4 Clases de Perdon Sanidad Integral

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TÍTULO: Las cuatro clases de perdón sanidad integral.

TEXTO: Mateo 18:21 al 35.


Mat 18:21 Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús: --Señor, ¿cuántas veces deberé perdonar a mi hermano, si me
hace algo malo? ¿Hasta siete? Mat 18:22 Jesús le contestó: --No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta
veces siete.[9] Mat 18:23 "Por esto, sucede con el reino de los cielos como con un rey que quiso hacer cuentas
con sus funcionarios. Mat 18:24 Estaba comenzando a hacerlas cuando le presentaron a uno que le debía
muchos millones.[10] Mat 18:25 Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran
como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, para que quedara pagada la deuda. Mat 18:26
El funcionario se arrodilló delante del rey, y le rogó:'Tenga usted paciencia conmigo y se lo pagaré todo.'
Mat 18:27 Y el rey tuvo compasión de él; así que le perdonó la deuda y lo puso en libertad. Mat 18:28 "Pero al salir,
aquel funcionario se encontró con un compañero suyo que le debía una pequeña cantidad.[11] Lo agarró del
cuello y comenzó a estrangularlo, diciéndole: '¡Págame lo que me debes!' Mat 18:29 El compañero,
arrodillándose delante de él, le rogó: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.' Mat 18:30 Pero el otro no
quiso, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Mat 18:31 Esto dolió mucho a los otros funcionarios, que fueron a contarle al rey todo lo sucedido.
Mat 18:32 Entonces el rey lo mandó llamar, y le dijo: '¡Malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo
rogaste. Mat 18:33 Pues tú también debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve
compasión de ti.' Mat 18:34 Y tanto se enojó el rey, que ordenó castigarlo hasta que pagara todo lo que debía."
Mat 18:35 Jesús añadió: --Así hará también con ustedes mi Padre celestial, si cada uno de ustedes no perdona de
corazón a su hermano.[12]
Significado etimológico de las palabras perdonar y perdón
Antes de explicar todo sobre el perdón, vamos a empezar revisando la etimología para conocer el origen de las
palabras perdonar y perdón.
Se compone de dos partes:
1. Prefijo per-: Indica consistencia (muchas veces – continuamente) e intensifica al verbo que lo acompaña.
2. Verbo donare: Significa dar, regalar o donar.
Si las unimos, tendríamos que la definición de perdonar (etimológicamente hablando) es regalar con consistencia,
o donar continuamente. Recalquemos que donar implica entregar algo gratuitamente, sin esperar retribución
de ninguna clase.
Qué es el perdón
Conociendo ahora el origen etimológico de perdón, vamos a dar la siguiente definición para este valor :
Perdón es la voluntad sincera y amorosa de eliminar respuestas destructivas causadas por pensamientos y
sentimientos negativos hacia quienes han infringido una ofensa o un mal acto en contra nuestra, renunciando
ante todo al deseo de venganza.
Perdonar sería la acción, es decir, llevar a la práctica el perdón. Debemos entender que es sobre todo un proceso, lo
cual implica que toma tiempo.
Ninguna herida sana de un día para otro, mucho menos si es una herida emocional.
INTRODUCCCION:
Nuestro texto para este domingo es sobre el perdón. Es una palabra difícil de escuchar, porque encontramos que el
perdón es difícil, tanto recibirlo como darlo. Sin embargo, también es una palabra de suma importancia, porque
recibir y dar perdón es central a nuestra fe.
Primero, nosotros recibimos el perdón de Dios; y solamente podemos pasar aquello que hemos recibido. Habiendo
experimentado el perdón a manos de Dios y del pueblo de Dios, entonces somos llamados para hacer posible
que otros también lo experimenten. Así el círculo del amor de Cristo se extiende cada vez más para abarcar a
otra oveja perdida, y a otra, y a otra.
Los versículos 15-20 nos dicen qué tan seriamente debemos tomar estas violaciones. Los versículos 21-35 nos dicen
que tan llenos de gracia debemos lidiar con ellas.
Pedro acaba de oír el consejo de Jesús sobre intentar resolver cara a cara los problemas que puedan surgir entre
hermanos. Ahora, al parecer, quiere saber cuántas veces debe intentarlo.
La pregunta de Pedro vuelve a los versículos 15-20, donde Jesús da un detallado procedimiento para efectuar la
reconciliación cuando un cristiano o cristiana peca. Pedro está enunciando un asunto práctico: ¿Qué tan lejos
deben ir los discípulos con respecto al perdón?
Pedro le pregunta a Jesús: “Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta 7
veces?”.
Algunos líderes religiosos enseñan que hay que perdonar a los demás un máximo de tres veces. Así que es probable
que Pedro piense que está siendo generoso al decir que perdonaría a un hermano “hasta 7 veces” (Mateo 18:21).
La norma rabínica era tres, basados en Amós 1-2: “Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no desviaré su
castigo,” una frase repetida varias veces en esos dos capítulos.
La idea es que Dios perdona tres pecados y castiga el cuarto. Pedro siente que Jesús quiere que sus discípulos vayan
todavía más allá de eso, así que lo eleva al doble y una más para tener una buena medida.
Sin embargo, la idea de llevar la cuenta del número de veces que alguien nos ofende no está de acuerdo con lo que
enseña Jesús.
Por eso, él lo corrige diciéndole: “No, no te digo hasta 7 veces, sino hasta 77 veces” (Mateo 18:22).
En vez de escuchar la respuesta de Jesús, Pedro propone la suya: “¿Hasta siete?” Siete veces es algo generoso.
En otras palabras: sin límites. Pedro debe perdonar a su hermano todas las veces que haga falta.
El siete también es un numero santo para el pueblo judío que simboliza “la perfección, totalidad, abundancia,
descanso, y completamiento” . así que la propuesta de Pedro puede ser todavía más generosa de lo que puede
parecer a primera vista.
La respuesta de Jesús demuele la cuidadosa construcción de Pedro. “No te digo hasta siete, más aún hasta setenta
veces siete.” El griego, hepta es ambiguo, y puede significar setenta y siete o setenta veces siete.
Sin hacer caso de esto, Jesús no nos está invitando a llevar cuidadosos registros de las veces que perdonamos, sino
que está colocando una norma que hace que llevar esos registros sea poco práctico.
Jesús no nos está dando una lección de matemáticas, sino una lección sobre la gracia.
¿Quién puede perdonar setenta veces siete –o incluso setenta y siete veces— y llevando un registro de ello? ¿Quién
puede perdonar tan habitualmente sin convertirse en una persona perdonadora? ¿Quién puede olvidar el
pecado de la otra persona mientras pone marcas de gis (tiza) en la pared? Llevar un registro no es perdonar,
sino más bien ir marcando el camino hasta el día en que podamos tomar venganza.
El motivo de llevar un registro no es la reconciliación, sino el desquite,A las represalias.
Ir llevando un registro del perdón otorgado es como ser un banquero tramposo cuyo motivo es ir haciendo el
registro de las deudas hasta que ya no se pueda pagar la hipoteca.
Jesús propone algo completamente diferente. “Setenta veces siete es cuatro cientos noventa veces: ‘podemos hacer
esa multiplicación en nuestra cabeza’. Pero (lo que Jesús propone) es aritmética celestial: ‘Debemos hacerlo en
nuestros corazones’”.
Los problemas que surgen por la respuesta de Jesús son serios y numerosos. ¿Acaso Jesús requiere que nos
coloquemos completamente a la merced de un pecador no amoroso y que no se arrepiente? ¿Acaso él elimina
las soluciones de “amor duro” para problemas de alcoholismo, adicción y abuso? ¿Acaso requiere un tipo de
pasividad que nos haga un blanco fácil para personas sin escrúpulos?.
Encontramos la respuesta a estas preguntas en los versículos 15-20, donde Jesús bosqueja un proceso riguroso
para lidiar con un hermano o hermana que no se quiera arrepentir: un proceso que puede llegar hasta la
expulsión.
Jesús claramente intenta que tomemos en serio los problemas serios y que tomemos acciones correctivas fuertes
donde se necesite.
La meta de los versículos 15-20 es la disciplina (y con esperanza la restauración) del pecador o pecadora que no
se ha arrepentido.
La meta de los versículos 21-35 es el perdón del pecador arrepentido.
El perdón es la base de toda sanidad en la mente, conciencia y Corazón. El perdón es la clave de la liberación
espiritual.
MATEO 18:23-27. LO SOLTÓ Y LE PERDONÓ LA DEUDA
23Por lo cual, el reino de los cielos es semejante á un hombre rey, que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24Y
comenzando á hacer cuentas, le fué presentado uno que le debía diez mil talentos. 25Mas á éste, no pudiendo
pagar, mandó su señor venderle, y á su mujer é hijos, con todo lo que tenía, y que se le pagase. 26Entonces
aquel siervo, postrado, le adoraba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27El señor,
movido á misericordia de aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda.
Jesús refuerza este pronunciamiento con esta parábola.
Debemos ser cuidadosos. Esta parábola no es una alegoría, y distorsionaríamos el significado de Jesús si
presionamos demasiado los detalles. Por ejemplo, el rey representa a Dios, pero algo de su conducta –es decir,
la orden de vender a la esposa y los hijos—no es para nada congruente con el carácter de Dios.
La deuda –diez mil talentos—es una medida más allá de cualquier medida, como nuestra palabra de
“muchocientos” millones.
Que baste decir que la deuda es inimaginablemente grande. No importa si es un talento, o mil, o diez mil.
Ningún esclavo tiene la esperanza de pagar ninguna de esas cantidades.
En este evangelio, Jesús también iguala el pecado con la deuda en el Padre nuestro. “Y perdónanos nuestras deudas
(griego = oheilemata, algo que se adeuda, moralmente fallo), como también nosotros perdonamos á nuestros
deudores” (6:12).
El rey ordena que el esclavo sea vendido, y lo mismo su esposa y sus hijos, una práctica bastante común en ese
tiempo, pero no solamente entre los judíos.
La ganancia de la venta sería aplicada a la deuda, pero solamente sería una gota en el mar. En el caso de una deuda
más modesta, los parientes y amigos podrían haber recolectado dinero para redimir al deudor, pero eso no sería
posible con una deuda tan grande.
La respuesta del esclavo es interesante. “Ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo”. Es un desesperado intento
de agarrarse de unos hilitos. El esclavo seguramente sabe que la deuda es impagable, pero está apostando para
obtener algo de tiempo. Cada día de libertad es un día menos de miseria –y quién sabe: el rey podría cambiar de
opinión, o el rey podría morir, o algún inesperado evento podría redimir la situación.
La situación es desesperada, pero ¿quién puede culpar al esclavo por tener esperanza?
“movido á misericordia (griego = splanchnistheis, un profundo sentimiento visceral de compasión) el señor de
aquel siervo le soltó y le perdonó la deuda.” El milagro ocurre.
El rey va más lejos de lo que el esclavo ha pedido. Le concede, no solamente un poco más de tiempo, sino el perdón
de la gran deuda.
MATEO 18:28-30. Y LE ECHÓ EN LA CÁRCEL
28Y saliendo aquel siervo, halló á uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; Y le ahogaba, diciendo:
Págame lo que debes. 29Entonces su consiervo, postrándose á sus pies, le rogaba, diciendo: Ten paciencia
conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30Mas él no quiso; sino fué, y le echó en la cárcel hasta que pagase la deuda.
La deuda de cien denarios es infinitesimal comparada con la deuda de diez mil talentos, pero se convierte en muy
significativa cuando se requiere el pago inmediato. Cien denarios representan el salario de cien días de una
persona (ver 20:2, donde un denario es el salario de un día) y qué trabajador tiene esa cantidad de dinero en
efectivo disponible de inmediato.
No podemos imaginarnos la falta de compasión del primer esclavo, dado su reciente y casi imposible escape, la
trama es exagerada para producir un efecto.
El punto central es el dramático contraste entre la deuda grande y la pequeña, y entre la compasión del rey y la falta
de compasión del primer esclavo. El rey, aunque es un hombre que enfrenta grandes asuntos, fue capaz de
identificarse con la situación desperada del primer esclavo y estuvo dispuesto a hacer concesiones para
remediarlo.
Ese esclavo, irónicamente, solamente fue capaz de ver la pequeña deuda que se le debía y no estuvo dispuesto a
hacer ninguna concesión. La súplica del segundo esclavo en el versículo 29 es casi una copia de la súplica del
primer esclavo en el versículo 26, pero el primer esclavo se rehúsa a escucharla.
MATEO 18:31-34. LE ENTREGÓ A LOS VERDUGOS
31Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y viniendo, declararon á su señor todo lo que
había pasado. 32Entonces llamándole su señor, le dice: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque
me rogaste: 33¿No te convenía también á ti tener misericordia de tu consiervo, como también yo tuve
misericordia de ti? 34Entonces su señor, enojado, le entregó á los verdugos, hasta que pagase todo lo que le
debía.
Los consiervos, “se entristecieron mucho” (griego = lupeo, llenos de tristeza), y reportan la injusticia al señor
(griego = kyrios, una palabra frecuentemente usada para Jesús como Señor).
Mientras que los consiervos sienten pena por el hombre que fue injustamente encarcelado, el rey está enojado y
ordena que el primer esclavo sea entregado “á los verdugos, hasta que pagase todo lo que debía.”
Si antes nos preguntamos si la ética de Jesús del perdón dejaba espacio para el ajuste de cuentas, este versículo nos
asegura que sí lo hace.
“¿No te convenía también á ti tener misericordia de tu consiervo, como también yo tuve misericordia de ti?” Tal
como lo pone el escritor de Efesios “Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdonándoos
los unos á los otros, como también Dios os perdonó en Cristo” (Efesios 4:32).
Disfrutamos de la salvación por la gracia de Dios, pero esta parábola nos advierte que Dios espera que nosotros
manifestemos, al menos, una mínima porción de esto en nuestra relación con otras personas. El rey “ve como
necesario que el hombre perdonado actúe como alguien perdonado, es decir perdonando a otros” (Morris, 476).
Esta parábola nos habla de la gracia gratuita, no de la gracia barata.
MATEO 18:35. ASÍ TAMBIÉN MI PADRE CELESTIAL HARÁ CON VOSOTROS
35Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros corazones cada uno á su
hermano sus ofensas.
De pronto Jesús ya no está contando una historia sobre un rey distante, sino que le habla directamente a sus
discípulos, y a nosotros. Está repitiendo su advertencia del Sermón del Monte “Mas si no perdonareis á los
hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (6:15).
Solamente la gratitud por ser perdonados hace posible para nosotros perdonar a otros de corazón.
Si perdonamos a nuestro hermano o hermana de corazón, ¿cómo podemos continuar llevando cuentas para
después justificar el desquitarnos? Si perdonamos a nuestro hermano o hermana de corazón, ¿cómo podemos
proclamar que perdonamos pero que no olvidamos? Si perdonamos a nuestro hermano o hermana de corazón,
¿cómo podemos demandar restitución por aquello que hemos perdonado? Si perdonamos a nuestro hermano o
hermana de corazón, ¿cómo podemos hacer algo más que amarlos y encontrar complacencia en la
reconciliación que nuestro perdón hace posible?

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