Cualidades y Desarrollo Del Carácter Cristiano
Cualidades y Desarrollo Del Carácter Cristiano
Cualidades y Desarrollo Del Carácter Cristiano
INTRODUCCIÓN.
Definición.
Carácter es lo que verdaderamente somos, no la apariencia
externa, sino la realidad interna. Es la expresión de nuestro
corazón, no de nuestra mente. Podemos tener ideas buenas
pero acciones equivocadas. Nuestro carácter no son las buenas
ideas sino la realidad de nuestras acciones.
El carácter no es algo que tenemos de una vez y para siempre.
Es posible cambiarlo y desarrollarlo. Ese es el propósito de Dios
expresado en Rom 8:29 y Rom 12.2: que nuestro carácter
cambie de tal manera que refleje el carácter de Cristo. Ello
implica, entre otras cosas, la adquisición de sabiduría y
conocimiento (Jn 8:31-32) y el desarrollo de la habilidad de
tomar buenas decisiones, morales, justas y equitativas.
Es el “esqueleto” sobre el cual se desarrolla la personalidad.
Un carácter débil dará como fruto una personalidad débil, y lo
contrario también es cierto. Un carácter bueno dará como fruto
una persona buena,
El carácter es el fundamento sobre el cual las personas
edificamos nuestras vidas, y a través de ello, las de nuestras
familias, organizaciones y la sociedad entera.
Carácter maduro.
Mat 15:11-20, Mar 7:18-23, Prov 4:23: el carácter tiene su base, su
fundamento, en el corazón de la persona. Por ello es necesario guardarlo
de las obras de la carne y entregarlo completamente al Espíritu, para
que produzca el fruto del Espíritu (Jn 3:30: “es necesario que yo mengüe
y que El crezca”).
El carácter maduro no llega de la noche a la mañana, no aparece de
repente (Prov 4:18). Es el resultado de un proceso intencional y
consistente de cambio para amoldarnos a lo que Dios espera de
nosotros según Su Palabra y la guianza del Espíritu, venciendo todas las
dificultades que se nos puedan presentar en el camino y confiando en
que Dios nos ayudará en el proceso (Fil 1:6, 1 Tes 5:23).
Jesús mismo es nuestro ejemplo. El aprendió la obediencia por el
sufrimiento (Heb 5:8) y soportó y venció todo tipo de tentaciones (Heb
4:15).
La Palabra de Dios es nuestra brújula. Aunque los tiempos y las
costumbres cambian, la Palabra de Dios, sus principios, sus valores, y
por lo tanto, las cualidades del carácter de bien, justo, ético, moral, etc.,
no cambian: integridad, respeto, bondad, dominio propio, etc.
El desarrollo del carácter maduro implica la necesidad de ser un
discípulo de Cristo (Mat 28:18-20) y ello requiere:
• Disciplina: desechar hábitos y establecer nuevos.
• Responsabilidad: es tarea nuestra no de Dios ni de otros.
• Persistencia: requiere mantenerse firme a pesar de las dificultades.
• Paciencia: toma tiempo, es un proceso, no un evento.
• Convicción: estar totalmente decididos a lograrlo, sin ninguna sombra
de duda.
• Compromiso: pagar el precio sin bajar las estándares o las metas que
nos propusimos.
• Intencionalidad: mantenernos con la mente fija en la meta.
Sin amor nada de lo que hagamos sirve o tiene valor duradero. Es solo temporal.
El amor es, en esencia, obedecer y servir a Dios para cumplir con sus propósitos para el
mundo (Jn 14:21-24), y servir al prójimo para mejorar su calidad de vida de acuerdo a los
principios establecidos por Dios (Mr 10:42-45, 3 Jn 2).
El amor es hacer lo bueno para con los demás, gozarse con el bien de los otros, tener a los
demás como superiores a uno mismo.
No hace nada indebido, no tiene egoísmo, busca siempre la justicia y la verdad y cree en los
demás, teniendo paciencia con sus errores y esperando siempre por lo mejor de ellos.
Como consecuencia, no es orgulloso ni se envanece, no se irrita ni es rencoroso.
Y todo ello aunque implique alguna medida de sufrimiento.
Jesús es el mejor ejemplo de ese amor, y la evidencia de que ese amor es posible (El se hizo
humano como todos nosotros, despojándose de su ser Dios, y viviendo expuesto como todos
nosotros), y además, nos dejó Su mismo Espíritu para que pudiéramos lograrlo. Aunque no
sea fácil, es posible, con convicción y compromiso.
Es la cualidad del carácter que implica ser siempre el mismo, en todas las circunstancias, en
público y en privado. Ser el mismo en su hablar, en su sentir, en sus pensamientos y en su
hacer (conducta). No cambiar en ninguna circunstancia, aún cuando ello implique
consecuencias en contra de sí.
Lo que mantiene la integridad en una persona es la total rendición y dependencia de Dios (Jn
15:5), reconociéndolo en todos los hechos de su vida para que El lo dirija y lo corrija (Prov 3:5-
6).
Sant 1:22-25: no solo oye la Palabra de Dios sino que la pone en práctica en todo tiempo, en
todo lugar, en toda circunstancia.
Cuando desarrollamos la integridad en nosotros surge la confiabilidad en otros.
Desarrollar la integridad implica:
• Cumplir con sus compromisos en el tiempo determinado (puntualidad).
• Aprender a planear considerando todas las variables para lograr cumplir puntualmente.
• Aprender a valorar y aprovechar nuestro tiempo y el de los demás.
• Hacer lo que dice que va a hacer, cumplir su palabra.
• Ser constante en nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones.
Honestidad (2 Cor 8:20-21, 1 Cor 7:35, Prov 20:17, Isa 59:4, Prov 20:6).
Es ser justo y verdadero (al estilo de Dios). Implica no mentir, no hacer trampa, no robar ni
manipular.
La deshonestidad implica inseguridad, crimen, corrupción, pobreza, desintegración familiar,
violencia, etc.
El desarrollo de la honestidad en nosotros implica, por lo menos:
Uno. No mentir, no hacer trampa, no robar, no manipular.
Dos. Ser congruentes en lo que hacemos, decimos, pensamos y sentimos.
Tres. Comunicar todos los hechos que requiera conocer la otra persona, evitando omitir y/o
acomodar las versiones para evitar malos ratos (medias verdades o mentiras piadosas).
Cuatro. Decirles a los demás las cosas que deben saber, aún aquellas que no son fáciles de
decir; ser francos y directos pero con amor (Efe 4:15).
Cinco. Estimular y premiar la honestidad en los demás.
Lealtad y fidelidad (2 Cro 31:15, 2 Cro 34:12, Mat 24:45, 1 Sam 26:23).
Fidelidad es la cualidad del carácter que determina que la persona se comprometa con
aquello que se le ha encomendado hacer y lo haga sin desmayar.
Y la lealtad es el compromiso de una persona con respecto a otra para ayudarla a crecer,
servirla, apoyarla, animarla, ayudarla, etc., sin importar las circunstancias y las características
personales, siempre. Es tener fe en los demás y actuar de buena fe con respecto a ellos.
Características de la fidelidad y la lealtad son la legalidad, la rectitud, la constancia, la
sinceridad, la veracidad, la franqueza, la honradez, la nobleza, la rectitud y la exactitud, tanto
para con otros como con respecto a las cosas que se nos han delegado.
Es manifestar una adhesión contínua hacia principios, compromisos y personas y saber decir
“no” cuando corresponda, tanto en las cosas pequeñas como en las que no lo son (Luc 16:10,
Luc 19.17, Mat 25:14-30).
La fidelidad y la lealtad comienzan con Dios y con aquello que nos ha encomendado: oración,
lectura y meditación de Su Palabra, poner por obra la Palabra que conocemos.
No es tener una devoción ciega ni abrigar la incompetencia. Tampoco es un prejuicio que
transmita la idea que todo lo que está fuera de nuestro grupito está mal.
Es darles a otros la libertad para ser, para desarrollar, para innovar, para cometer errores,
para aprender el uno del otro, y todo ello, sintiéndose todo el tiempo amado, sostenido,
afirmado. La palabra clave es AMOR.
CARÁCTER CRISTIANO (03).
Concepto.
Ausencia de orgullo, actuar con modestia. Es la que nos permite reconocer que Dios es
necesario en nuestra vida, que El es el dueño no solo de nuestra vida sino de todo el universo
(Mat 11:29-30). Es reconocer que todo lo que somos, tenemos y podemos proviene de Dios
(Jn 15:5, 2 Cro 33:12-13).
Pero no basta con un reconocimiento intelectual, sino vivir en consecuencia, llevándonos a
darle a Dios en verdad el lugar que realmente le corresponde en nuestra vida y en todo lo que
hacemos (Jn 4:23).
Es la característica personal que mejor nos faculta para reflejar el carácter de Cristo en
nosotros (Filip 2:8, 1 Cor 15:9, Efe 3:8, Jn 3:30).
No es, como muchos piensan, una expresión de debilidad ni pasividad. Al contrario, es fuerza
disciplinada y poder para servir a otros como la manifiesta claramente la vida de Jesús.
Una característica importante de la humildad es que nos permite reconocer nuestros errores y
apartarnos de ellos.
Definición.
Es permanecer firme en el rumbo determinado, no darse por vencido por los obstáculos que
puedan aparecer en el camino, más bien, esforzarse en superarlos.
La vida es una carrera de obstáculos, y el diablo es el más interesado en que no lleguemos a
la meta (Jn 10:10), en que fracasemos. El éxito implica tenacidad, persistencia, perseverancia
en el camino.
Comienza con un compromiso firme que se traduce en una disciplina diaria de un paso a la
vez, día con día.
Implica estar alerta a las tentaciones que pretenden apartarnos de la meta como las que vivió
Nehemías cuando estaba reconstruyendo los muros de Jerusalén: asociaciones que nos
pueden debilitar (Prov 13:20), atrasos que nos roban (Prov 24:30-34), racionalizaciones que
mienten (Prov 13:4, Prov 25:28).
Implica responsabilidad y entusiasmo y un firme enfoque en el final en la visión cumplida
(17:4, Hch 20:24, 2 Tim 4:7, Gal 6:9).
Ejemplos de perseverancia.
Abraham Lincoln: perdió más elecciones de las que ganó, pero no se dio por vencido;
perseveró y alcanzó su sueño de liberar a los esclavos.
Pablo (2 Cor 11:23-28), a pesar de todas las dificultades que enfrentó a lo largo de su vida
como apóstol, nunca dejó que ellas le impidieran cumplir con su llamado.
José: no dejó que la cisterna, el ser vendido como esclavo a Egipto, la casa de Potifar, y la
cárcel sufrida injustamente impidieran el plan de Dios para su vida y la preservación de su
pueblo.
Tomás Alva Edison fue un inventor fructífero como pocos a pesar de muchos fracasos, un
incendio que consumió su taller completamente. Finalmente triunfó (inventó la electricidad, el
telégrafo, etc.).
La iglesia de Hechos Persistía sin temor a pesar de las amenazas, advertencias, flagelación y
otros métodos de persecución (Hch 7:54-60, 9:28-30, 5:40). A pesar de ello se mantuvo firme,
extendió el Evangelio por todos los confines del mundo y bendijo a miles de millones de
personas a lo largo de la historia que han conocido al Señor porque no se dio por vencida a
pesar de las dificultades.
Confiabilidad.
Dios es confiable. Hace siempre lo que dice. Es siempre quién dice que es. Y ello a pesar de
las circunstancias y/o el comportamiento de los demás.
El es el mismo ayer, hoy y siempre (Heb 13:8), no cambia (Mal 3:6). El permanece fiel siempre
(2 Tim 2:13).
Y porque El es así, El se deleita, se goza, en los que son como El (Prov 12.2).
La confiabilidad es el resultado o el efecto de nuestro carácter en otras personas.
Cuando cumplimos con lo que decimos, hacemos lo que decimos que vamos a hacer, nuestro
pensamiento, emociones y decisiones no cambian conforme a las circunstancias, y por
supuesto somos buenas personas (de acuerdo a lo que la Palabra de Dios define como
bueno, no a los criterios cambiantes del mundo) es que somos confiables.
Lo contrario de la confiabilidad es el doble ánimo (veletas), la inconstancia (llamarada de
tusas), la inconsistencia (hoy una cosa y mañana otra)
La confiabilidad se relaciona y apoya con la integridad, la honestidad, la fidelidad y la lealtad.
La confiabilidad es el fruto externo, visible, manifiesto, de la integridad (lo interno, el corazón).
Cuando desarrollamos la integridad, surge la confiabilidad.
Trabajo de calidad (Gen 2:15, Gen 1:28, Prov 12:24, Col 3:23-25).
Definición.
Dios hizo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (Gen 1:26-27) y la primera imagen
que la Biblia nos presenta de Dios es la de un Dios Trabajador y Creador (Gen 1, Gen 2:1-3,
Jn 5:17), y que trabaja esforzadamente (seis días y uno de descanso).
El trabajo esforzado o diligente, dedicado, de calidad, es un vehículo que Dios utiliza para
traer prosperidad a nuestras vidas, en tanto que el trabajo negligente, no dedicado, mediocre,
lo único que atrae es falta de prosperidad (escasez) (Prov 10.4).
Cuando en una comunidad y/o país, las personas trabajan dedicada y diligentemente, la
prosperidad no solo llega a ellas, sino a sus familias, sus comunidades y su nación.
El trabajo esforzado está relacionado con la eficiencia (hacer las cosas al menos costo
posible), la eficacia (hacer las cosas en el momento en el que hay que hacerlas), la calidad
(hacer las cosas lo mejor posible) y, por supuesto, hacerlas inteligentemente (la mejor
respuesta posible a las necesidades que hay que atender). Todo ello implica la cantidad y la
calidad.
El trabajo esforzado tiene dos componentes muy importantes: la dedicación y la diligencia.
La dedicación es la consagración con toda nuestra energía y capacidades a algo, e implica
entrega, dedicación, mantenernos en el camino, enfocados en la meta, hasta alcanzarla, y ello
en referencia a nuestra relación con Dios, con las demás personas, con nosotros mismos y
con el trabajo. La dedicación (o la falta de ella) en una cosa se manifiesta también en las
otras.
La diligencia es hacer hoy lo que tengo que hacer hoy y, si me es posible, de una vez
adelantar lo que tengo que hacer mañana. Implica tomar decisiones hoy e iniciar las acciones
correspondientes hoy, y mantenerse haciendo aquello que se ha iniciado hasta que esté
terminado (Ecle 7:8).
Moderación.
(principalmente en nuestras palabras).
Introducción.
Prov 13:3, Sant 3:1-12, Luc 6:45, Prov 21:23.
Definición.
Aunque la lengua es un miembro pequeño de nuestro cuerpo, es muy difícil de controlar y
puede crearnos muchos problemas (Sant 3:1-12).
La lengua tiene más que ver con la ley de siembra y cosecha que cualquier otro miembro de
nuestro cuerpo: cualquier cosa que comuniquemos, se devolverá hacia nosotros (Pro 18:20-
21).
Podemos usarla para insultar, criticar, difamar y destruir, o la podemos usar para bendecir,
reconfortar y edificar a otros.
Puede causar la ruina o traer soluciones.
Es importante entender que cualquier cosa que comuniquemos, se devolverá hacia nosotros.
Responsabilidad.
Introducción.
Prov 25:13: las personas responsables son agradables, son refrescantes, para todos los
demás.
Definición.
Ser responsable es entregar cuentas y/o ser confiable, "responder."
Responder a lo que se le ha encomendado y/o confiado.
Responder a aquello que ha asumido que hará y será.
Una persona responsable es en la que se puede confiar.
Responsabilidad y confiabilidad.
El segundo motivador, es hacer las cosas porque ellos, como personas responsables,
disfrutan el "sentimiento del logro."
Esto también constituye una motivación de alta calidad y de nuevo no hay beneficios
particulares obtenidos por estas personas.
Simplemente disfruta el ser responsable y le gusta ser un triunfador.
Esta persona puede hacer lo que otros dicen que no se puede, solo por el hecho de lograrlo.
Generosidad.
Introducción.
Prov 28:27, Prov 11:25, Prov 22:9.
Los capítulos 8 y 9 de la Segunda Epístola a los Corintios, están dedicados completamente a
este tema.
Definición.
Ser noble, amable, dispuesto y sin egoísmos.
Amar a las personas y ocuparse de sus necesidades con sus propios recursos y canalizando
recursos obtenidos de otras personas.
Es resultado de un espíritu que imparte esa cualidad en el carácter de una persona.
Es un sembrador: tiene una actitud de dar, pero no solamente dinero, sino tiempo, talento y de
sí mismo como los de Macedonia en 2 Cor 8:1-5.
La generosidad es similar a ser dadivoso, pero de una manera más ordenada, más dirigida,
más controlada.
Siempre están buscando oportunidades de sembrar en personas donde puede llevarse a cabo
un cambio.
Siembran en los que los demás consideran perdedores o sin futuro y esperanza, porque
pueden ver lo que pueden llegar a ser en lugar de lo que son en el presente.
Es dar y perdonar.
Es considerar a otros como quisiéramos que nos consideraran (Mat 7:12).
Es recorrer la segunda milla, no por obligación, no por mandato, sino por el gusto de hacerlo
(Mat 5:41).
Pobreza y desarrollo.
Una de las cosas que diferencia a los países desarrollados de los que aún no lo son es su
extendida y próspera clase media.
Cualquier nación que tenga a los pobres como mayoría no ha sido instruida en el principio de
la generosidad como fundamento para la verdadera estabilidad socioeconómica, más bien
asumen que los más favorecidos tienen la obligación de ayudarlos a resolver sus problemas y
se hacen dependientes, demandantes, no ofertantes. Por ello la pobreza se convierte en un
círculo vicioso.
La ayuda para el desarrollo hace a las naciones dependientes, dándoles el pescado pero no
ayudándoles a pescar: se enfocan en el cortísimo plazo, no en el largo.
La verdadera generosidad en una nación, llevará a sus pobladores a bendecir y desarrollar a
los pobres. como consumidores: les dan el pescado y les enseñan y ayudan a pescar, se
enfocan en el corto plazo pero con una visión de largo plazo (Prov 29.18).
La verdadera generosidad, según Dios, no según el mundo (limpiar la conciencia) se
concentra no solamente en entregar un pez al día, sino en enseñar a pescar; no solamente los
alimentará sino que les dará dignidad, educación, formación, capacitación, identidad, etc., les
cambiará su actitud y su percepción de la vida, dándoles visión y esperanza para que puedan
ayudarse y superar su situación.
No hace dependientes, dignifica.
Se ocupa de su futuro, no sólo de su presente.
Dirección.
Introducción.
Prov 29.18, Hab 2.2-4, Isa 54:1-5: necesitamos vivir con una dirección fija, con un punto de
llegada.
Sal 139.13-16, Jer 29.11, Prov 4.18, Efe 2.10: el punto de llegada es el propósito para el cual
fuímos creados.
El Espíritu Santo nos guiará a toda verdad (el propósito), El nos enseñará las cosas que
habrán de venir (la visión), nos recordará las palabras de Jesús (el plan de Dios para
nosotros).
Visión.
Es esencial para la sobrevivencia; sin visión el pueblo perece (Prov 29:18).
Necesitamos la visión de Dios para nuestras vidas que abarca:
Uno. La visión del hombre y/o la mujer que Dios está forjando en nosotros.
Dos. La visión del plan que Dios quiere que realicemos.
Tres. La visión del lugar donde Dios nos quiere ubicar para realizar ese plan.
Es engendrada por la fe, mantenida por la esperanza, encendida por la imaginación y
fortalecida por el entusiasmo.
Es mayor que la vista, más profunda que el sueño, más amplia que la idea; abarca más allá
de la esfera de lo predecible, lo seguro, lo anticipado.
El que ha recibido un sueño que lo ha convertido en una visión, vive con la convicción del
llamado (Jn 5:4-11).
Jesús elige no ministrar a otros solo; podía hacerlo pero deliberadamente elige no hacerlo,
nos escogió a nosotros (2 Cor 5.17-18, Mat 28.18-20) y puso un sueño en nuestro corazón
(desde que nos formó en el vientre de nuestra madre (Sal 139.13-16, Efe 2.10).
Jesús, con los discípulos (y también con nosotros) usa lo conocido para hacer lo increíble:
• Fue a su territorio (lago, barco).
• Entró a su lugar de trabajo (pesca).
• Les hizo usar sus destrezas (redes).
• En ese ambiente tan conocido los hizo conscientes de posibilidades increíbles.
Jesús nos corre de la seguridad de lo visible a los riesgos de lo invisible.
Jesús prueba nuestro potencial al romper nuestras redes y al llenar nuestras barcas.
Jesús esconde sus sorpresas hasta que sigamos sus indicaciones.
Jesús revela su objetivo a aquellos que sueltan su seguridad y se atreven a convertir el sueño
en una visión y comprometen su vida a lograrla.
El sueño, la visión, el llamado producen una pasión que nos consume por dentro, que nos
impulsa, que “arrebata” nuestro corazón, en el que no hay lugar para otras cosas: solo Dios y
el llamado que nos consumen (Hab 2:2-4).
Asumir el riesgo.
No hay garantías absolutas, ni hay planes infalibles, ni hay diseños completamente confiables.
La vida y el riesgo van de la mano; las desventajas y las desilusiones no tienen por que
descalificarnos.
Enfrentarse con algunos tercos osos y leones como lo hizo David nos prepara para los
gigantes como Goliat.
Meternos en el Mar Rojo como Moisés y ver como Dios abre las aguas nos da algo
interesante de lo cual hablar mientras atravesamos un miserable desierto por los siguientes
cuarenta años.
2 Sam 24:24: igual que el ministerio que no cuesta nada ni logra nada, la ofrenda que no
cuesta nada tampoco logra nada en el Reino de los Cielos.
Dar de lo que nos sobra es lo mismo que hacen los fariseos hipócritas.
El verdadero dar no comienza sino cuando damos de nuestra necesidad.
Reflexionemos sobre lo que Dios nos ha dado.
Recordemos sus promesas en cuanto a la generosidad.
Examinemos nuestro corazón.
Confiemos en que el Señor honra la generosidad constantemente.
Oración e intercesión.
Intercesión es cuando oramos por alguien, intercedemos, eso significa que nos involucramos
mentalmente en su mundo al hacer contacto deliberadamente con Dios en nombre de él. No
hay participación más significativa en la vida de otro que la de la oración constante y
prevaleciente por él.
Honrar.
La Biblia en 1 Cor 12, nos llama la atención hacia los miembros del cuerpo que
aparentemente son menos visibles o importantes en el funcionamiento cotidiano del cuerpo, y
nos invita a reconsiderar nuestra percepción de ellos: Dios les ha dado mayor honor a las
partes menores.
La enseñanza de este pasaje es una invitación a reconocer a las personas por lo que son,
enfatizando en sus cualidades más que en sus defectos, estimándolas como superiores a
nosotros mismos (Fil 2:3).
Honrar, al igual que amar, es elevar a la otra persona por sobre nosotros mismos, y Dios nos
invita a hacerlo siempre, con todos aquellos que hacen lo bueno.
Compromiso sabio (Fil 2:3-4).
Contentamiento (Luc 3:14, 2 Cor 12:10, 1 Tim 6:8, Heb 13:5, Fil 4:11).
Hemos sido programados para competir, lograr incrementar, luchar o preocuparnos mientras
trepamos la “escalera del éxito” (que muy pocos se animan a definir).
Hemos adorado ante el altar de la promoción y sido esclavos de la opinión pública toda la
vida.
Creemos que llegar a la cumbre vale cualquier sacrificio.
No hemos aprendido para nada el contentamiento, y menos lo hemos entendido.
Contentamiento no es igual a conformismo: es estar contento con lo que tengo ahora, sin
avaricia, sin codicia, con un deseo natural de superación para la gloria de Dios (no para la
mía) pero sin afán.
Cuando Jesús habló acerca de las cosas que ahogan la verdad de la Palabra de Dios en
nuestra vida, entre otras, mencionó tres cosas específicas: la ansiedad, el dinero, la
disconformidad (Mar 4:19).
Amor a la verdad.
Dedicación a la excelencia.
Excelencia es dar de sí mismo con poco interés por el reconocimiento, el beneficio personal y
la recompensa monetaria (Luc 5:4-11, dejándolo todo). Todo significa todo, el oficio de toda la
vida, el entorno conocido, las propias metas, sus redes, barcas, negocio, todo.
Las Escrituras están repletas de exhortaciones para ir más allá, dar lo requerido por el deber,
para una dedicación de la vida que se nutra del desafío de hacer un trabajo de calidad.
Tenemos una filosofía de vida que ninguna cantidad de dinero puede comprar, una causa por
la cual luchar, un propósito definido en la vida. Ella debiera ser nuestra vida, negocio, religión,
pasatiempo, novia, esposa, amante, pan y carne. Su ascendencia sobre nosotros tendría que
crecer, no disminuír, a medida que pasa el tiempo.
La dedicación a la excelencia no solo es singular sino contagiosa.
Por algún motivo nos hemos estado transformando en el área de nuestra motivación: para
entregarnos a algo solo lo hacemos, generalmente cuando tenemos la respuesta a preguntas
tales como ¿Qué gano yo con esto? ¿Como puedo obtener lo máximo por lo mínimo?
Como resultado, nuestra norma se ha convertido en el interés personal y la mediocridad y
nuestra meta en mantener el promedio, y cuyas consecuencias son la pérdida de dedicación,
la naturaleza perezosa, el mínimo de esfuerzo.
CARÁCTER CRISTIANO (09).
Aunque no podamos ver que ocurre ni oír las advertencias, la erosión puede estar llevándose
a cabo en nuestras mismas narices: solo porque sea silenciosa no significa que no sea
devastadora.
Muy sigilosamente los gérmenes morales y éticos invisibles pueden invadir nuestro corazón,
llevando consigo las etapas iniciales de una enfermedad terminal: la destrucción de nuestro
corazón, y por ende, de nuestro carácter cristiano. Un descuido aquí, un acomodo allá, un
deliberado pasar por alto, un debilitamiento, un hábito, y ninguno muy grande, poco a poco
van arruinando el carácter (Prov 4:23, Cant 2:15, Ecle 10:1).
Hay muchas cosas que pueden erosionar el carácter por lo que debemos estar al tanto de
ellas; no podemos ni debemos ignorar las maquinaciones del diablo (2 Cor 2:11).
Promedio y mediocridad.
El miedo a arriesgar, el miedo a perder, son las formas que el diablo quiere usar para
meternos en el tren de la mediocridad.
Es fácil ser una persona promedio: las filas de los mediocres están llenas de pensadores del
status quo y de obreros predecibles.
Es raro encontrar alguien que viva de una manera diferente, que levante su vista por encima
de lo esperado, que desarrolle en sí las cualidades que hacen a la excelencia.
El cristianismo no es para perdedores, derrotados, conformistas, mediocres, miedosos (Luc
4:18). El reino de los cielos solo los valientes, esforzados, violentos, guerreros, combativos, lo
arrebatan (Mat 11:12)
Tentaciones.
Las tentaciones de este mundo y este tiempo (1 Jn 5:19, Efe 6:16): fortuna, fama, poder,
placer. Si nos seducen, nos llevan al pecado.
Fortuna es el deseo de poseer, amontonar, aparentar riqueza (dinero, bienes materiales, etc.);
deseo arraigado de impresionar a otros; lisa y llanamente: CODICIA (Exo 10.17, Prov 1:9)
Fama es el deseo de ser popular, querido, conocido; de hacerse un nombre. Implica una
oculta agenda egocéntrica (Prov 16:25).
Poder es el deseo de controlar, regir, manipular o maniobrar hábilmente la vida de otros
(asumir el mando y que hagan las cosas a su manera); estar en una posición de autoridad
para mantener a raya a los demás (poca tolerancia hacia aquellos que piensan por sí mismos
y expresan su parecer). Es ejercida por líderes enfermos y seguidores enfermos que no se
reproducen y rara vez llegan a recuperarse y surge del deseo de querer operar como Dios en
la vida de las demás personas.
Placer es el deseo de estar satisfecho sensualmente a cualquier precio.
Cuidar lo que decimos, cuando lo decimos y como lo decimos. La ofensa y el bálsamo pueden
venir de la misma garganta (Sant 3;1-12, Prov 18:21).
Para que nuestras palabras sean bendición para nosotros y para otros, solo lo bueno puede
salir de ella (Fil 4:8-9).
Presión de grupo.
Encontrarse en medio de muchos que hacen y piensan la misma cosa en lugar de pensar
claramente pesando lo bueno y lo malo de los hechos y pasando la responsabilidad moral al
grupo o a alguna de sus partes.
Saúl encubrió su falla moral delante de Dios refugiándose en el grupo (1 Sam 15:9, 1 Sam
15:21).
Es una especie de auto-amnesia emocional, un entumecimiento colectivo (Jonestown,
Watergate, el Holocausto, la Inquisición, la Crucifixión).
Las burlas y los gritos de la mayoría tienen el poder de intimidar la integridad.
Lo horrible se convierte en lo normal; a lo bueno llaman malo y a lo malo bueno (Rom 1, Isa
5:20)-
A Daniel lo llevaron al foso de los leones y a los amigos de Daniel al horno ardiente por no
seguir la presión de grupo. Por el contrarió, los diez espías y el pueblo de Israel cedieron a la
presión de grupo antes de entrar a la tierra prometida.
La tiranía de lo urgente.
Doble ánimo.
Curiosidad.
Es llegar a una nueva área impulsados a investigar por una naturaleza inquisitiva. Es una
actitud presente en una mente sana y a veces ingeniosa. Es la chispa que impulsa a los
buscadores de la verdad, rehusando pasar sin una investigación a fondo. Lleva al
descubrimiento a través de la búsqueda. Desafía el status quo.
El primer paso no es ni malo ni perjudicial. El problema viene después cuando no se siente
satisfecha con su primer encuentro y sus primeros descubrimientos sino que sondea más a
fondo, mira más a fondo, se mete más a fondo, hasta que la novedad de la situación adquiere
una nueva dimensión, la dimensión del peligro.
Nos entrometemos en los asuntos ajenos, porque la curiosidad por naturaleza es intrusa.
Esconde las consecuencias condenables, disfraza los pesares.
Es el artículo más imprescindible para mantener ocupado y efectivo el mundo de lo oculto.
Ella sola es motivo suficiente para los triunfos en cartelera de películas que enfatizan la
violencia sádica y los encuentros demoníacos.
Empieza con Eva y nos da una gran lección: si puede poner la carnada correcta en el anzuelo,
como para provocar la suficiente curiosidad, es solo cuestión de tiempo.
CARÁCTER CRISTIANO (10).
Rigidez.
Rara vez es motivada por el amor. Restringe la creatividad y así impide el progreso.
Amenazada por el riesgo y por la posibilidad del fracaso, le corta las alas al futuro y después
critica por no volar.
Es la marca del legalismo: el linchamiento de toda idea nueva, pensamiento freso o programa
innovador. Sentencia los sueños a la muerte, y sin sueños la vida se hace aburrida, tediosa.
Causa daño en las relaciones, cierra puertas a las oportunidades y estanca el crecimiento
espiritual.
Los ultra-lo-que-sea son personas conservadoras ciento por ciento y testarudas en extremo;
no están abiertas a discutir temas cruciales y aún menos, a oír las ideas de otros. Para ellas,
la tolerancia es equivalente a contaminación y se niegan a pensar más allá de los límites de
ciertas reglas auto-impuestas.
En lugar de los valores fuertes y necesarios que nos dan propósito y raíces hay un débil
tradicionalismo que no deja lugar al pensamiento ni al cuestionamiento.
Los valores son la fe viviente de aquellos que han muerto; el tradicionalismo es la fe muerta
de aquellos que todavía viven.
El tradicionalismo es el peor tipo de esclavitud, porque se hace todo bajo la apariencia del
cristianismo.
2 Cor 10:3-6, Mat 23:1-39: las fortalezas representan una mente cerrada, tradicionalismo,
religiosidad, inflexibilidad. Sofocan la creatividad y aplasta la objetividad. Nos convertimos en
robots, pensando lo esperando, haciendo lo predecible, perdiendo el gozo del descubrimiento.
La mayor parte de nosotros tenemos ciertas actitudes que toman nuestros pensamientos y los
encierran en la prisión del status quo bajo los solemnes guardas llamados temor, culpa,
condenación, perfeccionismo y tradicionalismo.
Juicio y disciplina.
Deut 32:35, Rom 12:17-19, Heb 10:30, 1 Cor 5:11, 1 Ped 4:17.
El tradicionalismo, las mentes cerradas, la religiosidad representan aislamiento, en dos
dimensiones:
Una. Para mantener su status evita que la verdad penetre usando la acusación, culpa,
condenación, aislándose para evitar los contactos (“prevención”: evitar no es cobardía).
Dos. Evita salirse de los límites. Cuando se vulneran sus reglas surgen la acusación,
condenación, culpa, el señalamiento, el rechazo que desembocan también en el aislamiento
(“curación”: castigo).
El aislamiento solo es aceptable en el creyente cuando es una de las consecuencias de
adoptar un estilo de vida no bíblico, pecaminoso, francamente rebelde a la verdad de las
Escrituras que conoce: debiéramos, por amor, rehusarnos a mitigar la soledad del cristiano
carnal hasta que haya arrepentimiento, sano temor del Señor, respeto por su Santo Nombre y
caminar obediente, determinación renovada para cumplir.
Culpa, condenación.
No existe nada que carcoma más, que constriña más, que el negarse a perdonar.
La gente que realmente entrega su corazón es aquella que perdona fácilmente a los que la
ofenden.
Falta de sinceridad.
Deshonestidad.
Desde la distancia todos somos gente bonita, bien vestidos, linda sonrisa, amistosos, cultos,
controlados, en paz, pero que cuadro tan distinto se revela cuando alguien se acerca.
La deshonestidad no empieza por la mano así como la avaricia no comienza por el ojo; es una
enfermedad interna que revela una seria falla de carácter.
Cristo no ofrece una técnica para reedificar nuestra vida: El nos ofrece su vida, su honestidad,
su integridad, no un montón de regalos y de cosas que hará o no hará, nos ofrece el poder
suficiente para contrarrestar nuestra inclinación por la deshonestidad. El la llama una nueva
naturaleza, pura y no contaminada.
Negligencia.