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Son varias las razones culturales que avalan una decisión como la de Editorial
Trotta -excelentemente dirigida por Alejandro Sierra- de recoger en seis
volúmenes la obra completa de José Luis López Aranguren: no pocos libros
del profesor resultaban difíciles de encontrar en el mercado; tener acceso global
y ordenado temáticamente a una obra tan dispersa posibilita el estudio y la
valoración intelectual por parte de las nuevas generaciones de filósofos y escri-
tores; la permanencia de la obra filosófica y ensayístíca de un español depende
en buena medida de estas decisiones editoriales (los casos de U namuno, Ortega
y Zubiri -del que se están aún publicando trabajos inéditos- lo ponen de
manifiesto); facilitará que las bibliotecas y centros de estudio españoles y extran-
jeros estén dotados de una edición definitiva y rigurosa del que ha sido uno
de los más significativos herederos de la ret1exión religiosa de Unamuno, de
la habilidad ensayística de Ortega y de la aportación ético-filosófica de Zubiri;
y, por último, es quizá el mejor homenaje que cabe hacer a un pensador ya
fallecido y que tanto contribuyó al enriquecimiento de la cultura religiosa, filo-
sófica y política de nuestro país.
Además de esta laudable decisión editorial, cabe resaltar el esmerado esfuer-
zo de Feliciano Blázquez por seleccionar y organizar todo el material disperso
de y sobre Aranguren. Nos indica con precisión la estructura y el contenido
de cada uno de estos seis volúmenes, resalta el contexto cultural en el que
surgieron los libros en ellos recogidos y las ediciones o modificaciones que
han experimentado. Tan necesaria tarea la ha realizado, con excelente docu-
mentación, el propio Feliciano Blázquez en las introducciones a los respectivos
tomos. Sin el ahinco y la perseverancia que caracteriza a este estudioso de
la vida y obra de nuestro profesor, no se podría haber iniciado, con la brillantez
que refleja, tan ardua empresa editoriaL
Los que hemos dedicado una etapa de nuestra vida a estudiar la obra
arangureniana nos alegramos sumamente de tener acceso a estos volúmenes
que, por su atractivo, nos impulsan a releer los opúsculos, artículos, capítulos
y libros que más nos agradaron del profesor Aranguren y nos devuelven aquella
sensación de frescura y briHantez que experimentábamos al sumergirnos hace
algún tiempo en sus textos. Ahora que su obra, por su reciente muerte, ya
está irremediablemente completa, y que estos tomos de la Editorial Trotta
(llamados a ser para su largo futuro el definitivo corpus arangureniano) nos
la presentan mejor contextualizada y ordenada, es del todo oportuno recordar
a los lectores de Isegoria (muchos de ellos interesados en la figura y el pen-
samiento de este intelectual) cuáles han sido las contribuciones principales
del profesor Aranguren a la reflexión ética de nuestro país. Por ello me propongo
en estas páginas ofrecer una personal recensión de estas Obras Completas que
con «generosa osadía» (como reconocía el propio Aranguren nada más comen-
zar el prólogo del primer volumen) ha publicado la Editorial Trotta.
Presentaré una breve exposición de las que considero las cinco aportaciones
del pensamiento de Aranguren -religiosa, filosófica, política, sociológica y
literaria- unificadas por una insistente y novedosa perspectiva ética. Así pues,
lo que vengo a presentar en esta ocasión constituye una especie de «guía»
orientativa de los escritos más importantes de su obra, ubicables en cada una
de las cinco aportaciones arriba indicadas, a fin de que los futuros lectores
no se extravíen a través de las más de 4.000 páginas que suman estas Obras
Completas.
L Aportacián ético-religiosa
2. La aportación ético-filosófica
junto con otros intelectuales católicos de los años cincuenta (Laín, Marias,
Maravall...), se vio obligado a presentar a la inquisidora exposición de las ideas
orteguianas que había defendido el neotomista dominico P. Santiago Ramírez
en su libro La filosofía de Ortega y Gasset (Herder, Madrid, 1958). Arangurcn
ofrece en su opúsculo una iluminadora interpretación del pensamiento ético
de Ortega. A pesar de su brevedad -y del tiempo transcurrido, casi cuarenta
años- se puede encontrar en él uno de los mejores análisis que existen de
los dispersos textos éticos orteguianos.
Sin embargo, nuestro profesor no sólo fue sensible al pensamiento español
(Unamuno, D'Ors, Ortega, Zubiri, sobre quienes había escrito ya -o escribiría
más tarde- artículos y libros, recogidos en los volúmenes 1 y 2) que tanto
le estimuló para su propia concepción de la ética, sino que revisó críticamente
las dimensiones morales de las tres más significativas corrientes -o «imperios
filosóficos», como los denominaba Ferrater Mora- de los años cincuenta y
sesenta: la analítica, la fenomenología y el marxismo. Si de las dos primeras
se ocupa a través de las páginas de la Ética dedicadas a Moore, Wittgenstein
y Toulmin -poco conocidos en nuestro país por aquel entonces- y a Hei-
degger, Sartre y Scheler, a la tercera corriente dedicó un lúcido y breve libro,
El marxismo como moral (1968), que además de reflejar una especial sensibilidad
para captar y criticar el mensaje ético de esta corriente político-económica
(voL 3, pp. 187-199), ofrecía un sugerente diálogo del marxismo tanto con
el novedoso estructuralismo francés (pp. 204-218) como con el cristianismo
moral (pp. 218-224).
Coetáneo a esta revisión de la moral marxista es otro pequeño libro del
año 67, Lo que sabemos de moral (reeditado en el 83 como Propuestas morales
y recogido con este título en el volumen 2 de Obras Completas), en el que
se matizan algunas tesis de su tratado, como por ejemplo -de las anteriormente
señaladas- la 2.a (abertura de la ética a la religión) y la 5.a (la subordinación
de la ética a la metafísica). Este libro puede ser considerado una amena intro-
ducción -no exenta de rigor- tanto a cuestiones y corrientes centrales de
la ética filosófica -lógica de la moral, determinismo, relativismo, eudcmonismo,
utilitarismo, moral del deber, crítica de los valores (vol. 2, pp. 570-585)-,
como a sus conexiones con la realidad social y cultural -la moralización,
la socialización, la crisis actual de la moral, la democracia- (pp. 596-616).
El propósito dc Aranguren, en suma, era mostrar la centralidad de la moral
tanto en la reflexión como en la vida social y, sobre todo, la grave crisis en
que se encuentran las antiguas especulaciones de éticas religiosas, metafísicas
y normativas.
Podríamos afirmar que Aranguren, con estas obras, se fue convirtiendo
poco a poco en el inspirador de los «éticos» españoles encuadrables en las
más variadas tendencias filosóficas ~marxistas, fenomenólogos, analíticos,
estructuralistas... y también cristianos-o Sobre la joven filosofía española y
la presencia de Aranguren en ella puede consultarse El oficio de intelectual
3. La aportacián ético-política
siempre expone, con mayor o menor detalle, su concepción moral del intelectual.
Aunque ésta fue esbozada a finales de los cincuenta al enmarcar sus escritos
religiosos y al referirse a la misión dcl intelectual católico en la renovación
de la Iglesia, a mi modo de ver es en sus reflexiones políticas donde se expone
con mayor delimitación cuál es la función específica del intelectual ante las
estructuras de poder. Y es en este marco crítico en el que procura distanciar,
desarrollando la posición de Ortega, la figura del «intelectual» de la del «po-
lítico». Un ejemplo de esta diferenciación funcional se encuentra en la con-
ferencia pronunciada en el Congreso de los Diputados el 4 de febrero de
1985 titulada «La actitud ética y la actitud política» (vol. 3, pp. 558-563), en
la que viene a concentrar lo que durante años había defendido en diversos
artículos, desde aquel lejano texto titulado «El oficio del moralista en la sociedad
actual» (vol. 2, pp. 635-641). A pesar de redactarse durante el año 59, este
breve texto marcó claramente la posterior concepción del intelectual que Aran-
guren fue personificando entre nosotros hasta el final de su vida.
4. Aportación ético-social
años que los separan- nos acercan a las dos formas de vida más dispares
y, sin embargo, moralmente complementarias. Resulta del todo acertado reco-
gerlos, uno detrás de otro, en el volumen 5: su lectura continuada hace más
patentes los contrastes generacionales y morales.
Aranguren no es un aséptico sociólogo que describe, sino un moralista que
valora hechos sociológicos, es decir, que percibe con finura poco común lo
que de moral hay en los comportamientos sociales. La reflexión ética aran-
gureniana se conecta tan armónicamente con la descripción sociológica que
no sólo, según defendió en su tratado filosófico, la ética personal ha de abrirse
al «éthos social», sino que, como mostró en varios artículos y ensayos posteriores,
la sociología es.• sobre todo, «ética social». Y ésta es, a mi juicio, la aportación
más valiosa a la sociología que nos ha ofrecido Aranguren: haberla convertido
en un campo de observación de «formas de vida» al servicio de la instauración
de nuevas pautas morales en las sociedades cambiantes.
Tal perspectiva sociológico-moral no sólo fue aplicada a grupos sociales
como los jóvenes, los ancianos o los habitantes de las grandes urbes, también
Arangurcn supo servirse de ella con maestría para estudiar nuestra pasada
centuria: Moral y sociedad. La moral social española en el siglo XIX (1966),
recogido en el volumen 4 (pp. 25-173). En esta obra le interesaba al profesor
describir las líneas generales de los moeurs, de la moral vivida reflejada en
los usos y las instituciones sociales, del eéthos social» decimonónico. Se proponía
el profesor continuar este proyecto con otro libro sobre la moral social española
del siglo xx, Nunca llegó a escribirlo. Sin embargo, no pocos de los breves
artículos de los años setenta y ochenta podrían comprenderse como el intento
de poner de manifiesto cuál es la moral vivida en nuestro país, durante esta
centuria que ya acaba, bajo el triple condicionamiento del que depende, según
desarrolló en aquel libro sobre el siglo XIX español, toda forma de vida moral:
el económico, el social y el político.
Estos tres condicionantes de formas de vida moral los ha ido esbozando
Aranguren en breves artículos de los setenta y ochenta. Del económico trató,
por ejemplo, en «Ética de la penuria», «Moral de los años ochenta» y «Revisión
de la moral en la sociedad actual», recogidos en el capítulo V de Sobre imagen,
identidad y heterodoxia (vol. 3, pp, 423-437). Sobre el condicionamiento social
destacaría, por ejemplo: «La moral social» y «Éticas y comunidades adultas»,
ambos presentes en Ética de la felicidad y otros lenguajes (vol. 3, pp. 537-553
y 564-578). Y sobre el condicionamiento político, sin olvidar los libros citados
en el apartado dedicado a su aportación ético-política, señalaría «El hombre
y la política» y «El político y el ciudadano español», también recogidos en
Ética de la felicidad... (pp. 522-530 Y554-557).
Por otra parte, un estudio en el que se combinan estos tres condiciona-
mientos de las formas sociales de vida moral podría ser «El sistema social,
la sociedad actual y su transformación», que ocupa un lugar central en Mora-
lidades de hoy y de mañana (vol. 3, pp. 248-272). La vertiente sociológica de
5. Aportacián ético-literaria
españoles como Tirso de Molina (vol. 5, pp. 344·352), Santa Teresa de Ávila
(vol. 6, pp. 625 Y ss.), San Juan de la Cruz, Miguel de Cervantes y Baltasar
Gracián, entre otros, interpretados estos tres últimos de forma original en
su libro del año 76 Estudios literarios (vol. 6, pp, 263 Yss.).
Quisiera hacer especial hincapié en el que considero uno de los mejores
ensayos ético-literarios de Aranguren: «La moral de Gracián». Fue publicado
por primera vez en 1958, justamente el año en el que Aranguren concluyó
su Ética. En aquel ensayo se sirve el profesor de los conceptos desarrollados
en este tratado (<<ethos», «talante», «situación», «moral como estructura», «mo-
ral como contenido») para interpretar la compleja obra de Gracián. Consi-
derándolo un «pensador de crisis», va analizando Aranguren con penetración
envidiable su «maquiavelismo psicológico» (apto para el triunfo mundano),
su «prudencia como astucia» (o conjunto de reglas moralmente neutrales para
la manipulación práctica de la realidad), su «magnanimidad» siempre cauta,
su «desengaño» del mundo y de la vida, etc. Aranguren concluye explicitando
la concepción de la «personalidad moral» que se encuentra en la obra graciana,
al mismo tiempo que procura desvelar los «contenidos» morales más presentes
a lo largo de sus escritos principales. Este ensayo, a mi juicio, es el más repre-
sentativo tanto de la habilidad de Aranguren para acercarse a la literatura
desde sus propias categorías ético-filosóficas, como de su insistente interés
por extraer fuerza moralizadora para la reflexión y la vida de los grandes
creadores.
Por todo ello, es posible afirmar que ha sido la preocupación religiosa
y moral la que más impulsó al profesor desde los años cuarenta -y a 10
largo de toda su trayectoria intelectual- a entresacar de la literatura aquellos
conflictos personales y sociales que puedan ilustrar aún al hombre de hoy.
Son estas dos preocupaciones, pues, las que más sobresalen en sus ensayos
literarios, aunque es la de carácter específicamente moral la que se acentúa
a lo largo del tratado de Ética para reivindicar, al final de sus páginas (vol. 2,
p. 501), que los estudiosos de esta disciplina filosófica han de leer intensamente
y meditar la mejor literatura. Es en ésta donde se refleja con una fuerza plástica
incomparable el drama moral en que consiste el vivir y el morir. Tal perspectiva
metodológica potenciaría, sin duda, la reflexión y el estudio de la ética. Con-
sidero, por tanto, que el desvelamiento y la utilización del interés moral de
la literatura clásica y contemporánea para la reflexión ha de contarse como
una de las contribuciones éticas del profesor Aranguren que conviene resaltar,
dado que compaginar con fecundidad la buena crítica literaria con la teoría
ética no ha sido -ni es todavía- una cualidad intelectual entre los que nos
dedicamos a la enseñanza de la filosofía moral en la Universidad. En esta
última, como en las anteriores cuatro aportaciones éticas indicadas más arriba,
Aranguren ha ejercido un magisterio que bien merece ser actualizado y al
que, con toda seguridad, van a contribuir estos seis volúmenes de la joven,
y ya consolidada, Editorial Trotta.