10 Propuestas Concretas para Cambiar La Educacion
10 Propuestas Concretas para Cambiar La Educacion
10 Propuestas Concretas para Cambiar La Educacion
LA ED UCACIÓ N
Lo que escribo en este blog tiene como objetivo reflexionar sobre la educación en
tiempos de crisis. Mi propósito es "provocar" a los lectores, a través de metáforas,
opiniones, experiencias..., para que revisen sus ideas sobre la educación, para que
evalúen y (si lo consideran oportuno) replanteen su práctica educativa.
El caso es que, en los últimos días, he recibido algunos comentarios a mis últimos
post en los que me piden que vaya un poco más allá y haga una propuesta concreta
de alternativas a la práctica educativa tradicional. Aunque no soy partidario de dar
"recetas" que puedan aplicarse de manera indiscriminada en cualquier contexto de
aprendizaje, me he atrevido a recoger en un decálogo algunas prácticas educativas
que pueden llevar a cambiar el paradigma imperante en la educación actual. Decálogo
de prácticas educativas innovadoras
1. Dar más voz a los alumnos. Como norma general, en una clase el docente no
debería hablar más de un tercio del tiempo de la sesión. Los otros dos tercios, la
palabra debe estar en posesión de los alumnos. Debemos acabar con las lecciones
magistrales para convertir las clases en verdaderas ágoras donde todos tienen voz.
"Los docentes deben hablar menos para que los alumnos aprendan más."
2. Abrir el aula a otras voces. Es interesante que, al menos, una vez por semana la
voz que se escuche en el aula no sea la del docente ni la de los alumnos. Se debe
abrir el aula para que otras personas (familiares de los alumnos, otros docentes del
centro, profesionales de distintos oficios, autores literarios, etc.) expliquen sus
experiencias, sus conocimientos... Es una experiencia muy motivadora y
enriquecedora.
5. Trabajar las emociones. La escuela, por mucho que les pese a algunos, no es un
lugar aséptico donde las emociones y los sentimiento no tienen cabida. Al contrario, la
educación emocional es una herramienta básica para evitar problemas de convivencia
y un elemento fundamental para una adquisición significativa del conocimiento. Por
ello el trabajo sistemático en el aula de aspectos que tengan que ver con las
emociones debe ocupar un lugar prioritario en los objetivos de cualquier docente.
Photo credit: DVIDSHUB / Foter / CC BY
El otro día, mientras estaba tuiteando desde mi smartphone, me dio por pensar que,
curiosamente, a ese artilugio que estaba utilizando lo seguimos llamando “teléfono”
(con algún adjetivo: móvil, inteligente...). Y eso que la función de telefonear ha pasado
a ser casi residual. Lo utilizamos como reloj, como despertador, como reproductor
multimedia, como cámara de fotos, como agenda, como calculadora, como consola de
videojuegos, como mensajería instantánea... y, muy de vez en cuando, lo usamos
para telefonear.
¡Cómo me gustaría que pasara algo parecido con la escuela! Ojalá la siguiéramos
llamando escuela (con algún adjetivo: inclusiva, integradora...) pero sirviera para
muchas más cosas que para estar sentado en un pupitre, escuchar a un profesor y
aprobar exámenes.
Casi sin darnos cuenta, la escuela se ha convertido en una especie de fábrica para
preparar exámenes, un lugar donde formar a los alumnos para que obtengan la mejor
calificación posible sin importar demasiado si realmente aprenden o no. Y eso es una
perversión muy retorcida de la función de esta institución, que es un lugar privilegiado
para alcanzar un aprendizaje significativo y real.
La escuela debería ser un lugar donde los niños puedan vivir experiencias ricas,
interesantes y emocionantes que les sirvan para ser mejores personas, para
desarrollar al máximo sus talentos (sean cuales sean) y para poder participar de forma
activa, responsable y crítica en la sociedad. En la escuela, además de competencias
clave, conceptos y contenidos de matemáticas, ciencias, lengua, literatura, música...
se deberían trabajar también habilidades no cognitivas como la perseverancia, la
curiosidad, la meticulosidad, el optimismo y el autocontrol (Paul Tough). Así
educaríamos a personas capaces de no tener miedo al fracaso, de no sentir
vergüenza a equivocarse, de tolerar la frustración y dominar sus emociones, y de
luchar sin descanso por conseguir sus metas.
Es una triste realidad que, bajo la tiranía de PISA y las pruebas de evaluación externa,
la educación se está estandarizando, cuando no hay nada más contrario a su
naturaleza. Si todos somos únicos, distintos en talentos, en carácter, en actitud, en
motivación, en intereses... ¿cómo podemos pretender educar a todos bajo los mismos
parámetros estandarizados?
De hecho, la educación estandarizada viene a ser como la pesca con red, tiene
alguna ventaja pero muchos inconvenientes. Con la red consigues una gran cantidad
de peces, pero sin discriminar de qué especie ni de qué tamaño ni su nivel de
desarrollo, y causas mucho daño al ecosistema marino al arrasar los fondos marinos y
llevarse otras especies que no son objeto de pesca, como las tortugas. Educar así es
como matar moscas a cañonazos: ¡Son tantas las consecuencias negativas para
tantos!
Tenemos que cambiar la escuela, para cambiar la educación, que cambiará a las
personas que cambiarán el mundo.
LO S TR ES FAN TASMAS D E LA ED UCACIÓ N
Miércoles, 23 de septiembre de 2015
Lo que os voy a contar sucedió hace tan solo unos días. No sé si fue real o fue un
sueño... solo sé que sucedió justo la noche de aquel día que estuve comentando en
clase con mis alumnos la obra de Charles Dickens.
Aquella noche estaba especialmente cansado. Estaba leyendo el último libro de Ken
Robinson y me quedé dormido encima de él. Fue entonces cuando, de repente, noté
una presencia... era el mismísimo Ken Robinson. Con semblante serio y un castellano
sin acento británico me anunció que esa noche me visitarían tres espíritus: el
fantasma de la educación del pasado, el fantasma de la educación del presente y el
fantasma de la educación del futuro. Y dicho eso, sin darme a tiempo a que le pudiera
decir lo mucho que admiro su visión de la educación, desapareció sin decir ni pío.
Me desperté con la marca del libro en mi mejilla y me fui a la cama con la certeza de
haber tenido un extraño sueño. Me dormí casi al instante, como se duermen los niños
que han estado todo el día corriendo sin parar. Pero, de pronto, noté que había
alguien a mi lado. Me desperté sobresaltado y vi a un señor vestido con un traje
oscuro y una corbata negra... en realidad, todo él era en blanco y negro.
Y dicho esto, aparecimos en una escuela donde había una maestra sentada en una
mesa que estaba encima de una tarima. Los niños y las niñas estaban sentados de
dos en dos en pupitres clavados en el suelo. Justo detrás de la mesa de la profesora
había una pizarra con el día y la fecha escritos la parte superior con una caligrafía casi
perfecta. En el aula había un silencio sepulcral solo roto cuando la profesora hablaba
con voz alta y clara y dictaba a sus alumnos la lección del día.
-¿Quién eres? ¿Cómo has entrado en mi casa? -le pregunté un poco molesto.
-Soy el fantasma de la educación del presente. Vengo para mostrarte lo que haces en
clase.
-No te parece extraño... a parte de la pizarra y de los carteles que hay en las paredes
del aula, todo se parece demasiado al aula que has visitado con el fantasma del
pasado... ¿no es verdad?
Sin tener tiempo para responder me desperté empapado en sudor. “Yo no creo que
mis clases sean así... pero ¡si leo los libros de Robinson!”. Pero como había sido un
sueño, aunque con una extraña sensación de intranquilidad, volví a quedarme
dormido.
Y de repente aparecimos en un aula de una escuela muy parecida a las que había
visitado con los otros fantasmas aunque con más aparatos tecnológicos. Los niños y
las niñas estaban sentados en mesas que tenían pantallas táctiles incorporadas, no
había cuadernos ni libros de papel. Pero la profesora estaba delante de ellos y les
explicaba no sé exactamente qué sobre los viajes en el tiempo y la física cuántica,
mientras ellos escuchaban en silencio.
-Te lo advierto -me dijo el fantasma del futuro-. O empiezas a educar a tus alumnos
como debes hacerlo, como lees en los libros de Robinson: les dejas participar, ser
creativos, colaborar entre ellos, cambias la disposición del aula, les planteas retos, les
enseñas a hacer preguntas... o todo va a seguir como siempre para siempre. ¿Eso es
lo que quieres?