Trabajo 3 DAÑO POR REBOTE
Trabajo 3 DAÑO POR REBOTE
Trabajo 3 DAÑO POR REBOTE
Es frecuente que cuando ocurre un delito o cuasidelito civil, además del perjuicio directo
causado a los personalmente afectados por el suceso, se produzcan perjuicios materiales y
morales a las personas que mantienen alguna vinculación con los inicialmente lesionados,
dando lugar al daño por rebote o por repercusión.
El daño por rebote o repercusión es entonces el que nace a consecuencia del perjuicio
provocado a una víctima inicial de un hecho ilícito y que afecta a personas distintas del
sujeto inmediatamente perjudicado. Este se plantea principalmente cuando se producen
lesiones corporales o muerte de la víctima inicial, ya que en aquellos casos acontece que
el cónyuge, hijos o los otros sujetos que de él dependen o que se relacionan con él se ven
perjudicados patrimonial o extrapatrimonial mente.
El principal problema de este tipo de daño es en determinar quiénes son las personas que
están legitimadas para pretender ser indemnizadas por parte de quien causa los daños, ya
que la cadena de perjudicados podría llegar a ser infinita. Respecto a daños en las cosas el
art. 2315 del Código Civil establece que el derecho de reparación no se limita al
propietario del bien destruido o dañado, ya que señala que puede también pedir esta
indemnización el poseedor, heredero, usufructuario, habitador o el usuario. Pero el
verdadero problema se plantea respecto a los daños sufridos en las personas, ya que es en
estos casos en que resulta difícil determinar quiénes son las personas que tienen derecho
a ser indemnizadas. En Chile se presenta dicho problema a la luz de los art. 2314 y 2329
del Código Civil que consagra la regla de que todo daño cometido por otro debe ser
debidamente indemnizado, planteando que cualquier persona, aún una víctima
secundaria que ha sufrido un perjuicio derivado del hecho ilícito tiene derecho a ser
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indemnizada, pero aparece así el inconveniente de determinar con precisión quienes son
los que pueden reclamar la compensación y hasta donde pueden hacerlo.
En principio podría decirse que todo el que ha sufrido un daño tiene la prerrogativa de ser
indemnizado. Pero la lista de personas afectadas por ejemplo con la muerte de alguien
podría ser interminable ya que esta puede causar daños patrimoniales o morales a un
gran número de personas siendo las indemnizaciones imposibles de asumir por el autor
del daño. Por ello, la doctrina ha acuñado dos principios que en teoría podrían resolver los
inconvenientes que se derivan de estas situaciones: principio de certidumbre del daño e
interés legítimo del lesionado.
El daño tiene que ser cierto, real y efectivo, es decir que el hecho efectivamente haya
ocurrido. Pero la verdadera limitación viene dada por el aspecto probatorio, ya que será
real el daño probado y el que no ha sido probado no podrá ser considerado. Así tendrán
derecho a ser indemnizados todos aquellos que prueben el daño. Y en segundo lugar, el
daño tiene que afectar un interés lícito o legítimo de la víctima, excluyéndose así a
potenciales víctimas que sustentan su demanda sobre la base de una relación ilícita con la
víctima, como es el caso de que se excluyó del derecho a indemnización a la concubina de
la víctima. Pero al igual que el primer principio, este no es un requisito realmente
restrictivo ya que la noción de interés legítimo es muy variable al igual que la noción de
moral y buenas costumbres, cambiando en el tiempo y lugar en las que se las pretenda
aplicar.
Determinado el ámbito conceptual de las víctimas por rebote falta determinar qué
personas concretamente pueden pretender una indemnización por parte de quien causa
el daño. Resulta útil separar los daños patrimoniales de los extra patrimoniales, aceptando
que las víctimas por rebote pueden serlo o porque se vieron afectadas en su patrimonio o
porque fueron dañadas en su esfera moral.
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3.1 Daño Patrimonial por repercusión o rebote
Este es el caso de personas que vivían a expensas de la víctima inicial pero que no tienen
legalmente el derecho de solicitarle alimentos, surgiendo la pregunta de si dichas
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personas pueden pretender la indemnización de perjuicios? En Francia la respuesta
afirmativa se ha impuesto, pero ello se ha cuestionado ya que si bien la víctima por rebote
recibía las ayudas, nada garantiza que ello se mantuviera en el futuro, por lo que para que
proceda deben existir posibilidades reales de que ello continuará en el futuro. En Chile,
por lo menos en la doctrina, se ha entendido que tienen derecho a ser indemnizadas todas
las personas afectadas por el daño no siendo necesario que sean herederos o parientes de
la víctima directa, ya que la acción no deriva de esta sino que les pertenece por el derecho
propio. Pero esto no es tan claro en la jurisprudencia; por un lado se ha fallado que la
madre ilegítima no puede demandar perjuicios por la muerte de su hijo por no ser su
heredera, pero por otro se ha resuelto que un padre tiene derecho a una indemnización
por la pérdida de los servicios que su hija menos fallecida hubiere podido prestarle en el
futuro. También es importante el caso de la o del conviviente. Tradicionalmente la
doctrina le negaba a la concubina sobreviviente el derecho de solicitar una indemnización
por los daños materiales ocasionados por la muerte de su conviviente, sin embargo la
doctrina más reciente ha puesto en duda las razones que se han tenido a la vista para
negar indemnización. Hoy parecen mucho mas aceptadas las uniones de este tipo e
incluso para nuestro legislador la unión de hecho es ilícita, salvo que sea en adulterio.
Este es el caso de personas que mantienen con la víctima inicial relaciones de orden
comercial, profesional o laboral. Se trata de las operaciones conjuntas que se interrumpen
por el fallecimiento o lesiones de uno de los participes. En este ámbito de relaciones
profesionales la posición es mucho más cauta que en los casos anteriores, ya que varios
pronunciamientos judiciales han restringido mucho esta posibilidad. Para que una
indemnización de perjuicios sea procedente en estos casos la víctima por una parte debe
ser verdaderamente insustituible en sus funciones profesionales lo cual es bastante difícil,
y además se exige de prueba específica de las pérdidas económicas o de la clientela como
consecuencia de la pérdida de la víctima inicial, la cual es difícil de aportar, siendo esta
reparación excepcional. En Chile, Alessandri admite que tiene derecho a indemnización el
socio del fallecido, atendido los perjuicios ciertos que de ello pueda ocasionarle.
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d. Otras posibles víctimas por rebote
Hay casos en que los intereses patrimoniales de otras personas, que sin tener vínculos
familiares, ni tampoco son mantenidas por ella ni tienen una relación laboral, pero que si
estaban económicamente vinculadas a ella por otras razones, se ven afectadas por el daño
a la víctima principal. Es la situación por ejemplo de los acreedores, proveedores,
contraparte de un contrato de ejecución, hospitales e instituciones que han costeado la
curación de sus lesiones o incluso el Estado.
Las tenencias modernas sobre reparación de los daños son restrictivas al considerar la
reparación del daño moral de terceras personas distintas de la víctima inicial, como consta
en la Resolución 75/7 del Comité de Ministros del Consejo de Europa, sobre
compensación y daños físicos. Dentro de los principios que intentan delimitar a qué
sujetos son los que tienen e derecho a perseguir la reparación del daño moral, cabe
destacar los siguientes:
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- Criterio alimenticio: solo tienen derecho a pedir indemnización aquellos parientes
consanguíneos o afines que tenían derecho a obtener alimentos de aquel. Este
principio es objetado ya que nada puede justificar el dolor que experimentan
ciertas personas con el derecho que tenían de cobrar alimentos de él, ya que
puede ocurrir que personas con derecho de alimentos ni siquiera hayan
experimentado daño moral efectivo por la pérdida de la víctima.
- Criterio de parientes muy próximos: tendrían el derecho a compensación
económica los parientes consanguíneos o afines muy próximos a la víctima
(cónyuge, ascendientes, descendientes, hermanos, suegros, yernos, nueros y
cuñados). Pero se le objeta en cuanto a que si bien es cierto que normalmente el
daño moral lo sufren los familiares directos, no es menos cierto que pueden haber
otras personas que lo sientan mucho más que ellos, por ejemplo, la novia o novio
de la víctima o su conviviente.
- Criterios sucesorios: personas con carácter de heredero de la víctima.
- Actual criterio de la doctrina y jurisprudencia francesa: se aprecia una síntesis del
principio indemnizatorio de que todo daño debe ser indemnizado, sean las
víctimas por rebote parientes o vinculados de derecho o de hecho con la víctima
inicial, a condición de que acrediten el perjuicio personal que les ha producido el
hecho. Así ocupan el primer lugar el cónyuge y sus hijos, existiendo una presunción
de hecho en su favor. El resto de los miembros de la familia legítima, natural o
adoptiva, tienen derecho a la indemnización pero deben aportar prueba suficiente
del sufrimiento que han experimentado.
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también de las reglas del derecho sucesorio, ya que basta acreditar el carácter de
perjudicado para tener derecho a accionar contra el responsable.
Cuando se alude a la autonomía del daño por rebote, se quiere decir que se trata de un
perjuicio que es en principio independiente del que afecta a la víctima inicial, así quien
resulta lesionado por repercusión reclama la reparación de un daño propio ejerciendo un
derecho originario.
Este principio tiene incidencia en la posible creación de una suerte de orden de prelación
entre personas más cercanas a la víctima y los más lejanos, en la que la indemnización de
los primeros excluye a los segundos. Se trata de establecer la premisa de que la
compensación de las personas más cercanas debe considerarse suficiente, con
independencia del daño real o efectivo que puedan haber sufrido otras personas o
parientes más lejanas. Si se acepta que el daño que experimentan personas por rebote es
independiente al que sufre la víctima inicial, se tiene que aceptar que los daños que
experimentan aquellos terceros son igualmente independiente entre si y autónomo el uno
del otro. Por lo que atribuir a un grupo de personas titularidad jurídica sobre otros para
ser indemnizados con preferencia y exclusión de los otros, es relegar al olvido el perjuicio
que han experimentado aquellas personas, cuyo sufrimiento puede ser hasta mayor que
los parientes más próximos. Por eso mismo, se puede afirmar que la indemnización de las
víctimas por rebote es una compensación individual y no colectiva. En consecuencia,
aunque parece razonable priorizar la indemnización de las víctimas por rebote más
cercanas por sobre las más lejanas, no se puede confundir el daño de unas con las otras, y
el perjuicio de unos no puede ser comprendido en el de otros ya que son independientes.
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4.2 Perjudicados y no herederos
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invocando esa calidad, se producen las consecuencias inversas a las que se producen
cuando se demanda por el daño que personalmente se ha sufrido por el hecho ilícito.
Deberán por tanto acreditar su carácter de herederos y la suma indemnizatoria pasará a
integrar la masa de la herencia. Esta transmisión no ofrece mayor dificultad en cuanto a la
reparación del daño material, pero se complica mucho más cuando se trata del daño a las
personas que han fallecido. En principio la acción es transmisible a los herederos del
causante, ya que representan a la persona del difunto y le suceden en todos sus derechos
y obligaciones. Pero la doctrina nacional tradicional ha precisado que dicha solución solo
se puede aceptar en el caso de que el derecho a la acción haya ingresado en el patrimonio
del causante, lo que solo acontecería cuando el difunto no haya muerto en el acto del
hecho ilícito, ya que si muere inmediatamente nada hubiera adquirido.
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Opinión
En la lectura del profesor Fabián Elorriaga de Bonis acerca del “Daño por repercusión o
rebote”, en primer lugar, me llamó la atención el tema de la necesidad de limitar la
titularidad de la acción del daño moral por repercusión producto de la muerte de una
persona en relación al tema de la autonomía de este tipo de daños por repercusión.
Antes de la lectura, no me había cuestionado mucho el tema ya que creía que bastaba con
establecer un criterio restringido y preestablecido, y estimar como titulares de la acción
indemnizatoria por el daño moral a las personas que forman el círculo de vida más
cercano a la víctima, excluyendo así a las personas con vínculos más lejanos. Este
razonamiento me parecía adecuado ya que era la forma más obvia de limitar la larga lista
de personas que podrían verse afectadas por la muerte de una persona. Sin embargo en
esta lectura el autor aborda el tema desde otra perspectiva, señalando que el daño por
rebote es independiente del daño que afecta la víctima inicial. Y si se acepta esto en
atención a que se trata de un perjuicio personal, se tiene que aceptar también que el daño
que sufren las distintas personas, sea cual sea la vinculación que tengan con la víctima
directa, son independientes y autónomos entre sí. Por lo que atribuir a un grupo de
personas la indemnización preferente con exclusión de otros, significa olvidar de alguna
forma el perjuicio que esas personas han sufrido, siendo que en muchos casos estas
personas tenían una mayor relación afectiva con la víctima. Un buen ejemplo de esto es el
caso en que se prefiere al padre de la víctima con quien tal vez no tenía relaciones
afectivas hace muchos años por sobre la mera conviviente que si estuvo junto a
él por muchos años.
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Otro tema que me pareció muy interesante fue el de la trasmisión de la acción
indemnizatoria, especialmente de la acción de perjuicios tratándose del daño a las
personas que han muerto a consecuencia del hecho ilícito. Según el autor, en principio
esta acción es transmisible a los herederos del causante pero la doctrina nacional
tradicional ha precisado que esto solo puede aceptarse cuando el derecho ha ingresado al
patrimonio del causante, lo que ocurre cuando la víctima no muere en el acto del hecho
ilícito. Por lo que si la víctima muere instantáneamente se entiende que el derecho no
habría alcanzado a incorporarse en su patrimonio y por ende no puede trasmitirlo a sus
herederos. Al igual que el autor, encuentro absurda esta postura principalmente
respecto al hecho de que el victimario resulta beneficiado si es que la víctima muere de
inmediato producto del hecho ilícito, ya que solo estará obligado a compensar los daños
personales invocados por el heredero pero viéndose imposibilitados de alegar los de su
causante. A pesar de que es obvio que producida la muerte se acaba la posibilidad de
adquirir derechos, encuentro absurdo el fundamento que se utiliza para decir que el
derecho de pedir la indemnización no entra en el patrimonio de la víctima si ésta muere
instantáneamente, ya que en mi opinión no hace diferencia si muere al instante o
después, el hecho es que muere, lesionando en lo más elemental de su personalidad.
De igual forma, comparto la postura del autor en cuanto defiende el hecho de que el daño
moral que experimenta la víctima por un hecho ilícito no se transmite a sus herederos. El
autor, citando a la doctrina de los hermanos Mazeaud, señala que el hecho ilícito que
produce la muerte de la víctima “lo priva de su integridad corporal, intelectual, de su
honor y le ocasiona, por breve que sea, un sufrimiento moral - y en consecuencia el
derecho a solicitar la indemnización de los daños materiales y morales que la muerte le
ocasiona, aunque no pueda hacerlo materialmente, sería indisputable”. Es obvio que de
alguna forma la víctima sufre un cierto daño moral, pero no creo que sea lógico que el
derecho para pedir su indemnización sea trasmisible a los herederos, siendo que el daño
moral es la lesión o detrimento que experimenta una persona en su honor, reputación,
integridad física o sicológica, es decir es un detrimento a los derechos inherentes a la
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personalidad, y en consecuencia por su misma naturaleza, creo que solo quien sufre
dichos perjuicios tiene derecho a pedir la indemnización. Por lo que trasmitir este derecho
a los herederos sería de alguna forma desconocer la naturaleza y finalidad de la
reparación del daño moral y se estaría otorgando una compensación económica extra, ya
que los herederos de igual forma serán indemnizados por el propio daño moral que ellos
han sufrido.
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