La separación de propiedad y administración es necesaria en grandes empresas con muchos accionistas. Esto permite delegar la autoridad a los administradores para dirigir las operaciones, pero también crea conflictos de intereses si los objetivos de los accionistas y administradores difieren. Los accionistas buscan aumentar el valor de la empresa, mientras que los administradores pueden perseguir otros fines como estilos de trabajo más lujosos. También existen conflictos entre otros grupos como accionistas, empleados y prestamistas.
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La separación de propiedad y administración es necesaria en grandes empresas con muchos accionistas. Esto permite delegar la autoridad a los administradores para dirigir las operaciones, pero también crea conflictos de intereses si los objetivos de los accionistas y administradores difieren. Los accionistas buscan aumentar el valor de la empresa, mientras que los administradores pueden perseguir otros fines como estilos de trabajo más lujosos. También existen conflictos entre otros grupos como accionistas, empleados y prestamistas.
La separación de propiedad y administración es necesaria en grandes empresas con muchos accionistas. Esto permite delegar la autoridad a los administradores para dirigir las operaciones, pero también crea conflictos de intereses si los objetivos de los accionistas y administradores difieren. Los accionistas buscan aumentar el valor de la empresa, mientras que los administradores pueden perseguir otros fines como estilos de trabajo más lujosos. También existen conflictos entre otros grupos como accionistas, empleados y prestamistas.
La separación de propiedad y administración es necesaria en grandes empresas con muchos accionistas. Esto permite delegar la autoridad a los administradores para dirigir las operaciones, pero también crea conflictos de intereses si los objetivos de los accionistas y administradores difieren. Los accionistas buscan aumentar el valor de la empresa, mientras que los administradores pueden perseguir otros fines como estilos de trabajo más lujosos. También existen conflictos entre otros grupos como accionistas, empleados y prestamistas.
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SEPARACIÓN DE PROPIEDAD Y ADMINISTRACIÓN
En las empresas grandes, la separación de propiedad y administración es una necesidad práctica.
Las corporaciones de gran tamaño tienen cientos de miles de accionistas. Es imposible que todos participen activamente en la administración. Sería como gobernar Nueva York con asambleas municipales en las que intervengan todos los ciudadanos. La autoridad debe ser delegada a los administradores. www.FreeLibros.me 8 PRIMERA PARTE Valor La separación de propiedad y administración tiene claras ventajas: permite cambiar la propiedad sin interferir con las operaciones de la compañía, o bien, que la empresa contrate administradores profesionales, pero también se crean problemas si los objetivos de administradores y propietarios difieren. El peligro es evidente: más que cumplir los deseos de los accionistas, los administradores podrían procurar un estilo de trabajo más relajado o lujoso, eludir las decisiones impopulares, o tratar de erigir un imperio con el dinero de sus accionistas. Los conflictos entre los objetivos de accionistas y administradores causan el llamado problema entre el principal y el agente. Los accionistas son el principal; los administradores son el agente. Los accionistas quieren que los administradores incrementen el valor de la empresa, pero los administradores tienen sus propios problemas o sus propios planes. Se incurre en costos de agencia cuando 1) los administradores no intentan optimizar el valor de la empresa y 2) los accionistas incurren en costos para supervisar a los gerentes y ejercer influencia sobre sus actos. Por supuesto, no hay costos de agencia si los accionistas son a su vez los administradores financieros. Es una de las ventajas de la propiedad individual. Los propietarios administradores no tienen conflictos de interés. Los conflictos entre accionistas y administradores no son los únicos problemas entre agentes y principales que es probable que enfrente el administrador financiero. Por ejemplo, así como los accionistas tienen que motivar a los administradores para que trabajen a favor de sus intereses, la alta gerencia debe pensar en motivar a los miembros de la compañía. En este caso, los administradores son los principales y los empleados administrativos subordinados y demás empleados son sus agentes. También en las finanzas hay costos de agencia. En épocas normales, los bancos y tenedores de bonos que le prestan dinero a la compañía quieren tanto como los accionistas que la compañía prospere, pero cuando la empresa tiene problemas, la unidad de este propósito se desmorona. En tales momentos se necesitan medidas decisivas para rescatar a la empresa, pero a los prestamistas les preocupa que les paguen su dinero y se muestran reacios a que la empresa inicie cambios riesgosos que pongan en peligro sus préstamos. Incluso estallan disputas entre prestamistas si ven que la compañía corre el riesgo de quebrar y forcejean para obtener un mejor lugar en la fila de los acreedores. Pensemos en el valor total de la compañía como si fuera un pastel dividido entre un número determinado de interesados, entre los que se encuentran la administración y los accionistas, los trabajadores, y los bancos e inversionistas que compraron la deuda de la compañía. El gobierno también es un tercer interesado debido a que recibe impuestos por las ganancias de las corporaciones. Todos estos demandantes tejen una compleja red de contratos y acuerdos. Por ejemplo, cuando los bancos le prestan dinero a la empresa, insisten en que se firme un contrato formal en el que se establece una tasa de interés y fechas de pago, y tal vez se fijan restricciones sobre los dividendos o sobre préstamos adicionales. Pero no cabe formular reglas escritas que cubran todas las eventualidades. Por ende, los contratos escritos son incompletos y deben ser completados con acuerdos y convenios que equilibren los intereses de todas las partes. Los problemas entre principales y agentes serían más sencillos de resolver si todos tuvieran la misma información, pero en las finanzas casi nunca pasa así. Los administradores, accionistas y prestamistas tienen información distinta sobre el valor de un activo real o financiero y podrían pasar años antes de que se revele toda la información. Los administradores financieros deben reconocer dichas asimetrías de información y hallar la forma de asegurarles a los inversionistas que no habrá sorpresas desagradables en el futuro. Veamos un ejemplo. Supongamos que usted es el administrador financiero de una compañía que acaba de fundarse con el fin de sintetizar y sacar a la venta una nueva medicina que cure las inflamaciones en los dedos de los pies. En una junta con inversionistas potenciales usted presenta los resultados de los análisis clínicos y pronostica sufi- www.FreeLibros.me CAPÍTULO 1 Las finanzas y el director financiero 9 cientes ganancias como para justificar una mayor inversión. Pero a los inversionistas potenciales les inquieta que usted sepa más que ellos. ¿Qué hace para convencerlos de que dice la verdad? No basta que les pida que confíen en usted. Quizá deba manifestar su integridad predicando con sus actos. Por ejemplo, es posible que los inversionistas confíen más en sus planes si ven que usted y los demás administradores tienen muchos intereses personales apostados a la empresa. Por lo tanto, su decisión de invertir su propio dinero podría dar a los inversionistas información acerca de las verdaderas perspectivas de la empresa. En capítulos posteriores veremos en detalle cómo lidian las corporaciones con los problemas creados por las diferencias de objetivos e información. Los seres humanos somos falibles, y hasta los administradores financieros más prácticos poseen tendencias innatas, como exceso de confianza o de optimismo. Al hacer un pronóstico, podrían darle demasiado peso a una experiencia reciente o sentirse tentados a destinarle buen dinero para tratar de rescatar un proyecto destinado al fracaso, etc. En consecuencia, a veces acudiremos a la psicología conductista para explicar actos aparentemente irracionales de administradores e inversionistas.