Lecciones de Harvard Sobre El Pragmatismo

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Lecciones de Harvard sobre el pragmatismo

LECCIÓN VI: "TRES TIPOS DE RAZONAMIENTO"


Charles S. Peirce (1903)

Los editores del Essential Peirce añaden la siguiente introducción a la sexta de las Lecciones sobre el


pragmatismo: "MSS 314, 316. [Publicado en CP 5.151-79 (parcialmente) y en HL 221-239. Esta es la sexta
lección de Harvard, impartida el 7 de mayo de 1903]. Peirce parte de su postulado con el que concluye la
lección V, según el cual, los juicios perceptuales implican generalidad. Proporciona un sostenido debate de
los diferentes tipos de razonamiento -deducción, inducción y abducción- y discute otras concepciones
lógicas relevantes para la cuestión de la naturaleza del significado. Empleará "significado" técnicamente,
dice, para "denotar el interpretante intencionado de un símbolo". Considera entonces el papel de la
percepción en la adquisición de conocimiento y la relación de la percepción con el razonamiento. Peirce
defiende que "cada ítem singular" de una teoría científica establecida es el resultado de abducción pero
que la facultad humana de "adivinar los caminos de la naturaleza" no está sujeta a autocontrol.
Argumenta que la percepción y la abducción se funden una en la otra y sostiene que el pragmatismo es la
lógica de la abducción.

1. Juicios perceptivos y generalidad

1. Observaba al final de mi última lección 1 que los juicios perceptivos implican generalidad.
¿Qué es lo general? La definición aristotélica es lo bastante buena. Es quod aptum natum est
praedicari de pluribus. legw de caqolon men d epi pleionwn pefuce camgoreisqai (De Interp.
7)2. Cuando la lógica se estudiaba con un espíritu científico de exactitud reconocía todo el
mundo que todos los juicios ordinarios contienen un predicado y que este predicado es
general. Parecían haber algunas excepciones, de ellas, las únicas destacables eran los juicios
expositivos, tal como "Tulio es Cicerón". Pero la lógica de relaciones 3 ha venido ahora a poner
orden en la lógica, comprobándose que una proposición puede tener un número cualquiera de
sujetos, pero sólo un predicado, que es invariablemente general. Una proposición como "Tulio
es Cicerón" predica la relación general de identidad de Tulio y Cicerón. En consecuencia, está
ahora claro que de haber un perceptivo, o proposición directamente expresiva o resultante de
la cualidad de un percepto 4 presente, o imagen sensible, este juicio tiene que implicar
generalidad en su predicado.

Lo que no es general es singular; y lo singular es aquello que reacciona. El ser de un


singular puede consistir en el ser de otros singulares que son sus partes. Así el cielo y la tierra
es un singular; y su ser consiste en el ser del cielo y el de la tierra, cada uno de los cuales
reacciona, constituyendo así un singular que forma una parte del cielo y de la tierra. Si hubiese
negado que todo juicio perceptivo, en lo que respecta a su sujeto, se refiere a un singular,
reaccionando de hecho este singular en la mente al formar el juicio, y reaccionando de hecho
también en la mente al interpretar el juicio, hubiese proferido una absurdidad. Pues toda
proposición cualquiera que sea por lo que respecta a su sujeto se refiere a un singular que
reacciona de hecho respecto del que la profiere y en el que la interpreta. Todas las
proposiciones se refieren al mismo siempre-reaccionante singular, a saber, a la totalidad de
todos los objetos reales. Es verdad que cuando el narrador árabe nos dice que hubo una dama
llamada Sheherazade, no pretende que se entienda que habla del mundo de las realidades
externas, y que hay una gran dosis de ficción en aquello de lo que dice. Pues lo ficticio5 es
aquello cuyas características dependen de las que alguien le atribuye; y el relato, desde luego,
es la mera creación del pensamiento del poeta. Sin embargo, una vez imaginada Sheherazade y
descrita como joven, bella y dotada del talento de hilvanar historias, se transforma en un
hecho real el que haya sido imaginada así por el poeta, hecho ya que éste no puede destruir
pretendiendo o pensando haberla imaginado de otra manera. Lo que quiere que entendamos
es lo que puede haber expresado en prosa llana al decir, "He imaginado una dama, de nombre
Sheherazade, joven, bella, e incansable contadora de cuentos, y voy a imaginar los cuentos que
contó". Esto hubiese sido una clara expresión del hecho expuesto en relación a la suma total de
realidades.

3. Como dije antes, las proposiciones tienen habitualmente más de un sujeto, y casi todas
las proposiciones, si no todas, tienen uno o más sujetos singulares distintos, a los que algunas
proposiciones no se refieren. Estas son las partes esenciales del universo de toda verdad con el
que se relaciona especialmente la proposición dada. Una característica de los juicios
perceptivos es la de que cada uno de ellos se refiere a algún singular con el que no se relaciona
directamente ninguna otra proposición, pero que si llega a producirse esta relación ello sucede
mediante relación con aquel juicio perceptivo. Cuando expresamos una proposición en
palabras dejamos sin expresar la mayoría de sus sujetos singulares; pues las circunstancias del
enunciado muestran suficientemente cuál es el sujeto aludido, y las palabras, debido a su
habitual generalidad, no se adecuan bien a la designación de singulares. El pronombre, que
puede definirse como una parte del discurso destinada a cumplir la función de un índex6, nunca
es inteligible tomado por sí mismo aparte de las circunstancias de su enunciación; y el nombre,
que puede definirse como una parte del discurso que sustituye al pronombre, es propenso
siempre a ser equívoco7.

4. Un sujeto no necesita ser singular. Si no lo es, entonces, cuando se expresa una


proposición en la forma canónica que utilizan los lógicos, este sujeto presentará una u otra de
dos imperfecciones.

Por un lado, el sujeto puede ser hipotético, es decir, puede permitir que le sustituya
cualquier singular que cumpla ciertas condiciones , sin garantizar que haya algún singular que
las cumpla: como cuando decimos "Cualquier salamandra puede sobrevivir al fuego", o
"Cualquier hombre que fuese más fuerte que Sansón podría hacer todo lo que Sansón hizo".

Un sujeto que no tenga ninguna de estas dos imperfecciones es un sujeto singular referido


a la totalidad de un conjunto singular existente 8.

5. Si una proposición tiene dos o más sujetos, de los cuales uno es indesignativo y el
otro hipotético, entonces es importante el orden en el que se afirma que es posible la
sustitución por singulares. Una cosa es, por ejemplo, afirmar que "Cualquier católico existir
adora a una mujer u otra", y otra completamente distinta es afirmar que "Hay alguna mujer a
la que todo católico adora". Si el primer sujeto general es indesignado, la proposición se llama
particular. Si el primer sujeto general es hipotético, la proposición se llama universal.
Una proposición particular afirma la existencia de algo de una descripción dada. Una
proposición universal afirma meramente la no-existencia de algo de una descripción dada.

6. Si yo hubiese afirmado, por tanto, que un juicio perceptivo podía ser una proposición
universal hubiese caído en lo absurdo. Pues existencia es reacción, y el juicio perceptivo es el
producto cognitivo de una reacción.

Pero al igual que de la proposición particular de que "Hay algunas mujeres a las que
cualquier católico que puedas encontrar adorará" podemos inferir con certeza la proposición
universal de que "Cualquier católico que puedas encontrar adorará a una mujer u otra", así si
un juicio perceptivo implica elementos generales, como ciertamente así es, el supuesto es que
del mismo puede deducirse necesariamente una proposición universal.

7. Al decir que los juicios perceptivos implican elementos generales nunca pretendí
ciertamente que se entendiese como que estaba enunciando una proposición psicológico. Pues
mis principios me impiden absolutamente hacer en lógica el más mínimo uso de la psicología.
Me encuentro enteramente circunscrito a los hechos incuestionables de la experiencia
cotidiana y a lo que puede deducirse de los mismos. Todo lo que puedo significar por juicio
perceptivo es un juicio cuya aceptación se me impone absolutamente, y ello por un proceso
que soy totalmente incapaz de controlar y, consecuentemente, incapaz de criticar, sin poder
pretender tampoco una certeza absoluta sobre ninguna cuestión de hecho. Si al hacer un
examen, lo más minucioso de lo que soy capaz, resulta que un juicio parece tener las
características que he descrito, tengo que reconocerlo como un juicio perceptivo hasta que se
me demuestre lo contrario. Ahora bien, consideremos el juicio de que un acontecimiento
C parece ser subsiguiente a otro acontecimiento A. Puedo, ciertamente, haber inferido esto,
porque puedo haber observado que C era subsiguiente a un tercer acontecimiento B, el cual
era subsiguiente a A. Pero entonces estas premisas son juicios de la misma descripción. No
parece posible que yo pueda haber realizado una serie infinita de actos de criticismo, cada uno
de los cuales tiene que requerir un esfuerzo distinto. El caso es completamente diferente al de
Aquiles y la tortuga, porque Aquiles no necesita hacer una serie infinita de esfuerzos distintos 9.
Parece por tanto que tengo que haber hecho un juicio de que un acontecimiento parecía
ser subsiguiente a otro, sin que este juicio haya sido inferido de premisa alguna, [i.e.] sin
ninguna acción controlada y criticada del razonar. Si esto es así, es un juicio perceptivo en el
único sentido que puede reconocer el lógico. Pero de esta proposición de que un
acontecimiento, Z, es subsiguiente a otro, J, puedo deducir instantáneamente por
razonamiento necesario una proposición universal. En efecto, la definición de la relación de
subsecuencia aparente es bien conocida, o lo suficiente para nuestro propósito. Z aparecerá
como subsiguiente a Y si y sólo si Z aparece como estando en una relación peculiar, R, a Y, tal
que nada puede estar hacia sí mismo en relación R, y si, además, cualquier acontecimiento, X,
que pueda darse respecto del cual Y está en la relación R, también Z esté en la relación R hacia
esa misma X. Si esto está implicado en el significado de subsecuencia, respecto a lo cual no hay
lugar alguno a duda, se sigue fácilmente que todo lo que es subsecuente a C es subsecuente a
algo, A, respecto de lo cual C es subsecuente -lo cual es una proposición universal.

Así mi aserto al final de la última lección aparece lo más ampliamente justificado. La


terceridad fluye a nosotros por todas las avenidas de los sentidos.
2. El plan y los pasos del razonar

8. Podemos ahora preguntarnos con provecho qué es bondad lógica. Hemos visto que
cualquier tipo de bondad consiste en la adaptación de su sujeto a su fin. Uno puede afirmar
esto como un tópico. Ciertamente, no es mucho más, aun cuando las circunstancias pueden
haber impedido que se comprenda con claridad.

No me avergonzaré del nombre si ustedes llaman a esto utilitarismo. Pues no conozco


ningún otro sistema filosófico que haya forjado en el mundo tanto bien como el utilitarismo.
Bentham10 puede ser un lógico superficial, pero las verdades que vio las vio con la mayor
nobleza. Por lo que respecta al utilitarista vulgar, su defecto no consiste en llevar demasiado
lejos la cuestión qué sería lo bueno de esto o aquello. Al contrario, su defecto es que nunca
lleva la cuestión ni la mitad de lejos de lo que debiera, o mejor, que nunca plantea en absoluto
realmente la cuestión. Se queda simplemente en sus deseos presentes, como si el deseo
estuviese más allá de toda dialéctica. Desea, quizás, ir al cielo. Pero se olvida de preguntar qué
sería lo bueno de ir al cielo. Piensa que allí sería feliz. Pero esto es una mera palabra. No es una
respuesta real a la cuestión.

9. Nuestra cuestión es, ¿cuál es el uso del pensar? Hemos observado ya que es el solo
argumento el sujeto primario y directo de la maldad y la bondad lógica. Tenemos por tanto que
preguntar cuál es el fin de la argumentación, adónde lleva en último lugar.

10. Los alemanes, cuya tendencia es mirar subjetivamente a todo y exagerar el elemento
de primeridad, mantienen que el objeto es simplemente satisfacer la necesidad lógica de uno,
y que la bondad del razonar consiste en esta sola satisfacción estética. Esto podría ser si
fuéramos dioses y no estuviésemos sujetos a la fuerza de la experiencia.

Pues si la fuerza de la experiencia fuera mera compulsión ciega, y nosotros fuésemos


totalmente extraños en el mundo, entonces también podríamos igualmente pensar en
autocomplacernos; porque, entonces, nunca podríamos conformar nuestros pensamientos a
aquella mera segundidad.

Pero la verdad salvífica es la de que en la experiencia hay una terceridad, un elemento de


razonabilidad respecto al cual podemos instruir nuestra razón a conformarse más y más. Si no
fuera este el caso, no podría haber una cosa tal como maldad o bondad lógica; y por tanto no
necesitamos esperar hasta que se pruebe que hay una razón operativa en la experiencia a la
que se puede aproximar la nuestra propia. Debiéramos pensar al momento que es así, dado
que la única posibilidad de todo conocimiento reside en esta esperanza.

*10*. [La idea de primero predomina en las ideas de frescura, vida, libertad. Lo libre es lo
que no tiene a otro detrás de sí, determinando sus acciones; pero en la medida en que
interviene la idea de negación de otro, interviene la idea de otro; y tal idea negativa hay que
ponerla en un segundo plano, o, de lo contrario, no podemos decir que predomina la
primeridad. La libertad sólo puede manifestarse a sí misma en una ilimitada e incontrolada
variedad y multiplicidad, y, así, lo primero se hace dominante en las ideas de inmensa variedad
y multiplicidad. Es la idea directriz de "lo diverso de los sentidos" de Kant. Pero en la unidad
sintética de Kant lo que predomina es la idea de terceridad. Es una unidad alcanzada; y hubiese
estado mejor llamarla totalidad; pues ésta es la única de sus categorías con la que se encuentra
a gusto. Primeridad es predominante en la idea de ser, no necesariamente en base a lo
abstracto de tal idea, sino de su autoinclusividad. No es por estar separadas de las cualidades
que primeridad es más predominante, sino por ser algo peculiar e idisioncrático. Lo primero
predomina en el sentir, como distinto de la percepción objetiva, voluntad y pensamiento.

La idea de segundo predomina en las ideas de causación y de fuerza estática. Pues causa y
efecto son dos cosas, y las fuerzas estáticas siempre se presentan entre pares. El
constreñimiento es una segundidad. En el flujo del tiempo mental, el pasado aparece, como
actuando directamente sobre el futuro, llamándose su efecto memoria, mientras que el futuro
actúa sólo sobre el pasado por medio de terceros. Más tarde consideraremos fenómenos de
este tipo en el mundo exterior. En los sentidos y en la voluntad hay reacciones de segundidad
entre el ego y el non-ego (pudiendo ser este non-ego objeto de la conciencia directa). En la
voluntad, los acontecimientos conducentes al acto son internos, y decimos que somos agentes
más que pacientes. En los sentidos, los acontecimientos antecedentes no están dentro de
nosotros, y además, el objeto del que formamos una percepción (aunque no el que actúa
inmediatamente sobre los nervios) queda sin afectar. Consecuentemente, decimos que somos
pacientes, no agentes. En la idea de realidad predomina la segundidad; pues lo real es aquello
que insiste en forzar su reconocimiento como algún otro distinto a la creación mental.
(Recordemos que antes de que se incorporase a nuestro lenguaje [el inglés] la palabra
francesa, segundo, otro era meramente el ordinal numeral correspondiente a dos.) Lo real es
activo; lo reconocemos al llamarlo actual. Esta palabra se debe al uso por Aristóteles
de energeia, acción, para significar existencia, como contrapuesta a un mero estado germinal.)
Está también marcado por el pensamiento el tipo de pensamiento de aquellos filósofos
dualistas que gustan de establecer proposiciones como si sólo hubiesen dos alternativas y no
se diese gradación alguna entre ellas, como cuando dicen que al intentar descubrir en un
fenómeno una ley uno asume la proposición de que la ley impera de modo absoluto en la
naturaleza.

Significo por tercero el medio o lazo de unión entre lo absoluto primero y último. El
comienzo es primero, el final segundo, el medio tercero. El final es segundo, los medios
tercero. El hilo de la vida es un tercero; el destino que lo corta, su segundo. Una bifurcación en
el camino es un tercero, supone tres direcciones; un camino recto, considerado meramente
como una conexión entre dos lugares es segundo, pero en la medida en que implica pasar a
través de lugares intermedios es un tercero. La posición es primero, la velocidad o la relación
de dos posiciones sucesivas es segundo, la aceleración o la relación de tres posiciones
sucesivas es tercereo. Pero la velocidad, en la medida en que es continua, implica también un
tercero. La continuidad representa terceridad casi a la perfección. Todo proceso cae bajo este
epígrafe. La moderación es un tipo de terceridad. El grado positivo de un adjetivo es primero,
el superlativo segundo, el comparativo tercero. Todo lenguaje exagerado, "supremo", "total",
"incomparable", "radical", es el ropaje de mentes que piensan en segundos, y olvidan terceros.
La acción es segundo, pero la conducta es tercero. La ley como fuerza activa es segundo, pero
orden y legislación son terceros. La simpatía, la carne y sangre, aquello por lo que siento los
sentimientos de mi prójimo, es tercero.]

11. Hay tres tipos de razonamiento: deducción, inducción y abducción 11. En la deducción, o
razonamiento necesario, partimos de un estado hipotético de cosas que definimos en ciertos
aspectos abstractos. Entre las características a las que no prestamos atención alguna en este
modo de argumento, está la de si la hipótesis de nuestras premisas se conforma, o no, más o
menos al estado de cosas del mundo exterior. Si consideramos este estado hipotético de cosas
y llegamos a la conclusión de que, con independencia de lo que pueda ser del universo en otros
aspectos, siempre y cuando pueda verificarse la hipótesis será invariablemente verdadera
alguna otra cosa no supuesta explícitamente en esta hipótesis. Nuestra inferencia será válida si
y sólo si hay realmente una tal relación entre el estado de cosas supuesto en las premisas y el
estado de cosas enunciado en la conclusión. El que esto sea o no realmente así es una cuestión
de realidad, y no tiene nada que ver con el cómo podamos estar inclinados a pensar. Si una
persona dada es incapaz de ver la conexión, no por ello el argumento es en absoluto menos
válido, supuesto que realmente subsista esta relación de hechos reales. Si la entera raza
humana fuese incapaz de ver la conexión, no por ello el argumento sería en absoluto menos
sólido, aun cuando no fuese humanamente claro. Veamos precisamente cómo nos aseguramos
de la realidad de la conexión. Aquí, como en todas partes en la lógica, ha sido de gran utilidad
el estudio de las relaciones. Los silogismos simples, que son los únicos que los viejos lógicos
inexactos toman en consideración, son formas tan rudimentarias que prácticamente es
imposible discernir en ellas los rasgos esenciales de la inferencia deductiva hasta que nuestra
atención se ha fijado en estos rasgos en formas más elevadas de deducción.

12. Todo razonamiento necesario es sin excepción diagramático 12. Es decir, construimos un
icono de nuestro hipotético estado de cosas y procedemos a observarlo. Esta observación nos
lleva a sospechar que hay algo que es verdad, que podemos o no ser capaces de formular con
precisión, y proceder a investigar si es o no verdad. A este propósito es necesario formar un
plan de investigación, y esta es la parte más difícil de toda la operación. No sólo tenemos que
seleccionar los rasgos del diagrama al que será pertinente prestar atención, sino que es de la
mayor importancia centrarse una y otra vez en ciertos rasgos. De otro modo, aunque nuestras
conclusiones pueden ser correctas, no serán las conclusiones particulares a las que apuntamos.
Pero el punto más importante del arte consiste en la introducción
de abstracciones13 adecuadas. Entiendo por esto una transformación de nuestros diagramas tal
que las características de un diagrama pueden aparecer en otro como cosas. Un ejemplo
familiar es cuando en el análisis tratamos las operaciones mismas como sujeto de operaciones.
Permítanme decirles que constituiría un importante estudio de toda una vida el explicar esta
operación de planificar una demostración matemática. Sobre esto circulan entre los
matemáticos diversas máximas sueltas, habiéndose escrito sobre el tema algunos libros
meritorios, pero nada que fuese claro y magistral. Con la moderna reforma de la matemática y
con mis propios y otros resultados lógicos como base, una tal teoría de un plan de
demostración ha dejado de ser una tarea sobrehumana.

13. Una vez determinado así el plan de razonamiento, procedemos al razonamiento


mismo, y esto, he comprobado, puede reducirse a tres tipos de pasos. El primero consiste en
copular las proposiciones separadas en una proposición compuesta. El segundo en omitir algo
de una proposición sin posibilidad de introducir error. El tercero consiste en insertar algo en
una proposición sin introducir error.

14. Pueden ustedes ver precisamente cuáles son estos pasos elementales de la inferencia,
en el Dictionary de Baldwin bajo "Lógica simbólica". Como ejemplo de a qué se parecen
pueden tomar el siguiente:
A es un caballo bayo,
Por lo tanto, A es un caballo.
Si uno se pregunta cómo se sabe que esto es cierto, probablemente se contestará que uno se
imagina un caballo bayo y que al contemplar la imagen se ve que es un caballo. Pero esto sólo
se aplica a la imagen singular. ¿Qué tamaño de caballo representa esta imagen? ¿Hubiese sido
la misma con un caballo de diferente talla? ¿De qué edad representaba que era el caballo?
¿Estaba su cola recortada? ¿Lo hubiera estado de padecer espasmos apopléjicos?; y, de ser así,
¿están seguros que lo habría estado cualquiera que fuese la enfermedad, de entre las
numerosas que padece el caballo? Estamos perfectamente seguros que ninguna de estas
cuestiones podría afectar en lo más mínimo a la cuestión. Es bastante fácil formular razones a
docenas; pero la dificultad reside en que todas sin excepción son mucho menos evidentes que
la inferencia original. No veo que el lógico pueda hacer nada mejor que decir que percibe esto
cuando se da una proposición copulativa, tal como "A es un caballo y A es de color bayo",
pudiéndose omitir cualquier miembro de la copulación sin que la proposición pase de
verdadera a falsa. En un sentido psicológico estoy dispuesto a tomar por la palabra al psicólogo
si dice que una tal verdad general no puede percibirse. ¿Pero qué otra cosa podemos hacer en
lógica?

15. Alguien puede responder que la proposición copulativa contiene la conjunción "y" o
algo equivalente, y que el núcleo de la significación de este "y" es que la entera copulación es
verdadera si y sólo si cada uno de los miembros es verdadero por separado; de manera que en
la significación misma de la proposición copulativa se implica que pueda omitirse cualquier
miembro.

Doy mi asentimiento a esto con todo mi corazón. Pero, después de todo, ¿qué comporta?
Es otro modo de decir que lo que llamamos la significación14 de una proposición abarca toda
deducción necesaria y obvia a partir de la misma. Es una valiosa observación considerada como
el comienzo de un análisis sobre cuál es la significación de la palabra "significación". Pero, me
pregunto, ¿cómo nos ayuda a entender nuestro paso de un juicio aceptado A a otro juicio C en
el que no sólo sentimos la misma confianza, sino del que de hecho estamos igualmente
seguros?, ¿impidiendo un posible equívoco que podría corregirse tan pronto como fijáramos
nuestra atención en él, impidiendo otro equívoco equivalente?

A esto el defensor de la explicación por el concepto de "significación" puede replicar:


se significa lo que se pretende o se propone; que un juicio es acto voluntario, y que nuestra no
es la de emplear la forma del juicio A, excepto para la interpretación de imágenes a las que
pueden aplicarse juicios correspondientes en la forma a C.

16. Quizá pueda reconliar al psicólogo la admisión de juicios perceptivos que involucran
generalidad el que se le diga que son juicios perceptivos relativos a nuestros propios
propósitos. Creo ciertamente que la certeza de la matemática pura y de todo razonamiento
necesario se debe a la circunstancia de que se refiere a objetos que son creaciones de nuestras
propias mentes, y que el conocimiento matemático hay que clasificarlo conjuntamente con el
conocimiento de nuestros propios propósitos. Cuando nos encontramos con un resultado
sorprendente en la matemática pura, como sucede con tanta frecuencia, porque un vago
razonamiento nos había llevado a suponer que era imposible, es éste esencialmente el mismo
tipo de fenómeno que cuando en la prosecución de un propósito nos encontramos haciendo
algo que a nosotros mismos nos sorprende estar haciendo por ser contrario, o aparentemente
contrario, a algún propósito más débil.

Pero si se supone que tales consideraciones proporcionan alguna justificación lógica de los
principios lógicos primarios tengo que decir que, por el contrario, todo lo más presuponen la
cuestión al asumir premisas mucho menos ciertas que la conclusión a establecer.

3. El razonamiento inductivo

17. Una generación y media de modas evolucionistas en filosofía no han sido suficientes
para extinguir por completo el fuego de la admiración por John Stuart Mill -este muy fuerte
filósofo, aunque filisteo, cuyas inconsistencias le hicieron altamente apto para liderar una
popular escuela- y consecuentemente habrá todavía quien se proponga explicar los principios
generales de la lógica formal por medio de la inducción, aun cuando ahora se muestra
plenamente que son principios matemáticos. Cualquiera que en la actualidad se adhiera a este
punto de vista puede presuponerse que tiene una noción muy vaga de inducción; de manera
que todo lo que realmente quiere decir es que los principios generales en cuestión se derivan
de las imágenes de la imaginación mediante un proceso que, dicho esquemáticamente, es
análogo a la inducción. Entendiéndolo de esta manera estoy sinceramente de acuerdo con él.
Pero no puede esperar de mí, en 1903, que tenga algo más que admiración histórica por
conceptos de inducción que arrojaban una gran luz sobre el tema en 1843. La inducción es tan
manifiestamente inadecuada para explicar la certeza de estos principios, que sería una pérdida
de tiempo discutir dicha teoría.

18. Sin embargo, es ahora el momento de pasar yo a considerar el razonamiento inductivo.


Cuando digo que por razonamiento inductivo entiendo un desarrollo de la investigación
experimental, no entiendo experimento en el sentido estrecho de una operación mediante la
cual uno varía las condiciones de un fenómeno casi a capricho. Con frecuencia oímos a
estudiantes de ciencias, que no son experimentales en este sentido estrecho, lamentarse de
que en sus departamentos se les niegue tal ayuda. Sin duda alguna hay mucha razón en dicho
lamento; y, con todo, a estas personas no se les niega en absoluto el proseguir con precisión el
mismo método lógico, aun cuando no con la misma libertad y facilidad. Un experimento, dice
Stöckhardt15, en su excelente La escuela de química, es una cuestión planteada a la naturaleza.
Como cualquier interrogatorio se basa en un supuesto. Si este supuesto es correcto hay que
esperar un cierto resultado sensible, bajo ciertas circunstancias que pueden crearse, o, en todo
caso, encontrarse. La cuestión es, ¿será éste el resultado? Si la naturaleza contesta "¡No!" el
investigador obtiene una importante porción de conocimiento. Si la naturaleza dice "Sí", las
ideas del experimentador quedan tal cual, sólo que engranadas de alguna manera más
profundamente. Si la naturaleza dice "Sí" a las primeras veinte cuestiones, aun cuando hayan
sido esbozadas para hacer lo más sorprendente posible esta respuesta, el experimentador
podrá confiar encontrarse en la vía correcta, dado que dos elevado a la 20 ésima potencia
sobrepasa un millón.

19. Laplace16 era de la opinión de que los experimentos afirmativos otorgan una


probabilidad definida a la teoría, y esta doctrina es la que se enseña hasta el momento en la
mayoría de los libros sobre probabilidad, aun cuando lleve a los más ridículos resultados, y sea
intrínsecamente autocontradictoria. Se basa en una noción muy confusa de lo que es
probabilidad. Probabilidad se aplica a la cuestión de si un tipo específico de acontecimientos
tiene lugar cuando se cumplen ciertas condiciones predeterminadas; y es la ratio del número
de veces que este resultado específico a la larga seguirá el cumplimiento de estas condiciones,
respecto del número total de veces que en el curso de la experiencia se cumplieron tales
condiciones. Esencialmente se refiere a un curso de la experiencia, o, al menos, de
acontecimientos reales; ya que meras posibilidades no son susceptibles de contarse. Ustedes
pueden preguntarse, por ejemplo, cuál es la probabilidad de que un tipo dado de objeto sea
rojo, supuesto que definan rojo suficientemente. Es simplemente la ratio del número de
objetos de este tipo que son rojos en relación al número total de objetos de este tipo. Pero
preguntar en abstracto cuál es la probabilidad de que un tono de color sea rojo es un
sinsentido, porque los tonos de color no son individuos susceptibles de contarse. Ustedes
pueden preguntarse cuál es la probabilidad de que el próximo elemento químico a descubrir
tenga un peso atómico superior a cien. Pero no pueden preguntarse cuál es la probabilidad de
que la ley de la abstracción universal fuese la del cuadrado inverso, a no ser que puedan
atribuir algún significado a las estadísticas de las características de los universos posibles.
Cuando Leibniz dijo que este mundo es el mejor de los posibles, pudo haber tenido algún
atisbo de sentido, pero cuando Quételet 17 dice que si se ha observado un fenómeno
durante m ocasiones la probabilidad de que tenga lugar en la ocasión (m+1) ésima es m+1 / m+2,
está diciendo categóricamente un sinsentido. El señor F. Y. Edgeworth afirma que de todas las
teorías que se ponen en marcha la mitad son correctas 18. Esto no es un sinsentido, pero es
ridículamente falso. Pues de entre las teorías con base suficiente como para que se las pueda
discutir en serio, hay como media más de dos para cada fenómeno general a explicar.
Poincaré19, por otro lado, parece pensar que todas las teorías son erróneas, y la cuestión es
sólo la de lo erróneas que son.

20. La inducción consiste en partir de una teoría, deduciendo de la misma predicciones de


los fenómenos, y observando estos fenómenos con vistas a comprobar
lo aproximadamente que concuerdan con la teoría. La justificación para creer que una teoría
experiencial que ha sido sometida a un determinado número de tests experimentales quedará
también corroborada en el futuro cercano como lo ha sido hasta ahora por otros tests como
éstos, es la de que mediante la prosecución constante de este método a la larga tenemos que
averiguar el estado real de la cuestión. La razón de que tenemos que hacerlo así es que nuestra
teoría, si es que es admisible como teoría, consiste simplemente en suponer que tales
experimentos a la larga darán resultados de ciertas características. Pero no quiero que se me
entienda como que lo que quiero decir es que la experiencia puede agotarse, o puede
acercarse al agotamiento. Lo que quiero decir es que si hay una serie de objetos, digamos de
cruces y círculos, que tiene un principio pero no un final, entonces cualquiera que pueda ser la
disposición o falta de disposición de estas cruces y círculos en toda la serie interminable tiene
que poder descubrirse con un grado indefinido de aproximación examinando un número finito
suficiente de elementos sucesivos comenzando al comienzo de la serie. Es este un teorema
susceptible de estricta demostración. El principio de la demostración es que todo lo que no
tiene un final no puede tener otro modo de ser que el de una ley, y, por lo tanto, cualquiera
que sea la característica general que pueda tener tiene que poder describirse, pero el único
modo de describir una serie interminable es enunciando explícita o implícitamente la ley de
sucesión de un término a otro. Pero todo término de este tipo tiene un lugar ordinario finito
desde el comienzo y, por lo tanto, si presenta desde el principio alguna regularidad para todas
las sucesiones finitas la presenta sistemáticamente. Así, la validez de la inducción depende de
la relación necesaria entre lo general y lo singular. Es precisamente esto lo que constituye el
soporte del pragmatismo.

4. Instinto y abducción

21. Hay poco que decir en relación a la validez de la inferencia abductiva, aun cuando este
poco es pertinente al problema que tenemos entre manos.

La abducción es el proceso de formar una hipótesis explicativa. Es la única operación lógica


que introduce alguna idea nueva; pues la inducción no hace más que determinar un valor, y la
deducción desarrolla meramente las consecuencias necesarias de una pura hipótesis.

La deducción prueba que algo tiene que ser; la inducción muestra que algo es


actualmente operativo; la abducción sugiere meramente que algo puede ser.

Su única justificación es la de que a partir de su sugerencia la deducción puede extraer una


predicción que puede comprobarse mediante inducción, y que, si podemos llegar a aprender
algo o a entender en absoluto los fenómenos, esto tiene que conseguirse mediante la
abducción.

Por lo que puedo saber, no puede darse ninguna razón cualquiera que sea a favor de la
misma; y no necesita razón alguna, ya que sólo ofrece sugerencias.

22. Un hombre tiene que estar categóricamente loco para negar que la ciencia ha hecho
muchos descubrimientos verdaderos. Pero cada uno de los ítems particulares de la teoría
científica que hoy se encuentran asentados lo deben a la abducción.

Pero, ¿cómo es que toda esta verdad ha llegado a alumbrarse por un proceso en el que no
hay compulsividad alguna, ni tendencia hacia la compulsividad? ¿Ha sido por azar?
Consideremos la multitud de teorías que pueden haberse sugerido. Un físico, en su laboratorio,
da con algún fenómeno nuevo. ¿Cómo sabe que las conjunciones de los planetas no tiene nada
que ver con ello, o que no es quizá porque a la emperatriz viuda de China se le haya ocurrido
por la misma época, hace un año, pronunciar alguna palabra con poder místico, o porque se
encuentra presente algún genio invisible? Pensemos en los trillones de trillones de hipótesis
que pueden hacerse de las cuales sólo una es verdadera; y, con todo, el físico, después de dos
o tres conjeturas, o, todo lo más, de una docena, da muy cerca de la hipótesis correcta. Por
azar no lo hubiese conseguido, probablemente ni en todo el tiempo transcurrido desde que la
tierra se solidificó. Pueden ustedes decirme que al principio se recurrió a hipótesis astrológicas
y mágicas, y que sólo gradualmente hemos aprendido ciertas leyes generales de la naturaleza,
a consecuencia de las cuales el físico busca la explicación de su fenómeno dentro de las cuatro
paredes de su laboratorio. Pero si ustedes observan la cuestión más detenidamente, verán que
por esta vía no puede explicarse la cuestión a un cierto nivel importante. Tomemos una
perspectiva amplia de la cuestión. Durante más de veinte mil años o así, el hombre no se ha
ocupado de problemas científicos. Pero, si quieren, pongamos diez veces esto. Pero esto no es
ni una cienmilésima parte del tiempo que puede considerarse que ha estado buscando su
primera teoría científica.
Ustedes pueden elaborar esta o aquella excelente explicación psicológica de la cuestión.
Pero permítanme decirles que toda la psicología del mundo junta no sacará el problema lógico
justo de donde estaba. Puedo dedicar horas a desarrollar este punto. Pero tengo que dejarlo
de lado.

Ustedes pueden decir que la evolución lo explica. No pongo en duda que haya evolución.
Pero no ha habido suficiente tiempo como para explicar la evolución por el azar 20.

23. Sea como sea el modo cómo el hombre ha adquirido su facultad de adivinar las vías de
la naturaleza, lo cierto es que no ha sido mediante una lógica autocontrolada y crítica. No
siquiera ahora puede dar una razón exacta de sus mejores conjeturas. Me parece que el
enunciado más claro que podemos hacer de la situación lógica -la más libre de toda mezcla
incuestionable- es decir, que el hombre tiene un cierto discernimiento 21 de la terceridad, de los
elementos generales de la naturaleza, no lo bastante fuerte como para estar con más
frecuencia acertado que equivocado, pero lo bastante como para no estar abrumadoramente
con más frecuencia equivocado que acertado. Lo llamo discernimiento porque hay que
referirlo a la misma clase general de operaciones a la que pertenecen los juicios perceptivos.
Esta facultad participa a la vez de la naturaleza general del instinto, pareciéndose a los instintos
de los animales en que supera con mucho los poderes generales de nuestra razón y en que nos
dirige como si estuviéramos en posesión de hechos que se encuentran por completo más allá
del alcance de nuestros sentidos. Se parece también al instinto en su pequeña predisposición al
error; pues aunque yerra con más frecuencia que acierta, con todo la frecuencia relativa con la
que acierta es en conjunto la cosa más maravillosa de nuestra constitución.

24. Una pequeña observación más y dejaré este tema. Si ustedes preguntan a un
investigador por qué no prueba esta o aquella disparatada teoría, dirá, "No parece razonable".
Es curioso que raramente utilizamos esta palabra cuando se ve con claridad la lógica estricta de
nuestro procedimiento. No decimos que un error matemático no es razonable. Llamamos
razonable aquella opinión cuyo único apoyo es el instinto. [...]

El significado de un argumento

25. Hemos visto ya una cierta razón para mantener que la idea de significación22 es tal que
implica alguna referencia a un propósito. Pero significación sólo se atribuye a
los representamens, y el único tipo de representamen que tiene un reconocido propósito
definido es un "argumento". El propósito definido de un argumento es determinar una
aceptación de su conclusión, concordando totalmente con el uso general al llamar a la
conclusión de un argumento su significación. Pero puedo observar que la palabra significación
no se ha reconocido hasta ahora como un término técnico de la lógica, y que al proponerla
como tal (lo que tengo derecho a hacer ya que tengo que expresar un nuevo concepto, el de la
conclusión de un argumento como su proyectado interpretante) tendría que reconocérseme el
derecho a deformar ligeramente la acepción de la palabra "significación" para ajustarla a la
expresión de un concepto científico. Parece natural valerse de la palabra significación para
denotar el interpretante proyectado de un símbolo.

26. Puedo suponer que todos ustedes están familiarizados con la insistencia reiterada de
Kant de que el razonamiento necesario no hace más que explicar la significación de sus
premisas23. Ahora bien, la lógica de relaciones ha mostrado claramente que la concepción de
Kant sobre la naturaleza del razonamiento necesario es totalmente equivocada, y que su
distinción, basada en esta concepción, entre juicios analíticos y sintéticos, que también y mejor
denomina juicios explicativos (erläuternde) y amplificativos (erweiternde), es tan
absolutamente confusa que resulta difícil o imposible hacer algo con ella. Pero, sin embargo,
creo que hacemos muy bien en aceptar el dictum de Kant de que el razonamiento necesario es
meramente explicativo de la significación de los términos de las premisas, sólo que invirtiendo
el uso a hacer del mismo. A saber, en lugar de adoptar la concepción de significación de los
lógicos wolffianos24, tal como él hace, y de valerse de este dictum para expresar lo que el
razonamiento necesario puede hacer, sobre lo cual estaba completamente equivocado,
haremos bien en entender el razonamiento necesario tal como las matemáticas y la lógica de
relaciones nos empujan a entenderlo, y en usar el dictum de que el razonamiento necesario
sólo explica las significaciones de los términos de las premisas para fijar ideas respecto a lo que
entenderemos por significación de un término.

27. Kant y los lógicos con cuyos escritos estaba sólo familiarizado -con independencia de
su gran capacidad natural como lógico estaba lejos de ser un estudioso sistemático de la lógica-
desconsideraban consistentemente la lógica de relaciones; y la consecuencia fue que la única
explicación que estaban en condiciones de dar de la acepción de un término, de su
"significación" tal como la llamaban, fue la de que está compuesta de todos los términos que
pueden predicarse esencialmente de este término. Consecuentemente, o bien el análisis de la
significación tiene que ser susceptible de proseguirse más y más, sin límite -una opinión que
Kant expresa en un pasaje bien conocido 25 pero que no desarrolla- o bien, lo que era más
corriente, uno alcanzaba en último lugar ciertas concepciones absolutamente simples tales
como ser, cualidad, relación, mediación , libertad, etc., que se consideraban como
absolutamente imposibles de definir y como luminosas y claras en grado sumo. Es maravilloso
el seguimiento obtenido por esta opinión de que aquellos conceptos exageradamente
abstractos eran en sí mismos simples y fáciles en grado sumo, a pesar de que repugnase el
buen sentido. Uno de los muchos importantes servicios prestados por la lógica de relaciones ha
sido el de mostrar que estos llamados conceptos simples, con independencia de no estar
afectados por el tipo particular de combinación reconocido en la lógica no de relaciones, son,
sin embargo, susceptibles de análisis debido al hecho de implicar varios modos de relación. Por
ejemplo, no hay conceptos más simples que los de primeridad, segundidad y terceridad, pero
esto no ha impedido que yo los defina, y que lo haya hecho de la forma más efectiva dado que
todos los asertos que he realizado en relación a los mismos han sido deducidos de estas
definiciones.

28. Otra consecuencia de haber desconsiderado la lógica de relaciones fue que Kant
imaginase que todo razonamiento necesario era del tipo de un silogismo en Barbara. Nada
podía estar más ridículamente en conflicto con los hechos confirmados. Pues de haber sido
éste el caso cualquier persona con una buena cabeza lógica hubiese sido capaz de ver
instantáneamente de ver si una conclusión dada seguía o no a premisas dadas; y, además, el
número de conclusiones a partir de un pequeño número de premisas sería muy moderado.
Ahora bien, es verdad que cuando Kant escribía, Legendre y Gauss 26 no habían mostrado aún la
enorme cantidad de teoremas deducibles a partir de las muy pocas premisas de la aritmética.
Supongo, por tanto, que tenemos que excusarle por no saberlo. Pero es difícil saber cuál
hubiera sido sobre este punto el estado de opinión de lógicos que eran a la vez matemáticos,
tales como Euler, Lambert y Ploucquet 27. Euler inventó los diagramas lógicos que se conocen
por su nombre; pues las reivindicaciones hechas en favor de sus predecesores pueden
considerarse como carentes de base28, y Lambert usaba un sistema equivalente. Ahora bien, no
necesito decir que ambos eran matemáticos de gran capacidad. Uno simplemente se
encuentra estupefacto de que pareciesen afirmar que todos los razonamientos matemáticas se
pudieran representar de alguna de estas maneras. Uno puede suponer que Euler nunca prestó
demasiada atención a la lógica. Pero Lambert escribió sobre el tema un extenso libro en dos
volúmenes, que resulta bastante superficial. A uno le cuesta reconocer que su autor fuese el
mismo que llegó casi a descubrir la geometría no-euclideana 29. La lógica de relaciones no es
apta para plasmar el razonamiento matemático en estricta forma lógica. Un ejemplo de ello lo
encontrarán ustedes -aunque demasiado simple como para poner de relieve todos sus rasgos-
en aquel capítulo de la lógica de Schröder 30 en el que éste remodela el razonamiento de
Dedekind en su folleto Was sind und was sollen die Zahlen 31; y si alguien objeta que este
análisis fue básicamente la obra de Dedekind, quien no se valió del instrumento de la lógica de
relaciones, le contesto que todo el libro de Dedekind no es más que una elaboración de un
artículo publicado por mí varios años antes en el American Journal of Mathematics32, que era
resultado directo de mis estudios lógicos. Estos análisis muestran que aunque la mayoría de los
pasos del razonamiento se parecen considerablemente a Barbara, con todo la diferencia de
resultado es verdaderamente muy grande.

29. En conjunto, pues, si entendemos por significación de un término, proposición o


argumento, todo el proyectado interpretante general33, entonces la significación del
argumento es algo explícito. Es su conclusión; mientras que la significación de una proposición
o término es todo aquello con lo que esta proposición o término puede contribuir a la
conclusión de un argumento demostrativo. Pero si bien este análisis puede resultar útil, no es
en modo alguno suficiente para eliminar todo sinsentido, o para posibilitarnos enjuiciar la
máxima del pragmatismo. Lo que necesitamos es una explicación de la significación última de
un término. Para este problema tenemos que dirigirnos a nosotros mismos.

Notas

* (N. del E.) Reproducido con el permiso de José Vericat. Esta traducción se publicó
originalmente en: Charles S. Peirce. El hombre, un signo (El pragmatismo de Peirce), José
Vericat (trad., intr. y notas), Crítica, Barcelona 1988, pp. 123-141. "Tres tipos de razonamiento"
es el título dado a la VI de las lecciones sobre el pragmatismo expuestas en Harvard de marzo a
mayo de 1903. Aparece publicada como tal en el libro I del vol. 5 de los CP (CP 5. 151-179).

(N. del T.). A efectos aclaratorios de conceptos que aparecen sin explicación en dicho
texto, se han insertado en el parágrafo 2 del mismo, bajo *10:
a) La manifestación de la primeridad, publicado en los CP como § 2 del cap. 2, titulado
"Las categorías en detalle", del libro III ("Fenomenología"), del vol. 1 (§ 302), y que
forma parte originalmente de "La lista de las categorías: un segundo ensayo, X" (c.
1894).
b) Las variedades de la segundidad corresponde al mismo capítulo y libro de los CP (§
325), y es un fragmento sin identificar.
c) Ejemplos de terceridad corresponde al mismo capítulo y libro de los CP (§ 337), y es
originalmente un fragmento titulado Tercero (c. 1875).

1. "Los tres tipos de bondad" (CP 5. 120-149).

2. "Aquello de naturaleza tal que puede predicarse de muchos sujetos".

3. La lógica de relaciones inaugura una nueva época en la historia de la lógica, y en la


fundamentación misma de la matemática, especialmente a partir de la obra de A. De Morgan
(1806-1871), "On the syllogism, no. IV, and on the logic of relations"), y también de la de G.
Boole (1815-1864, The mathematical Analysis of Logic). Es el campo de la lógica al que Peirce
otorga mayor importancia actual, y en el que reivindica su mayor y más original aportación.

4. "En la vida ordinaria todos nuestros enunciados, entiéndase bien, son, básicamente,
aproximaciones esquemáticas a lo que significamos que comportan. Un tono o un gesto es con
frecuencia la parte más definida de lo que se dice. Incluso en relación con los hechos
perceptuales, o con los juicios inmediatos que hacemos de los perceptos singulares, es
evidente la misma distinción. El percepto es la realidad. No está en forma proposicional. Pero
el juicio más inmediato relativo el mismo es abstracto. Es, por tanto, esencialmente desigual a
la realidad, aunque tiene que aceptarse verdadero para esta realidad" (CP 5. 568).

5. "La obra del poeta o del novelista no es tan diferente de la del científico. El artista
introduce una ficción, pero esta no es arbitraria; exhibe afinidades a las que la mente otorga
una cierta aceptación al calificarla de bella, que si no es exactamente lo mismo que decir que la
síntesis es verdadera, es algo del mismo tipo general. El geómetra traza un diagrama, que si no
exactamente una ficción, es, al menos, una creación, y por medio de la observación del
diagrama puede sintetizar y mostrar relaciones entre los elementos que antes no parecían
tener una conexión necesaria" (CP 1. 383).

6. Véase la sección B de este capítulo ["Icono, Index, Símbolo"] para los conceptos
de icono, índex y símbolo.

7. Véase la nota 1 de Peirce del cap. IV B de esta selección, "Icono, Index, Símbolo".

8. Sobre esta relación entre lo singular y lo colectivo, véase el capítulo sobre Berkeley.
["Las obras de Berkeley, de Fraser"]

9. Compárese: "... de la misma manera que Aquiles no tiene que hacer la serie de
esfuerzos distintos que se pretende que hace, así este proceso de formar el juicio perceptual,
por el hecho de ser subconsciente y por tanto sometible a un criticismo lógico, no tiene lugar
en actos separados de inferencia, sino que el acto se ejecuta en un proceso continuo" (CP 5.
182).
10. J. Bentham (1800-1884, Outline of a new system of logic). Como veremos conceptos
como cenoscopia, idioscopia y otros los toma Peirce de Bentham.

11. "En ciencia, hay tres modos de razonar fundamentalmente diferentes: deducción,


llamado por Aristóteles runagwgh o anagwgh), inducción (la epagwgh de Aristóteles y de
Platón) y retroducción (la anagwgh de Aristóteles, mal interpretada debido a la corrupción del
texto, y en tanto mal interpretada traducida usualmente por abducción [Peirce habitualmente
la llama abducción, pero a veces hipótesis (Nota de los editores de los CP)]). Junto a estos tres,
la analogía (paradeigma de Aristóteles) combina las características de la inducción y la
retroducción" (CP 1. 65).

12. La plasmación diagramática de todo razonamiento, incluido el matemático, es una de


las creaciones más características de Peirce que desemboca en su idea de los grafos
existenciales (cf. n. 40, cap. VII. ["Temas del pragmaticismo"] Una traducción de textos de
Peirce sobre este tema se encuentra en Ch. S. Peirce, La ciencia de la semiótica, Nueva Visión,
Buenos Aires, 1974), lo que, en todo caso, pone en claro la preeminencia en él de
la percepción, y, en este sentido, tal como titulamos este capítulo ["Algunas categorías de la
razón sintética"], la preeminencia de la razón sintética. Para este concepto cf. n. 38 de este
capítulo.

13. Véase la noción de abstracción hipostática en la n. 32, cap. VII, de esta selección.


["Temas del pragmaticismo"]

14. Cf. cap. VI de esta selección. ["Cómo esclarecer nuestras ideas"]

15. Die Schule der Chemie, parte I, § 6 (Nota de los eds. de los CP). La importancia de este
texto es que Peirce lo manejó de muy joven, estando aún en la escuela, poniendo de
manifiesto la importancia de la química en toda su elaboración teórica (cf. n. 2 del cap. VII de
esta selección. ["Temas del pragmaticismo"])

16. Cf. n. 16 del cap. IX de esta selección. ["Las ciencias normativas"]

17. A. Quételet (1796-1874), Lettres sur la théorie des probabilités, "3me lettre" (N. Eds. CP).
"Haciendo m = 0, se ve que este punto de vista supone que la probabilidad de un
acontecimiento totalmente desconocido es 1/2; o que de todas las teorías sometidas a examen
la mitad son verdaderas. De hecho, sabemos que aunque no se proponen teorías a menos que
presenten alguna decidida plausibilidad, ni mucho menos la mitad resultan ser verdaderas.
Pero para aplicar correctamente la doctrina de las probabilidades inversas es necesario saber la
probabilidad antecedente del acontecimiento cuya probabilidad está en cuestión. Ahora bien,
en pura hipótesis o inducción, no sabemos nada de la conclusión antecedente a la inferencia
de que disponemos. La mera ignorancia, sin embargo, no nos permite avanzar hacia
conocimiento alguno; por lo tanto, es imposible que la teoría de las probabilidades inversas dé
correctamente un valor a la probabilidad de una conclusión puramente inductiva o hipotética.
Ya que no puede hacerlo sin asignar una probabilidad antecedente a esta conclusión; de
manera que si esta probabilidad antecedente representa mera ignorancia..., no puede hacerlo
en absoluto" (CP 2.744). La proposición de Leibniz expresa una creencia viva, y, por tanto,
relativa a cuestiones de interés práctico real; mientras que la de Quételet es estrictamente
teórica, pareciéndose, todo lo más, a una creencia en tanto afirma una doctrina, aun cuando
una teoría sólo lo hace provisionalmente. Doctrina ésta, por lo demás, que "(c)omparada con
una creencia viva no es más que un fantasma" (cf. CP 5. 60). En este parágrafo Peirce establece
un análisis en torno al principio de Ockham, entia non sunt multiplicanda praeter neccesitatem,
en su validez como criterio teórico y en su sinsentido como criterio práctico, para ilustrar la
misma conclusión que aquí expone en la comparación entre Leibniz y Quételet.

18. F. Y. Edgeworth (1845-1926), economista que colaboró con Keynes e hizo importantes
aportaciones en el campo de la estadística teórica.

19. Poincaré (1854-1912), representante del convencionalismo teórico.

20. "La teoría darwiniana parece particularmente apta para explicar la génesis de los
instintos útiles. No puedo evitar pensar que la supervivencia del más apto jugase un papel
considerable en el desarrollo de aquellos instintos. Con todo, en lo que respecta a salvar la
distancia entre el más elevado bruto y el hombre más primitivo, estoy convencido de que el
crecimiento natural, la selección natural, no podría haberlo realizado en un millón de años.
Ahora bien, el enorme período de tiempo requerido por los geólogos no lo conceden los
físicos. Unos pocos miles de años es lo más que podemos aceptar para la transformación de un
decidido bruto en un hombre decidido, con el don del lenguaje. Que sepamos, no ha ocupado
más de unas pocas generaciones. De la misma manera, convertir a un hombre primitivo, con
un intelecto como el de un [habitante de las islas] Andaman, o como un pigmeo africano, en un
ser como el de un primitivo egipcio, por medio de la selección natural requeriría seguramente
cientos de miles de años. Todo muestra que los geógrafos físicos tienen razón al decir que la
cualidad del intelecto de pueblos diferentes se debe en buena parte a su entorno. Pero sea
cual sea el efecto que produce el entorno sobre las especies, lo que vemos es lo que consigue
en unas pocas generaciones" ("Lecture IX: Post-Hellenic to the Fifteenth Century", Lowell
Institute Lectures, en Historical Perspectives ..., 237-257, p. 240).

21. Traduce Insight.

22. Cf. n. 12 de este capítulo.

23. Véase, por ejemplo, Kritik der reinen Vernunft, A7, B10, 11 (N. Eds. CP).

24. Cf. Ch. Wolff, Der Anfangs-Gründe aller Mathematischen Wissenschaften, Franckfurt y


Leipzig, 1732, pp. 5 ss.

25. Kritik r. V. A 656, B 684 (N. Eds. CP).

26. A. M. Legendre (1752-1833), Théorie des Nombres, y K. F. Gauss (1777-


1855), Disquisitiones Arithmeticae.

27. G. Ploucquet (1716-1790) en sus planteamientos lógicos (Methodus calculandi in


logicis, praemissa comentationes de arte characteristica) está influido tanto por Leibiz como
por Wolff.
28. L. Euler (1707-1783). Los famosos diagramas se encuentran en Lettres à une princesse
d'Allemagne (1768). La observación de Peirce es dudosa desde la publicación, en 1903, de
diagramas en Leibniz.

29. J. H. Lambert (1728-1777). Véase su Neues Organon, I, pp. 111 ss. [Lepzig, 1764] (N.
Eds. CP). Lambert es un continuador de la lógica de Leibniz, que desarrolla la idea de un cálculo
no cuantitativo, anticipando así una clara lógica de relaciones. Aunque sin olvidar que los
escritos lógicos de éste no se publicaron hasta después de su muerte, y los más importantes
hasta 1901 en una edición de L. Couturat.

30. E. Schröder (1841-1902), Vorlesungen über die Algebra der Logik (Exakte Logik), III, 12
(N. Eds. CP). Se sitúa en la tradición lógica de Boole, culminando en cierta manera ésta, pero
sin entrar en la fundamentación lógica de la matemática. Cosa que harán sus contemporáneos,
Frege, Peano y el mismo Peirce.

31. Dedekind (cf. n. 39 del cap. IX de esta selección [en "Verdades vitalmente


importantes"]).

32. Véase el vol. 3, nº VII (N. Eds. CP).

33. Para la idea de interpretante cf. sección B de este capítulo ["Icono, Index, Símbolo"].

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