Carl Rogers. El Proceso de Los Grupos de Encuentro
Carl Rogers. El Proceso de Los Grupos de Encuentro
Carl Rogers. El Proceso de Los Grupos de Encuentro
Carl Rogers fue un psicólogo americano nacido a comienzos del siglo XX en Oak
Park, Chicago. Como Psicólogo eligió como su principal ocupación trabajar con
otros para facilitar el desarrollo de las personas ayudándolas a crecer y
desplegarse en todos los aspectos y ámbitos de su tránsito vital. Inmediatamente
después de la segunda Guerra Mundial desarrolló grupos para la capacitación de
consejeros psicológicos para la Dirección de Veteranos de Guerra. Estas
experiencias grupales intensivas, – con reuniones diarias, en las cuales todos los
días los integrantes trataban de comprenderse mejor, tomar consciencia de sus
actitudes y establecer entre sí un vínculo productivo que pudieran transferir luego
a su labor como consejeros-, fueron el inicio de los denominados “Grupos de
Encuentro”, orientados a hacer hincapié, en el desarrollo personal, aumento y
mejoramiento de la comunicación y de las relaciones interpersonales.
o Etapa de rodeos: Cuando, desde el comienzo, el coordinador o
facilitador aclara que se trata de un grupo que gozará de un grado
desacostumbrado de libertad, y no de una donde él asumirá la
responsabilidad de la dirección, tiende a producirse un período de
confusión inicial, de silencio embarazoso, con una interacción de
superficial cortesía, frustración y gran discontinuidad.
o Resistencia a la expresión o exploración personal: En el
transcurso del periodo de rodeos, es probable que algunos
individuos revelen actitudes bastante personales. Uno de ellos, al
escribir más tarde acerca de su experiencia expresa: «Existe un yo
que muestro al mundo, y otro que conozco en forma más íntima.
Ante los demás trato de parecer hábil, experto, sereno, sin
problemas. En contraste con la imagen que ofrezco al mundo, mi yo
interior se caracteriza por muchas dudas»
Cada miembro del grupo tiende a mostrar a los otros el yo público y sólo de modo
gradual, con temor y ambivalencia, se dispone a revelar parte de su yo privado.
Un hombre escribió: «No me resulta fácil relacionarme con las personas. Poseo
una fachada casi impenetrable. Nada que pueda herirme entra, pero tampoco sale
nada. He reprimido tantas emociones que me encuentro próximo a la esterilidad
emocional. Esta situación no me hace feliz, pero no sé cómo obrar al respecto».
o Descripción de sentimientos del pasado: A pesar de la
ambivalencia en cuanto a la confianza que merece el grupo y del
peligro de desenmascararse uno mismo, la expresión de
sentimientos es cada vez mayor en las conversaciones. Aquí una
conversación grabada, que se produjo a poco de iniciado un grupo;
en ella participa una monja católica. «-Bill: Hermana, ¿Qué
sucede cuando te enojas? ¿O es que no te enojas nunca?-Hermana:
Me enojo, sí, sí. Y cuando pierdo los estribos, la clase de persona
que desata mi ira es la que parece insensible hacia la gente;
tenemos el caso de mi rectora; la cito como ejemplo porque es una
mujer muy agresiva, que tiene determinadas ideas acerca de las
reglas que debieran imperar en un colegio; esta mujer tiene el poder
de irritarme en extremo, de despertar mi ira. Te lo aseguro. Pero
después encuentro que…-Facilitador: ¿Y qué haces en tales casos?
Alma: ¿Por qué? Quiero decir, ¿Cómo, Por qué una mariposa?
John: Mira, una mariposa es algo raro para mí. Es una cosa a la que
uno puede acercarse bastante, como a un nuevo amigo, podríamos
decir, pero en el instante mismo en que se encuentra al alcance de la
mano y es posible acariciarla, o aproximarla más a sí y mirarla,
revolotea y se va.
Por cierto que, en una interacción social corriente, muy rara vez se le
diría a una mujer que ella teme cualquier relación estrecha. No
obstante, en un grupo de encuentro ese dato puede serle
proporcionado con frecuencia.