El Cid de Pierre Corneille
El Cid de Pierre Corneille
El Cid de Pierre Corneille
The Myth of Oedipus is a heroic tale about Destiny and power. Configurated in
the Mycenaean Age, between the eighteenth and twelfth centuries b. C.., this
myth is strongly imprinted in Westerns drama. Its plot is at the base of one of
the greatest tragedies ever written: Sophocles’ Oedipus Tyrannus, c.430 b. C. A
paradigmatic Greek tragedy, this Sophoclean masterpiece is the reference for every
play about the fateful government of the Theban hero; Destiny and politics are
indeed in the center of the dramatic structure. Pierre Corneille’s Œdipe, written
in 1659, is an adaptation of the Greek plot into the French monarchical context
of the seventeenth century.
This paper explores Corneille’s Œdipe in order to analyse the most important
hypertextual transformations, giving the play a completely contextual perspective.
In fact, Pierre Corneille’s Œdipe is a drama where the Sophoclean plot is revalued
according to the air du temps of seventeenth-century France.
37
38 El Œdipe de Pierre Corneille
Emprunté à la tradition, [le mythe d’Œdipe] réapparaît consta-
mment dans un autre temps et un autre espace littéraire et artis-
tique, avec des modifications et des nouvelles significations. Il
devient ainsi le reflet de chaque moment par où il passe […],
il n’est point détruit puisque le sens fondamental, l’unité du
mythe, continuent à être conservés.
Maria Eugénia Pereira
La reescritura de Corneille
“Il n’est point sorti de pièces de ma main où il se trouve tant d’art qu’en celle-ci”
(Corneille, 2004: 97), dice orgulloso Corneille refiriéndose a su Œdipe (1659). Esta
obra representa su gran regreso a la escena trágica después de siete años de ausencia. El
asunto del rey tebano le es propuesto por un hombre de Estado, Nicolas Fouquet; Cor-
neille cede a la petición del mecenas y emprende la reescritura de este ‘chef-d’œuvre de
l’Antiquité’. Su primera intención es ser el traductor de Sófocles y Séneca: “les pensées
de Sophocle et de Sénèque [...] me faciliteraient les moyens d’en venir a bout” (ibid.:
96), comenta Corneille en su Examen sobre Œdipe (1660). El análisis de la materia
prima lo lleva, en primera instancia, a seguir con ojo crítico la obra de sus predecesores;
Corneille se encuentra entonces frente a ‘problemas técnicos’: la trama de Edipo no es lo
bastante consistente para una tragedia de factura clásica;1 la intriga de Sófocles carece de
acción para el particular estilo de Corneille; los episodios extremadamente violentos
de Sófocles y de Séneca están fuera de lugar para la susceptibilidad del momento…2
Corneille procede a ‘regularizar’ la intriga original de acuerdo con los lineamientos
dramáticos de la época. En el proceso de reescritura, Corneille anima su obra con mate-
ria contemporánea; es así como al asunto mítico vienen a insertarse valores propios del
contexto de producción. Esto trae como consecuencia transformaciones significativas
en el desarrollo dramático. De esta ‘contaminación’ dan cuenta novedades relevantes:
por una parte, un episodio de amor entre dos personajes ajenos al antiguo mito de Edipo
(Dirce y Teseo) permite a Corneille hacer hincapié en intereses de Estado que en Edi-
po rey se encuentran en segundo término;3 por otra parte, la doctrina clásica lo obliga a
1
En la tragedia clásica la acción debe ser articulada en cinco actos y está condicionada por estrictas
unidades dramáticas: tiempo, espacio, tono, decoro, ‘verosimilitud’…
2
La versión latina tiene, en efecto, pasajes por demás sangrientos. Una de las primeras escenas
pone en juego a Tiresias y a Manto, su hija, en una práctica adivinatoria, la aruspicina, que consiste en
la exploración de las entrañas de la bestia sacrificada; Manto describe minuciosamente el estado de las
vísceras del buey… La religión romana recupera tal práctica de la cultura etrusca; Mircea Eliade
constata: “[Les Étrusques] étaient fameux dès la fin de la République […] pour leur libri augurales,
interprétation d’oracles, et plus spécialement l’haruspicine (inspection des entrailles de la victime
sacrificielle)” (Eliade y Couliano, 1994: 267). Es evidente que una escena tal en una tragedia clásica
habría disgustado y escandalizado al refinado público francés. Se comprende entonces las omisiones
de Corneille con respecto al Edipo de Séneca.
3
En Edipo rey, el tirano de Tebas sospecha una conspiración entre el adivino y Creón para que
este último se quede en el poder (Sophocle, 1992: 197). Corneille, al introducir en su Œdipe a Dirce y
Armando Aguilar de León 39
respetar reglas severas en la construcción dramática; finalmente, la estética barroca lo
lleva a complicar la acción “au-delà du nécessaire” (Reynaud y Thirouin en Corneille,
2004: 7). Dos meses después de recibir el encargo de Fouquet, el trabajo de Corneille da
como resultado una tragedia de corte clásico en cuyo entramado se sobreponen la intriga
amorosa y la materia mítica.
El espacio clásico
Entrando en detalles sobre las diferencias entre el Œdipe y su hipotexto ático, encon-
tramos que Corneille sitúa el desarrollo de su tragedia con una ambigua indicación
escénica: ‘La scène est à Thèbes’; dada la tendencia de la producción clásica podemos
suponer que este espacio impreciso es la habitación de un palacio, donde se sucederán
declaraciones de amor, conspiraciones cortesanas, proyectos políticos y revelaciones
monstruosas. Observemos que esta representación escénica es diametralmente opuesta
a aquella del hipotexto ático, que precisa un espacio abierto: una plaza pública, frente
al palacio de Edipo. Esta variación entre Sófocles y Corneille es más bien un aspecto
genérico; tragedia ática y tragedia clásica representan el espacio escénico de forma
curiosamente opuesta. En la tragedia ática, la escenografía construye generalmente
el corazón de la pólis; la plaza de la ciudad es sustituida en la tragedia clásica por un
espacio cerrado, con frecuencia una habitación del palacio real, territorio inmediata-
mente familiar al protagonista. Este tratamiento del espacio físico va acompañado de
cambios en el reparto y en la presencia escénica: el coro —grupo de ciudadanos con-
gregados en la plaza— desaparece de la mayoría de las obras clásicas; la comunidad
cívica es remplazada por un tipo individual de personajes, propios de este subgénero
dramático, que se encuentran bien en un espacio cerrado: los confidentes (“valets” y
“suivantes”); éstos cumplen hasta cierto punto con algunas de las funciones del coro
griego, como la de escuchar, confortar o aconsejar al héroe trágico. Esta transfor-
mación en la representación espacial es notable, ya que el espacio abierto y público
involucraba la participación inmediata de los ciudadanos en el conflicto trágico, como
en Edipo rey; mientras en la tragedia clásica, y por ende en el Œdipe de Corneille, el
espacio escénico cerrado hace de la acción un asunto íntimo seguido de cerca por los
confidentes de los protagonistas.
Pero estos detalles sobre los cambios en la representación del espacio escénico son
mínimos ante uno de los procedimientos más evidentes de Corneille en su reescritura
a Teseo, valoriza de forma exponencial los motivos políticos que cree ver el protagonista de Sófocles
y desmotiva la participación de Creón; es decir, como Dirce y Teseo cumplen el rol antagónico en los
asuntos políticos, Corneille elimina de la obra al hermano de la reina Yocasta.
40 El Œdipe de Pierre Corneille
de Edipo: la inclusión del episodio de Dirce y de Teseo. Primeramente, el nombre de
Dirce es apenas un recuerdo de un antiguo manantial de los alrededores de Tebas que
existía desde antes de la fundación de Cadmea;4 el personaje de Corneille llamado de tal
forma se encuentra completamente descontextualizado del pasaje mítico: lejos de ser
una personificación de una fuente cristalina protegida por un monstruo,5 Dirce es una
princesa amante, de carácter, impregnada de los valores sociales y políticos de la época.
Hija del primer matrimonio real de Tebas, Dirce resulta ser hermana menor del infante
rechazado del mito; ante la supuesta muerte del primogénito expuesto en el Citerón, es
ella la heredera de la corona de Layo. Esto la hace ver en Edipo a un príncipe corintio
usurpador del poder de Tebas y reprocha al pueblo el haber entregado al héroe del
enigma el trono que por linaje ella merecía. Esta situación conflictiva entre Dirce y
Edipo lleva a la princesa a retar constantemente la autoridad del rey: “J’ai vu ce peuple
ingrat que l’énigme surprit, / Vous payer assez bien pour avoir de l’esprit. / […] / Mais
quoiqu’il ait osé vous payer de mon bien, / En vous faisant son roi, vous a-t-il fait le
mien?” (Corneille, 2004: 32). Desde esta perspectiva la función dramática de Dirce es
antagonizar con Edipo en un asunto político de sucesión y usurpación.
La princesa altanera encuentra su complemento en Teseo. El mítico rey de Atenas
viene a ser un contrapeso de la misma jerarquía política que el monarca de Tebas: “le
plus puissant roi doit quelque chose aux rois. […] Et si vous êtes roi, considérez les
rois” (ibid.: 22-23), dice Teseo a Edipo en una discusión. En la construcción de este
antagonista, Corneille rescata características del antecedente griego: castigador de
truhanes y matador de monstruos, Teseo limpió de peligros una parte de la Hélade y,
más aún, liberó al pueblo ateniense del tributo a Minos, rey de Creta, quien ofrecía
jóvenes de Atenas al terrible Minotauro (Apolodoro, 2004: 191-195). Pero la celebridad
del personaje griego va más allá de sus hazañas heroicas para entrar abiertamente en
terreno político: Teseo es el mítico instaurador de la democracia ateniense (Graves,
2004: 467-471). Corneille dota entonces al personaje homónimo de ideas políticas
que vienen a contradecir el comportamiento monárquico de su Edipo. Aun con ello,
Teseo no deja de ser un galante amante corneliano, en cuyo discurso se mezclan con
frecuencia los dos mayores valores del dramaturgo, el amor y el deber: “Je dirai seule-
ment qu’auprès de ma princesse / Aux seuls devoirs d’amant un héros s’intéresse”
(Corneille, 2004: 19). Así, aunque el Teseo de Corneille refiera al héroe mítico, el perfil
del personaje corresponde más bien al de un refinado amante de tragedia, frecuente
en la producción clásica.
4
El manantial Dirce estaba resguardado por un dragón que fue muerto por Cadmo. A este episodio
Eurípides da cierta importancia en las Fenicias: en ocasión del oráculo de Tiresias a Creón, el adivino
revela que para resultar Tebas victoriosa del asedio argivo encabezado por Polinices debe ser calmada
la cólera de Ares en contra de los descendientes de Cadmo; esta ira se desató por la muerte del dragón
que impedía el paso a la fuente Dirce (Euripide, 2000: en línea).
5
En el plano simbólico, tan apreciado por la mitocrítica, la actitud de Dirce parece corresponder
no con el manantial cristalino que necesita protección, sino con la fiereza del guardián. La Dirce de
Corneille es una princesa indómita, que cela, como el dragón mítico, el tesoro que terminará siendo
Armando Aguilar de León 41
Este breve retrato de los personajes que Corneille introduce a la trama original revela
motivos dramáticos propios del contexto clásico. El teatro de la época, con su tendencia
barroca, tiene un especial gusto por la complicación de la intriga: “Il fallait ajouter
à la donnée traditionnelle une intrigue accessoire, de préférence amoureuse […]. On
voit à quel point ces adaptations changeaient, en la compliquant, la physionomie de la
tragédie grecque” (Truchet, 1989: 54-56). Así, Corneille transforma la acción original
con la inclusión de los amantes antagonistas de Edipo; el recurso a la historia de amor
provoca que en el entramado trágico se amarre una doble intriga: la intriga inicial va-
loriza un problema político entre los amantes y el rey, mientras la acción de Sófocles
sirve de marco a la anterior.
En los primeros versos se perfila el rumbo que tomará el desarrollo de la doble
acción: Dirce y Teseo, en un lenguaje contemporáneo, lleno de giros preciosos y
galantes,6 discuten la peligrosa situación en la que su amor se encuentra al habitar ellos
en la corte de Tebas. En la escena inicial se construye (como es común en los prime-
ros momentos de las reescrituras de Edipo rey) el motivo de la peste. Al igual que en la
versión antecedente, el personaje titular en Corneille es el centro de los males que
se ciernen sobre la ciudad. En las palabras de Dirce a Teseo se insinúa la causalidad
inmediata entre la cruel mortandad y Edipo: “Je vois aux pieds du Roi chaque jour
des mourants; / J’y vois tomber du ciel les oiseaux expirants; / Je me vois exposée à
ces vastes misères; / [...] / Et mon cœur toutefois ne tremble que pour vous” (Corneille,
2004: 17). El tema del amor en peligro, común en la tragedia clásica,7 se desarrolla entre
una de las innovaciones memorables de Sófocles: la devastadora infección de Tebas. De
esta forma, la problemática de los amantes se encuentra inserta en el universo trágico
correspondiente a Edipo rey. Sin embargo, a medida que el diálogo avanza, la acción
del hipotexto cede ante la propuesta dramática de Corneille. Es cierto, los encendidos
amantes se encuentran en peligro, pero el obstáculo a vencer para la consolidación de
su amor no es la peste, como podría parecer en los primeros versos, sino los intereses
políticos del monarca. Expliquemos: Edipo se siente en el trono de Tebas un advene-
dizo; hecho que hiere su orgullo. Para compensar, se jacta de poseer el cetro por su
victorioso encuentro con la Esfinge. Corneille se sirve del inolvidable enfrentamiento
para justificar el lugar de Edipo en el poder de Tebas. Con soberbia, Edipo comenta a
Cleante, su confidente, la mítica hazaña:
arrebatado por el héroe aventurero (en este caso, el poder real otorgado a Edipo). “Le dragon nous
apparaît essentiellement comme un gardien sévère […] adversaire qui doit être vaincu pour avoir accès
[au trésor]” (Chevalier, 1982: 366). En la tragedia de Corneille, Edipo debe dominar a Dirce para tener
completa libertad en su ejercicio del poder.
6
Reynaud y Thirouin apuntan que el Œdipe de Corneille “servit à l’abbé Somaize de répertoire de
locutions précieuses, pour son Grand Dictionnaire des Précieuses (1661)” (2004: 9).
7
Rodrigue y Chimène, en Le Cid de Corneille, y Antigone y Hémon, en La Thébaïde ou les frères
ennemis de Racine, son sólo dos ejemplos de la recurrencia de ese tema en la tragedia clásica.
42 El Œdipe de Pierre Corneille
On t’a parlé du Sphinx, dont l’énigme funeste
Ouvrit plus de tombeaux que n’en ouvre la peste,
Ce monstre à voix humaine, aigle, femme et lion,
Se campait fièrement sur le mont Cythéron,
D’où chaque jour ici devait fondre sa rage,
À moins qu’on éclaircît un si sombre nuage.
[…]
Le peuple offre le sceptre et la Reine son lit;
[…]
J’arrive, j’apprends [l’offre], j’y hasarde ma vie.
Au pied du roc affreux semé d’os blanchissants,
Je demande l’énigme et j’en cherche le sens;
Et ce qu’aucun mortel n’avait encor pu faire,
J’en dévoile l’image et perce le mystère.
[…]
La Reine tint parole, et j’eus le diadème.
Dircé fournissait lors à peine un lustre entier
Et me vit sur le trône avec un œil altier.
J’en vis frémir son cœur, j’en vis couler ses larmes;
J’en pris pour l’avenir dès lors quelques alarmes;
[…] (ibid.: 24-25).
œdipe
[…]
Qu’apportez-vous, Dymas? quelle réponse?
dymas
Aucune
œdipe
Quoi? les dieux sont muets?
dymas
Ils sont muets et sourds.
Nous avons par trois fois imploré leur secours,
Par trois fois redoublé nos vœux et nos offrandes:
Ils n’ont pas daigné même écouter nos demandes.
À peine parlions-nous, qu’un murmure confus
Sortant du fond de l’antre expliquait leur refus;
Et cent voix tout à coup, sans être articulées,
Dans une nuit subite à nos soupirs mêlées,
Faisaient avec horreur soudain connaître à tous
Qu’ils n’avaient plus ni d’yeux ni d’oreilles pour nous (Corneille, 2004: 28-29).
8
Mientras en Corneille, la sombra del rey asesinado no es más que un relato traído a escena por
Nérine, dama de compañía de Dirce, en La Machine infernale Cocteau lleva el espectro a escena; durante
todo el primer acto el fantasma intenta prevenir a Yocasta que el destino anunciado pronto habrá de cum-
plirse: Edipo se acerca a Tebas. El ingenio de Cocteau lo lleva a dar al espectro, lejano recuerdo de
Séneca y de Corneille, un tratamiento original e inesperado por las alusiones intertextuales al episodio
de la aparición del fantasma del rey Hamlet, de la célebre obra de Shakespeare.
46 El Œdipe de Pierre Corneille
Pero tomemos este pasaje con detenimiento. Tiresias, que en Sófocles es una figu-
ra de gran peso escénico, no aparece en el reparto de Corneille; sin embargo, el adivi-
no cumple con un papel indispensable en el desarrollo de la doble acción. Anotemos
que las facultades del anciano dan un giro drástico en relación con personaje de Edipo
rey: su conexión con el más allá no es, como en la mitología griega, con Apolo olím-
pico; lo es más bien con las oscuras fuerzas subterráneas. Tiresias no es entonces un
conocedor de los designios divinos, sino un conjurador de espectros. Edipo, al corrien-
te de las prácticas del adivino, toma éstas como alternativa ante el silencio de Delfos:
“Puisque le ciel se tait, consultons les enfers” (ibid.: 30).
La herencia de Séneca
Esta inminente consulta queda por dos escenas suspendida. Es evidente que este
procedimiento dramático afecta el ánimo del público cuyo interés es reavivado en la
sucesión alternada del episodio de amor y del asunto mítico. Y es que en Œdipe las
dos intrigas se encuentran de tal forma imbricadas que el desarrollo de la doble acción
produce suspensos constantes. Así, después de dos escenas que giran en torno al pro-
blema de Dirce, éste queda a su vez en suspenso para dar continuación a la infernal
consulta de Tiresias:
Es preciso aclarar que este tratamiento no ha salido del ingenio del dramaturgo
francés; Corneille toma dicha consulta del Edipo de Séneca. En efecto, este aspecto
macabro de Tiresias fue anteriormente explotado en la versión latina y los versos de
Corneille que acaban de ser citados no son más que un somero resumen de una extensa
descripción con el estilo característico del cordobés; de esta descripción presentamos
sólo unas cuantas líneas:
Con la ambigüedad de este oráculo Corneille ata el nudo más fuerte del entramado de
su Œdipe. Las palabras del espectro provocan en la doble acción una serie de peripe-
cias relacionadas con una confusión en la identidad de los tres personajes centrales. Al
señalar la aparición que la peste en Tebas cesará sólo si la sangre de la descendencia
del rey asesinado es derramada, Dirce se encuentra en peligro de muerte. Es en estos
momentos críticos cuando finalmente la población tebana es involucrada en el conflicto
trágico. La princesa persigue con su sacrificio la gloria de salvar a su pueblo. Este
pueblo, sin embargo, no tiene un rol escénico como lo tiene el coro de la tragedia ática.
La resolución de Dirce provoca la compasión de los ciudadanos que rumoran que el
primogénito de Layo está aún con vida. Teseo aprovecha el rumor que inquieta a Tebas
para decirse hijo de Layo y salvar a Dirce de la muerte. Estos reveses de la acción
integran al desarrollo trágico la intriga amorosa que hasta entonces marchaba paralela
al asunto mítico. El clímax de la doble acción se alcanza sólo hasta que en escena se
reúnen dos agentes del destino: el mensajero de Corinto, que recibió en sus brazos al
niño rechazado de la casa real de Tebas, y el hombre de confianza de Layo, encargado
de la exposición del recién nacido y único testigo del regicidio. El reconocimiento de la
identidad de Edipo pone a salvo a los amantes que estuvieron en peligro. El desenlace
del Œdipe toma así el cauce de la versión original.
A pesar de que los acontecimientos últimos de Sófocles, el suicidio de Yocasta y la
mutilación y exilio de Edipo, cierran también la versión de Corneille, existen también
divergencias entre Edipo rey y su hipertexto; una de ellas no tiene, en realidad, mayor
relevancia: Yocasta en lugar de servirse de una soga para acabar con sus días, utiliza
un puñal.
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50 El Œdipe de Pierre Corneille
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