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Ahi Abajo Entre Raices y Huesos - Seanan McGuire-17

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—Aquí

están —anunció, como si las gemelas llevaran años siendo objeto


de una búsqueda generalizada. Se coló por la puerta abierta sin esperar a ser
invitada y, tras dejar las maletas en el suelo junto al paragüero (donde para
nada encajaban con la decoración), alargó los brazos—. Venid con la abuelita.
En condiciones normales Serena hubiese puesto reparos. En condiciones
normales Serena hubiese insistido en ofrecerle café, té y un lugar donde dejar
el equipaje fuera de la vista de todo el mundo. Serena, al igual que su marido,
no había dormido una noche entera desde que había vuelto del hospital.
—Bienvenida a casa —dijo, y sin ceremonia alguna plantificó a ambos
bebés en los brazos de Louise antes de dar media vuelta y enfilar escaleras
arriba. Un segundo después se oyó el golpe de la puerta de su dormitorio al
cerrarse.
Louise parpadeó sorprendida y luego bajó la mirada hacia las niñas, que
habían dejado de sollozar por el momento y la observaban con una expresión
de curiosidad en sus ojos abiertos como platos. Su mundo todavía era bastante
limitado y todo en él era una novedad, y su abuela era la ultimísima novedad.
Louise sonrió.
—Hola, cielitos —dijo—. Ya estoy aquí.
Louise no se marcharía durante los siguientes cinco años.

La casa de Serena y Chester había sido demasiado espaciosa para ellos dos
solos: el matrimonio iba de aquí para allá por ella, tropezándose tan solo muy
de vez en cuando, como dos dientes en un frasco que alguien estuviera
sacudiendo. Al añadir dos niñas de corta edad y la madre de Chester, de
buenas a primeras la misma casa parecía demasiado pequeña.
Chester les contó a sus compañeros de trabajo que Louise era una niñera,
contratada a través de una empresa de confianza para ayudar a Serena, que se
había visto superada por las dificultades de atender las necesidades de las
gemelas. Trató de dejarla bien: no como una inexperta madre primeriza sino
como una progenitora cariñosa que simplemente había requerido un par de
manos extra para satisfacer las necesidades de sus hijas (y la posibilidad de
que él hubiese podido aportar ese par de manos extra nunca pareció
plantearse).
Serena les contó a los miembros de las juntas que Louise era la achacosa
madre de su esposo, que estaba tratando de encontrar la manera de ser útil
mientras se recuperaba de sus varias dolencias no contagiosas. Las gemelas
eran unos auténticos angelitos, desde luego, las niñas más buenas y dóciles

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