Beethoven y El Instinto de Su Poética Musical.

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Tempestuosa,

ocasionalmente
apacible, pero a
su vez enérgica
y urgente, la
propuesta pianística de
Ludwig van Beethoven
(1770-1827) revela un
discurso que no limita
sus herramientas de
construcción a las
convenciones clásicas.

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El mundo de la música

BEETHOVEN
y el instinto dramático
de su poética musical
Por: Luis Gabriel Mesa
Musicólogo
Su carácter irascible y su conocimiento de las posibi-
lidades tímbricas del piano como un instrumento capaz
de percutir la furia, así como de evocar sonoridades car-
gadas de una profunda serenidad contemplativa, hacen
de Beethoven un verdadero poeta del arte musical y,
por consiguiente, un maestro de la retórica a través del
sonido.

Desde el siglo XVIII, la música exclusivamente instru-


mental -emancipada en cierta medida de las facultades
expresivas del texto- venía logrando progresivamente
que públicos antes acostumbrados a la primacía de la
ópera comenzaran a manifestar un creciente gusto por
el sinfonismo, los ensambles de cámara y el repertorio
para instrumentos solistas. En lo que refiere al piano,
las sonatas escritas al final de la centuria por composi-
tores como Haydn, Mozart, Clementi y Dussek daban
testimonio de la popularidad de un instrumento cuyas
propiedades acústicas y mecanismos de fabricación aún
estaban expuestos a procesos de cambio. Asimismo, in-
novaciones en la construcción como la amplitud de
registros superiores a las cinco octavas del pianoforte
tradicional llegarían a manos del mismo Beethoven, per-
mitiéndole explorar sonoridades de nuevas proyeccio-
nes gracias a ejemplares de eminentes fabricantes como
el sello Broadwood.

Aunque su primer período como compositor -categoriza-


do comúnmente como “clásico”- evidencia el legado es-
tilístico de figuras como Haydn, Beethoven revela desde
muy temprano una clara intención de individualizar su
propuesta artística mediante herramientas que, si bien
conservan reminiscencias de la tradición vienesa, no du-
dan en quebrantar las convenciones de las formas clási-
cas y de la articulación expresiva del material sonoro.
con un trémolo siniestro e insistente en el bajo desplie-
ga rítmicamente una agitación desesperada.

El segundo movimiento de Pathétique, por el contrario,


pasa a representar esa anhelada resolución y consuelo
que instantes atrás parecían inalcanzables. Escrito en la
tonalidad de la bemol mayor, su espíritu reconciliador,
cantábile y tranquilo, invita a contemplar una cualidad
estética que momentáneamente permite olvidar los an-
gustiantes vestigios del movimiento anterior. Cargado
de una expresividad discreta y sublime, el lirismo de
este adagio, en contraste con las sensaciones que lo pre-
ceden, justifica aquellas posturas ideológicas que a las
puertas del siglo XIX reconocieron en la música instru-
mental una de las facultades más genuinas de la expre-
sión artística. Así lo exponía E.T.A. Hoffmann cuando
se refería a ella como un mecanismo de contacto con
lo desconocido, lo inexpresable e infinito, o el filósofo
Sobresalen en esta primera etapa obras como la Sonata Arthur Schopenhauer al reconocerla como una mate-
para piano Op. 13, dedicada al príncipe Karl von Lich- rialización inmediata de la voluntad humana.
nowsky y subtitulada Pathétique desde su primera edi-
ción (1799). La enigmática tonalidad de do menor se La misma dualidad de personalidades está presente
enfrenta desde un principio a acordes disminuidos que en el finale de esta sonata, así como en muchas obras
se percuten con agresividad sobre el teclado y crean tempranas de Beethoven que oscilan entre un virtuo-
una atmósfera de intenso dramatismo que nos remon- sismo imponente y una sutilidad contrastante. Sobre-
ta al espíritu germánico del movimiento “Sturm und salen en otros formatos instrumentales sus tríos para
Drang” (“Tormenta e ímpetu”). violín, violonchelo y piano Op. 1 (también dedicados
a Lichnowksy), sus sonatas para violonchelo Op. 5, sus
Estos compases introductorios, enmarcados bajo la in- cuartetos de cuerda Op. 18 y sus primeras dos sinfo-
dicación de “Tempo grave”, ya constituyen un recurso nías, entre otras obras.
para romper con la regularidad de la forma; pues su
carácter trágico rápidamente alternado con pasajes de Asimilar el discurso musical de Beethoven y justificar
inesperada dulzura extiende por más de un minuto la sus radicales propuestas de innovación constituye un
ansiedad del oyente por identificar el verdadero eje te- proceso aún más fascinante si se parte de la misma rea-
mático del movimiento. Una vez este comienza, el dra- lidad que como ser humano tuvo que enfrentar en vida.
matismo pasa de inmediato a la mano izquierda, que Ninguna reflexión profunda sobre su obra podría pasar

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por alto el revelador documento que en octubre de 1802 terializó en sus últimos años, cuando su condición
el compositor escribiría cerca de Viena, en la población auditiva era ya imposible de esconder. Obras como
de Heiligenstadt. Dirigido a sus hermanos, aunque con- Missa Solemnis, la Novena sinfonía enriquecida por la
servado entre sus objetos personales hasta su muerte presencia de fuerzas corales y sus últimos cuartetos
en 1827, el testamento de Heiligenstadt permitió a los de cuerda sobresalen en su período “tardío” como
seguidores de Beethoven comprender la sinceridad hu- composiciones que, sin dejar de ser dinámicas y con-
mana detrás de la gran figura del compositor. trastantes, fundamentan su expresión en un discurso
profundamente introspectivo. Sin duda uno de los
El documento destapa la resignación de Beethoven ejemplos más claros al respecto aparece en su Cuar-
al admitir la inevitabilidad progresiva de su falen- teto de cuerdas Op. 132 en la menor (1825), cuyo tercer
cia auditiva, confesando que no es otra la razón para movimiento fue subtitulado por el mismo Beetho-
explicar su aislamiento intencionado de todo círculo ven como “Una sagrada canción de agradecimiento
social, su temperamento irritable, el temor constante de un convaleciente a la Divinidad; en el modo li-
a ser estigmatizado por sus colegas debido a su sor- dio”, escrito tras recuperarse de un grave estado de
dera y el recurrente deseo de terminar con todo, in- salud que venía afectándole en los últimos meses.
cluso con su vida misma. Es a partir del testamento

“La paradoja radica en la majestuosidad con la que


Beethoven responde a su realidad”
que se reconoce una nueva dirección en sus procedi- Además de la introspección, el lenguaje tardío de Bee-
mientos de composición; pues paradójicamente en la thoven explora procedimientos que en cierta medida
música de los próximos años sobresalen sonoridades pretenden reinventar herramientas compositivas del
que, sin dejar atrás el ímpetu agresivo de sus obras pasado. Un creciente interés por texturas contrapun-
tempranas, se transforman en ecos de triunfo y de tísticas en su Gran Fuga Op. 133 (1826) o en los pasajes
pasión por la lucha. fugados de su Sonata para piano Op. 106 (1818) pone
en evidencia este fenómeno sin dejar de lado la mo-
Dado el tono angustiante de su confesión, se habría numentalidad estructural o el ímpetu vanguardista
esperado tal vez que la música compuesta en esta característico de su obra.
nueva etapa se caracterizara más bien por una ex-
presión tímida, aislada e intranquila; pero la para- Con sonatas como esta última, conocida comúnmen-
doja radica en la majestuosidad con la que Beetho- te como Hammerklavier, en alusión al mecanismo de
ven responde a su realidad, dejando en su tercera y martillos del piano, el compositor deja ante cualquier
quinta sinfonías un espíritu victorioso que conduce pianista un desafío que sobrepasa la exigencia técnica
a categorizar a este segundo período como “heroico”. de las obras escritas previamente para el instrumento,
convirtiéndola en una de las sonatas aparentemente
Esta inesperada aproximación a su estilo compositivo imposibles de ejecutar a cabalidad, hasta que figuras
responde a una firme motivación por sobrellevar las como Franz Liszt llegaron a demostrar lo contrario.
vicisitudes y confrontar su verdad, con el único pro-
pósito de producir todo lo que potencialmente estaba En sus tres períodos estilísticos, tradicionalmente cate-
en capacidad de crear. No sería correcto asumir, sin gorizados como “clásico, heroico y tardío”, Beethoven se
embargo, que toda intención expresiva en esta fase vale de recursos que, más allá de romper con los esque-
de Beethoven corresponde a una búsqueda de triun- mas de sus predecesores, representan una trayectoria
fo. Por el contrario, obras para piano como la Sonata hacia la construcción de un discurso musical propio,
Op. 57 Appassionata (1804) persisten sin descanso en atrevido y auténtico. Acentuaciones irregulares, con-
la desesperación y la angustia, como se puede notar trastes de afecto y dinámica, pasajes cargados de devo-
en la incesante sucesión de semicorcheas del movi- ción y lirismo que sin misericordia sucumben ante el
miento final en fa menor, presente desde el quinto despiadado golpe del martillo y que inesperadamente
compás y recurrente en una coda agitada donde la se confunden entre la incertidumbre y el triunfo. En
fluidez se ve interrumpida por tres golpes contun- sus partituras sobrevive un testimonio que parecería
dentes de tónica que dan un cierre majestuoso a esta anacrónico si se tiene en cuenta la reacción de sus con-
prosa musical. temporáneos, pero que para bien de la música no deja
de sorprender a los oídos de nuestros días.
El clímax estilístico que integraría orgánicamente
los recursos de composición de Beethoven se ma- 9

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