Las Lagrimas Del Sol

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LAS LAGRIMAS DEL SOL

En tiempos de nuestros padres incas, vivía en un lugar de los Andes un amauta, un hombre sabio,
ante quien acudían las personas en busca de algún consejo o la explicación de algo.
Cierto día, cuando el sabio amauta caminaba por un lugar solitario alejado de su vivienda, al notar
que la noche se cerraba y aparecían en el firmamento las estrellas, tuvo curiosidad por saber cuál
de esas luminarias sería la que señalaba su destino.
Si lograba distinguirla con la mirada, tal vez aquella le hiciera algún  guiño, alguna señal.
Tan distraído avanzaba mirando al cielo que no se dio cuenta de  que en aquel paraje solitario
había un hueco profundo oculto entre la hierba. Dio un paso y, ¡cataplum!, fue a dar al fondo del
hoyo.
Toda la noche batalló tratando de salir. Afanosamente trepaba por las paredes hasta cierta altura y
volvía a caer. El sol ya alumbraba en el cenit cuando, luego de innumerables esfuerzos y al borde
del agotamiento y la desesperación, el amauta logró por fin asomar primero la cabeza, parte del
cuerpo después y, finalmente, salir.
El Sol, que jamás había visto al sabio en semejantes aprietos, se echó a reír con ganas.
Y tanta fue su risa, que dos lágrimas mas gruesas escaparon de sus ojos.
El amauta, ignorando que era observado, continuó su camino hacia su vivienda.
Cuentan que en lugar donde cayeron las lágrimas del rey de los astros, brotaron dos hermosas y
desconocidas plantitas que los habitantes del lugar, al descubrirlas, regaron amorosamente y
cuidaron en adelante. Tiempo después, vieron con gran regocijo erguirse dos enormes plantas de
frutos dorados como la luz del sol, cuyos granos, por su forma, semejaban las lágrimas del
soberano del firmamento. Fue así como apareció sobre estas tierras esa planta que desde
entonces es alimento de los peruanos: el maíz. Y fue también la causa para que desde entonces
se rindiera culto al dios Sol.

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