Sobre Los Problemas Del Concepto de Proyeccion
Sobre Los Problemas Del Concepto de Proyeccion
Sobre Los Problemas Del Concepto de Proyeccion
“Proyección” es un término que hoy día se utiliza con suma frecuencia en psicología
clínica, dinámica y social. Frank (8) sugiere que los métodos proyectivos son típicos de
la tendencia general hacia un enfoque dinámico y holístico en la ciencia psicológica
reciente, así como en la ciencia natural. En el contexto de su artículo, establece un
paralelo entre las técnicas proyectivas y la posición del análisis espectral en la física.
Asimismo, Healy, Bronner y Bowers (16) definen la proyección como “un proceso
defensivo dominado por el principio del placer, por el cual el yo lanza sobre el mundo
exterior deseos e ideas inconscientes que, si penetraran en la conciencia, resultarían
penosos para el yo”.
Aunque el concepto de proyección surgió en conexión con las psicosis y las neurosis,
fué aplicado más tarde por Freud a otras formas de la conducta; por ejemplo, como
mecanismo principal en la formación de creencias religiosas, hipótesis planteada en El
porvenir de una ilusión (12) y en Totem y tabú (13). Inclusive en este contexto cultural
la proyección continuaba siendo un proceso defensivo frente a la ansiedad. Si bien
Freud consideró originalmente que la represión era el único mecanismo de defensa, en
la actualidad la literatura psicoanalítica enumera por lo menos diez mecanismos.
Aunque la proyección está firmemente establecida como uno de los procesos defensivos
más importantes, se ha trabajado relativamente poco sobre ella. Sears (26) dice:
“Probablemente el de ‘proyección’ sea el término menos adecuadamente definido en
toda la teoría psicoanalítica”. Con todo, hay una larga lista de trabajos sobre la
proyección, particularmente a partir de la clínica psicoanalítica, así como algunos de
tipo académico.
La definición de proyección ofrecida previamente fue útil para nuestros propósitos hasta
que surgió un problema crucial en relación con intentos de investigación experimental
de los fenómenos que se mencionan en otra parte (3, 4). El primer experimento consistía
en irritar a un número de sujetos y presentarles láminas del Test de apercepción temática
bajo condiciones controladas. En el segundo experimento, los examinados recibían la
orden post hipnótica de experimentar agresión (sin tener conciencia directa de ella)
mientras relataban historias sobre las láminas. En ambos casos, los examinados se
comportaron de acuerdo con la hipótesis proyectiva y exhibieron un aumento
significativo de la agresión, en comparación con las respuestas que dieron cuando no se
sentían agresivos. De modo similar, cuando a los examinados se les dio la orden post
hipnótica de sentirse sumamente deprimidos e infelices, se comprobó que en sus relatos
proyectaban tales sentimientos. Hasta aquí no había necesidad de modificar el concepto
de proyección como la adscripción al mundo exterior de sentimientos inaceptables para
el yo.
Como ocurre tan a menudo, releyendo cuidadosamente la obra de Freud (siguiendo una
referencia del Dr. Ernst Kris) se comprobó que Freud había anticipado nuestra posición
actual. Dice en Totem y tabú (13), pág. 857:
“Pero la proyección no está especialmente creada con fines de defensa; también surge
cuando no hay conflictos. La proyección de percepciones internas al exterior es un
mecanismo primitivo que, por ejemplo, influye también sobre nuestras percepciones
sensoriales, de modo que normalmente desempeña el papel principal en la configuración
de nuestro mundo exterior. Bajo condiciones que no están aún suficientemente
determinadas, incluso las percepciones internas de procesos ideacionales y emocionales
se proyectan exterior, como las percepciones sensoriales, y son utilizadas para
configurar el mundo exterior, cuando deberían permanecer dentro del mundo interno”.
Y en la pág. 879:
“Lo que nosotros, tal como el hombre primitivo, proyectamos en la realidad externa, no
puede ser otra cosa que el reconocimiento de un estado en que una cosa dada está
presente a los sentidos y a la conciencia, junto a la cual existe otro estado en que la cosa
está latente, pero puede reaparecer, es decir, la coexistencia de percepción y recuerdo o,
para generalizar, la existencia de procesos psíquicos inconscientes junto a otros
conscientes”.
El supuesto básico de Freud es que los recuerdos de los perceptos influyen sobre la
percepción de estímulos contemporáneos. La interpretación del Test de apercepción
temática se basa sin duda en ese supuesto. Considero que la percepción pasada del
examinado de su propio padre influye sobre su percepción de las figuras paternas en las
láminas del TAT, y que esto constituye una muestra válida y confiable de sus
percepciones habituales de figuras paternas. Tanto la experiencia clínica como la
investigación experimental corroboran esta opinión. Mis propios experimentos han
demostrado que la conducta del experimentador puede sacar a luz sentimientos que, en
su origen, probablemente estuvieron relacionados con la figura paterna. Si bien estos
sentimientos tenían una influencia general susceptible de ser demostrada, aunque
temporaria, sobre la percepción de estímulos, las diferencias individuales se mantenían
de acuerdo con la estructura genéticamente determinada de la personalidad.
En el uso clínico del TAT se hace evidente que estamos frente a distorsiones
aperceptivas de distinto grado. El examinado a menudo no tiene conciencia de ninguna
significación subjetiva en la historia que relata. En la práctica clínica (5) se ha
comprobado que basta pedirle que lea la trascripción de su relato para colocarlo así a
una distancia suficiente de la situación como para percibir que los aspectos errados de
ella son imputables a él mismo. Sólo después de una considerable psicoterapia puede
llegar a ver sus impulsos más latentes; sin embargo, quizás nunca pueda “ver” las
menos aceptables de sus distorsiones subjetivas, sobre cuya presencia cualquier número
de observadores independientes estaría de acuerdo. Se justifica, pues, introducir una
cantidad de términos para la distorsión aperceptiva de distintos grados, a los fines de su
correcta identificación y comunicación. Debe entenderse que estas diversas formas de
distorsiones aperceptivas no existen necesariamente en estado puro y a menudo
coexisten evidentemente unas con otras.
Proyección invertida
Proyección simple
Joe Smith quiere pedir prestada la cortadora de césped de Jim Jones. Mientras cruza su
propio jardín, piensa en cómo le pedirá la cortadora a Jones. Pero entonces piensa:
“Jones dirá que la última vez que le pedí algo prestado se lo devolví sucio”. Joe en su
fantasía le contesta que estaba en las mismas condiciones en que lo había recibido.
Entonces supone que Jones le responderá que probablemente le arruinará el cerco
cuando pase la cortadora por encima. Ante lo cual Joe replica..., y así continúa la
supuesta discusión. Cuando Joe llega por fin a la casa de Jim, éste se encuentra en la
puerta y le dice alegremente: “Hola, Joe, ¿qué puedo hacer por ti?” Y Joe responde,
enojado: “¡Puedes guardarte tu maldita cortadora de césped!”
El análisis de esta historia revela lo siguiente: Joe quiere algo, pero imagina una
negativa. Ha aprendido (de sus padres, sus hermanos, etc.) que quizás su pedido no se
vea satisfecho. Esto lo enoja. Por lo tanto, percibe a Jim como enojado con él mismo, y
su respuesta ante la agresión imaginada es: “Odio a Jim porque éste me odia”.
En forma más detallada, es posible ver este proceso de la siguiente manera: Joe quiere
algo de Jim. Esto evoca la imagen de pedir algo a un contemporáneo, su hermano, por
ejemplo, visto como un individuo celoso, encolerizado, que se negará. Así, el proceso
podría ser simplemente: la imagen de Jim es aperceptivamente distorsionada por el
recuerdo del percepto del hermano, lo cual constituye un caso de transferencia
inadecuada del aprendizaje. Intentaré explicar más tarde por qué Joe no puede
reaprender si la realidad demuestra que su concepción original era errónea. Se establece
el hecho empírico de que tal conducta neurótica por lo común no cambia, salvo con una
psicoterapia.
Joe se diferencia del paranoide no sólo por la menor rigidez con que mantiene sus
proyecciones, sino también por la menor frecuencia y exclusividad, así como por el
menor grado de ceguera o incapacidad para tomar conciencia de la medida en que la
distorsión es evidentemente subjetiva y “absurda”.
El siguiente es un proceso bastante común. Alguien llega tarde al trabajo la mañana del
lunes y, minutos después, cree, incorrectamente, que su jefe lo mira con fastidio. En
estos casos se habla de “una conciencia culpable”; esto es, se comporta como si el jefe
supiera que ha llegado tarde, cuando en la realidad aquél puede ignorarlo. Ello significa
que ve en el jefe la cólera que ha llegado a esperar en tal situación. Esta conducta se
comprende mejor como una distorsión simple (asociativa) a través de la transferencia de
aprendizaje, o, en situaciones más complejas, como la influencia de imágenes previas
sobre las presentes.
Sensibilización
Externalización
En mis experimentos previos se comprobó que era posible provocar agresión en los
examinados, y que esa agresión era “proyectada” en sus relatos, de acuerdo con la
hipótesis de la proyección. También se encontró que ciertas láminas provocan con
mayor frecuencia respuestas agresivas, inclusive bajo circunstancias normales, si el
examinador se limita a pedir un relato basado en ellas. Así mismo se comprobó que
aquellas láminas que por su propia naturaleza sugieren agresión se prestan mucho más
fácilmente a la proyección de agresión que otras, cuyo contenido no la sugiere.
Se cree que el primer hecho (que una lámina que muestra una figura agazapada y una
pistola, por ejemplo, conduce a más relatos de agresión que otra que presenta una
tranquila escena campestre) es precisamente lo que el sentido común nos haría esperar.
En términos psicológicos, ello significa simplemente que la respuesta es, en parte,
función del estímulo. En términos de la psicología aperceptiva, significa que una
mayoría de examinados concuerdan en alguna apercepción básica de un estimulo, y que
ese acuerdo representa nuestra definición operativa de la naturaleza “objetiva” del
estímulo. La conducta congruente con estos aspectos de la realidad “objetiva” del
estímulo ha sido denominada conducta adaptativa por Gordon W. Allport (1). En la
lámina 1 del TAT, por ejemplo, el examinado se adapta al hecho de que en ella figura
un violín.
Otros aspectos de la producción del examinado —por ejemplo, los que surgen en
respuesta a las láminas del TAT— se han considerado en forma más simple en un
trabajo previo (3). Me referí en esa ocasión a lo que Allport denominó “conducta
expresiva”.