Buenafuentes Raab Morfología Léxica
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)
VOLUMEN MONOGRÁFICO
La morfología léxica a la luz de la variación
Coordinadores y editores: Cristina Buenafuentes de la Mata y Matthias Raab
Índice
Artículos
MARCIAL MORERA
El concepto de variante en lingüística: con especial referencia a su uso en morfología 11
STEVEN N. DWORKIN
Suffixal Rivalries in Medieval Spanish: Preliminary Observations on the Fate of Old
Spanish Deverbal Abstract Nouns in -miento .............................................................. 205
MARIA-PILAR PEREA
Els sufixos intensius en el Diccionari català-valencià-balear .................................... 213
MIROSLAVA CRUZ ALDRETE. Reseña de Barriga Villanueva, Rebeca, ed. 2014. Las
narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil. México: El Colegio de
México…………………...............................................................................................363
FRANCISCO J. PEREA SILLER. Reseña de Gaviño Rodríguez, Victoriano. 2015. Términos
gramaticales de la Real Academia Española (TerGraRAE). Madrid: Visor
Libros………………………………………………………………………….………369
DAVID PÉREZ RODRÍGUEZ. Reseña de Gorp, Lise Van. 2017. Los verbos pseudo-
copulativos de cambio en español: estudio semántico-conceptual de hacerse, volverse,
ponerse, quedarse. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert…………………..373
BEATRIZ RUIZ GRANADOS. Reseña de Devís Márquez, Pedro Pablo. 2017. Comparativas
de desigualdad con la preposición "de" en español. Comparación y
pseudocomparación. Frankfurt am Main: Peter Lang………………………………...377
ADELA GONZÁLEZ FERNÁNDEZ. Reseña de Lombardini, Hugo Edgardo. 2016.
Gramáticas de español para italófonos (1801-1875). Catálogo crítico y estudio.
Bolonia (Italia): CLUEB…….………………………………………….………….....381
PEDRO PABLO DEVÍS MÁRQUEZ. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis
lingüístico. Aproximación sintáctico-semántica al léxico. Barcelona:
UOC………..………………………………………………………………………….385
FRANCISCO CHICO RICO. Reseña de Morales-López, Esperanza; Floyd, Alan, eds. 2017.
Developing New Identities in Social Conflicts. Constructivist perspectives. Amsterdam /
Philadelphia: John Benjamins………………………………………………………...391
MARTA PELÁEZ TORRES. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017.
Lingüística hispánica actual: guía didáctica y materiales de apoyo. Londres y Nueva
York: Routledge………………………………………………………………….…...397
XAVIER LABORDA. Reseña de Cortés Rodríguez, Luis. 2018. Cómo hacer una
exposición oral. Madrid: Arco Libros-La Muralla…………..………………………..403
SANDRA SCHLUMPF. Reseña de Lingue e Linguaggi 25 (2018)……………………....409
JUAN HERNÁNDEZ ORTEGA. Reseña de Pavón Lucero, María Victoria, ed. 2016. Las
relaciones interoracionales en español. Categorías sintácticas y subordinación
adverbial. Berlin: De Gruyter... …………………………………………………..…..419
ARACELI LÓPEZ SERENA. Reseña de Amorós Negre, Carla. 2014. Las lenguas en la
sociedad. Madrid: Síntesis………………………………..………………...………....427
SANTIAGO SÁNCHEZ MOREANO. Reseña de Palacios, Azucena, coord. 2017. Variación y
cambio lingüístico en situaciones de contacto. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana /
Vervuer...…….……………………………………………………………………..…439
ANTONIO NARBONA JIMÉNEZ. Reseña de López García-Molins, Ángel. 2018.
Prolegómenos a un estudio de la variación lingüística. Valencia: Tirant
Editorial……………………………………………..………………...………………457
La variación es una propiedad inherente a las lenguas provocada por factores internos o
externos. Por tanto, en cualquier nivel lingüístico, ya sea en la fonología, la sintaxis, la
morfología o el léxico, una alternancia entre dos estructuras empleadas con los mismos
valores y en el mismo contexto es un fenómeno de variación intralingüística (Hernández
y Martín Butrageño 2015). Pese a ser un rasgo intrínseco del lenguaje, el estudio de la
variación, tradicionalmente, se ha centrado en mayor medida en unos niveles
lingüísticos que en otros, particularmente en la fonología y el léxico, dado que se trata
de campos de más fácil sistematización y observación. Sin embargo, los acercamientos
a la sintaxis y a la morfología desde la perspectiva variacional han ido teniendo el
protagonismo merecido, como demuestra la cantidad de información variacional que
reúne la NGLE (2009).
Dado que la variación y la morfología son los dos ejes que vertebran cada una de las
contribuciones que conforman este monográfico, resultaba imprescindible abordar
desde el punto de vista teórico el concepto de variación. En este sentido, el artículo de
Marcial Morera versa sobre el concepto de variante en lingüística desde los puntos de
vista de la fonología, la gramática, la lexicología, la semántica, la sintaxis y, en mayor
medida, la morfología, tanto a partir de un enfoque sincrónico como diacrónico.
Jairo Javier García Sánchez efectúa en su artículo un análisis del preverbio ex- desde
sus orígenes latinos hasta su intervención en la creación de los derivados románicos
haciendo hincapié en la evolución de sus valores sémicos a lo largo de esta evolución.
La óptica diacrónica, en definitiva, la perspectiva variacional, permite a García Sánchez
demostrar también que no es adecuado identificar preverbio y preposición, ya que el
origen de los prefijos puede ser, como en el caso de ex-, un preverbio latino, y, por lo
tanto, no es una preposición como se expone en algunas obras de referencia.
Por su parte, Isabel Pujol Payet se centra en la evolución del latín hasta la actualidad de
las formaciones en las que participa el prefijo contra- con el objetivo de desentrañar los
patrones que se emplean en la creación de voces neológicas formadas con este prefijo a
lo largo de la historia del español. El desarrollo de las palabras formadas por contra-
tiene su origen en un patrón verbal de significado eventivo heredado del latín que en
romance es complementado por un patrón nominal creado para designar entidades
físicas y abstractas (que será el más productivo en toda la historia del español). Esta
evolución, según muestra Pujol, puede ser explicada como una consecuencia del cambio
tipológico apuntado por Talmy (1985, 2000) entre el latín y las lenguas románicas.
El trabajo de Francisco Javier Sánchez Martín y Marta Sánchez Orense nos sitúa en el
léxico del Siglo de Oro y nos adentra en las relaciones entre la morfología y la
terminología a partir del análisis de la sufijación apreciativa. Este artículo evidencia la
importancia de la lexicalización en la creación de las acepciones neológicas en el
ámbito técnico, si bien este proceso se desarrolla en grados diferentes que conviene
identificar, a juicio de los autores. Asimismo, se muestra la importancia, fuera de la
lexicalización, del préstamo y de la analogía en la creación neológica especializada.
Los trabajos del presente monográfico que abordan la sufijación no apreciativa destacan
por mostrar desde el punto de vista de la variación los valores que han desarrollado
determinados sufijos a lo largo de su historia, así como las relaciones de rivalidad sufijal
que se establecen entre distintos sufijos.
nuevos términos con uno de los sufijos vocálicos en cuestión y la preferencia por el
morfema derivativo -e en el español moderno.
Steven N. Dworkin, por su parte, se centra en los neologismos medievales formados a
través del derivativo deverbal -miento, con especial interés en la competencia
morfológica que estos desarrollan con sus rivales latinizantes -ción, -ancia y -encia. El
estudio, que pretende servir de breve introducción a este tema, pone de relieve que la
morfología derivativa no deja de ser, en su esencia, una rama de la disciplina de la
etimología.
Los tres trabajos siguientes estudian aspectos morfológicos del catalán, del gallego y del
portugués, respectivamente. Maria-Pilar Perea parte del Diccionari català-valencià-
balear de Alcover y Moll y analiza la presencia y el tratamiento de los sufijos intensivos
de la lengua catalana. Ello es de especial interés, ya que el catalán se caracteriza por su
riqueza morfológica única –o solo comparable con el italiano– dentro del conjunto de
las lenguas románicas. Teniendo en cuenta que esta obra documenta datos dialectales,
diacrónicos y diafásicos de la lengua (tanto en las definiciones como en los ejemplos),
el estudio enfoca los aspectos de este tipo de derivados desde múltiples puntos de vista
y añade, de manera secundaria, algunos aspectos metalexicográficos de este diccionario
tan singular.
Para concluir esta excursión filológica por otras lenguas románicas peninsulares, el
artículo de Alina Villalva y Fernanda Jardim versa sobre los participios atemáticos del
portugués, su tipología morfológica, los aspectos etimológicos destacados y su
distribución, y aborda algunos parámetros y problemas de uso que causa la
disponibilidad de dobletes participiales. En esta segunda parte, se parte de la
información teórica sobre las normas sintácticas y el uso de verbos llamados abundantes
(aquellos que usan la forma participial temática para la formación de los tiempos
compuestos y los participios atemáticos en estructuras pasivas), y que varía mucho
según cada autor. En un segundo paso, se contrastan los aspectos teóricos con datos
diacrónicos que se documentan en el Corpus do Português desde el siglo XII y datos
diatópicos recogidos a partir de encuestas hechas a hablantes del portugués europeo y
del portugués brasileño.
En definitiva, las aportaciones realizadas por los autores que han participado en este
volumen contribuyen, sin lugar a dudas, al avance de los estudios centrados en el
análisis variacional de la morfología léxica que, si bien ha recibido bastante atención
desde el punto de vista diatópico y diacrónico en los últimos años, todavía deja terrenos
por explorar.
Referencias bibliográficas
Resumen
Aunque, como no puede ser de otra manera, la inmensa mayoría de las gentes que se
dedican a los estudios del lenguaje suele estar de acuerdo en la idea de que lo primero
que hay que hacer cuando se describe una lengua natural es determinar cuáles son las
invariantes formales y semánticas que la caracterizan, y describir a continuación la
variación que desarrollan esas invariantes en la realidad concreta del hablar, no todos
ellos conciben los conceptos de invariante y variante del mismo modo. La finalidad del
presente artículo es precisamente analizar cómo se interpreta el concepto de variante en
las distintas corrientes de la lingüística sincrónica y diacrónica moderna y los
fundamentos teóricos y prácticos en que se basan tales interpretaciones.
Abstract
Although, as could not be otherwise, the clear majority of people engaged in language
studies usually agree on the idea that the first step to take when describing a natural
language is to determine what the formal and semantic invariants are that characterize it.
Then, the second step is to describe the variations that these invariants develop in the
concrete reality of speaking; however, not everybody conceives the concepts of
invariant and variant in the same way. The purpose of this article is precisely to analyze
how the concept of variant is interpreted in the different currents of modern synchronic
and diachronic linguistics and the theoretical and practical foundations on which such
interpretations are based.
Si hacemos excepción de los esporádicos usos más bien inespecíficos que se pueden
encontrar en obra anteriores, el término variante empieza a usarse de forma más o
menos técnica en los estudios del lenguaje no antes de las primeras décadas del siglo
XX, para designar las orientaciones de sentido o materializaciones que adquieren las
unidades lingüísticas invariantes (fonemas, morfemas, palabras, oraciones, etc.) en la
realidad concreta del hablar. La obra de Hjelmslev, que describe el asunto en los
siguientes términos, es un buen ejemplo de hasta dónde ha llegado la especificidad del
término que nos ocupa en la lingüística moderna:
Según esta concepción, las variantes no son, por tanto, sino meras manifestaciones o
realizaciones concretas de las invariantes, sean estas de la naturaleza que sean; es decir,
las invariantes en acción. Sin invariantes no hay variantes. Precisamente por ello no
pueden explicarse de forma autónoma, sino que hay que partir siempre de las
invariantes que les sirven de base. Saussure sostenía, con razón, que la parole, que es el
dominio de las variantes, no puede estudiarse sin tener en cuenta la langue, que es el
dominio de las invariantes; que “hay que colocarse desde el primer momento en el
terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones del
lenguaje” (Saussure 1915 [1945]: 51).
2. Clases de variantes
Aunque, en líneas generales, todos los lingüistas parecen estar de acuerdo, como es
natural, en que las variantes son manifestación de las invariantes, de que no hay
variantes sin invariantes, no todos ellos conciben las variantes de la misma forma; y ello
por tres razones fundamentales. En primer lugar, porque no todos comparten el mismo
concepto de lengua, o de qué es lo invariante y qué lo variante en las lenguas naturales.
En segundo lugar, porque no todos reconocen a las invariantes las mismas orientaciones
de sentido o variantes. Y, en tercer lugar, porque no hay acuerdo en muchos casos
acerca de qué factores contextuales determinan tales o cuales orientaciones de sentido o
variantes. Para empezar, hay que decir que los primeros que discrepan en esta
concepción del concepto de variante son los descriptivistas, o lingüistas que estudian la
lengua desde el punto de vista sincrónico, y los historicistas, los que la estudian desde el
punto de vista diacrónico. Para los primeros, la variante no es otra cosa que una
manifestación concreta, un ejemplo, como decíamos más arriba, de una invariante
funcional, sea esta de expresión o de contenido. Para muchos de los segundos, por el
contrario, la variante se entiende como manifestación o fase de evolución de una
determinada invariante histórica, como se verá al final de este trabajo.
variantes todas las sustancias en que encarnan dichos esquemas invariantes. Por otra
parte, están los que piensan que el valor lingüístico, las invariantes de las lenguas son
los referentes, ideas o conceptos que expresamos con los morfemas, las palabras y las
oraciones en los actos comunicativos; es decir, sustancia conformada. Para estos, las
variantes casi quedarían reducidas al plano de la expresión, a las distintas formas con
que se puede expresar una idea, un concepto o un referente. Veamos con más detalle
cada uno de estos dos planteamientos por separado.
Para los lingüistas inmanentistas son, pues, variantes las distintas manifestaciones o
realizaciones que presentan las invariantes de expresión y las invariantes semánticas en
la realidad concreta del hablar, o discurso. Y, como los signos de las lenguas naturales
son unidades de dos caras en relación de solidaridad (expresión y contenido, o
significante y significado, como se quiera), se habla aquí, en principio, de dos grades
tipos de variantes: variantes de expresión y variantes de contenido o semánticas.
Con el término variantes de expresión aluden los lingüistas inmanentistas a las distintas
realizaciones que experimentan las unidades funcionales del plano de la expresión en la
realidad concreta del hablar. Estas invariantes se dividen, a su vez, en dos tipos
distintos: variantes de expresión de fonemas y variantes de expresión de morfemas o
palabras.
“Los sonidos [b] y [β], uno oclusivo y otro fricativo –nos dice Alarcos–, son
realizaciones fonéticas de un mismo fonema [b]. La aparición de cada una de estas
variantes está condicionada por reglas fijas: solo se realiza [b] (y no [β]) en inicial tras
pausa, y tras nasal en interior de palabra o frase” (Alarcos 1971: 161).
[b] oclusiva y [β] fricativa son variantes de una misma invariante fonológica porque no
tienen capacidad para distinguir significados, porque no tienen función semántica.
Según Trubetzkoy, las variantes de los fonemas o alófonos se dividen en dos grandes
grupos:
Cuando dos sonidos de una misma lengua aparecen exactamente en el mismo contexto y
pueden ser reemplazados el uno por el otro sin que esto provoque una diferencia en la
significación intelectual de la palabra, dichos sonidos son solo variantes fónicas
facultativas de un fonema único” (Trubetzkoy 1973: 41).
Todo lo que en el discurso sirve para caracterizar al locutor cumple una función
expresiva. Los elementos encargados de esta función pueden ser, por lo tanto,
muy variados: la pertenencia del locutor a un determinado tipo humano, sus
particularidades físicas y espirituales, etc., pueden ser reconocidas en su voz, en
su pronunciación, en todo el estilo de su conversación e incluso en la elección del
vocabulario y la construcción de la frase. Pero solo nos interesan los recursos
expresivos fonológicos, es decir, los recursos expresivos de la faz fónica de la
lengua considerada, como un sistema de signos convencionales (Trubetzkoy 1973:
15).
A estas connotaciones relativas al sexo, clase social, profesión, edad, etc., de los
hablantes implicadas en las variantes de realización de los fonemas es a lo que suele
llamarse hoy “contenido sociolingüístico” o “variante sociolingüística” de los fonemas;
y
b) Variantes fonológicas combinatorias, que son las variantes de los fonemas que
aparecen determinadas por los contextos, y que, por lo tanto, se excluyen mutuamente:
“Cuando dos sonidos de una lengua emparentados acústica o articulatoriamente no se
presentan nunca en el mismo contexto fónico, deben ser considerados variantes
combinatorias del mismo fonema” (Trubetzkoy 1973: 44). Por estar determinados por
los contextos, es claro que los alófonos que nos ocupan carecen enteramente de sentido
o valor social, expresivo, estilístico, etc.
Ya en el campo de los estudios del plano del contenido de las lenguas naturales, la
semántica propiamente lingüística o intralingüística suele usar el término variante para
referirse a todas y cada una de las orientaciones de sentido que presentan las invariantes
semánticas, sean estas del nivel que sean, según los contextos lingüísticos y las
situaciones reales del hablar. En este caso, “es la variación de algún elemento del
contexto lo que acarrea la diferencia semántica; pero esta es una diferencia de contexto,
no de las unidades en cuestión” (Trujillo 1976: 84). Y como el componente semántico
de las lenguas naturales no es lineal o unidimensional, sino que se encuentra organizado
en al menos cinco niveles distintos (nivel de la significación primaria o raíz; nivel de la
significación categorial; nivel de la significación morfológica; nivel de la significación
sintáctica; y nivel de la significación óntica o modal (Coseriu 1978: 136-137; Morera
1994), la semántica lingüística se ve obligada a hablar de al menos seis variantes
semánticas distintas: variantes semánticas de la significación primaria; variantes
semánticas de la significación categorial; variantes semánticas de la significación
morfológica; variantes semánticas de la significación sintáctica; variantes semánticas de
la significación óntica o modal; y variantes semánticas de la significación de las
palabras.
Las variantes semánticas de las significaciones primarias son aquellas que desarrollan
las significaciones invariantes de los signos lingüísticos básicos o raíces, que carecen de
existencia independiente (es decir, que son meras abstracciones), en la realidad concreta
del hablar o discurso. Así, por ejemplo, la significación primaria ‘dimensión opuesta a
la superficie’ citada más arriba, que es lo que significa constante e invariablemente la
raíz léxica española fond- (hond-, hund-) (Morera en redacción, s. v. fond- (hond-,
hund-)), ha desarrollado tres variantes categoriales distintas a lo largo de la historia de la
lengua: la variante categorial nominal fondo, que la presenta como ‘objeto
independiente’, u ‘ocupando un lugar en la naturaleza’, como dice Bello (1981: 181); la
variante categorial adjetivo hondo, que la presenta como ‘rasgo simple del sustantivo’, o
‘desparramada por la naturaleza’, como quiere el mencionado gramático venezolano
(Bello 1981: 81); y la variante categorial verbo hundir, que la presenta como ‘proceso’,
es decir, con tiempo interno; o la significación invariante ‘límite último de la dimensión
sin extensión’, que es lo que significa constante e invariablemente en español la raíz
léxica fin- (Morera en redacción, s. v. fin-), que ha desarrollado igualmente las tres
variantes categoriales mencionadas: la variante categorial nominal fin, que la presenta
como ‘objeto independiente’; la variante adjetiva fino, que la presenta como ‘rasgo
simple del sustantivo’; y la variante verbal finar, que la presenta como ‘proceso’.
Fondo, hondo y hundir, de una parte, y fin, fino y finar, de otra, no se diferencian, pues,
en la significación primaria o de raíz, que es en los tres casos la misma (‘dimensión
opuesta a la superficie’ y ‘límite último de la dimensión sin extensión’,
respectivamente), sino en la significación categorial, que presenta dicha significación
invariante básica o primaria sin forma existencial propia existiendo de una determinada
manera en el universo del discurso, una forma de existir que orienta a dichas intuiciones
semánticas básicas en determinados sentidos y que las dota para desempeñar tales o
cuales funciones en el enunciado. Desde el punto de vista semántico-lingüístico más
estricto, ser nombre (es decir, existir como ‘objeto independiente’), ser adjetivo (es
decir, existir como ‘rasgo simple del nombre’), y ser verbo (es decir, existir como
‘proceso’) no son peculiaridades inherentes a la significación primaria o básica, sino
meras orientaciones de sentido que adquiere o puede adquirir esta en la realidad
concreta del hablar. Es decir, variantes semánticas de sus valores invariantes. Y, como,
vistas las cosas desde el punto de vista semántico-lingüístico, en las lenguas naturales
solamente existen tres categorías gramaticales básicas (nombre, adjetivo y verbo), pues
se puede decir que las significaciones primarias o de raíz solamente pueden desarrollar
tres variantes categoriales distintas en la realidad concreta del hablar, aunque no todas
las desarrollen o las hayan desarrollado: variante categorial nominal, variante categorial
adjetiva y variante categorial verbal.
que lo único que significa constante e invariablemente es algo así como ‘objeto
independiente’, como dijimos más arriba, presenta dos grandes variantes semánticas:
una variante semántica de tipo léxico, que presenta significación primaria descriptiva (v.
gr., árbol, mano, ave…), y una variante gramatical, que presenta significación primaria
mostrativa: v. gr., yo, este, algo…
‘lugar en que se cría o habita (lo que se indica en la base)’: v. gr., gallinero, potrero…;
‘agente (de lo que se indica en la base)’: v. gr., cabrero, bodeguero…; ‘instrumento
(para hacer algo relacionado con lo que indica la base)’: v. gr., potera, bichero…; ‘lugar
o cosa en que se coloca (lo indicado por la base)’: v. gr., cartera, fichero, monedero…;
‘enfermedad localizada en (el órgano que indica la base)’: v. gr., bacera, boquera…;
‘enfermedad consistente en (lo que indica la base)’: v. gr., cojera, ceguera…; ‘que
contiene, posee, realiza, etc., en abundancia (lo que indica la base)’: v. gr., mañero,
embustero…; ‘que procede el lugar (que indica la base)’: v. gr., habanero, islero…; etc.
(Morera 2005: 228-235); la significación invariante ‘expansión externa en todas las
direcciones del espacio’ del también complemento morfológico español -al (-ar)
(Morera 2005: 62-63), que ha desarrollado, entre otras menos comunes, las siguientes
orientaciones de sentido: ‘terreno plantado de (lo que indica la base)’: v. gr., juncal,
palmeral…; ‘planta que produce (lo que indica la base)’: v. gr., rosal, peral…; ‘lugar
donde vive o se cría (lo que indica la base’: v. gr., palomar, ranal…; ‘conjunto formado
por (las cosas que indica la base)’: v. gr., panal, dineral…; ‘instrumento para cazar,
elaborar, etc. (lo que indica la base)’: v. gr., cazonal, sardinal, telar…; ‘perteneciente o
relativo a (lo que indica la base)’: v. gr., familiar, musical…; etc. (Morera 2005: 220-
234); la significación invariante ‘orientación centrífuga de la sustancia’ del
complemento morfológico -a (Morera 2011: 31-48), que ha desarrollado, entre otras, las
siguientes orientaciones de sentido en la realidad concreta del hablar determinada
también por los contextos: ‘especialidad (de lo que indica la base o masculino)’: v. gr.,
química, música…; ‘fruto (que produce la planta designada por la base)’: v. gr.,
manzana, almendra…; ‘acción que se realiza (con lo indica la base)’: v. gr., labia,
trilla…; ‘producto (que se elabora con lo que indica la base)’: v. gr., garbanzas,
guayaba...; ‘hembra (de la especie indicada por la base)’: v. gr., niña, gata…; ‘conjunto
(formado por las cosas que indica la base)’: v. gr., leña, madera…; etc. Es evidente que
lo que tenemos tanto en el caso de los mencionados sentidos de -ero como en el caso de
los mencionados sentidos de -al y -a no son significaciones invariantes, valores
semánticos autónomos, esenciales o formales de dichos sufijos o complementos
morfológicos, sino simple y llanamente aleatorias orientaciones de sentido de sus
verdaderas significaciones invariantes, que, para entendernos, hemos definido como
‘ámbito activamente emanante’, ‘expansión externa en todas las direcciones del
espacio’ y ‘orientación centrífuga de la sustancia’, respectivamente. ¿Afecta a la
significación del complemento morfológico el hecho de que dos o más sufijos
confluyan o puedan confluir en la misma designación? Evidentemente, no, porque,
aunque haya confluencia designativa o de sentido, el valor invariante, el punto de vista
semántico desde el que se ve esa designación, es en cada caso distinto. Por ejemplo, es
verdad que, como acabamos de ver, tanto -ero como -al y -a expresan la noción de
‘colectividad’ en casos como chopera, dineral y leña, por ejemplo, pero ese contenido
extralingüístico de ‘colectividad’ se expresa en cada caso de forma más o menos
distinta: -ero lo expresa como ‘ámbito activamente emanante’; -al, como ‘expandido
externa en todas las direcciones del espacio’; y -a, como ‘orientación centrífuga de la
sustancia’, como se señaló más arriba. No hay aquí, por tanto, sinonimia o mera
variación de expresión, sino puntos de vista semánticos distintos en la expresión de esta
o parecida referencia.
Es claro, por tanto, que, de la misma forma que en los planos de la significación
primaria, significación categorial y significación morfológica se distingue radicalmente
entre invariantes y variantes, también en el plano de la significación sintáctica resulta
absolutamente imprescindible distinguir lo que pertenece al código sintáctico o
invariante de las manifestaciones o variantes que esos valores presentan en la realidad
concreta del hablar. Como señala Hjelmslev, “no solo las entidades, sino también las
funciones tienen variantes, de modo que la distinción entre variantes e invariantes se
aplica a los funtivos en general” (Hjelmslev 1971: 92).
Lo que quiere decir que lo que recogen nuestros diccionarios no son las verdaderas
significaciones de las palabras, sino meras manifestaciones o variantes más o menos
concretas del significado de estas en la realidad concreta del hablar; es decir, “registros
de habla que ha sido”, como escribe Galichet (1950: 23).
expresión del mismo hecho de experiencia de “existir más o menos cosas en el lugar
que se indica”. Lo que se llama invariante aquí es un complejo contenido de experiencia
que implica determinadas relaciones lógico-designativas, y lo variante toda frase u
oración que lo implique, independientemente de cuál sea su estructura interna.
Obviamente, desde este punto de vista, las variantes de expresión de un mismo referente
no tienen por qué ser de la misma naturaleza lingüística, sino que incluso puede
pertenecer a planos idiomáticos distintos; es decir, signos que, aunque confluyen en una
misma designación, presentan estructuras semántico-lingüísticas radicalmente distintas.
Por ejemplo, el futuro morfológico -ré y la perífrasis verbal ir a + infinitivo, que
expresarían el mismo contenido referencial, el contenido referencial ‘tiempo futuro
real’; los sufijos adjetivadores -al (v. gr., primaveral), -ero (v. gr., habanero) -ano (v.
gr., unamuniano), etc., y el sintagma preposicional de + sustantivo (v. gr., de
primavera, de La Habana, de Unamuno), que confluirían en la misma función
relacional, la función relacional de adjetivar; o el cuantificador muy y el sufijo -ísimo,
que confluirían en la función de superlativizar el adjetivo, y, en ciertos casos, también el
adverbio. Así, en relación con este caso en concreto, escribe Ramos Márquez que “muy
antepuesto al adjetivo o adverbio y el sufijo -ísimo son, en principio, dos alternativas
que la lengua ofrece al hablante para expresar la intensificación absoluta. Son dos
variantes formales para una misma significación gramatical (cursiva nuestra)” (Ramos
Márquez 1993: 204).
Primero, es verdad que el contenido referencial ‘suspender algo o a alguien sin que
llegue al suelo’ puede expresarse en español tanto con el signo léxico colgar como con
el signo léxico pender, pero significándolo de forma parcialmente distinta, porque cada
uno de ellos presenta su propia significación invariante, distinta de la del otro.
Concretamente, la forma colgar lo significa como ‘sostenimiento desde lo alto sin llegar
al suelo visto desde arriba’, mientras que la forma pender lo significa como
‘sostenimiento desde lo alto sin llegar al suelo visto desde abajo’ (Morera en redacción,
s. v. colgar y pender). Por eso precisamente solemos decir colgar el cuadro, y no
*pender el cuadro.
Segundo, es verdad que tanto el sufijo -ero como los sufijos -or, -nte, -ario e -ista
pueden usarse en algunos contextos para expresar la relación lógico-designativa de
‘agentividad’, pero significándola de forma sustancialmente distinta: -ero la significa
como ‘ámbito activamente emanante’; -or, como ‘abstracción no esencial activa’; -nte,
como ‘proceso cursivo interno al sujeto’; -ario, ‘como ámbito amplio activamente
emanante’; e -ista, como ‘límite de apego activo’. Precisamente por ello son en muchos
casos incompatibles.
Tercero, es verdad que tanto el futuro morfológico -ré como la perífrasis verbal ir a +
infinitivo puede usarse para expresar el contenido referencial de ‘tiempo real futuro’,
pero significándolo de forma radicalmente distinta: mientras que el morfema -ré lo
significa como ‘espacio mostrativo-temporal catafórico determinado’, la perífrasis
verbal ir a + infinitivo lo significa como ‘yendo hacia el proceso’ (Morera 1991: 109-
117). Precisamente por ello no significan los mismo venceremos que vamos a vencer;
serán las cuatro que van a ser las cuatro.
No nos encontramos, por tanto, ante variantes de expresión de una misma significación
invariante, sino ante signos que presentan significaciones invariantes distintas, aunque
confluyan en una misma o parecida denotación o designación. Lo que quiere decir que
la mayor parte de lo que muchos morfólogos, gramáticos conceptualistas, lexicógrafos,
sociolingüistas, etc., denominan variantes de expresión de un mismo contenido
invariante no son variantes, sino invariantes semánticas. Cuando, por ejemplo, los
morfológicos dicen que sufijos como -ero, -or, -nte, -ario y -ista son variantes de
Para hacerse transmisible, estos contenidos deben ser distribuidos entre morfemas
de ciertas clases, dispuestos en cierto orden. En una palabra, este contenido debe
pasar por la lengua y apropiarse de los marcos de esta. De esta suerte el
pensamiento se reduce, si no exactamente a nada, sí en todo caso a algo tan vago e
indiferenciado que no tenemos modo alguno de aprehenderlo como “contenido”
distinto de la forma que la lengua le confiere. La forma lingüística es, pues, no
solamente la condición de transmisibilidad sino ante todo la condición de
realización del pensamiento. No captamos el pensamiento sino ya apropiados a los
marcos de la lengua. Fuera de esto, no hay más que volición oscura, impulsión
que se descarga en gesto, mímica. Es decir, que la cuestión de saber si el
pensamiento puede prescindir de la lengua o rodearlo como un obstáculo aparece
despojado de sentido, a poco que se analicen con rigor los datos pertinentes”
(Benveniste 1974: 64).
Y, como, según esto, los sentidos ‘suspender a alguien o algo sin llegar al suelo’,
‘agentividad’, ‘agente-proceso-paciente’, ‘tiempo futuro real’, ‘adjetivación’,
‘superlativización’, etc., que nos ocupan no existen ni pueden existir antes de ser
formalizados mediante las formas colgar y pender, -ero, -or, -nte-, -ario e -ista, oración
activa y oración pasiva, -ré e ir a + infinitivo, -al (o cualquier otro sufijo adjetivador) y
de+sustantivo y muy e -ísimo, respectivamente, sino después, es claro que no tiene
ningún sentido hablar aquí de equivalencia semántica o sinonimia entre todas estas
expresiones. La cosa en tanto que percibida por la mente humana solamente existe
cuando la crea la potencia semántica de la palabra y, por tanto, cuando hay varias
expresiones, se nos presenta como distinta en cada una de ellas.
En franco contraste con lo que hemos visto hasta aquí, el concepto de variante o
variedad ha sido usado también por determinados estudiosos de la historia de la lengua
para referirse a los distintos cambios que experimentan las lenguas o las formas
lingüísticas concretas, sean fonemas, morfemas, palabras, sintagmas u oraciones, con el
correr de los años o a lo largo del espacio. Así, leemos en los manuales de historia de
las lenguas románicas que el español, el italiano, el francés, el portugués, el catalán, el
sardo, etc., sistemas lingüísticos obviamente distintos, no son otra cosa que variedades
o variantes de la lengua latina (Vidos 1977: 262-270). Más en relación con hechos
particulares, se nos dice, por ejemplo, que el grupo consonántico latino /ks/ desarrolló
en español dos variantes distintas a lo largo de la historia: la variante palatal fricativa /s/
y, a partir de esta, la variante velar /x/; que la /f-/ inicial latina presenta también en esta
misma lengua dos variantes diacrónicas distintas: una variante aspirada /h/ y, a partir de
esta, una variante cero; que el sufijo nominal latino -arius presenta también en español
cuatro variantes históricas distintas: la variante -ario, muy próxima al origen; la variante
-airo, con metátesis de la yod; la variante -eiro, con cierre de la vocal /a/ por efecto de
la yod; y la variante -ero, con monoptongación del diptongo /ei/; o que la perífrasis
verbal latina amare habeo desarrolló asimismo en nuestra lengua dos variantes distintas:
la variante perifrástica amar he y la variante morfológica amaré, que, según Coseriu,
serían “variantes hasta cierto punto intercambiables (Coseriu 1977: 38). Pues bien,
desde el punto de vista de la significación invariante del término variante no existe
ningún inconveniente para aceptar que las lenguas española, italiana, francesa,
portuguesa, catalana, sarda, etc., son variantes o variedades del latín; que los fonemas
españoles /s/ y /x/ son, en parte, variantes históricas del grupo consonántico latino /ks/;
que determinadas aspiraciones y ceros fonéticos que se encuentran al principio de
muchas palabras de la lengua española son variantes de una /f-/ inicial latina; que los
sufijos -ario, -airo, -eiro y -ero son variantes del sufijo latino -arius; y que la perífrasis
verbal amar he y el futuro de indicativo amaré son dos variante de la perífrasis verbal
latina amare habeo, pero hay que tener en cuenta que el término variante no se emplea
aquí para designar “variante de una invariante funcional”, sino “variante de una
invariante histórica”, que puede ser tanto variante como invariante funcional, si
analizamos el problema desde el punto de vista sincrónico. Por ejemplo: las consonantes
/s/ y /x/ son en parte variantes históricas del grupo consonántico latino /ks/, pero
invariante funcionales si analizamos el problema desde el punto de vista sincrónico,
porque, desde este punto de vista, la una no tiene absolutamente nada que ver con la
otra; -ario y -ero son dos variantes históricas del sufijo latino -arius, pero, desde el
Referencias bibliográficas
Resumen
Abstract
In this paper we analyze the preverb ex- in its passage from Latin to Spanish. Our study
of the preverb throughout its journey is of particular interest for various reasons. Firstly,
given its adverbial origin, in Latin it is already an important component in several verbs,
many of which survive in Spanish by either learned or popular transmission. It is here
that we see a first variation in the prefix with the variant e-, motivated by the
disappearance of the prefixal consonant in contact with that of the verbal root.
Incidentally, this phenomenon is not well described in some works of reference in
Spanish. Secondly, the analysis of semantic, semic and classemic, values of the Latin
preverb can give us a greater understanding of the meanings that the verbs take on in the
Spanish language.
far from its nature as a preverb and closer to its prepositional function in Latin (the
distinction between these should be established). All of the above allows us to clarify
many aspects and better understand the prefix and the words that contain it in Spanish.
Los preverbios son un elemento esencial en la lengua latina en todos los niveles, pero
seguramente sea en los ámbitos morfológico, léxico y semántico donde más interesantes
resultan, sobre todo si además pensamos en el desarrollo que han tenido o en la huella
que han dejado en las lenguas románicas. Desde luego son importantes en lo que toca a
la morfología léxica del latín, como lo son, aunque ya con diferente estatus, en la de las
lenguas románicas.
Conviene dejar claro, como así hemos hecho ya en otras varias ocasiones (García
Sánchez 2016 y 2017), que los preverbios no proceden de las preposiciones latinas, pese
a que eso sea lo que con frecuencia –también en obras de primera referencia y
reconocida autoridad– se dice al tratar de los prefijos, o, incluso, al abordar su estudio.
Así, por ejemplo, sucede en la NGLE (§10.6j), donde expresamente se indica, en alusión
en concreto al componente que aquí nos va a ocupar, que “tanto el prefijo inseparable
ex- como el prefijo separable homónimo (…) proceden de la preposición latina ex
(‘desde el interior’)”. Enseguida se aducen ejemplos como excavar, y se señala que la
mayor parte de los verbos que contienen este prefijo –el “inseparable”– lo heredaron del
latín, por lo que, como en el caso de exhibir (< lat. exhibēre), puede no reconocerse bien
y ser discutible su segmentación en la estructura morfológica del español. Poco antes
(NGLE: §10.5x) se había dicho que “no se reconoce ya el sentido original de la
preposición latina ab (variante de a)1 [sic] en abjurar o abnegar(se), pero sí el de ex
(‘de, desde’) en expedir, exponer o extraer”, donde, independientemente del valor que
pueda tener la apreciación realizada, no deja de llamar la atención de nuevo que se
consideren los preverbios ab- y ex- como preposiciones.
Esta idea se repite en otros varios autores, como Felíu Arquiola (2009: 67-68), quien,
aunque mantiene la intención, por motivos diferentes, de no identificar totalmente
prefijos y preposiciones, no deja de considerar los preverbios en español como prefijos
de origen preposicional. Acedo-Matellán (2016: 63 y 68), al tratar no ya los prefijos en
las lenguas romances, sino los propios preverbios en latín, los denomina prefijos de
carácter o naturaleza evidentemente preposicional. Montero Curiel (1998), por su parte,
quien precisamente estudia ex-, también declara de manera explícita su procedencia
preposicional2. Y así podríamos seguir con muchos más, ya que no son la excepción,
sino más bien la norma, que resulta de una tradición mal entendida3.
Sin embargo –insistimos una vez más en ello–, los preverbios o prefijos verbales no
proceden de las preposiciones, sino que ambos tipos de palabras eran originariamente
adverbios en latín. Esos adverbios, antepuestos a los nombres, dieron paso a las
preposiciones, y antepuestos a los verbos, a los preverbios, por lo que preverbios y
Bien es cierto que también han surgido verbos a partir de construcciones con la
preposición ex, tanto en latín (expedire < ex-ped-ire ‘quitar las trabas de los pies’5)
como en español (expatriar, explayar, expropiar). Pero, por eso mismo, creemos que se
puede y se debe distinguir entre los prefijos que tienen un origen preverbial, que es el
que se observa en la mayoría de los verbos de procedencia latina y consiguientes
palabras deverbales, y los que, por su parte, se han creado a partir de dichas formaciones
preposicionales. Su indistinción ha provocado y sigue provocando notables confusiones
en el plano de la morfología léxica, sobre todo desde una perspectiva histórica, pero
asimismo en su descripción actual, tanto formal como semántica.
Si nos fijamos en lo que aparece en el DLE (s. v. ex-1), que, como se ve, incluye
información afijal entre sus lemas, podemos leer lo siguiente:
ex-1
Del lat. ex-.
1. pref. Significa ‘fuera’ o ‘más allá’, con relación al espacio o al tiempo.
Extender, extraer, exhumar, excéntrico.
2. pref. Indica privación. Exánime.
3. pref. Interviene, sin significación precisa, en la formación de algunos
derivados. Exclamar, exornar.
De las tres acepciones que se ofrecen para ex-1, las dos primeras son bastante
comprensibles y más o menos acertadas, pero la tercera no deja de resultar ambigua e
imprecisa, cuando, por los ejemplos que se dan, estamos convencidos de que podría
describirse sin excesiva dificultad8. Para nosotros, además, ni exclamar ni exornar, ni
ningún otro de los verbos compuestos por preverbios son “derivados”. No debería ser
necesario repetir la imagen etimológica de la deriuatio aquae para entender que la
derivación se produce por el lado de la sufijación y no por el de la prefijación. Tratando
de preverbación preferimos, en todo caso, hablar de modificación preverbial9.
Por otro lado, en el diccionario académico se distingue este otro ex- (ex-2), que es el que
hoy se muestra más productivo en español10:
ex-2
Del b. lat. ex-, en voces como exconsul 'excónsul', y este del lat. tardío ex, en
ex consŭle 'excónsul', ex monăcho 'exmonje', etc.
1. pref. Significa 'que fue y ha dejado de serlo'. Expresidente, exmarido. Ex
primerministro.
Nos parece bien que se distingan ambos ex-, pues en nuestra concepción de los prefijos
se trataría de dos componentes diferentes y con distinto origen, aunque la génesis última
sea común. El primero es fundamentalmente preverbial, si bien, como no se establece
esta condición de “preverbio” y no parece haber conciencia de su diferencia con el de
origen preposicional, se dan ejemplos de este último sin que haya distinción con aquel.
Sería el caso de exhumar11 y de excéntrico12, únicos dos ejemplos de los que se aducen
en el DLE (s. v. ex1) en los que ex- no es preverbial.
Por su parte, el segundo es de claro origen preposicional, como expone el DLE (s. v.
ex-2) en su correspondiente explicación etimológica, y cuyo funcionamiento como
“prefijo autónomo o separable” se explica bien en la NGLE (§10.4g-l).
Nos sorprende bastante, por otro lado, que el DLE tenga una entrada para la e-
procedente de ex- sin que se aclare que ese –el prefijo ex-– es su origen, como si e-
fuera un prefijo independiente tanto en latín como en español. Le asigna, además,
valores que salen más bien del conjunto de la palabra, esto es, del prefijo unido al
lexema, y no ya solo del preverbio o prefijo:
e-
Del lat. e-.
1. pref. Significa 'fuera de'. Eliminar.
2. pref. Indica procedencia. Emanar, emigrar.
3. pref. Indica extensión o dilatación. Efusión, emoción.
El preverbio en latín tuvo, además, una variante ec- delante de -f-, que posteriormente
asimiló a esta la consonante velar15. Se ve, por ejemplo, en el lat. ecferre, que dio lugar
a efferre ‘llevarse, sacar de’; también en efficĕre (< ecficere < ex-facĕre) ‘efectuar,
acabar, realizar, producir’; o en effugĕre (< ecfugere < ex-fugĕre) ‘huir de, escapar
huyendo’.
En el DLE hay asimismo una entrada para es-, procedente de ex-, que, como se va a
explicar a continuación, es la forma patrimonial del prefijo:
es-
Del lat. ex-.
1. pref. Denota separación. Escoger.
2. pref. Indica eliminación. Espulgar.
3. pref. Señala intensificación. Esforzar.
Y, naturalmente, otra para des-, que es muy productivo en español, y del que participa
asimismo el lat. ex-.
des-
Confluencia de los prefs. lats. de-, ex-, dis- y a veces e-.
1. pref. Denota negación o inversión del significado de la palabra simple a la
que va antepuesto. Desconfiar, deshacer.
2. pref. Indica privación. Desabejar.
3. pref. Indica exceso o demasía. Deslenguado.
4. pref. Significa 'fuera de'. Descamino, deshora.
5. pref. A veces indica afirmación. Despavorido.
Este último resultado prefijal, aunque parece recoger mejor el apartado etimológico,
vuelve a mostrar e- como si se tratara de un prefijo latino diferente de ex-.
Precisamente, la variación entre es- y des- ha sido ampliamente estudiada, pues son
muchas las bases que alternan con una y otra forma y se ha discutido mucho sobre su
variación y distribución diacrónica y diatópica. Parece claro que, como apunta Pharies
(2013: 123 y ss.), des- fue un factor importante en la decadencia de es- en castellano,
pues desde los inicios de la lengua quien quería utilizar un prefijo para acuñar un nuevo
derivado expresando privación, intensificación, rotura o desorden –valores que otorga el
autor a es- (Pharies 2013: 119-121)– prefería usar des- y no es-. También surgen
derivados castellanos con des- donde había un es- procedente de ex- (espertar /
despertar19 ). Muy probablemente el mayor cuerpo fónico y la estructura silábica de
des-, en dos componentes con similitud y proximidad de valores, influyeron para que así
fuera.
Sin embargo, mientras en castellano triunfa des- ante es-, no sucede lo mismo en el
resto de las lenguas y variedades iberorromances, con la excepción del valenciano,
donde, a diferencia del resto del dominio del catalán, también prevalece des- 20 . En
leonés y aragonés las dos formas –estudiadas por Neira (1968 y 1969)– conviven;
aunque es- es frecuente, no es la única forma que se da en estas hablas frente a un
supuesto castellano des-, ya que este prefijo también aparece. De esta manera, como
señalaba Neira, no se ha de pensar que ex- y dis- –además de de-, añadimos nosotros– se
confundieron en es- en leonés y aragonés. En cambio, sí podemos decir –cambiando la
perspectiva– que un prefijo es-, procedente de ex-, se mantiene mejor en las
modalidades no castellanas ahí donde des- en castellano tiene como precedente un ex-
etimológico.
En castellano existen varios verbos con des- que proceden de un verbo con preverbio
latino ex-, fruto de su confusión con de- y dis- (descomulgar, despedir, despertar)21. La
confusión no sería, por tanto, exclusiva o propia de las variedades leonesas y aragonesas
–ni tampoco de cualquier otro dominio de la Romania donde se pudiera haber
producido–, sino que, al contrario, se vería más claramente reflejada en las soluciones
castellanas, que son las que acaban dando valor o vigencia al prefijo des- –resultado, en
buena medida, de la confusión de de- y ex-, además de dis-, insistimos–. Por esa misma
razón, las palabras con la variante es-, que se hallan en las hablas leonesas 22 y
aragonesas, no habrían de ser analizables desde des-, como vulgarismos o como
consecuencia de la pérdida fonética de d-, sino que han de entenderse antes bien como
continuaciones de palabras con ex-.
Neira (1968, 1969) distinguía en leonés y aragonés entre un des- como prefijo verbal
negativo (descosido, descalzar, desgana), donde también se da la base léxica sin el
prefijo, y un es- en formaciones parasintéticas (es + lexema + sufijo verbal), que no
tienen carácter negativo ni suelen oponerse a verbos primitivos sin es-23. Estas últimas,
aunque no respondan a estructuras verbales con preverbio, se explicarían igualmente
desde un prefijo ex-.
Por su parte, recientemente Pharies (2016) ha vuelto sobre la idea de demostrar que el
prefijo des- procede directamente del latino dis-24, y que no proviene de la confluencia
de otros prefijos como de- y ex-25. Sin embargo, nos resulta difícil negar la participación
de estos importantes componentes latinos en el surgimiento y desarrollo del prefijo
castellano. Los ejemplos de confusión o cambios de prefijo26, como los que se producen
en los resultados románicos de ex- (> es- / des-), a los que se sumarían los de de- (>
de(s)-)27, entrarían en lo que Pharies (2016: 168 y ss.) denomina “detalles accesorios de
importancia secundaria”28. Nosotros creemos, no obstante, que la realidad de su peso
habría de ser bastante mayor que esa.
El prefijo dis-, con ser productivo, no era tan relevante en latín, frente a de- y ex-, y los
valores fundamentales del castellano des- son continuación de estos más que del
primero29. Incluso algunos de los resultados románicos en es- que Pharies (2013: 112)
esgrime como ejemplo de cambio de prefijo desde un étimo con dis- parecen provenir,
en realidad, de sus cognados con ex-: esperdecer ‘desperdiciar’30; estorcer ‘libertar a
uno de un peligro o aprieto’31; y estorbar, para el que tampoco hay que recurrir al lat.
disturbare cuando hay un exturbare32.
Por último, hay también una variante ens-, procedente de ex-, en ensanchar (< lat.
exampliare 33 ), ensangostar (< lat. ex-angustare) y ensalzar (< lat.*exaltiare 34 ),
explicada como anticipación de la nasal siguiente en los primeros casos y como
resultado analógico en el segundo a partir del primero. Asimismo, se halla una forma
enj- (antigua enx-) en enjambrar (< lat. examinare)35, enjugar (< lat. tardío exsucare),
enjuagar (< enjaguar < lat. vulg. *exaquare)36 o enjalbegar (< lat. vulg. *exalbicare),
que se debería al trueque de sibilantes s / x37.
Lógicamente, ni esconder (< lat. abscondĕre) ni escuchar (< lat. auscultare) contienen
el preverbio o el prefijo, pues en ambos casos la e- inicial procede de la vacilación
vocálica que dio como resultado el cambio de a- a e-; se da incluso la particularidad de
que por atracción homonímica tenemos una voz excusa 38 , con ex-, desde el lat.
absconsus, -a, -um ‘escondido’, aunque es más común la forma escusa. Tampoco hay
preverbio en estallar, que es el resultado de una metátesis a partir de un antiguo
*astellar ‘hacerse astillas’.
El preverbio ex- tenía gran vitalidad en latín, puesto que se cuentan aproximadamente
cuatrocientos verbos modificados por él, una cifra solo superada por com-. Pasemos a
ver las diferentes funciones con sus reflejos en español.
Este es el valor sémico –espacial– genuino del preverbio, el ablativo que indica
separación del interior de un límite doble, en clara oposición a in-, que indicaría, por el
contrario, la penetración en él. Es la función del paradigmático verbo latino exire (ex-
ire) ‘salir’, que se opone, lógicamente, a inire ‘entrar’. El lat. exire –literalmente ir “ex”
‘ir separándose de los límites, ir saliendo, ir hacia fuera’– no ha continuado en
español41, pero es fácilmente reconocible en el sustantivo éxito, cultismo tomado del lat.
exitus ‘salida’, de igual manera que el ingl. exit.
Un verbo común portador del preverbio con esta función espacial inicial es elegir (< lat.
eligĕre), modificado con ex- de legĕre ‘tomar, coger’, cuyo valor en latín sería el de
‘arrancar escogiendo’, ‘quitar’ –por ejemplo, las hierbas–; de ahí se llega con facilidad
al significado de ‘escoger’. De hecho, el mismo escoger contiene igualmente el
preverbio ex- sumado al lat. colligĕre, el cual no es sino otro modificado de legĕre y el
que acabó dando lugar al esp. coger. De ex- y colligĕre (> coger) se llega al esp.
escoger, con la variante patrimonial es- del prefijo, que se mantuvo productiva en
castellano –inicialmente– y en otras variedades hispánicas45.
Del tipo de escoger sería escavar (‘cavar ligeramente la tierra para ahuecarla y quitar la
maleza’), que constituiría un curioso doblete con el verbo que se ha tomado
directamente del latín excavare, y que hoy tiene mucho mayor uso: esp. excavar (‘quitar
de una cosa sólida parte de su masa o grueso, haciendo hoyo o cavidad en ella’, ‘hacer
en el terreno hoyos, zanjas, desmontes, pozos o galerías subterráneas’, ‘quitar la tierra
de alrededor de las plantas para beneficiarlas’). En ambos casos permanece la idea de
‘separar, sacar, quitar’ asociada a la de ‘cavar’, aportada por la base.
El esp. exprimir (lat. exprimĕre, modificado con ex- de premĕre ‘presionar’) también
contiene esa idea de ‘separar, sacar’, pues equivale a ‘presionar sacando (del interior)’ o
‘sacar oprimiendo’ (“extraer el zumo o líquido de una cosa, apretándola o
En el esp. extender (lat. extendĕre) se halla asimismo el valor sémico espacial del
preverbio, ya que supone un ‘tender de dentro hacia fuera’. A partir de ahí se
comprende bien el significado de ‘ocupar mayor lugar o espacio’ y otros valores más o
menos figurados que pueden haber surgido.
El preverbio ex- con valor espacial también se encuentra en un verbo como el esp.
esfumar, pero en este caso el resultado es- se explica de manera algo distinta, puesto que
la palabra de étimo latino (lat. exfumare) llega al español de otra lengua románica
intermedia, el italiano (it. sfumare), y muestra, al igual que el también italianismo
esgrafiar (it. sgraffiare), una e- protética para adaptar la s- líquida a la que dio lugar ex-
en ese idioma. Podríamos hablar, por tanto, de e- restituida. El étimo latino exfumare y
el significado que le damos en español en los usos no especializados (‘disiparse o
desaparecer’ y, como pronominal, ‘marcharse de un lugar con disimulo y rapidez’) y,
sobre todo, su proceso formativo, habían de situar aquí este verbo y su prefijo.
Algo similar se podría decir de un verbo como extraditar, que, si bien se ha tomado del
ingl. to extradite, en última instancia es de claro origen latino, donde el prefijo ex- ha
actuado sobre la base del verbo tradĕre ‘entregar’, compuesto, a su vez, del lat. dare y
trans-47.
Otro verbo que no deja de tener interés, pese a no constituir un ejemplo de preverbio, es
eliminar (‘quitar o separar algo, prescindir de ello’). El verbo contiene
etimológicamente un ex-, aunque no aplicado a un verbo, sino al sustantivo limen
‘umbral’, por lo que sería de origen preposicional; de hecho, se ha debido de formar a
partir de la construcción con ablativo ex limine ‘fuera del umbral’48. El lat. eliminare
sería algo así como ‘echar de casa –del umbral de casa–’, y también tuvo en latín el
valor de ‘divulgar’ (‘divulgar fuera lo que se ha dicho en casa’). Los significados
actuales del esp. eliminar proceden, lógicamente, del primer significado.
Cuando junto a la función de separación del preverbio ex- se da una orientación vertical,
se desarrolla en él de manera “natural” un valor ablativo-elativo50. Esta función elativa,
de separación hacia arriba, se observa con claridad, por ejemplo, en un verbo como el
esp. emerger ‘brotar, salir a la superficie del agua u otro líquido’, procedente del lat.
emergĕre (ex-mergĕre), que tiene un nítido sentido ascendente51.
La función fundamental del preverbio ex- es la de ‘salir de entre dos límites’, es decir,
del interior hacia el exterior. Pues bien, cuando se trata de una superficie como la que
representa el agua, solo se puede salir emergiendo, saliendo hacia arriba. Es la realidad
la que impone la condición de salir hacia arriba. Esto, que sucede en emerger (< lat.
emergĕre), se repite en varios verbos modificados por ex-, en los que el preverbio
manifiesta el valor elativo de ‘subir’, además del valor ablativo de ‘salir’. Otro verbo
que expone muy claramente ese sentido es el lat. evolare (ex-volare) ‘tomar el vuelo,
salir volando’, donde se comprende bien que la salida normal, si se hace volando, es
hacia arriba. Este verbo latino, sin embargo, no ha dejado herencia en español. Nos
fijaremos mejor –porque son los que realmente nos interesan– en los que de una u otra
manera han perdurado.
El esp. erigir (< lat. erigĕre < ex-regĕre), por ejemplo, muestra esta función, pues lo que
se erige se levanta. No en vano el propio verbo latino regĕre significa ‘poner recto,
regir’, por lo que ya tendría sentido elativo antes de asumir el preverbio ex-. Si luego
toma el preverbio, es también porque es congruente con ese sentido elativo, que,
lógicamente, se refuerza con él. Habría, por tanto, una sintonía, una congruencia, entre
el prefijo ex-, que tiende al valor elativo, y el lexema que ya lo contiene.
El esp. existir (< lat. exsistĕre) es etimológicamente ‘ponerse en pie desde dentro, hacia
fuera –saliendo del lugar de nacimiento–’. El lat. sistĕre es ‘ponerse en pie, colocarse,
situarse’, y el preverbio ex- realza el valor ablativo-elativo. Así, el lat. exsistĕre adopta
el significado de ‘levantarse, alzarse fuera de; salir de la tierra, brotar, surgir’52.
Otro verbo relevante portador de esta función es educar. El verbo latino del que procede
(lat. educāre) contiene el preverbio ex-, pero también un sufijo de carácter intensivo
(-ā53). Siendo así, mientras el lat. educĕre (ex-ducĕre), sin sufijo, es ‘hacer salir, llevar
fuera, sacar’, y también ‘elevar’, el lat. educāre tiene más desarrollada la función
elativa, puesto que significa ‘criar, hacer crecer’; esto es, sería un “sacar hacia arriba”, y
eso es lo que se trata de hacer cuando se educa a un niño desde pequeño54.
Se aprecia ya, en todo caso, que la acepción ascendente, elativa, no solo es aplicable en
un orden meramente físico espacial, sino también en otros más figurados. Eso es
también lo que podemos decir para el esp. exclamar, del lat. exclamare, que se explica
bien a partir de su étimo con claro valor elativo, pues originariamente es ‘llamar en voz
alta, levantar la voz, levantar clamor’. A este valor sémico elativo se le puede añadir
uno clasemático intensivo, como diremos después.
obligaciones, cuidados, culpas’ (DLE: s. v.). La base de este verbo, sin el preverbio, es
el lat. emĕre, que significa ‘tomar’ antes que ‘comprar’55.
En la segunda acepción del prefijo ex- que ofrece el DLE (s. v.), donde precisamente se
dice que “indica privación”, se pone como ejemplo de ello el adjetivo exánime ‘sin vida
o señal de vida’, ‘sumamente debilitado, sin aliento, desmayado’. En español no hay un
verbo exanimar –aunque sí espirar y expirar, como veremos enseguida–, pero en latín
sí existía exanimare ‘quitar la vida, sofocar’, al que se vincula el adjetivo exanimis, -e
‘sin vida, inanimado, muerto’ (> esp. exánime).
Podríamos considerar con esta función privativa asimismo el esp. excusar, procedente
del lat. excusare, tanto en sus usos jurídicos (“exponer y alegar causas o razones para
sacar libre a alguien de la culpa que se le imputa”, “evitar, impedir que algo perjudicial
se ejecute o suceda”) como en sus acepciones más comunes (‘no querer hacer algo’,
‘poder evitar, poder dejar de hacer algo’), si bien no estamos ante un ex- preverbial,
pues el verbo latino es un denominativo de causa, como lo son asimismo accusare,
incusare y recusare56. No existe en latín un verbo causare, y, aunque sí hay un causari,
este último, como deponente, tiene otro valor: el de ‘alegar’ y no el de ‘acusar’ o
‘encausar’.
El esp. eludir, desde el lat. eludĕre (ex-ludĕre), podría entenderse también, por su
significado (‘evitar, esquivar’), como representante de esta función. Parece haber
llegado a ese valor mediante la idea de ‘escapar jugando’, por lo que, si bien el
preverbio ex- no aportaría exactamente una noción privativa respecto de la base ludĕre
‘jugar’, sí se observa un desarrollo semántico en ese sentido con la adición del
preverbio. Por otro lado, aunque no tengamos el verbo correspondiente en español,
puede ser interesante mencionar el lat. extorquēre ‘arrancar a la fuerza, torcer
arrancando’, modificado de torquēre ‘torcer’ con el preverbio ex-, porque de ahí
tenemos extorsión.
Seguramente el verbo de mayor repercusión en español que se pueda citar aquí sea
explicar, que muestra, no obstante, una importante evolución semasiológica desde el
primer valor del lat. explicare ‘desplegar’. Es el verbo latino, mediante el preverbio, el
que claramente “despliega” la función alterna, frente al simple plicare ‘plegar’, y el que
asimismo desarrolla su significado.
Entre los usos alternos de explicare los hay más o menos físicos y más o menos
figurados y abstractos: desde el más simple ‘desplegar’, aplicado, por ejemplo, a las
velas (lat. explicare uela ‘desplegar las velas’)57, o el de ‘desarrugar’ (lat. explicare
frontem ‘desarrugar la frente, el ceño’), se puede ir al de ‘aclarar’ (lat. explicare res
inuolutas ‘aclarar ideas complejas’) y hasta al de ‘explicar, exponer’ (lat. explicare
sententiam ‘explicar, exponer su parecer’)58. Con estos ejemplos se comprende bien el
desarrollo semasiológico seguido por el verbo hasta su significado actual.
Como señala García-Hernández (1980: 159), ex- es el preverbio más característico para
marcar el grado resultativo de la acción indicada por el verbo. Este grado resultativo se
puede ver, por ejemplo, en el esp. elaborar (‘transformar una cosa u obtener un
producto por medio de un trabajo’), que procede del lat. elaborare (ex-laborare),
modificado de laborare ‘trabajar’. Con ello se da otra circunstancia, y es la
transformación de una base intransitiva en un modificado transitivo. Esta
transformación se realiza mejor que con cualquier otro prefijo con uno que tenga la
función resultativa, como precisamente sucede con ex-, puesto que ahí el sujeto alcanza
el objeto.
Otro ejemplo es el lat. euadĕre (ex-uadĕre) ‘irse saliendo, escaparse de, librarse de’, del
que sale el esp. evadir, transitivo, a partir del simple uadĕre ‘ir’, que es intransitivo. El
que “evade” o “se evade” busca un objeto que alcanza con la acción del verbo. Ese
valor resultativo convierte al verbo en transitivo.
Algo similar sucede con el lat. excurrĕre ‘correr fuera, salir corriendo, hacer una salida’
(cfr. excursión), frente al simple currĕre ‘correr’. El esp. escurrir, heredado del primero,
presenta un desarrollo semasiológico con valores transitivos como “apurar los restos o
últimas gotas de un líquido que han quedado en un recipiente”. Se pierde la idea de
movimiento, la acción se sitúa al final y el verbo se hace entonces transitivo.
El esp. exterminar (< lat. exterminare), con los significados de ‘acabar del todo con
algo’, ‘matar o eliminar por completo’, ‘desolar, devastar’, expresa bastante bien ese
grado resultativo59. El sentido de ‘echar fuera de los términos, desterrar’, etiquetado
como “desusado”, recuerda más los valores originarios –sémicos, espaciales– del étimo
latino (‘echar fuera de las fronteras, expulsar, exiliar’) y del simple terminare (‘fijar los
límites’).
También expresa grado resultativo el esp. extinguir (< lat. exstinguĕre), como así lo
muestran sus acepciones en el DLE (s. v.): “hacer que cese el fuego o la luz”, “hacer que
cesen o se acaben del todo ciertas cosas que desaparecen gradualmente”, “dicho de un
plazo o de un derecho: acabarse, vencer”. El lat. stinguĕre (‘extinguir, apagar, hacer
desaparecer’) ya tenía ese significado, por lo que estaríamos ante un claro caso de
sustitución de verbo simple por compuesto o modificado60, donde el preverbio de valor
afín vendría a reforzar el grado resultativo.
Otro verbo latino, exhaurire ‘agotar’, no tiene correspondiente en español, pero sí, en
cambio, su participio en forma de adjetivo: el lat. exhaustus ‘agotado’ ha dado lugar al
esp. exhausto (‘enteramente agotado’). El simple, el lat. haurire, era ‘sacar’. En el caso
de exhaustus (> esp. exhausto) coincide el valor resultativo del verbo, de la unidad
léxica, con el valor perfectivo del participio. Hay congruencia entre los valores
gramatical y léxico; son afines, ya que hay valor final, perfectivo y resultativo a la vez.
También sucede lo mismo con el sustantivo esp. efecto (< lat. effectus), que indica
resultado, aunque, de igual manera, no haya un verbo que corresponda en español al lat.
efficĕre (ex-facĕre). El sustantivo resultativo eficiencia, al haberse formado sobre el
participio de presente (efficens → efficentia) y no ser este perfectivo, supone un
entrecruzamiento de dos valores aspectuales opuestos, que no son afines o congruentes,
si bien pertenecen a niveles distintos. Eficiencia es la condición de quien está en
situación de conseguir el resultado61, la condición de eficiente. A esta misma familia del
resultativo efficĕre pertenecen eficaz (lat. effĭcax) y eficacia (lat. efficacia).
Por otro lado, el adjetivo esp. exacto, también perfectivo y resultativo, viene del
participio de perfecto latino exactus ‘acabado, perfecto’, del verbo exigĕre (ex-agĕre).
Los valores del lat. exigĕre son muchos y no solo el de ‘exigir’ que hoy vemos en
español62.
No obstante, sí se puede considerar ese valor en el esp. expirar (< lat. exspirare) ‘dejar
de espirar’, ‘dejar de respirar’, ‘acabar la vida’. El lat. exspirare, en principio con el
significado de ‘expulsar aliento, exhalar’ –de donde tenemos el esp. espirar, con -s-–,
tiene, además, el valor léxico de ‘morir’. En cuanto que es ‘acabar la vida’, es
resultativo, porque el resultado, el final de la vida, es la muerte. Pero también se puede
entender etimológicamente con el grado desinente: ‘dejar de espirar, dejar de respirar’,
pues representa la última espiración. Esto es, en cuanto que es ‘dejar de’, tiene un valor
desinente65.
Casi todos los preverbios expresan la modificación intensiva, que consiste en reforzar la
acción misma, sin proyectarla en un sentido espacial ni en un sentido progresivo –que es
la metáfora del movimiento–, sino sencillamente intensificándola, añadiéndole un
“más” o un “mucho”. Determinados campos semánticos se muestran propensos, más
El esp. escocer sería un buen representante de verbo donde el preverbio ex- ha aportado
un sentido intensivo ya en el étimo latino, pero con claro reflejo en romance. El lat.
excoquere, modificado con ex- de coquere ‘cocer’, significa ‘hacer cocer, hacer fundir,
reducir por medio de la cocción, quemar, atormentar’, y de ahí se llega al significado de
‘escocer’, esto es, ‘producir una sensación parecida a la causada por quemadura’. El
escocer y consiguiente escozor sería un resquemor. Es, como decimos, un intensivo.
Otro ejemplo evidente de modificado intensivo es el esp. exornar ‘adornar, hermosear’.
El lat. exornare, del que se toma, era ‘adornar con sumo cuidado’. San Isidoro, en sus
Origines, definía exornatus distinguiéndolo de ornatus mediante un matiz intensivo:
“exornatus, ualde ornatus” [‘exornatus, muy ornado –adornado–’] (Isid., Orig. 10, 82);
el adverbio ualde, que significa ‘muy, mucho’66, equivale ahí al preverbio. En el esp.
exclamar, desde el lat. exclamare, también hay valor intensivo (‘clamar, gritar con
fuerza’), además del elativo que ya se señaló (‘llamar elevando la voz’).
Ese grado intensivo parece ser, al menos por los ejemplos que se aducen –precisamente
los de exclamar y exornar–, el que debería describirse en el diccionario académico para
la tercera acepción del prefijo ex-, donde –recordamos– se señala que el prefijo
“interviene, sin significación precisa, en la formación de algunos derivados”. Tal como
vemos, la precisión significativa –intensiva– puede hacerse.
Otros verbos donde el preverbio aporta función intensiva son el lat. exhortari ‘exhortar,
excitar, alentar’, que terminó sustituyendo al simple hortari ‘hacer querer’, y que es de
donde se toma el esp. exhortar ‘incitar a alguien con palabras a que haga o deje de hacer
algo’. En español también hay un exorar ‘pedir, solicitar con empeño’, de un lat.
exorare ‘suplicar, intentar conmover con suplicas’ –modificado de orare–, aunque se
trata de un verbo poco usado.
Otro caso similar es el del esp. exagerar ‘encarecer, dar proporciones excesivas’, ‘decir,
representar o hacer algo traspasando los límites de lo verdadero, natural, ordinario, justo
o conveniente’, que asimismo parece prototipo de verbo intensivo por su significado.
Procede del lat. exaggerare, modificado con ex- de aggerare ‘amontonar, acumular’,
formado a su vez a partir del lat. agger, -eris ‘montón de materiales, terraplén’, que es el
sustantivo que ha dado en español arcén. No obstante, y aunque ex- tiene su aportación,
el valor intensivo lo da el sustantivo que significa ‘montón, terraplén’. Del valor de
‘amontonar tierra, levantar un terraplén’ se llega a ‘acumular, amplificar, engrandecer’ y
‘exagerar’.
5. Conclusiones
La variación formal del prefijo es asimismo explicable desde el latín, con una variante
culta (ex-), una patrimonial (es-), y distintos alomorfos según los casos, como el simple
e-, que, a nuestro juicio, no se halla bien descrito en obras como el DLE. Pero sobre
todo merece atención la variación diacrónica y diatópica de ex- (> -es) en su
distribución con el prefijo romance des-, al que el propio ex- sin duda ha contribuido.
Por último, en el apartado axial de nuestro estudio se ha llevado a cabo una revisión de
los valores sémicos del preverbio, desde el sentido espacial originario de separación ‘del
interior de dos límites’ pasando por el elativo hasta el de privación, y asimismo de los
clasemáticos (alterno, resultativo, desinente e intensivo), todos ellos reflejados en
ejemplos concretos del español. Así se han podido tratar y explicar algunos de los
verbos más destacados construidos mediante este preverbio ex- que existen en la lengua
española, como el propio explicar, además de emigrar, excluir, expulsar, egresar,
elegir, escoger, exprimir, expresar, extender, escupir, emerger, erigir, existir, educar,
eximir, eludir, elaborar, evadir, escurrir, exterminar, extinguir, expirar, escocer,
exclamar o exagerar, entre otros varios más.
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Notas
1
Según lo que aquí se dice, ab sería variante de a –cuando habría de ser al revés–, pero es que, además,
con ello parece hacerse referencia a un prefijo a-, que en realidad se identificaría antes bien con el latín
ad-.
2
El segundo párrafo de su trabajo es bastante claro al respecto: “El prefijo EX- (con sus alomorfos ex-, ex,
es-, e-) procede de la preposición latina EX que ya en la lengua imperial se empleó como elemento prefijal
con el significado de ‘alejamiento’, ‘privación’ o ‘negación’, ‘fuera de’ o, en ocasiones, como un mero
refuerzo de la idea expresada por la correspondiente base simple” (Montero Curiel 1998: 243).
3
El error es antiguo y fue favorecido por la denominación común praepositio, que designaba a preverbios
y a preposiciones en la tradición gramatical latina: “Praepositio est pars orationis quae praeposita ali parti
orationis significationem eius inmutat aut simplicem seruat, ut scribo subscribo rescribo” (Char. gramm.
I p. 230, 4 ss.). Cfr. García Sánchez (2017: 1173).
4
Como antiguos adverbios, los preverbios, al unirse a las bases léxicas, formaron verbos compuestos en
los que el primer elemento mantenía en principio el valor del adverbio, a menudo de orden espacial. Y a
medida que esos elementos de origen adverbial se gramaticalizaron y se convirtieron en morfemas
preverbiales, adquirieron otros valores más abstractos, con frecuencia de clase cuantitativa o aspectual. Se
explican de esa manera los valores espaciales –no preposicionales, sino adverbiales– de los preverbios y
el desarrollo posterior de otros nuevos.
5
El esp. expedir, heredero del lat. expedīre, tiene, por tanto, un ex- preposicional. Sería el único de los
tres ejemplos mencionados en la NGLE (§10.5x) y ya señalados (expedir, exponer, extraer) que lo
contendría. Su opuesto etimológico sería impedir (lat. impedīre < im-ped-ire ‘poner las trabas en los
pies’).
6
En nuestro análisis no vamos a tratar extra-, aunque en su base esté ex- (lat. extrā < *exterā < ex-ter),
algo que, sin ahondar en su etimología, sí se hace en Montero Curiel (1998).
7
En ella se basa la de Felíu Arquiola (2009: 68), tal como la propia autora señala, aunque con algunas
modificaciones.
8
Así se hará, más adelante, en el apartado dedicado a los valores del preverbio ex-.
9
Los motivos por los que mostramos preferencia por este término están expuestos en García Sánchez
(2017: 1174-1175).
10
Pharies (2013: 112), citando a Thiele (1992: 188), señala que ex- sigue siendo productivo en el
castellano actual, en la formación no solo de designaciones de personas que han dejado un cargo (ex-
cónsul), sino también de neolatinismos como los verbos expatriarse, exorbitar, exculpar, expropiar y el
adjetivo excéntrico. Menciona asimismo el de excarcelar, de Penny (1993: 258), como único ejemplo que
conoce de ex- combinado con una base patrimonial. Se trataría, en cualquier caso, de formaciones no
preverbiales. El de exculpar, como se indica en DLE (s. v.), es una creación analógica, por oposición al
latín tardío inculpare ‘inculpar’.
11
En exhumar (de ex- y lat. humus ‘tierra’) tendríamos una formación parasintética culta de base nominal
(lat. humus ‘tierra’), de creación analógica a partir de inhumar (del lat. inhumare). Lógicamente, exhumar
es posterior a inhumar, puesto que este se tiene que producir primero para que se pueda dar aquel.
12
El adjetivo excéntrico ‘que está fuera del centro’ es una formación culta en la que se ha aplicado un ex-
no preverbial, de carácter preposicional, al adjetivo céntrico, que es de origen griego (gr. κεντρικός),
como también lo es, en último término, el sustantivo centro (< lat. centrum < gr. κέντρον ‘aguijón’,
‘punta del compás en la que se apoya el trazado de la circunferencia’, ‘centro’).
13
Tal como indica el DELL (s. v. ex, ē, ec-), la forma de la partícula depende de la inicial o del grupo
inicial de la palabra siguiente. El preverbio ex- se reduce a ē- delante de las sonoras b, d, g y las sonantes
l, m, n, r, i y u.
14
El lat. educĕre da paso, mediante el sufijo intensivo -ā, al lat. educāre ‘sacar adelante, hacia arriba,
criar’ –con valor intensivo, por tanto–, de donde se ha tomado el esp. educar.
15
De acuerdo con Nieto Ballester (1987: 345), el preverbio ex- presenta la misma ampliación en -s que
sus-, de subs-, sups-; abs, etc., mientras que la forma sin ampliación, sin -s, solo se emplea ante -f. En
contacto con la -f, la velar se asimila posteriormente a ella.
16
Ténganse en cuenta, además, formas parasintéticas como excarcelar, ya citada en una nota anterior.
17
Como ya hemos podido observar y Pharies (2013: 112) recalca, no son escasos los préstamos cultos
latinos con ex- o alguno de sus alomorfos. Este autor señala igualmente su distribución: ex- ante vocal y
/k p s t/, a veces con absorción de una /s/ inicial de raíz (ex[s]pecto); ē- ante /g b d r l m n j w/;
asimilación y geminación, ante /f/.
18
Pharies (2013: 113 y ss.) señala que es probable que durante la época primitiva del castellano es-,
procedente de ex-, haya mantenido su transparencia morfológica en unos pocos casos, como escavar,
escolar, espedir, esponer, estripar, y posiblemente escocer y escoger. Ese grupo de derivados claramente
motivados, entre los que estarían varios más –algunos de los cuales habrían dejado de usarse o habrían
desarrollado, además, una variante con des-, habría permitido que el prefijo mantuviera su productividad
hasta comenzar la fase castellana, si bien a partir del s. XIII esa productividad habría sido débil.
19
El esp. despierto, de donde se forma el verbo despertar, procede del lat. expertus, y este del lat.
experrectus, participio de expergisci ‘despertarse’. La base simple es el lat. regĕre ‘enderezar,
enderezarse’, de donde, con el preverbio per-, se formaría un *perrigĕre, que sufre síncopa y pasa a ser
pergĕre; de aquí se tendría un perrectus como participio. Pergĕre se toma como simple y se le añade ex-,
y ya tenemos experrectus. Así se formaría el incoativo expergisci ‘despertarse’.
20
Casanova (2010), que estudia la situación y distribución de estas formas prefijales en valenciano y en el
resto de la Romania, cree que el triunfo del prefijo des- en Valencia –desde el s. XVIII– no ha de
explicarse como castellanismo, o al menos no únicamente, pues, aunque puede haber ayudado, no cree
que se deba a ningún castellanismo el inicio de la orientación del cambio; las confusiones son medievales.
21
Cfr., además, Pharies (2016: 167-168), quien a su vez destaca que en su trabajo anterior sobre es-
(Pharies, 2013) había demostrado que prácticamente todos los derivados castellanos con es- tienen
equivalentes con des-.
22
Vid. las abundantes formas en es- recogidas por Le Men (2005), como esbaratar, escamochar,
esgañitar, espicar, espojar, espotricar, estazar, estetar, etc.
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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
J. J. García Sánchez. El preverbio ex–: morfología léxica, continuidad y variación del latín al español
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 31-53
23
Gargallo (2004: 133 y ss.) asimismo lo señalaba al analizar el habla del Rincón de Ademuz, donde, no
obstante, aparecía también algún caso de es- (des-) negativo, como “esvedar (la caza)”, por desvedar (de
vedar < lat. uetare). En los ejemplos de derivación parasintética que aduce se encuentran algunos, sin
embargo, que nos llevan a pensar en una construcción preverbial con ex-, como espertar (por despertar),
que responde a la forma del castellano antiguo, más aCORDE con la etimología de expertus, recién
señalada; o esporgar ‘escamondar, podar un árbol’, como el cat. esporgar (< lat. expurgare). En León
también se dan verbos no parasintéticos con preverbio: cfr. estazar (< lat. ex-tractiare), mencionado en
nota anterior, o el mismo espertar, que está vivo en León (Le Men, 2005, s. v. despertar).
24
Hipótesis que, de acuerdo con el propio Pharies (2016: 156), era ya sostenida por Alemany Bolufer
(1920: 185), García de Diego (1970: 30, 140, 191 y 283), Menéndez Pidal (1989: 237) y Alvar y Pottier
(1983: 350), quienes, en efecto, muestran ejemplos de des- procedente de dis-, pero sin que esto implique
que no haya confusión o confluencia con otros prefijos.
25
Como, por el contrario, sí señala Penny (1993: 257).
26
No debemos soslayar cruces como los de esparcir y derramar en desparramar.
27
Son interesantes formaciones como las de esp. destruir (< lat. de-struĕre), esp. desperar (lat. de-
sperare) o esp. describir (< lat. de-scribĕre), puesto que la s- líquida del radical, unida al preverbio de-,
puede haber llevado a la confusión en la segmentación morfológica y, consiguientemente, al asentamiento
del prefijo des-. Vid. García Sánchez (en prensa 3).
28
Para este autor “lo esencial en la etimología de des- es que este prefijo es el heredero directo de lat.
dis-”.
29
No deja de ser representativo que en la etimología ofrecida por el DLE de verbos como enervar se diga
que procede “del lat. enervare ‘debilitar’, der. de e- ‘des’ y nervus ‘nervio’”; esto es, que se le dé a e- (=
ex-) el significado del prefijo des-.
30
Desde el lat. disperdere, según Pharies. El DLE recoge como desusado esperdecir ‘despreciar’, de
etimología discutida.
31
Pharies lo relaciona con destorcer ‘deshacer lo retorcido aflojando las vueltas o dándolas hacia la parte
contraria’ (< lat. distorquēre), pero ya hay un lat. extorquēre.
32
Cfr. García Sánchez (en prensa 3).
33
Nos llama la atención que Malkiel (1983: 346) y el diccionario académico contemplen –el DLE desde
su edición de 1970– como étimo el lat. examplare, cuando ensanchar, como su base anchar –que también
se recoge en el DLE (s. v.), con el étimo ampliare–, llevan consigo la idea comparativa de ‘hacer más
ancho, más amplio’ y, por tanto, remiten necesariamente al lat. ampliare, formado no sobre la base del
adjetivo positivo amplus, -a, -um, sino sobre la del comparativo amplior, -ius, con -i-. Cfr. Väänänen
(1995: 165, §191).
34
Nótese respecto a lo dicho en la nota anterior que para ensalzar se postula un étimo *exaltiare y no
exaltare.
35
El esp. enjambre procede del lat. examen, -inis, derivado a su vez del lat. exigĕre (ex-agĕre). La palabra
se habría formado desde ex-ag-s-men con el valor de ‘rebaño, columna de animales que van en marcha’.
El enjambre se crea cuando una nueva abeja reina saca (exigit) y se lleva consigo parte de la colmena. Por
otro lado, el cultismo esp. examen, de idéntica etimología (lat. examen), tendrá que ver con la aguja o el
fiel de la balanza y con la acción de pesar, sopesar, pensar, considerar y juzgar. Cfr. Unceta Gómez
(2012: 183).
36
En León se documenta esjuagar (Le Men 2005: s. v.).
37
Vid. Pharies (2013: 115), así como Malkiel (1983: 345 y ss.).
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J. J. García Sánchez. El preverbio ex–: morfología léxica, continuidad y variación del latín al español
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 31-53
38
Aparece como excusa2 en el DLE (s. v.), con distintos valores, como el de “derecho que el dueño de una
finca o de una ganadería concede a sus guardas, pastores, etc., para que puedan apacentar, sin pagar renta,
un corto número de cabezas de ganado de su propiedad, y esto como parte de la retribución convenida”.
39
La última función que ofrece García-Hernández (1980: 161), la “acción intensiva de la no-resultativa
en -sco”, es poco productiva y apenas tiene interés desde la perspectiva del español. Además, al tratarse
de “acción intensiva”, se puede incluir en la clasemática anterior, la propiamente intensiva. Un verbo
como el esp. esclarecer (del lat. ex- y clarescĕre) ‘iluminar algo, ponerlo claro y luciente, ennoblecer,
ilustrar, dilucidar’ se podría incluir aquí.
40
En esta división de funciones o valores sémicos y clasemáticos hay que tener en cuenta que estos
últimos también son sémicos –se trata de semas, pero de carácter más general–. Las funciones sémicas
indican el valor particular de cada elemento, de cada preverbio. Por el contrario, el mismo valor
clasemático, por su carácter general, pueden expresarlo a la vez diferentes preverbios; así, el valor
ingresivo lo suelen indicar los preverbios del grupo adlativo (in-, ad-, ob-, sub-…); en cambio, los de
orden ablativo (ex-, ab-, de-…) indican el valor opuesto, es decir, el valor resultativo.
41
El verbo para la noción de ‘salir’ en español proviene del lat. salire, que era ‘saltar’ –el esp. saltar
procede a su vez del lat. saltare, frecuentativo de salire–. Dado que el cognado italiano salire tiene, por
su parte, el valor de ‘subir’, parece que el lat. salire evolucionó hacia ‘salir’ en español como un salto
hacia delante y hacia ‘subir’ en italiano como un salto más propiamente hacia arriba. A su vez, el esp.
exilio muestra en su etimología (lat. exilium < exsilium ‘destierro’, derivado de exsilire ‘saltar afuera’)
otro uso más de salire ‘saltar’, y en este caso con el preverbio ex-. Cfr. para este último DECH (s. v.
salir). El lat. exire sí ha continuado en el cat. eixir, usado fundamentalmente en valenciano.
42
Aquí el preverbio ex-, reducido a e- ante consonante sonora, “indica procedencia”, según se lee en el
DLE (s. v. e-). Aunque se puede considerar bien ese valor a partir del de ‘separación’ de ex-, esa acepción
deriva del significado intuitivo que se le otorga al verbo, y no parecen tenerse en cuenta los valores que se
le han dado a ex- en su correspondiente entrada. Tan es así que, como se ha remarcado ya, en el
diccionario académico se tratan aparente y sorprendentemente e- y ex- como prefijos independientes.
43
Nótese, como así hacíamos constar en García Sánchez (2016: 335), que empujar procede igualmente
del lat. impulsare, intensivo de impellĕre, modificado con in- de pellĕre ‘empujar’.
44
El esp. ingresar, aparente opuesto de egresar, es un derivado de ingreso (< lat. ingressus). En latín sí
que se establecía bien la oposición entre egrĕdi ‘salir’ e ingrĕdi ‘entrar’, representante claro el primero de
esta función sémica espacial ablativa.
45
Tal como se ha indicado en una nota anterior, de acuerdo con Pharies (2013: 113), escoger
posiblemente formaría parte del grupo de derivados latinos –modificados, diríamos nosotros– a base del
prefijo ex- transmitidos al castellano, en los que es-, procedente de ex-, habría mantenido su transparencia
morfológica durante la época primitiva. Ese grupo de derivados claramente motivados permitiría que el
prefijo mantuviera su productividad hasta comenzar la fase castellana.
46
Cfr. DLE (s. v.), cuyas siguientes acepciones muestran bien los usos y valores metafóricos
desarrollados a partir del inicial: “sacar de alguien o de algo todo el partido posible”, “explotar a alguien,
abusar de él”.
47
Una extradición (de ex- y el lat. traditio ‘acción de entregar’), que es propiamente un término jurídico
(“procedimiento por el que las autoridades de un Estado hacen entrega de una persona a las de otro que la
reclaman para que pueda ser enjuiciada penalmente en este segundo o cumpla en él una pena ya
impuesta”), sería una ‘entrega (desde dentro) hacia fuera’. Téngase en cuenta, por otro lado, que la noción
de ‘entrega’ también está presente en tradición (lat. traditio) ‘lo que van pasando –entregando– los
predecesores a los sucesores’, y asimismo en traición, con el mismo étimo, que es otro tipo de “entrega”.
48
El DLE (s. v. eliminar) le da la siguiente etimología: “Del lat. elimināre ‘hacer salir’, ‘echar fuera’, de
e- ‘e-’ y limen, -ĭnis ‘umbral’”. Como ya hemos dejado dicho, no acabamos de entender por qué no se
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J. J. García Sánchez. El preverbio ex–: morfología léxica, continuidad y variación del latín al español
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 31-53
aclara que ese componente inicial e- es una variante de ex-, pero aún entendemos menos que el
significado de e- sea ‘e-’.
49
El sustantivo esputo ‘flema que se arroja de una vez en cada expectoración’ sale de su participio
sputum.
50
El adjetivo elativo, que indicaría aquí un movimiento ascendente, tiene que ver con el verbo efferre
‘alzar, elevar’, modificado con ex- de ferre ‘llevar’. Como es sabido, este verbo tomó las formas tuli y
latus –de donde se ha formado elativo– de tollere ‘levantar’, que tendría, por tanto, un valor elativo
etimológico. Las nociones de ‘llevar’ y ‘levantar’ están muy vinculadas, puesto que para ‘llevar’ hay que
‘levantar’, y, de hecho, llevar en español procede de leuare ‘levantar’, de donde lógicamente también
parte levantar. El lat. leuare es, a su vez, un derivado de leuis ‘leve, ligero’.
51
El lat. mergĕre, sin preverbio, era ‘hundir, sumergir, sumir’, de sentido vertical descendente, de igual
manera que inmergĕre, con el preverbio “opuesto” a ex-, aunque finalmente el verbo que nos ha llegado
en español con este significado ha sido submergĕre (> esp. sumergir).
52
Por esto mismo se puede considerar que la traducción “pienso, luego existo” del famoso cogito ergo
sum cartesiano es imprecisa, ya que debería ser antes bien “pienso, luego soy”. Existir es un ‘ser hacia
fuera’, y primero está el ‘ser en sí mismo’, que es lo que ahí se quiere significar. Vid. García-Hernández
(1997: 35).
53
El sufijo intensivo es, en efecto, -ā, que aparece primero en el tema de presente (lat. dicĕre ‘decir’ →
lat. dicāre ‘decir solemnemente’), y que luego también se añade en el tema de perfecto con la misma
forma (participio de dicĕre: dictus → dictāre). Sin embargo, a partir de ahí se llega a establecer un falso
corte y se entiende que el sufijo es -tā, -sā, e incluso -itā, y así se propaga también, aplicándose el falso
corte, al tema de presente. De esta manera, si a partir del lat. habitus (participio de habēre) tenemos
habitāre, a partir de agĕre ‘mover, empujar’ –tema de presente– se forma agitāre (> esp. agitar), ya
con -itā. Vid. García-Hernández (1985: 233-242).
54
El francés, además de éduquer (< lat. educare), tiene élever con el valor de ‘criar’ y ‘educar’, donde se
observa todavía más claramente el sentido ascendente, elativo, de ‘levantar’, ‘elevar’.
55
Tiene la misma significación del lat. sumĕre ‘tomar’, ya que este tomó ese valor cuando emĕre asumió
el de ‘comprar’ y pasó a ser el complementario de uendĕre, compuesto a su vez de dare (‘dar en venta’).
56
Cfr. DELL (s. v. causa). Estas formaciones –las de accusare, excusare, incusare y recusare– son
interesantes por varios motivos: se trata de formaciones antiguas, pues el diptongo au de causa ha sido
resuelto en una apofonía vocálica; el primero de estos verbos, formados a partir del nombre causa
mediante preposición, debió de ser accusare ‘acusar’, de manera que excusare ‘excusar’ se opone como
término alterno; por otro lado, el lat. recusare debe ser analógico, dado que re- solo es preverbio y, como
denominativo, no se puede haber creado igual que los otros verbos –vid., igualmente, García Sánchez (en
prensa 1 y en prensa 2)–. Probablemente, al tratarse de formaciones antiguas, las construcciones
preposicionales estarían más cerca de las preverbiales –ya se ha indicado que preposiciones y preverbios
tienen un origen adverbial común– y eso explicaría la formación analógica con re-.
57
Es conocido que al esp. llegar se llega –valga la redundancia– desde el uso del simple plicare referido a
las velas por una metonimia temporal, pues la acción de plegar las velas del barco significaba que se
llegaba a la costa. En rumano, por el contrario, el lat. plicare (> rum. a pleca) evolucionaría a ‘salir’ por
una metonimia similar: la de plegar las tiendas del campamento para salir. Cfr. Tagliavini (1993: 312).
58
Cfr. ThLL (s. v., col. 1724, 78 ss.).
59
Las locuciones del todo y por completo concuerdan perfectamente con la expresión de ese grado final.
60
Los ejemplos de compositum pro simplici son muchos, y así se han formado muchos verbos que hoy
tenemos en español como conducir (< lat. con-ducĕre), resolver (< lat. re-soluĕre), etc.
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J. J. García Sánchez. El preverbio ex–: morfología léxica, continuidad y variación del latín al español
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 31-53
61
De acuerdo con el DLE (s. v. eficiencia), “capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un
efecto determinado”.
62
Cfr. lat. “exigĕre opus” (‘acabar la obra’). El valor de ‘pedir imperiosamente (algo a lo que se tiene
derecho)’ debe ser jurídico: cfr. lat. “exigĕre pecunias” (‘reclamar el dinero’). El lat. exigĕre es ‘empujar
sacando, tratando de sacar’; el simple agĕre es ‘empujar para obtener, tratando de sacar, pedir’. El esp.
exigir puede tener un valor conativo respecto de obtener; sería el conativo (‘tratar de obtener’).
63
Vid. García Sánchez (en prensa 3), donde se recuerda, además, que el mismo participio de presente
desinente ofrece ese valor mediante el preverbio de- que contiene. El lat. sinĕre tiene ya el valor de
‘dejar’, ‘permitir’, y desinĕre es ‘dejar de, cesar’.
64
El lat. exolescĕre ‘dejar de crecer’ no, pero su opuesto adolescĕre ‘crecer’ ha dado lugar al participio de
presente del que ha salido el esp. adolescente (< lat. adolescens ‘que está creciendo’).
65
Sin que ello suponga que deje de tener relación con la función privativa, pues, de hecho, con ella se ha
mencionado un verbo sinónimo, como es el lat. exanimare, a propósito del esp. exánime. Vid. supra. Se
comprueba una vez más cómo los distintos valores o funciones están muy próximos entre sí, y es
relativamente fácil la transición de uno a otro o la posible adscripción del preverbio y del modificado a
este o a aquel. Conviene tener claro, por otro lado, que una cosa es la modificación –sea del tipo que sea–,
que corresponde al preverbio, y otra la acción modificada, que es la resultante de la unidad léxica, esto es,
del lexema y del preverbio. La modificación puede ser desinente o privativa, y la acción modificada,
resultativa.
Resumen
Este artículo traza la historia del prefijo contra- del latín al español actual, poniendo el
foco en los modelos formativos que sirven de patrón para las creaciones neológicas en
su evolución. El análisis tiene en cuenta las relaciones entre la preposición y el prefijo
en su desarrollo histórico. Se muestra que, en el período medieval, el castellano hereda
del latín clásico y tardío las formaciones deverbales prefijadas, fuertemente
lexicalizadas, y recibe de otras lenguas romances modernas (como el francés, el italiano
y el catalán) las neoformaciones denominales. La etapa de mayor auge creativo se sitúa
en los siglos XIX y XX con la proliferación de sustantivos prefijados. Atendiendo a la
distinción que hace Talmy (1985, 2000) entre lenguas de marco satélite y lenguas de
marco verbal, se defiende que la variación diacrónica de los patrones formativos (de
derivados verbales a derivados nominales) es una consecuencia del cambio tipológico
en la evolución del latín (lengua de marco satélite) hacia las lenguas romances (lenguas
de marco verbal).
Abstract
This paper investigates the history of the prefix contra- from Latin to current Spanish
and focuses on the patterns of neological prefixed words throughout their evolution. The
analysis takes into account the relationship between the prefix and its analogous
preposition in their historical development. It is shown that Old Spanish inherits some
prefixed verbs from Classical and Late Latin, that are strongly lexicalized forms, and on
the other hand takes some prefixed nouns from other Modern Romance languages (such
as French, Italian and Catalan). The most productive stages are the nineteenth and
twentieth centuries, when prefixed nouns proliferate. According to the distinction
between satellite-framed and verbal-frame languages made by Talmy (1985, 2000), it is
also argued that the diachronic variation of the patterns from prefixed verbs to nouns is
a consequence of a typological change that takes place in the evolution of Latin (a
satellite-framed language) to Romance (a verbal-frame language).
1. Introducción
El auge de la lingüística en las dos últimas décadas ha motivado que sean muchas y
diversas las miradas desde las cuales se puede abordar el estudio de la palabra compleja.
Cada una de estas perspectivas tiende a priorizar uno de los aspectos gramaticales del
análisis morfológico (el fonológico, el sintáctico o el semántico). Y cada una de ellas es
fundamental para avanzar en el conocimiento acerca de cómo los hablantes crean las
palabras. Este estudio se plantea como una contribución de la mirada histórica a la
morfología. Tiene como objetivo particular el examen de los derivados de contra- en la
evolución del español. Pone el foco en el tratamiento de la forma y los significados de
las voces neológicas con el fin de descubrir los patrones operativos en la lexicogénesis.
En otras palabras, esta investigación intenta aclarar cuáles son las propiedades que
comparten un verbo como contradecir y un adjetivo como contrarracional, cuáles son
sus vínculos. Encontrar respuestas a estas preguntas invita a la reflexión, a la vez que
ofrece algunas pistas para comprender mejor cómo los hablantes seleccionan e
interpretan las “piezas” para crear formas complejas y cómo las ensamblan.
2. Caracterización sincrónica
Varios son los autores (Varela y Martín García 1999, Gràcia et alii 2000, Montero
Curiel 2001, entre otros) que coinciden en señalar que contra- es un prefijo
preposicional1. Nuestro interés en este apartado es indicar que el prefijo y la preposición
contra presentan una relación semántica en tanto que comparten sus significados
básicos, que son el locativo y el de oposición (cfr. NGLE 2009), aunque con
concreciones diversas (cfr. Bajo Pérez 1997: 14-15). Prefijo y preposición se distinguen,
sin embargo, por su distribución o sintaxis.
3. El latín
Como dejan entrever estos ejemplos, la lengua latina ofrece un sistema de partículas
tripartito en el que adverbios, preposiciones y preverbios homófonos comparten rasgos
formales y semánticos, aunque difieren en sus funciones –Serrano Ruiz (2015), entre
otros–. Desde una perspectiva semántica, estas partículas presentan un significado
básico espacial a partir del cual pueden generarse otros valores más abstractos. Desde
un punto de vista evolutivo, se asume que los adverbios originan las preposiciones y los
preverbios, nacidos ambos en el último periodo de la unidad lingüística indoeuropea –
García Hernández (1980) y Serrano Ruiz (2015: 39), entre otros–.
Los adverbios son partículas que presentan un uso autónomo. Funcionan como
modificadores de un verbo, de un adjetivo, de otro adverbio o de una oración completa.
Encuentran un correlato formal con preposiciones y preverbios los adverbios ante,
circum, contra, de, inter, post, praeter, pro, subter, super y supra. Los adverbios intro,
prae y retro guardan una correspondencia con preverbios, aunque no con elementos
prepositivos.
Las preposiciones son elementos relacionales que vinculan dos argumentos: el regente y
el régimen o término, al que imponen restricciones de tipo gramatical (caso); por lo
tanto, tienen una incidencia sintáctica. Conforman una clase cerrada. Además de los
ejemplos citados arriba, presentan un correlato formal con preverbios cum, ex, in, ob,
per, se, sub y trans.
Los preverbios son prefijos verbales que se utilizan para crear nuevos verbos. Operan,
pues, en el ámbito morfológico2. Modifican el verbo al que se unen proporcionando
matices de carácter semántico y aspectual. García Hernández (1980) y Acedo-Matellán
(2016) reconocen las siguientes partículas preverbiales: ab(s)-, ad-, am(b)-, ante-,
circum-, co(m)-, contra-, de-, di(s)-, e(x)-, in-, inter-, intro-, ob-, per-, post-, prae-,
praeter-, pro(d)-, re(d)-, retro-, se-, sub(s)-, subter-, super-, supra- y tra(ns)-. Según
afirma Serrano Ruiz (2015: 38), todos los preverbios del latín presentan una correlación
con una preposición análoga, excepto am(b)-, di(s)- y re(d)-.
Desde un punto de vista sintáctico, los verbos con preverbio muestran una doble
predicación: la del verbo base y la del preverbio. Este fenómeno explica las diferencias
argumentales que puede haber entre un verbo simple y el corradical complejo. Los
preverbios, pues, pueden cambiar la estructura argumental del verbo original de diversas
maneras: a) transitivizando un verbo intransitivo –por ejemplo: volo, intr. vs.
circumvolo, trans.–; y b) alterando el régimen -duco vs. traduco, el cual puede
construirse con doble acusativo, Acedo-Matellán (2016: 83)–.
Desde esta perspectiva, el latín responde a una lengua de marco satélite. Los verbos de
movimiento en esta lengua codifican la manera de movimiento en la raíz verbal y
expresan la trayectoria en un satélite, generalmente un preverbio (aunque también
pueden hacerlo a través de un SPrep., o bien de ambos a la vez). Así se ilustra en el
siguiente ejemplo, procedente de Acedo-Matellán (2016: 78). En él la raíz verbal tussio
expresa la manera del movimiento, cómo se produce la expulsión, ‘tosiendo’, mientras
que la trayectoria del movimiento ‘(sacar) fuera’ se codifica en el preverbio.
(1) [Serpentes ova] solida hauriunt, atque putamina extussint. (Plinio, nat.)
‘las serpientes engullen los huevos enteros y expulsan las cáscaras tosiendo’
Las lenguas romances, en contraste, son lenguas de marco verbal. En ellas la trayectoria
del movimiento se lexicaliza en el verbo: entrar ‘ir adentro’, salir ‘ir a fuera’, subir ‘ir
arriba’, bajar ‘ir abajo’.
Según Stolova (2008), en el latín tardío tendría lugar el inicio del cambio tipológico con
la creación de verbos de movimiento con bases nominales que designan elementos del
paisaje con cierta connotación espacial o bien que denotan elementos prototípicos en la
escena del movimiento. Estos verbos conceptualizarían ya un esquema de marco verbal:
lat. ripa, -ae > cast. y cat. arribar, fr. arriver, it. arrivare, formaciones reforzadas con
ad como marca de dirección, vid. Serrano Ruiz (2015: 28); lat. mons, montis > cat.
muntar, fr. monter, it. montare; lat. crux, crucis > cast. cruzar, cat. creuar, fr. croiser, it.
incrociare; lat. passus > cast. pasar, cat. passar, fr. passer, it. passare. Para Acedo-
Matellán (2006) el cambio tipológico habría favorecido un reanálisis según el cual la
raíz del verbo que codificaba la Manera de movimiento (Manner) pasa a lexicalizar el
Fondo (Ground); ejemplos de ello estarían en verbos como arribar, mencionado antes,
pero también en los verbos de cambio de estado del romance (cat. esboirar ‘quitar,
desaparecer la niebla, despejar(se)’ < boira ‘niebla’).
El adverbio latino contrā presenta un significado básico espacial. Con verbos estativos y
de percepción (como mirar, ver, etc.) muestra una lectura de situación ‘enfrente, cara a
cara’ –ej.: Contra intueri aliquem (Livio) ‘mirar a alguien cara a cara, de frente’
[Valbuena, s. v.]–, mientras que con verbos de movimiento (como venir) adquiere un
valor de dirección. A partir del significado espacial se genera el de oposición
‘contrariamente’, ‘al contrario, por el contrario’: Ut hi miseri, sic contra illi beati
(Cicerón) ‘si estos son míseros, por el contrario aquellos son dichosos’ [Gaffiot, s. v.].
Como preposición, contrā adopta los significados de ‘delante de’, ‘dando la cara al
lugar de referencia’ oponiéndose a pro ‘delante de’, ‘dando la espalda al lugar de
referencia’ (Morera 2014: 1732) y rige caso acusativo. En cuanto a su semántica,
aunque se documenta con los mismos valores que la forma adverbial, la lectura de
situación es la más productiva. En consecuencia, suele aparecer regida por verbos
estativos –ej.: Insula, quae contra Brundusinum portum est (César) ‘la isla que está
enfrente del puerto de Brindisi’ [Valbuena, s. v. y Morera (2014: 1733)]–. La lectura
direccional con verbos de movimiento es poco frecuente (Bassols de Climent 1956: 243
y Morera 2014: 1737). Sin embargo, este valor puede aparecer en contextos metafóricos
–Elephanti tanta narratur clementia contra minus validos (Plinio) ‘cuentan que es tanta
la compasión del elefante hacia los otros animales de menos fuerzas’ [Valbuena, s. v.]–.
Se registran también ejemplos del significado de oposición: Copias contra aliquem
educere (César) ‘sacar sus tropas contra alguien’ [Morera (2014: 1735)].
Como preverbio, contra- no se fija hasta el latín imperial (García Hernández 1980:
144). Como hemos dicho arriba, el OLD solo recoge las formaciones con preverbio de
contradico (documentado en Livio y en Tácito) y contrapono (en Quintiliano). El
diccionario de Valbuena consigna también contravenio (en César). No obstante, a lo
largo de la evolución latina se irán generando nuevos verbos con el preverbio contra-.
En el latín postclásico, aparecen contrascribo (Apuleyo) y contraeo (Tácito). En el
cristiano, contrasisto y contrasto (García Hernández 1980: 144). En el medieval 3 ,
Niermeyer atestigua contrapellare ‘intentar una acción contra alguien’ (ya en el año
943) junto a otras formas fuertemente lexicalizadas: contrafacere ‘imitar’4 (ya en 1028),
contratenere ‘retener, rechazar, no devolver’ (ya en 1089-1091), contramandare ‘pedir
un aplazamiento’ (cerca de 1110) y contravalere ‘equivaler’ (cerca de 1114). El mismo
diccionario recoge también el sustantivo contrabannum ‘contrabando’, hallado en Italia
en el s. XIII5.
4. El castellano medieval
En todos los ejemplos de (2), contra es una preposición direccional. En (2a) muestra un
valor de dirección positivo con un régimen o término que responde a una entidad
beneficiaria: ‘los hechos que hiciera para con él, a favor de él’. En los ejemplos de (b) y
(c) el régimen de la preposición designa una propiedad (color, tamaño, forma, etc.)
interpretándose como ‘tirando a bermejo’ y ‘tirando más a gruesa que a delgada’,
respectivamente. En (d) el régimen denota una entidad temporal con el valor de ‘hacia
la tarde’7.
Cabe también destacar que ya en la etapa medieval puede observarse en muchos casos
cómo los contextos metafóricos favorecen una lectura de oposición o enfrentamiento.
Así las expresiones locativas de ser / estar contra, que en sus usos rectos equivalen a
‘estar enfrente de’, ‘estar en la dirección de’ toman el valor de oposición ‘todos están en
mi contra, todos se muestran contrarios’ en (3a) y (b). Los ejemplos de (c) y (d) ilustran
el mismo proceso en verbos de orientación: el significado primario de tornar contra
‘girar hacia’ y de volver contra ‘volver hacia’ desemboca en el valor opositivo. Lo
mismo ocurre en (e) y (f) donde los verbos de movimiento ir contra ‘ir hacia’ y venir
contra ‘venir hacia’ amplían su significado: ir contra las enfermedades se interpreta
como ‘oponerse’ a ellas, combatirlas; venir contra nosotros, como ’actuar en nuestra
contra’.
El castellano hereda del latín una serie de verbos con preverbio. Ya en el siglo XIII se
documentan contradecir, contraponer, contrafazer 9 y contrastar, además de
contravenir, en el s. XIV. El verbo más utilizado en el período medieval es contradecir,
con una frecuencia alta (29,44 ocurrencias/millón, según el CDH) seguido de
contrastar, de uso moderado (22,86 ocurrencias/millón, CDH). Los demás poseen una
frecuencia baja.
(4) a. […] las mujeres […] seran mucho amadas & honrradas de sus maridos.
& non las contradirán de que quier que fagan. (c1250, Alfonso X,
Lapidario) [CDH].
b. Fue luego en pie Téseus, Eütiçio callado, / natural de Atenas, omne bien
razonado–; / contradixolo todo quanto avié fablado, / non dexó un
artículo que non fues recontado. (1240-1250, Libro de Alexandre)
[CDH].
c. Tu dizes que tenias aquesta posesion & que yo te he echado della
malamente & yo redigo el contrario & te digo que yo la ove
primeramente & tu me as della falsamente echada. (c1440-1460, Antón
de Zorita, Árbol de batallas) [CDH].
Por lo que respecta a la semántica del conjunto de derivados verbales, destacan las
relaciones sinonímicas vertebradas a partir del valor de oposición, como ilustran los
ejemplos siguientes en los que contradecir, contrastar y venir contra responden al
significado básico de ‘oponerse’:
(5) a. Ley XIa Por qué razones puede el obispo fazer eglesia en término dotra,
magar lo contradigan los clérigos della. (Alfonso X, Primera Partida)
[CDH].
b. Peidro con sus escriptos contra ella vinié / Judea contra Peidro
contrastar non podié. (p1236-1246 (fecha de testimonio del s. XVIII),
Gonzalo de Berceo, Loores de Nuestra Señora, verso) [CDH].
El primer derivado de contra- que aparece en la lengua medieval no heredado del latín
es el sustantivo contrapeso ‘carga que se opone al peso’. Se registra a finales del s. XIV
en una única obra, el Libro de la caça de las aves, de Pero López de Ayala, –vid. (6a),
donde se interpreta como ‘pieza (de metal u otra materia) que permite que el capirote se
mantenga cubriendo la cabeza del halcón, en posición vertical’– y, posteriormente, en
autores del s. XV. Puede presentar también un valor figurado o metafórico, como en
(6b). Obsérvese que este neologismo no sigue el patrón deverbal latino. Sin embargo,
comparte con una forma líder o modelo como contradecir la lectura de
complementariedad de la base, en tanto que un contrapeso es un peso, así como el valor
de oposición: un contrapeso es una carga o peso que se opone a otro peso.
(6) a. […] e luego ponle el capirote [al falcon], e ponle en la correa del capirote
un contrapeso que tenga el capirote que le non caya dela cabeça nin lo
sacuda. (1386, Pero López de Ayala, Libro de la caça de las aves)
[CDH].
b. […] qué actoridad sería la mía que fiziese razonable fenchimiento
delante vuestros ojos para contrapesso de tales meresçimientos vuestros?
Por otro lado, en cuanto al verbo contrapesar, según el CDH, la primera manifestación
se documenta a principios del s. XV en la versión aragonesa de Il Tesoro de Brunetto
Latini, conservada en el archivo de la catedral de Girona, vid. (7a); a mediados de siglo,
aparece en otra traducción (Traducción castellana del Libro de El Kuzari de Yehudah
Halevi); a finales del s. XV, entre otras obras, se recoge en los diccionarios de Palencia
y Nebrija [NTLLE], vid. (7b).
(7) a. […] ante deue todas cosas contra pesar enla balança de su coraçon.
(1400-1425, Libro del Tesoro, Girona, Catedral) [CDH].
b. Pondus. neutro dela tercera declinaçion: se pone por virtud: & prouecho:
& cuidado. segund que tanbien se dize pondus lo que contrapesa puesto
enla vna parte dela balança. (1490, Alonso de Palencia, Universal
vocabulario en latín y en romance) [CDH].
Al comparar esta información con la que ofrecen otras lenguas románicas se observa
que el francés atestigua el sustantivo contrepoids hacia 1180 (DCLF, s. v.) y con valor
figurado ‘contrario, opuesto’ en el s. XIII (TLFi)10. Para la forma verbal se recurre a la
expresión con verbo soporte faire contrepoids11. En italiano, el verbo contrappesare
‘equilibrar por contrapeso’ se documenta ya en la Divina commedia de Dante y en otros
autores del s. XIII (curiosamente, en Il Tesoro del escritor florentino Brunetto Latini) y
del XIV (en Giovanni Villani); el sustantivo contrappeso está ya en el s. XIV (Franco
Saccheti; Crusca 1623 y 1729-1738, s. v.). En catalán, contrapès figura ya en el s. XIV,
en la Crónica de Pere IV; posteriormente, en el s. XVI se registra el verbo contrapesar
(Alcover y Moll, s. v.). Por lo tanto, a buen seguro, las formas castellanas contrapeso y
contrapesar entran en el idioma de mano de las manifestaciones tempranas de la voz en
otras lenguas europeas.
Por lo que respecta a la morfología, el español clásico presenta dos patrones distintos: el
denominal [contra- + N], que es el que muestra una mayor productividad –ejs:
contrafuerte ‘refuerzo de un muro’ [1582 CDH], contrafuerte ‘pieza de cuero con que
se refuerza el calzado’ [1531-1555 CORDE como contraforte]13, contrahierba [1526
CDH como contrayerva], contraveneno [1583 CORDE], contratiempo [1527-1561
CDH], contrabando [1559-1614 CDH], contrapelo [1548-1575 CORDE], contrafoso
[1573 CDH], contrabajo [1504 NDHE], contralto [1543 CDH], contraseña [1536
CDH], contraseño [1569-1573 CDH], contratreta [1615 CDH], contramarcha [1687
CDH]; y el deverbal [contra- + V] –con el ejemplo de contrarrestar [1670 CORDE]–.
(9) a. […] en una columna o contrafuerte de muro se pintan las horas. (1582,
Miguel de Urrea, Traducción de la Arquitectura de Marco Vitruvio
Pollión) [CDH].
b. […] como el agua de la mar, e lavar mucho la herida con ella, y d’esta
manera han escapado algunos, pero muy pocos, porque en la verdad,
aunque esta agua de la mar sea la contrayerva si por caso lo es, no se
sabe aún usar del remedio. (1526, Gonzalo Fernández de Oviedo,
Sumario de la natural y general historia de las Indias) [CDH].
Más alejado del modelo de contrapeso desde un punto de vista semántico, se encuentran
los denominales contratiempo y contrabando [contra- + bando ‘ley, edicto’] en los que
el derivado experimenta un valor metonímico anulando el valor de complementariedad
de la base que aporta el prefijo: contratiempo no se refiere a un ‘tiempo que se opone a
otro tiempo’ ni contrabando a un ‘bando o ley que se opone a otro bando previo’, como
sucede en el patrón de contrapeso, sino que significan ‘algo que se opone al tiempo,
infortunio’ y ‘algo que se opone a un bando o ley’, respectivamente. En el caso de
contrabando, desde su aparición en español, a principios del s. XVII, es general su uso
en el SPrep. de contrabando: pena de contrabando, mercadurías de contrabando,
mercaderías y moneda de contrabando, etc. También desarrolla un SPrep. contrapelo: a
contrapelo.
(11) a. […] les dió licencia para que pudiesen traer de retorno lo que les
pareciese, sin que incurriesen en pena de contrabando. (1600, Luis de
Mármol Carvajal, Rebelión y castigo de los moriscos) [CDH].
b. Y son [los indios] tan sufridos en el labrar que muchas vezes están un día
sin comer para concertar una pluma; considerándola a una parte y a otra,
al sol, a la sombra, a la vizlumbre, por ver si dize mejor a pelo, o a
contrapelo, o al través de la luz, o al envés. (1548-1575, Traducción de la
Cosmografía de Pedro Apiano) [CORDE].
(12) Despues de muchos asaltos, / De salir con cabalgada, / […] De hacer fosos,
contrafosos, / Terraplenes; […]. (1573, Romances, en Rosa real
(Romancero general)) [CDH].
función de su altura en la tesitura vocal. Ejemplos de ello son los casos de contrabajo
‘voz de contrabajo’ y contralto ‘voz de contralto’, en los cuales el prefijo aporta un
valor escalar jerárquico de proximidad ‘por debajo’ (como se ha visto en el epígrafe
anterior para el ejemplo de contramaestre), denotando las voces graves (o bajas):
contrabajo ‘voz más grave que la del bajo’ en el caso de las voces masculinas y
contralto ‘voz más grave que la del tiple o alto’, en las infantiles y femeninas17.
(13) a. […] y en esta mesma semejança están las tres vozes principales: tiple,
tenor y contrabajo. (c1570, Cristóbal de Villalón, El Scholástico) [CDH].
b. […] llevó en su capilla muchos cantores, entre los cuales fueron tres
contrabajos y cuatro contraltos y tres tenores y cinco tiples. (1543,
anónimo, fragmento (c1550, Alonso de Santa Cruz, Crónica del
Emperador Carlos V)) [CDH].
(14) a. […] y los soldados […] habían de disparar las escopetas de pedernal para
contraseña. (c1550, Alonso de Santa Cruz, Crónica del Emperador
Carlos V) [CDH].
b. El marqués –aunque no tenía noticia del contraseño que los moros avían
dado a la gente de la vega, y él tenía dada por contraseña a la gente de la
ciudad que en la ocasión haría disparar tres pieças; […]. (1569-1573,
Diego Hurtado de Mendoza, De la guerra de Granada) [CDH].
(15) Homb. […] (Saca.) En esta pelota envío / mi albedrío hacia sus pies. / Dama
[…] Porque no la contrarresten, / por el suelo va. (c1670, Baile de la pelota
(Migajas del ingenio), verso) [CORDE].
(16) Juego de pelóta. Diversion y exercicio honesto, que ordinariamente usan los
nobles y gente honrada: el qual se practica, ajustando el partido tres, à tres,
quatro, à quatro. En cada partido hai uno que saca, otro que vuelve, otro que
contraresta. Juegase con unas palas de madéra enherbadas, aforradas en
pergamino, con que se arrojan las pelótas. (Autoridades: s. v. pelota).
(17) CONTRARESTAR. […] Calder. Loa del juego de la pelóta. Aquí es chaza,
pues aqui / yo tu razón contraresto. (Autoridades: s. v. contrarestar).
Contrarrestar se documenta también en catalán (así como restar), vid. Barcia (1880-83,
s. v. contrarrestar) y Alcover y Moll (s. v. restar y contrarestar)20.
Algunos autores –Montero Curiel (2001: 356) y Gràcia et alii (2000: 294)– han
considerado también la existencia de un patrón deadjetival para ejemplos aislados como
contranatural, documentado en el s. XVI (CDH). A diferencia de los patrones
deverbales y denominales, en los que el prefijo aporta fundamentalmente los valores de
En el s. XVIII aparecen nuevas formaciones tanto del patrón denominal como del
deverbal. En cuanto a las primeras, a imitación de contrapeso o contramarcha surgen
contraataque [1733 CDH], contrarréplica [1739 CDH como contra réplica],
contraorden [1768 CDH], contraargumento [1769 CDH] y contraproyecto [1769
CDH]22; semejante a contramaestre se atestigua contraalmirante ‘oficial de la marina
inferior al vicealmirante’ [c1790 CDH]. En esta etapa, es interesante destacar el
surgimiento de derivados denominales de base eventiva, como contraataque y
contraargumento, cuya fecha de primera documentación contrasta con la de las
formaciones verbales respectivas, contraatacar y contraargumentar, la cual no se halla
hasta el s. XX.
Cabe destacar que en la obra de Feijóo junto al verbo contraindicar se registra también
el sustantivo contraindicante, derivado denominal formado a partir de indicante
‘síntoma que aconseja un remedio o cura’, vid. (20) y (21). Según los corpus textuales,
el vocablo prefijado no aparece en otros autores del s. XVIII ni posteriores; sin
embargo, es recogido por el diccionario académico en su edición de 1780, tal como
aparece en (22) [NTLLE]. Esta formación nominal se aleja del modelo (de contrapeso o
contramarcha) en tanto que el prefijo modifica o tiene alcance, no sobre la base, sino
sobre el complemento del sustantivo base. Así contraindicante no es un ‘indicante
(indicador o síntoma) que se opone a otro indicante’ sino un ‘indicante que aconseja un
remedio o cura en oposición a otro remedio que parecía conveniente’25. Como muestra
la glosa, el prefijo, no obstante, aporta al derivado el valor de complementariedad,
siguiendo el patrón prototípico.
(20) También es cierto que ninguna arte pide tanta agilidad intelectual como la
Medicina, […] porque necesita correr el médico los ojos por tanta variedad
de indicantes y contraindicantes, y no solo mirarlos, sino pesarlos. (1728,
Benito Jerónimo Feijóo, Theatro crítico universal, RAE (Madrid), 2003]
[CORDE].
(21) Hay en el juego, para determinar tal o tal jugada, indicantes, coindicantes y
contraindicantes, de el mismo modo que en la medicina para prescribir tal o
tal remedio. Estos indicantes, coindicantes y contraindicantes son las
jugadas vistas, y las cartas que tienen, o no tienen, los jugadores, de lo qual
mucho consta por lo que dicen unos a otros. Huvo tal jugada, o hay tal carta
en tal mano, que infiere que Pedro debe jugar, v. gr. el as de copas;
coadyuva a esto, el que su compañero no tiene carta de copas, y puede irse
de otra carta que le incommoda; pero por otra jugada antecedente, o porque
lo dixo uno de los contrarios, sabe que este está fallo a copas, y tiene triunfo
mayor. Lo primero es indicante de la jugada de el as de copas; lo segundo,
coindicante, y lo tercero, contraindicante. No para aquí. Este mismo, que es
contraindicante de aquella jugada, es indicante para que antes de hacerla se
procure destriunfar al que está en estado de fallarle. (1750, Benito Jerónimo
Feijóo, Cartas eruditas y curiosas) [CORDE].
(23) Hay, pues, una fuerza que contrabalancea la tendencia de la jalea á unirse
con el agua. (1791, Luis Proust, Anales del Real Laboratorio de Química de
Segovia, I) [CORDE].
A partir del s. XIX se constata el auge de los patrones denominales en las formas
neológicas, en las que el prefijo aporta mayoritariamente el valor de oposición junto al
de complementariedad de la base. Como derivados de sustantivos eventivos aparecen
las siguientes formaciones, las cuales denotan acciones en respuesta u oposición a una
acción previa: contragolpe [1853 CDH], contraespionaje [1918 CDH], contraofensiva
[1923 CDH], contrapropuesta [1968 CDH], contraoferta [1969 CDH], contraanálisis ~
contranálisis [1982 CDH], contraprogramación [1991 CDH] y contraaviso [1993
CDH]. Con bases no eventivas se atestiguan: contrasentido [1836 CDH] ‘sentido
opuesto al sentido natural’, contraguerrilla [1874 CDH], contracurva [1892 CDH],
contraalisios ~ contralisios [1900 CDH] ‘vientos que soplan en dirección contraria a los
vientos alisios’, contrapartida [1929 CDH] 26 , contracubierta [1943-1974, CDH]
‘cubierta de la parte trasera de un libro o revista opuesta a la cubierta delantera o
portada’27, contracara [1960, CDH] ‘cara opuesta’, contracultura [1975 CDH] ‘cultura
alternativa opuesta a las formas de la cultura dominante’ y contrainforme [1982 CDH].
En cuanto a las formaciones verbales de este período, suelen aparecer con posterioridad
a sus corradicales sustantivos, lo que sugiere que se trate de derivados originados a
partir de los nombres prefijados: contraatacar [1926 CDH] < contraataque,
contraargumentar [1946 CDH] < contraargumento, contragolpear [1960 CDH] <
contragolpe, contrarreplicar [1980 CREA] < contrarréplica, contraofertar [1984
CREA] < contraoferta, contraprogramar [1994 CREA] < contraprogramación,
contraengañar [2006 CORPES] < contraengaño, contravigilar [2009 CORPES] <
contravigilancia, etc.
El primer patrón, de origen culto, se inicia con el adjetivo contraproducente ‘de efectos
opuestos a los previstos’ –ejs.: medios contraproducentes [1839 CDH], datos
contraproducentes [1841 CDH], pruebas contraproducentes [1855 CDH])–, derivado
de la locución latina, contra producentem, atestiguada en el Siglo de las Luces en las
obras de Feijóo, cfr. Alcover y Moll (s. v. contraproduent). Nótese el paralelismo con la
formación contranatural, documentada en el s. XVI, vid. §5. El patrón encuentra su
continuidad ya en el s. XX con la creación de derivados formados a partir de adjetivos
cultos como contrarracional ‘opuesto a lo racional’ < racional –ej.: algo
contrarracional [1913 CDH]–, contralateral ‘en el lado opuesto’ < lateral –con
ejemplos en el ámbito de la medicina: hemiplejía contralateral [1966 CDH]– 29 y
contrafactual ‘opuesto a lo factual o existente’ < factual –ej.: carácter contrafactual
[1999 CDH]–.
Una muestra del segundo patrón, con base de carácter sintagmático preposicional, se
halla en el caso de contraincendios –seguros contraincendios [1861 CDH], servicio
contraincendios [1880 CDH] y técnicas contraincendios [1992 CDH]– formación que
convive con sus sinónimos con anti-, aunque estos últimos sean menos frecuentes según
el CREA: mangueras antiincendios [1989 CREA], equipos antiincendios [1990 CREA],
8. Conclusiones
En este trabajo se ha mostrado el desarrollo de los derivados con contra- desde el latín
hasta la actualidad, como esquematiza la tabla siguiente31. Las primeras formaciones en
castellano se heredan de la lengua clásica y sirven para expresar eventos (lat. contradico
> cast. contradecir). Pronto este patrón verbal se ve ampliado –podría decirse también,
arrinconado– con un patrón nominal romance, el cual se utiliza para denotar entidades
físicas (contrapeso) y, posteriormente, abstractas (contramarcha, contrasentido). El
nexo de unión entre los dos tipos formativos se encuentra en que ambos comparten los
valores de oposición y complementariedad de la base que aporta el prefijo.
Interpretamos el paso del patrón verbal al nominal como una consecuencia del cambio
tipológico acaecido en la evolución del latín (lengua de marco satélite) a las lenguas
romances (lenguas de marco verbal), el cual empuja hacia la formación de derivados
denominales. En este recorrido, el patrón denominal se establece como el más
productivo en toda la historia del español. A su vez, los derivados sustantivos se toman
como base para nuevas formaciones y contribuyen, de esta manera, a engrosar tanto la
nueva derivación verbal (contrapesar, contramarchar, contraatacar) como la adjetiva
(contracultural, contrainsurgente, contraeducativo). Ya en el s. XX, por analogía a
formaciones originadas a partir de locuciones latinas (contranatural y
contraproducente), el prefijo contra- se extiende a un patrón deadjetival, con bases
cultas (contrarracional).
En este itinerario evolutivo se han puesto de manifiesto también los vínculos entre el
prefijo contra- y la preposición análoga: estrechos en el sistema latino y más débiles
conforme avanza el español. Hemos señalado como ambas partículas convergen en sus
significados básicos, el locativo y el de oposición, aunque se diferencien en sus
concreciones. Se ha destacado, asimismo, un importante elemento diferencial del prefijo
respecto a la preposición: el aporte del valor de complementariedad. Por otra parte,
estimamos que las relaciones entre prefijo y preposición son también las que explicarían
la ampliación del patrón denominal con formaciones en las que se expresan valores de
proximidad (contramaestre, contrafoso) ya que los derivados iniciales heredados del
latín, tanto por lo que se refiere a formas transparentes (contradecir) como a otras
lexicalizadas (contrastar), indicaban valores de oposición. Por otra parte, la diacronía
evidencia una complementación en el uso del prefijo y la preposición en tanto que, en
los inicios, en el español medieval, la segunda se muestra activa y presenta menos
restricciones distribucionales en contraste con el primero que parece estar aletargado;
asimismo, el período de cambios de la preposición (español clásico y moderno, etapa en
la que se consolida su uso más restrictivo) coincide con la activación de los procesos
derivativos.
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Fuentes documentales
Corpus
Notas
*
Perquè la millor manera d’aprendre les paraules és des del cor, vull dedicar aquest estudi a la Lluïsa, la
meva mare, pel seu amor i dolç mestratge.
Este trabajo se ha desarrollado dentro de los proyectos de investigación FFI2014-56968-C4-4-P y
FFI2017-87140-C4-2-P, financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad. Asimismo se
enmarca dentro del programa de Suport als Grups de Recerca (2017 SGR 634) financiado por la
Generalitat de Catalunya.
1
Para una discusión sobre la naturaleza preposicional de los prefijos, vid. Kornfeld y Saab (2003),
Serrano-Dolader (2003) y Martín García (2005: 29-35 y 2017: 92-98), entre otros.
2
Según Lehmann (1983: 160), “Preverbation belongs primarily to word-formation and only secondarily
to syntax”.
3
En el período del latín medieval, nos interesa poner el foco en las formaciones con contra- atestiguadas
hasta principios del siglo XIII, etapa en la que Wright (1982) propone que se originó la concepción de que
el latín y el castellano eran lenguas diferentes. A partir de esta época, el desarrollo de la primera se vio
fuertemente influido por las lenguas romances europeas.
4
El significado de ‘imitar’ surge del valor etimológico ‘hacer, fabricar (algo) por oposición a lo que es
natural, de la naturaleza, y por lo tanto “no fabricado”.
5
El Glossarium de Du Cange documenta también los sustantivos contracambium (s. XI) y contraclavis
(s. XIII), de los cuales no hallamos continuidad en el castellano medieval.
6
Para un examen de los procesos de formación y cambio de las preposiciones del español, vid. Espinosa
Elorza (2010).
7
La preposición contra con régimen temporal se atestigua todavía en el español contemporáneo: contra
la tarde (Delibes) según de Bruyne (1999) y contra la madrugada (Martín Gaite) según el DEA (1999).
8
Siguiendo la terminología de Álvarez de Miranda (2009: 146).
9
La forma mayormente utilizada es el adjetivo verbal contrafecho ‘opuesto a lo natural o verdadero’.
10
El Glossarium de Du Cange documenta las formas latinas contrapesium (en 1360) y contrapondus (en
una carta de 1410).
11
Para expresar el mismo concepto el francés creará el verbo contrebalancer a mediados del s. XVI
(DCLF y TLFi). El cognado español contrabalancear se documenta a principios del s. XVIII.
12
Según Barcia (1980-83, s. v. contrapunto), “Llamóse contrapunto, porque las notas se figuraban por
medio de puntos, colocados los unos enfrente de los otros; de suerte que formaban tales contra-puntos.”
13
Aunque el DECH (s. v. fuerte) aporta para contrafuerte del zapato documentación de 1493.
14
Barcia (1880-83, s. v. contrafuerte) señala dos acepciones relativas a la fortificación: la primera con el
valor composicional de [contra- + fuerte], “El fuerte que se hace en oposición de otro”, y la segunda,
derivada de la anterior, “Estribo ó manchón que se hace para fortificar algún muro”. El TLFi considera
metafórica la acepción de ‘pieza de cuero con que se refuerza el calzado’.
15
Término nacido en el campo de la esgrima, vid. Autoridades (s. v. contratreta) [NTLLE].
16
Covarrubias 1611 [NTLLE] registra también contracedvla “la que se da en contrario de otra, de fecha
anterior”, formación que seguiría el mismo patrón denominal en que el prefijo aporta los valores de
oposición y complementariedad a la base.
17
Según el NDHE (s. v. contrabajo), este “vocablo se emplea con frecuencia a lo largo de los siglos XVI
y XVII, en textos de diversa índole, pero especialmente en múltiples documentos incluidos en actas,
libros de cuentas, registros, etc. de catedrales e iglesias que contaban con cantores y otros músicos
profesionales como ejecutantes en los oficios religiosos. La voz con esta acepción decae durante el siglo
XVIII, debido quizás a que fue paulatinamente sustituida por otros vocablos, como bajo y bajo profundo,
o incluso barítono, para referirse a esta misma tesitura vocal.”
18
El DECH (s. v. tiempo) da como posibilidad que se trate de una creación hispánica: “Zaccaria se inclina
a creerlo hispanismo”. El CDH registra por primera vez el sustantivo contratiempo en un acta medieval:
© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 79
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
I. Pujol Payet. Prefijos y preposiciones: dimensión histórica de contra
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 55-80
“et los clérigos sobre dichos començaron afinar e cantar la dicha misa en alta voz como pertenecia al
ministerio del oficio de la misa de sant Vicente. Et cantaron dixeron la dicha misa adecuadamente syn
contratiempo alguno de los clérigos de Colindres nin de otras personas algunas.” (1393, «Acta»
Documentación medieval de la villa de Laredo) [CDH]. La segunda documentación del corpus pertenece
al ejemplo de (10). Según el DCLF (s. v. contretemps), las primeras manifestaciones en francés e italiano
datan de mediados del s. XVI.
19
Definición que da Barcia (1880-83: s. v.).
20
No parece haber cognados en francés e italiano.
21
En contraste, el francés sí atestigua el sustantivo contre-nature ya en 1535 (DCLF y TLFi).
22
En el s. XVIII empieza a documentarse en español el sustantivo contradanza, tomado del francés
contredanse; sin embargo, no se ha incluido en el corpus ya que en su origen no se trata de una formación
prefijada dado que procede del inglés country-dance ‘baile campesino’ (DECH: s. v. danzar; Alcover y
Moll: s. v. contradansa; y DCLF: s. v. contredanse).
23
La definición de contraalmirante en Barcia (1880-83: s. v.), “Oficial de la marina de algunas naciones,
que equivale en la nuestra á jefe de escuadra”, refuerza también la tesis de un origen no español.
24
También en francés la forma adjetiva es la más común (DVLF).
25
La modificación sintagmática aparece también en el latín en el caso de verbos con preverbios
negativos, por ejemplo, en diffiteor ‘confesar que no’ o dissuadeo ‘aconsejar que no’ (García Hernández
1980: 155). Un ejemplo paralelo en castellano estaría en el verbo desaconsejar ‘aconsejar que no’ (Gibert
Sotelo 2017: 77, nota 2). Para una discusión sobre el alcance del prefijo en la evolución del latín al
español, vid. Gibert Sotelo (en prensa).
26
El sustantivo contrapartida encuentra su origen en el ámbito del léxico económico como ilustra el
ejemplo siguiente: “Se denomina contrapartida o contracuenta, la cuenta que resulta abonada al hacerse
un cargo, o la cargada cuando se hace un abono” (1929, Francisco Hurtado del Valle, Teoría y práctica de
la contabilidad) [CDH].
27
Según CREA, en el español americano (Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Ecuador) se registra el
sinónimo contratapa desde 1981.
28
El prefijo anti-, a diferencia de contra-, no aporta a sus derivados el valor de complementariedad de la
base (Martín García 1996).
29
Tomando como punto de partida la formación de contralateral se ha originado en el ámbito médico
contralesional ‘en el lado opuesto a la lesión’(ej.: espacio contralesional [2017 Google] ).
30
Rainer (1993: 319) considera el mismo análisis para contracultural < contracultura.
31
En la tabla se han obviado las formaciones adjetivas formadas a partir de bases prefijadas con contra-.
Resumen
Abstract
the fields of science, technology, and economics, with ever-increasing incursions into
general language.
1. Introducción
(Del gr. μικρο- mikro- 'pequeño'). elem. compos. Significa 'muy pequeño'.
Microelectrónica, microscopio. || 2. elem. compos. Significa 'una millonésima
(10−6) parte'. Con nombres de unidades de medida, forma el submúltiplo
correspondiente. (Símb. μ).
El mismo Diccionario recoge hasta 72 entradas en las que está presente este elemento2,
la mayoría perteneciente a la lengua de la ciencia y de la técnica. Se las suele considerar
internacionalismos (Iacobini 2004: 69), porque aparecen en las diversas lenguas con el
mismo significado y prácticamente con la misma forma, solo adaptadas a las
particularidades fonológicas y gráficas de cada una. Estos rasgos las diferenciarían del
léxico no especializado, pero la productividad de algunos de estos elementos es tal que
algunas de estas palabras penetran en la lengua común. El caso de micro- sería un
ejemplo, ya que voces como microbús, microchip, microclima, microeconomía,
micrófono o microondas no son extrañas a cualquier hablante culto del español actual.
El elemento micro- procede de la raíz clásica μικρο-, que significa ‘pequeño’. Se trata
de un ejemplo más del uso que hace la lengua de la ciencia de las raíces clásicas
para crear nuevas palabras (Gutiérrez Rodilla 2005: 48). A estas unidades se las
llama compuestos neoclásicos (Iacobini 2004: 69; NGLE 1999: 782), compuestos
cultos (DECH: s. v. micro-) o con radicales cultos (Cabré y Rigau 1985: 154), con
temas grecolatinos (Val Álvaro 1999: 4799), y a las unidades que las constituyen se
las denomina prefijoides (Lang 1990: 237; DELI: s. v. micro-), constituyentes de
compuestos (Rio-Torto 2013: 240), bases compositivas (NGLE 1999: 664), bases
radicales (NGLE 1999: 24), elementos compositivos (DLE), temas grecolatinos
(Pena e Iglesias 2016: 233), etc.
Aunque se debate sobre el estatus de los elementos cultos, se establece una serie de
características que permiten distinguirlos de los afijos (Val Álvaro 1999: 4777,
Iacobini 2004: 84): la posición (los afijos ocupan una posición fija mientras que
estas unidades pueden aparecer en posición inicial o final sin alterar
fundamentalmente su significado), la capacidad de crear nuevos derivados actuando
como elemento radical, el significado léxico (frente al categorial o relacional, más
propio de los afijos), y la pertenencia a inventarios abiertos.
Sin embargo, hay también algunas características que los diferencian de las palabras
y los acercan a los afijos (Iacobini 2004: 86, Rio-Torto 2013: 342): la productividad
(estos elementos tienen la capacidad de participar en la formación de muchas
palabras complejas), las restricciones fonológicas (suelen terminar con las vocales -o
o -i y no es frecuente que tengan más de dos sílabas), la autonomía sintáctica (son
unidades ligadas, frente a la autonomía de la palabra), etc.
2007: 367), permiten que algunos de ellos como mega-, meta-, micro-, multi-, neo-,
para-, pluri-, poli-, puedan clasificarse como prefijos. Desde una perspectiva más
diacrónica, Bergua (2004: 144) pone de manifiesto este problema y aboga por
excluir de la categoría de prefijos españoles “a todos los elementos de carácter
claramente adjetivo o adverbial, es decir, los cuantificadores, cardinales y ordinales
como pan-, poli-, mono-, proto-, etc.; los adverbiales ecto-, exo-, y endo-; los
adjetivales micro-, macro-, mega-, neo-, seudo-, o el pronominal auto- (…)”, aunque
entiende que algunos de estos elementos se “acercan notablemente a los verdaderos
prefijos” en palabras de nueva creación, cuando tienen un valor intensivo.
En efecto, una consulta rápida a los diccionarios demuestra que no hay solo un
micro-. Como se ha visto, el DLE señala dos acepciones de micro-, al que denomina
“elemento compositivo”: ‘muy pequeño’ y ‘millonésima parte’. Igualmente el DELI
(1999):
No hay duda del valor técnico de micro- como elemento que se adjunta a ciertas
unidades de medida para expresar un submúltiplo, y que está recogido por todos los
autores y los diccionarios. Pero respecto al valor de ‘muy pequeño’ se pueden
establecer diversos matices.
Rainer (1993: 346) habla, por su parte, de tres construcciones, con un criterio más
funcional:
– Caractérise comme petite, courte, une partie d'un tout (d'un sujet, d'un objet)
spécifiée par le 2e élém. (gén. un élém. formant sav. tiré du gr.) (micromélie,
microsomie, microgastre).
– Qualifie de petit un sujet, un objet ou un ensemble d'éléments spécifié par le 2e
élém., le plus souvent un subst. ou un adj. dér. de ce subst. ou un élém. formant
sav. (micrococcus, microorganisme, micromolécule).
– Indique un ordre de grandeur réduit en ce qui concerne l'étude d'une science,
d'un phénomène, d'une application méthodologique exprimés par le 2e élém.,
gén. un subst. ou un adj. dér. de ce subst. ou un élém. formant sav.
(microchirurgie, microdissection, micrologie).
El OED señala que se usa “chiefly in scientific terms”, y recoge las siguientes
acepciones:
7. Prefixed to a sb. (or used attrib. without a hyphen) to indicate that the
object designated has been reduced in size by the use of microphotography,
or is used in connection with such an object, as micro book, edition, -text…
8. micro is now freely prefixed to a sbs. often resulting in trivial or nonce
words; from being used as an independent word without a hyphen it passes
into a quasi-adj. with the meanings:
a. ‘microscopic’, ‘minute’; ‘small-scale, small’ […]. Examples: micro-
investigation, micro adjustment, micro-panorama
b. Chem. Of or pertaining to microanalysis. micromethod, micro-scale.
Todos estos matices de significado hacen pensar que no hay solo un micro-. Si
micro- ha experimentado procesos de gramaticalización y de lexicalización, que han
dado lugar a todos esos usos, y que son fenómenos ambos incluidos en el cambio
lingüístico, habrá que fijarse en su evolución. Y para ello, como afirma Clavería
(2013: 61) refiriéndose a los sufijos, pero considero que es válido para todos los
afijos, habrá que estudiar la historia de las palabras formadas con esos elementos,
porque la historia de un afijo es la suma de la historia de cada una de las palabras
que con ese elemento se han formado.
Desde luego no se puede entender como un elemento productivo en latín, sino que
estas palabras son consideradas préstamos del griego, como atestiguan los
diccionarios.
Eso explica que, entre los primeros diccionarios del español, el de Palencia (1490)
solo recoja microcosmus y microspicius, y que otros como los de Nebrija (1495) o
Alcalá (1505) no incluyan palabra alguna con micro-, como tampoco son frecuentes
en los corpus: como se verá más adelante, en el CORDE habrá que esperar al siglo
XV para hallar micrología, primera voz documentada con micro- en el corpus.
Como se puede observar, Terreros ya apunta al fenómeno del préstamo del francés
en micromego y micrómetro.
arrojan las fuentes en que se localizan los primeros testimonios de palabras formadas
con micro-.
4.1. micrología
(1) E ansí que cuando a nos es verano, a los antipedes es invierno e por el
contrario a nós, por que non es maravilla lo que dize Lucano de aquellas
gentes que venieron en ayuda de Pompeyo, que se maravillavan porque el
sol fazía sombra a mano ezquierda en medio día estando omne de cara
donde nasçe el sol. E non más de aquesta micrología.
La voz llega desde el griego, a través del latín medieval, como se señala en Du Cange et
al. (1883-1887: s. v. micrologus), con el significado de “Scrupulosus”. Así se explica
que el Diccionario de Terreros (1787) recoja ambas palabras, micrología y micrólogo:
Sin embargo, micrología tiene dos únicos testimonios en el CORDE: el citado y otro de
Ortega y Gasset a comienzos del siglo XX. De hecho, ni micrología ni micrólogo llegan
a entrar en el Diccionario de la Academia, aunque sí que se encuentra en diccionarios
no académicos del siglo XIX como el de Domínguez (1847) y Zerolo (1895), y de ahí
pasa a los de Alemany (1917) y Rodríguez Navas (1918). Pero en estos diccionarios el
significado cambia, como puede verse en el ejemplo de Domínguez (1846-1847):
Con todo, micrología y micrólogo, sea en cualquiera de sus dos acepciones, se trata de
palabras de uso restringido en español, cuya influencia en la construcción de un patrón
morfológico debió de ser escasa.
4.2. microcosmos
La primera documentación del CORDE data de 1455, en unos sermones en los que
microcosmo aparece relacionado con macrocosmo:
(3) Por ende, como seamos en la vltima edat del mundo, según que dize el
Apóstol, non es marauilla que vengan en este tienpo las sobredichas
tribulaciones más que en octros. Por ende, Inocencio, De villitate
conditionis humane, dize: "Senit mundus uterque", etc.; quiere dezir:
"Envezésense los dos mundos macrocosmo e microcosmo, mayor mundo e
menor mundo. E quanto la veget más se faze prolixa, tanto cada vno de los
dichos mundos más se perturba".
Dominus in Evangelio omnem hominem dicit creaturam, cum ait: Ite, prædicate
omni creaturæ. Et Græcus hominem Microscosmum, hoc est, minorem mundum
appellabat.
Y es que microcosmos es la voz griega que más claramente simboliza la transmisión del
elemento micro- del griego al latín, y de este a las lenguas modernas.
Durante los años siguientes, esta es la única palabra con micro- en el CORDE:
(4) Mundus en griego se dize cosmos: por esto al ombre dixeron microcosmo
que es menor mundo: por que assi el ombre consta de quatro humores como
el mundo de quatro elementos. (Alfonso de Palencia: Universal
Vocabulario, 1490) [CORDE].
(5) Conclusión muy averiguada es entre los filósofos ser el hombre de mayor y
más complida perfición de todas las criaturas; por tanto, le llamaron
microcosmo, que quiere dezir menor mundo, porque ninguna cosa ay tan
subida y estimada en el mundo que en el hombre no se halle. (Diego de
Sagredo: Medidas del romano, 1526) [CORDE].
(6) Por esto llamó Aristóteles al hombre microcosmos, que quiere dezir mundo
pequeño, como si le llamara mundo abreviado. (Bernado Pérez de
(7) Por donde no fue sin causa llamado microcosmos, que significa menor
mundo, en el qual no menos cosas de admiración dignas contemplamos que
en el mayor mundo. El hombre es llamado mundo menor. (Martín Cortés
Albacar: Breve compendio de la esfera y de la arte de navegar, 1551)
[CORDE].
microcosmos. Tb. microcosmo, p. us. (Del b. lat. microcosmos, y este del gr.
bizant. μικρόκοσμος mikrókosmos, de μικρο- mikro- 'micro-' y κόσμος kósmos
'mundo'). m. Ser o entidad concebidos como imagen y reflejo del universo. El
hombre es un microcosmos. || 2. m. Mundo a escala reducida. El microcosmos
de una novela.
En efecto, en esta última edición se incorpora una nueva acepción, que sin embargo
aparece en los corpus ya en el último tramo del siglo XIX, usada en los textos literarios:
(9) Hallábanse allí representadas todas las clases y era como microcosmos ó
breve compendio del mundo de aquella provincia; atraídos los curas por
Primo Genday, los radicales por el diputado, y la aristocracia por el
mayorazgo Méndez. Y toda esta gente de tan diversa condición, al
encontrarse reunida, se dió á divertirse y gozar en la mejor armonía y
concordia. (E. Pardo Bazán: El cisne de Vilamorta, 1885) [CORDE].
4.3. microcielo
Hasta finales del siglo XVII no se documenta otra palabra con micro- diferente a
microcosmos en los textos, a excepción de microcielo, que aparece en un texto en verso
de Gabriel del Corral (1629):
4.4. microscopio
(13) […] las imágenes mayores no quitan que se representen bien los objetos,
aun quando ellos sean menudos; antes conducen; por lo cual se ven mejor
por medio del microscopio los átomos. Y la viveza de la imaginación, no
siendo tanta que llegue a locura, contribuye mucho para vna perspicaz
inteligencia. (1726).
(14) El padre Gaspar Scotto (in Mag. natur. part. 1. lib. 10.) refiere que vio con el
microscopio, y hizo ver a otros, unos animalillos tan menudos que infestan
a las pulgas, como las pulgas a nosotros. Con todo, es cierto que estos
vivientes átomos se ven unos a otros; ven uno por uno sus proprios
miembros; ven el mismo alimento de que se nutren; lo qual no puede ser sin
que sus ojos sean unos naturales microscopios insignes, y esto depende de
su material estructura. (1726).
(17) Más si fuere tan cuerdo, que no se tenga en más de lo que es, o tan humilde,
que se tenga en menos: no por esso dexa el adulador de hazer su negocio.
Entonces el adulado atribuye el excesso de su opinión a excesso de cariño:
porque todo lo que se mira con el microscopio de el amor, engrandece
mucho su representación en la idea: y en esse caso, aunque no le cree el
aplauso, le estima el afecto. (1726).
Entre las palabras con micro- en el CORDE aparecen también como ejemplos aislados
en Feijoo micrómetro (1739) y, de nuevo, microcosmos (1742), y microcósmico en
Torres Villarroel (1738-1752). Pero microscopio sigue siendo con mucho la palabra
más documentada, y así, a partir de 1750 también aparece en Cadalso (1772), en Mutis
(1776), en Iriarte (1782), en el padre Isla (1787), en Proust (1791), en Moratín (1793).
Y ya en el siglo XIX continúa su uso por diversos autores, entre los que destaca Bretón
de los Herreros (1828), Larra (1834), Mesonero Romanos (1837), el Duque de Rivas
(1839), Bello (1841), Alcalá Galiano (1843), Valera (1847), Alarcón (1852), Rosalía de
Castro (1861), Bécquer (1861), Pereda (1870), Galdós (1873), etc.
Los ejemplos de estos autores, la gran mayoría escritores, demuestran que microscopio
adquirió un uso frecuente en la lengua no especializada, y que bien pudo ser el causante
de la penetración del elemento micro- en la lengua común.
4.5. micrómetro
Esta voz, como se ha comentado, es una de las pocas que desafía el casi exclusivo
predominio de microcosmos y microscopio entre las palabras con micro- en esta
primera etapa. El CORDE la recoge, de nuevo en un texto de Feijoo:
Como Terreros apunta, la voz se toma del francés, lengua en la que el Trésor la
documenta en 1667, en un texto del propio Auzout: Traité du micromètre.
Y ya en el siglo XIX se encuentra en la 5.ª ed. del repertorio académico (RAE 1817),
con una definición que permite entender el porqué de su nombre:
La palabra llega hasta la edición actual del DLE de la RAE, aunque ha cambiado el
concepto: ‘Instrumento de gran precisión destinado a medir cantidades lineales o
angulares muy pequeñas’.
micrografía. Recogida por la 14.ª ed. del Diccionario (RAE 1914) como
‘Descripción de objetos vistos con el microscopio’. Ya había sido inventariada por
Núñez de Taboada (1825), Domínguez (1846-47) y los diccionarios posteriores no
académicos. El CORDE la documenta en textos médicos de la década de 1870.
También hay testimonios del adjetivo micrográfico (1897) y el sustantivo
micrógrafo (1904).
Pero de todas las palabras con micro- que van apareciendo en la segunda mitad del siglo
XIX, seguramente la más relevante es microbio, por su repercusión social y su
incidencia como modelo para otras palabras, viniendo a reforzar el incipiente patrón
lexicogenésico a que había dado origen microscopio.
4.7. microbio
La denominación fue creada en francés en 1878 por M. C. Sédillot, tal como se recoge
en una nota titulada “De l’influence des découvertes de M. Pasteur sur les progrès de la
Chirurgie”, publicada por la Academia de Ciencias de París en los Comptes rendus
hebdomadaires de séances (p. 634):
Les noms de ces organismes sont très-nombreux et devront être définis et, en
partie, réformés. Le mot microbe ayant l'avantage d'être plus court et d'une
signification plus générale, et mon illustre ami, M. Littré, le linguiste de France le
plus compétent, l'ayant approuvé, nous l'adoptons, sans néanmoins renoncer à
ceux en usage, pour la désignation de variétés plus particulièrement étudiées.
[Gallica].
Según el DELI (s. v. microbio) en italiano se documenta ese mismo año de 1878, y en
español habrá que esperar un año más para hallar el primer testimonio textual, que se
encuentra en un pasaje de La Gaceta de sanidad militar (25/10/1879, p. 24) donde se
dice:
(19) Existe para él [M. Pasteur] un vibrión séptico especial como hay un
bacteridio carbuncoso, un microbio generador del pus, no séptico y quizá
otro microbio para la fiebre puerperal. [HD].
Microbio. (Del gr. μικρός, pequeño, y βίος, que vive.) m. Vegetal criptógamo
y microscópico que nace, se multiplica y muere con suma rapidez en el aire, el
agua y toda clase de organismos, y, viviendo de las substancias que lo rodean,
las transforma y descompone. Existen muchas especies y se tienen por causa
de diversas enfermedades y fermentaciones.
La palabra empieza a tener usos metafóricos muy pronto. Como recoge el CDH, José
Martí en su novela Lucía Jerez (1885) ya utiliza microbio en sentido figurado, en la
expresión microbio sedicioso:
(22) Aquello era un dolor y un horror; tener que renunciar con severidad
israelítica al jamón extremeño, rosado y aromático, y al salchichón de
Génova, matizado como un mosaico o exponerse a tragar el endiablado
microbio que el atribulado Fernandito seguía con la imaginación en todas
sus transformaciones, viéndole alargarse, alargarse hasta convertirse en
tenia [...]. (L. Coloma (1891): Pequeñeces) [CORDE].
(25) ¿Por qué han de ser más atinadas y sublimes filosofías que las de
Campoamor las de Schopenhauer o Nietzsche, pongamos por caso? A mi
ver, no hay otro motivo para esto que el que hay para que una figurilla
diminuta, pintada en el vidrio, o un gusarapo o un microbio, se nos
muestren, gracias a la linterna mágica o a otro instrumento parecido,
mayores que descomunal gigante o colosal megalosauro, cuando los vemos
en el círculo luminoso que se proyecta en el distante muro. (J. Valera
(1902): La labor literaria de don José Ortega y Munilla) [CORDE].
Una vez que microbio se asienta en la lengua, van apareciendo sus derivados en los
últimos años del siglo: micróbico, microbicida, microbiano, microbiología:
(27) Acabamos de ver que es decisiva la acción del azufre sobre la parásita que
determina la enfermedad llamada Oidium, tan decisiva, que la mata bajo la
doble influencia del gas ácido sulfuroso que resulta de su oxidación con el
concurso del calor y del oxígeno, gas microbicida altamente por sus
(28) No parece sino que los nombres de Magendie, Ludvig, Claudio Bernard y
Vulpian, que personifican la escuela de la fisiología y patología
experimentales, habían de quedar ofuscados y olvidados por la nueva teoría
microbiana, y los hechos y fenómenos por ellos descubiertos y
demostrados relegados al olvido como bagaje inútil y fantástico. (M. A.
Fargas y Roca (1894): Discurso de recepción en la Real Academia de
Medicina y Cirugía de Barcelona: Patogenia y tratamiento...) [CORDE].
(29) La microbiología nos enseña que el microbio patógeno, para vivir, necesita
como medio la sustancia orgánica muerta, mejor dicho, la materia
organizada que le sirva de alimento. (M. A. Fargas y Roca (1894): Discurso
de recepción en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Barcelona:
Patogenia y tratamiento...) [CORDE].
Su entrada al léxico académico fue tardía. La unidad microfaradio entra en la 19.ª ed.
(RAE 1970), coincidiendo con la inclusión de micro- (que además recogía microfaradio
como ejemplo), aunque ya estaba en el Diccionario de Rodríguez Navas (1918). La
segunda de las unidades, microvoltio, se incorpora en la 22.ª ed. (RAE 2001), aun
cuando ya aparecía en el Diccionario de Alemany (1917).
La recepción en España de las unidades de medida con micro- fue temprana. En el n.º 6
de la Gaceta industrial (25/03/1882), seis meses después de su aprobación en el
Congreso de Electricistas, se publica un artículo titulado “Electrometría”, firmado por
Perfecto María Clemencín, del Cuerpo de Ingenieros de Minas, donde da cuenta de las
unidades, pero también de algunos de los múltiplos y submúltiplos:
Se tardará algunos años más en documentar en los textos disponibles las formas
microvolt (La Física moderna, 1/1888, p. 9) y microvoltio (La Energía eléctrica, 10/12
/1920, p. 2), pero el elemento micro- ya está ahí presente7.
Farad. (Tel.) FR., ING. é IT. Farad.|| *(En honor del célebre físico FARADAY.)
Unidad de medida eléctrica para las capacidades. Equivale á la de un conductor
que contiene un Coulumb, de una potencia igual á de un Volta.
La unidad Farad es demasiado grande para su empleo frecuente en la práctica, por
lo que se ha adoptado el microfarad que es la millonésima parte de aquél.
Una vez que se conoce la evolución de este elemento desde sus orígenes hasta el final
del siglo XIX, se puede formular una hipótesis explicativa de cómo micro- ha llegado a
convertirse en un elemento productivo en la formación de palabras.
Sin embargo, la presencia de estas palabras en los corpus del español es poco
significativa. La irrupción de la voz microscopio en la segunda mitad del siglo XVII
reactiva el elemento micro-, cuyo valor semántico no se debía de haber perdido en la
lengua culta. También debió de contribuir a ello el eco social que tuvo la revolución que
supuso en la biología la invención de este instrumento. La voz microscopio penetró
progresivamente en el español, siendo cada vez más frecuente en los textos del siglo
XVIII y sobre todo del siglo XIX, con el uso en textos literarios.
El proceso descrito podría reflejar, como apunta Rainer (2013: 152) para los sufijos,
cómo las necesidades del sistema crean un nuevo afijo a partir de una palabra-guía, en
este caso microscopio, que sirve para reactivar el elemento micro- presente en
microcosmos, y revitalizado por la palabra microbio que acaba de acelerar el proceso,
en el marco del desarrollo léxico que se produce en la segunda mitad del siglo XIX a
raíz del avance de las ciencias8.
Por otro lado, la evolución de las palabras descritas con micro- reforzaría la conclusión
de Buenafuentes (2006: 14) a partir de los datos del DECH, según la cual la formación
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 81-105
Notas
*
Este estudio se enmarca en el proyecto de investigación Diccionario histórico del español moderno de
la ciencia y de la técnica, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (FFI2013-41711P)
y desarrollado por el grupo Neolcyt, que forma parte del Grupo Lexicografía y Diacronía, consolidado
por la Generalitat de Catalunya (2017SGR-1251), y que está incluido en la Red Temática de Excelencia
“Lengua y Ciencia” (FFI2015-68705-REDT).
1
Me refiero a mis trabajos sobre átomo (Garriga 2008), sobre molécula (Garriga 2010) y una visión de
ambos términos junto a corpúsculo y partícula (Garriga 2012). Sobre célula, véase Garriga (2018).
2
Son las siguientes: micra, micrero, micro, micro-, microbiano, microbicida, microbio, microbiología,
microbiológico, microbiólogo, microbús, microbusero, microcefalia, microcéfalo, microchip,
microcinta, microcircuito, microcirugía, microclima, micrococo, microcopia, microcosmo,
microcosmos, microeconomía, microelectrónica, microespacio, microestructura, microfaradio,
microficha, microfilamento, microfilm, microfilmación, microfilmador, microfilmadora, microfilmar,
microfilme, microfito, micrófito, microfónico, micrófono, microfotografía, microfotográfico,
micrografía, micrográfico, micrógrafo, microgravedad, micromanipulador, micrométrico, micrómetro,
micromotor, micrón, micronesio, micronizar, microonda, microondas, microorganismo, micropilo,
microprocesador, microrrelato, microscopia, microscopía, microscópico, microscopio, microscopista,
microspora, microsporidio, microsporofila, microsurco, microtomo, microtúbulo, microvellosidad,
microvoltio.
3
Es precisamente en esta 12.ª ed. (1884) cuando la Academia da entrada a cosmos, lo que refuerza
seguramente la incorporación de microcosmos.
4
El autor da como sinónimos los siguientes nombres: microzoaires, microphytes, aérobies, anaérobies,
microgermes, micrococci, microzymas, bactéries, bactéridies, vibrions, microdermes, conferves,
ferments, monades, animalcules, corpuscules, torules, penicillium, aspergillus, infusoires, leptothrix,
leptothticum, spores de l’achorium, de favus, de l’oïdum, du muguet, organismes de l’acide tartrique droit
e gauche, zymases septieues et septicémiques, etc.
5
Como se ha indicado, el Thesaurus Graecae Linguae de H. Estienne (1572) recoge la forma
Μικρόβιος ‘Qui exiguae vitae est’.
6
Así, lo que en la 14.ª ed. del Diccionario (1914) de la RAE se define como ‘ser microscópico que nace y
se desarrolla en el aire en el agua...’, pasa a ser un ‘ser microscópico y unicelular’ en la 15.ª (1925), en la
16.ª (1936) se convierte en un ‘nombre genérico que designa a los seres organizados, sólo visibles al
microscopio...’, y va cambiando la etimología para llegar a la edición actual del DLE (2014) como sigue:
‘Adapt. del fr. microbe, y este del gr. μικρός mikrós 'pequeño' y βίος bíos 'vida'’.
7
Para la recepción en español de las unidades de medida, véase Moreno Villanueva (2012: 363), y el
debate académico entre las formas de las unidades eléctricas internacionales y las castellanizadas está
tratado en Pardo y Garriga (2017).
8
Este proceso tiene muchas conexiones con lo que ocurre, por ejemplo, con el sufijo -ismo, que también
se convierte en patrón lexicogenésico en la segunda mitad del siglo XIX para formar nombres que
designan intoxicaciones (Campos Souto 2017).
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C. Garriga Escribano. El tamaño sí que importa: apuntes para el estudio de micro-
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 81-105
9
La inmediatez de la prensa permite documentar más voces de este campo que no aparecen en el
diccionario, como microempresa, microempresario, microfinanza, microcrédito, microrreserva,
microfinanciamiento, microfinanciación, micropyme, microemprendimiento (Méndez Santos 2011: 103),
microprecio…
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Resumen
Abstract
After selecting some cases of morphological variation which are particularly salient in
Spanish diminutive formation (the alternation among -itV, -citV and -ecitV allomorphs),
this paper is aimed to define the formal conditions that control this variation and the
groups of words that are affected by this alternation. As we shall see, these are the
following: disyllabic bases with diphthong and ending in /o, a/; disyllabic bases ending
in /e/; and monosyllabic bases.
We will deal first with the issue of contemporary dialect distribution of these
allomorphs. We will afterwards attempt to make a first effort to define chronologically
the beginnings, the development and the extension of each one of the competing
allomorphs.
In our approach to both issues we will basically make use of the information provided in
current corpora and online databases, as well as descriptive and theoretical bibliography
and reference grammars.
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1. Introducción
A lo largo de este trabajo nos proponemos delimitar formalmente algunos de los grupos
de palabras susceptibles de presentar la variación ilustrada en (1) para abordar a
continuación el problema de la distribución dialectal moderna de estas variantes y, a
partir de esta descripción, llevar a cabo un primer intento de determinación temporal de
los inicios, desarrollo y expansión de cada uno de los alomorfos en competición.
En este primer acercamiento a las dos cuestiones planteadas, pretendemos servirnos
fundamentalmente, aparte de los datos provenientes de las descripciones y la
documentación de las monografías y gramáticas de referencia disponibles, de la
información que proporcionan algunas de las bases de datos existentes para el español
(véase más abajo la relación completa de las fuentes consultadas en los apartados 3 y 4).
No se trata en ningún caso de un rastreo exhaustivo de todas las formas diminutivas
presentes en estos corpus, lógicamente. A fin de proceder de modo realista en un trabajo
que es de naturaleza preliminar, hemos realizado búsquedas completas de este tipo de
formas derivadas a partir de la selección de una lista manejable de veinticuatro palabras
que incluyen una representación suficiente de cada uno de los grupos cuya variación
pretendemos describir. Son estos, como explicaremos inmediatamente, los
correspondientes a bases bisilábicas con diptongo y acabadas en vocal /o, a/, bases
bisilábicas con final en /e/ y bases monosilábicas. Es la lista que incluimos en (2) a
continuación:
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Por otro lado, dadas las circunstancias que acabamos de exponer, hemos considerado
que era conveniente complementar siempre que fuera posible la documentación de las
distintas variantes objeto de estudio con los datos, a veces muy abundantes y ricos, de
distintos trabajos dedicados a esta cuestión tanto en español contemporáneo como, muy
especialmente, en la lengua anterior al siglo XX tanto de España como de América. En
este sentido, han sido cruciales los datos procedentes de trabajos como los de González
Ollé (1962), Náñez (1973), Franco Figueroa (1988-1989) o Company y Melis (2002).
Una vez fijados tema, objetivos y método del trabajo que se presenta, diremos que
hemos decidido organizarlo del modo que indicamos seguidamente. En el apartado 2
nos proponemos explicar con detalle el procedimiento para la formación de diminutivos
en español mediante el sufijo -itV y la distribución de sus tres variantes alomórficas. De
este modo, quedarán presentados los tipos de bases relevantes al respecto, con las
características contextuales que condicionan la selección de cada alomorfo.
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Una vez fijadas las preferencias dialectales al respecto de la selección de los distintos
alomorfos del sufijo diminutivo, en el apartado 4 trataremos de seguir su evolución
desde la situación ciertamente estable del español medieval hasta la compleja variación
contemporánea. Además de describir la naturaleza de las modificaciones habidas, el
recurso a las bases de datos disponibles hará posible una primera hipótesis acerca de las
fechas en que estos cambios se fueron produciendo y el curso de su posterior expansión,
así como de las áreas dialectales afectadas en cada caso.
El trabajo se cerrará con un apartado final de conclusiones que permita recoger de modo
breve las propuestas en él elaboradas y expuestas a propósito, en primer lugar, de la
distribución dialectal moderna de las variantes alomórficas del sufijo diminutivo -itV en
el dominio hispanohablante y, en segundo lugar, de los inicios, desarrollo y expansión
de los cambios ocurridos en la selección de esas variantes.
El sufijo diminutivo -itV (pero también las variantes -illV e -icV) en la lengua actual de
la Península presenta diversos alomorfos cuya distribución responde básicamente a
factores de naturaleza morfológica y fonológica que recogemos a continuación en la
Tabla 1:
botoncito
Palabras de dos o más camioncito
sílabas con final en /n, r/ o escritorcito
vocal tónica sofacito
Raíces (sub)mínimas:
· monosílabos tecito
panecito
Esta tabla, que parte de las conclusiones presentadas en Ambadiang (1997) y reproduce
la tabla correspondiente recogida en Ambadiang y Camus (2012, 2013), muestra cuáles
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son los factores determinantes en la elección entre cada uno de los tres alomorfos para
el sufijo citado, es decir, la variante corta -itV, la variante con incremento consonántico
-cito y la variante larga -ecitV.
Nótese que en lo que concierne a la formación de diminutivos (en adelante FD) los
bisílabos con final en -e átona reciben un tratamiento idéntico al de los monosílabos de
(3a), como muestran los ejemplos de (4) a continuación:
En segundo lugar, en la Tabla 1 queda reflejado otro factor relevante en relación con el
grupo de palabras de dimensión suficiente en términos morfológicos. De entre estas las
que presentan un segmento final de computación especial en la morfología española (-n,
-r o vocal tónica) reciben un tratamiento diferenciado en la FD y toman la variante con
incremento consonántico -citV, con las consiguientes consecuencias en la división
silábica de las palabras que reflejamos en (5):
(5) a. papel - pape / lito, pero botón - boton / cito, motor - motor / cito
b. niña - ni / ñita, pero sofá - sofa / cito
Los efectos más notables de esta variante tienen que ver con el hecho de que permite
mantener inalterada la estructura silábica de la base y, de esta manera, que esta retenga
su estructura, se mantenga separada del sufijo y resulte íntegramente recuperable,
aspectos todos sobre los que habremos de volver más adelante en el apartado 4.
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Veamos con detalle a continuación cuáles son las variantes alomórficas preferidas en las
distintas áreas del dominio español para cada uno de los tres grupos de bases citados.
Usaremos como punto de partida para ello la visión general que ofrece la NGLE (2009:
§9.5), pero complementaremos esta información con los materiales ofrecidos en Rainer
(1993: 161-170) o en trabajos monográficos recientes como el de Callebaut (2011: 28-
35) y, muy especialmente, con la consulta de las bases de datos académicas que
incluyen materiales contemporáneos (siglos XX y XXI), esto es, CORDE, CREA y
CORPES, además de los datos referidos al siglo XX del Corpus del Español de Mark
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(8) piedrita, piernita, tiernito, tiesito, viejito, vientito, cuerdita, huesito, huevito,
nuevito, indito, limpito, rubito, lengüita...
Se trata, evidentemente, de una opción que extiende y generaliza el uso del alomorfo
menos marcado, simplificando de este modo el aparato de reglas necesario para la
formación de las variantes diminutivas (Zacarías 2006: 94-95).
No es raro que la variante del sufijo esté seleccionada de manera idiosincrática por la
propia base. Así, por ejemplo, son notablemente menos frecuentes por todas partes
formas como buenito, lluvita o novita que buenecito, lluviecita o noviecita. Hay incluso
palabras que solo admiten un diminutivo único en todo el dominio. Es el caso de cielo,
que forma únicamente cielito, o agua, que da lugar siempre a agüita. Ahora bien, la
disponibilidad de ambas variantes y su alternancia es la tónica general y su distribución
entre los diferentes dialectos en la lengua contemporánea es compleja. Tanto la NGLE
(1999: §9.5a-f) como Callebaut (2011: 32-34) sostienen que la preferencia por la forma
corta para estas palabras con diptongo es típica de las hablas americanas. Sin embargo,
una descripción semejante requiere considerables matizaciones.
En primer lugar, no parece que sea idéntico el comportamiento de las palabras que
presentan un diptongo interno (tierno, viejo, hueso, nuevo...) y el de las palabras que lo
llevan en posición final (indio, limpio, rubio, lengua...). En el caso del primer grupo la
consulta en los corpus de español contemporáneo citados anteriormente de los
diminutivos de algunas de las palabras que lo forman indica un aumento progresivo de
las formas con la variante corta -itV. Es verdad que en algún caso ese crecimiento puede
achacarse quizás a la incorporación de un mayor número de documentos de procedencia
americana a medida que nos acercamos a nuestros días, de lo que CORPES constituye
una prueba clara. Sin embargo, el sesgo americano de CDavies en parte compensa este
desequilibrio para el siglo XX. Efectivamente, es frecuente que las formas en -ecitV
procedan muy mayoritariamente de textos españoles. Es el caso, por ejemplo, de
buenecito, huesecito o piernecita. Por el contrario, en algunos casos, la preferencia por
la variante corta -itV es una tendencia marcadamente americana y, a menudo,
claramente presente en los dialectos del Cono Sur, esto es, Chile o los países del Plata
(por ejemplo, para puertita y, en general, datos sobre frecuencias, véase Callebaut 2011:
75). Dicho eso, también es cierto que en algunos casos las formas en -itV se documentan
modernamente en cantidad similar tanto en España como en América (por ejemplo,
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nuevito, piedrita y, especialmente, viejito). Por ejemplo, los textos de lengua oral y
popular peninsular del COSER muestran ocurrencias en número relevante de cuerdita,
huesito, nuevito, piedrita y, sobre todo, viejito. Pero, además, en algún caso se invierte
la tendencia y las variantes en -ecitV resultan especialmente frecuentes en América,
como, por ejemplo, ocurre en el caso de vientecito.
En resumen, pues, para el caso de las palabras con diptongo interno la distribución
geográfica de los dos alomorfos alternantes no muestra tendencias claras fuera del
hecho de que la frecuencia del alomorfo corto parece ser mayor a medida que
avanzamos hacia el siglo XXI y muestra, por tanto, un crecimiento claro que
puntualmente puede ser mayor en las hablas americanas, especialmente en el Cono Sur,
que en las españolas.
Para este grupo de palabras, en fin, la preferencia por una u otra variante del sufijo está
mucho más repartida y en algunos casos notables la elección de -itV parece más
decididamente europea que americana.
Para el grupo de palabras que se tratan como raíces de dimensiones insuficientes a los
efectos de la FD, el primer grupo constituido por las palabras bisilábicas con final en -e
–los ejemplos de (4)– resulta ser el de comportamiento más homogéneo en todo el
dominio. Como dijimos, en principio forman el diminutivo en la actualidad con ayuda
de la variante larga del sufijo -ecitV, lo que facilita la recuperación correcta de la base al
permitir la identificación de la vocal final -e. Frente a esta tendencia general, podemos
encontrar formas alternativas en -itV, correspondientes, como vimos que ocurría en las
palabras con diptongo, a una simplificación de la FD que extiende el uso del alomorfo
menos marcado, con la consiguiente dificultad para identificar correctamente la vocal
final de la base (¿carne, carno, carna?...):
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Hay, sin embargo, una importante excepción al uso general en todo el dominio de
formas diminutivas en -ecitV para los monosílabos y es la frecuencia con que se
documenta para estas palabras el uso de la variante -citV, alomorfo que favorece una
recuperación más adecuada de la base en tanto que parece eliminar la posibilidad de
asignar una -e final a la base, en los países del Cono Sur americano. Es aquí donde
encontramos diminutivos como los siguientes (NGLE 1999: §9.5p-q):
(10) colcita (< col), florcita, golcito, mielcita, plancito (< plan), reicito...
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Las consultas en las bases de datos de español contemporáneo indican igual tendencia y
así encontramos abundantemente en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, y muy rara
vez también en Perú o el Caribe, florcita, pancito o solcito (de sol). En Callebaut (2011:
69-71) se ofrecen frecuencias y procedencia de barcito, florcita, pancito, solcito y
trencito en CREA que muestran la presencia de estas variantes en el Cono Sur y en
algún caso también en Venezuela (trencito, pancito), Perú (florcita) y hasta España
(trencito).
Nos proponemos a continuación revisar con ayuda de los datos procedentes de diversos
corpus históricos del español la historia de la aparición y desarrollo de estas tendencias
en la formación de los diminutivos de los grupos de palabras que acabamos de describir.
Se trata de fijar las fechas aproximadas en que los diminutivos con variantes alternativas
a la habitual -ecitV comienzan a documentarse y dónde y cuándo se verifica
efectivamente su expansión. De nuevo nos serán de ayuda fundamental bases de datos
como CORDE o CDavies, pero podemos ahora añadir también la consulta de otros
materiales procedentes de CHARTA, CorLexin o Pharies (2002) para España, los
recogidos también en Company y Melis (2002), Franco Figueroa (1988-1989) y CHEM
para México y Centroamérica y, sobre todo, la descripción exhaustiva y la información
acerca de los diminutivos en textos medievales o clásicos de González Ollé (1962) y
Náñez (1973).
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Como explica González Ollé (1962: 193-197), el castellano de la Edad Media dispone
de varios sufijos diminutivos de distribución en parte complementaria. El sufijo -illV (en
un principio también bajo la forma -iellV) es el de uso más amplio desde los primeros
textos e irá extendiendo su aplicación a prácticamente todos los contextos a medida que
avanzamos hacia el español clásico. Sus variantes eran idénticas a las actuales y con
iguales restricciones, es decir, se corresponden en lo fundamental con las indicadas en la
Tabla 1.
Los otros dos sufijos disponibles de modo general eran -uelV y -ejV, complementarios
de -illV y, por tanto, aparecían en los contextos en los que no encontramos este último
(González Ollé 1962: 195-197; Pharies 2002: s. v. -ejo / -a, -uelo / -a). Son ciertamente
pocos, por lo que su frecuencia resultaba considerablemente menor que la de -illV. El
sufijo -uelV quedaba reservado para las raíces con final en consonantes dentales y
palatales [<ç>, <z>, <ch>, <ñ>, <j>, <y>]:
En cambio, el sufijo -ejV es el que tomaban de preferencia las palabras con raíz acabada
en consonante lateral o vibrante simple [<l>, <ll>, <r>]:
Este mismo es también el sufijo que se combinaba en un principio con las palabras con
final en -ero / -a o con las acabadas en -io, -ia, -ua. Para estos tres últimos casos el
sufijo adoptaba a menudo la variante larga -ezuelo / -a:
A partir de la segunda mitad del siglo XV, sin embargo, el sufijo más habitual -illV se
extiende también a los tipos de palabras reservadas hasta entonces para -uelV y -ejV. El
resultado será el uso general del diminutivo -illV a fines de la Edad Media:
El sufijo más habitual en español en nuestros días, -itV, se documenta por primera vez
muy pronto en la forma tortolita, a finales del siglo XII (Pharies 2002: s. v. -ito / -a),
pero con la excepción de ocurrencias aisladas en Berceo no se encuentra regularmente
hasta mediados del siglo XV. Desde entonces, su frecuencia va aumentando en perjuicio
de -illV y es ya mayoritario desde el siglo XVIII si consideramos el conjunto del
dominio hispanohablante.
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No tenemos ejemplos de palabras con diptongo interno que tomen -itV excepto un caso
de viejito en Fray Luis de León, pero para el grupo de palabras con diptongo final
hemos localizado cuatro casos: en CORDE se encuentra lengüita una vez para mediados
del siglo XVI y otra en 1624, en textos españoles en ambos casos; en CDavies se
encuentra también en la primera mitad del siglo XVII rubilla como apodo en Moreto; y
hay un indito documentado en Nuevo León, México en 1690 (Franco Figueroa 1988-
1989: 117). Para el caso de los bisílabos acabados en -e tenemos en CORDE tres
ejemplos: una ocurrencia de la forma carnitas en 1550; Góngora incluye en un romance
de principios del siglo XVII la palabra cochito, tomada de la lengua popular; y, por
último, hay una documentación hacia 1555 de vallico (diminutivo de valle, distinto de
ballico / vallico, denominación de una hierba). Finalmente, para el grupo de
monosílabos únicamente encontramos dos casos, ambos en CORDE: la forma crucita en
1589 en un texto de procedencia americana y la forma solito (de sol), recogida en un
refrán por Correas en 1627.
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La consulta de las distintas bases de datos históricas indica que para las palabras con
diptongo la opción por la variante corta del sufijo comienza a extenderse a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII y se encuentra con frecuencia a lo largo de todo el siglo
XIX tanto en España como en América. Los primeros ejemplos que hemos hallado
corresponden a palabras con diptongo interno y son americanos: hay huesito en un
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En el siglo XIX los ejemplos del alomorfo corto con palabras que presentan diptongo
interno son ya muy numerosos y mayoritariamente americanos. Hay en CORDE y
CDavies más de una treintena de ocurrencias para viejito, casi en su totalidad
procedentes de textos americanos; vientito, piernita, piedrita, todos argentinos; nuevito
en Argentina y en México; huesito y cuerdita en América pero también en algún caso
en España... Y hay un par de casos en Galdós a finales del siglo XIX recogidos por
Náñez (1973: 428-429): duelito y huevito.
En palabras con diptongo final el cambio avanza más lentamente y parece más asentado
en el español europeo. Así, hallamos en este mismo siglo XIX en CORDE y en CDavies
ocurrencias de rubito mayoritariamente españolas y alguna americana; de limpito, de
nuevo una mayoría española y alguna argentina, por ejemplo; y de lengüita en España y
México. Se encuentran igualmente bastantes casos de indito en México y Cuba a lo
largo de toda esta centuria. Y, finalmente, Náñez (1973: 421) documenta rubilla en
Estébanez Calderón a principios de siglo.
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En definitiva, pues, los textos escritos recogidos en las bases de datos permiten
comprobar lo tardío de las modificaciones en las preferencias en la alomorfia de -itV y
su distribución limitada a España y Centroamérica, tal y como sigue ocurriendo en
buena medida en nuestros días.
En este grupo de palabras desaparecen a lo largo de los siglos XVIII y XIX los casos de
formas con la variante corta -itV que, aunque de manera muy marginal, podían
encontrarse en los dos siglos anteriores, como vimos más arriba en 4.1. Nada extraño si,
como ya dijimos en 3.3, este tipo de formas son hoy muy escasas y locales.
Lo que, por el contrario, sí tenemos desde mediados del siglo XIX para las bases
monosilábicas son ejemplos de formas diminutivas con la variante -citV que no
habíamos documentado antes en español clásico. Como era esperable dada la
distribución contemporánea, hay un primer caso de pancito en Argentina en 1850, de
Sarmiento. Algo más tarde, en 1874, encontramos en José Hernández el modismo
rioplatense andar de florcita 'andar sin hacer nada', que se puede documentar varias
veces más en textos uruguayos y argentinos de finales del siglo XIX. No son muchos
casos, pero sí parecen indicar que esta solución tan bien asentada hoy en los países del
Cono Sur pudo empezar a extenderse desde mediados del siglo XIX. A este respecto,
hay que notar que se trata de una solución que parece facilitar la recuperación correcta
de una base monosílaba y con final consonántico. Por tanto, a diferencia de lo que
observamos en la difusión para otros tipos de palabras de la variante corta y menos
marcada -itV, este tipo de cambio no se mueve en esta dirección simplificadora. En todo
caso, parece más bien una opción reforzadora de la tendencia en favor de la
transparencia morfosintáctica que también representa en otros casos la variante -ecitV.
5. Conclusiones
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Así, hemos comprobado cómo en el caso de las palabras con diptongo interno la
frecuencia del uso de -itV ha ido en aumento desde principios del siglo XX en todo el
dominio aunque es mayor en algunos casos en América, especialmente en el Cono Sur,
que en España. Sin embargo, en el caso de las bases con diptongo final la difusión de la
variante innovadora está más repartida y es para algunas palabras decididamente
española. La preferencia por esta variante corta entre las palabras bisilábicas con final
en -e es mucho más limitada y parece restringirse a ciertas hablas como las de México y
Centroamérica o Canarias en España. Asimismo, la tendencia a la extensión de esta
innovación entre los monosílabos es marginal y está muy localizada (Guatemala,
Canarias en España) y, por el contrario, la ampliación a estas palabras de la
variante -citV resulta bien firme en buena parte de Sudamérica y muy especialmente en
el Cono Sur.
A este estado de cosas se llega, según deja ver la consulta de las bases de datos
históricos disponibles, a partir de la extensión de cambios que favorecen la
simplificación de la regla de formación de diminutivos mediante los sufijos citados en
época reciente. Efectivamente, los documentos muestran la difusión de -itV en perjuicio
de -ecitV a partir de la segunda mitad del siglo XVIII en las bases con diptongo tanto en
América como en España, pero la tendencia es solo clara a lo largo del siglo XIX. Los
bisílabos en -e optan por la innovación de modo muy tardío y tímido y de nuevo en
áreas de extensión limitada de España y Centroamérica. Y, finalmente, las palabras
monosilábicas muestran de manera decidida un único cambio, el correspondiente a la
extensión de la preferencia por -citV, a partir de la segunda mitad del siglo XIX
especialmente en el español rioplatense.
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 107-124
Notas
1
A propósito de este requisito de estructura mínima y su definición bien en términos morfológicos bien
en términos fonológicos, véanse Downing (2005), Colina (2009) y Ambadiang (2011).
2
La FD sobre nombres propios parece responder a reglas que les son completamente específicas y solo
muy parcialmente coinciden con la FD general que es a la que se referirá este trabajo (véase Camus
2016).
3
No consideraremos para este trabajo la peculiar distribución de las variantes de -ito en algunas hablas
judeoespañolas, que se documenta y describe en Bradley y Smith (2011) o Ambadiang y Camus (2013:
181-182).
4
Es necesario no olvidar en este sentido que los usos diferentes del estándar conviven allí donde se dan
con los usos de la lengua general. Las bases de datos contemporáneas, donde son mayoritarios los textos
escritos además, muestran precisamente este hecho. En todas partes se documenta en modo suficiente el
uso estándar, más allá de que exista o no también un uso local divergente (véase al respecto Callebaut
2011).
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Resumen
Abstract
This paper aims to study the appreciative affixes which are added to create new
lexemes, particularly technical words of the Spanish language during the Renaissance.
The situation that currently reflects the Dictionary of Science and Technology of the
Renaissance (DICTER) will be taken as the starting point. This project about the
specialized vocabulary constitutes a useful and indispensable tool to disseminate the
vocabulary of science and technology of the sixteenth century and the beginning of the
seventeenth. We also address the relationships established between scientific language,
lexicography and morphology, because the last discipline mentioned belongs to the link
between grammar and dictionary. The advanced word search in the computer
application of this dictionary allow us to locate one hundred and forty derivative voices
with the appreciative affixes -ato, -azo, -ejo, -ete, -ín / -ino / -iño, -illo, -ola, -ón, -ote, -
ucho and -uelo, whose meanings must be examined and dated in order to verify the
process of lexicalization. At the same time, we will classify this vocabulary according to
their respective scientific fields (Architecture, Geometry, Engineering, Navigation,
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Tailoring, etc.), as well as compare these technical words in diachronic corpora with the
purpose of examinating how this specialized vocabulary has been formed.
1. Introducción
Por consiguiente, en tanto que voces de carácter especializado que han desarrollado un
significado particular resulta natural que un repertorio como el Diccionario de la
Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER) dé cabida a estas palabras, al estar
constituido sobre la base de un corpus de setenta y cuatro textos especializados de
diversas áreas y al contar este proyecto como objetivo primordial difundir el
vocabulario de la ciencia y de la técnica del siglo XVI e inicios del siglo XVII (Mancho
Duque 2014: 85)2. Para nuestro análisis de los tecnicismos del Siglo de Oro, y por estas
características, resulta ineludible acudir a la situación que refleja, actualmente, desde la
red el DICTER, dirigido desde la Universidad de Salamanca por la doctora Mancho
Duque. A partir de los datos recabados, merced a la búsqueda avanzada en la aplicación
informática del DICTER, se obtiene un considerable número de voces derivadas con los
siguientes afijos: -ato, -azo, -ejo, -ete, -ín / -ino / -iño, -illo, -ola, -ón, -ote, -ucho y -
uelo, cuyas acepciones deben ser examinadas y datadas en corpus diacrónicos con el fin
de “permitir discriminar nítidamente el proceso de lexicalización experimentado”
(Campos Souto 2015: 39), dado que para reconstruir la configuración del léxico
especializado, como constató Gutiérrez Cuadrado (1996-1997: 92), no bastan
únicamente los diccionarios. Entre nuestros propósitos, de forma paralela, figura la
revisión de la adscripción de dicho vocabulario a distintas áreas científicas (arquitectura,
construcción, geometría, ingeniería, minería, náutica o sastrería, entre otras) para poder
extraer conclusiones sobre los ámbitos más proclives a la lexicalización.
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Una de las ventajas que ofrece la consulta electrónica del repertorio DICTER es la
posibilidad de efectuar búsquedas concretas, como la referida expresamente a los
“apreciativos lexicalizados”, para la que se han habilitado dos opciones: aumentativos y
diminutivos. Dicha consulta arroja las siguientes 140 unidades terminológicas
lexicalizadas, cuyo análisis se efectúa en los apartados que siguen según los sufijos
involucrados: abanillo, alcantarilla, aleta, almadeneta, almendrilla, almenilla,
amantillo, ampolleta, ananilla, anclote, arqueta, aspilla, bacieta, balancín, balilla,
ballestilla, banqueta, banquillo, barbilla, barraganete, barreta, bastoncillo, bastoncino,
bermejín, blanquillo, boquilla, bosquete, botín, brocadete, cadenilla, cajeta, caleta,
calzón, chapín, cambija, camiseta, canaleja, canaleta, canalete, canalillo, candeleta,
candilejo, canecillo, canilla, capilleta, carretillo, cañamazo, carretoncillo, carrillo,
carriño, carrucho, castañuela, castillete, cazuela, cepillo, cerrillo, chapilla, chózola,
cigüeñuela, cintillo, codillo, cornezuelo, costadillo, cruceta, cuartillejo, cuartillo,
cubete, dobladillo, escarlatín, escotín, escuadrilla, espaldilla, faldellín, faldillas,
frasquillo, goleta, gradilla, guepejo, guindaleta, gusanillo, hacheta, hachuela,
harneruelo, herreruelo, herrezuelo, holandilla, husillo, isleta, jaldeta, ladrillo,
lengüeta, loriguillo, maceta, manezuela, mantillo, manuella, martillejo, mazuelo,
moleta, molinete, montañeta, montañuela, morterete, muceta, murecillo, navichuelo,
navillo, neblina, negrillo, nudillo, orilla, palanqueta, palmilla, panilla, pañino, pardillo,
parrilla, patilla, piqueta, plantilla, plomillo, poleola, porquezuela, rapacejo, refosete,
riachuelo, riato, rodete, ropilla, saetín, salvajina, sayuelo, tachuela, tarabilla, toldilla,
toquilla, tornillo, torrilla, trompeta y vigueta.
Ahora bien, la consulta de este diccionario depara otro importante número de voces que,
pese a no obtenerse fruto de la búsqueda previa efectuada por no estar marcados tales
como “apreciativos lexicalizados”, responde a dicho procedimiento: ballestón, barrón,
burullón, cabezón, cachucho, capote, cestón, chapín, escalón, espolón, faldón, hilaza,
jubón, listón, orejón, picote, tenazón, torreón y trincherón.
En tanto que voces de carácter especializado, es natural que este diccionario, por su
idiosincrasia, contemple estas 159 palabras no transparentes morfológicamente a partir
de clases de sufijos apreciativos tradicionales. Sin embargo, nuestra revisión revelará
que algunas de ellas, a pesar de no ser resultantes de un proceso de lexicalización, en
cambio, sí deben aparecer recopiladas en este repertorio puesto que siempre existe un
matiz especial que debe ser descrito explícitamente (NGLE 2009: §9.3a).
Aunque no es fácil aislar un sufijo -ato de carácter apreciativo (Camus 1997: 92), el
valor evaluativo de este sufijo es principalmente el despectivo. Sin embargo, de acuerdo
con el testimonio lexicográfico hallado en el Fichero general de la Lengua Española
(Instituto de Investigación Rafael Lapesa de la Real Academia Española 2009), este
sufijo apreciativo parece exhibir más bien un significado diminutivo:
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riato (De regato). m. Río pequeño y de poco caudal, riacho. Dícese en Tarazona
de la Mancho (Albacete) y Quintanar del Rey (Cuenca). Admit. por la RAE como
poco usado riatillo: regato, regajo. (1974, Serna, Diccionario manchego).
Al poseer cierto matiz especial –el diminutivo, que está ausente en su descripción
gramatical y lexicográfica– se entiende que se incluya este término en la
macroestructura de DICTER, en cuyo corpus aparece datado en la obra del ingeniero
Juanelo Turriano (ca. 1605)3.
De entre los valores del sufijo -azo sobresale el aumentativo, al aportar a las bases a las
que se adjunta “la idea de ser más grandes de lo conveniente o normal” (Pharies 2002: s.
v. -azo), a partir de la cual se originó su empleo como despectivo. También se adjunta
este a bases que designan objetos para derivar nombres de los golpes que se dan con
estos, evolución secundaria del sentido aumentativo, como observó Rainer (1993: 425,
2002: 117).
A pesar de que la explicación más plausible sobre el origen del -azo aspectual es la de la
evolución del significado apreciativo aumentativo, hay algunos estudiosos, como
Malkiel (1993), que prefieren separar ambos valores y postular dos sufijos homónimos.
En su opinión, las palabras para ‘golpe’ forman un sólido bloque de masculinos,
mientras que dentro del grupo de los derivados aumentativos hay tanto vocablos
masculinos como femeninos. Además, dentro de esta segunda categoría se producen
anomalías en el género gramatical, lo que no sucede con los sustantivos que designan
‘golpe’. Es decir, puede suceder que de una base masculina se forme un derivado
femenino, como en hilaza (de hilo)4. En consecuencia, y a diferencia de lo mostrado en
DICTER, este término textil debería marcarse como un derivado lexicalizado por tener
un valor colectivo (‘el conjunto de lo que se hiló’), ya precisado por Malkiel (1993), y
que registran tanto el Diccionario de Autoridades como el repertorio de Terreros (1786-
1793: s. v. hilaza): “Lo mismo que el hilado”.
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Por otro lado, cabe señalar en este apartado una formación generada con otro
sufijo, -ijo, formador de nombres de instrumentos y de otros objetos: cambija, cuya base
de derivación sería el céltico *cambos ‘curvo’ (DECH: s. v. cambija), término que
designa el ‘semicírculo’ (en la construcción) y ‘otras figuras circulares’ (en arquitectura
y carpintería). Pharies (2002) clasifica este afijo -ijo como deverbativo, por lo que a
priori lo excluye de la apreciación, pese a manifestar que estos nombres de
instrumentos, lugares y objetos a que da lugar poseen a veces matices diminutivos.
Aunque la base derivativa de esta formación no parece ser la verbal, en nuestra opinión
este tecnicismo debe excluirse de la derivación apreciativa, al aportar valores ajenos a
los afectivos.
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Con significados militares hallamos dos voces, banqueta y refosete. Aunque el primer
término dispone de su correspondiente homólogo en catalán, su primera documentación
(“banqueta. a. 1458 (arx. parr. de Sta. Col. de Q.), según el Diccionari català-valencià-
balear) es posterior a la estipulada por el DECH (s. v. banco) para el castellano:
‘asiento’ (fin s. XIV, López de Ayala), ‘andén a lo largo de varias construcciones’
(1687), por lo que se trataría de un derivado interno del castellano. La voz banqueta
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En el ámbito técnico de la sastrería, con este afijo se deriva camiseta ‘camisa corta y
con mangas anchas’, voz con equivalente catalán, pero que Corominas y Pascual
consideran derivado propio en español. Lazaro Mora (apud Pharies 2002: 241), respecto
al valor semántico, asegura que en la transición del catalán al español el sufijo ha
perdido su “capacidad de producir diminutivos propiamente dichos, y que por
consiguiente la mayoría de los vocablos [tienen] sentidos lexicalizados”.
La presencia de los tecnicismos con -ete / -eta es más vasta en otras áreas representadas
en el DICTER, como el ámbito de la navegación, donde se localizan estas ocho
formaciones lexicalizadas: ampolleta ‘reloj de arena’, anclote ‘ancla pequeña’,
barraganete ‘última pieza alta de la cuaderna’, cajeta ‘cuerdas con que ligan las velas’,
candeleta ‘cabo, aparejo’, castillete ‘pequeño compartimento que se hace en los navíos
para abrigo de la gente’, morterete ‘instrumento que sirve para sacar el agua con la
bomba’ y palanqueta ‘barreta de hierro con dos cabezas gruesas’.
Otros tres términos con este sufijo se adscriben a la ingeniería: arqueta ‘depósito para
recibir el agua y distribuirla’, barreta ‘barra o palanca pequeña de hierro que usan los
mineros, los albañiles, etc.’; y piqueta ‘instrumento con que pican la piedra en las
tahonas y molinos’. A la geografía se vincula caleta ‘trecho pequeño y angosto de mar
donde se embarcan y desembarcan’.
Además, se lematizan otras ocho voces que pueden catalogarse como generales:
guindaleta ‘cuerda de cáñamo o de cuero de un dedo de grueso’; bosquete ‘bosque
pequeño’, datado únicamente en la Hydrografía (1585) de Poza; maceta ‘martillo con
cabeza de dos bocas iguales y mango corto, que usan los canteros para golpear el cincel
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o puntero’; moleta ‘en la fábrica de cristales, aparato que sirve para alisarlos y pulirlos’;
trompeta ‘músico que toca la trompeta’; por último, hacheta ‘hacha pequeña’, isleta
‘isla pequeña’ y montañeta ‘cerro’. En estas tres últimas la transparencia semántica del
derivado suscita dudas sobre su lexicalización y, por tanto, sobre la conveniencia de su
lematización en este diccionario técnico, al igual que sucede con las voces generales
formadas con -uelo, tratadas en el apartado 2.11.
Al margen de estas tres voces con sentido meramente diminutivo, se confirma, en todo
caso, que nos hallamos ante un sufijo productivo, al generar voces de carácter
especializado que no resultan transparentes semánticamente. De hecho, algunos de estos
sufijados lexicalizados han desarrollado una rica gama de significados particulares,
como sucede con cruceta, derivado de cruz, con el sentido de ‘intersección de dos líneas
o trazos’: “Alçado el compás, se fixa un pie en B y se haze encima, a su derecho, una
rayuela y otra de C, que hazen ambas una cruzeta D (Arfe y Villafañe 1585-1587) (apud
Sánchez Martín 2009: 524). Esta voz genera una rica polisemia, consecuencia de la
metaforización; por un lado, empleada para designar estas figuras en las bóvedas de
crucería en la obra Traças de cortes (ca. 1591) de Vandelvira (“Se a de notar que toda
capilla que fuere en buelta de orno, se an de traçar sus cruçetas por la dobela”), por otro,
en las operaciones matemáticas: “Porque 2 censos, multiplicados en sí, hazen 4 censos
de censos y 3 cosas, multiplicadas en sí, hazen 9 censos, y 2 censos por 3 cosas dos
vezes, que es la multiplicación de las dos crucetas”, como muestra este ejemplo de la
aritmética de Núñez Salaciense (1567: fol. 131v). Finalmente, la extensión designativa
genera la acepción de ‘instrumento metálico con forma de cruz’ en la artillería: “La
diestra, luneta o cruzeta, que todos estos nombres tiene un hierro qu’el fundidor pone
junto a la culata de la forma para tener derecha el ánima (Plática Artillería de Collado
1592: fol 9v)”.
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Por su parte, también son numerosos los adscritos a la arquitectura: bastoncillo (‘bocel
de perfil semicircular convexo que aparece principalmente en la parte superior de las
columnas’), canalillo ‘acanaladura biselada de un triglifo’, canecillo ‘miembro voladizo
sobre el que se asienta una cornisa o alero’, gradilla ‘moldura cuadrada semejante a la
corona sin socavadura por debajo’, o murecillo ‘bocel de perfil semicircular convexo
que aparece principalmente en la basa de las columnas’.
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Finalmente, se localizan voces nuevas en la náutica: amantillo (‘cada uno de los dos
cabos que sirven para embicar y mantener horizontal una verga cruzada’), ballestilla
(‘instrumento utilizado, principalmente en la navegación, para calcular la altura’),
codillo (‘cada uno de los extremos de la quilla, desde los cuales arranca la roda y el
codaste’), patilla (‘talón que forma la quilla en su extremo de popa’) y toldilla
(‘cubierta parcial que tienen algunos buques a la altura de la borda, desde el palo
mesana al coronamiento de popa’).
Los sufijos originalmente diminutivos -ín / -ino (lat. -inus -a -um) poseen difusión
limitada en muchos sentidos, como especificaron ya Camus (1997: 87) y Bajo Pérez
(1997a: 49). Así, una primera limitación viene debida al uso restringido a la variación
geográfica (Asturias, León, Palencia, Extremadura), de cuyo empleo resultan derivados
siempre transparentes.
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macroestructura del DICTER. Por tanto, debería subsanarse y marcarse entre los
derivados lexicalizados.
Las restantes voces cuentan, por el contrario, con una única datación en los textos
constitutivos del corpus de este diccionario, así sucede con el balancín (‘madero que se
atraviesa paralelamente al eje de las ruedas delanteras de un carruaje’) empleado en
artillería, bermejín ‘arena menuda de color rojo del fondo del mar’ (en la Hidrografía de
Poza), o la voz del mar escotín ‘escota de una vela de cruz, excepto la de las mayores’;
con dos concordancias en un mismo texto se localiza saetín ‘canal angosto por donde se
precipita el agua desde la presa a la rueda hidráulica, para hacerla andar’, adscrita a la
mecánica.
Junto a ellos, con -ino se registran otros dos derivados no transparentes, por un lado,
una voz de sastrería con su forma femenina -ina: salvajina (‘pieles adobadas de
animales salvajes’); por otro, el término arquitectónico bastoncino (también con la
variante bastonciño) ‘bocel de perfil semicircular convexo que aparece principalmente
en la parte superior de las columnas’, pero del que se precisa que es italianismo en el
paréntesis etimológico. En este caso, además de resultar contradictorio, existen datos
que generan dudas sobre dicha procedencia foránea, puesto que en las ediciones del
Vocabolario della Crusca solo se registra, desde 1623 (2.ª edición), el italiano
bastoncino como “Guarnimento stretto di nastro, o di striscia simile, che rivolto dalle
parti per di dentro, si cuce su i vestimenti”, sentido ajeno al arquitectónico y con
cronología posterior a la voz técnica castellana.
Finalmente, la variante palatal -iño, empleada hoy en el español hablado en Galicia, por
influencia del gallego (NGLE 2009: §9.1l), aparece en dos derivados no transparentes:
el primero, el tecnicismo carriño ‘avantrén’, que el DECH documentaba “en un texto
citado de Almirante por el DHist., donde la grafía contigua avantrem denota origen
portugués”, pero que en los textos de artillería del DICTER convive con las variantes
carrín y carrino; por otro lado, la voz pañino ‘cualidad de un terreno’ (de paño
‘extensión de terreno’).
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Por lo que respecta a poleola ‘polea de pequeño tamaño’, nos hallamos ante un derivado
de polea, vocablo que al DECH –dejando a salvo los pormenores– le parece que
procede del griego (de la familia de gr. πóλος ‘eje’), seguramente en calidad de término
náutico o de la ingeniería. Este término de la ingeniería aparece únicamente
documentado en la obra del aragonés Juanelo Turriano (ca. 1605): poleola o carrucha,
de la que precisa su equivalencia sinonímica con la forma antigua y dialectal carrucha
‘polea’, porque sirve para acarrear el agua desde el fondo del pozo y para llevar otros
pesos –tal y como precisa semánticamente el DECH (s. v. garrucha)– (véase, más
adelante, el apartado 2.10).
Pese a que suele calificarse de sufijo aumentativo, está claro que sus valores semánticos
son más complejos. Por ejemplo, ocasionalmente este afijo -ón puede conferir una
connotación despectiva e, incluso, diminutiva. Así, el matiz peyorativo es claro en
calzón, al designar una ‘calza mucho más sencilla que la ordinaria y usada por pastores
o labradores’. También puede conllevar un sentido despectivo el término cabezón, si
bien la acepción con la que se registra está alejada de ese valor: ‘tira o lista que se pone
en la extremidad de una prenda de vestir, rodeando el cuello’. Por otro lado, burullón y
listón reflejan claramente un sentido aumentativo; de hecho, el burullón es un bulto de
lana más grande que el borujo, burullo, gorullo, gurullo, etc., mientras que el listón es
un pedazo de tela más ancho que la lista. En todos estos casos, donde se aprecia el
origen apreciativo, se confirma también el cambio semántico, no simple valor
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aumentativo o expresivo, como reflejó Fernández Ramírez (1986: 77) para los casos de
barrón y faldón, entre otros. Ahora bien, es típica de la morfología apreciativa esta
propiedad, “a saber, la de admitir diversas interpretaciones que se superponen, pueden
convivir o pueden destacarse unas sobre otras” (Fábregas 2017: 141).
Además, existen otros derivados con este sufijo adscritos principalmente al ámbito
militar, según ejemplifican ballestón ‘máquina para arrojar piedras de mucho peso’,
cestón, escalón ‘peldaño construido al pie de un parapeto en su parte interior’, orejón,
tenazón ‘especie de tenaza grande que sirve para romper barras de hierro, rejas, cadenas,
etc.’, torreón17 ‘edificio fuerte que sirve para defenderse o defender una ciudad o plaza’,
trincherón “la trinchera grande, o fuerte” (Autoridades) y espolón, que en la tratadística
militar designa bien ‘el refuerzo que se coloca en el interior del terraplén para fortalecer
la muralla’ bien ‘cualquier lado de una fortaleza que conste de una cortina y de dos
baluartes’ (Sánchez Orense 2012: 469).
Frente a una opinión generalizada sobre el origen francés de este sufijo, Pharies (2002)
confirma la procedencia catalana de -ote, elemento morfológico aumentativo-despectivo
de sustantivos y adjetivos denominales. Registramos dos palabras con este sufijo en
DICTER, capote y picote, que no se encuentran en el listado de apreciativos
lexicalizados.
Por lo que respecta al primero, a Pharies le sirve para ejemplificar la entrada temprana
en nuestra lengua de varios catalanismos, lo que motivó la creación de este afijo en
español. En cambio, Corominas y Pascual (1980-1991: s. v. capa) consideran, aunque
con reservas, que se trata de un derivado interno del castellano:
cat. capot (falta en la Edad Media), fr. (chappot, 1541; capot, 1576 [...]), it.
capotto (Cecchi); aunque los datos cronológicos más antiguos son castellanos, no
es seguro que esto refleje la situación real tratándose de vestimenta. Sin embargo,
es cierto que -ote tuvo ya considerable vitalidad en castellano antiguo.
De acuerdo con Bernis (1962: 82), “en los textos de los siglos XV y XVI suele aparecer
como traje de pastores, galeotes y gentes humildes”, matiz significativo que posee
también el catalán capot: “Peça d’abric més estreta que la capa i amb mànigues i
caputxa. Capot de pastor o de muntanya. Capot de pagès” (DIEC2: s. v. capot1). Con
este sentido un tanto peyorativo aún se sigue empleando en el español del siglo XVII,
según confirma el corpus del DICTER: “De noche no consentirá que nadie duerma en su
rancho, sino enzima de cuvierta con sus capotes, para estar más a mano si se ofreze de
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F. J. Sánchez Martín; M. Sánchez Orense. La sufijación apreciativa en DICTER
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acudir a las velas y aparejo” (Diálogo fábrica de navíos, 1627, fol. 36v.). No obstante,
esta prenda de vestir era usada también por nobles y reyes, según atestiguan las
concordancias del CDH: “Bino el Rey don Jhoan, armado de su arnés e vestido de vn
capote verde, e la vela de la çimera e las cuviertas del cauallo” (a1454 [s. XVI] Carrillo
de Huete, Crónica del halconero de Juan II).
Sobre picote ‘tela áspera y basta’ es, según el DECH, un probable derivado de picar, al
designar un tejido tan áspero que pica al tocarlo. En principio, -ote, como sufijo
apreciativo, típicamente no puede cambiar la categoría gramatical de la base a la que se
adjunta. Además, según Pharies (2002: s. v. -ote), este elemento morfológico solo se
une a adjetivos y a sustantivos, por lo que son extrañas las formaciones deverbales. No
obstante, en la morfología apreciativa se produce alguna excepción que sí permite
cambio de categoría en la base, precisamente una de ellas se refiere al morfema -et-, lo
que pone de manifiesto esta voz. En este sentido, también Fábregas (2017) incluye otras
excepciones donde se ve implicado dicho morfema. Estamos, pues, ante una cuestión
compleja y no es descartable que picote tenga un origen foráneo, quizás un préstamo del
catalán: “picot. m. Sargil, tela grossera de pèl de cabra; cast. picote (Martí G. Dicc.)”
(DCVB). En el corpus del DICTER se registra en el Reportorio universal (1553) de
Celso, obra que testimonia los usos medievales, lo cual se halla en sintonía con las
tempranas documentaciones recopiladas por el CDH: “XXIV. picotes fazen.I.troxiello.
(1300 [finales del s. XIII] Fuero de Alarcón)”.
El sufijo hispanorromance -ucho, que aparece en unos 160 derivados españoles según
los datos ofrecidos por Pharies (2002: s. v. -ucho), procede de la terminación latina -us,
-culus, donde -culus es una variante del sufijo átono diminutivo -ulus y -us- representa
el final de la base. Recogemos cachucho, derivado de “cacha, ‘cada una de las dos
piezas que forman el mango de las navajas’, de una forma vulgar *cappŭla en lugar del
lat. capŭla, plural de capŭlum ‘empuñadura de la espada’” (DECH), que se define en el
DICTER como “envoltorio de papel o de lienzo, cerrado por los extremos, con la carga
de pólvora adecuada a cada pieza de artillería”. Esta voz aparece empleada en la
Theórica y práctica (Mendoça, 1596): “Los artilleros, entendiendo que se les da interés
particular por cada ruziada que dispararen, hazen cachuchos o sacos para cargar más
fácilmente”. Y por metonimia designa su medida: “Cachucho. Es una medida, que
hazen los fundidores, de la pólvora que se a de echar en la cámara de la pieça para
juzgar conforme a ella el ancho que se le a de dar” (Álaba, Perfeto capitán, 1590, fol.
153r). La metonimia, como hemos visto en este y otros casos, deviene en el mecanismo
que más frecuentemente origina cambios semánticos reinterpretativos en los patrones
lexicogenésicos (Rainer 2002: 112), lo cual percibe Campos Souto (2015: 38) en el caso
de los desarrollos peyorativos o meliorativos de los sufijos apreciativos.
Sin significado apreciativo se registra en los textos técnicos del DICTER carrucho,
concretamente en la obra del aragonés Juanelo Turriano: “El otro modo es muy
differente d’éste, […] el qual se señalará en figura, aunque este exe tiene los dos
carruchos para levantar” (Veinte y un libros, ca. 1605). La variante morfológica
carrucha (‘polea, porque sirve para acarrear el agua desde el fondo del pozo y para
llevar otros pesos”) se incluye en el DECH como voz antigua y dialectal de la variante
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El sufijo -uelo, dentro del sistema de los diminutivos, encierra un mayor matiz
peyorativo, valor predominante que –en opinión de Penny (1993: 267)– adquiere a
partir del Siglo de Oro. Junto a -illo y -ejo, el sufijo -uelo, procedente de -olus, se
emplea con cierta frecuencia ya en la Edad Media; así, Clavería (2004: 488) cita
tempranos ejemplos de su uso. Este sufijo apreciativo tiende a la lexicalización, que
suele venir acompañada de importantes cambios de significado (Lang 1990 [2002]:
146).
El sufijo -uelo con valor diminutivo o despectivo combinado con -acho toma, entre
otras, las forma -achuelo, como anota el DLE y sucede en los casos de riachuelo ‘río
pequeño y de poco caudal’ (DLE) y navichuelo ‘nave pequeña’ (DICTER). En el caso
del DICTER se lematizan, además de estas dos previas, los siguientes términos donde,
de forma mayoritaria, -uelo / -uela se añade directamente a la base de derivación:
castañuela, cazuela, cigüeñuela, cornezuelo, hachuela, harneruelo, herreruelo,
herrezuelo, manezuela, manuela, mazuelo, montañuela, porquezuela, sayuelo y
tachuela.
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Se adscriben al uso general cazuela (‘vasija, por lo común redonda y de barro, más
ancha que honda, que sirve para guisar y otros usos’), hachuela (‘hacha pequeña’),
herrezuelo (‘pieza pequeña de hierro’), manezuela (‘saetilla o mostrador que da vueltas
alrededor del reloj señalando las horas’), mazuelo (‘mazo pequeño’), montañuela
(‘elevación de tierra aislada y de menor altura que el monte o montaña’) y tachuela
(‘clavo corto y de cabeza grande’).
Además, fuera de la macroestructura del DICTER hallamos en los textos de geometría
aplicada que conforman su corpus el sustantivo rayuela:
(1) Ansimesmo, cada una de las dos BC y CD se parta en quatro partes iguales,
y, emparciando una regla por el centro y por cada uno de los dichos puntos,
se señalen unas rayuelas que no salgan de las tres líneas parallelas” (Girava,
Geometría, 1553, apud Sánchez Martín 2009).
(2) Puesto el un pie del compás fixo en A, se abre el otro lo que quieren que
tenga cada lado del quadrado, y señálanse en aquel abierto en las dos líneas
los puntos C B y, alçado el compás, se fixa un pie en B y se haze encima, a
su derecho, una rayuela y otra de C, que hazen ambas una cruzeta D” (Arfe
y Villafañe 1585-1587, apud Sánchez Martín 2009).
A partir de estos ejemplos rayuela parece designar ‘una raya pequeña’, por lo que es
muy razonable obtener su significado o matiz expresivo en la combinación de este
sufijo a la base.
Por otra parte, constatamos que algunas de estas voces definidas en DICTER sí
visualizan la transparencia semántica del derivado apreciativo, como sucede
particularmente en voces que no pueden ser catalogadas sino como generales (véanse
hachuela, herrezuelo y mazuelo, previamente citados). No obstante, la lematización de
estas también figura en el Diccionario académico, pese a que el morfema apreciativo no
aporte un valor léxico, pero en unos casos su acogida puede explicarse ya para indicar la
modificación en el cuerpo fónico resultante del proceso derivativo ya por poseer estas
voces transparentes algún matiz especial descrito explícitamente.
3. Conclusiones
Este trabajo ha puesto de manifiesto que para el estudio, desde una perspectiva
diacrónica, de la riqueza morfológica del vocabulario científico del siglo XVI y
comienzos del siglo XVII se cuenta con una herramienta lexicográfica de evidente
utilidad, el Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER).
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Gracias a las posibilidades de búsqueda avanzada que brinda este repertorio en línea se
obtienen 140 términos cuya creación responde al fenómeno de la lexicalización de
varios afijos apreciativos. Ahora bien, el examen exhaustivo efectuado de la
macroestructura del DICTER ha revelado que este repertorio incluye otros términos
adicionales que exhiben este proceso de lexicalización, de acuerdo con lo detallado en el
apartado segundo, y que como tal deberían aparecer así marcados.
Por un lado, pese a que, en la mayoría de las ocasiones, la creación de estas acepciones
neológicas de carácter técnico es posible merced al proceso de la lexicalización de los
sufijos evaluativos implicados, en otros casos, nuestro análisis ha mostrado que no es
tan evidente este proceso endógeno, y es más plausible recurrir para su explicación al
préstamo lingüístico. Esto sucede, entre otros, con guepejo (de hecho, la especificación
en DICTER de su origen incierto genera dudas sobre su posible filiación a los
mecanismos de derivación), chózola, falso diminutivo resultado de una reinterpretación,
puesto que esta voz procede del italiano chiòcciola; así como con capote y picote, en las
que no es descartable su ascendencia catalana.
Por otro lado, se debe reflexionar sobre la existencia de una gradación dentro de la
lexicalización, que va desde los derivados menos transparentes –la mayoría de los
analizados, como ejemplifican los términos cachucho ‘medida en artillería’, cajeta
‘cuerdas con que ligan las velas’, candeleta ‘cabo, aparejo’, o carrucho ‘polea’–, que
deben figurar en la macroestructura de los diccionarios, como consecuencia de las
nociones semánticas de carácter léxico que aportan dichos morfemas apreciativos, hasta
los más transparentes (el caso de hacheta ‘hacha pequeña’, isleta ‘isla pequeña’ o
martillejo ‘martillo pequeño’), por cuyo sentido puramente diminutivo no deberían
contabilizarse entre los marcados como resultantes de un proceso de lexicalización. Por
consiguiente, sería conveniente la revisión de estas u otras voces, así como la corrección
de su lematización si los sufijos implicados aportaran únicamente un mero valor
apreciativo.
Ahora bien, algunas voces formadas por sufijos de significado transparente, sin
embargo, desarrollan matices especiales que deben ser descritos, de ahí que sea
aconsejable su presencia en una obra lexicográfica como DICTER, según reflejan riato
o cañamazo, por ejemplo.
De forma paralela, es manifiesta –una vez más– la importancia que para la creación
terminológica poseen los procesos de formación de palabras, patente igualmente en el
caso de la neología semántica; así lo atestiguan numerosas formaciones examinadas que
se basan en la analogía suscitada por la base léxica sobre la que se deriva el nuevo
término. Estas asociaciones diversas, ocasionalmente resultan más evidente en algunos
sufijados, por ejemplo, boquilla, cabrilla o almendrilla; pero más opacas en otras
formaciones, como constata nuestra hipótesis sobre el término cajeta.
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Referencias bibliográficas
Fuentes documentales
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Notas
*
Esta investigación se enmarca en los proyectos de investigación Corpus para el estudio de la lengua
española científica y matemática del siglo XVII (19296/PI/14) y El Diccionario de la Ciencia y de la
Técnica del Renacimiento (DICTER): implantación definitiva en la Red (FFI 2013-41386-P).
1
En un reciente trabajo, precisamente, Stehlík (2017) examina las principales particularidades de la
sufijación apreciativa.
2
Atendemos, asimismo, las relaciones entabladas entre lengua de la ciencia, diccionario y morfología,
por ser esta última disciplina la gran ausente de los puentes tendidos entre gramática y diccionario, como
apreció Pena (1994).
3
El CORDE arroja documentación previa, en 1494, Carta de Colón a los Reyes [Textos y documentos
completos de Cristóbal Colón]: “Y no ansí en algunos lagunares perpetuos y arroyos, que se hallan más.
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Ansí llevé mi camino adelante fasta que avía andado cuatro leguas, y fallé un riato adonde hallé oro y
cojí; y dende andove una legua hasta otro riato mayor dos o tres vezes qu'éste”.
4
Término que se registra en el CORDE en premáticas del Siglo de Oro, además de en textos medievales
sobre oficios.
5
“Si se halla destilado, fácilmente se limpia echándolo en sal y vinagre, y metiéndolo en un cañamazo o
fieltro y exprimiéndolo con fuerça; y, apresándolo, sale el azogue y queda la suziedad y terrestridad en el
lienço o fieltro” (Pérez Vargas, De re metallica, 1568: 104r). Asimismo, y de forma preferente, se
documenta en el corpus del DICTER en tratados militares como el de Álaba y Viamont (1590), Collado
(1592) y Ufano (1613) (apud Mancho Duque 2010-2017).
6
De estos dos valores, para Lázaro Mora (1999: 4648) el esencial es el diminutivo. En cambio, Bajo
Pérez comenta solo el sentido despectivo aportado por -ejo, aunque a veces señala “cierto afecto teñido de
humor” (Bajo Pérez 1997a: 60).
7
El término se atestigua a finales de la Edad Media (vid. CORDE), pero su documentación en el
Reportorio universal leyes Castilla (1553) de Celso –al recopilar esta obra usos medievales– puede ser
indicio de una presencia previa en nuestra lengua.
8
Donde se define con este sentido (“Mar. Trenza hecha de filásticas o meollar”), pero además como
término anticuado en la milicia, ‘nombre de la caja en que se guardan los marrones’, que era “la pieza de
metal en que están escritas las horas, en que se hacen las rondas. Fr. Marron”, según leemos en Terreros
(1786-1793).
9
Igualmente en otras fuentes lexicográficas del inglés: “1620s, caskette “small rope or plaited coil used to
secure a furled sail,” of uncertain origin, perhaps from French garcette “little girl, maidservant,”
diminutive of Old French garce (13c.)” (Harper 2001-2018: s. v. gasket).
10
“Pelo de la sien, que cae a la mejilla y allí se corta o se forma en trenzas” (DLE: s. v. garceta).
11
Tenemos dudas sobre la etimología propuesta por DICTER, que vincula la base al francés antiguo jalne
‘amarillo’. Por otro lado, el DECH (s. v. falda) registra faldeta (salm. jaldeta; también como término de
armería, Acad. S. XX, comp. Leguina, s. v. halda). Se trataría más bien de una forma dialectal, como
recoge García Salinero (apud Fichero General de la Lengua Española): “Jaldeta. Parte del faldón de una
cubierta compendida entre dos cabrios sucesivos. 1.ª doc. DLAr. (partes de una armadura: almizate y
faldón, ‘faldeta’)”.
12
Posee otros significados generados por su forma (‘varilla o lámina movible’ o ‘extremo de hierro o de
otra materia que tienen algunos instrumentos’) con vínculos a distintas áreas de especialidad.
13
Del cómputo se detrae nadilla (‘pieza metálica encajada en el extremo del palahierro sobre la que se
asienta y gira la muela volandera del molino harinero’) puesto que el paréntesis etimológico del DICTER
indica que se trata de un préstamo del catalán nadilla ‘pieza de hierro’.
14
“Se dijo palmilla, casi palomilla, por tirar al color de la paloma, sin embargo de que hay palmillas
verdes; o pudo ser que al principio se le pusiese en la orilla tejida una palma por señal” (Covarrubias
1611: s. v. palmilla).
15
La NGLE (2009: §9.7q) aprecia en el español del área rioplatense el empleo de sufijos de origen
italiano, como -ola (festichola, gratarola).
16
En cambio, el DECH apuntan otra posibilidad: la forma sin artículo al- ha podido llegar al castellano
por conducto de otro romance.
17
En este caso, el DECH (s. v. torre) sugiere además la posibilidad de que se trate de una variante
fonética leonesa de torrejón.
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18
En sastrería se emplea herreruelo, con el sentido “especie de capa sin capilla, y con cuello largo”
(Terreros 1786-1793), y que es voz del ár. vg. feriyûl ‘especie de capa o blusa’ (DECH: s. v.).
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R. F. Zacarías-Ponce de León. Gramaticalización y polisemia del sufijo colectivo -iza.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 147-160
Resumen
El sufijo -iza, de acuerdo con la definición del DLE (s. v.), es un sufijo adjetivador que
designa propensión hacia ciertas cualidades (enfermizo, rojizo). En sus usos actuales, el
sufijo presenta valores aspectuales con función de cuantificador cuando se adjunta a
entidades animadas (chaviza), inanimadas (papeliza), acciones iterativas (golpiza) e
intensas (gritoniza). En esta investigación, analizaremos la gramaticalización del sufijo,
que se origina en valores léxicos como ‘propiedad’ y ‘cualidad’, pasando por la
designación de oficios y lugares, hasta los usos cuantificadores actuales. Realizamos
búsquedas de concordancias para este sufijo en distintas fuentes (CORDE, CREA,
CORPES XXI, NGram Viewer), así como en obras lexicográficas (DECH, Pharies
2002, etc.) con el objeto de documentar la fecha de aparición de los diversos valores
semánticos de este afijo. En este trabajo se analizan las causas de este cambio y se
concluye que el sufijo ha experimentado una gramaticalización que le permite
actualmente desempeñarse en un área más central de la gramática, la categoría
aspectual de cuantificación.
Abstract
Suffix -iza, according to the definition of the DLE (s. v.), forms adjectives that
designates a propensity towards certain qualities (enfermizo ‘sickly’, rojizo ‘reddish’).
In its current uses, the suffix presents aspectual values of quantification with animated
entities (chaviza ‘group of kids’), inanimate (papeliza ‘amount of paper’), iterative
actions (golpiza ‘beating’) and intense action (gritoniza ‘outrageous scream’). In this
paper, we will analyze the grammaticalization of the suffix, which originates in lexical
values such as property and quality, going through the designation of jobs and places,
up to the current quantifying uses. We conduct concordance searches for this suffix in
different sources (CORDE, CREA, CORPES XXI, NGram Viewer), as well as in
lexicographic works (DECH, Pharies 2002, etc.) to document the date of appearance of
the various semantic values of this affix. In this paper we study the causes of this
change and conclude that the suffix has suffered from a grammaticalization process that
allows it to currently perform in a more central area of grammar, the aspectual category
of quantification.
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R. F. Zacarías-Ponce de León. Gramaticalización y polisemia del sufijo colectivo -iza.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 147-160
1. Introducción
En este artículo se analiza la evolución del sufijo -iza en la historia del español.
Partiremos de un estudio anterior (Zacarías, 2015), en el cual se propone una
categorización de sus significados y de su distribución en el español actual. Una vez
identificados los distintos valores que puede presentar el sufijo, se llevarán a cabo
búsquedas en diversas fuentes históricas para encontrar palabras derivadas con este
sufijo en cualquier época del español. Estos derivados se ordenarán de acuerdo con las
fechas de sus primeras ocurrencias en corpus, para lograr establecer el desarrollo
aproximado de las etapas evolutivas del sufijo. Nuestro objetivo es entender cómo se
desarrolló la polisemia del sufijo -iza, qué etapas fueron más relevantes en este
desarrollo y, finalmente, las causas de su gramaticalización, que lo han llevado de ser un
sufijo con valores más léxicos, como la designación de cualidades, hacia valores más
gramaticales, como el aspecto cuantitativo.
1.1. Antecedentes
La definición del sufijo -izo (a) en el DLE incluye valores adjetivos, para los cuales
indica moción de género (rojizo, rojiza); para sustantivos solo presenta definición para
valores locativos (caballeriza, cobertizo). Por otro lado, define palabras con este sufijo
como cachetiza, cueriza, corretiza y chaviza, etc. Para estos casos, utiliza en la
definición conceptos como ‘golpes en serie’, ‘intensidad’ y ‘conjunto’. En este
diccionario, varias de las palabras relacionadas con golpe tienen marca diatópica como
americanismos (cueriza, paliza); algunas, además, son consideradas mexicanismos
(tranquiza, cachetiza, patiza). En la investigación mencionada líneas arriba, se estudió
un corpus de neologismos correspondientes al español de México y se observó que el
sufijo presenta diversos valores semánticos. En el Anexo 1, se incluye una muestra de
estas palabras. De acuerdo con esta investigación, a partir del valor colectivo se
desarrollan los valores de abundancia (chaviza, tamaliza); actividad repetitiva (goliza) y
actividad intensa (regañiza). Si bien, la idea central de colectividad se mantiene,
podemos observar que el sufijo se utiliza también con valores cuantitativos como el de
abundancia (taquiza) y el de intensidad (gritoniza). Puede notarse, asimismo, que el
sufijo amplía el rango de sustantivos a los que se puede adjuntar. Es importante notar
que los valores novedosos mencionados líneas arriba aparecen siempre en la forma
femenina del sufijo, motivo por el cual, en el desarrollo de esta investigación nos
referiremos a dicho sufijo como -iza.
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R. F. Zacarías-Ponce de León. Gramaticalización y polisemia del sufijo colectivo -iza.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 147-160
particular items become more grammatical through time”. Podemos complementar esta
idea con la clásica definición de Kuryłowicz (1965: 69):
Estas definiciones son relevantes para nuestro análisis porque consideran que un
formante gramatical puede volverse aún más gramatical2, como en el caso de los afijos
derivativos que pueden deslizarse hacia valores flexivos. De esta opinión es Wischer
(2011: 356), quien afirma que la gramaticalización es un proceso por el cual, elementos
léxicos cambian a palabras gramaticales, o bien, elementos ya gramaticales se vuelven
aún más gramaticales. La gramaticalización, señala Elvira (2015: 94), se caracteriza por
una direccionalidad, de lo más concreto a lo más abstracto, de lo autónomo a lo
dependiente, de lo definido a lo borroso e impreciso. En este sentido, Buenafuentes
(2007: 8) señala que la gramaticalización evidencia la porosidad de la frontera entre
derivación y composición.
[…] los significados no son estables ni indisolubles de las formas […] cualquier
proceso de cambio supone una dinámica de pérdida y ganancia semántica, en la
cual las formas entran a nuevos contextos recargándose de nuevos significados y
haciéndose cada vez más polisémicas, a la vez que significados viejos pueden
debilitarse e incluso llegar a desaparecer.
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Para entender la gramaticalización de los afijos, Wischer (2011: 358) establece una
distinción entre afijos flexivos y derivativos. Los afijos flexivos solo cambian la forma
gramatical de un lexema y, por lo tanto, causan que el significado de una palabra
flexionada pueda ser analizado composicionalmente. Por su parte, los derivativos crean
nuevas palabras y pueden ser considerados morfemas léxicos ligados que presentan
restricciones de adjunción y tienen un significado idiosincrásico. Una vez establecida
esta distinción, la autora señala la posibilidad de que los afijos derivacionales puedan
moverse del dominio léxico hacia áreas centrales de la gramática, cuando su significado
se vuelve más abstracto, expresando de esta manera funciones más gramaticales como
el aspecto (Wischer 2011: 364), proceso del cual es un buen ejemplo la evolución del
sufijo -iza que será discutida en esta investigación. De acuerdo con lo señalado
anteriormente, podemos afirmar que la gramaticalización de un sufijo derivativo supone
un aumento en el nivel de obligatoriedad, una reducción fonética y un significado más
abstracto.
3. Metodología
En primer lugar, recopilamos palabras formadas con -iza en diversas fuentes (Menéndez
Pidal 1966, Corominas 1992, Rainer 1993, Company y Melis 2002, Pharies, 2002;
Zacarías 2015), para crear una lista de derivados que sirvieran de base para las
búsquedas en corpus. El objetivo era contar con derivados de cualquier época del
español y de cualquier lugar, para poder conocer la historia y evolución de este sufijo.
En total, se obtuvieron 88 palabras. Se procedió a realizar las búsquedas en diversos
corpus, tanto diacrónicos como sincrónicos (se discute el proceso de búsqueda con
mayor detalle en la sección 4.2) para cada una de las palabras de la lista. En cada caso,
se anotó la fecha aproximada de la documentación más antigua en los corpus.
Posteriormente, analizamos detalladamente los contextos obtenidos para identificar los
diversos valores del sufijo en las palabras derivadas. Para una mejor interpretación de
los datos, elaboramos un cuadro donde se muestran todas las palabras de acuerdo con el
siglo en el que aparecieron, y ordenadas según su significado. Finalmente, a partir del
cuadro, se llevó a cabo el análisis de los valores semánticos de -iza.
4. Análisis
En la sección 4.1 del artículo, se presentan los orígenes y la etimología del sufijo. Se
discuten algunos derivados en particular y el origen de sus valores semánticos. En la
sección 4.2 se explica detalladamente el proceso de búsqueda de las palabras en los
corpus y se presenta el cuadro con todos los derivados. En 4.3 se presenta el análisis
semántico y distributivo de las palabras del cuadro. En el punto 4.4 se discute con
detalle el caso de paliza y su probable impacto en el desarrollo del sufijo -iza.
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En el diccionario etimológico de Pharies (2002) no existe una entrada para el sufijo -iza,
sin embargo, recurrimos a la entrada de -izo. Es un sufijo adjetivo proveniente de -îcius
que se aplica fundamentalmente a sustantivos de materia para indicar la cualidad ‘hecho
de’ y a sustantivos de personas para indicar ‘propio o perteneciente’. Según Leumann
(1977, citado por Pharies: 375), la extensión a bases participiales se dio a partir de
emptīcius, derivado de emptum ‘comprado’, participio de emō, emere ‘comprar’. En
opinión de Pharies, es innovación romance el uso de -izo para designar encargados de
animales como yeguarizo (s. XV), porquerizo (s. XV), cabrerizo (s. XV), en estos
casos, alternando con formas sin el sufijo (yegüero, porquero y cabrero); y también,
asnerizo (s. XV) y caballerizo (s. XV), formas en las que, según Pharies, debe
considerarse la existencia de un interfijo. A la par de estos, los derivados femeninos
designan lugar como porqueriza (s. XVI), cabreriza (s. XV) y caballeriza (s. XV).
Por su parte, Rainer (1993: 231), en su discusión sobre el sufijo -iza, lo clasifica como
sustantivo de golpe, junto con otros como -ada, -azo, -ón, etc. Apunta que -iza, a
diferencia de los otros afijos de este grupo, además del significado de golpe tiene el de
colectivo o cuantificación. Más adelante, analiza el valor colectivo de varios derivados
con este sufijo, como cañamiza, hortaliza, ramiza, etc., e incluye a paliza, como
conjunto de golpes (Rainer 1993: 590). Este significado según el autor se ha propagado
en construcciones análogas en América, por ejemplo: golpiza, pambiza, tranquiza,
zoquetiza, etc.
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A partir de estas fuentes, ha sido posible contar con suficientes datos como para
establecer el desarrollo aproximado de las distintas etapas evolutivas del sufijo. En el
siguiente cuadro, se presentan 88 palabras derivadas obtenidas de las fuentes señaladas
arriba. Las palabras se agrupan, en el eje horizontal, según el siglo en el que
aparecieron. En el eje vertical, se clasifican según los valores semánticos de dichas
palabras.
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que analizamos. En una primera inspección de los datos, resalta el hecho de que a lo
largo de toda la historia del español han existido palabras formadas con este afijo.
Llama la atención también que los derivados se han desplazado hacia otros significados,
sobre todo a partir del siglo XIX. Analizando con más detalle, notamos que los
derivados en la parte superior corresponden a los valores etimológicos señalados por
Pharies (2002). Con adjetivos, indica ‘cualidad’ y ‘propiedad’. En estos casos, el sufijo
tiene moción de género. Para estos valores adjetivales, la última documentación es del
siglo XIX. Observamos que a partir del siglo XIV el sufijo se adjunta a sustantivos. El
cambio de género provoca un cambio de significado, ‘oficio’ para masculino, ‘lugar’
para femenino. Hay varios ejemplos de este cambio en el siglo XV.
A partir del siglo XVIII, pero especialmente en el XIX, comienzan a aparecer derivados
con otros valores semánticos, sobre todo de cuantificación. Este valor aparece tanto en
los colectivos de cosas y personas (ramiza, chaviza), como en la designación de
actividades, tal es el caso de golpes (patiza) y otras actividades repetitivas o intensas
(conciertiza, gritoniza). La productividad de -iza con este tipo de bases aumenta a partir
del siglo XX. Conviene decir, además, que la gran mayoría de estos nuevos derivados
aparecen en países americanos, de acuerdo con los datos del corpus. Asimismo, es
interesante notar que los derivados que indican la acción de consumir un alimento en
particular son mexicanismos. Al parecer, la vitalidad de este sufijo en la actualidad está
especialmente localizada en América. En el anexo 1, pueden consultarse varias de estas
palabras con sus contextos de aparición.
Por un lado, lo considera un préstamo del francés palissade, que daría en español
palizada, palabra con la cual alterna paliza (en el cuadro 1, corresponde a paliza1). En
una búsqueda en el Dictionnaire culturel en langue française (2005), encontramos que,
en la entrada de palis, palabra atestiguada desde 1115 como paliz, sus significados son
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Podemos suponer que los hablantes realizaron una segmentación creativa de la palabra
paliza, tal vez por analogía con otras palabras que tenían una estructura similar, proceso
no desconocido en español (Camus, 2016: 22). Debido a esta reinterpretación, -iza
amplió su significado, a partir de valores locativos muy específicos como caballeriza y
porqueriza, a valores locativos donde se puede interpretar un valor colectivo como
paliza en los siguientes casos, tomados del CORDE:
(1) […] enuio un puerco saluaie muy grant a tierra de Calidon. Et departe ell
autor de qual era aquel puerco. & diz. Que podrie seer de cuerpo tamanno
commo un toro guisado. & los oios tan uermeios commo sangre. &
reluzientes commo fuego. Et el pescueço gordo & yerto & lleno de sedas tan
grandes como unos astiles. Et las del espinazo altas & gordas & derechas;
commo palos de paliza. Et todo lo al del cuerpo fecho a esta manera segunt
la su guisa. (c. 1275. Alfonso X. General Estoria. Segunda parte).
(2) […] y que le pregunto que de donde era, el cual le respondio que era de
tierra de Madrid y que le habia dado cuenta dello porque estaba detenido, y
que el dicho Barbarroja le habia dicho estando ansi solos, que de alli cerca
era el natural, porque era natural y nascido en el lugar de la Despernada, y
que habia nascido en una casa paliza, que tenia un portal tejado por delante,
y estaba cerca de un meson y de una laguna que esta dentro del dicho lugar.
(1575-1580. Anónimo. Relaciones topográficas de los pueblos de España).
En estos ejemplos, se nota el uso de paliza como ‘conjunto de palos’, valor propuesto
por Corominas como galicismo. Ahora bien, a partir de este valor, se amplió el
significado del sufijo hacia el valor aspectual cuantitativo, como se ve en el siguiente
ejemplo, tomado también del CORDE:
(3) Cevadón: Yo diré a vuessa merced qué remedio. Que tomemos sendos palos y
que vamos callibaxo; vuesa merced primero, yo tras d'él; y si a dicha
l'encontramos, cobraremos nuestros dineros; quando no, servirme ha de criado
estuençes.
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Como ya lo mencionamos, Wischer (2011: 364) señala que los afijos derivacionales, al
gramaticalizarse, se deslizan del dominio léxico hacia áreas centrales de la gramática,
expresando de esta manera funciones más abstractas y gramaticales, tal como el aspecto
cuantitativo en el caso que nos ocupa. Al tener valores más abstractos, los afijos
especializan su campo de acción y su productividad puede aumentar. Si continúa la
gramaticalización, el afijo se vuelve obligatorio y pasa de ser derivativo a flexivo.
Desde mi punto de vista, el sufijo -iza está en un proceso de gramaticalización que ha
originado su deslizamiento, de valores más léxicos como la designación de propiedades
y cualidades, hacia la marcación de valores aspectuales. En la siguiente figura se
representa este proceso.
+ léxico +gramatical
aspectual
propiedad, cualidad oficio locativo
colectivo cuantificación
castizo, castiza caballerizo caballeriza hortaliza gritoniza
paliza paliza regañiza
taquiza
Figura 1. Gramaticalización del sufijo -iza
En la figura anterior se representa la evolución del sufijo -iza que lo lleva de usos
denominativos léxicos a configurar conceptos más gramaticales. Cuando el sufijo
izo(a), con moción de género, se adjunta a bases nominales o adjetivas, como señala
Pharies, tiene el valor de cualidad o de propiedad. Un primer cambio en la historia del
sufijo se da en la especialización de acuerdo con el género, masculino para marcar
oficios (caballerizo), femenino para indicar lugares (porqueriza). Es a partir de este
valor locativo que se desencadena la polisemia del sufijo, especialmente en el español
de América, que le permite señalar, siempre con el género femenino, nociones
aspectuales de cuantificación como los valores colectivos en chaviza, paliza y taquiza y
la intensidad de una acción en los casos de gritoniza, regañiza y corretiza.
4. Conclusiones
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sustantivos que designan tanto entidades físicas como actividades. Con este valor,
extendió los tipos de bases sustantivas con las que puede formar palabras. Ejemplos de
esto son, por un lado, la alta productividad que tiene en América para designar tipos de
golpe, (golpiza, cueriza, patiza, tranquiza, reatiza, etc.); por otro lado, el uso que se la
da para designar actividades donde se consume un tipo específico de alimento (taquiza,
tamaliza, elotiza, pozoliza, etc.), al menos en el español de México. Consideramos que
la gramaticalización de este sufijo, y su especialización con expresión de género
femenino, abren la posibilidad de considerarlo como un sufijo diferente, basándonos
sobre todo en su comportamiento morfológico. La ausencia de moción de género del
sufijo -iza está ligada a un comportamiento semántico distinto, con funciones
gramaticales, concretamente la cuantificación de las entidades a las que se adjunta,
señalando abundancia o intensidad.
Referencias bibliográficas
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Gredos.
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Fuentes documentales
billetiza Falta conocer quién recibirá la recompensa de los 10 millones La Crónica. Opinión.
de euros que la Insurgencia Rebelde ofrecía por tu muerte. Si Carlos González
fue en un tiroteo, ¿quién habrá disparado los dos boletos que te Correa. 24 de octubre
mandaron al otro mundo? ¿A quién le tocará la billetiza? 2011
bisteciza Antes del mitin del 16 de junio, 'Juanito' se había negado en El Norte. Nacional. 3
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Notas
1
Agradezco a Chantal Melis, quien amablemente accedió a discutir conmigo los datos que se presentan
en esta investigación. Desde luego, no es responsable de las inconsistencias que este artículo pueda tener.
2
Para algunos investigadores, el segundo tipo señalado por Kuryłowicz no es, en sentido estricto, una
gramaticalización, en todo caso, sería una gramaticalización secundaria. Sobre este tema, consultar la
obra de Norde (2009: 20).
3
La compañía de Internet Google, en los últimos años, ha digitalizado libros que contienen buena parte
de la cultura de la humanidad. Se calcula que han capturado alrededor de 5.2 millones de libros,
publicados entre 1200 y 2008, en varios idiomas, entre ellos el español. A partir de esta información ha
construido una base de datos que puede consultarse de manera gratuita.
4
Morfolex. Estudio de la morfología y el léxico del español. Este corpus cuenta actualmente con más de
15000 neologismos analizados morfológicamente, recopilados en México. Dirección electrónica:
www.morfolex.org.
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Resumen
Abstract
The study of the adjectives derived from anthroponyms in Spanish language reveals a
clear preponderance of the suffixes -ano and -ista, which, however, have different
history, meaning, distribution and denotative variation. The suffix -ano, which inherits
the relational value of Latin -anus, has been the most historically used to form
adjectives, both demonyms and deanthroponyms. The suffix -ista, of Greek origin and
much more specific meaning (‘follower of’), has only known a great expansion in the
last two centuries and very rarely has been used to form demonyms. In this contribution
we will focus on -ano and, from a semantic idiomatic perspective, we will make some
linguistic considerations about the proper name, the differences between the
detoponymic and deantroponymic relational adjectives, the adjectival derivation with
the suffix -ano and its variants in Spanish language in relation to the concurrent suffixes
when it is attached to anthroponyms; at last, we will give account of its most frequent
lexical variation.
1. Preliminares
Filósofos y lingüistas se han ocupado de definir la naturaleza del nombre propio (NP),
que es compleja y poliédrica. Con frecuencia se ha considerado que carece de
significado por la ausencia de contenido simbólico que muestra en sus empleos más
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No profundizaremos más en esta cuestión; para concluir, solo añadiremos que los
antropónimos y los topónimos son, obviamente, los NP por excelencia (entre muchos
otros, Jonasson 1994, Gary-Prieur 1994 o van Langendonck 2007a), puesto que su
semántica interna está constituida exclusivamente por una mostración deíctica
unirreferencial. Junto a ellos, aunque secundariamente y con mayor o menor acierto, se
han incluido también en esta categoría otros tipos de NP: zoónimos, nombres de
instituciones, días de la semana, meses del año, estaciones, planetas, nombres de marcas
registradas, etc. (Wotjak 1985, Iglesias Ovejero 1991, Lang 1992, Fernández Leborans
1999, López García 2000, van Langendonck 2007b). Una diferencia esencial entre
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antropónimos y topónimos, por un lado, y las otras subclases de NP, por otro, radica en
el hecho de que los primeros se refieren a gente o a lugares habitados por gentes. El
carácter central de este hecho hace posible que propiedades fisonómicas, psicológicas,
actitudinales, socio-históricas, culturales, etc., características de personas y colectivos
determinados, se transfieran a las palabras que los nombran deícticamente, esto es, a sus
NP, los cuales a menudo acaban incorporando a su significación gramatical
identificadora toda esta información bajo la forma de rasgos denotativos y connotativos.
Y cuando estos rasgos léxicos pasan del nivel semántico externo al interno (García
Padróny Wotjak en prensa), entonces los NP se sustancian y se emplean como nombres
comunes (Macedonia > macedonia, Rebeca > rebeca), y por derivación pueden
originar también adjetivos (Tenerife > tinerfeño, Machado > machadiano) y verbos
plenos (Balcanes > balcanizar, Pasteur > pasteurizar).
En el caso de los topónimos, la derivación adjetiva genera gentilicios, que son adjetivos
relacionales de una naturaleza particular, una especie de “adjetivos propios”, en el
sentido de que son prácticamente una extensión del nombre propio toponímico, hecho
que se debe a la significación deíctica de este tipo de NP: ‘topos habitado por una gens’.
Este valor de la base de derivación es tan potente que apenas es modificado
semánticamente por el complemento morfológico sufijal, de manera que el gentilicio
resultante es un adjetivo de relación que significa básica o escuetamente la ‘vinculación
de una gens a un topos’:
En este proceso derivativo, en el que no se produce una despropialización total (de aquí
que haya sido considerado siempre como un adjetivo de relación especial), el valor
particular de los distintos sufijos queda ensombrecido en favor del valor general
gentilicio, el cual contiene, fundamentalmente, una deixis relacional locativa. Es decir,
el sufijo se limita a señalar la relación de adscripción a un topos del sustantivo al que
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A partir de este valor prototípico del gentilicio se generan todos los demás sentidos
secundarios, terciarios, etc. (calificativos, identificadores o clasificadores), que tan
frecuentemente adquieren estos adjetivos en su uso habitual, constatándose que la
pérdida gradual de su valor toponímico se compensa con un mayor peso del contenido
léxico que van absorbiendo contextualmente. En ocasiones, el adjetivo detoponímico
acaba sustantivándose, y esto ocurre cuando ha absorbido no solo el contenido léxico
del sustantivo nuclear al que complementaba, sino cuando se ha que apropiado incluso
de su categoría sustantiva (carne hamburguesa > hamburguesa ‘porción de carne
picada’) (García Padrón 2015).
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Por otra parte, desde el punto de vista semántico, frente a lo que ocurría con los
gentilicios, en los adjetivos deantroponímicos se observa una interacción entre los
valores de la base y del sufijo, como observamos en poesía gongorina / poesía
gongorista:
En suma, el gentilicio es una extensión semántica natural del topónimo, con quien
contrae una relación de interdependencia, de ahí la facilidad para pasar del uno al otro,
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Siguiendo el patrón formativo latino, este sufijo se adjunta con mucha frecuencia a
topónimos y antropónimos, dando lugar a adjetivos gentilicios y deantroponímicos,
respectivamente. Claramente preponderante para formar gentilicios, también es el sufijo
“por defecto” para formar adjetivos deantroponímicos en el mundo hispánico (Rainer
1993: 406). Por lo que respecta al NP que sirve de base, destaca el hecho de que, en
nuestra lengua, los apellidos (y no los nombres) de personas o personajes relevantes en
distintos dominios culturales y científicos suelen ser el núcleo al que se adjunta el sufijo
-ano, constituyendo un modo natural de expresar esta clase de significación relacional-
atributiva. En esto, el español se diferencia de otras lenguas: por ejemplo, del alemán,
que prefiere la construcción genitiva o preposicional y apenas produce adjetivos
atributivos de este tipo (Schweickard 1995: 434; para el gentilicio sintáctico en español,
cfr. Morera 2015; Kordič Riquelme y Chávez Fajardo 2017); o de las lenguas eslavas,
cuyos deantroponímicos se generan sobre la base de nombres y apellidos de personas,
sin importar que las personas sean conocidas o desconocidas (Lisyová 2005: 252).
Evidentemente, este sufijo -n(o) presenta una vocal anterior distinta cuando se une a
otros temas diferentes: así, por ejemplo, cuando se liga a sustantivos temáticos, nos
encontramos con la vocal -i > y la terminación -inus, tal y como ocurre en Saguntum >
Sagunt-īnus, Lucentum > Lucent-īnus, en lo que coinciden con los topónimos temáticos
acabados en -ĭum, que forman también gentilicios en -īnus, como en Latium > Latīnus.
En otros casos, la terminación es -ēnus: Antiochēnus, Nyssēnus, Nazianzēnus, etc. Como
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señala Pharies (2002: 80), el sufijo -anus permitió crear adjetivos a partir tanto de
topónimos como de nombres comunes que indicaban ‘lugar’, y de ahí se extendió a
sustantivos referidos a períodos de ‘tiempo’ y a nombres de ‘persona’, para finalmente
abarcar al resto de sustantivos. Y el sufijo español -ano ha funcionado igual que el latín
-anus desde los primeros adjetivos deonomásticos documentados a finales del siglo XV
(Pharies 2002: 81): sevillano (1492), mexicano (1599), luterano (s. XVI), franciscano
(XVII), cartesiano (1794). Estos ejemplos muestran ya la alternancia meramente formal
entre -ano y -iano, que originariamente se explicaba cuando la base acababa en -i (cfr.
los ejemplos citados más arriba: Aemili-ānus, Iuli-ānus, Octavi-ānus) o en consonante
(Ciceron-iānus). Se trata, en todos los casos, de variantes combinatorias de expresión,
lo cual no justifica el tratamiento separado que suelen conferirle los estudiosos, como si
fueran invariantes (cfr., por ejemplo, Rainer 1993: 405-407 y 514-515, respectivamente,
y 1999: 4618). Por la misma razón, en latín y en español -eno (-eño) e -ino son también
variantes formales de -ano, como se observa en valenciano, antioqueno, antioqueño y
alicantino, si bien tradicionalmente (desde Alemany y Bolufer 1920 hasta Pharies 2002)
se han tratado de manera independiente, a pesar de reconocerse su parentesco
etimológico (Monteil 2003 [1992]: 179-181). Por último, como no podía ser de otra
manera, -eano es igualmente una variante contextual de -ano que suele alternar
con -iano en antropónimos acabados en -e o en consonante, tal y como sucede en
saussureano / saussuriano, borgeano / borgiano / borgesiano (Rainer 1993: 407).
Las dos acepciones principales de este valor básico sufijal, ya existentes en latín, son las
de ‘(atribución de) inclusión’ y ‘(atribución de) adscripción’. En cuanto a la segunda,
valga el muy conocido ejemplo de San Jerónimo (epístola XXII a Eustoquio, hija de
Paula), quien relata haber soñado que se le reprochaba ser más seguidor de Cicerón que
de Cristo: Ciceronianus es, non christianus. Y ambas acepciones están testimoniadas
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desde los primeros textos, en los que encontramos antroponímicos castellanos calcados
del latín: agustiniano, ambrosiano, arriano, benedictino, confuciano, copernicano,
erasmiano, franciscano, gregoriano, isidoriano, jeronimiano, luterano, mahometano,
nestoriano, pelagiano3. Esta segunda variante, la de ‘adscripción’, se constata ante todo
en los casos en que los antropónimos se refieren a individuos que han desarrollado
algún sistema de creencias, valores o doctrinas religiosas, filosóficas, académicas o
científicas.
Este era el panorama existente hasta más o menos el Barroco, época en la que empieza a
cobrar fuerza productiva el sufijo culto de origen griego -ista, presente en contados
helenismos y latinismos en los primeros siglos del idioma, pero que ha ampliado
extraordinariamente su empleo en los dos últimos siglos (Pharies 2002, Muñoz Armijo
2010: 654-656). En el XVII su valor de ‘seguidor, partidario o adepto’ empezó a entrar
en competencia con la segunda acepción de -ano, que quedó relegada a las formaciones
preexistentes y, difícilmente, ha creado otras nuevas. En este sentido, hace mucho que
Alarcos García (1955) señaló cómo, en Quevedo, derivados de nombres en -ismo e -ista
alternan con -ano4:
También con los sufijos -ismo y -ano, que denotan, respectivamente, ‘creencia,
sistema, partido, imitación o modo de ser’ y ‘natural, partidario o secuaz’, y
siguiendo el patrón de palabras como judaísmo, ateísmo, grecismo, italiano,
luterano, culterano, forma Quevedo algunos neologismos para la expresión de sus
ocurrencias: dinerismo y dinerano ‘secta de los que tienen como Dios al dinero’ y
‘secuaces de tal secta’ (“para fundar la nueva secta del dinerismo, mudando el
nombre de ateístas en dineranos”), adanismo ‘imitación del desnudismo de Adán’
[...], arbitriano “natural de la isla de los arbitrios” [...] y tabacano “aficionado al
tabaco”, imaginado como miembro de una secta.
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D. García Padrón; J. J. Batista Rodríguez. Adjetivos deantroponímicos con el sufijo -ano en español
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sufijo, la ‘orientación’ hacia el NP, como vemos en poesía gongorista, que se refiere a
la ‘poesía de los seguidores de Góngora’:
Ahora bien, de la misma manera que -ano reunía los valores de ‘inclusión’ y
‘adscripción’ hasta que -ista se consolidó como sufijo especializado en significar
‘seguidor, partidario o adepto’, así también en español moderno, a partir de finales del
siglo XVIII, el sufijo -ista ha extendido su valor de ‘relación orientada’ hasta expresar
la ‘inclusión’ que -ano siempre había significado y sigue significando prototípicamente,
sobre todo en el ámbito de la política (García Gallarín 2017: 1050): allendista, bellista,
budista, castrista, felipista, franquista, guerrista, maoísta, etc., son ejemplos de
adjetivos que señalan una relación de ‘atribución inclusiva’ con respecto a Salvador
Allende, Andrés Bello, Buda, Fidel Castro, Felipe González, Francisco Franco, Alfonso
Guerra, Mao, etc., personajes políticos en su mayoría. Decimos dictadura franquista
‘dictadura de Franco’, régimen castrista ‘régimen de Fidel Castro’, revolución maoísta
‘revolución de Mao’... Existen, por supuesto, también los adjetivos allendiano, belliano,
castriano, felipiano, franquiano, guerriano, etc., que reproducen ese mismo valor, pero
referidos a Isabel Allende, Carlos Germán Belli, Américo Castro, Felipe II o León
Felipe, Jesús Franco, François-Xavier Guerra, etc., escritores en su mayoría. No
obstante, siempre cabe alguna creación episódica, como, por ejemplo, utilizar felipiano
en vez de felipista para referirse a Felipe González. En todos los casos citados, las
formaciones con -ista (‘seguidor de una corriente política’) presentan correspondencia
con sus paralelas en -ismo (‘corriente política’).
Cerramos estas observaciones sobre la oposición entre -ano e -ista, diciendo que hay un
tercer sufijo que, si bien poco frecuente, sigue empleándose para expresar ‘inclusión’:
nos referimos a -esco. Señala Schweickard (1995: 432) que tanto la época en que surge
el deonomástico como la lengua de la que se toma, en caso de ser un préstamo, influyen
decisivamente en la elección del sufijo. Tal es el caso de -esco, que, de origen italiano,
ha servido, en ámbito hispánico, tanto para reproducir préstamos deantroponímicos del
italiano (dantesco, petrarquesco) como para crear otros nuevos siguiendo su modelo,
sobre todo en el campo artístico: aristofanesco, celestinesco, cervantesco, goyesco,
unamunesco, valleinclanesco (Rainer 1993: 494-496). Desde el punto de vista
semántico, en italiano -esco era un sufijo de relación equivalente a nuestro -ano, que, en
el paso a otras lenguas europeas, se fue cargando de connotaciones tanto positivas como
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negativas (Malkiel 1972). Por ello los deantroponímicos españoles con este sufijo
muestran tal variación: en unos casos, son cuasi sinónimos de -ano (cervantesco y
cervantino, lopesco y lopiano, petrarquesco y petrarquiano), mientras que, en otros,
suelen presentar connotaciones negativas, muchas veces a causa del NP que está en su
base (arnichesco cantinflesco, sanchopancesco). Cabré, DeCesaris, Bayà y Bernal
(2000) documentan también las formas tintinesco y sinatresco, que parecen ser neutras,
como también sorollesco o gargantuesco (Rainer 1993: 515), aunque tenemos dudas
respecto de este último5.
Otros sufijos que, a lo largo de la historia del español, han concurrido con -ano en la
formación de adjetivos relacionales derivados de NP, pero muy escasamente
productivos en la actualidad, son -ico, -eo, -ita, -í y -aco. Todos ellos se explican por la
historia de nuestra lengua: así, por ejemplo, -í es de origen árabe y, a partir de aquí, se
ha generalizado a otras bases, sobre todo para formar gentilicios, aunque también
documentamos unos pocos deantroponímicos: abasí, fatimí, nazarí y alfonsí (del que se
ha destacado su confluencia con alfonsino). De origen grecolatino, pero también muy
pocos productivos, son: -aco, presente en dionisíaco o jeremíaco; -ico: aristotélico,
báquico, galénico, pitagórico, platónico6; -eo: apolíneo, ciclópeo, epicúreo, euclideo,
heraclíteo, hercúleo, nestóreo, venéreo; e -ita, que se utilizó sobre todo para designar a
los acólitos de figuras religiosas semíticas (Pharies 2002: 363): cainita, ismaelita,
jacobita, levita, marcionita, maronita7. Para terminar, mencionaremos el sufijo -eño,
presente en dos o tres adjetivos deantroponímicos como manriqueño y velazqueño.
4. La variación léxica
A diferencia de los gentilicios, que se forman sobre cualquier topos (mayor o menor),
los adjetivos deantroponímicos hispánicos se forman solo sobre nombres o, más
frecuentemente, apellidos de personas (y personajes) sobresalientes en algún campo del
conocimiento, de la ciencia, del arte, de la religión, etc., lo cual no ocurre en todas las
lenguas, como hemos visto. Este hecho determina una gran diferencia en la variación
léxica de ambos tipos de adjetivos, pues los deantroponímicos proyectan denotaciones
diversas en función de las particularidades por las que destacan estas personas (y
personajes) relevantes y por los contenidos pragmático-referenciales que van asociando
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cada uno de estos NP personales en el uso (García Gallarín 2017); por ello, es variable
la gama de subacepciones secundarias y terciarias que despliega en las distintas etapas
del idioma.
Como habíamos indicado, la denotación del sufijo -ano se reparte en dos sentidos
normativos principales: ‘atribución de inclusión’ y ‘atribución de adscripción’, siendo el
segundo mucho menos frecuente que el primero desde la irrupción de -ista, que, sobre
todo a partir del siglo XIX, viene desempeñando prototípicamente esta segunda función,
según se aprecia en las oposiciones marxiano / marxista, chomskiano / chomskista, etc.
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En todos los casos, las diferentes interpretaciones son el resultado de la interacción entre
los valores semántico-denotativos del sustantivo de la combinación y el adjetivo
deantroponímico.
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(7) notas tironianas 1. f. Cada uno de los signos taquigráficos que se usaron en
la Antigüedad y en la Edad Media, y especialmente el que representaba a la
conjunción et. […]. (DLE s. v. nota).
collar isabelino ‘collar con forma troncocónica que se ajusta al cuello de los
animales para evitar que se laman las heridas’.
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5. Consideraciones finales
Como han señalado, entre otros estudiosos, Schweickard (1995) y Cabré, DeCesaris,
Bayà y Bernal (2000), la adjetivación deantroponímica es un fenómeno marginal. En
español, -ano e -ista son los dos sufijos actualmente productivos. Cada uno de ellos
expresa la relación con el antropónimo orientada de manera opuesta: NP ← / → NP.
Pero, a pesar del papel secundario que desempeñan en el vocabulario general hispánico,
estas formas revelan una creatividad y una variación estilística apreciables que aportan
dinamismo y viveza a nuestra lengua.
La estabilidad de estas formas es variable: algunas son vestigios de las lenguas clásicas
y épocas pasadas y otras son formaciones nuevas y espontáneas. Muchas de ellas
caducan rápidamente y nunca pasan al diccionario; algunas están confinadas a las
lenguas de especialidad. En buena medida, la prensa es su medio natural: en el discurso
político, en la información deportiva, etc. En cambio, los gentilicios se muestran como
adjetivos más estables en el idioma.
Si bien, desde el punto de vista formal, los deantroponímicos son adjetivos relacionales,
desde el punto de vista semántico cabe la posibilidad denotativa de interpretarlos como
calificativos. Solo en muy pocas ocasiones es un adjetivo calificativo semánticamente
independiente y, entonces, ya no conserva la indicación de la referencia personal. La
base, el tipo de sufijo, la relación del adjetivo deantroponímico con el núcleo del
sintagma nominal y el conocimiento pragmático-referencial que van asociando estos
elementos determinan diversos grados de despropialización, especialización semántica y
lexicalización.
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Referencias bibliográficas
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Anexo
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Notas
*
Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación Los desarrollos semántico-lingüísticos del
nombre propio en español: adjetivos de relación, hipocorísticos y lexicalizaciones (FFI 2014-58260-
P/Ministerio de Economía y Competitividad).
2
Ello implica que los significados sufijales de -ero, -eño, -ino, etc., se rinden semánticamente ante la
prominencia de la base toponímica, en una suerte de minimización de su valor invariante, lo cual no
ocurre cuando estos se adjuntan a bases sustantivas de otra naturaleza: pesetero / almuñequero, ribereño /
cacereño, libertino / jamaiquino, etc. Nótese la equivalencia gentilicia entre almuñequero, cacereño y
jamaiquino (‘natural de’ Almuñécar, Cáceres o Jamaica, respectivamente) y la diferencia semántica entre
los derivados adjetivos pesetero, pedigüeño y libertino (‘que da mucha importancia al dinero’, ‘que pide
con frecuencia e importunidad’ y ‘licencioso’, respectivamente, según anota el DLE), en los que cada
sufijo modifica semánticamente el contenido léxico de la base.
3
Complétese con el corpus sobre el que se ha realizado el trabajo, constituido tanto por formaciones que
hemos documentado en la prensa, en internet y en diccionarios españoles, como por voces recogidas y
estudiadas en las referencias bibliográficas que figuran al final del trabajo.
4
De hecho, hasta la edición de Aureliano Fernández-Guerra (1859: 419), que lo traslada a pie de página,
el párrafo que viene a continuación sobre los judíos acababa “para fundar la nueva secta del dinerismo,
mudando el nombre de ateístas en dineranos o dineristas” (la cursiva es nuestra). Esta alternancia existía
desde el latín, pues, en la obra De haeresibus, dedicada a su hijo Quodvultdeus, San Agustín ya habla de
“Donatiani vel Donatistae” (https://www.augustinus.it/latino/eresie/index2.htm).
5
Recientemente hemos visto que una ponencia titulada “Reflejos quijotescos y bovaryanos en Sombras
de sueño” trataba de los reflejos ‘de El Quijote’ y ‘de Madame Bovary’ sin asomo de valoración
connotativa negativa en -esco, que es utilizado en el sentido más próximo al italiano, esto es, en
paralelismo con -ano.
6
Las primeras formaciones propiamente hispánicas aparecen a partir del siglo XV: borbónico, cervántico,
jesuítico, mahomético, maquiavélico, sádico (Pharies 2002: 310).
7
Está claro que, en los deantroponímicos españoles, la historia explica tanto la forma hercúleo como
herculano, euclídeo (no recogido en el DLE, pero empleado corrientemente en el sentido exclusivo de
‘propio de Euclides’, ‘atribuido a Euclides’) y euclidiano (‘que sigue el método o los axiomas de
Euclides’), etc.
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Notas sobre la historia de los derivados con sufijos -a, -e, -o en español moderno
(siglos XVIII y XIX) a la luz de la documentación lexicográfica*
Gloria Clavería Nadal
Universitat Autònoma de Barcelona
gloria.claveria@uab.cat
Resumen
Abstract
The article focuses on the study of a small group of nominal derivatives with the
unstressed vowel suffix -a, -e, -o in Spanish and it is based on the information and
evolution of lexicographical information provided in different dictionaries of the
XVIIIth and XIXth centuries. The integration and changes of these derivatives in the
Spanish lexical system will be analyzed through the different formal and semantic
relationships that they established with other formations derived from the same lexical
base, both with other vocalic suffixes (apunte-apunto, descuaje-descuajo) or with other
deverbal nominalizations (anticipo-anticipación, desalojo-desalojamiento). The
analysis of these examples will help to reconstruct part of the evolution of these suffixes
in modern Spanish.
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[…] no parece probable que existan precedentes latinos para los sustantivos
verbales en -e- y -Ø-1, al menos en la proporción suficiente para que sirvan de
modelo a creaciones analógicas. Sí existen parejas de “verbo y sustantivo en -e-”,
“verbo y sustantivo en -Ø-”, documentadas con anterioridad al siglo XIV en las
que verbo y sustantivo son en la mayoría de los casos préstamos de lenguas
contemporáneas. Parejas como estas pueden muy bien haber servido de modelo
para nuevas creaciones hispánicas (Pena 1980: 202).
Contiene la obra de Pena la “distribución temporal” de estos sufijos usando como base
la primera edición del diccionario etimológico de Corominas (DCELC). Aunque estas
dataciones resultan ahora mismo revisables con otras fuentes documentales y con los
datos textuales que atesoran los corpus, constituyeron un primer y valioso acercamiento
al estudio de unos sufijos con un amplio espectro cronológico, pues ya aparecen
ejemplos en los primeros textos romances (alcance, cambio, cerca, embargo, engaño,
pica, roza) y continúan formando nuevo léxico en el español actual (acoso, abucheo,
atraco, boxeo, derrumbe, fresa, paro, plante, rearme, etc.). Según Pena, es posible
establecer una diferenciación de carácter histórico entre los distintos sufijos vocálicos:
[…] los sufijos -a- y -o-, productivos desde los primeros testimonios escritos,
mantienen su productividad de una manera continua hasta hoy. Si hasta el siglo
XIII parece registrarse una diferencia numérica a favor de los sustantivos en -a-, a
partir de entonces -o- muestra mayor rentabilidad. El sufijo -e- no arranca con
fuerza hasta el siglo XV (Pena 1980: 245).
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Su vigencia actual se percibe tanto en los neologismos que recoge Rainer (1993: 383,
457-458, 621) como en la descripción que proporciona la NGLE. Indudablemente, los
sufijos -o y, muy especialmente, -e son los más productivos en la actualidad (Alvar
1983; Bustos y Santiago 1999: 4586; NGLE: §5.6u). Destaca, además, en el español
contemporáneo su vitalidad en la lengua de América (Lüdtke 1978; Moreno de Alba
1986; Rainer 1993; Bustos y Santiago 1999: 4587; NGLE: §5.6a, §5.6m-n) y también en
ciertas esferas semánticas; así, la NGLE (§5.6i) subraya su uso en la lengua coloquial y
juvenil, y su productividad en el léxico del deporte.
Tal como observó Fernández Ramírez (1986: 18), una de las características
fundamentales de estos sufijos es su frecuente concurrencia con una misma base léxica.
Así, se forman, con significados más o menos próximos y en terminología de Pena
(1980: 207-209), series binarias del tipo alza / alce, amarra / amarre, ampara /
amparo, anuncia / anuncio, atranque / atranco, barrunte / barrunto; existen, incluso,
series terciarias, como costa / coste / costo. La coincidencia de estos sufijos en una
misma base queda evidenciada en el trabajo de Lüdtke (1978: 305-306, 311), quien
registra siete ejemplos con las tres terminaciones (cargo / cargue / carga), treinta y una
parejas en las que la misma base presenta un derivado en -o y otro en -e (desplomo /
desplome), treinta y ocho casos de concurrencia entre -o y -a (conjuro / conjura) y
diecisiete parejas de -a y -e (alce / alza).
Desde el punto de vista histórico, Pena (1980: 210-211) ha identificado dos tipos de
evolución: por un lado, se producen algunos cambios de sufijo vocálico, por ejemplo,
espante o empujo fueron reemplazados por espanto y empuje; por otro lado, se registran
bastantes casos de sustitución de un derivado formado con los sufijos -nza, -ción y -zón
por un derivado con un sufijo vocálico. A modo de ilustración, se pueden citar
amparanza > amparo, guianza > guía, prorrogación > prórroga, denunciación >
denuncia, etc. El mismo tipo de relevo se produce en el sufijo deverbal -miento, así
ocurre con acopiamiento y acopio, huimiento y huida, vedamiento y veda (Pena 1980:
168-170).
3. Los sufijos vocálicos en los siglos XVIII y XIX en las fuentes lexicográficas
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La confrontación de los diccionarios con los textos puede ayudar a precisar y a valorar
los datos lexicográficos por lo que en todos los elementos léxicos estudiados se ha
comparado la información lexicográfica con la que atesoran los corpus3. Los cotejos
efectuados demuestran que, en algunos casos, el registro del término es más o menos
anterior en las fuentes textuales y llega de forma continuada hasta el momento de su
admisión; por ejemplo, el sustantivo condena se incorpora al diccionario de la
Academia en 1791 con el significado de “El testimonio que da el escribano del juzgado
de la sentencia para que conste el destino que lleva” y pueden encontrarse bastantes
ejemplos de este uso sustantivo en textos del siglo XVII (CDH); lo mismo ocurre con
arreglo (DRAE 1803), también presente en los textos desde el siglo XVI, en especial en
la locución con arreglo, recogida como una subacepción en la cuarta edición de la obra
académica. En otras ocasiones, la admisión en el diccionario se corresponde con un
arcaísmo y la marca que acompaña a la entrada (antiq. / ant.) da fe de ello, así ocurre,
por ejemplo, con apercibo (Autoridades 1770); en estos casos se tiene oportunidad de
comprobar que el aumento de la nomenclatura del diccionario adquiere con estos
elementos no tanto ampliación sincrónica como profundidad diacrónica. En otras voces,
sin embargo, la documentación textual que se posee del término añadido en el
diccionario es muy poco anterior en los textos con lo que su aparición en él refleja muy
posiblemente su reciente difusión; así ocurre, por ejemplo, con besuqueo o cierre
(DRAE 1843); incluso, en algunas circunstancias, la documentación textual que ofrecen
los corpus puede ser posterior, así ocurre con enchufe (DRAE 1852) o soporte (DRAE
1803), con lo que la aparición del vocablo en el diccionario se constituye en una primera
documentación, aunque siempre es provisional.
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La información lexicográfica que proporcionan los diccionarios resulta también útil para
observar el puesto que ocupa el derivado en el sistema léxico de la época y las
relaciones semánticas que traba con otros elementos ya existentes. Es este un aspecto
importante en los derivados que se constituyen en el objeto de este estudio por la
mencionada propensión a la concurrencia de distintos sufijos nominalizadores sobre una
misma base léxica (cfr. epígrafes 1 y 2). No extraña, por tanto, que la información
lexicográfica del derivado consista en una remisión y, en muchas ocasiones, la voz a la
que se remite es un derivado con la misma base léxica; ilustración de ello se encuentra
en anticipo que aparece por primera vez en el DRAE 1843 y es definido con envío a
anticipación, del mismo modo desenlace se añade al DRAE 1803 estableciendo una
relación semántica: “En los dramas y poemas épicos lo mismo que DESENREDO”. En
estos ejemplos, es la propia información lexicográfica la que traza vínculos léxico-
semánticos por lo que un análisis de esta y de los cambios que experimenta puede
auxiliar en la reconstrucción de la evolución del léxico estudiado, tanto en los cambios
semánticos que experimenta como en las variaciones en el uso y en las relaciones entre
los distintos elementos.
4. Concurrencia de sufijos
Uno de los aspectos que trasluce la incorporación de los derivados con los sufijos -a, -e
y -o en los diccionarios radica en la concurrencia de sufijos con una misma base léxica.
Como ya se ha observado anteriormente, ello es especialmente visible cuando la
información lexicográfica consiste en una remisión. Como se expondrá a continuación,
el reenvío puede involucrar otro derivado con sufijo vocálico (epígrafe 4.1) o bien otro
sufijo nominalizador (epígrafe 4.2).
Como la confluencia de sufijos vocálicos que forman derivados de una misma base
léxica es un fenómeno bastante habitual, la documentación manejada permite observar
la progresiva creación de elementos derivados que generan, utilizando la terminología
de Pena, series binarias y series ternarias.
En general, las series binarias están integradas por derivados en -e y en -o; también en
general, el derivado en -e es de documentación posterior en el diccionario y su
prominencia en el español moderno se manifiesta con la acuñación de un nuevo
derivado en -e, pese a la existencia de derivados en -o o -a. Así ocurre en apunte
(Autoridades 1770) frente apunto (Autoridades), cierre (DRAE 1843) y cierro (DRAE
1803), descuaje (DRAE1843) y descuajo (DRAE 1791), desplome (Salvá 1846) y
desplomo (Autoridades), empuje (DRAE 1791) y empujo (Autoridades), endose (1899)
y endoso (Autoridades). Relación cronológica similar se presenta en embarco
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La admisión de derramea finales del siglo XVIII (DRAE 1791) conforma la serie
ternaria derivada del verbo derramar(derrama-derramo-derrame), en la quederrama
(Vittori 1609, Autoridades) y derramo (Autoridades) son de documentación
lexicográfica anterior. Estos dos últimos vocablos formaban parte ya de la nomenclatura
de Autoridades y, en la segunda edición del diccionario usual (DRAE 1783),
presentaban la información siguiente:
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En la segunda edición del diccionario (Autoridades 1770), estas dos voces experimentan
una modificación en su tratamiento lexicográfico por cuanto acopio es definida con la
fórmula “la acción y efecto de acopiar” y su equivalente acopiamiento pasa a
caracterizarse con la remisión “Lo mismo que ACOPIO”, a la que se añade una aclaración
sobre el uso: “que es como hoy comunmente se dice”. Nos podemos preguntar si entre
las dos ediciones se produjo un cambio en la utilización de estas dos palabras que
justifique la alteración de la información lexicográfica o bien se trata de una variación
determinada por los textos que sirvieron de base del diccionario. Los datos que atesoran
los corpus atestiguan la aparición del sustantivo acopio ya en textos del siglo XVI (4
ejemplos en el CDH), una documentación que se hace más frecuente en el siglo XVIII
(52 ejemplos en textos españoles y americanos), en especial en su segunda mitad. El
cambio registrado en Autoridades 1770 da cuenta del carácter marginal de
acopiamiento, del que los corpus solo aportan dos documentaciones en plural: una, del
siglo XVII5 y otra, del siglo XVIII (CORDE y CDH). A juzgar por estos datos, aunque
las nominalizaciones del verbo acopiar existieron con anterioridad al siglo XVIII, es a
partir de la segunda mitad de este siglo cuando se difunde su empleo, lo cual se refleja
en las anotaciones lexicográficas que contiene el diccionario. Hay que advertir, además,
que en la definición de acopio en Autoridades 1770 aparece la fórmula “acción y efecto
de”; ya observó Ribera (1918) la diferencia existente en la caracterización de las
nominalizaciones entre Autoridades, con explicaciones más exactas y detalladas, y las
ediciones del diccionario académico en un solo tomo, en las que se consagra, según el
estudioso citado, el empleo de esta expresión. De hecho y tal como se expone en el
prólogo de la segunda edición del Diccionario de autoridades, esta fórmula se introduce
ya en esta:
Este mismo tipo de situación y evolución manifiesta empuje, un sustantivo recogido por
Terreros (1786-1788) con equivalencia a empujamiento y que se incorpora al DRAE
1791 definido como “La accion, ó efecto de empujar”; empujamiento, por su parte, es
de documentación lexicográfica anterior (Misheu 1607, Autoridades) y, en el DRAE
1791, pasa a tener la marca ant., una anotación que evidencia la relación diacrónica
entre empuje y empujamiento. El mismo tipo de proceso manifiesta enganche, admitido
en el DRAE 1791 con remisión a enganchamiento, presente este en la documentación
lexicográfica desde Autoridades; la relación entre ambos términos cambia en la
undécima edición del diccionario cuando este último remite al primero y enganche se
define como “La accion de enganchar algo ó á alguno” (DRAE 1869).
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Paralelamente, se admite acose (DRAE 1992) con remisión a acoso. Esta voz, por su
parte, ha experimentado una importante ampliación de uso en los últimos años, lo
evidencian los compuestos sintagmáticos que se recogen en el DLE 2014 (acoso
escolar, acoso laboral, acoso moral, etc.) como equivalentes de anglicismos léxicos
como bullying o mobbing.
Del mismo modo, en el diccionario de Salvá (1846) se documenta por primera vez el
lema desalojo con remisión a desalojamiento (Palet 1604); aunque se ha mantenido el
reenvío de desalojo a desalojamiento durante todo el siglo XX (DRAE 1936-DRAE
1992) y no ha cambiado el sentido de la misma hasta el DRAE 2001, los textos muestran
un mayor empleo de desalojo desde las primeras documentaciones (siglo XVII, CDH).
El sustantivo empalago figuraba ya en Autoridades como “voz de poco uso” y con la
definición de “hastío, náusea, ocasionada del excesso en la comida y diversidad de
manjares”; desde el DRAE 1791 tiene remisión a empalagamiento (Nebrija 1495) hasta
que cambia el sentido de la remisión en el DRAE 1925; aunque son palabras con poca
documentación en el CDH, es más frecuente en él la primera que la segunda. Caso de
comportamiento similar es hormigueo, que figura en el diccionario de Terreros (1786-
1788) con la información siguiente:
La aparición de un derivado con un sufijo vocálico puede coexistir con otro derivado en
-miento de documentación anterior con el que, aunque comparte algunos valores
semánticos, también se distingue de él en otros. Así, adelanto se recoge en el DRAE
18436 con dos acepciones: la primera es “Anticipación de dinero, granos ú otras cosas”
y la segunda remite a adelantamiento; este último se halla ya en Nebrija (1495) y
abunda en los textos medievales (CDH); hay que reparar en el hecho de que en el
prólogo de la quinta edición del diccionario (DRAE 1817) se hacía referencia a los
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En todos los ejemplos anteriores, la documentación del derivado con el sufijo -miento es
de aparición anterior a los derivados con sufijos vocálicos. Solo en algún caso
esporádico, el orden de la documentación es el contrario: por ejemplo, apabullo (DRAE
1899) frente a apabullamiento (DRAE 1936). Este mismo comportamiento manifiestan
entronque (DRAE 1803) y entroncamiento (DRAE 1884), definidos el primero como
“La relación de parentesco con el que es tronco de una familia” y el segundo como
“Acción y efecto de entroncar”; la aparición de los dos términos en el CDH confirma su
sinonimia y la mayor documentación de entronque. Del mismo modo, gobernamiento es
admitido en el DRAE 1803 marcado como ant. y con remisión a gobierno, derivado que
convive con gobernación (cfr. Lliteras 2002: 74).
Los derivados con sufijos átonos vocálicos pueden concurrir con una voz formada con
el sufijo -ción y el vínculo entre ambos puede reflejarse en el diccionario con algún tipo
de equivalencia. En general y como ocurría con -miento, los derivados con una vocal
átona son de documentación lexicográfica posterior y suelen remitir al derivado con el
sufijo -ción. Así, anticipo (DRAE 1843) se incorpora con remisión a anticipación, un
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En otras ocasiones, sin embargo, existen dos nominalizaciones formadas sobre una
misma base verbal sin que en el diccionario se trace relación alguna entre los dos
derivados por existir mayor diferenciación semántica; por ejemplo, acuse se registra en
el DRAE 1803 como un término relacionado con los juegos de cartas sin relación con
otros derivados de la misma base (acusación, acusamiento, acusanza, acuso). Tampoco
aparece relación lexicográfica entre los sustantivos condena (DRAE 1791) y
condenación (Nebrija 1495), respiro (DRAE 1822) y respiración (Nebrija 1495),
reválida (DRAE 1843) y revalidación (Sobrino 1705 y Autoridades), tra(n)splante
(DRAE 1803) y transplantación (Salvá 1846). Sofoco (Salvá 1846) y sufoco (Terreros
1786-1788, Salvá 1846) tienen remisión a sufocación o sofocación en los diccionarios
mencionados no así en el diccionario de la Academia cuando lo acoge (DRAE 1884),
pues en él que no se establece ningún vínculo entre ambos.
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Desarme (DRAE 1791) remite a desarmadura (Nebrija 1495) y existe, además, relación
lexicográfica entre desarmadura y desarmamiento por cuanto este último se añade al
DRAE 1791 con remisión al primero. También doma (Terreros 1786-1788, DRAE 1884)
remite a domadura (de potros) (Nebrija 1495), situación que se mantiene hasta finales
de siglo XIX. Ensamble se admite en el DRAE 1791 con remisión a ensambladura
(Palet 1604, Autoridades) y se mantiene así hasta el siglo XX. Además, el cotejo entre
diccionarios permite establecer otras relaciones léxicas: por ejemplo, coqueteo
(Domínguez 1853) es definido como coquetería, un sustantivo que aparece en Terreros
(1786-1788) y en el DRAE 1843.
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Aunque los sufijos vocálicos átonos forman derivados que pertenecen a las más
variadas esferas semánticas, la información lexicográfica permite verificar la
vinculación de algunos de estos derivados a un tipo de léxico específico. En la
lexicografía tradicional, la adscripción de marcas diatécnicas a una palabra o acepción
no suele ser sistemática ni seguir unos criterios claros, por lo que es posible que
palabras que no son portadoras de marcación entronquen con un lenguaje sectorial
determinado sin que ello se recoja en la información lexicográfica. En cualquier caso,
las marcas diatécnicas y las propias definiciones reflejan la vitalidad de estos sufijos en
determinadas áreas semánticas.
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Durante los siglos XVIII y XIX, se admiten varias voces pertenecientes al vocabulario
militar; así consigna, definido como “las órdenes que se dan al centinela”, aparece en la
nomenclatura del DRAE 1817 con marca Milic.; desfile (DRAE 1843), por su parte, se
caracteriza como “Mil. El acto de desfilar las tropas”; la pareja reenganche y
reenganchamiento se encuentra en el DRAE 1803 para “La acción y efecto de
reenganchar, y reengancharse” y, en reenganchamiento, se recoge una segunda
acepción para “Milic. El dinero que se da al soldado que se reengancha”; repliegue
(Gaspar y Roig 1853-1855) aparece con equivalencia a pliegue y, como segunda
acepción, se recoge “Mil.: acto de replegarse las fuerzas”.
Cabe, además, identificar algunos derivados cuyo significado se relaciona con los
juegos, en especial, los juegos de cartas: acuse se registra en el DRAE 1803 con la
definición “En ciertos juegos de naypes un determinado numero de cartas, con que por
ley del juego se ganan algunos tantos, diciendo el jugador que le han venido ántes de
empezar á jugar la mano”; pifia se caracteriza como “En el juego del villar y trucos el
golpe falso que se da con el taco en la bola, y al resbalarse forma un sonido semejante á
esta voz” (DRAE 1803); copo (DRAE 1852) para “El acto de copar, y la voz de que usa
el jugador para anunciarlo”, también en este caso el origen pudiera encontrarse en la
primera persona del presente como se desprende de la propia definición del término;
encarte (DRAE 1837), “En el juego de naipes el órden casual en que las cartas quedan al
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fin de cada mano, y suele servir de guía á los jugadores para la siguiente”, es una
nominalización que convive con encartación y encartamiento, de documentación
antigua y con valores semánticos diferentes.
Ultimo exámen, término, prueba, calificación y punto a que se redúce alguna cosa.
Es voz moderna, y usáda para dár à entender el estrecho en que le pone á uno un
contratiempo, ò el que padéce en sus bienes: y assi se dice que ví en grande apúro,
el apúro de la hacienda de los tiempos, de la paciéncia, &c.” (Autoridades).
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La supresión de información que refleja la sexta edición del diccionario debe entenderse
dentro de la reestructuración que sufrió el diccionario académico en las ediciones de
1822 y 1832 en las que se priorizó el ahorro de espacio y se amputaron informaciones
que podían ser importantes (Clavería y Paz, en prensa).
Ilustración de todo ello se encuentra en las nuevas acepciones de acuse, término para el
que se recoge en un primer momento un significado relacionado con los juegos de cartas
(DRAE 1803), mientras que el DRAE 1884 registra una nueva acepción vinculada al
“recibo de cartas y oficios”. La eliminación de ciertas palabras en la definición puede
implicar algún tipo de generalización, así ocurre con la voz balanceo, que se extiende
por analogía a otras áreas (cfr. los ejemplos del CDH), de manera que se pierde su
ligazón con las embarcaciones (Zerolo 1895). La evolución de la palabra puede implicar
una extensión de su empleo a otros ámbitos, así, por ejemplo, soporte ilustra una
extensión del sustantivo a áreas muy diversas: se vincula al blasón en su primera
aparición en el diccionario (Sobrino 1705, DRAE 1803), mientras que a finales del
mismo siglo (DRAE 1899) se añade una acepción más general (“apoyo, sostén”), un
cambio que se refleja en su aparición en tratados pertenecientes a las más diversas áreas
de especialidad (minería, metalurgia, artillería, medicina, etc., CDH). Se observa,
además, la generación de nuevos significados por cambio semántico como la metonimia
de condena para la designación de la propia sentencia (DRAE 1852). Cabe advertir,
además, que la vitalidad de este tipo de léxico explica la generación de nuevos usos en
el ámbito familiar a través de procesos metafóricos, así ocurre en pifia con la acepción
de “engaño perjudicial al que lo comete; descuido, paso desacertado” (DRAE 1852).
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nota que se hace por escrito de alguna cosa, y así se dice: esto resulta de mis apuntes”,
la quinta edición del diccionario académico (DRAE 1817) añade tres acepciones más
vinculadas, dos de ellas a los juegos de cartas y la tercera al teatro, en el DRAE 1852 se
admite otra acepción relacionada con el dibujo. La preponderancia de apunte frente a
apuntamiento puede observarse en la configuración lexicográfica actual (DLE 2014) de
estos dos términos, aunque comparten la nominalización del verbo (“acción y efecto de
apuntar”) contrastan en las acepciones específicas: para apuntamiento solo se registra
una perteneciente al derecho, mientras que apunte tiene diez acepciones.
En este caso, parece que el diccionario proporciona una idea sesgada del contenido
semántico de la palabra pues el significado general es de documentación bastante más
anterior (CDH, siglos XV y XVI), un fenómeno que requiere mayor reflexión sobre la
configuración de las definiciones y la distinción de acepciones como base del trabajo
lexicográfico.
5. Conclusión
El recorrido realizado por los diccionarios y sus datos desde una perspectiva histórica ha
permitido observar el cambio permanente en el tratamiento de los derivados durante los
siglos XVIII y XIX, fenómeno que muestra la vitalidad de los sufijos vocálicos como
mecanismo de creación de nuevo léxico en el español moderno.
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Fuentes documentales
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Diccionario Histórico. Disponible en <http://web.frl.es/CNDHE/view/
inicioExterno.view>.
NTLLE: Real Academia Española. Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española.
Disponible en <http://www.rae.es>.
1.1. Derivados documentados con anterioridad al siglo XVIII: alcance, arribo, avance,
avanzo, derrama, desembarco.
Notas
*
Esta investigación ha podido desarrollarse gracias a la ayuda de la DGICYT (FFI2014-51904-P) y al
apoyo del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya (SGR2017-1251).
Agradezco las observaciones y comentarios de C. Buenafuentes.
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1
Considera también Pena en su estudio sustantivos sin adjunción de vocal, como baldón, son, desdén,
destín, inclín, perdón, etc.
2
Se toman como base de documentación los diccionarios que contiene el NTLLE y se citan por el nombre
del autor y el año de publicación tal como figuran allí. En el caso de las distintas ediciones del diccionario
de la Academia se recurre a las siglas DRAE y la fecha de publicación que corresponde a cada edición,
excepto para la última edición (DLE 2014); se diferencia entre Autoridades y Autoridades 1770, para las
dos ediciones del primer diccionario académico. La lista completa de los derivados considerados en este
estudio puede consultarse en el apéndice 1.
3
Para ello, me he valido del Corpus del Nuevo diccionario histórico y lo indico siempre con las siglas
CDH.
4
Se eliminan de la cita las equivalencias latinas por no ser pertinentes para este estudio.
5
Se trata de la Prematica sobre las cosas tocantes á la conservacion, y aumento de la cria del ganado, y
arrendamientos de las dehesas donde pastan de 1633 con un texto muy próximo a la definición del
diccionario.
6
Cfr. el DHLE (s. v. adelanto) que aporta una primera documentación de 1818. En el CDH pueden
hallarse varios ejemplos en el siglo XVIII.
7
Cfr. CDH en el que figuran tres ejemplos anteriores al siglo XVIII.
8
No hay entrada para abandonamiento en el primer diccionario académico. Lo mismo sucede con
aumentamiento que se encuentra en la definición de aumento pero tampoco se halla en Autoridades.
9
En las ediciones del siglo XIX puede aparecer de forma muy aislada una referencia a la novedad de la
voz; por ejemplo, fanatismo (DRAE 1817), corporación (DRAE 1822), clasicismo (DRAE 1843)
finiquitar (DRAE 1852) o fusión [2] (DRAE 1852).
10
El apéndice contiene los derivados cuya primera documentación aparece en los diccionarios
considerados (siglos XVIII-XIX), pese a ello se han considerado también en la redacción del trabajo otros
derivados de documentación anterior (1.1).
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Resumen
Abstract
The historical core of the Spanish lexicon consists of those items inherited through
uninterrupted oral transmission from the spoken Latin of the Iberian Peninsula (a layer
that includes words of pre-Roman origin that entered local varieties of Latin). Although
it may contain a large number of the most frequent words in Spanish, today this lexical
stratum forms, in quantitative terms, only a small portion of the rich and extensive
Spanish vocabulary. Over time, speakers of Spanish have increased the size of the
lexicon through the incorporation and adaptation of countless borrowings taken from
the many languages with which medieval and modern Hispano-Romance has come into
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contact at the levels of oral and written levels (cfr. Dworkin 2012), and through the
creation of neologisms generated by processes of internal creation, such as suffixal
derivation, prefixation, and compounding.
The creation of new lexical items in these ways was a tool employed throughout the
medieval period by members of the speech community who sought to elaborate the
different varieties of Hispano-Romance through lexical expansion to render them
qualitatively and functionally equivalent to Latin so that they could become worthy
linguistic vehicles for the transmission of knowledge and for the administration of the
state. The creation of neologisms to express abstract concepts is an essential part of the
elaboration process. As a result, medieval texts offer an abundance of sets of
semantically and functionally equivalent derivatives coined with different suffixes from
the same underlying primitive. Many members of such sets are scantily documented,
and may represent at most ephemeral creations that enjoyed no widespread vitality in
the written (or even spoken) language. I offer here selected examples adapted from
Dworkin (2018: 96) of competing derivatives coined to form de-adjectival and deverbal
nominal abstracts:
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One of the features of the creation of a standard written language is the reduction
(although not the complete elimination) of seemingly unnecessary formal variation.
This lengthy process began in Spain in the last centuries of the Middle Ages and
continued well into the early modern period. By the mid-seventeenth century, Spanish
texts show far less variation in both inflectional (especially verbal) and derivational
morphology. Many of the neologisms created through suffixal derivation found in
medieval texts begin to fall into disuse (at least in the written language, the only
medieval and early modern reality to which we have access).
Almost thirty years ago I studied the rivalry between competing de-adjectival nominal
abstracts formed by adding the suffixes -dad, -(d)umbre -eza, and -ura to adjectival
bases in an attempt to identify some formal and semantic factors that may have
determined which of the competing derivatives would have survived (Dworkin 1989). I
concluded that the productivity and vitality of the suffix at issue as well as the possible
semantic incompatibility between the suffix and the base to which it was attached may
have played roles in determining the fate of the nouns at issue.
This paper seeks to continue this line of investigation by studying Old Spanish deverbal
abstract nouns in -miento, many of which failed to survive into the modern language.
This suffix, the continuation of Latin -MENTUM, used principally to designate a verbal
action, the agent or instrument used to carry out the action, or the resulting condition or
state, was the most productive morpheme employed in the medieval language in the
creation of deverbal abstract nouns. Penny (1987: 14-18) identifies 544 derivatives
in -miento in the Alfonsine corpus as preserved in manuscripts prepared at the royal
chancellery of Alfonso X el Sabio (reigned 1252-1284)1. Pattison's study of nominal
suffixes in thirteenth-century Hispano-Romance lists 251 -miento derivatives in the
texts surveyed. Only a small fraction of these nouns are inherited directly through oral
transmission from Latin bases in -MENTUM or are later Latinate borrowings (in which
case the suffix often appears as -mento); the overwhelming majority represent Hispano-
Romance creations. This three-way diachronic distinction did not form part of a
speaker's linguistic consciousness, and would have played no role in deciding the fate of
individual derivatives. Opinions seem to be divided on the vitality of -miento in the
modern language. Despite the loss over time of numerous derived nouns in -miento,
Rainer (1993: 608-613) argues, offering many examples, that the suffix at issue has
continued to be highly productive in the creation of neologisms in modern Spanish,
whereas Lliteras speaks of the 'lenta pero constante decadencia del sufijo -miento"
(2002: 70-71).
A substantial number of the Old Spanish derivatives in -miento have either disappeared
or have become obsolescent in the standard language (although modern dictionaries
such as the DRAE continue to record many of them and do not always mark the relevant
items as such with a label such as "arc[áico]" or "desus[ado]" , or whether today they
are used only regionally). Loss is fairly consistent in the case of those nouns whose
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verbal base has fallen into disuse or has become infrequent (although some are still
recorded in modern dictionaries), e.g.:
Many of the nouns in -miento identified by Pattison and Penny are attested less than ten
times in their data, or in the medieval examples found in the CORDE database, a
situation that may reflect their e phemeral nature: selected examples include
abivamiento, abraçamiento, abtamiento, acalonnamiento, acorramiento,
adevinamiento, afremosamiento, afficamiento, affinamiento, cabamiento, callamiento,
camamiento 2 , comulgamiento, consejamiento, conturbamiento, deboxamiento,
defensamiento, desamparamiento, esperamiento, loamiento, nodrimiento, olvidamiento,
quebrantamiento, soltamiento, testiguamiento, usamiento, violamiento. Others, although
abundantly attested, appear only in one text or in one text type or genre. Almost all the
medieval examples of acabamiento, acusamiento, adelantamiento, confirmamiento,
desafiamento, obligamiento, prometimiento, seguramiento, come from legal codes,
notarial documents or administrative texts (many in the 1491 edition of the Alfonsine
Siete partidas, although they are absent from the medieval manuscripts that have
preserved the various parts of this compilation). According to Pattison (1975), he found
a small number of the nouns in -miento in his corpus only in the manuscript tradition of
the thirteenth-century Fuero Juzgo: e.g., contemplamiento, decebimiento,
defensamiento. The CORDE database indicates that many -miento derivatives are first
documented in the thirteenth-century Navarro-Aragonese legal compilation known as
Vidal Mayor. The following nouns in -miento are documented (and may have
originated) as translations of Arabic technical terminology in astronomical treatises
prepared at the court of Alfonso X: abaxamiento, andamiento, annadimiento,
ascondimiento, ascendimiento, catamiento, caymiento, descendimiento, enclinamiento,
levamiento, levantamiento, llegamiento, menguamiento, mudamiento, parescimiento,
passamiento, reboluimiento, rectificamiento, sobimiento (Bossong 1979: 111-115).
Some nouns in -miento turn up for the most part only in medical texts: abrimiento,
adobamiento, guarimiento.
Throughout the history of Spanish, the suffix under study competed with other elements
used to form deverbal abstract nouns such as -a, -o, -e, -ado, -ancia, -encia, -ido, -ción,
-(d)ura (cfr. Lüdtke 270-278). Its most serious rivals were the vernacular / Latinate
pairs -ança / -ancia, -ença / -encia, and -zón / -ción. Penny (1987: 20-22) presents a
comparative chart showing rivalries between the various suffixes used in the Alfonsine
texts to form deverbal nominal abstracts. I summarize selectively his quantitative
findings below with regard to the rivalry between competing derivatives in -miento and
-ción on one hand, and between -miento and -ança / -ancia, -ença / -encia on the other.
In some instances the forms are essentially synonymous, whereas in other cases there is
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a semantic distinction between a noun denoting a verbal action and a noun denoting a
resulting state, quality, or condition (see also Clavería Nadal 2012: 55-59):
abondamiento (12) vs. abondancia (16) ~ abondança (3); aborrescimiento (2) vs.
aborrescencia (2); aborrimiento (3) vs. aborrencia (8); acordamiento (4) vs.
acordança (5); acusamiento (2) ~ acusamento (4) vs. acusación (3); acordamiento
(4) vs. acordança (5); adelantamiento (6) vs. adelantança (3); adevinamiento (6)
vs. adevinança (6) ~ adevinancia (1); aiuntamiento (4) ~ aiuntamento (8) vs.
aiuntancia (1); alabamiento (1) vs. alabança (57); andança (169) ~ andancia (25)
vs. andamiento (102); antojança (4) vs. antojamiento (1); confirmamiento (2) vs.
confirmación (14); connoscencia (14) vs. connoscimiento (2); consagramiento
(35) vs. consagración (65); contradezimiento (35) vs. contradicción (65);
corrompimiento (16) vs. corrupción (5); declinamiento (2) vs. declinación (461);
demostramiento (4) vs. demostración (10); descomulgamiento (32) vs.
descomulgación (81); destruymiento (126) vs. destruycion (38); exaltamiento (22)
vs. exaltación (254); folgamiento (2) vs. folgança (26) ~ folgancia (7);
maldezimiento (1) vs. maldicción (42); matamiento (1) 3 vs. matança (51);
multiplicamiento (2) vs. multiplicación (29); olvidamiento (1) vs. olvidança (11);
omillamiento (1) vs. omillança (8); ordenamiento (134) vs. ordenación (25) vs.
ordenança (14); predicamiento (1) vs. predicación (33); recebimiento (108) vs.
recepción (1); remembramiento (1) vs. remembrança (100); revolvimiento (10) vs.
revolución (8); salvamiento (31) vs. salvación (27); seguramiento (1) 4 vs.
segurança (30); tardamiento (2) vs. tardança (54); tentamiento(1) vs. tentación
(1); trasladamiento (2) vs. trasladación (22); visitamiento (9) vs. visitación (13);
ungimiento (9) vs. unción (13); ymaginamiento (1) vs. ymaginación (3).
The number of competing pairs of derivatives in -miento and in -ción far exceeds the
above examples from the Alfonsine corpus. Some selected examples from other
medieval sources are:
Lüdtke (1978: 264-268) lists over 160 sets of doublets in -miento and -ción, including
material first recorded in the post-medieval language; see also Lliteras (2002). In some
instances there is a semantic differentiation between the competing forms. The deverbal
nouns in -miento usually denote a verbal action (nomen actionis) whereas the
derivatives in -ción tend to refer to an abstract state or condition.
Unless both items have survived (often with some degree of semantic differentiation), it
is usually the derivative in -miento that has eventually disappeared or become
obsolescent, giving way to the variant in -ción. The latter suffix represents the learned
or Latinate outcome of Lat. -TIONEM (which yielded -çón / -zón through oral
transmission). Nouns in -ción abound in the early medieval language; at the outset,
many of these formations are not Romance-created neologisms, but rather the
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adaptation to Romance of Latin forms (i.e., outright Latinisms). Of the 148 words in
Pattison's corpus taken from thirteenth-century texts, 129 fall into this etymological
category, as do most of the nouns listed above from Alfonsine texts. Such formations
became the starting point for the continued and massive productivity of -ción as an
independent suffix (for details and pertinent examples see Pattison 1975: 88-97, Pharies
2002: 148-149). Pharies (2002: 148) claims that Spanish has over two thousand
derivatives in -ción. In some pairs from the medieval language, -miento is attached to a
base showing oral transmission, while -ción is used with a learned or Latinate variant of
the base (e.g., contradezimiento / contradicción, corrompomiento / corrupción,
desponimiento / disposición, recibimiento / recepción, revolvimiento / revolución,
ungimiento / unción.
In like fashion, the medieval language offers numerous pairs of deverbal nominal
abstracts in -miento alongside counterparts in -ança / -ancia (derived from -ar
verbs), -ença / -encia (derived from -er, -ir verbs). Almost every one of the 68 deverbals
in -ança / -ancia, -ença / -encia listed in Pattison (1975: 76-77) is flanked by a derived
noun in -miento. I offer here only selected examples (without repeating those presented
by Penny from the Alfonsine corpus and listed above; the number of occurrences
represents the information provided by the CORDE database for the period 1100-1499):
As is the case with the -miento and -ción pairs discussed above, the -miento derivatives
may have originally denoted a verbal action while those in -ança / -ancia, -ença / -encia
referred to a resulting state or condition. The line between these two semantic categories
could often be blurry and easy to cross. Consequently, derivatives in all the suffixes at
issue here may have, for many speakers or writers, have become quasi-synonymous or
functionally equivalent, a situation that may have culminated in the early modern
language in the elimination of what many members of the speech community viewed as
superfluous variants. However, in most cases there is probably no way to determine
with any high degree of certainty why in some cases speakers chose the derivative in -
miento and in others its rival. Any attempt to answer this legitimate and difficult
question would require a careful monographic study of the history of each relevant item,
a task far beyond the scope of this paper.
The loss in the medieval and early modern language of many -miento derivative in favor
of their counterparts in -ción may not result from any formal or semantic conditions that
undermined this suffix. In all likelihood this shift may have been initiated in the written
language of the late medieval period by those few members of the speech community
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who had some familiarity with Latin. At this time the language was undergoing what
some workers (Harris-Northall 1999, Dworkin 2010) have called the re-Latinization of
both its lexicon and its semantic structures. As part of this process, when faced with
(nearly-) functionally equivalent or synonymic pairs of derivatives, speakers (or perhaps
better, writers) may have opted for the Latinate option. This desire may also account for
the eventual triumph of Latinate -ancia, -encia over -ança, -ença, and of -ción over its
vernacular counterpart -zón. The period 1450-1650 is also a crucial moment in the effort
to create a written standard language. As noted at the beginning of this paper,
standardization involves the reduction (at least in the written language) of what the
speech community may perceive as unnecessary variation with regard to orthography
and inflectional and derivational morphology.
This study is meant to serve only as a brief introduction to some of the issues posed by
the history of deverbal abstract nouns in -miento. By no means does it even come close
to being a history of the genesis and vicissitudes in Old Spanish of the suffix at issue. In
reality, the study of the origin, integration, and spread of a suffix (or any other
derivational morpheme for that matter) often becomes the analysis of each word bearing
that suffix. The systematic study of derivatives has been one of the most neglected
aspects of Romance etymology. At best, Romance etymological dictionaries record,
usually without discussion, some or most of the derivatives coined from the base under
study. The maxim "Each word has its own history", originally coined with regard to the
study of sound change, applies equally well both to the diachronic study of lexical bases
as well as to any resulting derivatives. Diachronic derivational morphology is, in
essence, a branch of etymology6.
Referencias bibliográficas
Bossong, Georg. 1979. Probleme der Übersetzung wissenschaftlicher Werke aus dem
Arabischen in das Altspanische zur Zeit Alfons des Weisen. Beihefte zur Zeitschrift für
romanische Philologie, Band 169. Tübingen: Max Niemeyer Verlag.
Clavería Nadal, Gloria. 2013. La formación de palabras y el cultismo. En I. Pujol, ed.
Formación de palabras y diacronía. A Coruña: Anexos de la Revista de Lexicografía,
pp. 49-68.
Dworkin, Steven N. 1985. Etymology and Derivational Morphology: the Genesis of Old
Spanish Denominal Adjectives in -ido. Beihefte zur Zeitschrift für romanische
Philologie, Band 206. Tübingen: Max Niemeyer Verlag.
Dworkin, Steven N. 1989. Studies in lexical loss: the fate of Old Spanish postadjectival
abstracts in -dad, -dumbre, -eza, and -ura. Bulletin of Hispanic Studies 66: 335-342.
Dworkin, Steven N. 2010. Thoughts on the re-Latinization of the Spanish lexicon.
Romance Philology 64: 173-184.
Dworkin, Steven N. 2012. A History of the Spanish Lexicon: a Linguistic Analysis.
Oxford: Oxford University Press.
Dworkin, Steven N. 2018. A Guide to Old Spanish. Oxford: Oxford University Press.
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Notas
1
Haring (1978: 79-89) lists and analyses the semantic function of the numerous deverbal nouns
in -miento found in the Alfonsine legal compilation known as the Setenario, a text that has not been
preserved in any of the surviving manuscripts from the royal chancellery (and thus not included in the
data available in Penny 1987).
2
This rare noun is formed from OSp. camiar.
3
The noun matamiento is abundantly documented in other sources, especially the mid-thirteenth-century
version of the Bible preserved in Escorial MS i-j-6 and in the late-fourteenth-century writings of Juan
Fernández de Heredia.
4
The CORDE database offers almost sixty additional examples of seguramiento, of which the
overwhelming majority are found in legal texts.
5
For many additional examples taken from fifteenth-century texts from the Crown of Aragon, and
analysis, see Raab (2014: 62-69, 73-75).
6
Cfr. "I contend that etymology and diachronic derivational morphology appear to be but two sides of
thesame coin" (Dworkin 1985: 79).
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Resum
Abstract
It is well known that the Diccionari català-valencià-balear (DCVB) takes into account
the ancient, modern, oral and literary language in its definitions and examples. Its
microstructure also includes three sections (phonetics, derivation –with the label
“Intens[ius]” ‘intensives’– and etymology) which appear in a large part of its 150,964
entries. This configuration gives it a completeness and a singularity that moves it away
from conventional dictionaries. This work focuses on the derivatives that appear in the
DCVB. These derivatives might be expected to have their own separate entries (e.g.
“afeinassat” ‘busy’), but the most usual thing is that they are included in the "Intens
[ius]" section of each entry. This study aims, on the one hand, to justify
methodologically the appearance of this section in the DCVB; and on the other, to study
the types of suffixes that are added at the ends of the words to make the derivatives,
which appear in almost 4,000 entries.
1. Introducció
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de les seves 150.964 entrades, els quals li atorguen una compleció i una singularitat que
l’allunyen dels diccionaris convencionals. Aquest treball se centra en els derivats que
apareixen en el DCVB2. Seria esperable que aquests constessin com a entrada (p. ex.,
“afeinassat”), però el més habitual és que s’incloguin en l’apartat “Intens[ius]” de cada
lema. Aquest estudi pretén, d’una banda, justificar metodològicament l’aparició
d’aquest apartat en el DCVB; d’una altra, estudiar els tipus de sufixos que componen els
derivats, els quals apareixen en 3.721 entrades.
Aquesta descripció tan breu contrasta amb el que Alcover va redactar en la primera
edició del DCVB (p. xiv-xv), que resulta molt aclaridor per donar compte de la
presència i distribució de les diferents formes derivades en el diccionari i en l’esmentat
apartat d’“intensius”. Hi dedica un subapartat de l’epígraf 2, “Estructura dels articles”.
Pel seu interès, i pel fet que el volum en qüestió no és fàcilment accessible, es
reprodueix a continuació3:
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Aclarida la distribució dels derivatius en les entrades del DCVB, es plantegen, però,
altres qüestions, que s’intentarà de respondre en aquest article, entre altres: l’apartat
“intensius” és homogeni?; té la mateixa estructura i contingut en totes les entrades que
l’inclouen?; s’indica la procedència dialectal de determinades formes derivades?, es
coneix la font de documentació (oral o escrita) dels intensius enumerats?
D’altra banda, des d’un punt de vista lingüístic, el concepte derivatiu “intensiu”, s’entén
com el “prefix o sufix que, en unir-se al mot primitiu, hi aporta un valor d’èmfasi
d’increment o un grau elevat de respecte a la forma bàsica: supermercat, extraplana.
Per extensió, els mots amb prefixos o sufixos intensius també s’anomenen genèricament
intensius” (Pérez Saldanya et al. 1998: s. v. intensiu). Aquesta definició explica sols una
part del concepte que Alcover i Moll apliquen en el seu diccionari, tenint en compte
que, en realitat, adopten la divisòria bàsica entre a) sufixos expressius, emotius o
apreciatius, que englobarien els augmentatius i diminutius; i b) sufixos modificadors,
que formalment poden ser els mateixos que els anteriors, però que tenen la facultat de
modificar la base i generar una altra significació. Aquests darrers són els que, segons
Alcover, encapçalarien un nou article.
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Aquest estudi se centra en particular en els sufixos intensius del DCVB que estan
inclosos en la secció “Intens[ius]”, per bé que, en alguns casos, es tindran en compte els
modificadors, atès que aquests també són susceptibles de generar derivació apreciativa,
de caràcter diminutiu, augmentatiu o pejoratiu. Hi ha 3.721 lemes que incorporen
l’esmentada secció. Les formes derivatives incloses en l’apartat “intensius” d’aquestes
entrades no presenten una forma homogènia ni sistemàtica. Òbviament, no poden
contenir el mateix nombre de formes derivades, ja que aquest fet depèn de la base i de
l’ús que el parlant hi atorga, però el cert és que no tenen una estructura similar, ja que,
de vegades, presenten una divisió bipartida, integrada per augmentatius i diminutius, o
tripartida, formada per augmentatius, diminutius i pejoratius. Sovint, els derivats de
cada grup apareixen seriats, sense constar la tipologia a què pertanyen; o, de vegades,
apareixen altres criteris que cal prendre en consideració en intentar entendre la
metodologia emprada pels autors en fer la disposició dels diversos derivatius. En els
apartats següents se’n farà l’agrupació i la descripció corresponents.
L’apartat intensius és present en un 2,46% de les entrades del DCVB. Una part dels
derivats que integren la secció “intensius” es poden classificar, respectivament, en dues
o en tres agrupacions. En el primer cas, es tracta d’augmentatius i diminutius d’un
determinat lema (§3.1); en el segon cas, es tracta dels augmentatius, diminutius i
pejoratius de certs lemes (§3.2). Els intensius que ilustren les clasificacions subsegüents
s’han extret de l’apartat corresponent que figura en algunes de les entrades lèxiques del
DCVB. En la majoria dels casos, s’ha optat per les solucions més il·lustratives i
representatives.
La primera gran agrupació que apareix en l’apartat “intensius” del DCVB és la que
integra els augmentatius i diminutius corresponents (537 = 14,43% del total) de
determinats lemes, els quals poden contenir un nombre divers de formes derivades. La
xifra menor té un caràcter unitari per a cada grup6. Aquesta divisió bipartida és present
al llarg de tot el diccionari ja que es pot trobar entre els lemes abatzer i xot.
(1) agrós, -osa: Intens.: a) dim.: agroset, -eta; b) augm.: agrosot, -ota.
Aladroc: Intens. Augm.: aladrocot. Dim.: aladroquet.
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D’una altra banda, també s’hi poden afegir un grup de lemes (286 = 7,68% del total),
integrat per adjectius, els derivatius dels quals compten amb una tripartició sistemàtica:
els esmentats -et i -ot i un derivat superlatiu, -íssim, que, com es veurà més endavant,
forma una agrupació per ell mateix (§2.2.1), però que alhora també sol aparèixer quan el
lema de referència és un adjectiu.
En els exemples esmentats ja es recullen una bona part dels sufixos que apareixen en la
majoria de derivats que recull el DCVB, alguns dels quals es poden disposar de manera
seqüencial:
(5)
Diminutius Augmentatius
-et: agros+et; aladroqu+et; branqu+et+a; -ot: agros+ot; aladroc+ot; branc+ot+a,
budell+et branc+ot, budell+ot
-etx: branqu+etx+a; budell+etx+o -às: branc+ass+a; budell+às
-el·l: branqu+el·l+a -arr: branc+arr+a; budell+arr+o
-eu: branqu+eu+a; budell+eu -arr+às: branc+arr+ass+a
-iu: branqu+iu+a
-ó(n): branc+on+a, branc+ó; budell+ó
-oi: branc+oi+a; branc+oi; budell+oi
-ill+ó(n): branqu+ill+ó
-í(n): budell+í
-ei: budell+ei
-eng+o: budell+eng+o
-ing+o: budell+ing+o
-in+eu: budell+in+eu
-in+oi: budell+in+oi
-in+oi+et: budell+in+oi+et
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Una altra bona part dels derivatius inclosos en l’apartat “intensius” dels lemes del
DCVB es classifiquen en tres grups formats per diminutius, augmentatius i pejoratius
(707 = 19,05% del total). Aquesta divisió també és present al llarg de tot el diccionari ja
que hi pot aparèixer entre els lemes abric i xoric. Com en el cas anterior, cada grup pot
tenir un nombre divers de derivats. De caràcter unitari:
A aquest grup cal afegir una sèrie de 375 lemes (10,07 % del total) que contenen
l’apartat “intensius”, amb la mateixa tripartició indicada a (7) però que no estan
encapçalats amb les etiquetes corresponents, sinó disposats correlativament un darrere
l’altre, de vegades sense seguir un mateix ordre:
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Sembla que d’aquesta tripartició es desprèn que -et és el sufix diminutiu; -às,
l’augmentatiu; i -ot, el despectiu. Tanmateix, el conjunt de dades no avala en tots els
casos aquesta afirmació inicial.
En alguns lemes, la tripartició indicada pot presentar també una xifra força elevada:
Novament els derivats contenen una bona representació de sufixos propis de cada grup,
alguns dels quals, també en disposició seqüencial, ja havien aparegut a (5).
(10)
Diminutiu Augmentatiu Pejoratiu
-et: noi+et; ti+et+a; -às: noi+às; ti+ass+a; -ot: noi+ot; ti+ot+a;
homen+et; pedr+et+a homen+às; pedr+ass+a; homen+ot; pedr+ot+a;
-etx: homen+etx+o; homen+às; pedr+ot
pedr+etx+a pedr+ass+arr+a
-ic: homen+ic; -ot: pedr+ot+a; pedr+ot
homen+ic+o; -al: pedr+al
homen+ic+oi; -arr: homen+arr+o
homen+iqu+eu; -atx: homen+atx+o;
homen+iqu+et; homen+atx+ot
homen+iqu+iu
-el·l: pedr+el·l+a
-iu: homen+iu
-ó(n): pedr+on+a,
pedr+ó
-oi: homen+oi
-ill: homen+ill+o
-í(n): pedrol+í;
pedrol+in+a;
pedrol+in+et;
pedrol+in+eu;
pedrol+in+etx+o;
pedrol+in+oi
-eu: homen+eu;
pedr+eu+a
-ing+o: homen+ing+o
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Com es pot comprovar a partir dels exemples, la formació de diminutius és més rendible
que la d’augmentatius i pejoratius des del punt de vista de la concatenació de sufixos.
D’altra banda, el sufix -ot pot ostentar el valor tant d’augmentatiu com de pejoratiu.
A més, com en el cas anterior, es poden afegir a aquesta agrupació la sèrie de 30 lemes
(= 0,8% del total), també integrada per adjectius, els derivatius dels quals compten amb
els esmentats -et, -ot i -ás i un derivat superlatiu, -íssim. Veg. §2.2.1.
(11) gelós, -osa: Intens.: geloset, -eta; gelosot, -ota; gelosàs, -assa; gelosíssim, -
íssima.
mudat, -ada: Intens.: mudadàs, -assa; mudadet, -eta; mudadot, -ota;
mudadíssim, -íssima.
Relacionats amb els diminutius i amb els augmentatius, hi ha també un grup de lemes,
en el grup d’intensius dels quals sols figuren o bé els augmentatius o bé els diminutius
(51 = 1,37%). Els augmentatius compten sols amb quatre ocurrències, que presenten els
sufixos -às i -ot, els quals ja havien aparegut fins ara.
En cinc casos, els derivats diminutius van seguits de pejoratius, grup que ja
acompanyava els augmentatius i els diminutius en l’esmentat bloc ternari.
(14) filet: Intens.: a) Dim.: filet+et, filet+ó, filet+oi, filet+iu. b) Pejor.: filet+ot.
grava: Intens.: a) Dim.: grav+et+a. b) Pejor.: grav+ot+a.
marfegó: Intens.: a) Dim.: marfegon+et. b) Pejor.: marfegon+ot.
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Cal observar, d’una banda, que marfegó7 i panet ja contenen sufixos intensius, però, pel
fet de designar noves realitats, constitueixen entrades lèxiques noves; i, d’una altra, que
els sufixos diminutius són recurrents i alguns coincideixen amb els que s’han indicat
més amunt.
Als dos grups esmentats, poden afegir-se els 100 (2,68% del total) derivatius que
contenen alguns lemes que inclouen els sufixos paradigmàtics dels augmentatius (-ot i/o
-às) i dels diminutius (-et).
Pel que fa als augmentatius, hi ha 8 ocurrències que contenen solament -às, i una que
conté -ot, per exemple8:
Pel que fa als diminutius, 81 ocurrències, tant adjectius com substantius, contenen
solament -et, per exemple:
Un examen detingut de l’apartat intensius dels lemes del DCVB detecta també altres
grups prou cohesionats relacionats amb la derivació: els que corresponen als grups de
superlatius, de pejoratius, de despectius, d’augmentatius (d’elogi o laudatoris) i
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d’afectius. Els quatre darrers grups són presents en un nombre no gaire elevat d’entrades
(36 = 0,96%); per contra, el grup dels superlatius es troba en 338 lemes (9,08%).
S’observa, ordenant alfabèticament els lemes que presenten superlatius, que aquests es
poden trobar entre els mots abonat -ada i voraçment, però que l’aparició del terme
“superlatiu”, acompanyant la secció “intensius”, es generalitza a partir de l’entrada
evidentment9. Fins aleshores la presència del terme era irregular. Cal fer notar, d’altra
banda, que, com s’ha indicat, molts dels adjectius que contenen formes derivatives,
inclouen també formes superlatives, fet que incrementa notablement el nombre de
derivats que incorporen aquest tipus de sufix.
L’apartat “intensius” de 10 lemes conté l’etiqueta “pejoratiu” (en alguns casos hi pot
haver derivats d’altres grups ja citats); per exemple:
Cal observar que, com a pejoratius, a més de -ot, apareixen en alguns casos els
sufixos -etx+o, -and+o, -ang+o, i fins i tot -et, en l’accepció “(dial.) Beneitot, curt
d’enteniment (Mall.)”, cosa que també s’esdevé en el grup següent. Aquest fet demostra
l’estreta relació que existeix entre els sufixos i els aspectes lexicosemàntics.
Hi ha sols tres mostres d’intensius despectius, que molt probablement tenen el mateix
caràcter que els pejoratius, i podrien ser afegits al grup anterior:
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(23) beat: Intens.: a) Afectuosos: beatet, -eta; beaó, -ona. b) Despectius: beatot,
-ota; beatarro, -arra; beatetxo, -etxa; beatutxo, -utxa; beatul lo, -ul·la.
cec: Intens. afectuós: ceguet, -eta.
content: Intens.: a) Afectuosos: contentet, -eta; contentó, -ona. b) Superl.:
contentíssim, -ima.
foraster: Intens.: a) Afectuosos: forasteret, -eta; forasteró, -ona. b) Pejor.:
forasterot, -ota; forasteretxo, -etxa; forasterando, -anda; forasteratxo, -
atxa; forasterarro, -arra; forasterango, -anga.
pagès: Intens.: a) Afectuosos: pageset, -eta; pagesó, -ona. b) Pejor.:
pagesetxo, -etxa; pagesando, -anda; pagesango, -anga; pagesarro, -arra;
pagesol, -ola; pagesot, -ota. c) Augm.: pagesàs, -assa.
son: Intens.: a) Dim. i afectuosos: soneta, sonarrina. b) Pejor.: sonota. c)
Augm.: sonassa.
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Altres tres grups relacionats amb la derivació són els que es refereixen als noms propis,
als documents que serveixen de testimoni de l’ús dels intensius i als que es relacionen
amb certes localitats o àrees dialectals o il·lustren determinats usos.
El DCVB inclou 72 (1,93%) lemes que contenen un apartat d’intensius en noms propis:
23 corresponen a noms de dona i 49, a noms d’home.
Pel que fa als noms propis femenins, alguns contenen la divisió entre afectius i
pejoratius o despectius:
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En el primer exemple apareix una referència documental d’un dels derivatius, que
constitueix una mostra del que es descriurà a §5.2.
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Com s’esdevenia en els noms propis femenins, alguns intensius (Guillemó, Jacint) són
exemplificats documentalment.
En alguns casos, l’apartat de derivatius conté sols una forma intensiva, que va
acompanyada de la citació en l’obra referenciada:
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En altres casos, atès que la font de documentació són obres lexicogràfiques, s’indiquen
els derivatius juntament amb el diccionari d’on s’han extret:
Altres diccionaris que il·lustren intensius són el Diccionari Aladern (agaús: Intens.
pejor: agausot (Aladern Dicc.)) o el Diccionari Aguiló (gavadala: Intens.: gavadalota:
Una gavadalota de fust, inv. de Vic, a. 1413, ap. Aguiló Dicc.).
Les obres de referència pertanyen a totes les èpoques literàries, tant de l’època medieval
(37) com contemporània (38):
(36) fidel: Intens. superl.: fidelíssim, -íssima (Féu-li fidelíssima resposta de tot lo
que era passat, Tirant, c. 294).
càlid: Intens.: calidíssim (Cartoxà IV, 94).
clement: Intens. superl.: clementíssim, -ima. O, clementíssim Pare meu,
Villena Vita Chr., c. 17.
(39) ardit: Intens.: ardidet, ardidot, ardidíssim. «P’es puig de Randa i Aubenya |
s’hi fan d’aquells homonets | petitons i ardidets | que són més forts que una
penya» (cançó pop. Llucmajor).
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5.3. Els intensius amb localització geogràfica o que contenen mostres de llengua
oral
Els intensius representatius des d’un punt de vista dialectal són tots els que, a més
d’altres formes sufixades, aporten referències geogràfiques sobre el seu ús.
(42) all: Intens.:–dim.: allet [or., əʎέt; occ. i val., aʎét; mall., əјə́t; men. oriental,
əέt; men. occidental, əə́t];–augm.: allot [or., əʎɔ́t; occ. i val., aʎɔ́t; mall.,
əјɔ́t; men., əɔ̞́t].
Aquest grup està integrat per 89 lemes (2,39%). La selecció dels exemples següents
aporten informació dialectal ordenada per àrees:
a) València
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b) Illes Balears
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c) Català oriental
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d) Català occidental
El DCVB recull un sol cas d’intensiu pertanyent al dialecte rossellonès: bocí: Intens.
dim.: bocinill (ross.).
(48) agut: Intens.: agudó, -ona (aplicat especialment als nens); agudot, -ota;
agudoi, -oia.
serafí: Intens. dim. (aplicat sobretot a infants o a estimades, com a nom de
gran amor): serafinet, serafineu, serafinó, serafinoi, serafinoí, serafínoiet,
serafinoïnet.
dos: Intens.: en el llenguatge familiar s’usa la forma diminutiva dosets, però
gairebé només en la locució tots dosets (dim. de tots dos); així, parlant de
dos infants, direm: «Se’n van tots dosets a escola».
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La suma de totes les agrupacions indicades fins ara representa el 84,04% del total de
lemes que contenen mostres d’intensius en el DCVB. Les 16,96% ocurrències restants
corresponen a entrades que tenen un apartat d’intensius que inclouen sufixos tant
formalment com numèricament molt variables.
Un grup relativament extens és el que recull els lemes els intensius dels quals adopten
els sufixos -às o -et, amb 70 ocurrències. Aquests sufixos representen, d’una banda, una
forma d’augmentatiu, que ja s’ha vist que un bon nombre de casos convivia amb -ot, i el
sufix diminutiu per excel·lència -et.
En proporcions molt menors, el sufix -et pot anar acompanyat de derivats que contenen
altres sufixos, com ara: -í (trot : Intens.: trotet, trotí); -eu (afegitó: Intens.: afegitonet,
afegitoneu); -at (solell: Intens.: solellet, solellada); -ó (atxerevit o atxerovit, -ida:
Intens.: atxerevidet, -eta; atxerevidó, -ona); -iu (aixadella: Intens.: aixadelleta,
aixadelliua; refillol: Intens.: refillolet, refilloliu); -ic (enllà: Intens.: enllanet; enllanic);
-ell: (garbí: Intens.: garbinet, garbinell); -às (acompanyats sovint, atès que es tracta
d’adjectius, de la forma de superlatiu -íssim): instruït, -ïda: Intens.: instruïdet, -eta;
instruïdàs, -assa; instruïdíssim, -íssima.
En altres sèries ternàries, el sufix -et apareix també, en diversos lemes, combinat amb
altres sufixos: -ot, -ic (trempat: Intens.: trempadet, -eta; trempadot, -ota;
trempadic, -ica); -eu, -ot (arrapada: arrapadeta, arrapadeua, arrapadota); -ot, -etxo
(argenter: Intens.: argenteret, argenterot, argenteretxo); -ot, -at (ranxo: Intens. (del || 4
b)20: ranxada, ranxet, ranxot); -ot, -iu (diabló: Intens. diablonet, diabloneu, diabloniu);
-ot, -ó (aprenent: Intens.: aprenentet, aprenentó, aprenentot); -às, -ó (esparrall: Intens.:
esparrallet, esparralló, esparrallàs); -ic, -eu (estellicó: Intens.: estelliconet, estelliconic,
estelliconeu); -às, -arr (festa: Intens.: festassa, festarra, festeta); -et, -às, -ic (flaire:
Intens.: flairassa, flaireta, flairica); -et, -ot, -arr (gotzo, gotza: Intens.: gotzet, -eta;
gotzot, -ota; gotzarro, -arra); -ot, -í (tos: Intens.: tosseta, tossina, tossota); -ell, -ot
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(ruixat: Intens.: ruixadet, ruixadell, ruixadot). I les combinacions poden ampliar-se amb
derivats amb quatre o cinc sufixos, un dels quals és -et.
A més, altres sufixos que apareixen en determinats lemes són: -ot, -às, -arro (temporal:
Intens. (del || 2) 21 : temporalàs, temporalarro, temporalot) o -às, -ot, -ic (tràmpol:
Intens.: trampolàs, trampolot, trampolic).
En aquests casos les seriacions de sufixos són molt elevades i sembla que depenen de la
freqüència d’ús del mot.
Els sufixos, doncs, que han aparegut en els derivats indicats són els següents, alguns
dels quals, com s’ha vist, són susceptibles de disposar-se seqüencialment:
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Alguns d’aquests sufixos (-anx, -eng, -etx) no han estat recollits a Fabra (1956: 113),
Mascaró (1986: 24-31), Cabré (1994: 103-106), Cabré (2008: 772-773) ni GIEC (2016:
413-419). Hi ha també alguna forma peculiar, integrada per alguns sufixos dubtosos,
com ara envegiques (enveja); sullanos, sullanetes (su-allà); moracoto, moracot
(moraco); casupeta (casa), micoïna (mica).
També certs noms propis presenten alguns sufixos atípics, com ara -ot per a les formes
femenines pejoratives: cfr. Ainot vs. Ainota; Annot vs. Annota, Mariot vs. Mariota,
Guidot vs. Guidota; formes apocopades com Teresó vs. Teresona, Teresic vs. Teresica,
en cas d’intensius afectuosos; i solucions especial com ara Francina-Ainons,
Magdalenons, Guidons.
Davant del panorama esbossat en la descripció dels sufixos, on es pot veure una certa
voluntat d’agrupació de les formes, però alhora una tendència a la disposició seriada
dels derivatius, de vegades en formes ben poc habituals i esperables (per exemple,
contemplacioneta o consumacionassa, entre molts altres), caldria preguntar-se d’on es
van extreure els derivats que conté el DCVB i si van ser recollits al llarg del treball de
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camp que Alcover –i posteriorment Moll– dugué a terme, i, en cas afirmatiu, com va ser
aprofitada aquesta informació.
De diferents localitats del català occidental es registren també derivatius, però amb una
xifra prou inferior. Així a Montesclado (Pallars Sobirà): [ɔ]me: omenás, omen[ɔ]t,
omenárro, omenét; d[ɔ]no, don[ɔ]t[ə], donas[ə], donét[ə]; Tortosa: jove, jovenot,
jovenàs, jovenet, jovenel·lo; Gandesa: home, homen[ɔ]t, homenás, homenatxo, homenet;
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En les localitats del català oriental apareixen els sufixos més comuns: Tossa de Mar:
h[ɔ]me: hum[ə]nàs: gros i alt; hum[ə]n[ɔ]t: dolent, despreciable; hum[ə]narru: molt
gròs; hum[ə]n[ɛ]t; Blanes: taula: taulota, taulassa, taularra, tauleta, taulassarra,
taulada (de convidats); la Bisbal d’Empordà: cap: cap[ɔ]t, caparràs, caparru, caparró,
caparrot, caparrunet, capet.
Al País Valencià, es recullen derivatius de diverses localitats com ara Morella: d[ɔ]na,
don[ɔ]ta, donassa, donarra, doneta, doniña; Sanet de la Rectoria: ullet, ull[ɛ]u, ullingo,
ulliu: diminutius de ull; maneta, man[ɛ]ua, maniua, maninga: diminutius de mà;
l’Alqueria de la Comtessa (Safor): home, omen[ɔ́]t, omenás, homenarro, homenet,
homeniw, homeningo, homenico, homeniwet, homen[ɛ]w; Alcoi: kariua = careta;
Benidorm: rata, ratota, ratassa, rateta, ratiwa, rat[ɔ]t, ratolí, ratolinet, ratoliniw;
València: home, homen[ɔ]t, homenás, homenarro, homenét, homeniu, homeningo;
Alcalà de Xivert: txic, txicás, txic[ɔ]t, txiquet, txicotiño, txicotet.
Pel que fa a l’alguerès, els quaderns de camp aporten una informació prou rellevant: “et,
-eta: fill, fillet; finestra, finestreta; dona, duneta. Es el diminutiu que s’usa casi
exclusivament; aumentatiu pres de l’italià -ó”. “Aumentatius -aça; -ot (casi no s’usa
mai). (taula) taura > tauró (taula grossa); gerra > jarró (gerra grossa); sabata > sabató
(sabata grossa)”; “diminutiu -o: finestra > finestró (poc usat); carrer > carreró”.
Examinada la informació i comparada amb els derivatius que apareixen al DCVB es pot
deduir que aquesta fou molt poc aprofitada per a la redacció de l’apartat “intensius”.
Ara com ara s’ignora quina en fou la font de documentació fonamental, tenint en
compte que alguns intensius que no tenen marcatge dialectal són propis de determinades
varietats.
9. Conclusions
Després d’una primera prospecció a l’apartat intensius “intensius” del DCVB, i un cop
feta la classificació i enumeració dels derivatius que l’integren, es pot arribar a les
conclusions següents:
b) Els sufixos són prou recurrents en els derivatius resultants. En un treball posterior,
se’n quantificarà la rendibilitat. Amb tot, ja es pot observar que -et, -ot, -às i -íssim són
els sufixos més rendibles.
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c) El sufix -ot no adopta sols el valor pejoratiu. Alguns exemples han mostrat que pot
tenir valor augmentatiu, i, com informa el DCVB, segons les comarques, pot ser usat
com a diminutiu. Cfr. gat > gatot.
d) No es coneix la procedència exacta de totes les mostres orals dels derivatius que
apareixen en el DCVB. Tanmateix, l’obra n’il·lustra alguns usos amb referències a fonts
escrites tant de caràcter literari com no literari.
e) Aquesta primera aproximació a l’apartat d’“intensius” del DCVB obre una nova via
d’exploració d’aquesta gran obra lexicogràfica, que aporta tanta informació de
característiques diverses i que es desmarca metodològicament i formalment dels
diccionaris que foren redactats en el mateix període temporal.
Referències bibliogràfiques
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Notas
1
Aquest treball s’adscriu al projecte FFI2013-41077-P, finançat pel Ministerio de Economía y
Competitividad.
2
Vegeu per a la historia, el desenvolupament i la composició del DCVB els treballs de Llompart (1960),
Moll (1962) o Perea (2005), entre altres.
3
Es manté en la reproducció del text la grafia original emprada pel Alcover.
4
Cfr. els augmentatius que inclou el DCVB en l’apartat intensius del mot dent: dentassa, dentarra,
dentota, dentot, dentarrassa, dentarrot, dentarrota, dental.
5
Cfr. els diminutius que inclou el DCVB en l’apartat intensius del mot dent: dentel·la, dentina, dentona,
dentet, dentó, denteia, dentenga, dentinga, dentineua, dentinoia, dentinoi, dentarrina, dentarri [sic per
dentarrí], dentiró, dentiua, dentironet, dentissó, dentissonet, dentolí, dentilló, dentillonet, dentarrinoia,
dentarrinoi.
6
Els exemples s’han escollit a l’atzar entre el conjunt de lemes que formen part de l’apartat “intensius”.
7
DCVB: s. v. marfegó: Màrfega petita o més estreta que la màrfega corrent; en els llits grans sol haver-hi
tres marfegons juxtaposats.
8
Hi ha dos casos de derivatius acabats en -ot acompanyats del sufíx -íssim, atès que es tracta d’adjectius
(injust: Intens.: injustot, -ota; injustíssim, -issima; odiós: Intens.: odiosot, -ota; odiosíssim, -íssima).
9
Cal recordar que el tercer volum del DCVB, obra plenament redactada per Moll, s’inicia amb el mot cas.
10
DCVB: s. v. comú: II. || 1. Pertanyent a la majoria o a tothom.
11
DCVB: s. v. conservador: 3. Que professa idees polítiques refractàries a canvis sobtats. «Partit
conservador» «Els conservadors i els lliberals».
12
Cal remarcar que, en aquest cas, el terme valencià és excessivament ampli, ja que la pronúncia que
s’indica no és general a tot el dialecte.
13
En alguns casos, se cita l’obra però no s’hi inclou l’exemple: esprimatxat: Intens.: esprimatxadot, -ota
(Oller Bogeria 10).
14
DCVB: bequelló m. dim. per bec.
15
DCVB: s. v. aficionat: 2. m. i f. Persona que es dedica a una ciència, art o ofici, que no és la seva
professió.
16
Malgrat la solució àtona que ofereix el DCVB, s’esperaria que aquesta forma fos al·lotí.
17
DCVB: s. v. babal·là: 2. m. i f. Irreflexiu, persona que no posa atenció en el que fa, que està com
ensensada (Mall.).
18
DCVB: s. v. consumació: El que una o més persones consumeixen a una casa de begudes, a un
restaurant, etc.; [...].
19
Fon.: sətɾíʎ (pir-or., or.); setɾíʎ, satɾíʎ (occ., val.); sətɾíј (mall.); sətɾí (mall., men., eiv.); sətɾéʎ (Arles,
Sta. Col. de Q.).
20
DCVB: s. v. ranxo (castellanisme): Grup nombrós de persones o d’animals (Men.).
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21
DCVB: s. v. temporal: 2. m. Tempestat, especialment a la mar.
22
Cfr. les formes derivades incloses en l’entrada fadrí del DCVB: Intens.–a) Augm.: fadrinàs, fadrinarro,
fadrinatxo.–b) Dim.: fadrinet, fadrinetxo, fadrinel·lo, fadrineu, fadriniu, fadrinó, fadrinoi, fadrinic.–c)
Pejor.: fadrinardo, fadrinot.
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I. Vázquez Diéguez. Sobre algúns sufixos galegos medievais
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Resumen
O presente texto trata sobre os sufixos da lingua galega que forman substantivos,
adxectivos e adverbios. Trataranse só os que durante a Idade Media foron moi
produtivos e comprobarase se na actualidade aínda o son. Verificarase se as tendencias
medievais tiveron / teñen continuación ou se foron falladas. Buscaranse todas esas
voces no Tesouro Medieval Informatizado da Lingua Galega e posteriormente
contrastaranse no Dicionario da Real Academia Galega que recolle o léxico estándar
actual. Comentaranse as solucións que non se contemplan hoxe. Verase tamén a
solución normativa actual.
Abstract
The present text deals with the suffixes of the Galician language that form nouns,
adjectives and adverbs. Only those that during the Middle Ages were very productive
will be treated and it will prove if they are still in the present. It will be checked if the
medieval tendencies had / have continued or have been failed. All these voices will be
searched in the Tesouro Medieval Informatizado da Lingua Galega (Medieval
Computerised Thesaurus of the Galician Language), later contrasted in the Dicionario
da Real Academia Galega (Dictionary of the Royal Galician Academy) that includes the
current standard lexicon. The solutions that are not contemplated today will be
discussed. And also the current standard solution.
1. Introdución
Dos temas que unha persoa dedicada á morfoloxía pode estudar, o da derivación está
entre os principais. Nas seguintes liñas presentarase o da sufixación. Entendemos por
sufixo aquel afixo posposto que produce novas formas (derivadas) partindo dunha
forma existente (p.e. amar > amábel ~ amable). Farase un percorrido histórico polos
principais sufixos da lingua galega para (i) tentar comprobar a vixencia actual dalgúns
deses sufixos como elementos cotiáns na formación de neoloxismos ou o seu pouco uso
(algunhas desas posibilidades frutificaron e outras non, mais manifestan o xenio
lingüístico), e (ii) verificar a solución actual normativa, porque nalgúns dos sufixos a
solución gráfica (e fonética) implicou non poucos problemas na consecución da norma
estándar do galego. Desde que en 1970 se publicasen as Normas ortográficas do idioma
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galego (Real Academia Galega [RAG]), que en 1971 pasaron a chamarse Normas
ortográficas e morfolóxicas do idioma galego [RAG], ata a aparición das Normas
ortográficas e morfolóxicas da lingua galega (1ª ed. 1982, 23ª ed. 2012; [RAG] e
Instituto da Lingua Galega [ILG]) –con dous grandes reformas en 1995 e en 2003–, as
solucións morfolóxicas mudaron substancialmente.
En relación ao primeiro punto, o estudo dos sufixos ten merecido o interese dos
investigadores desde longa data cunha extensa produción de publicacións. Sirvan os
seguintes exemplos (inclúo traballos portugueses que tratan a época medieval): nas
gramáticas descritivas da lingua, Álvarez et al. (1986, 2002) e Freixeiro Mato (2000);
nas gramáticas históricas, Ferreiro (1995 - 1997) e Huber (1933); traballos específicos
sobre léxico e glosarios, Barreiro (1985), Ferreiro (2010) e Lorenzo (1975 - 1977);
traballos monográficos, Antunes (1962), Coelho (2001), Freixeiro Mato (1996) e López
Viñas (2012, 2016) e traballos sobre sufixos particulares, Cereixo (1997, 1998), Dubert
(2004), Malkiel (1960) e Mariño Paz (1995, 1998, 2005). Salienta para este estudo a
obra de Ferreiro (1995-1997); a de Huber (1933) proporciona información moi básica (4
páxinas; 272-275) que aparecerá moi desenvolvida nas gramáticas históricas
posteriores.
[…] a lingua galega actual, coma todas as linguas, tamén presenta os tipos de
variación anteriores [xeográfica, diatópica, diastrática, sociocultural, diafásica,
temporal…], pero ademais amosa outros fenómenos variacionais froito das
dificultades que houbo para acadar un acordo normativo e, como non, da presión
que exerce a lingua castelá. Os diversos intentos normativos que se produciron ao
longo do século pasado deixan constancia da diversidade gráfica que reflicten os
documentos producidos durante o século xx.
En 1977, o ILG publicou as Bases prá unificación das Normas lingüísticas do galego.
Un texto que foi precedente e base da normativa de 1982; moi interesante e que se terá
en conta nas seguintes liñas. García-Sabell, presidente da RAG naquel momento, di
(ILG 1977: 5): “De ahí a súa atinada flexibilidade, como cómpre tratándose dunhas
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normas que son propostas e non impostas”. Na mesma páxina acaba dicindo:
“Confiamos en que a unificación definitiva, que terá que se basar na consagración polo
uso, e na oficialización pola Xunta de Galicia, non tardará en chegar”.
2. Metodoloxía
A forma de traballar será a seguinte: unha vez escollidos os sufixos serán pesquisados
no Tesouro Medieval Informatizado da Lingua Galega [TMILG] e no Dicionario da
Real Academia Galega [DRAG] en liña. O TMILG rexistra textos desde o ano 700 ata o
1600 (prosa notarial, prosa non notarial e verso) e o DRAG recolle a lingua actual.
Compararanse as solucións e verase a produtividade ou non de cada sufixo. Ofrécense
escritas solucións pouco comúns hoxe ou que non pertencen ao estándar1.
Para escoller os sufixos que se van traballar, viuse en primeiro lugar a lista que ofrece a
Gramática da lingua galega de Álvarez e Xove (2002). Os autores recollen oitenta e
nove que forman substantivos, adxectivos e un único caso de adverbios. Todos eles
foron consultados no TMILG e a lista que aparece a seguir ofrece os que foron
encontrados, un total de corenta e catro; dá-se o resultado medieval en cursiva (segundo
o TMILG; algunhas grafías xa modernas –ou modernizadas– dependen da transcrición
feita polo editor da obra) e entre corchetes a solución actual:
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Os que van marcados en letra grosa, dezaoito, corresponden aos máis produtivos e serán
eses os que se van tratar (os restantes posúen unha frecuencia moito menor, ás veces,
dun único caso). Dado o aspecto diacrónico do percorrido que se vai facer, ofrécense os
sufixos a partir do latín (por orde alfabética) e a seguir a solución galega.
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3. Os sufixos
Lat. relación (propio de). Hoxe tamén noción de colectividade. Infindos rexistros no
DRAG (substantivos e adxectivos) (abacial <ABBACIALE(M)>, abdominal de ‘abdome’,
abeneiral de ‘abeneiro’, abertal de ‘aberto’, abisal de ‘abiso’, abismal de ‘abismo’,
abruñal de ‘abruño’, etc.). Foi e é moi produtivo. A seguir, casos medievais non
vixentes na actualidade 5 . A sigla que aparece entre corchetes remite á referencia
bibliográfica do TMILG (no fin do texto):
– substantivos:
(1) J(ua)n de Ribadavia e V(as)co carnieiro, vesinnos da dita cidade, e
R(odrig)o Eanes aldeal della (1441) [= (de aldea, do ár. hisp. aḍḍáy‘a)
relativo á aldea, aldeán] [SANCH].
(2) E pousarei solo avelanal! (**) (1300) [=(de avelã, avela [abelá] 6
<ABELLANA(M)>) abeledo; no corpus, tamén escrito avelãal] [BREA]. No
Dicionario Etimolóxico da Lingua Galega (DELG) aparece abelanal como
forma dialectal viva.
(3) Iten mando a Pero, fillo de Maria Arteira, a mina vina de Fondon, et o
bimial que esta cabodela et as minas leiras (*) (1424) [= (de bimio [vime]
<VIMINE(M)>) lugar onde hai vimieiros] [MANS]. No DELG aparece vimial
como forma viva.
(4) Qui pascere fruyto que a horto pertenesce o cogonbral, por una qual quer
rayz peyte. III. Dineyros (1280) [= (de cogonbro [cogombro]
<*CUCUMERU>) lugar onde hai cogombros] [CINT].
(5) […] ca nunca pod'o mentiral tan ben | jurar come o que verdade ten. (**)
(1300) [= (de mentira, de mentir <MENTIRE>) mentireiro / -a] [BREA].
(6) […] diseron que fosen ao ortal das Pereyras (1436) [= (de orto [horto]
<HORTU(M)>) horta; horto] [LUC1]. No DELG aparece hortal como forma
viva.
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– adxectivos:
(7) […] et rogolle perla morte et paſion que el tomou enna verdadeyra cruz para
ſaluar a ˜mj et a todo ho ljnageen humanal que me perdoen (**) (1414) [=
(de humano <HUMANU(M)>) humano / -a] [MAIA].
(8) Et renunçou demais sobre todo esto a seu foro leigal et submeteuse ao
judiçio da iglesia (* / **) (1370) [= (de leigo <LAICU(M)>) secular; laico
/ -a] [PORT].
(9) […] ordenou a missa matutinal, et dar as penjtençias (**) (1468) [= (de
matutino <MATUTINU(M)>) matutino / -a] [SOUT].
(10) […] seys mjll mrs. pares de brancas desta moneda vsal eneste Reyno de
Galizia (* / **) (1516) [= (de vso <USU(M)>) en uso, que se usa, usual]
[MART-SAL].
Existe a variante -ar como alternativa. Poucos casos e todos documentados hoxe.
Afirma Ferreiro (1997: 16) “consérvase en numerosos vocábulos eruditos en que a
relación coa base é aínda normalmente perceptíbel”.
3.2. -ĀNŬ(M), - ĀNĂ(M) > a) -án / -á (-ao / -á); b) -án / -ana; c) -ano / -a
Lat. orixe, nacionalidade; condición. Hoxe mantén eses valores e tamén o de semellante,
comparable, con algúns matices dependendo da solución. Foi moi produtivo na Idade
Media e continúa a ser na actualidade.
Para a solución a), o DRAG rexistra máis de duascentas entradas (afgán / gá do persa
‘afgany’, alazán / zá do ár. hisp. *alaşháb, aldeán / -deá de ‘aldea’, ancián / -ciá
<*ANTIANU(M)>, capitán / -tá <CAPITANU(M)>, castelán / -lá <CASTELLANU(M)>,
cristián / -tiá <CHRISTIANU(M)>, etc.). Grafías do TMILG: ‘(-an / -án), -ao / -ão / -ãõ /
-ãão, -ã’. Na actualidade, ‘-án / -á’ e admítese a variante ‘-ao / -á’ nos xentilicios da
zona oriental de Galicia onde a desaparición do ene intervocálico non se converteu no
ene velar do estándar para a solución do masculino (arnoiao / -noiá, burelao / -lá,
caldelao / -lá, courelao / -lá, lancarao / -rá, mariñao / -ñá, ribeirao / -rá, etc.). No
corpus medieval hai uns poucos casos. Véxanse os diverxentes atopados, neste caso
dous préstamos:
(11) Diego Fernandez, alfaghan (1335) [= (do ár. hisp. alẖayyáṭ) alfaiate]
[LUC1].
(12) [...] Ares Gonçalues, canónigo, vigario do dayán (* / **) (1447) [= (do fr.
ant. deien, hoxe doyen <DECANU(M)>) deán] [FERRO].
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(13) Todo aldeano que casa ouere en uila (*) (1290) [= (de aldea) aldeán]
[CINT]. No DELG aparece anciano como forma viva.
(14) Et era ome ançiano ia (* / **) (1312) [= (<*ANTIANU(M)>, antes) ancián]
[LOR1].
(15) […] mãdo tornar este libro de frãçes en castellano (* / **) (1399) [=
<CASTELLANU(M)> castelán] [PARK].
(16) Todo mouro ou moura que ferir a christiano o a christiana (1290) [=
<CHRISTIANU(M)> cristián] [CINT].
(17) El [rrey] Merres Etiopiano (**) (1330) [= (de Etiopía) etíope] [MART].
(18) Cõmo foy gardado en España o ofiçio romão (**) (1312) [= <ROMANU(M)>
romano] [LOR1].
(19) […] caualeyro que lidou polo ofiçio toledão, que uençeu (**) (1312) [=
<TOLETANU(M)> toledano] [LOR1].
Cómpre dicir que, neste caso, a grafía pode levar a engano, pois podían moi ben xa estar
a pronunciar ‘-án’ e a escribir ‘-ano / -ão’ e viceversa.
Para Ferreiro (1997: 142) a solución a) “constitúe, sen dúvida, un dos [sufixos] máis
rendíbeis ao longo da historia do galego”. Presente en numerosos vocábulos
patrimoniais, “a produtividade deste sufixo mostrouse con forza na formación de
xentilicios, sendo este practicamente o único ámbito nocional en que se rexistra”. Para
c) “alta rendibilidade, para alén da súa presenza en numerosos adxectivos eruditos
procedentes directamente do latín”. En relación a b) “O sufixo moderno -án, -ana de
grande extensión na lingua popular e coloquial, procede posibelmente do sufixo
aumentativo -ón, cunha modificación fonética a que puido contribuir o resultado -án, da
terminación lat. -ANE” (1997: 144).
Das múltiples combinacións que se dan na fala viva os escritores mostran unha
tendencia clara polo seguinte esquema: (meu) irmán ~ (miña) irmá. Este é tamén
o esquema que propoñemos. O cal non quere dicir que se condenen as outras
formas, que en certo tipo de palabras (como as de carácter xentilicio) serán as
únicas aceptables: meirao, mariñao, limiao, lancarao.
Para a solución b): “Non ofrecen problemas na forma masculina: guardián, alemán,
catalán lacazán, loubán. Orixinariamente estas palabras non tiñan unha forma
específica pró femenino e crearon unha en -ana: guardiana, alemana, catalana”. E para
a c) (p. 26):
En época moderna rehabilitouse o sufixo -ano por vía culta, primeiro en palabras
de carácter libresco (humano, republicano, anglicano) e despois tamén en
palabras de carácter popular (americano, peruano, rosaliano, pondaliano).
Naturalmente, cos seus femeninos en -ana: humana, republicana, rosaliana, etc.
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Como en castelán non se fai diferencia neste caso entre as entradas antigas e as
modernas (hermano o mesmo que humano), de aquí resulta unha fonte de
confusións no galego moderno.
En ILG (1982) aínda aparecen as solucións catalana, alemana (b) e em ILG (2003)
aparecen xa as solucións actuais: afgán-afgá, alemán-alemá, capitán-capitá, catalán-
catalá, musulmán- musulmá, pagán-pagá, sancristán-sacristá.
3.3. -ĂRĬŬ(M), -ĂRĬĂ(M) > a) -eiro / -a (-deiro / -a); b) -ario / -a (-tario / -a)
Lat. relación, ‘propio de’. Hoxe, ocupación, lugar, noción colectiva; relación, posesión.
A solución a), a popular, presenta, quer no DRAG, quer no corpus, infindas entradas
(abelleiro / a de ‘abella’, aceiro <*ACIARIU>, cancioneiro de ‘canción’, carpinteiro / a
<*CARPENTARIU>, etc.). Atópase escrito na Idade Media (TMILG) coas seguintes
grafías: ‘-eiro, -eiru, -eyro, -eyru, -ejro’.
(20) […] rrefazer as ditas casas de todo adubeiro que lles foren mester (* / **)
(1392) [= (do fr. adouber) ornamento] [CAB].
(21) […] ẽna alcavala das bestas, Afonso de Torres, arrocheiro (*) (1458) [= (de
arrocho ‘pau curto’) arrieiro] [ROD-GON1].
(22) […] Pero Garçia de Galegos e Juan Ferreiro, çinteiro (*) (1458) [= (de cinto
<CINCTU(M)>) o que facía cintas, cinchas] [ROD-GON1].
(23) Com'eu en Vigo senheyra manho (* / **) (1300) [= <SINGULA(M)>
solitaria] [BREA].
(24) […] e firmemente outorgo a vos Rodrigo Eans Barreiro toneiro que
presente estades (*) (1400) [= (de tone[l], do fr. ant. tonel <TUNNA>)
toneleiro] [COME].
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Para a solución a), o semicultismo, hai catro rexistros no DRAG (bravádego de ‘bravo’,
deádego de ‘deán’, padroádego de ‘padroado’ e portádego <*PORTATICU(M)>). Sufixo
de moi pouca rendibilidade. Na Idade Media encontramos as grafías ‘-adego / -adigo’
(TMILG) e só quince voces (achadego, (h)amadego / amádigo, arçidianadego,
chantradego, eyradego, justiçiadego, maestradego, maordomadigo, mayordomadego,
montadego, moordomadego, padroadigo, papadego, prioradego, terradego). Véxanse
catro usos non rexistrados na actualidade, do corpus medieval:
(30) […] et de todo por calço et achadego que nos Deus der aver et gaanar (* /
**) (1433) [= (de achar <AFFLARE>) achado; descubrimento] [ROD-
GON2]. No DELG aparece achádego como forma viva.
(31) […] Ruy Gomes arçipreste do arçidianadego de Deça por don Johan
Affonso arçidiago do dito arçidianadego (1362) [= (de arcediano [hoxe
non conservado] <ARCHIDIACONU(M)>) arcediagado] [ROMAN].
(32) […] et cada ano por dia de Natal quareenta et oyto soldos de brancos por
foros et huna galinna et os ovos do eyradego (1394) [= (de eira
<AREA(M)>) imposto en especias] [ROMAN].
(33) […] que lle avian mandado dar para levar a carta do justiçiadego ao
arçebispo (1437) [= (de [justicia] xustiza <IUSTITIA(M)>) cargo xudicial]
[ROD-GON1].
Para a solución b), a forma culta, que indica ‘relación’, hai cento setenta e dous rexistros
no DRAG (acromático, acrobático, acuático, antipático, asiático, automático,
climático, sabático, etc.) e un só caso no corpus medieval:
(34) […] deuena a meter na chaga para estanar esta meezjna filla duas partes
dençenço et tres partes daloes etpatico (1409) [= (HEPATICU(M), de
ἡπατικός) hepático] [PENS].
A solución c), que indica ‘noción colectiva; acto ou estado’, recolle palabras que se
formaron na lingua a partir da solución francesa -age do sufixo en causa, procedente do
occitano -atge. O DRAG rexistra cento oitenta e unha entradas (abordaxe, aldraxe,
almacenaxe, aprendizaxe, bandidaxe, bricolaxe, camuflaxe, correaxe, dobraxe, follaxe,
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etc.). No corpus medieval encóntranse moitas das voces hoxe vixentes (con diferentes
grafías [TMILG], ‘-axe, -age, -agẽ, -agem, -agen’) mais aparecen cinco casos sen
presenza no dicionario:
(35) Se lhi froreç'o bastage, | meu senhor, seede sage | que prendades dele gage: |
ca, se s'ora daqui vai | ben, fará tan gran domage, | come Fernand'e[n]
Romai (* / **) (1300) [= (bastage) (de βαστάζω ‘levar unha carga’) pau,
tronco, fig. pene / (**) (domage) (do fr. domage, do fr. ant. dongier
<*DOMINARIU(M)>) estrago, dano, prexuízo] [BREA].
(36) Pero Fernandiz, home de barnage, | que me non quer de noyte guardar o
muu, | se aca d'el travarem por peage (*) (1300) [= (do fr. baron, do ger.
*baro ‘home libre’) nobreza, estirpe nobre] [BREA].
(37) […] em todo seu Regno et señorio detodo oportadego et peage et pasage et
rondage et castelagem (* / **) (1431) [= (rondage) (de ronda, do ár. rubt)
vixiancia / (castelagem) (de castelo <CASTELLU(M)>) antigo imposto que se
pagaba cando se pasaba polo territorio dun castelo] [MART-SAL].
Segundo Ferreiro (1997: 160) “-ádego, presente na lingua medieval en substantivos que
indican ‘xurisdicción, institución, etc.’” non ten rendibilidade na actualidade. A forma -
ático, -a “é o resultado erudito, cuxa presenza no romance se produciu sempre a través
do latín literario” (p. 161). E o sufixo -axe, “procedente do fr. -age ou prov. -atge, do
lat. -ATĬCU, forma substantivos presentes desde os primeiros períodos da lingua baixo a
forma -age ou -agen, adquirindo posteriormente unha grande rendibilidade” (p. 122).
(38) [...] vos damos en renda o lugar de Savynaao, que jas sub signo de Santo
Estevo, asi como esta acomarado, con suas árvores et casas (1418) [= (de
acomarar?, de cómaro? <CUMULU(M)?>) limitado, que ten límites, cercado]
[DURO]. No DELG aparece acomarado como forma viva.
(39) [...] et prouéé-lo competenter et leua-lo ou nosso celeyru do adrado de
Deua (*) (1280) [= (de adrar, de adro <ATRIU(M)>) terreo sementado]
[LUC1].
(40) Et o Çide ficou apeoado et deronllj logo o caualo (* / **) (1312) [= (de
apeoar?, de peón? <PEDONE(M)>) apeado, desmontado] [LOR1].
(41) De otras bondades o vejo arnessado, | ca es sabidor e de boa vida (1424) [=
(de arnesar, de arnés, do fr. harnais) protexido (por arnés)] [POL].
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(42) Et se o faço, para sempre serey pusfaçado (1399) [= (de posfazar <POST
FACIE(M)> ‘falar por tras da cara’) inxuriado] [PARK].
(43) […] esta Iglesia ffoy abbadada de ffernan portugaez (*) (1291) [= (de
abadar, de abade <ABBATE(M)>) igrexa provista de abade] [PORT].
(44) […] e desí moiro por vos'espejo, | ¡tan adonada me paresçedes!| (1430) [=
de adonar <*ADDONARE>, de don <DONU(M)>) chea de dons, mercés]
[POL].
(45) […] que era ome de oytenta anos, et que senpre a dita granja fora
benfeytada do dito mosteyro (*) (1417) [= (de benfeitar <*BENEFACTARE>,
de <BENEFACTORE(M)> ‘outorgar benfeitoría’) arrendada ou cedida ao clero]
[LUC1].
(46) Et plo[u]gue a Deus que acharõ hũa alcaria muy bõa et muy bem castelada
(* / **) (1312) [= (de castelar?, de castelo <CASTELLU(M)>) fortificada,
protexida] [LOR1].
A solución b), maioritariamente utilizada para designar titularidade, estado e usada para
a nomenclatura química, ten presenza importante no DRAG (agnato <AGNATU(M)>,
anonimato de ‘anónimo’, bacharelato de ‘bacharel’, beato <BEATU(M)>, etc.). No
corpus medieval hai varios rexistros, algúns sen uso hoxe:
(49) […] non o querendo que vos o posas dar a outra persona semitable de vos
que pague (1527) [= (<SIMILABILE(M)>, de simil <SIMILE(M)>. Tal vez
lectura errónea do manuscrito, l por t) semellante] [COME].
(50) [...] et que façades as casas delles ally hu estavan antes ou en outro lugar en
termino desses lugares que seia comunavel (1332) [= <COMMUNABILE(M)>
susceptible de ser común] [ROMAN].
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(51) […] enno pleito que ouvera por lo dito conçello con Fernan Garçia alfayate
sobrerason da renda conçellavel (**) (1416) [= (de concellar?
<CONCILIARE>) conciliable] [ROD-GON1].
Para Mariño Paz (2016: 130) o uso de -ble “semellaba estar liderado basicamente por
individuos ao servizo da elite gobernante que nos documentos que produciron lle deron
un gran pulo” e implicaba un achegamento do galego ao castelán. O mesmo autor
explicaba en 2005 (p. 166) a cuestión cos seguintes argumentos:
Na cuestión normativa, ILG (1977: 23) postulaba: “Prás palabras cultas que se forman
co sufixo latino -b i l i s (cast. -ble, port. -vel) son posibles dúas solucións: amábel /
amable”. Na nota 9 da mesma páxina lese:
A forma autenticamente galega era -vel, que nós escribiremos con b pra sermos
coherentes coa nosa ortografía. A forma -ble é, con todo, a única existente no
galego falado hoxendía; o triunfo desta solución castelá veríase favorecido polo
feito de seren todas palabras cultas. Parece que a escolla entre as dúas debe facela
a práctica e o tempo, pois que unha representa a nosa tradición e a outra a fala de
hoxe.
En ILG e RAG 1982, as dúas solucións son aceptadas. Na 12ª edición de 1995, aínda se
le na páxina 60, en relación á solución -bel que “algúns escritores optaron por influxo
do portugués, aínda que, polas razóns anteditas, non pareza recomendable”. A partir de
2003, lese (ILG e RAG, 2012: 57): “A solución moderna para as palabras cultas que
teñen o sufixo latino -BILIS é -ble ou -bel” (con todo, as Normas son redactadas sempre
empregando -ble). E na páxina 58:
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impúxose como única forma -vel (plural -veis). En textos galegos antigos danse as
seguintes solucións (con alternancia gráfica b / v): para o singular, -vele ~ -bele,
-vel ~ -bel, -vil ~ -bil, -vle ~ -ble; […]. Esta última solución é con moito a máis
frecuente.
A terminación -ble (pl. -bles) impúxose como solución xeral en todo o territorio
galego, e mesmo se documenta no norte de Portugal. Esta é ademais a solución
adoptada por outras linguas (francés, catalán, castelán...). De por parte, -bel, -beis
(amábel, amábeis) ten tamén unha importante presenza na lingua escrita xa desde
o século XIX.
(52) […] et o dezeno, Bron et o onzeno ouvo nome Matas et o dozeno, Almadias
(** ambas voces) (1399) [= (de dez <DECE(M)> / de [doze] doce
<DUODECI(M)>) décimo / décimo segundo] [PARK].
3.8. -ĪNŬ(M), -ĪNĂ(M) > a) -iño / -a; b) -ino / -a; c) -ín / -ina
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(57) Mas foi-ss'o demo e fez-ll'o bocin (* / **) (1284) [= ‘fazer o bocin’, aceno
de desprezo] [METT].
(58) […] e ar torná-ss'o mouro pelegrin (* / **) (1300) [= (<PEREGRINU(M)>)
peregrino] [BREA].
(59) […] se ouver cabalo ou Rocin que lle de o mellor que ouver (* / **) (1335)
[= barrufeiro, cabalo ruín, castelanismo ‘rocín’ (de orixe escura)]
[LOPEZ2]. No DELG aparece rocín como forma viva.
Lese en Ferreiro (1997: 184) que “o sufixo -iño impúxose como solución universal en
galego para a función diminutiva”. Na páxina 154 di que o resultado semiculto está
“presente en adxectivos formados no propio latín [...] que entraron por vía culta en
galego”, e na páxina 185, en relación á solución c), “rexístranse en galego algúns
vocábulos en que aparece unha variante sufixal -ín, de valor diminutivo máis ou menos
claro, procedente directamente do fr. (-in) ou do it. (-ino), ás veces a través do español”,
e esclarece que hai que ter presente “que en grande parte do territorio oriental -ín é o
resultado xeral de -ĪNU”.
-iño / -ino, -iña / -ina. Os resultados populares son os que damos como primeira
alternativa: Manoliño, Carmiña, pequeniño, fuciño. Tamén é popular (oriental),
aínda que literariamente de uso moi restrinxido, -ín: fucín, toucín. Tardiamente
introducíronse palabras cultas que manteñen inalterado o sufixo orixinario:
Medicina, penicilina, gasolina.
Hoxe forma nomes abstractos, indica cualidade, propiedade, estado. Moi ligado ao
sufixo seguinte. No DRAG rexístranse uns oitenta casos (absurdeza de ‘absurdo’,
afouteza de ‘afouto’, agudeza de ‘agudo’, baixeza de ‘baixo’, beleza de ‘belo’, clareza
de ‘claro’, etc.). Grafías (TMILG): ‘-eça, -eza’. No corpus recollemos casos sen rexistro
actual:
(60) Et el rrey foy tam mesurado que lle perdõo[u] sen outra agraueza (* / **)
(1312) [= (de grave <GRAVE(M)>) gravame, tributo] [LOR1].
(61) […] as leys dos emperadores Valeriano e Justiniano que falan con anpleza
das molleres (1416) [= (de amplo <AMPLU(M)>) folgura, abundancia]
[LUC2].
(62) […] e tal astragueza pres || que quanto por ben fazia | en mal xe ll'ya tornar
(*)(1284) [= (de astrago [estrago], de (a / e)stragar <*STRAGARE>) mala
fada] [METT].
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(63) Et Orestes fuy ende muyto atachado, ca todos teuerõ que f[e]z[era] grã
treyçóm et grande auoleza (* / **) (1373) [= (do esp. avoleza, do cat. àvol,
origem escura, se cadra, ligado ao lat. <HABILE(M)>, ‘experto en facer
cousas más’) vileza, maldade] [LOR2].
(64) […] En aquela sazõ auẽo que ẽna hoste auía tã grã careza de uiandas (* /
**) (1373) [= (de caro <CARU(M)>) carestía] [LOR2]. No DELG aparece
careza como forma viva.
(65) […] de tã forte aficamẽto de amor et de tã grã cobardeza (**) (1399) [= (de
cobarde [covarde], do fr. ant coart, derivado de coe [hoxe queue]
<CAUDA(M)>, ‘o que trae o rabo baixo; falto de coraxe’) covardía] [PARK].
(66) […] home boo do moesteyro e outro do Conçello eo Notario e poerena en
comuneza (*) (1287) [= (de común <COMMUNE(M)>) comunidade] [PORT].
(67) […] mal aya la tu alteza, | pues non fazes igualeza | seyendo tal poderoso (*
/ **) (1430) [= (de igual <AEQUALE(M)>) igualdade] [POL].
(68) Esto é sa dereyteza (* / **) (1350) [= (de dereito <DIRECTU(M)>) dereitura]
[BREA].
(69) […] escureçeu o ssol et duroulle ha escureza quanto podia seer hũa ora (* /
**) (1312) [= (de escuro <OBSCURU(M)>) escuridade] [LOR1].
(70) [...] en seu lugar el rey dõ Ramjro, coydando elles que el, como seria en sua
noueza, que aueria medo (1312) [= (de novo <NOVU(M)>) mocidade]
[LOR1].
Afirma Ferreiro (1997: 130) que “tivo grande extensión no latín vulgar e mais ao longo
da historia do idioma na formación de substantivos abstractos sobre bases adxectivas”.
(71) […] et deuja gozar de todas las libertades et franquiza et prerrogatiuas que
ham (1451) [= (de franco <FRANCU(M)>) franquía] [GONZ].
(72) […] daredes de comer e de beber quando partirdes os ditos nobos que seja
sen maliza (1424) [= <MALITIA(M)> malicia] [DURO].
(73) […] hũu tã gram desacordo et tã grã boliço que nõ poderia mayor seer (* /
**) (1312) [= <*BULLITIU(M)> exaltación; bulicio] [LOR1].
(74) […] et tu andaras sempre errado et fugidiço en toda tua vida (1330) (* / **)
[= (de fugir [fuxir] <FUGERE>) fuxidío] [MART]. No DELG aparece
fuxidizo como forma viva.
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seguintes grafías (TMILG): ‘-icio, -içio / -icia, -içia’. A seguir, rexistros que só aparecen
no corpus:
-ancia, -encia, -cio, -cia. Nas voces mais cultas o sufixo coincide en galego,
castelán e portugués: constancia, tolerancia, clemencia, referencia, malicia,
pericia, beneficio, silencio, etc. Noutras palabras xa se apartan o castelán e o
portugués, e o galego ocupa unha situación intermedia. Neste caso, parece
aconsellable defender e potencia-lo emprego das voces comúns á tradición
galegoportuguesa, aínda vivas hoxe entre nós ou facilmente aclimatables: crenza,
descrenza, doenza (ó lado de dolencia, variante culta), pertenza (a carón de
pertinencia, mais con esfera semántica diferente), cobiza, avareza, andazo,
cansazo... Nos demais casos aconsellamos acolle-la forma con -i- aínda que sexa
igual ó castelán: militancia (port. militança), Francia (port. França), diferencia,
sentencia (frente a diferença, sentença), xusticia e derivados (frente a port.
justiça), espacio, xuicio, prexuicio, precio, desprecio, servicio...
Na edición de 1982 aínda se le: espacio, precio, desprecio, gracia, tercio, servicio,
xusticia e xuicio.
As Normas ortográficas (ILG e RAG, 2012 [2003]) presentan esas voces da seguinte
maneira: servizo, licenza, grazas, diferenza, espazo, presenza, terzo, xuízo, xustiza.
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(80) Et a outra gente yasse tornãdo contra a uila muy acadeladamente (**)
(1312) [= (de acaudillar, de caudillo <CAPITELLU(M)>, de <CAPUT>)
acaudilladamente, seguindo un xefe; en orde] [LOR1].
(81) [...] que seendo trégoa posta ontre eles e o dito provysor, afalsamente o
quyseran asy matar (1458) [= (de falso <FALSU(M)>) falsamente;
traizoeiramente] [FERRO].
(82) […] viren que e mellor et mays amigalmente en dia feriado et non feriado
(1287) [= (de amigal <AMICU(M)>+al) amigablemente] [ROMAN].
(83) Conosçuda cousa sea a todos como nos Nuno Lourenço, prior de Uilar de
Donas, con o soprior Apariço Fernandes, anadamente con noso conuento,
damos a uos (1296) [= (de anada < ano < ANNU(M) ‘ano’) anualmente]
[NOVO].
(84) […] fezo Medea com engãno seu fogo moyto apresamẽte (*) (1399) [= (de
á présa <PRESSA(M)>, de <PREMERE>) apresuradamente] [PARK].
(85) […] por noso moordomo a que proveades de co[me]r et de bever
comunavilmente (1275) [= (de comunavil <COMMUNABILE(M)>) en común]
[ROMAN].
(86) Et diso mays que as mulleres dos fidalgos que pagauan as loytosas se se
finauan depoysmente de seus maridos (1402) [= (de depois [despois]
<DE+EX+POST>) posteriormente] [CAL2].
(87) […] o dito moesteyro que os teen furtivilmente (1329) [=
(<*FURTIBILE(M)>) furtivamente] [PORT].
(88) Et eu o dito Fernan Peres obligo meus bees de lavrar ben e
perteescentemente as ditas erdades (1435) [= (de pertencente
<PERTINESCENTE(M)>) convenientemente] [GARC].
(89) Et para mayor abondamento et pagar millor esta dita renda (* / **) (1467)
[= (de abondar <ABUNDARE>) abundancia] [CAL2].
(90) Maria virgen que he auogada dos pecadores et acorremento dos cuitados (*
/ **) (1326) [= (de acorrer <ACCURRERE>) auxilio, socorro, axuda]
[LOPEZ2].
(91) Capitolo do afazemento et do herdamento da jgleia de Cordoua et das
campãas to[rna]das a Sanctiago (* / **) (1312) [= (de afazer [afacer], de
a+fazer <FACERE>) trato, costume, hábito] [LOR1].
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(92) Aquel bispo don Johan, en uoz do arçebispo de Toledo, fezo aquel
alimpamento ata que, cõ os outros bispos, tornou aquella mesquita de
Cordoua en jgleia (* / **) (1312) [= (de alimpar, de a+limpo+ar
<limpidu(m)>) limpeza] [LOR1].
(93) […] ca o castigamento deue seer con mesura e con piedade (* / **) (1420)
[=(de castigar <CASTIGARE>) castigo] [OVI].
(94) [...] presente e outorgante meu marido Martín Fernandes, á día de seu
convertemento (**) (1265) [= (de converter <CONVERTERE>) conversión]
[FERRO].
(95) Mais bẽ creo que nõ ueem esto que eu ueio, ca esto he hũa rrazõ de grã
destruimẽto (**) (1373) [= (de destruir <DESTRUERE>) destrución]
[LOR2].
(96) Capitolo do sep[ul]turamento do sancto corpo do nobre rey don Fernando
(1312) [= (de sepultar <SEPULTARE>) soterramento, enterramento] [LOR1].
(97) […] e id'a vossa casa | logo sen tardamento (**) (1284) [= (de tardar
<TARDARE>) demora, tardanza] [METT].
Este sufixo “forma, moitas veces xa no propio latín, numerosos substantivos abstractos
de acción a partir de bases verbais”. “Mais a maioría destes substantivos son de criación
romance” (Ferreiro 1997: 134).
(98) […] e toda a herdade que perteesçe por aboença aos sobreditos (*) (1480)
[= <*AVOLENTIA(M)> avoengo, liñaxe] [FDEZ-SAL].
(99) […] que este meu cor | sufre por lealdade, | non ossando nonbrar | seu nome
de alegrança (* / **) (1424) [= (de alegrar, de alegre <*ALECRE(M)>)
alegría, ledicia] [POL].
(100) Et reçeby de vos en prez[o] por comprança destas leyras (1325) [= (de
comprar <COMPARARE>) compra] [ROMAN].
(101) […] bõos costumes de seus padres et a [coñosçença] que elles ouverã
(1330) [= (de coñescer [coñecer] <COGNOSCERE>) coñecemento] [MART].
(102) […] que logo vista esta mha carta sen demorança nenhuna (* / **) (1326)
[= (de demorar <*DEMORARE>) demora] [PORT]. No DELG aparece
demoranza como forma viva.
(103) E por esta causa non vuiren dultanza eu don abade (* / **) (1262) [= (de
dulta ‘dúbida’, de dubidar <DUBITARE>) dúbida, temor] [NOVO].
(104) […] o praço en que o demãdador avia a escollenza daquel servo (1375) [=
(de escoller <EX+COLLIGERE>) elección] [ASK].
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(105) […] que por rasón que era descordia e enemistanza (*) (1444) [= (de
enemistar, forma hoxe descoñecida, tal vez do cast. derivada de
<*INIMICITATE(M)>) inimizade] [FERRO].
(106) Dizédelles de m˜ja parte que paz, nẽ pleito, nẽ firmãça, nõ auerán elles
cõmjgo (* / **) (1373) [= (de firmar <FIRMARE>) pacto, acordo] [LOR2].
(107) […] aſi de ganza como de conpra, por mja alma (* / **) (1272) [=
<GANANTIA(M)> ganancia, lucro] [SPON].
(108) As que som, per natureza, | corpos dũa parecenza | junta[n]-s'e fazen
nacença (* / **) (1350) [= (de parecer <*PARESCERE>) semellanza]
[BREA]. No DELG aparece demoranza como forma viva.
(109) […] que lle non enbargase as ditas herdades et cassaes et gaandos et
poboanza et asoluese de seu enbargo (1340) [= (de poboar, de pobo
<POPULU(M)>) poboamento, poboación] [LUC1]. No DELG aparece
poboanza como forma viva.
(110) […] e desta auenencia asi como sobredito é per mandado dos alcaldes
(1261) [= <ADVENIENTIA(M)> avinza, convenio, acordo] [CINT].
(111) […] vos asi aforo ami perteesiente por erancia de meu padre Domingo
(1425) [= <HAERENTIA(M)>herdanza] [SANCH].
(112) […] Alvares de Mugueymes, que deu licencia aa dita Costança Veya (*)
(1451) [= <LICENTIA(M)> licenza] [FERRO].
(113) […] e que todo esto que le asi mando aja e leue en sua vida para a sua
mantencia (1485) [= <*MANUTENTIA(M)> mantenza] [LOPEZ2].
(114) Esta ye la remenbrancia de la enquisa que saco johan pelaez e pedro
domingez? (1214) [= (de remembrar [rememorar] <*REMEMORARE>)
lembranza] [GALL].
(115) […] nin ninguno que sperancia aya ou parte ouere na demanda (*) (1290)
[= (de esperar) esperanza] [CINT].
Ben podería ser que a pronuncia fose [nsa] mais a grafía aínda representa o iode.
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As reflexións de ILG (1977: 20-21) sobre este sufixo foron expostas no sufixo 10. Nas
Normas ortográficas (ILG / RAG 2012: 12) lese “Nas palabras cultas, en xeral as de
entrada máis recente, coincide o galego co castelán e co portugués, pois nos tres idiomas
se conservan estas terminacións sen alteración na forma”.
(116) Meen Rodríguez, mui sen meu prazer | a farei vosc', assi Deus me perdon: |
ca vos averei de chamar cochon (**) (1300) [de cocho, de coche ‘voz usada
para escorrentar os porcos’] [BREA].
(117) Et chegou ao tendillon que era moy rrico et moy noble, segundo cõta a
estoria (**) (1399) [de tenda <TENDA(M)>] [PARK].
(118) […] que lle deu d'açoutes tantos | que non ficou no costado || neno corpo
coiro são | ata eno vergallon (1284) [de verga <VIRGA(M)>] [METT].
Recóllense voces comúns a hoxe (Breton / Bretõ / Bretom, cabron / cabrõ, campion,
capõ, collon, cordon, tacon, touron, etc.) e outras, moi poucas, inusuais:
(119) E qui hy pescare, saluo boitron o anzolo, peyte (*) (1290) [= aparello de
pesca; cast. ‘buitrón’ de buitre <VULTURE(M)>] [CINT].
(120) [...] et seẽdo ẽno cabiidoon dos mõjes (* / **) (1420) [= cabido] [PENS]
(121) […] Frey Bernal Carreira Compañon do señor Arcebispo (1324) [=
<*COMPANIONE(M)> posiblemente, un galicismo) compañeiro] [MART-
SAL].
(122) […] e cuidaron que fill'era | d'infançon ou d'infançõa (**) (1284) [= (de
infanzón <*INFANTIONE(M)>) infanzona] [METT].
(123) […] e huna peça de vaca ou huna bõã leytõã (1445) [= (de leite
<*LACTE(M)>, ‘leite’) (‘criado con leite’) marrá, porca] [LUC1].
Lese que “O sufixo aumentativo xeral en galego (xa documentado desde a aparición
escrita do galego-portugués) é -ón” (Ferreiro 1997: 192).
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certa tendencia a considerar -oa como mais (sic) despectivo. Pode botarse man na
escrita tamén desta distinción.
A partir de 2003, as formas do estándar son: anfitrioa, ladroa (ladra), leoa, patroa.
Lat. acción ou resultado dela. Hoxe forma nomes abstractos, indica cualidade,
propiedade, estado. De moita produtividade en calquera época, como testemuñan o
DRAG (albor <ALBORE(M)>, brancor de ‘branco’, etc.) e mais o corpus medieval.
Relacionado con este sufixo existe -TŌRĔ(M), que ten dous resultados: a) -dor / -ra
(popular) e b) -tor / -ra. Xa no latín expresaban a idea de axente, como na actualidade.
Tamén moi produtivo (abdutor <ABDUCTORE(M)>, abridor de ‘abrir’, etc.). Existía o
feminino [-TRIX] (no DRAG trinta e seis rexistros: aceleratriz, adoratriz, automotriz,
conmutatriz, institutriz, motriz, xeratriz, etc.). A produtividade explica os casos
rexistrados na Idade Media que hoxe non se conservan:
(124) […] et poeta tãto quer dizer cõmo achador de rrazõ nouamẽte et fijnçidor
dela (**) (1330) [= (de achado, de achar <AFFLARE>) que acha, encontra]
[MART].
(125) […] cõmo forom ala os nosos padres da uella ley, Abraã, Ysaac et Jacob et
seus fillos. et ajnda nosso Señor Ihesu [Cristo]-, et doeusse dela Jupiter, esto
he [o] señor apartador (*) (1330) [= (de apartado, de apartar, de parte
<PARTE(M)>) que aparta, separa, escolle] [MART].
(126) Lopo Dias, cãbeador, Johan Garçia de rua Noua, scriuan da obra da igleia
de Santiago (**) (1403) [= (de cambiar <CAMBIARE> ‘trocar’) o que
realizaba operacións de cambio de moeda] [LUC1].
(127) […] per sua propia autoridade sen chamar pra ellos aoutro chegador de
dereito (1443) [= (de chegado, de chegar <PLICARE>) o que cobra dereitos e
rendas] [SANCH].
(128) Ja m'eu quisera con meu mal calar, | mays que farey con tanto cousidor?
(**) (1300) [= (de cousir < de cousa <CAUSA(M)>) censurador] [BREA].
(129) Ca muito per ás dormido, | dormidor te feziste, || e o cantar que dizias | meu
ja escaeciste (* / **) (1284) [= <DORMITORE(M)> durmiñón] [METT].
(130) Non mi digades, madre, mal, se eu fôr | vee-lo sen verdad'e o mentidor | na
ermida do soveral (**) (1300) [= (de mentido, de mentir <MENTIRE>)
mentireiro] [BREA].
(131) […] por quanto era rendor das ditas casas, que lle pagase o dito foro (1385)
[= (de renda <RENDITA(M)>) inquilino / rendeiro] [CAL2].
Apunta Ferreiro (1997: 127) que “A var. -or, -a, xa non é produtiva sobre bases verbais,
sendo utilizada con bases nominais para a criación de substantivos abstractos, coa
noción de ‘cualidade, propiedade’: amargor, frescor, grandor...”.
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A solución a) ten cento trinta lemas no DRAG. No corpus medieval é de presenza tímida
e pódese atopar escrito das seguintes formas [TMILG]: ‘-oiro, -oyro, -ojro’. Casos sen
rexistro actual:
(132) […] mays faranos entrar el oge en tal lugar que aueremos mester o
ajudoyro de Deus (* / **) (1312) [= <ADIUTORIU(M)> axuda, favor, auxilio]
[LOR1].
(133) […] nen excepçon apoeran nen ussaran de avidoyro de dereyto ninhun, nen
de custume nen de for (1287) [= (de aver [haber] <HABERE> o que pode ser
tido] [ROMAN].
(134) […] e posa sobre todo e en todo o que dél nacer et açender e desçender et
conpridoyro for e o que nos faríasmos e diríasmos (*) (1434) [= (de
cumprir <COMPLERE> necesario, obrigatorio] [FERRO].
(135) Item o agro do Rego derradoiro, que jaz em tojal (1399) [= (de
<DE+RETRO> derradeiro; traseiro] [LUC1].
(136) Dentro no dormidoiro | en seu leit'u jazia (* / **) (1284) [=
<DORMITORIU(M)> dormitorio] [METT].
(137) […] et nõ fazíã sen guisa, que Ayas Talamõ os desamaua, et era fortement
dultadoyro (1373) [= (de dulta ‘dúbida’, posiblemente dultar <DUBITARE>)
temeroso; dubidoso] [LOR2].
(138) Fernando Anes, escudoyro de Diego Ferrnández (1348) [= (de escudo
<SCUTU(M)>) escudeiro] [FDEZ-VIA].
(139) […] ora moramos como iaz murada τ como departe pelo eſtremadoyro τ
uaj enteſtar no rrio (*) (1296) [= (de estrema <EXTREMA(M)>) estrema,
linde] [MAIA].
(140) […] et ouue a leyxar este faleçedoyro mũdo que pouco dura (1312) [= (de
falecer <*FALLESCERE>) perecedoiro] [LOR1].
(141) […] seendo juntados em noso cabídoo ẽno leedoiro do coro da dita igleia
(*) (1396) [= <LEGITORIU(M)> lugar onde se sitúa o lector no refectorio dos
conventos] [CAB].
(142) […] feito et outorgado este testamento eno Refortoiro do moesteyro de sam
francisco de Santiago (**) (1395) [= <REFECTORIU(M)> refectorio]
[LOPEZ2].
(143) […] ca de Santĩag'atá San Fagundo | mais ruidoiro omen non avia (1240) [=
(de ruído <RUGITU(M)>) ruidoso] [BREA].
(144) Eynés Gaya deu por querella que lle tomaran hun coytelo podadoyro en
este dia (*) (1458) [= (de podar <PUTARE>) coitelo para podar] [FERRO]
No DELG aparece podadoiro como forma viva.
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A propósito destes sufixos, Ferreiro (1997: 165) escribe que: “O suf. -(t)orio é
aproveitado popularmente para a formación de substantivos con carácter despectivo
sobre bases substantivas e verbais”. “Os adxectivos formados co sufixo -(d)oiro
continúan semanticamente as formas latinas do participio de futuro”.
Lat. cualidade ou estado. Hoxe forma nomes abstractos, indica cualidade, propiedade,
estado. No DRAG, innúmeros casos. Moi produtivo. No corpus medieval tamén, con
rexistros inusitados hoxe, véxanse catro:
Lat. acción ou resultado dela. Hoxe tamén. No DRAG, innúmeros casos (só cincuenta e
sete con -zón). Grafías medievais (TMILG): ‘-cion, -çion, -çiom, -ciõ, -çiõ, -çio, -çon, -
çom, -çõ, -zon, -zom, -zõ’. Moi produtivo en calquera época. Seguidamente, os casos
non conservados hoxe:
(149) […] que lle arrende o dito casal por quantos annos se aveer con a dita priora
et convento et todallas cousas et pusturas et avisaçon que o dito Migel
Martinez fezer sobre razon do dito casal (1337) [= <*AVISATIONE(M)>
aviso, prevención] [RODR-N].
(150) […] para en todo sempre posan cargar e descargar, e carguen e descarguen
suas mercadurias de pescados […] con condiçon que eles e qualquer deles e
seus sucesores veñan a a dita vila de Padron a demandar licencia para a dita
cerregaçon e descarregaçon (*) (1448) [= (de [carregar] cargar
<*CARRICARE, de CARRU(M)>) carga / (de [descarregar] descargar
<*DISCARRICARE, de CARRU(M)>) descarga] [LOPEZ2].
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(151) Mays tãto me sofreredes que eu faça toda mĩa força et todo meu poder
cõuosco en trager os de Troya a cõfondiçõ et destroimento (**) (1373) [=
(de confundir <CONFUNDERE>) confusión] [LOR2].
(152) E aforamosvos lo sobredito por virtude de huna demitiçion que fezeron
Loys de Cangas e Juan de Cangas […]; a qual dimitiçion foy feyta e
firmada de mãõ de Roy de Frogil notario (1499) [= (de dimitir
<DIMITTERE>) cesamento] [LUC1].
(153) […] et Nos fasian outras molestaçoos con fatigaçon de custas et dannos
(1435) [= (<FATIGATIONE(M)>) perturbación] [CAL2].
(154) […] por las moytas gentes que en o dito mosteyro estavam de gerra et
forniçon et moytas foron levadas (1473) [foi encontrada outra lectura deste
documento en que se le gorniçon; mais axeitada ao texto; (de gornir <
*GUARNIRE < gót. warnjan ‘advertir’) conxunto de tropas] [ROMAN].
(155) Et se for posta ou movida a quistion ou debate ou contenda ou posta
turbaçon ou molestaçon ou inpedimento algunt sobre lo sobredito (1435) [=
<MOLESTATIONE(M)> pexa; molestia] [CAL2].
(156) E todos Santa Maria | roguemos de coraçon, || del Poi, que aqueste calez |
receba en offreçon (**) (1284) [= (de ofrecer <OFFERIRE +-ecer, de
OFFERRE>) ofrecemento; ofrenda] [METT].
(157) E de commo o deto abade o disia, pidia, spondeva e requeria e de
protestaçion que sobre elo fasia de non cayr ena deta pena (1460) [=
(<*PROTESTATIONE(M)>) protesta] [GARC-GARC].
(158) […] era ben çerto que a recobraçion os ditos bêês perteesçia ao dito Vasco
Lopes (1422) [= (de recobrar <RECUPERARE>) embargamento, embargo]
[LUC1].
(159) […] que El mo queyra reçebir en esmõõla et en reymeyçon dos meus
pecados (1446) [= (de re(d)imir <REDIMERE>) redención] [LUC1].
(160) E confirmo τ dou por firme τ outorgo la carta de vencion de esta herdade
(**)(1268) [=<*VENTIONE(M)> venda] [SPON]
(161) Et si per uentura alguen uener que uos esta nostra uendicion contrariar
quiser […] (1266) [= <VENDITIONE(M)> venda] [ROD-GON2].
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do español, agás nalgúns vocábulos isolados como, por exemplo, doazón, ligazón
ou traizón.
Apunta que “para outro intento de xustificación da recuperación do iode como unha
influencia culta (¿u-lo padrón culto galego durante os séculos escuros?)” tense que ler o
texto de R. Mariño Paz (1995a: 57-59).
De Mariño Paz serve un estudo pormenorizado (1995b: 174) en que fai referencia á
cuestión formulada por Ferreiro e escribe sobre as formas -izo / -icio (sufixo 10), -nza
/ -ncia (sufixo 13) e -zón / -ción (sufixo 18), con iode conservado ou absorbido.
Esclarece que:
Semella fóra de toda dúvida que, ó igual que sucedeu cos descendentes da
terminación latina -IONEM, había tamén para as palabras estudiadas neste artigo
unha convivencia medieval entre a solución que mantiña o iode (-cio, -çio, etc.) e
a que o absorbía na articulación palatal da consoante (-ço, -zo, etc.), e mesmo en
determinadas voces, unha pugna entre un resultado e outro. […] Parece ademais
que desde as orixes do idioma alomenos unha zona da Galicia oriental coñeceu a
terminación -cio / -cia como patrimonial.
Chega á conclusión de que os sufixos -ança / -ença, -iça / -iço, -zón xa non eran
produtivos en galego cando rematou a Idade Media. Todo o novo léxico producido
acomodouse ás terminacións con iode, ás solucións relatinizadas. Só se mantiveron e
manteñen sen iode voces do “fondo léxico máis antigo do idioma (o da vida agrícola e
tradicional, os sentimentos humanos máis elementais, as partes do corpo, os pesos ou
medidas, topónimos e antropónimos, etc.)” (p. 179).
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Sufixo -ción, -sión. Aconséllase manter estes sufixos nas voces cultas: nación,
confesión, confusión, construción.., pro non se rexeita totalmente a tentativa
iniciada a comezos de século por certos escritores, de retroceder ó pasado e
restaura-las formas en -zón, -són nas voces cultas.
Este sufixo ten en castelán unha variante popular, -zón, e unha culta, -ción. En
galegoportugués preséntase coas formas -zon e -çom, que aínda son hoxe as do
portugués (cast. razón, port. razão; cast. ración, port. ração); non sabémo-la
vixencia que tiveron estas formas na nosa lingua nos séculos da decadencia, e os
exemplos que se aprecian en textos ata finais do XIX quizais non sexan un fiel
reflexo da fala de entón. En todo caso o castelán e o portugués distinguen entre o
sufixo culto e o popular; o galego, ó perde-los sonidos sonoros e igualalos ós
xordos, imposibilita a distinción que fai hoxe o portugués.
A entrada e triunfo da forma -ción, -sión parece que hai que atribuirllos ó castelán,
sen que deixe de parecer extraña a eliminación total das formas tradicionais. Hoxe
son estas practicamente universais nas voces cultas, polo que nos parece que debe
ser esta a norma; normativizar en -zón daríalle un aire demasiado artificial á
lingua. Pro con todo non se pode nin se debe rexeita-la tentativa de recupera-las
formas perdidas prá lingua de hoxe, pro de acordo coa tendencia demostrada
historicamente por esta.
Con todo, na literatura do Rexurdimento, son moi comúns –ás veces, exclusivas– as
formas escritas sen iode (-zón, -són) no afán de recuperar a lingua medieval, sen ter
unha normativa nin estudos durante tres séculos que nos indicasen como evolucionou o
idioma. En 1933, publicáronse Algunhas normas pra unificazón do idioma galego
(SEG) que recollen as tendencias dos primeiros anos do século XX; nelas úsase sempre
-zón, que xa se le no título.
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tempranas, y según las condiciones geográficas. El sufijo latino -TIONE, que como
elemento vivo de la lengua tiene hoy por lo común en gallego la misma
forma -ción del castellano, ha conservado en algunas zonas de seseo la forma
antigua, es decir, con absorción de la yod […]. De modo que se oye
dialectalmente combinasón, confesón, en vez de combinación y confesión, lo
mismo que si se tratara de aquellas palabras antiguas que han persistido como
terminadas en -zon en la lengua común. La castellanización de sufijos en las
nuevas formaciones; -ción, -cio, -cia, con la i conservada; -ble de -BILE.
4. Conclusións
Dos dezaoito sufixos vistos, catorce seguiron ata a actualidade a evolución esperada (na
solución popular e na culta) e non supuxeron un problema cando se formularon, xa no
século XX, as normas ortográficas da lingua. Catro hai, con todo, que hoxe presentan
unha solución non compartida unanimemente polos diferentes sectores que propuxeron
unha normativa estándar para a lingua. Como xa se foi vendo no texto, son as solucións
[sufixo 6] -bel / -ble (-BĬLĔ(M)), [sufixo 10] -izo / -icio (-ITĬŬS / -ICĬŬS) (e os seus
femininos), [sufixo 13] -nza / -ncia (-NTĬĂ(M)) e [sufixo 18] -zón / -ción (-TĬŌNĔ(M)).
A cuestión vén xa desde mediados do século XIX, cando se recuperou o galego como
lingua escrita despois dos tres séculos anteriores en que o uso da lingua foi moi
minoritario. Os literatos e intelectuais daquela época tiveron acceso pola primeira vez á
produción escrita anterior (Idade Media), e baseáronse nela para crear un proto estándar,
unha linguaxe máis ou menos formal que lles servise para todas as manifestacións
escritas, no afán de ter unha norma estable. Repararon en que moitos dos usos
medievais coincidían cos do galego que coñecían de sempre mais outros eran diferentes
e achegados ao castelán. Serían así por influencia do castelán ou por evolución da
propia lingua galega? A pregunta só sería respondida na época actual, con todo o
material escrito de que se dispón. Naquel tempo o empeño descastelanizador tiña maior
importancia. Non entrarei a cuestionar as diferentes propostas normativas que se fixeron
ao longo do século XX (algunhas paralelas á actual oficial xa desde os anos 80). Aquí
só estudamos datos fornecidos pola documentación existente no corpus.
Pouca información se tem do galego escrito na época dos chamados Séculos Escuros,
con todo, contamos desde 2017 coa axuda dun novo corpus, o Gondomar. Corpus
dixital de textos galegos da Idade Moderna [GONDOMAR (G)]. Reúne a produción
escrita entre os séculos XVI, XVII e XVIII7. Este corpus vai axudar a verificar cal era a
solución morfolóxica e gráfica máis común durante eses anos8.
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(6) -BĬLĔ(M):
-uel T=117 ocorrencias (entre 1225 e 1484) / G=0,
-uele T=20 (entre 1261 e 1487) / G=0,
-vel T=135 (entre 1220 e 1503) / G=0,
-vele T=8 (entre 1301 e 1503) / G=0,
-bel T=3 (entre 1369 e 1481) / G=0,
-bele T=19 (entre 1300 e 1503) / G=0,
-bil T=5 (entre 1280 e 1469) / G=0,
-bile T=3 (entre 1325 e 1456) / G=0,
-vil T=79 (entre 1240 e 1394) / G=0,
-vile T=4 (entre 1325 e 1438) / G=0,
-vle T=4 (entre 1404 e 1456) / G=0,
-ble T=86 (entre 1270 e 1527) / G=4 (en 1612, 1697, 1750 e 1777) e
-bre T=0 / G= 3 ocorrencias (‘notabre’ duas veces en 1697 e ‘posibre’ en
1773).
Solucións maioritarias:
(10) -ITĬŬS / -ICĬŬS: escolléronse para este grupo, só aqueles vocábulos que em
2003 pasaron ao estándar sem -i-.
-espacio T=6 (entre 1371 e 1527) – espacios T=0,
espaçio T=12, (entre 1300 e 1468) – espaçios T=0,
espaço T=24 (entre 1295 e 1457) – espaços T=0 e
espazo T=3 (entre 1282 e 1305) – espazos T=0.
Ningún resultado en GONDOMAR.
-gracia T=37 (entre 1240 e 1448) / gracia G=6 (entre 1697 e 1777) –
gracias T=2 (entre 1264 e 1348) / G=1 (1594),
graçia T=92 (entre 1264 e 1512) / G=0 – graçias T=14 (entre 1300 e 1473)
G=1 (1594), graça T=350 (entre 1220 e 1500) / G=0 – graças T=91 (entre
1220 e 1468) / G=0,
graza T=4 (entre 1275 e 1353) / G=1 (1746) – grazas T=0 / G=2 e
grasia T=0 / G=0 – grasias T=0 / G=1 (1775).
-servicio T=15 (entre 1294 e 1485) / G=4 (entre 1697 e 1773) – servicios
T=4 (entre 1485 e 1489) / G=0,
serviçio T=16 (entre 1264 e 1506) / G=0 – serviçios T=1 (1473) / G=0,
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serviço T=229 (entre 1220 e 1508) / G=3 (entre 1596 e 1697) – serviços
T=21 (entre 1264 e 1473) / G=0,
servizo T=4 (entre 1257 e 1420) / G=0 – servizos T=0 / G=0 e
serbisso T=0 / G=1 (en 1603).
-licencia T=8 (entre 1332 e 1451) / G=1 (en 1770) – licencias T=0 / G=0,
licençia T=16 (entre 1337 e 1532) / G=0 – licençia T=0 / G=0,
liçencia T=14 (entre 1325 e 1494) / G=0 – liçencia T=0 / G=0,
liçençia T=177 (entre 1300 e 1519) / G=0 – liçençias T=0 / G=0,
licença T=3 (entre 1332 e 1416) / G=0 – licenças T=0 / G=0,
liçença T=49 (entre 1317 e 1503) / G= 1 (en 1605) – liçenças T=0 / G=0 e
licenza T=0 / G=0 – licenzas T=0 / G=0.
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(18) -TĬŌNĔ(M):
-çon T=5.315 (de inicios a 1522) / G=10,
-çom T=260 (entre 1240 e 1488) / G=0,
-çõ T=1.257 (entre 1262 e 1506) / G=0,
-zon T=1.363 (entre 1200 e 1516) / G=36 (entre 1596 e 1777),
-zom T=157 (entre 1240 e 1468) / G=0,
-zõ T=157 (entre 1240 e 1468) / G=0,
-cion T=129 (entre 1250 e 1503) / G=27,
-çion T=267 (entre 1263 e 1527) / G=3 (en 1594),
-çiom T=15 (entre 1289 e 1506) / G=0,
-çiõ T=15 (entre 1289-1506) / G=0 e
-ciõ T=2 (entre 1262 e 1340) / G=0.
Solucións maioritarias:
Como se pode observar, hai durante todo o período medieval diversas solucións gráficas
para unha mesma realización fonética (ou realizacións alófonas); esa tendencia é menor
durante os séculos seguintes mais aínda é inestable e chegamos ao século XX sen unha
norma consolidada. O estudo de todas estas solucións e da tradición 9 fixo posible a
asunción dun modelo normativo (contestado) que, debido ás propias circunstancias da
historia da lingua xa referidas e coñecidas, se tivo que ir modificando e axeitando
conforme se coñecía máis información, e cos ollos postos na depuración de formas
castelás.
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Referencias bibliográficas
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Notas
1
Sería interesante ver (mais iso sería materia para outro traballo) como algúns deses sufixos están ao
servizo da linguaxe xurídica, outros á literaria (búscase a estética, o estilo persoal do autor, depúrase a
escrita), outros á médica, etc. En definitiva, especialízanse, e noutros casos, os sufixos funcionan en
calquera tipo de texto.
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I. Vázquez Diéguez. Sobre algúns sufixos galegos medievais
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 241-277
2
Pódense consultar as trinta e dúas obras na páxina web: <http://sli.uvigo.es/ddd/index.php>.
3
Pódense consultar as catorce obras nese artigo. Dispoñible en: <http://www.euralex.org/elx_
proceedings/Euralex2008/021_Euralex_2008_Gonzalez%20Seoane_de%20la%20Granja_Boullon%20Ag
relo_Rodriguez%20Suarez_Suarez%20Vazquez_El%20Diccionario%20de%20diccionar.pdf>.
4
No ámbito dos glosarios, tamén foi utilizado o de La traducción gallega de la Crónica General y de la
Crónica de Castilla, de Ramón Lorenzo (ed. 1975, 1977), referido na bibliografía do TMILG coa sigla
[LOR1].
5
Rexístranse no corpus casos que responden a unha lectura errada, sirvan de exemplo os seguintes:
– “[…] eue de seer absolto por vertude del por quanto el por vertude das ditas letras apostolical nin en
outra maneira algua (1390 a 1480)”. Apostolical > apostolicaſ (apostólicas)
– “[…] carta que aja dado ou feyto a outra persona ou personas alguas ecclesiastical ou seglares
(1456)”. Ecclesiastical > ecclesiasticaſ (eclesiásticas).
6
Nestes casos, coloco en letra itálica a forma mantendo a grafía da época de que procede a palabra do
corpus, e entre corchetes a forma actual.
7
Oitenta e tres textos; o máis antigo de 1594 e o máis moderno de 1791. Pódese ver toda a información
na páxina web: <http://ilg.usc.gal/gondomar>.
8
Merece atención o sufixo 2 -ĀNŬ(M), - ĀNĂ(M) >
a) -an / -án, -ao / -ão / -ãõ / -ãão, -ã [-án / -á (-ao / -á)];
b) -an, -ão, -ao [-án / -ana];
c) -ano, -ão [-ano / -a].
Após as posibilidades vistas no TMILG, no GONDOMAR encóntranse as seguintes solucións:
– 9 ocorrencias en -ao = brao <verán> 1770; grao <gran> 1753 e 1755; hirmao <irmán> 1596 e 1603;
mao <man> 1612, 1697 e 1707 e nao <non> 1680.
– 3 ocorrencias en -au = chau <chan> 1746; mau <man> 1604 e yrmau <irmán> 1604.
– 59 ocorrencias en -an / -án = can <can> 1596, 1747; capellan <capelán> 1777 (2 ocorrencias); capitan
<capitán> 1753 (2 ocorrencias), 1777 (4 ocorrencias) e 1791; chan <chan> 1697 e 1746 (18
ocorrencias); hirmán <irmán> 1603 e 1791; lacazan <lacazán> 1746; man <man> 1603, 1671 (2
ocorrencias), 1746 (5 oc.), 1753 (3 oc.), 1770 (2 oc.) e 1775; nugallan <nugallán> 1746 (2 oc.); paisan
<paisano> 1746, sacristan <sancristán> 1746, 1770 (4 oc.) e 1775; teçelan <tecelán> 1596; tezelan
<tecelán> 1596 e yrman <irmán> 1603.
Este último grupo acolle solucións en -án / -á e -án / -ana actuais. Será a solución estándar en
detrimento de -ao ~ -au.
9
Convén dicir que a maioría das palabras que aparecen no [DdD] tamén están no [DdDGM].
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A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 279-303
Resumen
La disponibilidad de dos formas donde suele haber una sola supone la existencia de
problemas de uso. De hecho, los dos participios de los verbos abundantes no se usan
siempre de la misma manera. Los gramáticos (como Barboza 1822, Cunha & Cintra
1984 o Bechara 1999) prescriben normas sintácticas que buscan regular el uso de los
verbos llamados abundantes (i.e. participios temáticos con el auxiliar ter ‘tener’, en la
formación de los tiempos compuestos, y participios atemáticos en las estructuras
pasivas), pero las listas de verbos abundantes que crea cada autor son distintas y las
normas son en sí mismas problemáticas, ya que buscan describir un comportamiento
sistemático sabiendo que los usuarios del idioma no siempre las reconocen como
buenas.
Para discutir estas cuestiones, presentaremos dos series de datos: (i) una selección de
datos diacrónicos en testimonios desde el siglo 13 registradas en el Corpus do
Português; y (ii) algunos resultados preliminares de una investigación sobre el uso de
estos participios concurrentes, que está basada en una encuesta (creada en la plataforma
OnlinePesquisa) hecha con hablantes del portugués europeo (dialecto de Lisboa) y del
portugués brasileño (dialecto de Florianópolis). El análisis de los datos nos enseña que
los verbos abundantes constituyen un territorio de fronteras imprecisas y con una
importante heterogeneidad intrínseca (cfr. Weinreich, Labov & Herzog (2006[1968]);
Labov (2008 [1972])), así que la relación entre la tipología de las formas participiales,
las normas gramaticales y el uso se presenta menos sólida de lo esperado. Sin embargo,
este estudio indica que la existencia de una forma adjetival (o incluso nominal)
relacionada con el verbo facilita la aparición de un participio atemático y que el uso de
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A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 279-303
Abstract
In Portuguese, the existence of athematic participles (i.e. participles that are nor formed
by a verb stem and the suffix -do) is fortuitous. It is originally related to the
etymological memory of a distinction that existed in Latin between weak verbs that
formed the participle from the verb stem (cfr. am-a-re; ama-t-us), and strong verbs that
used the verb root for this same purpose (cfr. iac-e-re; iac-t-us). Still in Latin, some of
the latter participles produced first conjugation weak verbs (cfr. frict-us -> frict-a-re),
and that was probably the event that originated the effect of abundance in these new
verbs. Apparently, two participles were available: the participle that was used to form
the new verb (e.g. frictus) and the participle that the new verb allowed to form (e.g.
frictatus). This abundance is only sometimes inherited in Portuguese (e.g. frigir, frito,
fritar, fritado), but the verb-forming pattern will allow the appearance of new abundant
verbs that have no etymological motivation. Therefore, Portuguese abundant verbs are
not all alike, either in genetic or in structural terms, which allowed us to design a
morphological and etymological typology of athematic participles.
The existence of two forms where only one should occur induces some usage issues. In
fact, the two participles of abundant verbs are not systematically used. Grammarians
such as Barboza (1822), Cunha & Cintra (1984) or Bechara (1999) prescribe syntactic
norms (i.e. thematic participles occur with the auxiliary ter ‘to have’, in compound
tenses, and athematic participles occur in passive constructions). These norms aim to
regulate the use of the so-called abundant verbs, but the lists created by each author
differ from one another and the norms are themselves problematic, since they try to
create a systematic behaviour while knowing that language users do not follow them.
To discuss these issues, we will present two sets of data: (i) a survey of diachronic data
attested since the 13th century and registered in the Corpus do Português; and (ii) some
preliminary results of a research on the usage of these participles, based in an inquiry
(created in the platform OnlinePesquisa) that was presented to Lisbon speakers of
European Portuguese and Florianópolis speakers of Brazilian Portuguese. The analysis
of these data allows us to conclude that this domain has blurred borders and an intrinsic
heterogeneity (cfr. Weinreich, Labov & Herzog (2006 [1968]); Labov (2008 [1972])):
the relationship between the typology of participial forms, grammatical norms and
usage are less solid than what we anticipated. Nevertheless, this study suggests that the
existence of an adjectival (or even nominal) form facilitates the appearance of an
athematic participle. It also demonstrates that the usage of competing participles differs
diachronically and it finally suggests that Portuguese and Brazilian varieties of
Portuguese tend to behave differently: EP favours the usage of athematic participles,
whereas BP tends to conform to the grammatical instruction.
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A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 279-303
1. Introdução
Um outro aspeto intrigante, neste domínio dos verbos abundantes, diz respeito à
identificação dos casos –a lista de verbos abundantes constitui, na verdade, um
importante foco de discórdia entre os gramáticos que legislam a seu respeito (cfr. Miara
2013, Miara & Coelho 2015). Essa lista inclui um inventário comum e uma franja
considerável de discordância, que tem origem, por um lado, na inclusão por alguns
autores de verbos provenientes de verbos fortes latinos e que guardam apenas uma ténue
memória do particípio latino (cfr. incluso), e, por outro lado, nos limites impostos ao
alastramento da abundância a verbos que não possuem qualquer indicação de natureza
etimológica para que tal aconteça.
Em suma, ainda que geralmente os verbos abundantes sejam tratados como um conjunto
definido e homogéneo, a análise dos dados mostra-nos que se trata de um território de
fronteiras imprecisas e uma importante heterogeneidade intrínseca e contextual, dado
que nem todos os verbos abundantes têm a mesma origem e nem todos são usados do
mesmo modo, sendo a variação igualmente complexa de analisar.
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A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 279-303
Todos os verbos do Português permitem flexionar uma forma participial por sufixação
em -do, que tem por base a forma do tema verbal, verificando-se a neutralização da
distinção entre a segunda e a terceira conjugações, com preferência pelo modelo da
terceira:
Este modelo de formação participial está atestado desde cedo (séculos 13-14), como se
pode verificar nos dados recolhidos no Corpus do Português (cfr. Quadro 1),
relativamente às formas lematizadas dos verbos referidos em (1) e das ocorrências das
formas participiais com os auxiliares ter ou haver e ser:
S. 13 S. 14 S. 15 S. 16 S. 17 S. 18 S. 19 S. 20 T
mandar (todas as formas) 1306 3880 6700 10429 3628 1780 4667 4545 7890
mandado 163 278 625 800 618 156 225 390 3255
mandados 5 18 81 97 50 25 33 106 415
mandada 3 1 6 16 35 6 42 54 163
mandadas 2 1 9 13 11 4 18 10 68
perder (todas as formas) 382 836 1251 3006 1564 1133 5778 8228 22178
perdido 2 27 55 419 196 119 1032 1118 2968
perdidos 11 24 116 63 18 185 285 702
perdida 1 13 68 269 96 54 473 502 1476
perdidas 5 23 68 32 14 152 177 471
pedir (todas as formas) 268 780 2057 3270 2313 1187 6909 7800 24584
pedido 18 54 64 54 20 569 1675 2454
pedidos 1 5 26 9 5 2 83 501 632
pedida 11 32 42 21 9 51 82 248
pedidas 3 17 15 6 14 28 83
Quadro 1
Ainda que a formação do particípio em -do esteja sempre disponível, existe um pequeno
conjunto destas formas (cfr. abrido, descobrido, fazido, etc.) que têm um uso muito
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A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 279-303
restrito ou mesmo nulo. Elas podem ocorrer em antigas sincronias do Português (cfr.
2a), em fases precoces do processo de aquisição da linguagem (cfr. 2b), em outras
franjas do uso da língua que o aumento da escolaridade tende a reduzir (cfr. 2c) ou
ainda como recurso literário (cfr. 2d), mas não têm relevância estatística no uso
corrente:
(2) a. […] que o dicto oliual fosse laurado e abrido estrecado e amotado e posesë em
elle prantas d'oliueiras. (s. 15, documento do Mosteiro de Santa Cruz de
Coimbra, in Corpus do Português).
b.
[…] depois de ter des cobrido que a mãe estava a Dormir […] (Rita, 7 anos, in
corpus EFFE-On5).
c. […] a Cláudia tinha que ter fazido isso mais a_tempo (Corpus POR_CORAL6).
d. Vosmicê sabe qui os minezinhos qui vieram de fora tinham dizido? “A Capitá
só terá quinhentos mi bitantes” (in Emir Santana Prazeres, O Sabiá de Santo
Antônio. Brasília: Thesaurus, 20087.
S. 13 S. 14 S. 15 S. 16 S. 17 S. 18 S. 19 S. 20 T
abrir 70 67 257 538 433 313 5192 6991 13861
abrido / -a(s) 5 1 1 1 8
aberto / -a(s) 49 68 133 233 217 101 1826 3985 6612
descobrir 31 80 257 1148 651 483 2415 4678 9743
descobrido / -a(s) 0
descoberto / -a(s) 5 4 18 169 75 62 626 2225 3186
fazer 6338 17348 28124 35901 16444 12102 39869 65949 222075
fazido / -a(s) 3 3
feito / -a(s) 407 1639 2458 3351 1245 668 3593 7801 21562
Quadro 2
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A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 279-303
3a), outras sobrevivem apenas como adjetivos participiais (cfr. 3b), de outras encontra-
se memória apenas em substantivos participiais (cfr. 3c) e, por último, são muito
numerosos os casos de formas participiais fortes latinas que não entraram nunca no
Português (cfr. 3d):
A existência de verbos abundantes não se esgota, porém, nos casos já referidos. Muitos
são provenientes de verbos formados de particípios fortes latinos que, no Português,
passam a usar tanto a forma que lhes serviu de base, como a forma flexionada em -do. O
Quadro 3 mostra as ocorrências dos verbos expulsar e expressar e das formas
participiais expulsado / expulso e expressado / expresso. Ainda que não se trate de
verbos muito frequentes, e apesar de terem uma existência recente no Português,
regista-se a preferência pela forma forte pelo menos nas construções com ser. Deve
notar-se que a ocorrência das formas expulso e expresso pode estar relacionada com os
verbos expulsar e expelir e expressar e exprimir, respetivamente. Só uma observação
caso a caso (335 casos para expulso e 202 para expresso) permitirá identificar o verbo a
que corresponde cada uma dessas utilizações do particípio. Essa análise não foi feita
porque não se enquadra nos propósitos do corrente trabalho, mas também porque a
associação semântica típica para expulso é estabelecida com o verbo expulsar, e, no
caso de expresso, a relação com um dos dois verbos é difícil de estabelecer porque
exprimir e expressar têm significados muito próximos.
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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 279-303
s. 13 s. 14 s. 15 s. 16 s. 17 s. 18 s. 19 s. 20 T
expulsar 7 26 165 604 802
ter / haver expulsado 6 6
ser expulsado / -a(s) 1 1
ter / haver expulso 6 6
ser expulso / -a(s) 4 33 292 329
expressar 5 11 12 40 493 561
ter / haver expressado 2 2 2 6
ser expressado / -a(s) 4 4
ter / haver expresso 1 1 3 5
ser expresso / -a(s) 3 2 8 184 197
Quadro 3
É possível que este tipo de verbos abundantes tenha servido de modelo ao aparecimento
de idêntico tipo de abundância em verbos deadjetivais que já não têm qualquer relação
com verbos fortes latinos. O verbo entregar, por exemplo, provém de um verbo latino
(i.e. INTEGRARE) formado a partir de um adjetivo (i.e. INTEGER). Os dados recolhidos no
Corpus do Português mostram que a ocorrência de uma forma atemática (e não forte)
como forma verbal (nas construções com ter e haver) ocorre apenas a partir do século
16, momento em que a forma fraca desaparece das construções com ser. A forma
proveniente do adjetivo latino é, pois, usada como adjetivo participial desde cedo e
passará também a ser usada como forma verbal, enquanto a forma em -do perde força
como adjetivo participial, reganhando algum ímpeto enquanto forma verbal, nos séculos
19 e 20, talvez por influência da pragmática gramatical já mencionada. O verbo secar e
a ocorrência das formas seco e secado ilustram talvez ainda melhor esta hipótese.
s. 13 s. 14 s. 15 s. 16 s. 17 s. 18 s. 19 s. 20 T
entregar 115 320 360 866 592 386 2238 2984 7861
ter / haver entregado 3 1 1 5 1 15 11 37
ser entregado / -a(s) 16 24 2 1 39
ter / haver entregue 5 3 6 11 25 50
ser entregue(s) 1 12 51 41 16 16 74 433 644
secar 2 4 32 72 33 29 207 412 791
ter / haver secado 6 14 20
ser secado / -a(s) 2 2
ter / haver seco 1 1
ser seco / -a(s) 1 2 8 7 2 9 13 41 83
Quadro 4
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A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
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s. 13 s. 14 s. 15 s. 16 s. 17 s. 18 s. 19 s. 20 T
ganhar 133 551 367 756 393 235 1.524 5.479 9.438
ter / haver ganhado 8 28 21 1 7 7 72
ser ganhado / -a(s) 7 25 7 2 41
ter / haver ganho 1 33 155 188
ser ganho / -a(s) 1 6 66 73
Quadro 5
4. Tipologia
Esta tipologia inclui três grandes classes de formas participiais, estabelecidas com base
em critérios etimológicos. A primeira inclui os particípios que têm origem em formas
do supino de verbos fortes latinos (classe A); a segunda diz respeito a particípios de
verbos deadjetivais (classe B); e a terceira é um grupo de exclusão, que inclui os
particípios atemáticos que não encaixam em nenhuma das duas classes anteriormente
consideradas (classe C). Estas classes compreendem subclasses que caracterizam
diferentes relações entre o Latim e o Português ou diferentes estatutos no uso.
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A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
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A. Esta classe de particípios tem origem no supino de verbos fortes latinos (e.g. DICTU-,
SCRIPTU-). As cinco subclasses apresentadas em seguida relacionam-se, sobretudo, com
o estatuto que os particípios fortes latinos ganharam no Português.
A1. Este grupo, que é o mais numeroso, é constituído por particípios provenientes da
forma do supino (i.e. EXPULSU-) de verbos fortes latinos (i.e. EXPELLO, -ERE):
O Português recebe a forma do supino (cfr. expulso), mas também gera um particípio
regular (cfr. expelido). Na base da ocorrência destas duas formas participiais está,
portanto, uma motivação etimológica. Nesta classe integram-se ainda verbos como:
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A. Villalva; F. Jardim. Particípios atemáticos no Português.
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A2. Este grupo é formado por particípios provenientes da forma do supino de um verbo
forte latino (i.e. EXPRIMO, -ERE), tal como os verbos que integram o grupo A1. Mas neste
caso, o particípio forte latino (i.e. EXPRESSU-) está na origem de um novo verbo latino
(i.e. EXPRESSO, -ARE). O Português recebe a forma do supino do verbo forte como
particípio passado (i.e. expresso) do verbo herdeiro do verbo forte latino (i.e. exprimir),
para o qual gera um particípio fraco (i.e. exprimido) e usa o particípio forte (i.e.
expresso) também como particípio do verbo a que deu origem (i.e. expressar), e que
também gerará uma forma fraca (i.e. expressado).
EXPRESSATU- expressado
Neste caso, o uso de um particípio forte (cfr. expresso) também tem uma base
etimológica, dado que o verbo é derivado do particípio de um verbo forte latino (cfr.
EXPRESSU-), sendo a relação novamente indireta porque este particípio forte é a base do
novo verbo (cfr. expresso -> expressar). Nesta classe integram-se ainda verbos como:
A3. Este grupo é muito semelhante ao grupo A2, mas estes verbos fortes latinos (cfr.
FARCIRE) não legaram qualquer verbo ao Português. O particípio forte latino (cfr. FARTU-
) terá chegado ao Português como forma adjetival (cfr. farto), a partir da qual se terá
formado o verbo (cfr. fartar) que gera depois um particípio fraco (cfr. fartado):
FARTATU- fartado
Ainda que a base etimológica continue a existir, ela não é perceptível no Português,
dado que a forma participial forte latina (cfr. FARTU-) não está associada a nenhum outro
verbo que não seja aquele que ela própria permitiu formar. Nesta classe integram-se
ainda verbos como:
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A4. O grupo A4 é formado por verbos que têm origem num adjetivo proveniente de
uma forma do supino de um verbo forte latino. Este verbo forte também legou um verbo
ao Português (cfr. EXIMERE > eximir), mas não trouxe a sua forma de supino como
particípio (cfr. EXEMPTU-), pelo que o particípio regular (cfr. eximido) é o único que
estes verbos conhecem.
Os verbos que constituem este grupo replicam o modelo identificado no grupo anterior,
mas o processo ocorre apenas no Português. Assim, o supino latino (cfr. EXEMPTU-) lega
ao Português um adjetivo (cfr. isento) e é só no Português que este adjetivo gera um
verbo (cfr. isentar), que também serve como forma participial.
isentar
isentado
A5. Este grupo é formado por verbos que têm origem num adjetivo proveniente de uma
forma do supino (cfr. EXPERRECTU-) de um verbo forte latino (cfr. EXPERGISCI), que não
legou qualquer verbo ao Português. Os verbos que constituem este grupo também
replicam o modelo identificado no grupo A3, mas o processo ocorre apenas no
Português, como no grupo A4: o supino latino lega um adjetivo ao Português (cfr.
desperto), que depois dá origem a um verbo (cfr. despertar), que flexionará um
particípio regular (cfr. despertado). Há poucos exemplos deste tipo de particípio forte.
(10) EXPERGISCI
despertar
despertado
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B. A segunda classe de particípios integra as formas que são geradas a partir de verbos
deadjetivais.
B1. Este grupo é formado por verbos provenientes de verbos latinos (cfr. SICCARE >
secar) derivados de adjetivos (cfr. SICCU-) que não são formas do supino. No Português,
a forma adjetival derivante, que também está presente (cfr. seco), é verbalizada (cfr.
secar) e este verbo passará a usar o seu particípio passado regularmente formado (cfr.
secado) e o adjetivo que lhe deu origem como particípio atemático (cfr. seco).
secado
B2. Os verbos deste grupo têm origem num adjetivo simples (cfr. livre), proveniente de
um adjetivo simples latino (cfr. LIBER-). No Português, o adjetivo permite formar um
verbo (cfr. livrar) e este verbo gera um particípio regular (cfr. livrado) e usa o adjetivo
base como particípio atemático.
> livrar
livrado
LT. MURCIDU-
PT. murcho - > murchar murchado murcho
C. A terceira classe inclui as formas participais que não provêm de particípios fortes
latinos nem são formados a partir de verbos deadjetivais. As três subclasses
consideradas estabelecem uma distinção entre formas que têm um uso mais estabilizado
(cfr. ganho) e as formas que têm apenas atestações esporádicas, sobretudo no uso oral e
não têm registo lexicográfico (cfr. marco).
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É de notar que todos estes verbos estão relacionados com um nome, por conversão:
Quadro 6
C1. Este grupo inclui verbos que provêm de verbos deadjetivais latinos (cf. INTEGER ->
INTEGRARE). Tanto uma como outra destas formas surgem no Português (cf. inteiro,
entregar), mas a sua relação está perdida. Assim, o adjetivo base não se apresenta como
um bom candidato ao papel de particípio atemático, mas estes verbos virão ainda assim
a criar um particípio atemático, a par do particípio regular (cf. entregue, entregado).
entregado
entregue
C2. Este grupo inclui verbos que têm duas formas participiais, mas nenhuma delas
provem de um supino de verbo forte latino, nem de um verbo derivado do supino de um
verbo forte ou de verbos deadjetivais. Os verbos que integram este grupo (cfr. ganhar)
têm etimologias diversas, mas todos partilham o facto de gerarem dois particípios (cfr.
ganhado, ganho), que têm uma existência já estabelecida no Português.
(17) ganhar
ganhado
ganho
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C3. Este grupo é semelhante ao anterior. É constituído por verbos que não eram
abundantes no Português (cfr. comprar), mas que têm vindo a apresentar registos de
formas participiais novas (cfr. compro), em registo oral ou mesmo escrito.
(19) comprar
comprado
compro
A coexistência de formas participiais tem, como vimos, causas históricas acidentais, que
dão origem à contaminação de outros casos, e admitimos que a variabilidade no uso de
formas participiais concorrentes possa ocorrer por razões diversas, nomeadamente
diacrónicas, dialetais e diastráticas, mas não há dados sobre o uso que permitam
compreender essa variação. Por esta razão, decidimos elaborar um inquérito11, que foi
aplicado a falantes do Português Europeu (região de Lisboa) e do Português Brasileiro
(região de Florianópolis, Santa Catarina), entre 2016 e 2017.
Este teste foi aplicado online, na rede social Facebook, por intermédio da plataforma
OnlinePesquisa, com o título Usaria esta frase?. Foram elaborados quatro testes para
cada variedade do Português (i.e. quatro para o Português Europeu e quatro para o
Português Brasileiro), com todos com os ajustes linguísticos necessários, a fim de que
nenhuma frase causasse estranheza aos falantes.
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Cada teste contava com vinte e oito formas participiais integradas num contexto frásico,
em construções com os verbos ter e ser, que não se repetiam (uma para cada um dos
vinte e oito verbos controlados), e que estavam distribuídas entre particípios temáticos e
atemáticos. No total, testámos cento e doze frases para cada variedade.
Figura 1
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Quadro 7
Os resultados que se seguem são parcelares e dizem apenas respeito ao somatório das
respostas ‘usava’ e ‘usava, mas não gosto’. Nos quadros 8 a 11, a coluna da esquerda
diz respeito ao PE e a da direita corresponde ao
Quadro 8
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Quadro 9
Quadro 10
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Quadro 11
A análise destes dados mostra que as classes de natureza etimológica não explicam a
variação no uso, embora as classes A1 e C3 apresentem alguma consistência. Na classe
A1, a existência de verbos que perderam ou nunca tiveram forma em -do, como fazer, e
aqueles que não preservaram a forma forte latina, como colher, confirmam essas
escolhas, embora a rejeição das formas complementares não seja geralmente radical
(cfr. fazido e colheito). No grupo C3, a eventual aceitação de uma forma atemática (cfr.
trago, marco) é muito baixa, mas não é nula, o que se pode relacionar com a existência
de palavras que partilham o mesmo radical (cfr. um trago, um marco). Igualmente
interessante ainda é o facto da aceitação da forma fraca (cfr. trazido) nem sempre ser
unânime. As restantes classes incluem poucos verbos e mostram comportamentos mais
díspares, sobretudo na comparação entre o PE e o PB.
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100%
80%
60%
40%
20%
0%
salvar
eleger
fritar
perder
comprar
colher
fazer
abrir
escrever
ganhar
limpar
pagar
gastar
sujeitar
entregar
soltar
isentar
juntar
imprimir
suspender
secar
acender
livrar
trazer
marcar
ocultar
pedir
despertar
Quadro 12
100%
80%
60%
40%
20%
0%
fritar
fazer
abrir
escrever
eleger
imprimir
entregar
salvar
isentar
pagar
trazer
ganhar
acender
gastar
ocultar
secar
limpar
soltar
perder
marcar
pedir
colher
despertar
suspender
comprar
juntar
livrar
sujeitar
Quadro 13
No Quadro 12, que diz respeito aos dados do PE na formação dos tempos compostos,
verifica-se que doze verbos mostram uma aceitação da forma em -do que é superior a
80%. Esse número sobe para vinte e um no PB, como se pode ver no Quadro 13.
Inversamente, a aceitação da forma -do não chega a 20% em 4 verbos no PE e há apenas
um caso no PB. Na verdade, na formação de tempos compostos, poucos verbos têm um
comportamento idêntico em PE e PB. No topo da preferência pela forma atemática estão
os mesmos três verbos (i.e. fazer, abrir, escrever). No extremo oposto também há
algumas coincidências, mas por outra ordem ou interpoladas. Globalmente, nota-se que
os resultados mostram uma maior aceitabilidade das formas em -do, no PB, e das
formas atemáticas no PE:
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Por outro lado, há, nas duas variedades, seis verbos que mostram uma aceitação da
forma atemática abaixo dos 20%, e são os mesmos verbos, embora não necessariamente
pela mesma ordem (cfr. colher, comprar, marcar, perder, pedir, trazer):
100%
80%
60%
40%
20%
0%
colher
fritar
eleger
trazer
comprar
perder
pedir
marcar
despertar
livrar
ocultar
acender
gastar
entregar
isentar
imprimir
pagar
juntar
secar
sujeitar
limpar
ganhar
suspender
abrir
fazer
escrever
salvar
soltar
Quadro 14
100%
80%
60%
40%
20%
0%
fritar
marcar
comprar
colher
pedir
perder
trazer
livrar
despertar
juntar
sujeitar
secar
ganhar
suspender
acender
limpar
ocultar
pagar
imprimir
soltar
entregar
gastar
isentar
fazer
escrever
abrir
eleger
salvar
Quadro 15
PE14 PE e PB PB
Forma atemática nas impresso (A1) aberto (A1)
duas construções frito (A2) eleito (A1)
solto (A2) escrito (A1)
PE – 15 sujeito (A3) feito (A1)
PB – 04 junto (A4) entregue (C1)
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salvo (B1)
limpo (B2)
gasto (C1)
ganho (C2)
pago (C2)
Forma -do nas duas colhido (A1) juntado (A4)
construções ocultado (A3) livrado (B2)
despertado (A5)
PE – 08 comprado (C3)
PB – 10 marcado (C3)
pedido (C3)
perdido (C3)
trazido (C3)
Forma -do nos acendido, aceso (A1) imprimido, impresso (A1)
tempos compostos suspendido, suspenso (A1) fritado, frito (A2)
+ secado, seco (B1) soltado, solto (A2)
forma atemática nas sujeitado, sujeito (A3)
construções passivas isentado, isento (A4)
salvado, salvo (B1)
PE – 03 limpado, limpo (B2)
PB – 13 gastado, gasto (C1)
ganhado, ganho (C2)
pagado, pago (C2)
Quadro 16
Este quadro mostra que, num universo de vinte e oito verbos, cerca 50% mantêm-se
como verbos abundantes no PB. No PE esse valor desce para cerca de 11%. Estes
números invertem-se quando se considera a preferência pela forma atemática nas duas
construções: no PE, mais de 50% dos verbos considerados mostra preferência pela
forma atemática nas duas construções; no PB a preferência pela forma atemática afeta
apenas 18% dos verbos (cfr. aberto, eleito, escrito, feito e entregue), cuja forma fraca
nunca ganhou preponderância.
6. Observações finais
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Referências bibliográficas
Notas
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1
Em conjugação, sem dúvida, com outros fatores, como a escolha e o papel de verbos auxiliares e toda a
arquitetura do sistema da flexão verbal, particularmente no que diz respeito aos chamados tempos
compostos.
2
A natureza das prescrições gramaticais não é constante, mas o seu estudo não cabe no âmbito do
presente trabalho. De qualquer modo, deixam-se aqui os excertos relevantes de Barboza (1882: 295, 299),
que se podem comparar com os de Cunha & Cintra (1984: 441-442) e Bechara (1999: 227), transcritos
nas notas 7 e 8.
Ha muitos verbos, que tem dous particípios passivos, hum inteiro e regular, e outro contrahido e irregular:
os quaes pomos aqui, assim porque cumpre saberem-se, como para sobre eles caírem as observações, que
se lhes seguirão. [...] Sobre o uso destas duas sortes de particípios passivos não se póde estabelecer huma
regra fixa e universal. So sim se póde dizer em geral, que os da primeira forma regular são ordinariamente
os verdadeiros particípios, ou activos e indeclináveis, conjugados com o auxiliar Ter; ou passivos e
declináveis, conjugados com o verbo substantivo Ser.
Os da segunda forma, pela maior contrahidos dos primeiros, são mais uns adjectivos verbaes do que
particípios. Elles de ordinário indicão huma qualidade subsistente no sujeito, sem relação alguma ao seu
exercício, ou activo ou passivo, bem como os mais adjectivos, que não são verbaes. Esta a razão, porque
se atribuem aos sujeitos melhor com os verbos Ser ou Estar, do que com o verbo Ter, como: Sou aceito,
sou grato, estou prompto, estou afflicto, etc.
Isto não obstante, alguns destes adjectivos verbaes se usão em sentido activo junctos ao auxiliar Ter,
como Tenho entregue, Tenho farto, Tenho escripto, Tenho gasto, Tenho juncto, Tenho morto, Tenho
pago, Tenho aceito: e outros em sentido passivo, como: Ter Aberto, Coberto, Expulso, Extincto, Eleito,
Morto, Preso, Roto, Solto, &c.
Muitos destes particípios contractos não erão conhecidos de nossos antigos Escriptores, como Afflicto,
Acceito, Erecto, Gasto, Isento, Impresso, Pago, &c. E em lugar deles usavão dos regulares Affligido,
Acceitado, Erigido, Gastado, Isentado, Imprimido, Pagado, &c.
3
O desencontro entre a prescrição e o uso fica patente em consultórios linguísticos, como o Ciberdúvidas,
onde se encontram consultas como a seguinte:
Parece que ultimamente toda a gente "declarou guerra" aos particípios passados regulares terminados
em -ado, e quando digo e defendo que, por exemplo, o que está certo é «tenho limpado» ou «havia
limpado», sinto que me olham com muita desconfiança e, em determinados momentos, já me saem
particípios com "empregue" e "entregue", entre outros, de tanto os ouvir. [...]será que podem ser
consideradas certas as frases com particípios irregulares, pelo menos a nível oral? Por exemplo, como
professora, assinalo erro na frase «Tenho morto muitas moscas.» É que eu já vi este particípio assim mal
usado em escritores premiados... [in <ciberduvidas.iscte-iul.pt/consultorio/perguntas/os-participios-
passados-regulares-e-irregulares/20960>].
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8
Veja-se Cunha & Cintra (1984: 441-442): De regra, a forma regular emprega-se na constituição dos
tempos compostos da voz ativa, isto é, acompanhada dos auxiliares ter ou haver; a irregular usa-se, de
preferência, na formação dos tempos da voz passiva, ou seja, acompanhada do auxiliar ser.
9
Veja-se Bechara (1999: 227): Em geral emprega-se a forma regular, que fica invariável com os
auxiliares ter e haver, na voz ativa, e a forma irregular, que se flexiona em gênero e número, com os
auxiliares ser, estar e ficar, na voz passiva.
10
Na flexão verbal latina, a distinção entre formas fortes e fracas está relacionada com a posição do
acento: são fortes as formas rizotónicas e fracas as formas arrizotónicas. No que diz respeito ao particípio,
são fracas as formas em que o sufixo -TUM se associa ao tema verbal (cfr. AM-A-TUM; CRED-I-TUM; DORM-
I-TUM) e são fortes as formas em que o sufixo -TUM, ou o seu alomorfe -SUM, se associa ao radical do
verbo (cfr. DIC-TUM; APER-TUM, PREHEN-SUM). Cfr. Piel (1944), consultável em <http://cvc.instituto-
camoes.pt/hlp/biblioteca/flexao_verbal.pdf>.
11
Este inquérito foi elaborado pela Fernanda Jardim (UFSC), no quadro da sua dissertação de
doutoramento, ainda em curso.
12
Tivemos 56 participantes para o primeiro teste, 34 para o segundo, 33 para o terceiro e 30 para o
quarto.
13
Tivemos 126 participantes para o primeiro teste, 95 para o segundo, 40 para o terceiro e 50 para o
quarto.
14
Há, no PE, dois verbos que não mostram uma tendência definida:
ter livre 30% ter livrado 93% ser livre 57% ser livrado 56%
ter isento 57% ter isentado 62% ser isento 91% ser isentado 40%
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Resumen
Abstract
Classical and Early Modern Spanish demonstrative forms esotro / estotro have not yet
been studied in-depth. In this contribution, we defend their autonomous character with
respect to sequences with a demonstrative and otro (este / ese + otro), hence arguing for
the existence of an individual grammaticalization itinerary. Based on an exhaustive
analysis of the data in the CORDE corpus, we place their origin in the dialects of the
Western part of the Iberian Peninsula and expound on the chronology of their birth,
raise and decline, illustrating how they generalized following a cluster of discourse
traditions.
1. Introducción
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gramaticalización, han sido profusamente mencionados, pero apenas estudiados por los
historiadores de la morfosintaxis. El apuntamiento diacrónico más sustancial de que
disponemos a día de hoy posiblemente sea el siguiente3:
El comentario, aunque breve, deja tres ideas importantes: en primer lugar, a diferencia
de aques(t)e, atestiguado desde los primeros textos extensos medievales y que se
extingue velozmente a lo largo del Siglo de Oro, el auge de es(t)otro es, precisamente,
un fenómeno áureo5: las primeras manifestaciones castellanas de estas secuencias se
localizan, como veremos en la sección §2, cerca de un siglo antes de lo que se sugiere
en el párrafo recién citado, en la segunda mitad del siglo XV, y su empleo aún parece
habitual (aunque claramente minorado) en las primeras décadas del XIX; el primer
gramático en mencionarlas, por otro lado, no fue Correas, sino –como bien recuerda
Quijada (2017: 268) y ya recogía Maquieira (1990: 182)– el español afincado en Italia
Juan (o Giovanni) Miranda (1569 [1998]: 103) y, en su estela y todavía antes de acabar
el Quinientos, los franceses Charpentier y Oudin 6 ; pero estas son precisiones
relativamente menores: más importante es destacar, con visión panorámica, que la
presencia de estos demostrativos compuestos (en adelante, DC) en los textos castellanos
comienza a hacerse claramente perceptible en el periodo preclásico (ca. 1460-1530), se
multiplica drásticamente al arrancar el español clásico (ca. 1530-1675) y decae con
claridad a lo largo del primer español moderno (ca. 1675-1830)7.
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Nada nos dice, sin embargo, el breve comentario que venimos glosando acerca del
estatuto diasistemático de los DC en los siglos XV-XVI, que vieron su aparición y
rápida extensión en castellano. La exigencia metodológica de una caracterización de las
construcciones y elementos gramaticales que tome en consideración todos los aspectos
posibles de la variación es relativamente reciente en la morfosintaxis histórica del
español 8 (lo que no excluye, naturalmente, la existencia de ilustres precedentes
individuales). Se han revelado particularmente provechosas, en los últimos años, la
consideración sistemática de la dimensión dialectal y la de las relaciones entre la
difusión de una pieza o esquema y su empleo en determinados registros y/o de acuerdo
con ciertos vectores de tradicionalidad discursiva9. En el caso que aquí nos ocupa, el
estudio de estos aspectos resulta enteramente determinante, según creo, para un cabal
entendimiento de la historia de los DC: abordaré su caracterización dialectal en el
epígrafe §4 y diversas facetas de la tradicionalidad del fenómeno, junto a algunos
aspectos sociolingüísticos, en el epígrafe §5, comparando los resultados con los
obtenidos para el caso del occidentalismo alguien (o, mejor, alguién, con la acentuación
oxítona de sus primeros tiempos), uno de los escasos cuantificadores para los que
contamos con un exhaustivo análisis variativo gracias a los trabajos de Malkiel (1948) –
precedente, desde luego, ciertamente ilustre– y Pato (2009). En el apartado §6, en fin,
reuniré los principales resultados del trabajo y caracterizaré el cambio que nos ocupa
como un fenómeno de transfusión interdialectal, esto es, un fenómeno de difusión
asociado a un préstamo sintáctico desde un conjunto de variedades en parte no
castellanas, pero que en buena medida acaban subordinadas a una variedad de prestigio
de base castellana forjada a lo largo del Quinientos y capaz de funcionar, al menos
parcialmente, como estándar de referencia suprarregional (variedad a la que, por tanto,
cabe ya llamar propiamente español). Me detendré también en la última sección en los
principales hechos tanto de sistema como de norma que pudieron impulsar la adopción,
el éxito y el subsiguiente hundimiento de los DC y que nos permiten acercarnos, por
tanto, a una verdadera explicación histórica de este cambio.
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Villar defiende, como se ve, la inseparabilidad interna de los DC, para lo que acude –
con mayor o menor acierto, según examinaremos en el §3– a otras formas castellanas en
que se ha producido, aparentemente, la misma pérdida de la vocal final del primer
miembro (abrojos, antojos), pero también –y esta es semejanza más interesante– al
paralelismo con el cuantificador latino alteruter ‘uno u otro’, formado con toda
evidencia a partir de alter y uter, pero que manifestaba la flexión tan solo en el segundo
elemento de la formación, exactamente como ocurre con los DC: “si in alterutro
peccandum sit, malo videri nimis timidus quam parum prudens” (Cicerón, Pro
Marcello, VII, 21, apud Perseus).
El gramático andaluz exhibe, además, una clara preferencia por los DC frente a las
correspondientes secuencias “analíticas” ese otro / esos otros, y es esta actitud
metalingüística la que centrará nuestro interés en este apartado, pues alude al hecho de
que el proceso de difusión de los DC se produjo precisamente a expensas de las
secuencias sintagmáticas del tipo /demostrativo + otro/. Es lo que sugiere, desde luego,
el único estudio cuantitativo realizado hasta la fecha en torno a los DC (Cambraia,
Ramalho y Stradioto 2011), que ofrece los siguientes datos obtenidos a partir del
despojo exhaustivo del Corpus del Español (CE) y el Corpus do Português (CP)
diseñados por Mark Davies (Fig. 1).
Como es fácil apreciar, los DC pasan de representar apenas un 10% del total (la suma de
los DC y las secuencias sintagmáticas) a dominar con rotundidad a lo largo de los siglos
XVI-XVII, con porcentajes cercanos al 70-80%. Las cifras que he podido obtener a
través del CORDE muestran una distribución similar (aunque menos asimétrica para el
periodo clásico), con dominio claro de los DC ya en la primera mitad del siglo XVI (por
una proporción de algo más del 60% de DC frente al 40% de la secuencia “analítica”) y
superioridad evidente de los DC en torno a las mismas cifras entre 1550 y 165010, fecha
a partir de la cual la construcción comienza a decaer. Con toda evidencia, pues, los DC
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no fueron una simple variante de la secuencia /demostrativo + otro/ con cierto éxito
durante el Siglo de Oro: de ser así, su proporción sobre el total no debería sobrepasar,
en el mejor de los casos, el entorno del 50% de la suma de ambas alternativas; la notable
preferencia por los DC a medida que avanza el Quinientos y durante el siglo siguiente,
así como las modestas frecuencias globales del esquema /demostrativo + otro/ durante
este mismo periodo, revelan por el contrario que los DC se promovieron como solución
sintética en detrimento de los correspondientes sintagmas analíticos, esto es, que hubo
una verdadera fase de selección 11 en la que aquellos bien pudieran haber acabado
sustituyendo a estos. Desde fines del siglo XVII, por otro lado, este cambio en vías de
consumarse varía su dirección y queda trunco, con un manifiesto hundimiento de
frecuencias durante el Setecientos (pérdida de la mitad de su peso frente al esquema
analítico en los datos del CE –cfr. de nuevo la Tabla 1– y descenso de algo más del 60%
en su frecuencia general de acuerdo con los del CORDE). Las Figuras 2 y 3 recogen
esta peculiar trayectoria diacrónica12, con una rapidísima fase de difusión durante la
primera mitad del siglo XVI (las frecuencias se multiplican aproximadamente por
cinco), un nuevo salto adelante durante la primera mitad del XVII (debido sobre todo, al
parecer, al incremento de frecuencias de esotr-, forma que acaba siendo también la más
abundante en términos globales) y un descenso algo más pausado, pero muy
perceptible, entre fines del Seiscientos y mediados del Ochocientos, con una fase
especialmente abrupta de decrecimiento durante la primera mitad del siglo XVIII y un
desplome definitivo en la segunda mitad del XIX.
Figura 2. Frecuencias absolutas por periodos de estotr-, esotr- y la suma de ambas, frecuencias por millón
de palabras de dicha suma para cada periodo y diferencias porcentuales entre periodos de esta última
frecuencia
50
0
1475- 1502- 1550- 1600- 1650- 1700- 1750- 1800- 1850-
1501 1549 1599 1649 1699 1749 1799 1849 1899
Figura 3. Frecuencias por millón de palabras de los DC estotr- y esotr- y suma de ambas formas para cada
periodo. Datos del CORDE.
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(1) a. […] que segund estamos los fijos del conde e míos e estotros que
después ayuntamos, todo me paresçe que es para allegar e acresçentar
debdos a los unos con los otros (“Respuesta de Juan Ponce de León, II
conde de Arcos [n. ca. 1400], a Diego Fernández de Córdoba, I conde de
Cabra” [1461 ad quem], AHN, Nobleza, Osuna, legajo 117, nº 6; apud
Carriazo 2003: 436).
Por eso que fazen los reyes, fazen los cardenales esotro] R esto otro Mp
Z (íbid., 73.5-6).
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d. […] que esta otra vida tercera / ganaréis] EM6 82*JM 83*IM estotra
86*RL MN19 (Jorge Manrique, CMP, 37, vv. 11-12).
[…] por ende, rey muy devoto, / notable reina devota, / desto que
presente noto / solo os quede de mi nota / las palabras del estotro
(Comendador Román, Coplas de la Pasión con la Resurrección [ca.
1500], 17, vv. 1-5, ms. SA9, fol. 42v, apud CV) [es error de copista por
Escoto].
(2) a. […] e diole el conçejo a él otro tanto de lo que el conçejo tenía conprado
de Diego Grande aý en estotro cabe del arroyo, cabe lo de Alonso Garçía
de Varajas (Cuaderno misceláneo en el que se recogen anotaciones de
acuerdos del concejo de Navarredonda de Gredos, 1480, CORDE).
[…] dixo que sabe que en el dicho término tienen hecho linares este
testigo e estotro su vezino que ha dicho (“Minuta con declaración”
[Documentación medieval del Asocio de la extinguida universidad y
tierra de Ávila], Manjabálago, 23.1.1489, CORDE) [y dos casos más de
1490].
b. […] e se obliga de dar carne a basto en ellas a los preçios e plazo e con
las condiçiones e en la manera que estotros carniçeros están obligados
(Libro de acuerdos del concejo madrileño, 6.4.1481, CORDE) [y otros
19 casos más hasta 1497].
c. Et como quiera que para ante vuestras reverençias estotro bastava para
mi justificaçión, a mayor abondamiento digo que [...] (“Pieza de defensa
de Mari González, mujer de Juan González Pampán, en el proceso contra
esta”, Ciudad Real (colación de Santiago), 26.1.1484; Inquisición de
Toledo, Judaizantes, legajo 154, núm. 375, apud Fita 1892: 502).
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(3) a. Los perlados […] acordaron de se juntar para remediar algunas tiranías
que se entran su poco a poco en la yglesia, resultantes destotro temporal
(Hernando de Pulgar [n. Madrid o Toledo, ca. 1435], Letras, 25 [al
obispo de Coria, data de 1473], ed. de Toledo, 1486, CORDE).
Nada sugiere, en cambio, que hayan existido ejemplos castellanos de los DC anteriores
a estas últimas décadas del siglo XV. Algunos aparentes ejemplos que el CORDE fecha
con anterioridad deben descartarse, pues figuran ora en pasajes que han sido mal
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(4) a. A mí dizen Caspar, / est otro Melchior, ad aquest, Baltasar (Auto de los
Reyes Magos, vv. 82-83, fines del s. XII o inicios del s. XIII; cito por la
ed. de Sánchez-Prieto 2004).
E avinol assi: él que se yva por la carrera, diol .i. leon salto e matol […].
Sopolo est otro propheta, e fue alla, e trobol o jaçie muerto prueb del
leon (Fazienda de Ultramar, 53r [traduce 1Re 13: 24-27], cito por la ed.
de Arbesú 2011).
E si est otro deudor […] podiere prouar […] que ha iurado falso deue
peytar al seynor por cada una iura de quoantas iuro .Lx.vij. sueldos
(Fuero general de Navarra, versión A [BNE MSS/17653], 1250-1300,
CORDE).
b. E agora tu, sennor sancto de los santos, guarda siempre esta casa, que
non sea ensuziada la que aun est otro dia fue alimpiada (Biblia E6 [ca.
1260], 205v-b [traduce 2Mac 14:36], apud Biblia Medieval).
[…] si lo puede el otro mostrar que lo tovo a primas por fitos, o por otra
cosa, non semeia de razón que, porque la tovo estotro luengo tiempo, que
la debe el otro perder (Fuero juzgo [ms. de Murcia], X, 3, 4, 170b, ca.
1288)25.
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[…] a esse mismo libro Eclesiástico llaman otrossí est otro nombre
Panareton (Alfonso X, GE4 [Tolomeo Evérgetes, 4, 532], ca. 1280).
Mas la mi mal andança que començo comigo con el marido primero que
eramos amos dun linage. numqua se de mi partio fasta quem aduxo a
casar con est otro que era estranno (EE1 [ca. 1270], 59, 28v).
(5) a. […] con essotro señor no me entiendo, porque será algún marqués
(Antonio Muñoz, Morir Viviendo [1737], I, 33; apud Octavio de Toledo
2016b: 225).
Ayúdame: mete esotro pico por allí y haz fuerza conmigo (José Cadalso,
Noches lúgubres, 1771, CORDE).
[…] pero si cortáis este brazo que detiene el caballo, queda estotro para
hacer el mismo oficio (Pedro Montengón, Eusebio, 1786, CORDE).
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Son todavía más graciosas […] las síncopas plurales de los dichos
pronombres […], y así suena el compuesto sin la disonancia que da a dos
voces la dicha letra [sc. la s] cuando va repetida […], diciendo estos
otros, esos otros, &c., y sonando merced a la síncopa suave y
apaciblemente (Garcés 1791: 147).
d. Vaya usted por esa puerta / y usted por estotra parte (José Marchena,
trad. Molière, El hipócrita [1811], II, 4, vv. 646-647).
e. Este és un insecto que […] por la parte superior es mas abultado que por
la inferior, y va disminuyendo hasta que por estotra parte viene á
terminar en tres cuernecillos ó picos á manera de un tridente (“Noticia
extraordinaria y verdadera de un animal raro á quien se le puede matar y
resucitar arbitrariamente”, Diario de Madrid, 23 [18.1.1810], p. 110).
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También hemos oído estotra estupidez: [...] (“El gran partido”, El Padre
Cobos, Año 1, nº 39 [23.4.1855], p. 2a).
Por otra parte, todos los gobiernos no son de la misma naturaleza: [...] las
diferencias se fundan en estotro principio, á saber, que cuanto mas se
apartan de su orígen las contribuciones públicas, tanto mas onerosas son
(Trad. Rousseau, Del contrato social [Barcelona, 1838], 8, pp. 105-106).
¿Por qué este hombre quiere vender su tierra? Porque tiene la mira de
establecer una industria, en la que sus fondos le producirán más. ¿Por qué
esotro quiere comprar la misma tierra? Porque quiere imponer sus fondos
que le producen poco (Juan Sánchez Rivera, trad. Jean-Baptiste Say,
Tratado de Economía Política, vol. II [Madrid, 1821], 8, 1).
En el empréstito Guebhard recibió el tesoro (ú debió recibir, pues la
restricción es la misma) 55, y pagar por ellos 5 de réditos, o, lo que
equivale á esotro, 9 por ciento (Francisco Javier de Burgos,
“Observaciones sobre el empréstito Guebhard”, en Anales del reinado de
doña Isabel II [Madrid, 1850 (póstuma)], vol. I, Apéndice 3, p. 115).
A partir de 1860, sin embargo, se detectan los primeros ejemplos en que los DC –y,
sobre todo, la forma lexicalizada con valor temporal (a) esotro (día)–28 se asocian a la
caracterización de la lengua rústica (6a) o deliberadamente arcaizante (6b), síntomas
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(6) a. Dije al señor cura […]: “Pues ná, a cámi primo me voy, porque si es
primo de mi prima, también será primo mío”. Y a esotro día, muy de
mañana, jui y ¿qué hice?: ensillé el potro (Federico Villalva, El Museo
Universal, Año 6, nª 17 [27.4.1862], p. 135c).
No lo crea usted, agüela, que esotro día trujo muchos regalos a la novia,
y traíba con él un criado muy majo (Antonio Flores, “La ciencia de la
aldea” [de Ayer, hoy y mañana, 1863], apud Rubio Cremades 1978: 121).
Estotra idea que hoy brindo al general no es mía (Mariano de Cavia [n.
Zaragoza, 1855], “El ajiaco del sargento” (sección Plato del día), El
Liberal [13.3.1895], p. 1b).
[…] un hábil artista que, como Dante, […] acertase además a entretejer
con los episodios fundamentales del viaje mahometano y con las escenas
de esotras leyendas islámicas, todos los rasgos y alusiones que la
mitología clásica y la erudición cristiana le ofrecían (Miguel Asín
Palacios [n. Zaragoza, 1871], La escatología musulmana en la divina
comedia [1919], p. 177).
No tiene, pues, nada de extraño que […] los luchadores contra Dios la
emprendan directamente con Dios, y no con ministros y delegados […]
incapaces de una generosa comprensión de tal actitud de estotros
“Israeles” (Juan David García Bacca [n. Pamplona, 1901],
“Unamuniana”, Las Españas, Año 6, nº 19-20 [29.5.1951], 4b).
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En la mayor parte de América (a donde los DC llegaron con los primeros colonizadores)
la evolución no difiere, en términos generales, de la que hemos observado en España
(cfr., con mayores precisiones, Guzmán y Sáez 2018): a partir de las independencias, los
DC languidecen lentamente (cfr. 7a, con ejemplos de diversos países), y apenas hay
ejemplos que sobrepasen la segunda década del siglo XX. Con todo, aún hoy se pueden
registrar vestigios de uso vivo, reproducidos en entornos que apuntan a una oralidad
diastráticamente marcada, en países como México o Ecuador (7b); y en este último,
precisamente, los DC parecen haber tenido un vigor y prestigio a partir de la
independencia (y hasta, al menos, bien entrado el siglo XX) del que han carecido en el
resto de repúblicas: de Montalvo a Zaldumbide, son abundantes los escritores
ecuatorianos que reproducen estas formas sin nota aparente de afectación, arcaísmo o
reproducción de un sociolecto marcado (7c)31.
[…] [la albarrada] estorbó que […] las aguas salobres se encontrasen con
esotras dulces sobre que estaba fundada la ciudad (Carlos María de
Bustamante, Mañanas de la Alameda de México, vol. 2 [1836], 15, 182).
Yo, sin embargo, quiero dar la preferencia a esotra Virgen del cuadro de
la aparición de San Francisco (José Bernardo Couto, Diálogo sobre la
historia de la pintura en México [1872], p. 31).
¿En carruaje alquilado en corralón? Menos aún, peor que peor, quiero y
no puedo, era mostrar la hilacha, esotro, era miseria y vanidad...
(Eugenio Cambaceres [Buenos Aires, 1843-1889], En la sangre [1887],
20, p. 133).
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Sin los Monteverdes, [...] los Payoles y otros tigres sostenedores del
realismo en Colombia, no habríamos tenido entre los patriotas esotras
fieras llamadas Camacaros, Otamendis, Mesas, Osas, etc. (Juan León
Mera, “Porque soy cristianoˮ [1891], en Novelitas ecuatorianas [1909],
p. 79).
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Los DC son, desde el punto de vista de su génesis como piezas léxicas, una creación
neológica o, lo que es lo mismo, el resultado de un proceso de formación de palabras. El
nombre de “compuestos” que se les suele asignar resulta, en este sentido, engañoso,
pues los DC no responden a las propiedades características de los compuestos
morfológicos del español ni desde el punto de vista fonológico ni desde el categorial: en
efecto, la composición en esta lengua preserva generalmente la vocal final del primer
elemento en situaciones de contacto de vocales heterogéneas, o bien la sustituye por el
elemento de enlace /-i/ (cortaúñas, peliagudo; cfr. NGLE 2009: 753-754), pero no la
suprime sin más, como habría sucedido en este otro > estotro o esta otra > estotra32; por
otro lado, la composición en español opera sustancialmente con adjetivos, verbos y
nombres (cfr. NGLE 2009: §11.1d, 736-737), no con pronombres; y, cuando estos
parecen participar de procesos de composición, como en los indefinidos cualquier(a) /
quienquiera o el relativo compuesto el cual (cfr. el fr. lequel y Girón 2009 para los
oportunos detalles históricos), preservan uniformemente sus desinencias flexivas
(cualesquiera, la cual / las cuales), a diferencia de lo que ocurre con el elemento
demostrativo en los DC. Por mucho, pues, que los DC recuerden a nosotros / vosotros –
paralelo subrayado por Alemany (1928: 91) o García de Diego (1970: 221)–, desde el
punto de vista morfológico deben tratarse de manera diferenciada.
Más que compuestos, los DC son, pues, amalgamas, un tipo de conglomerado que
parece darse con cierta frecuencia entre términos con función gramatical. En su origen
debe estar la posibilidad de fusionar con el indefinido otro la menos marcada de las
formas del paradigma, el masc. sg. este, que se habría comportado en esta secuencia de
modo semejante a las preposiciones en /-e/, que tendían a fundirse con su término.
Ahora bien: la amalgama es en principio un fenómeno fonológico, que no garantiza la
creación de una palabra nueva (el esp. al, por ejemplo, no es una “preposición definida”
o un “artículo prepositivo”, sino que sigue siendo una combinación de preposición y
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artículo, igual que la secuencia no amalgamada a la) 36 ; además, como todos los
fenómenos (morfo)fonológicos, se atiene a unas reglas de combinación secuencial, es
decir, se da en un entorno fónico determinado, en este caso el contacto entre vocales: en
formas del italiano como quest’altro, ello lleva de forma natural a la presencia de una
forma quest- invariable para cualquier forma del paradigma de altro, pues la flexión
nominal en esa lengua se manifiesta a través de terminaciones vocálicas; en español, sin
embargo, las formas plurales de los DC (estotros, esotras, etc.), al menos –y también,
posiblemente, las formas femeninas del singular–, no son fonológicamente predecibles
y deben explicarse, por tanto, a través de un proceso de extensión intraparadigmática
específicamente morfológico.
Cómo y por qué pudo darse ese proceso se hace probablemente más entendible si
atendemos a un cambio en marcha en el español (europeo) contemporáneo que afecta a
otra secuencia de elementos gramaticales, la del cuantificador todo y el artículo
definido. Como ha mostrado recientemente Estrada (2017), la pérdida de la /-d-/
intervocálica afecta escasamente a este cuantificador en la mitad norte de España
cuando es un núcleo pronominal (todo me aburre, pónmela toda, etc.), pero no es
infrecuente cuando funciona como determinante prenominal agrupado con el artículo,
en cuyo caso se produce generalmente la amalgama de ambos (todo el tiempo>tol
tiempo). Pues bien: esta amalgama afecta también, en proporción semejante, a la forma
femenina y los plurales (tola vida, tolos chicos, tolas veces); además, su distribución
geográfica no se corresponde enteramente con la tendencia general a una mayor elisión
de /-d-/ en la mitad sur del país: como se ve con claridad en el cartografiado de los datos
relativos a toda (como núcleo, Mapa 1a, y como determinante, Mapa 1b), en un área del
noreste en torno a Huesca y prácticamente en todo el noroeste (con centro en Asturias)
se practica la elisión (y, por tanto, la amalgama) con frecuencia significativamente
mayor que en la Castilla central y norteña o el Bajo Aragón37.
Mapa 1a (izquierda). Proporción de elisión de /-d-/ en la forma toda como núcleo pronominal
Mapa 1b (derecha). Proporción de elisión de /-d-/ en la forma toda como determinante prenominal38
La amalgama puramente fonética se antoja previsible en todo el > tol para cualquier
variedad en que se pierda la /-d-/, pero en buen número de variedades se ha extendido a
partir de ahí, por vía de afinidad morfológica, al femenino y las formas de plural, de
modo que puede decirse que ha surgido (o está surgiendo) una forma nueva, el
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The first step away from juxtaposition is the subordination of the grammaticalized
item under an adjacent accent, called cliticization. The next phase, in which it
becomes an affix of another element, is agglutination; and the last phase, in which
the grammaticalized item loses its morpheme identity, becoming an integral part
of another morpheme, is fusion or merger (Lehmann 2002: 132).
En los DC, por tanto, el primer paso hacia la amalgama con resultado univerbal tuvo
que ser la pérdida del acento del elemento demostrativo, la misma que resulta evidente
en esora. A continuación se produjo la amalgama propiamente dicha, extendida
analógicamente desde el masculino singular a todas las combinaciones de distinto
género y número en razón de la predecibilidad misma de la secuencia (además de otro y
los numerales, no parece que haya sido frecuente la presencia de cuantificadores tras los
demostrativos), y en ese momento es(t)- se convirtió en un formante interno de un
nuevo pronombre, el DC. Las fuentes escritas no devuelven ejemplos claros de la
tercera fase, puesto que probablemente nunca se extendió al estándar: pero la forma
reducida sotro con la que sobrevive hoy en diversas variedades peninsulares (cfr. §4),
igual que la forma reforzada desotro (8), son muestra evidente del desdibujamiento del
antiguo formante, que resulta ya enteramente inanalizable en la palabra de que forma
parte.
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(8) Dispués al desotro día / da su fallo el otro juez (Manuel González Moro
[Vitigudino], Juicio de conciliación [1887], apud Lamano 1915: 392).
Las respuestas a ambas preguntas corren parejas, en mi opinión: dado que los elementos
de la secuencia de partida ya poseen estatuto funcional (son piezas gramaticales), la
creación de los DC no supone una gramaticalización en su sentido más inmediato o
primario (el desarrollo de contenidos gramaticales a partir de elementos léxicos), sino
que vendría a constituir un caso de gramaticalización secundaria. Este término, no
obstante, ha sido entendido al menos de dos formas, que implican, respectivamente, una
perspectiva semántico-funcional y otra formal acerca del cambio: para la primera, la
gramaticalización secundaria se refiere a la emergencia de nuevos valores gramaticales
en un elemento ya gramatical, de acuerdo con la segunda parte de una definición
ampliamente difundida:
The change whereby lexical items and constructions come in certain linguistic
contexts to serve grammatical functions and, once grammaticalized, continue to
develop new grammatical functions (Hopper y Traugott 2003: xv).
La propia Traugott (2002: 27), sin embargo, se centra en otro lugar en los aspectos
formales, a partir de la consideración del segundo miembro de la famosa definición de
Kuryłowicz (1965)41: “expressions of functional categories become more bonded over
time. Thus auxiliaries can undergo reduction (will > ’ll, would > ’d, have > ’ve). This
kind of change I call ‘secondary grammaticalization’” (cfr. con mayor detalle Norde
2012; Breban 2014, 2015; Killie 2015). En este sentido, y para el caso que aquí nos
interesa, los resultados de la gramaticalización secundaria vienen a coincidir con los de
la amalgama: no es necesario, como puede apreciarse, que exista un cambio de
significado asociado a esta coalescencia avanzada (I’d es lo mismo que I would, al
menos en términos de contenido gramatical). Así, pues, la amalgama tol es una creación
por gramaticalización secundaria en este segundo sentido, pero no en el primero, pues
no se aprecia cambio nocional alguno con respecto a la secuencia todo el, que posee
exactamente las mismas propiedades gramaticales. Los DC, claro está, también son
casos de gramaticalización secundaria desde este punto de vista meramente formal, pero
¿suponen la emergencia de un nuevo valor gramatical?
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[…] the use of a syntactic string or word-formation as a new contentful form that
is semantically not fully compositional, is relatively idiosyncratic, and does not
belong to a set (Traugott 2010: 274).
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(9) αὖτις δ’ ἃ τοῖσιν οὕτεροι φρασαίατο (Solón, fr. 36, v. 24) ‘lo que a estos les
deparaban los otros’.
4. Origen dialectal
Basta una ojeada somera a las primeras documentaciones castellanas de los DC reunidas
en el apartado §2 para percatarse de que proceden muy mayoritariamente de la mitad
oeste de la Península. En efecto, si consideramos la data tópica de los documentos, el
lugar de nacimiento y crianza de los autores y, subsidiariamente, el lugar de edición de
los testimonios impresos, llama la atención la coincidencia muy generalizada en el
origen al poniente de una línea imaginaria que discurriera aproximadamente a la altura
del meridiano 4 oeste, que deja ligeramente al este Madrid y Santander, atraviesa
prácticamente por las ciudades de Segovia, Toledo y Ciudad Real (partiendo estas tres
provincias en una mitad occidental y otra oriental) y recorre el territorio fronterizo entre
Burgos y Palencia, al norte, y entre Córdoba y Jaén, al sur. En efecto, son occidentales,
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La occidentalidad de los DC resulta aún más patente si se considera que las variedades
del extremo oeste de la Península disponen de estas piezas desde sus primeras
documentaciones escritas: el gallego y portugués de los poetas cancioneriles (10a), de la
documentación notarial (10b) y de las obras extensas del siglo XIV (10c) ofrecen
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[…] e o rafeç ome que vai seu amor / empregar u desasperado for, / este
faz mal, assi Deus me perdon, / e est’ é sandeo e estoutro non (Johan
Baveca, 1240-1300, apud TMILG).
b. […] diso por lo juramento que fesera que estoutro anno pasado de mill et
quatroçentos et çinquo annos […] (Lopo Dias (notario del obispo don
Álvaro), Mondoñedo, 1406, apud TMILG).
[…] en esta carta se contén outra leyra que jas su Crus do Mouro, según
que sempre anda con estoutra, as quas tivo de monte Diego Gonçalves do
Vao (Oseira, Ourense, 1415, apud TMILG).
c. Agora sal pera estoutra parte Deýfebus, seu yrmão (Crónica troiana,
1300-1373, apud TMILG).
[…] e assi o fazem todollos outros planetas que son en meyodestes, que
cada hum ha os seus movimentos desvayrados como cada hum de
estoutros que ja dissemos (íbid., 1, 18, 48v, apud CIPM).
Tanto el gallego como el portugués, además, preservan los DC hasta la actualidad (ello
explica, sin duda, su presencia en el castellano de escritores gallegos de la segunda
mitad del siglo XX e incluso del siglo XXI: 11a), lo mismo que las hablas asturianas54 y
las del noroeste leonés (hay DC entre hablantes del Bierzo, 11b, pero también de Omaña
o la Maragatería, 11c)55. A principios del siglo XX aún las empleaban los etnólogos y
escritores costumbristas salmantinos (11d), y en autores extremeños pueden aflorar –al
parecer sin voluntad de remedo dialectal– a lo largo de todo el Novecientos (11e). Bajo
las formas sotro y desotro (más ocasionalmente, esotro) participa, por otro lado, en
expresiones temporalizadas a lo ancho de un amplio territorio que, además de por León,
Zamora, Salamanca y Extremadura, se extiende por el sur de Ávila y el oeste de Toledo
y Ciudad Real, llegando por el este hasta la provincia de Cuenca56. La distribución de
estos usos resulta, por lo demás, prácticamente coincidente, al sur del Sistema Central,
con la de la forma algotro ‘alguna otra cosa o persona’, característica de Extremadura,
la mitad oeste de Castilla-La Mancha y algunos puntos de Cuenca (Octavio de Toledo
2016c): este cuantificador sin duda se formó a partir del modelo de es(t)otro (como ya
señaló Cuervo 1907: §931, 629), y su existencia apunta, por tanto, a una particular
vigencia de los DC en el territorio netamente occidental (con el añadido de Cuenca)
donde hoy se localiza.
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Esta palada por su abuelito, estotra por su abuelita (Rogelio San Luis [n.
La Coruña, 1935], Se vende cadáver en buen estado. Farsa trágica de
humor negro [2012], I, 3).
c. CHINGLAR.– tr. Hacer sonar las monedas para saber si son buenas o
malas. “Ese duro no chingla bien; chingla estoutro a ver” (Concejo de la
Lomba [en torno al río Omaña, León], apud Morán 1950: 20b).
e. […] representan el conocido tema de las horas del día, o por extensión
simbólica las estaciones de esotro gran día terrestre que denominamos
año (Mario Roso de Luna [n. Logrosán, sureste de Cáceres, 1872], “La
ciencia hierática de los mayas”, Boletín de la Real Academia de la
Historia 58 [1911], p. 459).
Incluso las propiedades sintácticas de los DC parecen ser distintas en las variedades
occidentales donde se originan y en las que, situadas más al este, los adoptaron
posteriormente, pues solo en textos occidentales es posible (hasta el siglo XVIII) la
combinación secuencial en que los DC preceden a un posesivo (12a) o a un
cuantificador como muchos (12b), propiedad que parece en consonancia con la
capacidad de la secuencia “analítica” /demostrativo + otro/ de participar en idénticas
distribuciones, atestiguada desde antiguo y hasta el mismo siglo XVIII tanto con los
posesivos (13a) como con muchos (13b) o con adjetivos de carácter fórico (sobredicho,
antedicho: 13c), si bien, de nuevo, únicamente en textos occidentales.
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Puesto que en todos essotros sus inventados modos en que las mandan
ponerse, ay manifiesto peligro de bolverse a salir de contado el semen
que echan en el vasso de la mujer (Fray Toribio de Santo Tomás y
Pumarada [n. La Riera, Colunga, Asturias], Arte general de granjerías, I,
1711-1714, 238-239).
(13) a. Adam Pérez por nomre de sua mogier aya ela quarta parte deste vuerto e
estos otros sos hermanos ayan en él las otras tres quartas (“Confirmación
de sentencia” [Documentos de la catedral de León], 1288, CORDE).
E quiero que todos estos otros mis vasallos me juren que si fueredes
contra esto que vayan sobre uos (Lanzarote del Lago [ms.
occidentalizante del s. XVI], CORDE).
[…] por que esto sea tenido por inconveniente en estas otras vuestras
reales audiencias (Cortes de Toledo, 1538, CORDE).
b. Estas otras muchas letras estaban puestas en los arcos debajo de figuras
de bulto (Alonso de Santa Cruz [n. Sevilla, 1505], Crónica del
Emperador Carlos V, ca. 1550, CORDE).
No sé quienes son estos otros muchos que dan por materia cierta de el
bautismo a la cerveza (Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas y
curiosas, 1745, CORDE).
¿Será mucho que yo goce también de los privilegios de esos otros
muchos cuya conducta a ninguno debe importar? (Martín Sarmiento, El
porque sí y porque no, ca. 1772, CORDE).
c. [..] por mia anima & por llas animas de todos estos otros deuandichos
(“Carta de donación” [Colección Diplomática del Monasterio de
Carrizo], 1261, CORDE).
[…] pintó a la mano derecha del dicho sagrario diez e seys caxones como
estos otros sobredichos (“Carta de pago” [Documentos para la Historia
de las Bellas Artes], 1428 [Toledo], CORDE).
Este contraste sintáctico sugiere que, ya desde antiguo, los demostrativos y el indefinido
otro se agrupaban en el occidente peninsular para formar una secuencia capaz de
anteponerse a otros determinantes o pronombres, funcionando como un bloque
uniforme con una distribución que, más al este, estaba restringida a solo uno de los dos
elementos integrantes (esta tu prima, otros muchos filósofos, etc.): ello debió favorecer
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[…] siempre havia dicho que no daria lugar a que se sacasse moneda y
estava yo con muy poca esperança d’ello, porque el señor don Enrique y
estotros no osavan ya hablar en ello (Lope de Conchillos, Carta a Miguel
Pérez de Almazán [2.12.150? [ms. RAH A9, fol. 219], apud Rodríguez
Valencia 1970: 279).
b. Conocí estando ajenado / y no siendo conocido / todo quanto allí a
pasado, / de estotra parte levado / por ser el tiempo cumplido (Pedro
Manuel Jiménez de Urrea, “Fiestas de amor”, 28, vv. 279-283, en
Cancionero [Logroño, 1513], apud CV).
c. Tan ciego heres tú como estotros lo son (Pedro Fernández de Villegas [n.
Burgos, 1453], trad. Dante, Infierno, XX, 31 [XX, 27 del texto italiano:
Ancor se‘ tu de li altri sciocchi?], Burgos, Fadrique de Basilea, 2.4.1515,
fol. B3v).
Los ejemplos de (14) son muy reveladores, a mi entender, de los modos en que se
produjo la difusión de los DC más allá de su ámbito dialectal originario en las últimas
décadas del Cuatrocientos y las primeras del Quinientos. Para dar cuenta de los
ejemplos epistolares (los de 14a), conviene recordar que no pocas de las
documentaciones castellanas más tempranas de los DC afloran, justamente, en cartas
privadas entre personas notables, ya sean secretarios reales que escriben –o fingen
escribir– a obispos de renombre (cfr. la “letra” de Hernando del Pulgar en 3a), nobles
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andaluces de sonora prosapia (Ponce de León, Fernández de Córdoba: cfr. 1a, 2e) o
incluso la misma reina de Castilla (cfr. de nuevo 2e); es fácil localizar nuevos ejemplos
de semejante jaez en los primeros años del siglo XVI, por ejemplo en la
correspondencia del Gran Tendilla (15a) o en la del cardenal Cisneros (15b)59. Todas
estas cartas, como las de (14a), no responden a los modelos más encorsetados de la
misiva burocrática o administrativa de corte cancilleresco, sino que destacan por la
simetría y/o confianza entre los interlocutores, la naturaleza privada de los asuntos que
se abordan (un acuerdo matrimonial, la solicitud de un libro o de una cantidad de
dinero, una confidencia política, etc.) y una planificación previa del texto sin duda
escasa, dado su carácter efímero y urgente: pueden tenerse, pues, por próximas al polo
de la inmediatez comunicativa (desde el punto de vista de los parámetros
concepcionales propuestos por Koch y Oesterreicher 2011) o, si se quiere, por propias
de registros diafásicos característicamente informales, tanto en razón de su campo (los
aspectos relativos al tema, trasfondo social y propósito del texto) como de su tenor (la
relación particular que se establece entre los interlocutores: cfr. para ambas nociones
Halliday 1989).
(15) a. […] los nuevamente convertidos avían miedo que les avía a ellos de tocar
esto acabado lo destotros (Íñigo López de Mendoza, I conde de Tendilla,
“Carta a Fernando el Católico” [14.8.1505], apud Szmolka, Moreno y
Osorio 1996: 463).
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(16) […] que para venir estotro día a curar de mi salud […] hobe de perder
veinte e tres ducados en una libranza porque me socorriesen con algun
dinero (Gonzalo de Ayora [n. Córdoba, 1466], carta a Miguel Pérez de
Almazán, 17.7.1513).
Yo apreté a Almazán antyer sobre los dos capítulos [...]. Díxome: “Señor
Juan de Rojas, no curéis de hablar en nada, que venido el señor don
Francisco, eso y esotro y lo demás, se hará” (Juan de Rojas, “Al
comendador Francisco de Rojas” [Valladolid, 8.3.1513], apud Rodríguez
Villa 1896: 473).
Aunque la corte siguió siendo itinerante durante las últimas décadas del siglo XV y la
primera mitad del siglo XVI, las ciudades meridionales de Córdoba y Sevilla (debido,
entre otras razones, a la larga campaña por la toma de Granada) y las centrales de
Valladolid, Medina del Campo, Ávila, Segovia, Madrid o Toledo fueron lugares muy
recurrentes de tránsito o residencia del séquito de los Reyes Católicos62: todas ellas
pueden considerarse, por su ubicación geográfica, proclives al empleo de los DC desde
los años finales del Cuatrocientos (cfr. el §4); pero una en especial, Toledo, descollará
hacia la tercera década del Quinientos como centro de referencia de la corte de Carlos V
(una vez vencida su inicial resistencia comunera) y, por tanto, como núcleo de difusión
de los modelos de comportamiento cortesano y de las expresiones lingüísticas más
asociadas a su cultivo, hasta el punto de que “[e]n un espacio de muy pocos años, a
partir de 1530 se difunde la creencia de la superioridad lingüística de Toledo sobre
cualquier otra región española” (González Ollé 1996: 18). Así, un localismo de la mitad
occidental de la Península, asimilado por burócratas regios y nobles trastamaristas (con
la reina de Castilla a la cabeza) para su uso en la comunicación informal, pudo
convertirse en marca del buen hablar cortesano, con Toledo como trampolín modélico
que propulsara la difusión de los DC, en las décadas centrales del Quinientos, a través
de las redes sociales que vinculaban entre sí tanto a los profesionales de la curia como a
la nobleza alta y baja, incluido el patriciado urbano castellano. Con todo, la marca de
informalidad o inmediatez comunicativa asociada a los DC debió pervivir aún hasta
bien entrado el siglo XVI: se explica así, probablemente, que Teresa de Jesús, quien
prodiga estas piezas en su epistolario y en las primeras redacciones autógrafas de la
Vida o las Moradas, decida en cambio suprimirlas de forma sistemática en la segunda
redacción autógrafa del Camino de perfección, que se orienta ya a su publicación
impresa (17, con las lecturas de la segunda redacción a la derecha de la flecha):
adecuados para el intercambio con su reducido círculo de acólitas, amigos y confesores,
los DC posiblemente eran, a ojos de la santa, excesivamente informales para el tipo de
comunicación que impone un tratado doctrinal accesible al gran público en letras de
molde, al igual, por ejemplo, que el conector cuantimás, que también elimina de esa
segunda versión (cfr. Octavio de Toledo 2011: 259-263).
(17) […] digo de advertencia, que desotra suerte ¿quién estará sin hacer muchos
[sc. pecados]? (138v.15-16) que de otra suerte.
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Junto a esta vía de penetración cortesana, los DC conocieron sin duda una segunda de
naturaleza más libresca. Como ya hemos señalado, otra porción considerable de los
casos tempranos de estas formas se localiza en composiciones cancioneriles (cfr. 1c y
14b), debidas en algunos casos a autores no occidentales, como fray Íñigo de Mendoza
o, algo más tarde, Pedro Manuel de Urrea. La lengua de los poetas castellanos de
cancionero estaba sujeta, no obstante, a un fuerte influjo occidental, en la medida en que
la actividad cancioneril en la Castilla del Cuatrocientos no hacía sino continuar la
galaico-portuguesa, más antigua, a la que se remite con frecuencia mediante la afinidad
de temas, formas, motivos o referencias culturales y, también, a través de elementos
lingüísticos tomados en préstamo o, incluso, de hibridaciones deliberadas de ambos
códigos63. Los DC estaban presentes en la tradición lírica del occidente peninsular (cfr.
10a), y bien pudieron trasvasarse, esta vez como elementos caracterizadores de una
determinada forma de producción textual, a poetas de la Castilla oriental o Aragón
familiarizados con dicha tradición, y en particular a los más atentos a las prácticas
poéticas cortesanas, como los dos recién citados. El empleo de formas contractas, por
otro lado, estaba muy difundido en los textos italianos, como hemos señalado a
propósito de testimonios como los del Adramón o la segunda redacción del De vita
beata de Lucena, los cuales, al copiarse en Italia, parecen haber adaptado amalgamas
como quest’altro / quell’altro bajo la forma afín de los DC. Este uso no guarda ya
relación con un ámbito de producción textual determinado, sino que constituye un
fenómeno de contacto (escritural) entre variedades potencialmente extensible a géneros
muy diferentes: un diálogo doctrinal, una novela de aventuras o (como en el caso de
15c) una traducción de Dante o –algo más adelante– de Ariosto64.
De lo que no cabe duda, en cualquier caso, es del impacto que tuvo en la difusión de los
DC su recepción, en los primeros años del siglo XVI, a través de la Celestina, de las
Farsas y églogas de Lucas Fernández (Salamanca, 1514) y de la Propaladia de Torres
Naharro (Nápoles, 1517). Para los tres autores, los DC eran formas propias de su habla
nativa salmantina, extremeña o toledana occidental que no emplearon para caracterizar
diastrática ni diatópicamente a los personajes de sus obras, sino como marca de registro
que, al igual que en las cartas privadas de los nobles y funcionarios reales de su tiempo,
indicaba la inmediatez y familiaridad del coloquio vivo y cotidiano que los tres
procuraban mimetizar 65 . Por esta vía se justifican los numerosos casos de DC que
inundarán en las décadas siguientes la narrativa celestinesca66, el teatro de escenario
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La amalgama generalizada de las formas est- / es- y el indefinido otr- que dio lugar a los
DC se produjo como consecuencia de un proceso de gramaticalización secundaria que
supuso la incorporación al paradigma demostrativo (un ámbito de la gramática muy
sujeto a cambios de este tipo: cfr. por todos Diessel 1999 o los trabajos reunidos en
Coniglio et al. 2018) de un término adicional que establecía nuevas oposiciones tanto
dentro de ese paradigma como con el ámbito afín de las expresiones de alteridad: así, si
el francés, el catalán, el aragonés medieval o el italiano codificaron sintácticamente,
mediante determinantes prepuestos, el contraste binario entre una expresión de alteridad
definida y exhaustiva y otra indefinida (fr. l’autre / un autre, it. l’altro / un’altro, etc.),
el español, el portugués o el rumano integraron los contenidos deícticos en el paradigma
para formar un subsistema ternario que en las dos primeras lenguas, y también en
gallego y astur-leonés, respondía a una distinción entre la expresión de la alteridad
indefinida (o(u)tro), la de la alteridad definida con interpretación exhaustiva (artículo +
o(u)tro) y la de la alteridad definida no exhaustiva, sino referida a una entidad o
subconjunto de entidades identificadas deíctica o logofóricamente (esto(u)tro,
es(s)o(u)tro y, en las variedades más occidentales, (a)quel(l)o(u)tro) 71 . Esta
gramaticalización se produjo, pues, en el tercio occidental de la Península Ibérica,
posiblemente en consonancia con varias características no presentes en los romances del
área central, como la mayor abundancia de amalgamas (de preposición y artículo,
particularmente: cfr. pola ‘por la’, cos ‘con los’, etc.), una mayor debilidad de las
vocales átonas finales que pudo favorecer la contracción o, en el plano sintáctico, la
tendencia clara a tratar la secuencia /demostrativo + otro/ como un grupo
predeterminante (cfr. los ejemplos de 13), hechos que sugieren una creación temprana
(ss. XIII-XIV) de los DC en el oeste peninsular y su funcionamiento como modelo para
otras amalgamas gramaticales con el indefinido o(u)tro igualmente desconocidas en un
principio en los territorios más hacia el este, como o(u)trora (cfr. la nota 33), aco(u)tro
(formada sobre el demostrativo aco(s) / aca(s): cfr. Gillet 1922) 72 o, un poco más
adelante, algotro (cfr. Octavio de Toledo 2016c), lo que da muestra de la productividad
de tales combinaciones en su ámbito geográfico de origen.
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Calpe, pp. 1-152
Notas
1
Este es el término que ha empleado de forma constante la RAE, desde su primera gramática (GRAE
1771: 44: “este, y ese, forman composición con el adjetivo otro”, mientras que “aquel recibe también
después de sí el mismo adjetivo, pero sin formar composición, como: aquel otro, aquella otra”) hasta la
actualidad (NGLE 2009: §17.2d, 1277-1278), de modo que “[l]as formas compuestas de los pronombres
demostrativos […] se registran en todas las gramáticas” académicas (Velando 2017: 605). La misma
denominación, originada en Correas (quien comenta que a los demostrativos “se les añade en conposizión
este adietivo otro para mostrar más particularmente, entresacando de los que rrestan con rrelazión a
ellos”, ALEC: 67v), adoptan otros influyentes autores, como Martínez Gómez-Gayoso en el siglo XVIII
(cfr. Benítez Burraco 2005: 12), Bello en el Ochocientos (1988 [1847-1860]: §264, 274: “se empleaban
también los compuestos estotro, esotro, no enteramente anticuados”: el propio erudito venezolano, de
hecho, los usaba en sus composiciones poéticas) o, a comienzos del siglo pasado, Alemany (1928 [1902]:
91), quien los describe como “formas compuestas” al modo de nosotros, vosotros. Por no contravenir la
tradición, las denominaremos también así a lo largo de este trabajo, si bien nos plantearemos en su tercer
apartado hasta qué punto el término resulta acertado.
2
Se documentan, aunque son marginales en todo tiempo, formas con un primer elemento (a)quell- /
(a)quill-, a las que nos referiremos más adelante, así como amalgamas con el indefinido otro de los
demostrativos aqueste / aquese, cuyo uso escrito no parece superar el siglo XVI. Para ambos tipos de
formas, cfr. ahora Piel (2014, 2018).
3
En las monografías clásicas de gramática histórica el fenómeno se despacha brevemente y, en general,
se considera de consuno con las formas aqueste / aquese: así, Menéndez Pidal (1941 [1904]: §98.3, 260),
tras comentar estas, explica que los demostrativos “[t]ambién se refuerzan con alter pospuesto: estotro,
esotro, quillotro, etc.”, como si tal refuerzo se hubiese generado, al modo de /ak-/, en el mismo latín o en
protorromance, y como si fuera igualmente frecuente con los tres demostrativos. Más exacto, aunque sin
precisiones históricas, Hanssen (1913: §183, 84) indica que “este y ese forman con otro una combinación
en la cual el primer elemento queda sin flexión: estotro, esotra: Por esta me entro, por estotra me salgo
([Fernán] Caballero, C[uentos y poesías populares] A[ndaluces, Leipzig, 1874] 36). Estas formas están
anticuadas”. Keniston (1937: 135-136), por su parte, se limita a recoger algunos ejemplos de estotro /
esotro y sus variantes de género y número (en concreto, 15 casos, de un total de 17 localizados en su
corpus) en el apartado de los pronombres indefinidos, junto a las demás combinaciones de determinantes
y cuantificadores con otro (para algún ejemplo adicional en la lengua clásica, cfr. Macías 1997: 74-75).
Más recientemente, Alvar y Pottier (1983: §85.2, 108) se contentan con citar a Correas a propósito de
estas formas, con las que los demostrativos “intensifican su carácter deíctico”, mientras Eberenz (2000:
262) parece considerarlas meras variantes gráfico-fónicas de las secuencias este otro, ese otro, etc., pues
solo describe estas últimas y apenas apunta que “se escriben y pronuncian también estotro, essotro”,
además de indicar que son “corrientes en la lengua del Cuatrocientos, sobre todo en la modalidad
hablada”; ya es decir bastante más, con todo, que la nueva SHLE, que guarda entero silencio sobre los
compuestos con otro en el capítulo dedicado a los demostrativos (García Fajardo 2009), al igual que el
extenso y reciente Manual of deixis in Romance languages (Jungbluth y Da Milano 2015).
4
En nota al pie, el autor dice sintetizar en este párrafo “las líneas esenciales de una monografía sobre la
historia de essotro, estotro, que se encuentra en fase de redacción” y que, no obstante, por cuanto se me
alcanza, no ha sido publicada hasta la fecha.
5
Cfr. ahora, en el mismo sentido, Pérez-Salazar (2017: 135): “la forma esotro (y variantes flexivas) es
muy frecuente en el Siglo de Oro: entre los siglos XVI y XVII se pueden recuperar más de mil
testimonios [en el CORDE]. Su empleo desciende drásticamente a partir del siglo XVIII, pero aún se
encuentra en el XX”. Conviene, pues, separar adecuadamente la historia de las formaciones aques(t)e y
es(t)otro, pues su presentación conjunta puede provocar inexactitudes indeseables a la hora de
caracterizar la morfosintaxis del español clásico, como ocurre –por citar un solo caso relativamente
reciente– con la confusa mención en el siguiente pasaje de los “demostrativos aqueste, aquese-estotro y
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esotro, vigentes en la lengua común y no recogidos hasta Correas, aunque quizás fueran ya un arcaísmo
sintáctico” (Bustos Tovar 2006: 24).
6
Cfr. de nuevo Quijada (2017: 249, 268). Así, la gramatización (en el sentido de Auroux 1994) de estas
formas debe adelantarse, como apunta esta autora, al último tercio del siglo XVI. En cuanto a los
diccionarios, esotro aparece en 1599 en el Dictionarie de Minsheu (s. v. esso, 120c) y estotro figura en el
Tesoro de Oudin (1607 [1616]: N4r), de donde debieron pasar al resto de la tradición lexicográfica
europea del siglo XVII.
7
Para la delimitación y caracterización lingüística del primero de estos periodos, cfr. especialmente
Lapesa (1981: 231-251), Ridruejo (1993), Sánchez Lancis (1998) y Eberenz (2000); para el segundo, cfr.
sobre todo Eberenz (1991, 2009) y Girón (2004); para el tercero, cfr. por ejemplo los trabajos reunidos en
García Godoy (2012), así como Octavio de Toledo (2016a, 2016b) o Company (2017).
8
Baste recordar aquí dos autorizadas formulaciones de este desiderátum: “Si aspiramos a una historia
menos unidimensional de la lengua, debemos preguntarnos por la configuración teórica de su arquitectura
y por las partes del diasistema sobre las que es posible obtener un conocimiento exacto” (Eberenz 2009:
191); “La sintaxis histórica del español se basa en datos de la lengua escrita, pues no puede ser de otra
manera, pero esto no elimina la necesidad de postular como principio el objetivo de reconstrucción
histórica de todo el edificio variacional, con la variación en el espacio, en los grupos sociales y en las
diferentes modalidades del hablar” (Kabatek 2012: 88).
9
Para la provechosa aportación de la dialectología a una mejor comprensión de la sintaxis histórica, cfr.
por todos el amplio panorama trazado en dos trabajos complementarios por Fernández-Ordóñez (2011,
2012). También los métodos de la Sociolingüística comienzan a abrirse camino en el estudio de la lengua
del Siglo de Oro, permitiendo identificar grados de formalidad, registros específicos e incluso tendencias
idiolectales en el uso de determinados fenómenos morfosintácticos: cfr. en especial los trabajos recientes
de Blas (2016, 2018a, 2018b) y Blas y Porcar (2016). Al modo en que puede aplicarse la noción de
“tradicionalidad discursiva” al estudio de fenómenos sintácticos concretos de la historia del español he
dedicado yo mismo algún trabajo (cfr. por ejemplo Octavio de Toledo 2014, 2018).
10
En concreto, es posible recuperar 344 secuencias de /demostrativo + otro/ en 1502-1549, un 60% de las
573 de DC (cfr. la Tabla 2), y 616 secuencias “analíticas” en 1550-1650, un 62% de las 996 de DC.
11
El modelo coseriano del cambio lingüístico (Coseriu 1983 [1988]: 151) separa con claridad la
innovación individual del cambio propiamente dicho, que se produce a partir de la adopción de la
solución innovadora por algún interlocutor, se continúa mediante la difusión a un entorno más crecido de
hablantes que, así, se ven abocados a dirimir su posible competencia con elementos o esquemas previos
(selección): si la selección favorece a la solución innovadora, esta sustituye finalmente a la más antigua o
la relega a un determinado estatuto diasistemático (mutación).
12
Los datos proceden del CORDE. El Gráfico 2 solo representa las frecuencias por millón de palabras,
que devuelven un retrato mucho más fiel de la evolución, pues la masa textual del CORDE está muy
desigualmente distribuida por periodos (cfr. para este asunto Octavio de Toledo 2016a).
13
Además de la búsqueda exhaustiva de e(s)sotr- y estotr- en el CORDE (con la variante contracta
des(s)otr-, destotr-, en la que se añade por la izquierda la preposición de, y la reducida sotr-), he llevado a
cabo una pesquisa igualmente exhaustiva (y especialmente productiva para el tiempo posterior a 1700) a
través del buscador de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (BVMC); he rastreado todas las formas
del paradigma en el repositorio Google Académico; he recuperado todos los ejemplos disponibles en una
búsqueda acotada temporalmente (con un límite superior en 1550) dentro de la biblioteca virtual Google
Libros; y mediante el motor de búsqueda Google, finalmente, he analizado todos los casos de las formas
essotra(s) y los 4000 primeros resultados para esotras que arrojó una consulta realizada el 20.1.2018 (el
resto de consultas se llevó a cabo a lo largo del mes de febrero de 2018). Para la utilidad de estos recursos
electrónicos en la indagación histórica, especialmente de elementos de baja frecuencia, cfr. Méndez
García de Paredes (2011) u Octavio de Toledo (2016c). Puesto que los datos cuantitativos que ofrezco en
este trabajo proceden exclusivamente de los casos registrados por el CORDE, en la ejemplificación tan
solo distingo, salvo indicación expresa en contrario, entre los entornos recuperados de este corpus (apud
CORDE) y el resto, en que no especifico la fuente electrónica, que por lo demás puede ser múltiple (pues
los mismos textos figuran con frecuencia, en idéntica o distinta edición, en varios bancos de datos) y en
todo caso es fácilmente recuperable –a diferencia de los casos del CORDE– a través de una búsqueda
directa en Google.
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14
Se trata del manuscrito apógrafo que contiene la segunda redacción de la obra, conocido por la sigla R
y realizado en Italia. Como puede verse en (1b), los otros testimonios tempranos de este diálogo (el ms.
que contiene la copia de la primera redacción, Mp, y la princeps de Zamora, 1483) leen aquí estos otros.
La presencia de los DC en el manuscrito italiano está asegurada por el segundo ejemplo de (1b), casi
inmediato en el texto, que de nuevo opone dicho testimonio al otro manuscrito y la edición zamorana.
15
Recojo en (1c) los usos que pueden atribuirse al autor: así, el primer ejemplo, de la versión primitiva de
las coplas de Vita Christi (que represento con la sigla Vita Christi 1) de fray Íñigo de Mendoza, figura con
el DC estotro en el cancionero conocido como PN11 (ca. 1470) y en otros testimonios algo posteriores,
como los cancioneros SA4 (ca. 1485) y Oñate-Castañeda o HH1 (ca. 1485), por lo que puede darse por
seguro que recoge un uso del propio Mendoza y no de un copista; lo mismo cabe decir de la composición
satírica de Pero Guillén de Segovia: a pesar de que se recoge solo en testimonios del primer siglo XVI y
en la copia dieciochesca (por lo demás, aparentemente muy esmerada) de su Cancionero, la unanimidad
en la lectura invita a pensar que la forma se hallaba presente en el poema original; es posible igualmente,
aunque no seguro, que procedan del autor (del que nada he podido averiguar) los dos casos de esotro del
breve poema religioso de Alfonso de Córdoba, impreso a continuación del Confesional del Tostado en
una edición burgalesa. En cambio, en (1d) figuran casos que deben más bien achacarse a un(os)
testimonio(s) concreto(s) que al autor: así ocurre con los famosos versos manriqueños que figuran en
primer lugar, y que contienen la secuencia esta otra en los testimonios principales y antiquiores de la
tradición (EM6 es el manuscrito Esc K-III-7, de ca. 1485; 82*JM es la edición más antigua, quizá
zaragozana; 83*IM es una edición, posiblemente zamorana, de 1483, cuya lectura he podido comprobar
en la BDH; otros testimonios de importancia, como el cancionero de Egerton [LB3] y el de Oñate-
Castañeda [HH1], presentan aquí una lectura muy divergente o no traen el pasaje: para el complejo
conjunto de testimonios y sus filiaciones, cfr. ahora Pérez Priego 2017), mientras que el DC estotra figura
en testimonios de menor peso, como el Cancionero manuscrito de Pero Guillén de Segovia (MN19, copia
del XVIII) o el Cancionero impreso de Ramón de Llavia (86*RL: Zaragoza, Pablo Hurus, 1484-88?; he
comprobado la lectura al folio 76r-a); los dos siguientes ejemplos proceden de un mismo cancionero
manuscrito, el salmantino SA9 (ca. 1500), y aunque el primero bien podría ser del autor (el mismo Íñigo
de Mendoza de las coplas de Vita Christi), otros testimonios de estas Coplas a la Verónica traen sin
embargo la secuencia este otro (así, por ejemplo, el ms. ML1, de ca. 1490), mientras que el segundo caso
es inequívocamente debido a un copista, pues se trata de una lectio facilior que oculta el nombre del
filósofo Escoto, lo que invita a atribuir ambas lecturas a la labor de copia. Para la localización y cotejo de
estos ejemplos cancioneriles me he valido del utilísimo portal Cancionero Virtual (CV).
16
Han sido infructuosas mis pesquisas en los corpus documentales CODEA+ 2015 y CHARTA (consultas
de febrero de 2018): de la ausencia de los DC en una versión anterior del CODEA informaba ya Cuadros
(2013).
17
También se encuentran cuatro casos más en los diarios de los viajes primero y tercero de Colón, pero
resulta difícil deslindar en esos textos lo que se debe a la pluma del Almirante y lo que cabe atribuir al
compilador, Bartolomé de las Casas, que emplea igualmente con fruición los DC.
18
Los nueve casos presentes en la Celestina aparecen a partir del octavo acto (VIII, 193, 195; IX, 201,
202, 211; XII, 257, 260; XVIII, 308 y XIX, 324) y todas las ediciones antiguas (anteriores a 1520) traen
DC en estos contextos, por lo que su empleo puede atribuirse con seguridad a Rojas. El último ejemplo en
la obra reproduce parcialmente un refrán (“A esotra puerta [que esta no se abre]”) recogido con igual
forma en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego del marqués de Santillana, obra cuyo primer
testimonio conservado es, sin embargo, la princeps sevillana de 1508 (cfr. Bizzarri 2010), por lo que no
resulta posible atribuir directamente a Santillana este uso del DC.
19
El ejemplo que cierra (3b) parece ser excepcional en la producción escrita propia de la Corona de
Aragón, pues es este, precisamente, el único contexto de uso de los DC que registra el DICCA-XV,
elaborado a partir de una amplísima base textual. En el mismo texto pueden localizarse casos de la
secuencia sintagmática equivalente (por ejemplo, en 8r-b: “quepor esso gozan los delas montañas de
mayores preuillegios que los de aca. porque aquellos ganaron a estos otros / no estosotros a los de alla”),
pero tal falta de uniformidad se encuentra también en los textos producidos en Castilla (cfr., sin ir más
lejos, la coexistencia de este otro y esotro en la carta isabelina de 2e).
20
“Ninguna de las características codicológicas o paleográficas permiten una datación del códice, ya que
tanto podríamos situarlo a finales del siglo XV como a principios de la siguiente centuria”, si bien el
testimonio único parece un autógrafo o apógrafo compuesto “en un periodo muy cercano a los primeros
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años del siglo XVI” por un “español fuera de Castilla, seguramente en Italia” (Lucía Megías 2001:
50/52/59). Agrupamos aquí el texto convencionalmente con el grupo de los producidos antes de 1502.
21
Es el caso, por ejemplo, de este pasaje de los Castigos e documentos (obra fechada por el CORDE en
1293, aunque se preserva solo en manuscritos de fecha muy posterior): “e tienen que el bien deste mundo
que es firme e durable, e que todo es de Dios, e que commo en este mundo que assy es en el otro. E estas
cosas son muy esotras a nos, ca non ay otro que lo bien sepa sinon vn solo Dios”; de los dos manuscritos
en que se basó el autor de la edición que recoge el CORDE, sin embargo, al menos uno (BNE
MSS/3995), que he podido consultar, lee aquí claramente escuras, lección que resulta muy preferible,
tanto por el sentido como porque los DC nunca aparecen cuantificados por muy, ni tampoco haciendo
veces de predicado nominal. Lo mismo puede decirse de este supuesto ejemplo del Jardín de nobles
doncellas de Martín de Córdoba (compuesto en 1468-1469): “Los otros padres engendran las hijas de su
natural simiente; Adán no así, salvo que le fue sacada la costilla, como es dicho; y por esotro respeto tenia
Eva a Adán y otro a las hijas que engendró de Eva”; el sentido exige leer por eso, otro respeto, que es
precisamente lo que transcribe una edición más reciente que la introducida en el CORDE, la de Goldberg
(1974: 176), sin duda más atenta a la letra del testimonio único, un impreso de 1500. Caso semejante es el
de los siguientes versos de Gómez Manrique recogidos en el Cancionero de Híjar: “Alixandre fue señor /
de toda la redondeza, / Ércoles de fortaleza, / Mida de tanta riqueza / que no pudo ser mayor; / pero todos
se morieron / y dexaron / estotras que trabajaron / y corrieron”; se impone, de nuevo, deshacer el
supuesto DC y recuperar la lectura auténtica esto tras que trabajaron. La edición del Libro de la guerra
que incluye el CORDE ofrece esta secuencia: “lo qual faziendo, segun dicho es, en este mundo viuiran en
honrra et buena fama, et en estotro alcançaran gloria”; pero los dos testimonios de este opúsculo (BNE
MSS/9608, fechable ad 1455, y BNE MSS/6526, de 1417-1500), que pueden consultarse fácilmente en la
BDH, traen aquí en el otro (correctamente transcrito por Roca Barea 2007 a partir del primero de ambos
manuscritos). De manera semejante, Juan de Mata Carriazo edita como sigue un pasaje de la Crónica de
don Álvaro de Luna (cuya composición fecha el CORDE en 1453): “el frayle no nonbraba nin dezia
expresamente el Maestre de Santiago don Álvaro de Luna faze esto, o faze estotro”; pero el testimonio
BNE MSS/10141 (segunda mitad del s. XV o primeras décadas del XVI), que toma por base este editor,
lee manifiestamente esto otro (fol. 198r), como lee este otro el ms. de la Universidad de Zaragoza (Ms-
24, fol. 184v), igualmente del XV: sí puede leerse estotro, en cambio, en BNE MSS/2127 (fol. 181r), que
sin embargo es ya del siglo XVI, como todos los demás testimonios de la obra. Entre los materiales
ajenos al CORDE, finalmente, advierto del error en la transcripción de un temprano documento ovetense
por Ruiz de la Peña (1969: 428): “Sobre pleito de la abbadia de ý de Celón, deue el archidiano Fernán
Alfonso e los clérigos estar en paz ata uenida del obispo, e estotro, el obispo faga ý lo que deuier”
(“Avenencia entre el abad de Corias, el arcediano de Tineo y el deán de Oviedo”, 23.9.1283; Archivo de
la Catedral de Oviedo, serie B, carpeta 5, nº 19); el supuesto DC es, en realidad, un adverbio estont –con
tilde nasal– en la más cuidadosa transcripción de Fernández Rodríguez (1996: 136).
22
Es lo que ocurre con un ejemplo de esotro en la Gran crónica de Alfonso XI, texto que el CORDE
fecha, de acuerdo con su composición, entre 1348 y 1379, pero que se ha transmitido a través de códices
copiados en el siglo XVI. Lo mismo cabe decir del Lanzarote, fechado en el corpus académico en 1414 y
que contiene tres ejemplos de DC: el manuscrito único, de fuerte impronta occidental, se copió sin
embargo en el siglo siguiente. Por la misma razón, aunque con distancia mucho menor entre la
composición y los testimonios y en fecha en que se documentan ya casos incontrovertibles de DC,
conviene poner en cuarentena, al menos de momento, dos ejemplos presentes en los Hechos del maestre
de Alcántara don Alonso de Monroy, obra compuesta hacia 1492 por su secretario Alonso Maldonado,
pero cuyos manuscritos más tempranos son ya del siglo XVI. Finalmente, una supuesta carta de privilegio
de Juan II (en realidad, una burda sátira antisemita en forma de falso documento) que el CORDE fecha en
1450-1460 y contiene un DC (“suplicávades y pedíades por merced que […] vos mandásemos legitimar y
dar licencia para ser tal marano y poder usar de las sutilezas, artes, tratos y engaños de que los dichos
maranos […] se aprovechan, e nos veiendo ser cosa justa, pues desotra manera entre ellos no podríades
bibir sin ser de ellos siempre engañado […]”) procede en realidad del códice BNE MSS/9175 (fol. 29r),
un volumen de “Noticias curiosas sobre diferentes materias” recopilado por el toledano Sebastián de
Horozco en las décadas centrales del Quinientos. En todos estos casos, es posible que el texto original se
actualizase en el siglo XVI de acuerdo con las preferencias lingüísticas del momento (o las propias del
copista en razón de su procedencia, formación escritural, etc.), por lo que no deben considerarse, al menos
de entrada, como datos válidos para la investigación lingüística: cfr. sobre este problema Fernández-
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Ordóñez (2006) y, con aplicación específica a los datos del CORDE, Rodríguez Molina y Octavio de
Toledo (2017).
23
Para la cercanía del códice E6 (y su complemento E8, conservado solo en copia muy posterior) a las
traducciones bíblicas del taller alfonsí, baste aquí citar este pasaje de Matute (2013: 23, n. 5): “la versión
utilizada en el scriptorium alfonsí fue la conocida como Biblia de París, concretamente un manuscrito
perdido de la familia omega, Ωs, fechado hacia 1250 (que quizás también sirvió de base de los
manuscritos escurialenses I.I.6 y I.I.8, conocidos como E6 y E8)”. Para los problemas específicos de
fecha de composición, datación y caracterización lingüística de los testimonios que plantea el Fuero
juzgo, cfr. ahora Castillo (2016). Más allá del CORDE, he podido localizar un ejemplo tardío de la
secuencia est + otro en un documento oriental producido en Murcia a principios del siglo XIV (que, como
era de esperar, contiene igualmente otras formas apocopadas semejantes, tales gent, puent ovayll): “señor,
sabet ques me morio est otro día una mi mula” (“Alabes Benroo [= Alabbás ben Rahu] al rey de Aragón,
Jaime II”, 8.4.1304; apud Giménez Soler 1905: 365).
24
Un único ejemplo en el CORDE de esto otro antes de 1300 corresponde a una obra marcadamente
orientalizante, los Judizios de las estrellas (cfr. Fernández-Ordóñez 2004: 405-406). Del siglo XIV es ya
el códice escurialense P.II.20, que transmite el Setenario alfonsí y contiene este ejemplo: “Et que a
ssemeiante de aquello que ffué estableçido ffiziessen esto otro, que es llamado crisma”. No existen otros
casos anteriores a 1380, ni encuentro tampoco ejemplos de es(s)o otro hasta el Corbacho. En cambio, esto
ál suma al menos 14 documentaciones claras hasta 1300. Por otro lado, existe a lo largo de la Edad Media
una evidente asimetría entre los dos demostrativos en su asociación con el indefinido, pues otro figura
tras este / esta(s) / estos con una frecuencia 45 veces mayor que tras es(s)e / es(s)a(s) / es(s)os (1.297
casos de la primera secuencia frente a tan solo 29 de la segunda en el CORDE), mientras que en el
periodo inicial de los DC en Castilla (hasta 1499) el reparto es mucho más equilibrado, con 52 casos de
estotr- y 32 de es(s)otr-, de modo que la primera forma es solo 1.6 veces más frecuente que la segunda:
las secuencias medievales, pues, solo avalan el uso rutinario de otro tras el indefinido proximal, mientras
que los DC emergen en la segunda mitad del siglo XV con ambos demostrativos en proporción pareja.
25
Este ejemplo ha sido localizado fuera del CORDE, pues el manuscrito del Fuero juzgo reproducido en
ese corpus (B2567 de la Hispanic Society of America, también de la segunda mitad del siglo XIII) lee
aquí este otro. Aunque la venerable edición de la RAE (1815), por la que cito, une gráficamente la
secuencia est + otro (lo que indujo al continuador del DCR: s. v. estotro, 1151a, al error de considerar este
un ejemplo temprano de DC), se trata, claro está, de la misma combinación de demostrativo masculino
apocopado e indefinido de los otros ejemplos (nótese, además, el paralelo sintáctico con el texto del
Fuero de Navarra). También Menéndez Pidal graficó como estotro el primero de los ejemplos de la
Estoria de España en (4b), aunque, curiosamente, no el segundo.
26
De fines del XVIII data también, no obstante, la primera muestra de desapego metalingüístico hacia
esta forma de que tengo constancia: como recuerda González Ollé (1992: 182), al erudito historiador y
genealogista burgalés Luis de Salazar y Castro la forma essotra no le parecía ya “buen castellano”, por
mucho que la emplearan con asiduidad los clásicos: Salazar se pronuncia, como recuerda oportunamente
el propio González Ollé (1992: 192), desde la óptica de un castellano viejo que defiende “la lengua
materna y universal en Castilla”, y su rechazo del DC quizá no deba entenderse como reacción ante un
arcaísmo, sino hacia una forma de la lengua literaria que, sin embargo, se sentía como ajena (por
desacostumbrada) en el ámbito castellano norteño: también sobre este asunto volveremos en el epígrafe
§4.
27
Ni parecen manifestarla todavía las gramáticas de este tiempo: como señala Sáez (2016: 73) a propósito
de la Theoretisch-Praktische Lehre der Spanischen Sprache de Manuel Pérez Ramajo (Leipzig, 1806),
“[t]ampoco se marcan como arcaicos estotro y esotro, […] porque claramente aún no lo serían”. Cfr. en
cambio, a mediados del siglo, el comentario de Bello cit. en la nota 1, según el cual los DC resultaban ya
anticuados, aunque aún no “enteramente”.
28
Como puede verse por los ejemplos de (6a), los empleos temporalizados con esotro pueden referir a
puntos temporales diversos (un día anterior cercano al actual, el día siguiente, el posterior al siguiente –
esto es, ‘pasado mañana’– u otro cercanamente venidero), con el denominador común de situarse
próximos al marco hodiernal, pero fuera de él, significado previsible a partir del de alteridad trasladado
por otro y el de distancia intermedia respecto del centro deíctico (ni inmediatez, ni lejanía) expresado por
ese. Los primeros ejemplos de esotro (día) con desempeño deíctico temporal afloran ya entre las
documentaciones más tempranas de los DC (“Porque le rogué esotro día que fuese una jornada de aquí en
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que le iba la vida, y dijo de no”: Celestina, 308; “porqu’él pensaba esotro día matar al Maestre”: Alonso
Maldonado, Hechos del Maestre de Alcántara don Alonso de Monroy, comp. 1492, CORDE), y el uso de
esotro con el significado de ‘pasado mañana’ estaba ya muy asentado a fines del siglo XVI y comienzos
del XVII (“mañana y esotro pienso ir al campo”: Felipe II, Cartas a sus hijas, 8 [2.10.1581], p. 58; “¿Tú
sabes qué es Medicina? / Sangrar ayer, purgar hoy, / mañana ventosas secas, / y esotro kirieleisón”:
Quevedo, Entremés del médico, 1643). Como veremos, es este también el uso más resistente de un DC en
los dialectos peninsulares del español (cfr. §4).
29
Pertenecen a la categoría de las expresiones esterotípicas con DC, históricamente algo más resistentes
(hasta el punto de que no resulta muy difícil encontrar ejemplos actuales), ciertas secuencias cristalizadas
de tipo fraseológico o paremiológico (Por estas o (por) estotras: cfr. Pérez-Salazar 2017; ¿Qué tiene que
ver eso con esotro?: cfr. Fernández Martín 2018; el refrán A esotra puerta: cfr. la nota 18), las
bimembraciones disyuntivas con un valor equivalente al de una expresión indefinida como ‘tal o cual’ o
‘alguna que otra’ (“porque la mayoría atropella a esta o esotra minoría”: Federico Jiménez Losantos, Lo
que queda de España, 1995, CREA) o las series polimembres enumerativas con demostrativos diferentes
que buscan deliberadamente la variatio, del tipo esta calla, esa habla, es(t)otra canta (así usaron siempre
los DC, con notable frecuencia, Bretón de los Herreros o Juan Valera), y en las que es usual también la
alternancia con otros indefinidos: “¿No repara vuesa merced cómo una cosa se llama «regeneración», otra
«reformas», esta «Estamentos», aquella de más allá «libertad», esotra «representación nacional»?” (Larra,
Segunda y última carta de Fígaro al Bachiller, 1834); “a qué móvil obedeció la evolución de aquel
periódico, o la cesantía de cierto personaje, o el encumbramiento de esotra vulgaridad” (Pereda, “Un
despreocupado”, de Tipos trashumantes, 1888, CORDE); “de nuevo fue trasladado a otra vivienda del
arrabal […]. Y de allí a otra, y de estotra a una tercera” (Juan Benet, Saúl ante Samuel, 1980, CREA).
30
Así, por ejemplo, en la tercera década del siglo XX el mordaz Cansinos Assens (1882-1964) criticaba a
un contemporáneo, Diego San José de la Torre, quien a su juicio “escribe en El Liberal evocaciones del
Madrid antiguo […] en un estilo avellanado y burdo, lleno de arcaísmos como aquesto, esotro” (Novela
de un literato [1985, póstuma], cit. en Andújar 1984: 88). Nótese que los autores de los ejemplos en (6b)
no proceden del tercio occidental peninsular: entre los de este origen, como veremos enseguida (§4),
pueden localizarse ejemplos no estereotipados hasta hoy día.
31
La NGLE (2009: §17.2d, 1278) menciona el uso de estotro temporalizado (estotro año ‘el año
próximo’) en el “habla coloquial” de Chile, siguiendo una referencia que se remonta a Rodolfo Lenz (cfr.
Kany 1970: 173-174), y Guzmán y Sáez (2018) sugieren cierta persistencia de los DC en autores
peruanos del siglo XX: es posible, pues, que toda la cornisa pacífica se caracterice por una mayor
pervivencia de estas piezas, pues la Academia Colombiana, en carta de 23.11.1967 a la Española, aún
describe esotro como “contracción, entre gente culta y vulgar” (apud Fichero Virtual, ficha 1175), y
ciertamente algún académico colombiano aún lo empleaba apenas unos años antes (“los utensilios
necesarios para arar la tierra, algunos de los cuales se enumeran en esotra estrofa”: León Rey 1955: 12).
También el Caribe insular parece haber preservado restos de los DC hasta el siglo XX: Navarro Tomás
(1948: 124, n.2) encontró en Puerto Rico que “[u]n sujeto de Barros empleaba sotro con el valor
indefinido que suele tener en algunos pueblos castellanos: El sotro día estuve en el molino, equivalente a
‘Hace unos días’”, y la Academia Puertorriqueña también describe esotro dos décadas más tarde como
contracción usada “entre gente culta” (carta a la Real Academia Española de 26.5.1967, apud Fichero
Virtual, ficha 1176), mientras que en la prosa de un prestigioso prosista cubano contemporáneo puede
encontrarse el siguiente ejemplo: “según avanzaba la noche aquel diente más blanco que los otros
desaparecía para reaparecer llevado por la lengua no a su meta sino a desotra parte en la boca”
(Guillermo Cabrera Infante, “Lorca hace llover en La Habana”, en Cuadernos Hispanoamericanos 433-
434 [julio-agosto 1986], p. 245).
32
Existen en la lengua medieval ejemplos de truncamiento, algunos de los cuales han llegado hasta hoy
(manderecha, cabezcorvo / cabizbajo, cuatralbo, etc.); pero no parecen responder a un patrón productivo
más allá del siglo XIII, frente a compuestos del tipo de cuelloalbo o cabeciagudo, por ejemplo (el patrón
con vocal de enlace se impondrá a partir del s. XV: cfr. Menéndez Pidal 1941: §88.2 y Sánchez López
2003: 164-165). En casos como los de abrojos o antojos mencionados por Villar (a los que cabe añadir
otros, como antier), debe pensarse más bien (como sugiere la NGLE 2009: §11.1g, 737) en compuestos
tardolatinos o protorromances muy tempranamente lexicalizados y sometidos a las transformaciones
fonéticas propias del tránsito al romance, frente a verdaderas formaciones compuestas propias como
anteojeras o anteayer.
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33
Es en cambio muy tardía (de la segunda mitad del siglo XVI) la documentación en español del adverbio
otrora (“el cántico divino, que inspirado / fue otrora a Salomón, vate sagrado”, Fray Luis de León,
Poesía original, ca. 1560-1580, CORDE). Puesto que en portugués outrora está firmemente atestiguado a
partir de fines del siglo XV, debe tratarse de una incorporación renacentista desde la lengua vecina.
34
Este segmento es la vocal final de la preposición si esta termina en /e/ u /o/, pero la vocal inicial del
artículo en las contracciones con preposiciones que presentan /a/ (al, contra’l, pora’l).
35
Cfr. respectivamente NGLE (2009: §17.2d, 1277) y NGLE (2009: §14.3b, 1039-1040 / §29.1c, 2224).
36
Así, como señala la NGLE (14.2a: 1031), “al y del no son propiamente artículos y tampoco
preposiciones”.
37
De hecho, las formas tol / tola / tolos / tolas se han descrito con frecuencia para las hablas asturianas.
Por citar solo unos pocos ejemplos, Cano González (1981: 117) afirma que en Somiedo todo “[e]n
combinación con el artículo da como resultado: tol, tola, tolos, tolas: ta tol tiempu jiendu bursa”; en
Trubia (sobre el Nalón, no lejos de Oviedo) son habituales secuencias como “Ta tol mundu, Ta tola xente
[…], Tán tolos neños en prau, Vinienon tolas neñas” (Suárez García 2010: 414); y entre las paremias
populares recogidas por Viejo (2012) figuran En tolos l.lares cuecen fabas, Per San Antón, tola pita pono
Per San Vicente, tol agua ye semiente.
38
Los colores más oscuros representan tasas más altas de preservación de /-d-/. Los datos proceden del
COSER (mapas 81-82 de Estrada 2017, reproducidos con el amable permiso de la autora).
39
Así, “[t]he difference between function and content words (being the first group the most prone to
reduction) is related to predictability” (Estrada 2017: 11-12, con relevantes indicaciones bibliográficas), y
las secuencias rutinizadas de elementos funcionales, altamente predecibles desde el punto de vista
sintagmático, tenderán a reducirse fonéticamente por la sencilla razón de que “[w]hen elements of a
recurring stringare no longer processed separately, their individual phonological and semantic
contributions to the whole can recede from the consciousness of speakers” (Mithun 2016: 20). Por ello,
como apunta Schmid (2016: 16, de nuevo con abundantes referencias), “[f]usion and coalescence have
been interpreted as symptoms of an increasing holistic processing and storage of repeated multiword
sequences”.
40
“One might consider that the elementary necessary precondition for coalescence is that the
grammaticalized item has some grammatical relation to the element with which it is to coalesce”
(Lehmann 2002: 132).
41
Para el autor polaco, la gramaticalización es “the increase of the range of a morpheme advancing from
a lexical to a grammatical or from a less grammatical to a more grammatical status, e.g. from a derivative
formant to an inflectional one” (Kuryłowicz 1965: 69). La segunda posibilidad, como se ve, parece
implicar una reestructuración morfológica (morfologización).
42
La paradigmatización es, en realidad, la contrapartida paradigmática de la coalescencia, puesto que una
y otra representan, respectivamente, la vertiente paradigmática y la sintagmática del parámetro general de
cohesión (Lehmann 2002: 110). No todos los parámetros propuestos por Lehmann (2002) pueden
aplicarse por igual tanto a la gramaticalización primaria como a la secundaria: el aumento de cohesión en
ambas vertientes, sin embargo, es común a los dos procesos (cfr. Norde 2012).
43
Los DC no se crean, pues (pace Girón 2004), para reintroducir el mismo tipo de oposición que
expresaba ALTER con respecto a ALIUS en latín, pues esta ya se traducía a través del contraste entre
otro y el otro, sino que la forja de los DC introduce en ese conjunto de expresiones de alteridad una
distinción novedosa.
44
Para la relación entre el aumento de frecuencias y la gramaticalización secundaria, cfr. de nuevo Breban
(2014). La tendencia de es(t)otro a reemplazar a este otro muestra que ambas soluciones establecen entre
sí una relación de estratificación (layering: cfr. Hopper 1991: 22), resultado característico del impacto de
una gramaticalización en el sistema.
45
Naturalmente, es enteramente legítimo defender una noción de lexicalización que, más atenta al
mecanismo cognitivo de acceso al contenido de las expresiones que al producto final del cambio, se
defina como “el proceso por el cual una expresión, que previamente se obtenía o recibía acceso por
medios gramaticales o analíticos, se archiva como un bloque en la memoria o diccionario mental y se
utiliza de manera global” (Elvira 2006b: 24). Se lexicaliza, según esta definición, cualquier secuencia que
ha evolucionado a través de una interpretación holística (en el sentido de Lehmann 2002), con
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independencia de que el resultado se integre en un paradigma cerrado o en una clase (semi)abierta. Nótese
que, como subraya el propio Elvira, esta idea de lexicalización no es diametralmente opuesta a la de
gramaticalización (“Los conceptos de gramaticalización y lexicalización no son en principio
contrapuestos”: Elvira 2006b: 24), pues la gramaticalización, como explica el autor, se desenvuelve en el
ámbito del cambio semántico, mientras la lexicalización, así definida, atiende a los mecanismos de
producción de expresiones; además, “la oposición entre acceso global y procesamiento […] no es radical,
sino gradual” (íbid.), por lo que, posiblemente, la evolución de los DC podrá presentar desde esta óptica
características propias de uno y otro proceso. Mi concepción de la lexicalización es, en cambio, más bien
finalista que procesual (como las de Brinton y Traugott 2005 o, en el ámbito hispánico, Girón 2008), y el
hecho de que el producto del cambio se integre o no en un paradigma funcional resulta determinante a la
hora de oponerla (en este caso sí, tajantemente) a la gramaticalización.
46
Cambraia, Ramalho y Stradioto (2011) mencionan igualmente estas formas, que parecen haber surgido
sobre el modelo de una cuarta, celălalt, en que participa la pieza cel, que evolucionó a partir de la
endófora distal acel(a) hasta convertirse en un determinante definido; esta forma posee hoy día el valor de
interpretación exhaustiva de ‘el otro / los otros’ (Nicolae 2013: 310). De las tres formas con
demostrativos citadas, ălălalt compite con celălalt (la primera es menos propia de la lengua literaria),
mientras cestălalt y ăstălalt pugnan entre sí (la primera se siente como algo arcaica) y añaden el
contenido proximal a la interpretación exhaustiva (cfr. para todo ello Nicolae 2013: 307), es decir, se
refieren a “[a]cela care (din doi sau din două grupuri) este mai în apropierea noastră” (DEX 2009: s. v.
celălalt).
47
Los escribientes y lugares de producción que cabe identificar con cierta precisión proceden de
Andalucía occidental (Sevilla y Córdoba), Extremadura, las provincias de Salamanca y Ávila y, ya sobre
el citado meridiano, la mitad occidental de las de Segovia, Madrid, Toledo y Ciudad Real (incluyendo las
cuatro capitales). Cabe considerar a Isabel I de Castilla, nacida en Madrigal y criada en Arévalo con su
madre portuguesa, como hablante “occidental”. Cristóbal Colón, con independencia de su lugar de origen,
escribe empleando numerosos lusismos, que revelan que “había aprendido el español dentro del ambiente
lingüístico que se respiraba en Portugal cuando allí dominaba la moda castellanizante iniciada por el
infante don Pedro” (Menéndez Pidal 1942: 21). La Corónica de Adramón, o al menos la copia que se nos
ha transmitido, debe ser igualmente occidental, pues contiene, además de numerosos DC, un caso de
alguien (primera línea del fol. 114v), occidentalismo todavía inusitado al este del mismo meridiano 4
oeste en las primeras décadas del siglo XVI (cfr. Pato 2009). Dada la firmeza de la pista occidental,
parece oportuno recuperar entre los ejemplos tempranos de DC los dos registrados en la crónica de
Alonso Maldonado y los tres procedentes de la copia del Lanzarote (cfr. la nota 22), que se antojan
diatópicamente motivados: quedan incluidos, pues, en los cómputos de la Tabla 2 para el primer periodo.
48
En efecto, no presentan ningún DC ni el manuscrito que contiene la primera redacción ni tampoco la
princeps zamorana, que en cambio ha de derivarse de la segunda redacción que también representa el
testimonio apógrafo copiado en Italia (cfr. el stemma en Vita beata, 213).
49
No solo léxicos (tanto multitud de términos individuales como incluso sintagmas enteros: cfr. por
ejemplo, al fol. 37v, un capelo rosso en la testa), sino también morfosintácticos (relativo qui generalizado
en lugar de quien, con ti por contigo, etc.): cfr. Mazzocchi y Perotti (2009).
50
Esta podría ser también una concausa de la abundantísima presencia de DC en el manuscrito
conservado del Adramón, igualmente copiado en Italia y esmaltado de italianismos (cfr. Lucía Megías
2001).
51
Se trata de 3 ejemplos en documentos del concejo madrileño (cfr. 2b), otros 4 en documentos de
Cristóbal Colón (cfr. 2e), 1 en un memorial de su hijo Hernando Colón (n. Córdoba, 1488), 12 en cartas
de Hernán Cortés, 2 en cartas de Francisco y Gonzalo Pizarro, 1 en carta del conquistador Diego de Ordaz
(n. Castroverde de Campos, Zamora, ca. 1480), 1 en carta del asistente de Sevilla Juan de Ribera al
cardenal Cisneros, 2 en la copia del cuaderno de las cortes de Toledo de 1538 sacada por el doctor
talaverano Pedro Girón de Loaysa, 1 en una tasación de obra toledana de 1544, 5 en los sermones del
fraile toledano Dionisio Vázquez, 2 en la crónica burlesca de Francesillo de Zúñiga (n. Béjar, ca. 1480), 4
en la Historia de los indios de la Nueva España de Toribio de Benavente, 1 en los Naufragios del
gaditano Cabeza de Vaca (ed. de Zamora, 1542), 12 en las obras historiográficas del sevillano Las Casas
y nada menos que 233 en las del madrileño (de padres asturianos) Fernández de Oviedo, 2 en la
traducción castellana del Tirante el Blanco (Valladolid, 1511), 4 en el Palmerín de Olivia y 7 en el
Primaleón (ambos impresos en Salamanca, 1511 y 1512, y conocidamente occidentalizantes), 1 en el
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Arderique de Juan de Molina (n. Ciudad Real, ca. 1485), 2 en la traducción del Baldo (Sevilla, 1542), 3
en el Lisuarte de Grecia de Feliciano de Silva (n. Ciudad Rodrigo) y 21 en la Segunda Celestina del
mismo autor, 25 en la Tercera Celestina del toledano Gaspar Gómez de Toledo, 13 en la Lozana
andaluza de Francisco Delicado (n. Córdoba y criado en Martos, Jaén), 1 en la traducción del coloquio
Franciscani de Erasmo por Alonso de Virués (n. Olmedo, 1493) y 1 caso en la Lengua de Erasmo (s.l.,
1533) traducida por el madrileño (aunque activo en Gandía) Bernardo Pérez de Chinchón, 1 en el
Escolástico del vallisoletano Cristóbal de Villalón, 2 en la Agricultura del talaverano Gabriel Alonso de
Herrera (ed. de Alcalá, 1513), 3 en el Tratado de re militari (Alcalá, 1536) del toledano Diego de Salazar,
17 en el Tratado contra el mal serpentino (Sevilla, 1539) de Ruy Díaz de Isla (n. Baeza, 1493), 31 en la
Suma de filosofía natural (Sevilla, 1542) del sevillano Alonso de Fuentes, 4 en la Silva de varia lección
del igualmente sevillano Pero Mejía, 5 en los Abecedarios espirituales de Francisco de Osuna, 2 en el
Tesoro de misericordia divina y humana (Salamanca, 1548) de Gabriel de Toro, 1 en la traducción del
Laberinto de amor boccacciano (Sevilla, 1546), 1 en los Procesos de cartas de amores del toledano Juan
de Segura (Toledo, 1548), 10 en diversas obras del humanista cordobés Fernán Pérez de Oliva (editadas
por su sobrino Ambrosio de Morales en 1586, a caballo entre Salamanca y Córdoba), 2 en las farsas de
Lucas Fernández (n. Salamanca, 1474) y 3 en las farsas de Diego Sánchez de Badajoz (n. posiblemente en
Talavera la Real, entre Badajoz y Montijo), 10 en las obras teatrales de Torres Naharro (n. Torre de
Miguel Sesmero, junto a Olivenza, Badajoz, ca. 1485), 1 en la Comedia del viudo del luso Gil Vicente
(que emplea los DC con frecuencia en sus obras portuguesas), 3 en la Tragedia Josefina (Sevilla, 1545)
de Micael de Carvajal (n. Plasencia, ca. 1495), 3 en la poesía de Garcilaso y otros 15 en obras de Boscán
(que sin duda tomó al toledano en particular, y el habla toledana en general, por modelo de una lengua
para él no nativa), 8 casos en poemas de Cristóbal de Castillejo (n. Ciudad Rodrigo, 1490), 5 en el
Cancionero del toledano Sebastián de Horozco, 1 en La vida y la muerte o vergel de discretos
(Salamanca, 1508) de Francisco de Ávila y 1 en una Justa literaria en loor de San Juan Bautista (Sevilla,
1532). Cabe añadir los ejemplos localizados en autores del recién colonizado reino de Granada,
especialmente cuando constan sus antecedentes occidentales, como en el caso de fray Luis de Granada, de
padres gallegos, que deja en este periodo un ejemplo en una carta privada de 1539 y numerosos casos en
sus escritos a partir de 1550.
52
Son, en concreto, 1 caso en carta de Fernando el Católico desde Logroño (12.11.1512) al arzobispo de
Sevilla, cuyo uso del DC posiblemente quepa achacar al escribano y, que, además, figura inserta (al fol.
339r) en la crónica del sevillano Alonso de Santa Cruz, bastante posterior (ca. 1550-1552); 1 caso en la
copia de las Leyes de los indios de Nueva España realizada en 1543 en Valladolid por un Fray Andrés de
Alcobiz, del que nada sabemos (aunque existe un topónimo Alcobice cercano a Molacillos, Zamora); 5
ejemplos del palentino Juan de Ortega en la edición zaragozana de su Arte de aritmética y geometría
(1512); 5 en las cartas y 4 en los diálogos del conquense Alfonso de Valdés, así como 6 en los de su
hermano Juan, también conquense pero que, no obstante, se consideraba –como es bien sabido– “criado
en el reino de Toledo” (Diálogo, 142); 1 caso en el Cancionero (Toledo, 1508) de otro conquense
afincado en Toledo, Fray Ambrosio Montesino (n. Huete, ca. 1445); 2 casos en la traducción anónima del
Funus erasmiano (¿Toledo?, 1532) y 1 caso en el Auto de Clarindo (¿Toledo?, ca. 1535); 4 casos (tres de
ellos de la secuencia lexicalizada con valor temporal estotro día) en las Epístolas familiares de Antonio
de Guevara (la edición en que se basa la del CORDE es de Zaragoza, 1543, pero he comprobado las
lecturas en la de Valladolid, 1539-1541), autor nacido en Treceño (occidente de Cantabria) que, sin
embargo, no emplea los DC en ninguna otra obra, por lo que estos casos podrían deberse al editor
vallisoletano; 1 caso en un pliego suelto de autor montañés, las Coplas de germanía de Rodrigo de
Reinosa; 2 casos en un anónimo Manual de mugeres en el qual se contienen muchas y diversas reçeutas
muy buenas (ms. En la Biblioteca Palatina de Parma); 12 casos en documentos producidos en Indias por
autores de origen desconocido o no suficientemente preciso (entre estos últimos, un ejemplo en una
descripción de itinerario del piloto montañés Hernando de la Torre y otro en una relación del
conquistador Álvaro Saavedra, pariente de Cortés y, por ello, quizá también extremeño); y 7 casos en la
traducción de la Instrucción de la mujer cristiana de Vives por el cretense (formado en Italia) Juan
Justiniano (Valencia, 1528), quien posiblemente, siendo extranjero, tomó como modelo de lengua el de
otras traducciones humanísticas castellanas (quizá las de Erasmo recién citadas).
53
Todos ellos, por otro lado, son posteriores a 1520. Se trata, de un lado, de un pequeño conjunto de
obras teatrales: 8 casos de la Comedia Ypólita (Valencia, 1520-1521), 5 de la Comedia thebayda (impresa
junto a la Ypólita en Valencia, 1520-1521, si bien la Thebayda se compuso algo antes, ca. 1515-1517,
según Canet 2003: 20), 1 de la Farsa de la concordia (s.l., 1529) del –posiblemente– soriano Hernán
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López de Yanguas y 8 de la anónima Tragicomedia alegórica del parayso y del infierno (Burgos, 1539);
en los cuatro casos puede sospecharse la dependencia respecto de modelos de lengua previos de clara
impronta occidental, y así, por ejemplo, “el autor de la Ypólita ha escogido como modelo a Torres
Naharro, tanto por el tipo de estrofa (de cinco versos de pie quebrado) como por la estructura” (Canet
1993: 47), mientras que la Tragicomedia alegórica está claramente inspirada en Gil Vicente (cfr. ya
Hendrix 1916). Por otro lado, se localizan 5 casos en la traducción por el aragonés Jerónimo de Urrea del
Orlando furioso de Ariosto (Amberes, 1549).
54
Para Somiedo, por ejemplo, cfr. de nuevo Cano González (1981: 110). Los vocabularios y gramáticas
de los bables vienen registrando los DC desde el s. XIX: así, sotru y destotro figuran con entrada propia
en Rato (1891), mientras isutru / istutru se describen en Junquera (1869 [1991]: 115), y Acevedo y
Fernández (1932) dan cuenta de la presencia “de Valdés al Eo” de esoutro (s. v.), mientras “en otros
concejos” se usa esotru.
55
Para El Bierzo, cfr. igualmente García Rey (1934: s. v. destotro). En la Maragatería, Alonso Garrote
(1947: 121) documenta “díjolo la mi moza estotra noche” en un romance popular publicado en El
Heraldo Astorgano. En Omaña, esoutro ‘ese otro’ también se ha descrito para el Valle Gordo (cfr. Rubio
1961).
56
Es sencillo encontrar en la red ejemplos de León o el oeste de Zamora en textos que reproducen las
hablas locales: “¿Qué pasa cuando hay rubianas al amanecer? Que va a llover sotro día” (pregunta 7, con
su respuesta, de un “examen de santibañezismo”; revista La Yorba [Santibáñez de la Isla, León] 1977);
“Y si mancamos los cuadriles, o andamos escangallaos, vamos al pilmador, nos da unos esbaldrejones,
nos pone una cataplasma y sotro día ya arribamos” (Pregón de San Bartolo 2005 [Mahíde, Aliste,
Zamora], <http://www.aliste.info/es/pueblos/Mahide/verpost.asp?s=PUE&id=1649>). En Salamanca,
desotro se encuentra tanto al oestede la provincia, en Vitigudino (cfr. 8), como al sur, en Béjar (Marcos
Casquero 1979: s. v. desotro) o El Maíllo, donde también se encuentra al sotro (cfr. Marcos Casquero
1992: s. v. desotro: “hoy, mañana, al otro, al sotro y al desotro”), secuencia igualmente atestiguada desde
El Rebollar, en el extremo suroeste (“A la sotra tardi golvió”: Iglesias Ovejero 1982: 158), hasta
Cespedosa de Tormes, en el sureste (Sánchez Sevilla 1928: 160). La forma con aféresis se extiende por el
sur de Ávila hacia el valle del Alberche (al sotro día ‘el día siguiente’ en Garganta del Villar, según
Llorente Pinto 1992: 575), mientras, del otro lado del Sistema Central, comparece en Las Hurdes, quizá
no solo con valor temporal (“se emplea muchísimo […] sotro y esotro […] en la conversación corriente
vulgar”: Velo Nieto 1956: 112; “sotro dia […] las cabras se me quedaron ajorreas”: Foro de Cabezo [Las
Hurdes], 9.4.2009, <https://www.verpueblos.com/extremadura/caceres/cabezo/foro/127>), o en Hervás
(“te voy a contal un suceío que pasó el sotro día y te lo cuento asina como suceió”, en La Corredera, año
I, nº 2 [1983], cit. en Hervás como es, <https://diarium.usal.es/josemh/historia/lecturas>), desde donde se
extiende hacia el sur, en dirección a Plasencia (“Al sotro día cazaron los señoris” en unas “Cartas de
pueblo: desde Gargüera” atribuidas al “tío Paco Radañe”, en El Correo Placentino [20.9.1901], apud
Viudas 1980: 395). Del lado toledano, hay sotro día ‘pasado mañana’ en Cervera de los Montes, cerca de
Talavera (Campo 1961), o, más al oeste, en Lagartera (García Sánchez 1998: 58), dentro de una franja
occidental que se prolonga en dirección sur y y suroeste hacia La Mancha de Ciudad Real (“Eso ocurrió
el sotro día”: Serna (1974: s. v. sotro); también, por ejemplo, en Castellar de Santiago: Clemente Pliego
(2012: 153). En cuanto a Cuenca (donde los DC ya se documentaban tempranamente en autores como
Ambrosio Montesino o los hermanos Valdés: cfr. la nota 51), esotro día / (al) sotro día está atestiguado
desde Cañaveras, en la Alcarria conquense (“A nosotros nos encuentra dispuestos mañana también o
esotro día cuando quiera”: apud Calero (1987: s. v. esotro), hasta Olivares de Júcar, en la punta norte del
embalse de Alarcón (“Al sotro día iremos a los toros de Belmonte”,
<http://olivaresdejucar.blogspot.com.es/2009/04/vocabulario-peculiar-olivareno-y-ii.html>), pero también
aflora sotro año en el entorno de la capital y su serranía (“La pidemia del sotro año no dejó ni un conejo
en to’l monte”: apud Calero (1981: s. v. pidemia) y, más hacia el este, esotrodía ‘pasado mañana’ en uno
de los enclaves conquenses encuestados en el ALEANR (Cu200, lámina 1515, mapa 1292). Aunque no
encuentro datos andaluces, la forma sí está presente en Canarias, cuyo léxico, como es sabido, abunda en
occidentalismos (“Vusté estará enterá que el sotro día pol la talde me jisieron un safarrancho”, El Eco de
Canarias, 1.8.1974; cfr. además Cáceres 1992: 52/91, que documenta al sotro, sotro día e incluso
sotruaño).
57
Almazán también empleó DC en algún documento oficial: así, consta como redactor (“la hizo escribir”)
de la real cédula de 1505 por la que se instala la sede meridional de la Chancillería en Granada “por estar
como está en más comarca de todas essotras ciudades, villas y lugares del Andaluzia, del reyno de Murcia
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y de todo esse reyno de Granada” (Ordenanzas de la real Audiencia y Chancillería de Granada, 1601,
1v).
58
La traducción del verso de (14b) es, dicho sea de paso, desafortunada, pues confunde el sciocchi
‘necios’ del original con ciechi ‘ciegos’.
59
Cisneros (n. 1436) procedía de Torrelaguna, en tierras entonces de Toledo, hoy de Madrid, mientras
que el Gran Tendilla (n. 1440) se había criado a poca distancia del actual límite provincial madrileño, en
la ciudad de Guadalajara: en el extremo occidental de esa provincia, donde se sitúa la capital, los DC se
atestiguan documentalmente desde los albores del Quinientos (“sean thenudos e obligados el prior e
conbento e frayles [...] de dezir […] una vigilia e sotro día luego siguiente una missa de requien cantada”,
Escritura fundacional del monasterio benedictino de Benalaque [Documentos de los conventos de
Guadalajara], 1506, CORDE). Así, en el caso de estos destacados personajes, como en el de los demás
recién citados, el uso de los DC bien podía corresponder al aprendido de viva voz en sus territorios de
origen y crianza.
60
Unas décadas más tarde, los DC comienzan a comparecer en cartas y relaciones de oficiales
vascongados como el diplomático vitoriano Martín de Salinas (que había sido paje en la corte de los
Reyes Católicos) o, entre los que pasaron a Indias (y tuvieron, por tanto, contacto abundante con usuarios
de los DC procedentes de otras regiones), el militar Pascual de Andagoya: “porque creo haciendo el
contrario, por caso pornia en ventura de perder estotro” (Martín de Salinas [n. Vitoria, ¿ca. 1490?], “Carta
al secretario Castillejo”, 25.4.1534, apud Rodríguez Villa 1904: 501); “y aun [...] se teme que está ya en
la liga mos. de Trento por los deudos que están en la alianza de esotros señores y corrupción de pecunia”
(ídem., 26.11.1538, apud Rodríguez Villa 1905: 127); “En esta tierra hay los mantenimientos que en
estotras provincias” (Pascual de Andagoya [n. Cuartango, Álava, 1495], Relación de los sucesos de
Pedrarias Dávila en las provincias de Tierra-Firme [AGI, Relaciones y descripciones, legajo 11, ca.
1540], apud Fernández de Navarrete 1829: 451).
61
“En cada logar”, según sostiene este erudito zaragozano en el prólogo a las Vidas de los santos
religiosos de Egipto (Zaragoza, Pablo Hurus, ca. 1490), “es hovida la lengua de la corte por de todas la
mejor e más encimada. […] Por quanto aquella, así por la noble criança […] como por la gente de consejo
e letrados e embaxadores que en ella van e concorren de continuo, es como piedra de toque de todas las
otras lenguas de la tierra” (cit. en Mateo Palacios 2014: 91); nótese que el prestigio de la lengua de la
corte se cifra en la presencia en ella de nobles y oficiales administrativos. Hoy día, por otra parte, se
localizan ejemplos de DC en localidades del Alto Aragón como Agüero (“os encontraríais con estotros,
en o puente”, apud Sánchez Pitarch y Tomás Faci 2006: 195) o Biescas (aunque, al parecer, solo en una
secuencia temporalizada: “yo bide ixotro día que ro gato se meteba por o forato”, apud Vázquez Obrador
1999: 157), pero nada indica que no sean restos tardíos de la difusión por esas tierras del estándar de
prestigio entre el siglo XVII y el XIX, como parecen sugerir tanto el empleo bastante abundante de DC en
la prosa costumbrista del Pedro Saputo de Braulio Foz (cuatro casos de esotr- y uno de estotro) como la
notable pervivencia de estas formas entre autores orientales (aragoneses, navarros o sorianos) a lo largo
de la segunda mitad del Ochocientos y las primeras décadas del siglo XX (cfr. de nuevo 6c).
62
Cfr. con carácter general los datos de Rumeu (1974) o, como ilustración de dos itinerarios concretos de
Isabel la Católica en el primer y último año de su reinado, Del Val (2009).
63
“El lenguaje de los trovadores gallego-castellanos hubo de ser una mezcla de los dos componentes, en
proporción variable” (Lapesa 1954: 51), pues “cuando menos desde la cantiga regia de alrededor de 1329,
castellanos y gallegos, cancelando el inveterado reparto lingüístico en función de los géneros, emplean a
conveniencia «una lengua convencion a la base de mezcla», en que dizer es consonante de aver, y espejo
de dessejo” (Rico 1997 [2002: 48-49]), de modo que “[l]a tradición gallego-portuguesa no muere […],
sino que intenta pervivir a través de una nueva lengua, la castellana; la hibridación no es una imitación
torpe o nostálgica […]; para dar «carta de naturaleza» a la nueva lengua poética (y no tanto a la escuela,
que no era nueva), se recurre a la referencia consciente” (Toro y Vallín 2005: 103).
64
Por lo demás, el traductor del Orlando furioso, el aragonés Jerónimo Jiménez de Urrea, pertenecía a la
misma casa señorial (la de Aranda) que Pedro Manuel de Urrea, cuya obra sin duda conocía, y el burgalés
Villegas tuvo en la duquesa de Frías, hija natural de Fernando el Católico, un mecenas de cuna aún más
alta: ambos, pues, pueden sumarse al elenco de poetas familiarizados con la poesía cortesana y sus usos
lingüísticos. En algún caso aislado de composición poética, la presencia del DC se antoja motivada, en
cambio, por una tendencia a la representación gráfica de las sinalefas como contracciones; así, como
hemos visto, Jorge Manrique no parece ser un autor que emplee los DC en su obra poética, pero una
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Á. S. Octavio. de Toledo y Huerta. De un occidentalismo cortesano y una transfusión fallida
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composición suya transmitida a través del Cancionero general de 1511 incluye un ejemplo de destotra
que debe entenderse, según creo, a la luz de agrupaciones como d’aquí o qu’está presentes en el entorno
inmediato y que deben achacarse al editor o a los oficiales de imprenta: “Tomando daquí el nombre /
questá en la copla primera / y destotra postrimera / juntando su sobrenombre” (Jorge Manrique, “Según el
mal me siguió”, vv. 41-44, en el Cancionero General [Valencia, 1511], fol. 100r-c).
65
Es importante, en este sentido, señalar que los DC no parecen haber formado parte de la caracterización
del famoso sayagués pastoril (cfr. Salvador 2004) que puede encontrarse en las mismas obras de Lucas
Fernández (cfr. ya Lihani 1973) o en las posteriores de Diego Sánchez de Badajoz (también abundantes
en casos de DC) y otros.
66
Las continuaciones segunda, tercera y cuarta de la Celestina se deben también, por lo demás, a
productores procedentes del occidente peninsular y Toledo (Feliciano de Silva y Sancho de Muñón,
ambos salmantinos, y Gaspar Gómez de Toledo, oriundo de la ciudad de su apellido). También pudo
emplear de forma nativa los DC el cordobés Francisco Delicado en su Lozana andaluza, lo mismo que, ya
en los años centrales del siglo, el (posiblemente) vallisoletano Juan Rodríguez Florián, autor de la
Florinea (Medina del Campo, 1555): ambas obras contienen abundantes ejemplos de DC.
67
Para un intento de delimitación del corpus de comedias celestinescas del siglo XVI, cfr. ahora Puerto
(2016). En ellas confluye la imitación de la Celestina con la de las piezas de la Propaladia, a su vez
claramente influidas por la obra de Fernando de Rojas.
68
Naturalmente, nuevos entornos de producción se van sumando con el tiempo al “mapa de
tradicionalidad” mediante el uso repetido de los DC en obras y autores de gran influencia: así, por
ejemplo, el empleo de estas formas en los grandes escritores ascéticos andaluces y abulenses que van
surgiendo entre la tercera y la sexta década del siglo XVI (Francisco de Osuna, Bernardino de Laredo,
Luis de Granada, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz…) está en origen diatópicamente motivado, pero sin
duda favoreció su uso durante la segunda mitad del Quinientos no solo entre los escritores espirituales de
toda procedencia, sino entre la generalidad de los autores cultos, tan atentos a esta clase de prosa de gran
difusión entonces.
69
Un comentario de Nebrija (GLC: 153) parece revelar que la forma era ya conocida (al menos en
Andalucía occidental) ya desde tiempo atrás a fines del Cuatrocientos, si bien no comúnmente aceptada
aún: “para los ombres i mugeres sola mente los antiguos dezían alguién por alguno i alguna, como
quien”.
70
El hundimiento de los DC a lo largo del siglo XVIII, y especialmente después de 1850, parece guardar
relación con la tendencia al establecimiento de una norma de prestigio (o varias, si se piensa en los países
americanos) menos dependiente del patrón lingüístico de los grandes clásicos del Siglo de Oro, pero
también de los usos propios de la metrópolis madrileña frente a otros territorios o ámbitos de producción
letrada alejados de la corte: en este sentido, bien pudiera no ser casual que el declive de los DC coincida
cronológicamente, por ejemplo, con el del leísmo con referente inanimado o el laísmo singulares, aún
muy practicados por Ramón de la Cruz o Moratín (que también emplean abundantemente los DC) y
sancionados por las primeras gramáticas académicas, pero progresivamente rechazados a medida que se
configura un nuevo estándar de referencia en las décadas centrales del Ochocientos.
71
La forma estándar en portugués y gallego actuales es aqueloutro, con la aferética queloutro como
variante subestándar, particularmente en gallego (cfr. Sánchez Rei 2002); el refuerzo intervocálico de las
variantes con /λ/ se orienta sin duda a la preservación de la base pronominal en estas variedades más
occidentales, en las que la /l/ entre vocales está expuesta a desaparecer. Como es sabido, las formas
quellotro / quillotro no se emplearon como verdaderos demostrativos, sino como sustantivos que servían,
como ya señaló Juan de Valdés, “de arrimadero para los que no sabían o no se acordavan del vocablo de
la cosa” (Diálogo, 206), es decir, con un contenido semejante al de los actuales (un) algo / {el / un} este
sustantivados, o, a veces, con el mismo sentido del actual el quid (de la cuestión), o incluso como alusión
tabuizada a la pasión amorosa o a los órganos sexuales; también sirvieron de base a verbos o nuevos
sustantivos (quellotrar, llotrar, quillotrança, etc.) con los mismos sentidos vagos y generales o usados
para ocultar, en deliberadas anfibologías, los más específicos de ‘(mantener) trato amoroso’, ‘(sufrir) mal
de amores u otra pasión violenta’, etc. (para mayores detalles, cfr. ya Romera Navarro 1934 y, ahora, Piel
2014). Aunque pudieron haber tenido verdadero desempeño demostrativo en las regiones más
occidentales del dominio leonés (y, así, Lamano 1915: 59 afirma que se empleaban “muy raramente” en
el oeste de Salamanca a comienzos del siglo XX), jamás se difundieron hacia el este con tal valor, sino
como meros bordoncillos verbales o nominales asociados a la lengua pastoril y rústica construida por
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Á. S. Octavio. de Toledo y Huerta. De un occidentalismo cortesano y una transfusión fallida
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 305-361
oriundos del oeste como Juan del Encina, Lucas Fernández, Diego Sánchez de Badajoz o Torres Naharro,
de donde pasó, a lo largo del siglo XVI, a la generalidad de los autores de églogas, farsas, romances
anticuarios o poesías burlescas, así como a los graciosos de comedia. Tuvieron mayor uso pronominal las
formaciones que tomaron por base la serie demostrativa con /ak-/ (es decir, aquestotro / aquesotro /
aquellotro), puesta igualmente en circulación por los citados autores: “Yo tanbién bien lo sentía, / mas
primero lo sintió / aquellotro que escrivió / que una virgen pariría” (Juan del Encina, Égloga de Navidad,
1492, CORDE; cfr. igualmente los ejemplos de Torres Naharro citados por Cejador 1990 [1929], ss. vv.
aquellotro, aquestotro; un aparente ejemplo del siglo XIII [“los conpanneros que fincaren que sostengan
aquella pena la qual aquellotro sosternie”, Fuero de Zorita, CORDE] debe sin duda segmentarse como
aquell otro y ponerse en pie de igualdad con los casos tempranos y orientales de est + otro por apócope
extrema); estas formas, en efecto, ofrecen algún ejemplo solo en la literatura pastoril de autores no
occidentales, sino en otras formas poéticas alejadas del remedo de la lengua rústica (“Esta llaman
vanidad; / aquestotra, fantasía; / aquellotra, liviandad”: Hernán López de Yanguas, Triumphos de locura,
vv. 108-110) e incluso en la tratadística de la primera mitad del Quinientos (“aquestotra que es
compuesta”: Bernardino de Laredo, Modus faciendi cum ordine medicandi, [1527], fol. 148v-b). El hecho
de que el siempre escaso aquellotro se considerara, como muestran estos ejemplos, forma afín a
aques(t)otro revela, al tiempo, que no se integró en el mismo subconjunto de las pujantes formas esotro /
estotro, sino en el ya moribundo de las formas con /ak-/, junto a las que desapareció.
72
Este demostrativo, “forma olvidada del español occidental” (Gillet 1922: 314), está atestiguado, como
acotro, en obras pastoriles de autores occidentales de la primera mitad del Quinientos. Podría proceder,
como quiere Gillet, de *ECC(UM) HOC, con el mismo tipo de amalgama que en aques(t)e, o quizá
directamente del formante deícitico /ak-/, que se encuentra también en los adverbios locativos aquí / acá.
En cualquier caso, me parece más probable la pronunciación paroxítona que la oxítona acó(s) / acá(s) que
propone Gillet, que situaría el acento de forma harto irregular sobre los formantes flexivos, lo que resulta
tanto más improbable cuanto que todos los ejemplos que proporciona este autor son del uso prenominal
(esto es, como determinante) de la pieza.
73
Estudios recientes, como el de Bycroft et al. (2018), subrayan la notable afinidad genética que
vinculaba aún hacia 1900 a los individuos del occidente castellano (Palencia, Valladolid, Ávila y el oeste
de Segovia, Toledo y Madrid) y Andalucía occidental con los del área del antiguo reino de León, desde
Asturias hasta el norte de Huelva. Su agrupación se distingue claramente de la descrita en ese mismo
trabajo como “central”, que asocia a los individuos de Cantabria con los de Burgos, Soria, Segovia
oriental, Guadalajara y el norte de Cuenca, penetrando por el este de Toledo y Madrid y ensanchando su
dominio al sur del Tajo. Los autores achacan la formación de estas agrupaciones a los movimientos
repobladores que sucedieron a la Reconquista. Es evidente el paralelismo de estas distribuciones con las
que nos resultan conocidas desde el punto de vista lingüístico, ya nos refiramos a áreas léxicas o al
territorio por el que se extienden diversos hechos morfosintácticos: por un lado, “a la variedad occidental
de castellano pertenecen habitualmente Palencia, Valladolid y Ávila” (Fernández-Ordóñez 2011: 55); por
otro, “la presencia de rasgos castellano-occidentales es más acusada en el oriente de Cáceres y en la
esquina noreste de Badajoz, ya que esos territorios fueron repoblados por el obispado de Plasencia y el
arzobispado de Toledo” (Fernández-Ordóñez 2011: 57, n. 50), y, a la recíproca, la presencia de
occidentalismos comunes con las tierras de repoblación leonesa es también mayor en el oeste de Toledo y
de Ciudad Real, que conforman un área de Castilla-La Mancha fuertemente cohesionada en sus rasgos
dialectales (cfr. Moreno 1996, Hernández Muñoz 2009).
74
Según el DLE, transfundir es, en su segunda acepción, “[c]omunicar algo entre diversas personas
sucesivamente” (s. v., 2155a), definición que puede emplearse para describir adecuadamente, a mi
entender, la transmisión de un elemento lingüístico desde un dialecto a otro vecino con el que está en
contacto. También el propio término de adopción puede entenderse no solo en el sentido coseriano
descrito más arriba (cfr. la nota 11), sino en otro más específico, relacionado con el préstamo
interdialectal en situaciones de contacto: “Adoption is an unavoidable type of linguistic behaviour that
occurs when two or more languages are in a state of contact with each other. Adoption is the introduction
of single words or short frozen phrases from one variety (i.e. language) into the other. Adoption goes
together with adaptation […]. [Adopted elements] are incorporated into the grammatical system of the
borrowing language, treated as part of its lexicon, assume its phonological and morphological
characteristics and enter into its syntactic structures” (Mahlangu 2016: 25).
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)
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M. Cruz Aldrete. Reseña de Barriga, Rebeca. 2014. Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 363-367
Esta no será la excepción. Se trata de un prólogo cuyas cualidades y valor, nos recuerda
el libro de Macedonio Fernández, Museo de la Novela de la Eterna (1967), una novela
que se distingue por el manejo del lenguaje al ser un prólogo de prólogos. Nos habla de
los personajes, de la trama e incluso nos cuenta el final de la historia. De igual manera,
Barriga Villanueva en su preámbulo titulado “Los vastos y generosos mundos de la
narración”, evidencia su capacidad para contarnos sobre las particularidades del libro
que coordinó, de los autores, de la metodología, de la problemática abordada. Y, a
manera de cierre de su narración nos ofrece una moraleja: “Si de desarrollo lingüístico
quieres conocer, los vastos y generosos caminos de la narración habrás de recorrer”
(p.29). Sobra decir que es un cierre atinado para invitar al lector a comenzar el camino
por las más de 700 páginas que componen este libro.
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M. Cruz Aldrete. Reseña de Barriga, Rebeca. 2014. Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 363-367
edad. La sección II “Narración con la voz. Yo y los otros. La lengua y las emociones”,
está compuesta por ocho investigaciones, las cuales a su vez de manera arbitraria las
agrupo en tres clases. La primera se integra de dos capítulos. Uno de ellos de la autoría
de Rosa Graciela Montes Miró, quien vincula elementos de las narrativas infantiles con
algunos principios de la teoría de la mente. Y, el otro, de Luisa Josefina Alarcón Neve,
cuyo estudio aborda el empleo de construcciones adjetivas para expresar estados
mentales de los personajes de los cuentos narrados por niños en edad escolar.
La segunda clase la conforman los capítulos escritos por Liliana Tolchinsky, Karina
Hess Zimmermann, y María Rosa Solé Planas. Las dos primeras nos conducen a
reflexionar sobre el desarrollo de la narración posterior a la primera infancia hasta los
veinte años. Demuestran cómo las habilidades lingüísticas, la reflexión metalingüística,
y los procesos cognitivos característicos de la adolescencia propician cambios en las
características de las narrativas de este sector de la población que los alejan de las
producciones de los niños. En el polo opuesto de este mismo eje de discusión se
encuentra el estudio de María Rosa Solé Planas sobre la participación del adulto como
monitor y regulador en la producción de narraciones de los niños.
Los trabajos de la autoría de Martha Shiro, Paula Gómez, y César Antonio Aguilar,
constituyen la tercera clase de esta segunda sección. En ellos se abordan los recursos
discursivos empleados por los niños para dar a su texto coherencia, cohesión, o
establecer el turno entre los participantes de sus historias. Se trata de narraciones
elaboradas por niños cuya lengua materna es el español, o una lengua indígena, como el
huichol.
Se distingue esta sección de las demás, por un lado, por la relevancia de las narraciones
producidas por los niños que en compañía de sus padres migran hacia las grandes
ciudades, cambian de contexto social y lingüístico. Y por el otro, por hacer visible la
situación de los niños jornaleros migrantes. Niños que en compañía de sus padres se
desplazan por el territorio mexicano para trabajar en el campo, y cambian de residencia
dependiendo de la cosecha que debe ser recolectada. Las narraciones que los autores de
esta sección nos ofrecen sobre las historias personales de estos niños nos dejan una
pregunta latente, ¿cuál será el futuro de esta niñez mexicana?
Así, en los primeros capítulos de esta tercera sección, Rebeca Barriga Villanueva,
Norma del Río Lugo, Silvia Romero Contreras y Luz María Moreno Medrano, dan voz
a los niños migrantes, monolingües o bilingües. El análisis de las producciones de los
niños al narrar el cuento de Ranas (Frog where are you? Mercer Mayer, 1969) o sobre
historias personales, sirven de ejemplo para presentar las características de la narración,
oral o escrita, en condiciones de contextos bilingües en donde la lengua dominante
comienza a desplazar a la lengua materna (indígena).
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M. Cruz Aldrete. Reseña de Barriga, Rebeca. 2014. Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 363-367
En esta dirección, le sigue una serie de cuatro trabajos en el cual se aborda las
producciones narrativas en un contexto de bilingüismo sustractivo. Los autores de esas
investigaciones son Norvert Francis y Pablo Rogelio Navarrete Gómez, Leonora
Patricia Arias Lozano, Areli Flores Martínez, y Rossana Podestá Siri. Sus hallazgos
permiten establecer un diálogo con las condiciones reportadas por las autoras antes
mencionadas.
Este conjunto de investigadores aborda las actitudes lingüísticas de los usuarios de una
lengua originaria ante las lenguas dominantes; comentan la interdependencia lingüística
de los niños bilingües indígenas entre el español y su lengua materna (totonaco, hñähñú,
náhuatl). Y, discuten el papel de la escuela para la enseñanza de lengua escrita, al
señalar que se privilegia la mayoría de las veces el español como la lengua del
conocimiento y la cultura escrita.
Por otra parte, destacan la riqueza de las producciones de los niños bilingües, y cómo en
algunos casos en sus narraciones se incorpora un conocimiento transmitido de
generación en generación sobre la relación del hombre y la naturaleza. Se trata de
historias que de manera temprana se comparten al interior de las familias y que los
niños han aprendido y gustan de transmitirlas como parte de su identidad y cultura. Al
respecto, Lourdes de León Pasquel, en el capítulo “Entre la oralidad y el libro: autoría y
desarrollo narrativo infantil en tzotzil (maya)”, al referirse a la naturaleza de una
“narración verdadera” en esta lengua comenta la presencia personajes fantásticos
propios de las culturas originarias de nuestro país. Este tipo de producciones permite al
investigador observar las características gramaticales de la lengua en conjunción con la
percepción del mundo propio de una cultura.
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M. Cruz Aldrete. Reseña de Barriga, Rebeca. 2014. Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil
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Al igual que las autoras anteriores, María Luisa Parra también aborda la situación de los
niños hispanohablantes que al ingresar pronto a la escuela se ven inmersos en una
enseñanza principalmente ofrecida en inglés. Comenta la importancia del cambio de
visión de los docentes para mirar el potencial de los niños para aprender una segunda
lengua (inglés) a partir de la reflexión metalingüística que realizan al ser usuarios de
una primera lengua (español). Considera necesario valorar y conocer cuáles son las
estrategias empleadas por el usuario de ambas lenguas en la construcción del texto, así
como propiciar el desarrollo de la lengua materna no solo el aprendizaje del inglés en el
contexto académico.
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M. Cruz Aldrete. Reseña de Barriga, Rebeca. 2014. Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 363-367
Si bien, como ellas mismas señalan, se alejan un poco de la tendencia de los capítulos
anteriores de ponderar la importancia de las narraciones, consideran que además de
favorecer este tipo de actividad, habría que prestarles una mayor atención a otros tipos
de discurso, por ejemplo, los textos argumentativos o explicativos. A lo largo de su
disertación nos invitan a reflexionar sobre las destrezas narrativas, que, si bien son
esenciales, habría que cuestionarnos si estas son suficientes para el adecuado
desempeño escolar.
Al respecto, para concluir recupero las palabras de María Luisa Parra (p. 499), quien
señala que, ante una época de migraciones masivas, la sociedad actual es multicultural y
plurilingüe, por tanto, es urgente que nos demos a la tarea de preguntarnos sobre el
proceso de adquisición y desarrollo de las lenguas orales y escritas en este nuevo
panorama social. Solo así podremos dar una respuesta a los retos educativos que hoy ya
se viven en las escuelas que acogen a esta población de niños inmigrantes.
Referencias bibliográficas
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ed.), Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil. Anuario de
Letras. Lingüística y Filología 4.1: 233-244. Disponible en <https://revistas-
filologicas.unam.mx/anuario-letras/index.php/al/article/download/1374/1594>.
Soler Arechalde, María Ángeles. 2016. Reseña de Rebeca Barriga Villanueva (coord. y
ed.), Las narrativas y su impacto en el desarrollo lingüístico infantil. Estudios de
Lingüística Aplicada 34.64: 271-278. Disponible en
<http://ela.cele.unam.mx/index.php/ela/article/download/699/765>.
Mayer, Mercer. 1969. Frog where are you? New York: Dial Books.
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F. J. Perea Siller. Reseña de Gaviño, Victoriano. 2015. Términos gramaticales de la Real Academia Española
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 369-371
Sobre el contenido del libro, el autor indica la meta: “Aspiramos a dar testimonio de las
citas literales de todas las definiciones de términos gramaticales aparecidas en las 37
ediciones que […] han visto la luz a lo largo de estos ya más de tres siglos de
existencia” (p. 11). Cada entrada recoge la definición literal del término en las
gramáticas que la incluyen, con indicación de la página. En el caso de que el pasaje se
repita en otras obras, aparece igualmente la indicación del año y la página. Sin embargo,
para determinados lemas puede ocurrir que una edición no se nombre y el término sí
aparezca. Ello significa que en dicha edición no se define el término, aunque se utilice.
Por último, si existen conceptos cercanos a la palabra que se define, el autor ofrece
remisiones internas.
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F. J. Perea Siller. Reseña de Gaviño, Victoriano. 2015. Términos gramaticales de la Real Academia Española
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 369-371
Por otra parte, el hecho de incluir la obra académica de 2009 supone la aparición de
entradas que responden a la terminología de la lingüística actual y que no tienen ningún
antecedente en la tradición gramatical hispánica o, al menos, en las gramáticas
académicas. Algunos ejemplos significativos pueden ser las denominaciones de los
valores del pretérito imperfecto (citativo, condicional, de cortesía, de ruptura, entre
otros) o conceptos que han aparecido en la lingüística actual (adverbio escalar,
adverbio evaluativo, adverbio evidencial). Se llega con esta obra a los 655 términos
definidos por vez primera por parte de la Academia. En menor proporción, pero también
significativa, es la introducción de nuevos términos (que se elevan a 134) en las
definiciones que se recogen por vez primera en el Esbozo, a veces, para desaparecer
después. El autor de la obra ha dedicado un utilísimo trabajo sobre la cuestión de los
términos que se incorporan en las distintas ediciones (Gaviño Rodríguez 2016).
Referencias bibliográficas
Alarcos, Emilio. 1994. Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Bosque, Ignacio; Demonte, Violeta, dirs. 1999. Gramática Descriptiva de la Lengua
Española. Madrid: Espasa-Calpe, 3 vols.
Esparza Torres, Miguel Ángel; Battaner, Elena; Calvo, Vicente; Álvarez, Adrián;
Rodríguez, Susana. 2008. Bibliografía Temática de Historiografía Lingüística
Española. Fuentes secundarias. Hamburg: Helmut Buske Verlag.
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F. J. Perea Siller. Reseña de Gaviño, Victoriano. 2015. Términos gramaticales de la Real Academia Española
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 369-371
Notas
1
Se excluyen del corpus, porque no son obra de la Academia, la gramática de Alarcos (1994) y la dirigida
por Bosque y Demonte (1999); en cambio, sí forma parte el Esbozo (1973), a pesar de ser obra de la
Comisión de Gramática, “por su especial interés y la alta difusión que desde el último cuarto del siglo XX
ha tenido este trabajo” (p. 12).
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)
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D. Pérez Rodríguez. Reseña de Gorp, Lise Van. 2017. Los verbos pseudo-copulativos de cambio en español…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 373-375
DAVID PÉREZ RODRÍGUEZ. Reseña de Gorp, Lise Van. 2017. Los verbos pseudo-
copulativos de cambio en español: estudio semántico-conceptual de hacerse, volverse,
ponerse, quedarse. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert.
Los verbos de cambio son un elemento que han ocupado muchas páginas en los estudios
de los lingüistas por lo interesante de su naturaleza y lo extraño que resultan para
aquellos que no disponen de este tipo de elementos de expresión en sus propias lenguas,
ni siquiera dentro del mundo románico. Quizá por eso sea también uno de los aspectos
más problemáticos del español para los hablantes no nativos. En las gramáticas del
español destinadas a este perfil de usuario, así como en los diversos métodos que hay
para aprender el español como segunda lengua se suele pasar de puntillas por estos
verbos, o con una profundidad mucho menor de lo que se hace en otros puntos
gramaticales, tal vez porque no había hasta ahora una sistematización real y un estudio
serio del funcionamiento de los mismos. Lo interesante de este trabajo es que solo
emplea para el análisis contextos reales, por lo que los resultados del estudio pueden ser
calificados de altamente fiables.
“Nada es permanente excepto el cambio”. Con ese πάντα ρεῖ καὶ οὐδὲν μένει de
Heráclito comienza la doctora Lise van Gorp, profesora de la Universidad de Lovaina,
su profundo estudio acerca de los cuatro verbos prototípicos que expresan cambio en
español, es decir, hacerse, volverse, ponerse y quedarse, tras advertir que no prestará
atención a aquellos otros como convertirse en o voces perifrásticas del tipo llegar a ser,
así como tampoco trata los que aparecen en un contexto unívoco como enamorarse,
enfadarse o enfermar, por citar algunos ejemplos. En las propias palabras de la autora,
el objetivo del trabajo es describir e interpretar el funcionamiento sintáctico y semántico
de los verbos de cambio (de estos cuatro) para sistematizar las diferencias conceptuales
que nos llevan a elegir uno u otro. Si esa es su intención, podemos afirmar que sin duda
lo consigue.
La doctora van Gorp, especialista en estos verbos, nos ofrece un texto que con solo leer
unas páginas del mismo se pone de manifiesto el carácter academicista de este estudio,
que recuerda en su estilo (aunque algo aligerado) a una tesis doctoral: la suya propia.
Lejos de ser esto un aspecto negativo (ya que en ese sentido no hay ni una sola crítica
que hacerle) es más bien una advertencia a los lectores: no es un libro entretenido y fácil
de pura divulgación, como no suelen serlo los estudios que publica la editorial
Iberoamericana Vervuert dentro de su colección de lingüística iberoamericana. Esta
obra es el resultado de muchas horas de trabajo e investigación, algo que se puede ver
fácilmente en cualquiera de sus páginas, por lo que la lectura ha de hacerse de forma
concienzuda y con una base de conocimientos previa bastante amplia. A pesar de ello,
su autora consigue la mayor parte de las veces plantear el contenido de una forma
amena y nada críptica.
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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
D. Pérez Rodríguez. Reseña de Gorp, Lise Van. 2017. Los verbos pseudo-copulativos de cambio en español…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 373-375
desde la lingüística cognitiva para pasar a explicar el concepto clave del estudio y que le
da título, la pseudo cópula. Igualmente, en esta primera parte hace referencia también a
otros conceptos claves en su estudio como la gramaticalización, la metáfora conceptual
y la subjetividad (saltándose en este último la numeración que ordena el contenido y
creando cierta confusión dentro del capítulo).
Dado que se trata de un texto académico, en esta primera parte hace un pormenorizado
recorrido de la bibliografía existente al respecto y que va a marcar el estilo de la obra.
No obstante, es necesario reseñar que dentro de las decenas de decenas de referencias
que maneja con absoluta facilidad y solvencia sin que ello entorpezca su prosa didáctica
no se dejan ver aquellas a las que nos referíamos en el primer párrafo, obviando como
decimos, quizá por su carácter más bien pedagógico que científico, aquellas
publicaciones destinadas a la enseñanza del español como lengua extranjera y que
ofrecen en la mayoría de los casos unos cuadros de sistematización que hubieran podido
servir de base para desarrollar (como hará en las conclusiones) las tablas que resumen
los usos y combinaciones de los verbos.
La segunda parte de la obra, el estudio en sí, mantiene una estructura regular para cada
uno de los verbos en los que se centra. Comienza con un recorrido bibliográfico
individualizado y después el análisis del corpus a partir de las recurrencias
documentadas en el CREA, único corpus que se maneja como fuente documental. En
este punto ofrece los diferentes usos sintácticos de los verbos con interesantes
explicaciones y ejemplos. Quizá la parte más valiosa de estos apartados por lo novedoso
sea que, una vez planteados los diferentes comportamientos de los verbos como plenos,
auxiliares o semi copulativos, diseña lo que denomina el perfil conceptual del verbo
(excepto en el caso de quedarse, que lo llama “imagen” sin una causa aparente) y desde
un punto de vista más semántico hace un catálogo de funciones con los diferentes
contextos en que pueden aparecer estos usos.
Más adelante se analizan los diferentes tipos de sujetos que suelen aparecer con esos
verbos y sus recurrencias, así como también las diferentes naturalezas de sus
complementos atributivos para terminar cada capítulo con unas conclusiones sucintas
que aglutinadas podrían ser un excelente artículo científico que resumiese lo esencial
del concepto que quiere transmitir a lo largo de la extensa obra.
Por último, como es de esperar dentro de un trabajo tan magníficamente ordenado, nos
aporta las conclusiones a las que llega de una forma breve y concisa, pues ya ha ido
haciéndolo capítulo a capítulo y no es necesario que se extienda más de lo que lo hace,
con unas tablas que de forma muy visual nos muestran los resultados de su análisis
atendiendo a diversos valores como las categorías semánticas de los atributos
adjetivales, los conceptos físico psíquicos asociados de los diferentes verbos, conceptos
asociados a lo físico asociados a sujetos animados e inanimados o asociados al dominio
social.
A pesar de que parece que podríamos cerrar ya el volumen superadas las conclusiones
no hay que abandonar la lectura de este intenso estudio en esta parte, pues aún quedan
unas cuantas páginas con una extensísima bibliografía de obligada revisión, pues aparte
de darnos pistas del vasto conocimiento que la autora acerca de este tema nos ofrece los
títulos más significativos en relación con este tema.
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D. Pérez Rodríguez. Reseña de Gorp, Lise Van. 2017. Los verbos pseudo-copulativos de cambio en español…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 373-375
Referencias bibliográficas
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)
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B.Ruiz Granados. Reseña de Devís, Pedro Pablo. 2017. Comparativas de desigualdad con la preposición "de" en español
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 377-379
Por un lado, examina las estructuras en las que la coda o el complemento comparativo
incluye un numeral, un adjetivo o participio precedido por el artículo determinado lo o
un sintagma nominal que indica número, cantidad no discreta o grado. Los núcleos de
estos tres grupos comparativos se caracterizan por proporcionar la base comparativa,
funcionar sintácticamente de forma autónoma, concordar en género y/o número con un
posible cuantificador diferencial y concordar con la forma verbal o con el átono
pronominal si su grupo comparativo funciona como sujeto o si admite la sustitución por
un clítico. Dentro de este primer grupo, el autor afirma que el modificador cuantitativo
constituido por el cuantificador comparativo más / menos y la coda funciona como un
sintagma adjetival o adverbial, según cuantifique a un sustantivo o a un adjetivo o
adverbio. Por otro lado, el investigador incluye en un apartado diferente los grupos
comparativos en los que la coda presenta la estructura “de + artículo determinado + (que
/ cuanto / como) + oración”. No obstante, la subdivide en tres tipos distintos de
comparativas de desigualdad con de: 1) grupo sintáctico constituido por la secuencia
“artículo determinado + que”, que no pertenece a las estructuras de relativo; 2) sintagma
con una subordinada relativa introducida por los pronombres cuanto o como; y 3) Grupo
nominal neutro “lo + cláusula introducida por que” en el que el determinante manifiesta
un valor referencial o individuativo.
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B.Ruiz Granados. Reseña de Devís, Pedro Pablo. 2017. Comparativas de desigualdad con la preposición "de" en español
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 377-379
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A. González Fernández. Reseña de Lombardini, Hugo Edgardo. 2016. Gramáticas de español para italófonos (1801-1875).
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 381-383
Este volumen ha sido redactado de forma casi paralela a otras dos obras del autor que,
aunque prácticamente coetáneas en su elaboración, han sido publicadas previamente a la
que analizamos. Nos referimos, como el propio autor indica en su introducción, al texto
que ha servido de referencia para este monográfico, es decir, su tesis doctoral
(Lombardini 2014), Gramáticas para la enseñanza del español en la Italia del siglo
XIX: el caso de Francesco Marin; así como al manual titulado Gramáticas de Español
para Italófonos (siglos XVI-XVIII), publicado junto con el Profesor San Vicente
(Lombardini y San Vicente 2015). Ambos volúmenes suponen, no solo por su temática,
sino también por la metodología empleada, los precedentes, desde el punto de vista
cronológico, de la obra que reseñamos.
La obra analiza un corpus de gramáticas –diez, en total– que han sido elegidas
siguiendo varios criterios, fundamentalmente que fueran concebidas para un público
italófono, en cualquiera de sus formas, y cuya primera edición esté comprendida entre
los albores del siglo XIX y el año 1875. Las gramáticas pertenecientes al último cuarto
de siglo, por su prolijidad (suman once) e interés en la historiografía lingüística, las
emplaza Lombardini para trabajos futuros en los que se les pueda dedicar la atención
que merecen.
A pesar de tratarse de un corpus formado por gramáticas unidas por fuertes relaciones y
conexiones, estamos ante obras bastante heterogéneas en cuestiones relacionadas con la
lengua en la que se encuentran redactadas, el tipo de público al que se dirigen, lugar de
publicación, formato o número de ediciones posteriores. Pero todas ellas tienen en
común que están dirigidas a un público italófono, ya sea por encontrarse redactadas en
italiano, por haber sido editadas en Italia o por utilizar el italiano de alguna otra forma.
En el ‘Catálogo crítico’, cada una de las gramáticas son analizadas desde el punto de
vista de nueve aspectos diferenciados, a saber, i) datos catalográficos, donde aparece
información acerca de la autoría de la obra, la edición, el ejemplar, el tamaño, la
portada, el título y la lengua de edición; ii) autor, con datos sobre la biografía y la
producción no solo del autor o autores, sino también de los revisores; iii) editor, este
apartado aporta información acerca de la actividad empresarial de la persona encargada
de la edición de la obra y de su producción más relevante; iv) estructura, donde se
expone un pormenorizado análisis en forma de tabla de la “estructura jerárquica” –como
la denomina Lombardini– de la primera edición y de las posteriores, si las hubiera. Se
reflejan, por tanto, los componentes estructurales de cada gramática y el número de
páginas que abarcan, con todos los títulos y los subtítulos de la obra, con el fin de paliar
las deficiencias de diversos tipos que puedan presentar los índices; v) elementos
peritextuales, gramaticales y didácticos, se indican aquí, también en forma de tabla, los
porcentajes y páginas que ocupan estos elementos dentro de la gramática, así como una
descripción de cada uno de ellos. Además, se hace mención a las partes canónicas de la
gramática y todos aquellos elementos que le aporten el carácter de obra didáctica, como
son la pronunciación, la ortografía, las partes de la gramática y otras observaciones del
tipo léxico-semántico, históricas, bibliográficas, etcétera; vi) observaciones
terminológicas, en las que se analiza la terminología empleada para las distintas clases
de palabras, para los elementos lingüísticos de forma más general y donde se presta
especial atención a la terminología relacionada con los verbos; vii) variedad de textos y
secuencia didáctica, de los que se sirve el autor para explicar la organización de la
gramática y los materiales utilizados en ella, con el objetivo de encontrar un posible
“método” didáctico; viii) caracterización, fuentes e influencias, donde encontramos un
triple objetivo: por un lado, insertar la obra dentro de la tradición gramatical, en relación
con las críticas que de ella se han venido haciendo y analizando su adecuación a la
finalidad principal de su autor; en segundo lugar, se pretende establecer el grado de
originalidad de la obra atendiendo a sus fuentes principales y secundarias; por último,
Lombardini se propone también analizar la influencia que la obra ha ejercido en la
tradición gramatical, atendiendo al número de citas que tiene y a su aparición o
utilización en otras obras; ix) localización en Italia, cuyo fin es, fundamentalmente,
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A. González Fernández. Reseña de Lombardini, Hugo Edgardo. 2016. Gramáticas de español para italófonos (1801-1875).
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 381-383
conocer el alcance que estas obras han tenido a lo largo y ancho del país a través de su
existencia en ciudades y bibliotecas italianas.
El estudio pormenorizado y análisis de las diez gramáticas del corpus no es, sin
embargo, el único logro de este monográfico. La investigación de Lombardini acerca de
las gramáticas para italófonos del siglo XIX ha concluido con la aparición de dos obras
que habían permanecido en el olvido hasta el momento: nos referimos a la gramática de
Bachi (1832) y a la de Gómez (1864). Asimismo, se ofrece una explicación de las
relaciones entre algunas de las gramáticas estudiadas, –por ejemplo, la de Gómez o la
de Blanc Saint-Hilaire– con otras obras de las que se disponía de pocos datos y que
pueden considerarse ediciones de ellas mismas.
El volumen que reseñamos se caracteriza por una enorme sistematicidad a la hora del
análisis de los datos, lo que aporta coherencia al resultado final y lo inserta en la serie
comenzada con las dos obras publicadas anteriormente (Lombardini 2014 y Lombardini
y San Vicente 2015) y a las que viene a complementar, lo que posibilita la
reconstrucción de la historia gramatical de la enseñanza del español para italófonos
desde el siglo XVIII hasta el siglo XIX.
Por otro lado, la forma bipartita en la que se articula fundamentalmente la obra responde
a una organización de los contenidos en conjunto, por un lado, y por partes detalladas,
por el otro, aportando así una visión historiográfica global y completa que, además, se
suma a la tendencia creciente experimentada por los estudios historiográficos y
gramaticográficos. Esto convierte a la obra en un ejemplar de interés y actualidad en los
estudios del campo de la lingüística que arroja nuevos datos sobre la tradición
gramatical italiana de español para italófonos.
Referencias bibliográficas
Lombardini, Hugo Edgardo. 2014. Gramáticas para la enseñanza del español en la
Italia del siglo XIX: El caso de Francesco Marin. Salamanca: Universidad de
Salamanca.
Lombardini, Hugo Edgardo y San Vicente, Félix. 2015. Gramáticas de español para
italófonos (siglos XVI-XVII). Catálogo crítico y estudio. Münster: Nodus Publikationen.
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P. P. Devís Márquez. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis lingüístico…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 385-389
PEDRO PABLO DEVÍS MÁRQUEZ. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis
lingüístico. Aproximación sintáctico-semántica al léxico. Barcelona: UOC.
No sería justo decir que este Manual de análisis lingüístico que reseñamos es una mera
traducción del Manuel d’analyse linguistique, que en 2012 publicó Gaston Gross, fruto
de su trabajo en el Laboratorio de Análisis Documental y Lingüístico de París 7
(LADL) y en el Laboratorio de Lingüística Informática de París 13 (LLI). Realmente, se
trata de la traducción y adaptación al español que de este manual llevó a cabo Xavier
Blanco Escoda en 2013. El original en francés es un libro dirigido en exclusiva a
aspectos léxicos, sintácticos y semánticos de la lengua francesa. El que es objeto de esta
reseña se preocupa de los mismos aspectos, pero de la lengua española. Así, no es solo
que el traductor se haya visto obligado a tener en cuenta las peculiaridades que, en el
ámbito del léxico, de la sintaxis y de la semántica diferencian la lengua española de la
francesa, sino que todos los ejemplos franceses han sido sustituidos por equivalentes del
español. Esto, desde nuestro punto de vista, puede hacer tropezar al traductor con
problemas tanto de tipo teórico como descriptivo. Entre los primeros se encuentra el
peligro de establecer alguna identidad gramatical poco afortunada entre lenguas
históricas diferentes. Citamos un solo ejemplo representativo: cuando en el capítulo VII,
concretamente en la p. 166, se alude a la función sintáctica de OI se emplea el concepto
que de esta tiene la gramática francesa, esto es, la de un complemento que, frente al
directo, está introducido por preposición. No es así como se entiende esta noción en la
gramática española desde que a principios del siglo XX toma el término –solo el
término– de la francesa.
Entre los problemas de tipo descriptivo cabe señalar el del peligro que supone la
sustitución de los ejemplos de una lengua por los de otra distinta. La equivalencia que
se pretende entre los ejemplos de una y otra lengua no siempre es real ni posible. De
este modo, cuando en la p. 87 del capítulo III se alude a las construcciones con verbos
cuyos argumentos pueden invertirse, el traductor no encuentra estructuras equivalentes
en español y ejemplifica puntualmente en francés e inglés. Podría haberse recurrido en
este caso, pensamos, a los denominados predicados simétricos (Juan se parece a Luis,
Luis se parece a Juan). Además, dice el traductor en su introducción que los ejemplos
de su traducción pertenecen tanto a su introspección como a distintos córpora, aunque
nunca se especifica a cuáles. Convendría que el lector pudiera distinguir qué ejemplos
pertenecen a un ámbito y cuáles se deben a su documentación en el otro. Sobre todo, si
se tienen en cuenta los frecuentes debates que entre los especialistas ha ocasionado el
empleo de un tipo u otro de fuentes de datos.
En lo que atañe al objetivo básico de este libro, no parece haber acuerdo entre el
prologuista, el traductor y el autor de la versión original francesa. En tanto que para el
primero (cf. pp. 14, 16 y 19) este manual no va dirigido exclusivamente a los
profesionales de la lingüística, sino también a cualquier persona interesada en la lengua
española, y para el traductor (cf. p. 26) se trata de un manual preferentemente destinado
a no lingüistas o, en todo caso, a lingüistas dispuestos a replantearse su propia
disciplina, el autor de la versión francesa, esto es, el propio Gross (cf. p. 31), advierte de
que este es un manual destinado a los estudiantes de lingüística y a los de informática
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ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
P. P. Devís Márquez. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis lingüístico…
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La ausencia de una bibliografía al final del libro impide al lector hacerse una idea global
a primera vista de los fundamentos que sostienen la obra. Los compendios de lecturas
sugeridas al final de cada capítulo no quedan exentos de problemas. En primer lugar, la
mayoría de las obras referenciadas no se citan en el texto, con lo que resulta imposible
identificar su relación con los contenidos expuestos en el libro. Por otra parte, se da el
caso de obras que sí aparecen citadas en el texto, pero que no se encuentran
referenciadas al final del capítulo correspondiente. Un ejemplo de esto –hay más–
podría ser la alusión a Prandy (2004) en la p. 76 del capítulo III. Da la sensación,
además, de que se ignora en el texto la inmensa literatura existente sobre los temas que
se tratan y de que, cuando se hace alguna referencia, esta es mínima. Como ejemplo,
puede aludirse a la p. 303 del capítulo XIII, dedicado a los estados, en el que
exclusivamente se cita a Kenny (1963) y la obra básica de Vendler (1967), que,
curiosamente, no está referenciada en la relación bibliográfica correspondiente a dicho
capítulo. Por ultimo, en lo que respecta a los compendios de lecturas aconsejadas al
final de cada capítulo, una cuestión: en tanto que el traductor ha tratado de aplicar la
obra de Gross a la descripción de la lengua española, cambiando, además, todos los
ejemplos franceses por ejemplos en español, carece de sentido que las referencias
bibliográficas que se sugieren para profundizar en los distintos temas traten
exclusivamente de la lengua francesa.
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P. P. Devís Márquez. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis lingüístico…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 385-389
En el caso de los predicados, estos tienen que presentar información sobre los campos
de reconocimiento morfológico, los campos semánticos de sus argumentos, las
modificaciones morfológicas o de estructura (cambios de categoría, pronomina-
lizaciones, transformaciones pasiva e interrogativa, etc.) y lo que se denomina ámbito
de especialidad. Cuando se trata de predicados que son sustantivos y adjetivos, a esta
información debe añadirse la de su actualización mediante verbos soporte y, aunque
esto solo en el caso de los sustantivos, la de sus determinantes.
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P. P. Devís Márquez. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis lingüístico…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 385-389
El capítulo VII estudia las preposiciones y las locuciones prepositivas. Resulta curioso
que, de entre las funciones que se atribuyen a las preposiciones –fundamentalmente la
de indicador de argumento y circunstante–, se incluya la de predicado, tanto de primer
como de segundo orden, y que en el capítulo XVII, el ultimo y en el que hemos dicho se
explica cómo deben aparecer estructurados los predicados en un diccionario electrónico,
se ejemplifique con verbos, sustantivos y adjetivos, pero nunca con preposiciones.
Los capítulos VIII y IX están dedicados a la actualización de las frases simples, esto es,
a la conjugación de los predicados (capítulo VIII) y a la determinación de los
argumentos (capítulo IX). En el ámbito de la conjugación de los predicados no solo se
atiende a lo que habitualmente se entiende por conjugación verbal, sino también a los
verbos soporte que acompañan a los predicados nominales (dar una bofetada) y a los
que acompañan a los adjetivos (ser, estar), acompañamiento que se identifica con la
conjugación de estos dos tipos de predicados.
Los capítulos XI, XII y XIII se dedican, respectivamente, a la caracterización de los que
se presentan en el libro como los tres tipos por excelencia de predicados de primer
orden: acontecimientos, acciones y estados. Desde nuestro punto de vista, lo hemos
atisbado ya con anterioridad en lo que se refiere a los estados exclusivamente, resulta
difícil aceptar que se haya ignorado en estos tres capítulos la inmensa bibliografía que,
en todo lo que atañe al denominado aspecto léxico, originó, y sigue originando, la obra
fundamental de Vendler (1967). Algo análogo sucede cuando, por ejemplo, se habla
concretamente de las acciones: ninguna alusión a la enorme cantidad de estudios
dedicados a la causatividad, noción a la que se hace referencia, entre otras, en la p. 291.
El capítulo XIV se centra en los adverbios. El interés del autor aquí reside en dilucidar
si deben ser catalogados como argumentos o como circunstantes en el ámbito de los
esquemas predicativos, en establecer sus numerosos empleos y en conseguir una
clasificación de estos.
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P. P. Devís Márquez. Reseña de Gross, Gaston. 2013. Manual de análisis lingüístico…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 385-389
Dicho todo esto, solo hay un modo de comprobar la validez de los presupuestos teóricos
y descriptivos que se presentan en esta obra y no es otro que el de llevarlos a la práctica.
Quedamos, pues, a la espera de que pronto podamos tener en nuestras pantallas un
diccionario electrónico del español elaborado según las pautas que aquí se han reseñado
de manera sucinta.
Referencias bibliográficas
Kenny, Anthony 1963. Action, Emotion and Will. London: Routledge & Paul Kegan.
Prandy, Michele 2004. The Building Blocks of Meaning. Amsterdam / Philadelphia:
John Benjamins.
Vendler, Zeno 1967. Linguistics and Philosophy. Ithaca: Cornell University Press.
© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 389
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)
© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 390
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F. Chico Rico. Reseña de Morales-López, Esperanza; Floyd, Alan. 2017. Developing New Identities in Social Conflicts…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 391-396
El libro que presentamos a través de esta reseña constituye una de las apuestas más
sólidas y fructíferas en la actualidad y más prometedoras para el futuro en relación con
el estudio del discurso social desde una perspectiva claramente multidisciplinar y
especialmente arraigada en dos pilares (meta)teóricos de larga –aunque irregular–
proyección en el tiempo, pero de notable –y urgente– expresión en diferentes ámbitos
disciplinares desde la segunda mitad del siglo XX: me refiero al constructivismo como
teoría del conocimiento y a la retórica como teoría del texto y de su comunicación.
Como conjunto relativo al estudio del discurso social, la obra pivota en torno a dos
ámbitos teórico-prácticos fundamentales: el de la Retórica Constructivista –expresión
acuñada por David Pujante para el análisis epistemológico de las implicaciones
cognitivas y hermenéuticas de la construcción y de la comunicación discursivas desde el
paradigma de la teoría retórica– y el del Análisis del Discurso informado también por
una perspectiva teórico-metodológica constructivista. Se trata de una perspectiva que
hunde sus raíces en los mismos orígenes de la retórica clásica, entendida como arte o
técnica para la construcción y para la comunicación del discurso, pero también como
ciencia para el estudio del mismo; se encuentra explícitamente referenciada entre los
siglos XVII y XVIII en la obra de Giambattista Vico; y está siendo recuperada desde la
segunda mitad del siglo XX por disciplinas científico-naturales como la Biología, la
Física y las Matemáticas y por disciplinas humanísticas como –además del Análisis del
Discurso–, la Etnografía, la Hermenéutica, la Pragmática, la Semiótica, la Teoría de la
Argumentación, la Teoría de la Literatura –ejemplarmente por la “Empirische
Literaturwissenschaft” alemana tal y como la concibió Siegfried J. Schmidt entre los
años 70 y 80 del pasado siglo– y la Filosofía de la Historia, en cuyo ámbito hemos de
mencionar a Hayden White, autor del primero de los capítulos de este libro, por sus
contribuciones a la explicación de la naturaleza tropológica de la narración histórica. De
esta perspectiva resulta el desarrollo teórico y práctico a lo largo de la obra que
reseñamos de un planteamiento constructivista y holístico para la descripción y
explicación de los nuevos discursos socio-políticos, como, por ejemplo, los relativos a
las crisis económicas, medioambientales y sociales generadas por el capitalismo en las
últimas décadas, convencidos sus autores y autoras de que estos discursos no han de ser
entendidos sólo como instrumentos para construir realidades sociales y políticas, sino
también como mecanismos para definir e interpretar el mundo en el que vivimos.
Sólo por estas razones, este libro –que recoge en parte los resultados del trabajo
realizado por varios de los miembros del Proyecto de Investigación RECDID. Retórica
Constructivista: Discursos de la Identidad (http://recdid.blogs.uva.es/) y que ofrece
estudios punteros en estos mismos ámbitos realizados por autores y autoras de
reconocida influencia, como Hayden White, y de capacitada formación, como Verónica
Tozzi, Simón Ramírez Muñoz y Alan Floyd– constituye una de las propuestas teórico-
metodológicas más interesantes, novedosas y responsables para el estudio del discurso y
de su comunicación en el marco de la sociedad.
© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 391
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F. Chico Rico. Reseña de Morales-López, Esperanza; Floyd, Alan. 2017. Developing New Identities in Social Conflicts…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 391-396
Editado por Esperanza Morales López y Alan Floyd, Developing New Identities in
Social Conflicts. Constructivist Perspectives reúne un total de doce capítulos cuyos
autores y autoras son especialistas en diferentes áreas de conocimiento relacionadas con
el estudio del discurso social, lo que asegura el carácter interdisciplinar del libro y el
propósito de analizar y valorar los distintos tipos de discursos que la sociedad viene
construyendo en la actualidad a propósito de los acontecimientos históricos y de los
conflictos y desafíos sociales y políticos que en su seno se producen. Son capítulos
calculadamente organizados en el interior de la obra, dando lugar a un todo colectivo
llamativamente coherente y cohesionado entre sus partes, de tal forma que, cuando
resulta clarificador para el lector, se le remite internamente de un capítulo a otro. Como
se explica en su “Prefacio”, en los primeros cuatro capítulos se reflexiona sobre el
discurso de la Historia como construcción narrativa de eventos históricos, sobre la
revitalización de la retórica como disciplina constructivista, en íntima relación con otras
disciplinas analítico-discursivas, y sobre el estudio del conflicto desde un punto de vista
biológico-cultural. El resto de los capítulos está dedicado al análisis, siempre desde la
perspectiva teórico-metodológica constructivista, de diferentes tipos de discursos sobre
la identidad social y política en contextos comunicativos concretos, incidiendo en los
conflictos que en el marco de la sociedad se producen a causa del enfrentamiento de
puntos de vista culturales, sociales, económicos, educativos, de género, tecnológicos,
políticos o ecológicos opuestos.
La argentina Verónica Tozzi es la autora del capítulo 2, “White, Burke and the
“literary” nature of historical controversies”, con el que la obra se adentra en la cuestión
de la construcción de la Historia a partir de las contribuciones que las teorías del
lenguaje y del discurso pueden ofrecer para dilucidar la naturaleza de las controversias
historiográficas. El objetivo de tan interesante estudio crítico e interdisciplinar es doble:
por un lado, justificar, fortaleciéndolo, el pensamiento de Hayden White sobre las
contribuciones de las teorías literaria, lingüística y retórica a la investigación y la
escritura historiográficas y, por otro, reflexionar filosóficamente sobre el estatuto del
lenguaje, de la construcción de la Historia y de la interpretación de sus discursos desde
una perspectiva pragmática, relacionando muy sugerentemente las tesis whiteanas con
el pensamiento contenido en The Grammar of Motives, de Kenneth Burke, y en Figura,
de Erich Auerbach.
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F. Chico Rico. Reseña de Morales-López, Esperanza; Floyd, Alan. 2017. Developing New Identities in Social Conflicts…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 391-396
Con el capítulo 5, como ya hemos dicho, se inicia el desarrollo del análisis de diferentes
tipos de discursos sobre la identidad social y política en contextos comunicativos
concretos, siempre desde la perspectiva teórico-metodológica constructivista. En él, “I
am and I am not Charlie: The discursive conflict surrounding the attack on Charlie
Hebdo”, David Pujante aborda teórica y analíticamente el conflicto discursivo que
derivó en el internacionalmente conocido ataque terrorista a la sede de la redacción de
la revista satírica francesa Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015. Desde la base teórico-
metodológica de la “Retórica Constructivista”, Pujante explica cómo los mismos
eventos pueden conducir a la construcción de discursos radicalmente enfrentados y
capaces de desencadenar conflictos y desacuerdos tan graves y trágicos como el
aludido.
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Sara Molpeceres es la autora del capítulo 10, “Posthumanism and the city: The
construction of identity and ideological conflict in discourses regarding the new
technological self”, y en él analiza el conflicto ideológico surgido de la oposición entre
el humanismo y la concepción tecnológica que subyace al concepto de ‘ciudad
inteligente’ –o “Smart City”–, esto es, la ciudad concebida para la sostenibilidad
ambiental, económica y social con el objetivo de mejorar la calidad de vida de sus
habitantes mediante la implementación de las TIC’s, concepto, por otro lado, altamente
controvertido en el contexto del pensamiento posthumanista, al poner en duda éste la
posibilidad de futuras especies de seres humanos tecnológicamente mejorados en
entornos inteligentes mediante lo que se conoce como el “Internet de las Cosas “ y el
“Big Data”. Desde el punto de vista teórico-metodológico de la Retórica
Constructivista, los principales objetivos de este capítulo son la reflexión sobre la
configuración discursiva tanto del posthumanismo como de la ciudad inteligente y el
estudio de un corpus de discursos políticos de los dos últimos alcaldes de Barcelona –
Xavier Trias y Ada Colau– sobre la concepción de esta ciudad como “Smart City”.
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M. Peláez Torres. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017. Lingüística hispánica actual: guía didáctica…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 397-401
La obra que nos disponemos a reseñar, Lingüística hispánica actual. Guía didáctica y
materiales de apoyo, se ubica en la serie Routledge Introductions to Spanish Language
and Linguistics de la editorial Routledge, miembro de Taylor & Francis. Manel Lacorte
y Javier Muñoz-Basols, autores de la publicación y docentes en las universidades de
Maryland y Oxford respectivamente, son dos académicos del área de la Lingüística que
en su trayectoria profesional han escrito ya diferentes obras de referencia como The
Routledge Handbook of Applied Linguistics (Lacorte, 2014), Lingüística Aplicada del
Español(Lacorte, 2007), Lingüística Hispánica Actual (Muñoz-Basols y Lacorte, 2017)
o The Routledge Companion to Iberian Studies (Muñoz-Basols et al., 2017). En su obra
colaboraron también las profesoras Rocío Díaz-Bravo, Elisa Gironzetti, Nina Moreno e
Inma Taboada, aunque no podemos especificar qué parte del libro ha sido elaborada con
la colaboración de estas profesoras porque esta información no se incluye entre sus
páginas. La obra que tenemos entre manos se presenta como un manual fundamental
para todas las personas que, de un modo u otro, formen parte de la disciplina de la
lingüística hispánica, pues resultará útil no solo para docentes y discentes sino también
para investigadores.
En cualquier caso, esta conexión entre el libro de texto (como los propios autores lo
llaman) y la Guía Didáctica o libro de práctica es precisamente uno de los puntos
fuertes de la obra porque, aunque hoy en día existen buenos manuales de lingüística
hispánica –véanse los de Alvar (2000), Hualde (2012), Escandell Vidal et al. (2014) o
Gutiérrez-Rexach (2016)– ninguno de ellos cuenta con un libro complementario
dedicado exclusivamente a la práctica de los contenidos teóricos. Por eso, Lingüística
hispánica actual: guía didáctica y materiales de apoyo surge para cubrir un hueco
editorial y pedagógico que muchos necesitábamos llenar.
Como consecuencia también de esta conexión con el libro teórico, este manual práctico
mantiene la misma estructura y división de capítulos que su obra de referencia. Así, tras
una breve introducción, el libro se divide en ocho capítulos correspondientes a las
principales áreas de la lingüística. En concreto, los cinco primeros temas se centran en
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M. Peláez Torres. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017. Lingüística hispánica actual: guía didáctica…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 397-401
los niveles de análisis estructural de la lengua mientras que los tres últimos abordan la
dimensión social e histórica de la misma1. Todos ellos están estructurados de igual
forma, lo que, a nuestro parecer, es otro de los puntos fuertes de la Guía Didáctica. Así,
cada uno de los ocho capítulos empieza, en primer lugar, con un apartado de “Objetivos
del capítulo” al que sigue otro, extenso, de “Actividades, soluciones y actividades de
ampliación”. Después, los autores presentan una sección de “Proyectos de
investigación”, que se podrán elaborar durante el desarrollo del curso. A continuación,
se ofrece un apartado de “Preguntas de ensayo” que el profesor planteará una vez se
hayan interiorizado bien los contenidos de cada tema. Los capítulos se cierran siempre
con un “Glosario bilingüe” español-inglés, que permitirá aumentar el repertorio
terminológico, pues en él se recogen los conceptos más importantes de cada área de la
lingüística. Con estos dos últimos apartados, el lector podrá retomar y terminar de
asentar los conocimientos trabajados en las secciones anteriores.
En las líneas que siguen procedo a esbozar una sucinta revisión pormenorizada de los
contenidos de los ocho capítulos en los que se estructura la obra que tenemos en
nuestras manos.
El libro continúa con el capítulo 2, Fonología y fonética: los sonidos del español (39-
68), en el que se presenta una batería de veinticinco actividades que, con sus respectivas
soluciones y actividades de ampliación, buscan familiarizar al lector con el inventario
de sonidos del español, sus principales características y su transcripción fonética.
También se trabajan conceptos fundamentales como los alófonos y la sílaba. Los cuatro
proyectos de investigación que se proponen tras las actividades permiten, entre otras
cosas, comparar el sistema español con el inglés o aprender a usar la herramienta de
análisis acústico del habla Praat.
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M. Peláez Torres. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017. Lingüística hispánica actual: guía didáctica…
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 397-401
El profesor que utilice este libro cuenta además con dos recursos digitales de
incalculable valor3. Por un lado, el Portal de lingüística hispánica Hispanic Linguistics4,
dividido en los ocho capítulos que tiene el libro y en el que encontrará, dentro de cada
uno de ellos, la bibliografía específica de cada actividad propuesta, un listado de
recursos prácticos y de grupos de investigación dedicados a esa subdisciplina
lingüística, y una bibliografía temática de gran utilidad. Por otro, en la página web de la
editorial están disponibles los e-resources5, es decir, todos los recursos electrónicos que
se mencionan en el libro.
Lingüística hispánica actual. Guía didáctica y materiales de apoyo surge como un
excelente manual que destaca por su enfoque multifuncional, la buena documentación
de todas las actividades6, la clara y ordenada estructura que soporta los ocho capítulos y
la actualidad de los recursos con los que los lectores deben trabajar. En una disciplina
como la nuestra, en la que se publican cada día páginas y páginas, no es fácil elaborar
un libro que destaque entre los demás. Sin ninguna duda, Muñoz-Basols y Lacorte han
conseguido marcar un punto de inflexión en la literatura que se está haciendo en la
actualidad sobre Lingüística Hispánica. Los valores pedagógicos que subyacen al
manual y que se han ido perfilando en esta reseña hacen de esta Guía Didáctica un
Material de Apoyo de incalculable valor que muchas personas estábamos esperando.
Referencias bibliográficas
© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 400
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M. Peláez Torres. Reseña de Muñoz-Basols, Javier; Lacorte, Manel. 2017. Lingüística hispánica actual: guía didáctica…
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Notas
1
En la obra Introducción a la lingüística hispánica actual: teoría y práctica, los autores afirman que el
libro está dividido en dos partes: “la primera sirve de introducción al signo lingüístico, se ocupa de los
aspectos formales y funcionales de la lingüística hispánica […]. La segunda parte se centra en aspectos
históricos y sociales del idioma que permiten reflexionar sobre la evolución de la lengua y el contexto que
rodea al acto comunicativo” (2017: 2).
2
Las catorce imágenes que aparecen en este séptimo capítulo representan, entre otras cuestiones, mapas
de variedades dialectales en la península, de zonas de uso del español caribeño, de zonas de influencia del
español mexicano-centroafricano, ejemplos de rasgos dialectales en el continente americano, etc.
3
Estos dos recursos fueron diseñados para el libro Introducción a la lingüística hispánica actual: teoría y
práctica (Muñoz-Basols y Lacorte, 2017). Sin embargo, pueden usarse también como material
complementario de Lingüística hispánica actual. Guía didáctica y materiales de apoyo porque, como
indicamos anteriormente, los autores diseñaron este último libro tomando como base el primero y, por
tanto, ambos tienen la misma estructura temática.
4
Puede consultarse en http://hispaniclinguistics.com/.
5
Puede consultarse en https://routledge.com/products/9780415631570.
6
En este libro se mencionan algunas de las investigaciones más recientes que se han hecho en la
disciplina de la Lingüística Hispánica (entre otras, destacamos las de Bravo 2014, Moreno Fernández
2014, Delicado Cantero 2015, Longa Martínez 2015, Lozano 2015, Alcántara Plá 2016, Muñoz-Basols y
Salazar 2016). Con los resultados volcados por estas, los autores proponen muchas de las actividades y
proyectos que aparecen a lo largo de los ocho capítulos en los que se distribuye el manual.
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X. Laborda. Reseña de Cortés, Luis. 2018. Cómo hacer una exposición oral
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 403-407
XAVIER LABORDA. Reseña de Cortés, Luis. 2018. Cómo hacer una exposición oral.
Madrid: Arco Libros-La Muralla.
El autor y su obra
El libro más reciente de Luis Cortés sobre discurso oral es Cómo hacer una exposición
oral. Probablemente se trate de la obra más concisa, persuasiva y práctica de la
colección de excelentes títulos que el profesor Cortés ha publicado sobre la actividad
alocutiva o pública. Ha aparecido en 2018 en la colección “Cuadernos de lengua
española” de la editorial Arco Libros-La Muralla, un dato este de la colección que no es
mera referencia de clasificación, sino que cuenta como indicio de su sentido aplicado a
la comunicación pública.
La sencillez y claridad de Cómo hacer una exposición oral, como programa didáctico
que es de técnicas de exposición en entornos formales, se explica por la trayectoria del
autor y su equipo de trabajo. Luis Cortés ha estudiado las variedades del discurso oral
en sus aspectos sintácticos, estilísticos, sociolingüísticos y pragmáticos. Esta actividad
investigadora es una faceta personal que motiva o interactúa con otra de carácter
colectivo como director de la revista Oralia y miembro de CySOC, un centro de
investigación sobre comunicación y sociedad. La aportación de este libro surge de esas
actividades y del plan de estudio de la enseñanza de la lengua oral que CySOC lleva a
cabo.
La tesis del autor es que se necesita un método para adquirir y mejorar las destrezas de
expresión oral. Esa convicción quedaba patente en una obra anterior, Mejore su
discurso oral (Cortés y Muñío, 2012), que se ocupaba de la composición del guión y de
la actuación o pronunciación del discurso –control del nerviosismo, gestualidad y voz–,
así como a la tarea tan necesaria y provechosa de la revisión crítica de la actuación. En
la raíz del plan didáctico de Mejore su discurso oral se aprecia la articulación de la
retórica y la lingüística como fuentes teoréticas relevantes.
En este punto, damos un rodeo en nuestro comentario para dar cuenta de una nota de
actualidad periodística sobre el aprecio cultural que merece la oratoria. El caso es que el
escritor y periodista cultural Quim Monzó (2018) sostuvo hace poco la misma idea del
profesor Cortés sobre la necesidad de mejorar la enseñanza de la lengua oral. “En voz
alta y clara” es el título de un reciente artículo suyo en la revista dominical Magazine,
en que se hacía eco de un libro como el de Luis Cortés, pero en esa ocasión del tipo de
autoayuda o de instrucciones para que el lector practique por su cuenta. Se trata de
Convence y vencerás, de Antonio Fabregat, en colaboración de Guillermo Díaz y otros
autores (2017).
El libro del profesor Cortés escapa de esa clasificación dual de obras formativas.
Supone una tercera clase de obras, la menos frecuente y la más exigente. El texto aporta
un sello formal, un plan de trabajo en equipo y un filtro crítico, que lo hacen
particularmente apto para la esfera educativa de secundaria y superior.
Cómo hacer una exposición oral dispone de manera concisa y eficaz un plan formativo
en dos etapas, complementado con otra parte de ejercicios y un anexo con discursos de
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X. Laborda. Reseña de Cortés, Luis. 2018. Cómo hacer una exposición oral
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 403-407
La primera etapa o fase formativa sirve para asimilar adecuadamente las competencias
específicas que se requieren para la mejora de la exposición oral. El factor de la
situación es primordial en este punto para delimitar la especialidad expositiva a
discursos académicos. Tal es el entorno comunicativo en que, con una previsión
selectiva, se desea desarrollar las prácticas. La guía son principios pragmáticos y
semióticos, de los que se hace gala para conseguir un mayor aprovechamiento por parte
de los alumnos. En primer lugar (capítulo 1), se trata de los principios de corrección y
de claridad en la expresión. A la definición de sus conceptos, le siguen cuestiones
específicas. En lo que corresponde a la puritas o corrección, la obra previene contra
errores o confusiones expresivas, como el mal empleo de relativos, el manejo
descuidado de preposiciones, la laxitud fonética en la pérdida de la d intervocálica o el
léxico inapropiado, por difuminado, desgastado, anglicado o archisilábico. En lo
referente a la claridad, recuerda el autor con ejemplos sugestivos la conveniencia de
evitar la redundancia, la ambigüedad y la monotonía de ciertos marcadores discursivos.
Visto todo ello como materia propedéutica, se entra ya con la segunda parte en las
tareas de preparar, producir, grabar y examinar la calidad de una exposición oral.
Consta esta parte de cuatro capítulos, en los que recae la intención principal de la
didáctica oratoria. Su reparto es canónico, de modo que hallamos un capítulo de ideas
generales y otros más para cada sección del discurso, sean de inicio, desarrollo y cierre.
En las ideas generales (capítulo 4), se hace hincapié en las fuentes conceptuales del
discurso y del tema que se desea tratar. La clave retórica que sugiere el autor es el orden
como principio esencial.
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X. Laborda. Reseña de Cortés, Luis. 2018. Cómo hacer una exposición oral
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preferencia por un discurso mesurado y capaz. En consonancia con ese principio, Cortés
se aparta del tópico de los contenidos para señalar la importancia del procedimiento.
Ello no implica desatender los bloques informativos, en absoluto, pero para que
destaquen hay que mimar el paso de un asunto informativo a otro. El tratamiento de
esas transiciones es lo que, en palabras de Galileo, distinguiría al orador claro y eficaz.
Para el conjunto de la exposición, el profesor hace una petición: “Por favor, procuren no
leer la exposición” (pág. 46).
Al cierre está dedicado el capítulo séptimo, que tiene la doble función de comentar los
aspectos del final del discurso y de recopilar las instrucciones para realizar los ejercicios
de producción y revisión discursivas. Que en el cierre se juega el orador la valoración
de la actuación queda establecido en la máxima de Ella Wheele Wilcox que cita el
autor: “Ninguna cuestión queda nunca concluida hasta que se concluye bien” (pág. 49).
La aparente obviedad de un aviso como este se convierte en una recomendación
necesaria mediante consejos específicos sobre el comportamiento paralingüístico que ha
de distinguir esta parte, así como mediante la relevante reiteración de las ideas
principales y de las apelaciones oportunas.
Los ejercicios
La tercera parte del libro está dedicada a aplicar los consejos dados y los conceptos
asimilados anteriormente. Desarrolla dos ejercicios expositivos sobre los asuntos del
discurso político y del bien y mal hablar. Como se observa, se aprovecha la actividad
para incluir una reflexión sobre el discurso, de modo que se da pie a una reflexión
metadiscursiva. Son dos en uno, como esos productos que prometen varias funciones en
un mismo objeto. En un caso, el ejercicio comporta dilucidar aspectos y efectos del
discurso político y, en el otro, las valoraciones personales y sociales sobre variedades
dialectales o diatópicas del habla andaluza.
Los dos ejercicios propuestos en Cómo hacer una exposición oral destacan por concebir
la actividad con un buen equilibrio de las actividades inventiva, organizativa, elocutiva
y de actuación. Se conjura así la tentación de realizar la exposición sin apenas
demorarse en las fases preparatorias, aquellas que permiten adquirir conciencia de
corrección, claridad, adecuación y eficacia del discurso. Esas son, precisamente, las
competencias de las que trata el libro al inicio.
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X. Laborda. Reseña de Cortés, Luis. 2018. Cómo hacer una exposición oral
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Referencias bibliográficas
© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 407
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018)
© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 408
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S. Schlumpf. Reseña de Lingue e Linguaggi 25 (2018).
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 409-417
Rosana Ariolfo y Laura Mariottini abren este volumen temático de Lingue e Linguaggi
con una excelente introducción al tema y a los trabajos incluidos [pp. 5-15]. Las
múltiples dinámicas de movilidad constituyen un fenómeno característico de nuestros
tiempos y continuamente transforman los espacios en los que nos movemos,
relacionamos y comunicamos. La movilidad participa en la construcción de nuevos
contextos culturales y sociales, que dejan constancia de la superdiversidadque
caracteriza, de especial manera, las ciudades contemporáneas. Para presentar el tema,
las autoras parten de los trabajos clásicos de Gumperz (1971) y Bucholtz y Hall (2005),
para luego pasar a teorías más recientes sobre los fenómenos de transnationalism y
translanguaging. Todas ellas demuestran la importancia de las lenguas como elementos
de identificación individual y grupal en los contextos de migración. Más concretamente,
el tema conductor de este volumen es el concepto del paisaje lingüístico (PL), y en
particular, el paisaje lingüístico de la migración (PLM). Este acercamiento bien
conocido al espacio lingüístico requiere una mirada interdisciplinar, mirada
perfectamente reflejada en la suma de trabajos incluidos en Lingue e Linguaggi 25.
Los artículos que se publican en este volumen se dejan subdividir en los siguientes
grupos temáticos: los paisajes lingüísticos (PPLL) creados por los medios de
comunicación (contribuciones de Binotto / Bruno y Turnbull); acercamientos
metodológicos y teóricos al tema de los PPLL (Grzech / Dohle y Landone sobre los
desafíos relacionados con el carácter efímero de signos lingüísticos en espacios
públicos, Tani sobre la relevancia de abarcar también la percepción de la realidad
lingüística visible en el espacio, y Guerra Salas ofrece un intento de aplicar la Teoría de
la Gestalt al estudio del PL); estudios de caso sobre espacios geográficos concretos
(Calvi y Uberti-Bona sobre Milán, Moustaoui Srhir sobre Madrid, Carpi / Venturi /
Paone sobre Pisa, Minuz / Forconi sobre Bolonia y Prego Vázquez / Zas Varela sobre A
Coruña); y, finalmente, una última sección de trabajos se dedica al PL en contextos
educativos (Bellinzona, Ariolfo y Carpani), así como a las posibilidades que ofrece el
estudio del PL para fomentar una didáctica de segundas lenguas y lenguas extranjeras
más abarcadora por lo que concierne a la variación lingüística (Garzelli / Granata /
Mariottini). Ariolfo y Mariottini cierran la introducción con una reflexión sobre la
importancia de que se entienda “el PL no solo como instrumento para el análisis
sociolingüístico o de las políticas lingüísticas, sino, sobre todo, para impulsar nuevas
políticas sociales orientadas a una real y eficaz integración social” (p. 12). Muchos de
los trabajos incluidos en este volumen muestran caminos diversos e innovadores hacia
el objetivo formulado.
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migración, estos frames se basan en una imagen del inmigrante como extranjero,
enemigo, delincuente, intruso, diferente (out-group). Los autores presentan y
ejemplifican los tres framesque han observado: el de la ‘seguridad’, basada en imágenes
de violencia, en el tópico del inmigrante criminal y en un lenguaje militarizado; el de la
‘crisis’, que actualmente se asocia sobre todo con el problema de las pateras, que
transmiten una imagen negativa y frecuentemente incluyen la pregunta de ¿quiénes son
los responsables del drama humano?; y el de la ‘humanidad’, que constituye un frame
alternativo y minoritario. Los autores ejemplifican sus observaciones con imágenes
reveladoras de periódicos italianos y resumen los resultados en una tabla sinóptica.
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S. Schlumpf. Reseña de Lingue e Linguaggi 25 (2018).
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 409-417
que concierne a la generación de los datos. Concluyen las autoras con un llamamiento
dirigido a todos los investigadores del PL a que colaboren con LL poniendo a
disposición los datos recogidos.
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Luis Guerra Salas ha analizado en su estudio 140 fotos recogidas en 2016 en Lavapiés,
Madrid [pp. 125-143]. Por un lado, enmarca su análisis en la lingüística perceptiva y la
Teoría de la Gestalt (basándose, sobre todo, en López García), y, por otro lado, en la
historia de los contactos culturales, percibidos como contactos típicamente híbridos
(basándose en Burke). Lavapiés se convierte en objeto de estudio ideal porque
representa un espacio prototípico de la superdiversidad cultural y, por consiguiente,
ofrece una gran variedad de imágenes lingüísticamente híbridas. El análisis sigue las
cuatro leyes del análisis audiovisual según la psicología de la Gestalt: ley de la clausura,
ley de la semejanza, ley de la proximidad y ley de la buena continuación. Guerra Salas
ilustra cada una de las leyes con ejemplos visuales, ejemplificando, además, la teoría de
figura-fondo. Demuestra, a partir de imágenes que implican el uso de varias lenguas,
cómo cada receptor selecciona como figura el texto escrito en la lengua más cercana a
él, mientras que, automáticamente, el resto se convierte en su fondo. El análisis de las
imágenes propuesto por Guerra Salas resulta muy esclarecedor y prueba la utilidad del
acercamiento teórico elegido para el estudio del PL en zonas urbanas nacional y
lingüísticamente tan híbridas como Lavapiés.
Con el artículo de Maria Vittoria Calvi iniciamos un recorrido por diferentes PPLL
concretos. En primer lugar, la autora citada nos ofrece un acercamiento amplio y
estructurado al PL milanés [pp. 145-172]. Subraya la importancia del estudio del PL en
contextos migratorios para entender las negociaciones culturales, lingüísticas e
identitarias que tienen lugar en comunidades diaspóricas. Resume el estado actual de las
comunidades latinas en Italia y, especialmente, en Milán: se observa una identidad
latina emergente en Italia y el español se ha convertido en una de las principales lenguas
de la inmigración. Predominan los inmigrantes peruanos y ecuatorianos, y la presencia
latina en el PL sobre todo queda patente en la gastronomía y en relación con eventos
culturales. Sigue el análisis de imágenes recogidas en Milán, que no solo tiene en cuenta
la prominencia y predominancia de las lenguas, sino que establece una clasificación
muy convincente según la manera en que el español y el italiano interactúan en los
textos estudiados. Los distintos casos de contacto lingüístico que observa Calvi son:
monolingüismo en la L1 (español), una opción poco frecuente; translanguaging
(concepto entendido como el uso consciente que hace un hablante de su repertorio
multilingüe, suponiendo que “más que pasar de un sistema a otro, los gestiona de forma
dinámica y simultánea”, p. 155); la hibridación lingüística (empleo de formas híbridas y
préstamos); traducción, práctica poco frecuente sobre todo por la afinidad entre el
español y el italiano; mediación lingüística y cultural (frente al translanguaging, la
mediación persigue que el mensaje llegue a dos comunidades de habla distintas); y,
finalmente, el monolingüismo en la L2 (italiano). Por último, Calvi ofrece un análisis
ejemplar de una unidad del PL de Milán, para llegar a la conclusión de que “[e]l estudio
del PL es de suma utilidad para esclarecer el comportamiento de los hablantes en
situaciones de contacto lingüístico, tanto en la perspectiva de la gestión del
plurilingüismo como desde el punto de vista de la acción social, dentro de un contexto
que los hablantes mismos contribuyen a configurar performativamente” (p. 167).
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Elena Carpi, Silvia Venturi y Sonia Paone se dedican al PL de un sector muy particular
de la ciudad de Pisa, a saber, la zona de la estación de tren [pp. 227-251]. Como
describen muy acertadamente en los apartados introductorios, las estaciones no solo
representan puntos de encuentro, dinamismo, modernidad y centralidad, sino también
zonas periféricas, marginales e incluso conflictivas. Hoy en día, además, también
constituyen zonas comerciales, hecho que aumenta su ambivalencia funcional. La
población de Pisa se caracteriza por su alto número de inmigrantes extranjeros, cuya
densidad es aún más alta en el barrio de la estación ferroviaria (en el año 2016, 57 de
100 habitantes). Sobre todo, proceden de Bangladesh, China, Filipinas y Nepal. A
continuación, los autores ofrecen un estudio comparativo de dos textos administrativos
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del PL del barrio ferroviario de Pisa, aplicando las teorías pragmáticas de Searle (1969)
y Austin (1962): una orden policial en cuatro lenguas (italiano, inglés, árabe y rumano)
y un anuncio trilingüe del municipio (italiano, francés e inglés). Pese a que ambos
comunican contenidos parecidos (prohibición de tomar alcohol, tirar basura y tumbarse
en espacios públicos), el primero lo comunica de una forma mucho más directa y
empleando un lenguaje más sencillo (aunque falla, a veces, en las traducciones al árabe
y al rumano), mientras que el segundo utiliza un lenguaje administrativo culto, con
muchos detalles y resulta, por eso, de difícil comprensión, incluso para la población
italófona. En ambos casos, la versión italiana parece tener como fin informar a la
población autóctona de las disposiciones publicadas, mientras que la población
extranjera es el público al que se dirigen las órdenes. Los autores llaman la atención
sobre la dificultad de comprensión de este tipo de textos para la población extranjera y
proponen, como alternativa más clara, el uso de mensajes iconográficos.
Con la lectura del trabajo de Fernanda Minuz y Giulio Forconi, nos trasladamos a
Bolonia [pp. 253-275]. Su pregunta principal es si en el barrio conocido como
Bolognina, caracterizado por su alta densidad de población extranjera (aprox. 25%),
sobre todo chinos y rumanos, se han establecido zonas étnicas (p. ej. una chinatown de
Bolonia). Combinan el estudio de más de 2000 textos del PL con entrevistas
individuales y en grupo realizadas con un total de 128 residentes italianos y extranjeros,
así como con representantes de la administración pública. Esta doble perspectiva
permite obtener información sobre la visibilidad de las lenguas extranjeras en el espacio
público y, asimismo, observar cómo las personas perciben y evalúan el plurilingüismo
en el barrio. En cuanto al PL, lo más llamativo es el monolingüismo en italiano en casi
el 90% de los textos recogidos. El inglés, el chino y el rumano aparecen en unos pocos
textos monolingües y, muy esporádicamente, en textos bilingües con italiano. Otras
lenguas están apenas representadas. En suma, el único grupo con cierta visibilidad son
los chinos, sobre todo a través de sus comercios, pero el uso de anuncios monolingües
en chino demuestra su poco contacto con otros grupos poblacionales. Aun así, no se
puede demostrar la existencia de un verdadero espacio étnico. Por lo que concierne a las
entrevistas, es interesante que se sobreestime, a veces con considerable diferencia
porcentual, la presencia de los extranjeros en el barrio, sobre todo en el caso de la
población china. Por último, acerca de la legitimidad de la presencia de lenguas
extranjeras en el PL de Bolonia, aparece una gama amplia de opiniones, desde el temor
de perder la identidad cultural italiana y la necesidad de adaptación rápida de la
población extranjera, hasta la valoración positiva del espacio multilingüe como rasgo
dinámico e interesante, incluso como “un elemento di marketing” (p. 272).
Gabriela Prego Vázquez y Luz Zas Varela nos llevan de vuelta a España, esta vez a
Galicia, al polígono industrial de Sabón, en A Coruña [pp. 277-295]. Sabón representa,
desde los años 70 del siglo XX, una zona de inmigración y gentrificación. Ahora bien,
más que un estudio tradicional del PL de la zona mencionada, las autoras emplean
herramientas técnico-comunicativas innovadoras a fin de convertir el trabajo científico
sobre el PL en un “proyecto de investigación-acción” (p. 281) y llevarlo a los centros
educativos. Basándose en la teoría de la Conciencia Lingüística Crítica, proponen
emplear las herramientas TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación),
TAC (Tecnologías de la Adquisición del Conocimiento) y TEP (Tecnologías del
Empoderamiento y la Participación) para “implicar a la ciudadanía en proyectos
colaborativos” (p. 290), especialmente a los jóvenes, quienes así se convierten en
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observadores más atentos y críticos del PL en el que se mueven. Más en concreto, Prego
Vázquez y Zas Varela están llevando a cabo un interesante proyecto, que refleja la
investigación-acción a la perfección, materializado en MAVEL (Mapas para el atlas
virtual para la educación lingüística en la superdiversidad, http://avel.cesga.es/). En
resumen, esta plataforma invita a todos los ciudadanos a participar activamente en la
reconstrucción no solo del PL actual, sino también del PL de la memoria (sobre todo
por lo que concierne a la toponimia local), para visibilizar las transformaciones
ocurridas a lo largo de los últimos años. La plataforma no solo es de libre acceso, sino
que además permite contribuciones en forma de imágenes y audios. Un primer
resultado, relacionado con la diversidad lingüística de Sabón, es la predominancia en el
PL del gallego estándar y del español peninsular estándar, mientras que no están
presentes variedades locales. Tampoco se encuentran las lenguas de la población
inmigrante extranjera, aunque poco a poco empiezan a aparecer en los “contra-
espacios” en forma de grafitis y pintadas (p. 290). Sin lugar a dudas, este acercamiento
al PL constituye una valiosa innovación metodológica y, en definitiva, fomentará “la
cohesión social a través de estrategias de trabajo cooperativo entre jóvenes de contextos
diversos y multiculturales para propiciar la inclusión social a través de la valoración de
la diversidad lingüística” (p. 292).
El trabajo de Martina Bellinzona inicia el último bloque temático del volumen, dedicado
a los PPLL en contextos educativos. En concreto, Bellinzona nos permite observar el PL
en siete escuelas secundarias en Lombardía, Toscana y Lacio [pp. 297-321]. Según la
autora, el contexto educativo constituye un espacio predilecto para el análisis del PL
debido al origen lingüístico y cultural diverso del alumnado. Al mismo tiempo, es un
espacio de socialización central para los jóvenes, con una función importante en su
formación plurilingüe e intercultural. En la primera parte de su artículo, Bellinzona
ofrece un estado de la cuestión de estudios sobre el PL en contextos educativos
(Linguistic Schoolscape) y señala que no existen estudios previos sobre Italia. El núcleo
del trabajo consiste en la presentación de los resultados de su propio estudio, basado en
un corpus de 801 fotografías del PL de cinco escuelas con un alto porcentaje de
alumnos extranjeros y dos escuelas que ofrecen enseñanza de lenguas no europeas
(árabe y chino). Propone una clasificación de los textos según su función principal:
función informativa, función simbólica (estos textos ofrecen una mayor diversidad
lingüística, sobre todo los grafitis) y función mixta (función mayoritaria, p. ej. anuncios
comerciales o publicidad de eventos, muestra plurilingüismo sobre todo en textos
decorativos). En todos los tipos textuales, la lengua mayoritaria es el italiano, seguido
por el alemán y el inglés (este último, sobre todo, en su función de idioma internacional
y de moda). De las lenguas no europeas, las únicas que tienen una visibilidad en el PL
estudiado, aunque muy limitada, son el árabe y el chino, L1 de un porcentaje cada vez
mayor de alumnos. No obstante, su presencia se limita al 5,2% de los textos estudiados,
y el árabe, incluso, aparece únicamente en elementos decorativos. Concluye la autora
que la visibilidad del chino y del árabe no se debe a la presencia de alumnos de este
origen lingüístico, sino por ser lenguas de promoción internacional. Puede ser que esto
sea el resultado de la tendencia general en Italia que, mucho más que fomentar el
diálogo intercultural e interlingüístico, opta por una integración de los alumnos
extranjeros únicamente a través del aprendizaje del italiano, tendencia criticada por
Bellinzona: “Il mantenimento della propria L1 è un diritto e costituirebbe un vantaggio,
anche in termini economici oltre che culturali, per individui, società e lo Stato stesso”
(p. 318).
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El artículo elaborado por Rosana Ariolfo se diferencia de los anteriores porque trabaja
con textos orales y estudia un fenómeno lingüístico muy específico [pp. 323-345]. Aun
siendo consciente de que los estudios clásicos del PL analizan ejemplos lingüísticos
escritos, opina que “también los textos orales […] conforman el paisaje lingüístico de
un lugar” (p. 324). En concreto, Ariolfo analiza el uso del pretérito perfecto compuesto
(PPC) en 26 entrevistas realizadas con jóvenes estudiantes latinoamericanos en Génova.
Su objetivo final es reflexionar sobre las posibilidades y los retos que supone la
presencia cada vez más diversificada de alumnos hispanohablantes de distintos orígenes
dialectales en las clases de español. Con respecto al uso del PPC (del que ha registrado
520 ocurrencias), destacan los siguientes resultados: se recogen ocurrencias con valores
modalizadores evidenciales (el PPC como indicador de distancia, duda o incerteza); es
frecuente el uso del PPC en combinación con verba dicendi (transmisión de
información indirecta); se emplea el PPC en momentos narrativos emotivos y
expresivos; y se observan algunos casos de PPC con valor de aoristo. Quizás el
resultado más interesante sea la hipótesis de que la aoristización del PPC pudiera ser el
resultado de una convergencia lingüística con el italiano genovés, que “utiliza el
pretérito compuesto en contextos en los que hablantes de otras zonas de Italia utilizan el
simple” (p. 337).
El último artículo del volumen, de Beatrice Garzelli, María Eugenia Granata y Laura
Mariottini, enlaza bien con el anterior y trata de un tema de enorme importancia para la
enseñanza del español como lengua extranjera: la presencia de las variedades
hispanoamericanas del español en las clases de ELE [pp. 365-392]. Las autoras se
centran en el caso de Italia, pero sin dudas sus reflexiones y sugerencias son igualmente
válidas para cualquier otro contexto de ELE, sobre todo con presencia de
hispanohablantes, como resultado de movimientos migratorios, por ejemplo. En efecto,
la población hispanohablante en Italia y sus reflejos en el PL lingüístico son, sobre todo,
de origen latinoamericano. Por desgracia, estos hablantes se hallan, muchas veces, ante
una situación de doble diglosia, “no solo como hablantes de una lengua minoritaria en
un país extranjero, sino también como hablantes de una variedad de su propia lengua
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considerada subestándar ante la norma que adquiere mayor prestigio entre las
instituciones formativas y políticas del país” (p. 372). Garzelli, Granata y Mariottini
presentan los resultados de un estudio múltiple, basado en dos cuestionarios (uno
rellenado por 103 estudiantes de ELE, otro, por más de 230 profesores italianos de
ELE) y el análisis de una selección de 14 manuales y tres portales digitales. Pese a que
para los estudiantes el estudio de diferentes variedades del español en clase es
importante, resulta que los profesores apenas tienen conocimientos sobre las variedades
americanas del español y más del 80% emplea materiales didácticos que toman como
modelo la variedad peninsular. El análisis de los manuales de ELE y sitios web
confirma este resultado decepcionante: se registra una presencia mínima de
Hispanoamérica y esta se limita, en su mayoría, a aspectos culturales sin que se
aproveche para la explotación lingüística. En definitiva, parece que la visión
pluricéntrica del mundo hispanohablante no está presente en las aulas de ELE en Italia y
las variedades americanas siguen constituyendo anexos periféricos de un mero interés
sociocultural.
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J. Hernández Ortega. Reseña de Pavón, María Victoria. 2016. Las relaciones interoracionales en español…
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JUAN HERNÁNDEZ ORTEGA. Reseña de Pavón, María Victoria. 2016. Las relaciones
interoracionales en español. Categorías sintácticas y subordinación adverbial. Berlin:
De Gruyter.
La obra está compuesta por nueve capítulos, distribuidos en dos partes. Sendos
capítulos de encuadre general, de alta relevancia teórica y empírica, encabezan cada una
de las partes y actúan como ejes vertebradores de toda la obra. Las siete restantes
contribuciones representan estudios particulares de caso sobre construcciones
oracionales deficitariamente estudiadas, poniendo el foco en aspectos poco o muy poco
considerados anteriormente. Algunos de estos casos de estudio presentan asimismo
propuestas estructurales muy elaboradas y de calado teórico. La división bipartita
agrupa, por un lado, trabajos de carácter diacrónico y, por otro, contribuciones de índole
sincrónica. La Parte I contiene un «capítulo-eje» de Cuestiones generales, redactado
por María Victoria Pavón Lucero, además de tres estudios de caso redactados desde la
perspectiva diacrónica. La Parte II, Estudios sincrónicos, consta del «capítulo-eje» de
José María Brucart y Ángel J. Gallego y de cuatro estudios de caso.
2.2.1. El primero de los trabajos redactados bajo una perspectiva diacrónica está titulado
«Los adverbios y la estructura informativa en el margen preverbal de las oraciones
subordinadas en español antiguo», viene firmado por Cristina Matute y Teresa María
Rodríguez Ramalle y presenta un importante trasfondo teórico. En él se investigan los
motivos por los que ciertos adverbios se anteponen al verbo en oraciones subordinadas
en el sistema gramatical del español medieval (siglos XIII-XV). Las autoras abordan
ejemplos del tipo Et los dichos clerigos deffendiendo se dizian [...] & que lo assi usaran
sienpre —su ejemplo (2b)— bajo la perspectiva de la ‘periferia izquierda’ oracional del
actual modelo de la gramática generativa. Matute y Rodríguez Ramalle estudian las
posiciones ocupadas por estos adverbios y por los pronombres átonos o clíticos, en
datos que presentan los fenómenos conocidos como ‘interpolación’ y
‘recomplementación’ y ofrecen unas interesantes conclusiones en torno a las
semejanzas y diferencias en el comportamiento sintáctico de la periferia izquierda de
oraciones subordinadas y no subordinadas, además de unas estimulantes perspectivas de
trabajo.
2.2.2. El trabajo de Rosa María Espinosa Elorza («Los cambios en las fronteras entre
relativos, interrogativos y conjunciones») estudia diversos procesos de
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dada la proyección internacional del sello editorial que publica este título creemos que
le hubiera aportado mayor impacto haber incluido un resumen en inglés de cada
contribución.
Referencias bibliográficas
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Cobos y Alicia Puigvert Ocal, eds. Ex admiratione et amicitia: Homenaje a Ramón
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infinitivo. En Ignacio Bosque y Violeta Demonte, dirs. Gramática descriptiva de la
lengua española, vol. 2, cap. 51.º Madrid: Espasa, pp. 3323-3389.
Gutiérrez-Rodríguez, Edita; Pérez-Ocón, Pilar. 2017. Las relativas de infinitivo con
predicados intensionales. En Ángel J. Gallego, Yolanda Rodríguez y Javier Fernández-
Sánchez, eds. Relaciones sintácticas: Homenaje a José M. Brucart y M. Lluïsa
Hernanz. Barcelona: Universitat Autònoma de Barcelona, pp. 405-420.
Hernández Ortega, Juan. 2012a. Interrogativas indirectas, relativas libres y perífrasis
verbales con verbos de posesión en español. Tesis de Máster, Universidad Complutense
de Madrid.
Hernández Ortega, Juan. 2012b. Notas sobre la pauta gramatical «No tener por qué +
infinitivo». En Adrián Cabedo Nebot y Patricia Infante Ríos, eds. Lingüística XL. El
lingüista del siglo XXI. Madrid: SEL Ediciones, pp. 347-353.
Real Academia Española. 2009. Nueva gramática de la lengua española. Morfología y
sintaxis, 2 vols. Madrid: Espasa.
Notas
1
Agradecemos a María Jesús Fernández Leborans y a Juan Ignacio Neves Sarriegui que hayan realizado
una lectura atenta del manuscrito de esta recensión. Agradecemos igualmente a Silvia Iglesias Recuero la
amabilidad mostrada al comentar con nosotros algunas cuestiones planteadas en una versión previa de
este texto. Evidentemente, cualquier inconsistencia es de nuestra única autoría.
2
Los corchetes en los dos ejemplos anteriores indican, grosso modo y desde un punto de vista
descriptivo, las relaciones de dependencia entre constituyentes. Asimismo, se hará constar explícitamente
cuando los ejemplos procedan de la obra reseñada.
3
En 2009 los autores publicaron en catalán una versión previa, más amplia, de este trabajo (en Llengua &
Literatura [Institut d'Estudis Catalans], 20). La diferencia principal entre ambas versiones es que la previa
contiene un largo apartado (su § 2, págs. 142-165) sobre problemas generales de la subordinación, del
cual la versión incluida en este volumen carece.
4
En un estudio posterior (Gutiérrez-Rodríguez y Pérez-Ocón 2017), las autoras abordan construcciones
paralelas, pero con antecedente explícito (Busca alguien con quien ir) seleccionadas por algunos verbos
intensionales como buscar o encontrar.
5
Estas relativas libres indefinidas tienden a estar en la génesis de perífrasis verbales de significado
modal, como «tener que + infinitivo», «haber que + infinitivo» (Gómez Torrego 1999: § 51.3.1.3-4) o
«no tener por qué + infinitivo» (Gómez Torrego 1999: 3387, Hernández Ortega 2012a y 2012b).
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J. Hernández Ortega. Reseña de Pavón, María Victoria. 2016. Las relaciones interoracionales en español…
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6
Al igual que en el caso de Brucart y Gallego (en este vol.), una versión previa de este estudio, en este
caso más breve, había sido publicada con anterioridad en Gramma [Universidad del Salvador, Buenos
Aires], XXII-48 (2011).
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A. López Serena. Reseña de Amorós, Carla. 2014. Las lenguas en la sociedad.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 427-438
ARACELI LÓPEZ SERENA. Reseña de Amorós, Carla. 2014. Las lenguas en la sociedad.
Madrid: Síntesis.
Carla Amorós Negre tiene una sólida y dilatada trayectoria de publicaciones centradas
en los conceptos de norma y normatividad, en el carácter pluricéntrico de lenguas como
la española, o en la complejidad de los procesos de estandarización. Todas estas
nociones, inherentes a la investigación sobre planificación y política lingüística, a la que
Amorós ha realizado importantes contribuciones en forma de artículos, y que ella
considera “muy vinculada[s] a la sociolingüística y a la lingüística aplicada” (p. 97),
afloran también en los dos libros que ha publicado hasta la fecha. El primero de ellos
era inequívoco en este sentido. No en vano llevaba por título Norma y estandarización
(Salamanca, Luso-Española de Ediciones, 2008). El más reciente, al que se dedica la
presente reseña, Las lenguas en la sociedad (Madrid, Síntesis, 2014), vuelve a indagar
en cuestiones de política y planificación lingüística, normatividad y estandarización, así
como en “la concepción del español como lengua pluricéntrica” (título, precisamente,
del último capítulo del libro), pero encuadrando la reflexión en el contexto, más amplio,
del dualismo entre lo natural y lo social en el lenguaje (cap. 1: “Lenguaje y sociedad:
conceptos fundamentales”) y en la consideración de la presencia encubierta de la
prescripción en la historia de la lingüística (cap. 2: “De la lingüística tradicional a la
lingüística moderna: la prescripción encubierta”). Entre estos dos capítulos iniciales,
que sirven como marco general a todo el libro en su conjunto, y antes del capítulo, ya
mencionado (el número 6 y último), que se dedica al pluricentrismo del español, se
sitúan otros tres, titulados, respectivamente, “El lugar de la prescripción en la lingüística
moderna: política y planificación lingüísticas”, “La construcción social de las lenguas:
la normatividad y la estandarización lingüísticas” (que habría sido también un buen
título para toda la obra en su conjunto) y “En busca del ‘estándar’”. En lo que sigue, se
pasará revista a todos ellos, respetando el mismo orden en el que aparecen dispuestos en
el libro. Sin embargo, dado que el fin de esta reseña no es meramente descriptivo, la
atención que se dispensará a los contenidos de los diferentes capítulos –todos ellos
acompañados de un conjunto de propuestas de actividades para el aula universitaria–
no perseguirá necesariamente la proporción o el equilibrio. Antes al contrario, en la
exposición y la discusión –en la que, cuando se aluda a cuestiones de las que yo misma
me haya ocupado ya en algún trabajo anterior, para evitar dilatarme en ellas en el
reducido espacio que necesariamente debe ocupar una reseña, se preferirá remitir a las
referencias bibliográficas oportunas– se privilegiará, únicamente, una selección de
aspectos, o bien porque se consideren centrales, ya sea para esta obra, ya sea para el
paradigma de investigación en el que esta se inserta, o bien porque resulten, por algún
motivo, matizables o controvertidos. Empezaremos por estos últimos, a los que, con
carácter general, se dará también preeminencia a lo largo de toda la recensión. La
decisión, adoptada en estas páginas, de detenerme, sobre todo, en las formulaciones con
cuyos contenidos discrepe en mayor o menor medida se debe, fundamentalmente, a dos
motivos. El primero de ellos es de naturaleza práctica: por comparación con todo el
resto de cuestiones en las que suscribo plenamente las afirmaciones de Amorós,
aquellas en las que considero necesario realizar algún tipo de matización son
cuantitativamente anecdóticas. El segundo tiene que ver con el interés de esta reseña,
que sin duda será mayor si contribuye a propiciar el debate científico, en lugar de
© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 427
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A. López Serena. Reseña de Amorós, Carla. 2014. Las lenguas en la sociedad.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 427-438
ceñirse a ponderar la calidad del libro que se examina, cuya mera elección como objeto
de discusión es ya una prueba innegable de dicha calidad.
Los lingüistas que dan preeminencia a la dimensión social del lenguaje –y Amorós
declara sin ambages que “[e]l estudio de las lenguas como instituciones sociales […] es,
justamente, la orientación y perspectiva lingüística que adopta este libro” (p. 16; cf.
también p. 23)–, suelen aceptar de buen grado una serie de oposiciones entre esta
lingüística de corte social, que defienden, y la lingüística autodenominada “formal”,
frente a la que se posicionan. Inserta en esta tradición de conformidad acrítica con el
antagonismo entre ambos paradigmas de investigación, en el primero de los cuadros
sinópticos que enriquecen de manera frecuente las partes expositivas del libro, Amorós
da la impresión de admitir que ambos tipos de lingüística se diferenciarían, no solo por
el hecho de que en la lingüística formal prevalecen criterios inmanentes y variables de
naturaleza interna –frente a los criterios socio-históricos y las variables de naturaleza
tanto interna como externa característicos de la lingüística social, sino también debido a
que la lingüística formal se caracterizaría por (i) la adopción del modelo hipotético-
deductivo importado de (ii) las ciencias naturales, que persigue (iii) el establecimiento
de leyes causales, deterministas –frente al modelo empírico-deductivo de las ciencias
sociales, interesadas en leyes interpretativas y tendencias explicativas– y cuyo objeto de
descripción sería la competencia lingüística, frente a la competencia comunicativa, que
la lingüística social erige como su centro de atención.
© Estudios de Lingüística del Español 2018. Reservados todos los derechos. 428
ISSN: 1139-8736 http://infoling.org/elies/
A. López Serena. Reseña de Amorós, Carla. 2014. Las lenguas en la sociedad.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 427-438
Sin abandonar aún del capítulo 1 –entre cuyos contenidos principales figuran la
reivindicación de “la metáfora de la ecología lingüística”, acuñada por Einar Haugen
“para referirse a la diversidad lingüística” (p. 27) –que, “lejos de ser entendida como un
retorno al darwinismo más propio de concepciones decimonónicas que equiparaban
lengua y especie biológica, resalta la necesidad de entender el pluralismo cultural y
lingüístico como consustancial a la sociedad” (p. 114); “la dificultad para establecer una
distinción entre lenguas independientes y variedades de una misma lengua” (p. 28); el
recuento de lenguas con suficiente vitalidad o en peligro de extinción según los criterios
del Ethnologue (2013) (pp. 31-36); o el mapa de la diversidad lingüística mundial (p.
37) y de las diferentes familias lingüísticas de los cinco continentes (pp. 39-49)–, hay
una segunda idea preconcebida, en este caso de naturaleza teórica, que en principio
parece filtrarse inadvertidamente en el discurso de Amorós, pero que esta vez la autora
sí desmiente de manera tajante e inmediata. Al hilo de su definición de la lengua como
instrumento de comunicación, y en su acertada defensa de la preeminencia que, en este
contexto, se ha de otorgar a la función comunicativa del lenguaje (p. 18), Amorós
realiza la siguiente afirmación: “En tales circunstancias, en las que prima la concepción
instrumental del lenguaje, lo más importante es lograr la eficacia comunicativa, ser
capaz de transmitir una información a un destinatario y que este pueda procesarla y
comprenderla” (ibíd.). En este sentido, estamos, de nuevo, ante un asunto que no es
fundamental para el desarrollo de la obra, pero que resulta lo suficientemente
controvertido como para que merezca la pena detenernos en él. Para Amorós, este
argumento está subordinado al que se expresa a continuación: “Esto se logra con
independencia del seguimiento estricto de las normas lingüísticas codificadas en
diccionarios y gramáticas” (pp. 18-19). Ahora bien, pese a su carácter subalterno, no
querríamos soslayar el hecho de que ese “esto” que se logra tanto si se siguen
estrictamente las normas estándares o ejemplares de los idiomas como si estas se
infringen en absoluto consiste, exclusivamente, en “transmitir una información a un
destinatario”. Con o sin seguimiento riguroso de las normas estándares codificadas, los
hablantes, en sus interacciones, ni se limitan a transmitir información, ni tienen la
transmisión de información como propósito fundamental. Precisamente, una lingüística
verdaderamente social está forzada a poner de relieve cómo el lenguaje es, aparte de un
instrumento de transmisión de información, también un instrumento de socialización, de
construcción de contacto con el otro, de creación de contacto mediante un tejido
discursivo que a veces ni siquiera persigue hacer cosas con palabras, sino, simplemente,
hacer palabras (López Serena 2017); de ahí que nos adhiramos completamente a las
críticas que Amorós vierte contra el enfoque instrumental en el ámbito de la
planificación lingüística, “actualmente muy desestimado por descuidar otra de las
funciones básicas del lenguaje y de las lenguas, el ser vehículo de interacción y
cohesión sociales” (p. 19) y nos parezca importante que se recuerde cómo “[p]ara
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A. López Serena. Reseña de Amorós, Carla. 2014. Las lenguas en la sociedad.
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A. López Serena. Reseña de Amorós, Carla. 2014. Las lenguas en la sociedad.
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 427-438
visión histórica”, que sin embargo no se recoge en la bibliografía final del libro– ideas
como la de que “descripción y prescripción son dos facetas de una misma normatividad
lingüística” (p. 86), o la ya sostenida por Lara (1976) –otra referencia ausente en el libro
de Amorós– de que “un hecho lingüístico normal y usual en una comunidad lingüística
puede convertirse en modélico y ser codificado” tanto como “un uso normativo
prescrito puede extenderse y generalizarse en la actuación lingüística de una
comunidad” (ibíd.) (cf., a este respecto, también López Serena 2015).
El capítulo 3 –que finaliza llamando la atención sobre la cuestión de que “la emergencia
de una variedad estándar […] no es […] el único de los fines de la subdisciplina” que
Amorós denomina “política y planificación lingüísticas” y “que incluye, entre otras
tareas, la protección de lenguas minoritarias, la revitalización lingüística, la
internacionalización del léxico, la restauración de palabras obsoletas, el desarrollo de
sistemas de escritura, las reformas ortográficas, la elaboración de terminologías y
discursos especializados, la confección de guías contra el uso sexista de la lengua, la
expansión de lenguas, la conservación de las lenguas de inmigrantes, etc.” (p. 129)–
reparte su atención equitativamente entre la rememoración de los inicios de la
planificación lingüística (pp. 99-100), la distinción entre planificación de corpus y
planificación de estatus, con la que Kloss (1967) completó las propuestas anteriores de
Haugen (p. 101), la distinción entre normativización y normalización (§ 3.1.3) y la
denuncia de las limitaciones de la regulación lingüística (§ 3.2), con la implantación
consiguiente del paradigma de la política y la planificación ecolingüísticas (pp. 115-
116). En todos los casos, el esclarecimiento de los diferentes conceptos y la explicación
de los distintos procesos implicados se ilustran con ejemplos de políticas lingüísticas
concretas: la conversión del swahili en lengua nacional en Tanzania (pp. 109-110), la
revitalización del hebreo en Palestina a finales del s. xix y principios del xx (pp. 110-
111), la historia lingüística de la Península Ibérica (pp. 111-112) –que se escribe,
incomprensiblemente, siempre en minúscula–, la declaración de los derechos
lingüísticos (§ 3.3.1), o la enumeración, esta vez más pormenorizada que al final del
capítulo 1, de las principales lenguas amenazadas en la actualidad (§ 3.3.2).
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de las variedades de filiación coseriana (cf. López Serena 2006, 2013) –la de “Sistema,
norma y habla” es la única referencia bibliográfica que se incluye del maestro rumano,
de quien no se reproduce ninguna cita literal hasta la p. 200–, con conceptos como los
de elaboración (Ausbau) y distancia (Abstand) del ya mencionado Kloss (1967), junto
con algunas de las ideas de Koch y Oesterreicher (2007[1990]), Amorós consigue poner
de relieve la dinámica propia del espacio comunicativo que se configura en lo que
podríamos denominar cada comunidad de estándar, cuyos hablantes, por lo general no
monoestilísticos (p. 143), se mueven entre las variedades vernáculas y las variedades
cultivadas (p. 140). Con todo, el aprovechamiento que se hace de las propuestas de la
Lingüística de las variedades no llega a ser completo. Esto se aprecia,
fundamentalmente, en las referencias que se hacen a la situación lingüística de
Andalucía, que en trabajos como López Serena (2011, 2013) o Méndez García de
Paredes (2008) se han analizado desde el marco teórico preeminente en la Romanística
alemana, con escrupulosa evitación de formulaciones como la de que los andaluces se
hayan visto “forzados en su práctica profesional a renunciar a su vernáculo para imitar
la pronunciación prestigiada centro-septentrional de Castilla” (p. 138; la cursiva es
mía), que me parece una de las más desafortunadas del libro que se somete a examen en
estas páginas, y que es, además, contradictoria con asertos, muchos más felices, de la
propia Amorós, como el de que “la diferencia crucial entre el estándar y el resto de
variedades responde a su distinto tratamiento y elaboración funcional (Ausbau), que
tendrá también su correlato en el plano estructural (Abstand) y que se basa
fundamentalmente en el carácter de lengua escrita y codificada de las primeras” (pp.
147-148; la cursiva es mía), o el de que “el espacio funcional del estándar sigue siendo
el de la escrituralidad, puesto que, cuando el estándar se realiza oralmente, se concibe y
sigue mayoritariamente los patrones del código escrito” (p. 208) –de ahí que “[e]l mejor
exponente de est[e] [sea] la variedad escrita codificada, propia de situaciones formales,
que, cuando se realiza oralmente, está mucho más próxima a la variedad escrita que la
usada comúnmente por ‘los cultos’ en la conversación espontánea” (p. 209; la cursiva es
mía). Estos asertos que he calificado de felices habrían permitido decir que los
andaluces, en su práctica profesional, de acuerdo con el funcionamiento propio de la
dinámica entre inmediatez y distancia comunicativa, dan prioridad, no a su vernáculo,
sino a la variedad estándar, basada, no en la pronunciación centro-septentrional de
Castilla, sino en la que más se asemeja a la escritura y la codificación ortográfica de su
idioma (en este sentido, cf. ahora Méndez García de Paredes/Amorós 2018).
Por otro lado, tampoco parece integral la asimilación de las propuestas de la Lingüística
de las variedades de filiación coseriana en un momento específico del capítulo 5, sobre
el que luego abundaremos, en el que, en un contexto en que se está haciendo hincapié
en el carácter pluricéntrico de determinadas lenguas, y en la existencia, en algunas de
ellas, de asimetrías en forma de variedades dominantes, se dice sobre la existencia de
tales variedades dominantes que esta “se vincula, en lo diatópico (sic), a la presencia de
centros lingüísticos más o menos fuertes (o más o menos débiles)” (p. 194). El
problema, a este respecto, está, naturalmente, en el empleo del término diatópico. Y es
que, tal como ya expuso con acierto Wulf Oesterreicher, refiriéndose específicamente al
caso del español, las diferencias del español de América no pueden concebirse como
diferencias diatópicas con respecto al español de España:
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marcadas como diatópicas y que, por cierto, no deben ser descritas tampoco como
desviaciones diasistemáticas del estándar peninsular. Estos elementos conforman
[…] estándares regionales y estos se definen y se diferencian de lo diatópico antes
mencionado por dos características concepcionales:
En otro orden de cosas, y retomando el capítulo 4, extraña también otra formulación. Si,
tal como se sostenía en el capítulo 2, “[u]na disciplina que estudia la lengua en su
contexto social no puede desatender que los hablantes le (sic) otorgan a las lenguas un
carácter normativo” (pp. 57, 97) –de ahí que “[l]a solución contra los excesos
normativistas […] no [sea] reaccionar con el antiprescriptivismo radical, bajo la
consigna de la defensa del ejercicio de una moderna ciencia objetiva que descuida el
valor del lenguaje como hecho y producto social” (p. 82)– y si, como se reivindica
también en el propio capítulo 4, en relación con la glosodidáctica, “[d]esatender la
importancia que la sociedad misma le otorga a los estándares sería […] caer en un
flagrante error” (p. 172), no se entiende bien el “antiprescriptivismo radical” que parece
desprenderse de este otro aserto, a mi modo de ver tampoco especialmente acertado, de
este cuarto capítulo: “Es evidente que el proceso de estandarización está motivado por
razones de índole sociopolítica y económica, al perseguir una homogeneización ficticia
contraria a la evolución natural de las lenguas y al empleo que hacen de estas las
diversas comunidades lingüísticas” (p. 151), y que, en la medida en que, al poner el
acento en la homogeneización ficticia, olvida la característica de estabilidad flexible del
estándar, que se había resaltado en el capítulo 3 (p. 107), parece acuñado más como
introducción a la presentación de los modelos racionalista y romántico en la ideología
nacionalista que se hace a continuación (p. 155), y como antesala del epígrafe (§ 4.4)
dedicado a los agentes del proceso de estandarización (organismos de reglamentación
lingüística como las academias, legislaciones lingüísticas y educativas, medios de
comunicación, etc.) que como descripción ecuánime de cualquier proceso de
estandarización.
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El sexto y último capítulo, dedicado a “la concepción del español como lengua
pluricéntrica”, distribuye en cinco epígrafes de extensión heterogénea (§§ 6.1-6.5)
contenidos referidos a la historia externa del español, que se aborda en § 6.1, la historia
de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (§
6.2) y la reciente “transición académica hacia la oficialidad panhispánica y
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Tanto en estas como en otras cuestiones, por ejemplo la relacionada con el valor
económico del español, asunto que también se trata en este capítulo final, Amorós
rehúye la exposición imparcial y prefiere tomar siempre partido. Como seguramente se
habrá percibido ya, al hacerlo, descuella en su actitud una propensión por el justo
término medio. Si tomamos como ejemplo las referencias al lucro que obtienen, gracias
a la lengua española, las industrias editoriales, audiovisuales o lúdicas, veremos cómo la
autora de Las lenguas en la sociedad registra sin paliativos las denuncias efectuadas por
quienes rechazan la concepción utilitaria e instrumentalista del idioma que manifiesta su
valoración en términos de rentabilidad y productividad, sin que ello sea óbice para que
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Esto último nos deja ver a las claras que el lector universitario o el lector no especialista
que se acerque, debido a un interés personal por la vida social de las lenguas, a la
monografía publicada, hace apenas cuatro años, por Carla Amorós en Síntesis, va a
encontrar en este libro un utilísimo primer acercamiento –que es también, en todo
momento, un acercamiento comprometido– a la consideración de las lenguas como
vehículos de identidad, a la doble vertiente descriptivo-prescriptiva de la lingüística, a la
construcción histórica de los estándares y, en su caso, de los agentes de la
normativización de tales estándares, y a las paradojas con las que aún conviven, a día de
hoy, la Real Academia Española y todo el conjunto de academias miembros de la
Asociación de Academias de la Lengua Española
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A. López Serena. Reseña de Amorós, Carla. 2014. Las lenguas en la sociedad.
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S. Sánchez Moreano. Reseña de Palacios, Azucena. 2017. Variación y cambio lingüístico en situaciones de contacto
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A mi parecer, este último aspecto le permite a esta obra colectiva posicionarse de forma
pertinente e importante en los debates actuales sobre la variación y cambio lingüístico
en situaciones de contacto multilingües y heterogéneas. En efecto, hoy en día es
abundante la bibliografía sobre trabajos que se enfocan más en el uso que hacen los
hablantes de sus recursos lingüísticos heterogéneos en otros contextos de variación y
contacto (Chamoreau y Léglise 2013; Mondada, 2017; Meyerhoff 2013; Léglise 2013).
Palacios Alcaine lo hace explícito en la introducción de la obra (cfr. p. 7)
Para ilustrarlo, las autoras se basan por un lado en muestras de habla natural de
hablantes monolingües de la sierra ecuatoriana en las que se tiene en cuenta el contexto
discursivo donde se producen (reuniones familiares y conversaciones informales). Por
otro lado, las autoras disponen de 56 entrevistas con estudiantes ecuatorianos
escolarizados en Madrid que han vivido en España entre seis meses y seis años.
Además, completaron estas entrevistas con la elicitación de enunciados imperativos y
con búsquedas automáticas en los corpus CREA y CORDE2, y en la prensa escrita e
Internet.
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S. Sánchez Moreano. Reseña de Palacios, Azucena. 2017. Variación y cambio lingüístico en situaciones de contacto
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elección que hacen los hablantes de una u otra forma como la edad, el género, el nivel
educativo y socioeconómico, y el posicionamiento identitario.
Para el español, la autora documenta los usos del PCP con valores temporales,
epistémico-temporales, modales con funciones pragmáticas, evidenciales y mirativos,
aunque estos últimos, sugiere, pueden ser analizados también como evidenciales.
También, subraya que los usos evidenciales del PCP han sido ampliamente descritos en
los estudios del español en contacto con lenguas como el quichua y el aimara (Pfänder
y Palacios 2013; Hardman 1982; Escobar 1994; Laprade 1981) en la zona andina. Pero
no lo han sido tanto en las variedades del español amazónico. Es por esto que su trabajo
constituye una importante contribución para el estudio de la variación y el cambio
lingüístico en situaciones de contacto como las que se presentan en la Amazonía. En
efecto, los datos que presenta Jara en su estudio están constituidos por narrativas de
experiencias personales obtenidas a través de treinta entrevistas sociolingüísticas
recogidas en el 2004 en Iquitos. Corresponden por lo tanto a una variedad de español
amazónico poco descrita. Las personas entrevistadas, nos explica la autora, son
hablantes monolingües del español con diferentes grados de educación primaria y
secundaria y han vivido desde siempre en esa ciudad. Por lo general son vendedores
ambulantes, empleados de hogar y de limpieza, amas de casa, etc.
Siguiendo a Labov (1972), la autora identificó las estructuras narrativas en las que
aparecen 164 formas del PCP. Estas estructuras son: el compendio, la orientación, la
acción complicante, la resolución, la evaluación y la coda. El análisis cualitativo de las
ocurrencias encontradas le permitió a la autora identificar los usos prototípicos del PCP,
a saber, temporales, pero también, usos que expresan más bien un distanciamiento
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cognitivo. Asimismo, encontró usos similares a los del imperfecto y usos con un valor
continuativo con efectos en el presente. Así, según Jara, el uso del PCP en el EAP,
además de los usos temporales, implica la implementación de una distancia cognitiva
entre el hablante y el discurso. Es decir que el hablante percibe los eventos como
recuerdos distantes que implican “instancias lejanas que se ubican en un espacio
epistémico de remembranza, ilusión temporal o reconstrucción mental” (p. 71). Este
distanciamiento tiene una función pragmática y cognitiva en la narración, lo que le
permite al hablante posicionarse en un plano panorámico desde el cual accede a la
experiencia pasada. La incursión del PCP en el terreno del PP, explica la autora, es
frecuente en el habla oral y sugiere que el PCP ha encontrado un valor semántico
estable gracias a la sucesión de diversos procesos de reanálisis, que a su vez, hacen
parte de un proceso de gramaticalización más amplio.
Aunque estos usos pragmáticos del PCP han sido también observados en otras lenguas
europeas, la autora sugiere que en el español andino el posible impacto de las lenguas
amazónicas y del quichua en el español amazónico ha tenido consecuencias. En este
sentido, “la necesidad de los hablantes bilingües de expresar la fuente de la información
habría aprovechado ese rasgo inherente de distanciamiento temporal del PPC para
expresar la evidencia indirecta” (p. 72).
Así, la autora nos ofrece una visión general del funcionamiento del PPC comparándolo
con el PPS. Asegura que el PPC ha seguido procesos de gramaticalización en diferentes
variedades de español, ya observados en otras lenguas románicas, en las que puede
incurrir en el ámbito del PPS. Es decir que el PPC “ha ampliado aún más sus valores
extendiéndolos a contextos que corresponden a valores propios del aoristo, de eventos
pasados acabados en su totalidad y que no tienen relación con el presente, lo que
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Lo que resulta realmente innovador en los análisis de la autora es el rol indirecto que
puede tener el contacto con la lengua quechua. Así, los valores evidenciales y
validadores que expresa el PPC (y también del pluscuamperfecto como lo sugiere Jara
en la contribución precedente), aunque se hacen eco de las posibilidades de expresión
del quechua, son potenciados por el proceso de gramaticalización avanzado que
presenta sistema verbal del PPC en esta variedad de español. Dicho de otra manera, los
cambios se introducen a través de ventanas abiertas de la lengua española y no a través
de importaciones directas del quechua. En este sentido, los nuevos valores observados
en esta variedad de español se activan en función de la narración y de las necesidades
comunicativas de los hablantes.
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concordancia se vería así favorecida en casos en que la relación entre los núcleos del
sujeto es más íntima como en las relaciones de parentesco, en la expresión de ciertas
comidas típicas, danzas regionales, instituciones ligadas a la migración o los valores de
la comunidad.
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Para esto, el autor nos presenta primero un panorama sociolingüístico detallado sobre el
español del País Vasco y luego analiza una muestra individual de lo que él denomina
“español aprendido”. El País Vasco, nos explica el autor de manera interesante, es un
territorio donde se han desarrollado hablas romances propias, resultado de la conquista
romana y de la latinización, y hablas de formación más reciente producto del contacto
lingüístico intenso entre estas “hablas” y el español que se extendió por estos territorios
originalmente vascoparlantes” (p. 128). Según Camus Bergareche (2011, 2013), estas
variedades son por un lado el romance autóctono y, por otro, el romance importado
(propia de los monolingües castellanoparlantes) y el romance aprendido (habitual entre
la población rural vascoparlante). Ambas corresponden a un continuo de variedades de
castellano hablado en el País Vasco.
Los datos que analiza el autor corresponden a una muestra de habla proveniente del
corpus COSER (Fernández-Ordóñez 2005) que recoge muestras de habla de romance
aprendido. Por ser una variedad de contacto, esta variedad de español vascuence rural
parece tener muchísima variación lingüística asociada al contacto con el euskera. Sin
embargo, es sorprendente la descripción que hace de ella el autor en términos de
interferencias, errores, problemas, limitaciones, dominio precario, desviaciones, etc. En
la página 131, por ejemplo, el autor dice que esta variedad es una “interlengua
desarrollada en un contexto de aprendizaje informal” y que está “inevitablemente llena
de interferencias de la lengua de origen (…), el euskera”. A ella le atribuye
interferencias a nivel de vocabulario, de la fonética, o de la sintaxis la cual es
“fuertemente dependiente del euskera”.
Con respecto a la muestra que utiliza para ilustrar este último fenómeno, el autor explica
que se trata de solo una entrevista de una hora a un hablante que data del año 2000. El
hablante tenía 66 años en esa época. Era habitante de un área rural, trabajador agrícola
con una educación elemental. Al parecer, aprendió español durante su servicio militar
en Burgos, como muchos vascoparlantes. Dice el autor que su dominio del español es
“precario” aunque no tiene problema para comprenderlo. Cuando habla “se hacen
evidentes los problemas” e “incurre frecuentemente en errores o desviaciones
sintácticas”. En general, presenta “serios problemas en la identificación y conjugación
de los verbos pronominales del castellano, sin equivalente en euskera” (p. 133).
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El corpus de la zona vasca, al igual que el trabajo de Camus Bergareche, también fue
extraído de COSER y consta de entrevistas semi-dirigidas con hablantes de más de 60
años, habitantes de zonas rurales. La autora identificó 59 casos de duplicación de
objetos directos posverbales co-referenciales con un clítico, mientras que en el corpus
de comparación (español monolingüe de la zona centro-peninsular) identificó 66. Los
diferentes casos fueron clasificados siguiendo variables referenciales, de discurso y
cognitivas.
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asocia también con referentes nominales, pero con menor frecuencia. Estos son por lo
general inanimados, definidos e individuados.
La autora concluye que es posible que estemos asistiendo a una fase insipiente de
gramaticalización del acusativo en la variedad de español de la zona vasca. Este proceso
incipiente afectaría principalmente la jerarquía de la animación, en particular a
referentes humanos y animados. También habría avanzado por la definitud hasta los
sintagmas indefinidos y no-individuados en algunos casos.
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referente parece ser un cambio en progreso motivado por factores internos y externos,
los cuales interactúan notablemente.
Retomando el orden general del libro, encontramos la novena contribución, “Robó taxi
de una parada y chocó por una columna: una hipótesis explicativa sobre el empleo de la
preposición por en Paraguay”. Las autoras, Élodie Blestel y Rachel Fontanier
(Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3), proponen una explicación sobre
funcionamiento de la preposición por en el español paraguayo en contacto con el
guaraní fundamentándose en la lingüística del significante (Chevalier, Launay, y Molho
1986) y siguiendo un enfoque enactivo del lenguaje.
Las autoras intentan así demostrar las consecuencias de esta teoría en el estudio del
funcionamiento de la preposición por en un corpus de español paraguayo constituido de
enunciados de la prensa paraguaya en línea de los últimos diez años. Las ocurrencias
encontradas en el corpus fueron clasificadas en función del contexto discursivo y en
función del significado que la preposición tiene por sí sola.
Postulan que por tiene un significado común y único en todos sus contextos discursivos,
sean estos normativos o no normativos, y que encaja con los empleos normativos del
español estándar y con los empleos observados en la variedad de español paraguayo.
Así, los empleos no normativos de por no evidencian una mera traducción de los
morfemas guaraníes –rehe/-re y rupi-. En efecto, la variación proviene del hecho de que
por aparece en contextos discursivos que implican la conceptualización del alcance de
un límite cuando justamente la preposición no lleva esta “limitación” en su significado.
A su vez, el alcance del límite viene implicado por el contexto semántico-sintáctico de
por. En consecuencia, por permite relacionar dos entidades de forma dinámica, como lo
hacen los fonemas –rehe/-re y rupi que relacionan entidades que no están relacionadas
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 439-456
Sin embargo, el autor no se limita a proponer un análisis cuantitativo, sino que propone
un análisis cualitativo que resulta ser “mucho más esclarecedor e informativo de los
cambios e innovaciones, así como de los factores que inciden en la aparición de una u
otra construcción”. Este análisis cualitativo, le permite afirmar que la variación de las
formas de tratamiento no está determinada por las características sociales del
interlocutor, ni por el contexto comunicativo, ni por las estrategias de tipo pragmático.
Más bien, la variación es posible gracias a la inestabilidad y extrema variabilidad del
sistema gramatical, el de las formas de tratamiento, que se encuentra en proceso de
cambio en el español de Costa Rica y el de los malecus. Así, el “ustedvoseo” emerge en
medio de este sistema como una “innovación de causación múltiple” y se ve reforzado
por el contacto con la gramática del malecu. De acuerdo con el autor, el fenómeno solo
ha sido observado de manera similar en el español de Santiago del Estero (Argentina) y
eventualmente en Chiapas (México). Con todo, la comparación, desde una perspectiva
panhispánica podría conducir también a la región andina del sur de Colombia donde el
fenómeno también se puede observar en el español andino.
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 439-456
Patzelt propone también ejemplos de usos situacionales que muestran cómo los
hablantes utilizan sus diversos recursos lingüísticos del francés, del portugués y del
saamaka para expresar una indexicalidad social de asimilación a diferentes grupos con
los que interactúan los hablantes. En esta misma perspectiva, la autora muestra cómo,
en el caso de las interacciones entre hispanohablantes y lusófonos en Cayena, se crean
nuevas comunidades de hablantes que remiten a una identidad común: la del migrante
iberoamericano.
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S. Sánchez Moreano. Reseña de Palacios, Azucena. 2017. Variación y cambio lingüístico en situaciones de contacto
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 439-456
dice, no se debe limitar al estudio de las estructuras lingüísticas en contacto, sino que se
debe expandir al estudio de los contextos sociolingüísticos en los que se usan dichas
estructuras. Así, los análisis deben ser pluridimensionales y deben tener en cuenta los
recursos lingüísticos diversificados que tienen los hablantes y que activan en la
interacción. A mi parecer, la autora se alinea con perspectivas similares abordadas en la
literatura (Chamoreau y Léglise 2012; Léglise 2013, 2017; Léglise y Sánchez Moreano
2018; Léglise y Migge 2010; Busch 2012) en los últimos años en el marco del estudio
de los fenómenos de variación y cambio lingüístico en situaciones de contacto
multilingüe.
Por otro lado, el autor discute la noción de regímenes lingüísticos en relación con las
ecologías monolingües y multilingües. Afirma que en las ecologías multilingües, estos
permiten una mayor plasticidad comunicativa gracias a la diversidad de recursos
lingüísticos de los hablantes y que, por el contrario, en las ecologías monolingües, por
la rigidez de los regímenes, las capacidades multilingües de los hablantes son vistas
como competencias truncadas, lo que a su vez viene a cuestionar el estatus del hablante
“nativo”. En efecto, afirma el autor, en situaciones de migración como las que ocurren
en Europa y Estados Unidos con la llegada de africanos, asiáticos y latinoamericanos,
“lo que se espera […] es el incremento de la diversidad lingüística en la forma de
variedades novedosas e incluso de nuevos códigos” (p. 264) como se observa en las
ecologías multilingües. Sin embargo, esto no es lo que sucede debido al peso de los
regímenes lingüísticos dominantes en Europa y Estados Unidos, que tienden al
monolingüismo. En estos contextos se observa ampliamente fenómenos de variación
lingüística, pero no la emergencia de nuevos códigos. Es así como se crean dinámicas
comunicativas que pueden favorecer al mismo tiempo la diversificación lingüística y la
acomodación lingüística. Sin embargo, los discursos dominantes sobre el aprendizaje de
lenguas y su uso en ecologías monolingües y la misma acomodación comunicativa
constriñe fuertemente la diversidad lingüística.
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Por último, la décimo tercera contribución es un estudio de caso propuesto por Klaus
Zimmermann (Universität Bremen). Este se titula “Construcción de identidad y
problemas de mutuo entendimiento en un encuentro intercultural entre maestros
indígenas y expertos lingüísticos (México): para la inclusión del análisis crítico del
discurso (ACD) en la planificación lingüística”. Se trata de un análisis desde el discurso
crítico de un encuentro intercultural entre profesores indígenas y expertos lingüistas en
México que tenía por objetivo encontrar soluciones a los problemas de estandarización
de lenguas indígenas. A través del ACD se busca identificar los conflictos,
malentendidos, prejuicios e ideologías preexistentes en el marco de dicho encuentro.
En su análisis, el autor identificó los cinco aspectos más conflictivos del encuentro.
Estos son la denominación adecuada de los pueblos indígenas, la presuposición de
irracionalidad de los pueblos indígenas, la planificación lingüística como imposición
desde el exterior, el respeto por parte de la sociedad mestiza hacia los “indios”, y la
exclusión/inclusión que presupone el uso del pronombre “nosotros”.
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 439-456
Notas
1
Estos proyectos han sido parcialmente financiados por el Ministerio de Economía y
Competitividad/Fondo Europeo de Desarrollo Regional (ref. FFI2012-31702 y FFI2015-67034-P,
MINECO/FEDER).
2
CREA: <http://corpus.rae.es/creanet.html>; CORDE: <http://corpus.rae.es/cordenet.html>.
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A. Narbona Jiménez. Reseña de López, Ángel. 2018. Prolegómenos a un estudio de la variación lingüística
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 457-462
El lector haría bien en empezar por las palabras con que se cierra el Epílogo: “cualquier
engarce entre lo biológico y lo cultural que no pase por el lenguaje estará mal
fundamentado […]. La consiliencia entre ciencias naturales y ciencias humanas se
fundamentará en el estudio de la variación lingüística o no se alcanzará jamás. Es el
reto al que se enfrenta la lingüística del siglo XXI y al que este libro ha querido
contribuir modestamente”. Me parece el mejor aviso para quien se adentre en un texto
no extenso, pero sí intenso y denso, como la mayor parte de los escritos de Ángel López
(Á. L.). Aunque no se conozca a fondo la bibliografía que va apareciendo en las notas
(no recogida al final), la habilidad del autor para convertir en obvio lo que no lo es –o
no tanto– facilita la comprensión del contenido del libro. Así, por ejemplo, tras recordar
(en el capítulo 6: “El signo asimétrico y la variación”) que “los dos planos, el
significante y el significado, no se conciben como dos caras de una misma moneda”,
pues “el primero tiene existencia independiente, mientras que el segundo sólo existe en
la medida en que lo soporta el primero”, poco menos que se disculpa: “esto es tan
evidente que casi parece increíble que no se advierta de inmediato” (p. 81).
He de aclarar, ante todo, que, pese a lo que parece deducirse de las advertencias que
figuran en los capítulos 1 (“basado en mi contribución a…”), 10 (“reproduzco
parcialmente mi trabajo…”), 12 (“reproduce en parte mi trabajo…”), 13 (“me baso en
las ideas expuestas en…”) y 14 (“recojo ideas expuestas en…”), nadie debería darlos
por ya leídos. Es aquí donde recobran su cabal y pleno sentido.
Unas palabras sobre el título. Con ser la lingüística de la variación la única que no
necesita justificación (a diferencia de cualquiera de los modelos situados en los
paradigmas estructurales), Á. L. es consciente de que aún estamos en los prolegómenos,
esto es, en la búsqueda de sus fundamentos generales, y de que ninguno de los
problemas está resuelto. Acotarlos es la primera condición para solucionarlos. Así que,
por más que la obra arranque con un capítulo dedicado a “La lingüística variacionista
entre las ciencias del lenguaje”, el objetivo no es tanto presentar lo logrado como llamar
la atención sobre lo (mucho) que falta por hacer, y llamar la atención acerca de la
dificultad para conseguirlo. De hecho, no pasa de proponer las bases de un (no el)
estudio (que no teoría) de la variación, situado más en la perspectiva del productor que
en la descodificadora del consumidor. No cree que los especialistas deban decantarse
por la lingüística interna o por la externa, y, mucho menos que esta última haya de
ocuparse sólo “de la periferia del lenguaje”.
Á. L. sabe mejor que nadie que es ineludible plantearse previamente una vez más –y las
que haga falta– “el objeto de la lingüística” (Cap. 2), la relación entre los datos y la(s)
teorías(s), cuestión que, pese a los numerosos intentos –especialmente desde que hace
cien años F. de Saussure se percató de las dificultades–, no considero resuelta, e ignoro
si llegará a o puede resolverse. Según Á. L., formalistas (con su pretensión de alcanzar
una especie de gramática innata universal) y funcionalistas (que prefieren centrarse en
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 457-462
las lenguas como únicas realidades tangibles), aparte de ser incompatibles, no han
aclarado gran cosa. Y así seguiremos, mientras se siga afirmando “que la langue es un
objeto tan concreto como la parole”, cuando, en realidad, la primera “pertenece al
terreno de las hipótesis” y no hay más hechos(¿para qué sirve situar los de la lengua
entre los psicológicos?) que los de la segunda (p. 30). Tiene razón también en algo que
me parece aún más relevante: “ni el estructuralismo saussureano ni el generativismo
chomskiano suministran instrumentos adecuados para enfrentar la realidad
incuestionable de la variación lingüística” (p. 36). Sí, ya sé que esto se ha dicho hasta la
saciedad, pero no siempre la repetición consigue que lo obvio se imponga. Ni siquiera
las propuestas de E. Coseriu, quien “plantea el problema en términos realistas de
estricto sentido común” (p. 38), han calado en todas las mentes ¿Se puede hacer algo
más, o algo distinto? En mi opinión, sí, y se ha hecho, a partir precisamente de las ideas
del genial lingüista rumano, por parte de P. Koch y W. Oesterreicher (ambos ya
desaparecidos), cuya visión de las variedades de uso como pertenecientes a la escala
única que va desde la zona de la inmediatez o proximidad comunicativa hasta el
extremo en que se ubican las variedades propias de la máxima distancia, constituye, me
parece, un planteamiento plausible. Y no cerrado, pues permite su explotación, como la
llevada a cabo recientemente por Santiago del Rey Quesada (2018) en “Lo marcado y lo
no marcado en la cadena de variedades: apuntes para una nueva propuesta” (en K.
Grübl, T. Gruber, K. Jacob y Th. Scharinger, eds.: Was bleibt von kommunikativer Nähe
und Distanz? Tübingen: Narr, ScriptOralia) ¿Por qué no alude Á. L. –por cierto, la
versión española de Lengua hablada en la Romania: español, francés, italiano, citada
en la n. 132, se debe a Araceli López Serena– a los esfuerzos de los dos filólogos
alemanes hasta el capítulo 11 (“Dominios variacionales”)? Quiero pensar que
precisamente porque prefiere remover primero lo dicho acerca del objeto de la
disciplina.
Se abre el capítulo 3 (“Los datos y la dualidad funcional del lenguaje”) con la confesión
de que “sería ingenuo pretender que Saussure y Chomsky ignoraban que el elemento
mensurable del lenguaje consiste en una serie de expresiones que surgen en otros tantos
actos de habla, es decir, que los datos fundamentales de la lingüística sólo los puede
proporcionar el discurso” (p. 41), a la que sigue una hipótesis nada descaminada: “habrá
que interpretar la tendencia al idealismo y a la abstracción de ambos lingüistas como el
rechazo de un realismo mal entendido que los dos intentan superar” (p. 41). A Chomsky
le dedica un par de páginas (42-43), para terminar recordando que “olvidó que el sujeto
del habla es un hablante-oyente, edificando el mito [sic] del ´hablante nativo ideal´, a
pesar de que, si algo caracteriza a una lengua, es el amplio fondo compartido por sus
oyentes, nunca lo poco que tienen en común los hablantes en cuanto tales”. Y continúa:
“Si [Chomsky] hubiera partido de los datos del hablante, nunca habría basado sus
argumentos en frases extravagantes de su propia invención y que nunca han dicho los
anglohablantes” (p. 45). Más atención presta a Saussure, algunos de cuyos textos
durante mucho tiempo sin publicar le llevan a decir que “aunque no llega a postular una
lingüística de la enunciación”, es fácil deducir que, para él, “hablante y oyente no se
oponen de forma equilibrada y simétrica, sino desequilibrada y asimétrica” (p. 49). Que
la “función hablante” es “sobre todo comunicativa” y la “función oyente” es
“básicamente cognitiva” puede no ser novedoso, pero como “no es habitual que las
escuelas lingüísticas se apliquen a su objeto de estudio considerando ambos aspectos a
la vez”, hace bien Á. L. en insistir en que “la interacción comunicativa no es un simple
eslabón intermedio en el proceso hermenéutico, sino el punto de partida”. Eso sí, “es
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 457-462
une langue donnée et, d´un autre côté, des catégories invariantes que nous retrouverions
à travers les langues ») con que cierra el capítulo, podrían agregarse muchas más.
Ya he dicho que el objetivo de este libro es mostrar que el estudio de la variación, “el
mayor reto al que se enfrenta la lingüística del siglo XXI” (p. 198), ha de tener una
fundamentación neurológica. De ello trata específicamente en el capítulo 7, en el que
los obstáculos se agolpan, pues, “ningún lingüista se atreve a prescindir de la base
neurológica de su objeto” de descripción, pero la verdad es que seguimos sin saber
cómo funciona el cerebro. Por ello, y porque la propia biolingüística continúa situando
la variación fuera de su campo (pertenece al mundo cultural y social), la confusión es
notable. No todo, sin embargo, es oscuridad. Los experimentos relativos al
metalenguaje a que se refiere en este capítulo (uno de los pocos que exigen un esfuerzo
adicional a quienes no estamos familiarizados con ellos) nos permiten decir que “la
conciencia metalingüística puede sustentarse neurológicamente en cualquier ámbito y
que los fenómenos de variación ocurren con pleno conocimiento de los usuarios” (p.
99), y que las actitudes lingüísticas requieren para manifestarse una situación
variacional de sentidos o morfemas equifuncionales entre los que el hablante puede
elegir en función de los efectos sociales que desea alcanzar. Igualmente pertinente es
recordar que la perspectiva mentalista, no la conductista, es la que puede proporcionar
explicaciones, y también llevarnos a superar la dicotomía sistema/uso, dado que todos
los hechos son opciones mentales (que en última instancia se resuelven en redes
neurológicas) determinadas por el contexto” (p. 101). Si no me equivoco, es la primera
vez –justo en el ecuador de la obra– que aparece este término. Y como en tal noción
radica el mayor impedimento que debe superar el lingüista, a “La lengua y el mundo”
dedica el capítulo 8, antes de centrarse en el resto de la obra en “los avatares de la
variación”. En nuestras cogniciones, al pasar a ser compartidas socialmente, se
producen distorsiones, fuente de la variación.
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de manera inevitable” (p. 125). Y se llega, en el capítulo 11, al asunto crucial, el de los
“Dominios variacionales”. El nombre de E. Coseriu vuelve a hacerse presente a la hora
de determinar los ejes que nos ayudan a repartir y discriminar las diferencias, y la
iluminadora claridad expositiva de Á. L. se acentúa al fijarse –de la mano de los
hispanistas alemanes P. Koch y W. Oesterreicher– en una de ellas, que de ningún modo
puede contemplarse como dicotómica, “el continuo que va de lo hablado a lo escrito”,
ya que “una cosa es el medio de manifestación (fónico o gráfico) y otra, la concepción
textual. Y, cómo no, lo hace también críticamente, al tratar de explicar la contradicción
en la aceptación de que “un texto puede ser inmediato y distante, o cercano pero no
mediato” a la vez. Prefiere ver en la gradualidad oralidad–escritura, no tanto “un vector
de mediatez-distancia, como uno difuso con dos ramas, que idealmente coinciden, pero
que pueden divergir hasta cierto punto” (p. 137). No está muy distante esta idea de la
interesante propuesta ya citada de S. del Rey.
Personalmente, haría una matización a propósito de su modo de ilustrar uno de los ejes
que ayudan a repartir las modalidades de uso de una lengua. Es verdad que los límites
entre dialectos no pueden ser trazados sobre la base de los haces de isoglosas, pero
“hacerse cargo de la percepción de cada hablante” [¿por qué siente –se pregunta– un
castellano de Soria (que no sesea) mucho más cercana el habla de un murciano de Lorca
(con seseo) que la de un andaluz de Sevilla?] no me parece que esté al alcance del
lingüista. Y, de hecho, así parece insinuarlo el propio Á. L. al cerrar el capítulo y, sobre
todo, a lo largo del siguiente, el 12 (“Lengua y dialecto”), que reproduce en parte un
escrito de 1998 titulado “La concepción de lengua y de dialecto a la luz de la teoría de
prototipos”. Su cautela aflora a cada paso en un asunto imposible de dilucidar al gusto
de todos, entre otras razones, por lo “resbaladiza” que resulta cualquier definición del
concepto de prestigio (p. 153). El carácter difuso de esta noción se refleja en que ni
siquiera hay coincidencia a la hora de tomar como prototípicas determinadas variedades
tenidas por prestigiosas, o cuando se quiere determinar la (des)estimación social de las
no prototípicas. No creo que se pueda ir mucho más allá de su conclusión: “los
conceptos de lengua y dialecto no son ni prescindibles ni caprichosos; hunden sus
raíces en nuestra forma de concebir el mundo y cualquier teoría lingüística que no sea
capaz de conceder a la lengua el valor prototípico que la caracteriza estará
irremediablemente inconclusa” (p. 159). Á. L., que ha publicado El rumor de los
desarraigados: conflicto de lenguas en la Península Ibérica, Un sueño plurilingüe para
España o Espala contra el Estado, entre otros libros, sabe muy bien que “cuando las
sociedades humanas se definen por sus lenguas existe la tendencia a primar la
diversidad sobre la unidad. Pero el nacionalismo no es la única fuerza que mueve la
historia. Vivimos en plena euforia del descubrimiento de la transversalidad. Frente a las
relaciones INTER (inter-individuales, inter-grupales, inter-nacionales), este comienzo
del siglo XXI está marcado por las relaciones TRANS, una nueva manera de encarar el
conocimiento, de la que se seguirán –se presume– consecuencias imprevisibles” (p.
163). Las paginas que siguen, de tanto interés para los lingüistas como para los que no
lo son, han de ser leídas sin la mediación de glosa alguna.
Se llega así a los dos capítulos finales (el 13, “Variación y niveles lingüísticos”, y el 14,
“Prototipos variacionistas”), que casi podrían fundirse en uno solo. El primero
constituye un esfuerzo extraordinario para poner orden dentro del marco conceptual en
que menos ha cambiado la lingüística, el de su compartimentación modular, y lo ilustra,
además, con la lengua española. No habla, por ejemplo, de una Fonología, sino de tres
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A. Narbona Jiménez. Reseña de López, Ángel. 2018. Prolegómenos a un estudio de la variación lingüística
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L. Ochoa. Reseña de Morimoto, Yuko. 2017. El aspecto léxico: delimitación (2ª ed.)
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 463-469
El libro que nos ocupa es una segunda edición de una obra escrita por la Prof. Yuko
Morimoto, profesora e investigadora en Lingüística Teórica, Gramática Española y
Teoría del Léxico de la Universidad Carlos III de Madrid, y editada, por primera vez, en
1998. Este libro ha resultado una valiosa contribución a la explicación del fenómeno de
la aspectualidad y se ha constituido en una obra de referencia tal como se evidencia en
el hecho de que es citado en varias investigaciones posteriores, como p. ej., Marín
Gálvez (2000), Resnik (2011), Kornfeld (2014) o Martínez Atienza (2017).
Si bien existe un acuerdo respecto de que la definición del término ‛aspecto’ incluye un
amplio conjunto de informaciones relacionadas con el modo en que tiene lugar un
evento (de Miguel, 1999), el estudio de la aspectualidad involucra discusiones respecto
de la relación entre los niveles morfológico, léxico, sintáctico, semántico, pragmático y
discursivo. En estas discusiones, entran en juego las relaciones entre aspecto
morfológico y aspecto léxico o modo de acción y, especialmente la concepción de este
último.
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L. Ochoa. Reseña de Morimoto, Yuko. 2017. El aspecto léxico: delimitación (2ª ed.)
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 463-469
En el final del capítulo analiza las consecuencias del aspecto léxico de los verbos con
base en las características semánticas y requerimientos sintácticos de sustantivos y
adjetivos derivados. La autora demuestra que las nominalizaciones deverbales heredan
las restricciones aspectuales que imponen los verbos a la aparición de complementos
temporales. Por otra parte, propone que los adjetivos derivados de verbos permiten unan
interpretación perfectiva cuando se basan en una raíz verbal que se refiere a una acción
o proceso que desemboca en un estado resultativo. Esta observación permite reconocer
la existencia de un grupo de adjetivos, que mantienen el aspecto perfectivo del verbo del
que se derivan, como p. ej., lleno, seco, vacío o limpio. Estos adjetivos se asemejan a los
participios pasivos –del mismo tipo de verbos– por dos razones: por un lado, denotan el
resultado de una acción o proceso; por otro, pueden aparecer en contextos donde se
pueden emplear participios, pero no otro tipo de adjetivos. Pueden, por ejemplo, ser
predicados de oraciones copulativas con el verbo estar, como en el caso de estar
{vaciado / vacío / *inteligente} o combinarse con expresiones aspectuales como una vez
y ya: una vez {vaciado / vacío / *inteligente} entre otros contextos. Estas dos
características permiten, por lo tanto, distinguir este tipo de adjetivos de otros que no se
derivan de bases verbales.
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L. Ochoa. Reseña de Morimoto, Yuko. 2017. El aspecto léxico: delimitación (2ª ed.)
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 463-469
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L. Ochoa. Reseña de Morimoto, Yuko. 2017. El aspecto léxico: delimitación (2ª ed.)
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 463-469
Los argumentos afectados son “aquellos que, seleccionados por verbos que implican un
cambio, representan el objeto que sufre el cambio central del evento expresado por
dichos verbos” (pág. 38), por lo general son aquellos identificados con los papeles
temáticos paciente y tema, como en beber café o planchar una camisa. Reconoce dos
tipos de verbos que seleccionan argumentos de esta clase: los que expresan un cambio
que afecta la existencia o integridad del objeto completo, María comió cinco pastelitos,
y los que denotan el cambio de una determinada propiedad del objeto, Juan limpia la
habitación.
A partir del reconocimiento de los tipos de afectación que sufre el objeto referido por el
argumento subcategorizado, la autora distingue dos tipos de predicado: los de
consumición, creación y destrucción, por un lado, y los de cambio de estadopor otro.
En el caso de los primeros, los argumentos sufren una afectación que se corresponde
con la progresión temporal del evento; de este modo, el evento llega a su punto final,
cuando el argumento queda afectado por completo, como en los casos de comer una
tarta (en un día), construir una casa (en un año), destruir la ciudad (en dos horas). Por
su parte, la medida del progreso de los eventos referidos por verbos de cambio de estado
está dada por el grado de cambio sufrido por el argumento afectado en lo que respecta a
una propiedad en particular, la propiedad que surge como resultado del cambio. El
evento llega a su fin cuando el argumento ha adquirido completamente o en cierto grado
dicha propiedad: planchar una camisa (en diez minutos), congelarse el lago (en una
hora).
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L. Ochoa. Reseña de Morimoto, Yuko. 2017. El aspecto léxico: delimitación (2ª ed.)
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 463-469
Por otra parte, los argumentos de trayectoria son seleccionados por verbos que denotan
eventos de desplazamiento. La autora demuestra, asimismo, que esta noción se refiere
no sólo al sentido espacial, como en El tren llegó a Madrid (en dos horas), sino también
a trayectorias de desplazamientos no espaciales, p. ej., Recitó una poesía (en diez
minutos).
Finalmente, el libro presenta una sección de ejercicios, que sirven al lector para poner
en práctica los conceptos centrales de la obra y consolidan su función didáctica. Esta
breve sección está compuesta por cuatro actividades, en las que se propone aplicar las
categorías tratadas en el libro en el análisis de casos concretos. A continuación, se
presentan las respuestas a los ejercicios y se ofrecen comentarios, que aportan
explicaciones relacionados con posibles dudas y dificultades.
Considerando que el libro está pensado como una introducción al tema, la lista de
referencias bibliográficas resulta un punto de partida útil para las lectoras/es
interesadas/os en el tema, a pesar de que la lista de referencias bibliográfica es la de la
primera edición y, por lo tanto, no incluye datos de obras posteriores a 1998. Incluir
referencias bibliográficas que dieran cuenta de los avances en las investigaciones sobre
el tema hubiese sido un aporte valioso, cuya ausencia se hace sentir. Puesto que desde
su primera publicación este libro se ha convertido una obra de referencia esencial en el
tema, resulta curioso que la nueva edición no incluya una sección en la que se presenten
actualizaciones respecto de los avances teóricos que ha habido en estos años respecto
del tema en cuestión.
La autora propone un recorrido que se inicia en una presentación del tema desde las
definiciones esenciales y llega a desarrollos y propuestas teóricas originales. En lo que
respecta al planteamiento teórico, se mantiene en un plano que le permite relacionar
fenómenos sintácticos y semánticos. Si bien en más de una ocasión, la autora reconoce
que diversos factores discursivos inciden en las construcciones e interpretaciones de
significados, los datos y análisis se concentran principalmente en las formas y
significados de oraciones. En suma, el libro presenta un trabajo ordenado y con
explicaciones, análisis y fundamentaciones consistentes. Las exposiciones son de tal
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 463-469
calidad que el libro consigue presentar con claridad los aspectos fundamentales sobre el
aspecto léxico en español. No obstante, no se limita a una función únicamente
didáctica, sino que además aporta análisis, reflexiones y evidencias útiles para lingüistas
e investigadores.
Referencias bibliográficas
Martínez-Atienza, María. 2017. Confusiones frecuentes relativas al aspecto gramatical y
al aspecto léxico. Revista de Investigación Lingüística 20: 179-193.
De Miguel, Elena. 1999. El aspecto léxico. En I. Bosque y V. Demonte, eds. Gramática
descriptiva de la Lengua Española. Madrid: Espasa Calpe, págs. 2977-3060.
Kornfeld, Laura. 2014. Adjetivos derivados y cuantificación: la herencia de rasgos
aspectuales en español. Revista Española de Lingüística 39.2: 153-176. Disponible en
<http://sel.edu.es/rsel/index.php/revista/article/view/67/66>.
Marín Gálvez, Rafael. 2000. El componente aspectual de la predicación. Tesis doctoral.
Universitat Autònoma de Barcelona.
Nowikow, Wiaczeslaw. 2003. Acerca de las relaciones entre el aspecto y el modo
accional desde una perspectiva tipológico-comparada. Language Design. Journal of
Theoretical and Experimental Linguistics 5: 51-66. Disponible en
<http://elies.rediris.es/Language_Design/LD5/nowikow.pdf>.
Ramírez, Silvia. 2009. Aspectualidad y semántica argumentativa. Estativos puros y
estativos delimitados. El caso de los predicados de ser/estar y saber/conocer. Tesis
doctoral, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. Disponible en
<http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/1597>.
Resnik, Gabriela. 2011. Los nombres eventivos no deverbales en español. Tesis
doctoral. Universitat Pompeu Fabra. Disponible en
<https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/22647/tgr.pdf?sequence=1&isAllowed
=y>.
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A. Alvarez. Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as Dialogue. A Latin American Perspective
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 471-477
En este libro, que forma parte de la colección Cultural Discourse Studies de la editorial
Routledge, Adriana Bolívar se centra en la cultura política latinoamericana, e introduce
una forma innovadora de ver y analizar el discurso político para explicar el colapso de
la democracia representativa venezolana. En su opinión, en los estudios del discurso
cultural (Shi-xu 2015), es fundamental prestar atención a las culturas locales con una
perspectiva global, para garantizar y promover el diálogo y el debate en el mundo.
Bolívar desplaza la mirada desde el texto en contexto y sus representaciones, como es el
caso en los estudios de discurso crítico, hacia las personas en los eventos (Bolívar
2010). La atención se centra entonces en la función interpersonal del lenguaje y lleva al
lector, acostumbrado a una descripción más bien estática del discurso, hacia una
percepción más dinámica, la del diálogo. Por lo tanto, el énfasis está en el análisis de los
diálogos reales entre los participantes, como personas que tienen roles y
responsabilidades políticas.
Un punto central de la obra es el interés de la autora por el estudio del cambio político a
una escala mayor, lo que implica captar los signos de cambio en los textos mismos, y
también los cambios en el diálogo en la dimensión diacrónica, sin perder de vista la
sincrónica. Esto la lleva a un análisis exhaustivo de la desinstitucionalización de la
democracia después de la victoria de Chávez en Venezuela en 1998.
El libro de Adriana Bolívar analiza el discurso político como un diálogo a todos los
niveles, entre los actores políticos internos y, a nivel internacional, entre los jefes de
estado. Encuentra diálogos “interpretados”, “informados”, “mediados”, “representados”
y “ocupados”. Aunque se concentra en los eventos que llevaron al debilitamiento de las
instituciones en Venezuela, después de Chávez hasta el presente, en mi opinión, su
propuesta como forma de análisis puede ser aplicable al género del discurso político en
general. La autora argumenta que el estudio de las culturas políticas es esencial para
entender los cambios en las democracias, que a su vez dependen de la actitud favorable
o no al diálogo entre los líderes de las naciones. De ahí, la importancia que asigna al
estudio de las experiencias populistas en su contexto cultural, especialmente, en la
creciente presencia en el mundo de líderes autoritarios. El libro muestra cómo el
concepto de democracia y el papel del “pueblo” en Venezuela está marcado por una
historia de dominación, una economía basada en el petróleo, el populismo y el culto a la
personalidad. La fuerte conexión emocional entre el líder-benefactor y el pueblo-
beneficiario se basa precisamente en ese contexto histórico-cultural.
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A. Alvarez. Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as Dialogue. A Latin American Perspective
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 471-477
Hay dos cosas que vale la pena notar en la Introducción. Primero, el recuento de los
estudios del discurso crítico en América Latina (pp. 14-15), que saca a la superficie
algunas de las contribuciones teóricas de los investigadores latinoamericanos críticos, y
segundo, la propuesta de incluir el diálogo como otro concepto a revisar en los estudios
del discurso crítico (pp. 17-18). Bolívar afirma que al diálogo como comunicación no se
le ha prestado la atención que se merece, ya que se concibe como utópico o implícito (p.
19), y aboga por “la necesidad de centrarse en el diálogo entre actores reales en una
dimensión social y política”, y sobre “diálogos en lugar de sobre ‘lenguaje en uso’ en la
dimensión discurso-lingüística” (p. 20). Se compromete con la crítica social, y reconoce
la influencia en su obra de Paulo Freire, el filósofo y educador brasileño.
Con respecto al diálogo como condición para la democracia, Bolívar desplaza la vista
hacia el respeto como una actitud moral en el diálogo, que ella explica en palabras de
Dascal (p. 31) como “inseparable de lo tratado en el diálogo” y en la creencia de que los
interlocutores tienen “algo que decir el uno al otro y que este algo es valioso”. Este es
un tema clave porque la mayor parte del libro trata de cómo los participantes entienden
y negocian el respeto en la práctica política. En relación con esta definición de diálogo,
Bolívar llama la atención sobre el hecho de que los analistas fundacionales del discurso
crítico –van Dijk, Wodak y Chilton– dan por sentado o implícito el diálogo. Ella se une
a la crítica (principalmente contra van Dijk y Wodak) con respecto al hecho de que, si
bien estos investigadores ven el discurso político como una forma de acción política,
sus análisis reales se centran en las diferencias en “las representaciones de nosotros y
ellos” (p. 31). En cambio, presta atención detallada a la definición de diálogo de
Fairclough y muestra cómo lo relaciona con la democracia, pero sostiene que, en
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A. Alvarez. Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as Dialogue. A Latin American Perspective
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 471-477
opinión de ese autor, el diálogo sigue siendo utópico, por lo cual presta poca atención a
su papel en el cambio político.
En cuanto a la tercera definición de diálogo, “el amor por el pueblo”, Bolívar dirige
nuestra atención a los usos estratégicos de un diálogo fragmentado que se opone al amor
por el pueblo (como una entidad homogénea) y al odio por los que no siguen al líder; de
ahí la importancia de la afectividad sobre la racionalidad en esta estrategia legitimadora,
que convierte el diálogo en una poderosa fuerza moral. Así, el líder populista se
presenta como salvador, y a su pueblo como amado y protegido por él, en el sentido de
que satisface sus necesidades y lo defiende de sus enemigos, que se supone que no lo
quieren ni les interesa el diálogo “real”. En el imaginario populista venezolano, el líder
escucha a sus seguidores, les da regalos, habla por ellos, y adopta el papel de protector y
vengador.
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 471-477
Bolívar también presta atención a los juramentos de oficio de Nicolás Maduro, como
presidente interino y constitucional, juramentado por Diosdado Cabello, presidente de la
Asamblea Nacional. En ambos casos, los juramentos de Maduro hicieron evidente la
sacralización de Chávez como el “comandante eterno” y acentuaron el fin último de la
revolución, es decir, la máxima felicidad del pueblo.
En este capítulo, Bolívar muestra la relación íntima entre los cambios en el género
discursivo y el cambio político. El diálogo institucional característico de la democracia
se convirtió en una conversación entre amigos del mismo partido político. Ella muestra
cómo, con los cambios discursivos, todo se transformó: la relación afectiva entre los
interlocutores que participan en el juramento, su estructura interna, las palabras dichas,
el contenido que ahora cobijaba los ideales asumidos de Simón Bolívar y el
pensamiento de Chávez, y el propósito, que se convirtió en un compromiso político con
un sector. Es probable que los juramentos se tomen por sentado en las democracias,
pero este capítulo resalta la importancia de prestar atención a las palabras rituales
pronunciadas en diferentes ocasiones, porque los cambios en el lenguaje reflejan
cambios que acarrean consecuencias institucionales, políticas y sociales.
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A. Alvarez. Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as Dialogue. A Latin American Perspective
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 471-477
Uso intensivo de la conexión negativa con el enemigo; 6. Insultar a otros para que los
ridiculicen, los humillen y los destruyan; 7. Ignorar al otro, en su opinión, una de las
estrategias más perjudiciales para el diálogo.
Los insultos, para Bolívar, además de tener una función social tienen una función
política con efectos cognitivos y emocionales. Según sus hallazgos, los objetivos del
insulto político se eligen cuidadosamente. Además, ayudan a crear patrones de
interacción social violenta, y muestra cómo esto sucede al identificar los patrones que
surgen del corpus, de varias interacciones complejas examinadas en el macrodiálogo
representado por la prensa. La autora llama la atención sobre cómo la violencia se
intensifica a través de patrones que comienzan con un insulto, o con un insulto con
violencia, luego continúan con insultos y terminan con insultos, con agresión física, o
con afiliación grupal o legitimación de los insultos por parte del líder, que naturaliza la
violencia verbal y física.
Los patrones sociales formados por los insultos llaman la atención sobre los efectos
nocivos sobre el diálogo democrático, pero Bolívar también señala los efectos
cognitivos en grupos que se ven afectados por insultos que intensifican la polarización
política y las prácticas discriminatorias. El capítulo presenta una imagen que sirve como
advertencia contra las prácticas no democráticas en el diálogo político. Lo más valioso
es la descripción detallada de la metodología y los procedimientos seguidos por la
autora y el hecho de que su análisis provenga de ejemplos reales en el curso de la
interacción entre participantes involucrados en una serie de eventos, donde mostraron su
apoyo o rechazo a los radicales cambios introducidos por la revolución bolivariana.
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Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 471-477
Los datos analizados en este capítulo provienen de los medios, a medida que ocurrieron
los eventos, con atención a las palabras utilizadas por los jefes de estado según lo
informaron los periódicos internacionales. Bolívar recomienda seguir los intercambios,
ya que estos evidencian el lenguaje ofensivo e irrespetuoso utilizado por los presidentes.
También es interesante el tratamiento de la validación de las disculpas del colectivo
representado por los periódicos y sus lectores. Para ello, la autora emplea un esquema,
que toma en cuenta tres condiciones para decidir si una apología es aceptada o no: la
“sinceridad” desde un punto de vista pragmático, la “credibilidad”, que está anclada
socialmente, y el “cinismo”, que enfatiza la responsabilidad moral y política de los
actores involucrados. Los resultados muestran que la “condición de sinceridad” es rara
en la cultura política latinoamericana, pues las disculpas no son creíbles, y el cinismo
parece dominar en las reconciliaciones.
Hay dos cosas que llaman nuestra atención en este capítulo. El primer aspecto es que el
discurso de los presidentes en la democracia representativa venezolana compartía
similitudes. Aunque pertenecían a diferentes partidos, el diálogo se concentraba en ellos
mismos, es decir, que era entre Yo (el presidente) y Ustedes (la gente), mientras que el
Nosotros tenía un valor inclusivo o exclusivo dependiendo de las ocasiones. Como
explica Bolívar en la “Introducción”, este diálogo era típico de un populismo clásico
dirigido a la cooperación más que al conflicto. Sin embargo, después de Chávez, surgió
un populismo autoritario-militarista, donde el Yo del líder se reforzó (se encarnó con el
pueblo) y la confrontación se exacerbó. Los adversarios se convirtieron en enemigos en
“batallas”.
El segundo aspecto que resalta Bolívar es la necesidad de prestar más atención, en los
gobiernos populistas a la relación entre YO y USTEDES (las personas como seguidores
y las personas como oponentes), porque en la cultura política venezolana siempre se
tiene la esperanza de que aparezca un nuevo líder como salvador de la patria. La
investigadora muestra cómo los nuevos líderes jóvenes (Henrique Capriles y Leopoldo
López) entran en diálogo con la gente para fortalecer su yo en una lucha, que ahora es
más difícil, porque el diálogo se ve afectado por las prácticas antidemocráticas y el
aumento de la violencia.
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A. Alvarez. Reseña de Bolívar, Adriana. 2017. Political Discourse as Dialogue. A Latin American Perspective
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 471-477
El libro es, sin duda, una contribución innovadora a los estudios del discurso crítico. Es
un texto dirigido tanto a lingüistas como a lectores interesados en el discurso político e
investigadores de otras áreas como el derecho y el periodismo. Gracias al estilo claro y
pedagógico que caracteriza el libro, los lectores no especializados podrán embarcarse en
el estudio del discurso político y, especialmente, del diálogo. Para los académicos de
ciencias políticas interesados en el análisis discursivo, Bolívar presenta un valioso
estudio basado en los datos de los eventos que condujeron al debilitamiento de la
democracia en Venezuela.
No podemos sino darle una cálida bienvenida a este libro. Trae un nuevo enfoque y
contribuye a la comprensión de la cultura política latinoamericana a través de las
palabras de sus propios protagonistas.
Referencias bibliográficas
Bolívar, Adriana. 2010. A change in focus: From texts in contexts to people in events.
Journal of Multicultural Discourses 5.3: 213-225.
Bravo, Diana. 2003. Actividades de cortesía, imagen social y contextos socio-culturales:
una introducción. En D. Bravo, ed. La perspectiva no etnocentrista de la cortfesía:
identidad socio-cultural de las comunidades hispanohablantes. Proceedings of the First
Colloquium of EDICE Program. University of Stockholm, pp. 98-101.
Shi-xu. 2015. Cultural discourse studies. En K. Tracy, C. Ilie y T. Sandel, eds.
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Blackwell, pp. 1-9.
Zimmermann, Klaus. 2003. Constitución de la identidad y anticortesía verbal entre
jóvenes masculinos hablantes de español. En D. Bravo, ed. La perspectiva no
etnocentrista de la cortfesía: identidad socio-cultural de las comunidades
hispanohablantes. Proceedings of the First Colloquium of EDICE Program. University
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M. Cruz Aldrete. Reseña de Zeshan, Ulrike; de Vos, Connie. 2012. Sign Languages in Village Communities. Anthropological…
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MIROSLAVA CRUZ ALDRETE. Reseña de Zeshan, Ulrike; de Vos, Connie. 2012. Sign
Languages in Village Communities. Anthropological and Linguistic Insights. Berlin: De
Gruyter.
Un vistazo al estudio de las lenguas de señas (LS) y a sus usuarios nos permite observar
que su desarrollo no solo fue tardío, sino que se dio de forma heterogénea, y sobre todo,
desigual. Si bien, en la actualidad, a nivel mundial es notorio el incremento en la
investigación de las LS, es muy probable que al focalizar nuestra mirada en una región
en particular –supongamos que hablo de América– destacaría el estudio de una LS en
particular. Sí, sería la Lengua de Señas Americana (ASL), y es muy posible que no
encontremos referencias a la gramática de las LS de Honduras o de El Salvador.
Así, en el apartado. “J. Sign languages”, Zeshan presenta dos temas, uno referente al
uso de partículas interrogativas (presencia de rasgos no manuales, y señas
interrogativas, por ejemplo, QUÉ, CUÁNDO, en la construcción de estructuras
interrogativas); y otro con respecto a las formas negativas irregulares en las LS.3 Su
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M. Cruz Aldrete. Reseña de Zeshan, Ulrike; de Vos, Connie. 2012. Sign Languages in Village Communities. Anthropological…
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participación en este atlas lingüístico fue sin duda una deferencia al trabajo de Zeshan,
pero también, de manera simbólica, se otorgaba un reconocimiento de la contribución
de los hallazgos encontrados al investigar las LS en pro de una mayor comprensión
sobre la naturaleza del lenguaje.
El valor de esta obra radica, por un lado, en su compromiso social, y por otro lado, por
la complejidad lingüística y socio-antropológica de las comunidades que estudian. En
este sentido, Zeshan y de Vos enfatizan, en su introducción, titulada “Demographic,
sociocultural, and linguistic variation across rural signing communities”, que a
diferencia de las comunidades urbanas, las comunidades rurales o indígenas presentan
condiciones que vuelven más compleja su atención no solo para asegurar su acceso a los
servicios básicos, sino en el ejercicio de su derecho a la salud, trabajo, justicia,
educación y a la información. Y, asimismo, señalan que esta situación se agrava cuando
en las comunidades indígenas o rurales existe un sector de la población, que presenta
sordera, y eso condiciona el uso de señas para la interacción entre los miembros de
dichas comunidades. Pues, presenciamos entonces la constitución de comunidades
multilingües, donde coexisten lenguas minoritarias –orales y lenguas de señas
emergentes–, aunado el uso de una lengua dominante en el intercambio comunicativo
cotidiano. Responder a las demandas de atención para los miembros de estas
comunidades y, con ello, cubrir lo mínimo requerido para su bienestar es un tema
pendiente en la mayoría de las agendas públicas, por ejemplo, de los países de América
Latina.
Asimismo, coincidimos con Zeshan y de Vos, cuando comentan que estas comunidades
(de sordos y oyentes) no pueden analizarse como si fueran la “típica” comunidad
indígena o comunidad sorda, como las que tradicionalmente se han estudiado de manera
sistemática, puesto que, en las comunidades de este tipo, prevalece un sentido “filial”,
hay lazos consaguíneos entre sus miembros, hay una historia ancestral compartida, y,
aunque estos colectivos categoricen de la misma manera la sordera como el rasgo que
diferencia a sus miembros –semejante al color del pelo o de los ojos–, dicho rasgo se
resignifica en la posibilidad de originar otra lengua, en el empleo de varias lenguas entre
sus miembros, y el estatus que adquieren dichas lenguas para los usuarios.
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M. Cruz Aldrete. Reseña de Zeshan, Ulrike; de Vos, Connie. 2012. Sign Languages in Village Communities. Anthropological…
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 479-486
Hasta ahora hemos presentado una introducción al estudio de las lenguas de señas
minoritarias, el cual permitirá al lector acercarse con otros elementos a la reseña del
libro que ahora nos ocupa. La obra se compone de 21 capítulos distribuidos en dos
grandes apartados. El eje del primer apartado se centra en el trabajo de campo, la
descripción y documentación de las LS “emergentes”, es decir, de las lenguas que
aparecen en comunidades rurales, pueblerinas o indígenas. Por tanto, las comunidades
lingüísticas que se estudian en esta obra se caracterizan, por un lado, por encontrarse en
pequeños asentamientos, aunque en algunos casos, hay grupos cuya dinámica en su vida
cotidiana implica una movilidad sujeta a razones de diversa índole, económica o
cultural, y, por otro lado, por tratarse de comunidades que se conforman en su mayoría
por personas oyentes, aunque con la presencia de un elevado número de personas con
sordera. Este alto porcentaje de sordera se explica por las relaciones de parentesco entre
los miembros de la comunidad, de tal modo que la discapacidad auditiva tiene un
componente hereditario.
Ahora bien, en el segundo apartado, la discusión gira en torno al estudio del perfil
sociolingüístico de los usuarios de estas LS, tanto oyentes como sordos. Al respecto, los
lazos familiares entre los integrantes de estos grupos, y con ello una actitud no
discriminatoria sobre las personas sordas, favoreció la creación y uso de sistemas de
comunicación visogestuales empleados por los miembros sordos y oyentes de estas
comunidades. Esto explicaría el desarrollo y conservación de las LS emergentes, pues
los “primeros” signos, señas caseras, que en principio facilitan la interacción en la vida
cotidiana de sus integrantes, posteriormente, dan lugar a otras señas para hablar sobre
las festividades, o sobre labores propias de los pueblos, por ejemplo, agricultura, o para
la enseñanza formal. El paso de esta primera forma de comunicación visogestual de
generación en generación puede dar lugar a la formación de sistemas lingüísticos
complejos de LS. De ahí que entre los tópicos centrales del contenido de este libro está
ponderar la importancia del estudio de las señas caseras, como un elemento clave para
entender este tipo de lenguas.
Otra discusión importante que se aborda en esta obra es el papel que tiene la educación
para estas comunidades. Se comenta que la enseñanza formal para los sordos puede
favorecer el desarrollo de las lenguas emergentes o, por el contrario, puede provocar la
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desaparición de las mismas, pues es probable que la LS empleada por la mayoría de los
educadores para la enseñanza sea la LS dominante.
Las LS emergentes o rurales que en esta obra se discuten provienen de casi todos los
continentes: África, Asia, Oceanía y América. Me baso en esta ubicación continental
para la presentación de las investigaciones que describen las características de este tipo
de lenguas y sus usuarios, y, al final, al tratar los estudios de las LS de América, me
detengo con mayor detalle en aquellos estudios que hacen referencia a las LS
emergentes que se localizan en México.
Del continente africano, la autora Annelies Kusters presenta dos estudios, en los cuales
hace referencia a la investigación antropológica y sociolingüística en el poblado de
Adamarobe, localizado en Ghana. El primero de dichos estudios se titula “Being a deaf
white anthropologist in Adamarobe: Some ethical and methodological issues”, y, el
segundo, “Adamarobe: A demographic, sociolinguistic and sociocultural profile”. Esta
antropóloga sorda se centra en la discusión de las relaciones entre los propios sordos y
de los sordos entre los oyentes. En su texto, nos muestra el estatus que le confiere la
comunidad de Adamarobe, y que ella misma asume, al tratarse de una investigadora
blanca, además de sorda. Estas particularidades, la sordera y su posición como
académica, causaban una ambivalencia con el colectivo sordo al cual estudiaba, pues se
le reconocía como miembro del grupo por ser sorda, pero se le exigía una retribución en
su calidad de ser un sujeto externo. La veían como una persona que obtenía un beneficio
de su encuentro con ellos, en este caso, el poder realizar una investigación. Victoria
Nyst, Kara Sylla y Moustapha Magassouba, en el capítulo “Deaf signers in Douentza, a
rural area in Mali”, se centran en la situación de los sordos señantes de Douentza, en
relación con el desarrollo de señas caseras y el contacto con otras lenguas de señas
utilizadas en la región.
Las colaboraciones de Shifra Kisch, Sara Lanesman e Irit Meir, no solo conforman un
núcleo importante en el desarrollo de las investigaciones de las lenguas de señas de
Israel, sino que además nos brindan el pretexto para establecer una línea de tiempo entre
la obra de Irit Meir, Wendy Sandler, Carol Padden y Mark Aronoff (2010), Emerging
Sign Languages, sobre las características sociolingüísticas de las lenguas de señas
emergentes empleadas por comunidades de distintos lugares del mundo, entre ellas
algunas provenientes de Asia y África. Así, en el estudio de Shifra Kisch, “Demarcating
generations of signers in the dynamic sociolinguistic landscape of a shared sign
language: The case of the Al-Sayid Bedouin”, se observa un reconocimiento a Meir et
al. (2010), al revisar la características que definen las lenguas de señas emergentes,
entre ellas, su origen. Esta revisión entraña de hecho analizar las LS que surgen sin un
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Y, finalmente, se cierra la presentación de las lenguas de señas de esta parte del mundo
con dos estudios, uno de ellos de la autoría de Hasan Dykyuva, “Mardin Sign
Language: Signing in a ‘deaf family’”. Se trata de una lengua de señas localizada en
Turquía, la cual es empleada por una familia en donde la sordera congénita se da de
manera sucesiva en al menos cuatro generaciones. La familia se constituye por
miembros oyentes y sordos, y la LS es la lengua empleada por todos sus integrantes. El
otro texto es presentado por Sibaji Panda, quien aborda el estudio de una comunidad
lingüística ubicada en Alipur, India, “Alipur Sign Language: A sociolinguistic and
cultural profile”.
Además de la LS empleada en Jamaica, una isla del caribe americano, en este volumen
se hace referencia a tres lenguas provenientes de América del Norte: el Inuit Sign
Language, la Lengua de Señas Maya yucateca y la Lengua de Señas de Chicán. El
autor, Joke Schuit, ofrece dos investigaciones en torno al Inuit Sign Language: “Signing
in the Artic: External influences on Inuit Sign Language” y “Sociolinguistic profile of
Inuit Sign Langue”. Las otras dos lenguas mencionadas se emplean al sureste de
México, principalmente, en la península de Yucatán. Cabe mencionar que ambas
lenguas coexisten con la Lengua de Señas Mexicana (LSM), con el español y con la
lengua maya yucateca.
Olivier Le Guen colabora con el estudio “An exploration in the doman of time: From
Yucatec Maya time gestures to Yucatec Maya Sign Language time signs”; y Cesar
Ernesto Escobedo Delgado presenta “Chican Sign Language: A sociolinguistic sketch”.
Cabe resaltar que la LS empleada en pequeñas comunidades mayas ha sido objeto de
estudio desde hace varias décadas. Por ejemplo, la existencia de una lengua de señas
empleada por personas sordas y oyentes en una comunidad maya ubicada en Yucatán
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Para finalizar esta reseña, podemos decir que esta obra invita a una serie de reflexiones
académicas y personales. A través de la lectura encontramos un notable sentido de
responsabilidad y de ética del investigador al entrar en contacto con su objeto de
investigación: las comunidades lingüísticas minoritarias. Asimismo, nos conduce a
volver a las preguntas sobre qué es el lenguaje, cómo se desarrolla, cómo se aprende,
cuál es su naturaleza.
Tal vez mi optimismo me conduce a pensar que este campo de estudio contribuye no
solo a la comprensión de la diversidad de las lenguas, sino a la posibilidad de generar
estrategias que impacten en el diseño de políticas públicas para los usuarios de lenguas
minoritarias, sean sordos u oyentes, con lo cual se acorte la brecha de desigualdad que
caracteriza al mundo en el que hoy vivimos.
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eds. The World Atlas of Language Structures. Oxford: Oxford University Press, pp.
560-563.
Notas
1
Ulrike Zeshan, manifiesta un interés temprano por las LS menos conocidas, y sobre las condiciones
multilingües de varios países en donde coexisten diferentes lenguas orales y de señas, como se puede
observar en su obra Sign Language in Indo-Pakistan: A description of a signed language (2000), una obra
que puede considerarse como el inicio de un trabajo vigoroso, encaminado al desarrollo de la tipología
lingüística de las LS y al de la antropología de las comunidades sordas. En este trabajo, aborda las LS del
subcontinente indio; es un claro ejemplo sobre el trabajo de documentación de una lengua de señas y de la
complejidad de las condiciones sociolingüísticas de sus usuarios, al estar inmersos en un contexto
plurilingüe y multicultural.
2
En esta obra, se aborda la diversidad tipológica de las lenguas del mundo a través de once secciones,
entre ellas, fonología, morfología, orden de palabras, oraciones simples, oraciones complejas, léxico y, las
lenguas de señas.
3
De forma general, la negación se realiza con un rasgo no manual, que consiste en un movimiento de
cabeza de derecha a izquierda, al mismo tiempo que se articula la seña del elemento que es negado. En las
LS, se observa el uso de formas supletivas de negación, por ejemplo, se modifica uno o varios parámetros
articulatorios de la seña que expresa la acción o estado que se niega, aunque se mantiene el uso del rasgo
no manual que sirve para negar.
4
Dentro de este trabajo incipiente, cabe destacar, por un lado, la labor de John B. Haviland (2011),
estudioso del tzotzil, que, desde hace algunos años, ha reportado el desarrollo de una forma de
comunicación, concretamente, señas caseras empleadas por un pequeño grupo de niños sordos
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provenientes de una familia oyente hablante de tzotzil; por otro lado, cabe destacar también el estudio
etnográfico de Luciana Coelho (2011) sobre el uso de la Lengua de Señas Brasileña (LIBRAS) y de las
lenguas de señas emergentes, entre ellas, la lengua de señas empleada por miembros de las comunidades
Guaraní y Kaiowá. Si bien la lengua de señas Kaiowá y la lengua de señas guaraní coexisten en algunas
comunidades indígenas en Brasil, la acción del sistema educativo privilegia la adquisición de la lengua de
señas dominante, es decir, la LIBRAS.
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J. Camacho Niño. Reseña de Alvar, Manuel. 2018. Estudios en torno a las hablas andaluzas y otras cuestiones
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JESÚS CAMACHO NIÑO. Reseña de Alvar, Manuel. 2018. Estudios en torno a las hablas
andaluzas y otras cuestiones. Jaén: Editorial Universidad de Jaén.
El texto que se reseña aquí es el último trabajo de Manuel Alvar Ezquerra, en el cual se
aborda uno de los temas más tratados por el autor a lo largo de su dilatada trayectoria
académica e investigadora: las hablas andaluzas. El volumen es fruto de la labor
incansable y la reflexión continuada sobre este objeto de estudio y ha sido compuesto a
partir de distintos artículos científicos y capítulos de libro publicados entre los años
1991 y 2011; de manera que cada uno de los ellos constituye un estudio autónomo e
independiente. Si bien vistos estos capítulos en perspectiva, forman un mosaico
filológico que ofrece un panorama general, y de gran interés, de los estudios
desarrollados por Manuel Alvar Ezquerra sobre las hablas andaluzas.
datos ofrecidos por el autor, en el siglo xvii, si bien la primera obra de cierta extensión
es el Diccionario de voces americanas de Manuel J. de Ayala, que fue publicado un
siglo después (siglo xviii) y donde se registran 2800 dialectalismo aproximadamente,
entre los que abundan topónimos, hidrónimos, así como voces propias de cultura
americana. En esta centuria, se publica otra obra de gran importancia en la lexicografía
regional, el Vocabulario de las voces provinciales de América, inserto en el Diccionario
geográfico-histórico de las Indias Occidentales o América (1786-1789) de Antonio
Alcedo. El Diccionario de americanismos Augusto Malaret incluye cerca de 20000
americanismos, una cifra muy superior a la consignada en obras anteriores. Ya en el
siglo xx, Manuel Alvar Ezquerra señala los diccionarios de Alfredo N. Neves y Marcos
A. Morínigo como los más importantes del momento. En el primer ejemplo, se registran
unos 30000 artículos extraídos de fuentes lingüísticas (literarias) y lexicográficas, su
orientación es acumulativa y su criterio de admisión es amplio. En el caso de la obra de
Marcos A. Morínigo, su intención no era crear un repertorio exhaustivo de
americanismos, sino recoger los más difundidos en el mundo de habla hispana. Según
su postura, los americanismos son de diferentes tipos: voces indígenas que se han
incorporado definitivamente al léxico general español, neologismos creados en
América, voces españolas que han desarrollado sentidos privativos en el continente
americano, arcaísmos españoles que mantienen su vigencia de uso en América y
extranjerismos que han pasado a formar parte del léxico americano.
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J. Camacho Niño. Reseña de Alvar, Manuel. 2018. Estudios en torno a las hablas andaluzas y otras cuestiones
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 487-492
El segundo capítulo, Evocación y sucesos del Tesoro léxico de las hablas andaluzas, se
centra en la intrahistoria del Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000) y en él, el
autor revela su lado más personal y apasionado al narrar el proceso de compilación,
elaboración y revisión de los materiales del diccionario, el cual llevó a cabo junto a un
nutrido grupo de colaboradores e investigadores sin los cuales la consecución del
proyecto hubiese sido imposible. El punto de partida de la narración son los trabajos
dialectales realizados para la composición del Atlas lingüístico y etnográfico de
Andalucía y el Corpus Toponymicum Canariensis y uno de los aspectos que más se
destaca en este texto es la asistencia informática en la fase de compilación de la base de
datos que, posteriormente y tras un duro trabajo, se convertiría en la macroestructura del
Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000).
El capítulo tres, El léxico de las hablas andaluzas a través de sus repertorios, presenta
algunas herramientas de consulta, como los atlas lingüísticos, que registran el léxico
propio de las hablas andaluzas y en él se incide en que estas deben estar diseñadas sobre
unos principios teóricos y metodológicos sólidos que garanticen la de calidad del
producto; en contraposición a otras hechas sin método, las cuales reflejan una realidad
distorsionada tanto del léxico como de la cultura de esta región de España. Asimismo, al
autor incide en que un atlas lingüístico y un diccionario, a pesar de que en ambos casos
se trata de herramientas de consulta con un mismo objeto de estudio: las unidades
léxicas, no son iguales, ni se usan para los mismos fines. En este sentido, el atlas
lingüístico es un producto diseñado, principalmente, para ofrecer datos lingüísticos que
pueden ser empleados por otras disciplinas, entre ellas la Lexicografía. De esta forma,
Manuel Alvar Ezquerra defiende la utilidad y necesidad de diseñar y emplear
herramientas como el alea en la redacción de diccionarios mediante ejemplos en los que
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se comparan los datos lexicográficos que ofrece el Tesoro léxico de las hablas
andaluzas(2000) frente a otras recopilaciones de andalucismos como la selección de
Miguel Toro y Gisbert, el Vocabulario andaluz(1933) de Antonio Alcalá Venceslada y
especialmente, el diccionario académico. En este sentido, se señalan muchas
imprecisiones en la adscripción de algunas voces a un territorio determinado. Por
ejemplo, la edición de 1992 del draemarca como usos americanos las dos acepciones
registradas para la voz abombado y el Tesoro léxico de las hablas andaluzas aporta
datos de su uso también en las hablas andaluzas.
Los capítulos cinco, Variedad y riqueza en el léxico andaluz, y seis, Cambios fonético,
variantes, cruces, motivaciones y otros fenómenos del léxico andaluz, se podrían
catalogar como estudios lexicológicos sobre las hablas andaluzas. El primero de ellos se
centra en determinar qué es el léxico andaluz y qué ámbitos abarca. En esta
caracterización, el primer aspecto que se resalta es la falta de correspondencia entre las
fronteras lingüísticas y las administrativas de un territorio. A partir de este hecho,
Manuel Alvar Ezquerra argumenta que los elementos que caracterizan el léxico andaluz
no se hayan en el nivel fonético o fonológico, sino en el semántico y el pragmático,
pues la fonética propia de las hablas andaluzas afecta tanto a los andalucismos
propiamente dichos como a las voces del español general que se emplean en Andalucía.
Otra cuestión tratada en este capítulo, y que enlaza con la anterior, es la supuesta
riqueza léxica de las hablas andaluzas. A este respecto, Manuel Alvar Ezquerra explica
la dificultad que entraña determinar este aspecto desde un punto de vista lingüístico,
pues este aspecto no es fácilmente ponderable y su incidencia en la descripción de un
sistema lingüístico es muy reducida. Por tanto, defiende que la supuesta riqueza del
léxico andaluz responde a la gran extensión geográfica que cubre el territorio andaluz,
donde se dan actividades y necesidades de muy diversa índole, lo cual tiene una
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repercusión directa en la cantidad y variedad del léxico empleado para designar esas
realidades. El segundo de estos capítulos −el seis− se ocupa de ciertos fenómenos
lingüísticos que se manifiestan en el léxico andaluz: los cambios fónicos, la variación
léxica o la motivación. En su estudio, el autor evidencia que algunos cambios fónicos
propios de las hablas andaluzas, como la pérdida de algunas consonantes finales o la
neutralización de las consonantes líquidas que da lugar al rotacismo y landacismo,
pueden llevar a ambigüedades léxicas, las cuales, en muchas ocasiones, son resueltas
incorporando una voz dialectal para designar una de las realidades que entran en
ambigüedad. Para ejemplificar este proceso de desambiguación léxica parte de los
materiales incluidos en los diccionarios y remarca algo dicho anteriormente: la
importancia de las herramientas lexicográficas, y concretamente del Tesoro léxico de
las hablas andaluzas (2000), como elementos coadyuvantes de la investigación
lingüística. Otro de los factores señalados como motor del cambio léxico es la extrañeza
de la voz, pues, según se expone, el léxico menos conocido es más susceptible de sufrir
cambios. Igualmente, otros cambios responden a una búsqueda de mayor expresividad o
intensidad (antrompófago o himpócrita).
Los capítulos siete, Voces usadas en Andalucía con otras localizaciones en el drae, y
ocho, Pervivencia de los andalucismos en el DRAE, vuelven al enfoque lexicográfico
presentado en los capítulos tres y cuatro. En las secciones que nos ocupan ahora, se
vuelve a un tema abordado anteriormente y se compara el tratamiento de los
regionalismos andaluces en el diccionario académico −en su edición vigésima primera,
1992− y en el Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000). El primero de estos
capítulos expresa nuevamente la relación que existe entre los estudios dialectales y los
lexicográficos y en él, presenta una muestra de lemas recogidos en el Tesoro léxico de
las hablas andaluzas (2000) que, en el drae (1992), aparecen con una marca diatópica
distinta de Andalucía, principalmente referida a América, si bien también se ofrecen
numerosos ejemplos de España: Galicia, Aragón, Salamanca o Burgos, entre otros
lugares. El segundo de estos capítulos −el ocho− compara el tratamiento lexicográfico
de los regionalismos en el drae y en el Tesoro léxico de las hablas andaluzas (2000), y
destaca que los datos ofrecidos en esta segunda herramienta son más precisos y exactos.
El autor defiende la necesidad y utilidad de incluir regionalismos en los diccionarios
generales, así como la existencia de herramientas de consulta específicas para este tipo
de léxico. De esta forma, Manuel Alvar Ezquerra vuelve a poner de manifiesto la
imprecisión del diccionario académico y a defender la utilidad del Tesoro léxico de las
hablas andaluzas (2000) como herramienta imprescindible para el estudio de esta
variedad diatópica del español.
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caso de que la voz aparezca en alguna de sus ediciones, y definiciones, las cuales son,
en la mayoría de los casos, de incluyente positivo (género próximo + diferencia
específica), si bien se combinan con definiciones sinonímicas. El capítulo
correspondiente al léxico propio de los molinos de agua de Alhaurín el Grande (Málaga)
presenta una selección léxica mucho más restringida, 78 términos, pero la
microestructura incluye los mismos datos lexicográficos y posee idéntica arquitectura
que en el capítulo anterior. Finalmente, la recopilación del léxico de la matanza
empleado en Vilches (Jaén) es la más reducida y cuenta con solo 32 términos. Sin
embargo, en lo que respecta a su diseño microestructural, este es el mismo que en los
casos anteriores
Sin duda alguna, este volumen monográfico compilado por Manuel Alvar Ezquerra
constituye una herramienta de gran utilidad para todas aquellas personas, especialmente
estudiantes, que quieran conocer cómo se ha desarrollado y evolucionado la
compilación, el tratamiento y el estudio del léxico propio de las hablas andaluzas. En
sus páginas, se entrelazan, en perfecta armonía, numerosos datos y reflexiones
lexicológicas y lexicográficas de tal forma que se ha tejido una sólida red de datos y
conocimientos sobre el léxico andaluz. Por ello, es un libro que está llamado a
convertirse en un texto de referencia para todos aquellos interesados en el estudio del
léxico dialectal propio de Andalucía, así como en la técnica lexicográfica empleada en
la creación de diccionarios de regionalismos.
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C. Nunes Martins. Reseña de Muhr, Rudolf; et al.. 2016. Pluricentric Languages and Non-Dominant Varieties Worldwide. Part II
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 493-508
Soares da Silva states that Cognitive Linguistics has given rise to numerous studies in
the area of language variation, particularly what is currently acknowledged as Cognitive
Sociolinguistics that delves into all types of “lectal variation” and their social, cultural
and conceptual dimensions (p. 13). This author puts forth the research agenda for
pluricentricity studies, which encompasses four different levels: descriptive,
methodological, representational and applied. As far as the first is concerned,
pluricentricity focuses on “the relationship between national linguistic variation, culture
and cognition” (p. 15), namely how variation impacts on meaning. In terms of
methodology, new empirical methods may be applied to the study of “the
multidimensionality of the variation of meaning” (p. 15). Finally, it is fundamental to
approach the way speakers “perceive, categorize and evaluate national variation” (p.
16), both variation of meaning and meaning of variation.
Due to the very nature of Cognitive Linguistics, this discipline contributes to enriched
approaches to the whole topic of pluricentricity, particularly by the use of its key
concepts that enable the development of “existing definitions and taxonomies” (p. 17),
those being prototype theory (“lectal varieties are prototype categories” (p. 17), in line
with Geeraerts 1985 & 1997 and Taylor 1995), the concept of entrenchment (“the
degree to which a cognitive unit is routinized” (p. 17), as Schmid 2007 argues),
conceptual perspectivization (“how linguistic stereotypes are cognitive reference point
constructions” (p. 17), according to Langacker 1993 and Kristiansen 2003) and
conceptual metaphors and metonymies (“the key to identify cultural cognitive models
and ideologies underlying attitudes towards national varieties” (p. 17), based on Lakoff
& Johnson 1980).
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C. Nunes Martins. Reseña de Muhr, Rudolf; et al.. 2016. Pluricentric Languages and Non-Dominant Varieties Worldwide. Part II
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 493-508
The last part of this paper turns its attention to the reasons Portuguese is to be seen as a
pluricentric language. Firstly, Portuguese has different standard varieties – European
Portuguese (EP), Brazilian Portuguese (BP) and other centres under development.
Because of this, Portuguese bears a symmetric pluricentricity which balances “the time
supremacy of EP and the spatial supremacy of BP” (p. 20). Secondly, both varieties are
strongly codified and speakers are becoming increasingly aware of the importance of
Portuguese at all levels. Therefore, there are those who believe EP and BP are two
different languages altogether, thus favouring the idea of divergence, while others
consider them two distinct varieties of the same language, endorsing convergence.
Notwithstanding, the disparities between these varieties cover all linguistic levels and
Soares da Silva seeks to demonstrate such endeavour by retrieving data from a
sociolexicological project conducted in the fields of football and fashion/clothing.
The second article envisions defining a language standard, since the concept of standard
is of uttermost importance when discussing the issue of pluricentricity. Müller de
Oliveira sets off by referring back to Coseriu’s definition of standard: “an abstract
constructo, located between language and speech”, also based on Saussure’s approach.
Afterwards, the author cites Leite (2006): “standard is what has already been realized,
and theoretically, will always be realized by a social group” (p. 35) – any change will
inevitably lead to the speakers’ reaction. Each language standard is structured into other
coexisting standards. Nonetheless, standards can also be regarded as products and thus
they are the targets of an intervention process, which comprehends “the selection of a
variety, its codification, implementation or promotion and, then, its elaboration and
cultivation” (p. 35). This process is grounded on linguistic planning usually conducted
by governments or other official regulatory institutions, such as language academies.
Drawing on Clyne (1992) and Muhr (2013), Oliveira upholds that pluricentric
languages require different national centres to create and maintain the norms of that
language variety. In this respect, Portuguese started off as a monocentric language,
though its evolution was slower when compared to English or French, namely due to
the fact that its monolingual dictionary, critical for any standardisation process, was
only concluded in the 19th century. Added to this, we should mention the absence of a
language academy that actually fulfilled its role.
It was in 1822 that Portuguese started being a bicentric language, at the time of the
independence of Brazil, which enhanced the project of a “national literary language” (p.
37) and the identification of lexical and grammatical differences between EP and BP.
The 1911 spelling reform allowed for a sense of linguistic independence and
encouraged the production of dictionaries and grammars in Brazil, thus, establishing
“two excluding validation and circulation standards” (p. 37) or divergent
standardization. This bicentric nature of Portuguese is maintained until the turn of the
millennium when evidence points to the development of other centres that will no
longer be under the influence of EP, namely the Portuguese-speaking African Countries
(PALOP) and East Timor, whose speakers are expected to increase exponentially by
2100. Therefore, it is essential the participation of all countries in this new pluricentric
reality of Portuguese.
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Duarte, Gomes & Paiva return to the topic of standard language in their paper,
retrieving the criteria proposed by Clyne (1992) and Muhr (2012, 2013), according to
which standardisation is crucial for non-dominant varieties. However, they sustain that
the differences between spoken and written language must be taken into account,
because it is in this dichotomy that we can observe the intervention of endonormative
and exonormative standardisation. There is no denying that BP displays a group of
phonological, morphological and syntactic features that are clearly distinctive, though
the fact remains that the influence of EP still plays a role in the written form of BP.
Notwithstanding, each language variety has undergone their own diachronic
development and their standardisation processes reflect social and ideological choices.
As for the standardisation process in Brazil, BP had already shown local features in the
mid-18th century that made it deviate from EP. But it was the independence of Brazil
that had the ripple effect on BP, particularly because of the urgent demands for
modernisation, education and the definition of an identity for the then newly-
independent kingdom. Henceforth, in order to defeat illiteracy, it was essential to
establish universal access to public schools, and their respective programs, produce
literature and write the first grammars. Contrary to what one would expect, the Brazilian
grammars adopted an exonormative attitude, following the tradition of Portuguese
literary writers, which ended up obliterating the Brazilian colour in their own literature.
It was as if there was still a unity in literature and a prescriptive grammar approach that
did not comply with the newly-awarded independence.
Among the number of distinctive features at the level of BP syntax, the authors chose to
focus on the use of clitics, providing numerous examples. The exonorm towards clitics
is on the verge of losing ground, despite the fact that school still persists in integrating
“anachronistic, obsolescent features” in formal education. To sum up, although
education at school must strive for balance between two grammars, “as new generations
succeed, the grammar of written language tends to incorporate more and more
endonormative Brazilian rules” (p. 63).
Martins & Meisnitzer proceed with the topic of the use of clitics in BP, emphasising the
idea put forth by Duarte, Gomes & Paiva that: “even after almost 200 years of
independence, grammarians are reluctant with regard to revising their prescriptions” (p.
67). For this reason, they elaborate on what they name the diglossic situation
experienced by BP, due to the wide gap between written and spoken language.
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For Muhr (2012, 2015), this phenomenon of diglossia within BP goes by the name of
“linguistic schizophrenia” or “schizoglossia” (p. 70). These shifting characteristics
reflect a “grammar competition”, where the prescriptive norm, based on EP, is restricted
only to formal written situations and acquired at schools. Grammarians’ refusal to
update the norms means that these no longer represent the reality of Brazilians. In line
with this, Kato (2005) speaks of a “third grammar” (p. 74) to describe the resulting
blend between the spoken language grammar and the written language grammar.
The last part of the article delves into the syntax of clitics in the evolution of BP,
providing ample examples of the clitics performing their different syntactic functions in
various historical periods.
In her paper, Mendes focuses on the issue of teaching Portuguese and questions which
variety should be taught by learners acquiring Portuguese as FL/SL. The author sets off
by referring to Clyne (1992) and Muhr (2012), in order to emphasise the internal and
external variation that norms from pluricentric languages endure. In the case of
Portuguese, its varieties are determined by asymmetry and isolation, since they alternate
between the competition of the dominant norms of BP and EP, on the one hand, and the
isolation of the non-dominant varieties of Portuguese, namely the PALOP and East
Timor, on the other. The author cites Oliveira (2013) to emphasise the need to shift
from a “divergent regulation” based only on EP and BP – which is a type of
dysfunctional management because it “excludes large parts of the Portuguese language
reality” (p. 86) – to a “convergent regulation” that takes into consideration all varieties
and embraces the project of “a language of global relevance” (p. 86).
In order to achieve this, governments from all Portuguese-speaking countries must join
efforts to develop “multilateral language policies”, which resonates the multilateral
tools mentioned by Oliveira. Two examples of these policies are: the Common
Orthographic Vocabulary of Portuguese (or VOC, particularly important as a post-
AOLP90 project – http://voc.cplp.org/) and the Portal for Teachers of Portuguese as a
Foreign/Non-maternal Language (or PPPLE – http://www.ppple.org/). These ultimately
encourage the focus in teaching Portuguese to shift from the dominant varieties to the
less visible ones.
Apart from the demands common to all language teachers (e.g. revision of teaching
methods, less grammatical content and more cultural content), teachers of Portuguese as
FL/SL require “the allocation of additional resources” (p. 89) that might enable teachers
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to abandon the old practice of the language being taught by using materials produced by
Portugal and Brazil, government training and the creation of an intercultural dialogue
between all the varieties that can actually be sensed by potential learners.
In the subsequent paper, Callou and Almeida address the use of the subjunctive mood in
Portuguese, first eliciting the difference between the indicative, which conveys factual
reality, and the subjunctive that “expresses possibility and potentiality (the irrealis
hypothesis) and is considered the prototypical mood of subordination” (p. 99). This
feature is not exclusive to Portuguese, but is rather a common trait of various Romance
languages.
The authors set out to describe their study based on the analysis of four oral samples of
speakers from Salvador and Rio de Janeiro, with different educational backgrounds,
recorded in the 1970s and in the 1990s. The study was also supported by data retrieved
from corpora of spoken Portuguese (i.e. Brazilian, European and African), as well as
from written texts dated from between the 13th and 20th centuries. They put forward
further examples and ensue their discussion with the presentation and analysis of
numerous tables and graphs about the use of the subjunctive mood in written texts over
time, the use of the subjunctive in every variety and the distribution by verb, city, age or
decade, to name just a few.
Vianna concludes this second part with a paper on the Xokó identity, one of the
indigenous peoples in Brazil, starting by dwelling on data about the history of Brazil. At
the beginning of the Portuguese Discoveries, 5 million people are thought to have lived
in what later became Brazil, which corresponded to five times more the population of
Portugal. Added to this demographic perspective, in terms of languages, there were
approximately “1200 languages belonging to dozens of language families [that] were
spoken by hundreds of ethnic groups” (p. 113) in 16th-century Brazil, while in Europe
one main language family hegemonised – the Indo-European. After the arrival of the
colonisers, the population decreased, due to diseases, slavery and genocide, as well as
the depletion of natural resources and linguistic, cultural and ethnic diversity. Vianna
quotes Ribeiro (1995) to emphasise the fact that this was in fact “the most impressive
case of “cultural uniformisation” and “ethnic transfiguration” in world history” (p. 114).
In terms of language contact, Portuguese was always regarded as the language of the
conquerors and, despite this, Vianna argues that it was never “fully adopted in linguistic
interactions” (p. 116) then or now. Today we find “a group of derived norms,
collectively called Brazilian Portuguese (…) advertised as the one and only national
language of Brazil” (p. 116). Similarly to what happened in Portugal (where the
linguistic rights of Mirandese were acknowledged in 1999), Brazil has always presented
itself as a monolingual country, a “one-nation-one-language” (p. 117) example. Viana
disagrees by showing the contradictions in such a statement: “the diversity of Brazilian
languages” (p. 117), “the historical formation of BP” (p. 117) and the diglossia
experienced by Brazilian speakers. Even if BP is the language of the majority, it is
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Therefore, Vianna upholds that BP is a drift from the old EP and “its formation took
place in a diverse cultural and linguistic environment” (p. 119), not enabling the desired
uniformisation (also through the phenomenon of tupinisation, that is “uniformisation
around a Tupi life form”, p. 123), but rather promoting the appropriation of an
exogenous system “with mutual transformation of the system and its users” (p. 119).
The author proposes the concept of “anthropophasic nativisation”, according to which
speakers do not transform themselves into the system’s users but recreate their own
identity “through the relationship established with the inserted Other” (p. 19).
Part III: Features of non-dominant varieties of Portuguese in Asia and Africa – (1)
New words, old suffixes: Nominal derivation in the African varieties of Portuguese
compared to European Portuguese (2) The contact induced partial restructuring of
the non-dominant variety of Portuguese in East Timor
In their paper, Mendes et al. focus on the “nominal suffixation patterns” (p. 130) in
African varieties of Portuguese, grounding their analysis on the Corpus Africa
(http://alfclul.clul.ul.pt/CQPweb/ca/), and on their sub-corpora for Angola, Cape Verde,
Guinea-Bissau, Mozambique and Sao Tome and Principe, contrasted to samples
retrieved from the Reference Corpus of Contemporary Portuguese (RCCP –
http://alfclul.clul.ul.pt/CQPweb/). The authors elicit the distinctive situation for African
varieties of Portuguese: on the one hand, Cape Verde, Guinea-Bissau and Sao Tome and
Principe greatly depend on creoles and Portuguese is only spoken by a minority,
whereas, on the other, in Angola and Mozambique, “there are no creoles and the use of
Portuguese has in fact increased in the recent years” (p. 130). As it happens in written
BP, African varieties conform to an exonorm, which is the EP, and their attitude
towards Portuguese varies according to whether Portuguese is used in the context of
language contact, as a second language or as a first language.
The Corpus Africa possesses 640,000 words encompassing the five Portuguese
varieties, which are equalled in terms of size, chronology and genres. From each sub-
corpus, a lexicon was constituted, comprising common nouns, adjectives and verbs,
which were “compared and treated statistically in the form of contrastive lists” (p. 131).
Mendes et al. elicit that the core lexicon, common to the five sub-corpora, amounts to
26% of the lemmas, while the peripheral lexicon to 37%, comprehending low frequency
words and hapax legomena (i.e. occurring once). Despite this, the peripheral lexicon
turns out to be the “more representative of cases of lexical change, or Africanisation”
(p. 131). Methodology-wise, the first stage of the authors’ work developed from
identifying all nouns formed by suffixation in the corpus and whether these were
specific of African varieties and followed regular morphological processes. The lexicon
extracted was compared to an online EP dictionary (i.e. Priberam) and a printed one (the
Porto Editora Dictionary of Portuguese), so as to exclude the forms attested in EP. The
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authors also excluded Africanisms, words that were imported from African languages,
and compared the remaining lemmas to the VOP and the RCCP. After all these stages,
Mendes et al. retained 241 word forms, of which 174 lemmas: 107 lemmas are hapax
legomena.
Henceforth, the authors move on to present lexemes formed by regular and by irregular
suffixation processes and compare the data retrieved from their analysis of African
suffixes to a corpus made up of written and spoken instances produced by learners of
Portuguese (i.e. English and Spanish) as FL at the University of Lisbon between 2010
and 2012 – the COPLE 2. Summing up, Mendes et al. argue that only a limited number
of lemmas exclusive to the African Corpus derived from their corpus analysis and most
followed regular patterns of suffixation, some based on an African base, others not. The
authors also identified concurrent forms, which are coherent with the situation of
conflict between system and usage.
Bartoréo’s paper addresses Portuguese in East Timor, what the author calls a variety “in
the making”, choosing to explore three types of problematic constructions in line with
Holmian (2004) partial restructuring theory. The author presents East Timor as a special
case within the non-dominant varieties of Portuguese. The reasons are as follows: it is
most distant from the remaining Portuguese-speaking world; it has a sparse population;
and it is defined by “a rich multilingual repertoire” (p. 147), including twenty local
languages (from Austronesian and Papuan families), the two official languages –
Portuguese and Tetum – and two other working languages – English and Indonesian.
The command of Portuguese by the East Timorese varies considerably and the number
of proficient speakers is still greatly reduced. According to the author, this can be
explained by the fact that Portuguese settlers were a mere fraction of the population and
thus the language never became a vehicular language, a role played by Tetum, nor did it
allow the creation of a creole.
Muhr’s (2012) idea of “linguistic schizophrenia” is retrieved since the author considers
it to have a saying in East Timor: they still comply with EP norms in the written form
and spoken Portuguese will be assessed according to these norms, which means that any
innovation will be sanctioned as a deviation. This situation is what Holm (2004) calls
partial structuring “as opposed to full creolization” (p. 149).
Bartoréo concludes with the analysis of two features: the use of já and ainda, two
“polysemous adverbs very rich in meaning” (p. 149), even in EP, which are used in East
Timor with local features, and the copula constructions that, in EP, can make use of the
verbs ser or estar, ter or haver, the choice of which depends often on idiomaticity.
Therefore, the observed usages of the constructions she identified are “contact induced
by the Austronesian language structure, exemplified by Tetum” (p. 156).
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Adelstein sets off by arguing in favour of pluricentrism as “an advance towards the
descriptive acknowledgment of linguistic varieties, as it recognises that diversity
implies the existence of varieties of distinct normative, political and economical status”
(p. 163). In the author’s view, lexicographic production “is an indicator of the degree of
centrality or peripherality of a variety” (p. 164), thus being essential to distinguish
differential dictionaries from full dictionaries in the case of Argentinian Spanish, so as
to be able to measure the tensions between Argentinian Spanish and other varieties of
Spanish.
The difference between the two types of dictionaries is only elicited in section 5 of
Adelstein’s paper, where she presents several meanings for ‘full’: a full dictionary is
exhaustive and also refers to “the codification of the total lexicon, to the compilation of
all conforming units” (p. 172); for Apresjan (1991), from the Russian school, it relates
to “the complete mode of description of linguistic units” (p. 172); Werner (1994)
sustains that it is any dictionary of exhaustive macrostructure; and, finally, in the
Spanish tradition (e.g. Porto Dapena 2002, Lara 2005), full dictionaries oppose
differential ones, especially in the case of regional products. The author’s premise lies
in the following: “The difficulties for the delimitation of the national variety (…) have
an impact on the concept of the completeness of the codification” (p. 173).
The Argentine variety has been surrounded by controversy ever since it was
acknowledged as such in 1828 (Ennis 2008; Alfón 2013) and analysing Argentinian
lexicography becomes essential. Adelstein thus examines differential and full
dictionaries in Argentina. Regarding the first set of products, they are based on
differential methods in order to contrast with the Diccionario de la lengua Española de
la Real Academia (DRAE), thus only including those words which are used differently
or cannot be found in the dominant variety. These are the Diccionario del habla de los
Argentinos (Academia Argentina de Letras), the Nuevo diccionario de argentinismos
and the Diccionario del español de Argentina. Although sharing the fact that they are all
differential, the first two are exclusively contrastive towards the DRAE, whereas the
third assumes a differential attitude not only towards the peninsular variety, but also
towards multiple sources. Despite fulfilling a social and symbolic function, by
recording features that are specific of a variety, differential dictionaries will not play the
same role as full dictionaries. As far as full dictionaries are concerned, Adelstein refers
to three lexicographical dictionaries: the Diccionario integral del español de la
Argentina, El gran diccionario de los argentinos. El uso del español actual en la
Argentina, Diccionario Clarin.com and the Diccionario inicial.
Chávez Fajardo and Dorado Puntch elaborate on a set of twelve dictionaries from the
era they name as pre-scientific lexicography (or author lexicography), which range from
the 19th century to the mid-20th century and even the 1980s in Hispanic America. The
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Apart from the fact that these dictionaries were the result of one single person’s work,
they were also conducted by people “without strict knowledge of lexicographic
methodologies” (p. 182) or linguistic training. Considering the period under analysis,
the lexicographers did not clearly distinguish between correction and exemplarity (cf.
Coseriu 1990), tending then to linguistic purism. Consequently, Chávez Fajardo and
Dorado Puntch’s corpus encompasses twelve pre-scientific dictionaries dating from
1836 to 1911, which were selected according to the pertinence of their introductions or
prologues.
From the prefaces, introductions, and similar texts, included in the authors’ analysis, it
was possible to recognise the underlying promotion of “the model of a civilized nation”
(p. 184) and the so-called process of the construction of the Spanish language
“organized in terms of the linguistic dynamics of inclusion and exclusion” (p. 184).
This inevitably consisted in imposing monolingualism in Hispanic America and
reflected on the status of the indigenous languages – the Indian, their languages and
heritage. For the intellectual elite in charge of this standardisation process,
Europeanisation represented “the most effective means to achieve progress” (p. 184)
and also to remove the indigenous element – “the opposition civilisation-barbarity”.
This dichotomy meant that Indians were either to be eliminated or made to observe the
laws, so as to achieve “the triumph of civilisation over barbarity, of humanity over
bestiality” (p. 185). The integration of Indians implied not only forced assimilation, but
above all being deprived of their language and culture (thus removing them from
educational policies), and, at this point, Chávez Fajardo and Dorado Puntch refer to a
couple of aggressive civilising policies, namely the “conquest of the desert” and the
“occupation of the Araucania” (p. 186).
Quesada-Pacheco’s paper deals with what he calls “the language situation in Central
American Spanish (CAS)” (p.197), that is a set of varieties known as the Isthmus that
comprises Belize, Costa Rica, Quatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua and
Panama. The author elicits the sources used for the description of these varieties,
particularly corpus linguistics and data collected by means of field work (such as
linguistic atlases), on the one hand, and national and local dictionaries (cf. Romero
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2005; Arellano 2009; Quesada-Pacheco 2015), on the other. Despite the number of
works and the more recent studies, Quesada-Pacheco argues that “it is widely believed
(…) that CAS is just one single variety” (p. 198), enhanced by the fact that renown
Central-American writers tend to write in standard Spanish.
The author’s analytical work is structured in two sections, one focusing on the features
of CAS (organised into phonetics, morphosyntax and lexicon) and the other on the
perceptions of CAS speakers. As a conclusion, Quesada-Pacheco settles on the idea that
the Isthmus is “a negligible area in economic and cultural development in the
Americas” (p. 210), lost in between the North (Mexico) and the South, especially
Colombia, Argentina and Chile.
Thomas begins with the assumption that Spanish in the US is usually regarded as “a
single speech community” (p. 217) instead of “a collection of migrant dialects” (p. 217)
(cf. Mar-Molinero 2000; Lipski 2008; López García 2010). According to the 2010 US
Census, an increase of Spanish-speakers is noted, and Utica, in New York, is a case of a
small city without historical Hispanic communities that currently holds 10.5% of
Hispanic population.
The author’s aim was to describe the relationship between Utica Spanish and the
prescriptive standard of RAE, as regards the construction preposition + (article) + que
(either relative pronoun or conjunction) in what is known as queísmo. Thomas’s
methodology comprehended oral data, amounting to almost 11 hours of recordings of
informants that had to comply with a number of criteria (e.g. having at least one
grandparent born in Spanish-speaking country), and written data retrieved from “El
despertar hispano-americano” published in the Utica newspaper “The Observer-
Dispatch” between 1993 and 1994. Based on the extensive samples presented by the
author, he reaches the following conclusions: queísmo is “more frequently used in the
oral data than in the written data” (p. 227); there is a difference in the number of cases
of queísmo whether it is que as a conjunction or as a relative pronoun, the latter
showing considerable frequency; oral Spanish displays usages that are not accepted by
the prescriptive standard, though being consistent with the “actual language use found
in monolingual Spanish-speaking areas” (p. 228) and not only in the US.
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All in all, three mechanisms were identified in the localisation process: a slight change
of “syntactic structural patterns” (p. 239); the replacement of the original toponyms; and
the substitution of lexical units for native American ones. The changes intended to be
more in tune with the culture of Spanish-speaking countries in South America, as well
as provide “elements with a clear local flavour” (p. 239).
In the first paper, Méndez-Gª De Paredes and Amorós Negre elected Andalusian
Spanish as their focus, aiming to analyse it from the perspective of convergence vs.
divergence towards the Central-peninsular standard. The authors elicit the history of this
variety: Andalusian stands for “the regional variety of Spanish spoken in Spain, the
southernmost speech community on the Iberian Peninsula” (p. 243). The defining traits
of this variety are concentrated more on prosody and pronunciation, since the lexical
variation does not surpass 1.5%, though there might be diastratic and diaphasic
differences to be accounted. The reasons for speakers to behave one way or another
undoubtedly bear social and ideological motivations, which the authors attempt to
enlighten (p. 245).
As far as their corpus study is concerned, Méndez-Gª De Paredes & Amorós Negre
present a set of four documentaries produced in Andalusia and concerned with their way
of speaking – history, pronunciation, lexis, social image and stereotypes and clichés –,
except one which deals with natural sites. These are as follows: “Palabra de Sur”
(2006), “Andalucía. Mitos y tópicos: el habla andaluza” (2008), “Quadalquivir” (2013)
and “Con acento andaluz” (2015). With the exception of “Quadalquivir”, the
documentaries were produced for television, have an education aim and “contain
information about the historical legitimacy of Andalusian usage as an exemplary norm
of Spanish, stressing their model character (…) as an alternative to the central-
peninsular standard pronunciation” (p. 249). The authors thoroughly analysed the
phonetic performance of the voices used in each of the documentaries. As a conclusion,
Méndez-Gª De Paredes & Amorós Negre argue that most speakers in the documentaries
analysed “show a relative convergence towards the standard pronunciation with features
of Andalusian orality” (p. 254) – what Coseriu (1990) names “tertiary dialect” and
Villena (2006, 2008) “interdialectal koiné”. As a result, despite their well-attested
distinctive features, the fact remains that, for the time being, there is no evidence to
support the existence of a separate Andalusian standard.
Rodrigues and Paiva start off by distinguishing primary level pluricentrism, which
disregards internal variation, from second level that considers “how one regional variety
constructs identity in relation to other linguistic varieties” (p. 260). Based on Labovian
(1966, 1972) assumptions, perceiving linguistic differences and expressing attitudes
towards geographical varieties consist of two relevant “factors in language variation,
diffusion and change” (p. 260). Furthermore, the authors also quote Preston (2010,
2011) to emphasise the fact that these attitudes “entail a subconscious regard, which is a
result of (…) sensing (comprising perception of linguistic differences and evaluation of
language varieties” (p. 260). In this regard, the authors’ focus is on Braga standard,
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Portuguese dialectology (cf. Cintra 1971; Cruz 2013) identifies a number of “phonetic
isoglosses that cross Portugal diagonally over Aveiro and Coimbra” (p. 261). The north-
south division derives from the fact that the north is mountainous, whereas the south is
covered with plains. If the northern varieties tend to “preserve old features, such as the
diphthong /ow/, and the apical sounds” (p. 262), the southern ones “incorporated several
features of Berber features”. In addition to this, the centre of power was placed in
Lisbon as a way to assert the king’s position towards the Arabs and, since then, that
variety has evolved into the polite language variety.
Rodrigues and Paiva’s study was based on the PSFB Corpus (Perfil Sociolinguístico da
Fala Bracarense), comprising “80 sociolinguistic interviews with Braga speakers” (p.
263) and structured into four age groups, two gender groups and four levels of formal
education. The randomly selected informants had to convey their beliefs about language
variation and evaluate their own variety towards the standard EP. The data collected
was organised into the distinctive features of the NV, particularly Braga, and the CSV,
namely Lisbon, encompassing phonetic, lexical, morphosyntactic and discursive
phenomena. As a conclusion, the informants are sensitive to linguistic variation between
Braga and Lisbon varieties and identify the greater differences to lie in the phonetic and
lexical fields. Almost 50% of the speakers declared that there is no better variety than
their own, in all four age groups and levels of education, and a considerable number
express pride for their variety. The authors conclude by asserting the Braga standard as
a possible non-dominant variety of NV.
In the last part of the volume, Fabio Scetti presents the Portuguese language in the
context of immigration, particularly in Montreal, Canada. According to the author,
Clyne’s (1992) distinction between dominant and non-dominant varieties has to be seen
in a different light, since the dominant language is not related to the minority language,
exactly because of the migration process or “geographical displacement” (p. 276).
However, in the case of the Portuguese community in Montreal, they move between
“two major forces from both sides of the Atlantic Ocean” (p. 276): EP as the “mother
variety” (p. 276) and BP because of its overwhelming strength.
Scetti elicits his objectives, which are two-fold and seek to provide a sociolinguistic
perspective of this community. On the one hand, Scetti intends to identify the oral
language practices of the speakers in the Montreal Portuguese community and thus
compare different usages in diverse generations. The inevitable changes, or erosion in
the morphosyntactic system, will lead to an evolution of linguistic forms and norms. As
a consequence, Scetti states that there will be a “dialectisation”, the creation of a “new
variety” moving between Portuguese and French/English.
On the other hand, Scetti aims at studying the evolution of this variety and define its
usages, which he considers a differentiating factor, a marker of the group, their sense of
belonging (or heritage language). Thus, various aspects affect the construction of the
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As far as Scetti’s research is concerned, the field study was carried out in Montreal in
two different years – 2011 and 2014, and made use of “a multiple and qualitative
methodology: questionnaires, interviews and observations” (p. 281). Hence, Scetti’s
seven points of change encompass the following: (1) the change of the position of
clitics; (2) the gender grammatical mark; (3) the number grammatical mark; (4) the
expression a gente; (5) the conjugation of irregular verbs; (6) the loss of the
subjunctive; (7) the confusion between ser and estar, and ter and haver. The author
concludes by stating that language is a “marker of the self-definition in a communal
ethno-linguistic identity” (p. 283) that enables the identity continuum of a community
and their survival. The particularity of the Montreal Portuguese community is also
common to other immigrant groups: they speak two or three languages and each of
them holds a specific position in accordance with the situation in which they are used –
a system of social stratification of languages.
To sum up, this second volume stemming from the NDV-Working Group represents a
full-fledged approach to pluricentricity which encompasses not only references to
different centres of the Portuguese and Spanish languages in the Americas, in Africa
and even in East Timor, but also the analysis of numerous features, namely phonetic
and morphosyntactic (based on a myriad of sources, i.e. informants, corpora and
documentaries) or phraseoparemiological, and also of full and differential dictionaries.
As such, it may cater both for the needs of specialists and those who are just starting to
delve into this area, providing ample ideas for conducting research and for replication.
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C. Castillo Rodríguez. Reseña de Rojo, Ana. 2018. La investigación en traducción. Una revisión metodológica de la disciplina
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 509-512
La propia editora, Ana Rojo, es la que abre el volumen con un primer capítulo
introductorio, titulado “La investigación en traducción: un diagnóstico metodológico en
diferentes ámbitos de especialidad”, en el que expone la imperiosa necesidad de realizar
autodiagnóstico de la investigación en el ámbito de la traducción e interpretación. La
autora, además, rechaza la concepción tripartita tradicional entre investigación,
didáctica y profesión de la traducción, dado que el principal propósito de la
investigación es, precisamente, la mejora de la docencia y, por ende, la formación de
profesionales. No obstante, sí que pone de manifiesto las tres líneas centrales que han
contribuido al avance en la investigación en el ámbito de la traducción y de la
interpretación, a saber, i) el proceso de construcción de significado y transmisión de
información; ii) el análisis del producto (oral, textual o visual) del proceso anterior; y
iii) las aplicaciones didácticas. De estos tres ejes, el segundo es el que más popularidad
ha recibido, aunque, a pesar de que se trata de una línea factible debido a la facilidad de
acceso al producto y a la inclusión de metodologías lingüísticas, lo cierto es que no da
cuenta de los procesos cognitivos que llevan al traductor a llevar a cabo una traducción.
Por otro lado, la dificultad de las investigaciones del primer eje, la traducción como
proceso, reside en que también conllevan el uso de ciertos instrumentos de análisis que
suelen ser complejos a la hora de utilizar e interpretar a raíz de los datos arrojados por
los mismos. Por último, en cuanto al tercer eje, la investigación en didáctica de la
traducción, si bien hay estudios que centran su parte de discusión o conclusiones en
detectar las implicaciones didácticas, aún son escasas las investigaciones en torno a esta
línea.
Por su parte, Paula Cifuentes Pérez, en el segundo capítulo cuyo título es “Metodologías
de investigación en movimiento y traducción”, hace especial hincapié en la actividad
del traductor en tanto mediador cultural. Destaca la aplicación de la tipología semántica
de Talmy sobre los patrones de lexicalización para los eventos de movimiento. Para
ello, realiza un estado de la cuestión de estos aspectos teóricos en torno a los eventos de
movimiento, en general, así como a sus implicaciones en metodología de investigación
en los estudios de traducción, en particular. Entre los estudios sobre la traducción de
eventos de movimiento, la autora subraya, por ejemplo, investigaciones donde se
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C. Castillo Rodríguez. Reseña de Rojo, Ana. 2018. La investigación en traducción. Una revisión metodológica de la disciplina
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C. Castillo Rodríguez. Reseña de Rojo, Ana. 2018. La investigación en traducción. Una revisión metodológica de la disciplina
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 509-512
María Ángeles Orts es la autora del quinto capítulo de título “El género como método
de estudio y enseñanza en la traducción de textos especializados en inglés-español; el
género y la traducción jurídica”. Este capítulo comienza con una descripción del
concepto de género como metodología y el lugar que ocupa en el ámbito del discurso
especializado y las consecuencias en los estudios de traducción. Asimismo, la autora
continúa con el análisis del género en el seno de la traducción especializada, teniendo en
cuenta la comunidad discursiva y el propósito comunicativo. No obstante, el foco del
capítulo se centra, principalmente, en el género y la traducción jurídica en el par de
lenguas inglés-español, haciendo especial hincapié en los estudios teóricos, estudios
instrumentales de aplicación de la teoría del género al análisis de textos jurídicos en
derecho público y privado, donde lista y analiza los trabajos que se han realizado en
torno al derecho público y su traducción y al derecho privado y su traducción. Sin
embargo, la misma autora concluye que aún son escasas las aportaciones en lo que
respecta a la investigación en el ámbito de la traducción y el estudio profundo del
género jurídico.
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C. Castillo Rodríguez. Reseña de Rojo, Ana. 2018. La investigación en traducción. Una revisión metodológica de la disciplina
Estudios de Lingüística del Español 39 (2018), pp. 509-512
mayoría, ya que estos son los que pueden sentar unas bases sólidas y fuertes a trabajos
de corte más experimental, aunque estos aún escasean. Teniendo en cuenta estos tipos
de trabajos de investigación, la autora los clasifica por ámbitos, a saber, investigaciones
en ISP desde una perspectiva general, en el ámbito sanitario, en el ámbito judicial, en el
policial, en el penitenciario y en el educativo.
Por último, en el capítulo octavo, “Un breve recorrido metodológico por la didáctica de
la traducción”, Marta Navarro Coy expone la necesidad de investigación en este ámbito,
dado su carácter relativamente joven, si lo comparamos con investigaciones en torno a
la didáctica de lenguas extranjeras. En primer lugar, destaca el papel de la traducción en
las metodologías de enseñanza de lenguas extranjeras. Sin embargo, hace especial
hincapié en cuál es la situación de la didáctica de la traducción señalando tres enfoques
metodológicos de investigación, principalmente: i) el enfoque transmisionista, orientado
al producto y centrado en el profesor; ii) el enfoque transaccional, basado en un
aprendizaje cooperativo, aunque centrado en el profesor para la resolución de
problemas; y iii) el enfoque transformacional, centrado en el estudiante y en el proceso
de aprendizaje en traducción, donde, además, destaca el aprendizaje colaborativo y los
conceptos de zona de desarrollo próximo (Vygotsky) y andamiaje o scaffolding
(Bruner).
En suma, se trata de una obra muy útil que sintetiza el panorama actual investigador en
torno a la disciplina de traducción e interpretación desde un total de siete ámbitos de
especialidad, como se han resumido en los párrafos anteriores. Sin duda, una obra de
incalculable valor debido a las aportaciones innovadoras en las metodologías de
investigación más recientes, donde se ponen de manifiesto las carencias y todo lo que
aún queda por recorrer, invitando al lector-investigador a continuar en algunas de estas
líneas para complementar el panorama investigador de los estudios de traducción.
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