Documento Reflexion Educacion Formal Adultos

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MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL

DIRECCIÓN DE COBERTURA Y EQUIDAD


SUBDIRECCIÓN DE PERMANENCIA

ALFABETIZACIÓN Y EDUCACIÓN FORMAL PARA JOVENES, ADULTOS Y MAYORES

Taller No 1

Lecturas tomadas de Universidad de Barcelona (2012): “Colección Educación


y Comunidad, 2”. Carta a quien tiene que enseñar a personas adultas y jóvenes. Con
glosario y autores de referencia. Xavier Aranda, Beatriu Boneu, Mònica Díaz, Marta
Ferrer, Rosa M. Falgás, Alfons Formariz (coord.), Victòria dels Àngels Garcia (relat.),
Marta Martínez, Josep Masdeu, Natàlia Núñez, Isis Sainz y Victoria Rodriguez. Con 1
la colaboración de Eva M. Bayarri, Emma Guasch, Elizabeth Moreras y Carme Vila

Primera edición: abril 2012


Colección: Educación y Comunidad, 2
Edición: Institut de Ciències de l’ Educació. Universitat de Barcelona
Sección Educación y Comunidad
Pg. Vall d’Hebron, 171 (Campus de Mundet) - 08035 Barcelona
Tel. (+34) 934 035 175; ice@ub.edu
Esta obra está sometida a la licencia Creative Commons 3.0 de Reconocimiento-No Comercial-Sin Obra
Derivada.
Se puede consultar la licencia completa en:
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/deed.es_ES

A QUIEN TIENE QUE ENSEÑAR A PERSONAS JOVENES, ADULTAS Y MAYORES

LA CARTA

1. Aprendemos a cualquier edad

La edad adulta es una etapa dinámica de la vida. Es diferente para cada persona en
función de su situación profesional o de las circunstancias que la envuelven, de los
momentos críticos que ha pasado, de su cultura, las expectativas, los hábitos, la
situación socioeconómica, el género, la formación previa, etc., que acabarán definiendo
una relación específica de cada individuo con el mundo y consigo mismo, y un camino
propio hacia el aprendizaje. Del mismo modo que en la niñez y en la adolescencia, en
la edad adulta también hay una manera propia de enfrentarse al aprendizaje y a la
adquisición de nuevos conocimientos. Los cambios constantes en la vida de las
personas y de las sociedades obligan a adaptarse a las nuevas situaciones y, por lo
tanto, a un aprendizaje permanente. Esto es lo que ha hecho la humanidad desde los
inicios de su historia: aprender durante toda la vida.

2. Las personas jóvenes, adultas y mayores adquirimos y aumentamos


habilidades y competencias, aunque vayamos perdiendo algunas

En la edad adulta se produce un declive progresivo físico y fisiológico, pero también


aumenta de forma paralela la experiencia acumulada. Este proceso significa una
reorganización de la inteligencia, de la memoria y de las habilidades intelectuales. Se
adquieren nuevas competencias en detrimento de otras. Se incrementa el uso de lo que
se denomina inteligencia cristalizada conjunto de capacidades que van “cristalizando”
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“Colección Educación y Comunidad, 2” Universidad de Barcelona.2012
¿A quién tiene que enseñar a personas adultas y jóvenes?
con la experiencia de la vida con el apoyo de la inteligencia práctica y la inteligencia
cultural que, a su vez, también van desarrollándose. Disminuye, en cambio, el uso de la
inteligencia fluida la que está más relacionada con la fisiología madurativa del cerebro,
más activa en la niñez y la adolescencia. Dicho de otro modo, mientras se incrementan
las capacidades relacionadas con los aprendizajes que nos ha ido aportando la vida
cotidiana, disminuyen aquellas que tienen más relación con los procesos biológicos de
maduración mental.

En la educación y formación joven, adulta y mayor será metodológicamente fundamental


partir de los aprendizajes consolidados por la experiencia —y del lenguaje que se ha ido
con-formando a través de ella— para establecer los puentes de acceso a los nuevos
conocimientos.
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3. Somos biología, cultura, relación y aprendizaje

Aquello que incide en el desarrollo cognitivo de las personas es muy diverso. Es


importante la evolución que se produce en las diferentes edades de las personas. Pero
son igualmente importantes los cambios socio-históricos colectivos (migraciones,
innovaciones tecnológicas revolucionarias, crisis profundas de la sociedad, guerras), y
los cambios propios personales (vida en pareja, paro, divorcio, nacimiento de un hijo,
emigración, muerte de una persona querida), que a su vez condicionan el proceso
evolutivo de la persona. La diversidad siempre presente en la formación de personas
adultas y los diferentes ritmos de aprendizaje no se tienen que considerar como un
inconveniente u obstáculo insalvable, sino como una oportunidad para fomentar el
aprendizaje colaborativo.

Aprendemos como personas jóvenes, adultas y mayores, no como niños.

Cualquier docente sabe perfectamente que, además de las singularidades personales,


los colectivos tienen características específicas que requerirán una respuesta
formativa adecuada. Las personas adultas tienen unas habilidades propias para
aprender, conversar con argumentos, participar y relacionarse. Tienen por edad, a
diferencia de los niños y adolescentes, muchos más conocimientos compartidos,
aunque en algunos casos no hayan logrado determinados conocimientos académicos.
En la formación en competencias básicas, hay el riesgo que los educadores se
confundan y traten a la persona adulta como a “un niño grande” por el hecho de no
haber adquirido algunos conocimientos en determinadas etapas de la infancia o la
adolescencia. Tal es el caso del uso, por ejemplo, de materiales didácticos infantiles sin
una consecuente adaptación en función de las características adultas.

4. Aprendemos a partir de lo que ya sabemos

Las personas adultas tenemos la ventaja de poder iniciar un proceso de aprendizaje


partiendo de la experiencia personal, mientras que los niños y adolescentes están
empezando a nutrir esta experiencia a partir de un proceso vital incipiente. Por lo tanto,
si con los niños se insiste que el aprendizaje tiene que intentar partir de tareas reales,
próximas y significativas, este principio tiene todavía más sentido e importancia con las
personas jóvenes y adultas. Si es necesario hay que modificar los contenidos y
conocimientos descontextualizados. Hay que evitar, tanto como sea posible, los
modelos basados en los vicios y rutinas de las estructuras escolares sobre todo en los
aprendizajes de las competencias básicas, y aplicar estrategias de aprendizaje

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¿A quién tiene que enseñar a personas adultas y jóvenes?
específicas para jóvenes y personas adultas que estimulen el gusto por aprender y
desarrollen la autonomía en la búsqueda de información y su análisis crítico.

5. Necesitamos y podemos aprender durante toda la vida

Durante toda nuestra vida necesitamos aprender de forma organizada por razones muy
diversas. Esta necesidad es la que marca las expectativas de las jóvenes y adultos.
Para unos quizás sólo es la necesidad de recuperar los estudios inacabados o estudiar
para aumentar sus competencias. Otras personas pueden tener interés por explorar
nuevos conocimientos, aptitudes y habilidades artísticas, técnicas o científicas más allá
de lo que piden las necesidades de la vida cotidiana.
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Son muchas y muy diversas las motivaciones que nos mueven y nos acercan a la
experiencia de aprender en la edad adulta curiosidad, interés, influencias externas,
contexto, etc. condicionando nuestra decisión inicial ante el aprendizaje. Pero, sean las
que sean, será necesario que veamos satisfechas nuestras expectativas como
aprendices para persistir, mantenernos vinculados y poder culminar con éxito nuestro
proceso educativo.

Además, el cambio acelerado de las competencias, las mutaciones constantes de la era


digital , la complejidad creciente de la sociedad, la flexibilidad y la movilidad laboral, la
ilusión por disfrutar de los conocimientos que nos ofrece el mundo y la sociedad, la
búsqueda del equilibrio en el desarrollo personal y la conveniencia de conseguir empatía
con las personas y todo aquello que nos rodea, hacen necesaria una formación a lo
largo de toda la vida, tanto si durante la adolescencia y la juventud se han logrado las
titulaciones básicas o superiores, como si no se han conseguido.

6. Las personas adultas decidimos qué y cómo queremos aprender

En la enseñanza/aprendizaje de personas adultas no se trata de atender de forma


exclusiva las necesidades y los contenidos determinados previamente por la
organización o institución educativa, sino de revisar estas necesidades con la
participación de las personas adultas interesadas, de preparar para el presente y el
futuro y estimular las habilidades para aprender a aprender. Por lo tanto, los educadores
y educadoras tienen que ser flexibles y los aprendices tienen que poder incidir en los
contenidos y en el proceso educativo, y participar activamente en la definición del
modelo educativo que consideren válido o adecuado.

En todos los aprendizajes será importante no sólo los conocimientos, sino el desarrollo
de las estrategias cognitivas, emocionales y sociales que faciliten continuar aprendiendo
y desarrollen la participación y la convivencia. Un aprendizaje en positivo, entre iguales,
favorece el apoderamiento de todas las personas participantes en el proceso. Todos
aprendemos de todos.

Las personas adultas tenemos que gestionar democráticamente nuestro aprendizaje.


Esto implica la participación a todos los niveles, como ejercicio de democracia
participativa y crítica. Hay que considerar a las jóvenes y a las personas adultas como
interlocutores válidos. Es necesaria una organización del aprendizaje cuanto más
democrática mejor, a partir de la voz de todas las personas implicadas y de la validez
de sus aportaciones, favoreciendo canales de participación fluidos y efectivos.

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7. Aprendemos superando los estereotipos negativos

Un objetivo de la educación y formación en la edad adulta consiste en la superación de


las barreras que la sociedad, a veces los propios enseñantes y a menudo los mismos
aprendices hemos puesto al desarrollo cognitivo. Quién piense, en tercera o en primera
persona, que las personas adultas ya sea por la edad, el género, la procedencia, la
carencia de conocimientos académicos básicos, o cualquier otro etiquetado social o
individualmente asumido como peyorativo, no pueden lograr determinados
aprendizajes, conseguirán una profecía auto cumplida. En todo caso, los hitos y los
límites los tienen que poner los mismos aprendices. Se tiene que enseñar en positivo,
alentando y valorando los avances, con respeto, paciencia cuan-do sea necesaria, buen
humor y profesionalidad.
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Una de las variables clave de la motivación de las personas se basa en las experiencias
de éxito vividas. Es probable que en el aula nos encontremos con personas que han ido
acumulando experiencias negativas hacia el aprendizaje (fracaso escolar, abandono,
absentismo, expulsión, etc.). Tenemos que usar una pedagogía orientada al éxito para
inducirlos a la autoconciencia que sus saberes y capacidades adquiridos a través de la
práctica laboral o cotidiana son “conocimiento auténtico”. Es importante reconocer sus
aciertos como aprendices, valorar su saber hacer y sus adelantos fruto de sus esfuerzos,
implicación y dedicación, para dar seguridad, con-fianza y autoestima. Cómo dice
Cuomo, “Reconocer el saber hacer es poner las bases para el nacimiento de las
motivaciones y el deseo de aprender”.

Es importante que este reconocimiento del éxito se haga por parte del educador/docente
por “la autoridad reconocida” que tiene, pero también es importante que exista un
reconocimiento del éxito por parte del grupo, los compañeros que han vivido con él el
mismo proceso de aprendizaje y que conocen y valoran los esfuerzos que se requieren
para llegar a este éxito. Es decir, hay que tener en cuenta los procesos que ayudarán al
auto-reconocimiento de los propios éxitos educativos, condición indispensable para
conseguir aprendices conscientes y autónomos.

8. No nos gusta perder el tiempo

Las personas adultas, cuando decidimos iniciar un proceso de aprendizaje, queremos


aprender. Pero si las actividades que se les o se nos proponen son infantiles, la
participación impedida y/o limitada, las metodologías obsoletas, los contenidos sin
conexión con la vida cotidiana o las expectativas frustradas, la reacción puede ser el
abandono o el desvío de la atención exclusivamente hacia las relaciones personales al
margen del aprendizaje. No hay duda que la creación de relaciones personales
estimulantes entre los participantes en el espacio educativo es un hecho positivo para
el aprendizaje, pero cuando aparentemente son el objetivo casi exclusivo y queda en
segundo término la finalidad inicial de aprendizaje, hay que hacer una reflexión sobre el
proceso que se ha seguido, priorizar las necesidades educativas y encontrar soluciones
a través del diálogo con los mismos participantes.

Sin embargo, teniendo en cuenta que quién se acerca a la formación puede tener
motivaciones muy diversas, es respetable que algunas personas adultas busquen más
o menos explícitamente un círculo de relación (podríamos encontrar ejemplos desde la
formación básica a los másters empresariales). En todo caso, y en función de los
objetivos generales del proyecto educativo, el papel de los profesionales de la

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educación, facilitadores del aprendizaje, es abrir las perspectivas del grupo a la
posibilidad de aprender cosas nuevas y conocer nuevas realidades.

9. El aprendizaje de jóvenes, adultos y mayores parte de la diversidad y tiene


que fomentar la ciudadanía

Hay que tener presente que en la decisión que hace el adulto o el joven de
reincorporarse a un proceso de aprendizaje intervienen componentes sociales e
individuales. Toda sociedad necesita que sus ciudadanos estén en condiciones de
ejercer su solidaridad comunitaria produciendo, gestionando y disfrutando de los bienes
económicos, culturales y sociales de la propia comunidad, sin olvidar la necesidad que
tiene el ser humano de conseguir su equilibrio y armonía personal y con el entorno. Sea 5
cual sea el interés educativo explicitado por la joven o el adulto hay que posibilitar una
educación que considere a la persona y al ciudadano como un todo, evitando que la
vida ciudadana se convierta en la coexistencia de millones de seres viviendo juntos en
soledad.

El objetivo final del aprendizaje adulto será dar herramientas para que los participantes
puedan desarrollarse mejor como personas en una sociedad compleja: disfrutar de las
posibilidades que les ofrece la sociedad y aportar sus conocimientos, sus habilidades y
sus competencias. Las sociedades siempre han sido diversas, formadas por mujeres y
hombres, mayores y jóvenes, de profesiones varias, varias competencias, varias
mentalidades. Como reflejo de esta sociedad plural las aulas de personas adultas
siempre han disfrutado de una gran diversidad. Conseguir un clima de confianza, de
empatía, de ayuda mutua, de solución de las dificultades a través del diálogo, de
reconocimiento de la argumentación como forma de crear criterio y de llegar a acuerdos,
ayudará a incrementar ciudadanos y ciudadanas conscientes. Tener opciones de
participación real en el desarrollo del proceso de enseñanza / aprendizaje, como se ha
dicho, es fomentar la participación como forma natural de comportamiento de la persona
adulta.

Cuando los centros o los espacios educativos participan, además, como agentes
activos en la construcción de la comunidad, y se insertan en las redes locales y
culturales, aportando ideas, cediendo los locales cuando haga falta o difundiendo y
alentando las actividades del entorno, están haciendo una tarea educativa muy
importante, enseñar a participar en la sociedad común, ya que a participar se aprende
participando. La ciudadanía activa es una vivencia tanto como un aprendizaje teórico.

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Postdata

Sobre la alfabetización de las personas jóvenes, adultas y mayores

Es una de las tareas con más retos para los profesores y profesoras de personas jóvenes, adultas
y mayores por varios motivos. Al tener como objetivo que las personas jóvenes y adul-tas
aprendan a leer y escribir el mismo objetivo del aprendizaje de la lectoescritura en primaria,
podemos llegar a pensar que la metodología y la didáctica tienen que ser las mismas que en la
infancia. Pero los métodos infantiles han demostrado no estar adaptados a la edad adulta, no
son útiles. El método de las «palabras generadoras» de Paulo Freire desde un enfoque de la
transformación de la sociedad y de la persona ha demostrado, en cambio, su operatividad y
eficacia. El problema es que sin un conocimiento profundo de sus fundamentos pedagógicos
este método puede transformarse en una rutina técnica, poco eficaz también en este caso, para 6
el aprendizaje de la lectoescritura en la edad adulta.

Otro reto es que las personas adultas analfabetas suelen haber intentado aprender a leer y
escribir más de una vez a lo largo de su vida, posiblemente con métodos infantiles diversos o a
través de procesos de autoformación. Como consecuencia, en las clases de alfabetización suele
haber bastantes diferencias entre unos alumnos y otros. El trabajo en grupos interactivos, la
atención personalizada y la adecuación de unos materiales específicos y flexibles, ponen a
prueba la profesionalidad de los educadores.

En las clases de alfabetización, a menudo, se encuentran los niveles más bajos de autoestima
en relación con el aprendizaje. Es donde fácilmente se puede caer en la tentación de confundir
dificultades de aprendizaje con imposibilidad de aprendiza-je, facilitando la profecía autocumplida
a la que hemos hecho referencia anteriormente.

Finalmente, la presencia de personas inmigradas, analfabetas en sus propias lenguas y/o en las
nuestras, supone un reto más al proceso alfabetizador. Las palabras generadoras y las palabras
directamente generadas tendrán que ir acompañadas de la correspondiente fotografía o dibujo
que las identifique, tendrán que estar mucho más vinculadas a la vida cotidiana inmediata y,
siempre que se pueda, especialmente al comienzo, habrá que evitar los diptongos, intentar que
los verbos estén en presente, y no insistir en los errores de escritura causados por una dificultad
de discriminación auditiva entre lenguas (por ejemplo la “s” sorda y sonora) para las personas
que tienen como primera lengua el castellano, o la confusión /e/ e /i/, /o/ y /u/, /p/ y /b/, etc., entre
personas de otras lenguas).

Hace falta no confundir aprendizaje de la lectoescritura con aprendizaje de la lengua oral. A


menudo nos encontramos que las personas inmigradas no alfabetizadas, precisamente por sus
dificultades lectoescritoras y su desarrollada cultura oral, hablan con cierta facilidad una o las
dos lenguas del país. La alfabetización de personas extranjeras inmigradas, por todo esto, puede
significar un grado más de incentivación creativa para los educadores.

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¿A quién tiene que enseñar a personas adultas y jóvenes?

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