Diseccion de Saltamontes en La Sierra
Diseccion de Saltamontes en La Sierra
Diseccion de Saltamontes en La Sierra
La practica de la actividad docente exige varias habilidades, sin embargo quizás una de las mas
importantes de todas es la de saber escuchar.
Saber escuchar a los alumnos, a quienes representan el publico o auditorio es fundamental para lograr
una buena comunicación y por ende la transmisión efectiva y fecunda de los conocimientos de los que
somos portadores.
En el presente ensayo se describen los principales argumentos que avalan la importancia de saber
escuchar en la practica docente, la comunicación entre docentes y alumnos y en este contexto se analiza
el proceso educativo donde el alumno juega un rol protagónico y el docente tiene la oportunidad de
plasmar su propio carisma sobre el proceso educativo.
En esta oportunidad quisiera compartir una sencilla reflexión ustedes y tiene que ver con el peligro que
tiene el docente de caer en una practica unilateral y a veces mecanicista donde el profesor actúa desde
su posición, en un extremo de la sala, transmitiendo conocimientos e información a un alumnado, en el
otro extremo, que pasivamente escucha y trata de internalizar estos nuevos conocimientos. No puedo
sino lamentar y condenar esta practica que es contraria a mi forma de entender el proceso educativo.
Creo el rol del profesor debe contemplar una relación mucho mas cercana y directa con sus alumnos, en
la teoría de la comunicación se diría que para que un orador captura la atención de su publico y
comience a ser escuchado debe ser capaz de sintonizarse primero con la audiencia. Esto nos lleva a
pensar en metodologías mas personalizadas de realizar la labor docente, donde el docente comienza por
centrar su atención en conocer poco a poco a sus alumnos, recordemos que esta misma metodología
(sin contar lo de usar la risa como terapia) llevada al campo de la medicina le valió a Pach Adams el
premio Nóbel, entonces conviene preguntarse ¿por que no?, ¿Por qué no conocer mejor a cada uno de
nuestros alumnos, sintonizarse con ellos y transmitir nuestro conocimiento a quien esta abierto a
escucharnos y confiar en nosotros como un verdadero guía y líder intelectual. ¿Por que no? Si uno de los
mejores regalos que podemos dar a otro ser humano es nuestra presencia incondicional. Para hacerlo
bien, debemos poder ser receptivos, sin prejuicios o expectativas, poniendo a un lado nuestras propias
necesidades o preocupaciones y quedando verdaderamente disponibles en forma cordial y empatica.
Vivimos hoy en una cultura que nos enseña y premia exactamente lo contrario: ser reactivos, defensivos,
egoístas y autoreferentes. Como resultado, mucha gente escucha con pasividad y poco interés. También
nos ha enseñado esta cultura a vivir distraídos, distantes de la conexión íntima con los demás. Si bien
hoy como nunca podemos comunicarnos rápida y eficazmente con personas de todo el mundo, esto no
sustituye la presencia humana incondicional que mencionábamos.
Entonces ¿podremos aprender a estar totalmente presentes con y para nuestros alumnos? Podemos
hacerlo aprendiendo a escuchar de verdad, con atención, concentración y apertura a lo que el auditorio
quiere decir. Cuando lo hacemos, estamos totalmente disponibles y presentes para detectar esas señales
que en el desarrollo de clase se pueden observar. No tenemos nociones preconcebidas sobre lo que le
está ocurriendo con los demás. Nos acercamos con naturalidad, abriéndonos a lo que quieran
trasmitirnos. No estamos ocupados en la forma en que refutaremos lo que nos dicen, o buscando el
paralelo con nuestras propias experiencias, esperando el momento de interrumpir para decir lo nuestro.
No tenemos necesidad de defendernos o mostrar que somos brillantes, profundos o ingeniosos.
Tenemos, por el contrario, el deseo ardiente de entregar a la otra persona lo mejor de nosotros, sin pedir
nada a cambio. Esto permitirá a los demás abrirse, confiar, y mejorará sustancialmente la relación entre
docentes y discentes. Nos permitirá conocer mejor aún a quienes creemos conocer al dedillo, y la
respuesta del resto también será más abierta y receptiva a la transmisión del conocimiento. Muchas
veces una mala comunicación lleva al deterioro de la relación entre alumnos y profesores, entonces la
capacidad de recepcionar un nuevo conocimiento y analizar sus alcances o aplicaciones se interrumpe
abruptamente. En esta situacion lo que debemos hacer es precisamente lo contrario; soltarnos
intelectual y emocionalmente y entregarnos generosamente a la construccion de una experiencia nueva
e irrepetible como se puede entender a cada nuevo episodio de clases.
En palabras del V.M. Samael Aun Weor, "Si queremos saber escuchar, si queremos aprender a escuchar
para descubrir lo nuevo, debemos vivir de acuerdo a la filosofía de la momentaneidad. Es urgente vivir
de momento en momento, sin las preocupaciones del pasado y sin los proyectos del futuro. La verdad es
lo desconocido de momento en momento. Nuestras mentes deben estar siempre alertas, en plena
atención, libres de prejuicios, preconceptos, a fin de ser realmente receptivas. Los maestros y maestras
de escuela deben enseñar a sus alumnos y alumnas la profunda significación que se encierra en eso de
saber escuchar. Es necesario aprender a vivir sabiamente, refinar nuestros sentidos, refinar nuestra
conducta, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos. De nada sirve tener una gran cultura
académica si no sabemos escuchar, si no somos capaces de descubrir lo nuevo de momento en
momento".
El punto básico está en intentar comprender como experimenta cada uno de nuestros alumnos su propio
proceso educativo, antes de buscar ser comprendidos en los conocimientos que debemos transmitir.
Entreguemos a los demás el hermoso regalo de nuestra presencia incondicional. Haciéndolo, crearemos
la oportunidad de alcanzar una mayor profundidad en la comunicación y sintonía en la bella tarea de
enseñar. Recién entonces descubriremos que aprender fue primero que enseñar. Si enseñar
correctamente es crear condiciones para producir conocimiento nuevo, entonces el que enseña aprende,
y también, quien aprende enseña. Enseñar no existe sin aprender. Aprender fue primero que enseñar.
Enseñar correctamente es crear condiciones para producir un conocimiento nuevo. El que enseña
aprende, y también, quien aprende enseña. Enseñar no existe sin aprender.
Al comparar, repetir, dudar, curiosear, experimentar, las personas desarrollamos la fuerza creadora del
aprendizaje, nos hacemos curiosos y críticos. Comenzamos a aprender críticamente, lo que incluye
aprender a pensar correctamente.
Debemos aprender lo que ya existe pero también trabajar en la producción del conocimiento que no
existe. Sabemos que ignoramos y también que conocemos. Se puede aprender lo que ignoramos y
conocer mejor lo que ya sabemos. Al aceptar tanto nuestra limitación como nuestra capacidad nos
abrimos al diálogo, al aprendizaje, no le tememos.
La ignorancia ayuda en la búsqueda del saber, y por eso el que enseña debe tener la humildad de revelar
su propio desconocimiento. Pensar correctamente es difícil porque requiere vivir la humildad que nos
hace reconocer nuestros propios errores y la transformación que venimos sufriendo. Es por eso que la
enseñanza no existe sin la investigación, y viceversa. Se enseña porque buscamos, pero al buscar
intervenimos y al intervenir, educamos y nos educamos. Todos tenemos curiosidad innata, pero se puede
aprender a ser curiosos con método. Una curiosidad educada se vuelve crítica, y esto es una Condición
indispensable para la creatividad. Hay que cultivar la curiosidad, no maniatarla.
Sin curiosidad no hay aprendizaje ni enseñanza verdaderos. En el lugar de aprendizaje hay que lograr que
las mentes estén en movimiento. Se requiere una postura activa tanto al escuchar como al hablar. En el
buen aprendizaje las mentes se cansan, no se aburren.
Al investigar aparece lo nuevo, que no debe ser aceptado o rechazado simplemente por ser nuevo.
Tampoco el conocimiento anterior, que sigue vigente y válido, envejece, sino que continúa siendo nuevo.
Se aprende a pensar correctamente reflexionando sobre la práctica de una manera crítica. Eso es lo que
permite mejorar esa práctica. Al evaluar nuestra práctica constantemente, al indagar y dudar se va
desarrollando nuestro buen juicio.
Antes de discutir sobre técnicas, métodos y materiales de una enseñanza dinámica hay que saber que la
base de todo es la curiosidad del ser humano.
En el proceso de investigar, de experimentar para mejorar, hay que asumir los cambios con principios
éticos. Pensar correctamente es hacer correctamente. Esto incluye el valor del ejemplo del que enseña,
sin el cuál poco o nada valen sus palabras.
La percepción que se lleva el que aprende del que enseña no solo depende de la actuación de quien
enseña, sino de cómo el que aprende entiende esa actuación. Es por eso que la presencia del que
enseña no puede pasar inadvertida al que aprende. El que enseña tiene la obligación de revelar al que
aprende cómo analiza, como compara, como decide, como opta, cómo hace justicia y cómo no falta a la
verdad. El testimonio de quien enseña tiene que ser, por eso mismo, ético.
Al imponernos el esfuerzo de reducir la brecha entre lo que hacemos y lo que decimos vamos
construyendo esas cualidades en nosotros mismos. Este esfuerzo conduce a una virtud indispensable en
alguien que piensa correctamente: la coherencia.
En la comunicación entre el que enseña y el que aprende se busca que el que aprende produzca su
comprensión de lo que viene siendo comunicado. Esta comunicación es esencial para poder entender.
La comunicación entre el que enseña y los que aprenden ocurre en un grupo social, en donde tiene gran
importancia lo informal, las emociones, la afectividad y el testimonio.
Este proceso de saber hablar y escuchar es imprescindible en una educación que estimula el diálogo.
Quien tiene algo que decir tiene el deber y el derecho de decirlo. Pero también tiene que saber, sin
sombra de duda, que no es el único que tiene algo que decir, y que por muy importante que sea lo que
tiene que decir, no es necesariamente la verdad esperada por todos. Si no escucha lo que otros tienen
que decir, termina agotando su propia capacidad de decir.
Es por eso que quien tiene algo que decir debe desafiar a quien escucha a que diga, hable, responda. Si
el que enseña no hace esto, su habla se da en un espacio silenciado. Por el contrario, cuando el que
enseña estimula el diálogo aprende a hablar escuchando. Al escuchar al que aprende en sus dudas y su
incompetencia temporal, aprende a hablar con él.
En el proceso de aprender a pensar correctamente hay que respetar lo que sabe el que aprende,
aprovechar la experiencia que ha vivido y discutir con ellos cómo se relaciona esta experiencia con el
contenido que estamos tratando de aprender. Al respetar al que aprende, su timidez y su curiosidad, se
cultiva la humildad y la tolerancia en el que enseña.
La educación en todos los países del mundo tiene un profundo carácter humanista y filantrópico y se
encuentra plagada de historias de sacrificios y emociones. Nada puede resultar en tal caso más malo que
un docente desconectado, distante o desintonizado con su auditorio. Como ejemplo me viene a la
memoria la historia de un estudiante de un sector rural muy aislado que demoraba, en un viaje que
realizaba en parte a caballo y en parte en bus, cerca de 5 horas en llegar a su aula y un profesor muy
estricto que una vez iniciada su clase cerraba la puerta de la sala y no permitía entrar a nadie de manera
de no ser interrumpido. Comprenderán que cuando se realiza un viaje de 5 horas existen muchas
posibilidades de que exista un atraso. Les comento que este profesor demoro 3 meses en cambiar su
costumbre y fue solo a pedido de los compañeros del estudiante quienes cansados de esta injusticia lo
convencieron de prescindiera de esta practica.
Cuando se imparte una cátedra se debe tener presente que no solo se esta frente a un grupo de
personas, sino que detrás de cada una ellas de ellas hay una interesante historia de vida, hay emociones,
sentimientos, creencias que también están presentes en el proceso educativo y que no podemos
desatender, los docentes que han tenido una experiencia diversa pueden constatar lo enriquecedor que
puede resultar tener un curso compuesto solo por trabajadores o la presencia en el curso de una alumna
embarazada o un inmigrante extranjero, ¿cuanto mas aprende uno de ellos, que ellos de uno?. En la
experiencia docente a menudo nos sorprendemos con lo que vamos descubriendo de nosotros mismos y
de los demás. Recuerdo por ejemplo haber tenido en más de alguna oportunidad de alumno a un alcalde
de alguna comuna de mi país con un rendimiento muy bajo en comparación con otros alumnos del
mismo curso que sin ocupar una posición muy reconocida en la sociedad tienen un rendimiento elevado.
Este tipo de contradicciones pasan a menudo en la actividad docente por lo que con mayor razón
estamos en la obligación de evitar los prejuicios de cualquier índole y abrirnos al público, sintonizar con
ellos y comenzar a escucharlos con interés y generosidad.
Al enseñar hay que estar dispuesto a aceptar lo diferente. A pensar que podemos influir en el futuro y no
creer que debemos esperar algo inexorable. Aquí juega un papel esencial la alegría en el aprender que
genera la esperanza que nos permite luchar por un futuro mejor. Cambiar es difícil, pero es posible.
El que enseña también debe estar abierto al gusto de querer bien al que aprende, de apreciar la práctica
educativa en la que participa. No le teme a ser afectivo, pero tampoco permite que la afectividad
interfiera en el cumplimiento ético de su deber.
Enseñar es una experiencia alegre por naturaleza. La alegría no es enemiga del rigor. La alegría es parte
del proceso de búsqueda, no sólo del encuentro con lo buscado.
La verdadera autoridad del que enseña estimula el ejercicio de la libertad, apuesta a ella. La libertad se
ejercita tomando decisiones y asumiendo las consecuencias de estas. Se aprende a decidir tomando
decisiones. Tomar la decisión de asumir las consecuencias de nuestras decisiones es también parte del
aprendizaje. Toda decisión trae consecuencias, esperadas o inesperadas. La decisión es un proceso
responsable.
La educación es una toma consciente de decisiones. El verdadero educador apuesta por las mejoras, por
la capacidad que tenemos de aprender a pensar correctamente. Se trata de una decisión que no es
neutral. Por cumplir con ella lucharán hasta el cansancio. Pero esos educadores también apuestan a la
libertad y es por ello que desarrollan su lucha respetando a toda prueba la voluntad del que aprende.
Dondequiera que existan personas siempre hay algo que hacer, que aprender y que enseñar.
BIBLIOGRAFIA
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http://www.gestiopolis.com/canales2/rrhh/1/escuchar.htm, revisado el 18-10-2007.