Evite Ser Utilizado
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Dyer
Evite ser utilizado
Autor de Tus zo n as crrónc3S
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Wayne
W. Dyer
Evite ser utilizado
grijalbo m ondadori
A Susan Elizabeth Dyer
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P r ó lo g o .................................................................................. 9
Introducción. Filosofía de la redención.............................. 1)
1. Niegúese a ser v íc tim a ............................................. 21
2. Operación desde la fortaleza . . . . . 53
3. No dejarse seducir por lo que ya es agua pasada. 85
4. Evítese la trampa de la comparación . . . . 111
5. Tomarse discretamente efectivo y no esperar que
«ellos» lleguen a entenderle....................................... 141
6. Enseñar a los demis cómo desea usted que le
t r a t e n ............................................................................ 177
7. Nunca coloque la lealtad a las instituciones y a los
demis por encima de la lealtad a sí mismo . . 215
8. Distinción entre juicio y realidad...................................... 257
9. iManifestane creadoramente vivaz en toda situa
ción ................................................................................... 287
10. ¿Víctima o triunfador? Su actuil perfil de víctima.
sobre la base de cien situaciones típica» . . 323
m o ppueoo pzul popçue es hppmcsp . pupp y cpístpunp.
PROLO GO
9
alturas académicas. El desafío que afronta la muchacha
es grande, pero también !o es ahora su confianza.
Muchos de nosotros, con facultades normales, nos
hemos situado en desventaja mental y nos hemos dejado
convertir en víctimas a través de los sistem as de creen
cias. Nos ponemos limitaciones en la búsqueda de segu
ridad. sin darnos cuenta en ningún momento de lo fácil
que le resulta al prójimo confinarnos todavía más, u ti
lizando contra nosotros las restricciones que nos impo
nemos. Un ejemplo extraído de mi propia vida lo cons
tituye la superación de las alergias que padecía.
En mi condición de adulta, seguir cultivando la
alergia significaba hacer honor a la etiqueta infantil de
ser «delicado », que me había supuesto una barbaridad
de atenciones en el seno de una fam ilia activa. El opor
tuno gangueo me libraba también de no pocas situacio
nes azarosas, como las inherentes a los deportes al aire
libre (hierba, árboles, polen), para cuya práctica me
sentía atléticam ente inepta, o las derivadas de las reu
niones sociales, en fiestas muy concurridas, donde mi
reacción alérgica al humo de tabaco era en realidad un
producto de la timidez. El médico que atendía mis aler
gias no dedicó un solo instante a la exploración de
sistem a alguno de mantenimiento psicológico. Se confor
maba con cum plir mi programa de visitas semanales a
su consultorio.
En cuanto empecé a dctertñinar que conseguir la in
dependencia suponía d ejar de ser delicada y dejar de ser
víctima de m is temores de rechazo, se acabaron las inyec
ciones y se inició el contacto con el fútbol americano y
con nuevas amistades.
Todos los días me salen al paso diversos desafíos.
Entre los ejem plos cotidianos figuran enfrentamientos
con las autoridades de las escuelas públicas, al objeto de
lograr las mejores plazas para los estudiantes sordos;
relaciones comerciales, en e l plano de la reclamación, con
proveedores cuyo servicio deja mucho que desear; con-
10
SUSAN DYER
11
ÑMO ÿ fU € G Q ÑZÍ/J, P O fìQ U t P S HPÑMOSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ
IN TRO D UCCIO N
FILO SO FIA DE LA REDENCION
13
Para vivir su propia v id j del modo que prefiera,
uno tiene que ser un poco rebelde. Ha de manifestarse
deseoso y resuelto a arreglárselas por sí mismo. Es posi
ble que resulte un tanto perturbador para quienes se
empeñen, en beneficio propio, en dom inar la conducta
de u n o ... pero si la voluntad de usted es firme, en
seguida comprobará que ser su propia persona, no per
m itir que los demás piensen por usted, constituye un
estilo de vida alegre, digno y satisfactorio por com
pleto.
No necesita convertirse en un insurrecto, sólo erigir
se en un ser humano que le dice al mundo y a cuantos lo
habitan: «V o y a ser yo mismo y resistiré los intentos de
todo aquel que pretenda im pedirlo».
Una conocida canción popular nos informa:
14
15
de que usted dispone y es demasiado preciosa para per
m itir que los demás se aprovechen de ella. No deja de
ser lógico que sea u sted quien determ ine cómo va a
funcionar, y su funcionamiento debe aportarle la alegría
y la satisfacción de accionar sus propios mandos perso
nales antes que el dolor y la desdicha de ser víctima
de la dictadura de terceros. Este libro se ha elaborado
con vistas a ayudar a todos sus lectores o lectoras a
conseguir esc dom inio absoluto sobre la propia vida.
V irtualm cntc, todo e l mundo padece en mayor o
menor medida un dom inio ejercido por los dem ás, que
resulta desagradable y que, desde luego, bajo ningún
concepto merece la pena m antener, ni mucho menos de
fender, como bastantes de nosotros hacemos inconscien
temente. La m ayoría de las personas saben lo que es
verse desgarradas, m anipuladas y obligadas a adoptar
comportamientos y creencias en contra de su voluntad.
El problema de esas tiranías se ha agudizado y extendido
hasta tal punto que la prensa nacional ha tomado cartas
en e l asunto y periódicos en todos los lugares del país
publican ya secciones destinadas a echar una mano a las
personas sometidas a vejámenes y abusos. «Colum nas
de acción», «h ilo s rojos» y otros «servicios públicos»
tratan de ayudar a la gente en la travesía por el proce
loso océano burocrático de los formulismos, núcleo dic
tatorial im portantísim o, y se esfuerzan en conseguir re
sultados. Programas locales de televisión disponen de
abogados del consumidor y «defensores del pueblo» que
se encargan de realizar e l trabajo sucio. El gobierno ha
creado oficinas de protección y muchas comunidades
cuentan con agencias que intentan com batir las formas
de arbitrariedad más localizadas.
Pero aunque todo esto es laudable y m eritorio, sólo
araña la superficie del atropello generalizado y es en
gran parte ineficaz, porque carga el acento sobre la incul
pación de los avasalladores o presenta otra cabeza de
turco para que sustituya a la víctim a. Pasa por alto el
16
17
Confío en que obtendrá un enorme provecho de la
lectura de este libro. Pero si cree que la presente obra
va a liberarle por sí misma, entonces es usted víctima de
sus propias ilusiones, antes incluso de empezar a leerla.
A usted, y sólo a usted, le corresponde decidir la acepta
ción de las sugerencias y transformarlas en un comporta
miento constructivo, cabal y satisfactorio hasta realizarse
íntegra y personalmente.
Le pedí a un buen amigo y poeta de gran talento
que escribiera una composición especial acerca de la cir
cunstancia de ser juguete de los demás, tal como se pre
senta en este libro. G ayle Spanicr Raw lings resume con
cisamente el mensaje de la redención en la poesía «M a
neja tus hilos».
M aneja tu s hilos
G ayle S p a n ie r R a w l in g s
18
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...T od a ex perien cia ha d em ostra d o q u e la hum ani
dad está m ás d isp u esta a su frir, siem p re q u e lo s m ales
sean tolera b les, q u e a m ejora r su situ a ción a b olien d o las
form a s a q u e está a costu m b ra da ...
DECLARACION DE INDEPENDENCIA
4 DE JULIO DE 1776
No ex iste lo q u e s e d ic e un
escla v o b ien adaptado.
21
miento de esa reglamentación. Pero si usted es uno de
los seres que se ven gobernados en contra de su voluntad
o de su cabal discernim iento, entonces es usted una
víctima.
R esulta del todo factible evitar las trampas para víc
timas que, inexorablem ente, surgen en la vida, sin tener
que recurrir al sistem a de tiranizar su propia conducta.
Para conseguirlo, puede usted empezar por establecerse
un nuevo inventario de lo que espera alcanzar en el
curso de su breve visita a este planeta. Le recomiendo
que principie por aspirar a convertirse en persona redi
mida y a exam inar de modo minucioso su conducta de
víctima.
¿Q UÉ ES UNA V ÍC T IM A ?
22
¿Q UÉ ES LA LIBERTAD?
23
de esclavitud. Si no se ve exento de trabas a la hora de
elegir sus opciones, si no puede vivir conforme a sus
propios dictados ni hacer lo que le plazca con su cuerpo
(siem pre y cuando su voluntad no dificulte la libertad
de otra persona), en esc caso no dispone usted del man
do de que estoy hablando y , en esencia, se encuentra
sometido a una dictadura.
Ser libre no significa rechazar las responsabilidades
respecto a sus seres queridos y a sus compañeros.
Realm ente, incluye la libertad de elegir las opciones que
se ofrecen para ser responsable. Pero en ninguna parte
figura la orden taxativa de que uno sea lo que los demás
quieren que sea, cuando los deseos ajenos entran en
conflicto con lo que uno quiere para sf. Usted puede ser
responsable y libre. La m ayoría de las personas que tra
ten de decirle que no puede y que cuelguen sobre su
intento de liberarse e l sambenito de «egoísm o» resultará
que ejercen cierto grado de autoridad sobre la vida de
usted y que, al pretender convencerle, lo que en realidad
estarán haciendo es protestar de la amenaza que surge
para las influencias que les había perm itido cultivar
sobre usted. Si logran que usted se sienta egoísta, habrán
contribuido a que se sienta también culpable y le inmo
vilizarán de nuevo.
El filósofo clásico Epictcto escribió en sus D iserta
cio n es, acerca de la libertad: «N ingún hombre es libre
si no es dueño de sí mismo*.
Vuelva a leer esta cita cuidadosamente. Si no es
usted dueño de sí mismo, entonces, de acuerdo con esta
definición, no es usted libre. Para ser libre, no le resulta
imprescindible ser públicam ente poderoso ni ejercer in
fluencias sobre otras personas, como tampoco es nece
sario intim idar a los demás, ni pretender el someti
miento de nadie para dem ostrar el propio dominio.
Las personas más libres del mundo son aquellas que
están dotadas del sentido de su paz interior: Simple
mente se niegan a dejarse desequilibrar por los caprichos
24
25
do en cuenta que no significaba nada para ¿I y lo signi
ficaba todo para m í.» «M e han vuelto a dejar en la
estacada. ¿Cuándo aprenderé?* T ristes lamentaciones
de quienes perm itieron que otras personas abusaran de
ellos, asi o asá, y , consecuentemente, se incautaran de su
libertad.
Toda esta disquisición sobre libertad no implica, de
ninguna m anera, que deba usted aislarse de los demás.
Por el contrario, las redim idas suelen ser personas a las
que les encanta divertirse en grupo. Se desenvuelven a
gusto, tienen inclinaciones gregarias y se manifiestan
más seguras en sus relaciones p orq u e se niegan a perm i
tir que los manipuladores rijan su vida. No necesitan
adoptar posturas hoscas ni tener tendencia a la discu
sión, ya que han aprendido a sentir desde d en tro que
«ésta es mi vida, la experim ento yo solo y mi período
de permanencia en la T ierra es muy lim itado. No puede
adueñarse de m í ninguna otra persona. Debo estar alerta
para rechazar cualquier intento que se realice para arre
batarme el derecho a ser yo mismo. Si usted me aprecia,
ha de quererm e por lo que soy, no por lo que usted
quiere que sea.»
Pero, semejante «lib ertad saludable», ¿cómo puede
extraerse de un pasado repleto de hábitos de víctima
cultivados por las tendencias avasalladoras de su socie
dad y de su pasado?
26
27
conciencia de las más frecuentes clases de tiranía que
se dan en su vida y en nuestra cultura y (4 ) crear una
serie de principios que 1c guiarán h ad a las estrategias
detalladas con las que elaborar una filosofía de la vida
basada en la inalterable idea de que no va a convertirse
en víctim a. Los puntos, 1, 2 y 3 se examinan breve
mente en este prim er capítulo. Del punto número 4 se
se trata en los restantes capítulos, que presentan suce
sivas directrices para asum ir su nueva tesitura de per
sona redim ida, dispuesta a no volver a ser víctima.
28
29
acabo de citar, caso de que el encargado no se muestre
dispuesto a la devolución del dinero, George puede
sacar a relucir el Plan B, que acaso im plique hablar con
el propietario, escribir una carta a las esferas directivas,
tal vez elevar el tono de voz (sin dejarse paralizar por la
cólera), fingir extraordinaria irritación, ponerse a chillar
históricamente, representar el número de una crisis ner
viosa en m itad de la tienda, suplicar o cualquier otra
cosa o escena.
Sea cual fuere su plan, lo que nunca debe hacer
usted es comprometer su propia valía, apostándola en
el juego del éxito o el fracaso. Se trata, simplemente, de
cambiar de engranaje cuando usted lo considere nece
sario, sin obligarse cmocionalmente. El objetivo de
George es ni más ni menos que lograr un reembolso.
El de usted puede consistir en hacerse con unas locali
dades o en que le preparen e l filete tal como le gusta.
Cualquiera que sea su objetivo, se trata sencillamente
de algo que usted quiere alcanzar y el hecho de que
fracase o se salga con la suya en un día determinado no
constituye en modo alguno reflejo de su valor o felicidad
como persona.
Analizar sus vivencias le resultará más fácil si man
tiene atento el oído a su empleo personal de palabras y
frases, tanto en lo que se refiere a las ideas íntim as como
a las expresiones verbales, que casi siempre le advertirán
de que está usted pidiendo que le avasallen. He aquí
algunas de las frases más corrientes que tendrán que
cam biar por otros pensamientos m ejores, si es que de
verdad va a tomarse en serio la tarea de abandonar la
Columna de víctimas.
30
>1
su s sen tim ien tos. O tra locución cuyas consecuencias le
llevarán, en la m ayoría de los casos, a acabar bailando
con la más fea. Si los demás tienen conciencia de que
pueden m anipularle por el procedimiento de mostrarse
dolidos, eso es precisamente lo que harán cada vez que
usted se salga de la lila o declare su independencia. El
95 por ciento de los sentimientos heridos son pura
estrategia por parte de las personas «d o lid as». La gente
utilizará e l sistem a de los sentimientos heridos una y
otra vez, si usted es lo bastante cándido como para creér
selo. Sólo las víctimas rigen su vida sobre la premisa de
que deben de tener siempre cuidado para no herir los
sentimientos de los demás. Esto no es un permiso para
ser reiteradam ente desconsiderado, sino nada más que
un entendim iento básico de que, por regla general, las
personas dejan de sentirse heridas en sus sentimientos
en cuanto comprenden que esa táctica no Ies sirve de
nada y es in útil em plearla para m anipularle a usted.
— No p u ed o llev a r e s to y o so lo : T en dré q u e buscar
a a lgu ien q u e n o le im p o rte h a cerlo p o r mi. Con reac
ciones como ésta no aprenderá usted nada, no llegará a
ninguna parte y posiblemente le im pedirán desarrollar
su personalidad de persona redim ida. Si deja que los
demás lleven a cabo las batallas que le correspondan a
usted, lo único que conseguirá es eludir mejor sus pro
pios compromisos y fortalecer e l miedo de ser usted
mismo. Por otra parte, cuando las personas que dominan
e l arte de aprovecharse del prójimo descubran que usted
teme enfrentarse a sus propios desafíos, se lim itarán a
evitar el contacto con e l «herm ano m ayor* y se im
pondrán sobre usted una y otra vez.
— La verd a d e s q u e n o d eberían h a cer eso, n o e s
ju sto . A quí mide usted las cosas por un rasero particu
lar, de acuerdo con el modo en que le gustaría que fuese
el mundo, prescindiendo de la forma en que es. Las per
sonas, sencillam ente, obran de manera injusta y usted,
aunque no le guste e incluso se lam ente de tales com-
32
33
pectativa de verse tiranizado. Para conseguirlo, tiene
que empezar por crearse una postura de aspiración y
confianza en ser feliz, saludable, de operar a pleno ren
dim iento y de no dejarse avasallar, basada en sus apti
tudes rea les y no en ideas sublim adas acerca de su capa
cidad, que personas o instituciones sojuzgadoras le hayan
imbuido engañosamente. Un buen principio estriba en
considerar cuatro zonas am plias y críticas en las que es
posible que le hayan inducido a subestim ar su compe
tencia.
34
)5
«L a circunstancia «Je que e l cerebro gobierne ai cuerpo
constituye, pese a que la biología y la medicina lo pasen
por alto, el hecho más fundamental que conocemos acer
ca del proceso de la v id a».
Sí.
37
autosumisión: «R ealm ente, no soy muy listo ». «Nunca
consigo recordar nada, ni nombres, ni números, ni idio
mas, ni lo que se a.» «L as matemáticas no se me dan nada
b ien .» «Leo muy despacio.» «N o logro sacar estos rom
pecabezas.»
Las frases expuestas más arriba reflejan una actitud
que le impedirá alcanzar cualquier cosa que pudiera
gustarle conseguir. Si las cam bia por expresiones de con
fianza y por e l convencimiento de que puede aprender la
forma de llevar a cabo lo que elija, no acabará usted
siendo la víctima en un lastimoso juego de «autoderrota
in dividual» consigo mismo.
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que cumpla usted sus objetivos. Aunque es posible que
usted se deje avasallar virtualm cntc por cualquiera, en
un estamento social determinado, algunos factores de
nuestra cultura son fastidiosos de manera particular. Las
seis categorías de dictadores que se reseñan a continua
ción figurarán reiteradam ente en los ejemplos que se in
cluyen en el resto del libro, del mismo modo, poco más
o menos, en que los problemas relacionados con ellos
surgirán en su propia existencia cotidiana.
40
41
a cualquier miembro que inconscientemente esté a
punto de hacer algo espontáneo, algo que pueda
romper el precario equilibrio fam iliar y dejar al
descubierto la hipocresía de su supercontrolada
pseudo-estabilidad.
42
43
tiene dificultades para congeniar con supervisores o com
pañeros de trabajo con los que no está de acuerdo. La
excesiva lealtad a su trabajo — a base de renunciar a
cosas como la libertad personal y las responsabilidades
fam iliares— abre otra enorme avenida bacía la opresión
en situaciones laborales.
Si sus expectativas en cuanto al trabajo se ven frus
tradas o reducidas, si se considera atropellado por el
cargo que desempeña y las responsabilidades que con
lleva. tómese un breve respiro para preguntarse qué
está haciendo en un em p leo que abusa de usted como
persona.
Cierto número de mitos profundamente arraigados
en la ótica conspiran para tiranizarle en el trabajo. Uno
de ellos es que, oase lo que pase, uno ha de aferrarse al
empleo que tiene, ya que, si a uno le d esp id en , no en
contrará otro. La misma palabra hace que lo de despido
suene a aleo así como caer asesinado de manera ven
gativa. O tro mito es el de la inmadurez vocacional para
cambiar regularm ente de empleo, mucho menos de ca
rrera.
Fstó atento a la aparición de esta clase de creencias
ilógicas. Si uno las acepta, pueden conducirle en dere
chura a la condición de víctima en el trabajo. F.l reloj
de oro al término de una ejecutoria de cincuenta años
en la empresa no constituvc ninguna compensación, si
durante todo ese medio siglo se ha estado usted teniendo
aversión a s í mismo y a su trabajo.
Son centenares las vocaciones en las que podría cm
olearse. Para ser eficiente no necesita sentirse obligado
por su actual experiencia o formación, sino que deb-
saber que está capacitado para desempeñar m ultitud d.
tareas, simplemente porque está deseoso de aprender v
es flexible y entusiasta. (P ara un tratam iento más com
pK to de la tiranía laboral, véase el Capítulo 7.)
•W
45
han cualificado tras mucho estudio y por las que, en con
secuencia, reciben altos honorarios. Recuerde que si ha
de elevarse la importancia de alguien, es la de la persona
a la que se sirve, la que paga el flete. N'o se putxle con
ceder a otra persona una estim a mas alta que la que se
otorga uno a sí mismo y esperar que le traten como un
igual. Si a usted no le tratan como un igual, es una víc
tim a obligada a m irar con respeto al interlocutor, pedir
permiso, aguardar en la cola, confiar en que el super
visor le trate con benevolencia, en que alguien que no
está dispuesto a discutir sus honorarios se abstenga de
cobrarle más de la cuenta, de engañarle, o le atienda
con im paciente aire protector.
Pero todo esto ocurre porque usted perm ite que su
ceda. Las figuras con autoridad o los profesionales libe
rales im portantes le respetarán si usted les exige respeto
y , aunque los trate con la debida cortesía que requiere
su competencia profesional, no reacciona usted nunca
con temor hacia su status «superhum ano» ni perm ite
que le avasallen de cualquier otra manera.
4. B u r o c r a c i a . En Estados Unidos (y en cu
quier país moderno), la m aquinaria institucional es un
opresor gigantesco. La m ayoría de las instituciones no
sirven demasiado bien al público, sino que lo utilizan
de diversas formas altam ente despersonalizadas. P arti
cularm ente abusiva es la burocracia monopolista del
gobierno y de las empresas de servicio público no comer
ciales, por ejem plo. Organizaciones como éstas son
monstruos complejos, de m últiples tentáculos, con in fi
nidad de sistem as y formulismos, departam entos y em
pleados a los que el asunto les tiene sin cuidado o, si
les im porta, se ven tan im potentes para solucionar las
cosas como las personas a las que tratan de servir.
Y a sabe lo complicado que puede ser e l intento de
renovar un perm iso de conducir o pasar un día en una
oficina judicial de tráfico. Probablemente haya efectuado
46
47
tremar de veras su vigilancia, si quiere eludir las rechi
nantes mandíbulas.
La estrategia más efectiva consiste en abstenerse
siempre que sea posible, que no deja de serlo, de par
ticipar siquiera en las maniobras tiránicas de la buro
cracia. H ay que comprender que muchas personas nece
sitan ligarse a instituciones a fin de sentirse importantes.
En consecuencia, uno nunca debe dejarse dominar por
la cólera. Ha de considerar sus relaciones con esos orga
nismos como duelos que no tienen nada que ver con uno.
H enry D avid Thorcau propugnaba: «¡S en cillez, sencillez,
sencillez! Le aconsejo que deje sus asuntos como están,
que no haga una montaña de un grano de aren a». Pero
los monstruos que nuestra sociedad ha creado en nom
bre del servicio al pueblo distan muchísimo de ser cosa
sencilla. Nuestros burócratas no sólo se burlarán del
hombre al que le gustaría vivir dos años en un estanque,
sino que le rem itirán cartas, le informarán de las razo
nes por las cuales no puede permanecer allí e insistirán
en que adquiera permisos de pesca, de caza, de ocupa
ción y de uso y disfrute de aguas.
48
49
los dependientes, so pena de que disfrute viéndose atro
pellado.
Por todos los medios, muéstrese respetuoso con las
personas que desempeñan la profesión de empleado.
Quizás usted se gana así la vida (como hice yo durante
muchos años). Pero cuando llegue el momento de actuar
con eficacia y conseguir lo que cree usted que merece,
obteniéndolo de unos grandes almacenes, una compañía
de seguros, una tienda de comestibles, una oficina gu
bernam ental, del casero, del colegio, etcétera, entonces
emprenda la tarca con la actitud inicial de que no va a
dejarse avasallar por subalternos de ninguna clase, a los
que ha de considerar como barricadas en el camino hacia
su meta.
50
51
— Su co n d u cía hacia su cu erp o. Puede alcanzar un
alto nivel de autodcstrucción respecto a su cuerpo y con
vertirse en la víctima definitiva: un cadáver. ¿1 cuerpo
que tiene es el único que siem pre tendrá, por lo tanto,
¿ a qué viene hacer cosas que no son saludables, atracti
vas y m aravillosas? A l perm itir que su cuerpo engorde,
comete usted desmanes contra sí mismo. A l consentir
en que su cuerpo se haga adicto a pastillas tranquilizan
tes, al alcohol o al tabaco, se convierte usted eficazmente
en víctima autocxplotada. A l no conceder a su cuerpo
oportunos períodos de descanso, al someterlo a la ten
sión y e l esfuerzo excesivo, se deja usted avasallar a sí
mismo. Su cuerpo es un instrum ento poderoso, bien
templado y altam ente eficaz, pero usted puede m altra
tarlo de m il formas, simplemente desestimándolo o ali
mentándolo con comestibles de baja calidad y sustancias
que lo envicien, con lo que, a la larga, lo destrozará.
— Su autorretrato. Como y a hemos visto en rela
ción con sus aptitudes, su propia autoimagen puede con
tribuir a que usted resulte avasallado en la vida. Si cree
que no le es posible hacer nada, que carece de atracti
vo, que no es inteligente, etcétera, etcétera, logrará tam
bién que los demás le vean así, usted actuará así c
incluso será así. Laborar en pro de una imagen saludable
es de importancia decisiva, si va usted a evitar la con
dición de víctim a hum illada, con reacciones tan previ
sibles como la que se produce cuando el médico le golpea
la rodilla con un raartillito.
EN CONCLUSION
52
53
FAM ILIA
S i No
— — 1. ¿S u d e encontrarse «secundando» lo que
los demás miembros de su fam ilia quie
ren hacer, y sintiéndose mortificado por
ello?
— — 2. ¿Es usted la persona designada para ac
tuar de chófer, «ser el últim o mono» o
amoldar su vida a los planes que ellos
tracen?
— — 3. ¿L e cuesta trabajo decir N O a sus padres,
esposa o hijos y expresar sus razones
acerca de ello ?
— — 4. ¿Teme usted a menudo decir a sus pa
rientes que no desea hablar por teléfono,
sin presentar excusas satisfactorias?
TRABAJO
Si No
— — 5. ¿Se abstiene de pedir ascensos y respal
dar su solicitud con justificaciones de
peso?
— — 6. ¿Rehuye e l enfrentamiento con sus supe
riores cuando tiene diferencias de opi
nión con ellos?
— — 7. ¿Se encuentra usted realizando tareas in
feriores y se siente molesto y humillado
por esa función?
— — 8. ¿Trabaja siempre hasta muy tarde, cuan
do se lo piden, incluso en ocasiones en
que ello interfiera algo importante en su
vida particular?
34
Sí No
— — 9. ¿L e resulta penoso llam ar al dentista o
al médico de cabecera por su nombre de
pila?
— — 10. ¿Paga usted la cuenta, «sin m ás», aun a
sabiendas de que le han cargado en ex
ceso?
— — 11. ¿L e cuesta trabajo decir a alguien con
status lo que opina usted, después d e
que esc alguien le haya defraudado?
— — 12. ¿S e lim ita a aceptar las notas con que le
califique un profesor, aunque esté con
vencido de que merece algo mejor?
BUROCRACIA
SI No
— — 13. ¿Acaba usted aguardando en la coi:»
cuando va a tram itar algo a una oficin:*
del gobierno?
— — 14. ¿No solicita ver al jefe de negociado
cuando se considera víctima de alguna ar
bitrariedad?
— — 15. ¿E vita enfrentarse a los burócratas qu c
sabe usted hablan con hipocresía y se ma
nifiestan evasivos?
Si No
— — 16. ¿H ace usted lo que l<- «Inen m a n d o lo »
dependientes le ¡níoiiiiuii •!«• que ha d c
5*
atenerse a las normas establecidas en po
líticas tales como la de «no se admiten
devoluciones*?
— — 17. ¿L e cuesta un gran esfuerzo decir a los
dependientes, en su propia cara, que se
siente usted atropellado?
— — 18. ¿S e conforma usted, en los restaurantes,
con ocupar mesas que no le gustan y no
pide que le asignen otra m ejor?
UNO MISMO
Sí No
— — 19. ¿E vita las conversaciones con desconoci
dos?
— — 20. ¿Se siente usted poco dispuesto a dar li
mosna a los mendigos, elude la charla
con los excéntricos que pueda encon
trarse en la acera, desea escabullirse, et
cétera?
— — 21. ¿P id e usted permiso para hablar o para
hacer cosas?
56
17
tantc, puede elim inar completamente los trastornos emo
cionales producidos por las ocasionales frustraciones que
sufra.
Ser eficaz significa sencillam ente aplicar todos sus
recursos personales y em plear todos los métodos de que
disponga, siem pre y cuando no atropelle al prójimo, para
alcanzar sus m etas. Su propia v alía y eficacia personales
son las piedras angulares de la operación desde la forta
leza.
Tenga presente que la palabra in válido, en su acep
ción de persona físicamente debilitada, está compuesta
por el prefijo in , que denota privación o negación, y el
término válido. A l regir su vida desde una posición de
debilidad emocional, usted no sólo resulta un perdedor
en la mayor parte de las ocasiones, sino que también se
invalida virtualm entc como persona. «P e ro », puede us
ted preguntarse, «¿p o r qué me iba a hacer una cosa así
a m í m ism o?».
*>*
Fracasaré.
Pareceré estúpido.
Carezco de atractivo.
M e falta seguridad.
Pueden perjudicarm e.
Es posible que no les caiga bien.
M e sentiría demasiado culpable.
Lo perderé todo.
Tal vez se enfurezcan conmigo.
Puedo perder mi empleo.
Dios no me dejará entrar en el G elo.
Si hago eso, probablemente sucederá algo malo.
Sé que lo pasaré fatal, si digo tal cosa.
La conciencia no me dejará vivir.
59
deseche sus pensamientos de temor si aspira a conseguir
jo que desea de la vida. Por otra parte, casi todas sus
ideas tim oratas son meros deslices mentales. Los desas
tres que usted im agina raram ente saldrán a la superficie.
Recuerde al sabio antiguo que dijo: «S o y un anciano y
he tenido muchos sinsabores, la m ayoría de los cuales
nunca se produjeron».
En cierta ocasión, acudió a mi consulta una paciente
con un problema de temores. De niña, en el Canadá.
Donna recorrió a pie seis kilómetros y medio, porque
le aterraba lo que le pudiese decir e l conductor del auto
bús. debido a que ella ignoraba dónde había que echar
el dinero del billete y le asustaba preguntarlo. Refirió
que, a lo largo de toda su infancia, había operado desde
el tem o r... se aterraba de tal modo que, por ejemplo,
cuando tenía que hablar en la clase, porque le tocaba el
tum o de presentar verbalm cntc ponencias sobre un tex
to, enfermaba con fiebres altas y accesos de vómitos in
controlables. lo que la impedía ir al colegio. Y a de
adulta, cuando asistía a alguna fiesta y en el transcurso
de la misma iba al lavabo, no se perm itía aliviar la ve
jig a , por temor a que la gente la oyese orinar y riera
de ella.
Donna era un manojo de dudas sobre sí misma. El
miedo gobernaba su vida. Vino a consultarme porque
estaba cansada de la tiranía de sus propios temores. Al
cabo de varias sesiones, durante las cuales la animó a que
corriera algunos «riesgos sencillos», empezó a asimilar
el antídoto destinado a suprim ir su miedo. Como prime
ra hazaña, algo más bien insignificante: decir a su madre
que le iba a resultar imposible visitarla en toda la sema
na siguiente. Para Donna, éste fue un paso de suma
importancia. Con el tiempo, empezó a practicar enfren
tándosc a empleados y cam areras que. en opinión de
Donna, la servían mal. Por últim o, accedió a pronuncia!
una charla de cinco minutos en una de mis clases univer
sitarias. A quella presentación en público le produjo terr
/.O
<•1
a h a c e r algo. La acción, antídoto del miedo y de la
conducta más contraproducente, la rehuyen la mayoría
de las víctimas que operan desde la debilidad. Pero la
m áxim a educativa que a m í me parece más razonable es:
O igo: O lvido.
Veo: Recuerdo.
H ago: Comprendo.
62
63
tic valentía, incluso aunque comprobará que ya la posee
si está dispuesto a darse cuenta de ello.
Valor significa salir al encuentro de las críticas, con
fiar en sí mismo, estar preparado para aceptar las con
secuencias de todas sus oposiciones y para sacar de e lla '
las oportunas enseñanzas. Significa creer en sí mismo lo
suficiente y vivir de acuerdo con sus preferencias, de
forma que pueda cortar las riendas que otras personas
empuñen y utilicen con vistas a llevarle en dirección
contraria a los deseos de usted.
Le será factible dar saltos mentales hacia e l valor
mediante la pregunta reiterada de: ¿Q u é e s lo p eo r que
podría su ced er m e s i...? Cuando considere con realismo
las posibilidades, comprobará que nada perjudicial o
penoso p u ed e ocurrir si d a los pasos necesarios para
alejarse de la condición de víctima m anipulada. Normal
mente, se percatará de que, como un niño al que le
asusta la oscuridad, se asustaba usted de nada, porqui
nada es lo peor que podía succderlc.
A hí tiene a mi viejo amigo B ill, un actor que tcmí.i
la prueba de audición para un papel en una obra de
Broadway. Le pedí que pensara qué era lo peqr que
podía ocurrirle si fracasase. Empezó a vencer su propio
temor cuando repuso: «L o peor que podría suceder es
que no me diesen e l papel, que, por cierto, tampoco
tengo ahora».
G eneralm ente, fracasar significa quedarse donde
uno estaba al principio y, aunque puede no ser la U to
pía, desde luego es una situación que uno puede ma
nejar. Después de que e l método de «lo peor» demos
trase a Bill lo absurdo de sus temores y éstos huyeran
en desbandada, mi amigo actuó espléndidam ente en la
prueba de audición. No le dieron aquel papel particular,
pero al cabo de cuatro meses, tras numerosas audiciones,
consiguió por fin un papel en la obra. La acción era el
único medio para que Bill abandonase su estado de
víctima y lograra un papel que anhelaba desesperada-
64
05
en gran parte de evitar los riesgos. Para reseñas más
completas de los sistemas totales de rendimiento y be
neficio, relativos a casi todas las conductas neuróticas,
consulte Tus zonas errón eas, pero aquí, tenga presente
que para usted es crucial tener siempre en cuenta su
propio sistema de beneficias personales, por contrapro
ducente que parezca, mientras trabaja usted en la me
jora de la calidad de su vida en toda su dimensión
m ental y de comportamiento.
66
67
q ue se negó resueltam ente a dejarse intim idar por la»
estratagem as de poder ni, particularm ente, por el em
pleo de tratam ientos.
Tom no tuvo que golpear la mesa para obtener su
derecho a que se le tratase en plano de igualdad. Se
comportó como una persona que confiaba en sí misma
y consideró la «posición del d irecto r» como un factor
que debía tratarse racionalm ente. No se dejó atrapar,
avasallar, renunciando a su propia estimación frente a
alguien que gustosam ente la ignoraría. Lo cierto es que
Tom consiguió que trasladaran de clase a su hijo. En
aquel caso, actuó con enorme efectividad, porque creía
que era una persona digna y obró conforme a ello, y
porque la estrategia em pleada le colocó, desde e l prin
cipio de la entrevista, en una situación de fortaleza.
El arm a que representa un título o un tratam iento
es particularm ente poderosa en manos de personas a las
que se paga de m anera directa para que le sirvan a uno.
(Funcionarios de escuelas públicas, por ejemplo, a los que
paga uno indirectam ente, a través del gobierno.) Su
portero, médico, odontólogo, abogado, etcétera, son p er
son a s co n las q u e u sted tien e tra to *co m ercia l » . S i no
se siente a gusto en sus contactos con ellos sobre la base
del nombre de p ila, debe preguntarse por qué. ¿No
podría ser que usted considera poco significativo, no lo
suficientemente im portante, ir por ahí llamando por el
nombre de pila a personalidades notables?
M e he dado cuenta de que puedo operar perfecta
m ente sobre la base del nombre de pila con to d o el
m u n d o que interviene en m i vida y ello nunca me ha
causado, ni a ninguna otra persona, m olestias o sensa
ción de violencia. S i su jefe quiere y necesita que le
adjudiquen un tratam iento, entonces aplíqueselo, natu
ralm en te... pero deje que esa necesidad la patentice él,
o e lla ; que no salga de usted. Si usted atiende las nece
sidades de esas personas dejándolas que tengan títulos,
entonces entra de lleno en e l juego de la concesión de
68
69
m ercenaria de su casero. Porque, si se equivoca usted,
es posible que consiga un aumento en lugar de una
reducción, dado que al casero le consta que usted ara
ñará el dinero de alguna parte y dará por supuesto que
usted carece de agallas para oponerse con energía a la
subida del alquiler. Si el casero sabe que tiene que
entendérselas con alguien que confía en s í mismo y que
no es un pusilánim e que se deja intim idar, sino una
persona resuelta y que se batirá eficazmente, más que
con m alevolencia, entonces es probable que considere con
respeto los deseos de usted. El número del «pobrccito
de m í» puede em plearse, pero se ha de recurrir a él
esporádicamente y tras analizar a fondo la cuestión, con
anterioridad.
No vienen mal unas palabras finales acerca de la
conveniencia de no m ostrarse desagradable. Fortaleza es
una palabra que utilizo con gran cantidad de reflexión
previa. M e he esmerado en definirla meticulosamente en
términos explícitos. M anifestarse antipático, malhumo
rado. rebelde, engañoso, etcétera, no es recomendable
en absoluto, puesto que. casi siem pre, no conseguirá más
que se alejen de usted las personas que desearía que le
ayudasen. N aturalm ente, soy partidario de que uno esté
capacitado para mostrarse desagradable si lo exige al
guna ocasión extrem a, de lo cual hablaré en apartados
posteriores. Uno no tiene q ue ser pasivo o débil m ien
tras recorre el camino de su vida y ésta es realmente la
lección fundam ental del presente capítulo. Ser digno,
eficaz, engreído incluso, antes- que víctim a plañidera que
siempre anda pidiendo perm iso v que cree que todo el
mundo es más im portante que ella.
¿N O ES UNA IR O N ÍA ?...
LA GENTE RESPETA A L FUERTE
70
71
cuencia nos encontramos rompiendo lanzas en favor de
los congéneres nuestros a los que se les brindaron pocas
probabilidades de triunfo. De modo que no establecer
sus objetivos conforme a los de quienes obtendrán la
aprobación inmediata del prójimo puede, paradójica
mente, ayudarle a conseguir, a la larga, la aprobación
de é ste ... y nadie está diciendo que no siente mejor
recibir aprobación que verse rechazado. De todas formas,
puede resultar reconfortante saber que las personas cuyo
aprobación le interesa a usted de modo especial se sien
ten mucho más propensas a respetarle cuando actúa
usted de acuerdo con sus propias convicciones que cuan
do se lim ita a contemporizar, a ir tirando y a hacer lo
que se espera que haga.
Cathy era una paciente mía que me transmitió el
modo práctico en que había aprendido esta lección, vi
viéndola. Se había matriculado para asistir al seminario
de un congreso y, con el fin de asegurarse la plaza, se
inscribió con cierta antelación. Pero cuando llegó a la
prim era reunión, el profesor le manifestó que, por al
guna circunstancia, se asignaron más reservas de las
disponibles y que tendría que conformarse con una se
sión auxiliar que se celebraría en otro edificio.
Cathy estaba pictórica de resolución, y aunque nun
ca había tenido costumbre de actuar así, varios meses de
asesoramiento le acababan de alentar para ser más enér
gica y aceptar más riesgos. Le plantó cara al profesor,
delante de todo el grupo e insistió en que se la adm i
tiese. Cuando el profesor trató de disuadirla, mediante
un lenguaje cargado de evasivas y de «sí, p e ro ...* , Cathy
se negó a ceder un centímetro de terreno. Por últim o, el
profesor se dio por vencido, pero le pidió por favor que
no dijese nada al secretario general, dado que el hecho
de que Cathy se quedase violaba un número lím ite esta
blecido arbitrariam ente por la dirección.
AI cabo de varias horas en el seminario, el tema de
la intratable conducta de Cathy salió a relucir. Ella
72
73
y que los temores debilitantes se los instaura uno
mismo. Sabe también que necesitará valor para rechazar
las contraproducentes retribuciones que proporciona no
ser enérgico. Pero el valor es algo por lo que usted debe
optar ante cada desafío, no un atributo que pueda ob
tener para siempre.
A continuación se exponen algunas estrategias que
le ayudara'n en sus relaciones con los demás, indicándole
cómo actuar desde tesituras de fortaleza y confianza, en
típicas «situaciones de víctim a* que enfrentan todos los
seres humanos.
74
75
alejado de usted en el futuro. ¿Y eso es tan terrible?
Naturalmente, si no le importa hacer préstamos, no se
prive de ello, hombre, preste: sólo que hágalo con efi
cacia.
— Llame por su nombre de pila a las personas a las
que está acostumbrado a dar tratam iento. Incluso aun
que sólo sea por una vez con su dentista, médico, abo
gado, etcétera, pruebe y observe los resultados. Pregón
tese después si sus temores, antes de hacerlo, tenían al
guna base. Y aunque luego decida no seguir con la base
del nombre de pila, siempre sabrá en el fondo de usted
(por haber probado) que se le ofrece la opción. Si la
idea le angustia, le asusta o incluso se considera incapaz
de hacerlo, entonces analice minuciosamente por qué
ha de desasosegarle tanto una cosa tan sencilla como
llam ar a otro ser humano por su nombre de pila. A con
tinuación, supere usted su miedo y hágalo. Es harto
probable que se percate de que esa confianza recién
encontrada le produce una sensación estupenda y que
no se origina ninguno de los desastres que usted había
temido.
— Si no es usted fumador y no puede soportar el
humo, ármese de coraje para decir algo cuando le mo
leste el que otra persona fume. No tiene por qué mos
trarse grosero; limítese a manifestar, desde su posición
de fortaleza: «L e agradecería que no fumase en este
momento». No necesita permiso para pedirle a un fu
mador que se abstenga momentáneamente de fumar; y
no solicita permiso alguno, no hace más que expresar
lo que a usted le gustaría. Si no tienen en cuenta sus
deseos, para lo que en algunas situaciones les asistirá
perfecto derecho, entonces puede usted ejercer su propia
opción: levantarse y marcharse. Pero lo que nunca ha
de hacer es seguir sentado a llí y darse a todos los d ia
blos, interior o exteriormente. ¿Q ué es lo peor que
puede suceder? El fumador puede continuar fumando
cosa que ya está haciendo Pero en nueve de cada diez
76
77
iriirio de lo que usted ha dicho es la mejor arm a del
sojuzgador. Pero usted no tiene por que plegarse a sus
propuestas y la abstención constituye el modo más eficaz
de demostrárselo a alguien, un sistema mucho mejor que
el de intercambios verbales carentes de significado.
— No tema nunca pasar por encima de alguien parj
conseguir que le atiendan. Profesores de colegio mayor
que emplean e l grado a guisa de amenaza, inspectores
liscalcs que utilizan la intimidación para sacarle partido
a la ignorancia de uno en materia de leyes complicadas,
personal de servicios públicos que, con sus aires de
grandeza, tratan de amedrentarle, etcétera, todos ellos
tienen superiores a los que rendir cuentas. Una simple
llam ada telefónica o una carta bien redactada por correo
certificado al director, presidente o a quien corresponda,
es un antídoto muy efectivo contra las personas que
desempeñan cargos de poder. Una vez se dé cuenta de
que, en cualquier enfrentamiento con alguien que sea
responsable ante superiores, las cosas se ponen feas para
usted y acabará perdiendo, deje en seguida bien claro
que no vacilará en pasar por encima de quien s e a ... y
luego, si es necesario, llegue hasta el final, a toda costa.
— Esfuércese en ser desapasionado cuando trate
con dictadores potenciales. Nunca les dé a entender que
está usted angustiado, temeroso o intimidado. Recuerde
siempre que no ha de mezclar su valía y felicidad, como
persona, con la derrota o la victoria definitivas en cual
quier encuentro. Considere sus situaciones de «ganancia-
perdida» como un juego en el que halla diversión y
procure abstenerse de decir constantemente: «E sto signi
fica mucho para m í». Adopte la resolución de ser eficaz y
láncese a la palestra con planes trazados previamente,
pero esfuércese siem p re en la tarea de suprim ir signos
externos de miedo o intimidación. Cuando un adversario
se percate de que usted considera un encuentro crucial
para su vida y, por lo tanto, perturbador, es muy po
sible que se vea usted impulsado a decir cosas que no
7 8
79
del «daño que me haga otra persona» es mentira en un
noventa y nueve por ciento. Si es usted libre para expre
sarse sobre prácticamente todo y no se siente ofendido
cuando sale a colación este o aquel tema, será mucho
más fuerte que si mantiene apartadas, recónditas, d i
versas bolsas de susceptibilidad acerca de sí mismo. Si
bien no es necesario revelar sus fantasías sexuales ín ti
mas ni sacar de su alacena todos los esqueletos, sí puede,
desde luego, elim inar la idea de que le destruirán si se
enteran de la clase de persona que realmente es.
Sea sincero y abierto en lo que se refiere a su per
sona. Entréguesc cuando le parezca bien hacerlo. De
seche la idea de que no puede manifestarse tal como es,
porque resulta peligroso. Si no quiere descubrirse, es
una cosa, pero si es el miedo lo que se lo impide, es otra
completamente distinta. Y comprobará que es saludable
ejercitarse en el afán de plantar cara a todas las razones
por las cuales dice que no quiere hablar de sí mismo. Si
usted ha sido tímido toda su vida, si le costaba poco
lamentarse o llorar, si se dejaba intim idar fácilmente, se
mostraba excesivamente agresivo, etcétera, etcétera, ¿de
que puede servirle a alguien esta información para per
judicarle a usted? Casi todas las respuestas que dé ven
drán a parar a uno de estos desastres internos. ¿L e des
pedirá su jefe? Difícilmente. Pero, incluso aunque le
d esp id iesen , hay otros empleos. ¿D ifundirá la gente ru
mores acerca de usted? No es probable. Sin embargo,
aun en e l caso de que lo hiciesen, ¿por qué tiene usted
que regir su vida sobre la base de lo que otros digan?
Y la gente murmurará aunque a usted no le guste o
aunque nunca cuente nada, en consecuencia, ¿p or qué
silenciarse para evitar las hablillas?
— Si sospecha que alguien a quien paga para que
realice un servicio trata de abusar de usted no cum
pliendo lo que ha prometido hacer, efectuar alguna
reparación o revisión en su automóvil, por ejemplo,
entonces quédese allí y compruebe que llevan a cabo la
80
81
tica no se aplican a estos «errores». Cuando se percate
de que le ocurre a usted, informe de inmediato a la
dirección y acompañe su queja con la debida firme
determinación, si esta inclinado a convertir el asunto en
una cuestión de principios. Aunque no sea así, haga
saber a la dirección que no pagará la partida cargada
de más y que dejará de ser cliente de la casa.
— Cuando le digan que tiene que esperar un es
pado de tiempo ridiculamente prolongado para que le
entreguen unos muebles, un automóvil, etcétera, no se
someta así como así, aceptando la suposidón del pro
veedor de que usted ha de recibir las cosas según la
conveniencia de ellos o dando por buena la explicadón
de que nadie puede red b ir e l artículo en un plazo más
breve. S i lo que usted quiere o necesita en seguida es
un automóvil, visite los establecimientos de vendedores
de coches instalados en otras localidades e incluso en
otros estados, si es necesario. Deje bien claro ante los
comerciantes que eso de esperar la entrega no va con
usted y trate con los gerentes o directores, en vez de
hacerlo con la dependencia. Diga a la direcdón que, si
no le garantizan una fecha de entrega a corto plazo, si
no pueden hacerlo, irá usted a la competenda. Hable
con los mayoristas e induso con los fabricantes, para
ver de conseguir ese servido espedal acelerado. No
pague nunca por adelantado y consiga que en tod o con
trato se incluya una cláusula mediante la cual pueda
usted recuperar su depósito mínimo, en el caso de que el
vendedor no cumpla lo que se especifica en e l contrato.
No tiene que mostrarse exigente ni quisquilloso, sólo
firme y fuerte, y no otra más de esas víctimas que dicen:
«O h, sólo tendré que esperar dos meses y medio. Su
pongo que lo tendré así, aunque lo d erto es que lo hu
biese querido tener antes».
Un cliente mío, cuando le dijeron en Nueva York
que tardarían odio semanas en entregarle un coche,
llamó a un comerdante de Michigan y se enteró de que
82
CONCEPTOS SU M A RIO S
8>
nales por el resultado, se encoctrmrí en d carro de loa
vencedores, de los redimidos, sin ni siquiera darse cuen
ta. Una breve declaración final sirve de envoltorio al
contenido de este capítulo: « S i es usted quien paga al
violinista, asegúrese de que toca la canción que usted
q uiere».
84
N O DEJARSE SEDUCIR
POR L O Q U E YA ES A G U A PASADA
85
de los an im ales, sin reducim os a operar im pulsados por
el puro in stin to, como tienen que hacer ello s a causa
de sus lim itaciones de raciocinio. En H ojas d e hierba,
W alt W hitm an expresa entem ecedorám ente su amor por
los anim ales:
Creo q ue podría v iv ir con los anim ales, que
tan apacibles e independienteí son.
M e detengo y los contemplo largo rato.
No se afligen n i se lamentan de su condición.
No perm anecen despiertos en la noche y lloran
sus pecados.
No m e hastían con discusiones acerca de sus
deberes para con D ios,
N inguno está descontento, la locura de poseer
cosas a ninguno tiene dom inado,
N inguno se arro dilla ante otro ni ante su espe
cie, que hace m iles de años vivió,
En toda la faz de la T ierra, ni uno solo es res
petab le o d esdichado...
De todas form as, los anim ales no pueden concen
trarse en cosas que y a han pasado. A parte de verse des
provistos de algunos hermosos recuerdos, son felizm ente
incapaces de tristes e innecesarias m editaciones y recri
m inaciones, y sólo pueden consultar e l presente para
vivir. S i quiere usted q ue se borre su nombre d el libro
de las víctim as, tendrá que seguir algunas indicaciones
que porporcionan lo s anim ales con su comportamiento
e in iciar un program a consistente en ( 1 ) com prender y
recordarse a sí m ism o q ué clase d e cosas no puede usted
cam biar, ( 2 ) tom ar conciencia d el modo en q ue los
dem ás utilizarán e l pasado para som eterle, (3 ) darse
cuenta de cómo usa usted su propio pasado para avasa
llarse a s í m ism o y (4 ) preparar algunas estrategias espe
cíficas para elu d ir la condición de víctim a cada vez que
prevea inm inencia de conducta sojuzgadora p o r p arte del
prójim o o de usted m ism o.
86
— La m eteorologU
T al vez parezca innecesario d ecirle q ue no puede
cam biar e l tiem po, pero pregúntese a sí mismo en cuán
tas ocasiones se ha sentido preocupado por la tempe
ratu ra, el viento, k llu v ia , una borrasca o cosas por «1
estilo. E llo es pura y sim plem ente opresión de s í mismo.
Desde luego, no tiene q u e pretender que le encante « e l
87
tiem po in clem en te», pero in ch u o »en tin e levem ente in
m ovilizado por é l e* algo a lo que n u y bien puede usted
decidir oponerse.
— Los im puestos
Puede usted am argarse la vida y hasta perder e l sen
tido fastidiado por cosas como los impuestos elevados,
pero su única recompensa será un fuera de com bate y
cierta cantidad de tensión. Los im puestos siem pre serán
altos, peor aun, siem pre serán dem asiado altos. Puede
usted esforzarse para am inorar la violencia d el palo que
representan para su econom ía, votar a políticos q ue pro
pugnan reducciones fiscales o lo que sea, pero atorm en
tarse por los im puestos no es más que ejercitarse en lo
in ú til.
— Su edad
Le es de todo punto im posible m odificar la ed ad que
tiene. C iertam ente, puede cam biar su aspecto, actitudes,
forma de vestir c incluso sentirse más joven o más viejo,
pero su edad se le m antendrá aferrada y eso no hay quien
lo m ueva. Q uejarse constantem ente de lo viejo que es
no altera en nada la situación, salvo en el hecho de que
usted se sentirá todavía más viejo, más cansado, inesta
b le, artrítico, etcétera, de lo q ue es.
88
ftMO Ñ FUEGO ÑZUL PORQUE ES HEÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑÍSTÑUNÑ.
ellas. L a gente creerá lo que le parexca bien, tanto si a
usted le gusta como si no, 7 aunque se esm ere en tratar
a los dem ás como q uisiera q ue le tratasen a usted o en
ratonar con ellos, no puede com prom eterse en intentos
destinados a hacerles cam biar d e id ea. En ú ltim a instan
cia, si no puede determ inar lo que piensan de usted,
existe entonces la certeta de que carece de lógica ato r
m entarse por sus opiniones, a menos que crea más en el
punto de vista de esas personas que en la propia auto-
im agen d e usted.
89
pies, senos, el tam año de sus genitales, etcétera, sólo es
una form a m is d e vejarse a s í m ism o, que lo único que
le proporcionará son tribulaciones in útiles. Amoldarse
con gusto a lo q ue se le ha dado es una postura prefe
rib le, con mucho, a la de esforzarse en cam biar mediante
reducción de peso, cu!turism o, etcétera. Lo que usted no
pueda cam biar, es m ejor ¡infinitam ente m ejor!, que
aprenda a am arlo.
— La m uerte
Por mucho q ue algunas personas intenten negarlo,
nadie abandona vivo este planeta. De hecho, la vida es
una enferm edad term inal. H em os creado una m ística de
la m uerte que la califica de algo a lo que hay que tem er
y m aldecir, y desconsolarse cuando se abate sobre alguno
de nuestros deudos o se aproxim a a nosotros, como ine
vitablem ente tiene que ocurrir. Pero nuestras actitudes
morbosas respecto a la m uerte son en gran parte cultu
rales y aprendidas, y usted puede cam biar las suyas por
posturas de aceptación realista. Recuerde las palabras de
Jonathan S w ift acerca de la m uerte:
90
— La naturaleza tal c o m o e s
Jen n ifer, de diecinueve años, protestaba: «N o me
gusta la m erienda en la playa, ¡h ay dem asiada arena por
todas p a rte s!». Las playas son arenosas, las rocas son
duras, e l agua del m ar es salada y los ríos tienen corrien
tes. Uno siem pre será víctim a, so pena de que acepte
las cosas naturales y deje d e lam entarse cada vez que
tropiece con la realidad tal como es. Siem pre que se sor
prenda a sí mismo quejándose de algo n atural, lo mismo
puede estar deseando encontrarse en Urano.
V ale lo mismo en cuanto al reconocimiento de algu
nas de las innum erables cosas que siem pre serán como
son. Innegablem ente, es adm irable trabajar con vistas
a proceder como factor de cam bio en el mundo. Pero
aprenda a elegir sus objetivos y no se deje convertir en
víctim a a causa de las frustración y la pesadum bre co
yun tu ra!, em itiendo juicios ridículos acerca de cosas que
nunca serán distintas. D eje a Ralph W aldo Emerson
expresarlo con breves y significativas palabras, incluidas
en su ensayo P ru d en ce, escrito h a d a 1841:
Hagamos lo q ue hagamos, e l verano tendrá sus
moscas. Si nos adentram os en un bosque, alim en
taremos a los mosquitos.
M ás de d en tó treinta y cinco años después, sigue
habiendo moscas en verano y m osquitos en los bosques.
91
en víctim a. Un «d eb ería h ab e r» no cam biará »n> cosa
que usted haya hecho ya, pero puede em plearse para
ob ligarle a reconocer que estab a equivocado y para evi
tar deb atir con usted lo q ue puede hacerse ahora. M ien
tras un sojuzgador potencial pueda m antener enfocada
la conversación sobre e l com portam iento pretérito de
u sted, tenga la absoluta certeza de que usted no alcan
zará lo que pretende ahora.
Veam os un ejem plo dem ostrativo del modo en que
funciona esta pequeña m aniobra de avasallam iento.
A rth ur se trasladó a su casa un viernes por la tarde
y telefoneó a la com pañía d e electricidad, em presa de
servicio público, para decir que le dieran la corriente.
El em pleado al q ue form uló la petición le respondió:
«D ebió habernos llam ado e l m iércoles. Ahora es dem a
siado tarde para hacer n ad a».
A rthur estuvo a punto de dejarse sojuzgar, lo que
habría ocurido si no hubiera opuesto resistencia al in
tento d e arrastrarle por aquella tangente, com pletam ente
ilógica porque él no podía saber que la «n o rm a* de la
em presa de electricidad era que se la avisara con dos
días de anticipación antes de d ar la corriente a un usua
r io ... Por o tra parte, e l viernes, a A rthur le resultaba
im posible del todo retroceder hasta el m iércoles para
hacer la llam ada, por lo que decirle que d eb ió h a b er h e
c h o era tan absurdo como in ú til. Pero A rth ur sabía que
esa clase de cosas se dicen una y otra vez, reconoció la
tram pa, no ignoraba que la com pañía p od ía d arle la co
rriente aquel mismo viernes, si la persona adecuada lo
ordenaba, y , antes de atascarse con el em pleado recep-
cionista, solicitó hablar con un supervisor. A rth ur expli
có detalladam ente su caso al supervisor y aq u ella misma
noche tuvo la lu z, a pesar de que el recepcionista le
había asegurado q ue eso era «im p osib le».
El gam bito del «deb ería usted h aber» se u tiliza prác
ticam ente todos lo s m inutos del d ía , de m anera especial
en oficinas de todo el mundo, por parte de personas que
93
posible u tilizar su propia lógica frente al padre, que un
vez ha em prendido aquel cam ino, recurrirá a l enojo o
sus prerrogativas de persona m ayor para imponerse
Dermis una vez más.
La única estrategia para e lu d ir la tram pa del «debo
ría usted h a b e r ...» consiste en abstenerse d e in tervenil
en e l ritu al, para concentrarse en lo que real y razonable
m ente puede hacerse en el presente. Cuando alguien 1«
d iga: «L o que debiste h a c e r ...» , apresúrese a responder
le : « ¿ M e propones que haga retroceder el tiempo p art
in ten tar lo que crees que d eb í haber hecho o podemos
hablar de lo que verdaderam ente puede hacerse en este
m o m en to ?». S i, sencillam ente, usted no puede ap artar
d el gam bito del «d eb ería usted h a b e r ...» a alguien como
e l em pleado recepcionista de A rth ur y tiene q ue p asar
por encim a de é l y entendérselas con un superior, a éste
puede im pedirle que em piece con e l mismo juego, em
pezando usted por decir: «T rato de conseguir q ue nW
den la corriente eléctrica (o lo q ue sea) hoy, pero su
subalterno sólo quiere hablar d e ayer (la semana pasada,
e l año pasado)».
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95
bién los d e usted m ism o. (¿Q u é derecho tiene u sted a
cam b iar?) S i logran que reconozca usted que no debe
hacer nada que no haya hecho an tes, entonces se veré
coartado p ara poner en práctica toda nueva norma de
com portam iento, que siem pre le pondrán en tela de ju i
cio. ¿C orrecto?
— a ¡S i n o h u b iese h e c h o a q u ello !»
Ésta es la «n euro sis de rev isió n », m ediante la cual
usted se perjudica a sí mismo en e l momento presente,
a b ase de rev iv ir pasados errores de ju icio ; literalm ente
se m aldice a sí mismo por haber hecho algo de cierta
m anera. Tam bién puede autoavasaliarse con lo contra
rio : « ¡S i hubiese hecho e sto !* , que es igualm ente necio.
A todas luces, ahora es im posible haber hecho algo de
m odo distinto a como se hizo, y darle vueltas y vueltas
en la cabeza al asunto no servirá más que para que uno
m algaste sus momentos presentes.
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97
¡P ero es que siem pre lo Usted es ahora distinto y
hemos hecho así! m e cuesta trabajo acep
tar esto.
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PUEDE CO N VERTIRSE EN V IC T IM A DE S I
M ISM O M EDIANTE EL PRO CEDIM IENTO
DE RECREASE EN SU P R O PIO PASAD O
99
m enda tensión nerviosa que padezco boy, de la ruina en
q ue estoy co n vertid a.» T ales eran las lamentaciones de
Jo an n e, incluso aunque y a ten ía cincuenta y un años y
sus p adres habían fallecido. Continuaba aferrada a lo
sucedido trein ta y cinco años an tes, de modo que ayu
d arla a lib erarse d e un pasado q ue e lla no podía cambiar
constituyó e l objetivo princip al d e las sesiones de con
su lta.
A base de analizar lo e sté ril que resultaba o diar a
sus padres porque hicieron lo q ue consideraban ade
cuado y de situ ar todas aqu ellas experiencias en e l punto
que les correspondía — en e l pasado— , Joanne no tardó
en aprender a suprim ir la contraproducente id ea de cul
p ar a sus difuntos padres. Comprobó q u e, en su adoles
cencia, h ab ía tomado decisiones q ue perm itieron a sus
superprotectores padres trastornarla y q u e ,.s i hubiese
sido m is enérgica durante la ju ven tu d , no la habrían
avasallado tanto. Empezó a creer en su propia capacidad
de e l e c c i ó n , a darse cuenta d e q ue había estado optan
do siem pre por su desdicha y de que continuar con esa
costum bre era autodestructivo. A l elim inar esas conexio
nes con un pasado q ue e lla nunca podría cam biar, Jo an
ne se lib eró literalm en te de su inquietud.
Cuando valore la influencia q ue e l pasado ha ejerci
do sobre su v id a, asegúrese de q ue no cae en la tenta
ción de creer q u e e l prójim o es responsable de lo que
usted siente, hace o incluso d eja de hacer hoy. S i usted
es de los que se em peñan en echar la culpa de sus pro
blem as actuales a sus padres, a sus abuelos, a lo s tiempos
difíciles o a lo que sea, grábese en e l cerebro esta frase:
« S i m i pasado tiene la culpa de lo que soy actualm ente
y es im posible cam biar e l pasado, estoy sentenciado a
perm anecer ta l como m e encuentro ah o ra». E l hoy es
siem pre una experiencia flam ante y uno puede adoptar
ahora mismo la decisión de tira r por la borda todas las
cosas desagradables q ue recuerde de su pasado y hacer
de e s t e instante un momento agradable.
10 0
101
M i padre m e abandonó.
M i padre era dem asiado riguroso.
Todo el m undo h a d a las cosas por mí.
N adie hacía nada por mí.
Yo e ra h ijo único.
Yo era e l m ayor d e ...
Yo era e l m enor d e ...
Soy un h ijo mediano.
Los tiem pos eran realm ente duros.
Las cosas eran dem asiado fáciles.
V ivía en el suburbio.
V ivía en una mansión (palacio, casa grande, hote-
lito , etc.).
C arecía de libertad.
Tenía excesiva libertad.
Éramos dem asiado devotos.
En mi casa no se practicaba la Religión.
N adie estaba dispuesto a escucharm e.
No tenía intim idad alguna.
M is herm anos y herm anas me odiaban.
Era hijo adoptivo.
Residíam os en una zona donde no había otros
niños.
(Y así sucesivam ente.)
102
ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es H€ñm c sñ . puññ y cñístñunñ .
senté, y q u e culpar a l pasado de lo que es usted hoy sólo
servirá para que siga usted en su estancam iento.
La m ayoría de los grandes pensadores olvidan el
pasado, salvo en lo que se refiere a experiencia o his
toria susceptible de ayudarles, y viven totalm ente en
el presente, con un ojo puesto en la posibilidad d e me
jorar el futuro. Los innovadores no dicen nunca: «Siem -
prc hemos hecho esto así y , por lo tanto, no podemos
cam biarlo». N unca. A prenden del pasado, pero no v i
ven en él.
. En varias de sus obras, Shakespeare alude a la ne
cedad de consum irse uno mismo con e l pasado. En un
punto, ad v ierte: «L o q ue ya ha pasado y no sirve de
ayuda, no debe servir de aflicción». Y en otro de sus
versos nos recuerda q ue « la s cosas que no tienen re
m edio, tampoco deben im portarnos y a ; lo hecho, hecho
está*.
E l arte de olvidar puede ser esencial para e l arte
de vivir. Todos esos espantosos recuerdos q ue tan cui
dadosam ente ha ido usted almacenando en su cerebro
distan mucho de m erecer q ue los rem em ore. Como due
ño y señor de lo que se alberga en su cabeza, no tiene
por q ué elegir conservarlos. EKsembarácese de esos re
cuerdos autom utiladorcs y , lo que es más im portante,
abandone todos los reproches y aborrecim ientos que*
abrigue hacia personas que no estaban haciendo más
que lo q ue sabían hacer. S i le trataron de m anera real
m ente horrible, aprenda de ellos, prom étase no tratar
así a los dem ás y perdone en el fondo de su corazón a
tales personas. S i no puede usted perdonarlas, será que
elige seguir lastim ándose, lo que sólo va a procurarle
m ayor tiran ía. Es m ás, si no olvida y perdona, será usted
la única persona, lo subrayo, la ú n ica p erso n a q ue su
frirá con ello . Cuando lo enfoque desde este punto de
vista, ¿p o r qué va a continuar aferrándose a un pasado
sojuzgador si la única víctim a va a seguir siendo usted ?
103
MANIOBRAS PARA D EJAR DE SER VICTIMA
A TRAVÉS DE LAS REFERENCIAS AL PASADO
104
103
decepcionado d e veras conmigo en este in stan te, ¿no
es d c r to ? * , «V a ya , parece que está usted más enojado
de lo q ue c re í» , «T ien e la impresión de que le he fallado
y por eso está furioso*. E l foco de atendón se desviará,
para proyectarse sobre el auténtico problem a, q u e es la
prcocupadón actual de su interlocutor. Esta estrategia
de «se ñ a la r» los sentim ientos presentes desceba también
las oportunidades d e los demás para sojuzgarle.
— S i comprende q ue en una situ ad ó n q ue se
está tratando obró usted equivocada o desconsiderada
m^nte, no tem a reconocer: »T iene usted razón. La
próxim a vez no lo haré así* . D ecir sim plem ente que se
ha aprendido la lecdón resulta mucho m is eficaz que
considerarse obligado a defenderse v revisar inacabable
m ente todo e l pasado de uno.
— Cuando alguien próxim o a usted — un com pa
ñero, un am igo al q ue «p re d a— em piece a sacar a re
lucí c un incidente del pasado de usted que es doloroso
para esa persona y d el que ya se ha hablado y discutido
más que suficiente, trate de q ue la atendón se concentre
sobre los sentim ientos de dicha persona, antes que de
jarse dom inar por los acostum brados: «¿C ó m o pudis
t e . . . ? » o «¡N o d e b is te ...!» S i la persona in siste en sus
repetidas andanadas de reproches, no responda usted
con un torrente de palabras que sólo sirvan para inten
sificar la pesadum bre, es preferible que recurra a un
gesto afectuoso — un beso, una palm ada en c i hombro,
una sonrisa cálida y cordial— y luego se retire momen
táneamente. M ostrar afecto y luego m archarse puede
indicar a los dem ás m ediante la conducta, que usted
está con ello s, pero que no va a perm itir q ue se Ic
coacciono por e l sistem a de d arle cien vueltas más a un
asunto del que ya se trató anteriorm ente y que sólo
puede term inar por h erir los sentim ientos propios o
ajenos.
— Prom eta aprender d e l pasado, en vez de repe
tirlo o hablar d ej mismo indefinidam ente, y comente
106
ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es H€ñm c sñ . puññ y cñ.s tñ u .x ñ
su resolución con quien es le consta a usted son sus
opresores más im portantes. D eie bien sentadas las re
glas básicas que le gustaría Quedasen entendidas a partir
de abora. «V am os a d ejar de m achacarnos verbalxncnte
el uno al otro con asuntos que y a pasaron a la historia
y, cuando nos percatem os de que eso em pieza a ocurrir,
avisémonos e l uno a l o tro .» Con su esposa o alguien
sim ilarm entc próxim o a usted puede incluso convenir
con una seña, sin palabras, como tirarse levem ente de
[a oreja, por ejem plo, para, em plearla cuando se dé
cuenta de q ue la coactiva referencia a l pasado amenaza
con aparecer.
— Cuando alguien empiece a hablarle de los felices
v iejo s tiem pos, de cómo hacía las cosas en su juventud
o de cosas por e l estilo, usted puede responderle: « C la
ro, como estuviste más tiem po entregado a ello , con
taste con m ás tiem po p ara practicar y fortalecer los
métodos d e hacer las cosas ineficazm ente, asi co m o con
más tiem po para aprender por experiencia. De forma
q ue el hecho de q ue siem pre hiciste de determ inada
m anera las cosas no dem uestra q ue yo deba parecerm e
más a ti y hacerlas tam bién de ese m odo». U na sencilla
observación como esta participará a l avasallador po
tencial q ue usted está ojo avizor en cuanto al gam bito
y que no rig e su vida conform e a las norm as por las que
otras personas regían la suya.
— No acum ule en su m emoria dem asiados recuer
dos d e cosas a fin d e poder acordarse d e ellas. Procure
d isfrutar del presente tal como viene. Y luego, en vez
d e consum ir sus momentos futuros dedicado a la rem i
niscencia, puede concentrarse en nuevas experiencias
agradables. N o es que los recuerdos sean algo neurótico,
pero la verdad es que sustituyen a momentos presentes
más am enos. Com pruebe lo que F rao d s D urivage es
cribió sobre e l particu lar:
«N os enseñaron a recordar; ¿p o r q ué no nos ense
ñaron a o lv id a r? No existe hombre vivo que, en algún
107
momento d e su existencia, ro haya adm itido que la
m em oria era tanto una m aldición como una bendición.*
— Esfuércese al m áxim o p ara elim inar sus propias
lam entaciones acerca d e cosas en las q u e nada puede
usted Hacer para que cam b ien ... cuestiones como las
q ue figuran en la lista relacionsda anteriorm ente en este
capítulo. Domínese cada vea que observe q ue estas
quejas inútiles surgen en su cerebro o en su conversa
ción, hasta que sea usted capaz de dejar la práctica de
estas estratagem as auto sojuzgado ras. S i lo considera ne
cesario, anote diariam ente sus éxitos en ese terreno,
para tener constancia de los mismos.
— Perdone silenciosam ente a todo aquel que crea
usted que le agravió en el pasado y prometa no sacrifi
carse a *í mismo en e l futuro con ideas perversas o de
«venganza p a rticu lar» que no harán más que lastim arle.
A ser posible, escriba o telefonee a alguien con quien se
negaba a hablar y reanude las relaciones. G uardar ren
cor sólo servirá para im pedirle a usted d isfru tar de
muchas vivencias potencialm ente provechosas, en su
trato con los dem ás, porque en una o dos ocasiones ellos
com etieron errores que Je afectaron a usted. ¿ Y quién
no ha com etido errores de esc tipo? Y recuerde, si está
usted m olesto o perturbado por su conducta posada,
entonces ellos toda vía siguen controlándole.
— A fánese activam ente en lo que se refiere a co
rrer riesgos — conducta enérgica, disposición al enfren
tam iento con lo que sea— con tantas personas como sea
posible. R eserve tiempo para com unicar a sus in terlo
cutores q ué es lo que opina ahora y exp liqu e, cuando
lo considere necesario, que no va a continuar discutiendo
cosas que y a r.o pueden cam biarse. A rriésguese con las
personas o sea una víctim a: a usted le corresponde
elegir.
108
109
ftMQ ft p u eoo ñzul pooçue e s nePMOSft. p u ft ft v cp/srptm
4
EVITESE LA TRAM PA DE LA
CO M PARACIO N
En un m undo d e individuos, la
comparación es una actividad
caren te d e sentido.
S í No
1. ¿A nhela a m enudo parecerse a alguien a
quien considera agradado o atractivo?
— — 2 . ¿D esea siem pre enterarse de cómo han rea
lizado otros pruebas q ue usted también
efectuó?
111
3. ¿E m pica térm inos como «n o rm al», «co
rrien te* y «m ed io » para definirse a sí
m ism o?
4 . ¿D ice a sus h ijo s (o a sí m ism o) que no
pueden hacer esto o aquello porque los
dem ás no lo hacen?
5 . ¿S e afana en ser como todo e l mundo a
e n de encajar?
6 . D ice usted a los dem ás: « ¿ P o r qué no
puedes set como todo el m un d o ?».
7 . ¿L e producen envidia los logros ajenos?
8 . ¿E stablece sus objetivos personales basán
dose en lo que o tras personas han conse
guido?
9 . ¿S e da por vencido cuando alguien l e dice:
«A sí es como se trata a todo el mundo, us
ted no va a ser la excepción »?
10. ¿T iene q ue ver lo que llevan los demás
antes de decidir cómo va usted a vestirse o
si se siente satisfecho de su apariencia?
C ualquier respuesta afirm ativa indica que usted es
víctim a de un achaque m uy corriente en nuestro mundo:
la comparación personal con los demás p ara determ inar
cómo debe d irig ir su propia vid a.
Las personas necesitan una barbaridad de confianza
en s í mismas para liaccr un recuento de sus recursos
internos, con vistas a determ inar qué desean llev ar a
cabo, y cuando no disponen d e esa autoestim ación u ti
lizan e l único otro rasero q ue tienen a' m ano, la com
paración con o tras personas, q ue prácticam ente todo el
m undo está dispuesto a em plear, porque es de gran
eficacia para m antener a la gente a raya. P ara salir de la
tram pa de este constante comercio de la comparación,
uno necesita desarrollar una fe en sí mismo lo bastante
fuerte como p ara ponerla en vigor m inuto tras m inuto
durante su vida, y preparar alguna de las estrategias
perfiladas en este capítulo.
112
113
y q ue eso lo llev a encima vaya a donde vaya. Como
dice la v ieja m áxim a, «D ondequiera q ue voy, alU esto y».
N adie es igu al que usted, n i siqu iera rem otam ente, en
lo q ue se refiere a sus más íntim os y profundos sen ti
m ientos, pensam ientos y deseos. Si acepta usted esta
idea, entonces q u errá exam inar a fondo el m otivo por el
cual ib a a im itar e l ejem plo de alguien como razón para
hacer o dejar de hacer algo.
N uestra cultura está com puesta por personas (cada
una d e ellas única en s í m ism a) que con dem asiada
frecuencia se ven amenazadas por alguien q ue es dis
tinto. N aturalm ente, a menudo dirigim os la vista hacia
el pasado histórico y contemplamos a personas cuya
singularidad las hace im portantes, por k> cual las elo
giam os. H ay un entrenador de fútbol am ericano, por
ejem plo, bastante popular, que en sus declaraciones pú
blicas u tiliza a Emerson como modelo. Sin embergo,
cualquiera q ue estudie un poco a ese preparador y a
Emerson com prende en seguida que R alph W aldo no
pasaría u iu hora en un campo de entrenam iento. Todo
lo q ue dice e l entrenador acerca de ser incoaform ista, de
no tener héroes y d e ser siem pre uno mismo no acaba
de estar de acuerdo con la acritud de prohibir a «su s»
jugadores q ue hablen con la p ren sa, de entregarle» pe
queñas calcom anías de identificación para que las colo
quen en los cascos como prem io por haber actuado
bien, de erigirse en portavoz d e todos, etcétera, etcétera.
De manera sim ilar, personajes como Jesucristo, Sócrates,
G andhi, sir Thomas M ore, e incluso en época más re
ciente H arry Trum an y W inston C hurchill, sufrieron
desdenes de sus contem poráneos por el disparatado in
dividualism o q ue m anifestaron, y luego, cuando ya 110
entrañaba ningún riesgo hacerlo, se les glorificó.
En nuestras aulas empleam os sistem as como « ín
dices de no rm a» p ara decidir quien «e n c aja» y quien
no. Utilizam os instrum entos regularizados para m edir
todo lo referente a las personas, en busca d el sagrado
*14
115
El enfrentam iento de Ralph coa su soledad exis
tencia! se había producido de pronto. M e explicó q ue
una noche estab a sentado en el salón, contemplando
, a su esposa, la cual le ía e l periódico, com pletam ente
ajena al rem olino d e pensamientos que se agitaban en
la cabeza de R alph. De súbito, éste se vio asaltado por
la extrañ a sensación de que aquella persona con la que
llevaba casado veinticuatro años ni siqu iera le conocía,
que se encontraba sentada a llí, en e l salón, como una
absoluta desconocida. Comprendió por prim era vez que
dicha persona jam ás conocerla los entresijos íntim os, los
funcionam ientos interiores de Ralph.
Era una sensación m uy espectral y R alph no sabía
del todo qué hacer con e lla , salvo p edir consejo. En
nuestras sesiones iniciales experim entaba la im presión
de que ten ía que hacer algo al respecto, algo como
divorciarse y huir. Pero o tando profundizó en e l estudio
de esta verdad fundam ental relativa a lo q ue significa
ser un en te humano, aprendió a contem plar su soledad
fundam ental desde una perspectiva totalm ente d istin
t a ... una perspectiva liberadora, si se q uiere. Puesto
que su esposa nunca iba a poder sentir lo q ue é l sentía,
lo que Ralph estaba obligado a hacer era d ejar de
esperar que ella le entendiese y «estu viera con é l» cons
tantem ente. A la inversa, comprendió q ue su esposa
también se encontraba cxistencialm cntc sola, de modo
q ue Ralph podía aliviarse d e la carga de catar siem pre
intentando q ue e lla y él formasen un solo ser y experi
m entar las sensaciones de e lla , lo que le llevaba a un
innecesario sentim iento de culpabilidad cada vez que
fracasaba en ese empeño. Arm ado con esa penetración,
pudo d ar por concluida su búsqueda infernal, autocon-
denatoria para alguien que experim entase lo que expe
rim entaba é l, y seguir adelante, dueño ya de sus propios
mandos. Pudo también suprim ir las expectativas en
cuanto a su esposa y quitárselas de encim a.
Antes de que transcurriese mucho tiem po, R alph se
116
117
capaz de poner fin a todo intento d e que los demás
experim enten lo que usted experim enta y de defender
las creencias q ue usted alberga.
V olviendo a m i antiguo chenre R alph: A ún recuerda
aquel instante en e l salón de su casa, q ue considera uno
de los más trascendentales d e su vida, porque no sólo
le im pulsó a ir en busca d e asesoría y le proporcionó la
libertad para suspender sus esfuerzos de toda la vida,
aunque in útiles, encam inados a lograr que su esposa y
sus hijos sintieran lo q ue él sentía, sino q ue también le
facilitó la fortaleza para ser en adelante él mismo de
una m anera más vigorosa y positiva. T odavía a c e que
ningún hombre es totalm ente una isla , susceptible de
funcionar como erm itaño antisocial, pero ahora sabe,
por haberlo experim entado, que interiorm ente somas
islas d e carácter único en nosotros mismos y que luchar
a brazo partido con esa idea nos ayudará a todos en la
tarea d e tender puentes a los demás, en vez d e servir
para levantar barreras por e l sistem a de perturbarnos
cuando veam os que los dem ás no son como nosotros.
EL D ESTRUCTIVO ARTE
DE LA AUTOCOM PARACIÓN
118
119
SI a l final se en cu en tra usted haciendo las cosas del
mismo modo que las hacen mucha» o tras personas, desde
luego no h ay nada m alo en e llo . Pero si usted tie n e que
m irar a otras personas para decidir lo q ue debe hacer,
entonces está concluyentem ente ttrapado en la trampa
de la autocom paración. De nueve, no tiene por q ué ser
inconform ista en todas las ocasicncs, sólo para demos
trar que se niega a ser víctim a. De hecho, un inconfor-
m ista tan «com pulsivo» resulta igualm ente avasallado
por los dem ás, tanto como e l conformista, cuando o b
serva el modo en que actúa e l prójimo y luego se pre
para adrede para hacer exactam ente lo contrario. U tilice
su propio «sen tid o com ún» interior cuando vaya a de
cidir lo que q uiere, sin n ecesid a d d e ser como todo el
m u n d o ... aunque sólo sea porque usted es un a persona
única y no podría ser «ig u al q ue todos los d em ás», aun
q ue realm ente lo deseara.
El prim er paso concreto para salir d el laberinto del
avasallam iento por autocomparación consiste en inte
rrum pirse cada vez que se sorprenda a s í m ism o em
pleando term inología com parativa: Como siem pre, tome
m edidas prácticas para dom inar sus propios malos há
bitos, tanto si piensa para sus adentros como s i está
tratando con (y enviando señales a) los dem ás.
120
121
m ujer le inform ó q ue se d esth ab * a grupo« d e , n atu
ralm ente, m is d e una persona C huck insistió en sen
tarse en algún otro sitio . D e nodo q ue la m ujer dijo:
«S o n nuestras norm as, señor. Todos tienen que pasar
por ellas. ¿V e usted ese caballex» de ah í? N o se q u eja».
L a m ujer tenía rasón. El tenbloroso (d e frío ) d ie n te
q u e estaba consum iendo heladas tortitas frente a otra
puerta n o se quejaba. C huck ced aró : « ¿ Y qué? Tam
poco y o me estoy quejando. Me gustaría com er lo que
estoy dispuesto a pagar acomodado an te una m esa más
agradable. S i eso constituye un problem a insolublc para
usted, q uisiera ver al g eren te».
«N o e sté .»
«B ueno, hay varios reservados lib res. ¿P o r que ten
go que estar incóm odo?»
Chuck no deseaba perder los estribos y marcharse.
Eso 1c hubiera convertido en una víctim a todavía más
vejada, porque estaba ham briento y no disponía de
tiempo para ir a otro local. Y, s i podía evitarlo, no
deseaba trasladarse al reservado por su cuenta y forzar
la jugada, ya que presentía q ue ¿ j cam arera podía muy
bien organizar una escena. Chuck tampoco estaba de
humor para ofrecerle una propina. A sí q ue d ed d ió d i
vertirse u a poco y m ontar un número a base d e ataque
de nervios.
C ontinuó argum entando con la m ujer, rogándola
que fuera razonable, pero, en vista de q ue se tornaba
cada vez m ás altanera, C huck empezó a crisparse. El
brazo inició unos espasmos «incontrolables» y se le
contrajo la cara.
« ¿ L e ocurre algo, se ñ o r?»
De sú bito, la dama del snack se vio sorprendida con
la guardia baja.
«N o lo sé », repuso C huck, tartam udeante. «C uando
me pasan estas cosas, creo que me vuelvo loco furioso.»
Alzó un poco la voz y llam ó un poco más la aten
ción. Apareció m ilagrosam ente nn encargado.
122
123
aunque Sarah *e lo hubieae explicado ya razonablemeo-
te.) Y continuó m achacando en lo q ue todo e l mundo
ten ía que hacer. A sí que Sarah le preguntó si había in
conveniente en que pusiera tres litros en una bolsa y los
tres restantes en o tra, ¡y la cajera respondió q ue n in
guno! Pero poner las m ism as dos bolsas una d entro de
la otra estaba prohibido.
F rente a aq u el m aravilloso ejem plo de lógica de em
picado, Sarah pidió ver al supervisor, quien se percató
en seguida de la necedad que estaba com etiendo la em
pleada. Y Sarah abandonó e l local, con su paquete de
bolsa doble. E vitó que se abusara de e lla , pero la ca
je ra no escapó a la sojuzgadón. Estaba furiosa, golpeaba
los objetos q ue tenía a m ano, cuando Sarah salía del
estab lecim ien to ... todo porque Sarah había decidido no
dejarse atropellar por la estúpida interpretación de un
reglam ento, cuando las circunstancias pedían claram ente
que se hiciera una excepción.
E n un núm ero reciente de la revista T im e se cuenta
la anécdota de una ocasión en que e l jugador de béisbol
Jo e D iM aggjo fue a pedir aum ento de sueldo. «C oncluida
m i cuarta tem porada, p ed í q ue me subieran a cuarenta
y tres m il dólares y Ed B arrow , el adm inistrador general,
me dijo: "Jo v e n , ¿se da cuenta de que Lou G chrig,
q ue llev a ya dieciséis años de ejecutoria, está jugando
por sólo cuarenta y cuatro m il d ó lares?” » . A hí está, e!
recurso de la referencia a otro como excusa para la arbi
trariedad. U na vez se acepte esa lógica, uno se puede
ver perpetua y brutalm ente som etido, sólo porque « a
todos les ocurre lo m ism o». L a verdad es q ue los dicta- *
dores de prim era sacan a relu cir diestram ente ta l estra
tegia en cuanto les asalta la más leve sospecha de que
pueden perder un elem ento del control que poseen so
bre uno.
Los em picados y otros funcionarios a m enudo q'er-
ccn presión sobre otras personas, ajenas al asunto, para
que les ayuden a imponer el cum plim iento de las normas
124
. 125
dijo quién era y m anifestó q u e , stgún su criterio, aquella
norm a d d establecim iento era r e d * en sí m ism a y e l
vigilante, a l ob ligar su cum plim iento, actuaba de modo
irracional. «L e garan tizo », declaró Jo hn , «q u e d o traeré
aquí a m i fam ilia, para que se hospede en este hotel,
m ientras continúe en vigor esa política. Piense en ello ,
tam bién hay por esta zona otros hoteles en los que yo
puedo hospedarm e». R esultado: e l director cam bió las
normas en aquel mismo instante. Se q uitó e l letrero y se
alecdonó al vigilante d e la piscina para que aplicase
m ejor su discernim iento, encargándose sim plem ente de
que la clientela del hotel disfrutrra de la piscina como
le viniera en gana, siem pre y cusndo no se pusieran en
peligro n i incomodaran a lo s demás huéspedes. Según
com prendió el director, una medid* adoptada en prin-
picio para complacer a los dien tes, más bien pared*
indisponerlos con d es ta b le a miento y el hombre no es
taba desempeñando a llí su cargo para eso.
Una de las tácticas preferidas por las personas que
tratan de som eterle consiste en aludir a « la dam a que
estuvo aq u í la sem ana p asada». N aturalm ente, lo mismo
podía ser « e l hom bre», « 1* p areja» o « la persona», pero,
por algún m otivo, « la dam a* parece ser lo qne consigue
m ayor eficacia. S i pone usted objeciones a la factura que
le presentan, oirá en seguida todo lo referente a ¡a dama
que tuvo que pagar e l doble, de forma q ue puede usted
sentirse m uy afortunado por lo barato q ue le sale. Si en
una sala de fiestas no consigue usted un* buena mesa,
saldrá a relucir la dam a que tuvo que sentarse en un
rincón, junto a los s e rv id o s... lo que no fue óbice para
que ia dam a disfrutara d d espectáculo. S i los artículos
que pidió usted le llegan con quince días d e retraso, no
faltará la m endón de la dam a que tuvo q ue esperar cua
tro meses.
La gente sacará de su bolsa de víctim as a « la pobre
dam a» cada vez que quieran hacerle a usted sentirse
culpable por pedir que se le trate decentem ente. Andese
126
127
Toda naturalista in d iv id u il tiene su hermosura
p ro p ia ... y cada cerebro tiene su propio método.
Un hombre d e verdad no lo alcanza siguiendo
reglas.
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O TRAS T R A M PA S DE CO M PARACIO N
CORRIEN TES
129
— CPor q u é n o eres ccrfno...?
Se trato de una invitación por» q ue uno se desagrade
a sí m ism o y sucumba a la sojuzgadón, porque uno no
se com porta como el «m o d elo » que representa alguna
otra persona. E ste truco es particularm ente eficaz cuan
do lo pone en práctica una figura con auto ridad, a fin de
controlar a sus «su b o rd in ad o s»: dependientes, funriona-
rios, niños, etcétera.
130
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puede determ inar quienes son eses ello s, entonces, que
uno sepa, tales e llo s no e x iste n ... ¡p o r lo que resultaría
m ás bien estúpido v iv ir según l u reglas d e ellos]
132
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n a . « ¿ T ú c r e a que debo parecerme más a S&lly?».
O bien: «¿U sted cree que debería hacer las cosas del
mismo modo que las hacen los demás? ». A l empezar con
e l « tú » o e l «u sted », comunica la idea de que no con
cede carácter subjetivo a los esfuenos de su intcrlocntor
y de que usted tiene p k n a conciencia de lo que é l o ella
están diciendo. Pronuncie u le s frases en un tono que m a
nifieste la incredulidad y asombro que le produce el que
la persona en cuestión pudiera pensar semejantes cosas.
— S i todo lo demás falla, practique el sistema de
hacer caso omiso de las referencias a otros. Esta táctica
es particularm ente eficaz con los miembros de la familia.
Si usted guarda silendo cada vez que alguien le dice que
debería hacer las cosas como las hacen los demás, es
harto probable que su mutismo pase inadvertido. Cuan
do le pregunten, responda que, como lo ha intentado
todo, infructuosamente, para conseguir que dejen de
manipularle por el procedimiento de la comparación,
acaba de decidir abstenerse de reaccionar ante la insis
tencia. Es posible que se muestren ofendidos (como tác
tica para que usted ceda en su resistencia), pero también
habrán captado el mensaje.
— También puede usted volver por pasiva esa es
trategia; por ejem plo: «¡H om bre, me alegro de que cite
usted a la dama que la semana pasada no se quejó, por
que precisamente quería hablarle del mecánico que la se
mana pasada me cobró menos que u sted l». O bien: «S i
s ig u a empeñándote en decirme que debería ser un mo
delo de buen gusto como la prima Liz ¡no voy a tener
más remedio que contestarte que tú deberías ser tan
generoso como tío H axxy!». Transcurrirá m uy poco tiem
po a n ta de que su avasallador se percate de lo inteligen
temente que domina usted el juego.
— De modo más específico, puede usted precisar
explícitamente lo que su potencial sojuzgador a t á ha
ciendo y demostrarle que sabe usted lo que él siente:
«Estás un poco trastornado y m e comparas con otra per-
134
135
comprendido, importante, respetado?». Si vialumbra tu-
ted algún medio para que la persona obtenga algo d d
encuentro, para «salvar la faz», eatonces dispondrá us
ted de mejores oportunidades de ibrarse del abuso. Si
tropieza con un hotelero, jefe de comedor, etcétera, en
el que aprecia usted claramente lo? síntomas de que ne
cesita sentirse importante, puede formular un comenta
rio acerca del trabajo que debe representar para él con
seguir que todo vaya sobre ruedas (observación mediante
la cual transmite que espera que también marchen las
cosas sobre ruedas para usted). Si t! primer contacto es
alentador y da pie para seguir la charla en plan intras
cendente-o personal, pruebe a preguntarle cuánto tiem
po hace que se dedica a aquella ocupación. (Si es un
período hreve, sin duda ha aprendido muy deprisa; si
lleva muchos años... bueno, entonces ha adquirido una
barbaridad de experiencia.) Cuando uno logra captarse la
simpatía de la gente, ésta se encuentra mucho más dis
puesta a servirle y mucho más reacia a avasallarle.
— Si alterna con determinadas personas que habi
tualmente rratan de dominar su voluntad a través del
método de las comparaciones y las referencias alusivas a
otros, seleccione un momento en que no se tienta alte-
rado por el modo de comportarse de esas personas y tra
te la cuestión con calma. Pídale* que profundicen en
ella. Un ruego tan sencillo, en instantes neutros, suele
ser más efectivo que vociferar y ponerlos verdea, Impul
sado por el furor, actitud que enseña a los otros a «com
pararle» todavía más, dado que les demuestra que con
esa táctica le controlan.
— Ponga en práctica alguna otra reacción «por sor
presa», de su propia cosecha, que puede acompañar con
una sonrisa, actuando sin temor, cuando se percate de
que está en marcha el intento de abuso por com paradóa
«M e compara con alguien al que no conozco y que ni
siquiera está aquí para ratificar lo que usted dice. SI no
puede usted tratar conmigo aquí y ahora, vaya a ver a
136
137
a hacerlas t ú ? » No dé a loa demás la oportunidad de
decirle: «Bueno, pues tú me lo U dste a m í». Si usted
deja d e hacerlo, esa tonta excusa se evaporará también.
— Persevere en sus esfuerzos para evitar que se te
compare con otros. No mencione sólo una vez los habi
tuales trucos avasalladores y luego abandone. Mantén
gase firme mientras sea necesario transmitir el mensaje.
Su perseverancia se verá recompernada.
— Deshágase de todos sus ídclos o de los modelos
que representan para usted otras personas cuyo ejemplo
de vida quiere im itar. Sea usted su propio héroe. No
aspire a ser como ninguna otra persona. Aunque nada
tiene de molo admirar las proezas de los demás, debe
usted tener presente que son o fueron tan únicas como
usted. Si desea siempre ser como otra persona o duplicar
sus hazañas, entonces facilitará la tarea a los sojuzga
dores, que utilizarán esa o esos personas como referencia
cuando deseen que usted vuelva a someterse a la dis
ciplina.
— T al vez lo más importante: Procure arreglárselas
para que todas sus relaciones con los demás sean expe
riencias divertidas, felices y estimulantes, y no batallas
campales en las que usted pone en juego toda su huma
nidad. Páselo en grande comprobando hasta qué punto
puede usted ser eficaz. Si alcanza el éxito en ello, sin
in ven ir en el proceso toda su propia dignidad, su éxito
será todavía mayor en cuanto a elim inar de su cráneo la
impronta de víctima. Por otra parte, «i pasa por la vida
esforzándose ímprobamente para avanzar y una adusta
seriedad preside todas sus relaciones, se manifiesta usted
como persona acostumbrada a que abusen de ella: «No
hace más que buscárselo». La gente que no se aplica
con tanta intensidad, que se relaja y disfruta, es con
mucho la más eficiente en lo que hace. Observe la faci
lidad con que un campeón patentiza su destreza. Ello
es consecuencia, principalmente, de haber conferido na
turalidad a sus técnicas, de no forzarse nunca a sf mls-
138
ID EAS FINALES
139
m o ppueoo ñ z u l popçue e s h € p m c s p . p u p p y c p .s tp u .x p
5
TO RN ARSE D ISCRETAM EN TE
EFEC TIV O Y N O ESPERAR Q U E
«ELLOS» L L E G U E N A ENTEND ERLE
141
S í No
1. ¿S e altera o perturba erando no logra con
vencer de algo a otras personas?
2 . ¿T iene que anunciar sus proezas a los
dem ás?
3. ¿T ien e que contárselo a los demás cada
vez q ue derrota a alguien en algo?
4 . ¿S e siente fácilm ente ofendido por la con
ducta o lenguaje d e otras personas?
3 . ¿L e cuesta m en tir, incluso en las ocasiones
en q ue sería m ás razonable y práctico ha
cerlo?
6 . ¿L e resulta arduo o penoso reivindicar, sin
sentirse culpable,- sus necesidades d e inri-
n id s d ?
7. ¿S e deja abrum ar por e l tem peram ento
desabrido de o tras personas?
8 . ¿S e sorprende a s í mismo diciendo o pen
sando, en excesivas ocasiones: «É l (e lla)
no m e com prende»?
9 . ¿C onsidera q ue e l sufrim iento es natural
y que se d a por supuesto q ue usted ha de
su frir en este m undo?
10. ¿L e resulta d ifícil apartarse de las perso
nas que 1 c parecen im portunas, como bo
rrachos o charlatanes em baucadores?
11. ¿D a usted m uchas explicaciones y le fas
tid ia tener q ue hacerlo?
12. ¿D edica grandes c a n tid a d « de tiem po a
analizar sos re la c ió n « con parientes y
am igos?
142
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está ofreciendo voluntario para acquirir la condición de
víctim a.
Un ejem plo típico de persona «estrepitosam ente
ineficaz* era D aryl, un b rillan te psciente d e m is sesiones
de orientación, de cerca d e cuarenta años, q ue había
perdido su empleo varios años antes, cuando quebró la
em presa en que trabajaba. Acudió a m i consulta porque
no llegaba a ninguna p arte en la búsqueda de em pleo e
incluso se le anunciaban dificultades p ara conseguir sus
tento. Como ¿1 señalaba: «H e side incapaz de establecer
los contactos adecuados y m e temo q ue voy a pasarm e
la vida buscando».
En las sesiones de orientación pronto se hizo ev i
dente que D aryl no tenía riv al en el m undo a la hora de
sacar a relu cir nombres de personas im portantes con las
que había alternado. L e resultaba prácticam ente impo
sible pronunciar unas cuantas palabras sin c ita r sus rela
ciones con este o aquel influyente pez gordo, contactos
que en su m ayor p arte sólo existían en la imaginación
de D aryl. Éste se vanagloriaba tam bién de sus hazañas,
ante todo e l m undo, y cuando no realizaba gran cosa,
procedía a inventarse m is historias. En resum en, a D aryl
le costaba u n trabajo ím probo guardarse las cosas para
sí o tener conciencia d e su sentido d el orgullo interior.
Para sentirse «realizado* y a gusto, neceaitaba q ue otros
le reconociesen.
Cuando D aryl empezó a darse cuenta d e la necesidad
de ser im portante a lo s ojos de los dem ás, comprendió
que ello ten ía su origen en una verdadera sensación de
in utilidad, q ue procedía a su vez de la dutcunstanda
de haberse quedado sin empleo y de considerarse p er
sistentem ente u n fracasado. H abla estado tan conven
cido d e que t u valía dim anaba d e su ejecutoria, que
cuando dejó d e ejercer, porque la em p resa — su patro
no— quebró, D aryl supuao q ue esa v alía se le eclipsaba.
Trató entonces dé com pensar tal pérdida m e d ia n » e l
sistema de dem ostrar a todo e l m undo « lo im portante
144
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escribió en W alden, respecto a sus opiniones sobre la
in tim idad:
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E n c o g e r s e d e h o m b r o s e s u n a v i r t u d . A prenda
a pasar por alto algunas cosas. Prescinda de la im presión
de q ue tiene q ue llev arse las manos a la cabeza, sonada
m ente, an te las actitudes y com portam ientos d e otras
personas, actitudes y com portam ientos q ue a usted pue
den parecerlc irritan tes, pero que no le perjudican en
nada. lim íte s e a encogerse de hombros y o lvid ar el
asunto. S i asiste a una fiesta que no le hace ninguna
g ra d a , puede decirse p ara sus adentros: «Todos los ciue
se encuentran en esta sala quizá se consideren obligados
al co tilleo , a la ch arla triv ial y a d ar el pego con su
form a d e vestir, pero yo no tengo q u e hacerlo y eso me
aleg ra ». P uede usted abandonar e l guateque, d isfrutar
d e la d re u n sta n d a de m ostrarse discretam ente efectivo
o hacer lo que le parezca b ien . Pero d o conceda excesiva
im portancia a la conducta d e lo s asistentes a la reunión,
147
no dé la nota ruidosa y absténgase de m ostrarse insul
tante, para acabar perjudicándose a s í mismo y lasti
mando a todos los dem ás. U n encogimiento de hombros,
acompañado de un « ¿ Y q u é ? » en su fu e r o in tern o , y
habrá solventado satisfactoriam ente toda la cuestión.
Ésta es la m arca del redim ido, no de un farsante, sólo, ni
más ni m enos, de una persona q ue no necesita proclam ar
en todo momento cuál es su postura.
D a r se po r o f e n d id o es una c u e s t ió n de v íc
t im a No tiene ninguna necesidad de volver a darse por
.
ofendido nunca, ni por desaires que le dediquen n i por
cosas de este mundo a las q u e es posible se haya acos
tum brado a «considerar insultantes*. S i no aprueba el
com portam iento o lenguaje de alguien, ignórelo y santas
pascuas, particularm ente cuando no tien e nada que ver
con usted. A l sentirse ofendido y trastornado por frases
de la índole d e : «¿C ó m o se atrevió a d e d r tal c o sa ?»,
«;N o tiene derecho a soliviantarm e de esa m an era!» o
«L o s tipos raros m e sacan de q uicio », lo uue hace uno
es tiranizarse a s í mismo con la conducta de los dem ás,
lo que eq u iv ale a perm itir que precisam ente las personas
q ue le desagradan em puñen las riendas de uno. Encójase
de hombros, desdeñe e l asunto, m ire h a d a otro lado y
pregúntese si realm ente la cosa es tan m ala; o , si pre
fiere esforzarse en cam biarla, no se p rive de hacerlo.
Pero en ningún caso e lija la postura d e víctim a: «e n tin e
ofendido y dejarse desasosegar por la cuestión.
A n a l iz a r un as r e l a c io n e s h a s t a l a c o n s u n c ió n
pued e CO N V E RTIRLE Si considera que tien e
en v íc t im a .
que sentarse y «tra b a ja r» a fondo, con regularidad, sus
relaciones, particularm ente su m atrim onio, es posible
q ue esté p a rtid pando en un ejercid o m ás neurótico de
lo que usted cree. E l exam en en profundidad de las
relaciones com porta a menudo prolongados diálogos
acerca de diversos temas, estu dio de afinidades, intento
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149
de seguir «trabajando* s u s r e l a d o a e t ? C ada u d o que
deje a i o tro ser un ente ¿p ico y , o rn o dioe K ahlil G i-
bran, «P e rm itid q ue h aya espacios en la estrecha unidad
de vuestro com pañerism o».
150
M E n sus esfuerzos
e n t jr n o s ib m p iu i e s in m o r a l .
para lo grar que todo e l m undo le com prenda o le m ire
con ojos de aprobación, es posible q u e haya adoptado
usted una postura rígid a en cuanto a la m en tira, prohi
biéndose term inantem ente participar en tan «n efasta
p ráctica».
Reconsidere su actitu d . ¿N o se encuentra a veces
avasallado por su costum bre de decir la verdad contra
151
viento y m area? P uede q ue eaté de acuerdo con la co
mún observación d e q u e si, por ejemplo, loe nazis se
aprestaran a ejecu tarle, a menos que usted lograse con
vencerlos d e q ue no e s judio, y fuese usted judío, d ifícil
m ente podría sentirse obligado a decir la verdad. En
casos ex trem o* de tal naturaleza, la gente convendría en
que usted no debe ninguna lealtad i c verdad a sus ene
migos. De hecho, se considera conducta efectiva enga
ñarlos d el modo que sea y que usted pueda poner en
practica. D e forma que usted no es contrario a la m en
tira en toda árcu n stan cia, aunque probablem ente esta
blece unos lím ites m uy estrechos p ira las circunstancial
en las q ue lo considera ético. A sí que lo que en realidad
necesita es revisar sus ideas para d eterm in a r e l terren o
que destina a la m entira. ¿E s razonable abstenerse d e
m entir cuando le consta que la verdad perjudicaré a
otros? ¿Son sus principios (sus normas) m is im portantes
que las personas a las q ue debieran se rv ir? Exam ine a
fondo estas cuestiones y pregúntese si no estará siendo
víctim a d e su propia in fkxibilid ad .
U na cliente d e sesenta y un años d e ed ad acudió a
m í desazonada porque no conseguía encontrar empleo,
pese a ser una taquígrafa capacitada y con gran expe
riencia profesional. S e quejaba de que los patronos pro
cedían a discrim inarla negativam ente, y no contrataban
sus servidos a causa de su edad. Cuando la indiqué que
diese una edad d istin ta y com batiera esa discrim inadón
con las arm as con que e lla contaba, la clien te se escan
dalizó. «¡E so sería m en tir!*, dijo.
Desde luego, yo no ignoraba que precisam ente de
eso se trataba. A esta cliente le habían denegado siete
empleos unos em presarios insensibles y discrim inatorios
que incluso desobedecían la le y ... y , sin em bargo, la
señora continuaba sojuzgándose a sí m ism a con e l prin-
d p io de no m entir nunca. En ú ltim a instancia, «v io ló la
verdad», d ijo a un entrevistador q ue tenía cincuenta y
cinco años (aparentaba cuarenta y cinco) y la contra-
152
153
N o d e ja d e en trañ ar riesgo« lá exploración del tem a
de la m en tira, puesto q u e m uchas, m uchísim as personas
están encastilladas en la idea d e que la m entira es siem
pre fun esta — algo que está relacionado con la scnsadóft
de culpa— , incluso en aq u ellas circunstancias en que sea
justificable. Evidentem ente, no apoyo la m entira in dis
crim inada. Pero si por d ecir la verdad va a acabar usted
convertido en víctim a porque revela información acerca
de s í m ism o q u e, según su criterio , debe mantenerse en
secreto, entonces se está usted comportando de forma
contraproducente y vale más q ue revise su postura. Por
otra parte, s i m entir es la única o la m ejor táctica que
puede em plear para lib rarse de una tram pa para víc
tim as, no tem a ni vacile en tom arlo en cuenta. S i a un
prisionero de guerra le preguntasen sus aprehensores:
«¿P ro ye c ta fu garse?*, ¿ib a j i contestarles afirm ativa
m ente? Les m entiría, y cualquiera aprobaría esa con
ducta. B ien, observe su propio com portam iento durante
algún interrogatorio corriente y hágase su composición
de lugar. Supongamos q u e un salteador le pregunta a
punta d e p isto la: «¿T ie n e dinero escondido en algún
lugar d e la c a sa ?» Salta a la vista q u e, en este caso y por
la cuenta que le tiene, no in sistiría usted en la actitud
de decir la verdad a ultranza. No es preciso nunca que
se d eje m anipular por otros pora revelar información pri
vada, n i q ue perm ita que abusen d e usted aprovechán
dose d e su ciega devoción a la verdad.
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que su esposa y ¿I no se dirigieron después la palabra,
sino que la m ujer continuó sin entender que mi amigo
quisiera ju g ar al fútbol. U na jugada de víctim a por par
tida trip le. S i él hubiese com prendido q ue su esposa
jam ás entendería aquel deseo de ir a ju g ar al fútbol con
los muchachos, y que e ra lógico y natural que no lo
entendiese, habría evitad o la caída en la trampa, de
intentar explicarle q ue seguía siendo un buen marido,
pese a desear hacer algo que a ella !e resultaba im po
sible entender.
Lo contrario de la sensación que le im pulsa a uno
a dem ostrar su com petencia es e l hecho de que otras
personas esperen que lo haga. A uno no le resulta ex
traño oír: «¿Q u é te indujo a hacer e so », «A h , sí, de-
m uéstram elo», u otro sentim iento sim ilar. U na y otra
vez se ha de estar alerta en lo que se refiere a dem ostrar
algo a alguien. Se puede ser discretam ente eficaz en tale*
ocasiones y sim plem ente celebrar una consulta interna
consigo m ism o, que se desarrolle poco más o rueños así:
H acerlo, ¿m ejorará las cosas? T al vez sea m ejor q ue
p a se y le deje que piense k> que le plazca». Esto es
particularm ente im portante cuando trata con extraños.
¿S e ha detenido alguna vez a considerar lo estúpido que
es ponerse a prueba ante un perfecto desconocido y
destinar porte de su tiem po a pretender convencerle de
lo correcto de la postura de usted? G eneralm ente, eso
se hace porque uno trata de convencerse a s i m ism o y
u tiliza a l oyente (víctim a) como eapejo.
Pronto aprenderá usted a sentirse encantado d e sus
triunfos discretos. D urante e l descanso, en un concierto
al que asistió hace poco, K evin salió a l puesto de re
frescos montado en e l vestíbulo del local y pidió cuatro
gaseosas para los miembros d el grupo con e l q ue había
¡do. D io m edia vuelta para en trar con ellas en la sala y
reparó en un letrero colocado en la pared, junto a la
puerta: T o d o s l o s r e f r e s c o s d e b e n t o m a r s e e n e l
PUESTO D BL CONCESIONARIO.
156
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b ili dacie s de loe dem ás. Cuando u ro tiene q u e demostrar«
sus «razo n es», • m enudo se olvida d el tacto y sa m ix»triti
grosero, para acabar convertido efl víctim a. H e aq u í ntfj
anecdota preferida so bre e l tacto, jü com o la refirió u n o
de lo s más im portantes narradores que en e l m undo h a *
sido, Jo hn Steinbeck:
D EM O STRAR LA P R O P IA CO M PETENCIA
ANTE F A M ILIA R E S Y A M IG O S
158
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espera un am igo es q ue sea usted til Cómo es, y la fran
queza constituye la p iedra angular de todo el asunto.
Cada vez que hablo con grupos d< padres, les sugiero
que echen una buena ojeada a sus relaciones am istosas y
em piecen a tratar a sus hijos y a los dem ás miembros
de la fam ilia como tratan a sus amigos. P or ejem plo, si
un am igo derram a un vasu de leche encim a d e la m esa,
lo más probable es que d iga usted: «Bueno, no ha pasa
do nada, te ayudaré a lim p iarlo ». Pero si tal desaguisado
lo com ete su hijo, lo norm al es que usted exclam e:
« ¡A v er si m iras lo que haces, D u m ay ! ¿P o r qué tienes
que ser siem pre tan to rp e ?». Sea como un am igo para su
esposa, sus hijos y todos los demás m iem bros de su fa-
m alia. En e l seno fam iliar es donde se siem bran muchas
de las sem illas de la angustia mental, en parte porque
pocas fam ilias comprenden que s i no se respeta a sus
m iembros, con las debidas garantías de intim idad y el
derecho a n o tener q ue confirm ar o d ar explicaciones a
cada momento, los lazos del afecto se ponen demasiado
tirantes y se convierten en cordones de tensión. Creo que
estas conmovedoras palabras, extraídas del hermoso en
sayo de Emerson sobre la A m istad, resum en tan perfec
tam ente este punto crucial que he utilizado algunas de
ellas en la dedicatoria d e eate libro:
160
161
quisquillosos y personas q u e se quejan c n n s t u s c a aW
de k m anera en que e l mondo lis trata. D esde loego,
uno puede brindar consuelo y ayuda al infcli* crónico,
pero fu era de eso, particularm ente cuando k m ann que
uno tiende se ve rechazada con reiteración, a lo que
uno está obligado es a ev itar k compañía de p enooM
que puedan ab atirle.
P a ra captar k atención d e uno, n o (altarán quienes
le m iren con e l ceño fruncido y , si uno responde, no
conseguirá más que d ar m át aliento a lo s m a n v « h á b í ^
que desea extin gu ir. A l perm anecer en tre esos sujetos
desabridos y sum ergirse en k sensación d e irritab ilid ad ,
lo único q ue consigue uno es anim arles a q ue continúen
con su conducta atrab iliaria. Uno se h ará un favor a
sí m ism o, y se lo hará tam biér a ello s, s i se ap arta de
los individuos adustos en cuanto vea aflorar a k super
ficie e l prim er asomo d e am argura. N o sólo les enseñará
a d ejar de quejarse y les in citará a «prestarse a hacer algo
de provecho, sino q ue uno se pondrá tam bién en condi
ciones de em plear sus momentos presen cea d el modo m ás
propicio y favorable.
L as personas cuya debilitadora m arca d e m elancolía
tiene uno q ue evitar se pasan k vida auspiciando desas
tres y encontrándole defectos a todo. En rarísim as oca
siones tienen algo agradable q ue d e d r y , en vez d e con
tem plar e l futuro armados d e alegría y optim ism o, pro
fieren v er un porvenir ennegrecido por 1 m peores a n á s
trofes. S e consideran acabados y , traa k coraza de sus
historias de dolor e infortunio, resistirán todos lo s in
tentos q ue haga uno p ara m ostrarse agradable. Conver
tirán a los demás e n victim as, a base de que
nadie lo s comprende, al tiem po que rechazarán c o a fir
meza toda tentativa que llev e a cabo e l prójim o para
entenderlos. Por definición, son im posibles de com pla
cer, y nunca están dispuestos a em prender k t a it a d e
m ejorar su carácter. A lgunos individuos d e esta catego
ría se pasan toda k vida, desde k ju ven tu d hasta k va-
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una víctim a de la víctim a. Cuando ti abatido pesim ista
se percate de que usted no va a seguirle e l juego, casi
siem pre abandonará e l intento de convertirle a usted en
víctim a c , irónicam ente, su abatim iento y depresión em
pezarán tam bién a desaparecer.
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se da por supuesto q ue usted cederá en su firm e convic
ción h á d a la d ie ts, porque alguien no enriende esa deter
m inación. E l tru c » se em plea también para m antenerle
a uated dentro d e las m ism as pautas contraproducentes
que a su sojuzgador le resultan difíciles de romper. El
m ensaje consiste en q ue usted debería hacer cosas que
no desea hacer (se r víctim a), porque o tra persona quiere
que usted las haga o no enriende por qué usted, en ese
momento, no piensa lo m ism o que e lla . Esto puede u ti
lizarse también a la inversa, decir: «N o comprendo cómo
es posible q ue comas ese p a s te l... m íram e a m í, yo no
lo h ago ». La m ism a lógica, sólo que se em plea con d is
tin ta fin alidad.
— N unca m e d ic e s l o q u e piensas. Esto puede ser
una tentativa para que usted se revele y abandone sus
«n eu ró ticas» necesidades de intim idad. Una vez h a de-
clarado Jo que está pensando, la otra persona puede ab a
lanzarse sobre usted e in sistir en que no tiene derecho a
pensar d e ese modo, sea e l q ue set.
— H a d o p o r m í. Cuando sus dictadores no consi
gan doblegarle con e l alegato de que no le com prenden,
se retiraran a alguna posición personal com o ésta» y a
usted se le rogará que haga algo q ue no desea hacer,
porque e s c algo le s com placerá a ellos.
— M e has o fen d id o . Tenga cuidado con la j personas
que recurren al procedim iento de sentirse ofendidas sólo
porque así le proporcionan a usted «b uen as r o s n e s »
para q ue le rem uerda la conciencia y cam bie d e conducta,
adoptando u n proceder q ue les convenga a d ía s.
— Exijo una discu lpa. Este recurso puede contro
la r e l com portam iento de usted, aprem iándole p ata que
d iga algo q ue en realidad n o piensa u obligándole a re
troceder hasta verse arrinconado: L a situación de usted
no le perm ite disculparse, n i siquiera aunque lo desee,
sin rendirse tam bién, incondidonalm em e, al poder del
dem andante. Pero tenga presente, y esté dispuesto a se
ñalarlo, que tal disculpa «concedida» no vale nada en
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relaciones. Cuando algu ien le diga q ue no le entiende,
pruebe a encogerse d e hom bre», esboce una sonrisa y re
curra a la famosa cita d e S H f-R dan ce («Independen
c ia»), d e Em erson: « S e r importante es ser inctrrnpren
d id o ».
— Ignore los requerim ientos que le formulen per
fectos desconocidos cuando usted se explica de u n modo
más claro. D ígase que es m uy im probable que le entien
dan los extraños q ue le interrogan, n i siquiera aunque
lleve u sted su m ensaje estam pado llam ativam ente en la
cam iseta, de forma que nada le im pide ir por e l mondo
sin albergar el menor com plejo de culpa o la más leve
sensación de fracaso como persona, por e l hecho de que
e l prójimo le interprete m al. Está usted absolutam ente
capacitado para suprim ir d e su consciencia, por com ple
to, la sintonía de I03 asaltos verbales lanzados por desco
nocidos. P uede realizarlo con la misma precisión con q ue
quita la sintonía de una em isora de radio q ue transm ite
m úsica q ue a usted le tiene sin cuidado escuchar. C uan
do la ocasión lo exija, conviértase en «dcsintonizador»
discretam ente efectivo. Sí practica la «desintonización»
de las ««/cifrases mencionadas antes, ign orar los requeri
mientos d e desconocidos le resultará más fácil.
— C uando barrunte que nunca podrá satisfacer la
dem anda de una persona ante la q ue usted se explica,
lim ítese a preguntar: ««¡C ree q u é p od ría entenderlo al
guna v e z ? » . S i la respuesta es afirm ativa, pida a la perso
na que le dé su propia interpretación de 1 « conducta de
usted, y m anifieste usted su conform idad a las partes
q ue considere correctas. D e ese modo, se q u ita usted de
encima la responsabilidad del entendim iento y la traspa
sa a la persona demandante.
— E n la misma línea, cuando a usted le parezca q ue
alguien u tiliz a e l sistema de incomprensión como excusa
para sojuzgarle, pruebe a hacerle rep etir con exactitud
lo que ha dicho usted, antes d e p erm itirle que «exprese
sus argum entos». La clave d e esta técnica consiste en
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zos, puesto que lo ún ico que conaguen con usted es
que se retire sin m ás explicaciones
— Señale d e en trad a, frontalm ente, los intentos de
sus com pañeros para ab atirle. Cuando se percate de que
alguien trata de arrastrarle para que com parta las desdi
chas de ese alguien, d ig a usted: «M e parece que tus
tribulaciones requieren m i com paña*. C ualquier frase
de este estilo , pronunciada de modo exento d e hostili
dad, dem ostrará a su opresor en potencia q u e está usted
al cabo d e la calle en Jo que se refiere a esas estratage
mas y q ue exige respeto hacia su inteligencia y sinceri
d ad, incluso aunque la persona en cuestión pueda negár
selo al principio.
A continuación, puede usted decir a l jerem ías que.
durante la próxim a hora, no tiene asted interés alguno
en o ír absolutam ente nada acerca de lo m al q ue están las
cosas. Cronom etre la conversación y , cuando empiece a
filtrarse la prim era go tita de noticia funesta, córtele el
paso con «Acordam os q ue en e l plazo de una bora no
se hablaría d e eso*. Lo cual servirá a l quejoso d e recor
datorio am able d e su negativa costum bre y hasta es pon-
b le q ue le induzca a lu ch ar contra e s c vicio suyo. Por lo
menos, le lib rará a usted de escuchar du ran te una hora
e l fatigoso rosario d e lam entadones. U n a hora, un d ía o
el espacio de tiem po q ue usted haya establecido.
— Con su propia conducta, m anifieste usted a la
gente q ue está dispuesto a in sistir en la preservación de
su intim idad. N o dedique inacabables horas a p ed ir que
le dejen en paz. Resérvese p ara s í e l tiem po q ue desee o
juzgue oportuno. H ágalo firm e y am ablem ente, pero
h A g a l o . D é usted su paseo, descabece su sueñedto, lea
en su habitación el rato que le plazca o entreténgase
como guste, y no se d eje convencer para renunciar a su
intim idad, sólo porque otra persona no Je enrienda o
le tache de solitario.
— E l que los demás le pongan etiq u etas es algo que
usted ha d e aprender a aceptar como algo natural y no
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le corresponde, o sea, sobre la persona que ha decidido
sentirse dolida u ofendida.
— Sáquese de encuna la necia idea de que usted
debería experimentar alguna clase de remordimiento por
que algunos de sus amigos no les caen bien a otros. E vi
dentem ente, hay muchas personas en e l mundo a las que
usted no elegiría como amistades, de forma que ¿cómo
va a esperar que los que elija por sus propias y únicas
razones personales se elegirán automáticamente el uno al
otro? Sin embargo, las personas £ menudo se preocupan
o acongojan porque fracasan sus esfuerzos «casamente
ro s», en vez de lim itarse a aceptar sencillamente las leyes
naturales y selectivas de la «química de la amistad».
De modo análogo, evite usted afligirse o violentarse
cuando algún amigo suyo desee desesperadamente que
sus conocidos le caigan a usted simpáticos. No está obli
gado a compartir los sentimientos de los amigos de sus
amigos o los amigos de sus parientes y, al no lo hace, ello
no dice nada en contra de su amistad original. A l mismo
tiempo, reprima expresiones de sentimientos, en usted
o en los demás, tales como: «¿Cóm o es posible que a
ella le gusce esc hombre? A mí me parece un individuo
desagradable». La gente no debería explicar a los demás
sus preferencias en cuanto a amistades, ni verse sometida
a presiones para rechazar a alguno de sus amigos, en
favor de otros. Si se percata usted de que emplean con
su persona esta clase de maniobras, no tema denunciarlas
ni mantenerse aferrado a su criterio, utilizando las estra
tegias más «discretamente efectivas» que pueda reunir.
— Cada vez que se encuentre en peligro de verse
abocado hacia una discusión de la que preferiría no caer
víctim a, pruebe a manifestar: «H e decidido que malditas
las ganas que tengo d e discutir sobre eso. Si te empeñas
en discutir, tendrás que hacerlo solo. O nos hablamos
con respecto o me niego a participar». Puede que su
interlocutor se quede sorprendido ante la osada sinceri
dad de esta dase de terapia psicológica de choque, pero
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tica, que comportó abandonar la lú fk a e interpretar un
poco de teatro, indudablemente le dio mejor m u ltad o .
— No trate de dárselas de triunfador ante jefes de
sección, personas con autoridad, tiraladoi, etcétera. Con
cédales la sensación de poder que necesitan experimen
tar, déjelos que piensen que, en sus relaciones con usted,
ellos se salieron con la suya y n i por asomo se le ocuna
dar a entender que está usted convencido de lo con
trario.
A los jefes no les gusta que se Ies demuestre que se
han equivocado y saber esto y utilizarlo puede evitarle
a usted un sinfín de complicaciones con ellos. Aunque
tenga usted la absoluta certeza de que le asiste la razón
en cuanto a este sistema, aquel ascenso, etcétera, abstén
gase d e enfrentarse al jefe con un: «L a verdad es que
creo que está usted en un error en k> que a esto se refie
re », k> que colocaría al jefe en cuestión en la tesitura de
rivalizar con usted para defender su ego. La vieja aña
gaza para solventar e l asunto es la de llevar las cosas
de modo que, buscándoles las vueltas, e l jefe llegue a
creer que é l sugiere lo que usted desea... sobre todo si
K trata de algo como un ascenso o un aumento de suel
do para usted. En absoluto significa cito ser débil; repre
senta simplemente actuar con estrategia efectiva, lo que
exige saber cuándo se debe uno silenciar sus puntos de
vista y cuándo debe expresarlos en voz alta.
— Deje de hacer esas pequeñas cosas que no le gus
tan, pero que cumple porque, de no hacerlo, ellos no le
entenderían; por ejemplo, besar a parientes o conocidos
a los que preferiría no besar. Absténgase de hacerlo en
¡i próxima ocaaión. S i los demás quieren debatir el asun
to, emplee alguna de las estrategias que, para tratar con
personas que no le entienden, se han expuesto más arri
ba, pero antes de llegar a eso, empiece por la absten
ción. D eje d e asistir, por una vez, a l mortalmente abu
rrido té con tertulia que ae celebra en casa de d a M iriam
y compruebe qué ocurre. Si los demás insisten en sus
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lo* implicado* y revelarla violada tu sentido personal
de lo intim o, entonces no la revele. Si do le es posible
negarse, disim ule el asunto de la mejor manera que sepa
y pueda y no tilde su conducta de mentirosa. Recuérdese
que tiene perfecto derecho a ocultar información perso
nal, particularm ente cuando, para empezar, comprende
usted que nadie tiene derecho a formularle preguntas a
ese respecto.
EN CONCLUSIÓN
Nunca será usted profeta en su tierra. Nunca con
seguirá que le entiendan todo* y casi siempre acabará
convertido en víctima si tiene e l convencimiento de que
ha de dar toda clase de explicaciones demostrativas a k
gente. Ser discretam ente efectivo supone ser capaz de
hacer un guiño al mundo, con k burlonamente taimada
comprensión de que uno provoca lo* acontecimiento«
para sí y de que uno dispone en su interior de k sufi
ciente libertad como para no tener que contar k cosa a
nadie. Para que lo aprecien a uno totalmente por lo que.
es, uno tiene que haber desaparecido de este planeta
mucho tiempo atrá s... y si ustod comprende esto, dejará
de sen tir ¡a necesidad de que le aprecien y se encargará
de lograr que su vida funcione mucho mejor mientras
disfruta de ella aquí. Dostoyevsky lo entendió. Como
dice en Los herm anos Karamazov:
L ob hombres rechazan a sus profetas y los asesinan,
pero adoran a sus m ártires y honran a aquellos a
quienes han asesinado.
De modo que, ¿por qué va a perm itir usted que le
asesinen, ni siquiera aunque lo hagan psicológicamente?
Y lo que todavía es más importante, ¿por qué va a
esperar a la posterioridad para que le honren? D edda
vivir ahora y aceptar el hecho de que no le entenderán
todos siempre.
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ENSEÑAR A L O S D EM AS C O M O
DESEA U ST ED Q U E LE T R A T EN
La m ayoría d e la s p erso n a s so n
m is am aU es co n l o s ex tra ñ os q u e
c o n io s s e r e s q u erid o s y co n s ig o
m ism as.
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avasallados de m il formas distintas. Por regla general,
mi respuesta es siempre la mismr: « A uno le tratan del
modo que ha enseñado a la gente a tratarle».
Si se siente denigrado por el proceder de los demás
respecto a usted, examíne entoaces su propio pensa
miento y su propia conducta, y pregúntese por qué per
m itió o incluso alentó las afrentas de las que se queja.
Si no se hace responsable de la forma en que le tratan
los demás, continuará sin poder remediar nada.
El filósofo griego Epicteto resintió bace cerca de dos
m il años estas mismas ideas:
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m o Ñ fu e o o ñ.z jl po ñ q u c es n e m e s# , pom y c p /s m m
maltraten, y lo respalda con una conducta eficaz, sus
ofensores no rcdfcdrán la retribución que pretenden al
canzar, que consiste en verle a usted inmovilizado, de
modo que puedan manipularle. Pero si usted permite
que tiren de sus Mío*, como al fuera un títere, u opone
objeciones débiles y luego se deja gobernar, lo que está
haciendo es indicarles que continúen utilizándole como
vertedero sobre d que lanzar vejaciones.
GayJe era una d ien te que acudió a m í porque se
sentía implacablemente controlada por su dominante es
poso. Se quejaba de ser un felpudo para el-len gu aje
injurioso y las tácticas de manipulación del marido. La
mujer era madre de tres hijos, ninguno de los cuales 1c
manifestaba mucho respeto, y se encontraba en e l límite
de su resistencia, agobiada por la depresión y la deses
peranza.
Cuando m e refirió su pasado, escuché el caso clásico
de alguien que permitió que le oprimieran desde la in
fancia. Sos padres siempre hablaron por ella e insistieron
en que Gcyle les rindiese cuentas por todo lo que hacía.
El padre era hombre extraordinariamente dominante y
rigió la conducta de la muchacha a lo largp y ancho de
los años d e formación de G ayle y hasta la fecha del
matrimonio de ésta. Cuando la joven hubo encontrado
marido, resultó que «casualm ente* e l tal marido venía
a ser an a imagen casi exacta del padre, por lo que el
desposorio volvió a situar a la m ujer en la nriim a casilla
de víctim a. Todo lo que había aprendido era a dejar que
los demás hablasen por d ía , a que alguien le dijese lo
que tenía que hacer y a sufrir en silencio cuando nadie
se mostraba dispuesto a escucharla.
Señalé a G avie que ella misma habla enseñado mi-
nudosamente a las personas d que la tratasen de aquel
modo, qoe en absoluto era culpa d e «los dem ás», por
mucho que a ella le encantase responsabilizarlos de las
desventuras que padecía. Pronto comprendió que se
había estado avasallando a s í misma, al aceptar durante
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todos aquellos años los atropelle« d e que fue v íc tta *
sin poner en práctica efectivas estrategias de contra
ataq ue. U na vez obtuvo G ayle U percepción d e q u e
realm ente le competía a ella buscar la respuesta a sus
jblem as dentro de sf m ism a, y no m irando hacia fuera
r orientación psicológica la ayudó a descubrir nuevo*
caminos para enseñar a la gente a que la tratase ¿
m anera distinta. Empecé por transm itirle mi teoría del
«golpe d e k aratc ». Es algo a sí como esto.
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estaba firm em ente decidida, ganó la m ayorl* d e las b ata
llas. C ad a vez q ue los niños se mostraban irrespetuoso«,
G aylc reaccionaba alzando la voz y exigiendo de m anera
inflexible q ue cum pliesen lo que se Ies había ordenado
o cualquier tarea que hubiesen intentado elu d ir para que
la hiciese e lla . Lo q ue representó un auténtico sobresalto
para los chicos, que nunca habían oído a su m adre ex
presarse en aquel tono ruidoso. S e negó en redondo a
actuar de chófer para ello s, en determ inados d ías, y dejó
que se las arreglaran por su cuenta. S i no podían i r a
pie, deberían trasladarse en sus bicicletas o encontrar
a alguna otra persona q ue los llevara en coche; de
otro m odo, tendrían q ue renunciar a la actividad con
certada.
Los hijos de G aylc comprendieron en seguida de
que m am á había dejado de ser la dulce victim a d e siem
p r e ... no porque grítase o llorara una barbaridad, sino
porque con su nueva m anera de com portarse y la firme
determinación de m eterlos en cintura les enseñó q ue no
todo e ! m onte es orégano. Y d e nada les valí* a los
chiquillos esforzarse en hacerla sentirse culpable.
Con su m arido, G aylc estructuró un nuevo enfoque
relativo al m odo en oue ib a a ser tratad a en «delante.
Una de las tácticas favoritas d el esposo consistía en
m anifestarse disgustado y furibundo con G aylc, particu
larm ente cuando estaban cerca los niños n o tras personas
adultas que pudieran o írle. G aylc siem pre se acoquinaba
ante aquello; » o quería provocar ninguna escena, de
forma q ue se m ostraba silenciosa, obediente e incómoda.
Su prim era misión re í vindicativa estribó en afrontar a
su esposo, replicándole en e l mismo tono alto de voz
que empleó é l, para abandonar e l cuarto acto seguido.
La prim era vez que G a y k hizo la prueba, tanto e l
marido como todos loa presentes se quedaron d e una
pieza. L a pequeña y sum isa G syle se ponía e s plan de
criada respondona. N adie podía creerlo. E l m arido reac
cionó con un clásico procedimiento acusatorio, tratando
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de siem pre. S i d a p ie p ara entablar conversación y a i
m uestra conforme en que las cocas han d e arreglarse
conseguirá hundirse todavía m i» en la tram pa de la
cháchara hueca. Puede haber inanidad de «com unica
d o n es* en tre usted y e l prójimo en peso, pero hasta que
usted aprenda a conducirse según pautas eficaces, se
g u ir i viéndose atropellado y encima tendrá que g astar
ingentes cantidades de saliv a, dándole vueltas y vuelta*
a l asunto. M uchas personas derram an toda esa p alab rería
sobre sus terapeutas, quienes a su vez escuchan interm i
nablem ente relatos protagonizado« por los espantosos
dictadores que am argan h vida al cliente de tu rn o ...
L
eso es todo lo q ue se consigue, n i más n i m enos q u e
b la r y hablar.
L a terapia debe ser una experiencia que enseñe nue
vas n orm a s J e co m p o rta m ien to y combata la verborrea.
S i usted cuenta lo m al q ue se siente a a lgu ien y esa per
sona no le proporciona m ás que apoyo y p a rtid pación
afectiva, entonces usted sólo consigue se r víctim a por
partida doble. De un lado, los opresores de su mundo,
que le sojuzgan, y , d e o tro, la persona a la q ue está
usted pagando, sólo para que le compadezca.
E l com portam iento es e l m aestro m ás efid ente d el
mundo. El acto q ue dem uestra su resolución personal
vale m ás que un m illón d e palabras bien Intencionadas.
O bserve a sus hijos y e l modo en que reaodooan frente
a los bravucones q ue les m olestan. U n m atasiete infantil
intim idará a nueve d e cada diez chavales m ás pequeños
y esas víctim as rogarán, llorarán, chillarán o irán a q ue
jarse ante un- adulto, pero la intim idación continúa.
Y entonces sale e l ch iq u illo número diez e , in d u io aun
que es más pequeño q u e e l «m ató n », se d eja d e pam
plinas y aplica a éste el correctivo oportuno. D e forma
el elem ento chinchorrero no tiene m ás rem edio que
n •se p ara s í: «E ste es d único que devuelve lo s gol
pes, y aunque soy m ayor q ue é l, como no quiero q ue m e
sacudan d e nuevo y perder la faz, será cuestión d e de-
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haciéndoles refiad o oes, pero los chicos no parecen *d-
m il i r nada. ' .
D e vacaciones, C orinne y su fam ilia están en la playa.
El m arido disfruta p o r su cuenta, pero la m adre ba en
señado a las criaturas que e lla e s e l árbitro de todas laa
disputas in fantiles, por lo que oye:
— B illy me esrá tiran do arena, mamá.
— D eja de hacer eso inm ediatam ente, B illy.
T res m inutos después:
— B illy me e stá salpicando, m am á. O rdénale que
no m e salpique m ás.
— D íselo a tu padre.
— Y a se lo he dicho. M e ha contestado q ue eso no
va con é l, que recurra a ti.
D iálogos como éstos pueden repetirse indefinida
m ente. C ada uno d e los chiquillos apela a C orinne y
consigue su atención. C orinne reacciona exactam ente
como ha indicado a los niños que ib a a reaccionar: re
prendiendo o quejándose, pero sin ir m ás allá.
En e l superm ercado, e l más pequeño de los hijos
pide un chicle d e la m áquina. C orinne dice q ue no. El
chaval coge tina rabieta que se prolonga hasta (fJC O h
rinne ya no puede aguantar más y cede. E l m ensaje: « S i
quieres algo, no m e hagas m aldito caso, coge un be
rrinche, y al final te sald ría con la tu y a». C orinne «o
pasa la vida perorando a los crios, pero éstos no oyen lo
que dice, porque las palabras están desconectadas d e la
realidad.
C orinne puede enseñar a sus hijos m ediante la con
ducta, en vez de las palabras, o puede em plear laa pa
labras y subrayarlas por la acción. Cuando los chicos
acudan a ella para q ue acróe de juez, Corinne puede sen
cillam ente esfum arse. S í, quiero d ecir que desaparezca,
que se vaya y d eje que los m ozalbetes zanjen sus disputas
por sí mismos. P uede encerrarse en el cuarto d e baño,
puede salir a dar un corto paseo (si los niños no son
dem asiado pequeños para quedarse solos en casa), etcé-
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la b ra . Puede coger las manos fan cm n as y colocarlas
d o n d e le gustaría que estuviesen, puede d ilatar roda la
exp erien cia por el sistem a de ir demorando todos sus
acto s y puede dem ostrar prácticam ente las técnicas se
x u ale s q u e le placen, en vez de hablar de ellas.
S i a usted no le gusta el modo en q ue lo tratan en
la cam a, puede resu ltar estupendo extenderse en consi
deraciones verbales acerca d e su insatisfacción, pero esas
expresiones d e disentim iento probablemente le causarán
m ás problem as que los q ue le resolverán. Es mucho
m ejor ir directam ente en busca de lo que desea. S i su
có p u la resu lta siem pre excesivam ente rápida, retárdela
m ediante un com portam iento dem ostrativo de que el
acto sexual puede resultar más grato para ambos
m iem bros de la pareja si se tarda más en su ejecución.
S i usted no alcanza el orgasm o, esfuércese en contribuir
a que su cónyuge se entere de lo que usted desea, recu
rriendo a un canal in teligen te de conducta, en vez de
em plear la charla explicativa.
Esto no es una censura de la comunicación oral entre
parejas, sino una ojeada a la m anera de lograr q ue le
traten a uno como desea ser tratado, después de q ue las
palabras no hayan conseguido transm itir eficazmente el
m ensaje.
3. L a e spo sa m a g u lla d a . L as esposas m alt
tadas de obra constituyen casos dem asiado corrientes en
□uestra cultu ra, como puede atestiguar cualquier te ra
peuta que h aya dedicado bastante tiem po a la terapia
de fam ilia. Serían mucho menos corrientes si las esposas
«prendiesen a reaccionar ante tales tácticas em pleando el
com portam iento práctico en lugar d e las palabras.
M arie llevaba tres años convertida en blanco de las
agresiones físicas de su m arido. H abía sufrido contu
siones, hem atom as e incluso la rotura de algunos huesos.
Después de cada incidente, su esposo se disculpaba con
prodigalidad y prom etía no volver a hacerlo. Y M arie,
tras quejarse, llorar y rezar, todo oopiosamer.te, se limi-
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valores m orales de uno, cuando ae necesita d ar una lec
ción a alguien y las palab ras han patentizado su in uti
lidad. V erdaderam ente, como dijo Ibsen: «M il palabras
no dejarán una im presión tan profunda como un becho».
De m odo que em piece usted a d ar pasos constructivos
en dirección a la m eta d e enscñir a la gente la form a en
q ue ha d e tratarle, prescindiendo de las palabras cuando
no den resultado y creando, en cam bio, un arsenal de
pautas de comportamiento q ue coloquen todo su ser en
e l punto donde está la boca.
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SO BRE LA FO RM A DE MANIFESTARSE
EFICAZM ENTE ENERGICO
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sioncs de orientación psicológica, su recién ViaHada ap
titud le p ro du da una e sp e d e de éxtasis.
—- E l m arido de P a tti llevó s casa un cachorrillo e
inform ó a la m ujer que «am b o «» h a n a ten er «h ora do«
perros. Pero e l hombre esperaba que P atti se encargase
de todo lo referente a l onimalito, lim piarlo, cuidarlo,
arreglar sus papeles, albergarlo en la cocina, etcétera.
A través de su com pon «m iento p retérito, P a tti había
iudicado a su esposo q u e aceptaría realizar tan desagra
dables tareas cada vez q ue é l se las im pusiese.
La solución d e la m ujer consistió en d ecir al esposo
que tener otro perro en casa le parecía bien, pero que
se tratab a de una decisión adoptada p o r é l y , en conse
cuencia, ]a responsabilidad d el perro le correspondía a
él, al m arido. Entonces, se negó a cam biar los p ap eks
del cachorro, a dejarlo en trar en la cocina y a pasearlo.
A l cabo de dos días, e l m arido de P artí devolvió e l
anim al a la tienda y , merced a la conducta enérgica de
la m ujer, aprendió el modo en que debía tratarla.
— M urray había decidido abandonar la bebida. Sín
tomas de inm inente alcoholism o le señalaron e l cam ino
de las se s ió n « de orientación psicológica y e l bombee
estaba determ inado a m anejar sua propios mando«. Pero
sus am igos no le ayudaban gran cosa, como indica este
diálogo desarrollado en una sala de fiestas nocturna:
— Toma una cerveza, M urray.
— No quieto beber.
— Vamos, no seas aguafiestas, toma un trago.
— No, gracias.
A l camarero:
— Sírvele una cerveza.
— iN o, gracias'.
A l cam arero o tra vez:
— Sírvele una cerveza a m i am igo M u rtay, sólo
u n a ... (Venga, M u rray, toma un trago ! |Ya la tienes
servida!
194
W
tidos en víctim as d e un conocido que los adoptó, a ellos
y su dom icilio , como punto d e refugio. Sam se presen
taba sin previo aviso y dedicaba horas y horas a hablar
les d e su fracasado m atrim onio y de o tras sórdidas histo
rias q ue Iren e y H arold tenían q ue escuchar.
A l principio, Irene y H arold, que no deseaban h erir
lo s sentim ientos d e Sam, «e abstuvieron de exponer lo
que realm ente pensaban. Supusieron que era m ejor ser
insincero« y dejarse sojuzgar por un am igo que ofender
a un in vitado, provocar una escena, etcétera. Pero, al
cabo de dos m eses, Irene y a no pudo soportarlo más y
acabó p o r decirle a Sam q ue no q u ería seguir escuchando
loa tristes pormenores de su existencia, como tampoco
desoaba q u e se invadiera su hogar cada vez q u e é l, Sam ,
experim entase la aprem iante necesidad d e dispooer de
u s auditorio.
A p a rtir de entonces, Sam no abusó m ás d e la am is
tad <k Iren e y H arold. Empezó a llam ar antes de v isi
tarle«, p ara preguntar s i podían recibirle, y sus visitas,
p o r o tra p arte, se hirieron menos frecuentes. La postura
enérgica d e Iren e indicó a Sara el m odo en q ue e lla de
seaba ser tratada de igual m anera que la conducta tím ida
anterior había enseñado a l am igo que no ex istía incon
veniente en que coaccionase a Irene y a su esposo.
— T o ny siem pre se había m anifestado débil y sum i
so en sus tratos con loo vendedores. A m enudo, com pra
ba cosas que no deseaba, sólo porque no se atrev ía a
correr e l riesgo de herir los sentim iento« d e los depen
dientes. U n d ía , cuando había em prendido y a la tarea
de vigorizar su carácter, Tony entró en una rienda a com
prarse unos zapatos. Le m ostraron un p ar que le gustaba
y d ijo a l vendedor que se quedaba con ello s. Pero cuando
e l vendedor loa m etí« en la caja, T ony observó un pe
queño rasguño en uno d e lo s zapato«. Dominó rápida
m ente su prim er im pulso de «o lv id a rlo » y dijo a l em
pleado: «P o r favor, tráigam e otro por. Uno de estos
zapatos tiene un arañazo».
197
sujeto en cuestión p ierd e e l tiem po y no v a a sacar nada
em pleando tácticas ab usivas sobre usted. Los borrachos
y «eu fó rico s* q ue no paran de h ab lar, babear o tropezar
con u sted , irán a d ar trasp iés a otro sitio s i ven que no
se les hace caso. S i cuando tratan de «arrin co n arle* ob
servan q u e pinchan en hueso, lo norm al es q u e se larguen
en b u su l d e un ser «a n im ad o », en v ista de q ue su in ter
locutor no responde. Y t i ello s no lo hacen, usted sí.
— P elm azos. S i u sted perm anece quietecito , escu
chando cortésm ente a u n in dividuo «p lo m o », asintiendo
con la cabeza, pero rechinando los d ientes de ab urri
m iento y fastidio an te d monólogo egoísta e im p ertu r
bable, lo que indica con su actitud es q ue e l pesado de
turno ha d e hacer precisam ente lo que a usted le m oles
ta. P ero , por regla gen eral, los pelmazos se percatan a
cierto n ivel d e q ue la capacidad de aguante d el oyente se
está agotando y , con frecuencia, aplican e l freno si uno
d a m uestras d e q u e conoce e l m edio de rom per e l cerco
a q ue está som etido, ta l vez m ediante algú n com entario
expresado bonachonam ente, pero con f ir m e n . Por ejem
p lo : « jE h ! ¿N o te has percatado d e q ue llev as y a un
cuarto d e hora hablando, sin rep arar en q ue lo q ue dices
m e im porta un b le d o ?». Es m ejor aflojar q ue perder del
todo un oído.
— Q u ejita s y U oricas. A la s personas q u e abusan de
uno utilizándole a gu isa d e paño de lágrim as p ara sus
quejas y lam entos se les puede hacer com prender q u e, sin
víctim as propiciatorias, se encuentran en paro forzoso,
y a uno no le resu lta d ifícil darles una buena lecd ó o ,
m ediante e l sencillo procedim iento de dem ostrarles lo
in existente q u e es en realid ad su «d o m in io » so bre uno.
— M atones. Los m atones q ue atropellan y molestan
a lo s dem ás, «ju gu cto n am en te» o de cu alq u ier otro
modo, raram ente responden a las su tilezas; enaefiarles
q ue upo no está dispuesto a agu an tar sus «b ro m as»
suele req u erir la práctica de un com portam iento enér
gico.
198
199
cuarto a espadas y expresar su s opiniones. S i usted en
tonces las interrum pe, lo que hace es corroborar la regla
de que « la voz que m ás grita y más insiste es la q ue se
lleva el gato si agua*. Pero si usted reacciona con un
súbito y «sobresaltado silen cio » en el instante en q ue le
dejan con la palabra en la boca, las induce a darse cuenta
d e lo que han hecho y , en muchos cajos, se disculparán.
S i no captan la indirecta silenciosa, entonces la próxim a
vez puede usted decir: «¡C o n ésta son diez veces las que
me interrum pes! ¿E s q ue no eres capaz de m anencr en la
memoria lo q ue quieres d e d r, hasta que yo haya term i
n ad o ?». A menos q ue 1« persona sólo desee intim idarle
(y usted sabe que entonces k> hacen), lo norm al es que
se esfuerce en restringir su costum bre, aunque ea posible
que siga haciéndole f ilta que usted le llam e al oirien de
vez en cuando: avisos afables, naturalm ente.
— D esvergon zados. S i es usted proclive a escanda
lizarse por el lenguaje, las im ágenes s e x u a l» , los chistes
verdes, las historias peregrinas o las cosas de tipo grose
ro o raro, los descomedidos aprovecharán tal circunstan
cia para avasallarle. P ara dem ostrarles que e l truco no
funciona con u sted, niéguese a sentirse ofendido para su
provecho o diversión y , si es necesario, patentice que
considera infantil sem ejante com portam iento.
— E m baucadores y cam elistas. La friald ad indife
rente suele ser el único instrum ento eficaz pora indicar
a los individuos q ue en absoluto tk n e n Interés alguno
por usted (aunque sim ulen tenerlo), salvo en k> que se
refiere • lo que pueden sacarle.
— R esen tid os. Las personas uue intenten utilizar su
resentim iento por algo q u e haya hecho u sted, para m a
nipularle y convertirle en víctim a, sólo desistirán de su
empeño cuando usted I » dem uestre que ni por asomo va
a perm itir que esc resentim iento in fluya sobre sus deci
sio n es Pruebe a com unicárselo así y , caso d e que no
resulte, recurra a las estrategias dispuestas para tratar
con las personas que no le comprenderán.
200
201
— A va ricioso!. L a avaricia m u y b ie n p u ed e ser e l
sojuzgador o rig in al d e l m undo. S i alg u ie n próxim o a us
ted « avaricioso y u sted coloca sus propios principios e
Independencia por deb ajo d e la le a lta d a e se algu ien ,
puede v erse com pletam ente p erdid o, tanto en lo q u e se
refiere a su tiem po, su d in ero , su lib e rta d , etcétera.
Ha perfectam ente po sible q u erer a la s personas y no
dejarse seducir p o r su co d icia ile g a l o in m o ral. D e hecho,
si usted sigu e ad elan te tran q u ilam en te y la acepta, no
es t i haciendo un bu en trab ajo e n cuanto a afecto. L a
av aricia e s desear m is d e lo q u e a u n o le corresponde de
algo , a expensas d e o tra persona, y lo s q u e arreb atan no
son nunca seres felices. L a codicia en k s personas que
usted no conoce o q u e no le im portan e s algo q u e debe
suponer d e antem ano y , e n consecuencia, ten er dispues
ta s, cuando trate con esas personas, las e strategias de
s n tírm a lla m ie n to q u e la s enseñarán a d e jarle a u sted
tran q u ilo . P ero la av aricia en algu ien q u e a u sted s í le
im porta h a d e rechazarse c o a todo principio v toda tác
tica adecuada d e com portam iento d e q u e e l redim ido
disponga.
V A R IO S T IP O S C A R A C T E R IST IC O S
DE V IC T IM A S E LE G ID A S C O M O O B JE T IV O
202
203
M a rtin L u ther K ing sab ía q u e la v en te ten ía q u e
echarse a la c a lle , arm ar ru id o , em p rend er m archas, re
m over las cosas, provocar la prom ulgación de leyes, pera
q u e su sueño se h iciese realid ad .
T an to L in co ln com o K ing estab an perfectam ente en
terados d e q ue lo s derechos civiles d e las m inorías se
violaban porque no se erguían e l su ficien te núm ero de
personas p ara e le v ar un d am o r d e : « jB a s ta y a ! jN i p o r
un sc^ u n ó o m ás tolerarem os la esclavitu d en n u ettr * so
c ie d a d !» P alab ras, p alab ras, p a la b ra s ... y finalm ente,
a cció n , p ara en señ ar a l prójim o cóm o d eb e tra ta rle a uno.
C h u rch ill com prendió q u e u n o no p a cta b a coo lo s
nazis, com o la exp erien cia le dem ostró dolorosam ente •
C ham berlain . Los nazis h ab rían conquistado el m undo
entero si la gente no se hubiera alzado pora oponerse a
ello , arriesgan do la v id a y perdiéndola en m uchos casos,
y d eten er la locura d e 1 « sojuzgadón to tal q u e el nazism o
engendraba.
Jeffersu n y F ran klin sabían que la s colonias nortea
m ericanas hab ían in dicado a lo s b ritán ico s q u e no les
im po rtab a q u e les tratasen com o «sú b d ito s» y q u e , p ara
q ue la s cosas cam biasen, los colonos ten d rían q u e d ejar
de h ab lar y p asar a la acción, dem ostrando con hechos
su deseo d e independencia.
De m anera an álo ga, las m ujeres d e la N orteam érica
contem poránea h an aprendido q ue deben e r ig ir sus de
rechos valiéndose p ara e llo d el com portam iento, en vez
d e p ed irlo s con p alab ras carentes de sign ificad o y frases
más o m enos exp lo sivas. E n gran p arte, las m ujeres han
padecido avasallam ien to porque enseñaron a lo s hom
bres q ue e lla s eran capaces de soportar la so ju zgad ó n .
C uando ese aguante desap arece, la ig u ald ad em p ieza, lo
q u e no deja d e re su ltar sorprendente. L os in d io s n o rte
am ericanos han com prendidos q ue tratad o s y conferen
cias no sirven d e n ada, y ahora -se Ies hace caso, porque
no están dispuestos a co n tin u ar en p lan d e víctim as.
E n la h isto ria so d a l, lo s ejem plos son in fin ito s. E n la
204
205
salieron de la prueba con e l respeto d e lo s d e m is. S í, •
m enudo, e l coste ha resultado m uy alto , pero, a pesar de
todo, la ló gica m antiene su vigencia: si ü n o se d eja per-
206
ñmo ñ fü € G O ñ zjl PO fiQ ue esn e m e s ñ . puññ y cñ& tñunñ .
dos grupos hum anos se v e an oprim idos p o r otros grupos
q ue ocupan situaciones d e poder. Uno puede ap licar a
•u propia v id a la s le c c ió n « de liberación efectiv a de
grupo«. Q uien qu iera q u e in ten te ob ligarle a usted a m ar
ch ar en u n a dirección q u e n o h a elegid o p o r p ropia vo
lu n tad no e s m enos irresponsable o no está menos
descarriado q u e u n p ropietario de esclavo s, u n to r y o un
dictador. U no h a d e d isponer d e su independencia para
se r uno m ism o y oólo p ued e conseguirlo enseñando a los
dem ás dón de se encuentran los Emites d e lo q u e uno
está dispuesto a aguantar.
207
d e mí. N o hablaré durante más de m i
nuto« con una persona bebida, n i subiré nunca
a u n autom óvil conducido p o r un borracho,
para q ue m e Ueve a c aía .
2 . M e negaré a d ar explicaciones a alguien cuyo
Interés por escuchar lo que yo pueda d ecir b ri
lle evidentem ente por su ausencia. En e l m o
m ento en q u e m e d é cuenta de que d irijo la
palabra a una pared, interrum piré m i intento.
3 . No seré plato d e segunda mesa.
208
209
pieza con un paso, peto u sted debe estar dispuesto a dar
ese p rim er paso, p rev ia superación, durante un ínfimo
segundo, d e sus tem ores e inercia.
— P ractique la p ro n u n d ad ó o de frases dinám icas,
rezum antes de entereza, incluso en lu gares donde puedan
parecer tontas. Considere estos ejercicios como ensayos
con vistas a loa grandes acontecim ientos. D eparta con
cam areros, vendedores, desconocidos, conserjes, oficinis
tas, recepcionistas, tax istas, repartidores d e lech e o con
quien sea. D ígales lo q u e le g u staría obtener de ellos y
y a v erá si ese «ejercicio * d e usted no le proporciona
e l respeto y e l buen se rv id o por p arte d e esas personas.
C uanto más ensayo, m ejor preparado se encontrará usted
cuando se presenten ocasiones im portantes.
— Deseche las frasea q ue periñiten o in vitan a loe
dem ás a sojuzgarle. D eclaraciones com o: «N o soy preci
sam ente u n gran p erso n aje», « A d e d r verd ad , n o soy
tan listo como todo e s o » , «L o s núm eros n o se m e dan
b ie n », «N unca be entendido g ran cosa d e cuestiones le
g ale s» o «N o acabo d e coordinar dem asiado» son en rea
lidad paten tes de corso p a ra q ue e l prójim o se aproveche
de usted. S i uno le dice a l cam arero, m ientras á t e suma
la cuen ta, q ue la aritm ética e s oigo a s í como chino para
uno, e stá indicando al mozo q ue a uno se le escapará e l
«p o sib le erro r* de la operación.
— N iéguese a realizar tareas q ue usted odia d e m a
nera absoluta y cuyo cum plim iento no le corresponde
«o b ligato riam en te*. S i o d ia cortar e l césped o hacer la
colada, absténgase d e hacerlo du ran te quince d ías, a v er
qué p asa. C ontrate lo s servicios d e algu ien p ara efectuar
lo s trabajos que usted no puede h acer o enseñe a otros
m iem bros d e la fam ilia a cuidarse d e mí mismos» S i siem
p re h a lavado la ro p a d e unos fam iliares adultos perfec
tam ente cap aces d e hacerlo por s í m iam os, entonces les
ha enseñado a u tilizarle a u sted com o victim a y esclavo.
L a única v ía de escape p ara sa lir d e la tram pa consiste en
d ejar d e hacerlo y , cuando quieran prendas in rM ín m
210
211
rusto», o alegan: «N unca hiciste cato astea, ¿p o r q ué lo
naces a h o ra ? » , entonces retroceda a l comportamiento
que dice q ue usted es t i resuelto a proceder d e acuerdo
con ros convicciones. M anténgase alerta respecto a loa
genuino» sentimientos de exasperación, sobre lo s que
puede hablar, radicalm ente distintos a las tentativas de
m anipularle p ara q ue vuelva a ser la víctim a dócil y estu
penda q ue siem pre fue, que usted sencÜlamcnte se niega
a reconocer.
— D em uestre a loa dem ás q ue tiene perfecto dere
cho a reservarse e l tiem po q u e juzgue oportuno para
hacer las cosas que le gustan. Sea in flexible en lo s dea-
cansos que le corresponden. V aya por e l m undo exigien
do lo q ue le corresponde. Considere sus períodos de
asueto y disfrute de relajación como algo d e la máxima
im portancia, que lo son, e im pida con firm eza q ue otros
se lo s usurpen o estropeen. St se v e interrum pido cons
tantem ente, pruebe a poner en práctica alguna d e las
estrategias recom endadas anteriorm ente pora tratar con
las personas que m eten baza en las conversaciones.
— N iéguese autom áticam ente a actuar de m ediador
p ara reso lver la s disputas d e otras personas, especialm en
te las d e lo s niños. Enseñe a la gente que usted vale
dem asiado para actuar d e árbitro (o p ara tom ar partido)
en las q uerellas ajenas, i menos q ue q u iera hacerlo y
pueda a todas luces hacer algo bueno.
— R egistre por escrito e l modo en q ue otros le so
juzgan con sus palabras. S i es usted una m adre acosada
tome nota del núm ero de veces que oye a l d ía : «M am á,
m am á, ¿q u é debo h acer», o bien: «H ázm elo tú » , o bien:
«C onform e, ella lo h a rá ». Cuando com pruebe, la fre
cuencia con q ue los dem ás em plean e l lenguaje p ara con
firm arle a usted com o víctim a, estará m e jo r pertrechada
para com batirle coa una nueva conducta, y un d iario o
registro, le ayudará a com probar esa frecuencia.
— A diéstrese para no m ostrarse colérico frente a las
personas a 1« q ue h a enseñado a m anipularle p ara que
au
213
de uno, y tam bién le respetará más si usted em plea e l
térm ino esda vez que le resulte necesario. Colóquesc
delante d e un espejo y e je td te se en e l ¡No! jN ol ¡N o!
El poder está ahora en sus m anos, sólo tiene que aceptar
e l riesgo y h a ce rlo ... ¡ a h o r a !
— Cuando encuentre quejicas, interruptores, pole
m istas, fanfarrones, charlatanes embaucadores, pelmazos
o sojuzgadores análogos, puede usted señalarles su con
ducta calm osam ente, m ediante indicaciones como: «A c a
bes de in terrum pirm e», «E so y a lo d ijiste an tes», «S e
lam enta de cosas q u e nunca cam b iarán », «P ierdes una
barbaridad de tiem po fanfarroneando». Si b ien tales
tácticas pueden perecer crueles, en escod a constituyen
trem endos mecanismos «doctrinadores para inform ar el
prójim o de au e uno no es u n potencial sacrificado m ás,
susceptible de som eterse ante e l comportamiento alie
nante d e los «v erd u g o s». Cuanto m ás tranquilo se m ani
fieste y cuanto m ás francas y certeras sean les observa
c ió n « q ue d irig e e l blanco, menos tiem po permanecerá
usted en e l asiento destinado a las víctim as.
EN RESUMEN
214
N U N C A C O L O Q U E LA LEA LT A D A
LAS IN STIT U C IO N ES Y A L O S DEM AS
POR EN CIM A DE L A L E A LT A D A
SI MISM O
S i u n o e s la ob ra q u e realiza,
e n to n ces cu a n d o u n o n o h a ce
nada, n o e s nada.
215
S í No
1. ¿S e toma usted sus obligaciones laborales
m is en serio q ue sus responsabilidades per
sonales o fam iliares?
2 . ¿L e resu lta d ifícil relajarse y apartar de su
cerebro las cuestiones relacionadas con el
trabajo?
3 . ¿O bserva usted que sacrifica su tiempo en
aras del lucro m onetario o la adquisición de
objetos m ateriales?
4. ¿D edica usted su vida a ir en pos de cosas
como pensiones o proyectos de jubilación?
5 . ¿Concede usted prioridad al logro d e cosas
y p restigio , colocando esto por encim a del
trato gozoso d e las personas?
6 . ¿ S e de ja usted atu rd ir fácilm ente por los
trám ites adm inistrativos y las barreras que
levantan los burócratas?
7 . ¿C ree usted que fracasar en una tarea es
una terrible catástrofe o q ue siem pre ha de
esforzarse al m áxim o?
8 . ¿O pina q ue e l equipo o la em presa es más
im portante q ue e l individuo?
9 . ¿L e atrib ula la idea d e integrarse en comi
siones o participar en cerem onias sin sen
tido re la c io n a d « con e l trabajo?
10. ¿L e resu lta d ifícil tom arse unos días libres
sin sentirse culpable?
11. ¿A ctú a y habla siem pre con rapidez?
12. ¿S e m anifiesta im paciente con las personas
que no hacen las cosas del modo que usted
cree que deberían hacerlas?
216
217
E L EM PLEO EQ UIVO CAD O DE L A LEALTAD
218
219
de la rivalidad sobre todo congénere que «parece en su
cam ino.
Eche otro vistazo a la com petencia. Pregúntese si no
está usted siendo víctim a de lo mismo q ue tan fervoro
sam ente endosa.
L as instituciones estim ulan e l sentido de la compe-
ti ti vi dad. Están en e l negocio de «su p erar a l otro mu
chacho», de modo que se esfuerzan a l m áxim o para
conseguir que cuantos están en su poder 9e envicien en
la competición y su m ente actúe en función d e e lla . Las
instituciones m ontan la m aquinaria específica para in
fu n dir c ! adecuado esp íritu com petitivo en los desti
nados a ser devotos d el deber. Se crean sistem as de
prem io y recompensa para asegurarse de que las personas
se sacrificarán en aras de superar a su prójim o, con vistas
a conseguir ascensos y «sta tu s». S e enseña a los indi
viduos a m irar por encima del hom bro « a l fulano que
quiere llevarse e l gato a l agua».
En una cultura capitalista, llevar una institución re
q u iere grandes cantidades de com petitividad. Y ai, es
un mundo com petitivo e l que se extiende ah í fuera. Pero,
como individuo, uno puede com petir eficazmente dentro
d e la estructura institucional sin cargar e l acento equivo
cadam ente y llevar la rivalidad a extrem os perniciosos y,
de m anera m ás destructiva, a su propia vida personal.
S i se d eja arrastrar al terreno d e la com petición a u l
tranza, puede ejercer tremendas presiones sobre sus fa
m iliares para que sean como usted y para rivalizar con
cuantos se relacionan con sus vidas. A unque los resul
tados d e la com petición intensa son evidentes por do
quier en nuestros modernos edificios, nuestras autopistas
y nuestra aparatosa y compleja electrónica, etcétera, lan
ce una atenta m irada a lo que han costado en térm inos
humanos.
G eneralm ente, los ejecutivos estadounidenses están
abrum ados por la tensión. En los altos niveles directivos
em presariales, ataques cardíacos, úlceras e hipertensión
220
221
Todo e l m u id o olvida q u e, pese a sus innegables
ven tajas, la com petición es un proceso despilfarra
dor. Q ue todo ganador ak an z a esa posición a costa
d e d e n , d e m il, de d e n m il perdedores. Y ah í es
donde se encuentra la sociedad norteam ericana:
habla d e co m p eten cia como si ntuxca hubiese oído
la palabra cola b ora ción . S e n ieg a a darse cuenta de
q ue la presión excesiva no m ueve a las personas,
las tnptB, s
222
LO S RESULTADOS DE LA R IV A LID A D
EXCESIVA
223
o tra cara en la m oneda. La colaboración es un sistema
mucho más eficiente para elevar e l nivel de calidad de
la v id a de uno y de loe dem ás. Cuando las personas se
reúnen para ayudarse m utuam ente, e llo beneficia a todos
cuantos intervienen en la operación.
En los centros pedagógicos, si los alum nos com piten
en tre sí para alcanzar unos cuantos «so b resalien tes» que
distribuyen irreflexivos m aestros o profesores, e l resu l
tado total es un derroche. Los estudiantes se convierten
en paranoides y em piezan a hacer tram pas, a.m e n tir y
a llev ar a cabo lo que baga falta para lograr « e l prem io ».
Por o tra p arte, las clases en grupo, cooperativas, pro
ducen niños saludables que desean com partir sus ale
grías, en vez d e guardárselas exclusivam ente para sí.
En N orteam érica tenemos unos doce m illonea d e al
cohólíeos. Se despachan al año más d e d e n m illonea de
recetas de específicos antidepresivos y tranquilizantes,
adem ás de unos veinticinco m illones de anfetam inas
p ara adelgazar. Específicos para dorm ir, m antenerse d es
pierto, aliv iar la tensión, los dolores, los calam bres, e t
cétera, se sirven y se consumen en cantidades incalcu
lables. Nos hemos convertido en toda una n ad ó n de
consumidores de píldoras y adictos psicológicos. Insom
nio, im potencia y fases depresivas alcanzan proporciones
astronómicos, y las personas buscan tratam iento terapéu
tico en contingentes d e verdadera plusm arca. Se lleva
m asivam ente a los niños ante asistentes sociales, psicó
logos y psiquiatras. E l alcoholismo entre los adoles
centes es un problema de im portando capital y el su i
cidio, particularm ente de personas d e edad inferior a los
veintiún años, se d a con excesiva frecucnda.
Estos hechos son producto directo de un a cultura
q ue institucionaliza la cotnpetidón a costa de la colabe-
rad ó n . A lvin T offler, en El « sh o ck » d e l fu tu ro , analiza
detalladam ente los problem as y predice espantosos re
sultados, ú no hacemos inventario en seguid* d e nues
tras posibilidades. Pero uno no está obligado a caer
224
RM OR FUEGO ¿ZUL PORQUE ES HERMOSR. PORP V CRiSTRUNR
víctim a de esta m entalidad de competencia a ultranza,
ai las preferencias personales van por otro cam ino. A
cualquiera le es posible actuar con plena efectividad en
una situación de aprem io y negarse a dejarse soliviantar.
Uno está capacitado p ara an ular todos las tensiones que
surjan como parte de su vida. P ero , al igual q ue cualquier
otro d e los problem as que se m encionan en este libro,
uno tiene q ue estar ojo avizor respecto a sus propias
costum bres sojuzgadoras, aceptar algunos riesgos y tra
bajar sobre su com portam iento, si proyecta liberarse de
esta clase d e abuso.
225
indirectam ente, m ediante su estilo de v id a desafiador de
la m uerte.
£ 1 tono de nuestras sesiones d e orientación fu e firme
y directo. L e in diq ué a A lex q ue estab a asesinándose,
porque había colocado e l triunfo en e l m undo de los
negocios por encim a de todo lo dem ás, incluida su propia
existencia. H abía pasado por alto sistem é ticam ente todo
lo q ue, según d ijo, ooru iderab a valioso p ara ¿1. S e e x
presaba bien, pero com o buen «e je c u tiv o », cosa que se
le suponía, estab a poco dispuesto o temeroso de adm i
n istrar su propia vida, en pro d e su felicidad. D ijo que
deseaba am or, pero ignoraba a la s Dersonas que k que
rían . D ijo que deseaba tranquilidad aním ica, pero con
sum ía todos ios in stan tes enzarzarlo en atropellada activi
d ad. D ijo que deseaba ser un buen padre, pero nunca pa
saba más oc unos m inutos a l d ía con sus hijos. D ijo que
deseaba genar de salu d y seguridad, pero adem ás del
ataq ue a l corazón y de la s dos úlceras, se las había
arreglado p a n a u e su presión sanguínea fuese anorm al
m ente sita . D e hecho, cuanto A lex d e d a estab a en coo-
u adicció n directa con su com portam iento.
Empecé por alen tar a A lex p ara q ue se fijase unos
objetivos diarios, en vez d e em prender una inm ediata
reorganización d e su vida a largo placo. T endría que
abandonar la oficina a una hora determ inada d e l d ía , a l
m argen d e lo im portante q ue pud iera ser una reunión.
Eso no tardó en dem ostrarle q ue e l negocio seguiría
m archando, sin necesidad d e q ue su persona estuviera
presente en codas las reuniones. Se com prom etería, de
m utuo acuerdo con sus dos h ijo s, • pasar una tarde
ju ntos, y considera ría ese pacto como un contrato legal
de obligado cum plim iento.
A ntes de q ue transcurriese mucho tiem po, A lex se
bahía creado norm as d e conducta no com petitivas ni
aturdidoras. A prendió a refrenarse, a dejar d e exigirse
a s i m ism o cosas q ue requerían esfuerzo sobrehumano y
a abstenerse de in sistir en q u e sos fam iliares fuesen
226
227
vida. S i se consagra a las cosas, acontecim ientos y dinero,
es h arto probable q ue acabe desm oralizado.
L as personas orientadas h a d a las cosas tienen un
cúm ulo de dificultades en sus retaco n es con el prójim o.
H ablan c o n las personas sobre una tarea, pero m ás que
h ab lar c o n , hablan *, dan órdenes y utilizan a loa inter
locutores como m edio para la adquisición de cosas. Las
personas s tas que se d a órdenes se m olestan ante las
tentativas de otros p ara convertirlas en esclavos e m o d o
nales, d e forma que optan por m antenerse distanciadas
de las personas orientadas h a d a las cosas, y esas personas
se proyectan entonces todavía más h a d a las cosas, y el
d d o se repite inacabablem ente. Por últim o , la persona
orientada h ad a tas cotas se queda con éstas para su
consuelo. Pero tas cosas no proporcionan consuelo, son
estériles, objetos m uertos que n o irrad ian afecto. Las
cotas no pueden am arse en sentido m utuo, d e forma
q ue la soledad y la frustración son en últim a instancia
la recompensa d el exceso de énfasis sobre e l éxito y la
adquisición.
L as personas y los seres vivos constituyen todo lo
q ue im porta. Sin la vida alrededor para com partir, dar
y recib ir, uno no tiene posibilidad alguna de alegría. De
llev arse de aq u í toda la vida, en e l m undo no quedaría
nada q ue tuviera o proporcionara significado. L a vida
es lo único que cuenta.
Cuando se sorprenda sacrificando diariam ente rela
ciones hum anas, a cam bio de riqueza m aterial, dinero
o «sta tu s* , pregúntese qué puede proporcionarle re al
m ente poseer todo eso. S i no tien e personas a las que
querer y q ue en ju sta correspondencia le faciliten cariño,
ú ha perdido sus consideraciones por la vida, entonces
todas sus cosas se reducen hasta la insignificancia.
Ponga en teta d e ju id o la idea de q ue Deceaita cada
vez m ás cosas para m ejorar la calid ad de su vida. La
m ayoría de loa rico« suelen hab lar nostálgicam ente d e
loa tiem pos difíciles, de la época de vacas nacas, cuando
228
ÑMO Ñfueoo ÑZUL POÑQUé es HPÑMCSÑ. PUÑÑ V CñíSTñUNÑ.
p o d li confiarse librem ente e n que e l afecto q ue se dis
pensaba era sincero y n o conllevaba e l símbolo del d i
nero.
No hace falta mucha riqueza m aterial para ser feliz.
O bserve a esos niños que aún no se han estropeado.
La realidad es que no necesitan dinero, n i juguetes, ni
nada. Déjelos tranquilo s y comprobará q ue disfrutan lo
suyo, sim plem ente con e l hecho de estar vivos. Lo m is
mo puede hacer usted, siem pre y cuando esté dispuesto
a rcondenar su lista de prioridades y poner e l acento
sobre lo q ue realm ente im porta: la vida en sí misma.
Louise se encontraba a m itad de camino en tre los
cuarenta y los cincuenta años. Estaba en plena tram ita
ción de divorcio. Su esposo le dificultaba las cosas al
tratar de im pedir que Louise consiguiera una adjudi
cación equ itativa de propiedades. La m ujer se quejó ante
m í de la in ju sticia de todo aquel asunto y m anifestó que
se estaba volviendo Joca a causa de la depresión y la
preocupación por aquellos bienes: una casa, diversos
m uebles, un autom óvil, varios m iles de dólares y algunas
jo y o .
E n las sesiones de orientación psicológica, Louise no
tardó en reconocer que le consum ía la id ea d el «gran
v alo r» de aq u ellas cosas y que concedía una im portancia
mucho m ayor a la consecución de las m ism as que a su
propia dicha personal. H ubiera sacrificado m ás o menos
gustosam ente su felicidad y, desde luego, su cordura,
por unos cuantos bienes.
Louise siem pre había sido una persona orientada
hacia las cosas. Jo mismo q ue su m arido. Su divorcio
tenía que ser un campo de b atalla sobre e l que la m ujer
estaba decidida a cemostrax que era un guerrero por
fiado, de lo q u e d e jm a constancia obteniendo e l máximo
de cosas q ue pudiera. De n iñ a, Louise había aprendido
q ue tener más juguetes que los otros chicos constituía
algo de suma importancia. E l patrón dólar era un valor
situado por encim a de todos lo s dem ás. Sus pautas de
229
lenguaje giraban en torno a costes, activos, ventajas y
d ir á s , y siem pre se refería a los artículos en fon dón de
su valo r m onetario. T enía una personalidad basada en
loa dólares y eSo se estaba convirtiendo en dueño y señor
d e su vida.
L ouise aprendió en seguida a situ ar sus valores don
de pudieran aet ú tiles y no donde sirvieran para escla
vizarla. No tardó en colocar su propia satisfacción en
cabeza de la lista . L e señalé que estaba sacrificando su
propia felicidad en aras de la constante preocupación de
«g a n a r» en e l convenio de divorcio, cuando existían
u n ta s alternativas m is viables, en tre las cuales figuraba
la d e ignorar los esfuerzos de su m arido y dejar que fuese
su abogado, e l d e Louise, quien llev ara todo e l asunto.
L a m ujer estuvo d e acuerdo en q ue su falta de paz
in terior estab a m otivada por su necesidad d e ganar las
b atallas por las cosas y accedió a inten tar poner en prác
tica nuevos modos d e conducta y pensam iento. Como
resultado, comunicó a su abogado que Hiciese cuanto
legalm ente pudiera por e lla , pero que e lla no deseaba
conocer todos lo s pequeños d etalles d el caso. Se avino
tam bién a d ejar d e d iscu tir el asunto con su ex-esposo
y a no perm itir q ue el hom bre la avasallara en entre
vistas regulares acerca d e la cuestión. D elegó en un pro
fesional la tarea d e m antener en orden sus propiedades
y proyectó su m ente b aria otras ocupaciones más pro
vechosas. como volver a estu diar, tomarse unas vaca
ciones del campo de b atalla del divorcio, sa lir d e nuevo
con varones y. sobre todo, divertirse y d isfrutar de la
vida.
En el curso d e una sesión, le Había preguntado a
L ouise: «¿ Q u é ocurrirá si gana esa escaramuza de la
adjudicación de bienes y consigue todo lo que desea?
¿R epresentará eso la felicidad para u s te d ? » . Antes de
em pezar a responder, Louise y a sabía la contestación y
fu e en ese punto donde la consulta se proyectó baria
el objetivo de ayudar a la m ujer a cam biar radicalmente
\ 2>D
SO BRE G A N A R Y PERDER
231
estim ulantes a atletas jóvenes, e l d ía de com petición, con
vistas a que alcanzaran la victoria. H e visto muchachos
som etidos al ridiculo m ás in sultante y sonado, porque
«p erdiero n un ju ego * o porque un oequeño fallo suyo
había «costado e ! p artid o » al equipo. H e observado con
ductas escandalosas por parte d e individuos q ue se "brin
daban p ara com prar atletas, proporcionándoles prostitu
tas, prim as ilegales y algunos otros momios, en nombre
del triunfo.
S i ese es e l p red o que uno ha d e pagar para con
v ertirse en ganador, siem pre preferiré estar con lo s que
no ganan. No se necesitan victorias sobre otros seres
humanos para ser dueño de sí m ism o, desde e l inte
rio r, y sentirse contento y satisfecho. Sólo lo» perdedores
necesitan ganar, puesto que la necesidad de triunfo im
plica q ue uno no puede ser feliz a menos que derrote a
algún sem ejante. S i uno no puede ser feliz sin q ue exista
o tra persona a la q ue debe d erro tar, entonces uno está
controlado por esa otra persona, q ue le convierte en
perdedor en ú ltim a instancia, dado q ue lo s que están
controlados por otros son esclavos psicológicos.
No, entrenador, ganar no lo es todo n i lo único; es
s ó lo una cosa. Puede ser d ivertid o , e incluso algo m ara
villoso intentarlo, pero nunca a l precio d e la vida hum a
na, que constituye e l producto más precioso de todos.
Si se tienen que tom ar drogas, com portarse de manen»
insensata, abuchear o censurar a otros seres hum anos, al
objeto d e lograr e l triunfo, entonces esa victoria no m e
rece lo que su aspecto de triunfador pueda d ar a enten
d er. El auténtico hombre sensato persigue ta victoria
como si le im p o rtase... pero cuando la partida ha ter
m inado, no vu elve la cabeza para contem plar y recrearse
en su victoria, considerándola algo q u e valga la pena
recordar. Sabe q ue no puede vo lver a vivirse lo q ue ya
ha concluido, de modo q ue selecciona otra experiencia y
se apresta a actuar en ella con vigor.
C uando nos enseñam os a nosotros miamos que de-
232
2 »
sola co ta a la vez, como escuchar a alguien a la di*traerse
hsdenrió garabato* o excusarte cada do* p o r tre s para
llam ar p o r teléfono. P a ra esa* personaa ea prácticam ente
im posible atender lo q ue exponen loe dem ás, a la in ter
calar sus propio* puntos d e v ista y d esviar Ja conversa
ción p ara q ue g ire en to n o a s í m ism as. S e sien tes cul
pables en lo que afecta a 're la ja rse o « do hacer n ad a».
N o pueden contem plar la* cosas n atu rales y d isfru tar vi-
sualm ente d e su belleza, porque están constantem ente
preocupadas. V iven su vichi adaptándola a program a» y
calendarios. Apenas se perm iten disponer de tiem po para
contingencias im previstas. Se tienten obligados a desa
f ia r a o tras personas d e Tipo A , más q u e a com pade
cerlas. A m enudo, aprietan los pufio*, em itan risitas
nerviosas, tensan los músculo* y n d lita n gran cantidad
de golpes con las m anos y enfática conducta no verbal.
De acuerdo con la considerable y m inuciosa investí*
g ad ó ñ facultativa realizada, esas personas son candida
tos d e prim era d a s e a la s enferm adade* cardíacas, la
hipertensión y o tras afecciones físicas. ¡Im agínese! Sus
propias opciones y pautas de com portam iento como cau
sa, de ataque* al corazón y otras enferm edades físicas,
una causa tal vez in d u so más significativa que e l tabaco,
e l com er con exceso o llev ar una d ieta in ad rruad a. Fried-
m an y Rosemnan han dem ostrado, más allá de toda
d uda, q ue un ín dice superior a l noventa por d en tó de
lo* varones por deb ajo de lo s sesenta afios q u e sufren
ataques cardíacos pertenecen a la variedad d el T ipo A .
Y gran p arte d e l com portam iento «utodestructívo de
esas personas es consecuencia d e sus inclinaciones de vic
tim a, lle v a d « a la práctica al proyectar equivocadam ente
su lealtad sobre las instituciones y al valo rar las cosa* y
e l dinero por encim a de 1 « personas.
Lo* seis grupos q u e presentarnos a contínuadón
constituyen las m ás generalizadas categorías d e com por
tam iento d e víctim a q ue en ú ltim a instancia «acabarán
con u n o ».
254
233
prisa a l Interlocutor, que a veces también aflora a la
superficie m ediante gesto« que incitan a la prem ura. .
Asimismo, cabe c ita r e l énfasis innecesario p ara hacerse
comprender.
6. E nergía ex cesiv a y su p erco m p ro m iso co n e l tra
bajo. Se trata de una conducta reseñada ya en anteriores
apartado« de este capítulo, en la que un* persona con
cede más im portancia a las tareas, em óleos, dólares y
cosa» q ue a las reí «d o n es con sus semejantes.
S i reconoce usted características de su propio com
portam iento en estos m ortíferos seis grupos q ue acaba
mos de defin ir, es m uy probable q ue se avasalle a sí
m ism o, al destrozar sus relacione« personales, ejercer
extraordinarias presiones emocionales sobre usted mis
mo y . lo que resultaría m is neurótico, destruir su propio
cuerpo.
2}6
RMOÑ FUEGO RZUL PORQUE ES HERMOSR. PURR Y CRiSTRUNR
pueda cum plir los férv id o s que ella necesita, y entonces
procederá a despedirle de la manera o en las condidones
que a la institución le resulten menos onerosas.
Esta no es una visión acerba de los negocios en nues
tra cultura o c a den ta l; se trata sim plem ente del modo en
que son las cosas. Cada vez que uno se convierte en
em pleado de una in stitu d ó n , ése es e l acuerdo que Ueva
im p lk ito e l ingreso en la m ism a. Incluso aunque existan
sistem as de jubilación, pensiones, reparto de beneficios,
program as de incentivos u otros mecanismos dispuestos
para retener a lo s em pleados, subsiste el hecbo de que,
cuando a uno dejen de necesitarle, le sustituirán y se
llevarán a cabo todos los esfuerzos para desembarazarse
de uno con e l m enor gasto o indemnización posibles.
Laa instituciones hacen sencillam ente lo q ue tienen
q ue hacer, según la fundón para la q ue se crearon, y en
lo que se escribe en estas páginas no hay ningún lamento.
Pero usted no es una in stitu d ó n . Usted es un ser hum a
no que resp ira, siente y padece las expe rien d as de la
vida. No tiene por qué afligirse a causa del inodo en que
opera el m undo de los negocios, ni tiene por q ué com
prom eterse servilm ente con las in stitudones sólo porque
le anim an a hacerlo así portavoces institucionales que
pretenden beneficiarse de la lealtad autosom etedora de
usted. E l hombre que se ju b ila tras dedicar cincuenta
años de infatigables servicios a una empresa y recibe un
reloj de oro y una pequeña pensión a cambio de la en
trega laboral de prácticam ente toda su vid a, no ha sido
avasallado por la institución. Esta no le debe nada, de
modo que e l hombre ba de sentirse agradecido por el
rd o j. R ealizó su trabajo, le pagaron por él y la empresa
recibió sus servidos. Teóricam ente, así tiene q ue ser.
Pero el pensionista jubilado puede justam ente conside
rarse oprim ido si te consagró a la firm a hasta m ás allá
de los requerim ientos norm ales y sacrificó sus objetivos
personales y sus actividades fam iliares, porque la* in sti
tuciones no hacen tino seguir adelante, tanto si usted se
237
m ata por ellas como si se lim ita a considerarlas un sim
ple m edio a través d el cual ganarse usted la vida.
1. P e r s o n a l iz a r l a in st it u c ió n *. Acaso e l modo
m ás significativo de sojuzgarse a s í ™i«mo a través d e su
trabajo o asociación con una ia stitu d ó n consista en con
cebirla com o un ente humano y tratarla como podría
tratar usted a un am igo o un am ante.
Cuando uno piensa en la em presa como t i fuera una
persona que le necesita a uno, o q ue no puede funcionar
sin uno, entonces uno ae encuentra en dificultades. Los
representantes d e la institución le apreciarán porque
piense d e esa m anera, porque saben que uno estará
dispuesto a prestar sus servicios dorante las veinticua
tro horas del d ía , siem pre que se le llam e, y q ue se
negará toda vida p articu lar propia. SI usted cree de ve
ras q ue la institución es u n en te humano, pregúntese:
«¿C o n tin u ará la institución si yo la abandono?», « ¿ F a
llecería al d ía sig u ie n te ?», « ¿ S e afligirla o se vendría
a b a jo ? » , « ¿ L lo ra ría ? * . De antem ano conoce usted la
respuesta a cada una de estas preguntas, en consecuen
cia ¿p o r q ué no sitúa a la em presa o a la institución que
sea en la perspectiva adecuada y empieza a tratarla, e n e l
m e jo r d e lo s ca so s, como un mecanismo a través del cual
recibe usted un precio justo a cambio de una grata,
estim ulante, productiva y satisfactoria utilización de sus
ap titu d es? Porque no ex iste precio justo para p agarle el
sacrificio d el producto más im portante que tiene usted:
su vida.
2. P r e sta r ju r a m e n t o db eterna f id e l id a d .
O tra forma d e autosojuzgación la constituy e e l hecho de
ju ra r lealtad im perecedera a « s u » empresa y convertir tal
circunstancia, que usted mismo se h a inventado, en una
238
239
económicos y perpetuarse a s í mismas. Las gobiernan
adm inistradores que sufren «neurosis de com ité», que
nombran comisiones para que estudien cuanto se rela
cione vagam ente con la universidad. H ay comisiones en
cargadas d e analizar el plan de estudios, para reestruc
tu rar e l plan d e estudios, para anular el plan de estudios,
p ara in vestigar la viabilidad de in iciar un nuevo plan de
estudios, ád n stisetm .
S i e l rompecabezas que hace la comisión es un came
llo , la cotidiana tarea de regir universidades viene a ser
una in finita caravana de cam ellos desfilando solemne
m ente en círculos. Hombres y m ujeres adultos se reúnen
sem ana tras semana, para sentarse en tom o a mesas re
dondas y debatir viabilidades, determ inar «p rio rid ad es»,
reorganizaciones, acuerdos dar promoción y tenencia, m e
joras en instalaciones y edificio*, necesidades d e lengua
je , sistem as de calificación, evaluaciones, procedimientos
alternativos, etcétera. Pocas veces se realiza algo sustan
cial. Los profesores, decanos y vicepresidentes continúan
reuniéndose de m anera invariable y precisa an a semana
tras otra. Cuando conversan en privado, reconocen lo es
túpido que es todo ese juego y convienen en q ue las
decisiones a las que se llega en los comités al cabo de
veinte semanas d e plenos podría adoptarlas fácilm ente,
en veinte m inutos, una persona inteligente y ecuánim e.
P ero, como sucede con tam a frecuencia con las ins
tituciones, los procedimientos alcanzan más im portancia
q ue las personas encargadas del servicio. Y , en su mayor
p arte, las personas q ue se ven atrapadas en e l laberinto
de la neurosis de comisión parece q u e, irónicam ente, lo
adoran. Después de todo, ai no tuvieran sus insignifi
cantes reuniones de com ité a las que asistir, sus actas
q ue le e r y releer, sus cuestiones d e procedim ientos y sua
reglas de orden R oberts, de poca cosa dispondrían para
entretenerse.
Las personas que se ganan la subs istencia sentados
en tom o a una m esa de conversaciones no suelen ser
240
241
tivo, in d u io aunque se trate d e una cuestión u n Intras
cendente como para no requerir más que una oficinesca
decisión razonable.
Los sedentarios obtienen su «utodignidad d e esta
form a tan carente d e sentido, conservan su sta tu q u o
estableciendo reclam os evasivos j tienden a calificar
todo « 1 proceso etiquetándolo de toma de decisiones a
base de participación dem ocrática. Las siguientes pala
bras d el senador d el estado de Dalcota d el N orte Ilustran
acerca del modo en q ue la inacabable c insensata serle
de bobadas que sueltan Jos □ amado* cuerpo* dedsorio*
alcanza a veces las más excelsas cimas de sublim e rid i
culez.
242
243
taciones como: «H e considerado las alternativas oportu
nas y he llegado a b conclusión d e q ue debo realizar un
estudio a fondo del asu n to ». «M e m olesta dar un sí en
firm e, pero, por otra parte, no excluiría b posibilidad
de una respuesta negativa, en e l caso d e que surgiesen
otras contingencias de las que hasta e l presente no se me
haya inform ado.»
Los burócratas son expertos en el em brollo d el pape
leo que, por regla general, envían a sus víctima* de una
oficina a o tra, sin d ar nunca una solución concreta. H e
visto personas q ue se pasaron un d ía entero yendo d e un
lado para otro, cuando lo único que deseaban era m atri
cular su autom óvil en un nuevo estado. Y a sabe usted
lo que es tratar con e l personal de It oficina d e desem
pleo o d e los hospitales regidos por el gobierno. Jam ás
se acaban los im presos q ue hay q ue rellenar y las funcio
narios tienen un modo especial d e someter despótica
m ente a quienquiera q u e desee q ue se le trate con d ig
nidad y quiera prontitud en e l servicio.
3. C a e r e n l a t r a m p a d e l a j e r g a . L a je rg a d
la s b u ro c ra c ia s e s v e r d a d e r a m e n te a lg o q u e d e b e c o n sid e
ra rs e c o n e sp e c ia l c u id a d o . L o e b u ró c ra ta s h an in v e n ta d o
u n le n g u a je p e c u lia r , q u e c o n s titu y e to d a u n a técn ica
p a ra m a n te n e r a l a a cció n a r a y a y p e rp e tu a r e l re fu g io
e v a s iv o s o b re c u y a b a s e fu n c io n a n la s in stitu c io n e s.
Los profesionales de la psicología hablan de los seres
humanos en térm inos aterradores. S e apresuran a encasi
lla r a las personas, aplicándoles term inología psicológica
y se olvidan de q ue están refiriéndose a seres humanos.
A las personas se !cs adjudican etiquetas de maníaco-de
presivo, psicópata, sodópata, esquizofrénico, menosca
bado m ental (o cerebralm ente disfuncional) u otroa tér
minos por el estilo . Estas etiq u etas pueden ser útiles a
los facultativos, pero resultan peligrosas porque a menu
do perjudican a lo s seres hum anos, a Jos que se deja de
considerar personas, para reducirlos a meros colecciones
d e síntomas.
244
243
u le * cow s, dispuesto*, a s im ism o ,« res lita r lo necesario
para m antener alejada« de su pastel a las manos «in e x
p erta«».
L as agenda« gubernam entales son e sp e d a lisu « en el
em pleo d e lenguaje esotérico y, a la larga, sojuzgar a los
contribuyentes q ue acuden en busca de serv id o . Los m i
litares constituyen u n ejem plo clásico. El Pentágono, una
de las burocracias más gigantescas dentro del gobierno,
ha creado su propia e im penetrable subselva sem ántica,
con reguladora es por cuadruplicado para toda contingen
cia que p u e d a . presentarse, redactadas en un lenguaje
tan inm ensam ente com plicado y lleno d e circunloquio«
que no existe posibilidad alguna d e que una persona
norm al encuentre sentido o lógica a lo a llí escrito.
T ras varios «fio« d e ab rirte paso a hachazo lim pio
a través de las enm arañada» espesuras sem ánticas del
S e rv id o de Salu d Pública d e lo s Estados Unidos, un
funcionario de sesenta y tres años, llam ado P h ilip
Broughton, d io por fin con un método d e éx ito seguro
para convertir la frustradóo en u tis fa c á ó n : u n proce
dim iento jergal. Denominado eufem ísticam ente «P ro yec
to r sistem ático d e ¿rases transm itidas por señ al», e l sis
tem a d e Broughton em plea un léxico de trein ta «p ala-
bras-señales* cuidadosam ente seledonadas, d el q u e da
cuenta la revista T im es , en la página 27 del número
correspondiente a l 9 de febrero de 1976, suplem ento
de A rm y T im es/N avy Tintes/A ir F o rcé T im es .
246
247
sentido. H e aq u í dos ejem plos, ambos correspondientes
a historias verídicas.
24«
249
ESTRATEGIAS PA RA ELIMINAR
LAS ARBITRARIEDADES INSTITUCIONALES
230
251
g aje a la id ea d e q ue no v a a retirarse su n ca, de que
cuando d eje usted su actual em pleo seguirá siendo ú t3
y productivo y la v id a estará rebosante d e satisfacciones
p ara usted. N o piense en los años futuros y dediqúese a
dignificar sus años presentes para que le resulten esplén
didos. A l m argen de su c d a a , si c ree que algún d ía va
a ju b ilarse y perm anecer cruzado d é brazos, lim itándose
a contem plar a los pájaros y a adm irar la s puestas de
so l, se está engañando a s í m ism o. Esa d a s e de existencia
contem plativa h ará que usted se considere u n ser estéril,
pese a que las com unidades de pensionistas la propaguen
a base de en tu siasta publicidad. P uede usted v iv ir plena
y librem ente basta e l últim o segundo q ue se le otorgue
de perm anencia en este planeta y la edad que usted
cuente no será ningún factor d e inhibición, a menos que
perm ita q ue lo sea. Si usted v iv e ahora, todos y cada
uno d e lo s «a h o ra », nunca habrá un momento en que
esté «re tira d o ». D e modo q ue q uítese d e la cabera ese
concepto. Y s i desem peña ahora las tareas de un empleo
q ue aborrece, y continúa en é l p ara cum plir los requi
sitos que se le exigco con vistas a la jubilación, recapa
c ite y com pruebe s i realm ente desea q u e su vida se
consum a d e m anera tan infructuosa. D eje d e aplazar el
goce d e placeres. Recuerde que e l futuro bo se le pro
m ete a nadie. Puede usted m orir en cualquier momento,
después de haber acabado de sacrificar su vida en tera a
cam bio d el retiro.
— S i k desagrada un com etido institucional y Ic
m ortifica trab ajar donde está trabajando, m árchese. No
se acobarde an te la idea d e aceptar riesgos. S i es usted
una persona d ilig en te y deseosa d e cum plir sus respon
sabilidades en un em pleo q ue le satisfaga, entonces no
soportará ningún o tro, y en seguida habrá conseguido
u n nuevo puesto d e trabajo. N o tiene q u e permanecer
eternam ente donde está, sólo porque d a la casualidad
d e q ue se encuentra h o y a llí y resulta m ás cómodo
continuar q ue trasladarse. C orrer riesgo« es algo que
252
253
d e lo s ojos pora hacerle crecí q ue usted vald rá mucho
m ás cuando ae los hayan otorgado. S i tiene presente que
la dignidad y v alia procede de su in terio r, n ó perm itirá
a u c k ¿rustre la necesidad d e i r coleccionando artihigjos
de poder que representarán cada vez m ás «aprobación
in stan tán ea» p o r paige de cuantas personas se tropiece.
S i no está usted e n paz consigo m ism o, entonces ningún
accesorio n i sím bolo significará n ad a, porque habrá des
piltarrado usted su v id a y tendrá condecida d e e llo .
— N iéguete d e plano ■ p articip ar en tarea» de co
m isiones que le consta no sirven p ara nada. D edine
cortésm ente e l dudoso bonor d e ser m iem bro d e esos
com ités o , si le «signan un puesto en cualquiera d e ellos,
lim ítese a asistir a las reuniones, sin participar activa
m ente. L e sorprenderá lo d ivertid o que es e v ita r que le
incluyan a uno en necios com ités y grupos d e estudio
de trabajo y lo creativam ente q u e puede elim in ar de su
v id a esos pequeños fastidios.
— A p arte d e s í las estúpidas exigencias m íe se hace
a s í mismo d e realizar a la perfección todo lo q ue em
prende, y sus requerim ientos de q ue los seres queridos
obren de igu al modo. P erm ítase e l placer de hacer por
hacer. P inte un cuadro, para solazarse y nada m ás. N o se
preocupe por «n o ser p in to r » ... lim ítese a d isfru tar pin
tando. En todas las actividades d e su vida que pueda,
proceda de form a análogam ente relajad a, no com peti
tiv a, en vez de ejercer sobre usted mismo presión para
hacerlo todo de form a insuperable. P regúntese por qué
tiene que ejercer tales presiones sobre usted y , cosa pro
bable, tam bién sobre sus fam iliares. D escubrirá que su
arista com petitiva es incluso más aguda en las zonas
donde resu lta ú til o necesaria, cuando deie d e com petir
en todas las zonas donde es innecesaria y destructora.
— Pruebe a prescindir ocasionalm ente d el reloj y
d el calendario. Com pruebe si, durante u n d ía completo,
puede arreglárselas para v iv ir sin ceñirse a un programa
establecido. Abandone la supuesta obligación d e llevar
254
O BSERVACIO N ES FINALES
255
m o ÑfU€GO ftzUL P O ñQ ue e s n e m o s # , puññ y cñístñunñ.
8
JU IC IO S CONTRA REALIDAD
257
hace h o y». S i bien c u « frase puede parecer inocua, lo
cierto es q ue no está «b asad a en la realid ad ». E l d ía es
sólo «rep elen te» o «estu pendo» según e l juicio u opinión
q ue usted decida aplicarle. S i acepta q ue la llu v ia es
repelente, entonces form ulará ese juicio respecto a todos
loa días lluviosos, y la m ayoría de la gente (excepto gran
jero s, labradores, etcétera) coincidirán con e l criterio de
usted. P ero, en realidad, e l d ía sólo e s y ú usted lo
califica o no de repelente, ello carece de im portancia en
lo que se refiere a l d ía en sí, porque e l d ía va a seguir
siendo exactam ente lo q ue es, a l m argen de la etiqueta
q u e usted le asigne.
A hora b ien , todas estas consideraciones acerca de
juicios y realidad pueden parecer cogidas por lo s pelos
en rd ació n con loa problem as prácticos del avasalla
m iento personal, y un poco desproporcionadas en cuanto
a crítica cuando hablamos d e com entarios tan aparente
m ente inofensivos como: «E s u n d ía repelen te». Pero
adquieren una im portancia v ital cuando se aplican a
zonas d e la vida d e uno en q ue la s confusiones respecto
a juicios y realid ad pueden s o ju z g a re ... y considere
usted por u n momento las im plicaciones d e perm itir
que un poco d e llu v ia ensom brezca, sin una buena razón,
toda una jo m ad a de su vida. S i usted rige su vida de
acuerdo con la creencia d e q ue juicios y realidad son
lo m ism o, v a a encontrarse con un almacén repleto de
infortunios q ue usted mismo se im pone. E l conflicto se
o rigin a cuando usted espera q ue e l mundo sea como us
ted q uiere y se trastorna usted a l descubrir q ue las cosas
n o salen como usted deseaba, com o solían sa lir o , lo que
aún es peor, como usted in siste en que salgan. Y e l con
flicto se resu elve so lo, cuando usted contem pla la rea
lid ad exactam ente com o es y d eja de lastim arse a sí
tn i« n « par e l sim ple hecho d e q ue e l m undo g ira en e l
¿a J0 hace.
H e aquí u n breve extracto d e « L a guerra es buena»,
poem a escrito por Scepbeo C rane en 1899:
259
259
altera y acongoja. Cuanto m ayor es e l trastorno que
provoca en usted su exigencia d e que la realidad sea
d istin ta de lo q ue es, más se aprietan las cadenas d e la
neurosis en torno a su mundo. Ix? q ue ha de d ecir, en
cam bio, es: «E sto sucede ahora m ism o, pero voy a hacer
cuanto está en m i mono para q ue d eje de ocurrir, o para
q ue no se re p ita».
— *El m u n d o e s a » lu ga r cru el.» Las personas que
juzgan cruel el m undo, en vez d e aceptarlo, pasan por
alto e l hecho de que e l inundo en sí mismo no es cruel;
sim plem ente, es, como se ha dicho antes. «C ru e l» es un
calificativo creado por e l hom bre, que se em plea para
culpar al m undo dé no ser siem pre del modo que nos
gustaría que fuera. Uno puede llam ar al m undo lo que
a uno le plazca, y luego desasosegarse, pero e l mundo
continuará siendo lo que sea. Un pensam iento con más
base en la realidad sería: «H a y cosas en el m undo qoe
q uiero cam biar, y voy a poner manos a la obra. En cuan
to a las cosas q ue no pueda cam biar, y q ue m e desa
gradan, dejaré de esperar que sean d istintas, puesto que
m is esperanzas se verán siem pre defraudadas y , en con
secuencia, c ío me p ertu rb ará».
— *La g e n t e e s p erv ersa e in sen sib le.» Volvem os a
las m ism as: «p erv erso » e «in sen sib le» son calificativos
que utilizam os p ara desaprobar algún modo d e compor
tam iento d e las personas.
Lo d e n o es q ue la gente hace a menudo cosas que
uno nunca h aría y que, en determ inados casos, uno
puede considerar censurables (o algn peor) por principio.
De forma que uno prefiere no hacer cosas de esa
ín dole; se esfuerza en la tare* d e no perm itir a u e u l
com portam iento pisotee sus derecho« o los derechos de
loa dem ás. En ta l caso, lo correcto es que usted intente
hacer cuanto esté en su mano para im pedirlo, pero no
adoptar la postura negativa d e lim itarse a derrochar
energías calificando a U gente y dejándose caer en la
desazón y en e l inm ovilism o sólo porque la gente existe.
260
261
desde luego io n m erecedores d e q ue los em itim o s, siero-
cuando ncn demos perfecta cuenta q ue se trata de
E y no de la propia realid ad . Por ejem plo, la pala-
ecio so se em plea bastante en juicios sobre la rea
lid ad , y calificar una flor de preciosa, o agradablem ente
arom ática, y proceder luego a disfrutar d e e lla , es estu
pendo para Jos sentido«. D e modo análogo, tild ar una
conducta d e b u en a, excitante, excelente, fabulosa, m a
jestuosa, ex q u isita, adorable, emocionante o de cuales
q u iera de lo s m iles de adjetivo» q ue existen , no es
» ju z g a d o r en absoluto. Pero lo s juicios que nos m an
tienen inm ovilizados, q ue se confunden con la realidad
o q u e tienden a ech ar la cu lp a de lo q ue somos a los
dem ás, a Dios o a l mundo h an d e afrontarse y erradi-
Ctttfe.
2*2
263
inm ovilizar por cosas en las que au desazón no influirá
absolutam ente nada. Sin d e saso se g a ra lo m is mínimo,
ano obtendría idéntica reacción por parte d e la realidad.
P ara una persona en su sano ju icio , la conclusión parece
ineludible. S i uno puede m ortificarse o no m o rtificara,
a voluntad, respecto a la realidad, y en ninguno de
ambos casos influirá en e lla , entonces optar por la aflic
ción es sencillam ente disparatado.
H enry D avid Tboreau escribió en W ald en Pond:
«N unca ayudé ol sol m aterialm ente en su salid a, pero,
sin duda, lo único im portante fu e p resen ciarla». Ésta es
la actitud d el redim ido. Estar presente y d isfrutar con
e llo . T ranquilícese. Reconozco lo insensato de m olestarse
por cosas q ue sólo lo son. D eje de creer que existe algo
como un d ía de perros. N o se engañe a « í mismo. Los
días soq, existen y nada más. A l m iércoles le tiene sin
Cuidado el q ue a usted le guste o no. Seguirá siendo
m iércoles. La opinión de usted lo convertirá en d ía malo
só lo para u sted .
244
265
nunca tiene nada d e m alo. De form a sim ilar, las personas
dicen que su gato es m alo porque acoca a l pájaro. Pero
loa Ratea no saben se r o tra cosa q u e gatos. E l adjetivo
« m a lo » es un térm ino tin aplicación a loa an im ales, ya
que éstos sólo hacen lo q ue saben hacer. Los gatos cazan
por instinto, y aunque uno lo s califique d e m alos porque
te- entregan a la caza, eso no cam biará absolutam ente
nada, tu v o en que uno se sojuzgará a s í m ism o con
expectativas d e una realidad q ue nunca va a producirse,
pese a l calificativo que uno em plee. S i la ru tin a de
b u e n o !m a lo le está convirtiendo en víctim a, cam bie los
conceptos y piense en térm inos d e san o/ en ferm iz o, l e
gal/ ilegal, ef¡caz/irtef¡caz, t r á b e lo ! o cio , q ue son dicoto
m ías basadas en la realidad susceptibles d e ten er signi
ficado real en la vida d e uno.
2. J u s t o frente a i n j u s t o . U na vez m ás,
hombre Inventa térm inos q ue dicen q ue e sa conducta
e s correcta y aq u ella incorrecta, q u e este hecho es justo
y aq u el Injusto. P ero tales juicios n o le son ó tiles en
absoluto a la realid ad . S i algu ien le convence de que
está equivocado, m oralm ente o de cualquier otro modo,
puede m anipularle basta q u e usted se com porte d e ma
nera adecuada, q u e e s precisam ente e l com portam iento
q u e a menudo practica la m ayoría d e la gente, pero que
nunca está determ inado por la «e q u id a d » o «in iq u id ad »
d e la postura de u sted. C u alq u ier observador objetivo
com probará en seguida q ue la conducta «ap ro p iad a» de
una persona es «e rró n e a » para o tra, y viceversa. Se
trata puram ente d e un criterio.
A muchas personas se les envió a m orir en guerras
estúpidas, porque aquello e ra « lo q u e Había q ue hacer»,
lo justo, a pesar d e q u e, cuando é l conflicto hubo ter
m inado, ambos bandos se estrecharon la m ano. C on fre
cuencia, la gente cree que la lealtad a un p aís, a un
equipo, a un colegio, etcétera, e s siem pre lo ju sto y que
tener una opinión contraria constituye decididam ente
estar en e l error. L as persona* se sojuzgan recíproca-
2 *6
267
acerca de su aspecto, opiniones que a decir verdad son
de otro», desem barácese de esas etiq u etas, y e stará apar
tando de s í una im portante perspectiva « ir r e a l» sobré e l
m undo q ue en casi todos lo s casos es destructora para
u sted.
.M a rk T w ain escribid una vea: «E l hom bre es e l
único anim al q u e se ruboriza o q ue necesita hacerlo».
¿Supone q ue M ark T w ain sabía que e l sonrojo era una
reacción ante un juicio sobre la realid ad y q u e , dado
que loa anim ales irracionales sólo saben aceptar la rea
lidad como es, sin juzgarla, son incapaces d e sentirse
turbados por algo ? A unque no deseam os vem os redu
cidos a las lim itaciones q ue afrontan los anim ales, sí
podemos estar dispuestos a echar u n a m irada m ás atenta
a su com portam iento y aprender lo q ue podam os en lo
q ue se refiere a no dejam os convertir en víctim as por
nuestras opiniones acerca de la realidad.
UN A LIST A DE CO SAS
QUE EN REALID AD NO EXISTEN
268
269
H e conocido m uchos clientes q ue sufrían e l «síndrom e
d e la in qu ietu d m en tal», que les incitaba i l a d h t t e l
m undo hasta las últim as consecuencias, sin perm itirle*
nunca la libertad d e un instante apacible, c o a e l cerebro
en blanco. L a realidad se d isfru ta in finitam en te m ejor
cuando e l pensam iento no anda de por m edio, cuando
sim plem ente se es y se experim enta.
Rem em ore la experiencia m is herm oes q u e haya te
nido. M ie n tr a la exam ine, determ ine, ¿q u é fu e lo que
la hizo tan especial? Q ue usted se encontraba tan in
merso en la experiencia en ai m ism a q ue tai siquiera tuvo
ooodenda d e lo q ue pudiera pensar sobre e lla m ieru n u
s e desarrollaba. ¿C u ál fu e la escaram uza sexu al m is for
m idable de su v id a. Sea cu a l fuere esa ocasión, durante
la experiencia, usted estab a tan entregado a la acción, a
la práctica d el am or, q ue su m ente n o se proyectaba
sobre la circunstancia de p asar u n ta to acnoao, amo que
e l cerebro se m antenía ajeno a todo an álisis y reflexión.
D ejaba q ue e l cuerpo hiciera lo q ue tenía q ue hacer, o
sea, d isfru tar d e una experiencia amorosa y cuajada de
d e le ite ... sin cavilar acerca del cómo, del porqué o del
cuándo, n i producir ninguna o tra actividad m ental « v i
b ran te».
L a enorm e im portancia q ue últim am ente concede
nuestra cultura a la m editación m anifiesta el deseo natu
ra l q ue albergam os de aprender e l modo d e colocar nues
tro cerebro en reposo, frente a la actividad frenética del
m undo m oderno, y q ue sin em bargo continúe en condi
ciones de funcionar. L a m editación no e s una disciplina
esotérica que conlleve la neoet i dad de dcatinar tiem po
(y dinero) a Isa sesiones con un guru caporialitado que
le proporcione a uno los secretos d e los antiguos m aes
tros. L a m editación es un proceso sencillísim o que le
perm ite a usted aliv iar l a tensiones, la ansiedad acumu
lada en su m ente a causa d el esfuerzo excesivo, m ediante
e l sencillo procedim iento de hacer q ue e l cerebro se
relaje y permanezca en silencio. P ara conseguirlo, uno
270
271
seguido, aflo ja usted e l volante p ara que vuelva s n p o -
c d d n p rim itiva, acelera, etcétera. Si n o d eja d e pensar
y preocuparte d e todo« los m ovim iento« q ue ejecuta, lo
m ás probable es q ue rompa e l curso uniform e d e tus
actos, p ierd a la coordinación y se b aga u n verdadero lío .
S eria como volver a las fases in iciales, vacilantes e in se
guras, de su época d e aprendizaje. Es indudable que ha
visto usted conductores q u e siem pre están pensando en
su conducción, q u e parecen no h acer abandonado nunca
por completo e l acto torpe y titubeante de «p o nerlo todo
M eo acoplado». P arecen d irig ir e l coche, lo «tobrego-
b iem an » nerviosam ente, como a i e l autom óvil pudiera
saU oc de la calzada, p o r so cuen ta, ai se k brindase un
asomo d e oportunidad. A caos c o n d u c to ra le s preocupa
obsesivam ente cada curva, e l m antenerse en au c a n il, la
velocid ad . . . En resum en, no conducen con p ericia por
q u e n o h an aprendido a hacerlo sin tener q ue pensar en
lo q ue están naciendo.
Lo m ism o cabe decir, aplicado a cu alq u ier deporte,
oomo ten is, baloncesto o p in g pong. Jugando a l tenis,
uno d a los m ejores golpes d e raqueta cuando no piensa
en eEos. S i uno tranquiliza la m ente y d eja q u e et cuerpo
hago lo que sab e h acer, entonces conseguirá reveses im
presionantes, voleas extraordinarias, y asi sucesivam ente.
Y a sabe que al tenis se le h a llam ado siem pre juego
m ental y q ue lo s preparadores no cesan d e alu d ir a acti
tudes m entales. Los tenistas d e m ayor destreza son aque
llos que relajan e l cerebro 1o suficiente como para
no experim entar e l más leve nerviosism o en lo q ue se
refiere al juego, y están en condiciones d e d ejar que el
cuerpo haga lo q u e sabe hacer, porque se le h a adies
trado p ara ello .
- H e presenciado muchos partidos de tenis en tre aspi
rantes y campeones en los q ue lo s prim eros cobraban
ventaja en seguida, principalm ente porque no hacían
más q ue salir y golpear la pelota. En su cabeza, n i si
q u iera habla en trid o la más rem ota idea de q u e pudiesen
272
273
enfoque a base de sosiego m ental par* aplicarlo a loe
deportes que practique y , d e bocho, a toooe loa juegos
d e la v id a, grande» y pequeños. S i en ten is tiene usted
u n revea terrib le, aunque de v e s en cuando suelta un
golpe «in co n scien te» q ue en vía la pelota con coda lim
p i e » por encim a d é la red y la lk v a a botar en e l mismo
ángu lo d e la p ista que corresponde a su r iv a l, lo que no
perm ite a cate devolverla, m to n rra sabe usted que se
trata de algo q u e su cuerpo sab e hacer,- aunque usted le
im pide hacerlo continuam ente. A l ser «in co n sd co te»,
d eja usted q u e salg a a la superficie su habilidad autén-
tk av .rctl y n atu ral. «In co n scien te» equivale a no pensar
a d e n tr a te ju ega, a lim itarse a d e ja r q ue sea e l cuerpo
quieo juegue. «’rv ... ,»•
La actividad sexual es oteo terreno en e l que se a c
em ita d ejar en p as la m ente, ai uno quiere abrirse paso
b a d a la p a rriáp tctó o en la realid ad , sencilla y sin com-
pUcacsooea d e ju id o a-d e v alo r. ¿H a oído usted d ecir al
guna vez que a un m m alb ctc d e catorce «fio» hay que en
sebarle e l m odo de conseguir la eroedón? C laro que no.
Pero sí es probable q ue tenga usted noticia de que
a ejecutivos d e cuarenta y cuatro año» bobo que aleccio
narles para m íe recordaran el m odo de lograr que se les
oodereaase . L a im potencia, como otros «retraim ientos»
d e la conducta natural, la originan generalm ente preocu
paciones, distracciones, inquietudes, co n flicto s... tener
c ftia cabeza algo q ue no deja q ue lo dem ás siga su curso,
algo como problem as en el trabajo, lo que no perm ite
a l cuerpo hacer lo que sabe hacer m ejor que cualquier
o tra cosa. Lo irónico de la m ayor parte d e la terapia
sexual estriba en q ue se proyecta sobre la enseriara» a
la s personas p ara q ue dejen d e p o s a r en y preocuparse
<k h ejecución d d acto c am al, y liberarse t ú de la pre
sión que han acum ulado sobre e l cuerpo, a través d e la
m ente activa y vib ran te q u e, p o r su parte, puede blo
quear fácilm ente la operatividad d d cuerpo, lim itá n d o
se a c a t a r con su pareja y d isfru tar d d aexo/en vea de
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ticular e ra paioosomático, y a q ue aóta le sobrevenían loa
«ataq u e** cuando tenía q ue realizar tareas desagrada
ble*. Pero se v ela obligada literalm ente a hacer sus pla
nes cotidianos en tom o a lo a lavabo* y le aterrab a tener
q u e cub rir en coche una la rg a d ista re is, por miedo a no
encontrar uno a m ano, llegad* 1* urgencia. A l cabo de
varios meses d e aprendizaje con vistas a sosegar la
m ente, a dejar la obsesión y lo s intentos de com batir 1 *
d iarrea, lo q ue sólo servía p ara increm entar su tensión
y agravar e l estado d e la m ujer, ésta superó e l problem a.
E sta d a se de estrategia «n ti pensam iento, cuando el
pensam iento es contraproducente, puede resu ltar m uy
ú til en J* eüm ín *dón d e num erosas enferm edades. Si
bien sa lta a la vista q ue no p u ed e.ser u n sustituto del
tratam iento médico adecuado, cuando la cau sa del pro-
hlcm a está puram ente en k cabeza o cuando la cabeza
puede agravar lo s síntom as d e un problem a físico, des
proporcionándolo respecto a su seriedad real, aprender a
relajarse, suspender ia activid ad d e l pensam iento y sim
plem ente ser, puede co n stitu ir un poderoao antidoto
contra las enferm edades físicas.
E l régim en dietético y d com er en dem asía aportan
dos ejem plos prim ordiales de cómo e l exceso d e activi
dad m ental puede sojuzgarle a uno. Su organism o cono
ce e l modo d e encontrar e l peso norm al d e l cuerpo. Si
usted está m ás gordo de la cuenta, cari con toda certeza
puede afirm arse que la culpa la tiene su cerebro, y que
ello no se debe a deficiencias corporales. S i d eja usted
d e ido latrar la com ida y adopta la decisión de no tomar
un bocado más en cuanto su cuerpo deje de tener ape
tito , n i siq u iera deberá m olestarse en pensar en d ic u o
régim en alguno. P o r regla gen eral, su c u e r p o se sentirá
sodado con unas cuantas cucharada« d e com ida. Loa pin
chazos físicos d e l ham bre ae d isip an . Pero usted sigue
com iendo porque tiene un cerebro activo, orientado
b a d a k com ida. P uede decirse q u e ae d a por «supuesto*
q u e debe in g e rir todo lo q ú e tien e en e l p lato , que
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277
Shcldon había sido tartam udo crónico toda su vida.
Com o muchos tartam udos pro huido s, tenía un m ied o a
hablar in a d ecu a d a m en te q ue se rem ontaba a su juventud.
Sus dogmáticos y «p erfeccio n istas» padres no le habían
tolerado «e rro re s» n i «m em eces». De niño, siem pre le
estaban corrigiendo, d e modo q ue é l, a su vez, castigó a
sus progenitores cultivando el tartam udeo. Lo único que
n o se Ies ib a a p erm itir controlar era e l habla d el mu
chacho.
L a costum bre de tartam udear había acompañado a
Shcldon hasta la edad d e cuarenta y dos años. En lo re
ferente a su tartam udeo, e ra la clásica persona de cere
bro vibrante, ruidoso, siem pre pensaba antes de hablar
y , en consecuencia, no perm itía q ue el cuerpo hiciese lo
q ue sabía hacer perfectam ente, o sea, hablar de modo
norm al, s íd fallos n i vacilaciones. Por en d e, su prim er
propósito fu e d ejar de pensar antes de hacer uso de la
palabra, y concederse e l lu jo de tartam udear si su cuerpo
deseaba hacerlo, sin q ue la m ente se preocupase de lo
q ue pudieron d ecir los dem ás. Su objetivo e ra regalarse
el don m ental d e tartam udear sin considerar esa con
ducta como un fracaso, como q u e había hecho algo mal.
Tuvo que aprender que h ab lar, fuera de la forma que
fuese uno, era m ás q ue eso: h ab lar, y que la idea d e que
tenía q ue hacerse «b ie n » e ra u n juicio acerca del modo
d e hablar.
En cuanto Sheldon empezó a silenciar e l cerebro y
a perm itir q ue saliera de su boca todo lo que fuese,
sin traba algu n a, realizó asombrosos progresos. Cuando
d ejó d e preocuparse de su form a de hablar, comenzó
paradójicam ente, a elim in ar e l tartam udeo. Sosegar su
cerebro le lib eró tam bién de la autodesaptobaaón que
había constituido su estilo d e v id a desde lo s tres años de
edad.
E n prácticam ente todas las situaciones de la vid a,
una vez se h a enseñado al cuerpo cómo tiene que com
p o rtarse, a través d el proceso d e pensam iento, reflexión,
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m ente como es. S i puede usted llegar a tener u n * corv-
d e o d a m ía ciar* de !o que constituye un criterio acerca
de la realidad, y si se percata d e q ue sus opiniones le re
soltan perjudiciales en algún sentido, entonces puede mo
dificar esas creen d a s y apreciar y aceptar lo q ue se d eri
va d e ello , en vez de derrochar su vida valorando, juz
gando y desazonándose. H e aq u í algunas m edidas espe
cíficas que puede osted tom ar p ara convertirse en su
propio «experto en realidad*.
280
281
R ecuerde e l fam oso verso de W a lt W hitm ao: «P ara m í,
cada hora d e luz y oscuridad es u n m ilagro. Cada centí
m etro cúbico de esp ad o es un m ilagro*.
— Reduzca su tendencia a e v alu ar, calcular, ana 1 i « r
e in terpretar e l m undo, y su stitu ya esta actividad in útil
p o r hacer, d isfru tar, ser y am ar. H ágalo de v a en cuan
d o , du ran te u n m inuto, interrum piendo au proceso de
evaluación y m anifestándose a t í m ism o que no v a a
segu ir con lo s cálculos, q ue m uy bien puede lim itarse a
gozar del d e le ite d e ese m inuto.
H ace mucho tiem po, aprendió usted a prom over, a
conceder im portancia a las no t u y e l proceso d e califi
cación. D e niño, en el colegio, le enseñaron que las cosas
sólo tenían valo r si los profesores les otorgaban una
p u n tu ad 6a t it a , d e ocio m odo, no servían para nada.
P ero, en realid ad , e l proceso d e calificación es absurdo,
puesto q ue no influye para q ue las cosas ocurran en con
diciones m ejores o p e o r a . Siem pre a t a r á usted suspen
d ido del sistem a d e calificación, en cuanto a curoplimien
to o actividad, si acaba m idiendo la v id a en «térm inos
e s c o la ra » com o: «C oncedería a e sta jornada una B + » ,
inconsciente o conscientem ente. O lvide esa neurótica
preocupación por las p u n tu a c ió n «, que le inculcaron
cuando era pequeño, y continúe haciendo cosas y ya está.
S i se em peña en conservar e l «sistem a d e calificación'*
como parte de su persona, elab orará para sí la pauta
elu siva de m antenerse al m argen d e todo aquello en que
no se considere capaz de conseguir la no ta máxima y ,
en consecuencia, se perderá prácticam ente cuanto de
agradable presenta la vida. Puede que alguna v a haya
albergado e l convencim iento d e q ue el sobresaliente en
las asignaturas confería a las m ism as su valor. Si tal es
e l caso, entonces ae dejó usted em baucar, y probable
m ente se sintió atribulado cuando e l sobresaliente no es
taba a l lí ... pero hoy no tiene por qué dejarse embaucar.
— V alore todas sus re la c io n a , no como enádade*
perm anentes, sino como d e c is ió n « momentáneas, succ-
282
283
— Nléguese a perm itir que se le corrija y suprima
cualouier tendencia que pueda usted tener de corregir a
los demás: de obligarles a hacer las cosas «b ien », tal
como pueda usted definir e l término «b ie n ». L a cuestión
de corregir constantemente e l lenguaje de las personas,
por ejemplo, enmendar la plana a alguien que cuenta
una anécdota o rectificarle la más mínima exageración
o inexactitud, constituye una costumbre sojuzgadora y
grosera. Cuando uno corrige continuamente a los demás,
está enviando señales indicadoras de que sabe cómo
tienen que comportarse y de que siempre deberían con
sultar con uno, antes de hacer algo. Cuando alguien le
corrija su forma de hablar, párele los pies con: «Y a
vuelves a corregirme sin una buena razón que lo justi
fique. ¿H e de dar por supuesto que sabes cómo debo
hablar?*. O bien pruebe con: «¿E ntendiste lo que esta
ba diciendo? Si es así, para qué crees que sirve el len
guaje? ¿Para comunicarse o para practicar entre noso
tros continuamente e l jueguecito del verdadero o fal
s o ?». Esta clase de postura demostrará que no está usted
dispuesto a que los demás le gobiernen la vida y que no
necesita que otra persona le evalúe su propia realidad.
Como hemos visto en el ejem plo del tartamudeo, los
niños a los que se corrige continuamente tienden a cerrar
la boca y mantenerse callados, porque se sienten ofendi
dos por tales intrusiones vejatorias en su vida. H e co
nocido muchos padres bienintencionados que creen que
al corregir una y otra vez a sus hijos manifiestan preo
cuparse de la comunicación... pero la verdad es que esc
celo corrector no pasa de ser un hostigamiento insistente
que, eso sí, enseña a los pequeños a no pensar ni hablar
por sí mismos.
— Lleve a cabo ejercicios de sosiego mental, como
lapsus de meditación, especialmente durante sus jom a
das de mayor ajetreo. AJeje de sí todo pensamiento y
deje que su mente y su cuerpo en pleno se atemperen
y relajen. Cuando se ha despreocupado del análisis has-
284
CONCLUSION
285
m o ÑfU€GO ftzUL P O ñQ ue e s n e m o s # , puññ y cñístñunñ.
9
287
z*do. Tanto ai se encuentra en U cama de un hospital,
como en la cárcel, desempeñando un trabajo rutinario
en una oficina, en H ogwart JunctJon, en loa barrios ba
jo» de la dudad de Nueva Y ork, en un villorrio de
Missouri o en mitad de un largo v ia je ... e l escenario
carece de importancia. Puede usted andar lo bastante
listo como para sacarle partido a la experiencia, del mis
mo modo que puede gustarle e l lugar doode se encuen
tra o, si lo prefiere, trabajar con vistas a trasladarse a
otro más satisfactorio.
EL CONCEPTO DE LA VIVACIDAD
CREADORA
288
fíMO ÑPUPOO ftZJL POfíQUP €S HPÑMOSÑ. PUfÑ v CÑÍSTÑUNÑ.
sojuzgar por su propia persona o p o r lo s que le Axlean.
Una fiesta triste, desanim ada, proporciona e l típico
ejem plo d e situ ad ó o en la que las personas se trans
forman a s í m ism as en víctim as, porque carecen d e v i
vacidad creadora. L a conversación languidece y se pro
yecta sobre algún tem a triv ial, como e l color de las
cortinas o e l perro d el jard ín . La m ayoría de las personas
son víctim as que perm anecen sentadas, m k n u a s se
quejan en su fuero in tern o de lo aburridos q ue son todos
los dem ás, consternadas y acaso íntim am ente furibundas.
Pero e l redim ido tiene su cerebro en ebullición, deva
nándose las m eninges para idear alguna m edida que !c
perm ita cam biar las cosas o , por lo m enos, no dejarse
avasallar p o r e l estado en que se encuentran los asuntos.
Sabe que tiene centenares de opciones y empieza a im a
gin ar algunas seductoras alternativas.
T al vez se levante y se quede erguido en plan de
estatu a, m ientras ro io s los demás continúan sentados,
hasta que les pica la curiosidad o la perplejidad por
aquella «conducta en h iesta». Q uizá pregu nte: « ¿ A qué
distancia d el techo llega una mosca, antes de dar la vuel
ta, puesto que no puede volar boca a b a jo ?». O puede
que in v ite a alguien a d a r un paseo, incluso en plena
noche. Puede sacar a alguien a bailar, a l com pás de la
m úsica que em ita la radio o llev ar a cabo una encuesta
sobre los arom as-favoritos de los asistentes. Puede que
d eje vagar la imaginación a l albedrío de su propia odisea.
Puede in iciar a llí mismo la preparación de una novela.
H ay m iles de alternativas, aparte la de hablar de las
cortinas, para una persona creadoram ente vivaz que no
esté dispuesta a ser esclava de la circunstancia.
289
res donde es horrible estar? A lo s crcadoram cote vivaces
lea gustan todos lo s sitios, dado que su postura es:
«A q u í es donde me encuentro ahora mismo. Puedo ver
sus lados buenos y q ue m e guste o hacer lo contrario,
fijarm e en lo que no roe gusta y perm itir que me so
juzgue e l descontento».
L a gente siem pre es t i preguntando cosas como: « ¿ T e
gusta N ueva Y o rk ?» . N aturalm ente que a uno puede
gustarle, sobre todo cuando está e n N ueva Y ork. Si uno
va a Bism arck, Birm ingham o Bethseda, también puede
que le gusten. Los puntos geográficos son sim plem ente
lugares, espacios de terreno con ciertas características
q ue los d istin g u en ... y , d esd e luego , recordará usted que
en e l C apitulo 8 se dijo que lo s lugares no son desagrada
bles en s í m ism os, sino q ue ta l calificativo sólo es un
ju icio em itido p o r la gente.
E s lógico que a usted le guate ia calle donde vive, su
caaa, la fiesta a la q ue asíate, loa seres q ue le acoropa
ñ a n ... especialm ente una vez reconoce q ue los sitios
donde está son en un noventa y nueve por ciento lugares
elegidos por usted y sólo un uno p o r d e n tó puram ente
circunstanciales. Prácticam ente siem pre d ec id e usted
donde estar. P or lo tanto, ¿q u é beneficio ib a a sacarle a
ir a sitios q ue no le gu starán ? S i se encuentra en un
punto donde p referiría n o estar, pero del q ue no puede
escabullirse así como así, com o una cárcel o la reunión
de u n com ité, ¿q u é conseguirá entonces con amargarse
porque no le g u sta, si no tiene la opdón de ir a otro
lu g tr?
Esfuércese al m áxim o p ara elim in ar la costumbre
autoavasalladora d e que no le gusten lo s sitios donde
op ta por estar. Iafóndase oportuni dades d e ser creadora
m ente vivaz, en vez de lastim arse a s i mismo con lam en
taciones q ue no le llevarán a ninguna p arte, salvo a que
le desagrade todavía más d escenario en que sé en-
C U ttL tt*.
2 ?0
291
anuncios de aq u ella pieza figuraban escritas las palabras:
«E l éxito e s un viaje, n o un destino”.»
Consideré aquellas palabras durante loe cuarenta y
c Ld c o m inutos y dejé q ue calasen hasta e l fondo de mi
esp íritu . H asta aquella fecha, había contem plado m i
existencia como una serie d e destino«, de acontecimien
to«, s i se q uiere. G raduaciones, diplom as, títulos, ma
trim onio, nacim iento«, ascensos y otros hechos sim ilares,
todos eran puntos d e destin o, y yo ib a d e un final de
trayecto a otro final de trayecto, en vez d e verm e a m í
mismo como u n viajero.
E n aquel momento y en aquella sala m e prom etí
d ejar d e valorar 1a felicidad sobre la baac d e llegadas
a puntos d e destino, para contem plar la totalidad de
m i vida como u n viaje continuo, cad a in stan te del cual
estaba a llí p ara que yo disfrutase de é l. A q uel contenido
clave en la sala de estu dio d io a este veterano profesor
una d e la s lecciones m ás im portantes de la v id a: No hay
q ue ev alu ar la vida d e uno por e l patrón de lo s éxito«,
triviales o m onum entales, q ue jalonen su ca mino. De
hacerlo así, uno ae verá abocado a la frustración d e estar
em prendiendo siem pre la b ú squed a de otros destinos,
sin perm itirse nunca e l lu jo de sentirse satisfecho. Logre
uno lo q ue lo gre, preparará d e inm ediato u n nuevo plan
p ara cum plir o tra hazaña, de modo que dispondrá de
uno nueva norm a de m edida p ara calibrar lo afortunado
y dichoso q ue uno es.
E n vez d e cao, despierte y aprecie codo lo que
encuentre usted a lo largo d e su cam ino. D isfrute d e las
flotes q ue están a llí p ara d eleite de usted. Sintonice con
e l am anecer, le » niño«, la s risas, la llu v ia y lo s pájaros.
Absórbalo todo, no aguarde a lleg ar a algún punto,
siem pre futuro, con la esperanza d e que todo ae encon
trará a llí para am enizarle e l relajam iento. Lo cierto es
q ue d éxito — incluso la m ism a vida— n o ca más que
una sucesión de momentos p ara gozar, d e uno en uno.
Cuando usted com prenda este principio, habrá reducido
292
293
habla prom etido m uy felice«, se dedicaba usted a perder
e l d ía considerando aquello como algo terrib le. En vez
d e hacer tal cota, aprovechaba la ocasión para jugar,
construir fuertes y muñecos de nieve, organizar batallas
con bolas de nieve, ganarse algún dinero quitando nieve
con una p ala, etcétera. Sencillam ente, no tenía usted
tiem p o p ara entregarse al m al hum or; se m anifestaba
creadoram ente vivaz y seguía adelante.
En cualquier momento sabía cómo transform ar una
clase plom iza en algo tolerable, a base d e inventar im
provisadas diversiones. P odía sacarle partido lódico a
casi todo, porque estaba dotado de la predisposición
natural a actuar con vivacidad creadora en todas las si
tuaciones.
Puede que h aya perdido a estas alturas una parte
de eaa inclinación, al dejarse dom inar por una actitud de
renuncia o abandono cuando las cosas no m archan como
a usted k gustaría. En consecuencia, es posible que ae
considere acabado o poco m enos, a l no tener ya capa
cidad de rápida recuperación, en cuanto a su postura,
que ten ía en la infancia.
Buscarle las vueltas a la adversidad conlleva estar
alerta para contrarrestar las « c u l a s d ilato rias especiales
q ue los dem ás utilizan regularm ente para hacerle creer
a uno que está atrapado, de form a q ue m uy bien puede
som eterse y aceptar el castigo q ue k corresponde por
vivir. S i se puede persuadir a una víctim a d e que nada
puede hacerse frente a la adversidad, dicha víctim a p o
drá esperar eternam ente a q ue la cosa se sohxiooe.
Algunos ejem plo« de estas largas corrientes que se dan
son: •
294
295
y no cabe duda d e q ue fu e u n hombre d e laa cavernas
el que descubrid que, « i no e ra «cu lp a ro y a », podía li
b rarte de hacer algo p ara solucionar e l asunto. Pero,
lite ral y figuradam ente, e l ordenador electrónico, apor
tación d el siglo x x , ae ha convertido en pr oveedor de
cabera* de turco autom áticas para toda claae de compor
tam ientos humanos chapuceros y avasalladores.
L a gente tiende a o lv id ar oue uno siem pre puede
soslayar al com putador, acudiendo directam ente a la per
sona que eatá a su cargo; por mucho que los «verdugos»
■e em peñen en hacem os creer q ue tarabión ello s están a
merced de sus m onstruos crueles y febriles, coas d e la
que quieren convencem os p ara sus propios fines, lo
cierto es que ello s alim entan a las m áquinas. «B asura
adentro, basura afu e ra », com o reza e l dicho del orde
nador, d e m odo que t i u n aparato de ésto s le inunda de
desperdicios, recurra a la persona que introduce la in
m undicia. R ecuerde q u e a g ü e teniendo la misma v i
gencia d e siem pre e l hecho de que, si alguien le d a un
m artillazo, la culpa no será del martiOo.
296
297
h a d a alguna de las muchas cosa* que S tu art perm itía
que fe enloquecieran d e rab ia.
N uestra» sesiones de orientación psicológica se enfo
caron h a d a e l objetivo de conseguir oue Stuart exa
minara su propia rigidez, en lugar de echarle la culpa a
su esposa, porque era obstinada. No tardó Stu art en
descubrir toda su vida por el principio d el sentido único
y obligatorio, y se dio cuenta d e que m uy pocas per
sonas se sentían contentas a su alrededor, debido a la
pesadez de su insistencia en que todo había dé realizarte
conforme a Ja norma q u e ¿1 im ponía. E ra e l único que
siem pre le ía la s reglas cuando sé entregaban a juegos de
puro entretenim iento, como e l croquet, e l «M onopoly»
o incluso e l «C o o tle», y le em peñaba en q ue había que
cum plirlas a rajatabla, h asta el punto d e estropear la
diversión a los chico». D e hecho, reconodó una vez que
divertirse no tenía nada de m alo, siem pre y cuando se
hiciese adecuadam ente y según el reglam ento, pero no le
e ra posible adm itir que pudiese ser d ivertido no respetar
las reglas o incluso elaborarse uno sus propias reglas, de
vez en cuando.
Stu art inició nuevas tareas con vistas a librarse de
so rigo r paralizante. S a lía d e sus trece m uy despacio,
como les ocurre a muchas persona» de m entalidad rígid a,
lo q ue nada tiene de sorprendente, pero al cabo de unos
meses em prendió el camino d e la benevolencia y se fue
perm itiendo a s í mismo y a su fam ilia m ayor esponta
neidad y m ás opciones. Sus posturas inflexibles em pe
zaron a ser un poco más elásticas en e l trabajo, al a d
m itir la posibilidad de q ue las labores contables d o
siem pre tenían q ue hacerse del modo en q ue él las
re aliz a b a... aunque cuando dio por concluidas las se
siones de orientación psicológica, cinco meses después,
no estab a dispuesto a considerar cam bio alguno en sus
sistem as profesionales d e contabilidad.
F rieo rkh N iem ch e d ijo una vez:
298
299
jano, al que usted consultó y que d ijo q ue no era nece
sario operar. A n tiám g í* . E l dictam en quirúrgico que a
usted le salió gratis, porque es la ventaja definitiva de
Cruz A zul v Escudo A zu l». E l anuncio explica a conti
nuación la form a de obtener e l segundo y gratuito d iag
nóstico quirúrgico, y luego llega el re m a te ... la eviden
cia absoluta d e que muchos módicos están tan decididos
a hacer las cosas a su modo q ue detestan lo s criterios de
otro colega: Y e l p rim er fa cu lta tivo q u e l e a ten d ió n o
tie n e n ecesid a d d e en tera rse nunca.
¿P o r q ué diablos precisa una com pañía de seguros
médicos q ue correrá con los gastos d e un segundo d iag
nóstico quirúrgico y evitará que esa inform ación pase
a conocimiento del prim er doctor? Sencillam ente, por
que son num erosísim os los módicos tan rígidos en su
criterio que no están dispuestos a considerar opiniones
ajenas. M iran c o a visión d e túnel, aunque su m iopía
pueda acarrearle a u sted la pérdida innecesaria d e a l
gunos órganos.
Evidentem ente, muchos cirujanos desean y buscan
por sistem a la consulta, e l contraste d e opiniones, y pa
rece lógico que cualquier doctor capacitado esté d is
puesto a ad m itir que es un ser humano y q u iera que su
diagnóstico de intervención quirúrgica reciba e l refrendo
del m áxim o núm ero posible de profesionales compe
tentes. Pero la gente necesita protección frente a los
cerebros de la m edicina de «sentid o ú n ico » y , tras pasar
revista a la literatu ra sobre e l desatollo quirúrgico en
los Estados U nidos, en T h e W ¡n to U v e (« L a voluntad
de v iv ir» ), e l doctor A m old A. Hurschneckex concluyó:
«H oy comprobamos que son legión las víctim as de d iag
nóstico quirúrgico precipitado».
N inguna persona con m entalidad de antivíctim a v a
cilaría en c o n su lte y escuchar las opiniones que juzgase
necesarias para sentirse satisfecha, antes de consentir
que d b istu rí entrara en fundones. Y ai el médico in si
nuara desaprobación, d pariente redim ido buscaría un
300
301
V ictim a! y verdugos enfocan U vida coa esta
estrechez d e ad ras, lo q ue 1« im pide desarrollarse y
perm itir e l desarrollo en los dem is.
LA IM PO RT A N C IA DE DESARRO LLARSE
302
303
pilcado ¿rem e a « M i B e ll» , caseros, empresarios tea
trales, bancueros y m uchos otros. S u m ensaje es d e cla
ridad m eridiana: S i uno persevera y sigue adelante sin
desm ayo n i fatiga, sin q ue cruce siq u iera p o r su imagi-
nación 1 a id ea d e que va a verse obligado a abandonar,
entonces uno scaba casi siem pre p o r salirse con la suya
e incluso alcanza a m enudo resultados q ue superan en
mucho sus expectativas in iciales.
Lo d c rto es q ue las em presas y los individuos que
acostum bran a abusar d e la gente n o están bien prepa
rados pora p lan tar cara a los elem entos perseverantes,
principalm ente porque se tropiezan con m uy pocos y ,
cuando surge alguno — com o es por naturaleza un sujeto
que pertenece a l tipo d el valentón cargante— , los so
juzgadores suelen o p tar, porque le s parece m ás cómodo
y sensato, por retirarse y dedicar sus esfuerzos a víctimas
m ás propicias. L a m ayoría d e las personas se comportan
como corderitos cuando se trata d e reivindicar sus d e
rechos. S e anonadan a sí m ism as antes d e em pezar, a
causa de esa m ism a actitu d q ue adoptan, persuadidas de
que son incapaces d e vencer al coloso, a « la autoridad»
o a « la casa consistorial». P ero usted sabe y a que ésos
son m itos d e los que no hace caso alguno la persona
creadoram ente vivaz. N o sólo es posible, sino incluso
m uy probable q ue usted se llev e el triunfo, ai rebasa los
prim eros escollos que aparecen al principio d e la sin
gladura y sigue conforme a l plan. Esos obstáculos in i
ciales están a llí únicam ente porque la m ayoría de las
personas caen derrotadas por ello s. Pero un a vez los ha
superado, a m enudo se sorprenderá usted de lo escasas
q ue son las dificultades auténticas que qued an en su
cam ino.
No es necesario ser testarudo para p erseverar. Su
determ inación puede degu star e l sabor de la sen cilla y
franca providencia, e l firm e propósito de n o d ejarse con
vertir en víctim a. H ará u sted lo estrictam ente necesario
p ara alcanzar loa resultados q ue pretende, en vez d e
304
305
M e atengo a una doctrina, a la q ue no debo grán
cosa, salvo lo poco q ue he conseguido, y esa doc
trina es q u e, con un talento normal y una perse
verancia extraordinaria, todas las cosas son reali
zables.
S ir Thomas F ow ell Box ton
50€
307
m ente creadora, pero, y a de entrada, comenzó a caer de
nuevo en sus baches depresivos, cuando la anim é a elegir
algunos actos específicos. Se quejó de que no sabía qué
hacer y , en consecuencia, no haría nada. De forma que
le entregué la siguiente lista de actividades potenciales,
todas las cuales podría llev ar a cabo.
308
309
de consternación. El viejo proverbio encierra mucha
verdad:
1. ¡ R e a l m e n t e n o p u r d o h a c e r n a d a ! U na ve
se h a dicho usted eso, estará sentenciado por ello mien
tras continúe creyéndolo. S iem p re b o y a lgo que uno pue
de hacer, y su tarea como an ti víctim a consiste en expe
rim entar, probar y desarrollar alternativas. V uelva la fra
se d el revés y dígase: «A u n q u e no sé bien q u é, ai estoy
seguro de q ue voy a hacer algo, antes que quedarm e
aq u í quieto y acabar convertido en víctim a*. Con esta
d a se de actitu d , a! menos uno aborda e l problem a y te
crea un hábito nuevo d e acción, en vez de abandonarse
a la pasividad y la in d iferen d a. No se e x ija a sí mismo
una solución acertada en seguida o en todos los casos.
Es preferible que in sista en m antenerse activo y que siga
experim entando. A fuerza d e probar y probar, acabará
dando con algo q ue resulte. Pero nunca tendrá la opor
tunidad de acertar con algo positivo si desde e l principio
se confiesa a s í mismo q ue no hay nada q ue pueda
hacer.
310
311
a l g u n o s e je m p l o s d e c o n d u c t a
CREADORAM ENTE V IV A Z
312
313
objetivo, abandonando e l q ue le parecía «cam ino recto»
de la búsqueda de em pleo y em prendiendo en cam bio
un com portam iento creador e in d ivid ual q ue le dio óp
timos resultado*.
Se ofrecen más alternativas que la del tra
bajo asalariado. E xisten m iles de form as de ganarse
la v id a sin q ue a uno le em plee o tra persona o una firm a.
G eneralm ente, las víctim as laborales perm anecen atas
cadas porque sólo pueden im aginar m uy pocas m aneras
de obtener ingresos. S i usted ha trabajado siem pre a
cambio de un salario, ta l vez debería considerar nuevos
procedim ientos de ganarse la subsistencia, particular
m ente s i le disgusta que los patrones tiren de los hilos
de usted o verse obligado a regir su vida conforme a los
planes d e alguna o tra persona. U sted puede desem bara
zarse d e la forma de pensar estereotipada y elaborar una
lista d e alternativas, valorar los factores de riesgo, elegir
la m ejor apuesta y pasar a la a cció n , en vez de hablar in
term inablem ente d e « ¿ y s i . . . ? » , «q u iz á s» y «n o estoy
segu ro ». N adie puede estar seguro de nada nasts q ue lo
lleva a cabo. P ero si usted c r e e q ue do puede hacerlo,
entonces olvídelo, porque su opinión se im pondrá sobre
la realidad.
La técnica m ás eficaz para librarse d el avasallam ien
to laboral c o n s is « en convertirse uno en especialista
«m ercadológico» de su propia idea. U sted puede enva
sar una idea y vendérsela a algu ien , ai puede dem ostrar
que d ará resultado. O acaso pueda usted co n ven ir su
ocupación accesoria en vocación profesional.
Convierta su pasatiempo en negocio. H e aquí
varios ejem plos de enfoque creador, relativos a activida
des para ganarse la vida y cuya índole perm ite a cual
quiera acom eter su puesta en práctica, en pos de la re
compensa de lle g a r a ser su propio jefe.
— M arilyn era aficionada a las labores d e macramé.
Las estuvo haciendo en plan de entretenim iento hasta
que se le presentaron oportunidades para realizarlo re-
>14
315
regulares y , antes d e q ue hubiese transcurrido mucho
tiem po, Ben se encontró dirigiendo una gran empresa,
desde su b e b o . S e hizo literalm en te m Q bcario, todo por
adoptar un enfoque creadoram ente vivas p ara superar e l
infortunio y ganarte la v id a por af m ism o.
— Scrah era una vio lin ista sin trab ajo , sin dinero y
desesperada. Se apostó a la p u erta d e un teatro de N ue
va Y o rk y ae puso s tocar m úsica b o n ita para lo s clientes
d e la sala d e espectáculos q u e iban, venían o esperaban
en la ools. Eo quince d ía s, Sarah recaudó en e l estuche
d el violín m ás dinero d el q ue había ganado en los seis
meses anteriores. De nuevo, una aprogdmaeión creadora
si em pleo, en v e d e u n enfoque retignaáam ente tirad o .
S i es u sted un em pecinado del no, se d irá que las
orientaciones im aginativas, como éstas, pueden salirles
estupendam ente a los dem ás, pero q ue nunca le darán
resultado a u sted. Pero cu a lq u ier c o ta puede ta lirle bien
• usted si e stá dispuesto a correr riesgos, a anular sus
propias dudas sojuzgadoras y ■ actuar. S i considera q ue
necesita perm isos especiales para realizar b que quiere
o que los im pedim entos son dem asiado im txirtantea,
vuelva a m irar desde un punto de. vista creadoram ente
perspicaz. Siem pre hav excepciones a las reg las generales
del em pleo. A lgunas de las personas m ás prestigiosas en
e l terreno d e la psicología no tuvieron formación esoe-
e i »lirada. Dos ejem plo« contem poráneos son G ail
Sheehv. q ue escribió un «b est-seller* sobre e l desarrollo
del adulto, basado en sus aficiones periodísticas, y W er-
ner E rhard, fundador y director del m ovim iento e s t en
N orteam érica. En otros terrenos, las personas que alcan
zaron e l é x ito e n esferas d e actividad «a je n a s » forman
legión: L arty O ’B rien, con sus credenciales de presiden
te d el P artido D em ócrata, q ue se convirtió en director
de la Asociación N adonal d e Baloncesto; profesores de
física q ue escriben novelas de gran venta; ahogados que
ae desdoblan en cronistas o locutores de rad io, etcétera.
S i quiere usted trabajar en algo y está dispuesto a igno-
516
317
lo s tribunales. A la sem ana siguiente, N k k recibió un
cheque de doscientos d ó lares, con una carta llen a de
disculp as. A l no estar d ispuesto a dejarse avasallar por
una «circu lar m ecánica» y al afrontar 1» cuestión con un
enfoque enérgicam ente creador, Nick obtuvo lo q ue te
n ía derecho a recibir.
Los H ORRORES DE UN DÍA EN LA OFICINA JURÍDICA
d e t r A f i c o . Eugcne se vio obligado a pasar un d ía en el
juzgado, donde esperó prácticam ente una eternidad, fue
enviado de un lado para o tro , estuvo constantem ente so
m etido a las desatenciones d e «servidores c iv ile s» poco
considerados y , al fin al, se declaró culpable de una acu
sación que Eugcne consideraba in justa. Se preguntó:
« ¿ Q u é posibilidades hay de transform ar esto en algo po
s itiv o ? » . Y se le ocurrió la id ea de escribir un artículo
acerca de su experiencia, detallan do los horrores de su
jornada en el juzgado. Luego in ten taría vender e l traba
jo. H izo exactam ente eso: U na revista nacional le pagó
m il quinientos dólares a cam bio de publicar en tres en
tregas e l relato de su jo m ad a en la oficina ju ríd ica de
tráfico. A dem ás, o tras casas editoras se pusieron en con
tacto con E ugene, p ara publicar tam bién e l trabajo, y
aquel d ía pasado en los tribunales se convirtió en e l pun
to de partida de una estim u lan te carrera de escritor por
lib re. Por e l hecho de m ostrarse creadoram ente vivaz y
lanzarse a la búsqueda de una oportunidad frente a la
desventura de la prolongada estancia en las oficinas de
tráfico, Eugene em ergió como triunfador, en vez de víc
tim a.
Larga demora en el aeropuerto. W esley llegó
al aeropuerto, donde se enteró d e q ue e l tráfico aéreo
estaba suspendido y no se rean udaría hasta transcurridas
seis horas. A l m irar a su alrededo r, observó q ue todo el
m undo se m ostraba fastidiado y no h a d a más q ue lam en
tarse por lo inoportuno de la nevada q ue parecía haberse
desencadenado con e l exclusivo fin de estropear sus pla
nes de v iaje. W esley com prendió q ue no le quedarla más
319
que le gustaban, convenientes para sus metas personales,
y su esfuerzo durante el curso le valió grandes consi-
deradooes.
Una cena de cuatro. A n d rcv y Barbara cenaban
por primera ve* coo otra pareja en un restaurante. I-i
otra pareja no cesaba de pedir cosas con profusión: be
bidas antes, durante y después de la cena, hasta e l extre
mo que la cuenta del bar subió a cuarenta dólares, y los
platos más caros de la carta. Acdrew y Barbara no
beben y además pidieron platos ligeramente más ecooó-
micos. Peso, al término de la cena, uno de los miembros
de la otra pareja dijo con toda naturalidad (como se de
jan caer siempre esas cosas): «Bueno, la cuenta sube a
ciento cuatro dólares, más la propina. La pagaremos a
medias. Sesenta dólares por pareja».
Durante muchos años, Andrew y Barbara habían
guardado e l silencio de la aceptación ante aquella clave
d e circunstancias, sin atreverse nunca a arriesgarse a pro
vocar una situación violenta llamando al orden a los
otros por aemejante abuso. Pero en la ocasión que nos
ocupa, Barbara anunció: «L a pane que nos corresponde
de la cuenta es exactamente de treinta dólares, y eso es
lo que vamos a pagar. I 4 vuestra es de noventa dó
lares». La otra pareja se quedó helada, pero ninguno
de los dos protestó. A decir verdad, se apresuraron i
convenir en que era e l único reparto equitativo del im
porte de la cena.
Compra de un pxoducto de calidad inferior.
Kay compró un paquete de cigarrillos en los que abun
daban las «estacas» de tabaco maloliente. No había for
ma de fumar aquello» pitillos, así que escribió a la com
pañía tabacalera para participarles lo que opinaba del
asunto. En e! plazo de diez días, redbió un reembolso,
tres cartones de ciganillos, como desagravio, y una carta
de disculpa.
Mantenerse creadoramente vivaz en circuns
tancias df. MipRF.ita exacerbación. En ta novela Un
320
321
Las historias de personas que han sobrevivido a ex
periencias inhumanas impuestas por tirano« son casi
siem pre idénticas. Tanto si se trata de prisioneros de
guerra, de supervivientes de los campo« de concentración
nazis o de PapiUon, según relata laa pruebas a que se vio
sometido en la isla del Diablo, todos hablan de su modo
particular de em plear la imaginación para manifestarse
creadoramente vivaces en contextos que exigían reac
ciones improvisadas. Aplique su propio sentido de auto-
valía y niéguese a dejarse derrotar por sus propias acti
tudes. Esos perecen ser los ingredientes básicos para la
supervivencia, en los campos de prisioneros y, aunque de
forma menos dura, en la vida cotidiana, donde loa ba
rrote* de cárcel se los impone uno mismo en la m iyoría
de loa casos.
EN RESUMEN
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¿V IC T IM A O T R IU N F A D O R ?
S U A C T U A L PERFIL D E V IC T IM A ,
SO BRE L A BA SE D E C IE N
S IT U A C IO N E S T IP IC A S
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E STIM A C IÓ N DE SU A C TU A L
P E R F IL DE V IC T IM A
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— H ab í* con e l fam iliar y se siente aprem iado,
hostigado y desasosegado.
R ea cción J e a n tivictím a
— D ice al fa m ilia r q u e tiene usted mucho trabajo
j que no diapone d e tiem po para charlar.
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ÑMO Ñ füP G O ÑZJL ÑOÑQU6 €S H6ÑMCSÑ. PUÑÑ y CÑÍSTÑUNÑ.
6. A lguien de la fam ilia Ha perdido algo y le echa la
culpa a usted.
R eacción d e víctim a
— S e con vierte en detective ▼dèdica su tiem po a
u n a b úsqued a desesperada de algo que. per
tenece a otro.
R ea cción d e antivíctim a
— S e lim ita a seguir con sus asuntos, haciendo
caso om iso d e la m anipulación que se proyecta
sobre u sted , en nom bre de una culpa q u e s e le
achaca.
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Reacción de anti víctima
— Se ofrece para enseñar al au tor d e las pro
testas e l funcionam iento d e la lavadora y deja
que él m ism o h aga la colada, o sim plem ente
pa*»* por alto laa q u ejas y le indica q u e él ha
de responsabilizarse d e su ropa.
327
ñm o Ñ fu e o o ñzul p o ñ q v€ es nem csR . puññ y cñístñunñ.
— In siste en q u e arreglen en seguida el aparato
o q u e le trasladen a otro cuarto.
>28
16. Un pariente lejano ha fallecido y usted no quiere
aalatir al funeral.
Reacción de victima
— V a usted a regañadientes, fastidiado por perder
el tiempo d e aquel modo.
Reacción de antivictima
— No asíate al funeral.
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ñmo Ñ fu e o o ñzul POÑQue es h €ñm c sñ . puññ y cñístñunñ .
— Dice que no tiene interés alguno en ser el or
ganizador y se niega en redondo a encargarse
d e la fiesta.
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23. Alguien vocifera palabras malsonamos en presen
cia d e usted.
R ea cción d e victim a
— Usted se indigna y se sieote ofendido.
R eacción d e antivictim a
— No hace caso de las palabrotas y se niega a
perm itir que controle sus emociones el com
portamiento de otra persona.
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pondieme propina, aunque usted no necesita los
servidos del mozo.
R eacción d e victim a
— No dice nada y se deja acompañar, porque no
desea violentarse.
R ea cción d e antivictim a
— Dice a l botones que no necesita sus servidos,
pero que si realmente es t i obligado a acompa
ñarle a usted, lo tendrá que Hacer sin esperar
que usted le pague por ello.
333
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pero que pongan buen cuidado en que esté
p o co h ech o.
333
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ble con una persona que se ha tomado tanto
trabajo.
R eacción d e antivictim a
— Dice usted francamente que no le interesa ver
ninguna propiedad y se niega a ser arrollado
por unas tácticas de venta apremiantes en de
masía.
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ver i a poner los pies a llí hasta que bajen e l
nivel de d cd b elio s o llev a a cabo algo acorde
con la situación.
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Ñ M O Ñ fu e a o ñ z jl p o ñ q u € es h p p m c s ñ . puññ y cñístñunñ .
está dispuesto a pagar para sentarse e a un cine
sin calefacción.
343
PM O PFU€G O PZUL POPQU€ €S H6PMCSP. PUPP Y CPiSTPUXP
R eacción J e víctim a
— No hace nada, aparte enfurecerse con el pro
fesor.
R eacción J e antivictim a
— C oncierta una d t a con el profesor y le explica
su criterio al respecto. S i no consigue cada,
escribe una carta al director, a l decano o a otro
alto cargo. Sigue apelando. In siste en recurrir.
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65. A lguien no le envía una nota de agradecim iento
por un favor q u e usted le hizo.
R eacción J e victim a
— Se siente usted desasosegado y lam enta mucho
mucho la actitud d e l ingrato.
R ea cción J e antivictim a
— Pasa por alto la desatención y se recuerda que
no hizo usted el favor a aquella persona para
que se !o agradeciese. S i el individuo no tiene
el m ism o criterio que usted res p e a o a moda
les, eso no significa que scú malo y , desde
luego, no significa que teDga usted que m or
tificarse.
345
ÑMO ÑfUÑGO ftZJL POÑQU€ 6S H€ÑMOSÑ. PUÑÑ V CÑÍSTÑUNÑ
R eacción d e antivíctim a
— D ice usted al jefe que la cita personal es muy
im portante y que, en esa ocasión, le resulta im
posible quedarse a trabajar b asta tarde.
346
vehículo que le prom etieron no está disponible, o
no lo está a la tarifa acordada.
R ea cción d e víctim a
— A cepta un coche m ás caro y paga la diferencia.
R eacción d e antivictim a
— In siste en q u e le faciliten u n autom óvil al pre
cio convenido o irá u sted a la competencia.
Después escribirá a la compañía y explicará
por qué perdieron u n clien te. Se muestro in
flexible en Jo que concierne a recibir un serv i
d o adecuado.
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ÑMO ÑFU€GO ÑZUL POÑQUt €S H€ÑMOSÑ. PUÑÑ y CÑiSTÑUNÑ
75. Es usted vegetariano, le invitan a com er y se sienta
a una m esa en la q u e le sirven carne.
R e a c c ió n d e v ictim a
— Se come usted la carne, para no ofender a sus
anfitriones, o pide disculpas por los inconve
nientes que ocasiona y después se siente dis
gustado por haber ejercido su opción de ser
vegetariano.
R ea cción d e anlivíctim a
— Se come únicam ente los vegetales, sin decir pa
labras o dando una leve explicación. No expe
rim enta sensación alguna de culpabilidad y,
con orgullo, se m antiene fiel al compromiso
contraído consigo mismo de ser vegetariano.
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— A ccede u ste d , p ero de u n talan te d e m ii d ia
blos.
R ea c ció n d e a n tiv ictim a
— D ice q u e n o va a i r y n o v a . Y se m an tien e en
ius trece a b ase de conducta y n o d e p alab ras.
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R ea cció n d e a n tiv ictim a
— L es d ic e q ue a u sted le tien en sin cu id ad o sus
d iferen cias y d e ja q u e sean lo s propios chavales
q u ien es zan jen su s q u e re llas.
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pm o />pueao fízu i f o r q u c es Hetm osn. p u m v ousrm m .
88. A lg u ien le d ice cu án to ha de d ar de p ro p in a, pese
a q u e e s e l d in ero d e usted e l q ue se v a a g astar.
R ea c ció n d e v íctim a
— S ig u e u sted la s indicaciones q ue se le d an , para
q u e la o tra p erso n a no se ofenda.
R ea c ció n d e a n titíctim a
— D a u sted la p ro p in a que consid era ju sta y dice
a la o tra p erso n a q u e p u ed e d e ja r a llí todo e l
d in ero d e su perten en cia q ue g u ste.
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— S e co n tien e u ste d , p o r tem o r a sen tirse tonto
o cu rsi.
R ea cció n d e a n tiv ictim a
— S e o b lig a a sí m ism o a d e c ir: « T e q u ie ro » en
la cara d e sus fam iliares.
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cad3 vez q u e a algu ien se le an to ja algo de
u sted.
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5 0 v íctim a, 5 0 an tiv íctim a L a m ita d d e su v id a está
b ajo la d ic ta d u ra d e o ü a s
p e rs o n a s ... n o tira usted
d e lo s h ilo s.
33/
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CO NTRAPO RTAD A
Wayne W. Dyer
Es sobradamente conocido por los lectores de todo el mundo por Tus zonas erróneas,
posiblemente el libro de autoayuda más leído de todos los tiempos. Ha sido profesor de
psicología del asesoramiento en las St. John’s University de Nueva York y actualmente
se dedica a pronunciar conferencias, impartir cursos y a escribir. Entre sus obras publi
cadas, cabe destacar también Técnicas efectivas de asesoramiento psicológico, Los re
galos de Eykis, La felicidad de nuestros hijos, Tus zonas mágicas, Tus zonas sagradas,
Construye tu destino, La sabiduría de todos los tiempos y La fuerza del espíritu.
HACE YA UN PAR DE DIAS AII
AM AD A FUEGO AZUL ME
PIDIO QUE BUSCARA Y
DESCARGARA ESTE L IB R O -
A SI QUE LO BUSQUE POR
CASI TODO UN DIA^Y ME DI
CUENTA QUE MUCHAS OTELAS
PERSONAS NO LOGRABAN
ENCONTRAL O...
POR LO CILAL DECIDIMOS
COMPILARLO, ESCANEARLO Y
SUBIRLO A L A R E D -
ESPERO QUE LES SEA DE
UTILIDAD Y LES PIDO QUE
AYUDEN A DISTRIBUIRLO-
26/ 09/2009
P oem a 15 de Pa blo N erud a.