Neumatología-Doct. Del Esp - Santo

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 51

DATOS GENERALES DEL CURSO

1. ASIGNATURA: Pneumatología (Doctrina del Espíritu Santo).

2. PROPÓSITO
Orientar de manera integral (bíblica y teológica) sobre la persona y las
manifestaciones del Espíritu Santo, con el propósito de conocer el incomparable
ministerio de la tercera persona de la Trinidad en la vida de la iglesia y del ministro
cristiano.

3. OBJETIVO GENERAL
Estudiar la persona, los dones y obras del Espíritu Santo desde el trasfondo
bíblico - teológico y su repercusión en la vida y misión de la iglesia.

4. OBJETIVOS ESPECIFICO
4.1 Conocer los nombres, la personalidad y los símbolos del Espíritu
Santo descritos en la Biblia, para la enseñanza doctrinal y .práctica en la iglesia de
hoy.
4.2 Apreciar los dones, las obras, y el fruto del Espíritu Santo en la
historia y la iglesia del Señor.
4.3 Desafiar a los ministros a vivir y motivar a la iglesia a la dependencia
continua del Señorío del Espíritu Santo.
5. OBJETIVOS TERMINALES
Que al fin del curso el estudiante:
5.1 Explique el significado de la naturaleza, los nombres, la personalidad y
los símbolos del Espíritu Santo.
5.2 Identifique la manifestación de los dones, obras y el fruto del Espíritu Santo
en la Biblia y en la vivencia y práctica de la iglesia.
5.3 Aplique los conocimientos bíblico - teológicos del Espíritu Santo en su
vida práctica, así como en lo personal, ministerial, y eclesial.
6.METODOLOGÍA
El curso se desarrollará de la siguiente manera.
6.1 Estudio reflexivo de cada capítulo del módulo y con la Biblia a la
mano. Si es posible también con otra versión bíblica (Versión Popular: Dios
llega al hombre).
6.2 Los capítulos de este módulo se profundizará con la exposición -
diálogo del profesor - facilitador y con las intervenciones de todos los participantes.
6.3 Conteste por escrito las preguntas, las cuales deben presentarlas al
profesor facilitador del curso para su respectiva evaluación.
7. EVALUACIÓN
9.1. Participación en sesiones y actividades (individual y grupal) del curso.
20%
9.2. Presentación de las preguntas para resolver. 30%
2

9.2 Elaboración de tareas, lecturas y otros. 20%


9.3 Examen parcial y final. 30%

INDICE
DATOS GENERALES DEL CURSO ................................... 1

UNIDAD I: TERMINOLOGÍA LEXICOGRAFICA ............................ 3

UNIDAD III. NOMBRES DEL ESPÍRITU SANTO .......................... 5

UNIDAD IV SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO .......................... 8

UNIDAD V EL ESPÍRITU SANTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO ............ 10

UNIDAD VI. EL ESPÍRITU SANTO EN EL NUEVO TESTAMENTO. ............ 16

UNIDAD VII. EL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA Y MISIÓN DE LA IGLESIA. . 18

UNIDAD VIII. EL ESPÍRITU SANTO Y EL MINISTERIO CRISTIANO ........ 21

UNIDAD IX. EL ESPÍRITU SANTO EN EL PLAN DE SALVACIÓN ............ 23

UNIDAD X. PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO ..................... 26

UNIDAD XI LOS DONES ESPIRITUALES Y EL MINISTERIO CRISTIANO....... 31

UNIDAD XII MANIFESTACIÓN DE LOS DONES ESPIRITUALES .............. 34

UNIDAD XIII MANIFESTACIÓN DE LOS DONES DE SERVICIO .............. 39

UNIDAD XIV. LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CRISTIANO. ......... 43

UNIDAD XV DONES Y MINISTERIOS Y FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO........ 46

UNIDAD XVI. LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL MUNDO. ............. 48

BIBLIOGRAFÍA ................................................. 51
3

UNIDAD I:
TERMINOLOGÍA LEXICOGRAFICA

1. Definición General
El diccionario Laorousse, refiriéndose al espíritu lo define así: =
“espíritu del Latín espíritus, es la sustancia inmaterial, considerada por algunas
doctrinas y creencias como el principio de vida” (1).

2. Etimología del Término Espirita


La palabra hebrea para espíritu es RUAJ. Viene de un verbo que
significa “soplar”. El primer significado de ruaj es, pues, “viento”, “soplo”, “aliento”
(Salm. 135:17; Job. 41:16; Is. 7:2; Gn. 3:8). En el griego el vocablo usado para
designar al espíritu es Pneuma. Los Términos en hebreo, ruaj y en griego Pneuma,
son los mismos para denotar el Espíritu de Dios o el Espíritu Santo, y los ángeles
como espíritus, asi como los espíritus malos.

Vila Scuain, lo explica así: “El espíritu es característicamente la parte


más elevada del hombre, marca la individualidad consciente, y así distingue al
hombre de la creación. Dios sopló en la nariz del hombre el aliento de vida, y por
ello el hombre fue puesto en relación con Dios, y no puede realmente ser feliz
separado de Él, ni en su existencia presente ni en la eternidad” (2).

En la Biblia tres palabras definen al espíritu como aliento vital;


“nefesh”, “ruaj” y “neshamah” y estos tres vocablos inciden en que este aliento es
puesto por Dios(Gn. 2:7) para el comienzo de la vida; de allí que a Dios se le
designe el Padre de los espíritus de toda carne (Nm 16:22; 27:16). Por tanto,
cuando Dios retira el ruaj del hombre, regresa al que le dio, y el cuerpo vuelve a su
lugar de origen de donde fue tomado (Ecle. 12:7).

El ruaj (espíritu) es un regalo (don de vida) de Dios al hombre, por eso el


gran patriarca Job, exclama: “todo el tiempo que mi alma esté en mí, y haya hálito
de Dios en mis narices. Mis labios no hablarán iniquidad...” (Job. 27:3,4).

3. Definición Teológica.
El espíritu es una sustancia inmaterial, distinta del cuerpo. La primera
es la sustancia viviente activa y principio vital que da movimiento a la segunda, es
decir, a la sustancia muerta (el cuerpo), y ésta (materia) es pasiva e incapaz de
moverse por sí sola. Por tanto al espíritu se le atribuye sentimiento, pensamiento, y
acción; el cuerpo en cambio no siente, no piensa, ni se mueve sino lo activan o lo
ponen en movimiento.

4. Los Siete Espíritus de Dios.


Frecuentemente en la Biblia al Espíritu Santo se le denomina con
diversos nombres: Espíritu de Dios, Espíritu de Cristo, Espíritu de Gracia, Espíritu
de Verdad, etc, (Isa. 11:2) e incluso en Apocalipsis se habla de los siete espíritus de
Dios (Apoc. 1:4; 4:5; 5:6). Estas designaciones al Espíritu Santo no significan
4

variedad ni diversidad de espíritus; por el contrario, enfatizan la plenitud de


poder, el séptuple ministerio o la pluralidad de funciones del Espíritu Santo en
el Antiguo y el Nuevo Testamento.
UNIDAD II. NATURALEZA DEL ESPÍRITU SANTO
Que al Espíritu Santo se le designe como la tercera persona de la Santísima
Trinidad, de ningún modo indica inferioridad, porque entre las tres Personas de la
Deidad no existe inferioridad o superioridad, ni causas o efectos, ni prioridad de
tiempo. Por el contrario, las tres personas poseen la misma naturaleza, y son de la
misma sustancia o esencia divina, es decir, son consustanciales, eternos, perfectos
e infinitamente superior a toda la creación.

La Biblia nos enseña que el Espíritu Santo es una persona, ya que le


atribuye una personalidad distintiva, como también sucede con el Padre y el Hijo
(Mt. 3:16 - 17; 28:19; Jn. 14:16 - 17; 15:26). Nuestro Señor Jesucristo mismo se
refirió al Espíritu Santo, designándolo como persona (Juan 14:17; 26:7). Pues
posee afecto, intelecto y voluntad. Además se le asignan actividades propias de una
persona, que a continuación lo detallaremos:

1. Atributos de su personalidad.- El Espíritu Santo ejercita todos los


atributos propios de una persona, así tenemos que:

a) El espíritu Santo conoce las intenciones del corazón o pensamiento


del ser humano, de manera que nada se esconde a su conocimiento
(Rom. 8:27).
b) El Espíritu Santo ejerce su voluntad de manera inteligente y con
absoluto conocimiento de lo que hace (1 Cor. 12:11).
c) El Espíritu Santo posee sensibilidad, afecto o sentimiento (Ef. 4:30).
d) El Espíritu Santo habla a las iglesias (Apo. 2:7; Hech. 13:2)
e) El Espíritu Santo intercede, suplica o implora por nosotros al Padre
(Rom. 8:26).
f) El Espíritu Santo testifica, da testimonio o comunica la verdad de
Dios (Jn. 15:26).
g) El Espíritu Santo dirige a Felipe para cumplir una labor especifica
(Hec. 8:29).
h) El Espíritu Santo guía, orienta y aconseja (Rom. 8:14, Jn. 16:13).
i) El Espíritu Santo ordenó a los apóstoles a no realizar una misión
evangelistica en un lugar determinado (Hch. 16:6,7).
j) El Espíritu Santo establece y encomienda la tarea pastoral a los
creyentes escogidos para esta responsabilidad (Hch.20:28).
k) El Espíritu Santo revela la voluntad de Dios (2 Ped. 1:21).
1) El Espíritu Santo enseña, instruye y capacita a los hijos de Dios y
a quienes se someten a su autoridad (Jn. 14:26).
LL) El Espíritu Santo convence de, pecado, de justicia y de juicio al
hombre (Jn. 16:8-11).
5

2. Atributos de su Divinidad.- Las siguientes características que vamos a


describir a continuación, confirman que el Espíritu Santo no sólo revela cualidades
personales sino que también posee Atributos Divinos. Así por ejemplo:

a) En Hebreos 9:14, se declara que el Espíritu Santo es Eterno, esto


implica que siempre existió, siempre es y será.
b) En Lucas 1:35, nos dice que el Espíritu Santo es Todopoderoso. Lo
cual significa que no hay nada que él no pueda realizar.
c) En Salmos 139:7, se dice que el Espíritu Santo es Omnipresente,
esto es que su presencia no está limitada ni por el tiempo ni el
espacio, ni su presencia está restringida a un solo lugar especifico,
sino que es susceptible de estar en diversos lugares del universo a la
vez.
d) En 1 Corintios 2:10 - 11, Pablo afirma que el Espíritu Santo es
Omnisciente, de manera que conoce todas las cosas y que no hay
misterio o secreto para él.
e) En Hechos 5:3 - 4, se declara que el Espíritu Santo es Dios mismo,
pues mentirle a El, es hacerlo a Dios.

UNIDAD III.
NOMBRES DEL ESPÍRITU SANTO

Algunas veces los nombres describen o caracterizan las cualidades o


funciones de las personas, así algunos de los nombres que se le da al Espíritu
Santo nos describen su persona y ministerio:

Los nombres que se designan al Espíritu Santo no son de invención


humana, sino de origen divino. Aunque sus nombres no revelan la totalidad de su
Ser trascendente y eterna, incomprensibles e infinitamente superior a todo lo
temporal, pero contienen en alguna medida una revelación de lo que él es y de lo
que hace. Así a través de sus Nombres, inspirados por el mismo, el Espíritu Santo
desciende hasta el nivel del hombre, para acercarse a la conciencia limitada y finita
del hombre y hacerse accesible y comprensible al lenguaje y el entendimiento
humano. ¡Gracias Espíritu Santo por esta merced inmerecida!. Por eso es
sumamente útil y necesario el estudio de sus Nombres.
*
1. Espíritu de Dios (Job 33:4)
El Espíritu Santo es el agente por el cual Dios ejecuta su voluntad en
todas las esferas y órdenes del Universo, tanto en lo físico como en lo espiritual.
Dios creó el universo y lo preserva por medio del Espíritu Santo (Salmos 33:6; 104:
29 - 30). Además, el Espíritu Santo procede de Dios (1 de Corintios 2:10, 11) y es
enviado por El para llevar a cabo a plenitud los planes y propósitos que responden
a sus designios soberanos (Hechos 5:32; Juan 14: 16,26).
6

2. Espíritu de Cristo (Romanos 8:9)


Al mencionarse Espíritu de Cristo en las Sagradas Escrituras no revelan
diferencias entre el Espíritu Santo y el Espíritu de Dios, pues hay un solo Dios
Hijo; y un solo Espíritu Santo. Su nombre más bien nos describe el objetivo
supremo de su ministerio: glorificar a Cristo en el corazón del cristiano.

a) En Juan 14:26, Dios envía el Espíritu Santo en el Nombre de Cristo.


b) En Juan 16:14, se declara que la misión especial del Espíritu Santo
es glorificar a Cristo.
c) En Mateo 18:20; 2 Corintios 13:14; 28: 18 - 20, el Espíritu Santo
hace realidad la Presencia viviente de Cristo en la iglesia así como
su omnipresencia en el mundo.
d) Romanos 8:9,10, nos revela que el Espíritu Santo y Cristo moran
en el creyente.
e) En Hechos 2:33; Juan 15:26, el Espíritu Santo ha sido enviado
por Cristo, para dar testimonio de manera convincente y
contundente acerca de la obra de redención llevada a cabo por el
Señor.

Así como Cristo con sus obras glorificó al Padre en la tierra (Jn. 17:4, 8) e hizo lo
que vio hacer y decir al Padre (Jn. 8:38; 12:49 - 50). Jesús seleccionó a sus
discípulos (Le. 6:12 -
16) , enviándoles a proseguir con la tarea misionera a todo el mundo (Jn. 17:18;
Mt. 28:18 - 19), dándoles autoridad y dones sobrenaturales (Mt. 10:5 - 8; Rom.
4:8), y asistiéndoles con su presencia (Mt. 28:20); el Espíritu Santo también haría
lo mismo en la tierra y en el corazón de cada cristiano, de allí que se le designe al
Espíritu Santo, Espíritu de Cristo (Jn. 17:26). Consecuentemente, el Espíritu
Santo hace posible y real la omnipresencia de Cristo en el mundo y su morada en
los creyentes (Rom. 8:9 - 10; Gal. 2:20), impartiéndoles la vida de Cristo y
produciendo frutos que honren su Nombre, también revela lo de Cristo (Jn. 16:14)
e imparte su poder transformador (1 Cor. 1:24).

3. Espíritu Consolador (Juan 14:16).


La palabra Consolador, “paracletos”, en griego tiene el siguiente
significado: Defensor o Consolador y significa: Uno llamado al lado del otro con el
propósito de ayudarle en cualquier forma, particularmente en procedimientos
legales y criminales. Se acostumbraba en los tribunales antiguos que las partes
litigantes se presentaran en la corte acompañados de uno o más amigos de
influencia, denominados “Paracleto”, y “advocatus” en latín. Estos
proporcionaban a sus amigos los beneficios de su presencia o le aconsejaban lo
que tenían que hacer o decir, actuaban como portavoces y a veces les
representaban, permanecían junto a sus partes y asumían su defensa y protección
en las pruebas, dificultades y peligros de la situación. En pocas palabras hacían de
la causa de sus amigo, su propias causa..

Entre Jesucristo y sus discípulos existía una relación muy íntima


durante su ministerio terrenal, por lo que al saber de su partida, sus discípulos se
7

sintieron desanimados (Juan 16:5 - 6). Entonces el Señor les animó y les
reconfortó con la promesa de que enviará a otro Consolador, quien sería su
defensor, auxiliador y maestro durante su ausencia y a la vez, el Espíritu Santo
haría posible y real la presencia continua de Cristo en la iglesia y el mundo (Juan
16: 7 - 13).

4. El Espíritu Santo (Mateo 3:11)


Este nombre nos enseña que el propósito principal del Espíritu Santo
será la obra de santificación. Esto quiere decir que él ha venido a reorganizar la
naturaleza del hombre (darle el nuevo nacimiento y hacer de él, un nuevo hombre)
y oponerse a todas las tendencias pecaminosas que el hombre (natural) y el
cristiano se ven inclinados a cometerlos, acarreando con ello; para el primero
condenación eterna sino se arrepiente y para el segundo, disciplina ejemplar (Luc.
3:16; Am. 7:4; Isa. 66:15, 16: Malq. 3:2).

El Espíritu Santo nos revela que la santidad no es simplemente un


estado de gracia o un acto santificador, existe una persona divina que es el
Espíritu de Santidad del cual emana la cualidad o virtud de santidad que debe
impregnar por completo todo nuestro ser (Rom. 1:4; Is. 4:4). El secreto de la
verdadera santidad es pues la residencia del Espíritu Santo en la vida del
cristiano.

5. El Espíritu de Promesa (Lucas 24:49)


Se le designa con este título al Espíritu Santo porque su presencia, su
poder sobrenatural y la obra que ejecuta en el presente siglo es una de las
Bendiciones más gloriosas que Dios prometió (esto es antes de Cristo) a su pueblo
Israel (Ezequiel 36:27; Joel 2:28) y también a sus discípulos, antes de su
ascensión (Le. 24:49; Hch. 1:5 - 8). Esta promesa se cumplió en el día de
Pentecostés y hoy está disponible para todos (Hechos 2:1-4; 2:39).

6. El Espíritu de Verdad (Juan 14:17)


El propósito de la venida de Cristo a este mundo fue la de revelar a
Dios el Padre (Juan 12:45; 1:14, 18) y dar a conocer la Verdad de Dios. Pero
después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo se convierte en el intérprete
de Cristo (14: 26; 15:26; 16:13 - 15). El Espíritu Santo a través de sus obras, su
influencia poderosa y benigna, reafirma que procede del Único y Verdadero Dios
(Sant. 1:17), que su mensaje es genuino y veraz; su presencia y ministerio es a
favor del hombre; por tanto, su persona, su obra y sus mandatos son dignos de
toda credibilidad y confianza (Jn. 16:13; 17:17).

7. El Espíritu de Gracia (Hebreos 10:29)


El Espíritu Santo obra y ejerce influencia sobre el hombre natural
para que éste se arrepienta. A la vez debido al creyente le imparte fortaleza y poder
espiritual que lo capacita para el efectivo servicio a su Señor, también le imparte
poder para la santificación. El hombre que afrenta, rechaza y resiste al Espíritu
de Gracia, está rechazando al único capaz de conmover su corazón y de esta
manera pierde toda oportunidad de gracia, misericordia, de y el perdón y por ende
la Salvación ( Zacarías 12:10).
8

El Espíritu de Gracia, recalca la manifestación del favor, de la


misericordia y de la buena Voluntad de Dios para su pueblo; la presencia del
Espíritu de Gracia en la esfera humana, implica un actitud favorable,
soberanamente libre, totalmente gratuita, de Dios hacia los hombres, en dos
sentidos:
a) Como un don salvífico (Ef. 2:8).
b) Como una gracia de poder (1 Cor. 15:10; 2 Cor. 12:9 - 10)
que habilita al hombre para actuar por encima de sus
fuerzas naturales; más aún, a pesar de su debilidad y
precisamente a través de esa misma debilidad.

8. El Espíritu de Vida (Romanos 8:2)


Se le designa así al Espíritu Santo porque en el orden de la creación
tiene la función de infundir vida, y preservarla, así como crear una nueva vida en
la persona que cree y acepta a Cristo (Salmos 104: 29 - 30; 33:6; Efesios 2:1; Juan
3:5 - 6; Ezequiel 37:5 - 10). Así como el ser (existencia) viene del Padre, y el
pensamiento (palabra) por medio del Hijo, así la vida viene por la mediación del
Espíritu (Gn. 1:3; Job 26:13). El Espíritu de Vida es el torrente de vida divina que
corre por nuestros miembros, venciendo la ley del pecado y de la muerte e
infundiéndonos virtudes de lo alto; por tanto en él hay salud divina y fortaleza
espiritual para una vida cristiana victoriosa.

9. El Espíritu de Adopción (Romanos 8:15)


Al momento de nuestra salvación y mediante el nuevo nacimiento el
Espíritu Santo nos introduce en el Cuerpo de Cristo, su Iglesia (1 Corintios 12:13);
y así pasamos a formar parte de la gran familia de Dios (Juan 1:12; Romanos 8: 9,
11,14,16).

La adopción denota un acto de libre gracia de Dios, por el cual


Justificándonos por la fe, mediante la obra del Espíritu Santo, somos recibidos en
la familia de Dios y constituidos herederos del patrimonio celestial. El Espíritu
Santo aplica los méritos expiatorios de Cristo en la Cruz del Calvario en la
Justificación del hombre, logrando que éste reciba la adopción “de hijo” (Gl. 4:4 -
5). Esta obra regeneradora queda confirmada, por el testimonio interno del Espíritu
Santo, por el cual clamamos: ¡“Abba Padre”! y es el mismo Espíritu, que es las
arras que Dios nos da como garantía y anticipo de su salvación en Cristo Jesús, es
también quien nos habilita para obtener una nueva ciudadanía (Filp. 3:20).

UNIDAD IV
SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO

Muchas veces las palabras no logran describir lo que queremos decir y


para ello algunas veces es necesario el uso de símbolos o figuras para graficar,
visualizar o clarificar mejor el concepto de la que hablamos; de la misma manera,
9

se emplean algunos símbolos para describir el ministerio invisible, real y poderoso


del Espíritu Santo en el orden de la salvación

1. El fuego (Mateo 3:11; Lucas 3:16).-


Juan el Bautista anunció que el Señor Jesús bautizaría con el
Espíritu Santo y fuego. En Hechos 2:3 - 4 se hace alusión a la manifestación de
“lenguas repartidas” como de fuego. Debido a que una de las propiedades del fuego
es la de quemar, consumir, limpiar, purificar e iluminar; se prende y propaga
rápidamente; provee no solo luz sino también energía y calor, es un elemento
adecuado para describir la obra del Espíritu Santo en el creyente (Is. 6:6 - 7). Así la
presencia y la acción poderosa del Espíritu Santo quema, y consume toda impureza
de nuestra vida, haciendo del cristiano un “recipiente”, un “vaso” o un instrumento
limpio, consagrado y apto para el servicio a Dios (Jer. 20:9).

2. El viento (Juan 3:8; Hechos 2:2).-


E1 viento también sirve para ilustrar la obra misteriosa e invisible
que lleva a cabo el Espíritu Santo en el mundo y en el creyente (Jn. 3:8). Además,
el viento nos ilustra la obra imprescindible, sobrenatural e irresistible del Espíritu
Santo (Jueces 13:25; 14:6. 19; 15:14).

3. El agua (Ezequiel 36:25 - 27; Juan 7:38 - 39).-


Se usa este elemento para ilustrar lo que el Espíritu Santo realiza en
el mundo espiritual. En el mundo físico el agua purifica, refresca, apaga la sed o
convierte el terreno en campo propicio para la siembra; limpia, lava, quita lo
inmundo y lo sucio. Por lo cual éste es también un elemento propicio para hacemos
entender lo que el Espíritu Santo realiza en la vida del creyente (Isaías 4:4).

Aquí no se habla del agua en su sentido de quietud o estancamiento


sino del agua que está en movimiento, que discurre y fluye abundantemente; de
ésta clase de agua es la que Jesús nos prometió (Jn. 7:38). Los cristianos tendrán
el agua viva, solamente si viven en permanente comunión, por medio del Espíritu
Santo, con Cristo. El Espíritu Santo es indispensable y esencial para la vida física;
de la misma forma es imprescindible su presencia para una vida espiritual
fructífera y victoriosa. El agua es refrigerante porque refresca, calma y quita la sed;
así el Espíritu Santo no solo refresca y renueva nuestra alma atribulada, sino que
también sacia nuestra hambre y sed de Dios.

4. Un sello (Efesios 1:13; 2 Timoteo 2:19).-


Asimismo la acción o la obra del Espíritu Santo en la persona convertida se
-— to'.iza con un sello, porque su presencia en la vida del cristiano significa:
propiedad, >rir_r.C£d, genuinidad y un anticipo (árras) de nuestra herencia en los
cielos.

El sello ilustra propiedad, es decir, la relación entre el propietario del sello y el -


que adquiere o vende; de la misma forma el Espíritu Santo en la vida del creyente, ;
-¿r.v.za de manera inequívoca que éste le pertenece a Dios (2 Tim. 2:19). También
el sello
-- e para ilustrar la autenticidad del hecho de la redención y la seguridad plena,
que Dios va a cumplir indefectiblemente sus promesas.
10

5. El aceite.-
En el Antiguo Testamento era muy utilizado el aceite y por lo general
se empleaba en la iluminación, alimentación, remedio y para aliviar o refrescar la
piel (Mateo 25:3; Marcos 6:13; Lucas 10:34). De igual manera el Espíritu Santo en
el orden espiritual fortalece, ilumina, libera, sana, alivia y refresca nuestra vida
(Efesios 3:16; 2 Corintios 4:16).

El aceite es también otro elemento útil para ilustramos la obra que


realiza el Espíritu Santo en nuestra vida, como es el de traemos sanidad y
liberación; reposo para nuestra vida agitada y alivio para nuestra vida afligida y a
veces “herida” por el pecado. La presencia del Espíritu Santo en nuestra vida
renueva nuestro ser, nos produce gozo y alegría, así mismo nos consagra de una
manera especial para el servicio a Dios y es la perfecta garantía para una vida
victoriosa y triunfante.

6. La paloma (Mateo 3:16).-


La paloma es un ave que denota dulzura, ternura, mansedumbre,
amabilidad, inocencia, paz, pureza, paciencia y suavidad. Este símbolo se adecúa
exactamente para describir la obra del Espíritu Santo en esta presente era. En su
accionar no ejerce compulsión, no coacta la libertad ni tuerce la voluntad humana.
Para llevar al pecador al arrepentimiento y conversión, lo hace mediante su
influencia tierna y amorosa. Su formidable y maravillosa presencia trae paz y
armonía al corazón atribulado o afligido por las pruebas y las dificultades de la
vida (Os. 11:4).

UNIDAD V
EL ESPÍRITU SANTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

1. El Espíritu Santo en la Revelación Bíblica.


Aunque la presencia plena (“en” y “con” vosotros) del Espíritu Santo
no fue sino hasta después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo a los
cielos (Jn. 7:38 - 39; 16:7). No obstante como la tercera persona de la Trinidad ya
estaba operando desde el principio de la creación (Gn. 1:2). Como el agente divino
venía ejerciendo su poder en todas las actividades del hombre y en todas las
dispensaciones; sobre todo, su obra especial era para con la humanidad, luchando,
contendiendo con el hombre para apartarlo del pecado y atraerlo hacia Dios (Gn.
6:3).

Con respecto a la morada permanente del Espíritu Santo de forma


individual, la regeneración, el sello y la llenura del Espíritu Santo no se nos dice
que los hombres del Antiguo Testamento tuviesen tal experiencia, salvo aquellos
que recibieron un ministerio. De allí quizás el anhelo de Moisés, cuando le dice a
Josué: “¿Tienes tu celos por mí?, ojala el pueblo de Jehová fuese profeta, y que
Jehová pusiera su Espíritu sobre ellos (Nm. 11:29). Pero lo que si queda claro es
11

que la presencia del Espíritu Santo con el pueblo del Antiguo Testamento, fue un
hecho. La Escritura enfatiza de manera especial la relación del Espíritu de Dios
con el pueblo de Israel, cuando dice: “...Mi Espíritu estará en medio de
vosotros...” (Hg. 2:5); “¿Dónde está el que les hizo subir del mar con el pastor de su
rebaño? ¿Dónde el que puso en medio de él su Espíritu?.. El Espíritu de Jehová los
pastoreo...” (Is. 63:10 - 14); “Enviaste tu buen Espíritu para enseñarles... y les
testificaste con tu espíritu” ( Neh. 9:20 -30).

Gloria a Dios, pues desde el hermoso día de Pentecostés, el Espíritu de


Dios no sólo está con su iglesia, sino que está en cada cristiano de manera
personal, hasta la consumación de los siglos (Jn. 14:16 - 17); de esta manera el
anhelo de Moisés llegó a concretarse.
2. La obra del Espíritu Santo en la Creación.-
E1 gran libro de Génesis, vocablo hebreo que significa: “Principio” u
“Orígenes” de la creación, nos dice que al comienzo la obra portentosa de Dios
“estaba desordenada (Heb. “Tohu”), es decir, sin forma, desordenada, sin la forma
que después tuvo, y vacía (Heb. “bohu”), que se puede entender en el sentido de
estéril (que no da fruto o no produce nada) y que el Espíritu de Dios se movía
sobre la faz de las aguas.

Génesis, nos dice que él Ruaj (espíritu) de Dios se movía en la


expansión de las turbulentas aguas. ¿Era este un movimiento sin rumbo, sin
sentido ni propósito alguno? No, por supuesto que no. El Espíritu de Dios era el
Agente Vivificador, el que operaba, en los elementos inertes, el que les dio forma,
los maduró, hasta llegar a su estado óptimo; el que les infundió vida, movimiento,
orden y belleza.

El Antiguo Testamento nos ofrece abundante testimonio de la obra sin


par llevada a cabo por el Espíritu de Dios:

a) Salmos 33:6, nos dice: “Por el Espíritu de Jehová, fueron hechos


los cielos y todo el ejército de ellos por el Ruaj de su boca”.
b) Salmos 104:30, a su vez, reitera: “Enviáis tu Espíritu, son
creados. Y renuevas la faz de la tierra”.
c) Job. 26:13; resalta de manera espléndida la obra del Espíritu
Santo cuando expresa que: “Su Espíritu adornó los cielos...”
d) Isaías 42:5, “Por boca del profeta os recuerda que Jehová Dios
es el creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende
la tierra y sus producto; el que da aliento al pueblo que mora
sobre ella, y espíritu a los que por ella andan”.

Esto son sólo algunos de los ejemplos que nos declaran el accionar
poderoso, inteligente y sabio del Espíritu Santo en la esfera (de los cielos y la tierra)
Natural (Heb. 11:3). En consecuencia, el Espíritu Santo es el que da vida,
movimiento, fuerza y acción a la naturaleza, así como a las fieras del campo, y a
toda clase de aves y animales acuáticos. Y no sólo les da vida sino que los renueva
y los preserva (Mt. 6:26 - 30; Job. 34: 14, 15; Salm. 104: 28-30).
12

3. La obra del Espíritu Santo en la Creación del Hombre.-


También las Escrituras nos relatan el acontecimiento cumbre de la
Creación, “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en
su nariz el aliento de vida y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7). Para completar
su magnífica obra, Dios creó al hombre y lo constituyó Vice - regente, mayordomo y
señor de la Creación (Gn 1:28).

En esta magnífica obra de la creación, también el Espíritu Santo tuvo


parte activa y esencial, así lo declara el pasaje de Job 33:4: “El Espíritu de Dios
me hizo y el soplo (Ruaj) del Omnipotente me dio vida”. Esto nos enseña que el
Espíritu Santo es el principal generador de la vida física del hombre, así como el
animador de la vida espiritual. De manera que si el Espíritu deja de sustentarles,
de infundirles vida, éstos dejan de ser, dejan de vivir, y terminan en muerte. El
patriarca Job, bajo inspiración divina dice: ¡Si el pusiese sobre el hombre su
corazón, toda carne parecería juntamente, y el hombre volvería al polvo” (Job 34:14
- 15). El Salmista a su vez declara: “les das, recogen; abres tu mano, se sacian de
bien. Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al
polvo” (Salm. 104:28-29).

Con justa razón el Salmista levanta su voz para exclamar con temor,
reverencia y asombro y a manera de pregunta, dice: ¿Qué es el hombre? ... le has
hecho poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y honra. Le hiciste
señorear sobre las obras de tus manos... ¡Oh Jehová Señor nuestro, Cuan
grande es tu nombre en toda la tierra! (Sal. 8:1 -9).
El soplo (ruaj) de Dios en el hombre le produjo vida, he hizo de él un ser
viviente, un ser con una doble naturaleza, una física y otra espiritual; por tanto
diferente al resto de la creación. El Espíritu de Dios hizo del hombre un ser dotado
de inteligencia, y capacidad razonadora; un ser con afectos y emociones y con una
iniciativa emprendedora y creativa, con la capacidad de amar responsablemente y
ser amado. De esta manera, el Espíritu Santo habilitó plenamente al hombre para
relacionarse con su creador, con sus semejantes y así ejercer y cumplir su tarea
terrenal a satisfacción; de manera que no tendría excusas.

4. La obra del Espíritu Santo en las diversas Operaciones y Oficios.

4.1En la creación Ya hemos visto en Génesis 2:7; Job 33:4 ;:14 - 15.
Salmos 104: 29 - 30; e Isaías 42: 5, que el Espíritu Santo genera la vida, mantiene
y lleva los planes y propósitos de Dios a su cumplimiento y nada existe que pueda
detener, distorsionar o destruir la obra que viene llevando a cabo en el plano físico
y espiritual.

4.2 En las acciones de Gobierno También se lee en el libro de los


Jueces, respecto a las grandes hazañas realizadas por caudillos. Estas
manifestaciones extraordinarias de poder, fortaleza e intrepidez no eran propias de
los libertadores del pueblo de Israel, sino hazañas atribuidas al poder y al accionar
incomparable del Espíritu Santo, por lo que, se lee repetidamente: El Espíritu de
Jehová vino con poder extraordinario sobre...” (Jueces 3:10; 6: 34 ; 11: 29 ;
13:25; 14:6,19 ; 15:14).
13

En el periodo de los Jueces debido a la ausencia de un líder como


Moisés o Josué, Israel cayó en desobediencia, idolatría e infidelidad espiritual, por
lo cual, Dios permitía que sus enemigos los afligieran y los oprimieran, (Jueces
2:11 - 15); pero cuando el pueblo en su angustia se volvía a Dios, el Señor era
movido a misericordia y se acordaba de su Pacto y les proveía los medios de
Liberación (Jueces 2:16 - 18). Así vemos a un Otoniel capacitado por el Espíritu
de Dios, “quien juzgó a Israel, y salió a la batalla... y prevaleció su mano” (Jos. 3:9 -
10).

De la misma forma lo fue Gedeón, un hombre común y corriente sin


ninguna preparación para la guerra, incluso era el menor de los hijos de una
familia sin mucha importancia en el pueblo. Pero cuando el Espíritu del Jehová
vino sobre él ( Juec. 6:34), Gedeón se convirtió en un audaz libertador de Israel y
tan solamente con 300 hombres , venció a más de 100,000 soldados (Juec. 8:10).

Tal es el caso también de Jefté, caudillo de Israel que frente a la


opresión que ejercían los filisteos y los amonitas contra su pueblo, a causa de su
infidelidad a Dios (Juec. 10:6 - 8), fue llamado por los ancianos del pueblo y
cuando el Espíritu de Jehová vino sobre él, lo habilitó, dando libertad a Israel
por mano suya (Juec. 11:32).

Un último ejemplo, lo vemos en la vida de Sansón, quien fue


preparado, escogido y capacitado con una fuerza sobrenatural para dar libertad a
Israel de mano de los Filisteos (Juec. 13:23). El Espíritu Santo descendía sobre
él, dotándolo de una fuerza extraordinaria, capaz de realizar actos más allá de lo
humanamente conocido, con la finalidad de libertar al pueblo de Israel (Juec.
14:19; 15:14).

En consecuencia, las manifestaciones extraordinarias, las estrategias y


las técnicas de guerra, así como las acciones de audacia y arrojó varonil,
acompañados de gran valor y fortaleza humana, no eran cualidades o virtudes
propias de cada uno de estos caudillos, el Espíritu Santo era quien los capacitaba
e impulsaba a obrar más allá de sus propias fuerzas o limitaciones humanas.

En la esfera o ámbito de la política, es decir, en asuntos de gobierno de


un país o nación, también era indispensable la presencia y la dirección del Espíritu
de Dios, como veremos a continuación:

En el tiempo de los jueces reinaba la anarquía y la confusión, de


manera que “cada uno hacia lo que bien le parecía, porque no había rey en
Israel” (Juec. 18:1; 19:1;
21: 25). Pero se estableció la monarquía, poniendo fin a este periodo de los Jueces,
aunque no se dio de la manera más adecuada sino como una exigencia intolerante
de Israel, cosa que no fue del agrado del Señor, pero aceptó la voluntad del pueblo,
no sin antes por medio de Samuel, advertirles lo que implicaba para ellos el tener
un rey como las demás naciones (1 Sam. 8:10 - 20).

Cuando Saúl y David fueron ungidos por Samuel como reyes, el


Espíritu del Jehová vino sobre ellos, capacitándoles para tan importante función
que desempeñarían (I Sam. 10:6, 10; 16: 13 - 14). Aquí vemos una muestra del
entrañable amor de Dios por su pueblo, pues a pesar de haberle desechado como
14

rey, él jamás los abandonó, más bien, despertó en los gobernantes virtudes y
cualidades que le permitieran gobernar (pastorear) a Israel con inteligencia,
sabiduría y en el temor de Dios.

4.3 En el Ámbito Intelectual. El Espíritu Santo no sólo obró en el


ámbito espiritual sino también lo hizo en lo intelectual y artístico. Así vemos la
sabiduría de Débora, profetiza y juez de Israel (Juec. 4:1 - 5:31). También la
declaración de Elim: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del
Omnipotente le hace que entienda” (Job 32:8), indica claramente que el Espíritu
Santo capacita al hombre para discernir, juzgar y descifrar los problemas de la
vida. De manera que la penetración intelectual o la capacidad para entender los
problemas de la vida se atribuyen a la influencia iluminadora del Espíritu Santo en
la vida y las mentes de las personas (Ex. 28:30).

También el Espíritu Santo, ilumina al hombre para entender sueños,


y visiones, es decir, aviva los sentidos espirituales para comprenderlos e
interpretarlos según el propósito de Dios (Gn. 41:38 - 39; Dn- 2:46 - 48). Esto se
deduce de las palabras de Faraón, cuando refiriéndose a José dijo: “¿Acaso
hallaremos a otro hombre como este, en quien esté el Espíritu de Dios” (Gn.
41:39). También lo expresado por la reina Madre, en alusión a Daniel ante la
desesperación de Belsasar, rey babilónico, por saber el significado de la escritura
en la pared, reafirman lo dicho anteriormente “...rey, vive para siempre; no te
turben tus pensamientos, ni palidezca tu rostro. En tu reino hay un hombre en el
cual mora el Espíritu de los dioses santos... y se halló en él luz, entendimiento y
sabiduría, como sabiduría de los dioses... y fue constituido jefe sobre todos los
magos, astrólogos, caldeos y adivinos, por cuanto fue hallado en él mayor espíritu y
ciencia y entendimiento, para interpretar sueños y descifrar enigmas y resolver
dudas” (Dn, 5:11 - 12).

4.4 En el campo de las Ciencias y las Artes. Durante la estancia


de Israel en el desierto, Dios le ordena al gran líder Moisés, construirle un “Templo
portátil”: “Jehová habló a Moisés diciendo... y harán un santuario para mí, y
habitaré en medio de ellos. Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del
tabernáculo, y el diseño de todos los utensilios, así lo haréis” (Ex. 25:1, 8, 9).

Cumplir esta orden le demandaba a Moisés contar con artesanos y


artífices en toda obra de orfebrería, ornamento, orladuría y ornato. Pero Dios por
medio del Espíritu Santo suplió admirablemente esta necesidad, y lo expresa así:
“Mira, yo te he llamado por nombre a Bezaleel... y lo he llenado del Espíritu
de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para
inventar diseños, para trabajar en oro, en plata, en bronce... y he aquí que yo
he puesto con él a Aholiab... y he puesto sabiduría en al ánimo de todo sabio
de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado” (Ex. 31:2 - 6).

Así vemos como Dios por medio de su Espíritu, suple esta


limitación y necesidad humana, despertando los talentos naturales de cada uno de
los llamados y desarrollando sus potencialidades intelectuales a su máxima
expresión, de manera que estén dotados de sabiduría, inteligencia, conocimiento y
espíritu inventivo, capacitados y habilitados en toda ciencia y obras de arte y
diseños nuevos.
15

4.5En el Ámbito de la Administración de Justicia. También se


puede ver la obra del Espíritu Santo sobre todo, en los asuntos de gobierno y
administración. Así, por ejemplo, cuando Moisés se sentía abrumado y agobiado
ante la tremenda carga y el trabajo que consistía en atendió las quejas y reclamos
del pueblo, de manera que ya sentía desfallecer, le expone a Dios su problema: “No
puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es en
demasía”... (Nm. 11:14). A lo que Dios le responde: “... Retíneme 70 varones de los
ancianos de Israel... tráelos a la puerta del Tabernáculo de reunión, y esperen allí
contigo, y tomaré el espíritu que está en ti y pondré en ellos; y llevarán contigo la
carga del pueblo, y no la llevarás tú solo... Entonces Jehová descendió en la nube;
y tomó del espíritu que estaba en él y lo puso en los setenta varones ancianos;
y cuando posó sobre ellos el Espíritu, profetizaron y no cesaron (Nm- 11:16, 17,
25).

Esta experiencia de los 70 varones de Israel en el desierto, evidencian


que el Espíritu Santo capacitó a estos hombres, dándoles discernimiento, buen
juicio, raciocinio y un sentido estricto de lo que implica juicio y rectitud, de manera
que estaban preparados para cumplir no sólo responsabilidades espirituales sino
también tareas de administrar justicia e impartir instrucción (Nh. 9:20).

4.6 En el Ámbito Moral. El Espíritu Santo también dejó sentir su


presencia y obra en el ámbito moral. Por medio de su poder ejerció control en las
relaciones y el quehacer humano y usando también otros elementos sociales como
las leyes, la opinión pública, las buenas costumbres y sobre todo, la conciencia;
controlaba e influía para que el corazón del hombre no se corrompa, ni se pervierta
sin remedio; de manera que la maldad no se expandiera sin límites ni frenos; más
bien ayudó a que el hombre no se degenere totalmente, sino que reflexione y tome
conciencia de la existencia de un Ser supremo, bueno y justo, dispuesto a
perdonarlos y bendecirlos, si ellos cumplen sus leyes y viven en obediencia (Isa.
63:10- 14).

4.7 En la Revelación e Interpretación Bíblica.- El Espíritu Santo


fue el agente que reveló, inspiró y guió a los santos hombres del Antiguo
Testamento, para dejar grabado en las páginas de la Biblia, la voluntad expresa de
Dios para su pueblo y la humanidad (2 Ped. 1:21; 2 Sam. 23:2; Miq. 3:8). De esta
manera queda demostrado que los profetas hablaron por medio del Espíritu Santo.
Las profecías no se originaron por voluntad humana sino que los escritores fueron
movidos o llevados por el Espíritu Santo para declarar fielmente las palabras de
Dios para su pueblo (Neh. 9:30; Zac. 7:12).

En resumen, el Espíritu Santo estuvo presente no sólo en el


planeamiento de la creación, sino que participó activamente en la creación de los
cielos, la tierra, de los animales y de manera muy especial en la creación del
hombre; consecuentemente, su actividad poderosa condujo todas las facetas
básicas de la creación. Haciendo de ella una obra portentosa, admirable y sin par,
digna de su maravillosa persona.

Si bien es cierto, el Espíritu Santo no moraba en cada uno de las


personas del Antiguo Testamento, no obstante les ministró a la nación entera,
16

permaneciendo con ellos y guiándoles (Neh. 9:20, Is. 63:14). Ninguna otra nación
como Israel disfrutó de la presencia general del Espíritu Santo. Las personas
escogidas por él para gobernar a la nación, tuvieron la experiencia bautismal del
Espíritu (I S. 10:6, 10; 16:13, 14). Así el Espíritu Santo estaba en algunos, como
es el caso de Josué (Gn, 41:38; Dn. 5:11); y descendía sobre algunos, como es el
caso de los jueces (Juec. 2:18; 3:10; 6:34; etc); como también llenó a Bezaleel de
inteligencia y conocimiento (Ex. 31:3; 35:31), etc.

Pero Dios había anunciado por medio de los profetas que llegaría el
día, cuando ésta bendición espiritual sería dado a cada persona, sin distinción de
clase, raza o condición social, de esa manera empeñaba su palabra, convirtiéndose
en una promesa, promesa que tuvo cumplimiento en Pentecostés (Joel 2:28 -
29).

Así mismo en el Antiguo Testamento no tenemos evidencia de ningún


sellamiento, ningún bautismo como el de Pentecostés. En cuanto a la obra
Regeneradora en el hombre, algunos creen que el Espíritu Santo si obró en la vida
de algunos creyentes, cuya vida y ministerio estaba al servicio de Dios. Aunque el
Espíritu Santo estaba con el pueblo de Israel (Is. 63:11), capacitaba a ciertos
hombres para llevar a cabo una tarea especial (Ex. 31:1), pero no era concedido a
todos y podía ser retirado (1 Sam. 10:10; 16:14). Así se explica la oración del
Salmista: “No quites de mi Tu Santo Espíritu” (Salm. 51:11).

UNIDAD VI.
EL ESPÍRITU SANTO EN EL NUEVO TESTAMENTO.

1. El Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

1.1 En la vida religiosa del pueblo.- En el Antiguo Testamento el


Espíritu Santo llevó a cumplimiento el plan de Dios para su pueblo Israel, del
mismo modo en el Nuevo Testamento, produjo una renovación espiritual, moral y
religiosa, no sólo dirigida a los judíos sino también a las naciones gentiles. Así
escogió y habilitó a las personas que tendrían relación con el nacimiento y el
ministerio de Nuestro Señor Jesucristo. Así tenemos que:

a) Juan el Bautista fue lleno del Espíritu Santo aun antes de su


nacimiento (Le. 1:13 - 14), para desarrollar un ministerio
intrépido, con poder y autoridad espiritual (Le. 1:17, 76).
b) El portentoso milagro de la Encamación fue por obra del
Espíritu Santo (Le. 1:35),
c) Elizabeth, madre del Bautista, fue llena del Espíritu Santo (Le.
1:41), dándole discernimiento, sabiduría y conocimiento (Le.
1:42 - 45).
d) María, madre del Señor Jesús, llena del Espíritu Santo,
17

resalta la grandeza, la misericordia y la soberanía del Señor,


así como su plena bondad, su conducta justa y recta; en
cuanto a sus promesas, éstas son de invariable cumplimiento
(Le. 1:46 - 55).
e) El sacerdote Zacarías, padre de Juan el Bautista, lleno del
Espíritu Santo, y hablando en el nombre de Dios, anunció el
ministerio liberador y redentor del Rey - Mesías y en cuanto a
su hijo, Juan el Bautista, éste sería el profeta de Dios (Luc.
1:68 - 79).
f) Simeón, un hombre piadoso y temeroso de Dios, lleno del
Espíritu Santo, agradeció a Dios y bendijo a María, la madre
de Jesús y le anunció el ministerio redentor y sacrificial de su
Hijo (2: 28 - 35); Ana una viuda que estaba al cuidado y al
servicio del templo, también llena del Espíritu alabó a Dios,
por haberles enviado al Redentor del mundo (Le. 2:36 - 38).

1.2 En el Ministerio de Juan el Bautista.- Estaba anunciado que


el ministerio profético de Juan, el “nuevo” Elías, sería bajo el poder y la dirección
del Espíritu Santo (Luc. 2:76). Este sería la “voz que clama en el desierto”, el que
prepararía el corazón del pueblo para después oír el mensaje, de la gracia, del
perdón y de la buena voluntad de Dios, para con la humanidad en Cristo Jesús,
antes que venga el día de su venganza (Mal. 4:5 - 6).

Decimos que el ministerio de Juan estaba impregnado de la unción del


Espíritu, porque sólo así su mensaje convencería o persuadiría a las personas de
su total culpabilidad, llevarles al arrepentimiento y cambiar de vida. Esta acción,
según el cuarto evangelio, es obra exclusiva del Espíritu Santo (Jn 16:8 - 11).
Mateo nos dice que ante el poderosos y desafiador mensaje: Perdón o Juicio;
“salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y
eran bautizados por él en el Jordán confesando sus pecados” (Mt. 3:5 - 6). Parte de
su mensaje era el anuncio del ministerio del Mesías - Rey y del bautismo en el
Espíritu Santo y fuego (Mt. 3:11).

3. En la vida y el Ministerio de Jesús.-


Así como en el Antiguo Testamento el Espíritu Santo llevó a cabo el
cumplimiento de las promesas de Dios hechas a Israel; así en el Nuevo Testamento,
por medio del Rey - Mesías restablecería la comunión espiritual, entre su pueblo
y Dios, rota por causa de la transgresión de la ley de Dios (Isa. 59: 2; Jerem. 5: 25);
así mismo, él haría posible la reconciliación del hombre con Dios, gracias al
Príncipe de Paz. El Espíritu Santo aplicaría la obra expiatoria de Cristo en el
corazón del hombre, produciendo en la persona un cambio completamente nuevo,
quitando su “vieja naturaleza” (Jn. 3:3 - 8, Ti. 3:3 - 5) y revistiéndola de una nueva,
conforme a la imagen y semejanza del hombre nuevo (Ef. 4:22 - 24; Col. 3:10 -
12); haciendo de él una nueva criatura (2 Cor. 5:17).

Pero es en la persona de Nuestro Señor Jesucristo donde al Espíritu


Santo operó de una manera singular, única y extraordinaria. Aunque la promesa
del Señor Jesucristo fue que nosotros haríamos mayores obras que él; no obstante,
jamás su ministerio terrenal será superado por hombre u obra alguna. Por ejemplo:
18

El milagro de la Encarnación de Cristo es obra Espíritu Santo. El preparó a Cristo


un cuerpo y así lo capacitó para convertirse en sacrificio por el pecado (Le. 1:35;
Heb. 10:5 - 7). De manera que la preparación y capacitación de Cristo para llevar a
cabo su obra mediadora fue a realizado por el Espíritu Santo. Además:

a) El Espíritu Santo descendió sobre Jesús en su bautismo,


inaugurando así públicamente su ministerio (Mt. 3:16), el Padre
Celestial, declara y confirma su ministerio (Le. 3:21, 22).
b) Después de su bautismo en agua, fue llevado o impelido por el
Espíritu Santo al desierto, para ser probado después de ayunar 40
días y 40 noches (Mr. 1:12).
c) Luego retornó a Galilea en el poder del Espíritu Santo (Le. 4:4) y
llevó a cabo su famosa lectura del escrito del profeta Isaías, acerca de
si mismo (Le. 4: 18 - 21), declarando cumplida ésta profecía con su
advenimiento a esta tierra.
d) Todo su ministerio estuvo guiado por el Espíritu Santo (He. 10:38;
Mt. 12:28).
e) Por el Espíritu se ofreció así mismo sin mancha a Dios (Hb. 9:14).
f) También se dice en romanos 8:11; 1:4, que fue resucitado por el
poder del Espíritu Santo.
g) Así mismo les comunicó, preparó y les prometió a sus discípulos la
venida del Espíritu Santo, quien ocuparía su lugar en la tierra hasta
su Segunda Venida (Jn. 20:21 -23; Hec. 1:4-8; Jn. 14:18; 16:5-7).

Estos ejemplos antes descritos, nos hacen ver que la característica del
ministerio de Jesús, fue el estar siempre lleno del Espíritu Santo (Le. 4:1). Así
tenemos que Jesús fue ungido por el Espíritu Santo, es decir, fue capacitado de
manera singular para desempeñar su ministerio profético (Le. 4:18, Hec. 4:27).
Cristo se regocijó en el Espíritu Santo, al ver la inescrutable sabiduría de Dios y su
obra para con la humanidad (Le. 10:21). Todo su ministerio estuvo bajo la guía,
dirección y fortaleza del Espíritu, quien lo capacitó, lo ungió con poder para obrar
sanidades, milagros, resurrección de-muertos y expulsión de demonios, sus obras
fueron tremendamente efectivas, que sus discípulos tuvieron de Jesús el siguiente
concepto: “Como Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de
Nazareth...” (He. 10:38, 39).

UNIDAD VII.
EL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA Y MISIÓN DE LA IGLESIA.

l. En la Vida de los Apóstoles.-


En el ministerio de los Apóstoles, el Espíritu Santo fue el factor
determinante para, que cumplieran su misión. Según Hechos 2:1 - 4, ellos fueron
19

bautizados por el Espíritu Santo, por consiguiente, estaban dotados de valor,


audacia y valentía para continuar predicando el evangelio, a pesar de las
constantes amenazas, que hacían peligrar aun sus propias vidas (Hch. 4:7 - 8,13).

En las circunstancias diversas y hostiles, el Espíritu Santo les dio nuevas


fuerzas y una fe inconmovible. En los momentos de temor y preocupaciones les
reconfortó más allá de la resistencia humana (He. 4:29 - 31). El Espíritu Santo
también les dio discernimiento a los Apóstoles para tratar asuntos concernientes a
la vida moral y espiritual de los cristianos (Hech. 5:1-11); les dio poder y autoridad
para obrar en favor de los enfermos, endemoniados y de los que eran oprimidos por
el diablo (Hch. 5:12 - 16; 14: 3); les dio el don de imposición de manos, de manera
que al imponer las manos sobre los creyentes, éstos eran bautizados por el Espíritu
Santo (8: 14- 18; 19: 5, 6).

Saulo, quien después fue llamado Pablo, luego de su encuentro personal


con Cristo, en su camino a Damasco, fue visitado por el profeta Ananias y
bautizado con el Espíritu Santo (Hch. 9:3 - 6; 17), pasando de perseguidor de los
cristianos a un ardoroso defensor del
Evangelio (Hch. 9:20 - 22). Cuando tuvo que enfrentarse a Elímas, el mago, el
Espíritu Santo le dio discernimiento para conocer que éste era un instrumento
del diablo, enviado precisamente para oponer resistencia, crear confusión y
estorbar el evangelio; el apóstol en el nombre de Cristo lo reprendió, dando como
resultado la conversión del procónsul (Hech. 13:8. Así mismo vemos como:
• El Espíritu Santo prepara y comisiona a Pedro para ir al hogar de una
familia gentil (lo cual para todo Judío estaba prohibido) y anunciarles las
buenas nuevas de Salvación (Hch. 10:1 - 48).
• El Espíritu Santo escogió a Bernabé y a Saulo y les comisionó para la
tarea misionera (Hch. 13:1 - 4), e incluso les señala el lugar o lugares
donde evangelizar (Hch. 16: 9, 10; 23: 11); así como las ciudades donde
no deben entrar (Hch. 16: 6 - 7). El espíritu Santo también escoge y
establece pastores en las congregaciones (Hch. 20:28-29).

Estos ejemplos que hemos descrito nos enseñan claramente, que los
Apóstoles obraban con poder, autoridad y osadía, porque.. “Estaban llenos del
Espíritu Santo” (Hch. 13:52); de manera que el Espíritu Santo respaldaba su
ministerio y confirmaba la predicación del Evangelio con señales, milagros y
prodigios, así lo atestiguan las Escrituras: “y hacia Dios milagros extraordinarios
por mano de Pablo (Hch. 19:11 - 12; 14:3).

En la actualidad se hace imperativo que cada discípulo de Cristo sea


bautizado con el poder del Espíritu Santo, y pueda decir, como el apóstol Pablo: “y
ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana
sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder”(2 Cor. 2:4).

2. En la Vida y Misión de la Iglesia. -


El Advenimiento del Espíritu en Pentecostés, era el cumplimiento de la
promesa de Jesús hecha a sus discípulos (Luc. 24:49; Hch. 1:4) y a la vez daba
nacimiento a una comunidad visible (La iglesia), que tenía a Cristo como su Señor
y Dios y cuya vida entre sus integrantes sean en la comunión del Espíritu Santo
20

(2 Cor. 13:14).

2.1. El Espíritu Santo y la experiencia de la Conversión.- El requisito


fundamental para integrar esta nueva comunidad cristiana, era haber “nacido de
nuevo”, es decir, que en base a la fe en el Cristo resucitado y un arrepentimiento
sincero, el Espíritu Santo obraba en la persona el Nuevo Nacimiento o la
regeneración y con ello la conversión (Jn. 3:5; Tit. 3:5) y así eran reconciliados con
Dios y puestos en una correcta dirección y relación con El (Rom. 5:1).

2..2 El Espíritu Santo y la adoración a Dios.- La presencia dinámica


del Espíritu Santo en la vida y misión de la iglesia fue vital (Hch. 5:32); pues él
originaba, fomentaba y desarrollaba la fe, despertaba y mantenía el fervor
espiritual y la verdadera unidad entre los cristianos (Hch. 2:42; - 47; 4:32; 5:12;
12:12); de manera que la intercomunicación personal o el compañerismo cristiano
no sólo sean simples palabras sino una realidad tangible; la adoración y la
alabanza a Dios, dejó de ser pura formalidad religiosa, y pasó a ser una auténtica
devoción a Dios y una alabanza no sólo de labios sino de un corazón henchido,
rebosante y rendido de amor y obediencia plena a Dios (2:44; 45; 4:34, 35; Heb.
13:15); ahora, ésta forma de vida no era flor de un día sino una marca distintiva de
las iglesia cristiana. La presencia poderosa del Espíritu Santo impactaba y afectaba
profundamente la vida de los creyentes, así mismo trastocó y transformó
radicalmente la liturgia cristiana, de manera que la alabanza y la adoración dejó su
carácter ritual, fría y formal, convirtiéndose en una expresión de gozo incontenible,
una entrega a Dios sin reservas ni condiciones; en síntesis, una redención total a
Dios.

Hermanos y estudiantes de IBIE, dejen que el Espíritu Santo tome el


control total de sus vidas y quiera el Señor que nuestros cultos a Dios dejen la
formalidad cristiana y pasen a ser cultos donde la presencia de Cristo sea una
realidad tangible y las personas puedan expresar: “Ciertamente Dios está en este
lugar, y yo no lo sabía. ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa
de Dios y puerta del cielo” (Gn. 28:16-17).

2.3 El Espíritu Santo, los cargos administrativos y la predicación


del evangelio.- La presencia tangible del Espíritu Santo en la vida del cristiano era
imprescindible para ocupar cargos en la iglesia (Hch. 6:3); así como para ser
instrumento estratégico en los planes y propósitos misioneros del Señor (Hch. 8:5 -
7; 29, 30; 21:8). Para presentar defensa de su fe de manera contundente e
irrebatible ante sus opositores (Hch. 6:8 - 10; 7:55) y acusadores (Hch. 4:8 -31;
Mr. 13:9 - 11); era pues indispensable para los cristianos tener la evidencia de la
plenitud del Espíritu en sus vidas, sino querían terminar avergonzados,
humillados y derrotados.

No pensemos que los cristianos no estaban propensos a sentir temor y


tener preocupaciones (sentimientos que dicho sea de paso, son propios de toda
naturaleza humana) ante las severas advertencias y amenazas de cárcel y hasta de
muerte (Hch. 4:1 - 3, 18,21; 5:18- 40); pero los cristianos ante éstas situaciones
adversas y hostiles no se amedrentaron, ni se amilanaron; por el contrario, dieron
respuestas claras, precisas y terminantes, así como dieron muestras de valor,
firmeza y perseverancia en la fe (Hech. 4:19 - 20; 5:41 - 42).
21

Además, éstos aguerridos y audaces cristianos en un contexto de


enemigos y peligros latentes, no pidieron al Señor que les evitará o les quitará esas
pruebas, por el contrario pidieron al Señor valor y fortaleza espiritual y mientras
que ellos continúan predicando su palabra, el Señor confirme mediante señales y
milagros la verdad del Evangelio (Hch. 4:23 - 30). Ante una petición de esta
naturaleza Dios no tardó en responderles de una manera especial y poderosa (Hch.
4:31).

2.4. El Espíritu Santo en la Comunidad Cristiana y la Sociedad.-


La iglesia ungida, dirigida y controlada por el Espíritu Santo causaba un
tremendo impacto espiritual entre sus oyentes (Hch. 13:12) y afectaba los
cimientos mismo de una sociedad esclavizante, idólatra y pagana, de tal forma que
se les acusó de ser trastornadores del orden social (Hech. 17:6). Pero al margen de
todo esto, los cristianos no sólo despertaban respeto y admiración de parte de la
población (Hch. 5:13 - 16), sino que al ver las señales que acompañaban a la
predicación del evangelio, le llevaban al convencimiento de.la verdad del Evangelio
(Hch. 9:35, 42); y en el seno de la misma iglesia, el Espíritu Santo generaba un
profundo respeto a Dios y un temor santo y reverencial a su Glorioso Nombre
(Hch. 5:11). Estas expresiones antes descritas quedan corroboradas por las
siguientes afirmaciones bíblicas: “Entonces las iglesias eran edificadas, andando
en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidos por el Espíritu Santo...y
los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Hch. 9:31; 13:52).

UNIDAD VIII.
EL ESPÍRITU SANTO Y EL MINISTERIO CRISTIANO

1. En la vida de los Discípulos y los Ministros de Jesucristo


Todo verdadero discípulo de Cristo debe tener la experiencia del
bautismo del Espíritu, mantener la frescura de su incomparable presencia y que su
poder revitalizador impregne la totalidad de su ser (Ef. 5:18; Rom. 8:14). Es más,
su llamado al ministerio cristiano debe tener la evidencia del Bautismo del
Espíritu Santo y mantener la plenitud de esta experiencia en su vida diaria,
pues sólo así podrá resistir las pruebas, las tentaciones más sutiles, así como los
ataques más feroces que provengan del infierno mismo, que no tienen otro objetivo
que anularlo y separarlo del ministerio; traer confusión, decepción y división en la
grey del Señor, agregando a esto, la murmuración en la sociedad y provocar el
mayor escándalo posible, para así traer vergüenza, calumnia, y deshonra al
glorioso Nombre de Nuestro Señor Jesucristo; debilitando y frenando el avance del
Evangelio.

2. La Necesidad y Exigencia de una vida en el Espíritu


Si para desempeñar el cargo del diaconado, uno de los requisitos era que sean
llenos del Espíritu Santo (Hch. 6:3); con mayor razón, ésta debe ser una exigencia
fundamental para todo aquel que aspira al ministerio cristiano, pues el servicio a
Dios no sólo tiene que ver con la vida terrenal y temporal, de las personas, familias,
22

pueblos y naciones, sino con el destino, el estado y la condición futura de las


personas. Así quienes han recibido de parte de Dios el privilegio y el solemne
encargo de proclamar la verdad de Dios (Hch. 6:4), tienen una triple
responsabilidad:
Primero.- Cumplir a cabalidad su ministerio (Col. 4:17; 2 Tim. 4:5).

Segundo.- El deber imperativo ¡que el anuncio del Evangelio no sean


simples palabras, sino que éstas buenas nuevas sean acompañadas por hechos
tangibles: conversiones, sanidades, liberación, etc, de manera que las personas
queden totalmente convencidas de que ésta no es uno de los tantos “mensajes”,
que a diario se escuchan, sino que ésta es la poderosa palabra de Dios en acción y
concluyan, diciendo “...Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la
Palabra de Jehová es verdad en tu boca” (1 Rey. 17:24).

Tercero.- Demostrar fehacientemente que está en el ministerio cristiano,


ejerciendo sus deberes no por un deseo o una necesidad personal; ni por una
exigencia académica o institucional; ni menos aún por competir o demostrar a sus
demás consiervos su capacidad; sino que está donde está en obediencia al santo
llamamiento de Dios al ministerio y que lo está ejerciendo con fidelidad (1 Cor. 4:1 -
2), en el temor de Dios, en obediencia y sujeción al Espíritu Santo y a su bendita
Palabra (1 Cor. 1:1; 2:1 - 5; 4:1 - 2; 9:16 - 18).

3. En la Vida y el Ministerio Pastoral del Siervo.


La vida de todo siervo de Dios debe girar en base a la dirección y la
dependencia diaria al Espíritu Santo, pues de ésta forma podrá discernir y
anticiparse a los planes malvados y perversos que el diablo y sus huestes infernales
traman contra su vida espiritual, ministerial y la iglesia. Debe pues denunciar,
luchar y oponerse con todas sus fuerzas al pecado y todo acto que atenten contra
la santidad y la unidad de la iglesia. Es deber ineludible del pastor, el mantener
a la iglesia del Señor apartada del mal, instruida en la sana doctrina, así como
promover y mantener el fervor espiritual en sus integrantes, procurando conducir
a la iglesia a su más alto nivel espiritual y doctrinal (Hch. 20:28; 1 Tim. 4:6-16).

Enseñar a los cristianos la necesidad y la importancia de una vida


llena del Espíritu Santo; motivar y exhortar a la congregación a “buscar” el rostro
de Dios, pidiéndole ser bautizado con el Espíritu Santo (Le. 11:13), para que de esa
manera descubra y clarifique su llamamiento y función en la iglesia y Dios active
los dones o ministerios que él les ha concedido, con el propósito que rindas frutos
que honren su nombre (1 Cor. 12:1-5-31; 14:1).

El Espíritu Santo debe permear la totalidad de la persona del pastor,


de tal forma que manifieste una conducta equilibrada en todos los aspectos de su
vida y ministerio. En cuanto a su esfera familiar, debe conducirse sabiamente y
cumplir a cabalidad su rol de esposo y padre (1 Tim. 3:2 - 5; 5:8; Ef. 5:25 - 28; 6:4)
y no descuidar su labor de guía espiritual del hogar (Dt. 6:5 - 9).

El pastor tiene la tremenda responsabilidad de no sólo predicar sino de


vivir lo que predica, es decir, aquello que lo dice desde el púlpito de su iglesia, lo
debe practicar; empezando desde su hogar, en la comunidad donde vive y en todas
sus relaciones sociales. He aquí, lo que dice las Escrituras al respecto: “preséntate
tú en todo como ejemplo de buenas obras...Palabra sana e irreprochable, de
23

modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada de malo que decir de


vosotros” (Tim. 2:7-8).

En cuanto a la conducta y sobre todo el carácter, dicho sea de paso,


una de las áreas de la personalidad menos tomada en cuenta, pero la más
vulnerable; la más visible y la que más críticas y murmuraciones provoca y sin
temor a equivocamos, es el “talón de Aquiles” de casi todos los cristianos, incluidos
los siervos de Dios; por lo cual el pastor requiere que el Espíritu Santo molde su
carácter, ejerza influencia y dirija su vida, para mostrar en todo momento, una
conducta santa, mesurada y ecuánime; no contenciosa ni susceptible al
resentimiento, sino más bien dispuesto a perdonar, a fomentar la amistad, la paz y
la armonía, como signos visibles de una vida bajo la dirección del Espíritu Santo
(Ef. 4:1- 3).

UNIDAD IX.
EL ESPÍRITU SANTO EN EL PLAN DE SALVACIÓN
En esta unidad enfocaremos nuestra atención a la obra del Espíritu
Santo en el plan de la Salvación, tanto en lo individual como colectiva.

1. En la Regeneración
La obra de la regeneración, por su naturaleza misma es obra
enteramente de Dios (Jn. 1:13) y se le compara con la resurrección espiritual (Jn.
5:21; Rom. 6:13) y también con la creación por cuanto es un acto creativo de Dios
(2 Cor. 5:17; Ef. 2:10; 4:24). Dada la naturaleza del acto del Nuevo Nacimiento,
ésta obra no es llevada a cabo por ninguna acción, voluntad o intervención
humana, sino que es un acto sobrenatural, total y absolutamente de Dios, por
medio del Espíritu Santo (Jn. 3:3 - 7), en virtud de los beneficios logrados por la
obra expiatoria de Cristo. Así la regeneración es completa, instantánea y una sola
vez para siempre e inseparable a la salvación.

2. En la Conversión
Ante el anuncio del evangelio de salvación, el hombre natural no atina a
responder, pues según las Escrituras está “muerto” en sus delitos y pecados (Ef.
2:1), y es aquí donde el Espíritu Santo realiza su formidable obra en el corazón, en
la mente y en la voluntad de la persona (Col. 2:13); es decir, sensibiliza, despierta y
activa sus sentidos espirituales para escuchar y creer al evangelio de Cristo (Hch.
16:14); luego lo lleva al convencimiento de su culpabilidad frente a Dios (Jn. 16:8) y
produce en él la fe salvífica (1 Cor. 12:9). Así la conversión es un cambio de
dirección, de pensamientos y de opinión; es un cambio de conducta, de valores y de
actitudes; en síntesis, es un cambio radical de vida, producida y alentada por el
Espíritu Santo. Él es quien también le comunica el amor (Rom. 5:5), la misericordia
y el perdón de Dios para el pecador (Hch. 2:37; 8:12).

3. En la Santificación
24

Una vez llevada a cabo la conversión así como la regeneración de la


persona, por obra y gracia del Espíritu Santo (Jn 3:5 - 6; Tit. 3:5), ésta viene a
integrar la gran familia de Dios (Jn. 1:12; 1 Cor. 12:13), lo cual implica una vida
santa, lograda por el Espíritu Santo (Rom. 1:4) y de entera consagración a Dios, es
decir, “separado”, “apartado” para un servicio exclusivo a Dios (Rom. 15:16).
De manera que el nuevo creyente se convierte en un “templo” santificado donde
mora el Espíritu Santo (2 Tim. 1:14; 1 Cor. 6:19). Cuando un cristiano recibe una
nueva naturaleza. Esta nueva naturaleza le lleva a experimentar un cambio
drástico en su vida, en su actitud hacia Dios y en su capacidad de tener victoria
sobre el pecado. Su nueva naturaleza está moldeada en conformidad con la
naturaleza de Dios, de manera que anhela las cosas de Dios, pues su vida tiene
una nueva dirección y una aspiración para alcanzar la voluntad de Dios. La
santificación como obra del Espíritu Santo está relacionada con el crecimiento
cristiano y a la vez es una exigencia insoslayable para todo verdadero cristiano
(Ap. 22:11).

4. En la Salvación
La presencia dinámica del Espíritu Santo en la vida del creyente le da
certeza o certidumbre de su salvación (Rom. 8:16; Gal. 4:6); además él es la
garantía o el anticipo (arras) de su salvación que ya ha comenzado a disfrutar (Ef.
1:13 - 14; 4:30). El Espíritu Santo también unge a los cristianos (1 Jn. 2:20 - 27)
para hacer de ellos instrumentos eficientes y fíeles discípulos al servicio de Dios.

5. En la Oración e Intercesión cristiana.


El Espíritu Santo ayuda al cristiano en sus oraciones, dándoles palabras así como
peticiones que concuerden con la voluntad y el propósito de Dios para sus vidas;
también intercede por nosotros en aquellas cosas que no tenemos seguridad, no
entendemos o no percibimos con claridad las cosas; incluso peligros o ataques del
diablo que desconocemos, cuando y como será, pero que el Espíritu Santo sí los
conoce, por tanto nos advierte, nos prepara y nos da autoridad para salir
triunfantes de toda prueba y ataque del maligno (Rom. 8:26; Ef. 6:18).
6. En la Vida Cristiana
La presencia y obra del Espíritu Santo en la vida del cristiano es vital,
pues en los momentos de las aflicciones, tristezas y dolor nos consuela y nos
fortalece (Jn. 14:26; Ef. 3:16; Hech. 9:31); así mismo en las pruebas y momentos
de crisis espiritual, él nos ayuda, vigoriza nuestra fe y nos fortalece y nos anima
a seguir adelante (Hch. 4:31). Por eso, debemos atender a la exhortación bíblica
que nos recuerda: “Andar y vivir guiados por el Espíritu Santo” (Gal. 5:16 -
17;25); pues su presencia es indispensable en el día bueno como en el día malo.

7. En el Llamamiento a la Salvación
Como resultado de la obra consumada en la cruz del Clavario, se ha
abierto una Fuente inagotable de salvación, para todo aquel que responda
afirmativamente a la predicación del Evangelio (Jn. 3:16; Rom. 10:8 - 13). Desde
aquel memorable día, la predicación ha sido el medio, por el cual Dios ofrece al
pecador la Salvación (Mt. 28:18 - 20). Pero Dios desea que éstos proclamadores del
Evangelio estén revestidos de poder por el Espíritu Santo (Hch. 1:4), de manera
que sean agentes ungidos, renovados, y poseídos de una nueva visión y una
25

ardiente pasión por los perdidos, que afecten no sólo la vida de las personas sino
que también impacten con el poderoso mensaje de Cristo al país entero.

Este llamamiento a ser discípulo de Cristo comporta desafíos y demandas


que cumplir (Le. 14:26 - 27); no obstante mayores son las bendiciones, los
privilegios y las recompensas que aguardan a los discípulos fieles y prudentes en
esta vida (1 Cor. 2:9; Jn. 12:26; 14:23), y en la venidera (2 Tim. 4:8).

8. En la Vocación Ministerial
En el ámbito de la vocación ministerial, el Espíritu Santo también cumple
una función primordial. Según las Escrituras, él es quien-reparte los dones
espirituales así como los dones ministeriales a cada uno en particular según su
soberana voluntad (1 Cor. 12:11). El libro de Efesios, refiriéndose a los ministerios
dice. “El mismo, es decir, Cristo ha constituido los cinco ministerios” (Ef. 4:11);
pero es el Espíritu Santo quien se encarga hacerlo realidad en la persona
llamada a desempeñar un determinado servicio a Dios, tal es el caso del
ministerio pastoral (Hch. 20:28).

Los dones o ministerios son por gracia inmerecida, concedidos por el


Espíritu Santo a cada uno, con el objetivo primordial y final de bendecir a la
iglesia; no en beneficio, promoción o estima personal, sino en beneficio de los
demás (Ef. 4:12 - 13). La epístola a los Hebreos nos dice: “Además, Dios nos ha
confirmado con señales, maravillas y muchos milagros, y por medio del
Espíritu Santo, que nos ha dado de diferentes maneras, conforme a su
voluntad” (Heb. 2:4 VDH).

9. El Testimonio Público
Ciertamente, el aceptar a Cristo como nuestro Señor y Salvador, implica
haber pasado de muerte a vida, de condenación a redención; lo que a su vez
conlleva un compromiso ineludible e impostergable con su causa y esto es el de
comunicar, compartir o proclamar con todo nuestro ser, las buenas nuevas de
Cristo. Esta gloriosa bendición de Dios para un mundo perdido, en crisis y
condenación eterna, debe ser proclamada ¡ahora! Pero lamentablemente la
pasividad misionera o la evangelización puramente formal se está haciendo una
mala costumbre en la vida de la iglesia. Por lo que es impostergable y sumamente
urgente despertar ese espíritu evangelístico y ese celo misionero que caracterizó a
los primeros cristianos, pues la Escritura dice: “y todos los días, en el templo y por
las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hch. 5:42).
¿Qué se necesita, entonces, para cambiar ésta realidad? Se requiere
urgentemente, el bautismo del Espíritu Santo, el bautismo de fuego que
ensanchará nuestro corazón de amor a Dios. Nos dará un entendimiento mayor del
amor de Dios, y como resultado una enérgica pasión por Jesús y compasión por la
gente. El ministerio de Dios por medio del Espíritu Santo, traerá gozo inefable y
vivificación a los creyentes cansados y cargados de incredulidad, duda y
frustración. El Espíritu Santo vigorizará nuestra adoración a Dios, nos capacitará
para testificar de las maravillas del Señor con unción, pasión, y autoridad, en
cualquier circunstancia y lugar; ante cualquier persona o personas; es decir,
testificar de Cristo en una dimensión espiritual (y de poder, unción y autoridad)
rebosantes y dispuestos a reafirmar o sellar con nuestra propia vida el mensaje que
proclamamos (Heb. 4:19 - 20; 5:41 - 42).
26

UNIDAD X.
PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
El Advenimiento del Espíritu Santo dio inicio al tiempo de la gracia y la
buena voluntad de Dios para la humanidad; éste es pues un periodo nuevo, donde
la presencia gloriosa del Espíritu por medio de la iglesia demostrará que el reino de
Dios está en acción. Este tiempo se caracterizará por la obra poderosa del Espíritu
Santo, que traerá beneficios para la humanidad y en el Nombre de Cristo se
producirán curaciones, conversiones y milagros a favor de las personas sedientas
de sanidad y salvación, antes que venga el día de la venganza de nuestro Dios,
éstas son pues señales inequívocas que el reino de Dios es una realidad tangible.
(Le. 4:18 - 19; Joel 2:28 - 31).

Es por ello que algunos biblistas lo llaman a este periodo la era del
Espíritu Santo, porque su accionar se hace patente en el sentido que hace del
hombre (natural) “viejo”, viciado conforme a los deseos de éste mundo, un hombre
nuevo, totalmente nuevo (Ef. 4:24); imparte y renueva una pasión profunda y un
amor absoluto hacia Dios; produce resultados contundentes en la vida de las
personas, en los pueblos y naciones.

El anhelo del Espíritu Santo es glorificar a Jesús en el corazón y en la


vida de las personas (Jn. 16:14), impartiendo para ello un nuevo entendimiento y
con ella un afecto santo e intenso por Dios, de manera que la comunión con el
Cristo resucitado sea más íntimo y más real. Estas afirmaciones implican que el
cristiano tiene una tremenda y santa responsabilidad, de obedecer y prestar
atención a las indicaciones del Espíritu Santo si desea tener una vida espiritual
fructífera, y lograr su pleno desarrollo espiritual. Por tanto, de evitar cometer los
siguientes pecados:

1. Tentar al Espíritu Santo.-


Uno de los pecados que afrentan al Espíritu Santo es la actitud que
conlleva ponerlo a prueba o tentarlo, es decir, en lugar de observar un temor
reverencial y una obediencia santa, se le desafía mediante críticas, exigencias,
acciones, y actitudes humanas y “camales” (Malq. 3:13 - 15). Estas acciones
temerarias expone al cristiano a sufrir disciplinas y juicios ejemplares (Hch. 5:9; 1
Cor. 10:9; Sal. 106:13- 15).

2. Contristar al Espíritu Santo.-


E1 término contristar significa poner triste, afligir o entristecer a una
persona. El Espíritu Santo crea en el hombre “ el carácter moral de Dios” (Salm.
143:10; Isa. 30:1; Neh. 9:20), y también mantiene con vida el sentido moral del
hombre, pero el Espíritu Santo, puede ser entristecido por el pecado (Ef. 4:30), de
manera que su obra de renovación, santidad y fuerza vitalizadora ser estorbadas;
dando lugar a que el cristiano vaya perdiendo el fervor espiritual, su temor
reverencial a Dios y empiece a ceder al pecado; en consecuencia, experimente un
“adormecimiento” y “frialdad” con respecto a Dios y a su obra (Ap. 3:15 - 16). De
continuar en este estado espiritual puede “endurecer” su corazón y hacerse
resistente al arrepentimiento, la contrición, confesión y apartamiento del pecado.
27

3. Enojar al Espíritu Santo.-


E1 enojo es siempre manifestación del desagrado, provocado por
palabras, acciones y actos que ofenden a las personas. Así mismo sucede en la vida
del cristiano en su relación y comunión con el Espíritu Santo. Se debe evitar
incurrir en comportamientos y conductas de palabras o hechos que estén
prohibidas por las Escrituras, advertidas y enseñadas por la conciencia moral
(Salm. 16:7; Rom. 9:1); pues de lo contrario podemos enojar al Espíritu Santo y
acarrear con seguridad disciplinas ejemplares (Isa. 63:10).

4. Mentir al Espíritu Santo.-


Uno se pregunta, pero si la mentira forma parte de la vida diaria de las
personas e incluso está presente en el quehacer cotidiano del creyente, de manera
que una mentira ya no causa sorpresa alguna ¿Cómo es que ésta actitud es
considerada una afrenta el Espíritu Santo?.

Así como la impureza o la pecaminosidad del hombre afecta la naturaleza


y la obra de santificación del Espíritu Santo en el creyente; la mentira, es no
sólo una falta grave que atenta contra su obra y la veracidad de su testimonio (Jn.
16:13), sino que es una afrenta directa contra su persona, lo cual trae como
consecuencia el Justo Juicio de Dios (Hch. 5:3 - 5,9,10). Cuando el cristiano
incurre en la mentira no sólo está pronunciando algunas palabras que no son
ciertas o verdaderas, sino que está manifestando una voluntad y un deseo de hacer
exactamente lo contrario a la dirección del Espíritu Santo y una oposición a la
voluntad y a la verdad de Dios, de esa manera con su mentira está honrando a
Satanás (Jn. 8:44) y desafiando a Dios (Heb. 10:31).

5. Poner Resistencia al Espíritu Santo. -


E1 resistir o resistencia es la causa que se pone a la potencia de otra que
se considera activa. También significa oposición. En el campo bíblico implica la
persistente resistencia que ofrece el hombre al llamado misericordioso y
compasivo del Espíritu Santo a la conversión. En cuanto a la oposición o
resistencia al Espíritu Santo, ésta es una actitud consciente y deliberada de la
persona que se opone a hacer una cosa, negándose a hacerla o simplemente no
colaborando con voluntad y alegría, manifestando así una conducta contumaz
(obstinada, rebelde y recalcitrante) frente a la amorosa y sabia dirección del
Espíritu Santo (Hch. 7:51; 23:9).

6. Envilecer sus Dones.-


El envilecimiento es hacer vil, indigno o despreciable. También puede
significar disminuir el precio o valor de una cosa, así como la pérdida de la
dignidad o estimación que tenía una persona. En este caso, cuando nos referimos
al ministerio del Espíritu Santo en el plan de salvación, queremos advertir que
también los cristianos pueden incurrir en ésta falta que de por si son gravísimas.
Esta falta se da cuando los carismas del Espíritu o los dones ministeriales son
usados para la exaltación personal o con fines distintos y totalmente ajenos para
los cuales fueron otorgados; distorsionando de ésta manera el valioso rol que
cumple cada uno de éstas gracias espirituales en la edificación y el
28

perfeccionamiento de los santos (1 Cor. 14:26; Ef. 4:12; Rom. 12:3 - 6; 1 Ped. 4:10).

Lo mismo que el obrar incorrectamente demuestra irreverencia al Espíritu


Santo, la no valoración de los dones del Espíritu, (al mezclarse en costumbres y
prácticas mundanas 1 Cor. 6:18 - 20), revelan una total falta de respeto, estima,
honra y aprecio a las manifestaciones o gracias sobrenaturales del Espíritu Santo,
concedidas para el crecimiento y desarrollo espiritual del cristiano y por ende para
el bienestar de la iglesia (el caso de Sansón puede ser un típico ejemplo).

7. Afrentar al Espíritu Santo.-


El vocablo afrenta significa descrédito que sufre una persona al haber
sido ofendida o injuriada. Y afrentar es causar vergüenza o deshonra.

El texto bíblico en Hebreos 10:29, en la Versión Dios Habla Hoy; dice:


“Pues ¿no creen ustedes que mucho mayor castigo merecen los que pisotean
al Hijo de Dios y desprecian su sangre, los que insultan al Espíritu de Dios que
los ama? Entonces, se puede decir que afrentar al Espíritu Santo es continuar
pecando intencionalmente, después de haber conocido la verdad del después
Evangelio, después de haber gustado las múltiples bendiciones del señor, después
de haber sido alumbrado los ojos de nuestro entendimiento con respecto a nuestra
condición, posición, y privilegio, como resultado de nuestra salvación (Col. 1:13 -
14; Ef. 1:3 - 14); no queda pues otra cosa que el justo Juicio de Dios (Heb. 10:29;
6:4-8).

8. Despreciar sus Advertencias.


El cristiano comete un gravísimo error cuando no presta atención a las
serias advertencias y a las permanentes amonestaciones de parte de Dios a través
del Espíritu Santo, y de su Palabra, que le demandan obediencia y cambio de
conducta. Es decir, no cree preciso hacerlo hoy, restándole poca o casi nada de
importancia a las admoniciones del Espíritu Santo (los menosprecia), lo que a la
larga traerá funestas consecuencias para él, para su entorno familiar y social (Neh.
9:30; Lev. 26:14- 18; Nm. 15:31; Am. 2:4).

El no prestar la debida atención e importancia a las solemnes admoniciones


del Espíritu Santo con respecto a apartarse de toda práctica que ofenden su
Nombre; de pecados que afrentan y traen deshonra a la causa de Cristo, acarrean
irremediablemente juicio y severas disciplinas. Lo mismo se da cuando se tiene en
poco sus promesas, su dirección y no se considera con la debida seriedad y respeto
a sus manifestaciones espirituales en la vida del creyente y en la vida y misión de
la iglesia (2 Cor. 7:1; 1 Cor. 10:5 - 11)

9. Endurecer el Corazón a las advertencias del Espíritu Santo.-


El Señor por medio del profeta Zacarías, denuncia el pecado de Israel y les
dice: “pero el pueblo se negó a obedecer, todos volvieron la espalda y se hicieron lo
sordos. Endurecieron su corazón como el diamante, para no escuchar la enseñanza
y los mandatos que el Señor Todopoderoso les comunicó por su Espíritu, por
medio de los antiguos profetas... por eso así como ellos no quisieron escucharme
cuando yo les llamaba, tampoco yo les escucharé cuando ellos me invoquen* (Zac.
29

7:11 - 13).

El endurecimiento del corazón es fruto de una actitud de terca rebeldía a


las advertencias del Espíritu Santo, de tal forma que el corazón va perdiendo toda
sensibilidad espiritual; por cuanto ya “no escucha”, ya no responde, no siente, ni
reacciona; se va acostumbrando, se va amoldando a ésta anómala condición de
vida. De continuar así, el hombre “cerrará” su corazón para no oír la voz del
Espíritu Santo, terminando finalmente bajo el severo Juicio de Dios (Nh. 9:16 - 17;
Salm- 98:8 - 11).

10. Apagar al Espíritu.-


La idea de “apagar” al Espíritu Santo se usa al parecer en relación con el
fuego. El pensamiento central es que uno no debe obstaculizar la manifestación del
Espíritu de Dios que se da a través de los carismas espirituales (1 Tes. 5:19). Es
conocido que ante una manifestación del Espíritu Santo en la congregación, el
pastor o los cristianos tienden a dar un juicio de valor, por lo general negativa, sin
previamente haber evaluado con madurez, sensatez y discernimiento espiritual a la
luz de las Escrituras. Provocando de esta manera confusión, duda y temor en
aquellos creyentes usados por el Espíritu Santo, así como en toda la congregación;
creando una barrera contraria a la manifestación del Espíritu Santo. El otro
extremo se da cuando a cualquier “manifestación espiritual” se le atribuye al
Espíritu de Dios, error que es peor que el primero, ya que esto provocará disensión,
contención y división en la Iglesia.

Pues cuando el obrar no proviene de Dios siempre termina dañando al


Cuerpo de Cristo. Por eso se requiere y se recomienda que los ministros, líderes y
creyentes en general frente a cualquier problema en la congregación, actúen con
mesura (es decir con respeto, prudencia y seriedad), equidad (con imparcialidad,
igualdad y justicia), diligencia (con esmero, cuidado, rápido y con interés ),
discernimiento espiritual (diferenciado, distinguido entre lo uno y lo otro) y con
basamento Escritural.

11. El Pecado Imperdonable.-


Este es un tema, sobre el cual no tenemos interpretación única ni hay
unanimidad de criterios entre los experimentados estudiosos de la Biblia, en
cuanto a que es exactamente y en que consiste realmente este pecado contra
el Espíritu Santo que no admite perdón ni en este siglo ni en el venidero (Mr. 3:28
- 29; Mt. 12:31 - 32). Incluso, algunos biblistas consideran que existen otros
pasajes escritúrales que se refieren al mismo; como son: Hebreos 6:4 - 6; 10:26 -
31; 1 Jn.. 5:16 - 17). En cuanto a nosotros, procuremos responder con bastante
temor y cuidado, pues dicho tema de todas maneras requiere ser abordado, en
beneficio de la grey de Dios.

Cuando el Señor Jesús lanzó ésta solemne advertencia a sus creyentes,


lo hizo en un contexto de gente que de una u otra forma tenían conocimiento de la
Torah, la Ley de Dios; por tanto, no eran totalmente ignorantes en materia de lo
escritura! y/o religioso. No eran paganos, no eran personas que rendían culto a
cuanta deidad apareciera, sino que era un pueblo eminentemente monoteísta; en
síntesis, éste era un auditorio compuesto por personas que acudían al templo y en
las sinagogas escuchaban la Palabra de Dios y su respectiva explicación y como
30

sabemos la Palabra es espíritu y vida (Jn. 6:3). En ese mismo sentido lo dice,
Esteban, el primer mártir de la iglesia, en su defensa ante un pueblo testarudo y
aferrado a sus tradiciones (Hch. 7:38, 51 - 53).

El pecado imperdonable en el contexto en la que Jesús lo dejo, implicaba


el atribuirle al diablo las obras del Espíritu Santo realizadas a través de Cristo.
Decir que las obras de Cristo a favor de las personas tenían su filiación y origen en
el dios de este siglo, era ya de por si una calumnia; aunque éstas personas lo
hacían desde una condición de ignorancia e incredulidad (1 Tim. 1:13); pero al
atribuirle al diablo éstas manifestaciones del Espíritu de Dios (Le. 11:20), las
personas estaban revelando de antemano una decisión maligna de “cerrar los ojos”
y “endurecer el corazón” ante toda evidencia divina y de ésa manera se estaban
acercando peligrosamente al pecado imperdonable (Jn. 15:22 - 24).

En cambio, tener o manifestar ésta misma actitud ante las evidentes


obras del Espíritu Santo a favor del hombre, después de haber experimentado la
gloria de su presencia no es lo mismo, pues blasfemar contra él, desde una luz
más clara, desde una condición de entendimiento y conocimiento de su persona
y obra, hace imposible la salvación.

Las sanidades, los milagros y las señales llevadas a cabo por Jesús,
causaban gran impacto y asombro en medio del pueblo, (Mr. 2:12; Le. 9:42 - 43),
de manera que se tenía el siguiente concepto acerca de su persona: “Jesús
Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de
Dios y de todo el pueblo” (Le. 24:19). Las obras portentosas llevadas a cabo por
Jesús en beneficio de las personas oprimidas por el diablo, eran acompañados
cuando no por un halo (una luz, fulgor o un brillo) tenue, débil o de poca
intensidad, pero perceptible; es decir, toda obra que proviene de Dios (Jn. 3:2),
siempre lleva un cierto grado de revelación e iluminación a la mente de la persona
(Rom. 1:19 - 20); de manera que “endurecer” voluntaria y tercamente el corazón
ante el llamado del Espíritu de Gracia, es “cerrar” el corazón ante la luz de la
verdad, es negar lo innegable consecuentemente, es ubicarse en el umbral del
pecado imperdonable.

Así pues, la reacción negativa del pueblo, antes los hechos poderosos de
Jesús, como evidencias que éstos provenían de Dios, tal como lo expresó Nicodemo:
“Rabí sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede
hacer éstas señales que tú haces, sí no está Dios con él” (Jn. 3:2), revelaban ya
un corazón empedernido y cerrado para la verdad de Dios. Por tanto, negarlos o
cuestionarlos; resistirlos o menospreciarlos de manera consciente, demostraban
pues la dureza del corazón y un rechazo voluntario y permanente a la gracia
salvadora de Dios en Cristo.

Es más, darle crédito o asignarle las obras de Cristo al diablo, era una
calumnia monumental, mentira grosera y una actitud irrespetuosa e irreverente,
que revelaba no sólo una falta de respeto y temor reverencial a Dios; sino una
voluntad, una mente y un corazón contumaz. Cuando el hombre cae en un estado
de incredulidad permanente, se cierra ante toda luz y verdad posible, incluso ante
la misma manifestación de la gracia y el poder de Dios, no queda pues otra cosa,
31

sino la sentencia inexorable de la Palabra de Dios (Mt. 12:31 - 32; Le. 12:10; Jn.
12:37-40).

Para el apóstol Juan, “el pecado de muerte” involucra y encierra un


corazón lleno de odio y rechazo hacia la verdad y hacia la luz de Dios, y lleva a la
perdición, por cuanto enclaustra al hombre en una actitud totalmente aberrante en
contra de Dios y de su testimonio. Así, ésta condición se toma en incredulidad
voluntaria, pertinaz, deliberada y de permanente rechazo a la verdad;
consecuentemente, el hombre se hace absolutamente incapaz e indispuesto a creer.
Entonces se hace imposible el arrepentimiento y por consiguiente, el perdón de
Dios (Mr. 3:29; Heb. 10:26 - 27). En ese estado de impenitencia voluntaria su
condición si toma irreversible, quedando sujeto al acto judicial, cuyo veredicto es la
inexorable condenación eterna, sin antecedentes ni atenuantes, ni posibilidad
remota del favor divino.

UNIDAD XI
LOS DONES ESPIRITUALES Y EL MINISTERIO CRISTIANO

1. SIGNIFICADO
Los dones espirituales son una transliteración de la palabra griega
Charis (Caris), significa: “don”, “regalo”, “gracia”, “favor”, “poder”, “oficio”, “misión”.
Son dones sobrenaturales procedentes de Cristo, Señor de la iglesia, y distribuidas
por el Espíritu Santo (1 Cor. 12:11). Todos los cristianos, habiendo recibido la
unción del Espíritu Santo (2 Cor. 1:21; 1 Jn. 2:20 - 27), son receptores de los dones
espirituales, que son capacidades sobrenaturales concedidos a cada creyente en
razón de su servicio y función que tienen dentro de la iglesia (1 Cor. 12:7).

Un don espiritual es una habilidad dada por Dios para el servicio, es


decir, los carismas espirituales otorgados por Dios a través del Espíritu Santo son y
deben usarse en beneficio del cuerpo de Cristo. Conviene hacer la siguiente
distinción entre los talentos naturales y los dones espirituales. Los talentos
naturales son dados por Dios a través de los padres; en cambio los dones
espirituales son otorgados por Dios independientemente de los padres; los dones
naturales son dados en el nacimiento; los dones espirituales son otorgados por
Dios en la conversión; los dones naturales son para beneficio de la humanidad; en
cambio, los dones espirituales están para beneficiar a la iglesia y la propagación
de la misma.

Según la Biblia el Espíritu Santo es quien otorga los dones espirituales


a cada creyente en particular, según el conocimiento de la necesidad de la iglesia y
lo que conviene más exactamente a cada creyente para el servicio de Dios.

2. La Importancia y Objetivos de los Carismas del Espíritu


Los carismas espirituales son manifestaciones extraordinarias del
poder de Dios, a través de hombres capacitados por el Espíritu Santo, con el
objetivo de glorificar a Cristo, exaltar su Nombre, edificar y preparar a la iglesia
para el cumplimiento de su misión (1 Cor. 14:1 - 5). El don o carisma en singular
significa redención o salvación como un don de gracia (Rom. 5:15; 6:23); un don
32

capacita al cristiano para realizar un servicio efectivo en la iglesia (1 Cor. 7:7); así
como para realizar un ministerio particular en la iglesia (1 Cor. 12:28), con la
finalidad de beneficiar a la congregación cristiana en su conjunto.

3. El Principio de Unidad en la Diversidad (lera Corintios 12:1 - 31)


A fin de evitar las divisiones, las preferencias a causa de los dones
del Espíritu, otorgados a los cristianos, y que el espíritu de partido podría sacar
provecho, el apóstol advierte que todos esos dones tiene un solo y mismo origen: la
libre gracia de Dios (1 Cor. 12:11) y que han sido otorgados para un solo y mismo
objeto: el bien de la iglesia; y no la satisfacción personal.
La diversidad de los dones, lejos de perturbar o afectar la unidad de
la iglesia, está más bien para hallar en ellos la unidad, ya que todos emanan del
mismo Espíritu y están no para el bienestar personal sino de todos. El Espíritu
Santo desea la diversidad pero ordenada y por tanto, vivificante y enriquecedora.
Hay un principio de unidad en la iglesia, que no se apoya en ningún poder humano
o alguna estructura de poder, sino que ésta descansa, únicamente en el Espíritu
Santo y a través del cual Dios desea estar junto a su iglesia y en todas las
manifestaciones obradas por él.

La competencia entre los corintios sobre el uso de los dones había


desunido a la iglesia. Esta era una rivalidad falsa, porque los cristianos difieren en
sus dones, en las oportunidades de servicio, en la manera en que el poder de Dios
se aplica a través de ellos; pero detrás de toda variedad y diversidad está el único
autor unificador: Dios mismo. De allí que la doctrina de la Trinidad está
inconsciente pero claramente expresada en estos versículos (1 Cor. 12:4 - 6). De
manera pues, los dones no eran el enriquecimiento individual y privado ni para la
rivalidad y los celos, sino para el beneficio de todos.

Un asunto necesario a resaltar es que la diversidad dentro de la


unidad pertenece al carácter del propio Dios. Aunque no hay sino un solo Espíritu,
un solo sentir, y un solo Dios, pero al mismo tiempo una gran variedad de dones y
ministerios caracterizan a cada uno de las personas de la Trinidad. Tal diversidad
en Dios se manifiesta, en el hecho de que él distribuye a la multitud de creyentes
diferentes manifestaciones del Espíritu para provecho común. Así mismo, existen
dos elementos esenciales, que es la unidad y la diversidad (un solo cuerpo, con
muchos miembros), siendo la experiencia de la conversión común a todos, (y fruto
del Espíritu) y clave de la unidad; de manera que es necesario la diversidad para
que exista un verdadero cuerpo. De manera que “no todos” son los mismos, ni
todos han sido “dotados” del mismo modo. En consecuencia, es la diversidad y no
la uniformidad lo que es esencial para que haya una iglesia sana. Puesto que todo
esto es obra de Dios y parte de sus designios divinos. El único Dios que en sí se
caracteriza por la diversidad dentro de la unidad ha decretado lo mismo para su
iglesia.

4. Clasificación de los dones del Espíritu


Según tres pasajes claves se mencionan hasta veinte dones ( Rom.
12:3-8; 1 Cor. 12:4 - 11; 28 - 30; Ef. 4:11 - 12) y han sido clasificado en dos
categorías:
a) Dones para el Ministerio de la Palabra: Sabiduría, ciencia,
33

fe, profecía, discernimiento de espíritus, lenguas,


interpretación de lenguas, apostolado, enseñanza,
exhortación, evangelista y pastor.

b) Dones para el servicio Práctico: Sanidades, milagros,


ayuda, administración, servicio, repartimiento, presidencia,
misericordia.

El Apóstol Pablo lo divide en tres secciones:


a) Los Dones (Jarisma) de Gracia (1 Cor. 12:4 - 7,10). Estos
dones son nueve en número: los dos primeros tienen
principalmente su asiento en la inteligencia, iluminada y
santificada por el Espíritu (1 Cor. 12:8); los cinco siguientes
están en estrecha relación con una Fe fuerte, en la cual el
corazón y la voluntad predominan (1 Cor. 12:9 - 10); los dos
últimos se refiere a las lenguas humanas y angelicales y a su
interpretación (1 Cor. 12:10; 13:1). Algunos también las
clasifican como dones del intelecto o de Palabra; dones de
una fe especial o de acción y dones de lenguas o de
adoración, respectivamente.

b) Los dones Ministeriales (diáconos). Estos son dones de


servicio o prestación de servicios (1 Cor. 12:5; Com. Ef. 4:11).

c) Las operaciones (energemata) del Espíritu (1 Cor.


12:6). Estas operaciones se refiere a los efectos de la obra
predecible por la operación poderosa de Dios. Las
operaciones, energías o poderes son los efectos que resultan
de las anteriores, por el poder del Padre que obra
consustancialmente y que está sobre todos y en todos
nosotros. Así, los dones, operaciones o energías,
corresponden al obrar de las tres personas de la Santísima
Trinidad (1 Cor. 12:4-6). De manera que las operaciones,
del griego: energías o fuerzas, designan las influencias
poderosas, creadoras del Espíritu de Dios en los milagros y
en particular en las curaciones (1 cor. 12:6 - 9,10).

5. Desarrollo y Expresión de los Dones Espirituales


Hemos dicho que los dones sobrenaturales son habilidades
otorgados por Dios a cada creyente para obrar en favor del crecimiento,
desarrollo y expansión de la iglesia. Existen tres tipos de habilidades:

a) Las habilidades naturales.- son aquellas capacidades


propias de la naturaleza humana como un reflejo de la
imagen y semejanza de Dios en nosotros.

b) Las habilidades adquiridas.- son aquellas habilidades


34

producto del estudio, el aprendizaje y la experiencia


humana.

c) Las habilidades espirituales.- son las gracias espirituales


que Dios nos ha otorgado para el servicio de la iglesia.

Recuerde que los dones que Dios, por medio de su Espíritu nos ha
otorgado, se descubren y se desarrollan por medio de la práctica. También a
través de la actividad logramos percibir nuestra habilidad espiritual. Si un
cristiano todavía no descubre cual es el don que Dios le ha dado, entonces no
desperdicie las oportunidades de servir, aunque éstas no se ajusten al campo de
sus habilidades. Pero es posible que Dios le esté preparando para comunicarle
una habilidad que usted aun no lo conoce. Si usted se mantiene activo, seguro
que Dios le concederá otras habilidades espirituales adicionales (Le. 19:24 - 26).A
continuación un cuadro en la que se incluyen los cuatro pasajes bíblicos
referente a los dones del Espíritu.

1 Cor. 12:8 - 10 1 Cor. 12:28 - 30 Rom. 12:6 - 8 Ef. 4:11

Palabra de Sabiduría Apóstoles Profecía Apóstoles


Palabra de Ciencia Profetas Ministerio Profetas
Fe Maestros Maestros Evangelistas
Don de Sanidad Poder de Milagros Predicador Pastores
Don de Milagros Poder de Sanidad Servicio Maestros
Profecía De Asistencia Presidencia
Discernimiento de De Gobierno De Misericordia
Espíritus
Don de Lenguas Diversidad de
Lenguas
Interpretación de
Lenguas

UNIDAD XII
MANIFESTACIÓN DE LOS DONES ESPIRITUALES
A continuación estudiaremos los dones espirituales y su accionar en el plan de
salvación:
1. Don de Sabiduría.-
Es la manifestación del Espíritu Santo que capacita al cristiano para recibir
y explicar con claridad y profundidad los misterios de Dios (Rom.11:33) y también
lo habilita con una visión profunda acerca de los planes salvíficos de Dios. Hay
mucho misterio en la forma en que Dios trata con el hombre y el cristiano común y
35

corriente, con frecuencia, éste tiene la necesidad de que se le diga algo con respecto
a una situación en particular. Y es a través del Espíritu Santo que la persona
capacitada con este don da la “palabra de sabiduría”. Así mismo la sabiduría como
un don del Espíritu nos ayuda a comprender la verdad divina, aplicándose
inmediatamente a la práctica de la vida cristiana.

La sabiduría como don natural es desarrollada generalmente en un largo


periodo de tiempo en todo hombre, sin embargo, como un don espiritual, es
adquirida a medida que el cristiano madura espiritualmente, aunque también
puede ser instantáneo en naturaleza. Es decir, un cristiano habilitado con este
don, puede claramente discernir la mente de Cristo, aplicando el conocimiento
específico, hacia necesidades específicas o solucionando problemas específicos, que
suelen suscitarse en la iglesia. De manera que la sabiduría como un don del
Espíritu, es verdadera sabiduría, pues proviene de Dios (Sant. 3:17), y ésta tiene
relación con el conocimiento, pues la sabiduría vendría a ser la aplicación exacta y
puntual del conocimiento en la solución específica de una necesidad humana o un
problema determinado.

Este carisma del Espíritu Santo puede significar también un mensaje o un


“discurso lleno de sabiduría” o “un discurso caracterizado por la sabiduría”. Es
decir, la capacidad del Espíritu otorgada a una apersona para dar testimonio de su
fe o proclamar la Palabra con pleno conocimiento y autoridad espiritual y una
expresión oral, coherente, lógica, irrebatible e investida de una “fuerza” especial,
incapaz de ser vencida (Le. 21:14 - 15; Hec. 7:8 - 10).

2. Don de Ciencia o Conocimiento.-


Es la capacidad espiritual de penetrar muy adentro en la doctrina revelada,
de comprenderla en su conjunto y en sus detalles, y de exponerla adecuadamente,
para la instrucción de la grey. Pablo coloca este don junto con el de sabiduría en
relación con el ministerio de Maestro (Ef. 1:17; 4:11; Col. 1:9). A través de este don,
el Espíritu ejercita las potencialidades intelectuales del creyente, llevándolos a su
más alta expresión y desarrollo, para el conocimiento y explicación de la doctrina
cristiana.

El don de ciencia o conocimiento es la contra parte del talento natural. Pues


toda persona nace con la capacidad natural de investigar, crear, comparar
pensamientos e ideas; en cambio el don de ciencia es la capacidad espiritual
otorgada al creyente por el Espíritu Santo, para descubrir, acumular, analizar,
disgregar, clasificar toda información e ideas que son pertinentes para la
instrucción y preparación del cristiano, de manera que redunden en el crecimiento
y el bienestar del cuerpo de Cristo

El don de ciencia o conocimiento es pues la aptitud para expresar


claramente todas las verdades ordinarias y necesarias del cristianismo, y para ello
el cristiano ha sido dotado por Dios con la capacidad de distinguir moralmente
entre el bien y el mal, así como el reconocer reverente y obedientemente el poder de
Dios y sus exigencias.

3. Don de Fe.-
Ésta no es la fe común a todos los cristianos; sino una fe especial, un don
especial de la gracia que promueve acciones intrépidas. Pablo lo describe como
36

capaz de trasladar montañas (1 Cor. 13:3). Esta es una fe heroica que, por
momentos, se apodera de la omnipotencia de Dios y ejecuta grandes hazañas,
milagros y portentos y está vinculado más a la edificación de la iglesia que a la
salvación de una persona determinada. Este don es activado por medio de una
oración poderosa, en el Nombre de Jesús.

Todo creyente en razón de una nueva vida en Cristo posee una fe que le lleva
a creer y aceptar todo lo referente a Dios y su obra salvadora, así como la
capacidad de vivir por fe; ésta fe a su vez es susceptible a ser desarrollada y
aplicada a cada situación de la vida cristiana que le toque vivir. En cambio la fe
como un don del Espíritu es la capacidad sobrenatural para discernir con
extraordinaria confianza la voluntad y los propósitos de Dios que se relacionan,
sobre todo, con el desarrollo y el bienestar del cuerpo de Cristo. Esta fe, entonces
es la convicción extraordinaria e inconmovible de las verdades reveladas y su
aplicación real, efectiva y pertinente, para hacer realidad los planes y propósitos de
Dios para la iglesia en el cumplimiento de su Misión.

4. Don de Sanidad.-
O de Curación, este don debe ser distinguida de las operaciones de Milagros;
pues el don de sanidad se refiere más a las diferentes clases de enfermedades, que
necesitan diferentes métodos curativos (Mt. 10:1). Los dones de sanidad son un
don permanente del Espíritu para la iglesia, pero sólo será correctamente ejercido
por hombres del Espíritu, de humildad y fe en Jesucristo. El don de sanidad no
indica que al portador de este carisma se le otorga poderes sobrenaturales sobre el
cuerpo humano y sobre las enfermedades. Más bien indica que a la persona
escogida, Dios le ha concedido el privilegio de ser la “vasija” a través del cual será
canalizada las obras de Sanidad por la acción del Espíritu Santo.

El don de sanidad en su sentido general está disponible en su aplicación


para todos los cristianos en todas las edades, así se deduce de la epístola de
Santiago: “¿Está alguien enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia,
oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará
al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiera cometido pecados, le serán
perdonados.” (Sant. 5:14 - 15).

Los médicos y los que trabajan en el campo médico pueden adquirir cierta
destreza y desarrollar cierta capacidad natural en las áreas de la medicina, pero la
sanidad misma es un milagro maravilloso del proceso de la vida, la cual
únicamente es controlada por Dios. Muchos médicos cristianos tienen capacidades
naturales y adquiridas, las cuales son completadas por el don de sanidad (1 Cor.
12:8 - 28), pero de igual modo, el don de sanidad en su sentido estricto, es la
capacidad sobrenatural otorgada por el Espíritu Santo a ciertos cristianos en
particular (1 Cor. 12:11), para traer paz, refrigerio espiritual y curación de
enfermedades físicas de origen humano o a causa de alguna opresión demoníaca,
que están afligiendo a los miembros del cuerpo de Cristo.

5. Don de Milagros.-
Este don no es similar a los dones de .sanidad, ya que el primero pareciera
que fuera más espectacular que el segundo (2 Cor. 12:12) y tiene la finalidad de
autenticar la veracidad del mensaje como del mensajero.
37

Aunque algunas curaciones también pueden ser incluidos dentro de los


milagros, no obstante el don de milagros es un poder especial y extraordinario,
que tiene la capacidad de resucitar muertos; el castigar con la muerte al
pronunciar una palabra, la transformación de venenos en algo inofensivo, etc,
como evidencias de un poder especial. El poder de obrar milagros, enumerado
junto a los dones de curación, implica también la potestad de liberar a los que
están poseídos de espíritus, causantes de las enfermedades y de malformaciones
físicas.

Entonces el Don de milagros, es la capacidad sobrenatural, otorgada por el


Espíritu Santo para obrar acciones fuera de las leyes ordinarias de la naturaleza.
La Biblia contiene muchas ilustraciones de los milagros, incluso el ministerio de
Jesús estuvo acompañado de acciones portentosas que asombraban a sus oyentes.

6. Don de Profecía.-
Este don tiene un doble objetivo; primero comunicar el mensaje de Dios a
sus contemporáneos de manera acuciante e impulsivo; bajo el poder del Espíritu
Santo cuya finalidad puede ser el estimular y alentar a los creyentes o la
manifestación de juicio (Apoc. Caps. 2 y 3; Hech. 13: 1 - 4); segundo, la revelación
inspirada del futuro (Hch. 11:27- 28; 21:11). Como la profecía es una parte de todo
el plan de redención; se hacía necesaria una compenetración inspirada de las
partes más oscuras de las Escrituras, para tener una percepción milagrosa del
porvenir. Así vemos como en ocasiones Dios hacia conocer su voluntad por medio
del profeta (Hch. 13:1 ss), o revelaba un acontecimiento del futuro.
El don de profecía, en consecuencia, tiene un doble elemento; un mensaje
actual y una predicación del futuro. Así mismo, éstos son mensajes inspirados por
el Espíritu Santo, que se dan actualmente en las iglesias locales, y cuya finalidad
es la edificación o aliento de la misma; este don del Espíritu en la actualidad está
potencialmente accesible a todos y a quienes el Señor en su gracia les quiera
otorgar.

7. El Discernimiento de espíritus. -
Este don habilita al que lo ostenta a discernir entre la operación del Espíritu
de Dios y la del espíritu malo, o la del espíritu humano (1 Tim. 4:1; 1 Jn. 4:1).
Esto, es debido a que junto a la inspiración divina se desliza también en el hombre
fuentes humanas y muchas veces ni siquiera el que está inspirado puede distinguir
exactamente entre lo recibido del Espíritu Santo y lo que es de su propia mente.
Para esto es pues necesario el discernimiento de espíritus, como un
complemento pertinente y necesario. El don de profecía era también una forma de
revelación, lo que hizo que la aparición de falsos profetas sea inevitable.

De manera que el cristiano habilitado con este don sobrenatural al escuchar


al profeta, está en capacidad de diferenciar o distinguir claramente, entre la verdad
o la falsedad de sus palabras. Este don no es una penetración mistérica, ni una
refinada intuición, menos aún un juicio astuto, sino una revelación sobrenatural (1
Cor. 14:29). Así el don de discernimiento de espíritus es esencial, pues sólo así
se puede conocer con certeza, cual mensaje proviene de Dios y hacer la distinción
(necesaria y pertinente) entre lo falso y lo verdadero, cuando un profeta pretende
estar inspirado para hablar por revelación (1 Cor. 14:29).
38

El “discernimiento de espíritus” implica “discernir”, “diferencia” o “juzgar


apropiadamente” el fenómeno de la profecía. Es pues una exigencia para la iglesia
que se “pruebe o se “discierna” los discursos proféticos; así como el “don de
lenguas” requiere de su “interpretación”. En consecuencia, los mensajes proféticos
deben y tienen que ser diferenciados o discernidas por los demás de la
congregación (1 Jn. 4:1), pues ellos también tienen el Espíritu de Dios, por tanto,
están en el deber de “juzgar”, si lo dicho por el declarante es o no palabra de Dios
(1 Cor. 14:29).

8. Diversos Géneros de Lenguas.-


Es la facultad otorgada por el Espíritu Santo al creyente para hablar en
idiomas, lenguas o dialectos jamás aprendidos, así como el hablar en lenguas (no
humanas) desconocidas al hombre, todo esto en un estado de éxtasis espiritual (1
Cor. 14:2 - 12)

Las lenguas no interpretadas, especialmente en una oración privada, son


infructuosas, pues aunque el que ora, está hablando por medio del espíritu a Dios,
no sabe lo que está pidiendo, se está edificando sí, pero no edificaba al resto de la
congregación (1 Cor. 14:4 - 17).

El don de lenguas ha sido otorgado a los creyentes a fin de glorificar a Cristo


y para la edificación de su iglesia (1 Cor. 14:26). Desafortunadamente en algunos
casos éste carisma del Espiritu, no fue bien entendido ni por quienes la recibieron
ni por quienes tuvieron la oportunidad de presenciar la manifestación de éste don,
y menos aún, tuvieron la ocasión y oportunidad de ser preparados y capacitados
bíblicamente, respecto a la ministración y administración de los dones espirituales.
Al respecto prestemos atención las siguientes recomendaciones:

a) El don de lenguas debe ser ejercida en conformidad con la


declaración bíblica de 1 Corintios capítulo 14.
b) Quienes sean portadores, por gracia de Dios, de este don,
tienen el deber imperativo de ejercerlo con humildad y en
total sujeción al Espíritu Santo.

9. Interpretación de Lenguas.-
Este don espiritual es un complemento útil y necesario al don de lenguas;
así como lo es al don de profecía el discernimiento de Espíritus. El que ejerce el
don de lenguas también puede manifestar el de interpretación de lenguas (1 Cor.
14:26 - 29), todas éstas manifestaciones del Espíritu Santo deben llevarse a cabo
en un ambiente de orden, reverencia y obediencia al mandato de Cristo (1 Cor.
14:40). De ésta forma evitaremos interpretaciones que tanto mal le hacen a
nuestras congregaciones dentro y fuera de ella.

Necesitamos pues hoy más que nunca que el Espíritu Santo tome el
control de nuestra vida, mostrando así mismo una apertura al libre obrar del
Espíritu en la iglesia de hoy, a pesar del “encasillamiento” que le imponen, quienes
se hallan en uno y otro bando de este carisma espiritual. El cristiano que ha sido
dotado por el Espíritu Santo con este don, está en disposición de interpretar las
manifestaciones del hablar en lenguas o de la glosolalia no inteligibles de suyo, y
39

edificar así a los demás (1 Cor. 14:5 - 16,19).

UNIDAD XIII
MANIFESTACIÓN DE LOS DONES DE SERVICIO
En 1 Corintios 12:28-31, una vez más Pablo va hablar acerca de la
diversidad, sobre todo en unidad. Comienza con una lista de personas, apóstoles,
profetas, maestros a quienes los clasifica primero, segundo y tercero. Con los
rubros cuarto y quinto, literalmente, “milagros” y “dones de curaciones”, regresa a
los dones; luego, continua con rubros sexto, sétimo, literalmente, “ayudas” y
“direcciones”, que son acciones de servicio. Todos estos dones representan una
gama de “ministerios” en la iglesia. Por último, podemos decir, que los primeros
tres hacen énfasis en las personas que desempeñan esas manifestaciones, mientras
que los últimos cinco enfatizan el ministerio en sí.

Esto debido a que los primeros tres rubros no han de concebirse como “oficios”
ejercidos por ciertas personas en la iglesia, sino más bien como ministerios, que
hallan su expresión en diversas personas; así mismo los dones que siguen no se
expresan en la iglesia separadamente de las personas, sino que son ante todo,
dones de gracia del Espíritu, dadas a diversas personas en la iglesia para su
mutua edificación.

Una cosa de suma importancia que deseamos recalcar, es que la forma y el


orden en que los presenta el apóstol a los tres primeros de los nombrados: Apóstol,
Profeta, Evangelista, no implican Jerarquías, sino más tiene que ver con su
propia convicción acerca del rol que desempeñan en la iglesia esos tres ministerios.
No se trata pues de que uno de ellos sea más importante que los otros, ni de que
éste sea necesariamente su orden de autoridad, sino de que uno tiene
precedencia sobre otro en la fundación y edificación de la iglesia local.

Algunos pues de forma equivocada creen hallar base en l era Corintios 12:28,
para enseñar que los demás ministerios están subordinados al ministerio
Apostólico, cosa que el apóstol nunca quiso decir esto, más bien recalca que aún él
mismo está bajo la autoridad del Espíritu, de esta manera enfatiza que su
autoridad no reside en su apostolado sino en la Palabra de Dios (1 Cor. 7:10).

1. Apóstoles.-
El término apóstol es una transliteración del griego apóstolos, palabra que
se deriva de apostellein, que significa: enviar, estos términos enfatizan los
elementos de comisión, esto es, la autoridad y responsabilidad del enviado. De
manera que, un apóstol es propiamente aquél que es enviado con una misión
definida, en la que actúa con plena autoridad al representar al que lo envió, al
cual también debe dar cuentas.

Los apóstoles eran hombres capacitados por el Espíritu para el ministerio de


la palabra de Dios (Hch. 6:2). El don del apostolado, generalmente se ejerce entre
los incrédulos (1 Cor. 1:17), mientras que otros dones, estaban estrechamente
relacionados con las necesidades de los creyentes. Los apóstoles ejercían su
40

autoridad en forma democrática, no autocrática (Hch. 15:6-22).


Este don fue dado para fundar iglesias, locales y acreditado por señales
especiales (2 Cor. 12:12; Ef. 2:20). Se les designa también apóstol, aparte de Pablo,
a otros, como Bernabé, Silas, Apolos e incluso a Epafrodito. Los apóstoles de
Cristo, fueron considerados los jefes superiores de la iglesia primitiva y depositarios
directos de la tradición cristiana. Eran tenidos en gran respeto, pero ninguno de
ellos ejerció, ni pretendió el primado infalible y supremo sobre los demás (Hch.
1:13 - 26).

2. Profetas.-
Es aquel a quien Dios revestía de su autoridad para que comunique su
voluntad a los hombres y los instruya en la verdad. La palabra del Señor,
trasmitida a los profetas de diversas maneras, queda confirmada mediante señales,
por el cumplimiento de las predicciones y por la conformidad con las Escrituras.
Así el profeta no sólo proclama el mensaje de Dios, sino que también predice el
futuro. Todos los mensajes sean que fuera proclamado o de corte predicativo, tiene
que venir directamente de Dios y por revelación especial (Rom. 12:6; 1 Cor. 14:1 -
40).

Pero sobre todo, el don especial del profeta es para la edificación,


exhortación, consolación e instrucción de las iglesias locales (1 Cor. 14). Este
nos confirma que el profeta del Nuevo Testamento no era solamente, uno que bajo
la unción del Espíritu predecía los eventos del futuro, sino que esencialmente era
un predicador de la palabra. Estos hombres de Dios eran predicadores
itinerantes, yendo de iglesia en iglesia edificaban a los creyentes en la fe por medio
de la enseñanza de la Palabra. Así, mientras que el apóstol tenía la misión de
proclamar la Palabra a los incrédulos; los profetas ministraban la palabra a la
iglesia.

En consecuencia, el don de profecía procura siempre a los cristianos


edificación, exhortación y consuelo (1 Cor. 14:3), y penetra en lo íntimo de los
corazones (1 Cor. 14:24), en los designios de Dios (Ef. 3:5) y en lo porvenir (Hch.
11:27). El profeta es pues un predicador de la palabra; el maestro explicaba lo que
el profeta proclamaba, reduciendo su predicación a afirmaciones doctrinales y
aplicándola a la situación en la que la iglesia vivía y testificaba. Así el maestro
ofrecía instrucción sistemática (2 Tim. 2:2) a las iglesias locales.

3. Maestros.-
Los maestros tenían a su cargo la instrucción de los cristianos en los
asuntos de la fe; es decir, la catequesis o la introducción a las Escrituras. Esta es
la habilidad de enseñar, aunque a veces está en conexión con el de pastorear.

Los maestros eran lo que enseñaban mayormente las verdades ya reveladas;


mientras que los profetas daban a conocer nuevas revelaciones, y todo lo que
profetizaban lo hacían bajo la influencia del Espíritu Santo. Así como los maestros
tenían la “palabra de conocimiento” así los profetas tenían “la palabra de
sabiduría”.

A continuación se nombran aquellos que tienen el poder de obrar milagros,


donde curaciones, de asistencia, de gobierno, de diversos géneros de lenguas y
de su interpretación. Los carismas del Espíritu fueron de máxima importancia en
41

la iglesia apostólica, pues fortalecían la vida interior de la iglesia. Por ejemplo:


a) El don de ayuda estaba orientado más a la tarea pastoral.
b) El don de servicio se orientaba al público.
c) El don de misericordia se orientaba principalmente al
enfermo, al anciano o al herido.

4. Los que hacen Milagros y los que Sanan. -


Es decir, los creyentes que han sido capacitados por el Espíritu Santo con
“poderes” sobre naturales para obrar sanidad física, y llevar acabo “operaciones”
milagrosas, acompañados con señales especiales (Hch. 19:11 - 12). El don de
sanidad puede considerarse como una categoría dentro del don mayor de hacer
milagros. Los que practicaban este don era de menor grado que los maestros, ya
que la función de enseñar es más edificante, aunque menos llamativa que el obrar
milagros.
5. Los que Ayudan.-
O los que sirven, esto son habilidades de ayudar o servir en el sentido más
amplio de la palabra. En esta categoría se hallan los diáconos, cuyo oficio era el
ayudar en el alivio de los pobres, y estaban subordinados a ministros superiores al
bautizar o predicar (Hch. 6:10; 8:5 -
17) .Esto también incluye a otros cristianos que ayudaban con su tiempo y sus
medios a la causa del Señor. (1 Cor. 13:3; Heb. 13:2).

Este don es traducido como “asistir” a las personas en sus necesidades y


problemas (Hch. 20:35). La iglesia neo testamentaria tenía una preocupación
especial por los necesitados de entre sus miembros, y aquellos que ayudaban a los
indigentes y menesterosos se les consideraba capacitados por el Espíritu para ésta
labor (Heb. 10:33 - 34; Rom. 16:1- 2; Hch. 9:36).

6. Los que Administran.-


(1 Cor. 12:28; Rom. 12:8). Al inicio de la iglesia todavía no se había
estructurado una forma de gobierno, propiamente dicha, por lo cual, era necesario
que ciertos miembros recibieran y ejercieran el don de administración o el
gobierno de la asamblea local de los creyentes. Este don tendría acción sobre la
dirección de los asuntos de la congregación. Estos creyentes serían los oficiales
reconocidos en la iglesia, desempeñando después deberes bien definidas en la
administración de la comunidad cristiana.

Además de la administración, los asuntos prácticos en cuanto a la


conducción del culto público requerían sabiduría, visión y manejo; por tanto, los
que tenían este don también tenían injerencia directa en ellas.

Conviene aclarar así mismo que no debe confundirse el don de


administración con el don de dirección. Mientras que algunos líderes pueden
tener también el don de administración, no todos lo tienen. Recíprocamente, no
todo el que tiene el don de administración tiene también el de dirección (Rom. 12:8;
1 Cor. 12:28).
42

7. Los que Presiden.-


Es el don espiritual que capacita a ciertos miembros de la iglesia para
elaborar planes de acción, fijar metas y motivar a los demás a la acción; dirigir y
animar a los creyentes hacía el cumplimiento de los planes trazados para un fin
común.

El líder que no tiene el don de administración, haría bien en tener un


personal de apoyo que tenga el don de administración. Pues por lo general el líder
establece metas, motiva anímicamente a las personas a trabajar juntos para
alcanzar las metas trazadas, pero la consolidación de éstos son muy pobres, debido
esencialmente a la falta de diagnóstico y objetivos, realistas; a planes y proyectos
objetivos y no subjetivos; a la falta de organización, dirección, control y evaluación;
estrategias y métodos adecuados y pertinentes, etc., etc.

Igualmente, una iglesia local bien organizada que carece de un líder podría
caer en una deficiente dirección o estancamiento, debido a que la iglesia se siente
frustrada por el incumplimiento de las metas establecidas a consecuencia del bajo
porcentaje logrado; asi como el pobre crecimiento y progreso de la iglesia (Rom.
12:8).

8. Exhortación.-
Este don implica la habilidad de animar, consolar y amonestar a las
personas, de manera sabia, respetuosa e inteligente; que lejos de causar amargura,
resentimiento o provocar contención, logre persuadir al creyente a tomar una
actitud correcta frente a Dios y a su iglesia ( Rom. 12:8).

El don de exhortación es la capacidad dada por el Espíritu Santo a ciertos


miembros del cuerpo de Cristo, para ministrar a grupos o a individuos, en un
periodo corto, con palabras de alivio, consolación, aliento y consejo. El resultado de
tal consejería a otros miembros del cuerpo de Cristo, es que aquellos exhortados se
sentirán ayudados y sanados. Otro término para exhortación podría ser “edificarse
unos a otros en Cristo”. Hebreos 3:13 nos demanda hacer exactamente eso:
“Exhortaos unos a otros diariamente... “A cada uno de nosotros, estamos
seguros que el Espíritu Santo nos habilitará con este don. Filipenses 4:13 dice:
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
En el Nuevo Testamento el cristiano que poseía este don realizaba un
ministerio íntimamente relacionado con el de profeta y maestro. Aunque la
diferencia consistía en que el don de exhortación tenía un enfoque más personal.

En la actualidad el creyente equipado con este don debe llevar a cabo su


tarea con sabiduría, y bajo el poder persuasivo del amor, el entendimiento y
simpatía. Su meta es que los cristianos vivan un tipo de vida cristiana superior a lo
que se acostumbra, demostrando una dedicación más íntima, más personal y más
devota a Cristo.

9. Hacer Misericordia. -
Así como el don de ayudar o servir, éste es también un don que implica
socorrer, particularmente a los enfermos y a los afligidos a causa de alguna prueba
o un problema mayor, que están atravesando (Rom. 12:8).
43

10. Dar.-
Este don sugiere la idea de ser generoso en el uso de sus bienes o medios
que posee a favor de los necesitados o de los que padecen pobreza, hambre o
enfermedad. Este don debe ser ejercido con sencillez y con una actitud humilde, no
pensando en la recompensa, los reconocimientos o aplausos sino por amor a
Cristo, a quien le debemos todo nuestro ser y nuestra existencia, presente y futura
( Col. 3.23).

Recuerde que “es más bendecido dar que recibir...” (Hch. 20:35) y las
solemnes palabras de Cristo: “dad y se os dará” (Luc. 6:38); • y las palabras del
Salmista que bajo inspiración escribe: “Bienaventurado el que piensa en el
pobre; en el día malo lo librará Jehová (Salm. 41:1).

11. Evangelista.-
E1 vocablo evangelista se deriva del griego euaggelistes, y significa: “un
portador del evangelio, es decir, uno que anuncia las buenas nuevas de Salvación”.
En el Nuevo Testamento el término designa a personas, como es el caso de Felipe
(Hch. 21:8). Este es un don otorgado por el Espíritu Santo a la iglesia (Ef. 4:11);
Timoteo, el joven pastor, fue llamado a hacer obra de evangelista (2 Tim. 4:5).

En Efesios 4:11, el término evangelistas, se refiere al evangelismo como


un oficio, un ministerio. Sin embargo, ésta es también una capacidad otorgada a
todos los creyentes, sin distinción alguna, aunque no en el sentido de un don
propiamente dicho. Así aunque no todos están habilitados con este don, no
obstante, la Biblia nos enseña que toda la iglesia está comisionada a predicar el
evangelio a todo el mundo (Mt. 28:18 - 20). Como prueba palpable de obediencia al
mandato de la gran comisión, los cristianos deben considerar la evangelización
como una forma de vida y siguiendo el buen ejemplo de los primeros cristianos, de
quienes la escritura dice: “Y todos los días, en el templo y por las casas, no
cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hch. 5:42).

El don de evangelización impulsa a testificar de Cristo de manera


poderosa y persuasiva, abriendo las mentes para oír el evangelio de salvación y por
la acción del Espíritu en el interior del hombre (Ef. 2:1), éste finalmente debe tomar
una decisión (Rom. 9:8 - 11). El evangelista, entonces es uno que anuncia las
buenas nuevas de salvación a los inconversos, pavimentando de esta forma el
camino para una obra más sistemática y de consolidación a cargo de los otros
ministerios establecidos por el Señor para éste fin,

UNIDAD XIV.
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CRISTIANO.
1. El bautismo en el Espíritu Santo.-
Probablemente ninguna otra doctrina del Espíritu Santo ha ocasionado
más controversias y ha creado más confusión que el bautismo del Espíritu Santo.
Debido esencialmente a que la obra sobrenatural del Espíritu Santo en el interior
del hombre no puede ser escrutado por el hombre. Por ejemplo, la regeneración, la
morada y el sellamiento del Espíritu; el bautismo del Espíritu y la plenitud del
44

Espíritu, son acciones sobrenaturales que escapan a la visión y comprensión


humana.

En primer lugar, no hay mención del bautismo del Espíritu Santo en el


Antiguo Testamento; en segundo lugar, el bautismo del Espíritu Santo contrastó
con el bautismo administrado por Juan, según las propias palabras del Señor (Hch.
1:5).

1.1 Razones Bíblicas.- Debemos estar consciente que hemos recibido al


Señor Jesús como nuestro Salvador, y hemos invitado a su Espíritu a que viva en
nosotros. El Bautismo en el Espíritu Santo es el fluir poderoso del Espíritu; y
debemos renunciar a cualquier falsa enseñanza que pueda estorbamos o
confundimos al respecto.

¿Quién nos va a bautizar en el Espíritu Santo? ¡El Señor Jesús lo hará! (Mt.
3:11; Jn. 1:33). Por lo tanto podemos pedir y recibir en cualquier lugar y en
cualquier momento si estamos preparados (Jn. 14:12; Le. 11:13; Mt. 7:7). Aquí
algunas recomendaciones:

a) Pedir a Jesús que nos bautice en el Espíritu Santo, (Stgo. 4:4).


b) Creer que recibiremos en el momento que lo pedimos (Jn. 16:24; Heb. 11:1).
c) Confesar con nuestros labios el haber recibido al Señor como Nuestro
Salvador

Ahora confesemos con nuestros labios pero en el nuevo lenguaje que el


señor está dispuesto a damos, abramos nuestra boca y comencemos a hablar, no
hablemos en castellano ni en ningún otro idioma que conozcamos, pues Dios por
medio de su Espíritu nos puede dirigir para hablar en lenguas (Hch. 2:4; Salm.
81:10; 1 cor. 14:5 - 18), como evidencia externa de recibir el bautismo en el
Espíritu Santo. Todo hijo de Dios tiene el deber de ser lleno del Espíritu Santo,
hablar en otras lenguas, todos los días en su oración particular, como en otras
ocasiones, en virtud de haber recibido el bautismo de poder.

1.2. Razones Prácticas.- He aquí algunas razones para esta práctica:


Según 1 Cor. 14:4; (así mismo se edifica) cuando hablamos en lenguas, nuestras
facultades espirituales son grandemente edificadas y fortalecidas. Pero a la vez se
hace necesario que haya un intérprete para que la Iglesia sea edificada y
bendecida (1 Cor. 14:2). Veamos algunas de las bendiciones:
• El hablar en nuevas lenguas nos ayuda siempre a conservamos conscientes
de la presencia del Espíritu Santo en nosotros.
• Orar en otras lenguas elimina la posibilidad de que el egoísmo pueda entrar
en nuestras oraciones (Rom. 8:26) y aprenderemos a confiar más
completamente en Dios.
• Es cosa natural orar en otra lengua (Fip. 3:20; Ef. 2:6).
• Orar en otras lenguas es una manera de guardamos libres de la
contaminación de conversaciones impías, profanas y vulgares en el trabajo
diario.
45

• Hablar en otras lenguas es la manera más perfecta de hablar y agradar a


Dios (1 Cor. 14:15 - 17; Isa. 28:11 - 12).
Algunas razones de hablar en otras lenguas en relación a nuestra vida pública:
1. Es la evidencia inicial de haber recibido el Bautismo del Espíritu (Hch.
2:4, 10:44-48, 19:6).
2. Edifica la Iglesia cuando es interpretado.
3. Cuando se usa correctamente conforme a la palabra de Dios, convence
al individuo de la realidad del poder de Dios (1 Cor. 14:24).

2. El bautismo por el Espíritu Santo.-


En lera Corintios 12:13, dice: “porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. En este pasaje la preposición
griega en es traducida correctamente por, en lo que se le designa el uso
instrumental de ésta preposición (comparar con Luc. 4:1; 1 Cor. 6:2; Col. 4:16).

El pasaje bíblico en mención nos dice que cada cristiano es bautizado por
el Espíritu Santo dentro del cuerpo (la iglesia) de Cristo en el momento de su
salvación. Es decir, por el bautismo del Espíritu Santo, el creyente es ubicado o
colocado dentro del cuerpo de Cristo en el momento de ser salvo y así inicia una
nueva y permanente relación con Cristo y en unión viviente con todos y con cada
uno de los cristianos, llamados a la salvación (Hch. 2:47; 13:48).

Esta explicación bíblica halla también sustento en las expresiones de


Jesús, refiriéndose a la futura obra del Espíritu Santo, después de su partida: “En
aquel día vosotros conoceréis que estoy en mi Padre, y vosotros en mi” (Jn.
14:20). Esto implica que si el creyente está en Cristo, él también tiene la vida de
Cristo. Esta obra sobrenatural efectuado por el Espíritu Santo por ser universal y
relacionado con nuestra posición en Cristo, es un acto instantáneo y único, por
tanto, no es una experiencia espiritual que debe buscarse después del nuevo
nacimiento.

3. La llenura o plenitud del Espíritu Santo.-


Así como la regeneración, la morada, el sellamiento y el bautismo por el
Espíritu Santo está relacionada con nuestra salvación, la llenura o la plenitud del
Espíritu se relaciona con el poder para una vida espiritual, victoriosa y un servicio
eficiente a Dios.

La plenitud del Espíritu Santo es un estado espiritual permanente en la


vida del cristiano, donde el Espíritu Santo está cumpliendo todo lo que vino a hacer
en el corazón y la vida del creyente individual. No es un asunto de adquirir más del
Espíritu Santo, sino más bien que el Espíritu vaya tomando posesión del cristiano;
es dejar que el Espíritu Santo tome control de cada área de nuestra vida.

Sí bien es cierto la plenitud o la llenura del Espíritu ocurre en el momento


de nuestra salvación, no obstante según Efesios 5:18, literalmente nos manda:
“continuad siendo llenados por el Espíritu Santo”, ésta es una experiencia
espiritual que ocurre una y otra vez (Hch. 2:4 comparar con 4:32; 6:8; 7:55; 9:17
46

comparar con 13:9, etc).

Existe una relación entre la plenitud del Espíritu y la madurez espiritual;


un cristiano lleno del Espíritu Santo madura más rápidamente que uno que no lo
está. La llenura del Espíritu Santo en la vida del cristiano indica una voluntad
completamente rendida a Dios, por ende el Espíritu Santo controla su vida y le dota
de poder, elevando su vida cristiana a una nueva dimensión espiritual.

El cristiano lleno del Espíritu Santo está capacitado para distinguir lo que
no es la voluntad de Dios, de lo que es la “buena, agradable y perfecta voluntad de
Dios” (Rom. 12:2). De la misma forma, percibe los hechos providenciales de Dios
para su vida, aún en las circunstancias que a menudo acarrean situaciones o
experiencias que no son deseadas por el individuo. Aprende a entender el
someterse a la voluntad de Dios, aun cuando ello implique el sufrimiento y caminos
que en sí misma no son placenteras. De manera pues, cuanto más grande sea la
necesidad, las circunstancias, los problemas o las aflicciones del creyente, mayor
es la necesidad de la plenitud del Espíritu.

UNIDAD XV
DONES Y MINISTERIOS Y FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO.
1. Los dones y ministerios del Espíritu Santo.-
Los dones espirituales (carismas) son gracias o dadivas sobrenaturales
concedidas a los cristianos por el Espíritu Santo, para realizar un ministerio
particular en la iglesia. Los dones ministeriales y de ayuda son también carismas
del Espíritu otorgado a ciertos creyentes, para perfeccionar a los santos y para la
edificación del cuerpo de Cristo (Ef. 4:12). De manera que un ministro es uno
llamado por Dios a una posición de responsabilidad que de privilegio, así lo sugiere
el término que se usa para ministro: diakonos “servidor de mesas”; huperetes:
“remeros en un barco”; Leitourgos: “siervo”, usualmente, servidor del estado o en
el templo.

El Espíritu Santo reparte sus carismas para la edificación de la iglesia, la


formación del carácter cristiano y el servicio a la comunidad. De manera que la
recepción de un don no es para vanagloria personal o demostración de
superioridad espiritual sobre los demás, ni es resultado de una santidad superior o
de una elevada posición de privilegio, sino más bien es una dadiva que trae consigo
tremendas responsabilidades y consecuencias. Debemos pues administrarlo
correctamente, quienes hemos recibido de parte de Dios un don espiritual.
Prestemos atención a lo expresado por el apóstol Pedro: “como buenos
administradores de las variadas bendiciones de Dios, cada uno de ustedes
sirva a los demás según los dones que haya recibido. Cuando alguien hable,
sean sus palabras como, palabras de Dios. Cuando alguien preste servicio,
préstelo con la fuerza que Dios le da. Todo lo que hagan, háganlo para que
Dios sea alabado por medio de Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el
poder para siempre” (1 Ped. 4:9 - 11). Recuerde que Dios recompensará a todo
servidor fiel y prudente en el Día de Cristo (Rom. 14; 10; 2 Tim. 4:7 - 8).

El apóstol Pablo hablando de los dones espirituales insiste en que los dones
47

espectaculares (Sanidades, milagros, etc) eran “inferiores” a los que servían para
instruir a los creyentes en la fe y la ética y para evangelizar a los no cristianos. No
se prohíbe hablar en lenguas, pero sugiere que infinitamente superior eran la
exposición inteligente de la palabra, la instrucción en la fe y la ética y la
predicación del evangelio. En síntesis, concluye que el criterio para evaluar el valor
relativo de los dones espirituales era doctrinal (1 Cor. 12:3), moral (1 Cor. 13) y
práctico (1 Cor. 14).

2. El Fruto del Espíritu Santo.-


E1 fruto del Espíritu Santo está más relacionada con el carácter, en
cambio los dones y ministerios están relacionados con la acción y el servicio. El
fruto del Espíritu se describe en Gálatas 5:22 - 23: “amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza”.

El fruto del Espíritu es consecuencia natural esperada del crecimiento


cristiano. Pues todos los cristianos tienen el deber de crecer en la fe y en el
conocimiento de Dios; por tanto, tienen la responsabilidad de desarrollar el fruto
del Espíritu, ya que éstos reflejan el carácter de Cristo.
El fruto del Espíritu no se descubre como los dones espirituales, más bien
se desarrolla por medio del andar con Dios y cediendo al Espíritu Santo (Col. 2:19;
1 Tes. 3:12). De manera que los dones espirituales definan lo que el cristiano
hace; en cambio los frutos del Espíritu revelan lo que el cristiano es. El fruto del
Espíritu es requisito esencial para el ejercicio de los dones espirituales. Los dones
espirituales sin el fruto no valen nada. La iglesia de Corinto era una de las
congregaciones más habilitadas con los dones espirituales (1 Cor. 1:7), pero en
cuanto al carácter y la (ética) conducta cristiana eran un desastre (1 Cor. 1:10 - 13;
3:1-4; 6:1 - 11).

Según las Escrituras los dones espirituales son de carácter temporal más el
fruto del Espíritu es perdurable (1 Cor. 13:8). Así mismo los dones espirituales
están orientados hacia tareas o acciones a favor de la iglesia, en cambio el fruto
está orientado hacia Dios. El carácter cristiano no es pues meramente rectitud
moral o legalista sino la posesión y manifestación de las nueve virtudes del
Espíritu. Así el amor, el gozo y la paz, representan el carácter como el estado
interior de la persona; la longanimidad, benignidad y bondad, es el carácter en
su manifestación hacia las personas; la fe, la mansedumbre, la templanza
identifican el carácter de la persona en su relación con Dios. Tomadas en
conjunto estas virtudes nos ofrecen un retrato moral del Señor Jesucristo. Este
carácter es susceptible de manifestarse en la vida del creyente, debido a su unión
vital con Cristo (Gál 2:20).

El fruto del Espíritu es definido en Juan 15:8 en el mismo capítulo del


cuarto evangelio se nos da los niveles o grados de fructificación, así: fruto (vr.2);
más fruto (vs 2); mucho fruto (vrs. 5,8), de manera que cuando llevamos mucho
fruto, el Padre es glorificado en nosotros (Jn. 15:8). No olvide que después de
nuestra conversión y consagración el Padre, junto con el Hijo han venido a morar
en cada corazón del verdadero discípulo de Cristo (Jn. 14:23).

Recuerde que las acciones morales y gracias menores del cristianismo


se imitan con frecuencia y fácilmente, pero nunca el fruto del Espíritu. Por
48

ejemplo en el tiempo de Jesús, los fariseos eran hombres que manifestaban una
severa disciplina moral y una intensidad religiosa, pero ninguno de ellos,
dirigiéndose a Dios podían decir: “...yo te he glorificado en la tierra”, como sí lo dijo
Cristo (Jn. 17:4).

En resumen, la presencia dinámica del Espíritu Santo en la vida del


cristiano no sólo genera una nueva vida en él sino que también la preserva en
actividad, así como activa y desarrolla los dones espirituales y hace posible y
visible que el fruto del Espíritu Santo irradie el carácter de Cristo en el auténtico
discípulo de Cristo (Jn. 14:17 - 21).

UNIDAD XVI
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL MUNDO.
En esta parte estudiaremos la obra del Espíritu Santo en el mundo, pero
no del mundo como un todo, sino más bien su operación en relación con los
individuos (Jn. 16:7 - 11).

1.El Redargüir
El Señor Jesucristo en este pasaje describe el ministerio del Espíritu
Santo en el mundo y especialmente el de redargüir, que puede ser traducido
también por reprender o convencer. Esta operación del Espíritu no indica un
simple remordimiento de conciencia ni que haya de producir tristeza en el corazón,
sino más bien presentará acusación contra el mundo. Convencerá, probará la
culpabilidad en la mente, en el propio corazón del individuo, mediante la
iluminación interior; en unos para que crean y otros para su condenación si
rechazan la gracia salvadora de Dios en Cristo.

2. De Pecado
Esta acción del Espíritu Santo no indica el crear un simple
remordimiento o vergüenza acerca de los pecados cometidos, sino principalmente el
pecado de incredulidad, es decir, en vista de la obra expiatoria de Cristo en favor
del hombre que nos ha proporcionado toda clase de bendiciones espirituales, y que
el hombre no crea, sería la forma más exagerada de incredulidad y
rechazamiento de Cristo; consiguientemente sufriría la condenación eterna (Jn.
3:18 - 36). Así el testificar esta verdad en la conciencia del individuo en relación
con el único pecado decisivo, que es el de no creer en Jesucristo, “...por cuanto
no creen en mí” (Jn. 16:9), es una de las operaciones del Espíritu Santo.

3. De Justicia
Es claro que éste pasaje se refiere a la Justicia perfecta de Cristo, que
el Espíritu Santo está comisionado a presentar o iluminar en la mente de las
personas, es decir, que el hombre sea convencido, que hay en Cristo perfecto alivio
y descanso del sentido de pecado, que ésta nueva posición en Cristo (Rom. 5:1),
hace innecesaria todas las obras del mérito humano. Y está basado en una nueva y
vital unión establecida entre Cristo y el hombre.
49

En cuanto al cristiano ésta obra sobrenatural se hace factible cuando por


la iluminación del Espíritu Santo, reconoce que Cristo como Salvador satisface
plenamente toda necesidad del corazón humano en el tiempo y la eternidad y está
basada en una nueva y vital comunión establecida por el Espíritu Santo, entre
Cristo y el creyente ( 2 Cor. 13:14). Esta obra del Espíritu Santo también se
fundamenta en el hecho histórico de la Ascensión de Cristo, como prueba
irrefutable de su obra consumada aquí en la tierra, ... “por cuanto voy al Padre, y
no me veréis más” (Jn. 16:10).

4. De Juicio
La muerte de Cristo en la cruz del Calvario tuvo resultados que
transcendieron más allá de lo temporal y físico. Su muerte redentora trajo consigo
la reconciliación de los cielos y la tierra (Col. 1:20). Este es el mayor de todos los
juicios, el cual ya tuvo lugar, puesto que fue llevado a cabo por Cristo como
Sustituto al morir, el Justo por los injustos, trayendo efectos infinitos para todo
creyente en Cristo y que el Espíritu Santo se encargará de iluminar y convencer el
hecho de la redención y la muerte vicaria de Cristo (Rom. 5:8).

Así mismo otro de los efectos transcendentales de este ministerio


sacrificial de Cristo, es el Juicio o el Juzgamiento del “dios de este siglo” (Jn.
12:31), Jesús lo expresó así: “...por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya
juzgado” (Jn. 16:11). Esto implica que ahora el príncipe de este mundo será
echado fuera (Jn. 12:31), de manera que su dominio entre los hombres, o su poder
de esclavizar a los hombres ha sido rota, el “hombre fuerte” ha sido atado,
derrotado y arruinado; consecuentemente, sentenciado al fuego eterno.

Cuestionario (resolver y entregarlo al profesor).

Nombre del alumno:

1. Explique el significado de los siete espíritus de Dios.

2. Escriba tres ejemplos para cada uno, en lo referente a los Atributos de la


Personalidad y
Divinidad del Espíritu Santo.
a) .________________________________________________________________________
b) .________________________________________________________________________
c) . _________________________________________________________________ ___________
d) . ________________________________________________________________________
e) . _________________________________________________________________ ___________
f) . ________________________________________________________________________
50

3. Explique los significados de Espíritu de Dios, Espíritu de Cristo, Espíritu


Santo y Espíritu de Vida

4. Explique el significado de los símbolos del Espíritu Santo.


a) ______________________________ .
b) ______________________________ .
c). _______________________________________________
c) ______________________________
d) ______________________________ .
c). _______________________________________________

5. Sustente la obra del Espíritu Santo en el ámbito intelectual, de las ciencias y


las artes, y la moral.

6. Explique la obra del Espíritu Santo en la regeneración y el testimonio público.

7. Qué significa conquistar, resistir y envilecer los dones del Espíritu Santo.

8. Explique el don de sabiduría y de ciencia


51

9. Explique qué significa la llenura y la plenitud del Espíritu Santo.

10. Explique la diferencia entre los dones espirituales y el fruto del Espíritu.

BIBLIOGRAFÍA

ARAYA, Eugenio. Espíritu Santo. Santiago de Chile: CTECH. 1992.


BERKHOF, Luis. Teología Sistemática. Grand Rapids: TELL, 1979.
BONNET, L; SCHROEDER, A. Comentario del Nuevo Testamento. CBP,
1971. Tomo 3 COY, Francisco. El Otro Jesús. CBP, 1974.
CHAFER, Lewis. Grandes Temas Bíblicos. Grand Rapids. TELL, 1979.
_____________ Teología Sistemática. Georgia: Publicaciones Españolas,
1974.
DENES y BENNET, Rita. El Espíritu y Tú. Nueva Jersey: Logos Internacional,
1971.

También podría gustarte