Evolución de La Ideología de ETA
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Por otro lado, pese a que en las reivindicaciones principales del primer carlismo
no encontremos alusión alguna al problema Foral de las provincias vascongadas,
mediada la Primera Guerra Carlista si que aparece un sector carlista que en busca
del apoyo de los notables locales si que comienza a incorporar los Fueros a la
causa carlista. Estos notables locales, próximos al ala derecha del liberalismo
moderado, nunca fueron carlistas. Configuraban más bien una élite social y
económica que vio amenazados sus intereses ante la supresión de los Fueros con
la Constitución progresista de 1837. Por ello, acabaron “barajando el proyecto de
compatibilizar unos particularismos jurídicos y exenciones propias del Antiguo
Régimen, con el nuevo Estado liberal” 3, por lo que relacionaron la paz
directamente con el reconocimiento de los deseados Fueros.
1
FERNÁNDEZ, J., GRANJA, J. L., “País Vasco: Génesis y evolución de su nacionalismo”, en
DE BLAS, A. (Coord.), Enciclopedia del Nacionalismo, Madrid, (1997), p. 359.
2
CRUZ MINA, M., “Patria, religión y fueros”, en Historia 16, Núm. 271 (1998), p. 8.
3
Ibídem, p. 11.
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Hacia 1892, como bien nos indica Antonio Elorza, el fundador del nacionalismo
vasco difunde una serie de escritos que comienzan a plantear la legitimad del
antagonismo entre España y el País Vasco, entre los que destaca “Bizcaya por su
independencia, visto por sus seguidores como el libro despertador de la
conciencia nacional vasca. Arana aspira a poner ante los ojos de los vizcaínos los
elementos de una memoria histórica que resulta borrada por la presencia
española”7. Sin embargo, con este texto no buscaría elaborar el planteamiento
ideológico del nacionalismo vasco, sino que se limita a presentar cuatro batallas
históricas (Arriagorriaga, Gordexola, Otxandiano y Mungia) en las que los
vizcaínos, según él, lucharían por su independencia frente a las agresiones
castellanas y manifestando el heroísmo de los vascos. Arana considera haber
descubierto que los vascos constituían una patria, una nación, incompatible con
otro tipo de soberanía. Una patria primero limitada a Vizcaya, extendida luego al
resto de las regiones vascongadas, incluida Navarra, acuñando el término Euskadi
para definirla.
6
MEES, L., “La creación de Sabino Arana”, en Historia 16, Num. 271, Madrid, 1998, p. 18.
7
ELORZA, A., “El nacionalismo vasco: la invención de la memoria”, en Manuscrits: Revista
d’història moderna, Núm. 12, Barcelona, 1994, p. 183.
8
JÁUREGUI, G., Ideología y estrategia política de ETA. Análisis de su evolución entre 1959 y
1968, Madrid, 1981, pp. 15-16.
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Sin embargo, ese antagonismo radical que exhibe este primer nacionalismo vasco
sufrirá una transformación con la evolución ideológica del propio Sabino Arana,
después de conseguir un escaño en la diputación provincial de Vizcaya en 1898, y
ante la búsqueda del partido de alcanzar unas mayores cotas de atracción social.
9
JÁUREGUI, G., Ideología y estrategia política..., p. 19.
10
ELORZA, A., “Sabino Arana. El nacionalismo como religión”, en Historia 16, Núm. 235,
Madrid, 1995, p.46.
11
Ibídem, p. 50.
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El PNV logrará superar su escasa influencia social, puesto que la mayoría de sus
partidarios procedían de medios carlistas de clase media, y, paradójicamente, los
efectos de la industrialización se convirtieron en su mejor aliado. La burguesía
industrial vizcaína se sentía cada vez más incómoda y amenazada ante el auge del
movimiento obrero mientras que los partidos conservadores y tradicionales no
parecían ofrecerles una solución, por ello una facción del grupo Euskalerria,
dirigido por Ramón de la Sota, optó por apostar por el movimiento nacionalista y
fusionarse con el PNV, lo que supondrá una moderación ideológica de éste. Sin
embargo, pese a que el partido adopta, por influencia de este grupo burgués y ante
una visión más práctica de su propio fundador, una política de carácter más
posibilitista con el Estado español, llegando a aceptarse el autonomismo o el
foralismo, las tesis radicales no son abolidas y el PNV pasa a convertirse en un
heterogéneo movimiento nacionalista en el que consiguen tener cabida una gran
cantidad de posturas y objetivos.
El nacionalismo vasco hacía del euskera y de la vida rural tradicional uno de sus
principales baluartes, mientras que Vizcaya y Guipúzcoa experimentaban un
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Poco hizo el nacionalismo vasco por apoyar el avance del republicanismo hacia
1930; de hecho, su marcado carácter católico y tradicional provocó el rechazo a la
invitación de Indalecio Prieto de sumarse al Pacto de San Sebastián. Su programa
tradicionalista, fundamentado en el catolicismo y en la defensa de la causa vasca,
le situaban más próximo al carlismo que a cualquier tendencia republicana, por lo
que concurrió con estos a las elecciones legislativas de 1931 y concertó con ellos
un proyecto de autonomía vasca, el Estatuto de Estella, en el que se ponía especial
énfasis en la autonomía religiosa de las provincias vascas. Sin embargo, pese a los
recelos ideológicos que inspiraban los republicanos, los nacionalistas acabaron
viendo en el sistema una vía de negociación por el que encauzar sus
reivindicaciones. De esta forma, tras las tensiones iniciales que llevaron a los
nacionalistas a no votar la Constitución (iniciándose así una tradición del
nacionalismo vasco de no reconocer ningún texto constitucional que no admitiese
sus derechos de autodeterminación), las relaciones entre el nacionalismo vasco y
el republicanismo de izquierdas van normalizándose, hasta el punto de que aquél
llega a romper con su aliado carlista con motivo del proyecto del Estatuto de
Autonomía negociado entre Indalecio Prieto y José Antonio Aguirre (líder del
PNV durante la experiencia republicana) que acabará reconociendo unas menores
cotas de autogestión en materia religiosa a las demandadas en el Estatuto de
Estella. Este acercamiento hacia la izquierda del PNV lo hemos de observar bajo
los intereses prácticos del nacionalismo vasco tras percibir éste la gran
animadversión que provocaban en las derechas (un aliado que ideológicamente
parecía más afín) el problema de los nacionalismos periféricos. La izquierda le
había ofrecido la autonomía a Cataluña, fruto del apoyo del nacionalismo catalán
al proyecto republicano en San Sebastián.
Sin embargo, este posibilitismo del PNV vuelve a provocar una nueva escisión en
sus filas, surgiendo otra vez una facción juvenil y radical que niega todo tipo de
pacto o negociación con la “opresora” administración española. Este grupo,
agrupado en torno al semanario bilbaíno Jagi-Jagi, no llegará, por su parte, a tener
la suficiente fuerza como para constituir un partido político propio.
Cuando el 18 de julio de 1936 se subleva una parte de los mandos militares contra
el gobierno republicano, el nacionalismo vasco todavía no había logrado el
deseado Estatuto de Autonomía, por lo que se planteó en su seno una amarga
contradicción. Los rebeldes, que habían triunfado en Navarra y Álava, se
presentaban, entre otras cosas, como los guardianes de la fe católica pero
defendían a ultranza la unidad territorial y administrativa del Estado, siendo la
cuestión de las autonomías y los nacionalismos periféricos una de las puntas de
lanza de su discurso. Por ello, el PNV, fuerza mayoritaria del nacionalismo vasco,
se vio obligado a tomar partido en la contienda, aún a su pesar, como bien lo
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demuestran las reacciones de algunos de sus militantes como las del mismísimo
hermano de Sabino Arana, Luis, quien más próximo a los radicalistas Jagi-Jagi,
abogaba por la neutralidad. La alianza del nacionalismo vasco con la República se
caracterizaba, pues, como una alianza “sin mucho entusiasmo”, como bien
expresó Juan Ajuriaguerra12.
En la intervención del PNV en la contienda bélica atisbamos, pues, dos fases que
se vinculan directamente con la aprobación del Estatuto de Autonomía (1 de
octubre de 1936), puesto que con anterioridad al mismo, la intensidad del
nacionalismo vasco en la organización de las tropas y en la propia intervención
bélica puede considerarse como tibia. Con posterioridad, y en relación a la
participación directa de algunos líderes del PNV en el gobierno republicano de
Largo Caballero (Manuel Irujo), el nacionalismo vasco pasó a defender ya no la
autonomía, sino la propia existencia de Euskadi, por lo que su involucración en el
esfuerzo bélico aumentó más que considerablemente tras la constitución del
gobierno autonómico vasco bajo el mando de Aguirre. La aplicación del mismo
Estatuto de Autonomía llegó a superar su margen legal y el gobierno vasco
administró las provincias vascas (Vizcaya y poco más a la altura ya de finales del
36, ante el avance de las tropas franquistas) como si de un Estado se tratase, no
llegando ni siquiera a unificar los batallones del ejército vasco con los del Frente
Popular para no perder su control.
Sin embargo, el Frente del Norte no pudo aguantar las embestidas de los rebeldes
y tras la destrucción de Gernika (acontecimiento que, gracias a la obra de Picasso,
consiguió dar alcance internacional a la causa vasca, ofreciendo gran cantidad de
simpatías en otros países) la resistencia tocó su fin con la pérdida de Bilbao (19 de
junio de 1937). Perdido su territorio y con él su autogobierno, el nacionalismo
vasco cumplió el vaticinio que con anterioridad había expuesto Manuel Azaña,
con la caída de Bilbao los nacionalistas vascos arrojaron las armas, puesto que
estos no luchaban “por la causa de la República ni por la causa de España, a la que
aborrecen, sino por su autonomía y semindependencia” 13.
El pacto de Santoña (agosto de 1937), por el que el gobierno vasco acordó el fin
de la resistencia con los mandos italianos, acabó en un estrepitoso fracaso. Según
el acuerdo, el ejército vasco se retiraría bajo la condición de que se respetara la
retirada de los guadaris (soldados vascos); sin embargo, esto no fue así, y las
detenciones y los fusilamientos se fueron desarrollando como en el resto del
territorio peninsular.
12
Testimonio publicado en FRASER, Ronald, Recuerdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral
de la Guerra civil española, Grijalbo, 1997. Citado en DE LA GRANJA SAINZ, J. L., “Entre el
Pacto de San Sebastián y el de Santoña (1930-1937)”, en Historia 16, Núm. 271, Madrid, 1998, p.
39.
13
Cita extraída de “Cuaderno de la Pobleta”, anotación del 31 de mayo de 1937. Citado en DE LA
GRANJA SAINZ, J. L., Opus cit., p. 43.
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La década de los años cincuenta fue sumamente importante tanto para el régimen
franquista como para el nacionalismo vasco. Por un lado, el desarrollo de la
Guerra Fría trajo el reconocimiento internacional del franquismo, mientras que el
crecimiento económico y la represión sumieron a la sociedad española en un
clima que mezclaba aceptación con resignación, por lo que a la consolidación
internacional se le sumaba su afianzamiento interno.
Nos encontramos, pues, ante los elementos que formulan un nuevo nacionalismo
vasco que vuelve a mirar hacia aquellos primitivos principios radicales poniendo
14
SULLIVAN, J., El nacionalismo vasco radical, 1959-1986, Madrid, 1988, p. 30.
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No se trata pues de una ruptura ideológica, sino de una ruptura que tiene su base
en la propia configuración de EKIN, “grupo surgido autónomamente, no
acostumbrado a disciplina organizativa alguna, y con un nivel culturalmente
alto”16, y que, por tanto, rechaza tanto la estrategia que viene adoptando el PNV,
como la tutela y el control que este ejerce sobre todo el movimiento nacionalista.
Se trata, pues, de una ruptura que tiene su raíz en la táctica, frente a la pasividad
aparente del PNV y de sus organizaciones afines, el grupo EKIN propone la
actividad, las ganas de luchar, como bien demuestra el propio nombre de la
organización que expresa un fiel reflejo de su mentalidad, cuya traducción se
corresponde con “hacer”.
LA PRIMERA ETA
No parece, pese a todo, que esta ruptura en el seno del nacionalismo vasco fuera
adoptada como una decisión unilateral. Según Jáuregui, ETA se siente incapaz de
formar un nuevo camino político, por lo que su primera intención, más que una
15
JÁUREGUI, G., Ideología y estrategia política..., p. 82.
16
Ídem, “ETA: Causas de su nacimiento, génesis ideológica y evolución estratégico-política”, en
TUSELL, J., ALTED, A., MATEO, A. (Coords.), La oposición al régimen de Franco. Estado de
la cuestión y metodología de la investigación, Madrid, 1990, p. 354.
17
JÁUREGUI, G., Ideología y estrategia política..., pp. 81-82.
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18
JÁUREGUI, G., “Del nacimiento de ETA a su primera Asamblea (1959-1962)”, en
GARMENDIA J. M. (Coord.), Historia de ETA, Madrid, 2000, p. 201.
19
GONZÁLEZ CALLEJA, E., El terrorismo en Europa, Madrid, 2002, p. 58.
20
AVILÉS, J., El terrorismo en España: de ETA a Al Qaeda, Madrid, 2010, p. 15.
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El 18 de julio de 1961 supondrá una fecha importante para ETA, puesto que ese
día la organización, siguiendo su compromiso con la lucha armada, realizó su
primer atentado terrorista al hacer descarrilar un tren que transportaba a veteranos
de la guerra civil a un acto de homenaje con motivo del 25º aniversario del
alzamiento. Las consecuencias para la organización de este acto fueron
desastrosas, puesto que gran cantidad de sus militantes fueron detenidos y otros
muchos se vieron obligados a tomar el camino del exilio. “Aunque en teoría ETA
había adoptado un tipo de organización más cerrada que la de EGI o el PNV, no
estaba preparada para una represión que la dejaría paralizada y desmantelada (...)
(exhibía con esto) una pauta que se repetirá (…), una acción de tipo militar tendría
consecuencias desastrosas para los miembros dedicados a la propaganda o a las
labores culturales y educativas” 23.
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EVOLUCIÓN IDEOLÓGICA
Uno de los mayores puntos de discusión en el seno de ETA será su postura ante la
inmigración en el País Vasco. Pese a que la organización había asumido
prácticamente todo el mensaje del nacionalismo histórico, las antagónicas
relaciones España-Euskadi o la amenaza de los maketos a las tradiciones y a la
lengua vasca, y pese a que tras su nacimiento adopta una concepción de las
relaciones económicas y sociales conservadora; no tardará en darse cuenta de la
gran capacidad del, renacido en esta década, movimiento obrero como elemento
de resistencia al régimen.
24
JÁUREGUI, G., “Del nacimiento de ETA a su primera Asamblea...”, p. 188.
25
AVILÉS, J., Opus cit., Madrid, 2010, p. 19.
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26
KRUTWIG, F., Vasconia: estudio dialéctico de una nacionalidad, Buenos Aires, 1963.
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Tras una II Asamblea sin consecuencias relevantes se hace preciso reunir entre
abril y mayo de 1964 la III Asamblea de ETA ante la gran represión que vuelve a
sufrir la organización por su participación en la huelga de octubre del año anterior.
Con las tesis de Krutwig todavía candentes, en esta reunión el avance de las
teorías tercermundistas se manifiesta con la aprobación de un panfleto que trata de
poner en práctica la vía revolucionaria, La insurrección en Euskadi. Este texto,
con un tono misticista que trata de ensalzar la actuación casi martirizante de los
militantes de ETA, marca las causas y las peculiaridades de la guerra
revolucionaria frente al opresor Estado español. Sin embargo, las conclusiones de
esta Asamblea pronto quedarán superadas ante las limitadas exposiciones
prácticas del panfleto y se hará preciso reunir una IV Asamblea en la primavera de
1965. Siguiendo la línea del texto anterior, en esta Asamblea se aprueban dos
ponencias y se procede a la organización estructural de la organización. En esta
IV Asamblea se trata de realizar una adaptación de la estrategia tercermundista a
la realidad de Euskadi, así, en Carta a los intelectuales se abordan todo tipo de
cuestiones como la lengua y la cultura vascas, la religión, la educación, la familia,
los trabajadores, la inmigración, etc, bajo una nueva visión que trata de vincular al
pueblo vasco con la lucha por su liberación. Estas tendencias hicieron que el PNV
calificara a ETA como “una organización comunista y subvencionada por el
comunismo internacional” 29. Su objetivo, tras analizar brevemente las estructuras
socio-económicas de Euskadi, busca ligar “una estrategia tercermundista con la
lucha de la clase trabajadora o, dicho de otro modo, un intento de aplicar una
27
JÁUREGUI, G., “Del nacionalismo sabiniano a la guerra revolucionaria (1963-1965)”, en
GARMENDIA, J. M. (Coord.), Opus cit., p. 222.
28
Ibídem, p. 223.
29
AVILÉS, J., Opus cit., p. 24.
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Comenzó a gestarse así una problemática interna que concluirá con la escisión de
la organización. Desde su exilio Txillardegi, observaba con creciente alarma la
30
JÁUREGUI, G., “Del nacionalismo sabiniano...”, p. 231.
31
SULLIVAN, J., Opus cit., p. 61.
159
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32
UNZUETA, P., Los nietos de la ira. Nacionalismo y violencia en el País Vasco, Madrid, 1988,
p. 133.
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33
JÁUREGUI, G., “La V Asamblea. El estallido de las diversas concepciones ideológicas (1965-
1968)”, en GARMENDIA, J. M. (Coord.), Opus cit., pp. 243-244.
34
JAUREGUI G, “Del nacionalismo sabiniano...”, p. 245.
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Bibliografía
CRUZ MINA, M., “Patria, religión y fueros”, en Historia 16, Núm. 271, Madrid,
1998, pp. 8-17.
MEES, L., “La creación de Sabino Arana”, en Historia 16, Núm. 271, Madrid,
1998, pp. 18-29.
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