejaba cuando daban un


paso alrededor de su voluminoso cuerpo. Los hombres se espantaban y las
mujeres lo miraban fijamente. No es como si pudieran evitarlo. Los hombres
fueron criados para temer al mal. Y si los Demonios eran arañas con
telarañas, eso convertía a las mujeres en la mosca perfecta.

—Yo iré.

Exhalé un fuerte aliento, el aire delante de mi cara crujió con el sonido


del hielo rompiéndose. Debería sentirme como mi viejo yo. En cambio, se
sentía extraño y aterrador. No es algo que quisiera admitir a nadie, y menos
a Stephanie. Que lo que solía ser tan natural y correcto, ahora hacía que mi
corazón humano se saltee algunos latidos y que este cuerpo ridículamente
frágil sudara como si estuviera sobre esforzándome simplemente por existir.

Stephanie se volvió para mirarme, sus ojos ya se estaban poniendo


blancos.

—Pero... este es mi trabajo, ¿verdad?

—No —dije en voz áspera—. Créeme, si Marcus ha llamado, entonces


Marcus tendrá que ser... eliminado.

—¿Y no quieres que ensucie mis manos? —La temperatura bajó en el


vehículo.

—Temperamento, temperamento. —Mantuve mi voz burlona a pesar


de que mi cuerpo gritaba ¡Peligro! Tan fuerte como podía. Enseñar a
Stephanie a controlarse a sí misma requeriría más paciencia de la que
poseía.

Nunca pensé que vería el día en que le enseñaría a la persona que


amaba, cómo matarme y cómo matarme bien, porque eso es exactamente lo
que haría.

—Solo confía en mí —ladré—. Y déjame hablar con él primero. Si trata


de quitarme la cabeza, tienes mi permiso para decapitarlo sin hacer
preguntas primero.

—¿Permiso? —repitió Stephanie, sus ojos se iluminaron como una


linterna. Rápidamente salí del auto y di un portazo.
—Quédate —articulé.

Hielo explotó en el interior del auto que bordeaba las ventanas.

Sonriendo con suficiencia, giré sobre mis talones y me dirigí


lentamente hacia Marcus. El humano en el interior ya me estaba diciendo
que corriera, mi cuerpo temblaba con la conciencia de que a lo que me
estaba acercando era puro mal, que necesitaba correr en la otra dirección.

¡Sálvate! gritó mi mente.

Maldición. Era un Oscuro.

¡No correría!

Mi talón se volvió, como si mi cuerpo estuviera tomando la decisión


que mentalmente no tenía la capacidad de hacer.

—Marcus. —Su nombre se deslizó de mis labios como una lenta y


oscura maldición—. ¿Por qué no comienzas por el principio?

—¿Cassius? —Frunció el ceño, sus ojos azules se estrecharon en


ranuras de gato pequeñas y amarillas antes de volver a su color normal—.
Te ves diferente.

—También huelo diferente. Debe ser un nuevo jabón. —Ofrecí una


risa oscura—. Ahora deja de mirarme o tendré una idea equivocada.

Marcus no se movió, pero sus uñas se alargaron en pequeñas espinas,


listas para atacar o cortarme la garganta, lo que ocurriera primero, supongo.

—Algo es diferente.

Podía sentir el poder surgiendo por mis venas, pero sabía que si
gastaba demasiado el glamour se disiparía en el aire, y realmente me
quitaría la cabeza frente a un puñado de personas.

Con toda la fuerza que pude reunir, dejé que la sangre angelical flotara
en la superficie de mi cuerpo y soplé una fuerte cantidad de aire frío sobre
su rostro, congelando sus labios.

—Ahí. —Asentí—. Mucho mejor. ¿Por qué no hablo yo? Y si sigues


mirando, con mucho gusto también congelaré tus ojos, aunque una
pequeña advertencia, estarás ciego una vez que se derritan. —Hice un gesto
para que Stephanie salga de la camioneta justo cuando Mason, Ethan y Alex
se detenían en el segundo auto—. Ahora, podemos hacer esto aquí, en la
calle, puedes explicar con calma lo que viste y por qué estás dispuesto a
morir por decirnos, o todos podemos ir al bar. Tu elección.

Marcus miró al resto del consejo mientras caminaban detrás de mí,


sus labios ya estaban comenzando a derretirse, con un rápido asentimiento
hizo un gesto con el dedo y lo seguimos hasta el bar abandonado.

Los cuerpos humanos estaban dispersos por el piso.

Drenados de sangre.

El cantinero, mitad Demonio mitad humano, gruñó en nuestra


dirección mientras apilaba cuerpos al costado del escenario y encendía una
cerilla.

Al igual que la leña seca, se incendiaron, por desgracia, las familias


nunca sabrán qué sucedió a sus seres queridos.

Todo podría haberse evitado si no fuera un maldito humano. Habría


visto este futuro.

Lo habría prevenido.

Era mi propio miedo humano lo que me impedía enseñarle a


Stephanie. Ya había visto un futuro, y el horror al que la expondría era
malditamente parecido al fin de la vida.

—¿Le congelaste los labios cerrados? —Ethan susurró por la comisura


de su boca—. ¿Por qué nunca le has hecho eso a Alex?

—Porque Alex tiene una buena voz —dijo Alex—. Suave, sexy, lo
suficientemente ronca como para entusiasmar a las mujeres, pero no tan
profunda como para que suene como un leñador que necesita afeitarse.

—Silencio —ladré, dándole un codazo a Alex y golpeándome en el


proceso. Debo recordar lo débil que estaba antes de sufrir una hemorragia
interna.

Mason frunció el ceño cuando nos acercamos a una puerta trasera.

—No. —Negó con la cabeza—. ¡No!

—¿Mason? —Olfateé el aire pero incluso el poder del Ángel no pudo


ayudarme. Lo intenté de nuevo, todo lo que recogí fue el aroma de... azufre.
Azufre.

Y los gritos agudos de vidas perdidas, como si la persona del otro lado
de la puerta estuviera reproduciendo la escena de Pompeya.

—Ven. —Le hice un gesto al niño pequeño—. Te protegeremos.

—¿Serás mi papá?

—No —ladré bruscamente, Eva me dio un codazo en las costillas—.


Pero te encontraremos uno.

—Tienen miedo —ella murmuró mientras los niños se acurrucaban en


la esquina del bote—. Creen que les haremos daño.

Suspiré mientras el olor a azufre llenaba el aire y el humo se arrastraba


a través del océano hacia nosotros.

Al levantar mi mano, creé un escudo de agua mientras el barco nos


guiaba hacia la seguridad. Los niños pequeños se quedaron boquiabiertos
mientras las gotas se convertían en cristales de hielo que decoraban el interior
de la oscuridad con luz pura, invierno puro.

Riéndose, uno de ellos se puso de pie y comenzó a bailar en círculos


mientras los cristales de hielo se formaban bajo la cúpula, brillando en el aire,
centelleando y cayendo al suelo.

Pronto, más niños se pusieron de pie.

Y Eva... comenzó a cantar. Siempre había tenido la voz más bella y


clara, la mayoría de los Vampiros lo hacían, a diferencia de las Sirenas que
podían arrullarte a un estado de esclavitud, pero aun así hermosa, casi igual
de hermosa.

—Gracias —susurró Eva, su mano extendiéndose para tocar la mía


justo cuando Mason se volvió y gruñó en nuestra dirección.

—No deberíamos darles esperanza —ladró.

El Lobo tenía razón. Pero no pude obligarme a arrancar las sonrisas de


sus caras. Ni a soltar la mano cálida de Eva.

Aunque debería.

Debería haber hecho todas esas cosas.


Caí de rodillas cuando un zumbido de aire me dejó.

—¿Cassius? —Stephanie estaba a mi lado—. ¿Estás bien?

Marcus se volvió.

—¿Algún problema? Está más allá de esta puerta.

—La muerte está más allá de esa puerta —susurré, mi voz sacudió la
base de la barra. Estaba gastando energía rápidamente. Necesitaba más
sangre, la necesitaba de inmediato. Marcus ya parecía sospechoso, su mano
se detuvo sobre la gran puerta negra de metal, sus uñas se alargaron.

Ethan suavemente empujó a Alex y Mason hacia Marcus mientras nos


protegía a Stephanie y a mí con su cuerpo, mordiendo rápidamente la
muñeca de Stephanie y deslizando la sangre por mi boca.

Terminó en segundos.

Y como si alguien acabara de bombear mi cuerpo lleno de adrenalina,


tanto poder surgió a través de mí que casi me desmayé.

Porque fue suficiente para ver.

Fue suficiente para ver con ojos inmortales.

Algo, que nunca quise volver a ver.

—Dios mío. —Me estremecí al empujar más allá del grupo y casi
empalar a Marcus contra el picaporte en un esfuerzo por derribar la
puerta—. ¿Qué has hecho?

—Yo no. —Los labios de Marcus se levantaron en una sonrisa—.


Esto... es todo sobre ti, mi Rey.

—Bastardo arrogante. —Lo empujé a un lado y abrí la puerta...

—¿John? —susurré.

Los ojos de John se agrandaron y luego se estrecharon mientras


susurraba en voz baja:

—Tú.
—John. —Negué con la cabeza, incapaz de procesar cómo estaba
parado frente a mí. ¿Le habían dado la inmortalidad? ¿Esto era obra de
Sariel? ¿Cómo estaba vivo? Debería haber muerto en Grecia.

—¡La mataste! —gritó John—. Y morirás por eso. Todos ustedes


morirán.

Stephanie se paró frente a mí justo cuando John atacaba, con un


movimiento de su muñeca lo golpeó contra la pared y luego se cubrió la boca
como si estuviera sorprendida de que pudiera hacerlo en primer lugar.

John quedó inconsciente.

—Alguien le dio inmortalidad... —Marcus se cruzó de brazos como si


no tuviera ninguna preocupación en el mundo por el demonio enojado—. Y
alguien... lo está ayudando a crear más Demonios... casi como si...

La sonrisa de Marcus fue lenta, mientras sus dientes sobresalían en


largos colmillos amarillos.

—...como si la historia se repitiera, ¿eh, Cassius?

Mason aulló.

Porque había sido Mason quien había revisado a los niños cuando fue
demasiado doloroso para mí.

Y había sido Mason, quien les había perdido el rastro.

Un Lobo perdió la pista de su aroma.

Un año después de que los salváramos.

Un año después de su muerte.

Fue como si ya no existieran.

—Lo llevaremos de vuelta —dije.

—¿Haremos qué? —repitió Ethan—. ¿Estás bromeando, verdad? ¡No


existe la más mínima posibilidad de que ponga a un Demonio en mi
habitación de invitados!

—No seas tonto… —Alex movió su mano—, o pondremos en la


mazmorra. Han sido años desde que hemos tenido un juguete en cadenas.
¡Piensa en las publicaciones de Instagram que podríamos tener!
Mason se acercó a John y se inclinó sobre su cuerpo.

—Es él, es su olor. ¿Sabemos quién le hizo esto?

Marcus suspiró.

—Tu conjetura es tan buena como la mía, pero sabe cómo crear. Y ha
estado creando durante las últimas tres semanas. Hemos matado a los que
fueron... creados mal.

—¿Y cuando dices creados... mal? —preguntó Stephanie.

Marcus tragó saliva.

—La inmortalidad no siempre agarra.

Stephanie compartió una mirada conmigo, pero negué con la cabeza,


era para otro momento. Después de todo, no era un cuento de hadas, las
deformidades que atacaban a un cuerpo humano cuando rechazaba la
inmortalidad.

—Gracias. —Ofrecerle gracias al Demonio era exactamente lo


contrario de lo que quería hacer, pero nos ayudó—. ¿Qué es lo que esperas
obtener al ayudar al consejo?

Marcus se lamió los labios.

—Hay una chica humana. Fue creada, es... Siento pena por ella. No
deseo destruirla, ni deseo su muerte. Si pudieras... —Los ojos de Marcus
estaban suplicando. Oh demonios, sabía lo que iba a preguntar.

—Salgan todos menos Stephanie —susurré.

—Como el infierno, Cassius —gruñó Ethan.

—¿No soy tu rey? ¿No he hablado? —El aire se arremolinaba a nuestro


alrededor en un tono de carámbanos blancos y calientes.

Siseando, Ethan dio un paso atrás. Podía patear mi trasero y dejarme


por muerto, pero frente a Marcus tenía que fingir que yo tenía todo el poder.

—Trata de no morir, Rey.

Alex se rió entre dientes mientras Mason lanzaba una mirada


preocupada en mi dirección. ¡Un grupo de mujeres! ¡Estaba bien!
No quería utilizar a Stephanie de esa manera, sería agotador tratar de
proteger mis pensamientos mientras me invadía.

Con ambas manos aplaudí una vez y abrí las palmas juntas mientras
la humedad se acumulaba entre mis dedos. Cerré los ojos, me concentré en
chupar la humedad y luego la forcé alrededor de la cabeza de Marcus,
primero cegándolo, y luego haciendo que estuviera en una burbuja esencial
para que no pudiera oír, ver, saborear, sentir, oler, simplemente dejó de
existir.

Por diez minutos.

Tomó cada onza de poder que tenía.

Apoyándome en Stephanie, apenas podía levantar la cabeza mientras


le susurraba al oído.

—Quiere recuperar su alma.

Stephanie se aferró a mi cuerpo.

—Cassius, no hacemos eso. ¡No somos la maldita Parca!

—¿Quién? —repetí—. ¿Es la Parca un tipo de Ángel?

—No importa. —Puso los ojos en blanco—. ¿Y por qué hiciste eso?
¡Usaste toda la sangre de Ángel que tenías!

—Tuve que hacerlo —jadeé—. Necesitas hacerle creer que le


devolvimos su alma... y debes ponerle una marca de protección.

—¿Un qué y una qué? —dijo Stephanie, con los dientes apretados—.
¡Cassius, apenas puedo enojarme sin matar cosas! ¿Quieres que me
concentre lo suficiente para marcarlo y hacerle creer que sucedió algo que
en realidad no sucedió?

—Para ser justos... —Maldita sea, olía bien, mis manos se dirigieron
naturalmente a su cabello largo y oscuro, enredándose en él, tirando—. Yo
lo haré, pero nos uniremos en cuerpo y alma, por lo tanto, estarás mirando.

—Entonces... —Su respiración se aceleró—. ¿Me estarás poseyendo?

—No. —Me reí entre dientes—. Me estarás poseyendo, más como


uniéndome.
—¿Cómo...? Um... —Negó con la cabeza—. ¡Deja de distraerme! —
Dando un paso atrás, así que me tropecé hacia ella, me preguntó—: ¿Cómo
nos unimos?

—Necesito tu mano, tenemos que estar tocándonos. Nos quedan


alrededor de seis minutos. Mejor hazlo rápido. —Estaba disfrutando de su
vacilación más de lo que pensé que haría—. Abre tu palma.

Stephanie se mordió el labio inferior y se acercó a mí. Su mano


derecha tembló violentamente mientras la sostenía, con la palma hacia
arriba.

—¿Ahora qué?

Presioné mi palma plana contra la de ella, mis dedos se aferraron a


su muñeca cuando la atraje contra mí, nuestras bocas se fusionaron en un
beso frenético mientras la luz explotaba entre nosotros.

Ya podía sentir su asombro ante la luz brillante, el poder embriagador


que nos rodeaba. Pero su maravilla sería efímera porque donde existía la
luz, la oscuridad siempre la seguía. Fue la apuesta que hicimos, por qué nos
llamaban Oscuros. No podríamos usar una mitad de nosotros sin dejarnos
expuestos a la otra.

La luz fue tragada por un remolino de negro helado mientras se


envolvía en nuestros dos brazos uniéndolos.

Stephanie se quedó sin aliento cuando nuestras mentes se unieron.

Era peligroso.

Como ser humano, era Pandora sin una caja. Con todo lo que tenía,
enfoqué nuestra atención en Marcus. Lejos de mí, lejos de mis
pensamientos, mis deseos, lejos de ella.

Mira. Susurré en su cabeza.

Sus ojos se agrandaron.

Marcus. Has sido restaurado. Articulé las palabras.

El cuerpo de Marcus se relajó cuando levanté mi mano libre, la que


no estaba unida. Con la palma abierta lo negro del cuerpo de Marcus giró
lentamente lejos de él como si estuviera hilando lana, envolvió mi mano
libre, dejándolo bañado en luz. Convulsionó mientras su cuerpo luchaba por
tomar forma demoníaca.

La luz y la oscuridad siempre lucharían por el dominio.

Pero la luz. La luz era mejor para ganar.

Finalmente, un grito se liberó de sus labios cuando el agua se evaporó


a su alrededor, sus ojos azules se abrieron.

—¿Es libre? —La voz de Stephanie sonó en mi cabeza.

—Se le ha dado una segunda oportunidad para recuperar su alma, ya


que a Marcus se la arrebató otro Demonio codicioso... parece que le han dado
un juicio. Si se demuestra fiel, será restaurado. Siempre hay segundas
oportunidades.

—¿Pero y si él es un humano horrible? ¿Y si…?

—Esa no es nuestra decisión para tomar. Como Oscuros, no juzgamos.


Simplemente creamos la oportunidad de emitir un juicio. Sariel lo vigilará.
Ahora está fuera de nuestras manos.

Marcus se desplomó al suelo.

John todavía estaba inconsciente.

—No puedo soportar tu poder por más tiempo.

Stephanie asintió.

—Voy a colapsar por el agotamiento después de esto. Haz que Ethan y


Mason me lleven al auto. Nuestro enlace sigue siendo muy activo. Espera a
que el calor desaparezca.

—¿Calor? —repitió Stephanie y luego rió—. Tienes razón. Me siento...


¡muy cálida! ¿Por qué me siento caliente?

—Unidos. Oscuros unidos crean una tormenta de fuego de oscuridad.

—¿Por qué no hacemos esto todo el tiempo?

—Porque dos Oscuros no pueden coexistir en este estado por mucho


tiempo sin que uno mate al otro. Y porque una vez que usamos la luz… nuestra
oscuridad también se une- podría fácilmente sobrepasarnos a los dos si nos
mantenemos de esta manera.
Retrocedió.

—Pensé que te sentirías de esa manera. Gracias por permitirme usar


tus poderes.

Retiré mi mano y sucumbí a la oscuridad que sabía que mi cuerpo


humano no podría procesar ni manejar.

Y cuando cerré los ojos, todo lo que vi fue negro.


Stephanie
Traducido por Vale

Cassius había estado inconsciente por dos horas. Ethan y Mason


apenas fueron amables con su cuerpo humano mientras lo llevaban
escaleras arriba, golpeando su cabeza contra la pared al menos dos veces
antes de finalmente lograr meterlo en mi cama.

Se veía tan extraño allí.

Tan hermoso.

Oscuridad y luz mezcladas en uno. Remolinos de azul se extendieron


por su muñeca y empujaron contra sus dedos como pequeños carámbanos
adheridos a mi colcha. La sangre de Ángel lo estaba dejando.

Como que odiaba eso.

Como Oscuro, sabía qué esperar de él, completa indiferencia o en


raras ocasiones lástima, donde me dejaba pasar un tiempo en sus brazos
por un breve segundo, solo para alejarme horas después avergonzado.

Me tragué mi orgullo y me moví para quedarme de pie junto a la cama.


Él había dicho que no lo tocara... pero la tentación era demasiado fuerte.

Ethan, Mason y Alex estaban demasiado ocupados volviéndose


medievales en el culo de John, metiéndolo en una mazmorra que ni siquiera
sabía que existía hasta que Alex saltó hacia la despensa de la cocina, apretó
un botón y aplaudió alegremente mientras cantaba:

—Mazmorra, Mazmorra, Mazmorra.

Claramente, mi hermano necesitaba un pasatiempo si este era el


punto culminante de su semana, lo que repetía una y otra vez mientras
cargaba el cuerpo escaleras abajo, y luego otra vez mientras sujetaba las
cadenas de metal.

Casi vomité cuando vi una rata.

Actuando por miedo, la congelé y casi lloro cuando Mason gruñó:

—Solíamos comer esas en los viejos tiempos.

—Me sorprende que incluso recuerdes comer carne —señaló Alex—.


¿Las piñas no te dan problemas estomacales? ¿Cómo puede uno siquiera
procesar eso?

—Magia —ladró Mason—. Soy mágico.

—Una chica me dijo eso una vez en la cama... —Alex sonrió a lo lejos
como si evocara el recuerdo—. Sacudí su mundo dos veces por el cumplido
y luego tuve que borrar su memoria para que no se suicide después de
descubrir que ningún hombre jamás se compararía.

—Por mucho que me guste oírlos pelear como mujeres —dijo Ethan,
su cabello oscuro cayendo alrededor de su barbilla—. Realmente me
encantaría volver con mi esposa. Mason, asegura la última cadena, y Alex
encuentra un espejo.

Alex le mostró el dedo. Mientras yo miraba con horror. ¿Es eso


realmente a lo que nuestras vidas han llegado? ¿Encadenar a alguien a la
pared?

—Eres joven. —Ethan estaba a mi lado al instante, su agarre en mi


muñeca era doloroso, pero creo que era su intención, para llamar mi
atención—. No sabes cómo solíamos hacer las cosas porque nunca tuviste
que ver lo feo... hemos vivido tantas guerras, tanta muerte, plagas y
destrucción. Créeme cuando digo, esto es Disneylandia.

Alex gimió.

—Daría al menos seis favores sexuales por una pierna de pavo en este
momento. Después de todas esas películas de Disney que Genesis nos hizo
ver, lo busqué en línea. —Sus ojos azules se agrandaron—. Toneladas de
piernas de pavo.
—Solo una suposición. —Mason empujó a Alex y ajustó las envolturas
de metal alrededor de las piernas de John—. Pero el sexo por las piernas de
pavo probablemente esté mal visto por el Rey Disney.

—¡Rey León! —gruñó Ethan—. Disney no es un rey. Es un hombre.

—Genesis lo dice —argumentó Mason como si fuera una verdad


absoluta. Esa era el tipo de relación que tenían, y francamente me estaba
dando un dolor de cabeza vertiginoso por todas sus discusiones, sin
mencionar que seguía escuchando gritos.

Eran débiles.

Pero estaba allí.

Tragando saliva, había vuelto arriba para tomar una siesta.

Solo para encontrar un hombre gigante en mi cama.

Un hombre perfecto

La combinación perfecta de bueno y malo.

Sus labios se crisparon cuando pateó sus piernas y luego se detuvo


de nuevo.

Solo un toque. Me prometí a mí misma antes de que mis dedos rozaran


su mandíbula fuerte.

—¡Eva! —La voz de Cassius estaba llena de emoción mientras tenía


nada más que polvo en sus manos. Como diamantes, el polvo brillante se
extendía en un círculo perfecto alrededor de su cuerpo, su cabeza estaba
colgada, sus hombros tensos.

Sariel estaba parado detrás de él, luciendo tan amenazante como


siempre. Luego desapareció, dejando a Cassius solo.

Nunca había visto llorar a un Oscuro, no sabía que fueran capaces de


hacerlo. Desde mi cambio, había tenido problemas incluso para conjurar ojos
llorosos. Aunque sentí tristeza, no pude expresarla.

Cassius, estaba envuelto en un tipo de toga roja, una espada estaba


colocada a su lado, lentamente sacó la espada de su carcasa plateada y la
sostuvo frente a él.

—No. —Ethan apareció frente a Cassius—. Baja la espada, hermano.


—Ella se ha ido —susurró Cassius—. No me queda nada.

—Tienes a Alex —bromeó Ethan—. Es como un niño de dos años.


Necesita orientación, ya sabes lo nuevo que es.

Cassius continuó mirando la larga espada.

—Quiero olvidar el dolor.

—Quedarás oscuro si lo haces, Cassius. Lo sabes. Olvidarse de las


emociones no es humano.

—¡No soy humano! —escupió Cassius—. ¡Soy un Ángel! —Se puso de


pie en toda su altura, su cuerpo reluciente con blancos y púrpuras iridiscentes
mientras llamaba a su sangre de Ángel, empujando a la humanidad tan lejos
que mis ojos dolían al mirarlo. La nieve cayó en el lugar sobre su cabeza—.
¡Tengo que ser adorado!

—Hermano… —La voz de Ethan todavía estaba en calma—. Eres un


caído.

Como un recordatorio de lo que nunca sería, aparecieron alas en los


costados de Cassius, pero eran completamente negras.

Goteando sangre.

A medida que la tormenta aumentaba, lo que una vez brilló se volvió


tan oscuro que tropecé hacia atrás.

Sus ojos se volvieron negros, sus dientes alargados en colmillos, y su


cuerpo creció otro pie.

—El mal y el bien siempre tuvieron un problema coexistiendo —dijo


Ethan en tono aburrido—. Vuelve, hermano... matarte no es la respuesta,
porque perderás tu alma y te convertirás en tu mayor pesadilla, lo que
significa que uno de nosotros eventualmente tendrá que matarte, y he cazado
suficientes amigos, no me hagas cazar a mi familia.

Cassius cayó de rodillas mientras los diamantes de polvo estallaron en


el aire. Levantó su mano y atrapó algunas partículas y las presionó contra su
corazón.

—Así que nunca olvido el dolor de recordar.


—Dolor... —respondió Ethan justo cuando apareció Mason, con la
espada levantada—, no está reservado para los meros humanos, sino para
todo en la creación. No sería justo que nunca lo experimentemos.

—No quiero sentir. —Cassius se levantó, envainando su espada y


enfrentando a ambos hombres—. Lo rechazo.

Mason parecía inseguro de qué decir, pero Ethan asintió.

—Un día, te arrepentirás de esa elección. Y espero que aún esté vivo
para verlo.

La visión se hizo añicos frente a mí en un millón de fragmentos de vidrio.


Me quedé sin aliento cuando fui transportada al año pasado.

Genesis acababa de ser llevada a una de las fiestas inmortales.

Yo colgaba de Cassius como una puta.

Avergonzada, desvié la mirada.

Pasaron los minutos, tal vez una hora.

Y estaba al otro lado de la sala, hablando con algunos amigos. Cassius


miraba, con la boca entreabierta y luego flexionándose como si estuviera
asombrado e irritado.

—Sucedió más rápido de lo que hubieras querido, estoy seguro, aunque


haya sido ¿qué? ¿Algunos miles de años?

—Vete al infierno —murmuró Cassius.

—Sin embargo, interesante elección. —Mason cruzó sus brazos fornidos


y se rió entre dientes—. Me pregunto qué pensaría el consejo.

—El consejo necesita ocuparse de sus propios asuntos.

—Ella es hermosa.

—¡Es mía! —rugió Cassius golpeando a Mason contra la pared más


cercana.

Mason lo rechazó, sonriendo como si acabara de ganar la lotería.

—¿Lo es? No he visto tu marca.

Cassius retrocedió.
—Solo marcaría a mi amor verdadero e incluso entonces, no podemos
serlo.

—¿Pero si pudieras? —preguntó Mason.

Cassius no respondió. Simplemente me miró, y cuando mis amigos


desaparecieron, tendió su mano y susurró:

—¿Me concedes este baile?

Me estremecí al recordar la forma en que me había tocado esa noche,


tan diferente a las otras noches, como si me quisiera como mujer.

Como si me viera como su igual.

Bailamos durante horas, y cuando llegó el momento de irnos, me tiró


contra él y susurró contra mi boca:

—Ven conmigo.

—¿Eso está permitido? —bromeé.

—Yo hago las reglas. —Tiró de mi cuerpo contra el suyo, era tan
grande... en todas partes, que era abrumador para todos mis sentidos. Incluso
entonces había sido impotente, tan impotente.

—Bien. —Se rió maliciosamente—. Puedes intentar pelear conmigo...


pero te rendirás... al final, siempre lo hacen.

La idea de que hubiera estado con otras me molestó. Lo empujé y


escupí:

—¿No tienes una humana que perseguir?

—¿Por qué perseguir a una humana? ¿Cuándo te he probado?

—¿Por qué probarme cuando puedes tenerla a ella? —le respondí.

Su boca se cerró de golpe.

Un dolor fresco se apoderó de mí cuando la visión se hizo añicos de


nuevo.

Y estaba de vuelta en mi habitación.

Y Cassius… estaba despierto.


—¿Qué te dije? —Trató de levantarse, pero todavía estaba demasiado
débil. Después de tres intentos, se recostó y maldijo—. No puedes
simplemente invadir mis pensamientos mientras duermo. No es justo. —
¿Invadí su sueño?—. Y antes de que vuelvas a intentarlo, recuerda que solo
puedes hacerlo una vez dentro de un ciclo REM, y estoy muy despierto
gracias a tus reflexiones eróticas.

—¿Reflexiones eróticas? —repetí, cruzando los brazos—. ¡Yo no fui la


que se puso toda Vikinga o cavernícola!

Cassius frunció el ceño.

—No soy ninguna de esas cosas y no me gusta que me llamen


Neandertal.

—¡Es una forma de hablar! Ya sabes, hombres de las cavernas, que


tiraban a las mujeres por el cabello y tenían sexo con ellas.

La cara de Cassius se puso pálida, y parecía absolutamente


consternado.

—¡Te hago saber que mi humano favorito era un hombre que vivía en
una cueva!

—¡Por supuesto! ¡Porque eres más viejo que la suciedad!

—¡Otra falsedad! —respondió Cassius—. ¡La suciedad ha existido por


al menos un milenio más que yo!

Gruñí.

—Me estás dando dolor de cabeza.

—Es la sangre de Ángel, no yo. —Olfateó el aire—. Maldita sea, ya no


puedo oler, al menos no cómo podía antes. Eres demasiado nueva para
caminar entre sueños. Sugeriría que no lo hiciera, pero eres como un niño
con un juguete nuevo.

—No lo soy.

—¡Sí lo eres! —discutió.

Estallé en carcajadas.

—¿Ahora quién está actuando inmaduro?


Me fulminó con la mirada.

—Todavía tú.

Suspirando, me senté en la cama.

—Lo siento por... —Agité mi mano sobre él—. Eso.

Bajó la mirada.

—Oh, una reacción química simple a tu beso.

—¿Eh? —Miré hacia donde estaba mirando y luego casi estalló en


llamas—. Um...

Él todavía estaba mirando.

—¿Aunque es bastante grande? ¿Es eso normal para un ser humano?

Todavía sonrojada, miré hacia otro lado.

—¿Cómo puedo saberlo?

—Eres una mujer.

—¿Y?

—Y has estado con hombres humanos.

Mis cejas casi se encontraron con el cielo.

—¿Discúlpame?

—Sirena. —Cassius parecía confundido—. Fue tu glamour. Por lo


tanto, practicaste la seducción, principalmente en humanos, ¿no?

—¡No! ¡Definitivamente no! —grité—. ¡Nunca... me acosté con ellos!

—Tonta, ¿quién duerme? Fornican.

—Por favor, no digas fornicar. En mi cama.

—¿Prefieres que me pare y lo diga?

—¿Por qué? ¿Eres tan viejo que los modales simples durante una
conversación se te escapan?
—Lo siento... Fornican en la cama... por favor. —Parecía aún más
confundido.

La risa de Alex desde el pasillo no ayudó.

—¡Las Sirenas aman los modales en la cama!

—¡Cállate! —grité golpeando la puerta en su cara y mirando a


Cassius—. Mira, tal vez deberíamos hablar sobre lo que vi, y luego puedes
comenzar mi entrenamiento.

Cassius apretó su mandíbula.

—Viste un recuerdo, nada más.

—Pero…

—Y estás entrenando... —Se levantó de la cama y se paró con los pies


temblorosos—, tan pronto como Mason cocine la carne.

Puse los ojos en blanco.

—Bien, ¿te damos de comer otra vez y luego es tiempo de la lección?

—Sí. —Cassius se inclinó hacia mí y me susurró—: ¿Por qué hueles


tan bien? —Sus ojos se dilataron cuando extendió la mano para tocar mi
piel.

—Soy una Oscura. Creo que eso es parte de la atracción, ¿verdad?

—Verdad. —Tropezó con sus palabras—. Sí, eso es todo, por supuesto.
Deberíamos… comer.
Traducido por Mais

—Tranquilízate tigre. —Alex se rió a mi costa, pero yo estaba


demasiado hambriento para preocuparme. ¿Por qué siempre estaba tan
hambriento? ¿Era como si mi estómago estuviera en constante enojo por su
vacío?

Mastiqué, luego tragué.

—No soy un tigre.

—Sar…

—…casmo —terminé por él—. No soy idiota, pero darme apodos no es


lo mío. Me tranquilizaré cuando esto… —Palmeé mi estómago—, esté lleno.

—Tuviste tres carnes. —Mason sirvió más frijoles verdes en mi plato—


. Vas a dejarnos pobres por la forma en que estás gastando toda la comida.

—Imposible. Los inmortales tienen infinidad de cantidad de recursos


y dinero.

Alex intentó coger uno de mis frijoles verdes.

—No por la forma en que estás comiendo.

Lo golpeé con mi tenedor y gruñí:

—Consigue tu propia comida.

—No necesito comida. Solo encuentro gran satisfacción en tratar de


robarte la tuya. ¿Qué vas a hacer sobre ello? —Su sonrisa se profundizó.
Maldición, quería pegarle—. ¿Pelear conmigo?
—Molesta al oso y cuando se despierte de su hibernación puede que
solo te remueva tus intestinos con un tenedor. —Levanté mi tenedor en el
aire e imité su sonrisa—. Y me complace que la única vez que podrías
vencerme en una pelea sería cuando esté así de débil. Las Sirenas no son
conocidas por su músculo.

—No. —Los labios de Alex se retorcieron—. Pero somos conocidos por


nuestras proezas en la cama. Trata de no estar celoso, Oscuro.

Resoplé.

—Lo último que haría sería sentir celos de las pobres humanas que
caen en tu cama mientras tú les prometes eternidad solo para fantasear con
tu propio narcicismo.

—Mi toque salva vidas. —Alex rio entre dientes—. O eso me han dicho.

Mason apareció entre nosotros y gruñó, mientras lentamente,


metódicamente, deslizaba su carne en pequeños pedazos.

Pedazos que eran para un ratón.

Mason siempre había sido más sensible que otros, así que mantuve
mi boca cerrada… o lo intenté, eso es, hasta que empezó a levantar su
tenedor hacia sus labios.

Los ojos de Alex se ampliaron tanto que pensé que iba a explotar en
su sitio.

Ambos observamos. Esperamos.

Pero en el minuto en que la carne fue llevada a los labios de Mason,


frunció el ceño y dejó el tenedor.

Alex soltó un suspiro de derrota y apartó la mirada.

—Mason. —Lamí mis labios y empujé lejos mi plato así podía


inclinarme a través de la mesa grande de madera—. La honras al intentarlo.

Mason una vez había estado emparejado. Pero la maldición de los


humanos había llevado la vida de su compañera durante la noche. Él había
despertado con su frialdad en sus brazos.

Yo lo había visto venir.


Pero nunca tenía el permiso de alterar esa clase de futuros, los que
lidian con la vida o la muerte. Eso estaba por encima de incluso los
Arcángeles.

No teníamos permitido jugar al Creador. No era nuestro lugar, nunca


lo sería. Era por eso que, hace unas semanas atrás, haber salvado a Genesis
había ido en contra de todo lo que me habían enseñado.

Por suerte, Sariel había acordado con nuestra decisión así como el
Creador, o todos seríamos… nada más que polvo.

—El olor de la carne me recuerda a ella —finalmente dijo Mason, su


voz ronca—. Ella amaba la carne.

—La mayoría de los Lobos aman la carne —dijo Alex mientras


lentamente llevaba un vaso de vino a sus labios.

Sacudí mi cabeza hacia él. Él era tan brusco a veces que realmente
tenía la suerte de tener la habilidad de seducir a las mujeres por su físico.
Sin duda como el infierno que no era su cálida personalidad.

Alex miró fijamente.

—Como sí tú tuvieras algo que decir al respecto.

Me había olvidado que él podía escuchar los pensamientos de los


demás, aunque usualmente solo cuando estaba muy cerca y típicamente
solo con la variedad femenina.

—Tranquilo. —Alex puso sus ojos en blanco—. Eres un hombre. Lo


prometo.

—Eh, gracias. —Hice mi silla hacia atrás y me puse de pie—. Es


momento de entrenar a Stephanie. —Bostezando, cubrí mi rostro con mis
manos y estaba medio tentado a robar un poco de café, así tenía suficiente
energía para permanecer despierto.

—Sabes que siempre podrías levantarte con un poco de sangre de


vampiro. —Alex se encogió de hombros—. Solo digo…

—No. —Me estremecí—. Nunca más.

—No era tan mal… —Ethan entró a la habitación y cogió dos botellas
de agua del refri, mientras recuerdos de beber de Eva corrían a través de mi
cerebro.
Los ojos de Alex se entrecerraron en los míos.

—Sí, no creo que te estuviera hablando de ti.

La habitación quedó en silencio.

Solté un suspiro de irritación.

—¿Tienes que husmear entre mis pensamientos, Sirena?

—¿Debes de pensar tan alto? —disparó de vuelta.

—Solo fue una docena de veces o algo así —dije a la defensiva y


luego—: porque estábamos en batalla.

Una visión de Eva y yo entrelazados en un abrazo caluroso destelló al


frente de mi mente. Nada había sucedido, pero estuvimos en una cueva
durante dos días. Ella compartió su sangre y yo la mía, sin más opción que
fortalecer al otro antes de enfrentar la lucha de nuevo.

—Así que si tuviera una mordida de un Oscuro… —Los labios de Alex


se retorcieron en una línea delgada mientras los frotaba—. Básicamente
sería un ninja.

—Eva sabía cómo pelear sin mi sangre. Solo resaltaba sus habilidades
regulares. Eres demasiado sedentario. Me imagino que sangre de un Oscuro
solo te llevaría a un estado de coma.

Ethan sonrió con suficiencia.

—¿Así que él sería el mismo entonces?

Alex entrecerró sus ojos en una pequeña abertura mientras miraba en


mi dirección, su rostro impasivo; el bastardo estaba escogiendo mis ideas.
La auto-preservación me decía que retrocediera y fuera arriba, pero mis pies
se sentían perezosos, mi cuerpo exhausto y adolorido como si hubiera
tomado todo un ejército por sí solo.

—Duerme —dijo Alex amablemente—. Eres humano ahora, necesitas


dormir de verdad.

—¡Acabo de despertar!

—Bien, entonces recordarás cómo volver a dormir—dijo Stephanie,


entrando a la habitación—. No has pasado tiempo durmiendo, la mayoría
de tu tiempo tratando de hacer todo lo que solías hacer sin tener poder.
Duerme y luego podemos entrenar.

Un grito se escuchó desde abajo.

John.

—No. —Sacudí mi cabeza vigorosamente—. Absolutamente no.

—Sí. —Stephanie extendió su mano—. Por mí.

Su voz era tan tentadora, antes de saberlo, ya estaba agarrando su


mano y siguiéndola arriba mientras Alex repetía como loro “Por mí”, con voz
aguda.

Escogí ignorarlo.

Porque ella estaría triste si intentaba matarlo y yo fuera el que


terminara muerto. Al menos esperaba que lo estuviera.

Si alguna vez tenía mis poderes de vuelta, si el futuro cambiaba y


Stephanie no me matara, iba a tener una charla seria con esa Sirena.

Él imitó su voz de nuevo y explotó en risas.

Una maldita charla muy seria.

La idea me alegró todo el camino doloroso por las escaleras.


Stephanie
Traducido por Vale

Nada sobre Cassius era frágil. Su cuerpo físico estaba en óptimas


condiciones, ¿pero sus ojos? ¿Manierismos? ¿La forma en que se movía? Era
como si estuviera muriendo ante mis propios ojos, lo que parecía tonto, pero
ahí estaba, su sangre, sin bombear tan rápido a través de su sistema.

Si cerraba mis ojos cuando presionaba la yema de un dedo en sus


brazos, era como si pudiera sentir las células muriendo, su cuerpo
envejeciendo, pero no tenía ninguna prueba de ello, solo esta habilidad
natural loca de poder leer su química corporal. Como si su cuerpo físico ya
estuviera de luto por la pérdida de años que nunca vería.

Una vez que llegamos a la habitación en la que Cassius se estaba


quedando, frunció el ceño, y luego retrocedió por el pasillo y entró en mi
habitación.

—Claro, déjate entrar —murmuré mientras el cuerpo exhausto de


Cassius se abría paso hacia la cama.

—Este cuerpo me agota. —Su boca formó una maldición contra la


gran almohada blanca mientras sus manos apretaban la manta a su
alrededor—. Estoy constantemente en guerra conmigo mismo, caliente, frío,
hambriento, lleno, enojado, feliz, triste. —Bostezó.

Me senté a su lado, extendiendo mi mano para consolarlo, poniendo


mi mano sobre su espalda.

—Eres inútil esta noche, comenzaremos a entrenar a primera hora de


la mañana.

Gimió.
—Podemos entrenar... solo... —Otro bostezo—. Algunas horas, en
nuestros sueños.

—¿Quieres entrenarme en tu... mente? —La idea era extremadamente


inquietante. Había estado en su cabeza; era un lugar oscuro, un
recordatorio oscuro y solitario de mi futuro.

—Me iré a dormir. —Se puso de espaldas—. Lo hiciste por accidente


la primera vez. Hay dos maneras de entrar en los sueños de alguien, una
tiene que ser enseñada, la otra es bastante simple.

—Estoy escuchando. —¿Estaba lista para esto? ¿Para más de la


oscuridad? Mi cuerpo se estremeció incontrolablemente con las
posibilidades.

—La fuerza de cada mente humana yace... dentro de su corazón. —


Cassius agarró mi mano y la presionó en el pulso de su muñeca—. Sigue el
pulso.

Fruncí el ceño.

—Lo siento, no entiendo, ¿qué quieres decir con seguir el pulso?

—Síguelo. —Bostezó de nuevo, y sus palabras se volvieron


murmullos—. Te veré en mis sueños, Stephanie.

Algo sobre la forma en que acercó mis dedos a su boca mientras una
sonrisa se extendía por su rostro. La forma en que tiernamente sostuvo mi
mano.

No fue solo confuso. Fue hiriente, porque sabía, que cuando le


devolvieran sus poderes, la oscuridad que veía en sus ojos, en sus sueños,
lo consumiría una vez más y me bloquearía lejos de su vida.

No tenía lugar para el amor.

Esperé unos minutos mientras su respiración se volvía pesada y luego


otros cinco minutos después de eso solo para estar segura.

—Aquí no pasa nada. —Apreté las yemas de los dedos contra su pulso
y cerré los ojos. ¿Cómo diablos se supone que debo seguir el pulso?

Y justo cuando lo pensaba, el pulso comenzó a llamarme, como si un


solo hilo fuera colocado desde mi conciencia hacia su subconsciente.
Thump, thump, thump. El hilo me tiraba con cada latido del corazón
hasta que la negrura estalló en un hermoso cielo nocturno.

Una fogata estaba dispuesta con abrigos de pieles extendidos en el


tronco más cercano al fuego crepitante. Una pequeña cabaña estaba en la
distancia, humo saliendo de la chimenea.

—Lo lograste —susurró Cassius detrás de mí, mientras un abrigo de


piel se extendía a través de mis hombros.

Girando, jadeé cuando noté sus ojos. Eran blancos, poderosos, se veía
como solía hacerlo.

—¿Cómo hiciste…?

—Mi sueño —respondió rápidamente—. En mi sueño me imagino a mí


mismo como lo que quiero ser, en mi sueño todavía soy yo... y para poder
entrenarte, pensé que esto podría ayudarte a llegar más rápido.

Asintiendo, lo seguí hasta el fuego y extendí mis manos.

—No está caliente.

—Nada en nuestros sueños nunca será cálido. —Se encogió de


hombros—. La temperatura de tu cuerpo baja mientras hablamos, la mía
hacía niveles peligrosos considerando tu presencia tanto en mi sueño como
en la habitación.

Me puse de pie bruscamente.

—¡Podrías morir!

—Entonces me controlaría si fuera tú. —Inclinó la cabeza, sus ojos


brillando con diversión—. O si prefieres matarme ahora, me imagino que
todo lo que tendrías que hacer sería pensar seriamente en congelar mi culo
humano.

Sonreí.

—¿Culo humano?

—Los humanos tienen culos. Culos que se congelan. Piel que se cae.
Dientes que se caen. Deseos que nunca se hacen realidad. Deseos sobre los
que nunca se actúa. —Sus ojos se movieron hacia la parte posterior de su
cabeza mientras continuaba hablando, esta vez con su voz baja—. Los
Oscuros son bastante similares. Más poderoso, sí. Pero no podemos salvar
la creación con la que estamos alineados. ¿Qué tan horrible crees que es ver
una parte de ti morir todos los días sabiendo que no puedes hacer nada
para detenerlo?

Sus ojos blancos brillaron azules.

Creo que esperaba que respondiera, pero no sabía qué decir.

—Lo has visto. —Cassius me niveló con una fría mirada mientras su
cabello negro se deslizaba alrededor de su rostro—. Te he visto mirándome
la piel, frunciendo el ceño mientras mis células te piden ayuda. Lo estabas
haciendo antes de que me durmiera, lo harás por una eternidad.

—Tus células... ¿me llamaban? —Tragué saliva.

—Todas las células humanas llaman a los Oscuros. Ven a los Oscuros
como una forma de arreglar lo que ha sido roto, es en esencia por qué un
Oscuro toma a los humanos tan fácilmente como esclavos, también es por
eso que una vez que un Oscuro deja a un humano este muere. El deseo es
demasiado grande, el poder se pierde de repente, las células se incineran.

Casi me atraganto.

—Y sin embargo, aquí estás.

—Aquí. Estoy. —Su brusco uso de la frase me hizo creer que era el
último lugar en el que quería estar. Con un gesto amplio, agitó sus manos
sobre la llama. Esta subió más y más—. Un Oscuro es como este fuego...

La llama se fragmentó y azotó furiosamente en la oscuridad.

—Los humanos son la madera que mantiene el fuego encendido, ¿pero


los Oscuros? Somos el mismo aire que rodea el fuego, podemos causar que
el fuego caliente, ayudando a los que tienen frío o usar el fuego para mal,
permitiendo que el aire incendie todo el bosque con llamas. Como Oscuro
siempre debes controlar la llama. Siempre.

—¿Y si no podemos? —Tragué, con la garganta seca.

La cabeza de Cassius se movió en mi dirección, sus ojos tristes.

—Entonces destruyes todo lo que amas.

—Pensé que no amábamos nada.


—Es más inteligente no sentir.

Estreché mis ojos y lo fulminé con la mirada, había ignorado por


completo la pregunta.

Un pesado suspiro se deslizó por sus labios.

—Es mejor no preocuparse. Entonces, el dolor no llega hasta el hueso.


—Se encogió de hombros—. Cortes superficiales.

—Se infectan más fácilmente —señalé—. A veces engañando en


apariencia... parecen ser fáciles de arreglar, pero los arañazos traen más
bacterias, causando una degradación lenta de la piel, de los órganos en el
cuerpo, y te matan incluso antes de que supieras que estás enfermo.

—En casos raros. —Cassius bajó la llama con su mano—. Estás en lo


correcto.

—Así que, controla el fuego. —Me puse de pie, cepillando la piel sobre
el suelo nevado—. Estoy sintiendo un tema aquí, necesito controlar todo o
perder el control y matar.

—Matar es divertido —dijo Cassius con voz hueca—. A veces ayuda.

—¿A veces?

—En el momento —corrigió—. Ayuda.

—Es lo que pensaba.

Ocultó su bostezo detrás de su mano y se levantó.

—Realmente no estás durmiendo mucho en este momento —le dije


con voz culpable.

—Dormiré cuando esté muerto. —Me mostró una sonrisa, levantando


sus manos en el aire. Nieve comenzó a caer, aterrizando solo en nosotros,
esquivando completamente el fuego.

—Me gusta ese truco —susurré, tendiendo mis manos para atrapar
los copos de nieve.

—Sabía que lo haría. —De repente estaba a mi lado, sus manos


sosteniendo las mías en su lugar mientras copos de nieve gigantes besaban
mi piel—. Has amado los copos de nieve desde que naciste. —Esperaba que
sonriera ante el recuerdo; en cambio, sus ojos eran fosas negras sin alma
de desesperación mientras su respiración se hacía más lenta.

—Me salvaste la vida como una niña... y otra vez como una adulta.

—Salvada la que más tarde me mataría. —Asintió con la cabeza—.


Poético, ¿no es así?

—Trágico. —Cogí un copo de nieve y lo presioné contra su palma—.


Estaba pensando en trágico.

Cassius se humedeció los labios, sus ojos se enfocaron tan


intensamente en mi boca que no tuve más remedio que inclinarme.

Las llamas se encendieron más.

La nieve cayó más fuerte.

Nos acercamos.

Nuestros labios se tocaron.

El fuego rugió en vida.

—Controla el fuego —susurró contra mi boca—. Controla la llama.

Se lamió el labio inferior, y luego me besó con más fuerza mientras


agarraba con avidez mechones de su cabello tirando de él contra mi cuerpo.

Con un gemido, me levantó en sus brazos, su boca haciéndole el amor


a la mía, besándome tan tiernamente que tuve que contener las lágrimas.

Me estaba besando con emoción.

Emoción real.

No lujuria.

Sino algo más, algo más importante, más crudo.

—Controla la llama —susurró de nuevo.

—¿Qué pasa si no quiero? —Me aparté lo suficiente como para mirar


sus labios carnosos y atacar de nuevo.

—Entonces destruirás el bosque.


—Quémalo hasta las cenizas.

Di un grito ahogado cuando sus manos se movieron hacia mis


caderas, levantando lentamente mi camisa. Mis ojos se nublaron cuando la
visión a nuestro alrededor cambió. De repente, estábamos en una cabaña,
se sentía caliente, pero tal vez solo eran los besos.

Cassius me rasgó la camisa y la dejó caer al suelo. Con un jadeo, me


lancé a sus brazos abiertos mientras murmuraba una maldición.

No tenía idea de lo que estaba haciendo -por qué él me estaba dejando,


o si era un sueño, la realidad. No tenía sentido del tiempo.

Sólo él.

Cassius.

Inhalé su nombre mientras carámbanos se formaron frente a mí solo


para desaparecer por el calor de su beso.

¿Era una persona completamente egoísta? ¿Por quererlo tanto? ¿De


cualquier manera posible? Que incluso si me estaba ofreciendo simplemente
un beso, solo para ignorarme más tarde, posiblemente pelearme por su vida,
¿lo tomaría?

Desde que me convertí en lo que era, la línea entre lo correcto y lo


incorrecto se desdibujó en líneas que no eran del todo rectas, no eran
completamente izquierdas o derechas. Y a veces, cuando sentía que estaba
haciendo la elección correcta, la línea simplemente se enderezaba, volviendo
a ponerse derecha.

¿Era eso lo que siempre sería la vida? ¿Una serie de líneas onduladas
que no tenían sentido hasta después de que mi decisión fuera tomada? ¿Y
cómo era eso justo?

—Los seres humanos... —Cassius me besó en el cuello y luego giró


sobre mi brazo mientras las venas azules formaban diminutas líneas en mi
muñeca hasta las yemas de mis dedos—. La mayoría de los humanos nacen
con un conocimiento innato de lo correcto y lo incorrecto. Los ángeles no
nacen, son creados. Y creados solo con un deber. Al menos, eso es lo que se
creía. Hasta que se volvieron... celosos.

—¿Celosos? —susurré mientras continuaba dibujando círculos en mi


muñeca. Mi camisa se había ido, como también la suya. Cada parte de su
estómago estaba llena de músculos protuberantes, su pecho era igual.
Podría ser humano, pero todavía tenía el cuerpo de algún dios mitológico.
Tal vez era por eso que la gente trató de adorarlo falsamente a él y al resto
de los inmortales. ¿No conocían nada mejor? Para ellos la belleza debía ser
adorada.

Cuando muchas veces, la belleza era de temer.

Al menos en el reino inmortal.

—Desearía poder escuchar tus pensamientos —susurró Cassius—. Y


lo siento por dejarme llevar, simplemente... —Se encogió de hombros—.
Quería probar.

—¿Valió la pena casi congelarte hasta la muerte? —le pregunté.

Se rió entre dientes oscuramente y luego me besó de nuevo.

—Sí.

Buena respuesta.

Me movió hacia el fuego, agarrando una manta en el proceso. Aunque


no tenía frío, sabía que se trataba de caballerosidad, nada más, me estaba
cubriendo, aunque se quedó maravillosamente sin camisa mientras se
sentaba en el piso frente a mí.

—Celos —respondió Cassius—. No entraré en detalles, pero el


problema sigue vigente. Los Oscuros tienen primero deberes, la maldición
de ser ambos humanos y Ángeles en segundo lugar, y luego, por último,
tienen... yo diría una de las peores emociones humanas.

—¿Tristeza?

—Pérdida. Como si estuvieras en un laberinto gigante pero nunca se


te dijera como salir. Servimos, cumplimos con nuestro deber, servimos un
poco más, nunca se nos prometen compañeros, nunca se nos promete una
vida fuera del deber que se nos ha encomendado. Mientras que nuestros
equivalentes humanos viven y son capaces de morir, y los inmortales que
cuidamos, tienen compañeros, niños. Nosotros miramos. Siempre. —
Cassius maldijo—. Miramos.

—¿Un Oscuro nunca se ha emparejado? ¿Nunca ha tenido una


familia?
—No —espetó—. Emparejarse con un Oscuro es elegir asumir miles
de años de dolor... conocer a un Oscuro es conocer la oscuridad. ¿Por qué
querría yo—o cualquier otro—desear eso a alguien que me importa?
Además, dos Oscuros podrían muy bien destruirse el uno al otro y entonces
¿en dónde estaríamos?

—¿Guerra? —supuse.

—Más probablemente entre nosotros, sí. —Se puso de pie, su cuerpo


se movía con una fluidez que no sabía que había echado de menos—. Eso
es suficiente por esta noche. Yo... —Sus mejillas se sonrojaron—. Me
disculpo por tomarme libertades. Al principio fue para que controlases el
fuego.

—Entonces, ¿qué pasó? —Escondí mi sonrisa detrás de mi mano.

Cassius miró hacia el cielo.

—Mi humanidad tomó el control total y decidió que desnudarme sería


lo mejor para ambos.

Estallé en carcajadas mientras Cassius sonreía deslumbrantemente


en mi dirección.

—Sabes... —Extendí mi mano mientras me ayudaba a ponerme de


pie—. No eres tan malo en esta cosa humana.

—¿En serio? —Sus cejas se dispararon—. Estoy de mal humor,


constantemente muriendo de hambre, casi intento matar a tu ave de
compañía, y apenas puedo pensar en nada más que en tus senos cuando te
inclinas. ¿Y lo estoy haciendo bien? Odiaría ver cómo sería si lo estuviera
haciendo horrible.

Ahuequé su mentón.

—Me gustas así.

—¿Así cómo? —Cubrió mi mano con la suya, su boca estaba tan cerca
otra vez, solo unas pulgadas más y nos estaríamos tocando.

—Así —dije de nuevo—. Solo así.

—Te estoy abrazando.

—Lo sé.
Las llamas cerca de la chimenea subieron mientras lo besaba
suavemente en la boca.

—Si te dijera que te amo, ¿me creerías?

Sus ojos se cerraron.

—Si te dijera que está prohibido, ¿podrías parar?

Un frío gélido se extendió por todo mi cuerpo y me golpeó contra el


pecho mientras la oscuridad descendía entre nosotros como una gruesa
manta.

—Amar a un Oscuro es invitar a una muerte segura —susurró una voz


justo cuando despertaba en mi habitación.
Traducido por Vale

Su cuerpo se extendía a través del mío, helándome hasta los huesos,


aunque nunca lo admitiría en voz alta para que no se moviera. Y lo último
que quería era que moviera la pierna, incluso una fracción hacia la izquierda
o hacia la derecha.

Ahí.

Casi encima de mí, ahí es donde la necesitaba, donde la quería. Los


Oscuros normalmente no dormían, así que sabía que simplemente se
relajaba mientras me dejaba dormir.

Aunque eso no explicaba la forma en que estaba acostada sobre mí.

—Segura —murmuró—. Es ridículo ¿verdad? Que me siento más


segura en tus brazos que en ningún otro, sin embargo, no tendrías ninguna
oportunidad contra un hombre con un arma, y mucho menos con un
demonio.

Stephanie levantó la cabeza, sus ojos se arremolinaban con motas


blancas mientras alcanzaba mi mano

La sostuve, mi calor y su hielo se encontraron contra nuestras


palmas.

—¿Cuánto tiempo estuve durmiendo? —Cambié el tema.

—Doce horas —susurró—. Me cansé de esperarte, así que bajé las


escaleras para ver películas con Genesis ya que no se ha estado sintiendo
muy bien... —Frunció el ceño—. Si... si veo el futuro de alguien, ¿se lo digo?

—¿De quién es el futuro del que estamos hablando?


Stephanie tragó, sus ojos alejándose de los míos.

—Genesis. Su parto no será fácil, Cassius.

—Durante siglos, las mujeres han sobrevivido de todos modos. Ten un


poco de fe.

Su cabeza se movió hacia atrás.

—¿Fe?

—Sí. —Me lamí los labios—. La creencia en algo que aún no ha


sucedido, la creencia de que independientemente de las circunstancias,
todavía podemos esperar el mejor resultado posible en la vida.

—¿Ese es el lado humano hablando? ¿El que nunca pierde la


esperanza?

Sonreí mientras una calidez reconfortante se extendía por mi pecho.

—Sí, creo que lo es.

—Me gusta.

—A veces... la esperanza es todo lo que tenemos. —Fruncí el ceño


cuando lo dije—. E incluso si tuviéramos conocimiento del futuro,
¿realmente haríamos algo diferente? Me gustaría pensar que sí, pero
conociendo a la humanidad como lo hago, todavía desperdiciarían cada
momento, incapaces de captar por completo la comprensión de que cada
segundo que pasa es otro regalo que se les ha dado, un regalo dado solo por
gran sacrificio no solo de sus antepasados, sino de los nuestros.

—Doce horas de sueño creo que te convirtieron en un filósofo —


reflexionó Stephanie, apartando mi oscuro cabello con el dorso de su mano.
Sus yemas de los dedos frías enfriaron mi frente. Los mantuve allí y cerré
mis ojos mientras su mano temblaba.

—Tu sueño... —comenzó, mientras trataba de mantener mi


respiración pareja—. ¿Lo dijiste en serio?

—¿Qué parte?

Sus ojos buscaron los míos.

—Si te fuera permitido amarme, ¿lo harías?


Abrí mi boca justo cuando la puerta se abrió de golpe. Ethan se abrió
paso dentro de nuestro confortable estado y negó con la cabeza.

—No tengo tiempo para abordar lo que sea que sea esto. —Nos
señaló—. Parece que nuestra pequeña mascota en el calabozo no dejará de
chillar hasta que te vea. —Ethan suspiró, sus ojos brillando con irritación—
. Está encadenado, no puede hacerte daño en tu estado actual,
probablemente sea mejor que veas lo que puedes obtener de él.

—Ven conmigo. —Cuando me puse de pie el mareo se hizo cargo y un


hambre creciente hizo su presencia conocida—. Maldita sea, primero
necesito comida.

Ethan sonrió.

—No envidio tu apetito humano.

—Tú comes sangre —respondí—. ¡No envidio el tuyo!

—La sangre sabe como... —Sus ojos brillaron verdes.

—Tranquilo. —Stephanie levantó la mano—. No hay necesidad de


tener un orgasmo en el medio de la habitación.

—Difícilmente —se burló Ethan.

Stephanie se puso rápidamente un par de botas y una sudadera y se


volvió hacia mí.

—¿Deberías, eh, ponerte la ropa?

—¿Ropa? —Fruncí el ceño y luego bajé la mirada.

Completamente desnudo. Había despojado al cuerpo humano de


cualquier rastro de ropa.

—¿Por qué demonios nadie dijo nada? —rugí agarrando mi ropa con
manos entumecidas como el infierno y poniéndolas de un tirón.

Ethan levantó sus manos.

—Pensé que sabías.

Stephanie se echó a reír.

—Supuse que lo sabías, ya que eres tú quien se desnudó.


—¿Lo hice?

Asintió.

—En el momento en que te despertaste de tu sueño, estabas


ardiendo...

Frunciendo el ceño, sentí mi propia frente, no es que sirviera para


nada. De hecho, todavía me sentía caliente. Tan malditamente caliente. ¿Tal
vez el mareo provenía del calor?

Ethan estaba a mi lado en un instante, agarrándome del brazo,


inmóvil como una estatua, en cuestión de segundos se echó hacia atrás.

—Tu sangre. —Frunció el ceño—. Está caliente.

—¿Estás diciendo...? —Ni siquiera podía pronunciarlo—. ¿Que tengo


fiebre?

—Estoy diciendo que estás enfermo. —Ethan asintió—. Sí.

—¡Maldición! —Pateé mi pie contra el suelo—. ¡Un cuerpo! ¿Qué


demonios hacen los humanos todo el día? ¿Caminan envueltos en plástico
de burbujas?

—Oye, él sabe lo que es el plástico de burbujas. —Alex entró en la


habitación—. ¿Progreso?

Atacar a Alex con una capa de hielo acababa de saltar a la primera


cosa que haría si mi poder fuera restaurado alguna vez.

—Mason está esperando en la cocina con Genesis, mejor apúrate si


quieres algo de comida grandulón. —Creo que yo era el grandulón al que
hacía referencia—. Genesis está comiendo por tres.

***

El desayuno no había ayudado a los mareos, y cuando bajé a la


mazmorra fría y húmeda sentí que me había sido transportado a un tiempo
oscuro, un momento que preferiría olvidar. Un tiempo en el que solía ayudar
a torturar al peor tipo de inmortales y humanos por igual, los que habían
intentado derrocarnos a través de una alianza mortal que nunca debería
haber sido.

—¡Cómo! —rugí, golpeando a Timber contra la pared del castillo, se


derrumbó alrededor de su ágil cuerpo mientras los cuernos sobresalían de su
cabeza.

Se paró en las piernas temblorosas.

—¿No te gustaría saber?

—¡No puedes simplemente dar la esencia de un inmortal, su sangre a


un ser humano! ¡Sabes lo que pasa!

—Oh, lo sé. —Su sonrisa era arrogante cuando colmillos presionaron su


labio inferior sacando aceite negro como sangre—. Y pronto, tú también lo
harás.

Solté una carcajada.

—No me pruebes, Demonio. Destruiré todo lo que aprecies con mi dedo


meñique. Presióname y te haré desear la muerte.

Como si lo divirtiera, sonrió más ampliamente, más fuerte.

—¿Oh?

Para probar mi punto, lancé un carámbano por el aire empalándolo


contra la pared del castillo.

Se rió.

Disparé a otro.

Y otro.

—Lo siento, ¿eso te hace cosquillas?

—Ni siquiera lo sabes, ¿verdad? —escupió—. Crees que eres el último.


Crees que eres todo poderoso. Me pregunto qué harás —susurró—, cuando
descubras la verdad.

—¡Basta! —Apareció Sariel, golpeando sus pies contra el suelo—.


Suéltalo, Cassius.

—Pero…
—Será castigado —terminó Sariel—. La mayoría de sus seguidores
murieron en la destrucción de la ciudad. Y como sabes, no podemos
simplemente matarlo por hacer algo que afirma que no sabía que era ilegal.

—¡Todo inmortal conoce las reglas! —grité, alzando mi voz una octava.

Sariel levantó su mano grande cuando una sola pluma negra cayó al
suelo creando un agujero a sus pies.

—Y por su castigo, servirá tiempo bajo tierra sin comida, agua o luz. Mil
años, debería ser suficiente.

Los ojos de Timbers se ensancharon.

—¡No puedes hacerme esto! ¿Sabes quién soy? Soy el hijo del...

—¡Silencio! —gritó Sariel, enviando a Timber al agujero. Luego lo cerró


con un movimiento de su muñeca y se volvió—. ¿No tienes trabajo que hacer,
Cassius?

Las paredes de la mazmorra se veían inquietantemente como a las que


había encadenado a Timber hace tanto tiempo.

—¿Vas a lograrlo? —preguntó Ethan en voz baja—. Si esto es


demasiado difícil-

—Ethan —ladré su nombre—. Quiero decir esto exactamente de la


manera en la que suena, cierra la maldita boca antes de que encuentre una
estaca y ajo.

—¡Ja! —Me dio una palmada en la espalda—. Me encantan tus


bromas.

—Te empalaré con madera, no creas que no intentaré.

—Haría cosquillas.

—Me divertiría mucho, sí.

Una vez que llegamos al pie de la escalera, aparecieron las cadenas,


dos adosadas a los pies de John y dos más unidas a sus brazos.

—Entonces —dijo John sin levantar la cabeza—. Has traído al rey


inmortal. Finalmente.
Tragando mi miedo, me puse de pie en toda mi estatura y asentí con
la cabeza hacia Ethan.

—Drénalo.

La cabeza de John se levantó cuando sus manos se sacudieron contra


las cadenas, la sangre pútrida ya estaba encostrada alrededor de sus
muñecas.

—¿Me matarás antes de saber la verdad?

—¿La verdad? —Me encogí de hombros—. Han pasado miles de años.


¿Por qué debería importarme la verdad? Sobreviviste, alguien te hizo un
Demonio, tu cuerpo tomó la inmortalidad... —Hice una mueca cuando su
piel adquirió un tono verde. —, semi-bien, parece. Y has usado lo que solo
puedo suponer que es más sangre de Demonio inmortal mezclada con...

Ethan olfateó el aire y se encogió de hombros.

—Algo más, para crear. —Hice una pausa y levanté una ceja—. ¿Me
estoy perdiendo algo?

—Mierda, ¿de verdad eres tan estúpido? —John se rió—. ¡Todos


ustedes! Esto ha estado sucediendo por siglos. ¿Realmente piensas... —Sus
ojos se volvieron negros—, que esto se trata de ti? Hay una oscuridad en
camino. —Sus colmillos se alargaron—. Una oscuridad que se ha estado
construyendo... una que no detendrás.

—Drenarlo —le ordené a Ethan nuevamente mientras mi cuerpo


temblaba con la verdad de sus palabras.

Eva siempre me había advertido de lo mismo.

Hace miles de años.

Imposible que ahora estuviera ocurriendo.

—Fuimos el primer experimento —siguió hablando John—. Y mira lo


bien que fue. ¡Poderosos más allá de la mayoría de los Demonios que
servimos! Capaz de crear por nuestra cuenta.

Ethan dio dos pasos hacia John y presionó su brazo contra la pared
para abrirle la muñeca con los dientes y pasar a la siguiente. John dejó
escapar un grito animal mientras la sangre negra goteaba de las marcas que
Ethan había hecho.
Los vampiros tenían la habilidad de hacer que la mordedura ardiera
como el infierno.

Sospechaba que Ethan no se había contenido.

John se retorció en agonía.

—Hay más de nosotros. No tienes idea de cuántos más.

Ethan puso los ojos en blanco.

—Odio decírtelo John, pero incluso miles de Demonios contra


nosotros no serían una pelea justa.

John se rió, sus colmillos se clavaron en la parte inferior de su


barbilla. Fruncí el ceño y miré más cerca. Buen Dios, la inmortalidad había
hecho que sus colmillos doblaran el tamaño.

—¿Quién dijo algo acerca de Demonios?

Levanté mi mano hacia Ethan para evitar que tomara más de la sangre
de John. Mi fuerza ya se estaba debilitando. Mi cabeza latía por el esfuerzo.

—¿Qué quieres decir?

De repente, la cabeza de John giró hacia un lado y una ráfaga de aire


frío me golpeó directamente en el pecho cuando sus ojos se volvieron
completamente blancos.

—Oh, diablos. —Ethan dio un paso atrás cuando las cadenas se


convirtieron en hielo y luego cayeron al suelo, John colapsó en un montón
y luego se levantó mientras su cuerpo crecía otras seis pulgadas—.
¡Imposible!

Mis dientes castañeteaban por el frío mientras daba un cauteloso paso


hacia atrás.

—No eres un Oscuro.

—No. —John sonrió—. Pero puedo invocar su poder.

—Soy el último. —No necesitaba saber que era una mentira.

—No —dijo John en voz baja—. Yo creo que no.


Antes de que pudiera pronunciar otra palabra, Ethan estaba sobre la
espalda de John rebanando su cuello decapitándolo.

La cabeza aterrizó en el piso de la mazmorra con un ruido sordo y un


chapoteo enfermo cuando el cuerpo se arrugó junto a ella. Con movimientos
rápidos, Ethan sacó la pluma de su bolsillo y la deslizó dentro de las
vértebras. Segundos después, John no era más que polvo.

Como Demonio, debería ser negro.

Los Vampiros y las Sirenas cristalizaban en pequeños diamantes


como polvo.

Pero los Oscuros... siempre se volvía rojo, una señal de la sangre


humana fluyendo por sus venas.

El polvo era rojo y negro.

—Cassius, creo que tenemos un problema —maldijo Ethan.

—¿Qué diablos? —Me incliné y toqué el polvo—. Es... mixto. —


Enojado, negué con la cabeza—. Stephanie... —Odiaba acusarla, pero era la
única explicación—. ¿Le dio algo de su sangre a los Demonios?

—Tal vez deberías preguntárselo tú mismo —dijo Stephanie desde la


escalera—. ¿Traicionaría a los que amo... dos veces?
Stephanie
Traducido por Vale

Estaba preocupada. Preocupada porque a Cassius no le quedaba nada


de mí sangre, y no quería que se enfrentara a un Demonio enloquecido.

En cambio, una vez que bajé las escaleras las cosas se volvieron en
mi contra.

—¿Y bien? —Ethan se cruzó de brazos.

—Es bueno saber que ustedes realmente confían en mí —dije


sarcásticamente mientras mi pecho se tensaba.

La cara de Cassius se suavizó.

—Eres la única otra Oscura que conocemos que existe.

—¿Y qué? ¿Crees que le daría mi sangre a un pequeño Demonio sucio


y enfermo? ¿Así él podría usarlo?

Ambos se callaron.

—Bueno. —Crucé los brazos—. Eres más que bienvenido para dejar
que Alex invada mis pensamientos... pero estoy diciendo la verdad.

—Maldita sea —murmuró Cassius—. Sería mucho más fácil si no lo


hicieras.

—¿Perdón? —Ahora estaba realmente confundida. Miré hacia el polvo


a los pies de Cassius y me quedé sin aliento—. ¿Es ese John?

—John no puede hablar en este momento —dijo Ethan con voz más
alegre—. Me estaba molestando muchísimo, pero su polvo no debería ser…
—…rojo —terminé—. Debería ser negro, mezclado con manchas grises
dependiendo de la edad que tenía, pero... rojo significa que recibió la sangre
de un Oscuro.

—Correcto. —Cassius se puso de pie y luego cayó de rodillas—.


¡Maldito este recipiente humano débil!

Apreté mis labios para no reírme, sonaba tan medieval, también se


veía así con su largo cabello negro colgando cerca de sus hombros, su rostro
aristocrático era demasiado bonito para existir en esta era moderna.

—Vamos. —Lo levanté en mis brazos—. Cama.

—Y mi vergüenza está completa —murmuró mientras lo llevaba


arriba—. Una mujer lleva mi cuerpo débil por las escaleras como si no
pesara nada más que una pluma.

—Menos que eso, en realidad.

—Porque eso es tan útil para mi orgullo.

—Lo siento.

—Entonces, ¿por qué estás sonriendo?

—Eres lindo cuando haces pucheros.

—Lindo es la palabra que los humanos usan para describir cosas con
colas mullidas... hamsters... pájaros domésticos. ¡Demonios, me he
convertido en tu mascota! ¡Libérame de inmediato!

Riendo, lo llevé a mi habitación y lo puse de pie.

—No eres mi mascota, pero eres débil.

—Me canso de tus cumplidos. —Sonrió—. Mi orgullo no puede


soportar más… —Se cayó hacia mí.

Agarrando sus hombros anchos, lentamente lo bajé a la cama.

—Sabes, solo tienes un cuerpo, mejor cuídalo.

—Yo… —Cassius bostezó—. Desprecio a la humanidad.


—No, no lo haces —le respondí en voz baja, y le puse una manta sobre
los hombros mientras los temblores sacudían su cuerpo—. Solo necesitas
descansar.

—No puedo descansar hasta que el misterio se resuelva y no puedo


resolver un misterio, entrenarte, protegerte y amar…

—¿Amar?

—Er... comida.

—No ibas a decir comida.

—Estoy enfermo, deja de discutir. —Cerró los ojos con fuerza.

Besé su frente, solo para que él me acercara.

—Quédate —susurró Cassius, su fanfarronería agotada—. Cuando


estás conmigo...

—¿Qué?

—Me siento... feliz. —Abrió los ojos como si el concepto recién se le


hubiera ocurrido—. Más que eso, me... siento completo.

Mi corazón se hinchó cuando respondí:

—Yo también.

Presionó su mano en mi cuello, luego me jaló para un beso abrasador,


uno que ardió tan caliente contra mis labios, solté un jadeo.

—Maldición, sabes bien.

—Porque estás caliente.

—¿Atractivamente caliente? —Se retiró, sus ojos se fijaron en los míos


con tal intensidad que casi me dejó sin aliento.

Le rocé un beso en los labios.

—Todavía arrogante incluso cuando tiene fiebre. Bueno saberlo.

—Mi cuerpo es diferente... —La cara de Cassius cayó—. Pero creo que
mis sentimientos... son muy parecidos. —Inclinó la cabeza mientras me
tomaba la cara—. Más confusos que nunca.
—Cassius. —Me incliné hasta que nuestras bocas casi se tocaron—.
¿Por qué estás realmente aquí?

—Para entrenarte.

El aire se retorció frente a mí, sabía amargo. Con una sonrisa,


susurré:

—Mentira.

La boca de Cassius estalló en una sonrisa cegadora.

—Saben diferente, ¿verdad?

—Amargo... mal. —Asentí.

—Porque una mentira que se habla de tus labios es una falsedad


liberada en el universo, a la atmósfera. El destino de un hombre se decide
por lo que él habla. Y cuando dice una mentira, la creación no puede unir
las piezas correctamente, el resultado es amargura.

—¿Entonces, por qué estás aquí?

Se quedó callado y luego dijo:

—Estoy aquí por ti.

Sin amargura en el aire esta vez.

—¿Para entrenarme?

Estaba callado de nuevo.

—¿Cassius?

—Para amarte.

Esperaba que el aire cambiara.

No fue así.

Mi corazón latía tan salvajemente que la sangre rugía a través de mi


sistema a un ritmo rápido bajando la temperatura en la habitación.

—¿Y lo haces? —Casi tenía miedo de preguntar, pero tenía que


saberlo—. ¿Me amas?
—El miedo nunca es bienvenido. Puedo sentir tu temblor, Stephanie.
—Evitó la pregunta.

—El miedo nos hace débiles.

—¿Y amor? ¿Qué hace el amor?

—Nos hace ambas cosas. Fuertes y débiles, dependiendo de qué lado


estés.

—Responde la pregunta Cassius.

—Encuentro que de repente he desarrollado algo de ese miedo que


siempre rechazo tan fácilmente.

—¿Asustado de qué? ¿Mi reacción? ¿Mi respuesta?

—Todo lo anterior. —Sus dedos se enredaron en mi cabello—. Todo


sobre ti aterroriza a este cuerpo humano, sin duda. Las palabras no solo
crean, tienen el poder de destruir, de arrasar con una ciudad con una frase
simple, las palabras de un Oscuro... aún más.

—Bueno, entonces, uno de nosotros tendrá que ser valiente —alenté.

—Sí, uno de nosotros lo será. —Sonrió, sus ojos se arrugaron a los


lados, ¿ya estaba obteniendo arrugas? ¿Y por qué su cuerpo le estaba
fallando sin reparos? ¿Tan fácilmente?

—Te amo —solté de repente—. Te he amado desde que tengo memoria.


Y continuaré amándote, hasta que el tiempo deje de importar, de existir.

Cassius aplastó su boca contra la mía y luego retrocedió.

—Te amo más de lo que debería... te amo de maneras en las que no


debería. Te deseo en formas que son difíciles de comprender. Y el amor que
siento por ti es lo más aterrador que he admitido en voz alta, a cualquiera.
Porque una vez que esas palabras son liberadas, no puedes recuperarlas.
Podrías intentarlo, pero el amor teje un hilo propio y una vez que confiesas
con tu boca, tu alma no tiene más remedio que seguirla.

Mi respiración se ralentizó, casi se detuvo por completo.

—¿Quién sabía que eras tan romántico?

—Más como que, quién sabía, que como ser humano, sería tan capaz
de decir la verdad, en lugar de mentir.
—¿Preferirías mentirme?

—Absolutamente. Mentir es menos aterrador. La honestidad siempre


será aterradora. Descubrí que soy como un gato.

Presioné mis labios para evitar estallar en carcajadas.

—¿Cómo eres como un gato? ¿Exactamente?

—Gatos asustados3. —Frunció el ceño—. ¿Es eso incorrecto?

—Para nada. —Cubrí sus manos con las mías, todavía estaban
ardiendo—. Dime que esto se siente bien.

Se reclinó contra las almohadas, su camisa se inclinó hacia arriba


para mostrarme un área extensa de músculos abdominales magros.

—Se siente más que bien. Podría dormir en tu frío para siempre.

—Es curioso, la mayoría de la gente odia el frío.

Sus ojos se abrieron de golpe.

—El frío es la vida.

—¿Qué quieres decir?

—La tierra. —Sus cejas se contrajeron—. La fuente de la vida no es el


calor... ni es el frío, es el equilibrio perfecto de ambos. Sin uno, el otro deja
de existir. El frío que traes me recuerda la forma en que funcionan las cosas,
el equilibrio que siempre se debe mantener. —Sus ojos se cerraron de nuevo.

Lo quería.

La posesión me invadió.

No de una manera que haya experimentado antes, sino en una oleada


primordial de energía que no podía ignorar a medida que los latidos de mi
corazón se ralentizaban en mi pecho, mis ojos se centraron en su cuello.

Mío.

Su humanidad me llamó, su... amor, me hizo señas.

3
N.T. Se traduce literalmente como “gatos asustados”, quiere decir “cobarde”
Hay dos maneras de marcar a un humano... Sus palabras me vinieron
a la mente. Fuerza tu voluntad sobre ellos.

—¿Cassius?

—¿Hmm? —No abrió los ojos.

Me incliné hacia adelante y le tomé el cuello con la mano derecha, la


palma de mi mano descansando sobre su piel caliente.

—Lo siento.

—¿Por?

—Hacer algo que está prohibido... —Cerré los ojos y forcé mi voluntad
sobre él, pero en lugar de forzarlo a la esclavitud, a un típico culto de héroe.
Le di mi amor.

Le mostré mis sentimientos.

Abrí mi corazón y mi alma al hombre que había robado mi corazón


como inmortal solo para devolverlo como humano.

Él era mi todo.

Y me negaba a dejar pasar otro momento, sin que nadie lo supiera,


sin que el mundo lo supiera, que pertenecíamos juntos.

Incluso si me matara.

Con un grito de dolor, gritó bajo mi toque y fragmentos de luz se


extendieron por toda la habitación.

Y luego, con un estallido de color blanco, la piel de Cassius pasó de


caliente a gélida. Sus ojos rodaron hacia la parte posterior de su cabeza y
luego se volvieron completamente blancos. Me alcanzó justo cuando lo
alcancé a él.

Con un roce de su dedo contra la manta, se evaporó en el aire, las


ropas entre nosotros desaparecieron repentinamente como si él hubiera
querido que desaparecieran. Como en cámara lenta, el aire gélido danzó a
nuestro alrededor y luego se detuvo.

El.

Tiempo.
Se.

Fue.

El mundo que nos rodeaba era negro.

La nada.

Solo Cassius y yo existíamos.

Con los ojos aún blancos, su cuerpo volvió a su estado divino justo
delante de mis ojos, cuando su cabello pasó de negro a rojo, y luego a negro
otra vez. Su piel era la perfección en sí misma, una miríada vertiginosa de
diminutos cristales lisos, dorados.

—Stephanie. —Sus palabras salieron con un eco divino, sacudiendo


la base de todo mi cuerpo mientras me alcanzaba y me besaba con tanta
fuerza que me dolían los labios, pero era un dolor que ansiaba más.

—Cassius. —Inhalé el aire entre nuestras bocas. Sabía a azúcar.


Envolvió un brazo a mí alrededor, recordándome nuevamente mi desnudez,
y luego me presionó contra una superficie suave. ¿Todavía estábamos en mi
habitación?

No tenía sentido de los minutos. Horas. Era como si el mundo se


hubiera detenido, para que podamos tener juntos nuestro momento.

—Te amaré. —Su voz tembló—. Para siempre. —Cassius presionó sus
labios sobre los míos y luego ahuecó mi cuello cuando un disparo de hielo
puro pasó de su mano a mis venas—. Mía.

Cada pensamiento que alguna vez tuvo era mío.

Cada momento de oscuridad también.

Quise gritar mientras sostenía a Eva en mis brazos, mientras la veía


envejecer, la agonía de ese momento casi destruyó mi voluntad de existir.

Las escenas de personas muriendo.

Gritando por justicia.

El hedor de la muerte estaba por todas partes.

La oscuridad era imposible de escapar.


Quería correr, pero algo se enroscó en mis pies, gruesos y grandes
tentáculos negros se apretaron alrededor de mis tobillos cuando una ronca
voz susurró:

—Observa.

Miles de estrellas en el cielo de repente se oscurecieron.

Y luego siguió la tierra mientras una oscuridad ominosa se deslizaba


lentamente por el planeta avanzando poco a poco en cada espacio disponible.

—¡No! —grité—. ¡No!

Y luego, como si alguien escuchara mi llamada. Una luz penetrante


atravesó la nube oscura, las plumas siguieron, muchas plumas púrpuras.

Se derramó más sangre cuando traté de moverme, para unirme a la


pelea.

Cassius dirigió a los ejércitos contra los humanos, contra la Oscuridad


misma. Contra el Demonio que se negó a ser gobernado por un rey inmortal.

Ethan estaba a su lado, abriéndose camino a través de Demonio tras


Demonio.

Timber lideraba las fuerzas de los Demonios.

No debería haberme sorprendido.

Era un tipo antiguo de maldad.

—¡Eva! —gritó Cassius—. ¡Ponte a cubierto!

Se alejó a toda velocidad del camino y luego cortó la parte posterior de


las rodillas del Demonio, cayó al suelo mientras sangre negra salía de su
boca.

Y así, vi a Cassius y Eva liderar un ejército de cinco personas,


incluyéndolos.

Contra diez mil.

La oscuridad del Demonio constantemente llamaba a Cassius, y


mientras la guerra continuaba, claramente lo estaba atormentando, mientras
la luz desaparecía de su rostro. Pero cada vez que lo hacía, Eva tiraba de él
diciéndole lo bueno que era, de lo que era capaz, y las sombras en su rostro
retrocedían.

Los Demonios, todos destruidos salvo unos cientos.

Sariel cayó del cielo, aterrizando tan fuerte que un terremoto aniquiló a
otros cien Demonios.

—¿Admites la victoria?

Bajaron sus espadas, mientras que Cassius apretó la suya. Quería


matar al resto.

—¿De qué sirven? —escupió, discutiendo con Sariel—. Son el mismo


mal que deseas que exterminemos. Sin embargo, ¿los dejas vivir?

—No permito nada —dijo Sariel en voz baja—. No es mi decisión para


tomar. Para que exista la luz, también debemos tener oscuridad, siempre
habrá una necesidad de equilibrio.

Con eso se fue.

Y la oscuridad continuó asaltando a Cassius.

Con un rugido levantó las manos y gritó:

—¡Silencio!

Los Demonios se juntaron detrás de Timber.

—Hazme enfadar de nuevo —escupió Cassius—, y te arrancaré


miembro por miembro, luego eliminaré hasta la última gota de vida de tu
patético cuerpo.

Timber se rió.

—Me gustaría verte intentarlo.

Los Demonios habían perdido ese día.

¿O lo habían hecho?

De repente, alguien estaba agarrando mi mano. Me negué a apartar la


mirada cuando Timber se dirigió hacia mí.

—Bueno, bueno, bueno, interesante... no pensé que él compartiera esos


recuerdos.
—¿Me puedes ver?

Asintió.

—Pero esto es un recuerdo.

—De un evento que estás reviviendo a través de tu querido Cassius, sí,


lo sé. —Timber enfundó su espada enjoyada negra—. En todas las veces que
ha revivido este recuerdo, nunca te ha traído... a ti.

Timber aplaudió mientras tenía ganas de golpearlo en la cara o


convertirlo en hielo.

—Lo hizo demasiado fácil. Exponiendo sus cartas demasiado pronto. —


Timber se inclinó hacia adelante y me susurró al oído—: Hasta la próxima...
Ángel.
Traducido por Mais

Observar mi vida a través de sus ojos fue doloroso… casi tan doloroso
como su palma contra mi cuello.

¡La mujer me había marcado!

Y todavía estaba vivo.

Ya no completamente humano.

Pero regresé a mi estado de Oscuro. ¿Realmente era tan fácil? ¿Qué


todo lo que ella necesitaba era amarme? ¿Y con ese amor, marcarme? ¿Sariel
lo convertiría en un enigma que había estado en mi poder todo este tiempo?

Los ojos de Stephanie volvieron a ser azules, se acurrucó contra mí,


todavía desnuda mientras temblores rompían su cuerpo.

—Eso fue…

—Completamente irresponsable —bromeé, sintiéndome más ligero de


lo que lo había hecho… en toda mi existencia entera. Porque por primera
vez en mi miserable vida… estaba compartiendo el peso de la oscuridad. Con
alguien que nunca antes lo había experimentado.

Stephanie se estremeció y me jaló más cerca de ella.

—Una pequeña advertencia la próxima vez.

La besé, no pude evitarlo.

Nuestro beso sacudió el aire en la habitación, mientras pequeños


pedazos de hielo se formaron alrededor de mis dedos, girando alrededor de
nuestros dedos, entrelazando nuestras manos. Su cuerpo se movió debajo
del mío mientras sus labios bailaban a través de mi boca.

Nunca había tomado mi placer con otro inmortal.

Solo con humanos, quienes luego morían en agonía ante la pérdida de


estar cerca de mí. Varios de ellos simplemente se rendían.

La última, hace cientos de años, había saltado de un puente.

Fue la última vez que me permití que mis propios placeres carnales
destruyeran una vida inocente.

Hasta Genesis, hasta que descubrí que era mi destino tratar de


emparejarme con una humana para terminar con la maldición. Solo para
darme cuenta a días de conocerla, que ella nunca fue mía. Nunca lo sería.

Y eso, incluso una mujer tan hermosa como Genesis, nunca podría
llenar el vacío que la ausencia de Stephanie había hecho en mi vida.

—Hazme el amor. —El cuerpo de Stephanie se retorció debajo del mío


por dominación, mientras se empujaba contra mi pecho y luego me sujetaba
contra la cama.

Riendo entre dientes, dibujé la forma de su corazón a través de su


pecho, mis dedos haciendo un trazo helado mientras bailaban a través de
su piel.

La respiración de Stephanie se aceleró mientras sus ojos destellaban


de blanco.

—¿Así? —pregunté.

Ella asintió.

—Pero no me refería a eso.

—¿Así que no quieres que dibuje corazones en tu cuerpo delicioso


hasta que ruegues que me detenga?

Ella dudó.

Me reí.

—Nunca te he visto reír tanto. —Su sonrisa era brillante.


Me desembriagué, besándola de nuevo, saboreándola.

—Nunca he tenido una razón para hacerlo hasta ahora.

Con gran cuidado la levanté en mis brazos, envolviendo sus piernas


alrededor de mí mientras besaba su cuello.

Ella jadeó cuando mi lengua se deslizó entre sus senos, moviéndola


hacia abajo hasta que ángulo me forzó a detenerme.

—Esto es… —Sacudió su cabeza mientras la luz por encima de


nosotros se rompía en un millón de pequeños pedazos, dejándonos en
completa oscuridad, nuestros ojos brillando hacia el otro—. Demasiado, de
pronto.

—Desearía poder decirte qué esperar. Pero nunca me he emparejado


antes —respondí, mi cuerpo deseando más de sus besos, más de su toque,
solo… más de todo.

—Estás encajado conmigo ahora. —Se rió contra mi boca—.


Básicamente casado.

Asentí, luego giré mi dedo contra su dedo medio mientras un diamante


hermoso de cristal aparecía, envolviéndose en lazos de hielo todo el camino
hacia la punta de su dedo.

—Busqué en tiendas durante horas.

Stephanie examinó el anillo.

—Sí, puedo ver eso, gran detalle en el diamante y los pétalos de rosa
alrededor.

—Ojos cerrados todo el tiempo—susurré.

—Mantenlos abiertos. —Ahuecó mi rostro—. Te extrañé.

Fruncí el ceño.

—He estado aquí todo este tiempo.

—Te ha estado faltando la mitad de tu verdadero ser —respondió—. Y


ahora… estás completo.

—Por ti.
—Por mi egoísmo.

—Eso también, aunque suena menos romántico de esa manera, más


de necesidad.

Me pellizcó en el hombro pero no dolió.

—Ahora que hemos dejado de lado todos los tecnicismos del camino.
—Hice un gesto hacia su anillo—, voy a hacerte el amor.

—De acuerdo. —Sus ojos brillaron.

—Y luego… —Rocé un beso contra sus labios—. Voy a hacerlo de


nuevo.

Sin darle oportunidad de responder, moldeé mi boca contra la de ella,


mis manos deslizándose por cada pedazo de su cuerpo como si fuera hecha
para mi toque, cada caricia mía.

Nunca pensé.

Nunca imaginé que me permitirían este privilegio.

De amar a otra mujer.

De emparejarme con un igual.

Mis manos se sacudieron mientras se recostaban contra sus caderas.


Si mi rostro no estuviera congelado de emoción, imaginaría que lágrimas
encontrarían su lugar en mis mejillas, prueba del amor incondicional que
sentía por ella… y agradecimiento por tener la situación.

Stephanie balanceó sus caderas contra mí mientras entrelazaba sus


manos en mi cabello. Cada beso era encontrado con desesperación,
regresado con agresión y se repetía el ciclo. Nuestros cuerpos se deslizaban
en el otro al tiempo que me tomaba mi tiempo explorando cada parte de ella,
que no me atreví a tocar antes de nuestro emparejamiento.

Mi boca aguándose con necesidad de probar, presioné su espalda


contra la cama y empecé mi descenso malvado desde su mentón, hacia sus
pies, deteniéndome en cada espacio en medio, haciendo mi marca
permanente mientras mordía y cubría su piel con mi boca.

Los gemidos de Stephanie solo me incentivaban más.


El sonido de hielo rompiéndose ni siquiera me detuvo de lamer mi
camino por su cuerpo, cuidadoso de asegurarme de no perder ningún lugar
importante o ángulo en el que podía darle placer.

Sus pensamientos eran los míos mientras ella gritaba.

—Ahí. —Solo que estaba en su cabeza, no en voz alta.

—¿Mejor? —le pregunté y ella asintió, mostrando su incentivación.

Fui capaz de darle placer antes de que siquiera lo pidiera.

Levantándola ansioso, la tuve contra su estómago, dándome cuenta


que solo le había dado placer a su parte de adelante, solo le había hecho el
amor a partes de ella y había dejado las otras partes presionadas contra el
maldito colchón.

—¿Cassius qué estás haciendo?

—Tocando —respondí simplemente—. Mordiendo. —Su trasero


impertinente se movió mientras corría mi mano por su curva—.
Aprendiendo.

Con un profundo gemido se relajó contra mi mano mientras yo


presionaba su cadera y me deslizaba entre sus piernas.

—No pienso…

—Bien —interrumpí—. No pienses… es extremadamente no saludable


pensar en la presencia de un Oscuro. Quién sabe… —Ideas giraron
alrededor de su cabeza de yo tocándola, dándole placer—, ¿qué podría hacer
un Oscuro con aquellos pensamientos?

Le lancé más ideas propias, mi boca cubriendo cada espacio en el que


ella apuntaba hasta que gritó tan fuerte que la habitación se sacudió.

—Supongo que él puede hacer eso. —Moví mi mano y luego le di vuelta


de nuevo—. O puede que haga esto. —Envié imágenes de lo que haría justo
antes de hacerlo, doblando su placer, poniéndola mojada con sudor solo
para tenerlo evaporado en segundos—. Pero esto —susurré, enviándole una
imagen de mi boca en su núcleo—, esto creo que te gustará mejor.

Ella sollozó antes de cada movimiento de mi lengua solo para que llore
después.
Y de pronto mi visión se convirtió en ella dándome placer. Apenas
podía mantener mi compostura.

—Dos… —jadeó—, pueden jugar a esto.

—Adoro los juegos —disparé con una risa malvada, en la visión


entraba en ella con fuerza y rápido, solo yendo tan lento que el aire alrededor
de nosotros explotó—. ¿Te gustaría jugar uno o dos? Tengo tiempo…

—Cassius, te juro…

—No jures. —La puse de pie y la empujé contra la pared, su espalda


contra mí mientras me presionaba detrás de ella—. Siempre puedes
terminar el juego… concederlo al ganador.

—Nunca.

—Muy mal. —La visión cambió mientras besaba alrededor de su


cuello, mientras la mantenía contra la pared.

—¡Bien! —gritó—. Solo por favor… por favor, Cassius.

Con un gruñido le di vuelta al tiempo que ella saltó en mis brazos, nos
tambaleamos hacia atrás contra la pared y luego caímos al suelo en un
tumulto de piernas y brazos mientras ella estaba sentada a horcajadas sobre
mí y luego se movía contra de mí.

Nuestros ojos blancos encajaron, y una sonrisa de suficiencia cruzó


su rostro.

Oh sí, ser humano había valido la pena.

¿Por esto? Serviría una sentencia de miles de años.

¿Por una noche con mi verdadera compañera? Tal vez un millón.

—Sí. —Se puso a horcajadas sobre mí, lentamente dejándome entrar


en ella. Los movimientos lentos de Stephanie casi me matan mientras estaba
entre el éxtasis y la alegría. Me moví más rápido, agarrando sus caderas,
sosteniéndola en su lugar mientras el aire entre nosotros crujía y se
deslizaba como luz en el cielo.

Me moví tentativamente y ella imitó el movimiento pero la lentitud me


estaba destruyendo, así que nos imaginé contra la pared y ahí estábamos,
contra de esta. Usándolo para mi ventaja, presioné su espalda contra esta y
moví su cuerpo en perfecto ritmo a mi latido del corazón, al suyo, solo para
tenerla explotando alrededor de mí, pequeños pedazos de cristal explotaron
en frente de mi rostro mientras el aire se tensaba.

Lentamente, la dejé caer a sus pies.

Nos miramos, ambos exhaustos.

La oscuridad nos rodeaba.

Pero nosotros… nosotros éramos luz.


Stephanie
Traducido por krispipe

Debería de estar agotada. En cambio, sentía como si alguien me


hubiera inyectado adrenalina. Era un extraño tipo de equilibrio,
experimentar un momento hermoso con Cassius solo para que fuera
amortiguado por la oscuridad que ser emparejada con él había
desbloqueado.

Se arrastraba.

Como una manta de asfixia lenta… tentaba, me decía que si me rendía


a mi lado malo, estaría completa.

Y entonces, Cassius sonrió en mi dirección y me trajo de vuelta.

¿Cuánto tiempo había pasado él intentando existir de esta manera?


¿Luchando constantemente con las partes más oscuras y más recónditas de
sí mismo? ¿Solo?

—Mucho tiempo —respondió—. Eva ayudó.

—Me hubiera gustado ella, creo. —Dirigí a Cassius de vuelta a la


cama, ambos nos tumbamos y nos quedamos mirando el uno para el otro.

—Ella era fuerte. —Cassius tocó mi rostro con sus dedos—. Como tú.

Besé sus dedos.

La puerta se abrió de golpe.

Ethan estaba allí con Mason a un lado y Alex al otro y Genesis a su


espalda tratando de mirar por encima de sus hombros.

—¿Qué diablos? —rugió Ethan—. ¿Qué le hicieron a mi casa?


Por primera vez desde que nos tumbamos, miré alrededor de la
habitación a oscuras.

Todas las luces estaban completamente destrozadas. Las paredes


estaban cubiertas de hielo, la ventana estaba completamente helada, y las
paredes tenían grietas corriendo arriban y abajo como si hubiera sucedido
un terremoto.

—Nosotros, um, tuvimos una… —Levanté una ceja hacia Cassius—.


Pelea.

—¿Está muerto? —preguntó Mason en voz alta—. Lo que quiero decir


es, ¿sobrevivió a este… er, sufrimiento?

—Sí, ¿sobrevivió el Rey a su primera sesión de sexo o debo avisar de


la hora de la muerte? —bromeó Alex.

Cassius maldijo por lo bajo y después en un instante se levantó en su


temible altura de dos metros y los fulminó con la mirada.

Ethan y Mason dieron un cauteloso paso hacia atrás mientras que


Alex se quedó allí con una estúpida sonrisa en la cara.

—Así que, el sexo lo cura todo, ¿eh?

—Me hice una promesa a mí mismo Alex, ¿quieres saber cuál?

—¿Sexo antes de que caiga tu anatomía vieja como el infierno? —


supuso.

La sonrisa de Cassius se ensanchó.

—Creo que disfrutaré esto. —Con un gesto de su mano la voz e Alex


había desaparecido.

—Laringe congelada… puede durar unas pocas horas en


descongelarse, si es que alguna vez lo hace.

Los ojos de Alex se agrandaron.

—¡Pero todas las Sirenas tienen sus voces y se ven bien! —argumentó
Genesis desde su lugar en la sala.

Los ojos de Cassius se suavizaron.


—Quizá aprenda a elegir sus palabras más sabiamente en el futuro
entonces.

Alex salió de la habitación pisando fuerte, mientras que Cassius se


enfrentaba a todos.

—Parece que estoy… restaurado.

—¿Cómo? —Los ojos de Ethan se entrecerraron—. ¿Sariel se apiadó


de tu debilidad?

—Más como… —Cassius me miró—, hice lo que enviaron a hacer


como humano, y él me restauró.

—¿Está entrenada? —Ethan asintió aparentemente impresionado—.


Fantástico.

—Sí —mentí, y el aire inmediatamente se volvió amargo, mientras que


Cassius se reía dentro de mi cabeza—. Pero podría ser bueno tener algunas
sesiones más esta noche, solo por si acaso.

—Y por sesiones te refieres… —Ethan señaló entre nosotros dos—. No


importa, no me cuentes. —Levantó sus manos por encima de la cabeza—.
Sí me cuentas la imagen mental arruinará permanentemente mi existencia.

Genesis suspiró detrás de él.

—Eso es muy romántico, ¿no crees? ¿Que finalmente estén juntos?

Un viento repentino silbó a lo largo del pasillo y se arremolinó en la


habitación.

—Dulce infierno —murmuró Ethan mientras Cassius arrojaba ropa


en mi dirección. El aire había cambiado.

—¿Qué? —Eché un vistazo alrededor de la habitación—. ¿Qué pasa?

—Ángeles —escupió Mason—. O solo uno en particular. Parece que


nos está haciendo una visita. Maldición, solo puse la mesa para seis. Si
quiere jamón se va a quedar con las ganas.

—Sí, porque estoy seguro de que eso es lo que tiene en mente —siseó
Cassius—. ¡Jamón!

—¡Dice el que intentó perseguir un arrendajo azul con su horquilla!


—¡No tenía horquilla!

—Sí, un lamento con el que estoy bastante familiarizado. —Mason


puso los ojos en blanco—. Si tan solo tuviera una horquilla, un arco y una
flecha, un arma, podría cazar mi propia carne. Gracias a Dios tu apetito
desaparecerá, tenía miedo de que el pez dorado fuera el siguiente.

Cassisu compartió una mirada conmigo.

—¿Tenemos un pez dorado?

—Pez dorado. —Rió Genesis—. A Mason le gusta ver cuánto tiempo


puede mantenerlos vivos.

—¿Entonces murieron antes? —preguntó Cassius.

—No es como si los reviviera, solo compra más —Genesis se encogió


de hombros—. Ahora, ambos necesitan…

Bajó la mirada y tosió.

—Ropa.

Ethan ya estaba caminando por el pasillo, haciendo más probable que


Sariel se diera cuenta de que su repentina presencia en su casa no era
bienvenida.

—¿Cassius?

Se giró, sus músculos ondulando bajo su simple camiseta negra.


Como humano, le había encajado perfectamente. Como inmortal, era casi
como si sus músculos estuvieran esforzándose por liberarse. Dale una capa
y sería capaz de protagonizar la próxima película de Los Vengadores, sin
problema.

—Se trata de Alex. Mira, sé que te vuelve loco, vuelve loco a todos
pero… ya que Sariel está aquí, ¿puedes... descongelarlo con tu Mojo de
Oscuro?

Cassius inclinó la cabeza, una mirada de total seriedad cruzó su


rostro.

—¿Mojo?

—Ya sabes. —Levanté la mano en el aire y la retorcí mientras poder


se arremolinaba en mis dedos—. Cuando haces eso.
—Tú tienes el poder para hacerlo, también.

—¿Sí? —Volví a girar la mano, las yemas de mis dedos pesadas como
si algo necesitar salir de ellos.

Cassius cruzó los brazos.

—Deséalo.

Cerré los ojos y moví mi muñeca, deseando que Alex hablara de nuevo.

—¡Hijo de puta! —La voz de Alex estalló desde abajo.

—¿Crees que funcionó? —Reí.

Alex maldijo tan fuerte que me sorprendió que Sariel no lo silenciara


para siempre.

—Un poco demasiado bien. —Cassius extendió su mano—. Ahora,


veamos a Sariel.

Suspiré.

—Crees que se va a enojar.

Cassius no respondió de inmediato.

—Creo que a menudo subestimo a Sariel…

—¿Eso es bueno o malo?

—Nunca lo sé. —Cassius me dirigió por las escaleras—. Hasta el


momento exacto en que sucede.
Traducido por Vale

Iba a estar enojado.

Lo sabía por la forma en que el aire tenso se abría a mí alrededor, se


abanicaba, como si las plumas de Sariel estuvieran aleteando contra el aire;
asaltando sería una palabra más precisa.

Agarré la mano de Stephanie cuando entramos en la cocina.

Si la cara de Sariel no hubiera carecido de cualquier emoción feliz o


diversión, hubiera sido gracioso ver a un Ángel sentado a la mesa de la
cocina, golpeando la tabla de madera con sus dedos bastante grandes, solo
para agitarse, tomar un sorbo de café y luego temblar como si el sabor no
solo le repugnara, sino que ofendiera cada fibra de su ser.

Las plumas púrpuras y azules se estremecieron, como si también


experimentaran el sabor del café y lo encontraran deficiente.

La mandíbula de Mason se sacudió mientras se preparaba contra el


mostrador, sus músculos abultados por la necesidad de luchar y proteger a
su familia.

La única familia que el Lobo tenía.

Qué grupo tan triste y dispar. Qué mundo tan extraño, vivir en un
mundo en el que la manada del Lobo consistía en Sirenas, Oscuros y
Vampiros.

Los ojos de Mason se posaron en los míos antes de que sus uñas se
clavaran en las encimeras de granito, dejando pequeñas marcas de agitación
antes de que el horno emitiera un fuerte chasquido. Los ojos de Sariel se
sacudieron con atención y se fijaron a los míos.
Sonreí.

—¿Te quedas a cenar?

—Huele... —Su nariz se curvó—. Como a carne.

Mason dejó escapar un resoplido fuerte y agresivo.

—Es jamón.

—No me interesa comer animales.

Alex se dejó caer junto a Sariel de una manera demasiado descuidada.

—¿Oyes eso Mason? No te va a comer.

Otro gruñido estalló en la cocina cuando Mason comenzó a sacudir


las ollas y sartenes, golpeándolas intencionalmente contra el granito para
que hicieran un fuerte ruido.

Sus pensamientos eran igual de ruidosos.

Pero opté por ignorarlos, apagando lo que sabía que no era mi cruz
para soportar. Escuchar los pensamientos de Mason era experimentar dolor
crudo una y otra vez. Nunca había una pausa en sus emociones, en el
sangrado de su alma, el único bálsamo en su vida de otra manera oscura.

Era Genesis

Una vez más probado, cuando ella se unió silenciosamente a él en la


cocina, presionando su mano contra la suya.

La luz estalló, abriéndose camino a través de sus pensamientos


oscuros y sombríos, calmando a la bestia dentro mientras continuaban
trabajando en silencio.

—Interesante. —Los ojos de Sariel se entrecerraron sobre ellos.

Claramente notó el mismo intercambio.

—¿Por qué estás aquí? —Saqué una silla y casi empujé a Stephanie
hacia ella y luego me las arreglé para alejarla de modo que estaba entre ella
y Sariel, exactamente donde tenía que estar.
—Creo que sabes por qué. —Su voz tenía un borde destructivo crudo
mientras sus ojos se volvieron blancos. Las plumas azules y moradas se
estremecieron de rojo antes de volver a los tonos violetas.

Hice contacto visual con Ethan mientras se movía entre Genesis y


Sariel y se paraba directamente detrás del Ángel, listo para hacer un
movimiento si lo necesitaba, listo para cometer un crimen inconmensurable
para no solo proteger a su compañera, sino también a la mía.

Había subestimado su amistad. Mucho.

Matar a un Ángel es invitar a una existencia desalmada, a la muerte,


a la nada.

Pero él lo haría.

Por su familia

—Estoy restaurado —finalmente anuncié.

—Eso no —espetó—. ¿Me veo como un idiota?

Alex abrió la boca para hablar, pero le envié una mirada furiosa de
cierra la maldita boca antes de que hiciera un puchero y esperara por más
información.

—No —respondí por todos—. Pero estás poniendo nerviosa a Genesis.


Sabes que es imposible para un ser humano estar en tu presencia
demasiado tiempo sin... problemas de corazón.

—Genesis —Sariel dijo su nombre con reverencia—. ¿Cómo están los


gemelos?

Todas las conversaciones y pensamientos cesaron en esa maldita


habitación.

—Sanos —respondió con una voz audaz—. Gracias por preguntar.

Los ojos de Sariel se pusieron blancos.

—Será un parto difícil.

—Si fuera fácil, los hombres lo harían.

Alex se echó a reír.


Mientras que la boca de Sariel se curvó en una sonrisa divertida.

—Creo que has hecho tu punto.

Genesis se inclinó detrás de él mientras Mason comenzaba a golpear


los platos otra vez.

—Podemos hablar sobre tu apareamiento en una fecha posterior. En


este momento, tengo asuntos más urgentes... digamos, asuntos que tienen
que ver con la vida y la muerte, la muerte de un Demonio determinado y los
secretos que puede o no haber derramado antes de que su sangre manchara
sus manos —Sariel dijo las palabras con tanta indiferencia, mi cuerpo
tembló.

¿Las vidas le importaban?

¿Y por qué de repente me importan?

¿Por qué de repente me importaba la sangre del Demonio escalera


abajo? ¿O las vidas que podrían perderse por el secreto que contenía?

¿Por qué me importa?

¿La respuesta?

Vino a mí cuando Stephanie me acarició la nuca con la punta de los


dedos.

Ella.

Era por ella.

Me importaba porque la amaba.

Su amor me hizo sentir.

Todas las cosas que había alejado.

La Oscuridad me dijo que era peligroso sentir.

La Oscuridad estaba en lo cierto.

Porque con sentimientos, me importaba, quería justicia. Quería


igualdad. Quería paz.

Diablos, quería lo imposible.


—Entonces. —Sariel se puso de pie, sus plumas rozando desde un
extremo de la habitación hasta el otro, casi empujando a Mason al piso
mientras se extendían ampliamente en su vitalidad—. Simplemente vine a
preguntar qué has hecho. Lo que todos ustedes… —Giró levemente ya que
sus alas bloqueaban su habilidad de girar completamente—, han hecho.

—Nosotros… —Me puse de pie en toda mi estatura, que coincidía con


la de Sariel, aunque no tenía alas; siendo una víctima de la maldición,
estaba medio castigado—, podemos hacerte la misma pregunta... ¿no es así?

La cara de Sariel se torció en una sonrisa de complicidad.

—Siempre me pregunté cuándo llegaría este día. Hubo momentos en


que lo dudaba. Especialmente cuando llegó Eva, alejándote de tu propósito,
tu destino. —Negó con la cabeza—. Y ahora mira... todavía debilitado por la
emoción. ¿Nunca aprenderás, hijo mío? Las emociones son frívolas, una
maldición sobre la raza humana, una que soportas por tu origen. Cede a esa
emoción, y solo sentirás dolor.

—Prefiero sentir... algo —respondí.

—Oh, lo harás... —Echó un vistazo detrás de mí a Stephanie—.


Créeme, será el dolor más grande de tu existencia. Ahora. —Se frotó las
manos—. Dirígeme a la sangre. Si pudieras.

Murmurando una maldición, abrí las manos.

—No es necesario. —La sangre del piso de abajo se extendió entre mis
dedos, las diferentes manchas de polvo de color se extendieron alrededor de
la mesa. Una posibilidad solo porque la sangre estaba mezclada con sangre
de Ángel.

Sariel tropezó hacia atrás.

—Creo que eso significa que no lo sabía —susurró Alex en voz alta.

—¿No es que los ángeles lo saben todo? —musitó Genesis en voz alta.

—¿Me veo omnisciente? —contraatacó Sariel—. Créanme, la vida sería


mucho más fácil si viera todos los ángulos. Veo tres y medio.

—¿Tres y medio? —le preguntó Genesis—. ¿Tres y medio qué?

—Lados. —Sariel recogió el polvo entre el índice y el pulgar, frotándolo


mientras las partes rojas de la sangre se pegaban a la yema del dedo,
claramente deseando volver a unirse con su verdadero propósito—. Veo
todos los lados, pero falta la mitad de un lado. Me mantiene leal.

Alex tosió salvajemente, y compartí una mirada divertida con él


mientras se encogía de hombros.

—Los Demonios... —suspiró Sariel—. Son más problemas de lo que


valen.

—Y los mantenemos alrededor porque... ¿por qué? —Alex bostezó—.


Solo di la palabra y me pondré todo Sirena sobre sus traseros.

—Creo que lo disfrutarían demasiado —bromeó Ethan.

—No. —Sariel se sacudió las manos—. Hacemos esto de la manera


correcta. No hay necesidad de comenzar una guerra, y ciertamente no hay
necesidad de exterminar a toda una raza solo porque han sido malos. Piensa
en lo que le hubiera pasado con Drácula. —Todos los ojos se volvieron hacia
Ethan.

—Ejemplo horrible —gruñó Ethan.

—Cassius, ya que has descubierto la respuesta a tu pequeño acertijo,


tus treinta días han terminado. —Chasqueó los dedos—. Estás
completamente restaurado y se te ordena investigar de inmediato, con la
ayuda de tu compañera, la afluencia repentina de Demonios.

—¿Y la sangre del Ángel? —preguntó Mason—. ¿Dónde demonios la


están consiguiendo?

—Deja de maldecir en mi presencia —espetó Sariel—Y si supiera te lo


diría.

Una sonrisa irónica amplió la boca de Alex.

—Esa maldita mitad ausente de las cosas...

Sariel le lanzó una mirada fulminante y la sonrisa se desvaneció.

—Entonces, ¿somos solo nosotros? —Afirme la pregunta—. ¿Solo y


Stephanie y yo?

El silencio nos respondió y luego:

—Tienes tus órdenes. Mantenme informado.


Se alejó de la cocina, mientras sus alas desaparecían, reemplazadas
por una chaqueta de cuero y jeans oscuros.

—Entonces, ¿ahora usa la puerta delantera? —preguntó Alex.

Mi piel hormigueaba con consciencia. Fue muy fácil.

Todo fue muy fácil.

Y si había algo que había aprendido en mi tiempo en la tierra, era que


las cosas nunca eran tan fáciles como parecían.

—Espera aquí —le susurré a Stephanie, siguiendo a Sariel por la


puerta.

Sus pasos crujieron contra la grava y luego se detuvo, levantando los


ojos hacia el cielo mientras las estrellas brillaban sobre los dos. Solo que yo
todavía estaba cubierto por la oscuridad, la luz no podía brillar en un
Oscuro.

No nos dieron el honor.

Solo Ángeles.

Sangres pura.

—Hay algo más, ¿cierto? —le pregunté.

Sariel señaló hacia el cielo.

—¿Cuántas crees que... nos menosprecian... desean algo más que su


existencia? Ninguna. Me aventuraría a que ninguna. ¿Sabes por qué
Cassius?

Más acertijos. Solo mi suerte.

—No. No, no lo sé.

—Porque su propósito es brillar, no tener una opinión o sentimientos.


Descansan en la ocupación que se les ha otorgado, y se destacan en eso.

—Sí. —Algunas estrellas más centellearon hacia abajo, arrojando un


ligero resplandor sobre la cara de Sariel.

Se volvió hacia mí, sus ojos blancos.

—Haz tu pregunta, hijo.


—Una visión... —Casi me atraganto con lo horrible de ello—.
Stephanie vio el futuro, un futuro, me estaba matando. Tú estabas detrás
de ella.

Sariel no parecía sorprendido, si algo, sus hombros parecían


desplomarse, su brillo, derrotado.

—Sí.

—¿Me muero por su mano?

—Los futuros... pueden cambiar —dijo con voz escalofriante—.


Aunque solo lo he visto cambiar una vez con un inmortal.

—¿Una vez?

Sus ojos se volvieron blancos de nuevo.

—Contigo... tu futuro cambió en el momento en que salvaste a la chica


de la muerte. Tu futuro estaba seguro, grabado en piedra, hasta que elegiste.

—Siempre he tenido libre albedrío.

Hizo una pregunta.

—Pero, ¿con qué frecuencia has actuado en consecuencia? —Extendió


su mano frente a él, la cerró con fuerza y luego la abrió mientras una
pequeña flor comenzaba a crecer—. Esta flor no elige ser plantada,
simplemente lo es. ¿Qué pasaría, tú crees, si la flor decidiera que quería
plantarse en otro lugar, si exigiera a su creador que recibiera una ocupación
completamente nueva, una nueva existencia y este creador, en su amor
divino por esta flor... lo permitiera.

—La flor... —Tragué saliva a pesar de que mi boca se había secado—.


Sin conocer los peligros de la vida, podría pedir ser plantada en el agua, en
una colina sin sol, la flor podría morir, lo más probable es que la flor muera,
si se deja a su suerte.

—Sin embargo. —Sariel levantó su mano—. Está permitido... porque


uno realmente no puede amar algo pero mantenerlo en una caja pequeña y
segura. Eso no es amor. El amor no se contiene, nos permite caer,
rompernos, y sí Cassius, a veces, incluso nos permite morir.

—No me estás haciendo sentir mejor.


—Nunca fui bueno en este tipo de charlas. —Una risa extraña escapó
de sus labios y cerró sus manos—. Veo muchos futuros para ti. También
estoy deliberadamente cegado por varios resultados. Pero te diré esto. Si no
aprende a controlar la Oscuridad, si no la ayudas, te matará. Y no tendré
más remedio que ayudarla, o se destruirá a sí misma en el proceso.

Respiré profundamente.

—¿La ayudarías a matarme?

—¿Para salvar a la chica que amas? ¿Para salvar a tu compañera?


¿Qué quieres que haga, dejar que los dos mueran?

—No.

—Entonces tienes tu respuesta. —Asintió cortante—. Has tenido


siglos de práctica. Ella ha tenido una semana, y si no tiene cuidado, se
emborrachará con el poder, permitirá que la consuma, te das cuenta de
cómo llama la Oscuridad... nunca grita tu nombre. —Se inclinó cerca con
sus ojos volviéndose negros—. Susurra.
Stephanie
Traducido por Mais

Dormir al lado de Cassius aún se sentía prohibido, como si alguien


fuera a entrar de golpe a nuestra habitación y gritar. O como si Alex fuera a
castigarme, ¡lo que era ridículo! Ya era una mujer adulta.

Pero aun así. Podía verlo tratándolo.

Solo necesitaba alrededor de seis horas de dormir e incluso entonces


podía estar días sin descansar, pero Cassius, aprendí, se había convertido
en uno de esos novios sobre-protectores.

Cuando le dije que me quería quedar despierta y ver películas con


Genesis, me levantó, me lanzó sobre su hombro y corrió arriba por las
escaleras. Y cuando intenté quitarle su camisa, ligeramente retiró mis
manos y me dijo que descansara.

Ni siquiera me di cuenta que estaba cansada hasta que mis ojos se


sintieron demasiado pesados para mantenerse abiertos, ¿por qué de pronto
estaba exhausta? Sabía que los Oscuros apenas dormían. Tal vez solo era el
día.

—Duerme. —Besó mi frente y luego se recostó a mi lado.

Miré el reloj. Cuatro de la mañana.

Ethan probablemente se despertaría pronto, a los Vampiros les


gustaba estar despiertos con el sol y Mason de pronto había desarrollado un
horrible hábito de cocinar a primera hora de la mañana así que cuando
Genesis se levantaba, era capaz de tener un caliente pastelillo para aliviar
las náuseas matutinas.
Con un suspiro, di vueltas, luego finalmente me puse lo
suficientemente cómoda para cerrar mis ojos y acurrucarme en los brazos
fuertes de Cassius.

El sueño de nuevo me abrumó mientras la oscuridad de la habitación


giró alrededor de mí en… calidez.

No creí que había extrañado la calidez.

Hasta ahora.

—¿Con frío? —susurró una voz.

Parpadeé mis ojos abiertos pero todo lo que vi fue oscuridad. ¿Estaba
soñando? Palpé la cama en busca de Cassius. Él todavía estaba a mi lado
pero no podía verlo.

—Yo puedo darte calor. —La voz se rió—. ¿Debo empezar un fuego?
¿Para los dos?

—¿Qué? —Busqué en frente de mí, incapaz de incluso ver mi mano—


. ¿Quién eres tú?

—Oscuridad —siseó.

Me hubiese reído si mi cuerpo no se hubiera estremecido en ese


mismo instante y luego, casi sollozó con la rigidez de este.

—¿Oscuridad, dices?

—Yo soy Oscuridad. Tu otra mitad. Hola.

¿Yo acabo de decir hola?

Frunciendo el ceño, cuando busqué otra vez, mis dedos se pusieron


en contacto con algo; Oscuridad retumbó en frente de mí, y luego como un
espejo, la Oscuridad se convirtió en un rostro. El hermoso rostro de un
hombre. Él sonrió.

—Acércate un poco más.

Lo intenté, pero mis pies se sentían como si estuvieran pegados al


suelo.
—Emparejada. —Sacudió su cabeza—. Eso es desafortunado para ti.
Si fueras libre de escogerme, te daría calor. Ahora, debes quedarte fría.
Castigada.

Plumas negras rodearon sus hombros, atadas el azar de manera


extraña, alrededor de su musculoso cuerpo.

—Ahora, si él se va… serías mía.

La idea me entusiasmaba, pero no tenía idea del porqué.

—Soy extremadamente poderoso… —Sus ojos se volvieron


pensativos—. Todo lo que tienes que hacer es abrazar el poder… —Se
encogió de hombros—. El poder en cada Oscuro…

—¿Cassius también tiene ese poder? —pregunté.

—Por un tiempo. —El hombre se encogió de hombros—. Lo usó por


un tiempo, pero sus amigos… —espetó la palabra—, lo trajeron de vuelta.

Confundida, traté de buscar algo familiar, pero la habitación todavía


estaba completamente negra y el hombre en frente de mí estaba creciendo
con el tiempo.

—Un día… un día, me invocarás en tu tiempo de necesidad. Entonces,


probaré mi lealtad. Y luego, estaremos juntos.

La forma en que lo dijo lo hizo sonar como un emparejamiento, pero


yo ya tenía a Cassius. No lo entendía. ¿Estaba teniendo una pesadilla? ¿Un
sueño extraño?

—El poder está siempre en la punta de tus dedos… imagina, podrías


salvar a todos los que amas, de todos los que cuidas, simplemente al
permitir que la oscuridad sobrepase la luz. Un Oscuro nace con ambos, pero
es tu elección. Siempre tu elección.

La idea de tener una opción a elegir… cambiaba mi vida. Porque, toda


mi vida, las decisiones habían sido tomadas por mí. Incluso Cassius.

—Sí —continuó hablando la Oscuridad—. Incluso tu amor escogió por


ti, él escoge por ti incluso ahora… ¿tienes mente propia? ¿o eres una
mascota?

—¡No lo soy! —grité—. Soy poderosa. —La Oscuridad giró alrededor


de mi cuerpo.
—Sí —asintió, con aprobación—. Lo eres.

La Oscuridad de pronto calentó mi cuerpo, me quemó por dentro y


fuera, intoxicándome en su calidez que yo permití que expandiera, cuando
de pronto fui golpeada, o sentí como ello en el estómago.

—¡Despierta! —gritó Cassius.

Caí al suelo y alcé la mirada hacia él.

—¿Por qué fue eso?

Ojos blancos me miraban de vuelta mientras el olor a humo llenaba


el aire. Arrugué la nariz mientras Cassius apagaba el fuego en la cubrecama.
Cuando me levanté para mirar el daño, jadeé:

—¿Qué sucedió?

Todo el cubrecama estaba quemado.

Las almohadas, en cenizas.

Cassius dejó salir una maldición y se puso de pie.

—Tú. —Tragó saliva, sus ojos girando con azul y blanco—. Parece que
finalmente has conocido a Oscuridad.

—Él, eh…

—¿Él? —Cassius rió entre dientes—. Supongo que para ti es un


hombre, ¿eh? Más tentador así. La Oscuridad toma muchas formas.

—No lo entiendo.

—No lo harás. —Cassius me jaló a mis brazos—. Porque la


Oscuridad… eres tú.

Todavía estaba tambaleándome por el sueño extraño, ¿o fue una


introducción? El olor a quemado de las sábanas llenaba todo el piso de
arriba. Ethan estaba irritado. Pero entonces, desde que Genesis se había
quedado embarazada, él se había convertido en un tirano sobre-preocupado.
Él ya se había encargado de ponerle una reja para bebés a las
escaleras. Mason estaba a bordo de la idea con tanto entusiasmo que ofreció
instalar seis de ellas.

Las cosas estaban yendo rápido, y por mucho que quería unirme a su
emoción…

Estaba… toda esta cosa de la oscuridad.

En lo alto de tratar de encontrar a quien fuera que estaba haciendo


más Demonios inmortales. Oh, como si la vida no fuera suficientemente
estresante, en menos de treinta días, aparentemente iba a matar al hombre
que amaba.

La vida apestaba.

Un plato se deslizó en frente de mí, el panqueque estaba flojo, enorme


y había sido suavizado en suficiente jarabe y mantequilla para matar a un
hombre.

Mason se sentó en frente de mí, su plato lleno de una piña picante y


un cúmulo de frambuesas.

—Te ves como que lo necesitas.

Recogí mi tenedor.

—Recordaste mi comida favorita.

—¿Cómo podría olvidarlo? —Sonrió—. Cada año en tu cumpleaños,


una vez que te uniste al Consejo, querías panqueques en lugar de un pastel.
Aparentemente nadie te enseñó la diferencia de niña, así que culpemos a
Alex.

—Escuché mi nombre. —Alex entró cojeando a la habitación.

—¿Qué diablos te sucedió? —Mason estalló en risas mientras Alex


encontraba una silla y hacía una mueca.

—Rejas de bebé —maldijo Alex—. Un infierno de rejas de bebés.


¿Quién se hubiera imaginado que esa sería mi caída?

—Yo —dije, entre mordiscos—. Eres una Sirena, es como tu


kriptonita. El hecho de que puedes tener sexo y producir niños… es
suficiente para hacerte abstinente.
Con el rostro en blanco, Alex tembló por dentro.

—Shhh… —Mason le entregó a Alex una frambuesa—. Lo estás


asustando.

—Es como una historia de dormir pesada. —Alex me miró—. Además,


un pequeño pajarito me dijo que casi quemas la casa anoche. ¿Te importaría
compartir cualquier detalle íntimo?

—Ella conoció a Oscuridad —dijo Mason, mientras usaba sus incisos


para tomar un enorme mordisco de la piña.

—Ah, ¿loco, verdad? Como conocer la peor parte de ti misma, mientras


al mismo tiempo eres seducida… —Presionó sus labios en un puchero
seductor—. Apuesto a que Oscuridad está caliente.

—Él lo es —corregí.

Alex se veía confundido, su expresión no cambió.

—Sabes que no discrimino entre sexos, si es guapo, bien por él, bien
por todos.

El sonido de Mason mordiendo la piña puso mis nervios de punta


como uñas en una pizarra. Le di una mirada de temer. Recostándose en la
silla, la dejó de nuevo en el plato y colocó una frambuesa en su boca, su
mano transformándose en una garra así no tenía que usar un tenedor para
abrir cada frambuesa.

—Loco de circo —murmuró Alex, buscando el café de Mason.

—¿Por qué… —Ethan entró de golpe a la habitación—, no le


advertiste?

Cassius siguió detrás de él, cerca de sus talones.

—¿Qué diablos esperas que diga? Oh, por cierto, en tus sueños, vas a
tener una visita de Oscuridad, diviértete, ten cuidado de quemar la casa.
Oh, y si estás caliente y excitada no soy yo.

—Para que quede grabado —interrumpí—, no estaba caliente y


excitada, solo cálida.

Me ignoraron.
—¡Si no puede controlarse, no puede quedarse! —Ethan golpeó su
puño en el granito, rompiéndolo por la mitad—. ¡Genesis está embarazada!
Necesita protección de cosas como esa. —Pedazos de granito volaron por el
aire mientras Ethan apuntaba en mi dirección. Me hundí en mi asiento.

Mason dejó salir una maldición suave.

—Odio ordenar nuevos accesorios de cocina. Los empleados de Home


Depot siempre son prejuiciosos.

Alex hizo una mueca mientras la rotura en el granito se extendía más.


Luego la encimera se cayó al suelo.

—Solo diles que te dejaste llevar con tu última stripper. Yo iría con
eso. Entonces una vez no le dimos nada más que dinero y un susurro de
“mafia”.

Mason abrió otra frambuesa con su garra.

—Tal vez solo te llevaré contigo y les diré que eres mi amante. La
última vez que hicimos eso obtuvimos cincuenta por ciento de descuento.

Alex suspiró pesadamente.

—Porque ella estaba totalmente enamorada de mí, no de ti. —Se frotó


la nariz—. Hueles demasiado gracioso para sus gustos, motivo por el que te
quedaste en los accesorios y yo la llevé a la parte de atrás.

Ethan se giró.

—¿Hiciste qué? ¿A un humano?

—Le enseñó cómo coser —Mason intervino—. En el Depósito de


Casas4.

Apenas logré evitar sonreír mientras Cassius compartía una mirada


confundida con Ethan.

—Montón de bordes afilados. —Alex asintió, empáticamente—. Muy


peligrosos… pero no te preocupes, ninguna de tu sangre preciosa fue
derramada.

4
En inglés esta frase es: “En el Depot of Homes”, haciendo referencia al verdadero nombre
del lugar, “Home Depot”.
Un bajo gruñido escapó de Mason.

—Un día vas a ser atrapado por probar fruta prohibida. —Otra
frambuesa voló a través del aire y hacia su boca—. Y yo me reiré. ¿Qué va a
suceder cuando tus trucos dejen de funcionar en las humanas?

Alex no se veía preocupado.

—Ellas atacarán estilo multitud. —Mason asintió—. Sí, qué día


fantástico será.

Cassius frunció el ceño.

—¿Ellas… atacan en el Depósito de Casas?

—Es Home Depot —corregí—. Y no le prestes atención, han estado


ladrando toda la mañana.

—Aquí. —Alex lanzó una piña al aire—. Ten un árbol.

—Técnicamente es una semilla —Mason farfulló, mordiendo sus


frambuesas mientras Ethan lentamente hacia su camino hacia el grupo. La
tensión en la habitación era extremadamente incómoda mientras sus ojos
brillaban de un verde Vampiro.

Oh, bien. Estaba enojado.

Con un rugido, sus colmillos se alargaron.

—Dos días. —Lanzó un dedo en mi dirección—. Ella tiene sus poderes


bajo control en dos días y puede quedarse. Si no, entonces estarán en la
calle.

—Y cuando él dice calle, significa que tienes que irte con Cassius así
no quemas la casa de Ethan con su preciosa humana en ella —dijo Alex.

—¿Pensé que ya habíamos pasado eso? —Genesis entró a la cocina,


inmediatamente ocasionando que los ojos de Ethan volvieron a la
normalidad y se alejaran de nosotros solo lo suficiente para abrazar a
Genesis y besar su cuello.

—Sin mordiscos en público —murmuró Cassius bajo su aliento—. Eso


está en contra de las reglas inmortales, no es que me escuches de todos
modos.
—He sido mordido —anunció Alex mientras todas las cabezas se
dirigían hacia su dirección—. Lo encontré extremadamente erótico… luego
ella trató de matarme.

—Sorprendido de que una de tus historias termine de esa forma… me


imaginé que si las mujeres estaban en su sano juicio mientras las seducías,
todas querrían matarte.

—Un Alce me siguió a casa una vez también. Pensó estaba enamorada
de mí. —Alex bostezó.

Disgustada, desde que todavía pensaba en él como mi hermano, me


puse de pie y estiré mi mano hacia Cassius.

—¿Deberíamos empezar?

Su rostro estaba sin emoción. Casi temía que fuéramos a volver a


cómo eran antes las cosas, él ignorándome, yo ignorando el dolor severo en
mi corazón cada vez que él se rehusaba a reconocer que había algo entre
nosotros.

—Afuera. —Cassius apretó mi mano y luego la levantó a sus labios—


. Lección número uno… los Oscuros no conocen el miedo.

Estaba por responder cuando una ráfaga de viento helado me lanzó


contra la pared. Traté de moverme pero el aire me sostuvo inmóvil. Mi
respiración salió en pequeños jadeos mientras el aire se empujaba contra
mi boca.

Cassius se inclinó hacia adelante, sus labios rozando mi oreja.

—¿Con miedo?

—No —jadeé.

La presión incrementó.

¿Por qué nadie me estaba ayudando?

Porque tú puedes ayudarte a ti misma. La voz de Cassius fue un


pequeño susurro en mi cabeza.

Cerré mis ojos y luego le dije a mis manos que empujaran en frente
de mí mientras giraba el viento hacia Cassius.
Con un gruñido, lo tuve contra el suelo, el mismo viento empujándolo
abajo.

—¡Oh, no! —Cubrí mi boca con mis manos y me incliné sobre él—.
¿Estás bien?

Su sonrisa estaba brillando. Era mortal. Un poco más erótica de lo


que la había visto.

—Oh, sí. —Se rió oscuramente—. Más que bien, creo. —Buscó mi
cabeza, jalándola hacia abajo para presionar un beso hambriento contra mi
boca.

—¿Es eso porno? —susurró Mason.

Alex dejó salir un gruñido.

—No, Lobo…

—¿Pero están entrelazados en frente de otros? ¿No es eso Porno? ¿Por


qué Genesis dijo que no a la otra tienda por la que pasamos con las luces
brillantes y…?

—¿A dónde diablos lo llevas de noche? —gritó Alex—. Jesús, Genesis,


él es como un inocente. ¡No puedes simplemente prostituir las piñas fuera
de él!

Genesis dejó salir una risa fuerte.

—No te preocupes por eso. Lo que es entre Mason y yo, es entre Mason
y yo.

Otro fuerte crujido de una piña se escuchó.

Cassius se apartó de mí.

—¿Vamos afuera?

—Sip, llevémoslo afuera.

—Gran chico.

La risa cálida de Cassius me hizo la mañana entera.


Stephanie
Traducido por krispipe

—Enseñarte —explicó, una vez que estuvimos afuera—. No es lo


mismo que mostrarte… por lo tanto… simplemente vamos a entrar en esto.

—¿Entrar en esto? —pregunté.

Cassius agarró mi brazo, el frío me picaba como agujas heladas


recorriendo mi brazo.

Cuando mis ojos pudieron concentrarse de nuevo, deseé tener una


ceguera temporal, donde quiera que mirara, había Demonios durmiendo. De
alguna manera habíamos salido de la casa de Ethan y entrado en otro lugar
completamente diferente, todo en el lapso de segundos.

—Esta —susurró Cassius—, es la parte divertida.

Un fuerte silbido se estrelló en el medio del almacén y entonces


empezó a fluir lluvia.

Demonios se dispersaron a los bordes más lejanos de la oscuridad.


Eso fue, hasta que Cassius levantó la mano, y como si una luz se
encendiera, cada fragmento de oscuridad fue removida de la habitación.

Gritaron y bramaron, y finalmente, uno dio un paso adelante. No


sabía su nombre, no lo reconocí en absoluto.

—Sabes por qué estamos aquí. —La voz de Cassius retumbó, como a
menudo cuando exudaba una enorme cantidad de poder. Me recordaba al
dibujo animado Hércules de Disney. Cuando se convertía en un dios, su voz
había desarrollado un eco mientras su cuerpo era luz en sí mismo.

Así es como se veía Cassius.

Solo que con mejor aspecto.


Carne y sangre real.

Un hombre.

No un dibujo animado.

—S-sí. —El Demonio cubrió sus ojos—. ¿Podrías al menos atenuar las
luces, Cassius?

Con un movimiento de cabeza lento, las luces se redujeron a un mero


resplandor, mientras que el Demonio caminaba delante de Cassius.

—¿Y bien? —preguntó Cassius—. No tenemos todo el día.

—Es sangre de Ángel. —El Demonio inclinó la cabeza en mi dirección


y sus ojos se movieron hacia la parte posterior de su cabeza—. Huele como
ella. Como tú.

—Los Oscuros poseen elementos de sangre Angélica, lo sabes —dijo


Cassius en tono aburrido.

—La especia… —El Demonio dio un paso cauteloso hacia mí y


olisqueó—. No es tan dulce como su olor o el tuyo… casi como el Oscuro que
surgió de… —Se estremeció—. Miedo.

Confundida, pensé que podría preguntar más tarde, pero Cassius


debió haber pensado que necesitaba saberlo inmediatamente.

—La mayoría de los Oscuros nacen de uno de los siete pecados,


lujuria, codicia, envidia… —Olfateó el aire enfrente de él—. Pero por lo que
dices…este apareamiento… que tuvo lugar fue…

—…violación —terminó el Demonio—. Lo que es imposible, ¿un


humano violando a un Ángel? ¿O viceversa? Serían asesinados en el acto
por siquiera pensarlo.

—A menos que no fuera humano.

—A menos que el humano no fuera completamente humano…


¿inmortal, quizá? —preguntó Cassius en voz alta—. ¿Puedes rastrearlo?

—Como desees. Sabes que mis amigos y mi familia son inocentes, has
probado la verdad en el aire en el momento en el que llegaste.
El aire era claro con honestidad, con nada más que verdad, y sí, un
poco de miedo. Gracioso, nunca había reconocido el miedo antes, siempre
pensé que era esta extraña emoción fugaz que paralizaba a los humanos.

Pero el miedo era pequeño.

Si cerraba los ojos lo suficiente como para verlo en mi mente, era como
un niño o un bebé, y entonces, de repente, lo alimentaron, creciendo ante
mis propios ojos hasta que fue un gigante, hasta que eclipsó todo en su
presencia.

—El miedo nace pequeño —susurró el Demonio—. Somos nosotros


quienes lo hacemos grande.

La pena se apresuró a través de mí; los Demonios estaban malditos


como los Oscuros, maldecidos a vivir el resto de su existencia sabiendo que
al final, serían juzgados como los humanos, igual que todos los demás.

También fue por esto por lo que no se les permitió crear.

Crear más Demonios creaba más maldiciones.

Mientras que crear un Vampiro o una Sirena, no estaba tan mal visto,
en realidad poseían sus almas.

Los Demonios. No.

Aunque todavía tenían sentimientos.

Y esa era la parte más triste de todo. Podían sentir, podían esperar
todo lo que querían… siempre en vano.

—Pero todavía lo intentamos. —El Demonio me miró a los ojos—. Lo


intentaremos todos los días hasta que nuestra penitencia termine.
Intentaremos mantenernos en buenas relaciones con los Ángeles y los
Oscuros por igual.

—Gracias —murmuró Cassius. La lluvia cesó y la oscuridad volvió—.


Rastrea la sangre.

—La Oscuridad… —susurró el Demonio mientras Cassius agarró mi


brazo—. La tiene a ella, Cassius. Puedo sentirlo.
Traducido por Mais

Bloqueé mis pensamientos de ella. Lo último que ella necesitaba era


estar al tanto de mi preocupación. La llevé dos veces al Demonio. Necesitaba
información y al lado de los lobos ellos eran los mejores rastreadores que
teníamos; además, no había lealtad en sus rangos.

Alguien hablaría.

Porque ellos estaban constantemente peleando por dominar,


controlar. Y cuando esa persona hablaba, esperaba que fuera lo
suficientemente alto para que yo lo escuchara.

También quería ver si el Demonio podía sentir la oscuridad girando


en ella, estaba demasiado cerca a la situación. Gracioso, de pronto me
preocupaba demasiado sobre nuestros lazos futuros, nuestros destinos, que
también estaba ciego del de ella.

El minuto en el que nos emparejamos.

Su futuro estaba perdido para mí.

Cada vez que la tocaba, escuchaba a la Oscuridad susurrando.

Ella no estaba al tanto de que la Oscuridad estaba hablando, pero


como una lenta tormenta que se estaba construyendo, formando, no podía
hacer nada más que esperar que al final, ella fuera lo suficientemente fuerte
para alejarse de la tentación que era dada a cada inmortal que poseía sangre
Ángel: ser como un Dios.

Era una mentira.


La oscuridad retorcía sus mentiras de tal forma que el aire no sabía
amargo, pero claro por primera vez, porque no cada mentira dicha era hecha
de la manera correcta, sino tejida con pequeños pedazos de verdad.

Me estremecí y regresé mis pensamientos hacia los Demonios.

Mi dinero estaba en Timber pero me rehusaba a visitarlo hasta que


Stephanie tuviera más control de sus poderes.

Ella podría ser más fuerte.

Pero Timber era malo, y la Oscuridad en ella reconocería esa maldad


y querría unirse a esta. A pesar de quién estaba al lado de ella, a pesar de
quién era yo para ella, sería tentada, porque siempre éramos tentados
cuando no entendíamos las cosas.

Nunca le había dicho que el camino sería fácil. Desearía que lo fuera.

—¿Qué quiere decir él? —preguntó Stephanie una vez que estábamos
en el estacionamiento cerca del Mercado Pike Place. Tan normal, caminar
mano a mano mientras hacíamos nuestro camino a través de lanzamiento
de pescado y gente vendiendo flores.

Las flores se inclinaban hacia nosotros mientras pasábamos,


sintiendo la vida de sangre fluyendo a través de nuestras venas.

El viento se levantó mientras insectos se detenían de lo que sea que


estaban haciendo y observaban. Curiosamente esperando ver si traeríamos
la destrucción por la que se nos conocía, o si realmente solo estábamos
caminando junto a las flores.

La naturaleza aguantaba la respiración.

Y yo sostenía la mano de Stephanie.

Sus dedos se presionaron contra los míos. Era todo lo que necesitaba,
pero como un recuerdo enfermo de la dirección de sus pensamientos, sentí
la Oscuridad en ella, envolviendo sus tentáculos negros alrededor de su
cuello, ahogándola.

Susurrándole. Ríndete, ríndete, ríndete.

Me había tomado años reconocer que esa voz era como el diablo que
se sentaba en mi hombro. La mayoría de las veces estaba en lo correcto.
La mayoría de veces me decía que destruyera cada humano que
veía.Me decía que bebiera de su sangre.Que rompiera sus cuellos.Me decía
que yo era un dios.Me decía que debía de ser adorado.Y la mayoría de los
días, no lo creía.

Pero en mi peor momento, quería esas cosas. Quería destruir la vida…


porque la vida no respetaba la vida.

La vida era una fantasía, y el camino al paraíso estaba siendo


conducido por gente que no merecía estar viajando en primer lugar. Me daría
mi derecho, el exterminarlos.

Y entonces, la luz dentro de mí me recordaba que era igual que ellos.


No merecido, a veces muy débil, y maldecido. Aun así, tienes permitido vivir.

¿Por qué no ellos?

La gente pasaba delante de nosotros. Detuve a Stephanie y apunté a


la pareja mientras el hombre caía de rodillas y le proponía matrimonio a su
enamorada.

—¿Qué ves? —pregunté.

Ella suspiró feliz, apretando mi mano con fuerza.

—Amor.

—Mira más de cerca —instruí.

Frunciendo, miró con más fuerza.

—No sé lo que quieres que vea.

—Llama a la Oscuridad, pero no toques.

—¿Cómo la llamo?

—Eres tú. —Asentí, dejando que mis ojos se pusieran negros mientras
miraba a la pareja de nuevo, a través de lo que sabía que serían mis propias
sombras de oscuridad.

La pareja que se veía tan feliz, que parecía tan perfecta.Estaba lejos
de serlo.
La mujer estaba preocupada por su seguridad. Pero él estaba tan feliz,
el hombre proponiéndole, que esto era, ella pensaba, él iba a dejar de
golpearla. Él iba a detenerse porque la amaba.

El hombre sonrió brillante, sus pensamientos eran de matarla…


finalmente, respiró un suspiro de alivio… ella será mía y de nadie más, la
mataré antes de que alguien más la toque. Mía. Mía. Mía.

Mientras se abrazaban, moretones se expandieron a través de los


brazos de ella, sus dientes caídos, sangre salpicada de su boca y el hombre
empezó a estrangularla, y luego, envolvió algo alrededor de su cuello solo
para dispararse a sí mismo después.

Con un jadeo de sorpresa, Stephanie se aferró a mí.

Empujé lejos la oscuridad, ignorando el tirón de mirar más allá y la


abracé con más fuerza en su lugar.

—¡Se está poniendo peor! —Ella miró alrededor a la gente pasando,


golpeándose con nosotros, con cada golpe tenía una visión del horror de sus
vidas, de lo que eran capaces—. ¡Detente! ¡Se tiene que detener!

—Shhh. —La sostuve tan fuerte como pude y enlacé mis


pensamientos a los de ella, alejando la oscuridad. Pero volvió a tirar. Más
fuerte de lo que me había dado cuenta. Intenté de nuevo solo para tenerlo
riéndose en mi cara—. Aférrate a la felicidad… a la luz.

—No hay felicidad —sollozó—. Todo está oscuro.

—Yo soy luz —susurré en su oído—. Mírame.

Ella abrió sus ojos y luego, lentamente, la negrura se deslizó lejos de


sus irises, regresándolos a un blanco leche y luego azul brillante.

—¿Qué acaba de suceder?

—Eso… —La alejé de la multitud—. Es la Oscuridad. Es por eso que


es tan tentador. ¿Por qué dejar a esa pareja vivir… cuando su futuro seguro
es la perdición?
Traducido por Mais

—Es mi trabajo mantener la paz. —Stephanie se estremeció en mis


brazos y luego se apartó de mí mientras oscuridad se expandía a través de
sus ojos blancos—. Debemos destruirlos a todos.

—¿Y luego qué? —pregunté—. ¿Con qué fin?

—Paz. —Su voz tomó un borde afilado que reconocí.

¿Había pasado tanto tiempo desde que perdí a Eva? ¿Que había
dejado que la Oscuridad me consumiera? ¿Que había querido nada más que
saltar al hueco negro y dejar que abrazara cada parte de mi alma que todavía
poseía? Por unos cuantos minutos, se había sentido bien. Pero Ethan,
Mason y Alex no lo habían permitido.

Por suerte, las palabras de Ethan habían tenido sentido en ese


momento, suficiente sentido que usé mi fuerza para alejarme de la
Oscuridad y permitirme llorar la muerte.

Llorar la vida que sentía que debería haber tenido.

La vida que la Oscuridad dijo que merecía.

Pero la Oscuridad no solo llamaba para la muerte de la humanidad,


también llamaba para la muerte de tanto Ángeles como inmortales.

La oscuridad estaba en todos.

Permanece dormida, hasta que ve la oportunidad perfecta para ofrecer


una mejor sugerencia a tus circunstancias.

La Oscuridad está en los humanos.


Está en los inmortales.

Está en cada aire que respiramos.

Pero el peor tipo de oscuridad es la clase que mantenemos en nuestros


corazones… lo atesoramos, lo mantenemos cuidado, permitimos que nos
ayude a justificar nuestras acciones y cuando es demasiado tarde, le
culpamos por todo mientras esta apunta su dedo de vuelta a nosotros y se
ríe.

Suspirando, estiré mi mano y presioné mis dedos contra su labio,


dejando que el frío de mis dedos enfriara su cuerpo caliente.

Con un jadeo, ella chupó un dedo, luego dos, luego jaló mi cuerpo
contra el suyo y nuestras bocas se fusionaron en una batalla de dominación
mientras yo expandía mi frío alrededor de ella.

La Oscuridad siempre fue caliente.

Da confort, para un Oscuro, hasta que quema a ese Oscuro vivo.

—Vuelve —susurré, mis labios presionados contra los de ella mientras


invocaba su luz—. Vuelve a mí.

Stephanie cayó contra mi cuerpo, su respiración errática mientras sus


dedos se enterraron en los músculos de mi espalda.

—Creo que aquí termina el entrenamiento por hoy. —Su voz es


rasposa, como si acabara de pasar los últimos minutos gritando a todo
pulmón, ¿y quién sabe? Tal vez lo había hecho. Tal vez le estaba gritando a
la Oscuridad, tal vez eso es lo que tomó que se apartara.

—Se pondrá más fácil —prometí—. Solo toma tiempo. —Todavía


temblando, la sostengo tan fuerte como puedo, jurándome a mí mismo que
moriré antes que algo le pase a ella, y en una idea de pura ironía… salvarla
de la oscuridad, de sí misma, permitiría que ella me matara.

Si eso es lo que toca.

Aceptaré mi destino.

Feliz.
—¿Sabes cómo Ethan le dio lecciones a Genesis sobre inmortales y
nuestra historia? —preguntó Stephanie, cambiando de tema mientras
caminábamos mano a mano por la acera.

—Sí.

Ella se detuvo.

—Creo que es mi turno.

—Infiernos. —Solté su mano—. No estoy seguro de que sea la mejor


idea.

—¡Ni siquiera sabes lo que estoy pidiendo!

—Sí, lo sé. —Mi risa estaba completamente sin humor—. Quieres


saber lo que realmente es la oscuridad, quieres saber la historia 101 de los
Oscuros.

Ella asintió.

—Infiernos.

—Ya dijiste eso.

—Steph…

—¿Por favor? —Buscó mi mano, apretándola—. Si solo la entendiera,


podría luchar contra esta.

Envolví mis brazos alrededor de su cintura y susurré:

—Mentira.

—¿Eh?

—Te mentiste a ti misma.

—¿Podemos hacer eso?

—Eres mitad humana, podemos hacer todo lo que ellos pueden.

—¿Los Ángeles pueden mentir?

—Pueden —dije lentamente, luego puse los ojos en blanco—. Maldita


sea, ¿Vas a lograr sacármelo de una manera u otra, verdad?
—Mi próxima oferta era una clase de experiencia sexual increíble…
con nieve.

Reí entre dientes a pesar de mí mismo y el tema.

—¿Nieve, eh?

—Mucha nieve. A ti te gusta la nieve.

—¿Quién te dijo eso?

—Genesis. —Stephanie se encogió de hombros—. Puede que haya


dejado salir que puedo soñar despierta y ella dijo que ustedes siempre
sueñan que tienen nieve alrededor. Tú dijiste que era cómodo.

—Casa. —La emoción apretó mi garganta—. Siempre trae confort.

—¿Casa? —repitió Stephanie—. ¿Qué quieres decir con casa?

—En dónde nací. Siempre trae confort. La nieve… representa en


dónde nací.

Stephanie se inclinó, oliendo el aire.

—Cierto. Entonces, Cassius… —Palmeó mi estómago, había visto


muchos humanos hacer eso antes en broma y nunca entendí la necesidad
de tal coqueteo trivial con la mano del otro… hasta que sus manos
estuvieron en mí, hasta que era parte de una pareja, y cada mirada y caricia
hacia mí era como respirar por primera vez, después de estar sin aire por
una eternidad—. ¿En dónde naciste? ¿Siberia?

—Da —confirmé en ruso y luego presioné mis dedos contra su


muñeca.
Stephanie
Traducido por Mais

—¿Dónde estamos? —jadeé, frotando mis brazos; no estaban


necesariamente fríos, pero se sentían más fríos que jamás antes. El sol
estaba comenzando a colocarse, enviando un brillo hermosamente naranja
a través de la pequeña ciudad.

Me recordaba a la Navidad.

Y a la película Frozen. Aquella que Genesis había forzado a Mason a


ver solo para preguntarle después si se podía convertir en un reno en lugar
de un lobo para Halloween. Había dicho que lo intentaría. Ethan y Alex
todavía se burlaban de él ante su promesa, pero ese era Mason. Vivía para
hacer a otros felices, tal vez porque no era capaz de tener la propia felicidad.

—Mason—dijo Cassius, interrumpiendo mis pensamientos—, tiene un


futuro brillante.

—¿Y Alex? —no pude evitar preguntar.

—Una vez que puedas controlar tu poder serás capaz de ver a través
de futuros con facilidad —explicó Cassius—. Y Alex tiene… unos meses
intrigantes de aquí en adelante.

—Mmm. —Me gustaba el sonido de ello.

El viento se levantó justo mientras el sol hacía su último descenso


detrás de la nieve cubriendo las montañas, dejando blanco todo menos las
pocas luces de la calle en la oscuridad.

—Me olvidé lo silencioso que es aquí —murmuró Cassius, agarrando


mi mano. Ambos estábamos todavía en nuestra ropa de calle. Pantalones
vaqueros y camisetas.
Rápidamente me apretó contra la primera tienda en la calle principal
y sacó un abrigo de piel, sombrero y pantalones que se veían dos tallas más
grandes para mis piernas. Las botas fueron lanzadas en mi dirección y luego
él estaba en la encimera hablando en un lenguaje rudo que nunca antes le
había escuchado.

¿Podría ser que Cassius realmente fuera… Ruso?

El hombre en el escritorio se rió con fuerza y luego sacó un vaso de


shot y una botella de vodka. Se sirvió uno para él, lo tomó y luego sirvió uno
para Cassius.

Sin romper la risa, Cassius devolvió la botella y lanzó el vaso de shot


de vuelta en la mesa.

Ellos sacudieron sus manos.

Mientras estaba allí con la boca abierta como si acabara de ver un


milagro ocurrir, Cassius, casi parecía normal. Casi.

Y luego sonrió y recordé de nuevo por qué era tan hermoso, tan guapo
que dolía mirar su rostro por tanto rato. Su belleza era como una pintura
en constante cambio. Siempre notaba algo diferente sobre su rostro, sus
ojos azul brillantes, cómo de oscuras eran sus pestañas, el ángulo de su
mentón, la forma de sus labios esculpidos…. Siempre había algo
interesante, algo único, diferente, y yo era inmortal, estaba acostumbrada a
ver cosas bonitas.

Auto-consciente agarré mi cabello oscuro. ¿Mi apariencia se había


alterado mucho desde que se había ido el glamour? Los humanos no
parecían mirarme de manera diferente, tal vez un poco más de rato, pero
nacían con un miedo natural a las cosas que no entendían; una inmortal
era algo que nunca serían capaces de entender, lo que significa que,
usualmente nos daban un amplio escrutinio, incluso si estaban interesados.

Labios sensuales se presionaron en una sonrisa malévola mientras


Cassius estiraba su mano hacia mí.

—¿Te gustan las botas?

—Estoy usando a Mason. —Miré hacia las botas peludas y reí—. Creo
que estaría enojado si las viera.
—Aquí no hacen daño a esa clase de lobos —prometió Cassius—.
Incluso la clase de Mason se mantiene alejada del frío amargo de Oymyakon.

—Siberia… —Me estremecí de nuevo aunque el frío era normal para


mi cuerpo típicamente frígido—. Así que hablabas en serio.

Cassius sonrió aún más, tal vez estar en casa era bueno para él.

—Así que… —Estiré mi brazo libre mientras caminábamos por las


calles heladas y abandonadas—. Aquí es donde el joven Cassius creció.

El rostro de Cassius se oscureció por un breve momento antes de


agarrar mi mano y empezar a silbar. El tono no era familiar, pero su melodía
inquietante me tuvo estremeciéndome mientras continuaba silbando y se
levantaba viento. Envolví mi abrigo más fuerte alrededor de mí misma y me
enterré en su cuerpo.

Siempre había odiado el viento. Cuando era pequeña me recordaba al


enojo, al frío y ahora que era un Oscuro y realmente no me enfriaba de la
misma manera, todavía lo odiaba porque seguía siendo enojado.

El viento tenía su natural temperamento de berrinche. Al menos


siempre se había sentido así.

—El viento… —Cassius dejó de silbar—, es una advertencia de las


cosas por venir

Fruncí el ceño.

—¿En la naturaleza o en la vida?

El viento se elevó y rugió por la calle mientras hacíamos nuestro


camino hacia una pequeña casa oscura.

—Ambos. —Cassius empezó a silbar de nuevo y el viento aulló junto


con él. Para el momento en que llegamos a la casa había comenzado a nevar,
el viento causando que casi todo estuviera blanco.

—Teme —susurró Cassius—, a la belleza de los cielos.

—¿Qué?

—Los humanos temen lo que no entienden, pero en el minuto en que


se ponen en contacto con esa cosa que les da miedo, no son quemados o
heridos de ninguna manera, la valentía toma poder… y ellos tocan. —Él se
estremeció—. Exploran. —Su cuerpo tembló—. Y caen.

Parecía como si estuviera hablando en acertijos.

Abrió una puerta.

Un fuego estaba encendido en la chimenea, llevándose el frío de mi


cuerpo inmediatamente.

Entrar a la casa fue como volver en el tiempo.

Una mujer se balanceaba de adelante hacia atrás en una vieja y


ruidosa silla, mirando el fuego, sus pequeñas manos tejiendo furiosamente
lo que parecía el suéter de un niño.

—Sabía que eventualmente vendrías.

Cassius colgó su cabeza, luego presionó su mano contra mi espalda,


empujándome hacia la mujer.

Con un suspiro, la mujer se levantó, la sábana de piel cayendo de sus


hombros mientras me enfrentaba.

—¿Qué…? —Sacudí mi cabeza nublada y confundida—. ¿Qué eres tú?

No sentí que fuera humana… pero había algo en su sangre mientras


olía el aire. Olía a humana. Se veía inmortal.

Con cabello completamente negro y labios rojos en forma de arco, era


como una princesa, sus pestañas tenían pedazos de nieve como si acabara
de estar afuera bailando y dando vueltas bajo la luna.

—Madre —el saludo de Cassius me hizo jadear—. Conoce a…

—… tu destino. —La mujer sostuvo su mano—. Veo gran oscuridad


en ti, Stephanie.

Alejé mi mano y agarré el brazo de Cassius.

—Algo que todos poseemos, Madre —dijo Cassius en voz baja—. La


Oscuridad no es nueva para ti.

—No. —Se volvió a sentar—. Supongo que no lo es.


Observé su intercambio de palabras en silencio. Aún incapaz de
entender cómo esa mujer podía ser la madre de Cassius.

¿Cómo siquiera estaba viva?

—Siéntate —su madre me instruyó—. Y te contaré una historia.

En silencio, me hundí en una silla de madera, un poco sorprendida


de lo fuerte que resultó ser.

—Me dijeron que la belleza era incomparable, como caminar a través


del paraíso. —La mujer suspiró en contento—. El problema con la
humanidad siempre ha sido su necesidad de más conocimiento y poder,
nunca satisfecho, nunca contento. —Temblando, envolvió la sábana con
más fuerza alrededor de ella mientras Cassius se movía a su lado y
acomodaba los bordes alrededor de su pequeño cuerpo—. Los seres
inmortales siempre han… existido. —Sus ojos perdieron enfoque por un
breve segundo mientras miraba fijamente el fuego—. Fueron creados junto
con los Ángeles, siempre han co-existido en perfecta armonía. Como dos
mundos que van paralelos. El plano inmortal existía y el humano también.
Pero siempre ha habido situaciones donde los humanos han aprendido de
los inmortales o han sido forzados a trabajar con ellos. Es ahí donde tus
historias de ciencia vienen. —Se meció de adelante hacia atrás en su silla,
adelante y atrás, hasta ahora no me estaba diciendo nada que ya no
supiera—. Solo había una sola regla. —Suspiró—. No te enamores. —Sus
ojos se enfocaron en mí—. Pero yo lo hice.

El fuego crujió mientras expandía sus manos, sus palmas hacia abajo.

—A mi padre le confiaron el secreto inmortal, con el conocimiento de


otro mundo. Ayudó a traer humanos al principio, fue el que ayudó a iniciar
la llamada de números una vez que los inmortales se dieron cuenta que la
humanidad no necesitaría más ayuda para reinarse así misma. Así que mi
padre ayudó a empezar la llamada de criadores. Ellos descubrieron que si
un Vampiro inmortal, en instancia, se emparejaba con un humano, el
humano no solo ganaba inmortalidad sino que era capaz de parir. Era un
plan perfecto.

—Pero no todos los inmortales son creados iguales —murmuró


Cassius y luego presionó un beso en la mano de su madre—. ¿Por qué no
duermes? Te ves cansada, yo puedo contarle el resto de la historia.

—Sí. —Su madre asintió, lágrimas llenando sus ojos—. Sí, haré eso.
Se levantó y salió, suavemente cerrando la puerta detrás de ella.

—¿Cómo es que está viva?

—Un regalo —respondió Cassius—. De mi padre.

—¿Sariel?

Cassius asintió.

—Dijiste que querías saber lo que realmente eran los Oscuros y cómo
sucedió, así que voy a llevarte de vuelta al principio.

—El principio de los Oscuros.

Sus ojos destellaron.

—Al primero jamás creado. —Suspiró como si llevara el peso del


mundo en sus hombros—. Yo.
Traducido por Mais

El pasado era un recordatorio doloroso de mi futuro incierto, y


exponerla a eso me descolocaba completamente, pero si ella quería la verdad
yo no podía, no se la escondería.

—Observa —susurré, recostándome con ella cerca del fuego, mientras


su cuerpo se relajaba al lado del mío; esperé a que cayera en un profundo
sueño y recé para que no se odiara a sí misma por lo que era.

Porque los Oscuros… no eran héroes. Sino villanos.

Besé su frente y comencé mi historia mientras entraba a su sueño,


apretando con fuerza su mano.

—Mira, mira a los que observan.

Doscientos hombres al borde de una montaña, cada uno de ellos más


de siete pies de alto, sus rostros estaban perfectamente enmarcados como
si la persona que los había creado tuviera especial conocimiento de lo lejos
que deberían estar los ojos de la nariz y esta de los labios.

Mirarlos era experimentar el completo contento. Estar en su presencia


era absoluta adoración.

Una batalla se preparaba entre ellos, sin embargo, ellos estaban


inmóviles.

—Fueron llamados aquellos que no duermen. —Apunté a la línea de


hombres mientras su armada dorada brillaba contra el sol, una espada y
escudo colocado en cada mano. Ellos continuaban de pie, su cabello
enredado en el viento, una mezcla de mechones rojos y negros escapaban
fuera de sus escudos dorados.
Uno de los doscientos hombres se estremeció mientras un hombre era
decapitado.

Él bajó su cabeza por una fracción de segundo, mientras uno de los


hombres a su lado gruñó.

Y aun así, se quedaron quietos.

—¿Por qué no están ayudando? —preguntó Stephanie—. ¡Los


humanos están muriendo! Están siendo degollados por el otro. ¿Por qué no
intervienen?

—Porque no es su trabajo —respondí—. Su trabajo es observar, su


trabajo es nunca cerrar sus ojos. Porque cuando lo haces, incluso por un
breve momento, pierdes de vista lo que está frente a ti, y a veces, puedes
perder de vista lo que está dentro.

—Eso no tiene sentido. —Stephanie apuntó de nuevo a los humanos—


. Sangre está por todos lados, serían suficientes dos de esos hombres en la
montaña para detener esto.

—Uno —le corregí—. Solo tomaría uno.

La escena cambió y de pronto la villa en frente de ellos estaba siendo


tragada por las llamas.

Y de nuevo, ellos observaron.

Stephanie les gritó. Y ellos siguieron observando.

—¡Cassius! Haz algo, hay mujeres… —Se ahogó con un sollozo—. ¡Los
niños están muriendo!

—Niños mueren todos los días —dije con un susurro—. Ellos lo ven
todos los días, han estado observando durante cientos de años, ¿qué hace
este día diferente?

Stephanie cubrió sus ojos mientras un niño era lanzado al fuego…


vivo.

Gritando, trató de correr hacia los hombres observando, pero la


sostuve. Me rompió el corazón, ver su reacción, saber que los hombres
podrían haber hecho algo… pero no podían.
—Stephanie. —Lamí mis labios—. Actuar es ir en contra de cada
célula de su cuerpo, cualquier razón por la que fueron creados. Tienes que
entender, no fueron hechos para sentir, sino para actuar.

—¡Entonces por qué no actúan!

—Porque no se les ha dicho que lo hagan… aún.

Más niños gritaron. Y luego, de pronto, una luz brilló en cada uno de
los doscientos hombres, parpadeando contra sus escudos dorados. Cada
escudo sostenía el diseño de un árbol, pero cada árbol era diferente como si
su origen viniera de un país o región diferente.

Los escudos rápidamente se movieron al frente de ellos, y con un


rugido los doscientos hombres descendieron hacia la multitud de humanos
siendo degollados.

Se terminó en treinta segundos. Menos que eso.

Los humanos agradecieron a los hombres, los mismos que los habían
visto sufrir durante días, semanas, años, sin saber que este no era un
ejército marchando como ellos aclamaban, sino seres, creados para observar
la humanidad.

Mi madre se tambaleó fuera de su choza, luego cayó de rodillas con


sollozos ahogados.

El hombre, el mismo que se había estremecido mientras observaba,


se detuvo en frente de ella, luego se arrodilló.

—Mujer, ¿por qué lloras?

Su voz era hueca, como si no entendiera la emoción.

—Mi hijo. —Se ahogó en un horrendo sollozo—. Fue lanzado al fuego…


—Incluso a través de sus mejillas manchadas de lágrimas, sangre en sus
dedos, y su cabello igual, era hermosa. El hombre absorbió una respiración
ronca, admirándola por primera vez—. Él solo tenía un año, señor.

—Un año —repitió él—. Ser tan nuevo… —Sacudió su cabeza—. No


puedo comprender una cantidad tan corta de tiempo.

—No fue suficiente. —Mi madre dejó caer su cabeza—. Estaré de luto
por él para siempre.
Como un ser angelical, el hombre podía sentir la tristeza de la mujer
como si fuera la propia. Se quitó el casco, dejó caer su armadura y la ayudó
a ponerse de pie.

Fue su primer error. El estar sin su armadura. Había olvidado su


propósito.

Y cuando la tocó, cerró sus ojos. Por primera vez en su existencia.

Y cuando los abrió… ella. Solo ella. Y nada más existía.

Cómo, se preguntó, ¿había pasado tanto tiempo observando pero


realmente no viendo?

Mientras sus hombres subían la montaña, para recuperar su lugar


correcto, para mantenerse despiertos, para observar, él dudó. Nunca lo
hacía.

No estaba seguro del significado hasta ese momento.

Tan hermoso.

Yo. Deseo.

Su respiración salió en un silbido.

Deseo.

Deseo.

Deseo.

Con el latido de su corazón disminuyendo, presionó su mano a su


mejilla mientras su sangre rugía por algo más que… observar.

Observar ya no era suficiente.

Cerró sus ojos de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo mientras ella


continuaba para tocar su rostro.

—¿Por qué lloras? —preguntó la mujer.

—¿Nombre? —susurró él—. ¿Cómo te llaman?

—Nephal —respondió ella—. Significa…


—… caído. —Se apartó, tomó un paso, luego dos. Como si su vida
dependiera de ello, colocó distancia entre él y Nephal.

—¿Y el tuyo? —preguntó ella.

Deseo.

Deseo.

Deseo.

Él sabía que no debería decírselo, algo gritaba dentro de él, que estaba
mal, todo el intercambio, algo le decía que no terminaría bien, pero él solo
quería segundos, minutos, horas; tal vez quería días, ¿y estaba mal desear
tiempo? ¿Cuándo se le había dado mucho de este? Después de todo, todavía
estaba observando, solo observando. A ella.

—Sariel. —Al minuto en que su nombre fue liberado a la atmósfera, el


viento se levantó, una advertencia, de la naturaleza, desde la misma tierra
que él había jurado proteger.

No hagas esto. Las montañas temblaron.

No hagas esto. El viento siseó.

No hagas esto. El suelo se sacudió.

—No haré esto —repitió Sariel en voz alta mientras el viento se


ralentizaba.

La mujer dejó caer la cabeza.

—Gracias… por todo lo que has hecho.

Ella se giró.

Él no deseaba que lo hiciera.

Él deseaba.

Deseo.

Deseo.

Deseo.
—¡Sariel! —Uno de sus hombres ladró su nombre—. Regresamos a la
montaña.

—Para observar —dijo Sariel, su tono amargo.

Azeel se veía afligido.

—Hermano, por supuesto que observamos. Es nuestro propósito.

Y por primera vez, Sariel… deseaba más.

La tierra cambió ese día, sin el conocimiento de su hermano, para


cuando él observaba, observaba a Nephal. Cuando lo hacía, soñaba con ella.

Y cuando sus hermanos estaban haciendo su trabajo, él estaba


cerrando sus ojos y recordando su mano en su rostro.

Pasaron años antes de volverla a ver. Y la oportunidad salió mientras


la villa fue de nuevo atacada. Los hombres, dispersos por la montaña.

Fueron en toda dirección pero Sariel fue hacia Nephal.

Una vez que llegó a su choza, tocó la puerta y luego entró de golpe
cuando ella no respondió.

—¿Nephal? ¿Estás herida?

—No.—Frunció el ceño, levantándose de su cama, la piel cayendo de


su cuerpo desnudo. Sariel nunca había visto nada más hermoso en su vida.

Ya podía sentir que la batalla estaba casi terminada, sus hermanos,


regresando a la montaña.

—Te extrañé. —Lágrimas llenaron sus ojos—. No sé quién eres… pero


te extraño. ¿Por qué lo hago?

Él no sabía el motivo, solo que se sentía de igual manera.

—¿Por qué solo vienes cuando estamos en problemas?

—No puedo responder eso.

—¿Por qué siento algo fuerte por ti? ¿Un hombre? ¿Un extraño que no
conozco?

—No puedo responder eso tampoco.


Ella asintió, cubriéndose con la piel y recostándose.

Sariel se quedó inmóvil, y luego se encontró a sí mismo quitándose su


armadura pieza por pieza.

Se recostó a su lado, jalando a la mujer a sus brazos mientras su


cuerpo susurraba mía.

Pero su corazón, su corazón estaba en el mayor peligro de todos.

Cuando ella suspiró contra él, fue como si el tiempo no se detuviera


sino que se acelerara, recordándole que se acabaría. Y su preciosa mujer,
moriría.

Sariel regresó a sus hombres, a su lugar en la montaña, siendo un ser


diferente en ese día.

Y sus hermanos lo sabían.

—¿Qué has hecho hermano? —susurró Ezaju bajo su aliento,


raramente él hablaba—. Hueles a humanidad. —Giró su cabeza, quitando
los ojos de la villa—. Apestas a tierra.

Sariel bajó la mirada, en vergüenza.

—La amo.

Sus hermanos, los ciento noventa y nueve, parecieron jadear al


unísono, y luego comenzaron a hablar al mismo tiempo.

—¿Quieres enviarnos al infierno? —dijo uno sobre el resto—. ¿Te das


cuenta lo que sucederá si uno de nosotros cae? ¡Todos caemos!

Sariel suspiró.

—¿Crees que no sé eso? Crees que no estoy al tanto de las


repercusiones. No puedo evitar sentirme como lo hago.

—¡Inténtalo! —gritó Ezaju—. Debes hacerlo. ¡Por el bien de todos!

Sariel asintió.

—Lo… intentaré.

—Nosotros observamos —replicó Bannik—. No dormimos. No


cerramos nuestros ojos. —Los hermanos regresaron a observar en un
aplauso fuerte de tormenta y repitieron—: Somos aquellos que mantenemos
nuestros ojos abiertos. Nosotros somos los despiertos.

Pero Sariel… no lo repitió.

Porque su voto ya estaba roto, en el minuto en que cerró sus ojos y


deseó.

Stephanie escondió su rostro en mi pecho.

—No estoy segura de querer ver más.

—La historia termina pronto.

—¿Pero termina bien? —preguntó.

—Termina de la única forma en que puede. —Lamí mis labios


mientras la visión se desintegraba delante de nosotros.

Sariel estaba de nuevo en la villa. Y Nephal ya estaba esperándolo.

Él sabía que sus hermanos estaban observando, pero él siguió


pensando que si tan solo vieran la felicidad, si tan solo vieran lo que podrían
tener.

Él se había acostado con ella. No una vez, no dos. Muchas, muchas


veces, y cada vez se sentía más atado hacia ella, la mujer que tenía su
corazón. La mujer que lo ataría para siempre.

Ella estaba recostada a través de su cuerpo desnudo cuando susurró:

—Estoy embarazada.

—Imposible. —Sariel sacudió su cabeza—. Nosotros no somos


humanos.

Él ya le había contado mucho, sobre los cielos, sobre las estrellas,


sobre su raza.

—Es posible. Debe serlo. —Tocó su panza—. Ya siento su movimiento.

—¿Y cómo sabes que es un hombre?

—¿Lo es? —Ella sonrió con un brillo y Sariel continuó con la emoción,
presionando su mano contra su estómago en felicidad hasta que el destino
del niño se reprodujo en visiones horribles del futuro.
Con un jadeo, Sariel retiró su mano.

—Él no… no debe nacer.

Nephal se apartó de golpe de Sariel.

—¿Cómo puedes decir eso? Este niño ha sido concebido en amor.

—Este niño. —Sariel sacudió su cabeza—, será odiado… desdeñado,


constantemente rodeado por oscuridad.

—¿Oscuridad?

—Él nunca experimentará la verdadera felicidad, constantemente


jalado entre dos planos, entre los inmortales y mortales al mismo tiempo.
Conocerá la división y la oscuridad, la oscuridad y la crueldad de la raza
humana será su amante, su compañero. No puedo permitir que nazca. Mi
amor por él, por ti, es lo que lo guía.

—¡Nunca!—gritó, lágrimas corriendo por su rostro—. ¡Si me tocas te


mataré!

—Nephal…

—¡Aléjate!

Suspirando, Sariel hizo lo que ella pidió. Y no regresó hasta que el


bebé nació.

Esa noche, con Bannik a su lado, entró a la carpa, listo para destruir
a la abominación, cuando sus ojos se enfocaron en el niño.

Bannik se tensó a su lado y luego dijo:

—No puedo matar nuestra carne.

—Él es… —Sariel tragó sus emociones—. Es parte de nosotros.

Se unió a Nephal en la cama mientras Bannik miraba.

Y luego, una gran tormenta sonó.

Bannik suspiró, sus ojos pesados, su corazón aún más.

—Están aquí.
Y como si el sol hubiera descendido a la tierra, una legión de Ángeles
aterrizó en el campamento, brillando con armadura dorada y plateada. Los
Arcángeles se unieron a la primera parte de las filas, mientras el resto de
los soldados se colocaron alrededor de la carpa.

Y uno de los ciento noventa y nueve de sus hermanos, marchó por la


montaña, por última vez.

Hacia su muerte.

Sariel envolvió a Nephal en un brazo, de manera protectora, mientras


se cernía sobre el niño.

—Cassius —susurró—. Lo nombraremos Cassius.

Nephal asintió, lágrimas corriendo por su rostro.

La puerta de la carpa fue abierta.

—La creación está prohibida —dijo el Ángel con voz resonante—. ¿Qué
has hecho hermano?

Bannik se colocó al lado de Sariel, su mano en su espada.

El Ángel sostuvo su mano.

—No vinimos a pelear. Nos rehusamos a luchar nuestra propia sangre.


Vinimos a pasar juicio, ¿pero qué haremos con un niño? ¿Inocente en
formas del mundo? ¿Inocente en formas de humanidad e inmortalidad por
igual?

—Yo no podría… —Perdió su voz y lo intentó de nuevo—. Este es mi


pecado, pero no puedo culparle a él por ello. No podría.

—Tampoco te será pedido —lanzó el Ángel, sus ojos destellando con


fuego—. Los niños siempre serán protegidos… —Suspiró—, pero este niño o
cualquiera nacido así, será siempre maldecido. —Los ojos del Ángel se
tornaron negros—. Él cargará una oscuridad y cada día tratará de
consumirlo. Si él cede, será asesinado. No tendremos elección, ya que él
tiene el conocimiento de los cielos y el poder para ordenar por voluntad
propia. Si él cede a la oscuridad, no habrá salvarlo de sí mismo, ya que será
puro mal.

Cassius, el niño, lloró.


Sariel asintió.

—Lo entrenaré.

—Tu castigo —dijo el Ángel con voz suave—. Tu maldición… es que


siempre cargarás el peso de sus decisiones. Sariel, te dejaremos doce
hermanos para que te ayuden a mantener a los humanos e inmortales en
equilibrio. Ahora que has mezclado la sangre, ya no estamos en paz. —El
viento giró, asqueroso y enojado—. Pero, hermano, una vida de guerra. Entre
razas. Entre cada uno, por lo que has creado, está más allá de nuestro reino.
Está prohibido.

Luz parpadeó mientras Sariel salía de la carpa.

Dos mil Ángeles estaban de pie, listos para luchar mientras fuego
golpeaba desde el cielo, destruyendo la montaña donde los hermanos habían
observado.

Una profunda tristeza retumbó a través de Sariel mientras la mayoría


de sus hermanos, aquellos que estaban despiertos, fueron comandados a
dormir, y cayeron al suelo.

—Estarán dormidos —ordenó el Ángel—, hasta que su pena sea


pagada. Para el resto de ustedes. —Apuntó a los doce hermanos que
quedaban y expandió sus manos—, no caigan de nuevo.

En otro aplauso fuerte, los Ángeles regresaron al cielo.

Todos menos uno. Él era pequeño, como un niño.

Lentamente, tomó un paso adelante y sostuvo sus manos hacia Sariel.

—Nosotros damos segundas oportunidades.—Asintió—. A nuestra


creación.

El niño sonrió brillante como una estrella brillando en el cielo,


chupando la respiración de cada aire que Sariel respiraba.

Y luego alas crecieron en la espalda de Sariel.

—Tus hermanos no dormirán para siempre. Y necesitarás la fuerza y


conocimiento de los cielos para la oscuridad que vendrá. —Expandió sus
manos de nuevo—. Recuerda, donde hay oscuridad… —Su voz bajó a un
susurro—, también hay gran luz.
El sueño terminó.

Stephanie se despertó sollozando contra Cassius, él la sostuvo


mientras su madre regresaba de su propio sueño.

En un regalo final, a la humana de Sariel le concedieron la


inmortalidad. Así él nunca la vería envejecer. Pero nunca podrían estar
juntos de nuevos o él sería maldecido para vagar por la tierra por una
eternidad.
Traducido por Mais

Nos despedimos de mi madre. Sabía que la vería pronto, siempre


trataba de visitarla al menos una vez al mes. Ella siempre reclamaba que no
estaba sola, que tenía un montón de cosas en su pequeño pueblo para darle
compañía.

Pero yo sabía la verdad: el día en que nací, su mundo cambió para


siempre. Así como el mío. Como el de Sariel.

Stephanie apretó mi mano, oscuridad todavía cubría las colinas


cubiertas de nieve mientras silenciosamente caminábamos a través del
pueblo, a través del camino por el que habíamos venido, nuestros pies
crujiendo contra la nieve.

—Ese es el motivo por el que la Oscuridad es tan peligrosa —susurró


finalmente Stephanie; había estado preocupado de que la historia hubiera
sido demasiado traumática para ella. Escucharla es una cosa,
experimentarla a través de un sueño, bastante diferente.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, el ritmo de su corazón acelerándose


mientras inclinaba su pequeño cuerpo contra el mío—. ¿Por qué crees que
es tan peligrosa?

—Hace promesas —finalmente respondió Stephanie, su voz de alguna


manera sonaba rota, alterada—. Promete contento, promete paz.

—Tocar Oscuridad… —Dejé de caminar y la enfrente—´, es


experimentar guerra, es intocable, ¿lo entiendes? El minuto en que la
agarras, ya estás perdido. Maldita sea Stephanie, si tienes un destello, un
nanosegundo de duda, se envolverá a tu alrededor y todo lo que conocerás
será la guerra.
—Una cosa que no entiendo. —Dejó atrás mi discurso—. ¿Por qué
Sariel fue castigado por enamorarse? ¿No es el amor algo bueno?

—No entiendes la historia con claridad. —Besé su mano enguantada,


luego se lo quité, uno por uno, besando cada dedo—. Él fue castigado por ir
en contra del motivo de su creación.

Stephanie frunció el ceño.

—Eso no tiene sentido.

Envolví mis brazos alrededor de ella y la giré hacia la montaña, no era


tan alta como solía ser, los rumores de la villa decían que al principio de los
tiempos, los ancestros experimentaron terremotos junto con un golpe de luz
brillante, cuando la luz murió, todo lo que quedó fue escombros. La mitad
de la montaña se había ido.

La gloriosa montaña que solía proteger la villa del frío, ya que detenía
a los sistemas de tormentas antes de que fueran capaces de llegar a la
montaña. De pronto, estaba indefenso. Y maldecido con un invierno eterno.

—Siberia —susurré—, nunca debió ser frío. —Envolví mis brazos con
más fuerza a su alrededor, tanto como pude. No culpable de los sentimientos
que tenía por ella, el fiero deseo de tener que protegerla de la oscuridad
interior—. La razón por la que los Oscuros son fríos, usando partículas de
hielo y agua con un simple chasquido de nuestras muñecas. Es frío por
nosotros, nosotros somos el frío, somos la maldición que nos rodea. —
Pequeños pedazos de hielo volaron en el aire—. Te pierdes el punto de la
historia, mi amor.

Stephanie se tensó en mis brazos y luego se derritió al mismo tiempo.

—¿Acabas de llamarme tu amor?

A propósito ignoré su pregunta y apunté a la montaña.

—¿Cuál era su trabajo? ¿Su propósito?

Ella tragó saliva, sus manos enterrándose en mis antebrazos mientras


se balanceaba en mis brazos.

—Estar despierto. Observar.

—¿Y qué hizo Sariel?


—Se enamoró.

—Antes de eso.

Pedazos de hielo se congelaron en frente de nuestros rostros mientras


mirábamos la montaña.

—Él cerró sus ojos.

Suspiré con pesadez.

—Sí. Los cerró. No fue castigado por su amor, sino por ir en contra de
lo que fue creado. No estaba hecho para cerrar sus ojos, no era su propósito,
posiblemente por la misma razón que una vez que cerramos nuestros ojos,
miramos hacia dentro, perdemos enfoque de lo que está en frente de
nosotros. Las cosas más temibles no siempre yacen afuera… —Besé su
mejilla fría—, sino en nuestro interior.

—Agh. —Alex retrocedió un paso—. Ambos son frígidos y quiero decir


eso en una forma completamente no sexual. —Me guiñó el ojo y luego arrugó
su nariz como si oliéramos—. ¿Renos?

—Cerca de eso. —Stephanie pasó más allá de él—. Estuvimos en


Siberia.

Alex compartió una mirada conmigo, una que conocía bien, sus
pensamientos yendo hacia la línea de: ¿Por qué diablos la llevarías allí, solo
para asustarla como la mierda? Siempre tan elocuentes, Sirenas.

Ignoré su grito en mi cabeza mientras continuaba caminando a través


de la casa. Con cada paso que tomaba, más y más hielo se liberaba de mi
cuerpo, derritiéndose en una piscina en el suelo.

Stephanie parecía agitada, una rápida aprendiz, sus pensamientos se


estaban volviendo más difíciles de leer para mí, como si hubiera puesto un
bloque.

Un bloque de algo brumoso. Gris. No podía ver a través de ello.


Y a veces, me preguntaba si ella incluso sabía que estaba ahí, si se
daba cuenta que incluso ahora, coqueteaba con cosas de las que no tenía
conocimiento.

—Sala de estar —dijo Alex tras de mí—. Están viendo La Bella y la


Bestia.

Puse mis ojos en blanco.

—Por supuesto que sí.

Me saludaron con dientes y diretes mientras Stephanie tomaba


asiento tan lejos de mí como era posible, sus ojos enfocados en la chimenea,
observando las llamas crujir y sisear.

—Todo lo que digo —dijo Ethan mientras se levantaba, expandiendo


sus brazos—, es por qué no pueden hacer películas de Vampiros. Quiero
decir, ¿una bestia? ¡Es horrible como el infierno! ¿Y si…? —Sostuvo su dedo
anular—, la bestia realmente sea un príncipe Vampiro, sostenido bajo un
hechizo y la rosa fuera la sangre de ella…

—¡Arruinarías toda la historia! —rugió Mason—. Además… —Olisqueó


en el aire—. Yo soy bestia.

—Eras el reno ayer —apuntó Ethan—. De Frozen, no puedes ser cada


personaje que es un animal solo porque eres el único con garras.

—El hombre tiene un punto. —Alex vino detrás de mí y me palmeó en


la espalda. Mason, como si de pronto se diera cuenta de mi presencia, me
miró y luego a Stephanie, y luego, desafortunadamente a sus pies—. En tres,
dos, un…

—¡Qué has hecho! —rugió—. ¡Mi amigo lobo favorito era blanco!

Los ojos de Stephanie se ampliaron y luego bajó la mirada.

—Oh, eh, Cassius me convenció que no era tu tipo de lobo.

—Todo lobo es mi tipo. —Mason rechinó sus dientes.

—Calma, Lobo, antes que lance una piña a tu trasero —siseé,


enviando una onda de choque de aire helado directamente a su rostro.

Él se tambaleó hacia atrás, maldiciendo, y luego balbuceó:


—No dolió. —Se puso de pie y tomó su lugar de vuelta en el sofá—. ¡Y
apreciaría que amablemente remuevas el pelaje de mi gente de tus pies!

Lentamente, Stephanie se quitó las botas.

Gnesis se mordió el labio y sostuvo en alto sus manos.

—Aquellas se ven realmente calientes.

—Ethan es caliente —ladró Mason—. Úsalo como sábana, no estos.

Él arrancó las botas y las abrazó cerca de su pecho.

—Diez dólares a que duerme con ellas esta noche. —Alex rió entre
dientes.

—¿En dónde estaban chicos? —Genesis estiró sus brazos sobre su


cabeza y bostezó. Sonreí ante el gesto. Era tan dulce, tan… pura.

Ethan lanzó una mirada en mi dirección. Bueno saber que todavía no


confiaba en mí incluso después de encontrar mi propia compañera.

Una compañera cuyo destino ahora estaba enlazado al mío.

Pesadez estaba situada a mi alrededor, por dentro, por fuera,


colocándose en mis hombros como una roca.

—¿Los Oscuros beben? —me pregunté en voz alta.

Alex aplaudió sus manos.

—Descubrámoslo, estoy aburrido y la última chica que tomé no era


muy de mi gusto, demasiada… —Se estremeció—, conversación.

—Se supone que debes hablar cuando te emparejes —dijo Mason bajo
su aliento, mientras todos los ojos se lanzaron hacia su dirección. Él levantó
la mirada—. Quiero decir, esa es nuestra… forma.

Alex se sentó a los pies de Mason.

—Oh, una historia para ir a dormir. Continua cuando estés listo… no


dejes ninguna parte de sexo fuera, aquellas son mis favoritas. —Sus ojos
brillaron por un breve momento mientras su esencia casi ahoga la vida fuera
de la habitación, ocasionando que incluso la planta de la maceta se gire
hacia él en adoración.
—Alex. —Stephanie hizo una mueca—. Aprende a apagar tu encanto.

—¿Desde cuándo te importa?

—¡Desde ahora! —Apretó sus puños, sus ojos poniéndose


completamente blancos, mientras Alex se ponía de pie, casi no podía evitar
cuando había una oportunidad de ladrar o luchar.

—Tranquilos —susurré mientras el aire en frente de su rostro se


cristalizaba, el mundo girando en movimiento lento mientras hacia mi
camino hacia Stephanie justo mientras ella levantaba sus manos en el aire
para hacerlo explotar con lo que sería un golpe doloroso de hielos.

Atrapé los hielos a mitad del aire, uno de ellos perdió mi mano y me
golpeó en el lado. Con una mueca, caí de rodillas mientras el tiempo
comenzó de nuevo, y el hielo se estrelló contra el suelo.

—¡Cassius! —Stephanie de inmediato estuvo a mi lado—. Lo siento


mucho, no sé qué vino sobre mí, yo solo… él me estaba haciendo enojar y…

—Aprende a controlarlo —espetó Ethan, sus ojos verdes con rabia—.


Miembro del Consejo o no, no dudaré de quitar tu cabeza de tu cuerpo si
hieres a Genesis. —Colmillos salieron de su boca mientras dejaba salir un
bajo gruñido. Mason cubrió a Genesis de manera protectora mientras Alex
empalidecía, sus pensamientos nada más que confusión y dolor.

—No eres tú —dije.

—Ella se está poniendo peor —vino la respuesta hacia mí—. Arréglalo.

—No puedo.

Silencio.

Admití que esta era una batalla que ella solo podía luchar por su
cuenta, una en la que ella no tenía entrenamiento, una que no podía ganar
por ella.

—Stephanie. —Sostuve mi mano hacia ella—. Arriba.

Ella colocó su mano en la mía, ofreciendo una mirada de disculpa a


todos mientras lentamente poníamos más distancia entre los miembros del
Consejo y ella.

—Soy peligrosa —dijo una vez que cerré la puerta de su habitación.


—Sí.

—Podría haberlo matado.

—Herido… no matado. Gran diferencia.

—Eso no me hace sentir mejor.

—Ese no era yo tratando de hacerte sentir mejor. —Ahuequé su


mejilla y besé su boca suavemente—. Esto lo es.

Lágrimas se acumularon en sus ojos.

—Te he amado por una vida entera.

—Y yo a ti.

—Tengo miedo.

—No alimentes el miedo con pensamientos irracionales. No tienen


lugar en nuestras vidas, y mientras más pienses en ellos, más grande se
vuelve la Oscuridad. La inseguridad siempre será parte de ti, justo como las
emociones, celos, enojo, todo está allí, pero como Oscuro, puedes
aprovechar ese poder, alejarlos, lo suficiente para recuperar el control de ti
misma. Debes hacerlo, de lo contrario…

—Esa es la parte que temo… —murmuró—. De lo contrario. El pero.


El y si.

—Piensa en esto. —La besé de nuevo y de nuevo, bañando su rostro


de besos, expandiendo el amor que sentía por ella tan grande como era
posible, besando cada pedazo de su rostro, hasta que creí que me había
vuelto loco de deseo de tomarla—. Piensa en nosotros.
Stephanie
Traducido por Mais

Imaginé que aquí a muchos años, siglos incluso, todavía pensaría que
su beso era el paraíso, el toque más grande, la presión de sus dedos contra
mi piel. Amar a Cassius era estar envuelta en exactitud.

Pero eso era ahora.

Cuando él estaba cerca.

Cuando estaba tocándolo, el miedo se iba. Todo cesaba de existir


menos él. Claridad llenaba mi cabeza y me daba cuenta, de nuevo, lo
correcto que él estaba, sobre todo.

Si alguien tenía razones a estar molesto sobre su vida, parentesco, o


incluso la maldición que le habían dado, debería ser Cassius.

Y él me estaba consolando.

Un marginado desde su nacimiento.

El primero de su raza.

Con dos razas poderosas en sus brazos, sobre su pequeña existencia.

Su nacimiento, causaba siglos de continuo malestar entre inmortales


y humanos, causaba una lágrima gigante en el balance de la vida.

Una que nunca ha sido arreglada.

Una vida.

Una vida hizo eso.

Una decisión hizo eso.


—Tus pensamientos son pesados —susurró Cassius, su boca estaba
caliente, el completo opuesto de la forma en que nuestros cuerpos fríos se
presionaban contra el otro. Su lengua rozó la mía y en un esfuerzo por
mantenerlo cerca, agarré su cabello, jalando su cuerpo contra el mío.

—Tú estás pesado —disparé de vuelta.

Sus labios llenos se expandieron en una sonrisa.

—Podrías levantarme con una mano.

—Tal vez dos —asentí—. Con seguridad, dos.

Corrió sus dedos a través de mi cabello, llevándolo hacia mi nariz solo


para cerrar sus ojos y exhalar mientras sus ojos se volvían blancos, sus
labios del mismo color.

—Desearía cuidar de ti por la eternidad. Observaría… si fuera mi


trabajo hacerlo. —Besó mis labios suavemente—. Nunca cerraría mis ojos.

Mi corazón se hinchó.

—¿Quién creería que los Oscuros podrían ser tan románticos?

—El Romance —respondió rápidamente—, es inherente en todos,


como un tesoro que es abierto solo cuando encuentras a la persona que vale
tus palabras, tus sonetos, su adoración.

Sus manos se deslizaron por mi cuerpo, rozando mis caderas, mi piel


desnuda cerca de mi estómago mientras levantaba mi camisa y llevaba sus
labios a mi ombligo.

—Déjame besarte…

—Por favor —sollocé—. Por favor bésame.

—Solo porque rogaste —bromeó, asaltándome con su boca, con sus


labios, haciéndome anhelar más de él mientras mi cuerpo se retorcía y
arqueaba en cada dirección, necesitándolo, solo a él.

Mi compañero.

Con los ojos brillando de blanco, lo sentí, no solo físicamente sino


mentalmente, empujándome, casi como si hubiera una pared invisible que
estuviera tratando de romper.
Me alejé.

Sus ojos brillaron más blancos.

—Déjame pasar.

—No. —¿De dónde había venido esa respuesta? No sonaba como mi


voz. Ni siquiera estaba pensando en decir no, solo salió de mis labios,
gutural, mal.

—Stephanie —Cassius intentó de nuevo, balanceando su cuerpo en el


mío—. Necesito todo de ti, no solo un pedazo. Dame todo… necesito tu
confianza. Necesito la esencia de quién eres.

Sacudí mi cabeza y golpeé mis manos contra su pecho, enviándolo


volando en el aire, apenas se detuvo de golpear la pared. Con un gruñido se
puso de pie y empezó a desnudarse.

—¿Qué? —Sacudí mi cabeza y mi visión se nubló—. ¿Qué estás


haciendo?

Su sonrisa era letal, hermosa.

—Distrayéndote.

—¿Qué? —Mis ojos se enfocaron en su perfecto y esculpido cuerpo,


su grosor mientras sus músculos se flexionaban y estiraban como si
estuvieran listos para romper a través de su piel. En un destello de luz,
estaba en frente de mí, quitándome la ropa—. ¿Qué estás haciendo?

—Haciéndote el amor —dijo simplemente, sus manos adorando mi


cuerpo mientras algo dentro de mí decía que era una mala idea dejarlo
entrar, entonces él lo vería. Vería todos los horribles pensamientos que
había tenido de él, de los humanos, toda la oscuridad.

Vería la oscuridad.

Si estábamos juntos de nuevo, tendría acceso a todo.

Vería mi vergüenza.

—No. —Oscuridad salió de mi voz, al tiempo que un trazo de hollín


salía de mi palma y se imprimía contra su piel desnuda.

Siseando, retrocedió, su piel brillando donde la había tocado.


—¿Así que ahora será así? —preguntó, sus ojos alegres como si no
solo lo hubiera quemado, como si no estuviera escondiéndole nada.

—S-sí.

—Bueno. —Estiró sus brazos sobre su cabeza—. Supongo que será


mejor que me prepare para una batalla. Nunca fui bueno en ganar guerras,
¿pero batallas? Rapidez excelente, agresión, sincronización. —Me besó, con
más fuerza mientras mi cuerpo se debilitaba ante él, deseándolo tan
desesperadamente mientras mi mente gritaba que arruinaría todo.

¿Pero qué? ¿Qué arruinaría?

Mis pensamientos eran un desastre de confusión.

Déjalo entrar y te verá por lo que realmente eres. Mal.

—No. —Sacudí mi cabeza.

—Mi voz. —Cassius sostuvo mi cabeza, nuestros ojos enfocados—.


Enfócate en mi voz, mi cuerpo, la sensación de nosotros uniéndonos,
enfócate en nada más. ¿Y Stephanie?

Tragué saliva.

—Hagas lo que hagas, no cierres tus ojos.

Fue lo que necesité escuchar mientras Cassius presionaba un beso


mordaz contra mi boca, sus ojos nunca dudando, nunca dejando los míos,
como si su trabajo, su tarea, la única razón por la que había sido creado
fuera observar. Observarme.

Tenía miedo de parpadear, miedo de perder los planos y ángulos de


su perfecto rostro mientras movía su cabeza a la izquierda, luego a la
derecha, besándome en cada dirección diferente, solo para incrementar su
velocidad, tomándose su tiempo saboreando mi boca, mientras al mismo
tiempo dejaba recuerdos de su propio sabor, la riqueza de su sangre
invocándome. Él estaba bajo mi piel, cada pedazo de mi cuerpo estaba al
tanto de Cassius de tal real y no natural forma que no tuve más opción que
devolverle el beso, imitar su toque tras toque.

Sus manos grandes ahuecaron mis pechos, mirando mi cuerpo en


reverencia antes de que un gruñido gutural se escapara entre sus labios
mientras su cabeza de nuevo descendía, dándome placer con su boca,
causando que susurre su nombre, hasta que susurrar ya no era posible.

La habitación tembló.

Mientras mi cuerpo se sacudió.

El tiempo de nuevo pareció inclinarse y alterarse frente a mis ojos


mientras el aire alrededor de nosotros se tensaba, niebla congelándose en
mitad del aire en pequeños pedazos de hielo flotante mientras la cabeza de
Cassius se levantaba, sus ojos blancos, su boca hinchada por los besos.

—Nunca la tendrás. —Su voz era fuerte, dominante, mientras su


cuerpo se movía contra el mío, lentamente… luego más rápido—. Ella nunca
será tuya.

Sabía a quién le hablaba.

Podía sentir enojo explotando dentro, la risa maniaca de Oscuridad


mientras trataba de liberarse.

—Mírame —instruyo Cassius, su respiración como humano mientras


se congelaba en frente de mi boca—. Obsérvame. Amarte.

Cuando nos unimos, no fue por pasión apresurada.

O incluso placer.

Sino amor.

Sus ojos destellaron, giraron y se tornaron blancos, mientras sus


besos hambrientos hacían demandas de mi boca y su cuerpo comandaba
mi placer, llevándome más allá del mundo mortal, en algo tan hermoso que
dolió.

—Esto —dijo Cassius suavemente mientras cada onza de oscuridad


se drenaba de la habitación—. Es lo que tenemos juntos…

Grité contra su pecho mientras se movió una última vez, encendiendo


cada punto de placer en mi cuerpo simultáneamente.

Con los miembros débiles, me hundí contra él.

—Te amo.
—También te amo —susurró, balanceándome en mis brazos, de
adelante hacia atrás, con nuestras piernas todavía entrelazadas, nuestros
cuerpos con gotas de sudor congeladas.

Fue entonces, cuando olvidé sus palabras.

Y cerré mis ojos.


Traducido por Mais

Como si la luz estuviera siendo absorbida por un hueco negro, la


brillantez disminuyó a través de la habitación, dejándonos cubiertos en un
suave brillo de la luna y la ondulante oscuridad de la noche.

—¿Stephanie?

Retrocedí para ver en sus ojos. Enojo giraba debajo de la superficie de


su rostro en forma de corazón, como si estuviera viéndola pero no realmente
haciéndolo. Manchas negras de oscuridad moteaban sus ojos blancos
mientras parpadeaba ante mí una y otra vez como si intentara aclarar el
desastre de telarañas.

Sacudió de nuevo su cabeza.

—Lucha —urgí—. Aprende cómo luchar con él, aprende cómo


enfocarte en lo bueno, en el brillo, en la felicidad. Siente el frío, deja que se
convierta en parte de ti.

—Él es cálido —su voz era hueca—. Él está tan cálido.

—No permitas que la tentación de algo tan fugaz como la calidez te


haga perder tu piso en la realidad —dije suavemente, tomando su rostro
entre mis manos—. Todos los Oscuros nacen con esta elección… quedarse
entre los planos mortales de la humanidad e inmortalidad por igual, o
rendirse ante la oscuridad.

Ella apretó sus dientes y golpeó sus manos contra mi pecho con un
grito.

Llamas calientes y blancas tocaron mi piel mientras volaba a través


del aire hacia la ventana, sostuve un bloque de hielo justo a tiempo para
evitar dañar más la casa de Ethan, mientras Stephanie caía hacia atrás en
la cama.

La habitación olía a carne quemada pero ya mi cuerpo estaba


sanando, uniendo las células de vuelta mientras caminaba alrededor de la
habitación para ver si Stephanie estaba bien.

Me congelé cuando ella se puso de pie, todavía desnuda, temblando.


Las palmas de sus manos estaban negras con hollín y cerca de su mejilla
izquierda había un mechón de cabello rojo.

La señal del fuego.

La señal de que la Oscuridad estaba tomando control.

—Lo siento. —Corrió hacia mí—. ¿Estás herido? Yo solo, solo estaba
tratando de alejarlo a él, no a ti.

—No. —Agarré sus muñecas, cuidadosamente examinando sus


manos—. Está bien. Yo estoy bien.

Asintiendo, liberé sus manos y envolví sus brazos alrededor de mí.

—Creo… necesito ir a caminar.

—Iré contigo.

—No. —Ella sacudió su cabeza violentamente—. Necesito ir por mí


sola… no eres tú, es… —Se encogió mientras las palabras quedaban en el
aire hacia la atmósfera vacía de la habitación.

No sostenían ningún poder físico, las palabras, pero ser rechazado se


sentía como ser golpeado sin advertencia.

No estaba seguro de cómo responder.

Cómo reaccionar al hecho de que mi compañera, a la que acababa de


hacerle el amor, a la que se había unido conmigo, a la que había prometido
mi vida, estuviera dejándome fuera, esta vez a propósito, justo delante de
mis ojos.

—Stephanie. —Busqué su mano pero ella se alejó—. No necesitas


esconderte de mí.

—Lo sé —dijo rápidamente.


La mentira colgó en el aire entre nosotros como una visible grieta
gigante de separación. Ella también podría estar en otro planeta.

—Entonces tómate todo el tiempo que necesites.

Ella no solo salió de la habitación; huyó.

—Sariel… —La debilidad me consumió—. Ayúdame donde yo no


puedo hacerlo.

Esperé en anticipación una respuesta.

Pero en lugar de palabras, fue el sonido de plumas volando en el


viento, crujiendo y tomando vuelo. Y finalmente un:

—Lo intentaré.

—Es todo lo que pido.

—No. —La voz de Sariel se escuchó dentro de mi cabeza—. Pides un


montón más, hijo, más de lo que soy capaz de dar.

Colgué mi cabeza y luego lentamente, robóticamente, me puse de


vuelta mi ropa e hice mi camino abajo.

La cocina estaba vacía.

Mason no estaba escondido detrás de alguna olla cocinando y


ordenando a la gente, y Alex no estaba en la mesa, con una mirada de
suficiencia mientras miraba a todo lo que retaba no ser encapsulado por su
presencia.

Y Ethan.

Su olor estaba cerca, pero eso era todo.

—¿Cassius?

La voz de Genesis fue tan inesperada que me sorprendí, casi corriendo


hacia el marco de la puerta en un esfuerzo de no darme vuelta. Su aroma
era diferente ahora que estaba emparejada con el Vampiro, me había
olvidado su dulzura persistente, la forma en que la mezcla de sangre
humana y de Vampiro zumbaba a través del aire como una corriente
eléctrica, jalando y apretando.

Sus brillantes ojos verdes brillaron.


—¿Yo? ¿Una simple humana? ¿Te he asustado, oh, grande?

Sostuve mi risa —apenas—, mientras una sonrisa se expandió a


través de mi rostro.

—Creo que lo hiciste.

—Y pensar que los Oscuros… —Hizo una mueca—. Tan


atemorizantes.

Puse mis ojos en blanco.

—¿Acabas de poner los ojos en blanco?

Me detuve y luego solté la risa.

—Primera vez para todo. Culpo a Alex.

—Es solo más fácil así —acordó, extendiendo su mano.

Dudé al principio, los hábitos eran difíciles de dejar. Había habido una
vez cuando hubiese hecho de todo para tocarla, para emparejarme con ella,
romper la maldición que Ethan y yo habíamos empezado cuando su
compañera lo traicionó.

Tocar humanos no era una ocurrencia normal. Con un suspiro,


presioné mi palma contra la de ella y luego entrelacé mis dedos, disfrutando
de la suavidad de su mano, la calidez que era tan foránea a mi propia piel
mientras se fermentaba.

—Tus ojos están blancos de nuevo —susurró.

—Me gusta tu calidez —dije honestamente. No de una manera que


significaba que la deseaba—. Me consuelas. ¿Lo imaginas?

Apretó mi mano ligeramente y me llevó hacia la sala adjunta. Al lado


de una chimenea ella tenía una taza de algo dulce, ¿chocolate caliente tal
vez? Y una sábana. Jalé una silla al lado de ella y me senté, nuestras manos
aun tocándose, todavía aferrándose, sintiendo al otro.

Era lo más calmado que me había sentido en toda la noche.

Sentado con un humano, contra el fuego.

Sentado con la compañera de un Vampiro.


Sentado.

Observando.

¿Tal vez lo había heredado de mi padre? ¿La habilidad aficionada de


ser capaz de mantenerme despierto y observar, con la esperanza de que al
mantener mis ojos abiertos haría, qué? ¿Salvar el mundo de sí mismo?
¿Salvar a la mujer que amaba?

—Te vez triste —dijo Genesis.

—Encuentro que prefiero que el lado humano de mí se lamente por lo


que ha transpirado entre mí y Stephanie que alejarlo. A veces es mejor
sentir, ¿no?

Genesis agachó la cabeza mientras tomaba un sorbo de su café. Su


cabello oscuro cayó a través de su piel suave mientras sus ojos verdes
brillaban sobre el borde de la taza.

—Sentir es casi siempre doloroso, pero con el dolor, siempre hay


hermosura… placer. —Miró hacia la chimenea—. Tú realmente no estás
viviendo si escoges ignorar las partes más vibrantes de ti mismo, incluyendo
las emociones.

—Malditas pequeñas cosas, las emociones —bromeé.

Su risa fue suave.

—Tienden a ponerse en el camino.

—Quiero salvarla —admití.

Los ojos de Genesis se entristecieron.

—No puedes.

—Me sigo diciendo que si no hubiese…

Las cejas de Genesis se arquearon.

—Continua, ¿no hubieses, qué?

—Negociado —solté—. Negociado con Sariel. Permitirme treinta días


para buscarla, para amarla, me hizo humano mientras le restauraba a ella
su inmortalidad como un regalo. Al final de los treinta días, si no tenía éxito,
moriría. Pero, por supuesto, Sariel falló en mencionar que si éramos
emparejados, yo sería restaurado.

Genesis frunció el ceño.

—No parece que Sariel quisiera dejar algo fuera como eso. ¿Estás
seguro que estás restaurado?

Fruncí el ceño.

—Tengo todos mis poderes, mírame. —Expandí mis brazos, liberando


su mano en el proceso.

—¿Pero tienes tu inmortalidad? —se preguntó en voz alta.

Me detuve mientras la habitación en sí misma se tensaba y luego como


una advertencia, las luces parpadearon. Porque si podía morir, si era posible
morir sin el drenaje de mi inmortalidad, eso significaba… el futuro realmente
no había cambiado.

Porque al final, Stephanie todavía podía matarme.

Acuchillarme en el pecho. Y yo perecería.


Stephanie
Traducido por Mais

Lágrimas nublaban mi línea de visión mientras la grava crujía debajo


de las viejas botas de Mason. Habían estado por la puerta, y yo había estado
desesperada. Risa maniaca burbujeaba en mi interior. ¿Qué estaba
sucediendo? Sin importar lo mucho que lo intentara, la tentación de ceder
a algo tan oscuro y prohibido era como invitar la calidez hacia las partes
heladas de mi alma.

El aire a mi alrededor se tensó pero continué caminando por la calle


hacia la pequeña área de madera que solía usar para correr, antes que mi
vida cambiara, antes de descubrir que era una abominación.

Metiendo mis manos en los bolsillos de mi sudadera, aceleré mi paso,


solo para golpearme directamente contra una pared invisible.

Confundida, retrocedí un paso.

No había nada en frente de mí, más que aire.

El viento revoloteó mi cabello mientras golpeaba contra mis mejillas y


luego el olor a ceniza quemó mis orificios nasales.

—Ángel —susurró una profunda voz detrás de mí.

Lentamente, me giré.

Timber estaba inclinado contra un árbol, su cuerpo musculoso


tensado como si estuviera listo para pelear.

—Podría nivelarte simplemente al pensar en ello —amenacé.

—Podrías. —Asintió, luego se alejó del árbol y comenzó a caminar


hacia adelante—. Pero no lo harás.
Mis cejas se levantaron en sorpresa. Él realmente no quería hacerme
enojar, no después de todo lo que había sucedido con Cassius.

—No tienes idea de lo que haré o no haré.

—Y nunca intentaré adivinar las ideas de una mujer por miedo a que
solo estaré en el lado equivocado de su afecto por un siglo. —Sonrió—. Al
menos.

—Posiblemente más tiempo —agregué.

Su sonrisa creció, dientes blancos perfectos se apretaron en una


sonrisa crujiente mientras finalmente se detenía en frente de mí. Teníamos
la misma altura, pero él era mayor, mucho mayor, y desde que vi la batalla
que Cassius llevó hacia él, algo muy parecido al miedo me dijo que luchar
contra él sería más problemático de lo que valía.

—Claramente querías hablar sobre algo desde que te molestaste para


venir aquí —dije.

Timber continuó mirándome.

—Está creciendo.

—¿Tu ego?

Su sonrisa se atenuó.

—Creo que ese barco navegó hace mucho tiempo, me temo. Después
de todo, solo puedo permitir tanta arrogancia antes de que me ciegue.

—Buen punto.

—Y ahora… —Su cabello oscuro caía en olas a través de su frente; era


hermoso. ¿Y ese no era el punto de un Demonio? Hermoso era de confianza.
Hermoso significaba seguro.

¿O realmente lo era?

Para los humanos, la belleza siempre significaba seguridad. Para los


inmortales, casi siempre significaba que estabas cortejando la muerte.

—¿Ahora? —dije de golpe.


Timber inhaló ávidamente, chupando aire tan profundamente a través
de su boca que se veía raro, sus ojos rodaron a la parte de atrás de su
cabeza.

—Siento…

—… la oscuridad —traté de sonar casual—. Lo entiendo, lo sé. Es


como si estuviera en Star Wars y todos pudieran sentir la fuerza menos yo;
gracias, pero no gracias, no necesito tu ayuda o nada más de ti. A menos
que planees decirme cómo los Demonios están creando más números, no
tenemos nada que discutir.

—Pero por supuesto. —Se encogió de hombros—. Me encantaría


mostrarte mi proyecto mascota, pero ¿qué dirá tu compañero? Tendrás que
tocarme. —Sostuvo su mano—. Tendrás que probar mi sangre para ver a
través de mis ojos. Y lo que es peor, puede que disfrutes lo que veas.

Me reí.

—Dudo eso.

—¿Alguna vez has pensado sobre la batalla que luchó Cassius? ¿Las
guerras entre inmortales? ¿Por qué Oscuridad lo llamaría cuando es mitad
Ángel? ¿Por qué lo tentaba? ¿Es porque los humanos son tan oscuros? Pero
no. —Timber palmeó su mentón—. Eso no tendría sentido, ¿verdad? Para
que la sangre de un humano sea más fuerte que la sangre de Ángel… —
Caminó en frente de mí—. Tantas piezas de un rompecabezas, expandidas
alrededor de tus pies, sin embargo tú sigues recogiendo las piezas
equivocadas. Oscuridad, es solo es una pequeña clave de lo que eres mi
querida, lo que es Cassius. Es realmente triste, posiblemente patético, cómo
él se ha permitido ser usado todos estos años sin realmente entender que
ha estado en cadenas todo este tiempo.

—¿Cadenas? —Pavor llenó todo mi cuerpo, haciéndome pesada


porque aunque las palabras no tenían sentido, al mismo tiempo, lo hacían.
¿Por qué peleábamos tanto con Oscuridad? ¿Por qué era un problema? ¿Por
qué estábamos maldecidos?

—Bingo —susurró Timber en el fresco aire de la noche—. ¿Qué eres?

—Un Oscuro —dije, con confianza.

—Oh no, mi querida… —Lanzó su cabeza hacia atrás y rió—. Ese es


un título simple para algo mucho peor. Piensa más… —Dio vueltas a su
mano y la ondeó en el aire—. Junto con las líneas de una pesadilla, una
historia de miedo tal vez, una que te contaron cuando eras pequeña.
Cuidado de no aventurarte en el bosque demasiado tarde de noche, o mirar
bajo tu cama, o qué tal esta: no juegues con magia más allá de tu
entendimiento.

Mi cabeza comenzó a doler. Presioné mis dedos contra los lados para
poder aliviar el dolor.

Timber mostró una sonrisa lobuna.

—Cassius lidera a los inmortales, mantiene la paz entre los humanos


por Sariel uniéndose con su humana. La Oscuridad, la maldición, el tirón…
hacia Demonio. ¿Tú qué crees, por qué es que la oscuridad representa… —
Se inclinó hacia adelante y presionó un beso contra mi mejilla, sus labios
haciendo hervir mi piel—, calor? —terminó con un susurro contra mi piel.

Con un jadeo, toqué mi mejilla justo mientras él retrocedía y explotaba


en una risa burlona.

—Veo tu mente trabajando. —Un repentino frío llenó el aire, sus ojos
se dilataron antes de dejar salir un bajo siseo—. Hasta la próxima, Ángel.

Desapareció en las sombras justo mientras Sariel apareció a mi


derecha, sus plumas apuntando hacia arriba como si estuviera ofendido por
el olor de un Demonio, el simple hecho de que él todavía colgaba en el aire.

—Llegas tarde.—Suspiré—. Él ya se ha ido.

—No demasiado tarde —respondió Sariel—. Estuve aquí todo el


tiempo.

—Bueno, no fuiste muy de ayuda.

—¿Necesitaste mi ayuda? —respondió, sus ojos blancos creciendo con


la luz.

Tragué saliva y bajé la mirada, cruzando mis brazos.

—No.

—Él sabe demasiado.

—Y aun así lo dejas vivir. —Incliné mi cabeza—. Resuelve este enigma,


Sariel. ¿Por qué, todos esos años atrás, no destruiste a los Demonios?
Estamos a un salto de la guerra, tenemos Demonios creando más Demonios,
usando quién sabe qué para hacerlo, y todo esto podría haber sido
prevenido.

—La luz y la oscuridad no pueden existir sin el otro. —Esa era la


misma cosa que le había dicho a Cassius, pero esta vez, no era en tiempo
presente, y yo estaba aquí, no debilitada por luchar, o siendo jalada hacia
la oscuridad, así que lo saboreé.

Una tenue amargura flotó por mi boca.

Con un jadeo, tomé un paso atrás.

—¡Acabas de mentir!

El cuerpo de Sariel se tensó.

—No mentí. Simplemente no te conté la verdad completa.

—La omisión sigue siendo mentir.

—¿Lo es?

—¡Deja de hacer preguntas a mis preguntas! ¿Por qué los dejaste


vivir? —Me lancé hacia él, permitiendo que el enojo y la confusión se
expandieran por mis brazos y golpeaban contra su pecho duro como una
roca. Por supuesto, él no se movió, pero ese no era el punto, el punto era
que estaba tan enojada, tanto de que él estuviera ignorando una simple
solución.

Con un suspiro de cansancio, Sariel me agarró por las muñecas y me


lanzó hacia atrás; volé diez pies en el aire y aterricé en mis manos y rodillas.

Mi cabeza se levantó de golpe mientras él estiraba su mano y me


levantaba.

—Nunca. —Su voz era baja, llena de enojo—, me toques de nuevo.

—Lo siento. —Me encogí mientras él se limpiaba su pura chaqueta de


cuero negro y sus pantalones vaqueros de diseñador.

—Quieres la verdad.

—Sí.
Sariel levantó la mirada hacia el cielo de noche, luego cerró sus ojos
mientras un destello de una luz brilló en él.

—Me rehúso a observar más muerte de la necesaria. Sé que Cassius


te mostró. Mi trabajo era quedarme despierto, observar. Mi trabajo… —Giró
su cabeza al lado, sus rasgos retorcidos en completa agonía—, es todavía
vagar por este reino, observar. —Tragó saliva y cerró sus ojos de nuevo, esta
vez manteniéndolos cerrados mientras presionaba sus manos contra su
rostro y luego decía—: ¿No lo ves? No puedo observarlo de nuevo. Me rehúso
a observar sufrir a aquellos que amo. Me rehúso a verlor morir.

—La gente muere todos los días.

—Sí.

—Los inmortales no.

Sariel asintió.

—Pero pueden.

—No lo entiendo.

—Déjame hablar plenamente. —Un músculo se retorció en su


mandíbula—. Si mato a los Demonios tú y Cassius morirán. Elimino la raza
entera, y ustedes cesarán de existir, polvo a polvo. ¿Es eso suficiente para
ti?

Mis ojos se ampliaron.

—Pero, la guerra…

—Para mantener bajos los números, ya que ellos son una clase de
chismosos. Viven juntos, hacen planes, pero hasta ahora habían estado en
silencio. Lo han estado durante miles de años. Y ahora, están en ello de
nuevo, y será tu trabajo aplastar la rebeldía antes que sea demasiado tarde.

Mi mente finalmente atrapó lo que él estaba diciendo.

—¿Por qué moriríamos… si la raza de Demonios es aniquilada?

Los ojos de Sariel estaban tristes, pero no dijo nada. En su lugar,


estiró su mano y tocó mi rostro con sus dedos.

Y desapareció.
¿Fueron segundos? ¿Minutos? ¿U horas? No tenía ni idea de cuánto
tiempo pasé mirando hacia el espacio, preguntándome cuál sería mi
siguiente curso de acción. Todo lo que sabía es que tenía la sospecha de que
Cassius estaba en la oscuridad tanto como yo, y que tal vez, solo tal vez, era
tiempo de que alguien hiciera algo.

Los pensamientos autodestructivos de Cassius siempre me habían


afectado, me hacían tener miedo de lo que yo tenía dentro, miedo de la
oscuridad, miedo de lo que sucedería si perdía el control. Era una
yuxtaposición, que te digan que no temas pero ver lo que éramos capaces si
caímos por ese abismo.

¿Cómo se supone que me iba a mantener fuerte cuando cada fibra de


mi ser me decía que debería tener cautela? ¿Cuando veía miles de años de
guerra, cuando presencié de primera mano la forma en que él fue concebido
en este mundo?

Aire rozó más allá de mi mejilla.

¿Mi relación con Cassius había llegado a esto? ¿Yo manteniendo


secretos mientras él observaba y esperaba a que yo golpara? ¿Esperaba que
lo matara?

La visión del cuchillo en su pecho mientras caía al suelo se selló a


través de mi memoria. ¿Por qué haría eso? ¿Por qué le haría daño a
propósito? La respuesta vino más rápido de lo que esperaba.

Porque tan fuerte como era, Cassius siempre lo sería más. Él


eventualmente me cazaría, me rastrearía, me encontraría. No podía
mantener mis paredes en alto para siempre.

¿Pero herido?

Me estremecí.

Y supe, mientras el viento se levantaba y giraba como una locura a mi


alrededor, lo que tenía que hacer.

Extrañamente, mientras tomaba esos primeros pasos hacia la casa,


no fue la Oscuridad de júbilo, no era calidez que sentí, sino un profundo
sentimiento de frialdad, y ese fue el pensamiento más confortante que sentí,
mientras agarraba el cuchillo que sabía que Ethan mantenía en el ropero
del pasillo, junto a unas cuantas armas… no es que él las hubiera usado.
Agarré la daga.

No el giro que pensé que un cuento de hadas tomaría.

Para nada.
Traducido por Mais

La idea de que todavía no tenía mi inmortalidad nunca cruzó por mi


mente, y francamente, no quería tomar ningún riesgo. Llamaría a Sariel una
vez que Stephanie regresara.

Si es que lo hacía.

Ella lo haría.

Las últimas horas habían sido un doloroso recuerdo de la manera en


que ella me había bloqueado de su consciencia, sus pensamientos, sus
sentimientos, todo. Todo lo que veía era un escudo cada vez que trataba de
comunicarme con ella.

La puerta principal se abrió y cerró.

Su olor me golpeó primero.

Otra puerta se abrió.

Curioso, esperé, se cerró con más rapidez, más abrupto, como si ella
hubiese pensado sobre darle un golpe pero decidió en contra de ello.

Pisadas se sintieron.

Y luego Stephanie estaba en frente de mí. Lentamente, levanté mi


cabeza, inseguro de qué encontraría. ¿Sus ojos estarían negros? ¿La
Oscuridad finalmente iba a dar su última risa? ¿O realmente era un simple
caminar?

Genesis se había ido a dormir hace horas.

Dejándome al lado del fuego.


Aunque no hacía nada para ayudar al frío que se estaba insertado a
través de mi cuerpo.

—Vi a Timber —susurró Stephanie. Sus ojos eran de un azul claro—.


Él dijo algunas… cosas.

—A Timber le gusta hablar. —Mis ojos se entrecerraron—. ¿Qué


diablos querría él contigo?

Stephanie se cruzó de brazos en frente de su pecho, tomando una


posición de protección en contra de mí, no solo estaba lidiando con paredes
mentales sino físicas también.

—Él dijo algo… y luego Sariel…

—Sariel —dije su nombre—. ¿Fue de ayuda?

—Él dijo… —Se mordió su labio inferior, abrió su boca, luego la


cerró—. ¿Sabes qué? Estoy cansada… ¿por qué no vamos a la cama?

El aire se llenó de amargura.

Un abismo se abrió entre nosotros, separándome de ella, su corazón


del mío. Mi alma gritaba indignada.

Las mentiras eran como pequeñas paredes metidas entre alguien que
amabas, eventualmente, tendrías tanta separación, tanta desconfianza que
os volveríais extraños.

¿Por qué me alejaba?

¿Cuando todo lo que quería era tenerla cerca?

¿Su conexión conmigo era diferente? Apenas podía tener cinco


segundos sin querer besarla, hacerle el amor, simplemente sostenerla en
mis brazos y calmar su corazón acelerado.

—Te amo. —Los ojos de Stephanie se llenaron de lágrimas—. ¿Lo


sabes, verdad?

Me puse de pie y la jalé en mis brazos.

—Yo también te amo.

—Así que también sabes que… —Sorbió con la nariz—. A veces,


cuando amas a alguien, haces sacrificios.
No me gustaba la dirección hacia donde estaba yendo.

Me alejé de ella, justo a tiempo de ver un cuchillo deslizarse entre mis


costillas y golpearme.

Con un jadeo, me tambaleé hacia atrás mientras una mezcla de


sangre roja y plateada se derramaba fuera de la herida abierta.

—¿Por qué?

—Necesitaba tiempo. —Rápidamente pasó de mí—. Para descubrir las


cosas antes que me sigas, y descubrí que no puedes cazarme si estás
sangrando. Al menos eso me dará unos cuantos minutos.

Unos cuantos minutos donde yo no podría rastrearla.

—Stephanie. —Saqué el cuchillo de mis costillas y sostuve mi mano


contra laherida mientras sangre continuaba derramándose entre mis
dedos—. No hagas esto. Déjame ayudarte.

—¿Alguna vez has pensado que tal vez, lo que estoy haciendo, es
ayudarte a ti? —respondió. Luego corrió fuera de la casa mientras yo caía
de rodillas y gritaba su nombre.
Stephanie
Traducido por Mais

—Timber —susurré su nombre en el aire. Nunca había invocado a un


Demonio antes. Y no estaba segura de cómo funcionaba exactamente, pero
no tenía más opción que intentarlo.

Continué corriendo por la calle, mis pies llevándome más rápido ahora
que era parte Ángel.

A mitad de camino, un Mercedes negro se estacionó en el camino, la


puerta de atrás se abrió.

La voz de Timber ladró desde la oscuridad:

—Entra.

Sus ojos se abrieron verticalmente mientras pasaban de su normal


azul claro a un amarillo. Quería encogerme. Estaba a solas. Con un muy
viejo Demonio, que odiaba a mi compañero, me odiaba por alguna razón.
¿Odiaba su existencia?

—No tan lejos de ello, Ángel. —Sonrió y luego inclinó hacia atrás un
líquido grueso rojo, el olor de tierra llenando el aire—. Sangre humana, mi
mascota.

—Pensé que solo los Vampiros bebían sangre.

—Es un sabor adquirido, también una necesidad si queremos


mantener forma humana. ¿No te enseñan nada en estos días? —Se rió—.
Pero por supuesto que no lo hacen, el Consejo está perfectamente feliz
manteniendo a su inocente pequeña mujer en la oscuridad, justo como
Cassius.
—Ese es el motivo por el que estoy aquí. —Aclaré mi garganta—.
¿Qué…?

—No —dijo Timber con voz ronca—. No en el auto, y definitivamente…


—Se estremeció y miró hacia afuera mientras los árboles se llenaba con ojos
observadores de los Lobos, los que protegían la casa de Ethan—, no
alrededor de aquellos que tienen escucha perfecta.

Condujimos en silencio hacia el centro de Seatle. Una vez que


estuvimos en frente de otro de los bares del que era dueño Timber, la puerta
del auto se abrió y otro Demonio me ayudó a salir.

El bar estaba oscuro, los humanos bailando en abandono sin sentido.


Se reían, tomaban shots de whiskey y tequila, bailaban alrededor de postes.

Mientras los Demonios estaban sentados en las esquinas más


oscuras. Y observaban.

Uno torció su dedo hacia una mujer humana. Ella rió entre dientes y
caminó hacia él, se puso a horcajadas en su regazo y empezó a besar su
cuello.

Me estremecí.

—Tu clase me disgusta.

—Ja. —Timber deslizó su mano por mi espalda—. No debería.

Estar en una pequeña guarida de pecado no era donde quería pasar


la noche, pero necesitaba respuestas y estaba cansada de que Casisus fuera
el peón. Era momento de que alguien más tomara el esfuerzo.

Y aunque sentía la oscuridad, estaba demasiado enfocada en mi


misión para prestarle atención.

Tal vez a eso se refería Cassius. ¿Por qué Eva lo había ayudado tanto?
Mientras tuvieras algo más haciendo de ancla… podías ignorar la oscuridad.

Caminamos a través de un gran pasillo. Una puerta roja estaba


posicionada al final. Cuando llegamos a esta, Timber tocó dos veces, luego
abrió la puerta y la cerró silenciosamente detrás de nosotros.

La oficina no tenía ventanas. Las paredes eran negras.


Frente a la puerta había un escritorio terminado con un rojo rico de
caoba. Sillones de cuero negro alineaban el perímetro de la habitación. Cada
sillón tenía almohadas de terciopelo morado. La habitación entera era
llamativa como si perteneciera a otro periodo de tiempo. No al presente.

La silla detrás del escritorio se giró. Alguien estaba sentado en esta,


podía ver lo alto de su cabeza, pero el color de cabello era inusual. ¿Rojo y
marrón oscuro?

—Así que ella viene a solas. —La voz sonaba tan familiar, masculina,
cálida. La silla se giró lentamente.

Con un jadeo, cubrí mi boca con mis manos.

Él sonrió.

—Qué lindo… conocerte en persona.

—Pero… —Sacudí mi cabeza—. Eres Oscuridad…

—Prefiero el nombre Bannik.

Mi mundo se derrumbó a mis pies. Porque Bannick había sido el


hermano de Sariel, Bannik ahí en el principio. Él también estaba en mi
mente, aunque una niebla oscura siempre había estado en frente de él,
transformando sus rasgos. Pero estos eran los mismos. Lo sentía, lo sabía.

Aterrada, retrocedí un paso.

Pero Timber me empujó hacia adelante. Me giré para golpearlo pero él


ya estaba saliendo de la habitación, dejándome a solas con…

Giré mi cabeza de golpe.

—¿Qué eres?

Su cabello negro y rojo brillaba con el calor de la habitación mientras


mi cuerpo se sentía pesado.

—Creo que la pregunta que ha estado plagando su mente es… ¿qué…


mi querida… eres tú?

—Soy un Osc…

—Si dices Oscuro simplemente me reiré. —La sonrisa de Bannick fue


cruel—. ¿Sabías que nunca fui destinado a estar en Estados Unidos? No era
mi territorio. Doce de nosotros fuimos enviados a los fines de la tierra para
observar. Solo que esta vez, conocíamos la emoción humana. Imagina la
dificultad en observar, ayudar a humanos a mantener la paz… y saber nada
sobre lucha y poder. Mi hermano nunca fue bueno en seguir reglas, y yo
aprendí poco después, cuando él se rehusó a verme por su vergüenza, que
yo estaba cansado de seguirlas también. —Se encogió de hombros—. Parece
que la calidez… acuerda conmigo.

—Eres como Sariel —dije, tontamente.

—Soy exactamente como él. —Se movió en su asiento—. Si Sariel no


se hubiese arrepentido. —Se detuvo—. Y tú también.

—¿Qué?

—¿Nunca te has preguntado por qué llama la oscuridad? —Su risa de


suficiencia estaba poniéndome de los nervios, junto con la forma en que me
hablaba como si yo fuera estúpida—. Llama porque está en tu naturaleza.
Pero en general, endulza tu verdadera identidad y te llama un Oscuro… pero
sigues siendo lo mismo que yo.

Lamí mis labios secos.

—¿Un Ángel?

—¡Ja! —Aplaudió sus manos—. Me sorprendes. —Giró su cuerpo


grande alrededor en la silla antes de golpear sus manos en el escritorio—.
Tú. Eres. El. Mal. —Sus dientes rechinaron mientras su mandíbula se
apretaba—. Los Humanos y Ángeles crean mestizos, seres tan poderosos
que son condenados a la tierra. Pero los mestizos deben tomar una decisión,
servir a sus padres angélicos… o seguir tras aquellos que han caído. Te
llamas un Oscuro, ¿pero realmente? Eres mitad de un Ángel Caído… solo
esperando convertirte en un Demonio.

Dejé salir un pequeño jadeo de desconcierto.

—Pero, los Demonios son una raza. Están en el libro inmortal como
una raza que fue creada…

—Bueno —dijo secamente mientras bloqueaba un bostezo con su


mano grande—. Por favor continúa, no dejes que interrumpa.

Mi cabeza estaba girando fuera de control.


Abrí mi boca pero él me silenció al sostener mi mano en el aire.

—Mantenerte en la oscuridad ha sido siempre el plan. Después de


todo, ¿qué crees que sucedería si el resto de inmortales descubren que la
mayoría de los Demonios tenían poderes angelicales?

Sacudí mi cabeza.

—La mayoría de Demonios que he conocido son criaturas débiles que


cazan a los humanos.

Bannik se puso de pie, imponente sobre su escritorio mientras garras


salían de sus uñas.

—¿Oh?

Tragando, tomé un saludable paso atrás.

—Lo sientes incluso ahora. —Sus ojos se cerraron por unos segundos,
y cuando se abrieron, estaban negros, sin alma—. Cuando los Ángeles se
rinden, rompen las reglas, o deciden no pedir perdón… —Su risa fue
profunda, vacía—. De pronto son no deseados, enviados a la tierra por el
resto de su miserable existencia, la mayoría de ellos estaban bajo la
impresión de que eran como humanos, sin ninguna clase de habilidades.
Hasta Sariel.

—Sariel es bueno —susurré.

—Sariel pidió perdón, pero todavía fue castigado, como el resto de


nosotros. Por su error, nunca más probaré el sabor del aire del cielo, o sentir
la calidez del sol mientras se eleva sobre el horizonte. La tierra ya no me
habla. Las montañas ya no cantan en mi presencia, y cuando la luna hace
su aparición aparta su rostro en vergüenza. —Levantó su mano en el aire—
. Los lazos se apartan cuando camino cerca del océano, pero creo… —Sus
ojos brillaron—, que lo peor deben ser las canciones.

Seguí moviéndome hacia atrás mientras hablaba, tratando


desesperadamente de encontrar la manija de la puerta.

—La melodía de la tierra mientras se inclina sobre su axis, los


planetas mientras cantan en sus lenguajes específicos, todos juntándose en
el coro del universo. —Me miró mientras sus ojos negros se enfocaban en
los míos, como un rayo tractor jalando mis pies hacia él—. Ya no puedo
escuchar la canción de la creación.
—Si te hace sentir mejor, yo tampoco puedo hacerlo.

—Tonta inmortal, lo escuchas todos los días. Tu lado humano está


simplemente demasiado ocupado ignorándolo como para prestar atención,
tan ocupado con pensamientos emocionales inconsistentes que, al final,
realmente no importa. La peor parte… —Se rió de nuevo—, es caminar por
un humano que por todos los medios debería escuchar la música, quien la
escucha a diario y no aprecia su belleza. He matado humanos por menos.
Continuaré haciéndolo en su ignorancia.

—¿Y yo? —pregunté—. ¿Qué hay de mí?

Sonrió.

—Ya no tengo ningún uso para ti.

—¿Así que me vas a matar?

—No. —Se encogió de hombros—. Parece que no necesitaré hacerlo


desde que alegremente ya has hecho tú misma el trabajo. Matar a tu propio
compañero, porqué, parece que la oscuridad realmente ha tomado control.

—¡No! —grité, lanzándome hacia él—. Solo le hice demorar un poco.

—Oh, lo demoraste demasiado. —Explotó en risas—. Incluso ahora su


corazón se ralentiza al ritmo de la muerte. ¿Qué creíste? La inmortalidad es
una cosa voluble, mi querida. Él es tu compañero, vuestras vidas están
interconectadas en cada manera especial que estoy seguro que Sariel…
omitió.

—Cuéntamelo —dije a través de dientes apretados.

—Me pregunto si es así como Samson se sintió… después de que su


cabello fue cortado. —Bannik palmeó su mentón—. Después de todo, has
hecho la misma cosa sin darte cuenta… cuando te emparejas, es posible
que una de las personas dé sus poderes angelicales a la otra, digamos, si él
está preocupado por su seguridad, o sobre ella dejándolo…

—…humano —jadeé, lanzando mis manos hacia mis lados mientras


pedazos de hielo se golpeaban contra las paredes.

Bannick las esquivó.

—Antes de que te vayas…


Lo miré fijamente, luego cerré mis ojos, forzando mi voluntad en él,
tratando de recordar lo que Cassius había explicado en el entrenamiento,
solo para tener mis ojos abiertos y ver que nada había sucedido.

—Esta… —Sonrió maliciosamente—, es mi parte favorita.

La pared detrás de él se movió a un lado.

Conté hasta diez.

Diez hombres.

Enormes.

Todos con cabello rojo y negro.

Encadenados a las paredes.

Con sangre siendo drenada de ellos.

—Parece… —Bannik se encogió de hombros—. Que he sido muy malo.

La boca de los hombres estaba cubierta, pero sus ojos emanaban


miedo, enojo, hostilidad y vergüenza. No necesitaba mirar mucho rato para
saber quiénes eran.

Los hermanos de Sariel.

Aquellos que habían sido castigados y enviados a diferentes esquinas


de la tierra.

—Sariel no permitirá que te salgas con la tuya.

—¡Ja! —Bannik aplaudió sus manos—. ¿Y qué hará mi querido


hermano? No solo estoy creando un ejército, sino aprovechando su poder
para mi propio uso. Soy intocable. Y ahora. —Me despidió con una mano—
, estoy aburrido.

La puerta detrás de mí se abrió.

Timber agarró mis brazos y me jaló hacia afuera.

—Está loco —dije a través de dientes apretados—. ¿Realmente crees


que puedes confiar en alguien? ¡Como eso! —Apunté a la puerta.
—¿Y mi otra opción? —Timber preguntó con voz calmada—. Podrido
hasta que un inmortal finalmente me mate y luego tome mi lugar en el
infierno.—Me empujó por el pasillo—. Tomaré mis riesgos.

—Sariel…

—Sí, hablemos sobre el buen ángel. —Se rió, un sonido maligno que
se deslizó sobre mí como mantequilla caliente—. Dile, una guerra está
viniendo. Una que él no puede ganar. Oh, y saluda al rey inmortal por mí
mientras toma su último aliento. Tuvimos una buena carrera, una
realmente buena carrera.

Con eso, me lanzó hacia la calle.

—Casa —exhalé, esperando que funcionara, que fuera capaz de


imaginarme en un lugar y terminar ahí.

Después de dos segundos de nada, desesperación finalmente golpeó.


Empujé todas mis emociones hacia desear estar en casa con Cassius.

Y abrí mis ojos justo a tiempo para ver a Ethan gritar:

—¡Está entrando en paro cardiaco!


Traducido por Mais

La herida dolía, pero lo que dolía más, era el dolor físico de mi corazón
mientras demandaba correr hacia ella. Así que con toda la fuerza que poseía,
cerré mis ojos y lo deseé. Deseé mi fuerza hacia ella, cada onza que tenía, y
esperaba que fuera suficiente para mantenerla viva, incluso si significaba
mi muerte.

¿Qué has hecho?

El susurro de Sariel era, como siempre… tan útil.

Caí de rodillas con un gruñido, confundido de porqué mi herida no


estaba sanando; típicamente tomaba apenas segundos para que mi piel se
juntara de nuevo, dejándome sin ninguna clase de cicatriz.

¿Pero ahora? Era como si… realmente hubiera sido herido.

Estaba por gritar por Ethan cuando él apareció a mi lado, sus manos
apartando las mías mientras examinaba mi pecho. Con los ojos graves,
retrocedió.

—No estás sanando.

—Mierda, no —resoplé. Se estaba volviendo más difícil respirar a cada


segundo, como si una pesadez hubiese tomado el control de mi pecho y
apretado, la presión creciendo en mis pulmones.

—¡Alex! ¡Mason!

Entraron, Genesis estaba cerca en sus talones.

—¿Se encontraron con algo filoso? —bromeó Alex.


—Él no está sanando —siseó Ethan—. Y no puedo detener la sangre.

Inmediatamente, Alex despertó, apartando a Ethan a un lado así


podía tomar un vistazo, pero, ¿cómo de buena era una Sirena?

—Estoy ralentizando tu corazón.—Ethan presionó una mano en mi


cuello—. Trata de calmarte.

—Claro. —Asentí—. Haré eso, solo necesito decirme a mí mismo que


se calme mientras yo…

Un Oscuro siempre podía calmarse, siempre compartimentar.

—Genesis, ¿de qué color son mis ojos?

Con el rostro pálido, respondió con voz pequeña:

—Azul. Son azules.

Mason dejó salir un pequeño aullido mientras se arrodillaba a mi lado


y tomaba mi mano en la suya, aparentemente mis emociones estaban
causándole cambiar mientras sus garras reemplazaban sus manos.

—Está bien —mentí, incapaz de saborearlo en el aire—. No hay mejor


manera que morir en presencia de amigos.

Palabras valientes para alguien que no se sentía tan valiente, porque


a pesar de mi estado humano, moriría como Oscuro.

Sería nada. Sentiría nada. Sabría nada.

Morir como un Oscuro era nunca haber existido.

Y por primera vez en mi existencia, quería el dolor que traía ese


recuerdo porque significaba que había vivido, que había sufrido, que había
amado y salido del otro lado mejor por eso.

Genesis apretó mi mano justo mientras Ethan gritaba:

—¡Está entrando en caro cardiaco!

De pronto Stephanie estaba a mi lado, apartando a todos del camino.


¿Estaba ella brillando?

¿Por qué diablos estaba viendo luz?


Ella deslizó sus muñecas a lo largo de los dientes de Ethan tan rápido
que Ethan no tuvo tiempo de protestar, y luego se arrodilló al lado de mi
cabeza, presionando su muñeca contra mi boca.

—No será suficiente —dijo Ethan tristemente.

—Tiene que serlo —dijo Stephanie a través de suaves sollozos—. Tiene


que serlo. Lo amo. ¡Tiene que funcionar!

Sonreí.

—Te… —El cansancio tomó de mí—. Amo. —Extendí mi mano para


acariciar su rostro una última vez y fallé mientras mi mano caía al suelo,
junto con mi cuerpo.

Estaba de pie al borde del edificio donde la oscuridad encontraba la


luz. Era el lugar perfecto para mí para estar de pie, considerando todas las
cosas.

Esa era mi vida.

El éxtasis perfecto de oscuridad: luz se filtraba en los alrededores,


tratando de meterse, pero yo sabía mejor que nadie que sus oportunidades
de tener éxito eran mínimas. Estiré mi mano y mis dedos besaron la luz del
sol asomándose a través de las nubes. Giré mi mano y dejé salir un suspiro
de derrota.

—Cassius —dijo Sariel, mi padre y una de las cabezas de los


Arcángeles, los mismos ángeles que no se les habían aparecido a los
inmortales en trecientos años, dijo mi nombre con tanta autoridad y
finalidad que fue imposible no sentir los efectos de las palabras mientras las
soltaba en el universo. Golpearon mi pecho, robando cada onza de oxígeno
que alegremente acababa de chupar—. Has fallado.

—Sí.—Tragué la mentira, la sentí quemar todo el camino por mi


garganta hasta mis pulmones. Mi frío y roto corazón se aceleró, tal vez
realmente estaba muerto por dentro como ella dijo, tal vez no había
esperanza, en todo ello.

—Pruebo la mentira en tus labios, mestizo.


—Así que pruébala —respondí, mientras mis ojos luchaban por
enfocarse en la luz. El anhelo de ser luz, de completamente permitir que me
consumiera, era como un fuego quemando en mi alma—. No tengo nada
más que decirte.

—¿Te das cuenta de lo que esto significa? —Las una vez moradas
plumas rodeando su cuerpo grande se iluminaron de rojo. Mi latido de
corazón disminuyó a un gentil ritmo mientras gotitas de sangre caían en
cascada de sus plumas en perfecta cadencia con mi respiración.

—Lo hago.

—¿Sin embargo no luchas?

Finalmente, levanté mi mirada hacia él. Su mentón fuerte se inclinó


mientras su cabello negro volaba en el viento. Sabía que yo era el único que
podía verlo, cumplidos de mis ancestros… mi sangre angelical.

—Cuando uno ha perdido todo por lo que vale la pena luchar… —


Tragué saliva—. Dime, ¿cuál es el punto?

—Nunca te has rendido antes —dijo silenciosamente, su voz llena de


desconcierto.

—¡Nunca antes he estado enamorado! —grité, golpeando mi mano


contra la pared de ladrillos.

Si alguien pasaba por ahí, simplemente pensaría que estaba loco, y


tal vez, tal vez lo estaba. Por ella. Todo era por ella.

—Es mejor morir. Mejor que la deje.

El rostro de Sariel se rompió en una brillante sonrisa. La sangre de


sus plumas hizo una piscina en sus pies, formando la forma de un corazón.

—Muy bien.

Me preparé para el dolor, para la completa agonía de dejar de existir.


Sabía de historias que cuando un Oscuro moría, era horrible, aterrador, ya
que nunca sabíamos si nos reuniríamos a la luz o la oscuridad.

Asumí que iría a la oscuridad.

Asumí que sería consumido por el mal.

Asumí mal.
Porque en el minuto en que Sariel tocó mi piel, sentí nada más que
vacío.

—Un regalo —susurró Sariel en el aire—, por mi único hijo que queda.

Sus dedos presionaron contra mi piel, quemaron, marchitó por donde


sea que presionaba.

—¿Qué estás haciendo?

No respondió.

Cuando se alejó, luz destelló en frente de mis ojos y estaba de vuelta


en Rusia, de vuelta donde todo había empezado.

Lágrimas llenaron la línea de mi visión mientras imaginaba el dolor y


sufrimiento de la montaña.

Entonces estuvo terminado.

Los labios de Sariel se retorcieron en lo que parecía una sonrisa


aunque no podía decirlo, tal vez estaba alucinando. Tal vez esta era la
muerte.

Una existencia solitaria de vivir en el pasado, mientras todavía era


capaz de recordar el toque del presente.

—Observa —instruyó Sariel, cruzando sus brazos en frente de la


armadura dorada colocada alrededor de su cuerpo. Su casco había sido
restaurado junto con su escudo y espada.

Un gran árbol con ramas pesadas se retorció alrededor del escudo y


luego de pronto empezó a crecer desde el escudo mientras ramas crecían en
el suelo lleno de nieve. Retrocedí un paso mientras el árbol expandía sus
ramas desde el Este al Oeste, su tronco doblando de tamaño, solo para dejar
de crecer una vez que alcanzó al menos treinta pies en el aire.

—El árbol de la vida —dijo Sariel en reverencia—. Nosotros


observamos. Pero no solo observamos… observamos sobre algo específico.
Mi regalo fue la vida. Tenía que observar la vida. —Dejó caer su cabeza—.
Así que cuando ayudé a crearla, no fue solo una abominación lo que fue
creado, sino algo que nunca debió ser. —Hizo un gesto al árbol—. Los
humanos debían de nacer con limitado conocimiento de lo inexplicable.
Cuando fuiste creado nacías con ambos. Humanamente, tu cerebro no
puede moralmente comprender tu lado angelical, y como ángel, el lado
humano no solo te fascina sino que te disgusta, va directamente en contra
de todo por lo que has luchado. Así que, ¿cómo co-existen los dos? Siempre
será una batalla. Matarte… —Suspiró—, matar una vida que el Ángel de la
vida ha creado, no solo matará a toda una raza de Demonios o caídos. —
Compartió una mirada conmigo—. Sino de humanos también.

La pesadez de sus palabras me sorprendió.

—Pero decirte de tu propia importancia… de cómo tú, Cassius,


mantienes el equilibrio entre el bien y mal en el mundo junto con tu
compañera, ¿qué riesgo estaría tomando? ¿Darte conocimiento que parte de
tu alma nunca entenderá? ¿Parte de tu cuerpo puede rechazar? No era mi
lugar y tampoco vi tan lejos en el futuro para saber que posiblemente si te
lo hubiera contado antes, la guerra podría haber sido evitada.

El árbol se disipó en frente de mí mientras doce tronos crecían desde


el suelo. Estaban hechos de puro oro. Y como el escudo de Sariel, cada trono
tenía un árbol diferente.

—Bannik observó muertos y destrucción —susurró Sariel—. Y por


mí… lo consumió. —Giró su cabeza en mi dirección—. Incluso los ángeles
tienen una opción. ¿Nos entregamos a la oscuridad? ¿El confort de saber
que podemos egoístamente hacer lo que queramos usando los poderes que
nos han regalado? ¿O lo seguimos? Me da tristeza decir que por mí, Bannik
fue amargo, lo suficientemente amargo para permitir que la oscuridad lo
convirtiera en un completo ángel caído, un poderoso Demonio que tiene
habilidades que sobrepasan más allá de cualquier cosa que has visto. —
Lamió sus labios—. Así que, hijo, hoy no será el día que tome tu vida de este
mundo. Hoy te regalo más de lo que posiblemente puedas imaginar, con la
esperanza de que harás lo que yo no pude.

—No lo entiendo.

Los ojos de Sariel se llenaron de lágrimas.

—Un sacrificio siempre debe ser hecho, mi hijo. Sangre siempre debe
ser derramada. Es la forma de la tierra. La forma de los cielos.

—¡Padre! —Lo busqué—. ¿Qué estás diciendo?

Sariel cerró sus ojos mientras una lágrima plateada corría por su
rostro fuerte.
—Todo lo que quería… —Sus ojos blancos de lágrimas parpadearon
hacia mí—, es ser valedero de esa palabra, solo una vez. —Sonrió—. Y hoy…
espero que recuerdes la forma en que sin esfuerzo liberaste las palabras más
hermosas en el aire, dándome una paz que he estado esperando durante
milenios. —Sonrió—. El resto de tu humanidad estaba en dos. Sí,
necesitabas su amor, pero también necesitabas ver que sin todo esto… —
Expandió sus brazos ampliamente—, todavía tenías algo que ofrecer.

Los tronos desaparecieron en el suelo mientras la tierra comenzaba a


temblar alrededor de mis pies.

—Salva a mis hermanos, mi hijo. Termina el trabajo. —Asintió su


cabeza hacia mí y caminó hacia el medio del valle justo mientras cincuenta
mil seres angelicales descendían de una niebla plateada hacia el suelo.

Estaban en armadura completa dorada. Manos colocadas en sus


espadas. Enfrentando cada dirección de la tierra. Norte, Sur, Este y Oeste.

Partieron por la mitad.

Y un niño pequeño, hizo su camino hacia Sariel. Sariel asintió hacia


él y luego rápidamente pasó de él y tomó su lugar en mitad del calvario.

Pero el pequeño se acercó a mí. El mismo de las visiones de Sariel. Se


detuvo a unos pasos de distancia.

—Las reglas han sido fáciles para seguir, Oscuro.

Dejé caer mi cabeza.

—Sí, estoy al tanto.

Sonrió ampliamente.

—Parece ser hereditario.

—Aparentemente.

—Donde hay Oscuridad, siempre habrá Luz… —susurró—. Y donde


haya luz… el poder existe, para que las cosas que han sido escondidas sean
visibles. Y hay tanto poder entre tu vista. —Se apartó—. Cuidaré muy bien
de él.
—No lo veré de nuevo. —La idea me sorprendió, me hizo querer cazar
tras el padre que siempre había despreciado pero la única familia que había
conocido además de mi madre—.. ¿Lo haré?

—Todos tenemos nuestro momento. Este es el tuyo. El de él, su final.


Y una vida siempre debe tomar el lugar de una vida. Él simplemente está
sacrificando la suya así tú puedes tener la tuya.

—Pero…

—Te amo —susurró Sariel en mi cabeza mientras su normalmente


cuerpo infundido en luz se convirtió en extrañamente humano.

El pequeño niño levantó su mano y la presionó contra mi pecho.

—Usa su poder bien. Ama con fuerza. Termina esta guerra. —Sus ojos
se convirtieron en extraño plateado—. Veo muchos futuros para los
inmortales.

Poder surgió a través de mí mientras caía de rodillas.

El pequeño niño levantó mi mentón hacia él.

—Sé la luz en la oscuridad, Cassius.


Stephanie
Traducido por Mais

Me agaché hacia su cuerpo sin vida. La casa empezó a sacudirse


mientras las luces parpadeaban alrededor de nosotros.

Ethan levantó su mano para que nos quedáramos en silencio mientras


el temblor continuaba. Lámparas cayeron de las mesas, fotos cayeron al
suelo.

Y luego… todo de pronto se congeló.

Como si el tiempo se hubiera detenido.

La atmósfera era una mezcla de un silencio completo y un misterioso


silencio sonando en mis odios.

Un jadeo enorme de Cassius y abrió sus ojos y se enfocaron en los


míos. Eran de un blanco plateado, diferente pero del mismo modo iguales.

—¡Funcionó! —Besé su boca y luego envolví mis brazos alrededor de


su cuello, incapaz de evitarlo. Casi lo perdí. Lágrimas corrían por mi rostro.

—Eh, Stephanie. —Tosió Ethan.

Seguí ahogando la vida fuera de Cassius mientras lo abrazaba.

—Stephanie —Ethan dijo mi nombre de nuevo, esta vez con más


urgencia, mientras su fuerte mano yacía en mi hombro en un esfuerzo por
apartarme.

—¿Qué?

Sus ojos se ampliaron mientras asentía hacia Cassius. Me alejé lo


suficiente para ver una pluma púrpura saludándome, seguida de unas
cuantas más. Retrocediendo y cayendo contra mi trasero, dejé salir un jadeo
de sorpresa mientras alas púrpuras se expandieron a doce pies a través de
la espalda de Cassius, palmeando el sofá y besando la chimenea.

El pecho de Cassius pesaba con una inhalación sobre-exagerada


mientras se ponía de pie fluidamente.

La atmósfera permaneció inerte, serena, mientras él miraba alrededor


de la habitación y luego a cada uno de nuestros rostros y susurró:

—Sariel ha muerto.

—No mierda, ¿te lo comiste? —farfulló Alex, ganándose un codazo por


parte de Mason.

Cassius colgó su cabeza mientras su cuerpo temblaba. Plumas


púrpuras se estremecieron al unísono con él mientras lloraba la pérdida del
alma con la que una vez había estado unido, y luego de golpe las plumas
liberaron una niebla púrpura.

—Incluso las plumas lloran su ausencia —dijo Ethan con voz grave,
deslizando su mano detrás de la espalda de Genesis y silenciosamente
llevándola fuera de la habitación.

Alex y Mason los siguieron, tal vez ellos también sintieron la tensión
en el aire, la parálisis absoluta de las células alrededor de nosotros como si
estas también estuvieran confundidas en qué acción tomar. Después de
todo, ¿cuál era el protocolo cuando un Oscuro de pronto sacaba alas fuera
de su espalda? Y no negras y rotas alas, sino verdaderas, las de su padre,
un Arcángel.

Me quedé pegada al suelo mientras Cassius se cernía por encima de


mí. ¿Era posible que fuera más hermoso que antes? Debía serlo, porque lo
era, su mentón fuerte era suave, cortado perfectamente a través de su rostro
sin fallos. Labios sensuales estaban curvados hacia abajo en un fruncido
mientras sus alas lentamente se retraían hacia atrás, hacia su cuerpo, y
luego desaparecían por completo.

—¿Qué sucedió? —pregunté, lentamente poniéndome de pie y


haciendo mi camino hacia su cuerpo tembloroso. Podía verse hermoso pero
también cargaba un aire que decía que acababa de pasar la experiencia más
traumática de su vida.

—Todo —susurró Cassius—. Y aun así, nada que no debiera haber


visto. —Sus ojos destellaron—. Debí haberlo visto. Debí haberlo visto todo,
pero él siempre fue tan vago. —Los hombros de Cassius se elevaron y
cayeron con cada respiración laboriosa que daba—. Era un futuro que
estaba demasiado atado al mío.

Presioné mi mano contra su hombro, y él la encontró y acarició mis


dedos, su piel era más suave que antes, como si fuera completamente nueva,
apenas creada hace un segundo y colocada en su cuerpo.

—Una vida por una vida —dijo en tono bajo.

—¿Y la vida tomada?

—Ofrecida. Él ofreció su vida y todo, todo su poder y su trabajo, cayó


a mí.

—Más peso —adiviné mientras Cassius compartía una mirada


conmigo y en ella vi todo. Sariel ofreciéndose a sí mismo, el niño que había
reconocido en el sueño, árboles, los tronos, y todo lo de los Ángeles.

—Cuando me acuchillaste, no sabía lo que estaba haciendo, solo traté


de darte tanto poder como pude, sabía que estabas yendo hacia el peligro.
No tenía idea que al hacer eso, me estaba condenando a mí mismo a la
muerte.

—Quería ayudar —dije en voz baja—. Es mi culpa que él esté muerto,


si no hubiera escapado…

—Había varios futuros, Stephanie. —Ahuecó mi rostro con su mano—


. Créeme cuando digo que, este era el mejor, en el que… ahora que sé los
pensamientos de Sariel… que él esperaba mucho.

—¿Y los otros?

—Alterados, solo ligeramente.

—No le he contado a los otros de Bannik, sobre lo que vi.

—Bueno. —Cassius me jaló para un abrazo, presionando mi cuerpo


contra el de él—. Creo que es momento que sepan contra lo que estamos
luchando, no solo una raza de Demonios revoltosos, sino un infierno de
ángeles caídos inclinados a destruir tanto a los humanos como a los
inmortales por igual.

—Él no quiere a todos muertos. —Apreté mis brazos alrededor de


Cassius—. Él los quiere esclavizados.
—La muerte es mejor.

—Lo es.

—Si llego a tener que elegir. —Cassius se tensó de nuevo—. Me mataré


a mí mismo, destruiré tanto humanos como inmortales al mismo tiempo.
Nos mataré a todos antes de permitir que nos haga esclavos.

—¿Esa es tu decisión a tomar?

Cassius se detuvo, su voz grave:

—Lo es ahora.
Traducido por Mais

Ser un Oscuro significaba conocer la perfección, pero ser incapaz de


alcanzarla. Ahora que tenía la sangre de Sariel fluyendo de alguna manera
y milagrosamente a través de mis venas, podía tocarla, olerla, enlazarme con
ella. Pero mi humanidad, o lo que sea que quedaba de esta, rechazaba la
noción completamente. La lógica sacudía su cabeza en negación así que
parecía diferente pero era casi la misma persona.

Dividido completamente por la mitad por dos razas.

La respuesta también como el final.

En un giro cruel del destino, el ángel de mi vida y la muerte había


creado dos… yo. Yo no tenía ni idea si poseía suficiente poder para luchar a
solas contra Bannik, pero lo que sí sabía es que la batalla entre la luz y la
oscuridad solo estaba comenzando a ponerse interesante.

Mason estaba cernido sobre la estufa, dándole vuelta a una carne


como solía hacer cuando estaba triste por algo. Tenía que preguntar si tenía
algo italiano o griego corriendo a través de esas venas de lobo. La sangre de
Sariel me invocaba a usarlo —ya no tendría que adivinar más nada—, pero
mi humanidad alejaba ese camino, ¿qué diversión habría en la vida cuando
ya sabes todas las respuestas?

Había aprendido eso como humano.

Había seguido viviendo esa vida como un Oscuro.

Alex sorbió una taza de café y pretendió estar leyendo pero raramente
volteaba la página, solo la miraba fijamente, perdido en sus oscuros
pensamientos, los mismos que usualmente trataba de enfrentar cuando en
realidad, era bastante posible que tuviera el futuro más difícil de todos
nosotros.

Y Genesis, la encantadora, hermosa y embarazada Genesis estaba


sentada en el regazo de Ethan mientras él tomaba de su cuello.

Si parpadeabas podías casi perderte el pequeño corte cerca de su oreja


dónde él besaba y chupaba.

—Asqueroso —dijo Alex con voz aburrida—. Al menos ten la decencia


de hacerlo en privado.

—Tú comes en una mesa —apuntó Ethan—. ¿Por qué yo no?

—¡Ja! —Mason dio vuelta a la carne en el aire de nuevo—. El Vampiro


tiene un punto.

Alex se frotó su nariz mientras yo estaba sentado entre los dos,


Stephanie todavía apretaba mi mano, ofreciendo su apoyo, su amor, que
flotaba fuera de ella en olas de perfume, estabilizándome, alterándome por
completo, tanto que sabía que si yo hubiera estado en el lugar de Sariel,
hubiera tomado exactamente la misma decisión.

Porque cuando cerraba mis ojos, la veía a ella.

Y solo a ella.

—Sariel dio la vida por mí. —Mi voz no tembló, era suave, en comando,
algo que no sentía, pero todos sabían que solo porque tengas un sentimiento
no significa que lo estés sintiendo. Me sentía inseguro; eso no significaba
que necesitaba de hecho seguir a través de ello y volverme inseguro cuando
se trataba de mis decisiones, porque afectaban a cada ser a mi alrededor,
mortal o inmortal, tenía que enfocarme en mi conocimiento, en mi corazón,
en el amor rodeándome, no en el sentimiento tonto que me decía que tuviera
miedo.

Después de todo, el miedo, no es bienvenido aquí.

Alex lo dijo por mí, sus ojos enfocándose en los míos mientras se
inclinaba hacia adelante en anticipación.

—Bannik, uno de los hermanos de Sariel, ha caído. Ha capturado a


los diez arcángeles que quedan en el reino. Cada uno debe ser guardián de
una parte diferente del plano humano. Todos están perdidos.
La boca se Genesis se abrió mientras Mason dejaba de cocinar y se
giraba, con sus ojos amplios con el shock.

—¿Cómo diablos nos perdimos eso? —rugió Ethan a través de dientes


apretados—. ¿Es nuestro trabajo mantener la paz y algunos arcángeles han
estado atrayendo a otros a su guarida? ¿Y creando Demonios? ¿Dónde
hemos estado?

—No podemos culparnos —dije—. Incluso Sariel no lo vio hasta que


fue demasiado tarde. Bannik ha estado jugando desde Pompeya, desde que
dio su primera probada de sangre humana. En el momento culpaba a
Timber por dar sangre inmortal, y ahora sospecho que fue Bannik jalando
los estribos todo el tiempo.

—Bueno, maldita sea. —Ethan suspiró, corriendo sus manos a través


de su largo y oscuro cabello—. Han pasado unos cuantos… años.

Los labios de Alex se retorcieron.

—Trata unos cuantos años, pero seguro que sip, solo decir unos
cuantos suena mucho mejor, como si parpadeáramos y oh, mira,
¡inventaron los autos!

—Tú… —Lancé un dedo hacia Alex—, necesitarás visitar familia


antigua.

Los orificios nasales de Alex llamearon.

—Obsérvame frenar tu entusiasmo.

—Y Mason. —Asentí hacia él—, necesitarás notificar a todos los lobos


en el distrito. Déjales saber que necesitaremos luchar… hemos estado
viviendo en paz durante tanto tiempo, nos hemos vuelto suaves mientras
ellos se han vuelto fuertes. Necesitaremos enseñar a nuestra gente una vez
más cómo sacar sus espadas.

Alex levantó sus manos.

—¿No quieres decir sus armas semi-automáticas?

Ethan frunció el ceño.

—Las balas no decapitan.

—Si lanzas un buen disparo, sí. —Alex sonrió con suficiencia.


—No es el punto. —Suspiré e intenté de nuevo—. Necesitan saber
cómo protegerse. —Me puse de pie—. Y necesitamos mantener el secreto
fuera de los humanos a toda costa.

—Siempre es tal diversión. —Alex bostezó—. Proteger a los débiles


mientras ellos continúan matándose entre ellos sin darse cuenta que
todavía están vivos y respirando porque nosotros escogemos protegerlos.

Sonreí mientras más visiones del futuro de Alex yacían ante mis ojos.
Tal vez obtendría mi pago mucho más pronto de lo que originalmente pensé.

—Una cosa más —agregué, esperando hasta que cada par de ojos
estaba en mí—. Eres más fuerte cuando estás emparejado.

La habitación quedó en silencio.

—Estoy llamando números para ustedes dos. Tendrás un humano


para la puesta del sol de la siguiente semana así que ayúdame o te mataré
yo mismo.

Mason dejó salir un aullido gutural mientras caía de rodillas luego se


levantó y corrió fuera de la habitación.

Todos los ojos cayeron en Alex.

Estaba pálido.

Muy pálido.

—¿Será ese un problema, Alex?

—No. —Tragó saliva—. No, mi Rey. No lo es.

Sus pensamientos me gritaban.

Sus palabras y acciones decían lo contrario; porque Alex, podía ser un


montón de cosas, pero era leal. Me obedecería en esto.

Y eventualmente sería por su propio bien.

Eventualmente.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó Ethan.

—Yo. —Sonreí por primera vez desde que me había despertado—.


Tengo a Stephanie.
—Pero tienes alas —dijo de golpe Genesis—. No está eso… ¿prohibido?

—Red Bull…. —Alex rió—, también tiene alas, pero toco mis labios
contra esa lata como si fuera mi trabajo…

Stephanie lo empujó fuera de la silla, y él cayó al suelo con un golpe


fuerte mientras Ethan reía.

—Estuvimos emparejados antes de esto y además, todavía sigo siendo


un Oscuro. Solo tengo recién alas… créeme, no puedes redimir lo maldecido.

Ethan se puso de pie.

—Me parece que estás equivocado… ¿qué dijiste que le había pasado
a Sariel? ¿Se volvió oscuro? ¿Perdió la cabeza? ¿Dejó de existir?

—Fue llevado —soltó Stephanie antes de que yo tuviera la


oportunidad—. Con otros cinco mil ángeles como escolta.

La habitación quedó en silencio y luego Ethan agregó:

—Me parece que sí puedes redimir lo maldecido… ¿verdad?

Tenía razón. Porque Sariel había sido maldecido.

Sin embargo, algo me decía, que él todavía estaba… presente. No de


la misma manera que antes.

Pero… al tanto.

Stephanie deslizó su mano en la mía.

—¿Podemos hablar?

—No —farfullé, jalando su mano contra mi pecho—. Quiero besar.


Quiero hacer el amor. Quiero olvidar el hecho de que me acuchillaste en el
pecho y escapaste. Que podamos hacer algo más está fuera de discusión.

—¿La va a lanzar a la mesa ahora mismo entonces? —preguntó Alex


desde su semi-cómoda posición en el suelo, incluso inclinándose hacia atrás
contra la encimera se veía como un pervertido sexual, solo esperando que
una dama en una falda corta pasara por allí así podía echar un vistazo
mientras ella se quitaba la ropa en éxtasis.
—Arriba. —Stephanie sonrió, jalándome para un beso mordaz. Yo ya
estaba cargándola tan rápido como podía a través de la casa cuando escuché
a Ethan gritar:

—¡Por favor no quemen la habitación! ¡Mantén tus plumas bajo


control, Cassius!
Stephanie
Traducido por Mais

—Te amo. —Presioné otro beso contra su boca mientras él arrancaba


el resto de mi ropa de mi cuerpo, sus manos deslizándose por mi cintura.
Luego me levantó por la cintura y me lanzó con fuerza contra la cama.

Yo era un desastre en las sábanas mientras trataba de levantarme y


darle mi mejor mirada. En su lugar, todo lo que pude hacer fue mirar con la
boca abierta su cuerpo desnudo.

Nada sobre Cassius era imperfecto.

Y era tan increíblemente difícil no mirar fijamente cada plano de su


cuerpo. Sus músculos sobresalían con cada respiración que tomaba.

Y como un caballero de los cuentos de hadas que había leído hace


tantos años atrás, su cabello oscuro y negro caía en cascada sobre sus
hombros en un estilo magnífico, se veía tanto malvado como heroico.

—Te deseo. —Sus ojos se cerraron—. Más de lo que jamás sabrás. Y


mi amor por ti. —Una lágrima corrió por su mejilla—, movería montañas.

Lágrimas nublaron mi visión.

—Su trabajo era observar la vida —susurró Cassius, jalándome contra


su regazo—. Y planeo observar la tuya, muy, muy cuidadosamente. —Besó
mis labios con fuerza—. Lentamente. —Sus manos apretaron mis laos—.
Profundamente.

Nuestros cuerpos se unieron, no hubo advertencia, nada más que él


moviéndose conmigo, observándome.

Amándome.
El momento era tan hermoso, tan perfecto que podría haber llorado.
En su lugar, coloqué mis manos frías en su cuerpo. Y sentí calidez.

Jadeando, me aparté.

—¿Por qué no estás frío?

—Un regalo —susurró Cassius contra mis labios mientras se movía


lánguidamente contra mí—. Así que cuando estés tentada a caer en la
oscuridad, verás luz en su lugar. —Nuestras bocas se entrelazaron luego se
apartaron—. Me verás a mí.

En lugar de cerrar mis ojos, observé, lo observé a él, me enfoqué en


su luz y me quedé allí por vida mientras él me abrazaba, me movía, me
amaba con sus palabras, con un lenguaje que no entendí mientras
presionaba besos gentiles sobre mi rostro.

Y mientras mi cuerpo se liberaba, la oscuridad se disipó como si


nunca hubiera estado allí en primer lugar.

No tenía fuerza para preguntar.

Pero Cassius debió haberlo sabido porque sus palabras siguientes


fueron:

—Donde hay oscuridad siempre habrá luz.

Con mi cuerpo aún temblando, susurré:

—¿Qué eres tú?

—El mismo. —Dudó por un breve segundo y luego agregó—: Caído,


mal, una maldición, abominación. Soy todas esas cosas.

—Pero…

Me silenció con un beso.

—Solo soy más ángel que humano ahora.

—¿Así que sesenta-treinta?

Sacudió su cabeza.

—¿Ochenta-veinte?

Otra sacudida.
Abrí mi boca de nuevo.

—¡Detente! —Se rió, el sonido haciendo cosas graciosas a mi cuerpo,


haciéndome querer besarlo y nunca detenerme—. Más como noventa y
nueve contra uno.

—Oh. —Sentí mis ojos ampliarse.

—Todavía caído.

—Por un uno por ciento.

—Números. —Se encogió de hombros y alzó una ceja—. ¿Qué son de


todos modos?

—¿Importantes? —bromeé, lamiendo su labio inferior mientras un


bajo gruñido explotaba entre sus dientes—. Tomo eso como un no.

—Soy el mismo… —Sonrió suavemente y capturó mi mirada—.


Todavía ando hambriento por ti.

—¿Y el pájaro fuera de mi ventana?

Con una explosión de risa ligera, Cassius me lanzó contra el colchón


y se colocó encima de mí.

—No comeré a tu arrendajo azul.

—Ahora —dije.

—Te amo —dijo, de forma seria—. Completamente.

—¿Te quedas conmigo para siempre?

Entrelazamos nuestras manos, palma con palma, mientras nuestros


dedos se apretaban juntos.

—Puedo hacer eso. —Rozó un suave y cálido beso a través de mi


frente—. Puedo hacer eso.
Traducido por Vale

Sentía el sexo.

O el amor.

Una hembra arrugaría la nariz o posiblemente se excitaría con mi uso


de la palabra, después de todo cuando estabas con tu compañero, era amor
y sexo, una hermosa mezcla embriagadora de azúcares, especias, aromas
atrayentes que conducirían a cualquier persona sensata a—solo lo
contrario, supongo.

Con el ceño fruncido lancé la pelota de tenis contra la pared una y


otra vez, el golpeteo rítmico era lo único que calmaba mi corazón acelerado,
bueno eso y la clara impresión de que si le pedía a Ethan que lo enlenteciera,
probablemente me mataría, y después diría "ups".

Emparejado.

Giré la palabra alrededor de mi cabeza.

No era del tipo.

En absoluto.

Amar a una persona iba en contra de cada célula de mi cuerpo, cada


fibra de mi ser. Era una sirena.

No amaba a uno. Amaba a todos.

Y los amaba bien.

Todos los tamaños.


Todas las formas.

Cada sexo.

Cada planta.

Animal.

Creación.

Amaba todo.

Me repartía por todas partes como lo hacían todas las Sirenas buenas,
y era malditamente bueno en eso. La sola idea de que estaría atado a un
miserable humano por la eternidad me hizo sentir la tentación de escribir
una nota de suicidio y robar la pequeña pluma púrpura de Genesis,
drenando mi propia inmortalidad a la mitad de un orgasmo.

El sonido de mi puerta abriéndose y cerrándose suavemente


interrumpió mis pensamientos amargos, y luego el aroma a cedro y tierra se
unió a mí en el piso.

Mason se dejó caer a mi lado.

Silencio.

Y luego, agarró la otra pelota de tenis.

Y comenzó a golpearla contra la pared frente a mí.

Nos quedamos allí por horas.

Ninguno de los dos hablando.

Hasta que finalmente, el Lobo abrió la boca.

—No puedo hacer esto.

Sabía cómo funcionaría, uno de nosotros iría primero, llamaríamos


un número, la ceremonia se llevaría a cabo, se nos daría tiempo y luego se
llamaría al siguiente número.

Nunca sucedía todo de una vez.

Tal vez me sentía suicida, porque las primeras palabras que salieron
de mi boca fueron:
—Iré primero.
Dark Surrender (The Dark Ones Saga
#3)

Crecí como un príncipe...

Y llevo la vida de un Rey.

No hay nadie ni nada que no me quiera,


que no esté atraído hacia mí. No pueden
evitarlo. Y estoy seguro como el infierno de
que no quiero que lo hagan. Vivo por su
lujuria, anhelo el contacto como una
adicción, los hago rogar de rodillas por
una, simple, caricia.

Como sirena masculina, mi trabajo es


alimentarme de las emociones.

Y estaba feliz de hacerlo.

Estoy feliz de hacerlo.

¿De qué no estoy muy feliz? De que me digan que tengo que emparejarme
con una humana marchita y permanecer leal a esa persona durante los
próximos siglos. Hay una guerra por venir y por ser el idiota que soy, me
ofrecí a sacrificarme por el equipo para ayudar a un amigo.

Ahora mi apetito sexual está recibiendo una maldita patada en las pelotas.

Y me pregunto si vale la pena.

Si ella vale la pena, con el cabello desordenado y manos humanas sucias.

Pero tengo un mundo que salvar.

Un trabajo que hacer.


Ahora, si solo me dejaría hacerlo en lugar de pelear conmigo en todo
momento. He vivido vidas como el ser más irresistible del planeta.

Solo para encontrar mi pareja.

Con una.

Miserable.

Humana.

Dicen que el infierno está caliente. Están equivocados.

Porque Hope, mi pequeña humana, es mucho más caliente.

Y antes de que esto termine, puede que me queme vivo.

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