Resumen - Todo Lo Sólido Se Desvanece en El Aire

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Todo lo sólido se desvanece en el aire.

La
experiencia de la modernidad.

- Joaquin Lozano, Cristhian.


Capítulo 2: Todo lo sólido se desvanece en el aire: Marx, el
modernismo y la modernización.1

El capítulo comienza enlazando dos espíritus modernos: Goethe y Marx. Ellos, a


diferencia del pensamiento contemporáneo, ven unidad dentro de la pluralidad de
aspectos, por lo tanto, su búsqueda residirá en encontrar la base sobre la cual se desarrolla
todo el engranaje de la vida moderna, esa vida moderna que se muestra como un todo
coherente.

A pesar de ellos, y su modo de ver la vida, el pensamiento moderno divide a la


modernidad en dos aspectos distintos e irreconciliables: la modernización, en donde se
incluyen la economía y la política; y el modernismo, el cual incluye el arte, la cultura y
la sensibilidad. Marx es tomado muy en serio dentro de la modernización, pero aparece
ausente en el modernismo. Este hecho demuestra que todos, o la mayoría, creen que hay
dos mundos separados dentro de la modernidad, y que Marx solo tiene cabida en la
economía y política. Sin embargo, si se remiten a los hechos, en este caso a los escritos,
se encontrará en Marx muy presente, con su lenguaje y sus imágenes, cosas que se están
dispuestos a encontrar en autores como Rimbaud, Nietzsche o Rilke.

Los puntos en común entre Marx y los modernistas quedarán más claros cuando se tomen
imágenes como: “todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado”2,
estas imágenes no solo describen la situación histórica que está sucediendo sino lo que
sucederá. En última instancia, todo tiende al continuo cambio. De hecho, el Manifiesto
no solo muestra las características de la vida y cultura modernas sino también de sus
contradicciones.

1.- La visión evanescente y su dialéctica.


La primera parte del Manifiesto describe el proceso de modernización. Todos los ámbitos
de la vida van a experimentar una transformación, una expansión. Todo tenderá a ir más
rápido y más lejos, pero a la misma vez lo complejo se hará más simple. Esto lo demuestra
la aparición del mercado mundial. Con él la producción, el consumo y las necesidades se
expanden en alcance, pero se simplifican debido a que el capital solo se concentra en
pocas manos. Con esta producción centralizada, los campesinos y artesanos se ven

1
Marshall Berman (2004): Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. México D.F.:
Siglo Veintiuno.
2Véase Marx. C., Engels, F. (2007) El Manifiesto Comunista. México D.F.: F.C.E., trad. De Jesús Izquierdo Martín.
En esta versión es traducido: “[…] Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado” p. 159.

2
obligados a abandonar el campo para instalarse en la ciudad. La ciudad será al mismo
tiempo el lugar donde se concentra la riqueza y la miseria.

Para Berman, Marx no solo describe la situación histórica con la irrupción de las formas
modernas, sino que nos lleva la mirada hacia adelante, a lo que vendrá. Y esto es todavía
más dramático porque no es el sujeto quien se opone a ese constante ritmo, sino que es
llevado por la corriente. Todo está en constante devenir, nada se escapa, nada permanece.

Una de las aparentes paradojas del Manifiesto se hace presente cuando Marx alaba a la
burguesía por haber desempeñado en la historia un papel revolucionario. En realidad,
como bien lo expresa Berman, esta celebración se debe a que la burguesía ha “hecho
realidad” las ideas y los sueños de los intelectuales modernos. El ideal de vida activa
aparecida tenida como tema central desde el Renacimiento se “ha hecho carne” gracias a
la burguesía. Y esto no es algo menor, todo lo que ha logrado hasta ese momento la
burguesía y todo lo que tiende a lograr solo puede significar algo: el poder de la actividad
humana.

Lejos de verse, Marx, como un adulador de las cosas creadas por la tecnología burguesa,
lo que le importa a Marx son las expresiones, energías y poderes humanos. Es en ese
sentido que celebra a la burguesía, el haber hecho posible que se realizara todo el
potencial de la humanidad. Pero, allí acaba la alabanza hacia la burguesía, estos se han
quedado en medio camino, han “cortado” las posibilidades del hombre al solo
concentrarse en hacer dinero. Si todos sus esfuerzos se concentran solo en este fin, no es
posible que este sea el sistema adecuado en realizar todas las posibilidades humanas. Y
esto queda claro porque ellos han demostrado que es posible cambiar el mundo. Por ello
¿qué les podría impedir a los hombres modernos organizarse para cambiar el mundo
todavía más?

Un segundo logro de la burguesía “ha sido liberar la capacidad y el impulso humanos


para el desarrollo: para el cambio permanente, para la perpetua conmoción y renovación
de todas las formas de vida personal y social.”3 Este acostumbramiento o, mejor dicho,
esta imposición del ritmo frenético por parte de los burgueses hace que el mantenerse solo
suponga moverse, no hay paso ya para el estanque, para la contemplación, para el refugio,
para la comodidad. Aquel que quiera permanecer en la antigua forma se convertirá en
víctima de este gran movimiento. Esto significa que toda la burguesía y todo aquel que
quiere seguir existiendo con la burguesía deberá estar en constante movimiento.

Si bien es cierto que el cambio es una cualidad porque siempre dirige las fuerzas a la
transformación, esta se alimenta también y de gran manera de la crisis. Crisis y
transformación, son la fuerza motriz para el fortalecimiento de la burguesía. La relación
3 Ibíd., p.89.

3
dialéctica de estas dos fuerzas contrarias le dan ese movimiento siempre hacia adelante.
Por ello si es que se quiere seguir siendo participe de la vida “los hombres y mujeres
modernos deben aprender a anhelar el cambio: no solamente estar abiertos a cambios de
sus vida personal y social sino a pedirlos positivamente, buscarlos activamente y llevarlos
a cabo.”4

Esta dinámica pese a su “explotar” las energías humanas no deja de tener problemas.
Según Berman, el capitalismo al mismo tiempo que crea incesantemente posibilidades de
desarrollo, también las destruye. Este sistema termina siempre por apagar las
posibilidades en mucho mayor medida porque desecha todo aquello que no es
comerciable y con ello se van a la sepultura muchas posibilidades que nunca vieron la
luz.

Siguiendo el desarrollo dialéctico, el freno que establece la burguesía sobre los hombres
hará que estos consideren como medio necesario librarse de las ataduras que impiden el
libre desarrollo de sus capacidades. De este modo, el luchar por su libertad individual se
convierte al mismo tiempo en lucha colectiva porque apuntan hacia lo mismo. El libre
desarrollo del individuo dentro de sus posibilidades según sus características y sus
necesidades solo podrán hacerse realidad si la sociedad también es libre. Ese debe ser el
camino al que debe apuntar la modernidad para ser más plena.

2.- La autodestrucción innovadora


Empieza esta segunda parte Berman haciendo notar que al lado del Manifiesto, el
conjunto de intelectuales que defienden al sistema capitalista no hay una celebración de
sus posibilidades, energías y vitalidad infinitas como sí la encontraremos en el Manifiesto.
Esto puede resultar desconcertante, pero pronto advertiremos que esta falta de
“entusiasmo” se debe a que la burguesía ha tomado posición como clase dominante y esto
supone estar en el “otro lado”. Ser parte de la clase dominante supone una estabilidad, y
el producto de las fuerzas burguesas lo que han impulsado es la continua destrucción y
construcción del mundo. En ese sentido puede manifestarse que esa posición adquirida
será aniquilada algún día gracias al impulso frenético de su misma actividad. Se asemeja
a la imagen del mago descrito en el Manifiesto, ya que no puede dominar las potencias
destructivas que hizo desencadenar gracias a sus fuerzas.

Pero la imagen del mago va más allá, también en esta imagen recae la dualidad
contradictoria que suponen las fuerzas burguesas. El mago burgués es comparado con el
Fausto de Goethe o el Frankenstein de Mary Shelley, los cuales luchan por la expansión
de las fuerzas humanas, pero termina siempre aplastados por estas fuerzas. Es esta
polaridad la que da forma a la cultura moderna.

4 Ibíd., p.90.

4
Representando a las fuerzas destructivas desencadenadas serán los proletarios, quienes
despojarán del control de las fuerzas de producción a la burguesía debido a que ha cerrado
las posibilidades que ha abierto. El desarrollo moderno burgués le hace falta hacer real la
posibilidad de los diversos aspectos de la vida.

A continuación, Berman toma como ejemplo a la teoría de la crisis de Marx y su retorno


periódico para explicar cómo podrá pasarse de un capitalismo salvaje a un comunismo.
En este punto objeta Berman a Marx que dada la capacidad burguesa de hacer del caos
un producto rentable, quizá la crisis se extienda de manera indefinida y no llegue a su fin
el régimen capitalista. Además, sugiere que si la forma de comunidad es producto de la
industria capitalista por qué tendría que ser la comunidad sólida y no evanescente. Y más
aún, si en supuesto que el comunismo llegase qué le aseguraría que no corra la misma
suerte que el capitalismo.

3.- Desnudez: El hombre desguarnecido


La oposición sobre la cual se asienta la desnudez-lo cubierto se remonta a una vieja
fórmula: lo aparente-lo permanente. En esta última relación, lo que generalmente es
tomado como ilusorio es el mundo concreto, y lo permanente a algo trascendente, será
transformado ya desde el Renacimiento en la relación: cubierto-desnudo, pero está estará
sobre la tierra. Lo cubierto será visto como un signo de lo viejo; mientras que lo desnudo
como lo nuevo. Y esto debido al carácter propio de la modernidad en donde siempre se
está pendiente de lo que vendrá y no de lo que ya pasó. Por ello la desnudez es un acto de
liberación espiritual de lo antiguo.

El mejor ejemplo de este despojo, de esta revelación de la verdad desnuda, según Berman,
es El rey Lear de Shakespeare, y no solo porque trata esta relación sino porque se acerca
bastante a lo que piensa Marx, es decir, la relación(cubierto-desnudo) es tratada de forma
dialéctica, al punto que aquello que lo redime en su condición de hombre lo destruye
políticamente. Pero, al margen de sus deseos exclusivamente individuales, se abre
posibilidad sobre una individualidad que se reconoce tan igual como el otro, esto es, que
es la base necesaria para la construcción de la comunidad verdadera.

Por otro lado, la imagen de lo desnudo revela también que los hombres se despojan de
toda referencia hacia el pasado, lo cual significa también que se verán despojados de las
ataduras que los hacían devotos de sus “superiores”. Con ello, queda claro que los
hombres quedan en la posibilidad de considerar de mejor manera las condiciones de su
existencia personal y colectiva, para que mediante su unión colectiva escapen al frio
utilitarismo burgués. Pero, esto no es más que una esperanza, nos dirá Berman, que lejos
de ser una luz firme e inconmovible, se asemeja más a una luz que parpadea, y esto debido

5
a que no se puede asegurar que las relaciones de los hombres y mujeres modernos
devengan en colectivismo, sino que pueden quedarse en individualismos cerrados.

4.- La metamorfosis de los valores


En esta parte, aparece el problema del nihilismo de forma central. El mercado ha impuesto
de forma arbitraria sobre los hombres, y como única libertad posible, a la libertad de
comercio. En esta libertad de comercio el único valor que destaca es el valor de cambio.
Con ello queda “reducido” todos los otros valores a su valor en el mercado. Pero, como
bien apunta Berman, cuando se menciona que “los otros valores son convertidos en
valores de cambio, lo que se quiere decir es que la sociedad burguesa no borra las antiguas
estructuras de valor, sino que las incorpora.”5 Es decir, les quita el valor independiente
que tienen para hacerlos depender de un valor monetario. Sin estar ligado a aquello que
es rentable, aquel valor (cualquier valor distinto al valor de cambio) no tendrá
“significado.

Sin embargo, para Marx esto resultado de algún modo provechoso ya que, si realmente al
burgués le interesa la libertad de comercio, no podrá hacer nada para impedir que nuevos
productos, ya sean económicos, políticos o culturales, circulen en la sociedad, y con ello
se asegurará que los comunistas ofrezcan sus productos de manera libre.

Para Marshall Berman este modo dialectico de ver la realidad tiene varias dificultades.
Primero porque el supuesto compromiso de la burguesía con la libertad de comercio en
sus diferentes aspectos no es más que un principio formal. En la práctica han demostrado
que siempre han luchado por controlar los mercados. Segundo porque los comunistas
tenderán a convertirse en mercaderes de la revolución, que las empresas revolucionarias
estarán muy cerca de convertirse en un negocio si es que el triunfo no llega rápidamente.
Tercero porque a pesar de que la promesa del comunismo nos ofrezca liberarnos del
nihilismo burgués ¿cómo podrá librarnos de él y llevarnos a una integración pacífica? De
hecho, puede ser que exista un nihilismo comunista y este podría resultar ser mucho más
despiadado.

5.- La pérdida de la aureola


El símbolo de la aureola pérdida está referida a los intelectuales que todavía creen estar
por encima de cualquier trabajador ya que su trabajo en vez de quitarle dignidad les llena
de ella. Este símbolo también tiene una concepción religiosa, ya es que es el símbolo
distintivo entre lo sagrado y lo profano; aquel que lo posea se “eleva” por encima de la
condición humana con lo cual no está expuesto al incesante cambio que atraviesa el

5 Ibíd., p.108.

6
mundo burgués, aquel que tenga ese símbolo de distinción conservará siempre su
tranquilidad.

Lejos de ser compasivo con estas formas religiosas, el capitalismo tiende a destruirlas,
todo tiene que ser trastocado, todo tiene que perecer, nada ni nadie debe ni puede
escaparse a ese destino. Esta destrucción, sin embargo, abre las posibilidades para la
construcción de una vida nueva. Al ser despojada de lo sagrado, la vida es despojada
también de los restos del pasado, es decir, se destruyen los antiguos privilegios para dar
paso a una sociedad igualitaria espiritualmente, además la burguesía al renunciar a estos
privilegios espirituales solo tendrá de su lado al poder material.

A pesar de la incesante extinción de lo sagrado por parte de la burguesía, existe todavía


un sector que todavía afirma mantener ese carácter sagrado que lo hace ponerse por
encima de las condiciones materiales gracias a su voluntad y pensamiento. Pero, lejos de
ser así esto no es más que producto de un autoengaño. La burguesía ha demostrado su
poder sometiendo no solo a los proletarios, sino, y de manera más brutal, a los
intelectuales. Los intelectuales, aunque no quieran aceptarlo, son asalariados ya que la
cultura moderna es parte del engranaje de la industria moderna. Si la burguesía es quien
controla los medios de producción, controla también la cultura y el que trabaje haciendo
cultura está trabajando para él, en ese sentido no hay diferencia entre el proletario y el
intelectual.

El drama del intelectual no está en ser parte de la clase obrera, ya que dentro de ella tiene
privilegios con respecto al obrero que solo subsiste. Lo que les afecta sobremanera es que
se involucran tanto en la creación de sus obras que “las fluctuaciones del mercado los
afectan de manera mucho más profunda”6, al venderse al mercado gran parte de lo que
ellos son venden no solo su imaginación, energía física, sus sentimientos y su
sensibilidad.

Ante ese panorama, los intelectuales buscan escapar de la realidad negándola. Por ello se
entregan a cosas como “el arte por el arte” o la “ciencia pura”, pero lejos de poder salir
en realidad solo escapan mentalmente. La labor de Marx, nos dice Berman, es totalmente
diferente. Él pretende “arrancar” las aureolas para poder enfrentarnos directamente a las
contradicciones generadas por el capitalismo. No hay otra forma posible.

6 Ibíd., p.115.

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6.- Conclusión: La cultura y las contradicciones del capitalismo
En esta última parte, Berman menciona que tanto Marx como la tradición modernista
comparten la visión de la vida moderna como contradictoria, y a la vez una visión de una
modernidad última. La vida moderna se mueve a un ritmo desenfrenado en donde todo
está en constante fluir. La gloria y el desastre se alterna papeles que duran muy poco, todo
se corrompe y casi de manera mágica vuelve a brotar del caos.

Berman, a diferencia de la gran mayoría de autores que tratan el tema de modernismo,


pretende acercar a Marx al modernismo. Para ello no pretende asumir a priori esta
separación sino verá si hay puntos en común entre uno y otro espíritu aparentemente
lejanos. Uno de los argumentos de esta posible separación es que la cultura moderna está
por encima de las relaciones de producción, y por tanto que el desarrollo material no
condiciona el desarrollo espiritual, pero lejos de ser así lo demuestra el capitalismo que
domina todas las fuerzas productivas.

Otro de las constantes ensoñaciones, sobre todo de los países menos desarrollados es su
combate contra la modernidad, a pesar de las diferencias políticas, en muchos casos
parecen coincidir en el paso del feudalismo al socialismo. El fin de todos ellos se remite
a la protección de la cultura nacional, y con ese supuesto fin de proteger a la nación de la
modernidad, en muchos casos lo que se hace es reprimir el espíritu crítico de la gente de
sus mismos países. Sin embargo, no se dan cuenta que el espíritu moderno no puede ser
pasado por alto, no puede reprimirse algo tan solo con negarlo.

Para terminar Berman contestará dos acusaciones a Marx hechas por Herbert Marcuse y
Hannah Arendt. Lo común en estas dos criticas es que Marx se “reduce” a la celebración
de los valores del trabajo y de la producción, y con ello descuida otros modos de ser
humanos. Marcuse zafándose del dolor y el esfuerzo del héroe favorito de Marx,
Prometeo, exalta a figuras como Orfeo o Dionisio que representan las alegrías, la
sensualidad o la identidad con la naturaleza. Pero la acusación contra Marx es solo un
malentendido ya que Marx no se reduce al trabo y la producción, sino que tiene un ideal
más complejo, en donde se tenderá al libre desarrollo de la totalidad de las capacidades
del hombre. Con ello las cualidades apreciadas por Marcuse se englobarían dentro de este
ideal de Marx. Por su parte, Arendt sostendrá que el problema principal en Carlos Marx
es su falta de autoridad. Este problema no es tocado por Marx ya que él supone como
base principal, de llegar el comunismo, una sociedad donde el libre desarrollo individual
sea base para el desarrollo en conjunto. Además, este problema se alimenta del impulso
nihilista del desarrollo moderno tanto individual como colectivamente dará pie a no sea
un problema exclusivo de Marx sino de todas las bases de la vida moderna.

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