La Contextualización en El Quehacer Teológhico PDF
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LA CONTEXTUALIZACIÓN
EN EL QUEHACER TEOLÓGICO
ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS, vol. 81 (2006), núm. 316, ISSN 0210-1610 pp. 145-176
146 I. CERVERA, LA CONTEXTUALIZACIÓN EN EL QUEHACER TEOLÓGICO
1
M. CHAPPIN, [Teologías] En Contexto, en: R. LATOURELLE - R. FISICHELLA (dirs.),
Diccionario de Teología Fundamental, Madrid 1992; especialmente el apartado VI, Teo-
logías, 1497.
2
No podemos pasar por alto los siguientes libros: R. J. SCHREITER, Constructing
Local Theologies, New York 1985; R. J. SCHREITER, The New Catholicity. Theology Betwe-
en Global and Local, New York 1999; S. B. BEVANS, Models of Contextual Theology, New
York 1992; D. J. HALL, Thinking the Faith: Christian Theology in a North American Con-
text, Minneapolis 1989; D. S. GILLILAND (ed.), The Word Among Us: Contextualizing The-
ology for Mission Today, Dallas 1989; D. J. HESSELGRAVE - EDWARD ROMMEN, Contextuali-
zation: Meanings, Methods, and Models, Grand Rapids 1989; G. BAUM, Theology and
Society, Mahwah NY 1987.
Con semejante intención se utilizó el término «inculturación» que apareció en los
círculos católicos; entre ellos tenemos a P. SCHINELLER, S.J., A Handbook on Incultu-
ration, New York 1990; A. SHORTER, Toward a Theology of lnculturation, New York 1992;
y la Congregación General 32 de la Compañía de Jesús (1975), por señalar algunas de
las referencias más a mano. En este sentido, en el ámbito protestante es interesante
L. SANNEH, Translating the Message: The Missionary Impact on Culture, New York 1989.
3
R. GIBELLINI, La Teología del siglo XX, Santander 1998, 477-517.
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NUESTRA SITUACIÓN
4
D. J. HALL, On Contextuality in Christian Theology: Toronto Journal of Theology
1 (1985) 5-8.
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teología contextual (aquellos descritos por Bevans y los que puedan apa-
recer en el futuro).
LA PALABRA «CONTEXTO»
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2.ª Todas las acepciones nos hablan de una construcción social del
texto. Incluso el autor que compone su texto no está aislado en
cuanto hace uso de significados socialmente compartidos a la
hora de componer su narración. Si los contextos son socialmen-
te construidos, también son socialmente identificados.
3.ª El mismo juego de acepciones de esta palabra nos pone en con-
tacto con la realidad del contexto: según en qué contexto estemos
haremos uso de una u otra acepción de la palabra «contexto». Es
decir, que hasta para hablar de la palabra «contexto» tenemos
que saber, primero, en qué contexto estamos y, segundo, qué con-
texto somos. O lo que es lo mismo, siempre estamos implicados
en uno u otro contexto. Luego tendremos que ser conscientes de
nuestras implicaciones personales en un contexto a la hora de
identificar otros contextos.
1.ª Acepción
2.ª Acepción
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3.ª Acepción
5
N. T. WRIGHT, El desafío de Jesús, Bilbao 2003, 63.
6
Ib., 60.
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CONTEXTO EN TEOLOGÍA
7
Se refiere a los Centros Fe-Cultura de la Compañía de Jesús en España a la hora
de llevar su propia misión: «Como la mayoría trabajamos dentro de nuestras cultu-
ras, queremos, en servicio de la fe, entablar diálogo con nuestro propio mundo cul-
tural, dar testimonio del Espíritu creativo y profético, y hacer así posible que el Evan-
gelio enriquezca esas culturas y sea a su vez enriquecido por su presencia inculturada
en diferentes contextos. Procuramos comprender la realidad de la experiencia de las
personas, porque sólo entonces puede conectar con sus vidas la proclamación del
Evangelio. Llevamos al Evangelio a un diálogo abierto con los elementos positivos y
negativos que ofrecen esas culturas» (Compañía de Jesús, Congregación General 34,
Nuestra misión y la cultura, n.13).
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8
E. SCHILLEBEECKX, Cristo y los cristianos, Cristiandad, Madrid 1982, 21.
9
Ib., 23.
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Pero no todas las experiencias merecen nuestra atención, por eso han
de ser discernidas. Este criterio de la experiencia compartida nos puede
hacer reconocer contextos como por ejemplo los de las ONGs o el de los
voluntariados. Además este criterio, al ser complementario de los demás
criterios, puede poner en relación diversos contextos. Si la experiencia
que queremos afrontar es la de la soledad injusta, en esta experiencia nos
encontraremos con la tercera edad, los inmigrantes, los marginados, etc.
A MODO DE CONCLUSIÓN
LA CONTEXTUALIZACIÓN EN EL CENTRO
DEL QUEHACER TEOLÓGICO
10
Ib., 24.
11
Ib., 30.
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12
M. CHAPPIN, o.c. 1497.
13
D. J. HALL, Thinking the Faith., 75.
14
Ib., 78.
15
M. CHAPPIN, o.c., 1498.
16
D. J. HALL, On Contextuality in Christian Theology: Toronto Journal of Theo-
logy 1 (1985) 4-5. No obstante, Hall a veces parece exponer la contextualización en
unos términos extrinsecista, que luego pretende corregir (cfr. On Contextuality, 4, y
Thinking the Faith, 85-86).
17
P. SCHINELLER, S.J., A Handbook on Inculturation, 3.
18
D. L. WHITEMAN, Contextualization: The theory, the gap, the challenge: Interna-
tional Bulletin of Missionary Research 21 (1997) 2.
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visión del mundo, para que seguir a Cristo no suponga salirse de su con-
texto cultural.
Para Whiteman, la contextualización es una delicada acción llamada
a equilibrar dos polos de una acción: el primero, la necesaria implicación
en el contexto en el que se está viviendo y, el segundo, el mantenimiento
de la perspectiva crítica sobre el contexto que proporciona el evangelio.
Aunque Whiteman no lo denomina así, se puede decir que se trata de la
función encarnatoria de la contextualización.
A la función encarnatoria le sigue la función profética. Dice Whiteman
en el artículo mencionado que la buena contextualización ofende («Good
contextualization ofends»). No todos los elementos de un contexto apa-
recen en sintonía con el evangelio. La contextualización tiene el reto de
sacar a la luz en las claves del propio contexto aquellos elementos que
contradicen el mensaje del evangelio, exigiendo su transformación.
Una tercera función de la contextualización en la evangelización con-
siste en desarrollar expresiones contextualizadas del evangelio, para que
el evangelio mismo sea entendido de una manera que la Iglesia univer-
sal ni ha experimentado ni ha entendido antes, expandiendo así nuestra
comprensión del Reino de Dios. Como dice Whiteman, la contextualiza-
ción opera como evangelización a la inversa, donde aprendemos de otros
contextos cómo hacer nuestra vida más genuinamente cristiana en nues-
tro propio contexto. A esta función se le llama función hermenéutica, por-
que reinterpretamos nuestro propio mensaje a la luz de la experiencia
que de ese mensaje se tiene en otros contextos 19.
No obstante lo anterior, algunos autores como el mismo Hall advier-
ten la existencia de riesgos de la contextualización en teología, entre ellos:
a) el riesgo de incurrir en el relativismo a la hora de referirse a las afir-
maciones de la fe, y b) el riesgo de caer en un «localismo miope» o pro-
vincialismo (paroquialism), eliminando el carácter universal del mensa-
je cristiano. Sin embargo, siendo reales estos riesgos, Hall no ve en ellos
un peligro insuperable 20. Quedaría para un estudio posterior el trata-
miento de estos riesgos así como el tratamiento de otros procesos tales
como el sincretismo y la religiosidad dual.
19
Algunos como Jacques Dupuis, siguiendo a Claude Geffré, identifican contex-
tualización y hermenéutica, en Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso,
Santander 2000, 33-35.
20
D. J. HALL, On Contextuality in Christian Theology, 12-14; Cfr. Thinking the Faith,
110-126.
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21
S. B. BEVANS, Models of Contextual Theology, 1-10.
22
D. J. HALL, Thinking the Faith, 69.
23
S. B. BEVANS, Models of Contextual Theology, New York 31996 (primera edición
de 1992), 1.
24
S. B. BEVANS, Models of Contextual Theology, New York 42002.
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25
S. B. BEVANS, Models of Contextual Theology, New York 31996, 24-26. Cfr J. H.
KROEGER, Revisiting Models in Theology. An Exploration into Theological Method: Asia
Journal of Theology 15 (2001) 366.
26
Ib., 30-46.
27
Ib., 33.
28
L. SANNEH, Translating the Message, p.205.
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Por consiguiente, los contextos son ropajes del mensaje del evangelio.
Este modelo parece haber sido el más clásico y más utilizado en los últi-
mos siglos. Según Bevans, este modelo es idóneo para contextos de evan-
gelización primaria.
29
S. B. BEVANS, o.c., 47-62.
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30
S. B. BEVANS, o.c., 63-80.
31
S. B. BEVANS, o.c., 81-96.
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Este modelo parte de la intuición de que algunas cosas, para ser enten-
didas, demandan un cambio radical de perspectiva, cambio que debe
32
Ib., 97-110.
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33
Ib., 98.
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34
Ib., 100.
35
S. B. BEVANS, Models of Contextual Theology, New York 42002, 117-137.
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Hasta aquí se han expuesto los modelos explicados por Stephen Bevans.
Sin embargo, en algunos círculos académicos se ha mencionado el mode-
lo semiótico. Nos movemos en un mundo donde interactúan multitud de
mensajes. Para la comprensión de estos mensajes se hace necesario el
estudio de los signos y símbolos que lo componen. La semiótica es el estu-
dio de los signos a través de las reglas que gobiernan su producción, trans-
misión e interpretación. La semiótica se pregunta de qué manera las cosas
se convierten en portadores de significado.
Un signo puede tener un solo significado o tener varios al mismo tiem-
po. Además, un signo puede jugar varios papeles al mismo tiempo; así,
una imagen puede representar algo, expresar algo, referirse a su propio
carácter material, aludir a algo, ser una metáfora de algo, etc.
36
G. R. HUNSBERGER, Bearing the Witness of the Spirit: Lesslie Newbigin’s Theo-
logy of Cultural Plurality, Grand Rapids 1998, 154. Citado en S. B. BEVANS, Models of
Contextual Theology, New York 42002, 119.
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Esto que se dice de las culturas se puede decir de los contextos si aten-
demos a la tercera acepción de la definición de «contexto» que propug-
namos más arriba. En otras palabras los teólogos que sigan este modelo
se concentrarán en la red o trama de signos y símbolos con que un deter-
minado contexto da significados a los fenómenos o eventos de la vida
cotidiana, para, descubrir en ellos o insertar en ellos el mensaje del evan-
gelio.
Con todo, opino que lo que se propugna como modelo semiótico no
pasa de ser una herramienta. Una herramienta 39 que puede ser utilizada
por los teólogos que hagan su reflexión según los modelos antropológico,
sintético y contracultural, modelos dentro de los cuales tiene cabida este
método de análisis contextual.
37
C. GEERTZ, La interpretación de las culturas, Barcelona 2000, 20.
38
Ib., 88.
39
Aparece descrito en términos generales en R. J. SCHREITER, Constructing Local
Theologies, 49-73.
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CRITERIO DE LA ENCARNACIÓN
Tanto amó Dios al mundo que quiso compartir su ser con todos los
hombres y mujeres. Y lo hizo asumiendo la naturaleza humana comple-
ta «y no simplemente una forma corporal externa» 41. Nuestra fe cristia-
na es una fe encarnada en la historia humana y es en ella donde tiene que
ser vivida, expuesta y concretada.
Esto tiene una primera consecuencia en el campo de la evangeliza-
ción: Aunque los cristianos no pertenezcan esencialmente al mundo (per-
tenecen a Cristo, cfr. Jn 17; Rom 6,3-4), los cristianos no vivimos fuera
del mundo ni en un mundo aparte. Los cristianos se encarnan en el mundo
40
J. H. KROEGER, Revisiting Models in Theology. An Exploration into Theological
Method: Asia Journal of Theology 15 (2001) 364-374.
41
G. O’COLLINS, La Encarnación, Santander 2002, 15.
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y tratan de iluminar por dentro y de dar vida a todas las actividades huma-
nas. La tarea evangelizadora de un contexto sería imposible si los cris-
tianos no hacen suyos los problemas que acucian a ese contexto.
El criterio de la encarnación nos ofrece además una intuición sobre
la revelación que ha de ser tenido en cuenta: Dios se revela en la forma
en que el ser humano pueda reconocerlo. Luego para reconocer el men-
saje cristiano no hay que salirse del mundo o del contexto: hay que aden-
trarse en el mundo para encontrarse ahí con el evangelio.
Jesús nos manda ser la «sal de la tierra» (Mt 5,13): la sal no añade
nada al alimento, sino que resalta su sabor. Desde la fe, los cristianos
estamos llamados a resaltar aquellos aspectos de los contextos que sean
una auténtica expresión del evangelio, reconocible por todos.
En teoría, todos los modelos que arrancan desde los contextos parecen
ser los que mejor responden a este criterio. Pero en algunos de ellos en
seguida se ven algunos problemas. En el modelo trascendental el teólogo
respeta el contexto. Me pregunto si este respeto, esta escucha al contexto,
se da con la misma intensidad y atención cuando el teólogo procede de
un contexto distinto (y, por consiguiente, con categorías y experiencias
distintas) del contexto en el cual o sobre el cual quiere reflexionar. No
todos los contextos son fácilmente intercambiables en sus tramas de sig-
nificaciones. Entre muchos de esos contextos existen lo que algunos han
llamado la «distancia cultural» (cultural gap) 42. Me pregunto cómo resuel-
ve un teólogo o teóloga de este modelo esta distancia cultural si parte del
presupuesto de que la mente humana es transcultural.
El modelo de la praxis tiene la virtud de adentrarse en los problemas
sociales más acuciantes del contexto, movido por un fuerte compromiso
de parte del teólogo o teóloga. Pero una de las críticas que se le han hecho
a este modelo es que en sus comienzos, centrado en las transformaciones
sociales, pasó por alto los símbolos e imaginarios religiosos que configu-
ran el sentir general de quienes pertenecen a este contexto. Un ejemplo de
esto es la crítica vertida a los teólogos de la liberación ante la indiferencia
mostrada en sus comienzos hacia la religiosidad popular latinoamericana.
Robert Schreiter ve que este problema ha sido «gradualmente resuelto» 43.
Un ejemplo de la superación de este problema nos viene de la mano del
teólogo de la liberación africano Jean Marc Elá, que ofrece un modelo libe-
42
L. SANNEH, o.c., 193.
43
R. J. SCHREITER, o.c., 15.
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44
J. M. ELÁ, My Faith as an African, New York 1990 (primera edición de 1988).
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CRITERIO DE LA TRASCENDENCIA
45
Las palabras son de Apolinar Rodríguez, recogidas por Carlos García de Andoin,
El anuncio explícito de Jesuscristo: en Iglesia Viva 203 (2000) 52.
46
«Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es inde-
pendiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay
creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras» (GS 36).
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170 I. CERVERA, LA CONTEXTUALIZACIÓN EN EL QUEHACER TEOLÓGICO
47
A. TORRES QUEIRUGA, Fin del cristianismo premoderno, Santander 2000, 26-27.
48
X. ZUBIRI, El hombre y Dios, Madrid 1984, 115.
49
Ib., 176-177.
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CRITERIO PROFÉTICO
Jesús nos recuerda (Jn 17,14) que «no somos de este mundo» (somos
de Él). Para el evangelista san Juan la palabra «mundo» es ambivalente,
pero, en este caso, «mundo» es lo que contradice la realidad del Reino de
Dios. Esto se hace patente cuando en los contextos aparecen elementos
negativos. El evangelio tiene una indudable dimensión profética. Denun-
ciar desde el evangelio los elementos deshumanizantes e injustos de los
contextos en los que vivimos nos convertirá en contraculturales en no
pocas ocasiones. Esta dimensión profética es irrenunciable.
Hasta ahora hemos visto que el criterio de la encarnación nos permi-
te tomar en serio este mundo, y nos recuerda al mismo tiempo que la
encarnación tiene lugar en un mundo marcado por las divisiones de una
humanidad rota. El criterio de la legítima autonomía de las realidades
terrenales formulado por el último concilio, y que conduce al creyente a
tomar en serio su actividad en el mundo, también nos recuerda que la
50
B. FORTE, La teología como compañía, memoria y profecía, Salamanca 1990, 37.
En esta misma obra, Bruno Forte recoge la autocrítica de algunos teólogos de la libe-
ración: «olvido de las raíces místicas, inflación del aspecto político, subordinación del
discurso de la fe al discurso de la sociedad, absolutizaciones indebidas, acentuación
de las rupturas, cerrazón al diálogo de la comunión…» (C. y L. BOFF, Cómo hacer teo-
logía de la liberación, Madrid 1986, 94ss).
51
A. GONZÁLEZ, Tras la teología de la liberación: Mensaje 506 (enero-febrero 2002).
Edición digital en http:/www.mensaje.cl. con último acceso el 18 de junio de 2004.
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52
B. FORTE, o.c., 187.
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CRITERIO KERIGMÁTICO
53
R. J. SCHREITER, Constructing Local Theologies, New York 1985, 14.29.
54
S. B. BEVANS, Models of Contextual Theology, New York 31996, 88.
55
X. LEÓN-DUFOUR, «Evangelio», en Vocabulario de teología bíblica, Barcelona
1973, 314-315.
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174 I. CERVERA, LA CONTEXTUALIZACIÓN EN EL QUEHACER TEOLÓGICO
nes» (Mc 13,10). San Pablo despierta la importancia del anuncio de evan-
gelio diciendo:
«Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo cre-
erán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predi-
que? Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Como dice la Escritura:
¡Cuán hermosos los pies de los que anuncian el bien! Pero no todos
obedecieron a la Buena Nueva. Porque Isaías dice: ¡Señor!, ¿quién ha
creído a nuestra predicación? Por tanto, la fe viene de la predicación,
y la predicación, por la Palabra de Cristo» (Rom 10,14-17).
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CONCLUSIÓN
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176 I. CERVERA, LA CONTEXTUALIZACIÓN EN EL QUEHACER TEOLÓGICO
tual, modelos, etc.) que aparece en quienes han escrito sobre este tema;
y, segundo, aportar unos criterios, tanto de delimitación de contextos
como de valoración de modelos, que hagan más aceptable el esfuerzo del
teólogo por hacer más significativo y relevante el mensaje cristiano en el
contexto en el que vive, reflexiona y escribe.
Soy consciente de que al presentar estos elementos de teología con-
textual se quedan en el tintero muchos temas que deberían ser profun-
dizados. Por citar algunos: el sincretismo, la religiosidad dual, la herme-
néutica, el rol de elementos como los relatos, los símbolos, el lenguaje y
la imaginación, así como las concepciones de la revelación cristiana que
emergen en la tarea de contextualizar la teología. Temas todos ellos que
podrían ser tratados en futuros estudios.
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