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Escóndeme
Escóndeme que el mundo no me adivine.
Escóndeme como el tronco su resina, y que yo te perfume en la sombra, como la gota de goma, y que te suavice con ella, y los demás no sepan de dónde viene tu dulzura...
Soy fea sin ti, como las cosas desarraigadas
de su sitio; como las raíces abandonadas sobre el suelo.
¿Por qué no soy pequeña como la almendra
en el hueso cerrado?
¡Bébeme! ¡Hazme una gota de tu sangre, y
subiré a tu mejilla, y estaré en ella como la pinta vivísima en la hoja de la vid. Vuélveme tu suspiro, y subiré y bajaré de tu pecho, me enredaré en tu corazón, saldré al aire para volver a entrar. Y estaré en este juego toda la vida.
Autor: Gabriela Mistral
La flor del aire Yo la encontré por mi destino, de pie a mitad de la pradera, gobernadora del que pase, del que le hable y que la vea.
Y ella me dijo: "Sube al monte.
Yo nunca dejo la pradera, y me cortas las flores blancas como nieves, duras y tiernas."
Me subí a la ácida montaña,
busqué las flores donde albean, entre las rocas existiendo medio dormidas y despiertas.
Cuando bajé, con carga mía,
la hallé a mitad de la pradera, y fui cubriéndola frenética, con un torrente de azucenas.
Y sin mirarse la blancura,
ella me dijo: "Tú acarrea ahora sólo flores rojas. Yo no puedo pasar la pradera."
Trepe las penas con el venado,
y busqué flores de demencia, las que rojean y parecen que de rojez vivan y mueran.