Temas Ayuno Julio

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AYUNO JULIO 2018

SEMINARIO 3 DÍAS: Tenemos la vida de Jesús


Cuando hablamos de personalidad, es importante descubrir cuál es la raíz de la idea del “yo”.
¿Qué es lo que incluye el ser de una persona? Solamente cuando contestemos esta pregunta
seremos capaces de ver un cuadro amplio de la auténtica personalidad del cristiano, en los
términos encontrarle un sentido a nuestra vida. Debemos saber que la única manera de
encontrar ese sentido a nuestra vida es cuando somos transformados en personas totalmente
nuevas por la acción del Espíritu Santo, al recibir al Señor Jesús en nuestro corazón.

DÍA 1: Jesús ha puesto su vida en mí


“Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si
fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco
al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe)”
(2 Corintios 12:2-3)

Introducción
El hombre es un ser tridimensional: espíritu, alma y cuerpo, en una identidad inseparable.
Debemos recordar que el hombre en esencia es un ser espiritual, según el Señor, la verdadera
identidad no requiere de un cuerpo, como lo expresa el apóstol Pablo. Obviamente, Pablo está
hablando de él mismo, pero habla reservadamente para evitar gloriarse, pues, sabe que fue
Cristo quien le otorgó tal privilegio. El apóstol también dice: “Pero confiamos, y más quisiéramos
estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Corintios 5:8).

1. Nuestra identidad espiritual (Romanos 8:16)


Es muy cierto que la intención original y principal de Dios es que el hombre exista
corporalmente. Esto no significa que nuestros cuerpos presentes no redimidos y nuestros
cuerpos futuros glorificados, tengan una importancia mínima. Pero vez tras vez, Dios permite
que atravesemos por dificultades, para recordarnos que esencialmente somos seres
espirituales.
Por lo tanto para lograr comunicación con Dios ha de ser espiritual.
Es necesario aclarar que el ser espiritual de un hombre es distinto de su ser emocional, y
mucho más profundo que éste. Algunos erradamente igualan la naturaleza espiritual del
hombre con sus emociones. La vida emocional sí afecta e influye la dimensión física, pero se
debe diferenciar de la dimensión espiritual (1 Tesalonicenses 5:23)

2. Dios imprime su vida en nosotros (2 Corintios 4:6-7).


Al asumir falsamente que los cristianos son simples pecadores arrepentidos, que tienen al
Espíritu Santo para controlar su maldad y producir la bondad de Cristo, están negando su
identidad espiritual, y la han cambiado por la identidad en la carne, la cual encuentra su
sentido de vida por medio de la forma en que el mundo mide al hombre.
Sería muy bueno que nuestro espíritu y nuestro comportamiento mostraran la misma
imagen. Nuestros ademanes, la forma de hablar y aún nuestro temperamento pueden ser
algo circunstancial y no reflejar nuestra verdadera personalidad. Muchas veces, una persona
está muy ocupada protegiendo una supuesta “autoimagen”, o apoderándose de alguna
imagen que cree que debe tener, o lamentándose por una que haya perdido y, por lo tanto,
1
no tiene ni la menor idea de quién es realmente. Y ni siquiera es consciente de eso. Pero
nosotros los hijos de Dios debemos tener el anhelo de que cuando otros nos miren:
 Puedan ver en nosotros la imagen de Jesús (Filipenses 1:21)
 Brille en nosotros el resultado el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23).
 Manifestemos su Gloria, no por un tiempo, sino por la eternidad (1 Corintios 15:40-42;
Daniel 12:3).

3. Estamos en el proceso de formación (1 Pedro 1:7).


Puede haber momentos en que Dios, como el tallador de diamantes, añade nuevas facetas a
nuestro ser espiritual, las que sólo podrán ser vistas en la eternidad. Tal vez usted esté
siendo pulido dolorosamente en estos momentos en alguna área de su vida, pero recuerde lo
que dice Pedro y lo que manifiesta (Hebreos 12:7).
La próxima vez que usted se encuentre pensando que ya no es bueno para nada, que se ha
vuelto una carga para los que le rodean, pídale al Espíritu Santo que le quite esos
pensamientos de su mente. Primero que todo, lo más probable es que no sea cierto, y
segundo, no debemos dudar de la sabiduría y los propósitos eternos de Dios.

4. Dios nos ha llamado a una gloria eterna (Juan 17:16)


Él nos ha llamado a una gloria eterna, y teniendo un destino tan importante, no podemos
pensar que Dios descuidará un tesoro tan precioso como lo que somos para Él. Algún día
estaremos sorprendidos de todas las mil facetas que Dios talló en nuestro ser eterno, a
medida que se multiplica la belleza de Dios en nuestra vida. El gran milagro del nuevo
nacimiento consiste en establecer una verdadera personalidad, que sea inseparable y
dependa de Dios; llena de sentido y propósito para siempre.

5. Dios espera que la vida de Jesús sea nuestra vida (Juan 14:9)
Jesús comía, dormía, respiraba y caminaba como cualquiera de nosotros; sin embargo, Él
pudo decir con toda propiedad y seguridad: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”
(Juan 14:9).
Dios espera que nuestra vida sea tan revolucionaria como la de sus discípulos que vivieron
como él, cumpliendo el propósito de Dios para sus vidas llevando las buenas nuevas a
muchos, siendo todos uno con él (Juan 17:21,23).

Aplicación Teoterápica
Debemos hacer una evaluación de nosotros mismos y de los demás, en un nivel profundo.
Detrás de las apariencias está el “corazón”, que es el verdadero “yo”. Una persona que ha
nacido de nuevo, es de gran valor, al recibir la luz invisible de la gloria de Dios, la manifiesta en
su vida de manera visible a otros. Por encima de nuestras limitaciones, nuestro gozo es darnos
cuenta de que nuestro sentido de ser va a encontrar su mayor expresión en la eternidad, y todo
lo que hagamos aquí en la tierra para la gloria de Dios, será grandemente recompensado.
Hay una expresión sencilla, que muchas veces hemos escuchado, y que de tanto repetirla, quizá
se ha vuelto una expresión más: “La gente no desea que le hablen de Cristo, quiere ver a Cristo
en nosotros”. Estamos llamados a mostrar en nuestra vida visible, al maravilloso y eterno Dios
invisible. Éste es el más maravilloso y extraordinario privilegio que nos ha sido dado.

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DÍA 2: La verdadera dependencia de Dios

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).

Introducción
Nuestro mejor ejemplo de dependencia de Dios obviamente es el Señor Jesús. Miremos su vida
más a fondo, enfocándonos sobre su humanidad, en lugar de hacerlo sobre su deidad. Jesús fue
y es Dios. La Biblia lo establece claramente y no hay duda alguna (Juan 8:58).
Nosotros podríamos citar muchos pasajes que afirman claramente la deidad de Nuestro Señor
Jesucristo. Pero, ¿alguna vez hemos pensado en todo lo que nos dice la Biblia acerca de Él, como
un verdadero hombre? El título favorito que nuestro Señor mismo se daba era: “el hijo del
Hombre”.

1. Un perfecto ejemplo de dependencia de Dios


Jesús es nuestro patrón de vida. Si Él no fuese un verdadero hombre, entonces, alguien
estaría bromeando de una forma muy cruel y engañosa con todos nosotros. Pensemos en su
vida. ¿Qué es lo que nos dice la Biblia acerca de la naturaleza humana de Jesús? Podemos
resumir los primeros años de Jesús, Lucas dice: “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba
de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él. Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en
gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:40,52). Eso suena muy humano.
Luego, lo encontramos realizando un ministerio lleno de maravillosas palabras, hechos y
milagros. ¿Cómo fue que Jesús dio una explicación a su comportamiento tan admirable?
Dejemos que Él mismo nos dé la respuesta:
 (Juan 8:28) Todo lo que hizo lo aprendió de su Padre.
 (Juan 10:37-38) Declaraba que el Padre estaba en él.
 (Juan 12:49-50) No obraba por su propia cuenta.
No hay duda alguna de que en estos pasajes, y especialmente en el evangelio de San Juan,
Jesús reclama para sí mismo la singularidad de Su persona, como el Mesías y el Hijo de Dios.
Jesús manifiesta claramente que sus palabras y sus acciones eran producto de una relación
dependiente del Padre. Así fue como Él demostró la manera como se debe vivir la verdadera
vida (Juan 17:22-23). Lo que realmente deseaba l Señor Jesús era mostrar su dependencia
y comunión con el Padre, como la fuente de amor, de poder y de autoridad.

2. Jesús recibió poder de su Padre.


Los milagros tan asombrosos de Jesús fueron por el poder que recibió de su Padre:
(Lucas 5:17 y 4:14; Juan 3:34). Poco tiempo después, en el día del Pentecostés, Pedro dice:
(Hechos 2:22). Por más extraño que nos parezca, no podemos pensar que Jesús, cuando
ejecutaba algún acto sobrenatural, lo hacía para demostrar su propio poder divino. Jesús
manifestaba una vida totalmente dependiente de Dios Padre. Unos momentos antes de que
él sacara a Lázaro de la muerte y de la tumba, Jesús levantó sus ojos al cielo y oró: (Juan
11:41-42).

3. Se hizo como nosotros para enseñarnos al Padre.


Jesús se hizo hombre para salvarnos, pero la salvación se obtiene por medio de Jesús que
nos lleva y nos muestra al Padre. Por lo cual tomó la decisión de hacerse hombre (Filipenses

3
2:7; Hebreos 2:17-18; Hebreos 5:7-8). Las obras de nuestro Señor Jesucristo nos
demuestran su dependencia del Padre, y esa dependencia nos demuestra la autenticidad de
sus palabras, las cuales hablan muy claramente acerca de la personalidad divina de Cristo.
Podemos creer, sin lugar a dudas, que cuando Él envió a sus discípulos con las palabras:
“…Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21), el patrón de la vida
dependiente que vivía, estaba en su mente y en su corazón. Esa misma forma de vida a
través del Espíritu Santo, permitiría que ellos hicieran obras mayores de las que Él mismo
había hecho (Juan 14:12).

4. La vida de Jesús más que un modelo.


Para Pablo, la vida de Jesús fue algo más que un modelo; la vida de Jesús se convirtió en la
vida misma de Pablo. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive
Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Pablo estaba vivo; sin embargo, ya no
era su propia vida en la carne. ¡Era la misma vida de Jesús, la que se expresaba en el ser
interior de Pablo, por medio de Su Espíritu! (Juan 7:38).
Una persona que realmente tiene vida es la que tiene a Jesús: “…porque yo vivo, vosotros
también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en
mí, y yo en vosotros.” (Juan 14:19-20). Dios desea fervientemente que nosotros respetemos
nuestra identidad, como sus hijos “por naturaleza”, “nacidos de nuevo”.

5. Jesús nos dio su vida.


Hubo un día en que Dios nos dio su vida; somos nacidos de Dios (1 Juan 3:9). Una vez le
recibimos en el corazón, estaremos en él para siempre, y algo maravilloso y extraordinario
es que también él está en nosotros. Nuestra vida es una extensión de Su propia vida.
Vivimos porque él vive. Sin una vida como la de él, nosotros no tendríamos vida.
Desde la mañana hasta el anochecer, podemos vivir con plena conciencia, reconociendo a
Dios como la fuente de nuestra vida y diciéndole: “Amado Señor, hoy no tengo vida, que no
venga de ti”. Ahora, podemos entender el significado de lo que decía Pablo, cuando oraba
por los efesios (Efesios 3:16-17,19).

Aplicación Teoterápica
Todas las personas buscan ansiosamente el verdadero sentido de sus vidas. Si esa búsqueda es
independiente de Dios, entonces, esa persona está pecando, sea cristiana, o no. Si es un
hombre natural, no tiene otra alternativa en esta búsqueda, pues su naturaleza en sí es
pecaminosa. Si es cristiano, debe encontrar sentido en una total dependencia de Dios, para vivir
una vida auténtica y de testimonio. La pregunta clave para nosotros es: ¿estoy consciente de
quién soy? Si es así, el sentido de la vida fluye de la identidad de Jesús y de los recursos divinos
que están disponibles para cumplir nuestro destino. Muchos cristianos pueden hacer cantidad de
actividades, llenarse de compromisos, pero finalmente llegan a la conclusión de que en sus
vidas, no hay una total realización. Esta ‘frustración’ lleva a muchos cristianos a desviarse del
sentido y propósito de vida al que fueron llamados. Aprender a depender de Dios es la clave que
nos llevará a una vida de poder y victoria. El Señor Jesús siempre dependió de Dios Padre, y
ahora él nos enseña a depender de él, a través de su Santo Espíritu.

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DÍA 3: Rindiéndonos a Cristo

“Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” (Juan 3:30)

Introducción
La santidad requiere de la participación activa de la propia voluntad. ¿Cuándo fue la última vez
que examinamos nuestra voluntad? Cuando hablamos de voluntad, nos estamos refiriendo a
aquella área de nuestro ser donde elegimos y decidimos lo que vamos a hacer. Nuestra mente
levanta una variedad de opciones y, una vez elegimos, somos empujados hacia esa dirección.
Suena muy sencillo, pero no lo es.

1. Depender de Dios, quebranta nuestra voluntad (Gálatas 2:20)


Como personas nacidas de nuevo, nuestro ser más profundo debe estar en perfecto acuerdo
con la voluntad de Dios. Esto significa que en cualquier cosa que sea la voluntad de Dios,
estemos de acuerdo. Como cristianos, nunca estamos ni estaremos en oposición a Dios. ¿Por
qué? Porque Dios nos dio la vida y “lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). Si
sentimos un conflicto entre nuestros quereres y nuestros deberes, entonces, nuestros actos
no están siendo conducidos por Dios; por lo tanto, no estamos haciendo su voluntad.
La naturaleza de este conflicto se expresa vívidamente en (Romanos 7:15-20). Aquí, Pablo
describe el empeño de una persona que desea hacer el bien pero no puede. De hecho, se da
cuenta de que hace exactamente lo contrario. Esto no implica que la voluntad de Pablo
estuviera influenciada por dos capacidades diferentes. Un cristiano no es una persona que
algunas veces está manejado por su voluntad y otras veces no. Tampoco es una persona
que tiene dos capacidades y su voluntad está puesta entre las dos (Romanos 7:20).
Ahora bien, lo que Pablo dice, muy fácilmente se puede convertir en una excusa para pecar.
Podemos llegar a decir: “No me culpe a mí, yo no lo hice”, pero Pablo nunca estaría de
acuerdo con esta excusa. En el sentido más amplio de nuestra integridad, nosotros somos
completamente responsables por nuestro cuerpo. Hasta el día cuando por fin
experimentemos la redención de nuestro cuerpo, tenemos toda la responsabilidad de
“presentar nuestros miembros para servir a la justicia” (Romanos 6:19). El hacer la voluntad
de Dios es ir contra la nuestra. El decirle “sí” a Dios, es decirle “no” a nosotros mismos.
Muchos cristianos llenos de culpa ven la vida cristiana y el servicio como un sacrificio
abrumador, y terminan haciendo las cosas con sus propias fuerzas. Esta acción nunca les
llevará a una vida de triunfo y realización. Jesús nunca tuvo actitudes que fueran en contra
de la voluntad de Dios Padre. Él dijo muchas veces: (Juan 5:30).

2. ¿La clave es el conocimiento?


Para muchos, la santidad se convierte en una lucha constante, pero eso no debe ser así.
Otros cristianos creen que la santidad está en proporción directa con el grado de
conocimiento que tengan de la Biblia.
Este enfoque en la verdad bíblica, refuerza la impresión de que la tarea principal en la vida
es conocer la Palabra de Dios, responder personalmente a ella, y compartirla. Llegamos a
creer que al hacer esto somos santos, o por lo menos estamos en el camino correcto; pero
sin importar cuán intensamente nos enfoquemos en esos hechos, debemos tener claro que la
conciencia y la emoción con respecto a la verdad bíblica, no producen santidad. Pensamos
que talvez si renovamos nuestra mente al estudiar la Biblia, y luego tomamos la

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determinación de obedecer lo que dice, a lo mejor tendríamos algún buen resultado. Pero
todo aquel que ha intentado hacer esto, ha descubierto que se encuentra en medio de
frustraciones parecidas a aquellas de Romanos 7. La verdad es que no podemos querer vivir
para la gloria de Dios, dependiendo solamente del gran conocimiento que hemos adquirido
de Dios en la Biblia, la vida de resurrección no fluye de un cerebro educado ni de una
voluntad activa, sino que fluye de Dios. No basta el conocimiento que tengamos, ni el
esfuerzo de nuestra voluntad; para una vida de santidad, se requiere de la vida que sólo
fluye de Dios.

3. Una oración sobresaliente


Ahora, consideremos el lugar tan importante que en la vida de santidad, ocupa la voluntad.
Para poder hacer esto, miremos una de las oraciones más asombrosas y comprensivas que
existen en toda la Biblia, y que se encuentra en (Efesios 3:14-21). Esta es la mejor
definición de santidad: ser llenos de toda la plenitud de Dios. En esta oración de Pablo,
localizamos cinco ingredientes de la vida de santidad:
 Una conciencia de la identidad propia y del sentido de la vida. Se está refiriendo a esa
esfera más profunda de la identidad de una persona, la cual es identificada como
ciudadana del cielo y equipada por Dios, para expresar el sentido auténtico en la vida.
 La cuestión incondicional del Señorío. En este párrafo de Efesios 3, Pablo comienza con
una sumisión absoluta al Padre: “doblo mis rodillas ante el Padre…” (Versículo 14).
Luego, él termina su oración con una entrega absoluta a la gloria de Dios, “A Él sea
gloria…” (Versículo 21). Y en medio de estas dos expresiones, él reconoce la necesidad
fundamental de que Cristo habite en nuestros corazones.
 La presencia y el poder del Espíritu Santo como una realidad que se experimenta. La
presencia de ese poder va a producir en la vida una comprensión espiritual, con
dimensiones que van más allá de todo sueño; y a la vez produce una conciencia del amor
de Cristo, que sobrepasa todo entendimiento.
 Una participación vívida del cuerpo, en lugar de ser un peregrino aislado. Pablo hace
énfasis en la vida de cuerpo; en otras palabras, vida en célula:
 La santidad demanda de una participación activa de la voluntad. Algo fundamental en
esta oración es la ferviente y sincera petición de Pablo, no solamente pidiendo por los
otros, sino por él mismo. Otra palabra que resalta, al lado de la palabra “voluntad”, es la
fe. Fe indica acción; una entrega sólida, una esperanza firme. No puede haber santidad
sin el ejercicio de nuestra voluntad al pedirle a Dios, y creerle a Dios.

4. La acción del Espíritu Santo sobre nuestra voluntad


Con el poder y la unción del Espíritu Santo, podemos mirar de una forma nueva los
mandamientos de la Biblia, con respecto a nuestro comportamiento, no como montañas
imposibles frente a nosotros, para destruirnos, sino como expectaciones razonables a
nuestro alcance. El Espíritu Santo es Espíritu de sabiduría y de inteligencia (Isaías 11:2), es
el Espíritu de Verdad (Juan 14:17), y es también quien nos fortalece con poder, en medio de
nuestras debilidades (Efesios 1:17, 19). Primero, la verdad se recibe y la registramos en
nuestra mente. Luego, por medio del Espíritu Santo, esa verdad se vuelve una fuerza que
nos energiza en nuestro hombre interior (Efesios 1:18; 4:23). Mediante este proceso, esa
verdad simple cobra un gran sentido (1 Juan 2:27).

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5. Dios ha implantado su voluntad en nuestros corazones (Juan 20:21)
El propósito de Dios con el nuevo nacimiento no es cuestión solamente de conocer su
voluntad y tratar de hacerla. Es cuestión de convertirse en una expresión viviente de Dios,
habilitados por él en su voluntad, la cual él, desde el nuevo nacimiento, ha implantado en
nuestro ser. El Señor ha implantado su voluntad en nosotros por medio del Espíritu Santo,
por lo que tiene que ser un participante activo. Al ejercer la voluntad por nosotros mismos,
cuando rechazamos un comportamiento pecaminoso, puede que logremos una alternativa de
alta calidad, pero que en ninguna manera es el poder de la auténtica vida de resurrección
que Dios quiere que vivamos. Hasta un no cristiano puede ser fuerte al ejercer su voluntad.
Una vida significativa y eterna no consiste en rechazar las cosas pecaminosas; sólo se
encuentra a medida que la vida de Dios se recibe y se refleja en nosotros. La vida de Jesús
fue santa, no sólo porque fue un carpintero honesto o un niño que respetaba a sus padres. Él
era santo, porque como él mismo lo dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan
5:30). El cristianismo es vivir esa vida de resurrección dependiente. No es simplemente
disciplina; es la disciplina del Espíritu Santo; no es simplemente la instrucción bíblica en la
mente; es la formación en el hombre interior (Juan. 6:63).

Aplicación Teoterápica
Existen tiempos de problemas y tiempos difíciles, en los cuales vemos más claramente la
naturaleza frágil de nuestra vida. Y es allí en nuestras grandes debilidades, cuando clamamos
por santidad. El hecho de tener problemas, dificultades o pruebas, es lo que nos hace estar de
rodillas delante de Dios, y poder así mantenernos apartados para él, dedicándole nuestra vida, lo
cual en realidad constituye la santidad. Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6). Podemos decir, entonces, que hay
crecimiento en la santidad, cuando se nos presentan pruebas. (Santiago. 1:2-4).
El verdadero secreto para experimentar una vida de santidad y poder en el Espíritu, es dedicar
nuestra vida a soñar los sueños de Dios, dedicarnos a estar donde Él quiere que estemos y hacer
lo que él desea (Hechos 20:24).

Segunda semana: Trayendo el cielo a la tierra


“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” (Mateo 6:10)

Introducción
Todos hemos hecho la oración del Padre nuestro alguna vez en nuestra vida, y quizás la hemos
leído en muchas oportunidades en los evangelios de Lucas y Mateo. Lo que pedimos aquí es que
así como se hacen las cosas en el cielo también se hagan en la tierra. Mientras nos apoyemos en
nuestros propios planes, en nuestros deseos y en nuestras ideas, la tierra no se podrá convertir
en el cielo. Nuestra felicidad la encontramos cuando queremos conjuntamente lo que Dios
quiere. Orar es hacer sitio en esta tierra, paso a paso, a la voluntad de Dios

1. Debemos aprender a orar (Lucas 11:1)


Examinemos cuidadosamente cuál fue la petición de los discípulos. No pidieron Señor,
enséñanos a hacer milagros, Señor, enséñanos a sanar enfermos; Señor, enséñanos a
reprender demonios ni Señor enséñanos a calmar las tempestades. Los discípulos le pidieron

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que les enseñara a orar. La pregunta que surge es, ¿por qué le hicieron esta petición? Ellos,
como es apenas natural deducirlo, vieron a Jesús hacer milagros, señales y prodigios. Vieron
en él una vida de poder tal, que hacía oír a los sordos, caminar a los paralíticos, ver a los
ciegos, ir libres a los endemoniados, resucitar a los muertos, calmar las tempestades. Sin
embargo, los discípulos sabían que la clave de todo ésto radicaba en la intimidad de su
Señor con el Padre, es decir, en la oración, por lo cual los discípulos no pudieron haberle
pedido algo más sabio que esto; ellos querían saber cómo orar, de tal manera que sus vidas
fueran caracterizadas por ese mismo poder de su Señor.

2. El ejemplo del Padre Nuestro (Mateo 6:9-13)


El Señor Jesucristo nos enseña respecto a qué es lo que debemos pedirle al Padre.
 "Vosotros pues orad así". Introduce una oración o tipo de oración, no una fórmula,
sino traza las directrices y principios de la oración verdadera, que toca el corazón de
Dios y llena la necesidad del hombre.
 "Padre nuestro que estás en los cielos". Se refiere a Dios Padre, como nuestro
Padre, para que pidamos como sus hijos; sentir que debe acompañar la verdadera
oración; añadiendo en este caso "que estás en los cielos". Llevándonos de esta
manera a pensar, que si bien es cierto que puedo llamarle Padre, no es menos cierto
que él es el Señor que está en los cielos; que su poder, autoridad, sabiduría, santidad
son ilimitados y sublimes; que es digno de toda mi adoración y reverencia, para
exclamar con el Salmo 8:3-4
 "Santificado sea tu nombre". Al pensar en esta frase, no podemos imaginar, de
ninguna manera, que santificar, sea añadir santidad a su nombre; pues él es el único
y eternamente Santo. Por tanto, "santificado sea tu nombre" Índica, en primer lugar,
el deseo de todo creyente de ver ese dulce y sublime nombre exaltado en toda la
tierra; de tal manera que le sea dado el reconocimiento, la adoración, la alabanza
debida a su nombre.
 "Venga tu reino" esta petición implica dos aspectos: El cumplimiento de la Gran
Comisión; esto es, que los hombres y mujeres de la tierra de todo linaje, lengua,
nación y pueblo de la tierra reciban el mensaje de salvación, de tal manera, que el
mayor número sea salvo, o reciban al Señor Jesús como su Señor y Salvador y Se
complete la familia de Dios, de la cual habla Apocalipsis 5:8-9 y 7:9-17. Que Dios
mismo reine sobre la tierra como lo declara Apocalipsis 11:15-19; Daniel 2:44.
 "Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. Cuando
pensamos en la voluntad de Dios, no podemos menos que preguntarnos ¿Qué puede
ser mejor para cada hombre, criatura y cosa en la tierra, que la voluntad de Dios se
haga en la tierra? Teniendo en cuenta que él es ilimitadamente perfecto. Omnisciente,
sabio, amoroso, misericordioso, justo, eterno, inmutable, fiel, todopoderoso, etc.
Cuando uno piensa en la voluntad de Dios, es muy importante no olvidar su carácter,
quién es él. El no hacerlo, nos conduce a actitudes equivocadas en la oración. Este
principio que el Señor recalca en la oración, es de tal significado y poder, que no hay
una verdadera oración, sin que lleve incluida en su motivación, que la voluntad de
Dios se haga, y el nombre de Dios sea glorificado.
 "El pan nuestro de cada día dánoslo hoy". El sustento diario es provisto por Dios
para sus hijos y, en general, para toda criatura. Salmo 104:28. Aunque es claro que la
expresión incluye el alimento y provisión física, no es lo único que incluye; ya que no

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somos seres físicos solamente, pues poseemos una dimensión síquica y una dimensión
espiritual, con reales necesidades diarias. No hay una experiencia más agradable y
liberadora, que vivir conscientemente dependiendo para todo de Dios; hacia esta
experiencia debemos marchar a diario.
 "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores". Una enseñanza básica: es imposible experimentar el dulce
perdón, sin disponerse a perdonar a otros. De tal manera, que la gravedad de no
perdonar a otros las ofensas que ellos me hacen, es no aceptar la sangre del Señor
sobre nuestra vida, para ser perdonados (Hebreos 10:29); por tanto, debo pensar que
un espíritu no perdonador en una persona, es síntoma claro de no estar
experimentando el lavamiento de sus pecados por la sangre del Señor Jesucristo.
 "Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino y
el poder y la gloria por todos los siglos, amén". Aunque es bien cierto que el
Señor no tienta a nadie, ni puede ser tentado, como lo afirma (Santiago 1:13). Él si es
todopoderoso para evitar que yo sea tentado, y para librarme de todo mal; pues su
autoridad es absoluta y su poder ilimitado.

3. El cielo viene a la tierra por medio de los hijos de Dios. (Mateo 10:6)
Lo que el Señor Jesucristo nos está enseñando aquí es que los hijos de Dios debemos clamar
al Padre día a día, en todo momento, para que su reino, el celestial, venga a la tierra. En el
Nuevo Testamento, el término “Reino de Dios”, junto con su sinónimo Reino de los Cielos,
fue utilizado frecuentemente por Jesús, primordialmente en los cuatro (4) evangelios. Es
considerado como el tema central de la doctrina de Jesús. Cuando los hijos de Dios oramos
al Padre, "venga a nosotros tu reino", verdaderamente lo que le estamos pidiendo es que él
ejercite su poder soberano sobre la tierra, así como lo hace sobre los cielos.
Los hijos de Dios, aquéllos que hemos hecho de Jesucristo nuestro Señor y Salvador,
tenemos que hacer del Padrenuestro una realidad en nuestra tierra: anhelar que el Reino de
los Cielos venga a la tierra. ¿Qué significa esto? Nada más y nada menos, que hacer la
voluntad de Dios en la tierra, así como se hace en el cielo.

Aplicación Teoterápica
La oración y la decisión de hacer la voluntad de Dios son las que permiten que traigamos el cielo
a la tierra. El Padrenuestro es, sin duda alguna, la manera como hemos de orar a Dios Padre. Es
el estilo de vida del genuino hijo de Dios, que ha comprendido y experimentado la acción
teoterápica de Jesucristo, de manera personal. Es la manera como, fruto de nuestra intimidad
con Dios, hemos de experimentar una vida caracterizada por el poder del Espíritu Santo, quien
nos habilita para traer el reino de los cielos a la tierra.

Tercera semana: La parábola de los talentos


“Porque el reino de los cielos es como un hombre...” (Mateo 25:14)

Introducción
Esta parábola de los Talentos, hallamos parámetros claros sobre el gobierno del Reino de los
Cielos y nos despejará todas las inquietudes. También nos describirá claramente los parámetros
adecuados para desarrollar el reino de los cielos en la tierra, tal como se llevan a cabo en el
Reino de los Cielos.
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1. Características fundamentales del Reino de los Cielos
Las características fundamentales del Reino de los Cielos, Mateo 25:14-15:

1.1. Dios es el dueño absoluto de todos los recursos del Reino de los Cielos. Este es un
concepto revolucionario, debemos entender que ésta es una verdad. En la Biblia,
observamos que Dios ha sido extremadamente celoso frente a su posesión sobre la tierra.
En el Antiguo Testamento, encontramos un principio fundamental de la Ley de Dios, en tal
sentido, dirigido hacia el pueblo de Israel: (Levítico 25:23; Salmo 24:1). Así que debemos
reconocer que todos nuestros recursos le pertenecen a nuestro Dios.
1.2. Dios encarga sus bienes, en administración o mayordomía, a sus siervos. En el
versículo 14, encontramos que en el Reino de los Cielos, Dios es el dueño absoluto de
todos los bienes y, como tal, los encarga a sus siervos en administración, para que
ejerzan mayordomía sobre dichos bienes con la mayor responsabilidad. En el Reino de los
Cielos, Dios confía tanto en sus siervos, que les entrega sus bienes en administración.
1.3. Los hombres son siervos de Dios, no del reino. Es de fundamental importancia,
comprender que en el Reino de los Cielos, sus siervos no le sirven a un reino sino a Dios.
En otras palabras, no le sirven a un establecimiento que no tiene ni mente ni corazón, sino
al Dios omnipotente, omnisciente, amoroso, misericordioso y justo. Por lo tanto el reino
de los cielos vendrá a la tierra cuando hombres y mujeres temerosos de Dios, reconozcan
el señorío de Jesucristo en sus vidas con la convicción que es a Dios a quien sirven.
1.4. El rey confía en el hombre. El versículo 15 del pasaje en mención, en su parte final,
dice: "...y luego se fue lejos." Podemos entender que el Señor se fue, una vez les hubo
encargado bienes a sus siervos. Esto significa que en el Reino de los Cielos, Dios confía
tanto en el hombre, que no se queda fiscalizándolo minuto a minuto, ni segundo a
segundo. Por el contrario, Dios confía en las capacidades, cualidades y decisiones que el
hombre tome.
1.5. Los parámetros son personales y no globales. El versículo 15 establece, que el Señor
llamó a tres de sus siervos y les entregó sus bienes. En total, fueron ocho (8) talentos.
Los hijos de Dios debemos tener en mente, de manera continua, que los parámetros de
responsabilidad que Dios establece, son de carácter personal y no colectivo. El Señor
estaba buscando delegar responsabilidades individuales a cada uno de sus tres siervos.
1.6. Se administran los recursos de acuerdo con la capacidad de cada uno. Dios es
justo y nunca nos va a delegar más y mayores responsabilidades de las que podemos
administrar. Su justicia es tal, que cuando él delega responsabilidades, lo primero que
hace es pensar en el hombre. Dios conoce tanto a sus siervos (sus capacidades, talentos,
debilidades y limitaciones), que les encarga sólo las responsabilidades que ellos pueden
cumplir.
1.7. La dirección es centralizada y el desarrollo descentralizado. Este modelo es el que
deducimos del versículo 15 del pasaje en mención. El Señor Jesucristo, como dueño
absoluto de todos los recursos del Reino de los Cielos, ejerce autoridad. Sin embargo, él
delega autoridad a sus siervos, para que cada uno responda de acuerdo a lo que le ha
sido delegado. Se observa cómo el Señor encargó sus bienes a cada uno de sus tres
siervos, a quienes les dio libertad para usar su creatividad, su liderazgo y sus
capacidades, con el fin de multiplicar los recursos que se le encargaron.

2. La administración de los recursos que Dios nos encarga. (Mateo 25:16)


En este pasaje podemos ver en tres pasos del proceder del siervo que sabe cómo es el Reino
de los Cielos, con respecto a los recursos que le han sido encomendados en administración:
 La Palabra de Dios dice que, al recibir los cinco talentos, el siervo "fue". De esto
podemos afirmar que, en el Reino de los Cielos, los servos actúan cuando se les da una
responsabilidad y unos recursos, dichos siervos llevan, inmediatamente, a la ejecución,

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las cuatro funciones administrativas: planeación, organización, dirección y control; para
ser individuos productivos, eficientes y eficaces.
 El siervo "negoció". Es decir, el siervo puso a trabajar los recursos a él encomendados.
 En tercer lugar, el siervo “ganó”. Lo que aquí queda claro es que, después de actuar y
negociar, el siervo capitalizó y multiplicó los recursos a él encomendados.

3. Arreglando cuentas (Mateo 25:19-30)


El Señor arregla cuentas con sus siervos. Podemos deducir que hay dos tipos de siervos: los
que recibieron 5 y 2 talentos representan el primer tipo; el que recibió un talento representa
el segundo. Con estos dos tipos de siervos, el Señor arregla cuentas de manera muy
distinta.
3.1. Los primeros se presentaron a su Señor con resultados muy dicientes: un crecimiento del
100% los dos multiplicaron lo recibido. Frente a estos resultados, el Señor se dirigió a
ellos y arregló cuentas de cuatro (4) maneras:

 Se refirió a ellios, públicamente, como “buen siervo y fiel”. El Señor exalta al siervo
que posee dos características, las cuales le permiten ser eficaz, eficiente y productivo:
la fidelidad (“fiel”) y la idoneidad (“buen siervo”).
 Exaltó la gestión del siervo: “...sobre poco has sido fiel.” Es importante anotar que
Dios reconoce, en primer lugar, a la persona; en segundo lugar, reconoce la gestión,
es decir, que la gestión es importante, pero secundaria frente al individuo.
 Le asignó una tarea de mayor responsabilidad: “...sobre mucho te pondré”. En el
Reino de los Cielos, existe un sistema justo y equitativo, de méritos y ascensos.
 Premió y recompensó al siervo: “Entra en el gozo de tu señor.” En el Reino de los
Cielos, únicamente recibe galardón aquel servidor fiel e idóneo, cuya gestión haya
dado como resultado la multiplicación de los recursos a él encargados.
3.2. El hombre que representa el segundo tipo de siervo, se presentó a su señor con
justificaciones, pretextos y sin resultados (entregó el mismo talento que había recibido).
De la manera más descarada, responsabilizó a su señor de su fracaso (“Señor, eres
hombre duro”). Frente a esto, el señor se dirigió a él y arregló cuentas de cuatro (4)
maneras:

 Se refirió a él, públicamente, como “siervo malo y negligente”. En el Reino de los


Cielos se señala, abiertamente, al siervo negligente, ineficiente y corrupto. Los
pretextos jamás podrán justificar las acciones ineficientes, que sólo podrán ser fruto
de un corazón perverso.
 Señaló la gestión del siervo como “inútil”. Al fin y al cabo, un siervo malo y negligente
sólo podrá llevar a cabo una gestión inútil, ineficiente, sin resultados.
 Le quitó lo que le fue entregado. El siervo no fue fiel en lo poco; por eso, fue
despojado aun de lo que tenía y se le dio al que más poseía.
 Recibió la recompensa correspondiente a su ineficiencia. “Siervo malo y
negligente...echadle en las tinieblas de afuera”. En el Reino de los Cielos, a los
ineficientes, ineptos y corruptos, se les destituye de inmediato, del cargo de
responsabilidad.

El examinar estos pasajes, nos permite tener una visión más clara de cómo se gobierna en el
Reino de los Cielos, y entender que el anhelo de Dios es que ese mismo tipo de gobierno se
establezca en la tierra. Sólo así podremos pensar en un verdadero cambio para nuestra vida,
familia y nación.

Aplicación Teoterápica
Dios nos ha capacitado para la labor que nos encomendó: “hacer que el Reino de los Cielos
venga a la tierra”. El que esto se cumpla no depende de Dios, sino de nuestra disposición y

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compromiso en esta tarea. No podemos seguir limitándonos a juzgar y a criticar las situaciones,
si en nosotros no hay conciencia del papel que debemos desempeñar. Tenemos que despertar a
la realidad que la Palabra de Dios nos plantea, para tomar la acción adecuada, y movernos en el
sentido correcto, de tal manera que obtengamos los objetivos que el mismo Dios nos ha
propuesto.

Cuarta semana: Llevando el fruto que permanece


“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo
limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he
hablado." (Juan 15:2-3)

Introducción
Si hemos recibido al Señor en nuestro corazón, él espera que disfrutemos de la vida abundante
y además que nuestra vida lleve fruto como resultado de la salvación. Cuando hablamos del
fruto nos podemos referir al fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), que dará como resultado que
cumplamos la Gran Comisión ganando almas

El fruto del creyente


El fruto en la vida del hijo de Dios que permanece unido a Cristo es una oración eficaz, un fruto
y gozo permanentes, como explican los versículos 7, 8 y 11. Ahora, si una persona tiene tal fruto
en su vida, estará llevando a muchos hombres a la presencia de Dios, mediante el testimonio
elocuente de su propia vida. Miremos la vida de fruto que el Señor espera que llevemos:

1. Jesús se presenta como “Yo soy” (Juan 15:1)


Jesús comienza diciendo: “Yo soy la vid verdadera”, indicando la Divinidad de Jesús, es la
misma forma en que se le presentó Dios a Moisés cuando él le preguntó su nombre en
(Éxodo 3:14) él dijo “YO SOY”, la vid verdadera porque según (Isaías 5:1-7) Israel era la vid
que Dios había plantado y cuidado, él esperaba recibir de ellos frutos de justicia y de
arrepentimiento, ante la incapacidad del ser humano para dar este fruto, Jesús se presenta a
sí mismo como la vid verdadera, como la única manera de llevar frutos agradables a Dios. El
Señor nos presenta 3 personajes necesarios para dar fruto y fruto en abundancia:

 El labrador: Es Dios, el que cuida de la vid (v1)


 La vid verdadera: Es Cristo (v1)
 Los pámpanos (ramas): Somos nosotros, quienes le hemos recibido en nuestro corazón
(v5)

2. Jesús quiere que llevemos fruto en nuestra vida. (Juan 15:2)


Si un pámpano no lleva fruto, ¿cómo lo quitará? Una de las maneras de quitarlo, es quitando
a tal persona del lugar en que pueda llevar fruto. Conocemos a muchos que han sido
apartados hoy en día, de diversos ministerios, porque ya no eran efectivos para Dios. El
quitar tal pámpano, no significa que éste pierde la salvación, sino que es apartado del lugar
en que puede llevar fruto. No hay duda de que el Señor poda. Entra en nuestras vidas y
quita de ellas aquellas cosas que le ofenden, y ese corte a veces duele. Quita aquellas cosas
que nos estorban para poder llevar fruto. Nosotros somos los pámpanos, entonces nuestro
objetivo es dar fruto. Aquí se mencionan tres niveles de la vida fructífera:

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Fruto (v2)
 Más fruto (v2)
 Mucho Fruto (v5)

3. Requisitos para llevar una vida fructífera (Juan 15:2-10)


3.1. Limpieza (V2). Para que podamos dar fruto, el carácter de Jesús debe ser moldeado en
nuestra vida, Dios en ocasiones tiene que podar nuestras vidas, a veces tiene que quitar
algunas distracciones que nos están alejando él, pueden ser personas, posesiones
materiales, sentimientos, etc. Dios nos somete a periodos de purificación, donde él tiene
que tratar con nuestro carácter y con aquellas cosas que están impidiendo nuestro
crecimiento. Para limpiarnos Dios utiliza su palabra (V3), con ella nos anima, nos enseña,
pero también nos corrige.
3.2. Permanencia. La palabra permanecer es la clave para entender este pasaje, aparece al
menos 11 veces en el capítulo 15. Permanecer significa quedarse donde uno está, en
otras palabra lo que Jesús está diciendo es “No se muevan, manténganse unidos a mí”. –
Eso es permanecer. Jesús afirmó que:
 Nadie puede crecer ni dar fruto si no permanece en él (V4). El fruto, el carácter de
Jesús en nosotros solo se logra estando en comunión con él, permaneciendo unido a él.
Las ramas dan fruto no por sí mismas, sino por todos los nutrientes que le son
transferidos por medio de la Vid. Si usted y yo no vivimos vidas conectadas a Jesús,
sino permanecemos en él, nunca vamos a experimentar el nivel de fructificación que
Dios desea para nosotros.
 Separados de él nada podemos hacer (V5). Al utilizar la figura de la Vid y los
pámpanos lo que el Señor Jesús quiere que entendamos, es la relación de dependencia
que tenemos con él. Apartados de él, nada, absolutamente nada podemos hacer, pero
en Cristo, según filipenses 4:13 “todo lo podemos”. Él quiere que permanezcamos en él
para que llevemos mucho fruto. Además promete que nuestras oraciones tendrán
respuesta (7).
3.3. Obediencia. (V10). Usted nunca podrá crecer ni vivir una vida fructífera, que agrade a
Dios, si no decide obedecer su palabra. Jesús nos dice: "Vosotros sois mis amigos, si
hacéis lo que yo os mando". Necesitamos examinar nuestros corazones. La obediencia es
esencial para poder permanecer en comunión y compañerismo con él. Esto significa ser
obedientes al Señor. Eso es permanecer. En ése caso, nuestra oración será eficaz. Ahora,
el propósito final del permanecer y del orar, es que Dios reciba la gloria. Esto elimina la
oración que se eleva con motivos egoístas. Se trata del llevar fruto. Y Dios recibe la gloria
cuando producimos ese fruto en nuestra vida, en nuestro carácter, ese fruto agradable
para Dios y las personas que nos rodean.

Aplicación teoterápica.
Todo pámpano que lleva fruto, es limpiado, para que lleve más fruto. El pámpano que lleva fruto
simboliza al hijo de Dios que está creciendo hacia la madurez en Cristo. El labrador, el Padre
celestial, limpia a sus hijos, con la finalidad de aumentar su fruto. Para que el Señor nos limpie
es necesario poner en práctica lo que dice Dios en su palabra. Esto se confirma por lo que dice
Juan 15:3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Solo podremos producir
fruto estando unidos a la vid que es Cristo.

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