Isaac Newton (Historia Eclesiástica)

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En el tema religioso, abordado en diversas ocasiones a lo largo de la obra,


Agrippa, como ya hemos dicho, toma un claro partido en algunas de las cuestiones
que provocaban entonces enconados debates, alineándose claramente en el bando
reformador. Rechaza, por ejemplo, el culto a las imágenes y critica duramente el
uso que hace de ellas en su provecho «la avara casta sacerdotal» (p.186) y dedica el
extenso capítulo LXI a repartir durísimas críticas a los magistrados de la Iglesia sin
excepción, pues «actualmente ascienden a la cátedra de Cristo muchos pontífices
y apóstoles semejantes a los escribas y fariseos» que «abusan desvergonzada,
escandalosamente y con criminal placer, según su propio capricho, incluso de las
sagradas ceremonias de la Iglesia».
Tras su publicación (Amberes, 1530) la Declamación gozó de gran éxito, como
el propio Erasmo atestigua en una de sus cartas. Pero muy pronto fue escudriñada
por los teólogos de la Sorbona, que censuraron cinco pasajes de los capítulos más
críticos con la Iglesia y, tras ellos, los de la Facultad de Teología de Lovaina, que
prohibieron 43 artículos, estudiados detenidamente por Manuel Mañas junto con la
réplica realizada por Agrippa en su Apologia. En parte quizás por el atractivo de la
obra prohibida, la fama de la Declamación continuó y fue traducida a lo largo de
esa misma centuria al alemán, polaco, italiano, inglés y francés. Por el contrario en
España, como decíamos al principio, la figura de este humanista alemán ha sido poco
conocida, debido en buena medida a la ausencia de traducciones de sus obras más
importantes. La situación, afortunadamente, ha cambiado. Ya en 1992 apareció una
versión castellana de De occulta philosophia, acompañada de una breve introducción,
poco exigente en el terreno filológico. Ahora el profesor Manuel Mañas, experto
traductor de textos latinos tanto clásicos como humanísticos, ha realizado una
excelente versión, que se lee con agrado de principio a fin, a pesar de las muchas
dificultades que entraña no sólo la comprensión de un texto tan complejo, sino
también lo que podríamos denominar la actualización del estilo literario del original,
que ha conseguido hacerlo fácil y atractivo al lector de hoy. Estamos seguros de que
su obra contribuirá poderosamente a difundir el conocimiento de Cornelio Agrippa en
nuestro país y que los estudiosos de la literatura humanística hallarán en ella nuevas
e interesantes claves para sus investigaciones.

Antonio Espigares Pinilla


Universidad Complutense de Madrid

Isaac Newton, Historia Ecclesiastica (De origine schismatico Ecclesiae papisticae


bicornis), Edición crítica, traducción y estudio de Pablo Toribio Pérez, Madrid,
CSIC, 2014, 628 pp.

En los últimos años se ha demostrado que el pensamiento de Newton, consi-


derado unánimemente como uno de los científicos y filósofos de la naturaleza más
importantes para la modernidad, no puede separarse de su teología, que poco a poco
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va dejando el estado de simple escritura esotérica. El libro que comentamos en esta


reseña, editado por Pablo Toribio Pérez, tiene una importancia capital para compren-
der la teología antitrinitaria, arriana, de Newton, y puede ser enmarcado dentro de
las investigaciones que pretenden hacer públicos los materiales inéditos de Newton1.
Si la primera aserción es cierta, la relativa a la conexión de la filosofía natural
y la teología del inglés, lo primero que cabría preguntarse es hasta qué punto esta
teología dirigida contra el cristianismo ortodoxo que sale de Nicea puede servir para
iluminar la filosofía natural de Newton. Pregunta esencial que, a la luz de los estudios
recientes sobre este científico, no puede dejar de hacerse cualquier lector de este libro
magníficamente editado dentro de una colección, Nueva Roma. Bibliotheca Graeca
et Latina Aevi Posterioris, dedicada a estudios latinistas.
Antes de limitarnos a apuntar una posible respuesta a esta difícil cuestión presen-
taremos la edición de Pablo Toribio Pérez, con la que se quiere contribuir a terminar
con la imagen de Newton proporcionada por la Ilustración, la de que sus investigacio-
nes teológicas y alquímicas eran, en caso de no ser falsas, el producto de una «mente
senil» (p.60).
La Historia Ecclesiatica es una obra teológica esotérica e inédita que, como
explica el propio Pablo Toribio, constituye el texto de Newton –después de los Prin-
cipia– más extenso escrito en latín (p.85). Esta obra no fue concebida así por el
inglés, sino que supone el fruto de la reunión por el editor de las páginas que sobre
la historia eclesiástica del siglo IV encontramos en hasta tres manuscritos distintos
de Newton, si bien todos ellos pertenecen a la misma época2. La coherencia de esta
edición de Toribio Pérez se debe, en primer lugar, a su contenido. El libro trata de
los primeros años en los que tiene lugar la controversia arriana, «inmediatamente
antes del Concilio de Nicea (325) y poco después del mismo» (p.75). Empieza con
«la identificación de la bestia bicorne del Apocalipsis con la Iglesia trinitaria estable-
cida en el último tercio del siglo IV» (p.85), y formada por los obispos de Roma y
Alejandría tras la muerte del emperador Constancio (p.87). Se investiga después los
«orígenes de dicha Iglesia en el primer tercio del mismo siglo, para probar que nació
del cisma y la herejía» (p.85). La historia se va centrando poco a poco en Atanasio
de Alejandría, hasta que adquiere todo el protagonismo a partir del capítulo 120 de
esta edición (p 89). Al parecer, el mismo Newton se refería en otro manuscrito a un
tratado en que disertaba sobre el origen herético y cismático de la Iglesia papista.
Toribio cree que esta afirmación se refiere al texto que ha editado combinando diver-
sos manuscritos (p.85).

1 Toribio Pérez nos informa (p.58) de que este libro se enmarca precisamente dentro del proyecto de
investigación «Edición crítica de textos inéditos de Isaac Newton», que dirige la profesora Ciriaca Morano
Rodríguez.
2 El texto resulta de completar los 143 primeros folios del manuscrito Yahuda 19 con la totalidad del
manuscrito Yahuda 12, una treintena de folios, y ocho páginas del Yahuda 1.5. Por lo demás, cabe informar de
que las tres principales colecciones de manuscritos de Newton fueron reunidas por el filólogo judío Abraham
Shalom Yahuda, el célebre economista Keynes, cuya colección pasaría tras su muerte a la biblioteca del King’s
College de Cambridge (p.61), y por la familia Babson.

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La datación de Historia Ecclesiastica también legitima esta edición, pues los


textos de los tres manuscritos reunidos fueron compuestos en la primera época de la
obra de Newton. Durante este periodo todos los escritos del científico consagrados a
narrar la historia de la Iglesia se centran en la «gran apostasía anticristiana» del siglo
IV y tienen, a diferencia de los redactados después de 1710, un tono anticatólico y
apocalíptico (p.70). Por eso están conectados con los estudios que durante este perio-
do escribe sobre exégesis del Apocalipsis, como aquel tratado en forma de carta que
dirige a John Locke, An Historical Account of Two Notable Corruptions of Scripture
(1690), en donde aborda el uso corrompido que se hace de dos pasajes bíblicos (1
Jn.5.7.; 1 Tim.3.16) para defender el dogma de la Trinidad. Por lo demás, este tratado
permaneció inédito, a pesar de que Locke estaba dispuesto a gestionar su publicación
anónima en Holanda (p.48).
Seguramente, los textos reunidos en la edición de Toribio Pérez se escriben des-
pués de 1678, pues el autor inglés utiliza la reedición que en este año aparece de la
obra de Eusebio de Cesarea. Es muy probable que Newton los escribiera entre 1686
y 1695, poco antes de otra obra teológica de la década de los noventa y de argumento
similar, las Paradoxical Questions Concerning the Morals and Actions of Athanasius
and His Followers, pero después de los años 1684-86, años en los que estuvo plena-
mente ocupado en la escritura de los Principia (p.106). Por último, debemos añadir
que el título elegido por el editor para esta obra, Historia Ecclesiastica (De origine
schismatico Ecclesiae papisticae bicornis), resulta de combinar los dos únicos epí-
grafes que aparecen en tales manuscritos3.
En su introducción, Pablo Toribio Pérez escribe dos cosas que son fundamentales
para responder a nuestra pregunta acerca de la posible conexión del arrianismo con
la filosofía natural moderna. En primer lugar, se tiende a ver hoy la obra de Newton
«como un proyecto unitario de reforma religiosa en sus dos vertientes, Naturaleza y
Escritura». En segundo lugar, se considera que «el dominio absoluto de Dios sobre
su creación», esto es, una teología voluntarista, constituye la clave de la filosofía
newtoniana (p.41). Pues bien, el arrianismo, como demuestran estudios recientes, es
sobre todo una religión en la que se destaca la voluntad del Dios Padre, su diferencia
con el Hijo, el Mediador, de forma que puede ser considerada una manifestación de
teología voluntarista.
Toribio Pérez ha mostrado, por lo demás, que Newton vivía en un contexto anti-
trinitario, que sin duda debió influir decisivamente sobre sus ideas teológicas. Tene-
mos así el sonado caso de John Biddle, que difunde el antitrinitarismo en la Inglaterra
de Cromwell y muere en prisión en 1662, pero también cabe mencionar la recepción
de las publicaciones holandesas de los exiliados polacos socinianos, o la del Nucleus
historiae ecclestiasticae (1669) del prusiano Chistoph Sand (p.33), una obra que se

3 El propio editor lo explica así: «He preferido el segundo epígrafe como título principal porque abarca
la mayor parte del texto, que consiste en una revisión crítica de hechos históricos; he añadido el primer
epígrafe como subtítulo entre paréntesis porque expresa la finalidad última de dicha revisión, que se encuentra
directamente relacionada […] con la exégesis apocalíptica.» (p.86).

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encontraba en la biblioteca de Newton, y contra la cual George Bull escribió su De-


fensio fidei Nicaenae (1685)4. Dentro de esta corriente antitrinitaria cabe añadir la
figura de William Whiston, que llegó a ser expulsado de Cambridge por sostener pú-
blicamente una historia de la Iglesia similar a la esotérica de Newton, o los escritos de
alguien tan próximo a Newton como Samuel Clarke, que en 1712 publica Scripture-
Doctrine of the Trinity. En este último libro, Clarke, basándose en los pasajes bíblicos
centrados en la relación entre el Padre y el Hijo, pretendía mantener un pensamiento
antitrinitario compatible con el anglicanismo, si bien tuvo que retractarse finalmente
de esta posición (p.51).
En las décadas de los setenta y ochenta del siglo XVII, Newton se entrega al
estudio de la literatura patrística y de la historia eclesiástica y llega a una conclusión
parecida a la de Sand (p.43), la de que antes de Nicea el partido tradicional y ortodoxo
había sido el arriano. Por este motivo, Newton defenderá la restitutio, la vuelta al pa-
sado ortodoxo de la Iglesia. Desde este enfoque, la novedad idólatra tenía que ver con
el partido homousiano, con el liderado por los obispos de Alejandría y Roma. Newton
sostenía que la bestia apocalíptica era la Iglesia trinitaria, la forjada entre el Concilio
de Nicea, en 325, y el de Constantinopla, en 381. En su opinión, la doctrina trinitaria
constituía una evidente manifestación de idolatría, una «falsa religión infernal». En
una línea que se remontaba hasta Arrio, reconocía que Cristo, el Mediador, era el Hijo
de Dios, pero, al mismo tiempo, insistía en la diferencia sustancial con el Dios Padre,
de forma que el primero no era consustancial con el segundo. Newton agregaba que
la Iglesia católica contenía la suma de todas las corrupciones religiosas (p.42), aun-
que la Reforma, fuera de algunas manifestaciones radicales, tampoco hubiera servido
para eliminar la peor de estas corrupciones, el trinitarismo, cuyo comienzo es preci-
samente abordado por la obra de Newton que comentamos.
Para comprender la relación entre arrianismo, teología voluntarista y filosofía
natural, puede ser de gran interés detenerse en las páginas de la Historia Eclesiástica
dedicadas a la teología de los eusebianos. En particular, en las páginas que tratan de
la teoría de la creación universal, una doctrina que se puede conectar con el volun-
tarismo teológico que hoy suele considerarse como fundamental para comprender la
ciencia de Newton, y que no podemos desplegar en esta reseña. Escribe el inglés en
aquellas páginas que, para los eusebianos, Dios, «uno y simplicísimo», no sólo es
autor o creador de todas las cosas, sino que sigue gobernándolas (p.323). Subrayar, en
contraste con el cristianismo ortodoxo o trinitario, la diferencia entre el Dios Padre y
el Hijo, conducía, fuera o no consciente del todo Newton, a resaltar la imperfección
de una naturaleza que, en sí misma, no podía identificarse con la sustancia del Crea-
dor y que necesitaba de la continua asistencia, gobierno, del Dios Padre a través de su
Mediador. No cabe duda de que esta teología voluntarista de Newton se situaba lejos

4 Para poner fin a estos debates sobre doctrinas heterodoxas se promulga en 1698 un «Act for the More
Effectual Suppressing of Blasphemy of Profaneness», por la que se privaba de derechos civiles a quien negara
la Trinidad. La ley castigaba incluso dicha herejía con pena de cárcel, pero, como recuerda Pablo Toribio,
apenas se aplicó (p.48).

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de concepciones mecanicistas, deístas, etc. que, ciertamente, pensaban en un Dios


creador, pero no que siguiera gobernando el universo.
Otra cuestión que nos parece muy relevante es todo lo comentado por Toribio
Pérez en su introducción acerca de la restitutio. Considera el editor que la obra de
Newton forma parte de la tendencia de la ciencia moderna hacia la restitutio, ha-
cia la vuelta a las fuentes clásicas. Sostiene que un buen número de los científicos
modernos, Copérnico, Servet, Giordano Bruno, Kepler, Galileo, se vinculan, entre
1516 y 1669, con una tradición cortada o interrumpida. Toribio plantea de este modo
una de las cuestiones fundamentales en la querella sobre la secularización, la de la
modernidad como ruptura o continuidad con respecto al saber premoderno. Añade a
este respecto que la querella entre los antiguos y modernos es más bien un «artificio
retórico», ya que la historia intelectual del siglo XVII «puede narrarse en buena me-
dida como la historia de los distintos esfuerzos por asegurar la continuidad entre la
tradición grecolatina y bíblica y la nueva ciencia» (p.25).
En el fondo, el editor de la Historia Eclesiástica critica –y no le falta razón– la
tesis de la discontinuidad o de la completa novedad de la ciencia moderna para com-
prender a Newton, y de este modo intenta vincular sus descubrimientos científicos,
las novedades que aporta en este campo, con sus estudios y concepciones teológicas
que suponen una vuelta al arrianismo, al cristianismo eusebiano anterior a los cé-
lebres y decisivos concilios del siglo IV. La restitutio no sólo tiene una dimensión
religiosa. Newton creía además que su filosofía natural entroncaba con el mismo
atomismo de los antiguos, de «los más ancianos y célebres filósofos de Grecia y Fe-
nicia», como así lo reconoce en la cuestión 28 de la Optica.
Otro problema distinto –y que tampoco podemos desarrollar aquí– es si la new-
toniana retórica de la restitutio, con independencia de que sea aplicada tanto a la re-
ligión como a la ciencia, es verdaderamente incompatible con una filosofía de la no-
vedad o de la modernidad. Aquí tendríamos que invocar los trabajos de Blumenberg
en los cuales se acentúa la diferencia entre teorías que dicen cosas muy parecidas
como el atomismo antiguo y el moderno. O en los que, en contra de lo mantenido por
Leibniz en su polémica con Clarke a propósito del Dios voluntarista de Newton, se
explica que epicureísmo y nominalismo tienen significaciones muy distintas, a pesar
de que ambas corrientes de pensamiento afirmen la ausencia de ratio creandi y la po-
sibilidad de una pluralidad de mundos. Queremos apuntar para finalizar que, con mu-
cha frecuencia, pensamientos filosóficos o teológicos similares, pero pertenecientes a
periodos históricos muy diversos, acaban separándose en su función y significación
última, ya que deben responder a preocupaciones o retos que no son los mismos. Así
nos parece en el caso de Newton.

Antonio Rivera García


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