Temas Ayuno Julio
Temas Ayuno Julio
Temas Ayuno Julio
Introducción
El hombre es un ser tridimensional: espíritu, alma y cuerpo, en una identidad inseparable.
Debemos recordar que el hombre en esencia es un ser espiritual, según el Señor, la verdadera
identidad no requiere de un cuerpo, como lo expresa el apóstol Pablo. Obviamente, Pablo está
hablando de él mismo, pero habla reservadamente para evitar gloriarse, pues, sabe que fue
Cristo quien le otorgó tal privilegio. El apóstol también dice: “Pero confiamos, y más quisiéramos
estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Corintios 5:8).
5. Dios espera que la vida de Jesús sea nuestra vida (Juan 14:9)
Jesús comía, dormía, respiraba y caminaba como cualquiera de nosotros; sin embargo, Él
pudo decir con toda propiedad y seguridad: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”
(Juan 14:9).
Dios espera que nuestra vida sea tan revolucionaria como la de sus discípulos que vivieron
como él, cumpliendo el propósito de Dios para sus vidas llevando las buenas nuevas a
muchos, siendo todos uno con él (Juan 17:21,23).
Aplicación Teoterápica
Debemos hacer una evaluación de nosotros mismos y de los demás, en un nivel profundo.
Detrás de las apariencias está el “corazón”, que es el verdadero “yo”. Una persona que ha
nacido de nuevo, es de gran valor, al recibir la luz invisible de la gloria de Dios, la manifiesta en
su vida de manera visible a otros. Por encima de nuestras limitaciones, nuestro gozo es darnos
cuenta de que nuestro sentido de ser va a encontrar su mayor expresión en la eternidad, y todo
lo que hagamos aquí en la tierra para la gloria de Dios, será grandemente recompensado.
Hay una expresión sencilla, que muchas veces hemos escuchado, y que de tanto repetirla, quizá
se ha vuelto una expresión más: “La gente no desea que le hablen de Cristo, quiere ver a Cristo
en nosotros”. Estamos llamados a mostrar en nuestra vida visible, al maravilloso y eterno Dios
invisible. Éste es el más maravilloso y extraordinario privilegio que nos ha sido dado.
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DÍA 2: La verdadera dependencia de Dios
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).
Introducción
Nuestro mejor ejemplo de dependencia de Dios obviamente es el Señor Jesús. Miremos su vida
más a fondo, enfocándonos sobre su humanidad, en lugar de hacerlo sobre su deidad. Jesús fue
y es Dios. La Biblia lo establece claramente y no hay duda alguna (Juan 8:58).
Nosotros podríamos citar muchos pasajes que afirman claramente la deidad de Nuestro Señor
Jesucristo. Pero, ¿alguna vez hemos pensado en todo lo que nos dice la Biblia acerca de Él, como
un verdadero hombre? El título favorito que nuestro Señor mismo se daba era: “el hijo del
Hombre”.
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2:7; Hebreos 2:17-18; Hebreos 5:7-8). Las obras de nuestro Señor Jesucristo nos
demuestran su dependencia del Padre, y esa dependencia nos demuestra la autenticidad de
sus palabras, las cuales hablan muy claramente acerca de la personalidad divina de Cristo.
Podemos creer, sin lugar a dudas, que cuando Él envió a sus discípulos con las palabras:
“…Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21), el patrón de la vida
dependiente que vivía, estaba en su mente y en su corazón. Esa misma forma de vida a
través del Espíritu Santo, permitiría que ellos hicieran obras mayores de las que Él mismo
había hecho (Juan 14:12).
Aplicación Teoterápica
Todas las personas buscan ansiosamente el verdadero sentido de sus vidas. Si esa búsqueda es
independiente de Dios, entonces, esa persona está pecando, sea cristiana, o no. Si es un
hombre natural, no tiene otra alternativa en esta búsqueda, pues su naturaleza en sí es
pecaminosa. Si es cristiano, debe encontrar sentido en una total dependencia de Dios, para vivir
una vida auténtica y de testimonio. La pregunta clave para nosotros es: ¿estoy consciente de
quién soy? Si es así, el sentido de la vida fluye de la identidad de Jesús y de los recursos divinos
que están disponibles para cumplir nuestro destino. Muchos cristianos pueden hacer cantidad de
actividades, llenarse de compromisos, pero finalmente llegan a la conclusión de que en sus
vidas, no hay una total realización. Esta ‘frustración’ lleva a muchos cristianos a desviarse del
sentido y propósito de vida al que fueron llamados. Aprender a depender de Dios es la clave que
nos llevará a una vida de poder y victoria. El Señor Jesús siempre dependió de Dios Padre, y
ahora él nos enseña a depender de él, a través de su Santo Espíritu.
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DÍA 3: Rindiéndonos a Cristo
Introducción
La santidad requiere de la participación activa de la propia voluntad. ¿Cuándo fue la última vez
que examinamos nuestra voluntad? Cuando hablamos de voluntad, nos estamos refiriendo a
aquella área de nuestro ser donde elegimos y decidimos lo que vamos a hacer. Nuestra mente
levanta una variedad de opciones y, una vez elegimos, somos empujados hacia esa dirección.
Suena muy sencillo, pero no lo es.
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determinación de obedecer lo que dice, a lo mejor tendríamos algún buen resultado. Pero
todo aquel que ha intentado hacer esto, ha descubierto que se encuentra en medio de
frustraciones parecidas a aquellas de Romanos 7. La verdad es que no podemos querer vivir
para la gloria de Dios, dependiendo solamente del gran conocimiento que hemos adquirido
de Dios en la Biblia, la vida de resurrección no fluye de un cerebro educado ni de una
voluntad activa, sino que fluye de Dios. No basta el conocimiento que tengamos, ni el
esfuerzo de nuestra voluntad; para una vida de santidad, se requiere de la vida que sólo
fluye de Dios.
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5. Dios ha implantado su voluntad en nuestros corazones (Juan 20:21)
El propósito de Dios con el nuevo nacimiento no es cuestión solamente de conocer su
voluntad y tratar de hacerla. Es cuestión de convertirse en una expresión viviente de Dios,
habilitados por él en su voluntad, la cual él, desde el nuevo nacimiento, ha implantado en
nuestro ser. El Señor ha implantado su voluntad en nosotros por medio del Espíritu Santo,
por lo que tiene que ser un participante activo. Al ejercer la voluntad por nosotros mismos,
cuando rechazamos un comportamiento pecaminoso, puede que logremos una alternativa de
alta calidad, pero que en ninguna manera es el poder de la auténtica vida de resurrección
que Dios quiere que vivamos. Hasta un no cristiano puede ser fuerte al ejercer su voluntad.
Una vida significativa y eterna no consiste en rechazar las cosas pecaminosas; sólo se
encuentra a medida que la vida de Dios se recibe y se refleja en nosotros. La vida de Jesús
fue santa, no sólo porque fue un carpintero honesto o un niño que respetaba a sus padres. Él
era santo, porque como él mismo lo dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan
5:30). El cristianismo es vivir esa vida de resurrección dependiente. No es simplemente
disciplina; es la disciplina del Espíritu Santo; no es simplemente la instrucción bíblica en la
mente; es la formación en el hombre interior (Juan. 6:63).
Aplicación Teoterápica
Existen tiempos de problemas y tiempos difíciles, en los cuales vemos más claramente la
naturaleza frágil de nuestra vida. Y es allí en nuestras grandes debilidades, cuando clamamos
por santidad. El hecho de tener problemas, dificultades o pruebas, es lo que nos hace estar de
rodillas delante de Dios, y poder así mantenernos apartados para él, dedicándole nuestra vida, lo
cual en realidad constituye la santidad. Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6). Podemos decir, entonces, que hay
crecimiento en la santidad, cuando se nos presentan pruebas. (Santiago. 1:2-4).
El verdadero secreto para experimentar una vida de santidad y poder en el Espíritu, es dedicar
nuestra vida a soñar los sueños de Dios, dedicarnos a estar donde Él quiere que estemos y hacer
lo que él desea (Hechos 20:24).
Introducción
Todos hemos hecho la oración del Padre nuestro alguna vez en nuestra vida, y quizás la hemos
leído en muchas oportunidades en los evangelios de Lucas y Mateo. Lo que pedimos aquí es que
así como se hacen las cosas en el cielo también se hagan en la tierra. Mientras nos apoyemos en
nuestros propios planes, en nuestros deseos y en nuestras ideas, la tierra no se podrá convertir
en el cielo. Nuestra felicidad la encontramos cuando queremos conjuntamente lo que Dios
quiere. Orar es hacer sitio en esta tierra, paso a paso, a la voluntad de Dios
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que les enseñara a orar. La pregunta que surge es, ¿por qué le hicieron esta petición? Ellos,
como es apenas natural deducirlo, vieron a Jesús hacer milagros, señales y prodigios. Vieron
en él una vida de poder tal, que hacía oír a los sordos, caminar a los paralíticos, ver a los
ciegos, ir libres a los endemoniados, resucitar a los muertos, calmar las tempestades. Sin
embargo, los discípulos sabían que la clave de todo ésto radicaba en la intimidad de su
Señor con el Padre, es decir, en la oración, por lo cual los discípulos no pudieron haberle
pedido algo más sabio que esto; ellos querían saber cómo orar, de tal manera que sus vidas
fueran caracterizadas por ese mismo poder de su Señor.
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somos seres físicos solamente, pues poseemos una dimensión síquica y una dimensión
espiritual, con reales necesidades diarias. No hay una experiencia más agradable y
liberadora, que vivir conscientemente dependiendo para todo de Dios; hacia esta
experiencia debemos marchar a diario.
"Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores". Una enseñanza básica: es imposible experimentar el dulce
perdón, sin disponerse a perdonar a otros. De tal manera, que la gravedad de no
perdonar a otros las ofensas que ellos me hacen, es no aceptar la sangre del Señor
sobre nuestra vida, para ser perdonados (Hebreos 10:29); por tanto, debo pensar que
un espíritu no perdonador en una persona, es síntoma claro de no estar
experimentando el lavamiento de sus pecados por la sangre del Señor Jesucristo.
"Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino y
el poder y la gloria por todos los siglos, amén". Aunque es bien cierto que el
Señor no tienta a nadie, ni puede ser tentado, como lo afirma (Santiago 1:13). Él si es
todopoderoso para evitar que yo sea tentado, y para librarme de todo mal; pues su
autoridad es absoluta y su poder ilimitado.
3. El cielo viene a la tierra por medio de los hijos de Dios. (Mateo 10:6)
Lo que el Señor Jesucristo nos está enseñando aquí es que los hijos de Dios debemos clamar
al Padre día a día, en todo momento, para que su reino, el celestial, venga a la tierra. En el
Nuevo Testamento, el término “Reino de Dios”, junto con su sinónimo Reino de los Cielos,
fue utilizado frecuentemente por Jesús, primordialmente en los cuatro (4) evangelios. Es
considerado como el tema central de la doctrina de Jesús. Cuando los hijos de Dios oramos
al Padre, "venga a nosotros tu reino", verdaderamente lo que le estamos pidiendo es que él
ejercite su poder soberano sobre la tierra, así como lo hace sobre los cielos.
Los hijos de Dios, aquéllos que hemos hecho de Jesucristo nuestro Señor y Salvador,
tenemos que hacer del Padrenuestro una realidad en nuestra tierra: anhelar que el Reino de
los Cielos venga a la tierra. ¿Qué significa esto? Nada más y nada menos, que hacer la
voluntad de Dios en la tierra, así como se hace en el cielo.
Aplicación Teoterápica
La oración y la decisión de hacer la voluntad de Dios son las que permiten que traigamos el cielo
a la tierra. El Padrenuestro es, sin duda alguna, la manera como hemos de orar a Dios Padre. Es
el estilo de vida del genuino hijo de Dios, que ha comprendido y experimentado la acción
teoterápica de Jesucristo, de manera personal. Es la manera como, fruto de nuestra intimidad
con Dios, hemos de experimentar una vida caracterizada por el poder del Espíritu Santo, quien
nos habilita para traer el reino de los cielos a la tierra.
Introducción
Esta parábola de los Talentos, hallamos parámetros claros sobre el gobierno del Reino de los
Cielos y nos despejará todas las inquietudes. También nos describirá claramente los parámetros
adecuados para desarrollar el reino de los cielos en la tierra, tal como se llevan a cabo en el
Reino de los Cielos.
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1. Características fundamentales del Reino de los Cielos
Las características fundamentales del Reino de los Cielos, Mateo 25:14-15:
1.1. Dios es el dueño absoluto de todos los recursos del Reino de los Cielos. Este es un
concepto revolucionario, debemos entender que ésta es una verdad. En la Biblia,
observamos que Dios ha sido extremadamente celoso frente a su posesión sobre la tierra.
En el Antiguo Testamento, encontramos un principio fundamental de la Ley de Dios, en tal
sentido, dirigido hacia el pueblo de Israel: (Levítico 25:23; Salmo 24:1). Así que debemos
reconocer que todos nuestros recursos le pertenecen a nuestro Dios.
1.2. Dios encarga sus bienes, en administración o mayordomía, a sus siervos. En el
versículo 14, encontramos que en el Reino de los Cielos, Dios es el dueño absoluto de
todos los bienes y, como tal, los encarga a sus siervos en administración, para que
ejerzan mayordomía sobre dichos bienes con la mayor responsabilidad. En el Reino de los
Cielos, Dios confía tanto en sus siervos, que les entrega sus bienes en administración.
1.3. Los hombres son siervos de Dios, no del reino. Es de fundamental importancia,
comprender que en el Reino de los Cielos, sus siervos no le sirven a un reino sino a Dios.
En otras palabras, no le sirven a un establecimiento que no tiene ni mente ni corazón, sino
al Dios omnipotente, omnisciente, amoroso, misericordioso y justo. Por lo tanto el reino
de los cielos vendrá a la tierra cuando hombres y mujeres temerosos de Dios, reconozcan
el señorío de Jesucristo en sus vidas con la convicción que es a Dios a quien sirven.
1.4. El rey confía en el hombre. El versículo 15 del pasaje en mención, en su parte final,
dice: "...y luego se fue lejos." Podemos entender que el Señor se fue, una vez les hubo
encargado bienes a sus siervos. Esto significa que en el Reino de los Cielos, Dios confía
tanto en el hombre, que no se queda fiscalizándolo minuto a minuto, ni segundo a
segundo. Por el contrario, Dios confía en las capacidades, cualidades y decisiones que el
hombre tome.
1.5. Los parámetros son personales y no globales. El versículo 15 establece, que el Señor
llamó a tres de sus siervos y les entregó sus bienes. En total, fueron ocho (8) talentos.
Los hijos de Dios debemos tener en mente, de manera continua, que los parámetros de
responsabilidad que Dios establece, son de carácter personal y no colectivo. El Señor
estaba buscando delegar responsabilidades individuales a cada uno de sus tres siervos.
1.6. Se administran los recursos de acuerdo con la capacidad de cada uno. Dios es
justo y nunca nos va a delegar más y mayores responsabilidades de las que podemos
administrar. Su justicia es tal, que cuando él delega responsabilidades, lo primero que
hace es pensar en el hombre. Dios conoce tanto a sus siervos (sus capacidades, talentos,
debilidades y limitaciones), que les encarga sólo las responsabilidades que ellos pueden
cumplir.
1.7. La dirección es centralizada y el desarrollo descentralizado. Este modelo es el que
deducimos del versículo 15 del pasaje en mención. El Señor Jesucristo, como dueño
absoluto de todos los recursos del Reino de los Cielos, ejerce autoridad. Sin embargo, él
delega autoridad a sus siervos, para que cada uno responda de acuerdo a lo que le ha
sido delegado. Se observa cómo el Señor encargó sus bienes a cada uno de sus tres
siervos, a quienes les dio libertad para usar su creatividad, su liderazgo y sus
capacidades, con el fin de multiplicar los recursos que se le encargaron.
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las cuatro funciones administrativas: planeación, organización, dirección y control; para
ser individuos productivos, eficientes y eficaces.
El siervo "negoció". Es decir, el siervo puso a trabajar los recursos a él encomendados.
En tercer lugar, el siervo “ganó”. Lo que aquí queda claro es que, después de actuar y
negociar, el siervo capitalizó y multiplicó los recursos a él encomendados.
Se refirió a ellios, públicamente, como “buen siervo y fiel”. El Señor exalta al siervo
que posee dos características, las cuales le permiten ser eficaz, eficiente y productivo:
la fidelidad (“fiel”) y la idoneidad (“buen siervo”).
Exaltó la gestión del siervo: “...sobre poco has sido fiel.” Es importante anotar que
Dios reconoce, en primer lugar, a la persona; en segundo lugar, reconoce la gestión,
es decir, que la gestión es importante, pero secundaria frente al individuo.
Le asignó una tarea de mayor responsabilidad: “...sobre mucho te pondré”. En el
Reino de los Cielos, existe un sistema justo y equitativo, de méritos y ascensos.
Premió y recompensó al siervo: “Entra en el gozo de tu señor.” En el Reino de los
Cielos, únicamente recibe galardón aquel servidor fiel e idóneo, cuya gestión haya
dado como resultado la multiplicación de los recursos a él encargados.
3.2. El hombre que representa el segundo tipo de siervo, se presentó a su señor con
justificaciones, pretextos y sin resultados (entregó el mismo talento que había recibido).
De la manera más descarada, responsabilizó a su señor de su fracaso (“Señor, eres
hombre duro”). Frente a esto, el señor se dirigió a él y arregló cuentas de cuatro (4)
maneras:
El examinar estos pasajes, nos permite tener una visión más clara de cómo se gobierna en el
Reino de los Cielos, y entender que el anhelo de Dios es que ese mismo tipo de gobierno se
establezca en la tierra. Sólo así podremos pensar en un verdadero cambio para nuestra vida,
familia y nación.
Aplicación Teoterápica
Dios nos ha capacitado para la labor que nos encomendó: “hacer que el Reino de los Cielos
venga a la tierra”. El que esto se cumpla no depende de Dios, sino de nuestra disposición y
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compromiso en esta tarea. No podemos seguir limitándonos a juzgar y a criticar las situaciones,
si en nosotros no hay conciencia del papel que debemos desempeñar. Tenemos que despertar a
la realidad que la Palabra de Dios nos plantea, para tomar la acción adecuada, y movernos en el
sentido correcto, de tal manera que obtengamos los objetivos que el mismo Dios nos ha
propuesto.
Introducción
Si hemos recibido al Señor en nuestro corazón, él espera que disfrutemos de la vida abundante
y además que nuestra vida lleve fruto como resultado de la salvación. Cuando hablamos del
fruto nos podemos referir al fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), que dará como resultado que
cumplamos la Gran Comisión ganando almas
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Fruto (v2)
Más fruto (v2)
Mucho Fruto (v5)
Aplicación teoterápica.
Todo pámpano que lleva fruto, es limpiado, para que lleve más fruto. El pámpano que lleva fruto
simboliza al hijo de Dios que está creciendo hacia la madurez en Cristo. El labrador, el Padre
celestial, limpia a sus hijos, con la finalidad de aumentar su fruto. Para que el Señor nos limpie
es necesario poner en práctica lo que dice Dios en su palabra. Esto se confirma por lo que dice
Juan 15:3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Solo podremos producir
fruto estando unidos a la vid que es Cristo.
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