Sal de La Tierra

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SAL DE LA TIERRA

MATEO 5, 13

DE LA LECTURA BIBLÍCA, PODEMOS AFIRMAR QUE…

Son dos las comparaciones de que nos habla el Señor, o sea doble
responsabilidad:

La primera: CUIDAR DE NO PERDER LA CAPACIDAD DE SALAR


La segunda: HACER BRILLAR NUESTRA LUZ DELANTE DE LOS HOMBRES

Si nos esforzamos día a día por llevar una vida cristiana conforme a la voluntad
de Dios, es decir, coherente, seremos ejemplo y punto de referencia para muchos.

Para esto, primero debemos vivir bien, por lo que Jesús nos compara con la sal.
Y vivir bien en el sentido pleno, requiere que tengamos conocimiento de nosotros
mismos, para que a partir de ese conocimiento podamos vivir de acuerdo a
aquello para lo que hemos sido creados. De eso depende nuestra felicidad.

Si nos olvidáramos de esto, dejaríamos de actuar en armonía con lo que somos,


y nos desvirtuaríamos como sal, o sea perderíamos la capacidad y la fuerza para
“dar sabor” a la vida de muchos, y nos echaríamos a perder nosotros mismos.

Históricamente en la antigüedad cuando no existían los sistemas de refrigeración


actuales, la sal era utilizada como un eficaz medio de conservación de alimentos.
Los usos de la sal están íntimamente ligados a su composición, características y
propiedades. Por eso, si se lograra “quitar” a la sal su capacidad de salar la
comida o detener el proceso de corrupción de la carne, pues ya no sería sal, ya
no serviría para nada, y se echaría fuera.

Reflexionemos en torno a las palabras que Jesús nos dice en el evangelio


¿Qué significa que los discípulos de Jesús seamos la sal de la tierra?

- Al igual que la sal, los cristianos hemos sido llamados a crear un impacto en la
realidad en que vivimos.
Cuando uno le echa sal a un guiso espera que, al probarlo, el sabor haya
cambiado.
Entonces los discípulos de Jesús somos enviados al mundo para algo, y nuestra
presencia en él no puede pasar desapercibida, ya que somos, por gracia de Dios,
portadores del gran don: “La buena nueva de Jesucristo”

Nuestro Maestro nos dice que para poder ser sal de la tierra, debemos ser fieles
a lo que somos y vivir coherentemente con ello. Estamos llamados como
cristianos, a ser, en medio del mundo, testimonio vivo del Evangelio de Cristo,
pues el mundo necesita que compartamos el sabor del evangelio. Cada uno de
nosotros, como creyente, puede ser un granito en esta tierra para lograr los
cambios donde se requiera.

Si cada granito de sal que somos, hiciera algo para hacer sentir sabor, entonces
los que no tienen a Jesús podrían apreciar ese sabor y desear llegar a conocerlo.
Así, vivir un cristianismo a medias, a la medida, que se adecue o se acomode,
para no incomodar, que se rebaje en nombre de una falsa tolerancia ¿no es
volvernos insípidos como cristianos?

Para ser lo que tenemos que ser (sal de la tierra y luz del mundo) dice San Juan
Pablo II, que debemos ser “misioneros con los gestos y las palabras y, donde
quiera que trabajemos y vivamos, seremos signos del amor de Dios, testigos
creíbles de la presencia amorosa de Cristo… Así como la sal da sabor a la
comida… así también la santidad da pleno sentido a la vida haciéndola un reflejo
de la gloria de Dios”.

El llamado es claro: Vivir nuestra fe con fortaleza y ser en nuestra vida de cada
día, coherentes con nuestra identidad de cristianos, de manera que podamos ser
lo que Jesús nos llama a ser: “sal de la tierra y luz del mundo”

Aunque que muchas veces este camino, sin duda será incomprendido, nos llevará
de dolor, a la incomodidad, pondrá a prueba nuestra fortaleza, ya que es más fácil
no ser firmes en nuestra identidad como cristianos, recordemos que nuestra fe no
se apoya en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios, y nuestro
apostolado no es fruto de discursos sabios y elocuentes o de grandes talentos,
sino que es manifestación del Espíritu. (ver Corintios 2, 1-5)

Solo me resta decir lo siguiente:

“PONLE UN POCO DE CRISTO A TU VIDA Y TODO SABRÁ DISTINTO”

GRACAS!!

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