La Ira Regia, Kome Koloto Madelaine
La Ira Regia, Kome Koloto Madelaine
La Ira Regia, Kome Koloto Madelaine
Universidad de Douala
1. LA POTESTAD REAL
En la Alta Edad Media, la forma de gobierno de los Estados cristianos españoles era
la monarquía, como en todo el Occidente Europeo. La monarquía es, pues, la
proyección de la comunidad sobre un orden político. Los fines están influidos por el
Cristianismo del bien común, la salvaguardia de la fe, asegurando a todos el mayor
número posible de medios para la salvación del alma; el mantenimiento del orden
público, incluyendo el respeto de las propiedades privadas; la defensa y ampliación del
territorio mediante la guerra contra los musulmanes, enemigos de la fe, etc.
La potestad real es el factor principal en la promulgación de leyes. El rey ocupaba el
primer lugar, que se atribuía y ejercía de hecho la potestad suprema absoluta e ilimitada
en las variantes esferas de la política y de la administración. El rey hacía llegar su
poderío a todas las provincias del Estado mediante delegaciones temporales de parte de
su soberanía en gobernadores de distritos y sesiones perpetuas a buen número de
propietarios eclesiásticos y laicos. Los primeros monarcas fueron sobre todo caudillos
militares. Su misión principal era la defensa del Estado contra el enemigo y la
conservación de la paz.
Pronto sin embargo, junto al poder del rey, se opone una transformación. Otros
poderes nacidos de determinadas concesiones hechas por los monarcas actúan y llevan
consigo la renuncia de algunos derechos de soberanía. Estas concesiones son las
inmunidades. Según Sánchez Albornoz, en España, la inmunidad aparece como
donación graciosa del soberano a la Iglesia para salvar o alcanzar la salvación del alma
y de los antepasados o a los laicos para premiar servicios recibidos. La inmunidad
suponía los siguientes derechos: la percepción y la exigencia de tributos y servicios que
los habitantes estaban obligados a pagar y a prestar al soberano; la administración de la
justicia dentro de sus dominios; la recuperación de calumnias o penas pecuniarias
atribuidas al monarca; la recepción de fiadores o prendas para garantía de la
composición judicial; el encargo de la policía de las tierras inmunes; la exigencia del
servicio militar a los moradores del coto y el nombramiento de funcionarios que
sustituyen a los del rey en las distintas misiones que les competían. La idea era la de
suprimir al intermediario entre el monarca y el poseedor de la tierra. Disfrutaban de ella
el alto clero, los nobles y las órdenes militares, sobre todo, los eclesiásticos[1].
El monarca atendía al gobierno y administración del Estado, tanto en la esfera central
como en la provincial o local, por medio de funcionarios nombrados por él, los cuales
ejercían sus atribuciones en nombre del soberano. El rey administraba directamente la
justicia o por medio de funcionarios delegados suyos que actuaban en su nombre.
Una de las atribuciones de la potestad regia en la España medieval era el derecho que
tenía el rey de hacer caer en desgracia a los súbditos; y este derecho llevaba consigo el
de obligarles a su prescripción o destierro del reino. El poder del rey era absolutamente
arbitrario porque se dejaba influir por las decisiones de sus colaboradores. La
arbitrariedad del rey pone de relieve en el Poema de Mío Cid una de las instituciones
medievales: la ira regia.
2. LA IRA REGIA COMO INSTITUCIÓN MEDIEVAL
2.1. Definición
El origen de la ira regia como institución de la Alta Edad Media proviene por una
parte de la pax regis visigótica y, por otra, de los Friendlos legung germánica. En los
godos, la conservación o la pérdida de la pax regis era eje firme de la autoridad de los
reyes germánicos. Según Grassotti:
[...] la situación del rey frente a la paz de la tierra descansa en el derecho popular no en el
derecho regio. Es decir, la paz general es la paz del rey no en el sentido de que ella fuera
protegida por un derecho regio especialmente desprendido del derecho popular sino que el
rey actuaba en la conservación de la paz y en el caso de la pérdida de la misma sólo como
órgano jurídico popular de la comunidad de la paz y del derecho[2].
La ira regis se vinculó con la pax regis y con el poder de poner a alguien fuera de su paz.
La ira regia era la sanción real a los que caían en desgracia del soberano o «incurrían en su ira»
o «perdían su amor»; y esta ira del rey o enojo real obligaba a salir del reino al que la había
provocado por su conducta. El rey podía romper la relación de vasallaje con su vasallo
cuando este incurría en su ira, desterrándole y haciéndole perder el beneficio que podía tener del
monarca y pudiendo en adelante el vasallo combatir contra su soberano. El súbdito o vasallo
que incurría en la ira real era llamado a veces ome airado.
Se puede preguntar si el rey airaba por puro capricho, es decir, por enemistad
personal o para penar delitos graves[3]. El rey podía airar por tres razones: a)
por malquerencia; b) por malfetría o delito del vasallo; c) por traición[4].
El rey podía dañar en la persona o en bienes a uno de sus naturales o vasallos sin
airarle. En algunos documentos de la Edad Media, averiguamos que estas causas eran
arbitrarias[5].
En la Friendlos legung germánica se incurría en la ira regia por malquerencia sin
necesidad de probar si el presunto culpable hubiera incurrido en delito alguno y sin
mediar proceso judicial de ninguna clase.
En el Fuero Viejo I, 4. 2., se distingue la situación de los echados sin merecimientos
por malfetrías.
En la Partida IV, 25-10, los que incurren en la ira regia son airados por tres razones:
por venganza de una persona o malquerencia, por malfetrías que han hecho en la tierra,
por razón de yerro en que haya traición o alevosía.
En el Fuero de Córdoba, los reyes seguían descargando su ira sin motivo o
justificación.
En el siglo XI, el poder del rey era absolutamente arbitrario porque en la sociedad
reinaba la envidia sumamente perjudicial.
Como delitos de traición o malfetría, podemos enumerar algunos casos tales como:
muerte de alguien sin previo desafío y declaración de enemistad después de la
reconciliación, en ciertas ocasiones; la entrada en vasallaje del señor de la ciudad, la
negativa a comparecer ante la justicia y a cumplir el mandato de reconciliarse con el
enemigo; la infracción de un determinado deber de fidelidad; el homicidio y el
homicidio del no desafiado, etc[6].
Los incurridos no podían enajenar sus bienes ni podían reptar. Tampoco podían
abogar en juicio ni podían testar. Nadie podía pedir merced al rey por ellos y no podía
ser perdonados por los reyes. Sus hijos varones quedaban infamados para siempre. No
podían heredar ni recibir orden de caballería, ni dignidad u oficio, ni podían reptar. La
salida del reino creaba al airado la angustia del plazo en que debía cruzar la frontera y la
necesidad de hallar en su marcha alojamiento y viandas.
Le obligaba a pensar en proveerse de recursos para enfrentar las primeras jornadas
del exilio hasta que encontrara un señor con quien ganar su pan y el de los suyos.
2.4.2. El posible perdón
Tanto el descargo de la ira regia como el posible perdón eran actos arbitrarios del
Rey no sujetos a proceso judicial alguno. Las primeras noticias que se tienen del perdón
real a un noble que ha incurrido en la ira regia son de los reinados de Alfonso VII y
Fernando II.
3. LA IRA REGIA EN EL POEMA DE MÍO CID
Desde su comienzo, el Poema se apoya en un concepto jurídico que justifica la
posición del rey: se trata de las consecuencias que produce la aplicación de la ira regia.
3.1. ¿Quién incurre en la ira regia?
Sin darnos los motivos o las causas del destierro, el Poema pone de relieve la ira
regia que aparece en el v. 22 «El Rey don Alfonso tanto avie la grand sana». El Cid,
noble de segunda categoría ha incurrido en la ira regia y ha sido penado con el
destierro. Hay además una prohibición real de acoger al desterrado en los términos del
reino.
Antes de la noche en Burgos dél entró su carta,
con gran recabdo e fuertemientre sellada:
que a mio Cid Roy Díaz que nadi nol diesse(n) posada.
(vv. 23-25)
Del que caía en desgracia del rey se decía que «incurría en su ira», que «perdía su
amor», se le llamaba «airado».Veremos a lo largo del Poema que el Cid es considerado
airado.
quando en Burgos me vedaron compra y el Rey me a airado,
(v. 90)
Ya lo vedes que el Rey le a airado.
(v. 114)
3.2. Las causas que han motivado la ira regia
El Cid ha sido acusado injustamente:
grado a ti, señor padre, que estás en alto!
Esto me an buelto mios enemigos malos.
(vv. 8-9)
El Cid achaca su desgracia a sus enemigos y lo mismo repite su mujer :
Merced, Campeador, en ora buena fuestes nada!
Por malos mestureros de tierra sodes echado.
(vv. 266-267)
La compasión que el pueblo de Burgos siente ante la injusticia del rey.
Dios, ¡qué buen vassallo! ¡Si oviese buen señor!
(v. 20)
La equivocación del rey Alfonso cuando decide perdonar a su vasallo:
Huy eché de tierra al buen Campeador,
e faziendo yo ha él mal, y él a mí grand pro.
(vv. 1890-1891)
Sólo cuando el autor ha establecido que la acusación y la pena del héroe son injustas,
nos dice el contenido concreto de dicha acusación: el Cid se ha quedado con parte de las
parias del rey de Sevilla debidas a Alfonso, es decir que el Cid ha sido acusado de hurto.
El Campeador por las parias fue entrado,
grandes averes priso e mucho sobejanos,
retovo dellos quanto que fue algo;
por en vino a aquesto por que fue acusado.
(vv. 109-112)
A este propósito, Menéndez Pidal afirma que los reyes de esa época escuchaban toda
clase de delaciones, lo mismo que en los malos tiempos de Tiberio o de Domiciano, y
por ellas perseguían o despojaban a los principales magnates. Los acusadores al oído del
rey alcanzaban durante ciertos momentos de los ss. XI y XII una increíble
preponderancia, «mestureros» o «mezcladores» (esto es, cizañeros) constituían una
verdadera calamidad pública que perturbaba hondamente la vida social en cuanto el rey
flaqueaba por carácter débil o receloso[20].
4.1. El destierro
El castigo con el destierro coincide con el Fuero Viejo y con las Partidas. No hay
ningún proceso judicial que regule la ira regia, ya que la «descarga de la ira regia se
hacía al margen de todo proceso legal»[23], es decir, en elPoema, no existe un juicio
con acusación formal y defensa ante la curia a otro órgano de justicia.
La acusación y la credibilidad del rey son causas suficientes para condenar de
acuerdo con la ley, porque el rey es la ley: si el rey puede equivocarse, su autoridad no
se puede cuestionar.
El plazo de nueve días difiere tanto del Fuero Viejo como de las Partidas. Se ajusta
en la duración del plazo concedido al desterrado en los fueros municipales. Por ejemplo,
tanto el Fuero de León como el de Calatayud disponen que el desterrado puede contar
con nueve días antes de abandonar la villa.
Hemos tratado en este trabajo la ira regia, sus causas y consecuencias según las leyes
y según el Poema. Digamos que el poeta plantea un conflicto fundamental entre el
derecho privado y el derecho público. Ataca el primero y propone su sustitución por el
segundo. En otras palabras, se condena la ira regia porque carece de un proceso legal
que permita al acusado de defenderse de las imputaciones de que es objeto, por lo cual
es un procedimiento jurídico arbitrario.
Según los documentos, los documentos, la iniquidad de la ira regia fue puesta de
manifiesto en las Cortes de León de 1188. Alfonso IX trató de remediar a la
arbitrariedad judicial, a los abusos de poder y a la falta de garantías para la seguridad
personal y de las propiedades. Los decretos pusieron una limitación a los abusos del
poder real impuesto por la nobleza. Los que beneficiaron de estos decretos fueron los
nobles de segunda categoría y los hombres libres que eran quienes sufrían normalmente
los atropellos de los ricos-hombres[31].