Empatia y Rapport - Conxa Perpina
Empatia y Rapport - Conxa Perpina
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RAPPORT:
FACTORES BÁSICOS QUE DETERMINAN LA CALIDAD DE LA INTERACCIÓN
EN LA ENTREVISTA
1.1. EMPATIA
«sé como te sientes», «yo también he pasado por eso», «¡Dios mío, tiene que
haber sido horrible!», «qué mal asunto, es horroroso. Tienes que ser muy fuerte
para haber podido soportar eso». Las dos primeras pueden ser interpretadas por
el cliente como una muestra de falta de autenticidad por parte del entrevistador, y
por tanto podrían dar lugar a que aquél se plantee cosas como éstas: «¿cómo es
posible que me entienda si me acaba de conocer?», o «si de verdad sabe cómo
me siento, y ha pasado por lo mismo que yo, puede que no sea un buen
terapeuta, o que necesite también tratamiento». En el caso de la segunda,
además, el cliente puede de pronto convertirse en entrevistador, o dudar de que
realmente el entrevistador comprenda verdaderamente su experiencia. La tercera
frase puede ser la típica expresión que intenta mostrar apoyo y comprensión tras
un acontecimiento traumático y es, seguramente, la que cualquiera daría en un
contexto no profesional para mostrar amistad o simpatía por lo ocurrido. Pero no
es una respuesta empática. Porque, para empezar, lo más probable tras
acontecimientos de ese tipo es que los clientes no sepan muy bien cómo se
sienten, o no estén muy seguros de cuál es el alcance de la experiencia, en el
sentido de hasta qué punto es terrible y/o lo va a ser en el inmediato futuro, es
decir, las repercusiones que va a tener en su vida. Si el entrevistador envía el
mensaje de que es «horrible», lo más seguro es que su angustia y temor
aumenten de manera sustancial, basándose en la apreciación que de la
experiencia está haciendo el profesional. Una intervención más adecuada en
términos de empatía sería explorar en qué medida el cliente cree que la
experiencia ha sido terrible y cómo cree que ello va a afectar a su vida en el futuro.
La cuarta de las expresiones refleja de nuevo simpatía, pero no empatía. El cliente
puede que se sienta apoyado, como le sucedería con un buen amigo, pero a la
vez puede que se retraiga a la hora de expresar otros sentimientos similares o, lo
que sería aún peor, que piense que su modo de sentirse es normal y se sienta
«profesionalmente reforzado» o justificado y, a partir de ahí, su disposición para el
cambio sea mínima. Otra posibilidad es que, en la medida que se siente reforzado
por el entrevistador, potencie o prime la exposición de sus sentimientos y/o
experiencias negativas, obviando o no prestando atención a otras más positivas
que podrían ayudarle a valorar la situación de un modo más equilibrado. En
definitiva, aprender a ser empático no es sencillo, y hasta los profesionales más
experimentados pueden cometer errores. Como han se-ñalado Greenberg et al.
(2001): «a algunos clientes frágiles puede parecerles que las expresiones de
empatía son demasiado intrusivas, mientras que otros más resistentes las pueden
percibir como excesivamente directivas, y a otros más puede parecerles raro que
se focalice la empatía en sus sentimientos» (p. 383). Probablemente el único
modo de afrontar el reto es mantenerse alerta ante lo cambiante que resulta
cualquier proceso de entrevista y no presuponer que las respuestas empáticas
sirven siempre y del mismo modo para todos los clientes y en cualquier momento
de una misma entrevista. Prestar atención a nuestros errores e intentar corregirlos
lo antes posible debe formar parte de nuestra actividad profesional cotidiana,
porque de lo que no cabe duda es de que la empatía tiene un papel nuclear en
los resultados de toda entrevista, ya sea en el ámbito clínico o en cualquier otro.
En el contexto de la psicoterapia, hay abundantes datos que indican el peso de la
empatía en los resultados del tratamiento. Por ejemplo, en su estudio meta
analítico sobre 47 investigaciones realizadas con más de 3.000 clientes,
Greenberg et al. (2001) encontraron una correlación de 0,32 entre empatía y
resultados terapéuticos, independientemente del tratamiento empleado. Los
mecanismos por los cuales se produce esta asociación son, según estos autores,
los cuatro siguientes:
1.2. RAPPORT
Muchos clientes tienen dificultades para explicar lo que les sucede, o no saben
por dónde empezar, o ignoran si lo que están pensando será relevante, o temen
estar olvidando algo que puede que a nosotros nos parezca importante. Una
indicación de ayuda podría ser: «muchas veces es difícil saber qué decir para
empezar. ¿Qué le parece si empezamos por hablar sobre... qué tal le va en el
trabajo... si ha tenido algún problema recientemente con... (etc.)?».
Una de las situaciones que representa una amenaza importante para el rapport lo
constituyen las entrevistas estructuradas y cerradas. En estos casos es
extremadamente importante esforzarse por suplir con el lenguaje no verbal aquello
que el contenido verbal de nuestra intervención no nos permite poner en práctica
(mirar a los ojos, intentar escuchar mientras responde sin anotar o anotando lo
menos posible, etc.), además de explicar al inicio de la entrevista su formato
cerrado o estructurado y las razones que nos llevan a realizarla de ese modo.
Por último, hay que tener en cuenta que el rapport constituye la base para una
buena alianza terapéutica y que, como ésta, fluctúa a lo largo de las diversas
sesiones y encuentros con los clientes. Por tanto, es un requisito que debemos
esforzarnos por establecer y mantener en todos y cada uno de esos encuentros.
En definitiva, establecer y mantener un buen rapport significa crear una interacción
abierta, de confianza y seguridad con el cliente. Naturalmente, decirlo es más fácil
que hacerlo, pero, en la medida en que seamos conscientes de su importancia,
estaremos más dispuestos a lograrlo y a revisar los errores y equivocaciones que
podemos cometer en el proceso.
Tomado de: Manual de la entrevista Psicológica. Saber escuchar, saber preguntar. Conxa Perpiñá. Ed Pirámides.