La Interculturalidad Visto Desde Un Punto Educativo

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LA INTERCULTURALIDAD VISTO DESDE UN PUNTO EDUCATIVO

En este punto de vista se enfatiza la necesidad de canalizar adecuadamente el


multiculturalismo creciente en la sociedad y en la escuela. Se reflexiona, por lo mismo,
sobre el sentido y el alcance de la educación intercultural, la mejor apuesta pedagógica
para intervenir formativamente en entornos presididos por la diversidad social y
cultural. En definitiva, se valora la proyección que dicha educación puede tener sobre la
personalidad básica del educando.
Hoy el multiculturalismo es una realidad cada vez más está presente en nuestras
sociedades, pues a la diversidad cultural de los propios Estados hay que agregar el
creciente pluralismo proveniente del fenómeno migratorio.
La inmigración comporta cambios en la realidad social. Nuestra sociedad, por ejemplo,
es cada vez más multicultural. Este mosaico de culturas puede despertar actitudes muy
variadas: temor, rechazo, cercanía, solidaridad, etc., y por sus repercusiones, hay cada
vez más estudios que desde ópticas diversas se ocupan de la cuestión.
La educación, naturalmente, no escapa a esta preocupación y aumentan las voces que
demandan una formación intercultural, en cuanto vía apropiada de atención a la
diversidad cultural. En el artículo partimos de la firme convicción de que el intercambio
cultural es a priori una riqueza. Ahora bien, si las políticas educativas carecen de
sensibilidad hacia las diferentes costumbres, tradiciones, creencias, lenguas, etc., lo que
podría ser fuente de crecimiento personal y social corre el riesgo de convertirse en un
problema de devastadoras consecuencias para los grupos humanos, particularmente
para aquellos que están en minoría. La canalización positiva del multiculturalismo exige
cambios educativos profundos y respetuosos de la doble faz (humana y científica) de la
realidad pedagógica. Es la armonización de las dos dimensiones la que hará posible el
auténtico progreso educativo intercultural.
Cultura, Multiculturalismo E Interculturalismo:
Aun cuando el término ‘cultura’ no admite una definición unívoca, creo que se puede
aceptar que se trata de un conjunto de costumbres, tradiciones, conocimientos,
actitudes, valores y manifestaciones (artísticas, científicas, técnicas, sociales,
industriales, etc.) que expresan la vida de los pueblos en una determinada época. La
cultura lleva a los miembros de las comunidades humanas a poseer una cognición
compartida que se proyecta en sus acciones y producciones. Si damos por buena la
breve definición anterior, entonces hay que evitar las aproximaciones superficiales que
tienden a equiparar cultura con conocimiento letrado, nivel de estudios o conjunto de
objetos que se almacenan, intercambian, etc.
Hay que descartar igualmente la equivalencia que en ocasiones se establece entre
cultura y raza, cultura y poder, cultura y país, etc. Tras las reflexiones precedentes es
oportuno señalar, como bien recuerda:
Froufe (1994, 163-165), que en la pedagogía hay dos corrientes muy difundidas para
referirse a la propuesta educativa interesada por la formación en una sociedad plural:
multiculturalismo e interculturalismo. Aunque ambos términos se utilizan a menudo
como sinónimos, el primero se ha extendido más por la literatura pedagógica
norteamericana, mientras que el segundo ha sido más aceptado en ámbitos
pedagógicos europeos. Más allá de la acogida geográfica que han tenido estas palabras,
podemos establecer algunas diferencias en su sentido:
- El multiculturalismo, se refiere a la concurrencia de dos o más etnias y su coexistencia
en la misma sociedad o territorio. Es un concepto estático que trata de describir una
situación frecuente en nuestro tiempo. Del multiculturalismo así entendido se deriva la
idea de posible choque cultural, pues refleja una realidad compleja en la que a veces los
grupos refuerzan su identidad sobre la base de lo que les diferencia de otras
comunidades.
- El interculturalismo, aspira a superar la mera coincidencia de culturas. Es un concepto
dinámico que enfatiza los aspectos positivos de la comunicación entre culturas:
intercambio, reciprocidad, apertura, flexibilidad, solidaridad, etc. Si el multiculturalismo
describe una situación de partida, el interculturalismo muestra la dirección a seguir para
que la convivencia entre personas de culturas diferentes en condiciones de influencia
paritaria sea fuente de riqueza. Tras la aclaración conceptual anterior se comprende que
el término que se está potenciando en nuestros círculos pedagógicos sea precisamente
el de ‘interculturalismo’ o la expresión educación intercultural, a la que ahora
pasaremos revista.
¿QUÉ ES LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL?
Desde mi punto de vista, se puede definir brevemente la educación intercultural como
formación teórico-práctica encaminada al intercambio constructivo entre culturas.
Analicemos los términos de esta definición:
- Formación. - Es acción orientada a asegurar el desarrollo personal y social. Por medio
de la educación intercultural se estimulan y despliegan las potencialidades humanas que
garantizan la autorrealización en situaciones pluriculturales.
- Teórica. - La educación intercultural es teórica porque reflexiona, analiza, describe y
explica la realidad. Se dispone a conocer el fenómeno intercultural y organiza ese saber
de forma sistemática y rigurosa.
- Práctica. - No se queda en la mera especulación o marco conceptual, sino que se
orienta a la praxis. Por su propia naturaleza implica actividad encaminada a la mejora
personal y social.
- Intercambio constructivo entre culturas.
- La educación intercultural es sobre todo compromiso con la convivencia. Parte de la
base de que la comunicación entre culturas oportunamente canalizada es
enriquecedora para sus miembros. La educación intercultural, aun cuando admite
distintas interpretaciones, constituye en la actualidad la mejor apuesta pedagógica para
intervenir en contextos multiculturales. Esta educación se dispone a modificar los
modelos culturales que transmite la escuela en consonancia con la nueva realidad, lo
que supone transmitir actitudes, valores y contenidos de carácter más universal o
cosmopolita, aunque sin desatender las peculiaridades culturales. Pese a la dificultad
que comporta armonizar lo propio y lo común, la interculturalidad constituye un
objetivo perentorio al que no se puede renunciar. La educación, escolar o no, está
llamada a desempeñar un papel principal en este mundo donde la interdependencia es
cada vez más patente. La nueva sociedad plural que se vislumbra ha de estar presidida
por la reunión cordial de personas y culturas en un marco democrático. La participación,
la solidaridad y la cooperación se constituyen así en las propiedades deseadas que
deben alcanzarse con el concurso de todos. Los cambios iniciados en la sociedad
demandan a la pedagogía nuevos planteamientos teórico-prácticos que den
satisfactorias respuestas a los numerosos interrogantes, sin que ello nos lleve a creer
que esta ciencia ha de ir a la zaga de los acontecimientos. Antes, al contrario, la
pedagogía debe adelantarse a los problemas que pudieran surgir, al tiempo que
optimiza todas las posibilidades individuales y sociales que el multiculturalismo
presenta. Hay coincidencia en considerar que la realidad multicultural, con toda su
complejidad, exige a la educación una rápida y eficaz adecuación, labor arriesgada por
cuanto conlleva un replanteamiento del marco axiológico en el que la pedagogía
tradicional se ha inscrito. Es así como del uniformismo y la reproducción cultural hay que
transitar a la renovación cultural erigida sobre el pluralismo y la apertura. En general, el
emergente discurso de la educación cultural adopta esta posición inicial, aunque, como
cabe suponer, es claramente divergente en sus formulaciones según los modelos que se
adopten.
García Martínez y Sáez Carreras (1998, 127-154), al referirse a los enfoques teóricos de
la educación intercultural, distinguen tres principales, de los que ofrecemos las notas
más destacadas:
1) Tecnológico o positivista. Se encamina a la adquisición de destrezas por parte de los
educandos. Tiene un carácter preponderantemente práctico y compensatorio. Lo único
que ofrece a las minorías culturales es la integración por asimilación o, lo que es igual,
la sustitución de su cultura por la cultura hegemónica. En el caso de que las minorías no
acepten la asimilación, este enfoque deja las siguientes alternativas:
a) el apartamiento total.
b) la marginación de los recursos sociales y materiales (segregación).
c) la lucha activa contra el sistema mayoritario (pugna).

En verdad, estamos ante un modelo de corto alcance que apunta hacia la “disolución”
de la interculturalidad. La asimilación está muy lejos del tratamiento democrático del
fenómeno multicultural, toda vez que niega la participación y la idiosincrasia de las
personas y de los grupos. El modelo positivista corre el riesgo de manipular y controlar
a las personas, cual si se tratase de una “arquitectura de la conducta”.
2) Hermenéutico o interpretativo. Este modelo aspira a que los educandos se conozcan
mejor a sí mismos, con objeto de que se estimule la cooperación intercultural y se
reduzcan los prejuicios y discriminaciones. Se pretende fomentar la tolerancia y la
comunicación, aunque no hay una apuesta decidida por la relación intercultural
igualitaria. En la práctica, el cambio se limita a una mayor comprensión de la realidad,
pero sin actuar directamente sobre las condiciones sociales negativas.
3) Crítico o sociopolítico. Propone transformar la realidad desde un marco democrático
y ético. Desde esta perspectiva, la educación intercultural supone un compromiso con
la justicia cultural y social. Se pretende que las personas y los grupos se sientan “iguales
desde la diversidad”, es decir, que no haya desequilibrios ni supremacías, y que estén
en condiciones de convivir. Se apuesta por la vida democrática y plural en todos los
ámbitos. Por su complejidad, este modelo precisa aportaciones de numerosas
disciplinas y actuaciones diversas. La complejidad de los fenómenos educativos y la
necesidad de modificar positivamente la realidad hace que el modelo crítico esté
ganando adeptos. De todas formas, los tres enfoques pedagógicos presentan aspectos
valiosos que hay que aprovechar.
La educación intercultural no es ni mera actuación técnica ni exclusiva comprensión del
fenómeno multicultural; por el contrario, es praxis nacida de un corpus teórico
respetuoso de principios humano-sociales de alcance universal que se encamina al
cultivo de la participación, la solidaridad, la tolerancia, la justicia y la convivencia entre
culturas. De acuerdo a la perspectiva holística e integradora que adoptamos, la
educación ha de prestar atención a la diversidad cultural, estimarla y abrir canales de
comunicación. A diferencia de enfoques que contemplan a los miembros de los grupos
minoritarios como inadecuados y negativos, las teorías de la inferioridad genética, aquí
se enfatiza el valor de la persona y se defiende la necesidad de crear condiciones
favorecedoras de emancipación y autorrealización.
De igual modo, frente a algunas erróneas interpretaciones que instigan a la
confrontación como “vía necesaria” para evitar la servidumbre cultural y alcanzar la
igualdad de oportunidades, la educación intercultural que propugnamos se orienta a la
concordia desde la armonía y el diálogo. En un sentido lato, la educación intercultural
no se circunscribe a la institución escolar, es decir, también confía en las posibilidades
formativas de la familia, la sociedad y los más media, aunque es innegable que queda
mucho por hacer hasta lograr la integración de las diversas instancias educacionales. En
el presente, mientras se refuerza el tejido social, es la escuela la que protagoniza el
impulso de la interculturalidad, a pesar de que constantemente se cuelan por sus
aberturas influjos perniciosos. Por otro lado, la educación intercultural tampoco se
dirige exclusivamente a las minorías, sino a todas las personas. En la escuela, por
ejemplo, es la comunidad educativa por entero la que debe enriquecerse de esta
formación. La finalidad es que profesores, padres y alumnos de las diversas culturas se
acerquen, conozcan, comprendan y enriquezcan en un marco de convivencia.
INTERCULTURALIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA EN LA SALUD
Los términos de interculturalidad en salud, salud intercultural, enfoque o perspectiva
intercultural y otros semejantes se han introducido en el discurso y en la práctica de la
salud pública en los últimos años, sin que se haya logrado previamente un adecuado
consenso sobre su significado, sus diferencias o similitudes e implicancias. Una ya
abundante y creciente literatura médico-científica, utiliza estos conceptos y, diversas
iniciativas, públicas y privadas, algunas de alcance local y otras de alcance nacional en
muy diversos países, afirman fundamentarse en estos conceptos, sin embargo, una
simple revisión de sus alcances y orientaciones nos muestra una diversidad que
pareciera semejar la diversidad cultural sobre la que se fundamentan estos conceptos.
Esta realidad tiende a confundir al profesional de la salud que, por limitaciones
derivadas de su formación académica tradicional exclusivamente en biomedicina, está
muy alejado de las ciencias sociales y carece, por tanto, de una trama conceptual con la
cual adentrarse en las complicaciones de la incorporación de los aspectos culturales de
la práctica sanitaria.
INTERCULTURALIDAD. - Significa una relación entre varias culturas diferentes que
comparten el mismo entorno, que se realiza con respeto y horizontalidad. Es decir, que
ninguna se pone arriba o por debajo de la otra. En esta relación intercultural, se
pretende que personas de culturas diferentes, puedan entenderse mutuamente,
comprendiendo la forma de percibir la realidad y el mundo de la otras u otros. De esta
manera se facilita la apertura para ser escuchado y enriquecerse con las ideas de los
demás.

Interculturalidad en salud Son los procesos que, en los servicios de salud, consideran
el entorno cultural, la diversidad y el respeto, respecto a diferentes interpretaciones
relacionadas con la salud y enfermedad: La Interculturalidad en salud propone la
participación activa de los diferentes actores sociales de la salud, considerando no sólo
la relación entre las personas, sino los recursos terapéuticos, los espacios y los aspectos
administrativos y de dirección.
Dimensiones:
En el caso de las instituciones de salud, los usuarios a veces cuestionan la falta de
sensibilidad, escucha y respeto en el trato recibido por parte de los prestadores de salud,
el no respeto a la privacidad, el menosprecio de sus opiniones y la desinformación de
que son objeto, aspectos que dan lugar a la insatisfacción y abandono del servicio; y en
consecuencia, a la pérdida de confianza en la atención del personal.

Por ello, a fin de incorporar herramientas y elementos de interculturalidad en salud


que fortalezcan el desempeño del personal dentro de este rubro, e impacten en el
diseño de planes y programas sanitarios, la Secretaría de Salud Federal llevó a cabo el
curso “Interculturalidad en Salud”.

El objetivo de este curso fue sensibilizar al personal sanitario sobre el respeto a los
derechos humanos, género y diversidad cultural, para que ejecuten acciones y
procesos desde un enfoque cultural.

Asimismo, tomando como base una visión socio antropológica del proceso de atención
a la población mexicana, se trataron una variedad de temas que incluyeron: medicina
tradicional indígena, discriminación, bioética, interculturalidad y políticas públicas,
género, salud, y herramientas interculturales, además del conocimiento de la existencia
de otros modelos de atención médica y las enfermedades.

Lo anterior dará lugar a la elaboración de propuestas de cambio que impacten en el


diseño de planes, modelos y programas sanitarios.
INTERCULTURALIDAD DESDE UN PUNTO DE VISTA EN EL DERECHO

Hoy en día, la construcción de la ciudadanía demanda que los miembros de la sociedad


estén informados y de su compromiso para desempeñar un papel activo en la política.
Aún y cuando el desarrollo tecnológico del siglo XXI ha proporcionado al ser humano
sofisticadas herramientas tecnológicas, acceso a bases de datos y redes sociales, que
son fuente de información en tiempo real y que bien pueden contribuir a la formación
del ciudadano, esto parece no ocurrir.
La ciudadanía se ha relegado a una simple relación política estéril frente al Estado, que
se resume en el derecho a votar. El sentido de pertenencia al pueblo, comunidad,
municipio, estado, nación tiende a desaparecer bajo escenarios de bienestar económico
individual.

La interculturalidad en el Derecho, combate la visión monista del sistema jurídico, es


decir la postura que defiende la existencia de un solo sistema normativo, que por tanto
no toma en consideración a las diferentes culturas, grupos, comunidades y pueblos que
interaccionan en la sociedad. El enfoque Intercultural es una nueva forma de
construcción del conocimiento jurídico, que parte de los destinatarios de la norma, de
las entrañas de las comunidades, del día a día, del reconocimiento de la existencia de
una sociedad plural y del respeto a las diferencias.

Ahora bien, esta nueva forma de construir el derecho también genera un efecto en la
construcción de ciudadanía, pues si la visión de lo jurídico debe ser incluyente y
promover el dialogo y el respeto a las diferencias, las y los ciudadanos tendrán más
alternativas de participación, lo que puede traducirse en retomar la confianza hacia las
autoridades electorales. Desde una perspectiva intercultural los contenidos de los
derechos políticos de los ciudadanos deben repensarse si se pretende vivir en una
democracia participativa.

El respeto a la diversidad, la inclusión, los derechos igualitarios, la buena vida, los


saberes diversos, la cosmovisión, los derechos lingüísticos, son expresiones de este
nuevo enfoque del derecho que genera un nuevo modelo de construcción en donde el
dialogo entre los diferentes es el común denominador. Para que el derecho sea
intercultural debe reconocer la existencia de diferentes sistemas de normas, que
coexisten dentro de la organización estatal y pensar en el dialogo como la principal
alternativa de solución a los conflictos sociales que esa diversidad puede generar.

La interculturalidad permite un diseño jurídico integral que incluye la identidad de los


pueblos y comunidades originarios; propicia el respeto, la interacción y el diálogo en la
diversidad.
En el discurso intercultural se fomenta la democracia, la ciudadanía y la convivencia en
la diversidad; conocer y entender la visión intercultural en el derecho es provechoso,
pues aporta elementos de diversas culturas como el dominio de una lengua diferente,
los saberes diversos y la cosmovisión de los otros.
INTERCULTURALIDAD VISTO DESDE UN PUNTO DE VISTA FILOSÓFICO

El adjetivo Intercultural en la palabra Filosofía:

Responder por qué ponemos el adjetivo Intercultural a la palabra Filosofía implica


introducirnos al segundo horizonte de reflexión del que parte esta tesis.

La filosofía intercultural se encuentra en “tierra de nadie”, nos dice Raimon Panikkar


(2000b) en un lugar virgen que aún no ha sido ocupado, puesto que de no ser así ya no
sería intercultural, sino que pertenecería a alguna cultura determinada. La
interculturalidad es tierra de nadie, no lugar, está entre dos (o más) culturas, es
problemática. Cuando abro la boca utilizo un idioma concreto, con lo cual caigo de lleno
en una cultura particular: estoy en una tierra que ya es de alguien, en mi cultura,
cultivando mi tierra, mi lenguaje.

Por su parte Raúl Fornet Betancourt (2004a) nos dice que entiende la interculturalidad
no como una posición teórica ni como un diálogo entre culturas o tradiciones
filosóficas distintas sino como una ‘postura’ o ‘disposición’. Una actitud del ser humano
que se dispone a vivir ‘sus’ referencias identitarias en relación con los ‘otros’. Se trata
de una actitud que abre al ser humano hacia un proceso de reaprendizaje y de
reubicación cultural y contextual, que, por sacarnos de nuestras seguridades teóricas y
prácticas, nos permite percibir el analfabetismo cultural del que nos hacemos culpables
cuando creemos que basta una cultura, la ‘propia’, para leer e interpretar el mundo. La
interculturalidad es experiencia y vivencia de la impropiedad de los ‘nombres propios’ y
nos lleva a pensar que nuestras prácticas culturales deben ser también prácticas de
traducción.

Parece que transitar por el espacio intercultural no es sencillo, es muy fácil caer en el
terreno de la propia tradición, la propia lengua, ocupando sin darnos cuenta territorios
que no nos pertenecen. Sin embargo, este riesgo no puede llevarnos a la parálisis, a ser
meros espectadores (posmodernos) de lo que acontece a nuestro alrededor. Debemos
movernos en este espacio con una actitud especial y con los cuidados necesarios para
evitar caer en un solapado colonialismo cultural.

A modo de primer acercamiento entonces se puede decir que filosofía intercultural no


es un nuevo tipo específico de filosofía ni es filosofía de la cultura, sino un movimiento
que tiende a reposicionar la filosofía frente a (y dentro de) las tradiciones culturales y
de pensamiento, que históricamente ha quedado fuera o en los márgenes de lo definido
como filosófico.
Este reposicionamiento no surge por mera casualidad, se genera a partir del surgimiento
de un nuevo horizonte de comprensión producto de fenómenos históricos y sociales.
La interculturalidad en nuestro contexto es menos una idea filosófica y más una práctica
social, un fenómeno de la historia social y política. Esto ha sido una contribución decisiva
para la emergencia de este ‘nuevo’ horizonte de comprensión.

Por lo tanto, cuando hablamos de filosofía intercultural refiriéndonos a un


reposicionamiento de la filosofía frente a otras tradiciones culturales, debemos tener en
cuenta que este reposicionamiento se enraíza en acontecimientos históricos y sociales
que abren un nuevo horizonte de comprensión y que no se trata de una mera idea
filosófica.

En los puntos siguientes plantearé una serie de cuestiones relevantes en torno a este
reposicionamiento filosófico que llamamos filosofía intercultural: el problema de la
definición de lo intercultural, la existencia o no de tradiciones filosóficas distintas a la
europea-occidental, y la posibilidad de construir un diálogo-polilogo intercultural.
Es importante preguntarnos por la necesidad de definición. ¿Por qué debemos definir lo
intercultural? La respuesta parece obvia, se está desarrollando una tesis en filosofía y se
debe delimitar el tema a tratar, especificar la metodología, clasificar el objeto de
estudio. Siguiendo a Fornet, es posible cuestionar esa obviedad.

Sucede que el arte de clasificar, así como la pulsión por la definición que nos es tan
propia, se inscribe en la lógica de la cultura científica de Occidente. Por lo tanto, la
necesidad de definir lo intercultural podría implicar cierta violencia para otras culturas
que no le dan al momento de la definición conceptual la importancia que le otorga la
nuestra.

Por otra parte, al definir, siempre lo hacemos dentro de un marco o disciplina teórica lo
que implica una delimitación, fragmentación o recorte de lo intercultural desde la
filosofía, la pedagogía, la antropología, la lingüística o desde el campo conceptual donde
trabajemos. Corremos el riesgo de perder la integralidad y unidad de las dimensiones
de lo intercultural que atraviesa todos estos campos.

Un tercer problema que podemos observar al intentar definir lo intercultural es el efecto


objetivador que tiene la definición sobre lo definido. La definición parte del dualismo
cognoscitivo que distingue entre el sujeto que conoce (a través de la definición) y el
objeto conocido. La interculturalidad sería presentada como algo exterior a los sujetos
cognoscentes, algo que está fuera de nosotros, cuando en realidad tendría que ser
concebida y vivenciada como algo interior e intrínseco a nuestra vida y a muestra forma
de estar en el mundo.

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