Papel de La Mujer Siglo 20

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Papel de la Mujer en el siglo XX

Las mujeres durante el siglo XX lograron constituir movimientos a niveles locales e


internacionales en los que mujeres de diversas nacionalidades y culturas han
luchado por la justicia en el contexto de los derechos humanos. Fue dentro de los
procesos y avances sucedidos en este periodo que se dio la incursión de la mujer
en la vida social, política y económica, y su participación activa en todos estos
ámbitos, cosa que antes era negada. Puede que uno de los factores decisivos de
este cambio, hayan sido las guerras, debido a que en muchos casos las mujeres
han tenido que reemplazar a los hombres, quienes al enlistarse en el ejército,
delegaban sus trabajos y ocupaciones a sus mujeres.

En este siglo las mujeres se percibían como frágiles y delicadas, ideas que se
nutrían de las creencias de que no eran aptas para el exigente trabajo físico e
intelectual que formaban parte de la cotidianeidad en la vida del hombre. La mujer
era marginada hasta el punto de casi no considerarse como una persona; por su
condición sexual, se le educaba para el matrimonio; saber lavar, cocinar, planchar,
coser y bordar; y primordialmente para tener hijos y ser madres, su biología
predeterminaba su destino y su papel en la sociedad y la familia

Sufragio femenino

Uno de los mayores logros en materia de derechos humanos fue el reconocimiento


de los derechos políticos de las mujeres. Si bien fue en el siglo XX que se da este
reconocimiento los antecedentes vienes desde el siglo XVIII. En el año de 1776
Nueva Jersey aprobó una ley que hacia referencia al voto usando el termino
personas en lugar de hombres, con la que accidentalmente autorizaban a la mujer
a votar. en cuanto se dieron cuenta del “error”, abolieron dicha ley en 1807. Desde
1920 se aprueba la Decimonovena Enmienda a la Constitución de los Estados
Unidos, que estipula que ni los estados de los Estados Unidos de América ni el
gobierno federal puede denegarle a un ciudadano el derecho de voto a causa de
su sexo.

A parte de esa accidentada anécdota de Nueva Jersey, el primer país del mundo
que autorizó el sufragio femenino en igual derecho que los hombres fue Nueva
Zelanda que lo hizo en 1893. Le siguió Australia en 1902 y Tasmania en 1903.
La dictadura de Franco anuló las elecciones libres y con ello, obviamente, tanto el
sufragio masculino como el femenino. Posteriormente restauró ambos y así en el
referéndum de 1966 se indicó que eran electores «todos los ciudadanos españoles
mayores de veintiún años, sin distinción de sexo».8 Posteriormente, en las
elecciones para lo que llamaron «representación familiar en las cortes» se señalaba
en el artículo cuarto de la convocatoria que «son electores los cabezas de familia y
mujeres casadas». Los votos libres tanto femenino como masculino se volvieron a
ejercer en 1976 durante la Transición Española. Previamente, en 1924, bajo el
mandato del presidente Primo de Rivera, se autorizo un “voto femenino con
restricciones”, en el que solo podían votar en las elecciones aquellas mujeres
mayores de 23 años que estuvieran “emancipadas”, es decir soltera. Quedaban
excluidas al derecho a voto las mujeres “casadas” y las “prostitutas. Por lo general
este tipo de restricciones se dieron con la excusa de que otorgarle a la mujer el
derecho a voto podría hacerla discrepar en opiniones con su esposo y debilitaría la
estabilidad del hogar.

En 1917, tras la Revolución rusa, a pesar de la aprehensión inicial contra el derecho


de las mujeres a votar en la elección de la Asamblea Constituyente, la Liga para la
Igualdad de las Mujeres y otras sufragistas se unieron durante el año de 1917 por
el derecho al voto. Después de mucha presión, incluyendo una marcha de 40,000
personas contra el Palacio Táuride, el 20 de julio de 1917 el Gobierno
Provisional concedió el derecho de voto a las mujeres.

El primer país Latinoamericano fue Uruguay, que lo aprobó en su Constitución de


1918, aunque se ejerció el voto por primera vez en un plebiscito el 3 de julio de
1927. Anecdóticamente hay que reseñar el caso de Vélez, provincia de Santander,
Colombia; que, en su constitución, que aprobó en 1853, dió el derecho al sufragio
femenino, pero esta constitución fue reformada dos años más tarde (1855) sin que
se pudiese hacer uso de tal derecho.

Sufragio femenino en el Perú


El escenario político y social sobre el voto femenino nos remontan al debate de
ideas de 1956. En ese momento, una conservadora oligarquía se opuso a conceder
el derecho de las mujeres a participar en la vida democrática del país. Mientras que
un vigoroso Víctor Andrés Belaúnde se oponía y proponía el voto irrestricto.

Si nos remontamos un poco más atrás, llegaremos a la conclusión que la verdadera


controversia había tenido lugar en la Asamblea Constituyente en los años 30. Allí
se discutió por primera vez el tema, pero finalmente la iniciativa fue rechazada, y
los debates registraron la pobre percepción que se tenía de la mujer en aquella
época.

Hubo núcleos aislados de mujeres, encabezados por María Jesús Alvarado, Adela
Montesinos, Zoila Aurora Cáceres, Elvira García y García y la poeta Magda Portal,
que insistieron y se movilizaron en busca de logar el voto femenino como una
realidad posible para las peruanas. No obstante, la opinión pública deslegitimó
estos movimientos alegando que las mujeres “tenían menor capacidad mental que
los hombres, que eran demasiado sentimentales, y que su lugar era el hogar”.

Fue en 1955 durante el gobierno del presidente Manuel A. Odría se promulgó la ley
que permitía a las mujeres mayores de edad y alfabetizadas el derecho a elegir y
ser elegidas. Por un lado, la dación de esta ley estaba motivada por un cálculo
político en el que Odría buscaba el apoyo de las mujeres para sus mujeres en las
elecciones de 1956, a su vez, la decisión correspondería un
discurso demagógico que respondía a sus intereses de recomponer su figura como
autoridad democrática, puesto que ya en casi toda Latinoamérica se había otorgado
el voto político a las mujeres. No hacerlo en el Perú, iba en contra de la imagen que
Odría buscaba trasmitir.

Otro factor que ejerció presión desde la esfera internacional fueron los
pronunciamientos de la ONU y la declaración universal de los DDHH (1948) en las
que se instaba a los países miembros a promover en sus legislaturas la igualdad
de derechos a hombres y mujeres.

Sin embargo, la obtención del sufragio para las mujeres no fue solo obra del
contexto y estrategias políticas de Odría. Si bien los movimientos por el sufragio en
el Perú no fueron masivos y se concentraron en los círculos de mujeres
intelectuales, profesionales y académicas, sus demandas y movilizaciones tuvieron
difusión en semanarios, periódicos y revistas de alta circulación logrando así
trascender sus propios círculos y tener un impacto en la opinión pública.
Casi más de veinte años después, el 12 de 1979, una nueva ley estableció la
incorporación de los iletrados a la población electoral y con ello se elevó la
participación femenina en los sufragios.

La población femenina se convirtió, a partir de entonces, en un colectivo electoral


capaz de decidir el destino del país, dado su gran cantidad numérica y su creciente
vigencia en movimientos políticos de la época.

Reconocimiento del Dia Internacional de la Mujer

El origen del Día de la Mujer se remonta a 1909, primer año que se celebró. En este
concreto fue el Día Nacional de la Mujer en Nueva York, Estados Unidos organizado
por por las Mujeres Socialistas tras una declaración del Partido Socialista de los
Estados Unidos en honor a la huelga de las trabajadores textiles de 1908 en la que
protestaron por las penosas condiciones de trabajo. Unas 15 000 mujeres
marcharon por la ciudad de Nueva York exigiendo una reducción de la jornada
laboral, mejores salarios y derechos de voto.

En 1910, la Internacional Socialista, reunida en Copenhague, proclamó el Día de la


Mujer, con carácter internacional. Fue un homenaje al movimiento en favor de los
derechos de la mujer y para ayudar a conseguir el sufragio femenino universal,
según recuerda la Organización de Naciones Unidas.

Con estos antecedentes no es de extrañar que el feminismo ya comenzase a hacer


mella en el seno de la sociedad mundial. Uno de los hechos más reseñables y que
provocó todo un movimiento en este sentido sucedió el 8 de marzo de 1857 en una
fábrica textil de Nueva York. En ella murieron más de un centenar de trabajadoras
a manos del dueño de la fábrica, quien las encerró y prendió fuego para evitar que
protestaran por la mejora de sus condiciones laborales. El suceso removió la
legislación de Estados Unidos y sirvió para abrir el debate social y allanar el camino.
Posteriormente, la I Guerra Mundial y la Revolución Rusa dieron lugar a nuevos
comienzos femeninos de gran relevancia.

Acceso a la educación universitaria

Las primeras universidades datan del siglo XI. Por ello es que sorprende que sólo
en el siglo XX se haya abierto, en un comienzo, el ingreso de las mujeres a los
planteles de educación superior. Siempre existieron excepciones, pero el
atrevimiento femenino tuvo lugar una vez adentrado el 1900, y únicamente en
naciones con mayor desarrollo del sistema.

En España, el ocho de marzo de 1910 tiene también una significación especial,


pues a partir de ese día la mujer pudo acceder a la Enseñanza Superior en igualdad
de condiciones que el hombre, cuando se aprobó una real orden que autorizó “por
igual la matrícula de alumnos y alumnas” poco después de que Emilia Pardo
Bazán fuera nombrada consejera de Instrucción Pública. Bien es cierto que
anteriormente, las pioneras de finales del siglo XIX habían comenzado a ir a la
Universidad pues no existía ninguna ley en contra. No estaba prohibido, al principio,
porque simplemente nadie había pensado, jamás, en que una mujer quisiera
estudiar y, mucho menos, que lo necesitara para ser una buena madre y esposa.

Anteriormente, existieron algunos casos; en 1785 María Isidra de Guzmán,


conocida como la doctora de Alcalá, obtuvo el grado de doctorado en la Universidad
de Alcalá de Henares. En 1849, la tradición cuenta que Concepción Arenal se
disfrazó de hombre para poder estudiar Derecho en la Universidad de Madrid. Sin
embargo, en 1882 una real orden suspendió “en lo sucesivo la admisión de las
Señoras a la Enseñanza Superior”. Seis años después, en 1888, otra real orden
acuerda “que las mujeres sean admitidas (...) como alumnas de enseñanza privada”
pero con autorización. Tenían que pedir permiso al Ministerio de Instrucción Pública
y conseguir que cada uno de los profesores firmara el impreso de matrícula
comprometiéndose a garantizar el orden en el aula. 25 De modo que el ocho de
marzo de 1910, por fin las mujeres pudieron matricularse en igualdad de
condiciones que el hombre. Fecha, está bastante temprana en comparación a otras
naciones europeas. Recordemos, por ejemplo, que la mujer no pudo acceder a
la Universidad de Cambridge en Inglaterra hasta 1947.

Si nos referimos a Sudamérica, en Chile, cabe destacar el caso de Eloísa Díaz,


primer médico de Sudamérica graduada en 1886. Caso aparte el de ella, pues
recién varias décadas después fueron visibles grupos de mujeres que fueron en
busca de su realización profesional a las universidades.

En el Perú la incursión de las mujeres en la vida universitaria se produjo desde las


tres últimas décadas de siglo XIX. Hasta entonces, las mujeres que querían estudiar
como alumnas regulares en la universidad lo hacían previos exámenes que
acreditaran haber culminado sus estudios secundarios y previa autorización
presidencial. Estudiar en la universidad, no obstante, no garantizaba para las
mujeres recibir siempre los grados académicos de las carreras que estudiaban, ni
mucho menos que alcanzaran el éxito profesional. La falta de respaldo a los
estudios universitarios que realizaban las mujeres, generó en octubre de 1878
algunas iniciativas parlamentarias que buscaron que ellas pudieran obtener, previo
los requisitos de la ley, los mismos grados universitarios que los hombres. Esta
iniciativa presentada por los diputados Francisco Gonzales y José Manuel Pinzas
sin embargo fue estancada con la llegada de la Guerra del Pacífico (1879-1884).
Finalmente, la autorización para que las mujeres pudieran ingresar abiertamente a
la universidad y optar por los grados académicos se produjo en 1908 con la
promulgación de la ley que señalaba que las mujeres podían graduarse en las
carreras que escogiesen.

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