Melancolia en La Poesia de Jose Maria Heredia PDF
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Tilmann Altenberg
Agradecimientos
índice
1. Introducción 13
poesía de Heredia 37
4.3.1. "Melancolía" 96
4.3.2. "El m é r i t o de las mujeres" 100
4.3.3. "Las sombras" 109
4.3.4. "Al sol" 111
4.3.5. "El desamor" 114
4.3.6. "Ausencia y recuerdos" 117
4.3.7. "El consuelo" 121
4.3.8. " E n mi c u m p l e a ñ o s " 122
4.3.9. " L o s recelos" 126
4.3.10. " H i m n o del desterrado" 128
4 . 3 . 1 1 . " A la n o c h e " 131
4.3.12. " I n m o r t a l i d a d " 137
4.3.13. " A la estrella de V e n u s " 139
10 Tilmann Altenberg
207
5.3. La poética herediana
7. Conclusión 279
8. Bibliografía 285
1. Introducción
Las connotaciones avaloradoras del término critica literaria constituyen una carga para
quienes se esfuerzan por analizar y explicar sistemáticamente —más que 'criticar'—
fenómenos del ámbito literario. En la lengua alemana esta distinción ha conducido al
binomio terminológico de Literaturwissenschaft ('ciencia de la literatura', o bien crítica
académica) y Literaturkritik (critica literaria periodística) (cf. Mignolo 1978: 2Is.). En
este estudio los términos crítica y crítico se utilizan en el primer sentido a menos que se
haga referencia explícita a la crítica literaria de Heredia y sus contemporáneos, la cual
se inclina más hacia una valoración estética que hacia una consideración sistemática.
Aparicio Laurencio (1988) y, en menor medida, Rivera Rodas (1988: 28ss.) docu-
mentan ese debate, argumentando ambos a favor de una relación estrecha de Heredia
con el Romanticismo.
Cf. en un sentido muy parecido también Lazo (1974). Bush (1996), por otra parte,
14 Tilmann Altenberg
filiación romántica de Heredia, parece estar fuera de duda que la poesía del
cubano se anticipa de alguna forma al Romanticismo, estableciendo así una
relación de continuidad con éste. Conforme a semejante visión de Heredia
como precursor del Romanticismo, más de una vez se le ha llegado a caracteri-
zar como poeta prerromántico (cf. p. ej. Carilla 1975: I, 63ss.).
Es solo consecuente que los intentos de determinar el lugar histórico-litera-
rio de la obra herediana relativo al Romanticismo coinciden, por encima de sus
discrepancias, en prestar poca atención a las características que vinculan a
Heredia con la estética dieciochesca. Con la mira puesta en una noción más o
menos elaborada del Romanticismo, esos críticos tienden a registrar toda mani-
festación de un entusiasmo o una desesperación extremos, toda representación
sintética de la naturaleza americana y de sus efectos sobre el poeta como indi-
cio de la supuesta inclinación '(prerromántica ' de Heredia 4 . Entre los factores
que parecen corroborar esta filiación histórico-literaria del poeta cubano, la
melancolía, observada en algún momento u otro por prácticamente todos los
heredistas, ocupa un lugar prominente. Así, por ejemplo, Vitier, para quien
Heredia es "el primogénito del romanticismo hispano" (1962: 8), reconoce en
el cubano una "ardiente y exhalada sensualidad melancólica" (1958: 66); Díaz
(1973) habla de un "sentimient o melancólico privativo en el carácter de
Heredia" (124); Dámaso Martínez (1979) observa en la poesía herediana una
"visión melancólica, subjetiva y nostálgica ante el paisaje" ( I I I ) , atestándole al
poeta un "romanticismo velado" (ib.); Barnet (1984), en un texto no explícita-
mente marcado como ficcional, hace proclamar a Heredia: "Junto a una melan-
colía que no lograba aliviar mi pena, mi destino de alma en vuelo se empinaba
como una línea recta, despeñada, sin zigzagueos, sin escalas venturosas" (29) 5 ;
Serafín (1992) describe la poesía de Heredia como "smorzata di tono, soffusa di
en una visión más agudizada pero no por ello mejor documentada, constata para el
período entre 1820 y 1832 en Hispanoamérica "a change of epoch from Neoclassi-
cism to Romanticism" (392), un cambio que el crítico estadounidense relaciona
directamente con las dos versiones impresas del poema herediano "Fragmentos
descriptivos de un poema mexicano" / "En el teocalli de Cholula".
4
Según veremos en el momento debido, en la historiografía de las literaturas hispáni-
cas predomina todavía el esquema maniqueísta de un Neoclasicismo frío y racional
que precede un Romanticismo subjetivo y emocional, tal vez con un 'Prerromanticis-
mo' intermedio como fenómeno transitorio. Una de las consecuencias de este esque-
ma es aquella práctica, que podemos también observar en la crítica heredista, de con-
siderar todo alejamiento del supuesto racionalismo neoclásico como un indicio de un
Romanticismo incipiente.
5
Curiosamente, Serafin (1992) cita este testimonio de Barnet (alias Heredia) como
indicio del dolor de Heredia: "La partenza piu amara, perché definitivo allontanamen-
to dalla patria e da sé stesso, come evidenzia Miguel Barnet, è quella del 1839 da Cuba
[...]" (33; cursivas mías).
1. Introducción 15
Aunque también para Menéndez y Pelayo (1911) "Heredia es, ante todo, poeta de
sentimiento melancólico y de exaltación imaginativa, combinada con un modo propio
y peculiar suyo de ver y sentir la naturaleza" (234; también 1927: XVIII), el crítico
comprende estas características dentro de un marco dieciochesco (cf. supra). Por
"insufribles" (1911: 239) que le resulten a Menéndez y Pelayo ciertos aspectos del
"sentimentalismo" (ib.) de un Cienfuegos, con sus indicaciones señala una pista para
la consideración de la poesía herediana que la crítica más reciente prácticamente ha
abandonado.
Está claro que semejante reconstrucción es en rigor una construcción por parte del crítico.
16 Tilmann Altenberg
ñola sea mucho menos reciente (cf. p. ej. el estudio del crítico dominicano-cubano
Nicolás Heredia 1898), hasta la actualidad sensibilidad tiende a concebirse no como
nombre de una tendencia específica (Sensibilidad) que engloba una serie de fenómenos
concretos, sino como un elemento característico pero no exclusivo de cierta tendencia
del pensamiento dieciochesco. Al igual que la noción de un romanticismo universal,
semejante idea ahistórica de la sensibilidad dista todavía mucho del uso sostenido en
este estudio.
En 1989 se publicó una traducción francesa de este estudio, que se basa en una
versión revisada y ampliada por Raymond Klibansky del texto de la primera edición
inglesa de 1964: Saturne et la mélancolie. Études historiques et philosophiques: nature,
religion, médecine et art, Paris: Gallimard. Una traducción al alemán de esa misma
versión revisada en inglés vio la luz en 1992 (cf. Klibansky / Panofsky /Saxl 1992).
18 Tilmann Altenberg
12 Claro está que en el texto el contenido del concepto (alem. Begriffsintension) se revela
mediante su extensión a no ser que el texto hable de manera definitoria del concepto
enjuego. Por lo tanto, las preguntas están íntimamente ligadas y, en el análisis
textual, no se pueden separar de forma consecuente.
2. El texto poético: Reflexiones preliminares y convenciones terminológicas 21
Antes de abordar el propósito del presente estudio conviene explicitar los fun-
damentos teóricos subyacentes a las operaciones analíticas e interpretativas y
fijar la terminología empleada a lo largo del trabajo. Parto de la consideración
de que existe una milenaria tradición de cierta práctica literaria correspondiente
a una clase de textos que según las convenciones terminológicas actuales
pueden subsumirse bajo la denominación "poesía lírica" o simplemente
"poesía" 13 . Con excepción de los casos en que me parece relevante la clasifica-
ción de los textos estudiados en subgéneros —silva, oda, epístola etc.—, me
referiré a los textos concretos indistintamente como "poemas" o "poesías".
En cuanto a las instancias involucradas en la comunicación poética y su
interrelación, me parece fundamental distinguir entre categorías y principios
teórico-operativos, por un lado, y los reclamos y propuestas implícitos o explí-
citos en t o r n o a la práctica literaria en un momento histórico específico, por
otro. Aquéllos son el producto del intento por parte de la teoría y crítica litera-
rias de proporcionar instrumentos que permitan deslindar rasgos significativos
en el ámbito de sus objetos de estudio 14 . A l plantear un esquema de la comuni-
cación poética no pretendo, por consiguiente, reclamar su vigencia universal.
A d o p t o más bien un modelo que me permitirá ejecutar con eficacia las opera-
ciones críticas necesarias para el propósito del presente estudio. Los menciona-
dos reclamos y propuestas históricos, en cambio, no constituyen sino concrecio-
13
Para los fines de mi investigación no es necesario problematizar más esa noción ni
intentar dar una definición o modelización de la especificidad del discurso poétíco-
Ifrico frente a la de los discursos narrativo y dramático. Casas (1994) pasa revista a
las principales propuestas teóricas del siglo xx con respecto a la poesía lírica y aporta
una amplia bibliografía acerca del tema.
Tampoco es éste el lugar para entrar en el debate sobre la génesis de los conceptos
de poesía y lírica y las dificultades que resultan del intento de plantear una concepción
clasificatoria supuestamente universal del género lírico-poético, con términos que
nacen y varían a lo largo de la historia de éste. Para una primera orientación véase,
por ejemplo, el resumen de las transformaciones diacrónicas de los términos mencio-
nados de Knórrich (1992: XII-XVIII). En fechas aún más recientes, son de interés los
estudios recogidos en Cabo Aseguinolaza / Gullón (1998), así como en Cabo
Aseguinolaza (1999).
14
Claro está que dichos instrumentos delimitan hasta cierto punto el alcance del cono-
cimiento científico puesto que se basan necesariamente sobre una percepción inicial
más o menos intuitiva del objeto estudiado.
22 Tilmann Altenberg
nes de los códigos del sistema literario, que con Lotman (1978) puede llamarse
"sistema de modelización secundario" (20).
Es frecuente en la interpretación de textos poéticos líricos la identificación,
por parte del crítico, del sujeto de la enunciación con el autor de ella. Esta
práctica receptiva remite a un código literario que concibe la expresión lírica
como emanación directa del sentir o pensar del poeta 15 . Como es sabido, dicho
código se impone como dominante en la historia literaria occidental con el
Romanticismo y no ha dejado de influir fuertemente hasta el día de hoy aun en
lecturas privilegiadas de parte de la crítica literaria (cf. Cabo Aseguinolaza
1998: 12s.) 16 . Al adaptar un esquema comunicativo parecido a aquel propuesto
por la narratología, quedará patente la falacia ontológica inmanente a tal acti-
t u d frente al texto poético.
Como han sugerido numerosos estudios narratológicos de los últimos dece-
nios, en el análisis de un texto literario narrativo resulta fundamental distinguir,
en un primer paso, entre las entidades empíricas extratextuales, por un lado, y
las instancias intratextuales de la comunicación literaria, por otro 17 . Las instan-
cias de comunicación extratextuales del autor y lector concretos (o reales, o
empíricos) se refieren al productor y al receptor, respectivamente, de un texto en
circunstancias históricas concretas. Desde el punto de vista intratextual, por
otra parte, pueden distinguirse: primero, las instancias de autor y lector implícitos
como entidades abstractas, construibles a partir de la totalidad de las caracte-
rísticas textuales; y segundo, las instancias intraficcionales de narrador y
narratario.
Enfocando las instancias productoras de un texto literario es obvio que
cualquier enunciación presupone un sujeto enunciador (cf. Benveniste 1970).
Tal es el caso indistintamente en la narrativa y en la poesía lírica 18 . La voz
lírica, que corresponde jerárquicamente a la instancia del narrador en textos
narrativos y que en adelante llamaré "hablante lírico" o simplemente "hablan-
te" 1 9 , no debe confundirse con la del autor concreto, sujeto extratextual. Al
15
Más adelante (cf. n. 23) aclararé en qué sentido me parece legítimo el uso del término
poeta.
16
Plenamente consciente del carácter simplificador de la expresión, en adelante me
referiré a esta identificación de la voz lírica con la del poeta como paradigma romántico.
17
Entre los primeros críticos que llamaron la atención sobre este aspecto de la narrativa
figura Booth (1961), con su concepto del implied author.
18
El acto de enunciación no solo presupone un sujeto enunciador —como acabo de
señalar— sino también una situación enunciativa intratextual, cuyo hic et nunc puede
o no estar explicitado en el texto. Para evitar confusiones terminológicas, en ocasiones
donde parece pertinente me refiero a una situación enunciativa explicitada intratex-
tualmente como situación enunciativa concreta.
19
Doy la preferencia a este término frente al de "yo lírico" para evitar la posible confu-
sión entre el concepto de la voz de la enunciación, que —claro está— en términos
2. El texto poético: Reflexiones preliminares y convenciones terminológicas 23
total del poeta" 23 (Lázaro Carreter 1984: 50), al analizar la obra poética de
Heredia trataré —en un segundo paso— de comprender al autor implícito como
ente unus atque idem responsable de la totalidad de la poesía herediana tal como
está escrita, llamando la atención sobre la construcción autobiográfica de la voz
del hablante lírico en la poesía del cubano. Para evitar en lo posible la acumula-
ción de tecnicismos no distinguiré constantemente de forma explícita entre las
instancias mencionadas. Así, al utilizar el nombre "Heredia" o de cualquier otro
autor me refiero —según el contexto— o a la persona concreta histórica o al
autor implícito. Siempre que me parezca posible incurrir en confusiones ontoló-
gicas del tipo indicado anteriormente, aclararé el referente.
23
A mi entender, la noción de poeta que esboza Lázaro Carreter (1984) se acerca a lo
que acabo de llamar autor implícito. Por justificado que sea el intento por parte del
académico español de rescatar las instancias productoras de la comunicación literaria
como responsables de la intención de sentido de un texto (cf. 43ss.), no me parece
adecuado, sin embargo, derivar la instancia del poeta por medio de una abstracción del
autor empírico. Así, Lázaro Carreter llega al extremo de llamar al poeta "alter ego" y
"portavoz" del autor (1990: 39). En la práctica del análisis de un texto la crítica
procede de manera inversa construyendo a partir de la totalidad de las características
textuales una instancia abstracta que puede llamarse poeta. Propongo, pues, considerar
al poeta no en función del autor empírico, sino en función del texto. Con esto no
descarto en absoluto la posibilidad de que datos contextúales (entiéndase aquí: extra-
textuales) en torno al autor lleguen a corroborar una hipótesis sobre la intención de
sentido de un poema (cf. Lázaro Carreter 1984: 50). Debido a la poca precisión y al
bajo valor operativo del término poeta, prefiero dejarlo de lado en el momento de
acercarme a los textos, restringiendo su uso a contextos menos sensibles, en su acep-
ción más común y menos específica como equivalente a 'autor de poemas'.
3. La melancolía como estado precario: El "Nuevo ensayo" de Gómez de la Cortina 25
Antes de dirigir la atención hacia la obra poética de Heredia, cabe tomar nota
de una fuente lexicográfica poco conocida que nos acerca al contexto inmediato
de la poesía herediana tocando, además, una serie de aspectos claves en la
discusión coetánea alrededor de la melancolía. En 1835, José Justo Gómez,
conde de la Cortina 24 inicia en la efímera Revista mexicana25 una serie de artícu-
los en los cuales explora —así el t í t u l o — "la posibilidad de fijar los sinónimos
de la lengua castellana" 26 . En esta serie, a continuación abreviada como "Nuevo
De gran interés para este estudio resulta la parte final del tercero de estos
artículos en El Zurriago literario, que está dedicada a la serie "triste-melancólico-
sombrío". Reproduzco a continuación el pasaje completo:
TRISTE.-MELANCOLICO.-SOMBRIO.
Una pena, una aflicción, una desgracia, cualquiera causa que oprime nuestro cora-
zón, nos pone tristes. Pero tanto la tristeza como su contraria la alegria, indican un
estado de duración determinada, producido por causas esternas que conocemos y
podemos esplicar.
El melancólico lo es muchas veces por carácter, ó porque cualquiera causa hizo
en su corazón una impresión tan profunda, que siempre lo mantiene en un estado
continuo de languidez, de tristeza silenciosa, y aun de abatimiento físico y moral.
El mismo ignorará muchas veces la causa de su melancolía.
Por esta razón nos valemos del adjetivo triste, para denotar lo que afecta á
solos los sentidos, y llamamos melancólico á lo que profundiza mas en nuestra
alma. - Cuando decimos - esta ciudad es muy triste - esta nación es melancólica,
aplicamos el adjetivo triste á lo esterior y á los accidentes materiales de la ciudad,
y el adjetivo melancólico, al carácter, ó por mejor decir, al estado del alma de aque-
llos hombres. - "La tristeza que le causó la muerte de su amigo, degeneró en una
profunda melancolía." En este ejemplo se ve indicada la duración de ambos efectos.
- Si decimos que un niño está triste, damos á entender que esperimenta una
sensación pasagera, común á todos los niños; pero si decimos que está melancólico,
Ensayo sobre la distincción [sic] de los sinónimos de la lengua castellana, Madrid (cf.
Martínez de Sousa 1995: s. v. "Diccionario de sinónimos. 1. Historia"; subrayados
míos).
Como fundador y principal colaborador de El Zurriago literario (cf. Spell 1937: 335),
publicado en tres épocas (1839-40; 1843, como sección del diario El Siglo XIX; 1851;
cf. Ruiz Castañeda 1974: 12), Gómez de la Cortina aprovechaba las páginas de su
periódico ante todo para formular los criterios de su crítica literaria y ponerlos en
práctica, así como para presentar poesías —todas de procedencia peninsular, salvo
algunas composiciones de su propia pluma— que correspondían a su gusto esencial-
mente neoclásico (cf. el índice preparado por Ruiz Castañeda 1974: 25-43).
3. La melancolía como estado precario: El "Nuevo ensayo" de Gómez de la Cortina 27
nuestra imaginación nos presenta la idea del alma, y tratamos de buscar la causa,
que en otras circunstancias hubiéramos despreciado.
La tristeza siempre es desagradable: la melancolía, tiene sus atractivos y sus
goces.
El adjetivo sombrío, aplicado á las personas, es una de las palabras mas enérgi-
cas y significativas de la lengua castellana. El hombre sombrío ya no es triste, ya no
es melancólico, ya no es susceptible como estos, de consuelo ni de sensaciones agra-
dables, ni de pasiones suaves. Las suyas son violentas, tumultuosas, funestas; y si
consigue reconcentrarlas en su corazón, no puede impedir que su semblante
manifieste la violencia continua que le cuesta este esfuerzo. Huye de los hombres,
porque le entristece el bien ageno, y busca la soledad y las sombras porque convie-
nen al estado de su espíritu.
La tristeza lleva siempre consigo la idea de una causa pasagera.
La melancolía, indica un carácter apacible, ó á lo menos un estado de resigna-
ción adquirida por convencimiento, ó por necesidad.
Nos causa placer proporcionar algún consuelo al triste y al melancólico, pero
todos huimos del hombre sombrío. Esta palabra trae á nuestra imaginación la idea
del crimen y de los remordimientos de una conciencia agitada.
(El Zurriago literario, núm. 14, 30 de noviembre de 1839, p. 110s.)28
za [...] en nuestra alma", 111) y atractivo ("tiene sus atractivos y goces", 111)
de la disposición de ánimo duradera de la melancolía, por otro 2 9 . Frente a
"sombrío", ambos coinciden con la suavidad de los sentimientos y su principal
susceptibilidad al consuelo. Las violentas sensaciones y pasiones del "estado de
espíritu" del hombre sombrío, en cambio, hacen de éste un carácter insociable
que "busca la soledad y las sombras" (111 ; cursivas en el original).
Por otra parte, tanto "melancólico" como "sombrío" aparecen en el "Nuevo
ensayo" como disposiciones anímicas permanentes. Pero mientras la apacible e
inofensiva condición melancólica queda resguardada por el contorno social
capaz, en principio, de sintonizar con el sujeto melancólico, el hombre sombrío
es colocado al margen de la sociedad. La comunidad ("todos [nosotros]", 111)
responde al alejamiento del sujeto sombrío ("Huye de los hombres [...] y busca
la soledad [...]", 111) a su vez con un distanciamiento: "[...] todos huimos del
hombre sombrío" ( 1 1 1 ; cursivas en el original). A l parecer, las sensaciones y
pasiones del hombre sombrío, calificadas como "violentas, tumultuosas [y]
funestas" (111), implican el destierro social del sujeto en cuanto que ellas se
oponen a la paz, el orden y la claridad, considerados condiciones imprescindi-
bles para el desarrollo del bien común (cf. supra, n. 25, e infra, p. 32). De ahí
que la palabra "sombrío", según el "Nuevo ensayo", "trae á nuestra imaginación
la idea del crimen y de los remordimientos de una conciencia agitada" (111).
En este "sutil ensayo filológico" (Ruiz Castañeda 1974: 9) se perfilan dos
acepciones de "melancólico". Mientras el carácter melancólico, sobre cuya causa el
artículo no ofrece ninguna información, parece encajar en el sistema tempera-
mental de origen humoral (cf. infra, n. 32), la melancolía como "estado de
resignación adquirida por convencimiento, ó por necesidad" (111), que obedece
a causas externas, a menudo desconocidas por el propio afectado ("cualquiera
causa hizo en su corazón una impresión [...] profunda", 110), se aparta de la
concepción humoral 3 0 . A u n q u e estas 'melancolías' corresponden a causas
impresión
causa: pena profunda en el
"aflicción"
alma (o rasgo
"desgracia"
del carácter)
se convierte se convierte
T en
T en
T
efecto: condición
tristeza melancolía
sombría
"por "por
convencimiento" necesidad"
(?) (?)
características * apacible apacible • pasiones "violentas,
* desagradable "tiene susatractivos tumultuosas,
generales!
y goces" funestas"
* pasajera duradera • ¿duradera?
Mientras las relaciones causales, así como las características generales de los
conceptos enjuego, se han discutido en los párrafos anteriores, las flechas hori-
zontales a nivel del efecto exigen una explicación. En uno de los ejemplos de uso
del "Nuevo ensayo" la tristeza queda implícitamente caracterizada como estado
transitorio anterior a la melancolía: "La tristeza que le causó la muerte de su
amigo, degeneró en una profunda melancolía" (111; cursivas en el original), La
flecha que conecta "tristeza" con "melancolía" corresponde a esta observación.
Aunque el texto no especifica el motivo de la conversión melancólica, cabe
relacionarla —de acuerdo con el contenido de ambos conceptos— con la pro-
fundidad del sentimiento triste, la cual no permite que éste se esfume con el
tiempo. No cabe duda de que esta melancolía debe considerarse 'adquirida', lo
que lleva directamente a las alternativas fijadas hacia el final del " N u e v o
ensayo": melancolía "adquirida por convencimiento, ó por necesidad" (111). La
apacibilidad de la tristeza sugiere que, en el caso esbozado, el afectado opta por
3. La melancolía como estado precario: El "Nuevo ensayo" de Gómez de la Cortina 31
Cabe señalar que el Conde no descarta en absoluto " u n tanto cuanto de locura"
(ib.; cursivas en el original) como fuente de la inspiración poética. Antes bien
llega a admitir que "todo poeta, y aun [...] todo hombre dotado de imaginación
ardiente y de corazón tierno debe por necesidad ser romántico y vivir en continu-
a lucha con su entusiasmo y con sus pasiones" (ib.: 15s.; cursivas en el original).
Lo que no puede tolerar, sin embargo, es "la manifestación de ideas extra-
vagantes, ni [...] acciones indecorosas, o propias de la locura" (16) de algunos
autores de la escuela romántica, cuyas "pinturas de libertinaje y de atrocidad [...]
contribuyen únicamente al trastorno de toda idea de orden social" (ib.). La
delimitación establecida entre la pasión mesurada del hombre inspirado por un
lado y la extravagancia subversiva de un "romanticismo furibundo" —calificación
despectiva, hecha por el Conde en otro artículo crítico publicado en El Siglo XIX
parte) estéticos, se diferencia del uso común del lenguaje, que sirve primordial mente a
fines comunicativos inmediatos. (No es éste el lugar para abordar el complejísimo
problema de la delimitación de lo literario frente a lo no literario. Para el contexto de
este estudio es suficiente distinguir entre textos poéticos inequívocamente literarios,
por un lado, y un uso pragmático-comunicativo del lenguaje sin pretensiones litera-
rias, por otro. Para una discusión del problema de la Iiterariedad cf. p. ej. Mignolo
1978, en especial el primer capítulo, y Reisz de Rivarola 1986: Cap. I, y 1989: 33-
44). En otras palabras, los objetos de reflexión de los discursos considerados se
relacionan con los fenómenos 'reales' del mundo extratextual fáctico de dos maneras
distintas. Mientras el "Nuevo ensayo" enfoca el sistema léxico del español, el que
—dada la principal imposibilidad de retroceder más allá del lenguaje— estructura de
una manera específica los fenómenos del mundo, la crítica literaria del Conde no
atañe, en un primer momento,* ese sistema de modelización primario, sino que se
dirige a un código literario, es decir, a un sistema de modelización secundario, que se
basa en el primario del lenguaje. El fenómeno literario tildado de romanticismo furibun-
do no se plantea, pues, en términos de precisión o adecuación semántica sino de valor
estético. Sin embargo, puesto que según Gómez de la Cortina las características textua-
les criticadas traicionan el apasionamiento y la impulsividad desenfrenados de su
autor —reconocimiento implícito de una poética expresiva— su crítica trasciende el
ámbito literario rozando, al fin y al cabo, el mismo plano que las reflexiones del
"Nuevo ensayo", que plantea una especie de microtipología humana. Del mismo
modo, aquellos textos calificados como modelos del 'verdadero romanticismo' (cf.
supra) se relacionan con autores que, a pesar de "vivir en continua lucha con su
entusiasmo y con sus pasiones" (El Siglo XIX, 3 de junio de 1843; cit. según Ruiz
Castañeda 1974: 16), han logrado dominar sus impulsos encauzándolos en una
escritura amena, libre de las extravagancias criticadas. Mientras la diferencia sistemá-
tica entre la crítica literaria de Gómez de la Cortina y su "Nuevo ensayo" estriba, por
lo tanto, en el plano en el que se ubica el correspondiente objeto de reflexión, ambos
coinciden respecto al alcance último de sus reflexiones.
Siendo tan solo parcial la inclusión conceptual, la conversión de la condición sombría
a la melancolía propuesta en el esquema no tiene correspondencia en el plano de los
conceptos englobantes.
3. La melancolía como estado precario: El "Nuevo ensayo" de Gómez de la Cortina 35
punto de vista lexicográfico predomina todavía a principios del siglo xix (cf. p.
ej. DRAE 1817, no así el Diccionario castellano, s. v. "Melancolía"), ha perdido su
fuerza explicativa. Es más bien el concepto planteado por Gómez de la Cortina
en el "Nuevo ensayo", de una melancolía apacible y placentera a causa de cierto
tipo de impresión anímica —o sea, de una melancolía sensible—, el que más se
acerca a la melancolía en la poesía del cubano.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 37
Para una sucinta discusión del concepto de "lector privilegiado" y su relevancia para
la comunicación literaria desde el punto de vista de la estética de la recepción, cf. p.
ej. Vital (1994: 27-32).
40 Tilmann Altenberg
Heredia, José María: Obra poética. Edición crítica de Ángel Augier, La Habana: Letras
Cubanas, 1993; a continuación abreviada como OP. El contenido de OP coincide
prácticamente con el de las Poesías completas, edición preparada por Raquel Cátala y el
propio Augier (cf. OP: 511) bajo la dirección del entonces historiador de la ciudad de
La Habana Emilio Roig de Leuchsenring con motivo del centenario de la muerte de
Heredia: Poesías completas. Homenaje de la ciudad de La Habana en el centenario de la muer-
te de Heredia (1839-1939), 2 tomos. La Habana: Municipio, 1940/41, citado como PC
I y PC II, respectivamente.
No existe hasta el momento una edición de las obras completas de Heredia que
además de la poesía recoja los textos dramáticos, la prosa literaria, la crítica y la cor-
respondencia del cubano. Según me afirmó el propio Augier en una conversación in-
formal llevada a cabo en la BNJM en agosto de 1996, el crítico espera sacar a luz en
un futuro próximo una edición de la correspondencia de Heredia, dispersa en varias
bibliotecas y reproducida solo en parte, principalmente en revistas cubanas.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 41
sentados en ellos, así como la posición del hablante lírico frente al fenómeno
desarrollado, resultan en cierta medida desparejos. En un tercer poema, titulado
"Melancolía", la única mención de melancolía en el título, a pesar del lugar pro-
minente que ocupa, es —como se verá en el lugar correspondiente (cf. infra,
4.3.1.)— remática, por lo cual ese texto se analizará en el subcapítulo corres-
pondiente. Por su extensión —en ambas versiones comprende más de 300 ver-
sos—, su índole reflexiva y su carácter heterogéneo "Placeres de la melancolía"
constituye el núcleo a partir del cual se llevará a cabo la reconstrucción de la
concepción herediana de melancolía.
Ya que esta nota respecto a "Placeres", la más extensa de las cinco en la edición de
1825, toca en asuntos de interés poetológico, la transcribo completa, en la grafía
original:
Publico estos fragmentos, por que el poema ya no ha de acabarse. Otros cui-
dados, que deben ocuparme esclusivamente, no me dejan el ocio de espíritu
que exigen las Musas. Por eso imprimo mis versos tales como están. Salgan,
pues, y tengan su dia de vida, ya que no deben esperar de mí ni revision, ni
aumento.
Solo deseo que este cuaderno excite alguna emulación saludable en
nuestra juventud. ¿Por que no tiene Cuba grandes poetas, cuando sus hijos
están dotados de órganos perfectos, de imaginación viva, cubiertos por el cielo
mas puro, y cercados de la naturaleza mas bella?
Mis amigos echarán menos [sic] en esta colección algunos poemas
publicados ya: pero estos y otros inéditos, irán en una edición separada.
(P25: 159)
A falta de datos precisos —entre los manuscritos conocidos no se encuentra huella al-
guna de "Placeres"— es imposible fechar con exactitud la composición de "Placeres".
Aunque en P32 el cuarto fragmento lleva una nota al pie de la página que afirma que
42 Tilmann Altenberg
importantes: Primero, los ahora siete apartados están precedidos por la palabra
"Fragmentos"; segundo, esos fragmentos llevan números romanos (l-VII). Da la
impresión que el reclamado carácter fragmentario se convierte de un intento de
explicar la génesis textual y apelar a la indulgencia del lector ante la presunta
falta de perfección de los fragmentos, en un elemento significativo en el plano
de la composición. Antes de someter esta impresión a una revisión crítica rela-
cionando el poema con un dato contextual decisivo, cabe añadir algunas obser-
vaciones más respecto a las diferentes ediciones de "Placeres".
En vista del número considerable de variantes entre P25 y P32 no hay lugar
a dudas de que —en contra de lo sostenido en la nota respecto a "Placeres",
donde Heredia afirma "que [los versos] no deben esperar [...] ni revision, ni
aumento" (P25: 159)— Heredia revisó detenidamente este y otros poemas,
como admite el propio autor en la "Advertencia" a la edición de 1832 44 . No se
"[e]sto se escribia en principios de 1825 [...]" (127), es posible que los demás frag-
mentos no se hayan compuesto en ese momento. No obstante, la mayoría de los edi-
tores infiere de la nota que el poema entero se escribió alrededor de esa fecha. Puesto
que la versión primitiva del texto se publica por primera vez en la edición neoyor-
quina de las poesías de Heredia, puede establecerse el mes de mayo de 1825 como
terminus ante quem de su composición (cf. González del Valle 1938: 164). En vista de
la referenciabilidad de algunos datos del texto, pueden fijarse los siguientes termini
post quos. Es plausible suponer que el pasaje en que el hablante lamenta la muerte del
padre (fragmento quinto en P32) no se compusiera antes de la muerte del padre de
Heredia, ocurrida en México el 30 de octubre de 1820 (para este y otros detalles de la
turbulenta vida de José Francisco Heredia, cf. Chacón y Calvo 1939a). También
algunos versos del penúltimo fragmento (sexto en P32) deben leerse como referencias
al destierro de Heredia en Estados Unidos, entre el 4 de diciembre de 1823 y el 22 de
agosto de 1825 (González del Valle 1938: 141, 171). De manera que ese fragmento
no se habría compuesto antes de fines de 1823. Como se verá más adelante, indepen-
dientemente del momento de composición de algunos de los fragmentos, es muy pro-
bable que la organización de ellos bajo el título "Placeres de la melancolía" se deba a
la fase indicada del exilio estadounidense (cf. infra).
Heredia explica la aparente contradicción de la siguiente forma:
En 1825 publiqué la primera edición de estas poesias, sin pretension alguna
literaria. Mis amigos la deseaban, y sus instancias me distraían de los vastos
designios que me inspiraban la exaltación y el amor de la gloria. Por este mo-
tivo, y como quien arroja de sí una carga, lanzé al mundo mis versos, para que
tuviesen su dia de vida [...].
Olvidé pronto aquel libro, y entré en la ardua carrera que me llamaba. Un
concurso raro de circunstancias frustró mis proyectos, reduciéndome á ocupa-
ciones sedentarias, que hicieron revivir mi gusto á la literatura. Entretanto,
mis poesias habian corrido con aceptación en América y Europa, y la reimpre-
sión de varias en Paris, Londres, Hamburgo y Filadelfia, el juicio favorable de
literatos distinguidos [nota al pie de la página: "El célebre Lista se excedió
hasta calificarme de un gran poeta." (Cursivas en el original)], y la exaltación
literaria excitada en mi pais por la discusión de su mérito, prorogaron el dia
de vida que yo les habia señalado.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 43
También Domingo del Monte, amigo íntimo de Heredia desde los días cubanos que
acompañaba la trayectoria literaria de éste con sus consejos críticos, en sus
correcciones de la edición de 1832, hechas con motivo del proyecto de una edición
postuma que, por lo que se sabe, nunca llegó a editarse, modifica "Placeres" supri-
miendo por completo la nota herediana (cf. Fernández de Castro 1938: 130), la cual
debe haber considerado circunstancial. La segunda intervención importante consiste
en situar "Placeres" en el segundo libro entre las composiciones tituladas en la edición
de 1832 "Poesías filosóficas, morales y descriptivas" (P32 II: 5), por considerar este
entorno más adecuado que las "Poesías amatorias" (P32 I: 5) y las "Imitaciones" (P32
I: 81) del primer tomo (Fernández de Castro 1938: 131). Como se verá más adelante
(cf. p. 188), en un sentido sistemático que parece habérsele escapado a del Monte y a
la mayoría de los editores posteriores de las poesías heredianas, el lugar de "Placeres"
al final del primer tomo de P32 es altamente significativo.
En su fuga de la isla de Cuba, Heredia llegó a Boston el 4 de diciembre de 1823 don-
de permaneció hasta el día 20 del mismo mes (González del Valle 1938: 141ss.).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 45
Entre los muchos imitadores sensibles que practicaban semejante fragmentación con
fines estéticos destaca Henry Mackenzie, con su novela sentimental The Man of
Feeling, un texto del cual Heredia tenía conocimiento, como veremos más adelante (cf.
Dwyer 1991: 184).
46 Tilmann Altenberg
Análisis
El epígrafe procede del poema "A Fileno, consolándole en una ausencia" (1802), de
Manuel José Quintana, donde los versos se relacionan también indirectamente con la
melancolía.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 47
Fragmento I
El primer fragmento —con 86 versos, el más largo del poema— está dividido en
cuatro apartados paraéstroficos 51 de desigual extensión (22-14-9-41 versos). Al
principio de la primera división Heredia hace afirmar al hablante lírico la impo-
sibilidad de la felicidad humana: " N o es dado al hombre de su débil frente [52] /
las penas alejar y los dolores" (v. 1s.). El uso de la forma de presente en la cons-
trucción impersonal sugiere la validez universal de esta afirmación acerca de la
especie humana 53 : Penas y dolores aparecen como constantes de la existencia
terrenal del hombre 54 . Ex negativo los "campos de mirtos y de flores" (v. 3) se
plantean como paraje ideal fuera del alcance del hombre. Esos campos evocan
tanto el topos del locus amœnus en cuanto paisaje idealizado de un encuentro
amoroso (cf. Curtius 1993: Cap. 10, §6) como a la diosa romana de la hermosu-
ra y del amor carnal, Venus, entre cuyos atributos se cuentan tradicionalmente
el mirto y la rosa (cf. Krauss / Uthemann 1987: 23), De esa manera queda esta-
blecido un vínculo entre las aflicciones inevitables de la conditio humana y la
principal imposibilidad de realización amorosa cuya formulación explícita sigue
en los versos 8ss. (cf. infra).
En los versos 5-8 el apasionamiento se dibuja como vía para escapar ("le
enagena", v. 6) temporalmente de la conditio humana. Sin embargo, no cabe
duda de lo fugaz ("breves horas", v. 6) e ilusorio ("ilusiones férvidas", v. 7) de
la felicidad alcanzada mediante "el aliento ardiente" (v. 5) de las pasiones. El
adverbio de duda "tal vez" (v. 6) señala una reserva principal respecto a la posi-
bilidad de un estado libre de aflicciones. Nuevamente el uso del presente de
indicativo corresponde a la postulada validez universal de lo afirmado.
El pasaje revela a un hablante lírico profundamente desilusionado para
quien la creencia (errónea) en la felicidad individual del ser humano se acerca a
En rigor, el semema "helado" por sí solo no constituye una isotopía, ya que hasta el
momento el sema -[caliente] no se ha podido identificar sino una sola vez en el texto.
Sin embargo, cabe anticipar el curso ulterior del análisis textual estableciendo una
isotopía -[caliente] que se relaciona de manera disyuntiva con la isotopía + [caliente].
Más adelante quedará claro que todos los estados de temperatura que no correspon-
den a la isotopía + [caliente] se encuentran en disyunción con ella. Por ello la inver-
sión del signo matemático reproduce más fielmente esta relación disyuntiva que la
sustitución del clasema por un antónimo con signo positivo (p. ej. +[frío]).
Sigo la terminología establecida en la Gramática de la Lengua Española de Alarcos
Llorach, auspiciada por la Real Academia Española, que adopta —en contra del uso
peninsular tradicional— los términos elaborados por Andrés Bello, evitando además
la voz poco precisa de tiempo (cf. Alarcos Llorach 1994: §220ss.).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 49
Cabe tomar nota de que los placeres que el hablante recuerda haber experimen-
tado en trance no son idénticos a los placeres de la melancolía del t í t u l o , a los
cuales habrá que volver más adelante. Las isotopías de temperatura se continú-
an con los sememas " s o l " (v. 12), "encendido" (v. 13) y "fogosa" (v. 15),
correspondientes al clasema +[caliente] por un lado, y con "tibias" (v. 17), que
actualiza el clasema -[caliente], por otro. El hablante lírico se sitúa a sí mismo
en la isotopía + [caliente] distanciándose explícitamente de -[caliente]. Más
adelante se verá que esta oposición forma un principio estructurador del univer-
so poético herediano.
En los restantes cuatro versos y medio de la primera división paraestrófica el
hablante relata el desengaño acarreado por el acaloramiento pasional. A l poco
tiempo, así el hablante lírico, la ebriedad de los sentidos desemboca en el has-
tío: "[...] Mas ¡ay! [57] pronto / siguió á los goces y delirio mió / la saciedad, el
tedio devorante" ( w . 18ss.). Ambos estados —el delirio y la saciedad— son igual-
mente extremos, y el texto parece descartar la posibilidad de una transición gra-
dual entre ellos. La inevitabilidad de esta secuencia se postula a través de un
símil que establece un paralelismo con la disminución de la intensidad de la luz
solar que marca el cambio de las estaciones del año: "como sigue de otoño al sol
brillante 1581 / el del invierno pálido y sombrío" (vv. 21s.) 59 . La recurrencia del
lexema "sol" en los dos símiles (vv. 12 y 21) indica la importancia paradigmáti-
ca que este astro tiene para el hablante 60 .
En resumen, el primer párrafo avanza en dos movimientos de lo general a lo
particular. En un primer paso, la pasión amorosa se escoge del campo aún difu-
so de las pasiones; en un segundo paso, la experiencia particular sirve para ilus-
trar la afirmación general acerca de la conditio humana61. La actitud del hablante
lírico se caracteriza por su distancia reflexiva frente al propio pasado.
En el segundo apartado paraestrófico (vv. 23-36) el hablante lírico resume
su experiencia particular de manera generalizada e impersonal. Otra vez la
A primera vista resulta curioso que en vez del verano Heredia escoja el otoño como mes
de la luz solar brillante. Según la lógica del fragmento, la saciedad sigue al éxtasis. En
el plano del símil este contraste es particularmente llamativo si a la luz brillante se
opone una luz débil y pálida. Tal palidez se asocia sobre todo con el invierno (ideali-
zado). Puesto que el invierno no sigue inmediatamente al verano, es lógico que el
otoño deba representar la estación brillante. Cabe tomar en cuenta, además, que en el
trópico los fenómenos climáticos no coinciden plenamente con las cuatro estaciones.
De ahí que parezca legítimo considerar las estaciones evocadas en el poema como
nociones idealizadas de las zonas templadas.
Una razón más superficial capaz de explicar la secuencia de estaciones del año
aducida por Heredia podría verse en la versificación. La sinalefa "de* otoño", necesaria
desde el punto de vista métrico para garantizar el verso endecasilábico, no hubiera
sido posible en el sintagma * "de || verano". Si bien esta argumentación demuestra
que los lexemas no constituyen alternativas paradigmáticas en este contexto concreto,
cabe suponer que la capacidad versificadora de Heredia le habría permitido evitar el
obstáculo métrico de otra forma.
En estos versos descuella un segundo par de isotopías sémicas, que también se rela-
cionan entre sí de forma disyuntiva. Los sememas "brillante" (v. 21) y "lució" (v. 13)
constituyen la isotopía + [luciente], mientras que "pálido" (v. 22) y "sombrío" (v. 22)
integran la isotopía -[luciente]. Es obvio que lo luciente está estrechamente vinculado
con lo caliente, llegando los dos a coincidir en dos ocasiones. El semema "encendido"
(v. 13) actualiza tanto el clasema + [caliente] como + [luciente]; del mismo modo en
las dos ocurrencias de "sol" (w. 12, 21) ambos clasemas coinciden. De hecho, los
símiles en los versos 12s. y 2Is. dependen precisamente de esa circunstancia.
En la obra poética de Heredia ni a un somero examen puede escapársele el lugar pro-
minente que ocupa el sol (junto con otros astros) en su universo poético. Así, entre
los "Poemas descriptivos" se encuentran un texto "Al sol" y un "Himno al sol". Una
de las imitaciones de James Macpherson, alias Osián, también está titulada "Al sol".
Hay además numerosas menciones del astro en otros poemas, como por ejemplo "En
mi cumpleaños", "Vuelta al Sur", "Himno del desterrado" y "La estación de los
nortes".
La coexistencia en el texto de una afirmación presuntamente universal y atemporal,
por un lado, y la experiencia individual del hablante lírico, por otro, se revelará en el
transcurso de este estudio como rasgo característico de una parte considerable de las
poesías heredianas (cf. infra).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 51
mortal cuitado con la del piloto en una noche de tempestad: "Asi el piloto en
tempestosa noche / solo distingue entre su denso velo / el mar furioso y el tur-
bado cielo" (vv. 34ss.).
En el tercer apartado paraestrófico (vv. 37-45) el hablante lírico introduce
finalmente la melancolía como panacea capaz de remediar la aflicción del mortal
cuitado. La inmediata ligación consecutiva ("Entonces [...]", v. 37) a los prime-
ros dos apartados aclara que en ellos se han formulado las experiencias prelimi-
nares que solo posibilitan el actuar de la melancolía. El apostrofe a la "gentil
MELANCOLÍA" personificada 62 (v. 37) es de carácter híbrido. Por un lado, Melan-
colía es alabada e invocada como:
por otro lado, el apostrofe tiene las características de una invocación de las
musas: "Ven: tonos blandos á mi voz inspira; / enciéndala t u aliento, y de mi
lira / tiempla con languidez las cuerdas de oro" (vv. 43ss.).
La compleja actitud del hablante lírico ante Melancolía corresponde a la
'plurifuncionalidad' de ésta. En su calidad de bálsamo dulce, Melancolía aparece
1) versos 46-66,
2) versos 67-75, y
3) versos 76-86.
Moliner (1991) registra bajo "Llevarse", entre otros significados, "dejarse llevar". Cf.
también Moliner (1998: s. v. "Llevar", 3 prnl.).
56 Tilmann Altenberg
dad" (v. 72) en "bailes y juegos y festines" 67 (v. 68). El artificio seductor ("por
su halago seducidos", v. 70) de la "disipación furiosa" (v. 67) —exteriorizada y
personificada como antes la melancolía— aparece como responsable de este
intento vano de alcanzar lo inalcanzable. A diferencia de la mano compasiva de
Melancolía, el toque de la disipación se caracteriza por su falsedad ("pérfidas
caricias", v. 71), que no lleva a los seducidos sino a probar "de tedio triste co-
pa" 68 (v. 69). Al amanecer, las víctimas de la disipación, como seres "[... ] [m]ús-
tios, rendidos / maldecirán al sol [...]" 6 9 (vv. 72s.) prefiriendo el "sueño
ansioso" (v. 73) a la claridad del día ("la suerte trocarán del bello dia", v. 75).
A l igual que el triste, cuya agitación emocional desemboca en la desesperación,
tampoco los trasnochadores alcanzan la felicidad deseada.
El uso de la perspectiva de presente sugiere aquí nuevamente la validez
general de lo planteado. Como anteriormente en los versos 28ss., la sostenida
inevitabilidad de la sucesión causal queda reforzada desde el punto de vista
morfológico mediante el uso del futuro de probabilidad ("maldecirán", v. 73;
"trocarán", v. 75; cf. Esbozo: 3.1 4.7.b). No cabe duda de que en el momento de
la enunciación el hablante lírico se muestra indiferente frente a las tentaciones
de la disipación nocturna, que no resisten cualitativamente "la suerte [...] del
bello dia" (v. 75).
[...] — Empero
á mis ojos el sol brilla mas puro
desde que ya, mas cuerdo, no alimento
de mi sangre el ardor calenturiento,
soñando gozos y placer futuro.
(w. 80-84)
Para llegar al punto de apreciar aquella pureza del brillo solar que los ansiosos
trasnochadores maldicen (cf. vv. 72ss.) el hablante lírico ha tenido que renun-
ciar a sus sueños de "gozos y placer f u t u r o " (v. 84), dejando de alimentar el "ar-
dor calenturiento" (v. 83) —otra vez se actualiza aquí la isotopía de temperatu-
Una idea análoga subyace a la afirmación de que ahora "el sol brilla mas puro" (v. 81)
a los ojos del hablante lírico. Si bien el brillo del sol ya no le sorprende en sueño ansio-
so, tampoco la pureza de la luz solar da de lleno en los ojos del hablante.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 59
entre los verbos en presente citados y la enunciación del hablante lírico es solo
parcial. Mientras el presente de enunciación constituye una acción puntual, el
uso de los verbos "brilla" y "alimento" en combinación con la locución adver-
bial de tiempo "desde que" (v. 82), en cambio, implica duración indefinida.
Semánticamente estos versos constituyen, pues, el único momento del primer
fragmento en que el hablante evoca un presente que remite implícitamente
hacia un futuro más allá de su propia enunciación.
En el verso 42 se encuentra también el único uso del futuro analítico, con
valor temporal/modal (cf. supra), frente a las varias ocurrencias del futuro sinté-
tico, con significado metafórico indicador de una consecuencia lógica o proba-
ble (cf. Bello 1903: §689). De manera que salvo las excepciones indicadas, lo
referido en el primer fragmento —donde no se integra en el ámbito de lo intem-
poral— constituye una reflexión por parte del hablante lírico acerca de sus pro-
pias vivencias pasadas.
Dentro del área de lo pasado resulta interesante la diferencia aspectual entre
los verbos en pretérito y el uso aislado del copretérito. Esta diferencia sirve aquí
para relacionar los excesos concretos —aspecto terminativo o puntual— experi-
mentados por el hablante (p. ej. "adoré la beldad", v. 12; "bebí encendido el cáliz
del amor hasta las heces", w . 13s.; cursivas mías) con la afirmación sumaria
acerca de esos excesos: "[...] Insano / en tormento sin fin buscaba dicha, / paz en
eterna turbación..." (vv. 78ss.; cursivas mías) —aspecto no terminativo o durati-
vo—. Aparte de revelar este sucinto resumen el distanciamiento del hablante
lírico frente a su propio pasado, el uso del copretérito hace hincapié en lo dura-
tivo de la búsqueda. Así, se produce la impresión de que en un tiempo anterior
al momento de enunciación la vida del hablante se caracterizaba fundamental-
mente por esa vana búsqueda de la felicidad.
melancolía melancolía
personificada: psicológica:
paisaje
consuelo / inspiración
del paisaje frente a la naturaleza: "Wir werfen der Natur gleichsam ein Netz über,
dessen Maschen und Knüpfungsart bestimmt, was von ihrer praktisch unendlichen
Mannigfaltigkeit eingefangen und landschaftlich relevant wird. [...] Landschaft ist
Natur, gesehen durch ein Filter von Ideen und Wertungen, Stimmungen im weiteren
Sinne, die ihren Ursprung nicht im AuBen, nicht im 'Objektiven' haben" (49)
(Echamos una red por encima de la naturaleza. Los nudos y mallas de esta red determinan qué
aspectos de la prácticamente infinita variedad de la naturaleza se cogen, convirtiéndose en rasgos
relevantes del paisaje. [...] Paisaje es naturaleza vista a través de un filtro de ideas y
valorizaciones, estados anímicos en un sentido amplio, que no tienen su origen en lo exterior, lo
'objetivo' (traducción mía)). De manera parecida, Vitier (1958) reconoce en los
paisajes heredianos "una cierta unidad estética y sentimental creada por el alma"
(61), llegando a la conclusión de que en el desarrollo de la literatura cubana "[c]on
Heredia damos el paso de la naturaleza al paisaje propiamente dicho" (ib.).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 61
Fragmento 11
Fragmento 111
Se perfilan aquí dos tipos de relación con una mujer: la relación emocionalmen-
te agradable y estable ("[...] sentimientos / [ . . . ] / [ . . . ] dulces / y duraderos [...]",
I l l / w . 7-10), tal como la desea el hablante, por un lado, y el amor apasionado e
inseguro — p u n t o de referencia con connotaciones inequívocamente negati-
vas—, tal como lo causa Amor, por otro 78 . La "muger sensible" (lll/v. 6) anhela-
da se caracteriza por su pureza ("candor", lll/v. 11), tranquilidad ("paz", l l l / v .
11) y piedad ("voz piadosa", lll/v. 13) capaces de consolar al hablante lírico
aliviándole el "exceso de v i d a " ( l l l / v . 12) del cual padece79. El uso del condi-
c i o n a d o / pretérito de subjuntivo (cf. Alarcos Llorach 1994: §222), sin embargo,
aclara que esta redención —aunque lógicamente posible— es solo hipotética
("me sonreirían", l l l / v . 1 1 ; "me aliviara", l l l / v . 13; "derramara", l l l / v . 15;
"disipara [sic]", I ll/v. 1 6).
El segundo apartado del tercer fragmento ( l l l / v v . 18-22) deja atrás esa
modalidad hipotética acercando a la mujer hasta ahora inalcanzable: "¡como te
adoraré...!" 80 ( l l l / v . 19). El cambio gramatical hacia el uso del futuro correspon-
imposible (cf. Alarcos Llorach 1994: §448; Bello 1903: §694 habla de "oraciones
condicionales de negación implícita"). La atribución de un grado menor de irrealidad
a la segunda oración corresponde a criterios contextúales (no tipológicas). El contexto
no deja lugar a dudas de que en el universo poético del tercer fragmento —al igual
que en la experiencia común— es más probable encontrar a una mujer sensible que ver
crecerle a uno alas de un espíritu.
Los sentimientos violentos provocados por Amor se relacionan directamente con el
beso fatal de Cupido del primer fragmento. Allí el hablante lírico plantea el carácter
universal de la experiencia amorosa violenta provocada por el dios del amor y de sus
consecuencias nocivas; aquí el hablante escarmentado evoca esa misma violencia
pasional como punto de referencia para el concepto de un amor suave.
La perfección angelical de esa mujer tiene un trasfondo platónico que es característico
de la tendencia sensible de la segunda mitad del siglo xvui (cf. Sauder 1990: 172). El
amor del hombre sensible por una mujer también sensible —paradigma fundamental
para la poesía herediana (cf. infra)— aparece como sentimiento moderado, espirituali-
zado, que se dirige hacia el objeto idealizado en busca de un alma afín. El hablante
lírico actualiza aquí este concepto de un âme sœur.
En la primitiva versión de "Placeres" el pasaje correspondiente reza: "¡como te ama-
ré..!" (lll/v. 19). El verbo adorar de la versión definitiva, con sus connotaciones reli-
giosas, parece corresponder mejor al peculiar sentimiento del hablante lírico hacia la
mujer sensible que el verbo amar. Está claro que el amor suave anhelado se diferencia
radicalmente del amor violento desechado.
66 Tilmann Altenberg
tan bello y desdichado" (lll/v. 4). A esa fórmula subyacen experiencias espe-
cíficas del hablante lírico comparables a las del primer fragmento. El "exceso de
vida" (lll/v. 12) remite a la disipación ("en tormento sin fin buscaba dicha, /
paz en eterna turbación... [...]", l/vv. 79s.); la experiencia de lo amargo y fugaz
del violento apasionamiento amoroso, que cabe inferir del deseo por "[...] senti-
mientos / [...] / [...] mas dulces / y duraderos" (I I l/vv. 7-10), tiene su paralelo
en la "dulzura emponzoñada" (l/v. 10) y "la saciedad, el tedio devorante" (l/v.
20) que siguen pronto "á los goces y delirio" (l/v. 19).
Una lectura de conjunto de los fragmentos primero y tercero permite distin-
guir tres caminos emprendidos en busca de la felicidad:
Fragmento IV
Cf. Alarcos Llorach (1994: §449): "[...] hay en el empleo del subjuntivo en la apódo-
sis cierto influjo de la modalidad exclamativa y afectiva que presenta la oración".
Para evitar malentendidos cabe aclarar que tanto la reflexividad del primer fragmento
como el carácter expresivo del tercer fragmento se comprenden como características
textuales que no implican automáticamente un menor o mayor grado de 'autentici-
dad' expresiva. Más adelante se relacionará esta estrategia doble con la poética de
Heredia (cf. 5.3.3.).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 69
Con respecto al poema "Atenas y Palmira" Arias (1974: 22s.) propone relacionar el
"viajero" que allí aparece con el personaje histórico del conde de Volney, cuyo libro
Les Ruines ou méditations sur les révolutions des empires (1791) gozaba de una gran popu-
laridad a principios del siglo xix (cf. infra, n. 369).
Entre los poemas de la colección manuscrita de las primeras poesías de Heredia (Ensa-
yos poéticos, México 1819) se encuentra un soneto titulado "A Cristóbal Colón" que
alaba el mérito del almirante. En un momento posterior, Heredia dedica con "Los
compañeros de Colón" todo un poema a la "chusma impaciente" (v. 59) que acom-
pañaba al almirante en su primera expedición. Este poema estrófico, publicado por
primera vez en 1828, se recoge en P32 y en ediciones posteriores. Allí no cabe la
menor duda de la imagen positiva de Colón ("Por un genio profético inspirado", v. 7)
en contraste con la de sus compañeros. Algunos giros de ese poema se encuentran ya
de forma parecida en el pasaje analizado del cuarto fragmento de "Placeres". Compá-
rense, por ejemplo, los siguientes versos: "[...] eternamente en derredor ceñido / por
Océano profundo, / ocultábase un mundo al otro mundo" ("Los compañeros de
Colón", w . 4ss.) — "[...] Circundado / por tenebrosa nube un emisferio, / ocultábase
al otro [...]" ("Placeres", IV/vv. 22ss.); "[...] la chusma impaciente" ("Los compa-
ñeros", v. 59) — "[...] la vil chusma" ("Placeres", IV/v. 28). Además de confirmar la
concepción positiva de Colón en el cuarto fragmento, los paralelos son un indicio de
la gran coherencia temática de la producción poética de Heredia. La segunda relación
intertextual parece, por otra parte, corresponder a una técnica de composición que
70 Tilmann Altenberg
Cito de OP, que reproduce una versión no publicada, por lo que se sabe, en vida del
autor y recogida por primera vez en la edición neoyorquina de las poesías heredianas
de 1875. La mención de melancolía en "Las sombras" no interesa por el momento.
Para una consideración de este y otros aspectos del poema cf. infra (4.3.3.).
Significativamente, una temprana versión del poema de 1821, de la cual la crítica
heredista no ha tomado noticia hasta la fecha, lleva el título "La visión" (cf. infra, n.
143).
Moteuczoma II reinaba en Tenochtitlán de 1502 a 1520; su hermano y sucesor
Cuitlahuac II, al cabo de tan solo 80 días en el trono cayó víctima de la viruela, intro-
ducida por los españoles (cf. Prem 1989: 43-46); en 1521, el último soberano de los
aztecas, Guatimozín —más conocido bajo el nombre de Cuauhtemoc—, siguió a su
primo Cuitlahuac II en el poder y fue ejecutado por Cortés en 1525 (cf. ib.: 270s.).
Atahualpa, el penúltimo soberano de los incas, fue ejecutado por Pizarra en 1533;
Manco-Capac II, sucesor de Atahualpa entronizado por el propio Pizarra, y Tupac-
Amaru, otro miembro de la familia incaica, luchaban contra los conquistadores espa-
ñoles y murieron en 1544 y 1572, respectivamente. Los caciques Guaicaipuro
(t 1569) y Taramayna se defendían contra los españoles en el norte de Sudamérica.
72 Tilmann Altenberg
publicada de P25, se establece una relación biográfica entre el cuarto apartado del
cuarto fragmento y un viaje de formación a Europa y Asia planeado para el año 1825.
El texto de la nota reza: "Esto se escribía en principios de 1825, hallándose el autor
próximo a emprender un viaje largo por algunos países de Europa y Asia". Heredia
nunca emprendió ese viaje. En vez de ello, el 22 de agosto de 1825 se embarcó en
Nueva York para pasar directamente a México (González del Valle 1938: 171). La
idea de semejante grand tour está documentada en una carta que Heredia dirigió a su
madre desde Norwich, EE. UU., con fecha del 12 de agosto de 1824. En ella se mani-
fiesta también su poco entusiasmo ante el proyecto: "Ignacio [i. e. uno de los tíos de
Heredia, T. A.] me dice que vaya á Europa el año que viene, pero yo estoy algo pere-
zoso, y creo que esto se quedará así. Además en Europa hallaré el mismo enemigo a
quien temo, el malditísimo frío. En fin veremos lo que S. A. la audiencia dice [acerca
de la causa], y luego hablaremos" (Heredia 1939c: II, 144). Respecto a la causajurídi-
ca mencionada en varias cartas enviadas desde EE. UU., fue en enero de 1825 cuando
Heredia se enteró en Nueva York de la sentencia dictada contra él el 23 de diciembre
de 1824. La Real Sala del Crimen le condenó a ser deportado a España por su presun-
ta participación en la conspiración de Los Soles y Rayos de Bolívar (cf. Morales y
Morales 1931: I, 32-53 para una detallada relación de aquella conspiración y el insig-
nificante papel que Herediajugaba en ella).
El hecho de que la nota extraficcional relacione un pasaje del poema con un
momento específico de la biografía de su autor es un claro indicio de que Heredia y
los lectores de sus poesías compartían el mismo código biográfico-referencial.
Las culturas evocadas son las del Imperio Romano (Tiber), de Jericó (Jordan) y de
Esparta (Eurotas).
Entre las nueve musas canónicas que conoce la Antigüedad no figura precisamente
una musa del saber o del conocimiento. El contexto sugiere, sin embargo, que el apos-
trofe se dirige a Clío, musa de la historiografía.
74 Tilmann Altenberg
y "mente", IV/v. 55). A diferencia del paisaje natural (cf. los fragmentos prime-
ro y segundo), frecuentado por el desamparado en busca de la melancolía, en el
último apartado del cuarto fragmento el placer melancólico aparece como efecto
secundario de la búsqueda del conocimiento. Cuando finalmente se menciona
de paso a la "genial MELANCOLÍA"98 (IV/V. 60) como compañera, de ninguna
manera ella hace competencia en cuanto musa inspiradora a la Musa del saber.
Antes bien, aparece como personificación del sentimiento melancólico. No es el
hablante lírico sino la propia Melancolía quien suspira y reclina la frente en ade-
mán melancólico": "me seguirás do quiera suspirando, / o en mi lecho t u frente
reclinando, / harás á mi descanso compañía" (IV/vv. 61 ss.). La mención de
melancolía hacia el final del fragmento (IV/v. 60) —poco motivada por el con-
texto inmediato— parece que tiene ante todo la función de mantener la cohe-
rencia del fragmento volviendo a nombrar su supuesto núcleo temático.
En P25 el sintagma correspondiente dice "mi fiel Melancolía" (IV/v. 55). La fndole
íntima del apostrofe en la primera versión choca con la invocación de la musa del saber,
cuya inspiración se relaciona más claramente con la situación evocada en este pasaje.
Tal vez fuera para menguar la competencia ocasional entre las dos musas por lo que
Heredia optó en P32 por el más distanciado "genial Melancolía".
El motivo de la cabeza reclinada forma parte de la tradición pictórica del hombre
melancólico y de su representación personificada. El grabado al cobre "Melencolia I"
(1514) de Alberto Durero es tal vez el ejemplo más notable de esta tradición (cf.
Klibansky/Panofsky/Saxl 1992: 409-412).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 75
Fragmento V
El quinto fragmento 100 se relaciona —al igual que el tercero— solo indirecta-
mente con el título del poema. No hay en el texto mención de melancolía algu-
100
En P25 al principio del quinto fragmento se encuentra un apartado de ocho versos en
el que se relaciona el genio de Libertad con Melancolía: "Genio de Libertad, que me lle-
nabas / de inespl¡cable y de sublime gozo, / [...] / ¿no es tu madre también Melanco-
lía?" (w.1s., 8). Es éste el único pasaje en la obra poética de Heredia donde se rela-
cionan causalmente los conceptos de libertad y de Melancolía. En la versión de P32
Heredia omite estos versos, terminando así por anular ex post la relación propagada.
Los comentaristas de la obra herediana no se han percatado de que los versos borra-
dos del quinto fragmento se encuentran casi literalmente y fuera de todo contexto de
melancolía en el último apartado del poema "Al Genio de Libertad", publicado por
primera vez en 1831. Compárense los siguientes pasajes:
[Fragmento V de "Placeres"]
Genio de Libertad, que me llenabas
de inesplicable y de sublime gozo,
cuando sentado en la agitada popa,
vi a mi bajel del viento arrebatado
romper con furia las turbadas olas
del irritado mar, y por sus campos
76 Tilmann Altenberg
Fragmento VI
En P25 los textos que en P32 constituyen los fragmentos quinto y sexto forman toda-
vía un solo fragmento. Asi", el apartado que comienza con el verso "¡Patria...! Nombre
cual triste delicioso" sigue inmediatamente al que termina con el verso "No me aban-
dones, padre, desde el cielo". Esta secuencia no carece de cierta coherencia asociativa,
puesto que padre y patria se relacionan no solo en el plano léxico, sino que ocupan
también lugares prominentes en el sistema de valores del hablante lírico. Este lazo
entre los apartados queda reforzado en la versión de 1825 por los versos cuarto y
quinto de lo que será el sexto fragmento: "¿Cuándo del árbol paternal la sombra /vol-
verá a refrescar su árida frente?" (cursivas mías). Si bien en P32 el nexo lineal entre
los fragmentos tiende a pasar inadvertido, cabe insistir en que el orden sucesivo de los
fragmentos no es fortuito, sino que corresponde al potencial asociativo indicado.
Salta a la vista el paralelismo entre la situación del hablante lírico en el momento de
la enunciación y la estancia del autor concreto Heredia en EE. UU. (cf. supra). El
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 79
("Tiende la noche aquí su oscuro velo", Vl/v. 43), estático ("el mundo se ador-
mece inmóvil, mudo", Vl/v. 44) y frío ("yelo afinador", Vl/v. 46; " f r i ó " , Vl/vv.
47 y 48)— la productividad poética del hablante ha quedado paralizada ("en
mis manos ¡oh lira! te rompiste", Vl/v. 33). Llama la atención la homología
entre la presunta infecundidad del mundo natural del exilio y la reclamada
esterilidad poética 105 . La implícita relación causal obedece a la misma lógica que
el influjo del sol tropical sobre el temperamento, sugerido en el primer fragmen-
to (cf. supra, n. 69) 10e . El propio hablante compara su situación en el exilio con
la de una planta transferida a otro clima (Vl/vv. 29ss.). Con este símil motiva
su anhelo por Cuba a un plano que trasciende la mera añoranza, llevando su
cubanidad a una categoría biológico-orgánica. A l m u n do hostil del exilio se
opone el recuerdo del paisaje ameno y del clima agradable de Cuba, cuya evoca-
ción recurre al tópico del locus amœnus107. El carácter idealizado de los recuerdos
se debe a la actual inalcanzabilidad de la patria y la consiguiente aflicción del
hablante lírico, como revela él mismo:
cotejo de los datos referenciables del fragmento no contribuye, sin embargo, a esclare-
cer la concepción herediana de la melancolía en cuanto construcción textual.
Está claro que la afirmación acerca de su presunta parálisis poética no debe tomarse al
pie de la letra, puesto que nos llevaría necesariamente a suponer que el texto del sexto
fragmento hubiera nacido paradójicamente en circunstancias de un supuesto mutismo
poético. En el marco del sexto fragmento cabe entender estos versos como expresión
hiperbólica del sufrimiento que el hablante lírico padece en el destierro.
También en este fragmento descuella el valor emblemático del "sol del trópico" (Vl/v.
50), que parece representar para el hablante lírico la fuerza vital de su patria.
Entre los "Landschaftsreize" (estímulos sensoriales, o bien 'encantos' del paisaje
—nótese la bisemia del alemán "Reiz"—) (Curtius 1993: 203) característicos del lugar
ameno, se actualizan aquí los siguientes: el árbol que da sombra (Vl/v. 4), el arroyo
murmurante (Vl/v. 27), la brisa (Vl/v. 36) y el aroma de las frutas (Vl/vv. 38s.). El
encanto acústico del "[...] músico ruido / de las palmas y plátanos sonantes" (Vl/vv.
6s.) reemplaza el canto de los pájaros de la tradición clásica. Al hacer depender
algunos de los encantos de un escenario nocturno ("de la mágica luna inspiradora / el
tibio resplandor", Vl/w. 37s.; "las brisas de la fresca noche", Vl/v. 36) e integrar la
flora autóctona de Cuba ("palmas y plátanos", Vl/v. 7; "naranjo", Vl/v. 38; "mango",
Vl/v. 39), Heredia se aparta del tópico clásico sustituyéndolo por un cuadro que
parece fluctuar entre lo ideal y lo real. En vista de la intertextual i dad interna de su
obra poética también en lo que respecta a la representación de la naturaleza cubana
parece justificado considerar a Heredia como forjador de un estereotipo del paisaje
cubano (cf. Vitier 1958: 59-74 para una valoración cabal de lo cubano en la poesía de
Heredia y su influencia en la representación de la naturaleza cubana en la poesía
posterior).
80 Tilmann Altenberg
Fragmento V i l
Corbin (1988: 150s.) destaca la importancia del osianismo para la representación del
paisaje costanero en la literatura y el arte occidentales durante la segunda mitad del
siglo xviii y principios del siglo xix. Al traducir en 1824 en el exilio norteamericano
algunos textos de Osián (i. e. James Macpherson) al español, Heredia topó con ele-
mentos que se encuentran también en los paisajes evocados en los primeros dos frag-
mentos de "Placeres": así, por ejemplo, la bruma. Es posible que se trate de una influ-
encia de Osián, quien en la traducción de Heredia del poema "Oina Morul" (OP:
410-414) caracteriza al mar como "nebuloso". Van Tieghem (1938) observa, sin
embargo, que en Osián el mar no pasaba más allá de "un élément du paysage" (440).
A diferencia de Heredia, no hay en los textos del presunto autor escocés-céltico vesti-
gios de una experiencia íntima de la naturaleza.
86 Tilmann Altenberg
La impasibilidad del hablante lírico frente a las tentaciones mundanales y las esperan-
zas ilusorias de una felicidad terrenal recuerdan el ideal del hombre sabio de la filoso-
fía estoica (cf. Windelband 1957: ll.1.§14). Klibansky / Panofsky / Saxl (1992: 95),
por otra parte, señalan que entre los filósofos del Pórtico la melancolía no se
apreciaba como un camino para alcanzar el estado ideal de la imperturbabilidad, sino
que se desechaba como un privilegio negativo del sabio.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 87
111
Por su relación íntima en la poesía herediana, no distingo sistemáticamente entre
"fugacidad" y "vanidad".
88 Tilmann Altenberg
112
Para una revisión del devenir de la silva en la poesía española, cf. Montero Delgado /
Ruiz Pérez (1991). En términos generales, el endecasílabo figura entre los metros más
utilizados por los poetas neoclásicos y se encuentra -^junto con el heptasílabo—
sobre todo en la poesía de carácter grave (cf. Carilla 1979: XXII I).
113
Para una exposición sucinta de las funciones del lenguaje según Jakobson y las princi-
pales revisiones críticas de su modelo, cf. Pozuelo Yvancos (1989: 40-51).
114
Cabe señalar que, mientras para los compañeros de Colón la "patria querida" era
España, para el hablante lírico de "Placeres" el referente es Cuba.
90 Tilmann Altenberg
115
Estos versos se encuentran de forma casi idéntica en P25. Ahí, el último apartado del
fragmento correspondiente reza:
Vuela, viento del Norte, y á los campos
de mi patria adorada
lleva mi llanto, y á mi madre tierna,
y al más digno, al mas fiel de los amigos
murmura mi dolor....
(P25, Vl/w. 53-57)
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 91
Entre los textos del corpus figura un segundo poema de melancolía comúnmen-
te considerado de dudoso status textual. Publicado por primera vez en la edición
de las Poesías completas (PC), de 1 9 4 0 / 4 1 , sin indicación alguna respecto de su
procedencia o fecha de composición 116 , se ha recogido posteriormente solo en la
116
El propio Roig de Leuchsenring, iniciador de PC, confiesa ignorar si "A la melancolía"
(en PC con m minúscula) y otros poemas añadidos en un apéndice "son originales de
Heredia o traducciones de otros poetas" (PC II: 415). Desafortunadamente, no indica
el lugar preciso donde "Raquel Cátala", por indicación del Dr. González del Valle,
comprobó la existencia de otros poemas desconocidos" (PC II: 415), entre ellos "A la
melancolía".
92 Tilmann Altenberg
Obra poética (OP), de 1993, cuyo editor Ángel Augier —tal vez debido a una
feliz intuición— incluye "A la melancolía" (en OP con m minúscula) entre los
"Poemas traducidos por Heredia" dando como fuente "copias [encontradas]
[...] en el archivo de Escoto que se conserva en la Biblioteca Nacional [de
Cuba]" (OP: 588). Los demás editores de las poesías heredianas no incluyen el
texto en sus ediciones. He podido averiguar que "A la Melancolía" es, en efecto,
una traducción del poema "La Melanconia", de Ippolito Pindemonte, Un cotejo
de los textos hace resaltar su parentesco inmediato 117 . Heredia adopta no solo la
división estrófica y el metro del hipotexto italiano, sino también sus ideas cen-
trales y su imaginería. A base de un borrador autógrafo (al parecer hasta ahora
desconocido) de esta traducción herediana (Heredia: "A la Melancolía") 118 , que
representa dos estados de redacción y cuya segunda lectura coincide casi
textualmente con la versión publicada en las ediciones mencionadas, se analiza-
rá a continuación este segundo poema de melancolía del corpus. La principal
diferencia entre las versiones consiste en la grafía del título. Mientras Heredia,
de acuerdo con el título italiano y la personificación de la melancolía a lo largo
del hipotexto, opta en el manuscrito autógrafo no fechado por mantener la
mayúscula inicial del t é r m i n o clave "Melancolía", Augier escribe "melancolía"
(cursivas mías). Se verá que, debido a su fidelidad al hipotexto tanto en el plano
formal como en lo que toca al concepto de melancolía presentado, la traducción
constituye en cierta medida un elemento ajeno respecto a los poemas originales
de Heredia.
En este poema de melancolía el hablante lírico despliega en nueve estrofas
de ocho versos pentasilábicos 119 un concepto de melancolía que coincide solo
parcialmente con el de "Placeres". También aquí, Melancolía se plantea como
personificación antropomorfa ("tu rostro velas", v. 34; "fijes [sic] los ojos", v. 38;
117
Para el análisis me baso en el texto italiano de la edición de las poesías de Pindemon-
te en dos tomos (Parma, 1800) (cf. Pindemonte 1800: I, 34).
118
Tal vez en el comentario citado en la nota anterior Augier se refiera al mismo borra-
dor, aunque actualmente éste no se halla, por cierto, en la Biblioteca Nacional de
Cuba sino entre los "Escoto Papers Relating to Cuban History" de la Houghton
Library (Cambridge, EE. UU.).
119
Una revisión de los metros utilizados por Heredia revela que, no obstante su general
difusión entre los poetas españoles del siglo xvm (cf. Navarro Tomás 1956: §270), el
verso pentasilábico del poema "A la Melancolía" es atfpico de la obra poética del
cubano. Se encuentra en no más de cuatro poemas, compuestos a lo largo de más de
diez años, probablemente entre 1818 y 1830. Están escritos en pentasílabos la fábula
"La paloma y la marica" (alrededor de 1818) y el poema "El ruego" (1822), así como
en parte los poemas "El rizo del pelo" (1819) y "Calma en el mar" (publicado en
1830). Las estrofas isométricas de "A la Melancolía" constan de ocho pentasílabos
con rima consonante o parcial de los versos cuarto y octavo, ambos agudos. Mientras
Heredia mantiene en su traducción la división estrófica y el metro del hipotexto,
abandona, pues, el esquema rimático complejo de Pindemonte: abac dbdc.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 93
"tus lentos pasos", v. 51; "tus cabellos", v. 54; cursivas mías) a la que el hablante
dirige la palabra. Apostrofada como "ninfa modesta" (v. 26) y "ninfa gentil" (v.
68), Melancolía aparece como moradora divina de la naturaleza (cf. Hunger
1974: 275). Los síntomas del sentimiento melancólico en la naturaleza —a
diferencia de los fragmentos I y II de "Placeres" no se manifiesta aquí paisaje
alguno en el sentido indicado antes (cf. Lehmann 1953: 46s.)— corresponden
en su totalidad a Melancolía. Es ella quien medita ("meditar", v. 48; "Tu aspecto
grave, / Meditador", vv. 63s.), anda vagando lentamente ("Tus lentos pasos", v.
51 ) y tiene la mirada pensativa:
ya pensativa
fijes [sic] los ojos
en arroyuelo
murmurador,
(w. 37-40)
Bello es tu manto:
de tus cabellos
grato el desorden
para mi" es,
En estos versos hay una clara resonancia del beatus ¡lie horaciano. La búsqueda
de la verdad en un lugar retirado recuerda además el ideal de la vita contemplati-
va de Séneca y concuerda con la actitud estoica del hablante que se ha podido
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 95
Los restantes trece poemas heredianos que registran al menos una mención de
melancolía no caen en la categoría de la poesía de melancolía definida antes (cf.
4.1.). En ninguno de ellos la melancolía forma el centro temático —o bien, uno
de los centros temáticos— del poema en el sentido de constituir un objeto de
reflexión. Después de considerar un poema que destaca por su mención de
melancolía en el t í t u l o analizaré los restantes textos del corpus en orden
cronológico.
4.3.1. "Melancolía"
feuille" (cf. Gonzalez del Valle 1 938: 1 20) 122 . Aparte de la ampliación del texto
de quince a treinta y dos versos en la versión de P25, donde encabeza las
sección de las "Imitaciones", llama la atención sobre todo el cambio del título.
Heredia vincula el poema explícitamente con la melancolía traspasando con ello
los límites de una traducción rigurosa, puesto que ni el título ni el texto de "La
feuille" establecen tal vínculo.
En la primera de las cuatro octavillas italianas 123 el hablante lírico se dirige
directamente a una "[h]oja solitaria y mustia" (v. 1) que va a la deriva, impulsa-
da por el viento, preguntándole por su destino: "¿adonde corres?" (v. 5). A par-
t i r de ahí la propia hoja toma la palabra admitiendo su ignorancia respecto a la
dirección del viento: "Lo ignoro" (v. 5). A continuación evoca los agradables
antecedentes de su errar. El idilio bosquejado a lo largo de la subsiguiente estro-
fa y media — u n pasaje que no tiene correspondencia en el hipotexto francés—
actualiza la tópica situación bucólica, prefigurada en los Idilios de Teócrito y las
églogas de Virgilio y Garcilaso, entre otros, y que se halla también en la poesía
española más o menos coetánea de Heredia, como por ejemplo en las églogas de
Meléndez Valdés: pastores y zagalas descansan en la sombra de un árbol can-
tando los placeres y cuitas de sus amores. La hoja en la encina presencia desde
cerca tanto los cantos como los encuentros amorosos de "Nise, la j o v e n mas
bella" (v. 13) con su amado:
Es sobre todo por este poema por el que se recuerda al poeta francés en la actualidad.
"La feuille" figura en diversas antologías de la poesía francesa, así p. ej. en la Anthologie
lyrique, editada por Werner Schónermark, sobre cuyo texto se basa el presente análisis
(cf. Schónermark 1937: 112s.).
La disposición de los versos octosílabos del poema "Melancolía", con el esquema
rimático abbc' deec' —el apóstrofo marca los versos agudos—, corresponde a una
variante de la octavilla italiana o aguda (cf. Navarro Tomás 1956: 245.). El mismo
esquema métrico-estrófico puede observarse en los poemas "¡Ay de mí!" (1821),
"Memorias" (1821), "Plan de estudios" (1822), "La lágrima de piedad" (ed. 1825),
"El arco iris" (publ. 1827), "Recuerdos tristes" (= "Los recuerdos") (publ. 1829) y
"Meditación matutina" (ed. 1832).
Son éstos, precisamente, los versos que no figuran en la versión de P32. Es posible
que Heredia los suprimiera por las implicaciones eróticas, que en cierta medida tras-
cienden la construcción alegórica del texto (cf. infra).
98 Tilmann Altenberg
(w. 21-26)
Sin quejarse de su suerte la hoja se deja llevar por el viento adonde, según el
poema, terminan tanto "las hojas de rosa" (v. 31) como "las hojas de laurel" (v.
32): a saber, "del llano á la selva umbrosa" (v. 30).
Dejando de lado el idilio bucólico, en el plano del significado literal el poe-
ma evoca un acontecimiento que se produce con una determinada regularidad
en la naturaleza. Sin embargo, el t í t u l o "Melancolía" y la prosopopeya de la
hoja, así como la referencia a la rosa y al laurel —al igual que la encina, plantas
con un marcado valor simbólico—, indican que existe una intención de sentido
más profunda. De hecho, una lectura alegórica del texto logra integrar gran
parte de los elementos en un segundo plano de significación. En tal lectura, la
serie de circunstancias representadas en el poema aparece como alegoría de la
vida humana. La hoja es el hombre que desconoce su destino (la dirección del
viento), a cuya fuerza no se resiste ni la constancia por antonomasia (la encina).
Una vez arrancado del idilio original de los felices años de l a j u v e n t u d (la hoja
que una vez formaba parte del locus amœnus ha perdido su frescura: "Hoja soli-
taria y mustia, v. 1), lo único que le queda al hombre errante es su impasibili-
dad frente al insondable destino ("[...] aunque [el viento] fiero me maltrata, /
ni aun oso quejarme del", vv.27s.) 125 . A l fin y al cabo, el amor y la gloria, simbo-
lizados por las hojas de rosa y de laurel, respectivamente, sucumben del mismo
modo a la fuerza igualadora del tiempo.
Cabe preguntar si la "selva umbrosa" representa realmente el destino último
de todas las cosas, como parece sugerir el verso 30. En el hipotexto de Arnault
la inconstancia del viento ("inconstante haleine", v. 6) que lleva a la hoja " D e
la forêt à la plaine, / De la montagne au v a l l o n " (vv. 9s.) aparentemente sin
rumbo fijo contrasta con aquel lugar de destino último " O ù va la feuille de rose
/ Et la feuille de laurier" (vv. 14s.). Allí la indicación de dirección toma la forma
de una perífrasis eufemística de la muerte aludida inmediatamente antes: "Je
vais où va toute chose" (v. 13). En "La feuille" este verso contesta directamente
De manera parecida Genette (1987) distingue entre títulos temáticos ("titres théma-
tiques", 78) y títulos remáticos ("titres Thématiques", 82).
100 Tilmann Altenberg
También esta silva de más de 400 versos, que registra una mención de melanco-
lía, se basa en un texto francés; a saber, en el extenso poema panegírico "Le mé-
rite des femmes" (1 801 )12S, de Gabriel Marie Jean Baptiste Legouvé (1764-
127
En un poemario del poeta habanero Ángel Mestre y Tolón titulado Melancolías
(1863), figura otra traducción de "La feuille", titulada "La hoja caída", más fiel al
hipotexto que la versión herediana. Ambos autores cubanos marcan la relación del
texto con la melancolía a su manera. En otros poemas de Mestre y Tolón el hablante
lírico nombra con frecuencia una dulce melancolía sin tematizarla. En comparación con
Heredia el concepto de la melancolía en ese autor es menos específico, confundiéndo-
se con una tristeza vaga que parece condicionar la percepción del hablante. Así, en el
poema introductorio declara al "Anjel de la tristeza" (1863: 6) la fuente de su
inspiración:
A mi lado se detiene,
I, tras un beso inefable,
Su mano pone en la mia
El arpa que en ella trae.
Vibro sus cuerdas, —I entonces
Con la voz de los pesares
Mis mustias Melancolías
Del fondo del alma salen.
(Mestre [y] Tolón 1863: 6; cursivas en el original)
El título del poemario cumple una doble función. Primero fija —como en "Melanco-
lía" de Heredia— la lectura ideal de los textos comprendidos en la colección; segundo,
el plural señala que melancolía se utiliza aquí además como género lírico. Una de las
cartas laudatorias reproducidas al principio del volumen corrobora esta afirmación:
"[...] hallo algunas libertades en la apreciable colección de poesías que V. me ha
remitido, y una de tantas es haberlas comprendido todas bajo la denominación de
MELANCOLÍAS: porque no todas son Melancolías [...]" (VIII; cursivas mías). Es intere-
sante ver que extensionalmente la melancolía en Heredia vuelve a encontrarse in nuce
en un autor de la generación posterior. La meditación sobre la felicidad y las ilusiones
perdidas, el amor de la patria y el paisaje melancólico marcan parte de los poemas en
Melancolías.
La gran popularidad de que en su tiempo gozó este poema (no solo) en Francia —la
quincuagésima edición data de 1850 (cf. Engler 1994: s. v. "Legouvé, Jean-
Baptiste")— demuestra hasta qué punto la alabanza de los atractivos físicos, los
talentos y la superioridad moral del bello sexo correspondían a la sensibilidad de la era
posrevolucionaria. El propio Legouvé explicita la finalidad 'civilizadora' del poema:
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 101
Además de las lecciones documentadas en el Semanario político y literario (de 532 ver-
sos) (cf. supra, n. 130) y las ediciones de poesías publicadas en vida de Heredia (P25,
de 540 versos, y P32, de 414 versos) he podido consultar un borrador, corregido
según una nota autógrafa de Heredia en "Cuernavaca[,] año [de] 1828" (Heredia
1828: "El Mérito de las Mugeres"), que representa dos estados de revisión posteriores
a 1825, de 465 y 416 versos, respectivamente.
En la Biblioteca de [¿las?] Damas Heredia hace las siguientes observaciones acerca de la
génesis de "El mérito de las mujeres", dejando constancia de su postura ambivalente
ante el hipotexto:
[...] La lectura del bello poema Le mérite [sic] des femmes por Legouvé, me inspi-
ro la idea de este. Pense [sic] al principio traducir literalmente el francés, pero pal-
pé al instante la imposibilidad de adaptarlo à nuestra poesfa. [...] Resolvfme
pues à componer un poema bajo el mismo plan imitando en él algunos trozos
felices del francés. No sé si he mejorado el poema de Mr. Legouvé, ó lo he
echado à perder: solo sé que el poema de Mr. Legouvé [sic] no es el mió, y que los
pasages imitados de él no son los que mas lisonjean mi amor propio. [...]
(Cit. según Bachiller y Morales 1855: 9; cursivas en Bachiller y Morales)
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 103
En algunas ocasiones también Legouvé hace al hablante lírico utilizar la primera per-
sona del singular; así, por ejemplo, cuando éste toma la palabra para alabar el valor de
Juana de Arco: "J'atteste ta valeur qui défendit nos lois, / Jeanne d'Arc [...]" (w.
404s.). Aunque con este acto de habla performativo (j'atteste) el hablante explicite su
actitud entusiasta ante la heroína, de ninguna forma introduce sus propias vivencias.
El uso repetido de la primera persona del plural, por otra parte, pone énfasis en la
complicidad entre el sujeto de enunciación y su destinatario, la cual implica, al fin y
al cabo, lo generalmente aceptado de lo expuesto.
Es interesante observar que en el borrador y en P32 "Belisa hermosa", alias Isabel
Rueda y Ponce de León (Esténger 1950: 72), ha cedido el lugar a "Emilia bella", refe-
renciable como "Josefa (Pepilla) de Arango y Manzano, hja de José de Arango y
Castillo, aristócrata matancero, en cuya residencia se refugió Heredia antes de huir a
los Estados Unidos" (OP: 540). Mientras en P25 el hablante lírico expresa su gratitud
hacia una vaga "joven sensible" (v. 467) que moraba bajo el mismo "techo hospitala-
rio" (v. 468) que le ocultó en su calidad de prófugo de "la persecución enfurecida" (v.
469), en las versiones posteriores el verso correspondiente lee "celeste Emilia". Por
otra parte, en P25, "[...] la Musa / que preside á los sones de [la] lira" (w. 9s.) del
hablante y a quien el poema está dedicado (Belisa) no coincide con la bienhechora
recordada. En las versiones posteriores, en cambio, ambas "funciones' corresponden a
Emilia, aunque la relación entre ésta y el hablante lírico se caracterice como "fina
amistad" (v. 5) libre de las connotaciones de una pasión amorosa, presente en P25.
En el borrador mencionado Heredia subraya doblemente (en el sentido concreto:
"Emilia") el nombre de la bienhechora, lo que revela la importancia de esta sustitu-
ción. Desde una perspectiva pragmática, los dos cambios registrados pueden relacio-
narse con la respectiva función concreta de las versiones como signo global. Si en este
104 Tilmann Altenberg
Es interesante ver que en la versión anterior de "El mérito de las mujeres" (1822),
entre las poquísimas variantes figura precisamente ese pasaje. Allí no se produce toda-
vía aquel recuerdo de segundo grado que da lugar a una placentera melancolía. En vez
de ello, en la situación recordada las "roncas ondas" (v. 213) responden a los "gemi-
dos férvidos" (v. 214) del hablante lírico, para cuya tristeza no hay consuelo alguno.
Como veremos más adelante, parece que solo con "Placeres" Heredia se percata del
potencial positivo de la melancolía como estado psíquico. La variante mencionada
corrobora esta observación.
106 Tilmann Altenberg
Salta a la vista que la metáfora del encendimiento emocional, que en el primer fragmen-
to de "Placeres" se inscribe en la isotopía sémica + [caliente], también en este poema
está en el centro de la autorrepresentación del hablante lírico.
Aunque en algunas ocasiones tanto en el hipotexto como en la versión española el
hablante lírico orienta sus palabras a las propias mujeres alabadas o a otro personaje
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 107
poemas utiliza casi las mismas palabras para caracterizar los efectos benéficos
que tiene semejante amistad para el hombre que goza de ella. Tanto aquí como
allá aparecen los lexemas "bálsamo", "dulce" y "sensible", así como los concep-
tos de la moderación sentimental y la paz anímica. A todas luces, sobre el tras-
fondo de la probable cronología exterior de los dos poemas heredianos, cabe
leer los versos considerados de "El mérito de las mujeres" como prefiguración
temática del tercer fragmento de "Placeres".
A continuación, tanto Legouvé como Heredia relacionan la búsqueda de la
gloria artística o militar por parte del hombre con la inspiración por la beldad
de una mujer. Cuando Legouvé se pone a reflexionar sobre la valentía de las
mujeres en el combate, Heredia inserta 33 versos en los que hace al hablante
lírico insistir en que el verdadero destino del sexo femenino es el amor:
Aunque Legouvé, y con él Heredia, cita a Juana de Arco como ejemplo de una
mujer que destaca por su valentía, ambos autores coinciden en que "[...] tal vez
la espada / no le sienta muy bien [al sexo femenino]: su ruego y llanto / mas
dulces armas son, mas poderosas" (vv. 363ss.). A modo de ilustración se apor-
tan una serie de ejemplos tomados de la historia donde el poder violento cede a
las instancias de una mujer.
En lo que queda del poema se alaban varias facetas más de la presunta
magnanimidad femenina: su caridad, nobleza y altruismo, cada uno ilustrado
con al menos un ejemplo histórico o literario. Antes de resumir la tesis global
del poema y defender el sexo femenino ante sus "eternos enemigos" (v. 496),
Heredia se aleja nuevamente de forma significativa del hipotexto insertando un
apartado de trece versos. Muchas de las observaciones hechas a propósito de los
versos 168 a 216 son también pertinentes para este pasaje, en el cual el hablan-
te lírico vuelve a relatar sus propias vivencias que dentro del plan global del
poema vienen a ilustrar la supuesta magnanimidad femenina, En un apostrofe
el hablante expresa desde el exilio ("destierro", v. 476) su eterna "gratitud
ardiente" (v. 479) hacia la "joven sensible" (v. 467) que le dio refugio al que
aparece ahora como " t u amigo proscripto" (v. 473) (cf. supra, n. 134). También
aquí llama la atención la semejanza de la mujer invocada con la "ideal esposa"
de "Placeres" ( l l l / v. 18), A lo largo del desarrollo del presente estudio se verá
evocado, el poema en su totalidad está construido como mensaje dirigido a los "[d]el
bello sexô [sic] eternos enemigos" (v. 496).
108 Tilmann Altenberg
Para resumir, "El mérito de las mujeres" confirma a grandes rasgos el concepto
de melancolía reconstruido a partir de "Placeres". En dos momentos el senti-
miento del hablante en la situación de enunciación puede identificarse como
melancólico, sin que el poema en su totalidad sustente esta observación. Por
otra parte, la imposibilidad de sustraerse al dominio de la razón que caracteriza
al 'yo' recordado en el primero de los pasajes intercalados (vv. 168-197) tiene
Cf. en este sentido, entreoíros poemas, "A..., en el baile" (1821), "Ausencia y recuer-
dos" (1822) y "El consuelo" (1822).
Desde una perspectiva extratextual esta observación corresponde a dos circunstancias.
Primero, como he señalado, el pasaje es original de Heredia; segundo, es lógico supo-
ner que la referencia al destierro no puede haberse insertado en el texto antes de fines
de 1823 (cf. supra, n. 134). En ese momento, habían ya transcurrido al menos dos
años desde la primera traducción, entendida como actividad, del hipotexto. No debe
sorprender que semejante inserción posterior se aleja del proyecto original de
Lego uve.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 109
La descripción del entorno natural hace uso del mismo inventario de elementos
que el paisaje nocturno en "El desamor" (cf. infra, 4.3.5.) y en el primer frag-
mento de "Placeres". En pocos versos Heredia bosqueja un cuadro de la situa-
ción 145 terminando por relacionarlo explícitamente con el sentimiento melancó-
lico del hablante lírico:
Menéndez y Pelayo (1911) descalificó este poema como "pésima imitación de El Pan-
teón del Escorial" (235) de Quintana. Aunque no cabe duda de la relación inmediata
entre ambas poesías, no por ello Heredia deja de marcar su distancia ante el hipotexto
del español (cf. González 1955: 134ss.).
Menéndez y Pelayo (1911) reconoce claramente "el admirable don que tuvo
[Heredia] de la descripción sintética" (237; cursivas en el original), en la que los ele-
mentos se compenetran formando un conjunto orgánico. Como muestra de ello, el
crítico español remite al poema "En el teocalli de Cholula" (236).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 111
Los dos puntos en el verso 127 señalan que la melancolía es el resultado inme-
diato del escenario lunar. La dimensión psíquica del sentimiento melancólico en
"Las sombras" no se plantea como ambivalente, sino que el hablante lírico la
recuerda en términos inequívocamente positivos ("[...] mi alma llenaba / Una
dulce y feliz melancolía", vv. 1 27s.).
Como se ha podido apreciar, la mención de melancolía en "Las sombras"
actualiza la concepción del sentimiento melancólico del paisaje. A pesar de ello,
la reflexión histórico-filosófica en torno a la vanidad puede también leerse como
experiencia de discrepancia. De forma análoga al cuarto fragmento de "Place-
res", también aquí el hablante derrama lágrimas sobre la suerte de América
("[...] mi tierno pecho comprimido / En sollozos rompió: mi ardiente rostro /
Un torrente de lágrimas bañaba [...]", vv. 320ss.; cf. "Placeres": ¡Campos ameri-
canos! en vosotros [el viajero] / lágrimas verterá [...]", IV/v. 20s.). Desde una
perspectiva sistemática, en "Las sombras" se combinan, pues, elementos de los
fragmentos primero y cuarto de "Placeres". La experiencia de la vanidad de las
cosas humanas se produce dentro de un paisaje melancólico en el cual el
hablante lírico experimenta explícitamente el efecto positivo de la melancolía.
146
El pasaje correspondiente en "La visión" (1821) es casi idéntico. Con ello, el sentir
melancólico ante cierto tipo de paisaje se revela como concreción más temprana de la
melancolía en la poesía herediana.
147
En vista de la construcción autobiográfica del hablante lírico y algunos cambios intro-
ducidos en el texto posteriormente a P25 es plausible relacionar la situación de enun-
ciación del poema con la de su autor concreto Heredia. Así, cuando el hablante evoca
desde su patria retrospectivamente una estancia en México, es claro que esta situa-
ción corresponde al lapso entre febrero de 1821, cuando a los tres meses de la muerte
112 Tilmann Altenberg
heredianos protagonizados por ese astro (cf. supra, n. 106, e infra, 6.1.). En los
147 versos (P25) el hablante lírico se dirige con entusiasmo al sol pasando
revista a los efectos de su "influjo benéfico" (v. 28). También aquí la experien-
cia particular se complementa con reflexiones de índole general. El sol aparece
no solo como garante del bienestar (cf. vv. 37ss., et passim) y bienhechor del
trópico, sino también como "[a]lrna de la creación" (v. 80) y objeto del culto
religioso "de la antigua Persia" (v. 129) y de los Incas (v. 131ss.).
De forma parecida al primer fragmento de "Placeres", el hablante lírico esta-
blece desde el principio una oposición entre sí mismo, sujeto capaz de apreciar
la hermosura y efectos del sol, por un lado, y quienes huyen la luz del día entre-
gándose a sus "delirios" (v. 13) nocturnos, por otro. En un giro moralizador que
recuerda algunos poemas más tempranos de tendencia anacreóntica (cf. infra,
5.1.3.), se distancia claramente de la codicia que "[...] cierra las almas / a admi-
rar y gozar [...]" (20s.), prefiriendo la "feliz pobreza" (v. 24) junto al sol a la
riqueza. En la tercera división paraestrófica (vv. 25-42) el hablante rememora
una estancia en México, situación marcada por la rigidez del clima y una enfer-
medad que lo ha llevado al borde de la "tumba oscura" (v. 30)148. Tan solo el
sol de la "hermosa patria" (v. 40) —así el recuerdo— ha podido conservarle la
vida. Después de evocar, en las divisiones cuarta y quinta (vv. 43-58, vv. 59-
79), el obrar benéfico del sol tropical sobre la naturaleza cubana y destacar su
preponderancia sobre la tempestad, el hablante lírico dirige su atención hacia el
papel del astro en la creación del mundo. También en este plano queda claro el
estrecho vínculo del sol con la vida: "¡Cómo al sentir tu delicioso fuego / se ani-
mó la creación estremecida!" (vv. 92s.). La gradual ampliación de la perspectiva
culmina con una visión del sol como centro del universo al que Dios hizo que
obedeciera el curso de los planetas (vv. 101-109). No obstante la posición privi-
legiada del "rey de los astros" (v. 128), en la novena división el hablante hace
hincapié en que ante el "Hacedor [...] / [...] omniscio, omnipotente" (w. 114s.)
que es Dios, el sol no es sino una criatura como él mismo (v. 111). Por más que
el astro, apostrofado entre otras cosas como "gloria del universo" (v. 123), sea
digno de adoración, en última instancia el hablante lírico da la preferencia a la
"alta revelación" (v. 126) de la fe cristiana. En las últimas dos divisiones para-
estróficas, después de una referencia superficial a la religión de los antiguos per-
sas, se presenta una versión idealizada de la adoración del sol entre los Incas. Es
curioso ver cómo el culto pagano queda reformulado more christiano: la venera-
ción del sol aparece como forma indirecta de reverenciar a Dios:
El sol, sin embargo, se muestra impasible ante los ruegos "por venganza ó favor"
(v. 144) por parte de su "pueblo inocente" (v. 140), prosiguiendo su "carrera
eterna" (v. 146).
La única mención de melancolía se produce hacia el principio del poema, en
la versión de P2 5. El hablante lírico afirma el efecto positivo del sol sobre sí
mismo, cualquiera que sea la hora del día. Los tres momentos de la carrera del
sol evocados en esta primera división paraestrófica son el amanecer, el mediodía
y el atardecer. Es esta última situación de la puesta del sol la que se relaciona
con la melancolía. Reza el correspondiente paisaje como sigue:
Es obvio que la noción de una dulce y melancólica ternura remite a los efectos del
paisaje melancólico, categoría establecida a partir de "Placeres" (cf. supra). Sin
embargo, a diferencia del segundo fragmento de ese poema, donde el efecto del
paisaje —bastante más complejo allá que aquí, por cierto— se produce en la
infancia recordada, aquí el hablante lírico evoca en presente una situación en
parte coincidente, enfatizando así el carácter atemporal de la experiencia melan-
cólica ante la puesta del sol. Dado el general entusiasmo del hablante en esta
oda, cabe concluir que la mención de melancolía no caracteriza en absoluto la
situación de enunciación del poema, ni como experiencia del paisaje melancóli-
co ni mucho menos como resultado de la tensión entre una (hipotética) aflic-
ción actual y la (igualmente hipotética) evocación de un ideal o recuerdo pla-
centeros. De ahí que " A l sol" no figura entre los poemas melancólicos en el
sentido indicado (cf. supra).
Es importante ver que para P32 Heredia borra la mención de melancolía
sustituyendo el endecasílabo (v. 10) por un heptasílabo: "de inefable dulzura".
A l parecer, en el momento de revisar sus poesías para la segunda edición el
cubano percibe cierta incompatibilidad entre la alabanza del sol, astro cuya luz
ardiente el hablante lírico en "Placeres" tiende a evitar, y la referencia a la
melancolía circunstancial. Como veremos más adelante, es posible relacionar
114 Tilmann Altenberg
En esta silva de 1822, publicada por primera vez en marzo de 1823 como
"muestra de inspirada y buena versificación" (González del Valle 1 938: 1 29) en
El Revisor Político y Literario (La Habana) a continuación del anuncio de una
edición de las poesías de Heredia que no llegó a realizarse149, el anhelo por "una
hermosa" (v. 39) ocupa el primer plano del poema. El hablante lírico expresa su
deseo con palabras parecidas a las del fragmento III de "Placeres":
A diferencia de "Placeres", donde el hablante lírico vuelve los ojos del amor
apasionado fijando su atención en el ideal de una mujer sensible, en "El desamor"
el anhelo aparece como expresión inmediata del apasionamiento amoroso que
procura en vano un objeto: "[...] abrasado en amor no tengo amante. / ¿No la
tendré jamas...? [...]" (vv. 45s.). La isotopía de temperatura característica de la
autoimagen del hablante, especialmente en el primer apartado del primer frag-
mento de "Placeres", es también constitutiva para "El desamor". Allí como aquí
la repetida actualización del sema + [caliente] remite metafóricamente al extre-
Garcfa Garófalo Mesa (1945: 150-153) reproduce el texto íntegro de ese anuncio. El
poema se recoge tanto en P25 y P32 como en las principales ediciones posteriores.
Existen, por lo tanto, al menos tres versiones impresas. El análisis se basa en la de
P32.
A modo de comparación reproduzco aquí" el pasaje correspondiente del fragmento III
de "Placeres":
¡Oh! ¡si [Dios] en él [i. e. el mundo, T. A.] a lo menos me ofreciera
una muger sensible, que pudiera
fijar mi corazón con sentimientos
menos vivos tal vez, menos violentos
que los que enciende Amor, pero más dulces
y duraderos. En su ingenua frente
el candor y la paz me sonreirían.
(Ill/w. 5-11)
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 115
mo apasionamiento del hablante lírico ("Esta llama volcánica y furiosa / que arde
en mi corazón, ¡cual me atormenta / con estéril ardor...!", vv. 37ss.; cursivas
mías),
La situación de enunciación evocada al principio del poema es un paisaje
nocturno dominado por la luz lunar en el que el hablante se ha refugiado en
busca de consuelo:
El hablante lírico hace al ardor de la luz del sol responsable de sus penas:
A base del par de isotopías disyuntivas + [cal¡ente] —actualizada ésta por los
sememas "ardiente (v. 4), "fuego" (v. 5), "abrasadora" (v. 6) y "ardoroso" (v.
10)— y -[caliente] —actualizada por "fresca" (v. 10), "frescura" (v. 1 4) y "fria"
(v. 27)— se establece una oposición entre el lugar nocturno de consuelo y el
infausto día. La agradable frescura de la luz lunar contrasta con el ardor del sol:
"Sola tu luz ¡oh luna! pura y bella / sabe halagar mi corazón llagado, / cual fres-
ca lluvia el ardoroso prado" ( w . 8ss.). En medio del paisaje tranquilo, donde se
hacen sentir tan solo el ruiseñor y la cigarra ( w . 1 7ss.), el aspecto de un grupo
de árboles deja una profunda impresión en el hablante:
151 Es posible que la primera de las "Odas filosóficas y sagradas" (1797) de Meléndez
Valdés haya inspirado a Heredia este comienzo. La oda empieza así: "Salud, lúgubres
dias, horrorosos/Aquilones, salud" (Meléndez Valdés 1821: 1).
La isotopía + [caliente] aquí actualizada hace al sol correr parejo con la fogosidad
pasional del hablante lírico. En el poema "En mi cumpleaños", del mismo año, este
paralelismo queda incluso explicitado (cf. infra, 4.3.8., y supra, n. 69).
116 Tilmann Altenberg
Los sememas "pomposo" (v. 21), "erguido" (v. 21), "copas" (v. 24) y "sublime"
(v. 23) constituyen una isotopía + [elevado] que hace coincidir el sentimiento
del hablante lírico con su contorno natural. El "sublime horror" (v. 23) que se
desprende de las copas de los árboles para llenarle el pecho cede luego al "grato
horror" (v. 28) de la oscura e impenetrable "[m]orada fria " (v. 27) debajo de
ese grupo de árboles153. En esta "bóveda sombrosa" (v. 25) el hablante se pone
a llevar a cabo una meditación melancólica de cuya índole agradable está con-
vencido: "á ti me acojo, y en t u amigo seno / mi tierno corazón sentiré lleno / de
agradable y feliz melancolía" (vv. 29ss.). El apostrofe no se dirige aquí a una
melancolía personificada, sino al lugar concreto de la " [ . . . ] [m]orada fria / de
grato horror y oscuridad sombría" (vv. 27s.) donde el hablante lírico se coloca
en el momento de la enunciación. La perspectiva de f u t u r o del verbo sentiré
remite deícticamente a la representación del sentimiento melancólico en los
siguientes apartados del poema.
Lleno de entusiasmo el hablante se imagina la realización de sus deseos de
amor. En armonía entre ellos y con la naturaleza los amantes se abandonan a su
pasión ( w . 50-67). Los elementos constitutivos del escenario exterior del imagi-
nario encuentro amoroso —"noche serena" (v. 58), "aromas del campo" (v. 59),
"luna" (v. 66)— se parecen al paisaje melancólico de la situación de enuncia-
ción. Sin embargo, aquí constituyen un lugar decididamente no melancólico,
porque a la soñada felicidad del amor le es ajena cualquier perturbación capaz
de provocar un sentimiento melancólico. En su calidad de sueño ideal la felici-
dad contrasta con la realidad experimentada. El hablante lírico se da cuenta de
lo irrealizable de su anhelo y el carácter ilusorio de su sueño de felicidad:
Al igual que "El desamor" esta silva fue compuesta en 1822154. En ella el
hablante lírico lamenta la ausencia de su amiga íntima Lola155 ("la celeste LOLA /
al campo se partió", vv. 4s.) evocando la felicidad de los encuentros pasados. En
el primer apartado (vv. 1-36) Lola aparece como "[á]ngel consolador" (v. 31)
que lo salvó de su aflicción ("El cielo, á mi penar compadecido, / de mi dolor la
fiel consoladora / en tí me deparó [...]", vv. 10ss.)156. En el segundo apartado
Se recoge tanto en P25 como en P32. En el análisis, que parte de esta última versión,
se hará alguna que otra referencia a la versión de P25.
Esténger (1950: 69-83), en su afán por relacionar las figuras femeninas en la poesía
de Heredia con los amores documentados del autor concreto, identifica a Lola como
Dolores Junco, de Matanzas.
Para Sauder (1990), "die in den empfindsamen Texten so háufigen Stilisierungen der
Freundin, Geliebten und Frau ais 'Engel'" (172) corresponden a un intento de subli-
118 Tilmann Altenberg
del poema (vv. 37-64) el sentimiento del abandono ocupa el primer plano. En
el propio lugar de los encuentros nocturnos con Lola, el hablante lírico percibe
de manera particularmente sugestiva la discrepancia entre el pasado feliz ("Ayer
nos vio este rio en su ribera / sentados á los dos [...]", vv. 39s.) y el presente
penoso ("[...] Hoy solitario, / melancólico y mustio errar [la luna] me mira / en
el mismo lugar [...]", vv. 45ss.). De forma aún más evidente que en "El desa-
mor", el lugar de la contemplación melancólica coincide con el del encuentro
amoroso. Aquí ambos lugares no solo se parecen, sino que son idénticos. Esta
circunstancia se debe al hecho de que mientras en "El desamor" el encuentro
amoroso se inscribe en un plano ideal imaginado, en "Ausencia y recuerdos" el
hablante recuerda un encuentro (intraficcionalmente) 'real'.
Como se ha podido apreciar antes, el recuerdo de la felicidad perdida en una
situación de abatimiento espiritual ("¡Que tristeza profunda, que vacio / siente
mi pecho" [...]", vv. 1s.) es también característica del sentimiento melancólico
del hablante lírico en "Placeres" (fragmentos V y V I , con reservas también IV).
Aunque en el texto presente la tristeza se vea menguada por el recuerdo de Lola,
no por ello deja de temer por su tranquilidad del alma:
[...] Enfurecido,
torvo, insociable, en mi fatal tristeza
aun odiaba el vivir [...]
(w. 15s., 19ss.)
Solo con la aparición de Lola este estado toca a su fin: " M e sentí renacer [...]"
(v. 15; nótese el pretérito). A diferencia de "Placeres" aquí no es (la) Melancolía
que señala la salida de la aflicción, sino el amor de Lola. El afecto (v. 61) hacia
ella le otorga al hablante lírico la paz anímica que hasta ese momento ha procu-
rado en vano. La pureza y el carácter relativamente desapasionado de los senti-
mientos hacen de la relación un 'amor' ideal en el sentido sensible señalado:
De ello ¿debe concluirse que con Lola el hablante lírico ha encontrado la com-
pañera ideal? Tal conclusión no sejustifica sino en un plano sistemático. Indu-
dablemente, según los criterios del hablante Lola cumple los requisitos de la
mujer ideal. A pesar de ello la posibilidad de establecer un orden relativo de los
poemas a base de la lógica interna de las circunstancias representadas en ellos
no implica que este orden coincida con la cronología externa de su composi-
ción. Sin embargo, en el caso aquí considerado no cabe duda de que en térmi-
nos de la cronología externa "Ausencia y recuerdos" (1822) precede al menos
algunos de los fragmentos de "Placeres" (1 825) 158 .
Es interesante ver cómo los discursos poético y epistolar tienden en Heredia a conver-
gir. En una carta del 20 de mayo de 1827, enviada desde México a su amigo Silvestre
120 Tilmann Altenberg
Para resumir, se ha visto que Lola dispone del mismo poder consolador que
Melancolía. Con ello corresponde también a los criterios de la ideal esposa expues-
tos en el tercer fragmento de "Placeres". Lola no es, sin embargo, responsable
del sentimiento melancólico del hablante lírico en la situación de enunciación.
Antes bien, la mención de melancolía, que se refiere claramente al sentimiento
del sujeto perceptor, actualiza la concepción psicológica de la melancolía identi-
ficada en "Placeres". Independientemente de la mención de melancolía, el senti-
miento melancólico en "Ausencia y recuerdos" se infiere por el paralelo estruc-
tural con los fragmentos V y VI de "Placeres". Una vez más la tensión entre el
abatimiento experimentado en la situación de enunciación y la felicidad recor-
Alfonso, Heredia se distancia del carácter apacible de la amistad con Lola, alias
Dolores Junco, que tanto aprecia el hablante lírico en "Ausencia y recuerdos":
La noticia que me das del casamiento de Lola, aunque me ha interesado bas-
tante, no me ha hecho la impresión que tú te figurarías [sic] al escribirmela
[sic]. Siempre creí que si Fel¡pillo instaba sería el poseedor final de ese tesoro,
por lo mismo que está destituido de las cualidades brillantes y peligrosas que
dan mas encanto pero menos estabilidad a las pasiones mas fuertes de los que
tenemos almas novelescas y exaltadas. En fin, pues Dios se la dio, S. Pedro se
la bendiga. Sean buenos casados, y solo [sic] viva ya la Diosa de Yumuri en
los versos que me inspiró su hermosura en los dias [sic] ardientes y serenos de
1822.
(Heredia 1939c: II, 235)
Con un aire sarcástico Heredia bendice el matrimonio de Lola y Felipillo. Da a enten-
der que se han encontrado dos almas mediocres incapaces del entusiasmo. El distan-
ciamiento de Heredia frente a Felipillo y Lola, así como el énfasis en su propia alma
novelesca y exaltada, coinciden con la autoimagen del hablante en "Placeres" y "El desa-
mor", entre otros poemas, donde los sememas de la isotopía + [caliente] expresan su
extraordinaria fogosidad anímica. Más adelante en la misma carta Heredia habla de
su propia novia y el inminente casamiento:
Volvamos a un punto que sólo he tocado muy de paso, es decir á mi casa-
miento. Hace mucho tiempo que tengo mis amores con una muchacha hija de
un antiguo compañero de mi padre que me parece la encarnación [sic] de mi ide-
al esposa que invoco en los placeres de la melancolía [sic]. Ya te he enviado algu-
nos de mis versos á ella. Voy á casarme en Octubre, pues ya es tiempo de que
acabe la novela de mi vida para que empieze su realidad,
(ib.: II, 237; cursivas en el original)
Si recordamos las características de la ideal esposa en el fragmento III de "Placeres"
salta a la vista que en este último pasaje citado Heredia busca aquella relación dulce,
duradera, amistosa que poco antes, en la misma carta, ha descartado por ser indigna
de su alma novelesca. Esta aparente contradicción revela un conflicto entre la autoima-
gen herediana como hombre-poeta extremadamente apasionado (alma novelesca), por
un lado, y la conciencia por parte del cubano de la necesidad de que esta violencia
anímica se calme ("que acabe la novela de mi vida"; cursivas mías). Como veremos más
adelante, a partir de 1826, aproximadamente, se manifiesta en la poesía herediana un
cambio de actitud correspondiente, cuyo momento clave lo marca "Placeres".
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 121
Una segunda mención de melancolía en la versión de P25 corrobora esta última supo-
sición. Allí el paisaje queda explícitamente relacionado con la melancolía:
[...] la vez primera,
(¿te acuerdas, Lola?) que los dos paseamos
a" la luz melancólica y sublime
de la callada luna, en la ribera
del apacible y sosegado rio
(vv. 21ss.).
El análisis se basa en la versión de P32.
122 Tilmann Altenberg
res" (v. 56), propósito que se ve asistido por el arrullo de la tórtola (vv. 49s.),
ave simbólica del amor tierno.
Como se puede apreciar, en "El consuelo" Heredia evoca una situación noc-
turna que coincide de forma notable con las coordenadas principales del paisaje
melancólico codificado en "Placeres". Conforme al nexo causal identificado para
el sentimiento melancólico del paisaje, la tierna melancolía del hablante lírico en
la situación de enunciación parece producirse espontáneamente bajo el influjo
del entorno natural. Sin embargo, el recuerdo del padre, que coincide con esa
melancolía, remite aquí también a una experiencia de discrepancia. Si bien es
cierto que la memoria de la voz del difunto que en la situación nocturna se avi-
va momentáneamente desemboca de inmediato en el recuerdo del sufrimiento a
causa de su fallecimiento, no cabe duda de que en un primer momento la voz
del padre como elemento de por sí positivo se opone cualitativamente al dolor
del hablante. De manera que también en este pasaje el sentimiento melancólico
en la situación de enunciación —explicitado por medio de la mención de melan-
colía en el verso 25— parece basarse puntualmente en una experiencia de dis-
crepancia, por fugaz que sea. En una visión de conjunto del poema resulta claro
que el sentimiento melancólico no abarca estructuralmente la situación de
enunciación del texto sino en un momento específico. Predomina la actitud
entusiasta y optimista por parte del hablante lírico, quien proyecta vagamente
un futuro al lado de su amada:
En esta silva de fines del año 1822, de la cual existen también al menos dos
versiones impresas151, el hablante lírico pasa revista a su vida en el día de su
La versión de P25, titulada "En el día de mi cumpleaños", consta de 182 versos que
quedan reducidos a 138 en P32. También aqm en el proceso de refundición Heredia
reduce, pues, considerablemente la extensión del texto. El análisis parte de la versión
deP32.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 123
ción: "[...] Amor tan solo / me lo [i. e. el vacío, T. A.] puede llenar: él solo pue-
de / curar los males que me causa impío" ( w . 95ss.).
Sobre el trasfondo de sus experiencias el hablante acaba por afirmar una
conexión general entre el extremo apasionamiento, la melancolía y la imposibi-
lidad de ser feliz:
El texto de esta silva publicada por primera vez en 1823 está precedido de un
epígrafe tomado del quinto de los Idilios de Meléndez Valdés ("La vuelta"), que
aparece como e x p l i c a c i ó n del t í t u l o : "Los t i b i o s no t e m e n : / ¡infelices
ellos...!" 164 . La isotopía - [ c a l i e n t e ] , actualizada aquí por el semema " t i b i o " ,
representa como antes en "Placeres" metafóricamente la imposibilidad de exal-
tarse pasionalmente. Ex negativo Heredia relaciona los recelos del t í t u l o con
aquellos hombres cuya excitabilidad no es de un grado deplorablemente ínfimo
("¡infelices ellos!").
Los recelos evocados en el título se concretan como dudas respecto al carácter
mutuo del amor que el hablante lírico siente por el objeto de su adoración. El
motivo de estas dudas es un inexplicable cambio en la actitud de la amada
("¿PORQUÉ, adorada mia, / mudanza tan cruel? [...]", vv. 1s.). El hablante apela
a la anónima amante 155 para que se le confíe a él y termine así la situación
dolorosa:
En el apartado tercero y último del poema la súplica del hablante lírico por la
renovación del amor ocupa el primer plano. La vehemente adoración por la
apostrofada encuentra su expresión más extrema en su disposición de sacrificar
la vida por ella: "Yo bajara al sepulcro silencioso / por hacerte feliz... [...]" ( w .
50s.). En una visión de su propia muerte, que parece coincidir con el momento
de enunciación, el hablante consagra sus últimos gestos a la amada: "ay! mi
beso recibe... yo fallezco... / recibe, amada, mi postrer suspiro" (vv. 74s.) 166 .
Publicado por primera vez en el núm. 55 de El Revisor Político y Literario, del 7 dejulio
de 1823, pp. 6ss., el poema se recoge con ligeras variantes en P25 y, considerable-
mente pulido, en P32. El análisis se basa en la última de estas versiones. En la versión
de 1823 se indica además del autor la fuente del epígrafe: "(Meléndez: Idilios)".
En la primera versión impresa de 1823 el hablante lírico llama a la adorada "mi
Lesbia", uno de varios nombres poéticos utilizados por Heredia en sus tempranos
poemas de amor (cf. infra).
Claro está que esta evocación de una situación límite no constituye sino una manera
hiperbólica de declarar el amor por la amada. El mismo motivo de la declaración de
amor en el lecho de la muerte se halla también al final del poema "A Rita L..." del
mismo año (1823):
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 127
El lugar oculto donde invoca al 'tú lírico' personal (cf. Blüher 1982: 123) de
su amante se concreta deícticamente como situación de enunciación del poema:
Se publica a las pocas semanas de llegar Heredia a México, en el núm. 188 de El Águi-
la Mexicana, del 20 de octubre de 1825. El texto se recoge luego en P32. Debido a su
índole antiespañola el poema figura entre aquellos textos de P32 que se suprimieron
en los ejemplares enviados a Cuba (cf. supra, n. 100). El presente análisis se basa en
P32.
Este y otros poemas de temática parecida llevaron aún cien años más tarde a
Menéndez y Pelayo a una crítica dura e injusta: "Del Heredia poeta revolucionario
queda más la maléfica influencia que la poesía misma [...] Todo americano de gusto
[...] tiene que confesar que los versos más endebles de Heredia son sus versos políti-
cos" (1927: XVIs.). Frente a ese reproche que traiciona más la posición política del
crítico que su buen criterio, Bueno (1963) hace resaltar la longevidad e importancia
del poema: "Durante todo el siglo xix los versos del «Himno del desterrado» los
sabían de memoria los patriotas cubanos. [.,,] Algunas estrofas sirvieron como lemas
para las luchas separatistas" (76). Cf. Hudson (1998) para una visión entusiasta, aun-
que poco profunda y no siempre correcta en los detalles, de la importancia de la poe-
sía de Heredia (y de Martí) para la lucha cubana por la Independencia.
El esquema rimático de las estrofas coincide con el de la octav(ill)a italiana (cf. supra,
n. 123). Con el verso decasilábico, sin embargo, el poema se aparta del modelo.
Bueno (1963) señala con Esténger (sin identificar la fuente) que la octava decasílaba
con el correspondiente esquema rimático es "la estrofa típica de los himnos de guerra
escritos en nuestro idioma. Por ejemplo, nuestro propio Himno Nacional" (74), es
decir, el de Cuba. En otro lugar Esténger (1938) clasifica la forma métrico-estrófica de
este y otros himnos heredianos como "octavillas italianas decasilábicas" (77). Entre
las poesías de Heredia hay otras tantas de este tipo: "La estrella de Cuba" (1823),
"Vuelta al Sur" (1825), "Himno al sol" (1825) —las dos últimas presuntamente com-
puestas en el mismo viaje marítimo—, "A un amigo, desterrado por opiniones políti-
cas" (1830), "El once de mayo" (1835) y "En la muerte de Riego" (¿1823/24?).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 129
En vez de esperar con los brazos cruzados hasta que esta situación cambie, el
hablante prefiere darse a la lucha por la libertad. La esperanza de alcanzar la
gloria viene a sustituir la esperanza pasiva de la felicidad: "Pues perdí la ilusión
de la dicha, / dame ¡oh gloria! t u aliento d i v i n o " (vv. 33s.). En la sexta estrofa
(vv. 41-48) se formula, finalmente, el ideal de un "patriota inmutable y seguro"
(v. 42), quien se eleva sobre la situación actual fijándose en el pasado y el futu-
ro. En los restantes versos del segundo 'cuarteto de estrofa' la ambivalencia de
la situación personal del hablante lírico se transfiere a la propia Cuba:
La preferencia por la muerte frente al yugo de la tiranía se halla de forma aún más
expresiva en una exclamación entusiasta del hablante lírico en "A España, después de
la revolución de marzo" (1808), de Manuel José Quintana: "«¡ANTES LA MUERTE /
QUE CONSENTIR JAMÁS NINGÚN TIRANO!»" (Quintana 1944: 185). Heredia
adopta estos versos como epígrafe para su silva "España libre" (1820). Evidentemen-
te, en este texto el tirano es otro. Lejos aún de su posterior entusiasmo por la causa
criolla, allí Heredia celebra el fin de la ocupación francesa de España alabando al
"Monarca inocente" Fernando VIL
130 Tilmann Altenberg
El segundo 'terceto de estrofa' acaba por eliminar las últimas dudas respecto al
sentido del martirio personal. Seguro del triunfo último de la causa de la liber-
tad el hablante termina con un apostrofe visionario a Cuba en el cual la desave-
nencia entre la naturaleza y la realidad política aparece borrada a raíz de la libe-
ración del dominio español:
Este poema poliestrófico de 1824, publicado por primera vez en P25 173 , es el
resultado de una traducción libre de "La N o t t e ", de Ippolito Pindemonte, con-
taminada 174 con "Alia Luna" del mismo autor 175 . Heredia adapta las diecisiete
octavas rimas del hipotexto principal (rima A B A B A B C C ) convertiéndolas en
una serie de dieciocho séptimas con el esquema rimático ABBACdD 1 7 6 . El pro-
pio cubano revela en una nota al final de P 2 5 que "[d]eb[e] esta canción al
dulcísimo Pindemonte" (159). No obstante el parentesco general, la relación
entre los poemas varía de estrofa en estrofa, a veces de verso en verso. Si bien
en algunas ocasiones Heredia sigue muy de cerca el hipotexto 177 , en otras se
libra completamente de él. A grandes rasgos puede decirse que la versión espa-
173
El análisis se basa en P25.
174
Plenamente consciente de las implicaciones negativas de la metáfora contaminación
utilizo el término aquí en un sentido técnico sin fines despreciativos.
175
Ambos poemas del italiano forman parte de las Poésie campestri, publicadas por prime-
ra vez en 1788. La edición consultada de las Poésie, de 1800, titula de forma contra-
dictoria el segundo de los poemas mencionados. Mientras el índice pone correcta-
mente "Alia Luna", la composición misma está precedida por el título "Alia Notte".
Aunque este último título es una errata, la confusión parece corroborar el parentesco
atmosférico y sentimental de los textos percibido por Heredia, como testimonia "A la
noche". Por otra parte, es interesante notar que dos de los tres poemas del Veronese
utilizados por Heredia, "La Melanconia" y "Alia Luna", aún en nuestro siglo se citan
como muestras del "preromanticismo pindemontiano" (Cecchi / Sapegno 1968: 698).
Son precisamente los rasgos más característicos de estos textos —y de las Poésie
campestri en general— los que vuelven a encontrarse en la poesía herediana: "il tema
di fondo del disincanto", concretándose en los motivos de "la scelta di solitudine,
l'esercizio del la memoria e dell'immaginazione, délia rêverie" (Malato 1998: 695).
Para algunos comentarios acerca de la problemática noción del Prerromanticismo, cf.
infra (5.2.2.).
176
Con excepción del heptasílabo del sexto verso de cada estrofa, todos los versos son
endecasílabos. En rigor, la forma estrófica de la séptima no admite versos de arte me-
nor (Quilis 1993: 107). No es esta traducción en séptimas de pie quebrado el único
ejemplo de que en el plano métrico Heredia se tomaba en ocasiones ciertas libertades.
177
A modo de ejemplo compárese los siguientes pares de versos. Pindemonte: "Deh
splendan sempre a me le care stelle / In cosí puro ciel, come or le miro!" (w. 73s.) —
Heredia: "Ah! bríllenme por siempre las estrellas / en un cielo tan puro como ahora"
(w. 50s.).
132 Tilmann Altenberg
Para un comentario acerca de la elevación del lugar en este poema en relación tanto
con la melancolía como con la categoría estética de lo sublime, cf. infra, p. 268.
En P32 el sintagma correspondiente lee "á la sensible alma" (v. 9). Tanto tierno como
sensible designan una concepción del alma ideal característica de la sensibilidad dieci-
ochesca (cf. Carnero 1995c: XXXVI).
Para una discusión del uso general del término y la presencia efectiva de lo sublime
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 133
Desde su "apacible asilo" (v. 49) el hablante lírico caracteriza su vida como lle-
na de penas y dolores. Saluda la "amiga luna" (v. 57) recordando cuánto bien
ella le ha hecho en el pasado.
Es interesante observar que el hablante dice haber buscado la luna tanto "en
la adversa [como en] la próspera fortuna" (v. 60). Esta doble función de la luna
como hechicera y consoladora ("siempre hiciste mi hechizo ó mi consuelo", v.
como categoría estética así como su relación con la melancolía en la poesía herediana,
cf. infra (5.3.5.). Por el momento sea suficiente señalar que la co-ocurrencia situativa
de la melancolía y lo sublime stricto sensu en "A la noche" corresponde a una afinidad
conceptual realizada también en otros poemas de Heredia.
Parece errata por "extática" o "ecstática". P32 corrige: "extática".
134 Tilmann Altenberg
La siguiente evocación de la voz del ruiseñor (v. 80), pájaro cuyo "genio
triste, y sombrío, / tierno y agreste [ . . . ] " (vv. 83s.) se equipara explícitamente
con el del hablante, revela que Heredia no procura en este poema presentar una
experiencia referenciable con las circunstancias concretas de la naturaleza ame-
ricana, sino comunicar ante t o d o la compenetración del alma sensible del
hablante lírico con la noche. Para este f i n , la tópica dulzura del canto del rui-
señor, aportada por el hipotexto pindemontino, ofrece un objeto de sugerentes
connotaciones positivas 133 . A propósito de la libertad del pájaro y el peligro que
corre por los potenciales invasores del bosque el hablante enfatiza —otra vez
por contraste— su repugnancia a la opresión: "Salta libre y feliz de ramo en
ramo / en torno de t u nido, / que á nadie quiero esclavo ni o p r i m i d o " (vv.
89ss.). Aunque en el contexto del poema en cuestión esta toma de postura care-
ce de un trasfondo político y parece más bien subrayar el carácter ideal del idi-
lio nocturno, la oposición vehemente a la tiranía es una actitud recurrente del
hablante lírico en la poesía herediana.
La función de la noche tal como aparece aquí es, pues, esencialmente doble:
enseñar e inspirar 184 . Ambos efectos se hallan repetidas veces en la poesía
herediana, aunque el movens concreto varíe de texto en texto. Más adelante la
búsqueda de la verdad y la inspiración se considerarán en relación con la poéti-
ca de Heredia. Llama además la atención en la estrofa citada la autocaracteriza-
ción del hablante lírico como cantor ("cojo mi lira", v. 119) susceptible a ser
"[...] arrebatado / de fervoroso anelo" (vv. 117s.). Sobre el trasfondo de los aná-
lisis anteriores tanto la sensibilidad como el furor anímicos vienen revelándose
como constantes en el discurso autorreflexivo del hablante.
El apostrofe panegírico a la noche culmina en una invocación urgente de su
auxilio. Tal como antes la luna, la noche aparece ahora como "gran diosa" (v.
120) consoladora capaz de mitigar las penas: "ven con t u grato bálsamo á
aliviarme / el triste pecho de dolores lleno" ( w . 122s.). Como se ha podido ver,
en "A la noche" el hablante lírico se presenta como poeta con un alma sensible.
A l llamar la noche finalmente "[... ] de los poetas y almas tiernas / dulce y pia-
dosa amiga" (vv. 124s.), establece una categoría de quienes reciben los favores
de la "gran diosa" que él mismo representa ejemplarmente. Esta intimación con
la noche excede en grado y claridad el hipotexto de Pindemonte. A diferencia
También en "Atenas y Palmira" (cf. infra, pp. 163ss.), donde el hablante lírico se des-
dobla en un "solitario y pensador viagero" (v. 19) a las ruinas de Palmira, el ambiente
oscuro, solitario y silencioso conduce al hallazgo de "altas verdades" (v. 43). No para
ahí el paralelismo entre ambos textos. Además, el "laberinto pavoroso" (v. 40) del
"esqueleto de Palmira" (v. 22) y la calificación del placer experimentado por el viajero
como "sublime" (v. 18) terminan por relacionar también este cuadro con la categoría
estética de lo sublime.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 137
de éste, Heredia no da por supuesto la calidad de poeta del hablante, sino que
la explicita en un giro autorreflexivo ("cojo mi lira"). Con ello la afinidad entre
poeta y noche, bien que se plantee en términos generales, parece convertirse en
una relación privilegiada, casi exclusiva.
En resumen, relativo a "La N o t t e " Heredia tiende en su versión a individu-
alizar las experiencias del hablante lírico. Da la impresión de que el hablante no
habla con el fin primario de ilustrar con su propio ejemplo experiencias noctur-
nas en principio generales, sino comunicar sobre todo su relación especial con la
noche. Este efecto resulta tanto de la mayor presencia cuantitativa del discurso
en primera persona como de la introducción de elementos autorreflexivos que
se niegan en cierta medida a una generalización; así la repetida referencia a una
enfermedad, la insistencia en lo doloroso de la propia vida y la mencionada
autocalificación como poeta sensible. La melancolía, que se produce en dos oca-
siones, remite primero a una calidad aparentemente inherente del escenario
nocturno, segundo a un sentimiento recordado. Aunque el hablante lírico carac-
terice el cuadro de la noche como melancólico y sublime, no son estos sentimie-
tos los que predominan en la situación de enunciación del poema. Dejando de
lado las evocaciones del efecto positivo de la noche, que en su mayoría hacen
referencia a experiencias pasadas o repetidas no directamente relacionadas con
la situación de enunciación del texto, la invocación del consuelo de la noche al
fin del poema presupone un estado de ánimo afligido.
Este soneto, publicado por primera vez en P25 185 , figura entre los poemas
heredianos de contenido religioso-filosófico. En él el hablante reflexiona sobre la
vanidad de lo material, llegando a la conclusión de que tan solo el alma es in-
mortal y sobrevive incluso a los astros aparentemente eternos.
En el primer cuarteto el hablante lírico evoca la situación de una noche
estrellada, planteando en términos generales una conexión entre el escenario
natural y los sentimientos del sujeto perceptor:
No obstante algunas variantes entre los cuartetos de las dos versiones recogidas en
P25 y P32, respectivamente, en lo que concierne a la mención de melancolía y el sen-
tido global ambas versiones coinciden. El análisis parte de P32.
Los versos iniciales de la versión de 1825 hacen recordar la pregunta retórica al prin-
138 Tilmann Altenberg
Ambos estados psíquicos aquí evocados, la feliz melancolía y el confuso pavor (P25:
"augusto pavor", v. 4), se caracterizan por su ambivalencia. En la reflexión del
hablante lírico esta ambivalencia se manifiesta como discrepancia entre la dolo-
rosa realización de que la propia existencia corporal tiene un límite, por un
lado, y la confortante perspectiva de la inmortalidad del alma, por otro. Los
astros, a su vez, sirven como punto de arranque ambivalente para la reflexión.
Mientras ellos sobreviven la existencia material del hablante, al fin y al cabo
tampoco logran resistirse al poder del tiempo: "Irrevocable suerte / también los
astros á morir destina, / y verán por la edad su luz nublada" (vv. 9ss.).
De forma parecida al sentimiento melancólico del paisaje, la mención de
melancolía en este texto está ligada a la evocación de un escenario de la natura-
leza. Sin embargo, la yuxtaposición del cielo estrellado y la melancolía no ha de
entenderse como nexo causal inmediato, Puesto que la contemplación de los
astros parece desencadenar la reflexión del hablante lírico y ésta se caracteriza,
como vimos, por una ambivalencia característica del sentimiento melancólico
en la poesía de Heredia, la feliz melancolía del sujeto perceptor en la situación
nocturna, que es también la del hablante en el momento de enunciación del
poema, puede leerse como consecuencia de esa misma reflexión. De manera que
la conexión entre el cielo nocturno y la melancolía puede describirse de forma
análoga a un silogismo 187 :
De acuerdo con esta lectura, el primer cuarteto del soneto representa la reduc-
ción, mientras los nexos causales se desprenden del texto entero.
En esta silva, publicada por primera vez en 1826 (cf. OP: 532) 188 , el hablante
lírico se dirige directamente a Venus revelándole los recuerdos de momentos
felices bajo su influjo. La situación de enunciación se concreta como anoche-
cer189 en la costa:
pía temática [amor] 1 9 0 . Aparte del inmediato efecto agradable que la situación
parece ejercer sobre el ánimo del sujeto perceptor, el aspecto de Venus provoca
en él "de virtud y de amor meditaciones" (v. 15). Estas meditaciones se concretan
explícitamente como "dulce y melancólica memoria" (v. 18):
Las versiones de 1826 y 1829 se publicaron bajo el título "A la estrella de la tarde" y
"La estrella de la tarde", respectivamente. En la segunda de estas versiones faltan los
últimos catorce versos de la lectura de P32 (cf. OP: 532), que contribuyen considera-
blemente a la mencionada isotopía temática [amor]. En vista de las variantes cabe
suponer que los cambios efectuados para esta última version corresponden al intento
por parte de Heredia de homogeneizar temáticamente el poema reforzando la presen-
cia en el texto del nexo Venus-amor.
En la reproducción anónima del poema en el Diario de La Habana (octubre de 1829)
el texto termina con el verso 47: "de una existencia de dolor las penas!" (cf. n. 190).
No he podido consultar la versión de 1826, publicada en Nueva York como prospecto
de "una segunda edición de las poesías de Heredia que no llegó a publicarse allí" (OP:
532).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 141
El análisis de los poemas del corpus ha demostrado que la mayor parte de las
menciones de melancolía en la poesía de Heredia se relacionan en el plano tex-
tual con experiencias de un hablante estructural mente comparables. En lo que
toca a la inmediatez del vínculo entre esas experiencias y las respectivas men-
ciones de melancolía, sin embargo, los poemas analizados se distinguen consi-
derablemente. A continuación el concepto de melancolía tal como se manifiesta
en la poesía de Heredia se presentará de manera sistemática sobre el trasfondo
del corpus entero. Según el criterio y el plano considerados se harán resaltar di-
ferentes rasgos, lo que conlleva cierto grado de redundancia en la presentación.
Para una discusión detenida del concepto de mise en abyme, así como una propuesta
tipológica, cf. el estudio de Dallenbach (1977).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 143
Los respectivos hablantes líricos de los textos del corpus evidencian una conti-
nuidad notable en lo que concierne a sus características fundamentales, una
continuidad que transciende los límites del texto individual. En vista de la
recurrencia de esas características y la construcción autobiográfica del sujeto de
enunciación, parece plausible considerar al hablante como sujeto de una sola
voz global responsable de los enunciados de todos los textos considerados. Por
lo tanto, a continuación no se hablará de esa voz sino en singular como el
hablante lírico. Lo que se gana con la suposición de una sola voz coherente —que
no pretende poner en tela de juicio su carácter de construcción textual— es la
posibilidad de describir las diferentes concreciones de la melancolía como
variantes de la experiencia de una sola instancia personal llegando así a una
146 Tilmann Altenberg
197
Arce (1981: 342-351) llama la atención sobre la frecuencia con la cual en la poesfa
española del Setecientos se representan "espacios siderales" (342), resumiendo bajo la
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 149
categoría de "poesía astral" (ib.) todo poema que haga mención de un astro, sea noc-
turno, sea diurno. Es obvio que este criterio no toma en cuenta la función de la evoca-
ción del astro en un contexto específico.
150 Tilmann Altenberg
Como se verá más adelante, sobre el trasfondo del contexto de la época y de la poéti-
ca herediana se ofrece aún otra lectura más del efecto inmediato del paisaje sobre el
sujeto de percepción (cf. infra, 6.2.).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 151
lo ideal
lo real
("+": 'positivo', "-": 'negativo', según la percepción del hablante lírico; las flechas indican la
orientación mental)
Como vimos (cf. supra, 4.2.), entre los textos poéticos de Heredia figuran dos
poemas de melancolía de los cuales "Placeres" constituye el aporte más extenso
y diferenciado. En lo que toca a los poemas melancólicos se da el siguiente
cuadro: "El mérito de las mujeres", "Las sombras", "El desamor", "Ausencia y
recuerdos", "El consuelo", "Los recelos", "A la noche", "Inmortalidad", "A la
estrella de Venus", así como los fragmentos III a Vil de "Placeres", correspon-
den a los criterios establecidos. En esos fragmentos melancólicos las experien-
cias de discrepancia quedan marcadas como agradables en el interior del propio
fragmento o mediante el lexema "placeres" en el título del poema, así como por
el epígrafe. Resulta, pues, que según la unidad enfocada "Placeres" puede
relacionarse con cualquiera de las dos categorías. Mientras como conjunto
"Placeres" figura —no obstante su heterogeneidad— entre los poemas de
melancolía, desde el punto de vista de los fragmentos individuales tan solo I y
II corresponden a los criterios de la poesía de melancolía. Los demás caen en el
grupo de los poemas melancólicos.
Aunque la experiencia de discrepancia en "Las sombras" se refiere a un
paisaje melancólico y una visión recordados por el hablante lírico y, por
consiguiente, no corresponde rigurosamente a la situación de enunciación del
poema, la forma inmediata de presentar la experiencia pasada por parte del
hablante, quien se sirve casi exclusivamente de la perspectiva de presente,
sugiere que la experiencia de discrepancia y la agradable melancolía vuelven a
producirse implícitamente en la situación de enunciación. De ahí que me
inclino a contar también "Las sombras" entre los poemas melancólicos del
corpus. La dificultad clasificatoria resulta de un rasgo particular del poema. En
él una situación y un sentimiento caracterizados como melancólicos se subordi-
nan a una situación de enunciación no concretada. Mientras por un lado la
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 153
Nos años un poema de dimensiones épicas titulado "América" que nunca llegó a con-
cretarse y del cual se han conservado, además de algunos borradores (cf. Bello 1962:
1-131), las silvas "Alocución a la Poesía" (1823) y "La Agricultura de la Zona Tórri-
da" (1826) (cf. Bello 1952; cf. Meyer-Minnemann 2000a para una exposición sucinta
de la complicada historia textual), haya fijado su atención—en el conocido juicio crí-
tico, de 1827, de la primera edición de las poesías de Heredia— también en estos
"Fragmentos" hallando, en términos generales, "más novedad y belleza en las [poesías
heredianas] que tratan asuntos americanos, o se compusieron para desahogar senti-
mientos producidos por escenas y ocurrencias reales" (Bello 1956: 236), alabándole
"las impresiones de aquella naturaleza majestuosa del ecuador, tan digna de ser con-
templada, estudiada y cantada" (235) y, en especial la "nobleza y elevación" (238)
del poema aquí considerado. Es obvio que la aparente afinidad entre ambos poetas es
ante todo programática. El polígrafo venezolano se distancia, por otra parte, de las
composiciones "del género erótico" (242), criticando a Heredia, además, por algunas
características estilísticas consideradas "verdaderos barbarismos en el idioma de las
musas" (242). Para una apreciación del juicio crítico de Bello y su posible impacto en
la segunda redacción del poema, cf. Carilla (1949a).
En su estudio iluminador de este poema y de su contexto Arias (1974) hace constar
un "tono meditativo y melancólico" (24) sin elaborar más esta impresión. Con ello se
integra en la larga serie de autores para quienes la melancolía parece constituir un
rasgo textual obvio.
Para las formas de representación de los efectos del paisaje sobre el sentimiento del
hablante lírico, cf. supra (4.4.3.).
En la versión de P25 el texto termina con la siguiente frase, correspondiente a los ver-
sos 101-104 de P32:
[...] Un largo sueño
de glorias engolfadas y perdidas
en la noche profunda de los tiempos,
156 Tilmann Altenberg
"Niágara"
Otro texto clave de la poesía de Heredia, "Niágara" (1824) 205 , figura también
entre los textos heterogéneamente melancólicos. En esta silva el hablante lírico
—en aparente coincidencia de los momentos de enunciación y de percepción—
describe el espectáculo de las cataratas del Niágara. Por una parte, el escenario,
que se aparta de manera decisiva del paisaje melancólico, tiene un efecto sobre-
cogedor en el hablante lírico quien se siente inspirado por el espectáculo que
está presenciando: "Templad mi lira, dádmela, que siento / en mi alma estreme-
cida y agitada / arder la inspiración" (vv. 1ss.). Por otra parte, como en "En el
teocalli de Cholula", el hablante lírico se entrega a reflexiones filosóficas bajo la
impresión del "[a]sombroso torrente" (v. 93). El incesante fluir del agua apare-
7
La relación del concepto herediano de la melancolía con la(s) teorfa(s) coetánea(s) de
lo sublime, que no depende en primer lugar de la ocurrencia textual del término, se
considerará en un subcapftulo aparte (cf. infra, 5.3.5.).
8
Ajuzgar por las diferentes redacciones conservadas de este poema estamos frente a
uno de los textos que más revisiones ha sufrido. Esto se debe, al menos parcialmente,
a la temprana fecha de la primera redacción, que data del año 1819. Por otra parte, la
considerable frecuencia con la cual se publicó esa poesía —PC toma nota de siete ver-
siones o reproducciones en vida de Heredia, sin registrar todas las vanantes (I, 204)—
indica tanto el éxito del texto con el público como el valor que tenfa para Heredia. De
hecho, para la crítica de la época "La prenda de fidelidad" constituía una referencia
obligatoria. Cf. p. ej. Domingo Cortés (1876: s. v. "Heredia"), quien alaba los "dulcí-
simos sáficos [de] La prenda de fidelidad", Lista (1828, 1 o de enero: s. n.), quien criti-
ca en su juicio de P25 el prosaísmo y la cacofonía de algunos versos de este poema, y
Ramón de La Sagra (1829: 210), quien en su pedante crítica propone algunas correc-
ciones estilísticas de la oda. La versión más extensa, con 12 estrofas sáficas, parece ser
la que se publicó en el Semanario de Matanzas, el 13 de octubre de 1822, pp. 7s., y que
hasta la fecha no se ha recogido en ninguna edición de las poesías de Heredia.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 159
un tiempo como triste ahora" 209 ; vv. 1s.; "Lágrimas dulces, de mi amor consue-
lo", v. 9). El hablante lírico funda todas sus esperanzas en el efecto positivo de
la evocación mental del pasado: " M e m o r i a dulce de mi bien pasado, / ¡sé mi
delicia!" ( w . 35s.). Dado que el sentimiento del hablante lírico en la situación
de enunciación está marcado fundamentalmente por esa placentera discrepan-
cia melancólica entre pasado y presente, puede considerarse "La prenda de fide-
lidad" como un poema homogéneamente melancólico.
Si bien es cierto que en muchos casos las revisiones de los textos heredianos
no conciernen sino el plano estilístico, las diferentes versiones de "La prenda de
fidelidad" registran una variante interesante en lo que respecta a la melancolía
del hablante lírico. En las versiones impresas hasta 1829 inclusive los últimos
dos versos del poema rezan: " M e m o r i a triste de mi bien pasado, / no me ator-
mentes" (cursivas mías). Como vimos, en lugar de ello P32 pone: "Memoria
dulce de mi bien pasado, / ¡sé mi delicia!" ( w . 35s.; cursivas mías) 210 . Aunque en
todas las versiones conocidas del poema el hablante lírico plantea en el primer
verso el carácter placentero del recuerdo ("Dulce memoria de la prenda mia", v.
1), es el respectivo desenlace que fija su valoración última. Así, en la primera
variante la desolación en la situación de enunciación termina por imponerse a
la dulce memoria. En P32, en cambio, es el efecto dulce de la memoria que deter-
mina al fin y al cabo el sentimiento del hablante lírico. Esta vuelta cualitativa
desde el reconocimiento del efecto negativo de la memoria al conjuro de su
potencial positivo puede relacionarse, conforme a los resultados del análisis del
corpus textual, con un mayor distanciamiento emocional ante los sentimientos
en la situación de enunciación. Mientras en la primera variante el hablante
lírico revela estar inmediatamente afectado por la discrepancia entre pasado y
presente, la segunda variante se caracteriza por una mayor distancia reflexiva
que le hace percibir el efecto agradable de sus recuerdos. Aunque cada una de
las variantes enfatiza un aspecto diferente del sentimiento melancólico —la
tristeza a causa de la experiencia de discrepancia, por un lado, el efecto agrada-
El verso introductorio del poema es una clara reminiscencia del "Soneto X" de Garci-
laso de la Vega, cuyos versos iniciales leen: "¡Oh dulces prendas por mi mal halladas /
dulces y alegres cuando Dios quería" (1995: 25).
Un borrador de este poema conservado en la BNJM entre dos volúmenes de manus-
critos de Heredia ("Poesías") representa una versión posterior a 1829, pero anterior a
la de P32 (cf. PC I: 204s.). Entre las numerosas tachaduras en el texto figura también
la sustitución de triste por dulce en el penúltimo verso. Significativamente el último
verso ya aparece en su versión definitiva sin tachadura alguna: "sé mi delicia". La
sustitución mencionada se efectúa, pues, en un momento posterior al cambio del
verso final. Valdría la pena establecer un cuadro sistemático de las variantes textuales
que permitiera estudiar la génesis de este poema desde la primera redacción hasta la
versión definitiva.
160 Tilmann Altenberg
ble de la evocación del pasado, por otro— ambas caen dentro de la categoría de
la poesía melancólica.
"Misantropía"
1
Entre los poemas de Heredia figuran dos con este mismo título. La otra "Misantro-
pía" se publicó por primera vez en 1832, en la revista Miscelánea, editada por el pro-
pio Heredia, y es sobre todo un desesperado llamamiento a la humanidad a asumir
los preceptos de la "santa Religion" (P32, t. Il, v. 72) para hacer triunfar la tolerancia
(cf. vv. 74s.).
2
Esta congruencia entre la situación exterior y el sentimiento del hablante lírico es
característica de gran parte de los poemas heredianos que registran fenómenos del
mundo natural. En principio, el paisaje melancólico se inscribe en la misma idea de
un nexo causal entre ambos planos. Sin embargo, sería equivocado hablar, a la inver-
sa, del mundo externo como paisaje anímico a modo de una proyección del senti-
miento del hablante. Conforme a los textos correspondientes, los fenómenos del
mundo natural forman un marco situacional en el que se manifiesta el respectivo
estado psíquico del hablante lírico. Por otra parte, no es casual que ciertos elementos
del mundo natural se repitan con tanta insistencia a lo largo de la obra poética de
Heredia. Desde el punto de vista de una estética de la producción cabe suponer que
no todos los fenómenos de la naturaleza se prestan igualmente para enmarcar de
forma congruente un sentimiento turbulento o tranquilo, respectivamente. Al fin y al
cabo, la congruencia entre los fenómenos exterior e interior tiene la función de remitir
a la particular sensibilidad del hablante (cf. infra). En este contexto es interesante
observar que en la versión de "Misantropía" reproducida en P25 el hablante lírico
insiste, en un paisaje suprimido en P32, en que entre la confusión del mundo exterior
y su propia confusión anímica hay una diferencia fundamental:
[...] El mundo
padece como yo..? No, que no tiene
pasiones insensatas: solo el hombre
de su huracán feroz víctima gime,
y mas que nadie, yo.
(P25, vv. 12-16)
Es obvio que Heredia, lejos de hacer confluir ambos planos, distingue nítidamente
entre el plano objetivo de un fenómeno concreto del mundo natural y el plano subje-
tivo de un estado anímico.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 161
amar la vida sin vosotras" (vv. 32s.). Al igual que en los poemas "En mi cumple-
>l
años" (1822) y A la estrella de Venus" (1826) el dolor del hablante lírico se
plantea, pues, en términos de un dilema que revela una visión ambigua del
amor. Si bien el estado anímico del hablante en la situación de enunciación está
dominado por una amargura sombría ("[...] á mi alma, / de borrasca furiosa
combatida, / no hay un rayo de luz", vv. 77ss.) que le hace buscar la soledad de
la "triste noche" (v. 1) 213 , no ha de pasarse por alto que él mismo afirma repeti-
damente la ambigüedad de sus penas. Así, la memoria imborrable de la ex-ama-
da, alias mujer funesta, le causa " [ . . . ] deleite / funesto, amargo [.,.]" 214 (vv. 18s.),
y a veces el propio dolor tiene sus agrados:
Por agradables que resulten en ocasiones el llanto violento y el dolor, los versos
citados no dejan lugar a dudas de que el hablante lírico preferiría la auténtica
felicidad, cuya pérdida lamenta a continuación ("[...] ¿Do están los tiempos /
de mi felicidad [...]", vv. 43s.), a ese gozo del dolor.
En el plano estructural, también en "Misantropía" se manifiesta —al menos
temporalmente— una experiencia de discrepancia por parte del hablante lírico,
la que abarca el contraste entre la desolación de la situación actual por un lado
y la felicidad amorosa y el propio vigor mental recordados, por otro. Una vez
más la memoria aparece como motor de esa experiencia que conduce eventual-
213
Llama la atención la cercanía de esta autorrepresentación por parte del hablante lírico
a las características del hombre sombrío fijados por el conde de la Cortina en su
"Nuevo ensayo"(cf. supra, 3.).
214
En la versión de P25 el hablante lírico elabora con más detención la ambigüedad del
recuerdo:
[...] Tus recuerdos
me aquejan sin cesar, vertiendo en mi alma
una alegría confusa, y un deleite
funesto, amargo [...]
(vv. 21-24).
215
También en este pasaje la versión de P25 resulta más prolija en lo tocante a afirmar la
ambivalencia del dolor:
Pero amo á veces mi aflicción: me gozo
en el llanto de fuego que me alivia;
mas triste es mi placer, vago y sombrío...
¡Felices ¡ay! los quejamas probaron
el gozo del dolor! [...]
(vv. 47-51)
162 Tilmann Altenberg
En la silva "A una señorita que sacó copia de una de mis poesías para regalár-
mela" (1823) (P25), en P32 recogida con algunas variantes bajo el t í t u l o " A
Rita L...", el hablante lírico se presenta en una serie de preguntas retóricas
como hombre desesperado ante la perspectiva de que su tempestuoso afán amo-
roso no será correspondido nunca:
6
La ocurrencia del nombre del autor en la versión de P25 es un indicio de que Heredia
pretendía que sus textos se leyeran como expresión auténtica de sus sentimientos. En
P32, omite del verso correspondiente su nombre. Allí la frase entera reza: "¿No habrá
un pecho clemente / que simpatize en su cariño ardiente / con estejóven triste y des-
querido?" (w. 32ss.).
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 163
donde la j o v e n copió la poesía parece servir como catalizador del grato recuer-
do, también para el futuro debe, así el hablante lírico, aliviarle las penas:
[...] al contemplarte,
mil recuerdos de gloria en mf excitados
templarán mi dolor, llenando mi alma
de un inocente y celestial consuelo,
(w. 48-51)
"Atenas y Palmira"
7
La situación contemplativa aquí evocada remite intertextualmente a la meditación del
conde de Volney en su tratado autobiográfico Les ruines ou méditations sur les revolutions
des empires (1791). Allí en los primeros dos capítulos ("Le voyage" y "La méditation")
las ruinas de Palmira constituyen el entorno concreto donde se realiza la contem-
plación melancólica del viajero. Compárese el siguiente fragmento:
164 Tilmann Altenberg
L'ombre croissoit, & déjà dans le crépuscule mes regards ne distinguoient plus
que les fantômes blanchâtres des colonnes & des murs... Ces lieux solitaires,
cette soirée paisible; cette scène majestueuse, imprimèrent à mon esprit un
recueillement religieux. L'aspect d'une grande cité déserte, la mémoire des
temps passés, la comparaison de l'état présent, tout éleva mon cœur à de
hautes pensées. Je m'affis sur le tronc d'une colonne; & là, le coude appuyé
sur le genou, la tête soutenue sur la main, tantôt portant mes regards sur le
désert, tantôt les fixant sur les ruines, j e m'abandonnai à une rêverie
profonde.
(Volney 1792: 4)
El genius loci y el contenido de las reflexiones del Conde se hallan de forma semejante
en el cuarto fragmento de "Placeres" y "En el teocalli de Cholula". A base de conside-
raciones parecidas, Arias (1974) estima probable "que [Las ruinas de Palmira] haya lle-
gado a las manos del joven Heredia, lector entusiasta de libros franceses" (22). Cf.
también Carilla (1975: 92), quien reconoce "aprovechamientos de Volney en
Heredia" remitiendo a los mismos poemas mencionados. Independientemente de
sugerentes paralelismos textuales entre ambos autores, así como razonamientos plau-
sibles, hay una prueba extratextual de que Heredia conocía Les ruines. Entre los
manuscritos heredianos conservados en la BNJM se encuentra una lista autógrafa de
los libros de la biblioteca de Heredia, titulada "Catálogo de los libros que forman la
biblioteca particular de D. José María Heredia" (citado como Heredia 1833). En este
catálogo, bajo el rótulo de los escritos misceláneos en lengua francesa figura un libro
titulado Las ruinas, de un tomo, que según el uso general de Heredia a lo largo de la
lista aparece con el título vertido al castellano (Heredia 1833: 37). Se trata, sin duda,
de la obra de Volney.
En la BNJM se conserva una fotografía de la primera página de un borrador o copia
autógrafo de este poema con mínimas variantes, titulado "Versos escritos después de
haber visto los panoramas de Atenas y Palmira" (cf. también OP: 561). Al parecer, el
poema se concibió desde una perspectiva autobiográfica. Puesto que Heredia nunca
llegó a ver ni Atenas ni Palmira con sus propios ojos, aunque sí tenía planeado un
viaje transatlántico, cabe suponer que la redacción documentada en la fotografía
corresponde a un momento en que Heredia todavía no había descartado sus planes de
viaje, es decir, antes de su salida a México en agosto de 1825 (cf. supra, n. 95). En
términos biográficos, el curioso título se explicaría entonces como anticipación poéti-
ca de una experiencia real todavía no realizada en el momento de la composición del
texto. En el plano de la poética herediana, esta observación es otro indicio de la cons-
trucción autobiográfica del hablante lírico en la poesía del cubano.
4. Reconstrucción del concepto de melancolía en la poesía de Heredia 165
Los textos revisados tienen en común que en ellos el sentimiento del hablante
lírico se revela como melancólico según la definición propuesta a partir de
"Placeres". Llama la atención que en los casos de "En el teocalli de Cholula" y
"Niágara" el resultado del análisis textual coincide, en un sentido general, con
la intuición de gran parte de los críticos heredianos, que no se cansan de insistir
en lo melancólico de esas poesías. Sin embargo, a diferencia de ellos, las
observaciones aquí ofrecidas se basan en criterios establecidos de manera explí-
cita. De entenderse la melancolía como rasgo estructural de un texto, la cate-
goría poesía melancólica no comprende sino un número relativamente limitado de
los poemas heredianos. Es posible que un minucioso análisis de la totalidad de
la obra poética de Heredia sobre el trasfondo de las definiciones y criterios
introducidos logre identificar algún que otro poema melancólico más. Semejan-
te hallazgo no afectaría, sin embargo, de manera significativa el cálculo general
del alcance cuantitativo de la poesía melancólica en Heredia.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 167
9
Esta tendencia glorificadora se nota ante todo en las publicaciones preparadas o
publicadas a propósito del centenario de la muerte de Heredia. A modo de ejemplo
cito del "Propósito" de una serie de diez artículos de Mejfa, publicada en 1939 y
1940, posteriormente editada como monografía:
Vamos a penetrar en una vida, en una raza, en una época, para encontrar la
realización y forma de un alma única y extraordinaria. [...] La vida de José
María Heredia es una vida singularísima; y como la de rey Lear, camina hacia
la fatalidad. [...] representaba y significaba Heredia la concepción más perfec-
ta de un alma que no se repite, y "que cada cual siente por sí mismo con ple-
na certidumbre íntima", según Oswald Spengler [Decadencia de Occidente].
(Mejía 1939: 358s.)
168 Tilmann Altenberg
desde el punto de vista histórico la vida de Heredia, lo que vale rescatar dentro
del marco de este estudio de esas lecturas ampliamente documentadas no son
tanto los particulares de la trayectoria individual ni las supuestas correspon-
dencias être ellos y los poemas heredianos, sino aquellos datos que —sin pasar
por alto la idiosincrasia de Heredia— contribuyen a una comprensión de su
vida y actividad poética en relación con una fase específica de la cultura
hispanoamericana.
Para una reciente visión más equilibrada de la trayectoria herediana, cf. Augier
(1990) y (1996).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 169
A José María que estudie todos los días su lección de lógica y lea el capítulo del
Evangelio, las cartas de los Apóstoles y los Salmos, como lo acostumbraba hacer
conmigo todas las tardes; que repase la doctrina una vez a la semana, y el Arte
Poético de Horacio que le hice escribir, y de Virgilio un pedazo todos los días, y
los tiempos y reglas del Arte12201, para ponerlo a estudiar derecho cuando venga
aquí, y darle su reloj si lo mereciese con su obediencia y buena conducta en este
tiempo.
(Cit. según González del Valle 1938: 58)
No cabe duda de que con este título abreviado, José Francisco Heredia se refiere a las
Introducciones latinae de Antonio de Nebr[ja, publicadas originalmente en Salamanca,
en 1481, y aumentadas a lo largo de varias decenas (cf. DRAE 1822: s. v. "Arte"), o
bien a alguno de los numerosos compendios de gramática latina basados en la obra
del humanista español. Así, tanto en España como en México se publicaron varias
gramáticas del latín en lengua castellana que se orientaban explícitamente en el
"Arte" de Nebrija. Cf. por ejemplo los siguientes títulos: Mateo Gal indo: Explicación
del libro quarto conforme á las reglas del arte de Antonio de Nebrija [...], México, 1690;
Diego López: Constrvccion, y explicación de las reglas del genero, conforme al arte de Antonio
[sic] muy vtil, y provechosa para los que comiencan á estudiar, México, 1708 (varias edicio-
nes); Pedro Reynoso: Explicación y notas de las reglas qve pertenecen a la sintaxis : para el
vso de los nombres y construcion de los verbos : conforme al arte de Antonio de Nebrixa [...],
Mexico, 1711; Marcos Márquez de Medina: El arte [de Antonio de Nebrija] explicado y
gramático perfecto, Madrid, 1738 (varias ediciones).
Ya en 1846, siete años después de la muerte de Heredia en México, Ángulo y Guridi
aprovechó su parentesco con la familia del difunto para preparar una breve biografía
del poeta que se publicó en la revista El Prisma (La Habana) (cf. Escoto 1916b: 259).
Ajuicio de Calcagno (1878), "en lo general [la] instrucción [de Heredia] fué más
vanada que profunda" (s. v.), característica que halla su expresión en cierto eclecticis-
mo estético dentro del marco intelectual de la época (cf. infra). (Los artículos de este
y otros diccionarios biográficos difícilmente accesibles se reproducen en el imprescin-
dible ABEPI).
170 Tilmann Altenberg
Cf. Chacón y Calvo (1916) para una reproducción textual del expediente universita-
rio de Heredia en La Habana.
Para un relato detallado de la llamada conspiración de Los Soles y Rayos de Bolívar y el
papel insignificante que Heredia jugaba en ella como miembro de "una sociedad
llamada de los Caballeros Racionales, que tranquilamente preparaban la opinión para la
independencia de la isla", cf. Morales y Morales (1931: I, 32-55, aquí: 37). Como
señala Portuondo del Prado (1957), "[e]l nombre de «Soles y Rayos» se originó de la
forma en que se nutría de prosélitos, la sociedad: cada iniciado tenía que reclutar
otros seis. Entonces él recibía el grado de sol y los que había juramentado formaban
sus rayos" (285).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 171
¿Qué lugar puede ocupar en semejante vida la poesía? Veamos primero el alcan-
ce de la cultura adquirida por Heredia a base de aquel plan de estudios paterno.
Aparte de los clásicos latinos y de la Biblia hay relativamente pocos datos preci-
sos acerca de las primeras lecturas de José María Heredia. De una carta con
fecha del 8 de junio de 1815, enviada del padre a su esposa, se infiere que a
pesar suyo el primogénito leía a los once años a Montesquieu: "El tomo de
Montesquieu que dice José María, es mío, pero recógelo, y no se lo dejes leer"
(cit. según González del Valle 1938: 58). Es posible que este comentario se
refiera al libro De l'esprit des lois, texto cuyo probable influjo en un aspecto fun-
damental de la autoimagen de Heredia se rastreará más adelante (cf. 6.1.).
Además es lógico suponer que el hijo tuviera acceso a la biblioteca de su padre,
en la cual —a juzgar por la cultura de éste— deben haberse hallado obras de
autores europeos de toda índole (cf. Escoto 1916b: 266). Aunque no sea posi-
ble fijar con exactitud el momento en que Heredia leyó efectivamente a los
autores algunos de los cuales traduciría posteriormente, las numerosas versiones
e imitaciones hechas en los años veinte y treinta 225 demuestran que Heredia
estaba familiarizado con los principales autores europeos de la época, hoy en
día en parte considerados poetas menores. Traducía o imitaba del francés —a
Arnault, Béranger, Marie-Joseph Chénier, Prosper Jolyot de Crébillon,
Delavigne, Ducis, Florián, Jouy, Lamartine, Legouvé, Millevoy, Parny y
Voltaire—, del inglés —a Byron, Campbell, Thomas Moore, Osián (alias James
6
En un breve artículo dedicado a los fragmentos horacianos traducidos por Heredia y a
las huellas que el poeta latino dejó en la obra del cubano, Chacón y Calvo (1941:
186) estima superior la traducción herediana de una oda de Horacio (Carmina II, 14)
a la del escritor español Javier de Burgos (1842-1902). Para un rastreo más elaborado
de las huellas horacianas en la obra de Heredia, cf. Chacón y Calvo (1940).
7
Son éstas la efi'mera Biblioteca de [¿las?] Damas (La Habana, 1821), que Bachiller y
Morales parece haber manejado todavía (cf. 1855: 9, y 1875: 24, 29), pero de la cual
González del Valle no pudo ya encontrar ejemplar alguno (cf. 1938: 104s. cf. tam-
bién Chacón y Calvo 1947a: 6), El Iris (México, 1826), Miscelánea (México, 1829/30;
Toluca, 1831/32), y Minerva (Toluca, 1834). Para una visión sumaria de las revistas
mexicanas de Heredia véase Spell (1939).
8
Según argumenta González Acosta (1997: 136-189), es muy probable que Heredia
sea también el autor de la novela Jicotencal, publicada de forma anónima en Filadelfia,
en 1826. Por otra parte, en 1831/32 el cubano publicó en Toluca sus Lecciones de his-
toria universal, de cuatro tomos (cf. Heredia 1831/32). Se trata esencialmente de una
traducción de la Historia general, del historiador británico Tytler, que figura también
entre los libros de la biblioteca herediana (Heredia 1833: 8) (cf. supra, n. 217, e
infra), con algunas adiciones del cubano (cf. Pérez Cabrera 1962: 165-168). Respecto
a la legislación, fue Heredia el primer hispanoamericano, según el juicio de Chacón y
Calvo ("Catálogo", 5), en presentar un proyecto de Código Penal para el territorio de
la América Hispánica, por encargo del Congreso del Estado de México. Publicado
primero en 1831, en El Conservador (Toluca), en agosto de 1833 Heredia remite el
proyecto oficialmente al Congreso del Estado Libre de México (ib.; cf. "Acuse de
recepción, 14 de agosto de 1833"). Con ello "México se anticipaba [,,.] a lo que
demandaba con gran insistencia Don Andres [sic] Bello en 1834. [...] [: ] nuevas
leyes para los nuevos estados, nuevas normas jurídicas para la nueva situación de
Derecho" (Chacón y Calvo: "Catálogo", 5). Cf. infra, n. 229, para mayores detalles
acerca de este estudio aparentemente inédito del célebre heredista cubano.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 173
José Maria Heredia", inédito hasta el día de hoy 229 , registra aproximadamente
400 entradas correspondientes a más de 1.000 tomos, divididos en grupos
según la materia y la lengua en que está publicado el respectivo título. Así, por
ejemplo, las traducciones de Goethe y Ariosto figuran entre la poesía en lengua
francesa. Los autores y títulos registrados abarcan una amplia gama de materias:
" H i s t o r i a " (5-9), "Poesía" (13-18), "Novelas y Cuentos" (21-24), teatro 2 3 0
(27ss.), "Jurisprudencia y Legislación" (33s.), "Miscelánea", una sección que
recoge textos en prosa de índole doctrinal y filosófica así como revistas, descrip-
ciones de viaje y gramáticas (37-40), y, por último, "Diccionarios" del castella-
no, latín, francés, inglés e italiano (41). Como se ha señalado antes, en muchos
casos es difícil, si no imposible, averiguar en qué momento Heredia llegó a
conocer un título específico. A pesar de ello lo que sí se puede sacar en limpio
por los documentos aquí revisados es que, desde las primeras lecturas hasta los
últimos años de su vida, la trayectoria de Heredia se caracteriza por una
inquietud intelectual que lo lleva a absorber incesantemente tanto la literatura
y el pensamiento de la tradición de Occidente como los desarrollos más recien-
tes en el campo intelectual de su época, ante todo de la Europa occidental.
Entre los papeles del Fondo Chacón y Calvo, conservados en la Biblioteca del ILL,
figura un borrador mecanografiado titulado: "El catálogo manuscrito y autógrafo de la
Biblioteca de José Mana Heredia". El texto lleva la siguiente anotación manuscrita del
propio Chacón y Calvo: "No he corregido esta copia — El original que envié al Dr.
Eligió de la Puente tiene nuevas correcciones". Por lo que he podido averiguar ese
"original" no llegó a publicarse nunca. Aunque el borrador no lleva fecha, no cabe
duda de que constituye una de las últimas contribuciones críticas del heredista, muer-
to en 1969. Por una nota al final del borrador, en la cual Chacón y Calvo expresa su
"gratitud a la Doctora Mana Teresa Freyre de Velazquez [sic], la ilustre Directora de
Biblioteca Nacional" (12), se infiere que el autor consultó el manuscrito alrededor del
año 1960, época en que la Doctora Freyre ocupó la plaza de directora de la BNJM
(cf. DLC: s. v. "Biblioteca Nacional José Martí"). La redacción del borrador corres-
pondería por lo tanto a principios de los años 60. El interés de la revisión sumaria del
catálogo de la biblioteca herediana reside ante todo en un comentario respecto al
momento en que Heredia redactó efectivamente el inventario. Observa el investigador
con acierto que el catálogo debe haberse confeccionado a lo largo de varios años, por-
que entre los poetas españoles figura una edición de El moro expósito del duque de
Rivas, publicado por primera vez en 1834 (cf. Chacón y Calvo: "Catálogo", 9) y pre-
sentado al público mexicano en 1835, en una reseña del propio Heredia, como
"primer ensayo" de una "epopeya del siglo xix" que penetra en "la clásica frialdad de
la literatura española contemporánea" (Heredia 1835: 148). Nótese el paralelismo su-
gerente entre el distanciamiento de todo lo frío por parte del hablante lírico en las
poesías heredianas y el rechazo implícito de la clásica frialdad en este pasaje, una idea
que nos volverá a ocupar más adelante.
La sección correspondiente no lleva título.
174 Tilmann Altenberg
Algunos críticos opinan que el soneto cuyo primer verso lee "Terrible incertidumbre,
angustia fiera" podría ser la primera poesía conocida de Heredia. Esta postura com-
prende el soneto como una reacción contemporánea a la prolongada permanencia de
José Francisco Heredia a bordo de la goleta La Veloz, en 1810. Véase González del
Valle (1938: 66-71) para una ponderación de esta y otras lecturas posibles del soneto.
Se supone que el tomo con las fábulas de Florián llegó a manos del joven Heredia ya
en 1810 por medio del amigo del padre de Heredia, el entonces oidor José Antonio
Ramos y Fernández (posteriormente marqués de Casa Ramos) (cf. OP: 580). Augier
da como fecha probable de la traducción el año de 1818 (cf. ib.). En la sección de
poesía en lengua francesa del catálogo mencionado (Heredia 1833) se registra una
edición de dichas fábulas. La entrada reza: "Florián, Fábulas, 1 t. 18.° rústica 1
[tomo] 0 [pesos] 6 [reales]" (14). Si bien es posible que se trate de la edición obte-
nida por medio de José Antonio Ramos, parece poco probable que Heredia comprara
el libro a un amigo de la familia. Además, en un soneto dedicatorio el Marqués apare-
ce como prestador y no donador, ni mucho menos vendedor, de las fábulas de Florián
(cf. infra, p. 181).
Augier observa que "[e]n la segunda de estas colecciones incluyó Heredia muchas
composiciones de la primera, casi siempre con variantes, y seleccionó algunas de ellas
para la primera edición de sus Poesías, Nueva York, 1825" (OP: 573). Una tercera
colección autógrafa, Colección de las composiciones de José María Heredia (dos cuadernos),
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 175
[n]inguno que lea estos Ensayos busque en ellos bellezas poéticas o morales,
porque no hallará otra cosa que la expresión fiel de los sentimientos de mi cora-
zón. Yo conozco que la versificación de las Fábulas, exceptuando dos o tres de
ellas, es bien mala. Algunas de las composiciones que están en este librito son
hechas hace algún tiempo, y sin duda se omitirían en caso que mis obras saliesen
a la luz pública.
("Advertencia", cit. según PC I: 86; cursivas en el original)234
A primera vista parece que en este pasaje Heredia se distancia con modestia de
sus versos, sea honestamente, sea por convención. El propio título de la colec-
ción ("Ensayos") corrobora esta impresión. Como es sabido, en la tradición de
la retórica clásica la modestia simulada era una forma común de la captatio bene-
volentiae (cf. Márchese / Forradellas 1 991 : s. v. "Topos", y Curtius 1 993: Cap. 5,
§3). Si bien es de suponer que Heredia conocía de sus lecturas latinas ese tópi-
co, no por ello resulta fácil separar la modestia honesta de su sustrato tópico.
Mirando más de cerca las líneas citadas, la postura tomada por Heredia se enre-
da aún más. La supuesta deficiencia de los versos tiene tres aspectos. Según
Heredia, no solo carecen los Ensayos de bellezas poéticas y morales, sino que las
fábulas pecan además por una versificación "bien mala". No vacila en relacionar
estos defectos con el tiempo transcurrido desde la composición de algunos de
los textos —argumento que alude a la corta edad del cubano en el momento de
concebirlos—. Si bien de esta forma Heredia se había distanciado nuevamente
de su colección de poesías, la última frase de la "Advertencia" revela que no por
ello descartaba la posibilidad de publicar sus "obras".
Dejando de lado la discutible calidad de la versificación de las fábulas, la
ausencia de bellezas poéticas y morales no constituye, en la argumentación de
Heredia, tanto un defecto como más bien una negativa ante las expectativas de
un público lector que busca en la poesía precisamente estas características. El
mérito que el cubano reclama para sus poesías no solo compensa sus presuntos
'defectos', sino que se concibe como plenamente incompatible con semejantes
expectativas por parte de los lectores. Lo que Heredia dice ofrecer en vez de
bellezas del tipo indicado es "la expresión fiel de los sentimientos de [su] cora-
zón". Sobre el trasfondo de las diversas tendencias en la poesía del Setecientos
español, que en parte coexistían en un mismo autor (cf. Carnero 1983: 65-94, e
infra), cabe entender el reclamo herediano como parte de una oposición binaria
en cuyo polo opuesto se hallan las bellezas mencionadas. Para la poética precep-
tista del Neoclasicismo, que tanto en España como en los virreinatos de las
Indias españolas constituía un paradigma de gran importancia a lo largo de la
segunda mitad del siglo x v n i y hasta entrado el xix, la belleza era una categoría
estética fundamental. Según escribe Luzán en su Poética (1737), " [ l ] a belleza no
es cosa imaginaria sino real, porque se compone de calidades reales y verdade-
ras. Estas calidades son la variedad, la unidad, la regularidad, el orden y la pro-
porción" (Luzán 1974: 142). Sin entrar, por el momento, en mayores detalles,
está claro que en esta concepción la belleza —como calidad objetiva de un obje-
t o estético— depende, entre otras cosas, de la observación de ciertas reglas
concebidas (y ejecutadas) de manera racional. Sobre este trasfondo el rechazo
ostentativo de bellezas poéticas por parte de Heredia parece implicar un menos-
precio de la noción de la poesía como resultado de una actividad calculada y
mesurada. En lo tocante a las bellezas morales, es posible que Heredia tuviera en
mente la poesía ilustrada stricto sensu del Setecientos español, "que tiene la fina-
lidad —como observa Carnero (1983: 74)— de propagar verdades útiles, ideales
reformistas o consideraciones filosóficas y morales, con la pretensión de servir al
interés, la formación o el progreso de la colectividad" 235 . Visto así, la frase ini-
cial de la "Advertencia" haría referencia a dos fenómenos literarios de la época,
la 'grandeza serena' (por citar a Winckelmann) y el didactismo de cierta ten-
dencia neoclásica, oponiéndoles una poética cuyo único principio parece ser su
autenticidad expresiva.
Si bien es cierto que parte de los Ensayos poéticos, en especial los poemas de
contenido amoroso, parecen efectivamente corresponder a este principio, hay
un número de composiciones —aparte de las dieciocho fábulas traducidas— en
A mi padre.
Querido papá: la nueva para mr tan halagüeña de la restitución del sistema del
año 12, no puede menos de inflamar mi entusiasmo: arrebatado al solo nombre de
libertad, cuando perdía la esperanza de volver a ver a mi patria sacudiendo el
ignominioso yugo de sus tiranos, acaso desfogué mi odio hacia la esclavitud con
algunas composiciones que por falta de corrección, y más bien por mi poco
empeño en concluirlas, (viendo el ningún efecto que suelen producir las quejas
dolorosas de los oprimidos) no han llegado a noticia de Ud.
Sí, padre mío: no es esta la primera vez que encendido en el amor de mi patria
la dirijo mis ecos. Al verla gemir bajo el maldito azote de la tiranía, me sentí mil
veces arrebatado de un extraño furor, y en lo más escondido de mis delirios la vi correr
al campo de la gloria, sacudir el yugo de sus opresores, y fijar para siempre los
cimientos de su libertad al eco sólo de mi voz que la reanimaba.
Quizás ha llegado el momento feliz [sic] en que pueda escuchar voces más sono-
ras que las mías: pero ésto ni pone traba a mi imaginación y lengua para dejar de
mostrar mis sentimientos, ni tampoco anula la obligación que contraje al nacer de
manifestar mi gratitud a los verdaderos libertadores de mi patria.
Escuche Ud. pues los acentos que salen de mi corazón y no de mi lengua, en honor
de una nación y unos conciudadanos que Ud. tanto venera12361. ¡Ojalá algún día,
llevado de mis patrióticos sentimientos y de los sabios consejos de Ud. pueda tribu-
tarle como testimonio de mi sincera gratitud, en lugar de empalagosos y estériles
himnos los honrosos y sagrados servicios de ciudadano.
(Cit. según Heredia 1936: 41s.; cursivas mías)
En relación con la "Advertencia" resalta que para Heredia la exaltación que dice
experimentar —llámese arrebatamiento, delirio o furor— se opone en absoluto al
tratamiento de un tema cívico. Antes bien, los sentimientos del corazón apare-
cen como fundamento de la actividad poética. Sobre ellos, la imaginación del
poeta erige sus composiciones. La fórmula que Heredia utiliza en la "Adverten-
Parece que la carta acompañaba la oda "España libre", o el "Himno patriótico al res-
tablecimiento de la Constitución", ambos escritos a propósito del mismo suceso histó-
rico (cf. García Garófalo Mesa 1945: 96).
178 Tilmann Altenberg
cía" para caracterizar sus Ensayos poéticos ("la expresión fiel de los sentimientos
[del] corazón") remite, pues, a una poética que se distancia de la concepción
del arte poética como actividad meramente racional y técnica, así como de sus
concreciones. Sea cual fuere el género considerado, así la posición de Heredia, la
expresión poética debe tener su origen en los sentimientos del poeta. Según
Heredia afirma en la carta al padre, sus patrióticos sentimientos han desembocado
en himnos patrióticos. Tomando como ejemplo de esta correspondencia entre
los sentimientos del poeta y su expresión textual la oda "España libre", que tal
vez acompañara a la carta (cf. supra, n. 236), resulta que el poema está lleno de
altisonantes preguntas retóricas y exclamaciones entusiastas. No cabe duda de
que el hablante lírico, aunque apenas hable en primera persona, se identifica
con la causa ibérica. Según las indicaciones de Heredia, el entusiasmo del
hablante lírico remite al del poeta. Con ello quedan establecidos dos
fundamentos de la poética herediana íntimamente relacionados. Primero, desde
la perspectiva de la producción poética, la concepción del sentimiento como
origen y núcleo de la actividad poética; segundo, desde el punto de vista de la
recepción, la referenciabilidad de la voz del texto — i . e. del hablante lírico—
con la del poeta, idea en parte complementaria al primero de los fundamentos.
Como veremos más adelante, el concepto herediano de la autenticidad expresiva
no toca ni en la cuestión de la temática ni de los géneros poéticos, sino que
concierne a la actitud del hablante lírico ante la materia versificable.
Volviendo a los paratextos de los Ensayos poéticos, vale considerar la estructu-
ra y función de la así titulada "Dedicatoria" a Belisa. Cito el texto completo:
A Belisa.
Dediquen sus obras a los ricos y poderosos los que ansien por dinero o por hono-
res; pero yo, ¿a quién podré dedicar este librito sino a la adorable joven, que con
un tierno suspiro, una mirada amorosa, y una dulce sonrisa puede sola llenar
todos los deseos de mi corazón?
Adorada Belisa: el deseo de agradarte favoreció mi inclinación a la poesía. A
tí, pues, se deben estos ensayos; ¡pueda su lectura hacerte conocer que el mar que
nos separa no ha podido debilitar ni desvanecer el amor inextinguible que nos
juramos!
A tí se dirigen, y yo quedaré bien recompensado, si en medio de la lectura, al
encontrar tal vez la pintura de algunos sucesos que han dejado en mi pecho la
impresión más dulce, dieres a mi memoria una lágrima, un suspiro, al excitarse en
tu corazón un recuerdo que te haga decir con ternura: ¡Cuánto me amó!
José María Heredia.
(Cit. según PC I: 86)
Genette (1987: 110) distingue entre dos actividades dedicatorias: dedicar una
obra (dédier) y dedicar un ejemplar de una obra (dédicacer). En castellano los
lexemas "dedicar" y "dedicatoria" pueden remitir tanto a uno como a otro con-
cepto. Dado que estamos frente a una colección manuscrita que nunca se
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 179
publicó en su forma original, aquí la distinción entre obra y ejemplar y con ello
entre los dos tipos de dedicatoria parece carecer de sentido. Veremos, sin
embargo, que es precisamente esta ambigüedad la que ha posibilitado lecturas
erróneamente referenciales en un marco extratextual. Así, la crítica suele leer la
dedicatoria como prueba documental del gran amor que el cubano profesaba a
Bel isa, que "es Isabel Rueda y Ponce de León, habanera, que casó en 1827 con
Vidal Junco y Bermúdez", como informa ingenuamente la única edición que
recoge los paratextos (PC I: 86) 237 . Tratemos, pues, de aclarar el asunto.
En primer lugar, puesto que el sintagma "A Belisa" hubiera sido suficiente
para identificar el pasaje como dedicatoria, debe llamar la atención que Heredia
no o m i t i ó el t í t u l o "Dedicatoria" delante del pasaje citado. Con respecto a la
práctica dedicatoria del cubano en las ediciones preparadas por él mismo, no
sorprende que si bien tanto P25 como P32 registran en el índice una dedicato-
ria, ni una ni otra estén precedidas por el t í t u l o "Dedicatoria" en la página
donde aparece el texto correspondiente. Heredia pone nada más "A D. Ignacio
Heredia" y "A mi esposa", respectivamente, lo que en un texto impreso es sufi-
ciente para caracterizarlo como dedicatoria de obra (dédicace d'oeuvre). No obstante
su status paratextual, ambas dedicatorias forman parte del mensaje de la obra
dedicada. Como observa Genette (1987) con perspicacia, toda dedicatoria de
obra tiene al menos dos destinatarios: el destinatario stricto sensu a quien la
dedicatoria dice dirigirse 238 , y el lector de la obra dedicada. A consecuencia de
esta ambivalencia pragmática la dedicatoria de obra es siempre, así Genette,
demostrativa, ostentativa, hasta exhibicionista: " [ E ] l l e affiche une relation,
intellectuelle ou privée, réelle ou symbolique, et cette affiche est toujours au
service de l'œuvre, comme argument de valorisation ou thème de commentaire
[ . . . ] " (126). Teniendo en cuenta ese planteamiento, conviene relacionar la
dedicatoria de los Ensayos poéticos con la de P25, también escrita en prosa. Cito
el texto completo:
7
En el mismo sentido, González del Valle (1938) afirma que "la colección la hizo
[Heredia] para Belisa, según consta en la dedicatoria, a quien conoció en La Habana"
(88). Asimismo, Esténger (1950), al hablar de los amores cubanos de Heredia, señala
que "[e]sta niña [i. e. Isabel Rueda, de doce años, T. A.] va a ejercer una de las más
hondas influencias en el Cantor del Niágara, que en 1819 le dedicará los Ensayos
Poéticos" (72). Chacón y Calvo (1939b) habla a propósito de la dedicatoria más
cuidadosamente de "[a]mores reales o supuestos, inocentes amores literarios" (98),
sin indagar más en el asunto.
8
Aun cuando una dedicatoria se dirigiese a un muerto, un personaje ficticio, o una
entidad abstracta, éstos serían stricte sensu los destinatarios de la dedicatoria, si bien
desde este punto de vista serra imposible que se produjese efectivamente la
comunicación.
180 Tilmann Altenberg
A D. IGNACIO HEREDIA
¿A QUIÉN DEBERÉ DEDICAR ESTAS POESÍAS SINO AL MEJOR DE LOS
amigos, al que me ama más que un hermano, a tr, Ignacio mío? Cuando apesar de
las olas del Océano que nos separan, lleguen a tus manos, léelas bajo las mismas
sombras pacificas donde muchas de ellas se escribieron, donde en paz pensé
acabar mis días a tu lado. Pero un huracán imprevisto arruinó todas mis inocentes
esperanzas, y me ha traído fatigar con mi aspecto errante las playas extranjeras.
Desde ellas se parten a tu seno estas efusiones de mi alma, con las que te envía
toda su amistad pura, ardiente, eterna
JOSÉ MARIA [sic] HEREDIA.
(Cit. según OP: 513)
Entre los textos de las Obras poéticas se halla otra poesía dedicada al Marqués, titulada
"Al Sr. Marqués de Casa-Ramos, en sus días".
182 Tilmann Altenberg
herediano (Isabel), cuyos anagramas Bel isa y Lesbia figuran en varias de las poe-
sías tempranas del cubano (cf. Esténger 1950: 71-75).
Si en la "Advertencia" Heredia insiste en la autenticidad expresiva de los
Ensayos poéticos, en la dedicatoria construye a su lector(a) ideal. Desde el punto
de vista macroestructural, la dedicatoria parece funcionar como señal de la
adoración que Heredia siente por la "adorablejoven": ella figura como origen y
fin únicos de su empeño versificador. Sin embargo, desde el punto de vista de la
cronología exterior es imposible que todos los poemas de la colección se deban
al deseo de agradar a Belisa, alias Isabel, dado que una considerable parte de los
Ensayos poéticos se compusieron antes del traslado de Heredia a La Habana, es
decir, antes de que éste conociera a la amada. Esta distorsión de las circuns-
tancias del mundo extraliterario fáctico confirma la hipótesis de que Heredia
aprovecha la supuesta confiabilidad (en el sentido de 'autenticidad referencial')
de la dedicatoria 2 4 0 para presentar una versión idealizada de un amor, una
amada-musa y un amante-poeta sensibles.
También la distancia geográfica que separa al poeta de la adorada en el
momento de la confección del paratexto puede leerse en ese sentido. Conforme
a las palabras del cubano residente en México, los Ensayos poéticos deben evitar
que la distancia se traduzca en un distanciamiento emocional. Con esta
ostentativa monosemización de la colección en el plano pragmático Heredia
enfatiza "el amor inextinguible" que siente por Belisa, presentándose a sí mismo
como amante fiel.
Sobre el trasfondo de la reclamada autenticidad expresiva de los Ensayos
poéticos, la construcción de Belisa como lectora ideal sugiere que los poemas
ofrecen un acceso directo a los sentimientos de su autor. Más aún, la lectura de
las poesías se convierte en la del alma del poeta de cuya sensibilidad Heredia no
quiere dejar lugar a dudas. Es Belisa — y solo ella— quien debe concluir: "¡Cuán-
t o me amó!". En el lector, en cambio, esta exclamación debe resonar como
'¡Cuánto la amó!'. La "pintura de algunos sucesos que han dejado en [su] pecho
la impresión más dulce" —condición previa de la lectura del alma del 'pintor',
alias poeta, por Belisa— combina la tradicional equiparación de la poesía con la
pintura como artes miméticas (cf. Larrabee / Brogan / T r i m p i 1993: 1339), por
un lado, con la idea de la sensibilidad del poeta, por otro. También esta sensi-
bilidad será una constante de la autorrepresentación del hablante lírico en los
poemas de Heredia, la que termina por relacionarlos con la poética de la ten-
dencia sensible del Setecientos (cf. infra).
Es difícil averiguar con certidumbre y de manera general en qué grado, con la desapa-
rición de la función económica de la dedicatoria de obra a principios del siglo xix (cf.
Genette 1987: 115s.) este espacio paratextual se percibía efectivamente como marco
confiable. En el caso aquí considerado el apostrofe a Belisa en el plano paratextual
crea la ilusión de que como lectores asistimos a una auténtica confesión íntima.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 183
Efecti va mente, en ese mismo año se publicaron por primera vez poesías heredianas.
El primero de dos panegíricos del actor Juan López Extremera apareció en el número
584 del Noticioso General (México), correspondiente al 27 de septiembre de 1819, p.
4, con el título "Al Sr. Juan López Extremera, en la ópera Isabela de España" (cf.
García Garófalo Mesa 1945: 76), poema no recogido en ninguna edición e ignorado
por PC y OP; el segundo, tomado muchas veces por el primer poema publicado de
Heredia (cf. p. ej. OP: 568), pocas semanas después en el número 593 del mismo
periódico, correspondiente al 18 de octubre de 1819, p. 4, bajo el título: "Canción.
184 Tilmann Altenberg
En alabanza del Sr. Juan López Extremera en el papel de Haradfn Barbarroja que des-
empeñó en el drama intitulado: Los Piratas en el Bosque de los Sepulcros" (OP: 568 no da
los datos completos).
OP no reproduce estos versos ni el comentario de PC.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 185
La colección manuscrita de las Obras poéticas está encabezado por una serie de
veinticinco poemas reunidos bajo el rótulo de "Poesías amatorias". Por dos
motivos estos poemas son de interés para el planteamiento del presente estudio.
Primero, porque en ellos se encuentra uno de los temas principales de la
producción poética del cubano: el amor. Segundo, porque la hechura de estos
textos y su subdivisión según criterios versificatorios, en "Anacreónticas",
"Romances", "Sonetos", "Silvas, Canciones [ . . . ] " y "Letrillas" (PC I: 11 7s.),
revela que Heredia conocía y dominaba a la perfección algunas de las principa-
les formas poemáticas t a n t o de la tradición grecolatina como de los clásicos
españoles. Más significativamente, con excepción del soneto 243 , estas formas
coinciden plenamente con las preferencias de los poetas españoles de orienta-
ción neoclásica de la segunda mitad del Setecientos y principios del Ochocien-
tos 244 . De acuerdo con el concepto contemporáneo de lo clásico (cf. Sebold 1995:
143), los poetas neoclásicos se apoyaban para su quehacer versificatorio no solo
en modelos de la antigüedad grecolatina sino también de la tradición verná-
cula 245 . Esta duplicidad del concepto de lo clásico explica por qué en la poesía
neoclásica una oda anacreóntica, que remite a la Antigüedad, puede hallarse al
lado de un romance, forma poemática castellana por antonomasia 246 . Las
Navarro Tomás (1956: 290, n. 3) señala que para los críticos neoclásicos de la segun-
da mitad del siglo xvni la arquitectura del soneto pecaba de demasiado rfgida.
Gicovate (1992) matiza que si bien es cierto que en la España del Setecientos "[piare-
ce haberse perdido en la forma [del soneto] la conciencia de su importancia, y su uso
es más bien alarde de rimador [...]" (128), no por ello el soneto se olvida del todo:
"Es en esto la literatura española,junto con la de Italia y Portugal, distinta de la de
los otros parses europeos [...]" (127). Heredia cuenta precisamente entre aquellos
poetas de principios del siglo xix que contribuyen a "cierto renacimiento" del soneto
(Navarro Tomás 1956: 290).
Véase, por ejemplo, las anacreónticas de Meléndez Valdés, los romances octosílabos
de Alvarez de Cienfuegos y las silvas de Quintana.
Según la opinión de los autores de orientación neoclásica, con Garcilaso de la Vega la
poesía castellana había llegado a su cumbre (cf. Sebold 1995: 139).
Cabe tener en mente, además, que tanto para los clásicos como para los neoclásicos
"la literatura en el sentido de Bellas Letras —esas obras de creación que elaboraba el
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 187
auténtico artista literario— se limitaba [...] a los géneros en verso" (Sebold 1995:
145).
188 Tilmann Altenberg
7
Vitier (1968) observa al respecto que en la crítica literaria en Cuba "[n]o se distinguía
mucho por entonces [i. e. desde los inicios en el Papel periódico de la Habana hasta
entrado el siglo xix, T. A.] entre los conceptos de estilo y los de corrección gramatical,
pureza de léxico y tersura sintética" (8).
8
Utilizo el término poesía de circunstancias en un sentido lato que abarca no solo poemas
compuestos a propósito de sucesos de interés público, como la muerte de un persona-
j e conocido o una representación de teatro (cf. Miner / Smith / Brogan 1993: 851),
sino también textos poéticos inspirados de forma reconocible en sucesos concretos del
ámbito personal, como la partida de un amigo o el cumpleaños de un familiar. En
algunas ediciones del siglo xx este último grupo de composiciones se incluye entre los
así llamados poemas o poesías familiares (cf. Heredia 1940/41, 1970, 1990 y 1993). En
P32 figuran en la sección de las "Poesías filosóficas, morales y descriptivas".
A propósito de la obra poética del poeta español Gallego, treinta años mayor que
Heredia, Díaz Larios (1993: 99) subraya el "carácter circunstancial" de la mayoría de
sus poemas, abstrayendo de los títulos concretos el siguiente paradigma predominan-
te: "A + suceso o efemérides + nombre propio y variantes". Con él puede también conclu-
irse para las tempranas poesías heredianas de circunstancias que "[e]stamos [...] ante
una producción en verso que trasciende de sí misma y que [...] se pone al servicio de
valores cívicos o de amistad" (ib.: 100).
9
En este sentido véase también el soneto titulado "A la muerte de la reina N. Sa. Da.
Ma. Isabel Francisca [de Braganza]" (¿1819?), la segunda esposa de Fernando V i l ,
muerta en 1818, la "Oda sobre la pacificación de Nueva España, dirigida al coronel
D. José Barradas" (¿1819?), el himno "En celebración de las victorias conseguidas en
Nueva España bajo el gobierno del Excmo. Sr. Conde del Venadito" (¿1820?), el
himno "A la paz" (¿1820?), otro "Himno patriótico" (¿1820?), la oda "España libre"
(1820), que canta con entusiasmo la liberación de España de la ocupación francesa,
en 1814, la octava "1820" (1820), y "El dos de mayo" (1821).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 191
Cf. más adelante (5.3.) para una consideración de este y otros aspectos de la poética
herediana.
Parece plausible vincular este cambio de actitud por parte de Heredia con la muerte
del padre, ocurrida en octubre del mismo año, como factor que favorecía el alejamien-
to ideológico de la causa ibérica.
En una carta con fecha del 11 de noviembre de 1822, a su amigo Silvestre Alfonso, el
propio Heredia se refiere a la oda en cuestión afirmando que "[p]iens[a] mandar a
Domingo [del Monte] un apostrofe a los mexicanos, contra la tiranía de Iturbide
[sic]" (cit. según Heredia 1939c: II, 108; cf. también OP: 540).
192 Tilmann Altenberg
miento a los "mexicanos" (v. 163) para que luchen por la "Sagrada Libertad" (v.
124) de su "patria" (v. 99) con el declarado fin último de hacer perecer " [ . . . ]
hasta el nombre detestable / De monarca y señor [...]" ( w . 108s.) nose inscribe
ya en el discurso independentista mexicano propiamente tal, sino que se dirige
contra el abuso del poder por parte de " [ u ] n cobarde traidor" (v. 30), considera-
do de las propias filas. Para el contexto mexicano Heredia parece en ese mo-
mento dar por sentado " [ . . . ] el triunfo [...] / Contra el bravo español [...]" ( w .
28s.) —análisis que debido al desarrollo político posterior habrá que revisar.
En octubre de 1823, descubierta ya la conspiración de los Soles y Rayos de
Bolívar en Cuba pero aún no dictados los autos de prisión contra sus autores
(cf. González del Valle 1938: 136s.), Heredia transpone en "La estrella de
Cuba" la causa independentista a su isla nativa. Plenamente consciente del fra-
caso del intento de sublevación, hace al hablante lírico llegar, entre otras, a la
siguiente conclusión pesimista:
Cf. en este sentido ante todo "A Emilia" (1824), "Oda" (1825), "Vuelta al Sur"
(1825), "Himno del desterrado" (1825), "Himno de guerra" (1826), "En la apertura
del Instituto Mejicano" (1826), "Himno en honor del general Victoria" (1826),
"Triunfo de la patria" (1828), "A los mejicanos, en 1829" (1829), "Desengaños"
(1829), "Al Genio de Libertad" (1831), las dos epístolas "Al c. Andrés Quintana Roo"
(1830 /1835), "El once de mayo" (1835).
Augier (1940) afirma al respecto: "sus poesías [i. e. las de Heredia, T. A.] específica-
mente revolucionarias, en relación con su patria, se producen en el breve lapso que
transcurre entre su llegada a Boston (diciembre de 1823) y su arribo a las costas de
México (septiembre de 1825); después, confundido en la turbulenta vida política
mexicana de aquellos años, su labor literaria y sus actividades todas se consagran a
aquella patria adoptiva y a sus libertades democráticas, tantas veces holladas" (70).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 193
5
Así, por ejemplo, en "A los mejicanos, en 1829" (1829) —poesía "inspirada [...] por
la expedición española contra la República mexicana, con fines de reconquista monár-
quica" (OP: 547; cf. Costeloe 1989: 127s.)—, "A un amigo, desterrado por opiniones
políticas" (1830) y las dos epístolas "Al c. Andrés Quintana Roo" (1830 y 1835,
respectivamente). Para un relato pormenorizado de la enredada situación interna en
México durante los primeros decenios de la Independencia, cf. Di Telia (1994).
6
Entiéndase filosófico no relativo al estudio formalizado ('científico') de la disciplina
académica sino en un sentido más lato que remite a "los razonamientos encaminados
a explicar la naturaleza, relaciones, causas y finalidad del mundo físico, más allá de lo
perceptible por los sentidos, y de los hechos espirituales" (Moliner 1998: s. v.
"Filosofía").
7
Cf. además los sonetos "La envidia" (¿1819?) y "La avaricia" (¿1819?), así como la
silva "Abuso de la navegación" (¿1820?).
194 Tilmann Altenberg
de la lucha entre el volcán y las ondas del mar durante el diluvio universal 258 , y
de la llegada de los españoles al Popocatepetl. Al lado de pasajes descriptivos y
filosóficos la silva contiene, pues, la evocación de sucesos históricos. Es esta
dimensión histórica un tercer rasgo recurrente en la poesía herediana no-amato-
ria posterior a las Obras poéticas, ante t o d o en los textos cívicos y los de
orientación filosófica (cf. p. ej. "La v i s i ó n " / "Las sombras", ¿18217/25; "A la
insurrección de la Grecia en 1 8 2 0 " , ¿1823?; "Los compañeros de Colón",
¿1828?; "Al Genio de Libertad", 1 8 3 1 ; "Atenas y Palmira", ¿1832?; "A la gran
pirámide de Egipto", 1836).
Con estas consideraciones hemos llegado al final del repaso de los poemas
de la colección manuscrita titulada Obras poéticas y el desarrollo posterior de las
tendencias que se manifiestan en ellos. Respecto a la clasificación de las poesías
según criterios temáticos, establecida por Heredia en P32, es solo en vista de la
heterogeneidad interna de parte de las poesías posteriores a 1820 que el t í t u l o
de la segunda sección de P32, la cual corresponde a tres cuartos de los poemas
del segundo tomo, revela su significado más profundo. Mientras los títulos de
las secciones primera y tercera —"Poesías amatorias" y "Poesías patrióticas",
respectivamente— remiten al aspecto d o m i n a n te de los correspondientes
poemas, según la concepción del propio poeta-editor, el t í t u l o de la segunda
sección —"Poesías filosóficas, morales y descriptivas"—, si bien en una primera
lectura corresponde a un grupo heterogéneo de poemas de índole variada, en
una segunda lectura hace además referencia a la heterogeneidad como
característica de un texto individual. Así, en esa sección se hallan no solo
poesías filosóficas al lado de poesías morales y otras descriptivas, sino que figura
una serie de poemas que son a la vez filosóficos, morales y descriptivos (o
corresponden a cualquier combinación de dos de estas características). Los
editores de la obra poética de Heredia no se han percatado de estas implicacio-
nes del t í t u l o de la segunda sección, tratando de trazar líneas divisorias nítidas
entre, por ejemplo, los poemas filosóficos y los de índole descriptiva. Tampoco
respetan la agrupación de las poesías amatorias dispuesta por Heredia. Esta
práctica ha conducido a una distorsión de la imagen de la obra poética del
cubano y de algunas poesías en particular. Así, por ejemplo se da la curiosa
situación de que en PC y OP "En el teocalli de Cholula" figura entre las llama-
das "Poesías filosóficas e históricas" mientras "Niágara" aparece en la sección de
las "Poesías descriptivas". En P32, en cambio, ambos textos pertenecen al grupo
de las "Poesías filosóficas, morales y descriptivas", lo que favorece una lectura a
base de sus rasgos comunes en vez de sus diferencias específicas. De forma
De este poema se conservan al menos tres manuscritos, uno de los cuales representa
una versión anterior a la publicada en El Amigo del Pueblo, México, t. 3, núm. 9 (27
febrero 1828), pp. 283-288, bastante más corta y con algunas correcciones (Heredia:
"A la Religión"). Por ello es posible que la primitiva versión se compusiera ya en
1827.
En su afán por presentar a Heredia como hombre-poeta cuya vida se basaba en la fe
cristiana, Chacón y Calvo (1955) no diferencia entre la mención pasajera de Dios o
una referencia a la Creación (p. ej. en "En el teocalli de Cholula"), por un lado, y la fe
cristiana como tema, por otro. Para él, ambos fenómenos caben dentro de lo que lla-
ma "la tonalidad religiosa" de la poesfa herediana.
196 Tilmann Altenberg
torias. También este fenómeno parece integrarse en el plan global del arreglo de
P32 ideado por el poeta-editor.
Es igualmente significativo que las "Poesías filosóficas, morales y descripti-
vas" concluyen con un poema que no puede aparecer sino como balance defini-
tivo de una existencia llena de amarguras y aflicciones. Cito los versos finales:
sula (cf. Lechner 1992a: 68s.), "either because of the physical vastness of the
territory involved or because of the lesser degree of conformism in the people
themselves" (Aldridge 1 9 7 1 : 13). A pesar de la distancia geográfica y la prohibi-
ción de parte del pensamiento ilustrado en España y las colonias hispánicas (cf.
Hussey 1942: 25), a lo largo del Setecientos el desfase entre las innovaciones
europeas y la llegada, en parte clandestina, de las nuevas ideas a las colonias
españolas de América se reducía cada vez más, hasta casi desaparecer a fines del
siglo (cf. Lanning 1942: 90, y Lafaye 1984: 703s.). Ya medio siglo antes del
estallido de las Guerras de Independencia, los principales escritos de la Ilustra-
ción europea circulaban en las Indias españolas (cf. Lanning 1942: 76). En los
círculos académicos se leía y comentaba (no siempre de forma favorable, por
cierto) tanto a los ilustrados españoles de la época y los libros filosóficos de
divulgación en lengua castellana (72s.), como a los filósofos ingleses y franceses
—sea en lengua original, sea en t r a d u c c i ó n — , entre ellos Locke, Hume,
Descartes, Montesquieu, Rousseau y Condillac (cf. Hussey 1942, Lafaye 1984:
702, y Lechner 1 992a: 68ss.). De ahí que Lanning (1 942) pueda concluir: "[...]
Americans did not so much receive the Enlightenment; they reproduced it from
the sources upon which its exponents in Europe depended" (90).
Cabe matizar que mientras la difusión de "conocimientos útiles", acarreados
por la orientación científica del pensamiento ilustrado, era celebrada hasta por
los grupos más conservadores (cf. Whitaker 1942: 5s., y Lechner 1992a: 73),
las implicaciones reformistas y revolucionarias de la vertiente más filosófica de
la Ilustración —aunque fueran asimiladas por parte de la aristocracia criolla (cf.
Bellini 1997: 180)— no hallaban resonancia alguna en la actitud de los repre-
sentantes oficiales del régimen colonial (cf. Aldridge 1 9 7 1 : 14, y Lechner
1992a: 70) 261 .
En el marco del presente estudio, este cuadro sumario de la recepción del
pensamiento europeo ilustrado en las colonias españolas aclara que ya durante
la adolescencia de Heredia circulaban en Caracas, La Habana y México aquellos
textos filosóficos que éste, en un momento posterior, registraría en el catálogo
de su biblioteca particular (Heredia 1833; cf. supra), entre ellos obras de Locke,
Bacon, Montesquieu, Condorcet y Condillac. En esta lista no faltan tampoco
tres tomos de los escritos filosóficos del primer exponente cubano del pensa-
miento postescolástico y precursor intelectual de la independencia cubana, Félix
Cf. Wilhite (1980) para una exposición resumida del perfil de la Ilustración en Hispa-
noamérica entre tradición e innovación. Como ejemplo de la ambivalencia del movi-
miento en las colonias, puede citarse la expulsión de losjesuitas de los territorios de la
corona española, decretada por el "déspota ilustrado" Carlos III, en 1767. Aunque se
fundara en ideas ilustradas, entre los criollos de las colonias la medida despertaba un
fuerte resentimiento contra España (cf. Jiménez Rueda 1944: 24-34).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 199
Es muy probable que los tres tomos de tamaño en octavo de Várela (cf. Heredia
1833: 40) correspondan a la segunda edición de sus Lecciones de Filosofía, sacada a luz
en Filadelfia, en 1824. Ajuzgar por un anuncio de la tercera edición de esta obra,
publicado por Heredia en el número 17 de El Iris (13 de mayo 1826), pp. 28s., éste
desconocía la primera edición de cuatro tomos, hecha en La Habana, en 1818/19.
Heredia(1980: 185s.) reproduce este anuncio literario dando erróneamente como
fuente el número 13 de la revista.) Cf. Torres Cuevas (1995) para un estudio detalla-
do y bien documentado de la trayectoria intelectual y personal de Várela.
El concepto de "literatura" aquí utilizado, que comprende tanto la narrativa ficcional
en prosa como la poesía lato sensu en el sentido tradicional (drama, épica, lírica), no
coincide plenamente con el del contexto histórico considerado. En un artículo dedica-
do a fundamentar la utilidad del "estudio de las bellas letras", publicado en La Haba-
na en 1823, se lee el siguiente pasaje: "La literatura propiamente dicha ó las bellas
letras se divide en dos ramos principales, Poesía y Oratoria [...]" ("Utilidad de las
bellas letras": 2). Es obvio que aquí compiten dos conceptos: una "literatura" stricto
sensu, sinónimo de "bellas letras" en el sentido especificado, y otra "literatura" lato
sensu cuyo alcance no se aclara. Los escritos de la época, sin embargo, revelan que el
término "literatura" abarca por lo general tanto la poesía lato sensu (cf. supra) como
una amplia gama de textos en prosa, sean ficcionales o no. Así, por ejemplo, en una
nota preliminar a la Historia de la literatura española, traducida de la obra de
Bouterwek (cf. supra, n. 24), los traductores lamentan que "[e]sta obra [...] no
comprend[a] la historia de todas las ciencias en España, sino solo la de la literatura
propiamente dicha, á saber: la Poesía, la Elocuencia, la Crítica, la Historia, y las composicio-
nes amenas, ingeniosas 0 agradables, que comunmente se comprenden entre las producciones 0
creaciones del ingenio" (Gómez de la Cortina / Hugaldey Mollinedo 1829: IVs.; cursivas
mías). Aparte del concepto lato de "literatura", llama la atención la inclusión de la
literatura entre las "ciencias". Cf. en el mismo sentido la "Introducción" a El Iris.
Periódico crítico-literario, núm. 1, sábado 4 de febrero 1826, pp. 1-4, también recogida
en Heredia (1980: 27ss.).
200 Tilmann Altenberg
Para un cuadro resumido de la poesía mexicana del Setecientos y principios del Ocho-
cientos, cf. Salgado (1990). Muestras de los principales poetas y tendencias de la épo-
ca se encuentran en una serie de antologías publicadas por la UNAM, cf. ante todo
Monterde (1990), Valdés (1994) y Martínez Ocaranza (1987).
En su tesis de doctorado inédita acerca de los orígenes de la tradición poética de
Hispanoamérica, Echandía Colón (1996) sugiere que el concepto del lugar privilegia-
do del poeta y su consiguiente responsabilidad social formulado en el contexto de la
fundación de las repúblicas hispanoamericanas esta" en la raíz de "una tradición suma-
mente vigorosa" (9) en Hispanoamérica hasta el día de hoy, que hace al público
"espera[r] que todo intelectual «responsable» asuma algún tipo de posición en cuanto
al debate del rumbo que debe tomar el proceso civilizador en nuestros países" (ib.).
De hecho, hasta el pasado reciente hay numerosos ejemplos de escritores hispano-
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 201
americanos que no solo toman posición en el sentido señalado por Echandfa Colón,
sino que incluso desempeñan (o aspiran por) un puesto público. Baste con mencionar
las misiones diplomáticas de Octavio Paz, Carlos Fuentes y Antonio Skármeta, la
(frustrada) campaña presidencial de Mario Vargas Llosa y la presidencia de Rafael
Caldera.
Carilla (1979: XIII) distingue entre "escritores proceres" y "proceres escritores", de
acuerdo con la respectiva ocupación principal de un escritor particular, presentando
una larga lista de nombres.
Para un breve informe acerca de la formación y producción filosófica de Bello, cf.
Zaragüeta (1965).
Echandfa Colón (1996: 73) relaciona estos versos de la "Alocución" con un escepticis-
mo común entre los intelectuales hispanoamericanos de la época, ante "[l]a especula-
ción filosófica «abstracta» [...] [que] parecía totalmente alejada de las necesidades
concretas de la América del momento" (73).
202 Tilmann Altenberg
[or] semi-literary" (333) durante las primeras cuatro décadas del siglo. En la mayoría
de ellos Heredia cooperaba de alguna forma (cf. ib.: 333-337). Con 23 periódicos de
este tipo en los años 40 se hizo notar un primer auge de interés por este tipo de
publicación (cf. ib.: 353).
Dado lo fragmentario de parte de las entradas del inventario de la biblioteca particu-
lar de Heredia, en algunos casos es difícil identificar con certeza la obra catalogada.
Así, por ejemplo, es probable que entre los diecisiete (!) tomos registrados como
"Obras de Heredia" se hallaran las demás revistas editadas por él (cf. Escoto 1904: 261).
204 Tilmann Altenberg
Cf. Caso González (1983: 13-19) para una revisión sumaria de este y otros problemas
que plantea el siglo xvm español para la crítica literaria.
Cf. también Cañas Murillo (1996), para quien tanto el término "Posbarroco" como el
de "Prerromanticismo" son "puramente situacionales y sin valor definitorio real"
(166).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 205
Cf. p. ej. Carilla 1964, 1975, 1979 y 1982, Forster 1981, Roggiano 1987, Rivera
Rodas 1988, Goic 1988 y 1991, Bellini 1997.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 207
7
La mayor parte de las cartas publicadas hasta el momento se encuentran en la Revista
de Cuba (1879), en Escoto (1916a) (de forma idéntica en del Monte 1923) y en
208 Tilmann Altenberg
con sus amigos y familiares 273 . Estas cartas constituyen, pues, una fuente valio-
sa para la reconstrucción de la poética herediana.
En búsqueda de la poética (implícita) que rige la producción literaria de un
autor del período considerado, es tentador recurrir a los numerosos escritos
contemporáneos sobre teoría literaria 279 . Sin embargo, cabe tener en cuenta que
por clara que parezca la exposición de los fundamentos poetológicos en esos
textos, en gran parte preceptivos, resultan bastante difusos los nexos entre las
reflexiones teóricas, por un lado, y la práctica literaria del momento, por otro.
Lejos de constituir normalmente dos facetas de un mismo asunto, "la teoría y la
práctica de la literatura pueden recorrer contemporáneamente caminos distin-
tos", como advierte Checa Beltrán (1991: 48, n. 76). Fijar la atención exclusi-
vamente en los escritos de teoría literaria significaría, por lo tanto, operar desde
una perspectiva limitada. No obstante esta reserva, la consideración del discur-
so teórico de la época, en el cual tienden a cruzarse la teoría literaria y la filoso-
fía, puede sin duda contribuir a iluminar el clima intelectual y con ello también
la práctica literaria de un autor específico.
Heredia (1939c: II). Los originales que he podido consultar se guardan casi todos en
la BNJM, algunos en la HLH (cf. supra, n. 41).
Staples (1988), si bien afirma que en Mexico "[e]l siglo xix fue epistolar por excelen-
cia" (98), no trasciende su enfoque empírico para considerar los factores condicionan-
tes e implicaciones del fenómeno. Wegmann (1988), por otra parte, en su estudio de
los "discursos de la Sensibilidad" (así la traducción literal del título), relaciona la
obsesión por la correspondencia particular que se hace sentir en la segunda mitad del
siglo xviii en Alemania (y otros países europeos) con la diferenciación del ámbito
social en un espacio público y otro íntimo-privado. Dentro de este último espacio,
según la argumentación de Wegmann, la carta —el medio idóneo para la comunica-
ción íntima— permite a su autor, entre otras cosas, tomar conciencia de su indivi-
dualidad comunicándola a la vez enfáticamente a otro individuo (cf. ante todo 73ss.).
Checa Beltrán (1996) presenta una bibliografía de escritos de teoría literaria publica-
dos en lengua castellana entre 1700 y 1808. A partir de criterios 'conscientemente
subjetivos', como señala el propio autor (221), incluye no solo los tratados de poética
"sino también aqu[e]llos [libros] cuyo prólogo —o algunas de sus páginas— está dedi-
cado a la teoría literaria" (221s.), excluyendo, por otra parte, (con dos excepciones)
"los tratados de retórica y elocuencia" (221), panfletos, cartas, así como discursos y
disertaciones académicas. Con ello, la "pobre contribución española a la teoría litera-
ria de aquella centuria" (ib.) comprende, según el cálculo de Checa Beltrán, setenta y
nueve títulos. Las dos poéticas estrictamente españolas, es decir, no traducidas de
otra lengua, que enmarcan cronológicamente la bibliografía son La Poética, de Luzán
(1737), y los Principios de Retorica y Poética, de Sánchez Barbero (1805). En un análisis
de los principales tratados de poética españoles del período entre 1790 y 1810, el
mismo autor llega a la conclusión de que relativo a la obra de Luzán, ellos "tienen
más coincidencias que divergencias" (1993: 97). Señala además que la homogeneidad
de las poéticas preceptivas a lo largo de la centuria no debe hacer olvidar que al lado
de estos tratados existen también "reflexiones teóricas más libres de prejuicios y más
novedosas, [...] en otro tipo de textos" (98).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 209
En el catálogo de la biblioteca herediana, este título figura entre los escritos miscelá-
neos en castellano: "Sanchez, Retórica, 1 tomo 18.°" (Heredia 1833: 40). El hecho de
que en 1825 se hizo una reimpresión mexicana de este texto, editada por Carlos
María de Bustamante en la "Oficina de la Águila, dirigida por José Ximeno", corrobo-
ra la creciente popularidad de los Principios, señalada por Rodríguez Sánchez de León
(1992: 1450) con respecto a su apreciación en España. Fue también en 1825 que los
Principios "fueran elegidos por el gobierno [español] como modelo a seguir en la elabo-
ración del plan de estudios" (ib.).
En el párrafo correspondiente Boileau es alabado, en primer lugar, en su calidad de
poeta: "Boileau, autor de una excelente Arte poética, dio en sus acabadas poesías una
perfecta aplicación de sus preceptos, y es un modelo de corrección y gusto" ("Ensayo
sobre la poesía francesa", en: Miscelánea, octubre de 1829; cit. según Heredia 1980: 43).
No debe confundirse a Hugh Blair con el poeta inglés Robert Blair, cuyo poema
didáctico "The Grave" (1743) figura entre los libros de poesía en inglés del mismo
inventario herediano (cf. OCEL: s. v. "Blair, Hugh", y s. v. "Blair, Robert").
Una traducción completa del tratado de Blair, hecha por el mismo Munárriz, se había
publicado en Madrid en 1798/1799 bajo el título Lecciones sobre la Retorica y las Bellas
Letras (segunda edición, 1804; tercera edición, 1816-17) (cf. Montiel 1974: 222). En
esta traducción colaboró Sánchez Barbero, quien al igual que Quintana y Cienfuegos
simpatizaba con la flexibilidad y racionalidad de las posturas poetológicas del escocés
(cf. Rodríguez Sánchez de León 1992: 1449 y 1993: 227). Cf. Montiel (1974: 218-
224) para una consideración de las dos versiones de las Lecciones de Blair y su
pervivencia hasta entrado el siglo xix.
210 Tilmann Altenberg
lecturas de teoría literaria hechas por Heredia ni mucho menos probar influen-
cia alguna, sí da una impresión de la variedad de ellas y testimonia el interés del
cubano por la materia.
Esta observación revela que en España la preceptiva neoclásica se apartaba desde sus
primeros momentos del deductivismo cartesiano en su forma más pura. Así, queda
claro que para el siglo xvm español, la supuesta oposición irreconciliable entre razón
y sensación carece de un fundamento empírico sólido.
17
Para una consideración más detenida de las diversas tendencias ideológico-filosóficas
y las circunstancias históricas que confluyen en la formación del discurso de la Sensi-
bilidad en los diferentes países europeos, cf. p. ej. Baasner (1988), Gusdorf (1976),
Hansen (1990), Maravall (1979), Sauder (1974), Todd (1986) y Wegmann (1988).
8
Maravall (1979: 278) cita como ejemplo de esta concreción conceptual un elogio de
Moratfn de la 'sensibilidad' de una actriz. También Heredia recurre en sus críticas
teatrales en prosa y en verso repetidamente a la idea de la sensibilidad, tanto de los
actores como del público, el que se identifica con los personajes representados sintien-
do compasión para con ellos (cf. infra).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 213
tion, de Rousseau289. Entre los poetas españoles que a partir de los años 70 del
siglo x v i i i se apropian de la modalidad sensible, bajo la influencia marcada de
Rousseau (cf. Spell 1938: 149-175), figuran Meléndez Valdés, Cienfuegos, y,
más tarde y en menor medida, Quintana (cf. Carnero 1995b: Cap. 9), tres
poetas que Heredia conoce a fondo y tiene en mucha estima.
Pero ¿cuál es, en términos concretos, la imagen que Heredia transmite de sí
mismo como hombre y poeta, y con qué características esta imagen se inscribe
en el discurso de la Sensibilidad? Para acercarnos a estas preguntas veamos una
de las primeras cartas conservadas del cubano, dirigida a Domingo del Monte
en 1822, que ejemplifica además la consistencia de la autorrepresentación del
poeta por encima de diferentes tipos de texto. En ella, Heredia relata a su amigo
la génesis del poema "A Lola, en sus días", escrito poco antes e incluido en la
carta. Afirma el poeta que "esta cantata fué un in promptu" (Heredia 1822, 26
de abril: 106) que compuso rápidamente, en un estado de exaltación luego de
haber pasado "al anochecer del día de Dolores [Junco] por la casa" (ib.) de ella:
Su hermano que iba conmigo, se detuvo, y ella me dijo ¿que por qué no había ido
á darle los días? Exálteme, vine á mi casa y me puse á escribir: componer la canta-
ta, copiarla en limpio y llevársela fué obra de diez ó doce minutos: asi" está sin
corrección alguna y á fe que no la tendrá nunca, pues la mano helada de la crítica
no puede menos de desfigurar una composición producida por el entusiasmo más
puro y ardiente yjamás puede mejorarla,
(ib. :107)
En este pasaje llama la atención que para Heredia la pureza y el ardor extremos
del entusiasmo con los que dice haber emprendido la composición del poema
parecen ser suficientes para garantizar un resultado intachable. Se distancia
categóricamente de la perfectibilidad posterior de semejante poesía. Esta idea
de la perfección del poema no se basa en ningún rasgo textual concreto sino en
su autenticidad expresiva basada en el entusiasmo "puro y ardiente" del poeta.
Es interesante observar que también en esta carta Heredia opera con una
oposición de metáforas de temperatura para delimitar su propia exaltación
frente a una actitud técnica ante la poesía. De manera parecida a algunos de los
Hay una clara correspondencia en la poética herediana entre el menosprecio que sein-
te por la "mano helada de la crítica" y su distancia miento de las "bellezas poéticas o
morales" de cierta tendencia de la poesía neoclásica, considerado anteriormente (cf. p.
176). En ambos casos Heredia protesta enfáticamente contra una actitud ante la
poesía que no reconoce el valor estético que pueden implicar la (apariencia de) espon-
taneidad y (la representación de) el sentimiento del poeta.
Luzán, por ejemplo, no deja lugar a dudas de que toda actividad poética debe, al fin y
al cabo, ser controlada por el juicio de la razón: "por más que [los poetas maestros] se
alejen de nuestra vista, siempre van guiados del juicio, asistidos y regidos del arte y de
la prudencia" (1974: 191; cf. Kahiluoto Rudat 1982: 65).
Del poema "A Lola, en sus días" se han conservado al menos cuatro versiones: la de la
carta a del Monte (posiblemente idéntica a la que se publicó en El Indicador Constitu-
cional, La Habana, en mayo de 1822, revista que no he podido consultar; cf. García
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 215
disposición privilegiada por parte del poeta. Es él quien se exalta y compone los
versos, cuya corrección posterior pondría en tela de j u i c i o la presunta autentici-
dad expresiva, que aparece como garante del valor del poema. La exaltación
poética a causa de unas meras palabras, por último, remite a un alma sensible,
que es otra constante en la autorrepresentación tanto de Heredia (plano extra-
poético) como del hablante lírico en la poesía herediana. El propio poema "A
Lola, en sus días", que acompaña la carta, confirma esta última observación
acerca de la principal coincidencia de la imagen que Heredia proyecta de sí
mismo en el plano extrapoético, con la construcción del hablante lírico en sus
poesías. Así, el hablante se presenta en este poema explícitamente como poeta
("sonorosa lira", P25, v. 1) con el alma / corazón sensible quien se abrasa a la
mera mirada de Lola. Tanto esta excitabilidad como el consiguiente entusiasmo
basado en los sentimientos extremos del hombre-poeta se vinculan con el con-
cepto de la sensibilidad humana, entendida como calidad al fin y al cabo activa
de connotaciones morales positivas (cf. supra).
Para fundamentar más algunas de las afirmaciones hechas hasta aquí,
veamos otra carta de la misma época. En ella, Heredia evoca ante su amigo
Silvestre Alfonso las circunstancias de un paseo en el río Yumurí:
[...] ¡Deliciosa tarde! Al ponerse el sol en el mas bello día de mayo, estar remon-
tando el Yumuri, contemplar sus márgenes siempre verdes baxo un cielo de fuego,
ver á Lola y sus hermanas, hablar con ellas, y escuchar los dulces sonidos del pia-
no, que resonaba en el silencio magestuoso del rio.... ¿Por q.e no gozaste conmigo
tantos placeres?
Pero la vuelta fué mas triste: ya cerraba la noche cuando nos despedimos, y
bajamos el rio sin hablar casi una palabra hasta desembarcar. Cuando desemboca-
mos á la bahia ya se alzaba la luna, y su vista y la pureza del cielo, que en el mar
reverberaba, llenaron mi espíritu de ideas melancólicas, y deliciosas. Salté en tie-
rra, vine derecho á casa, me puse á escribir, y algunos versos inspirados del senti-
miento corrieron fácilmente de mi pluma. [...]
(Heredia 1822, 7 de mayo; carta reproducida con algunas imprecisiones en
Heredia 1939c: II, 100ss.)
Según la imagen del autor de la carta tal como se transmite en estas líneas, esta-
mos también aquí ante un poeta de alma sensible, muy dado a los placeres
dulces y la contemplación melancólica, quien halla su inspiración poética en sus
propios sentimientos. Las "ideas melancólicas" se dan en una situación que
corresponde tipológicamente al paisaje melancólico identificado en algunas de
las poesías melancólicas. Aparte de la consistencia de la autorrepresentación de
Heredia como hombre y poeta, llama la atención que en esta carta el cubano
utiliza no solo la misma imaginería que caracteriza parte de sus poesías amato-
Garófalo Mesa 1945: 144), las versiones de P25 y P32, así como una versión manus-
crita que lleva la nota autógrafa "Corregida, año de 1828" (Heredia 1828).
216 Tilmann Altenberg
rias, sino también el nombre poético de la amada. Parece que la línea divisoria
entre los discursos poético y extrapoético se ha vuelto permeable. Dado que
también la idealización de la pasión amorosa y de la(s) amada(s) así como de la
propia impresionabilidad ante ciertos elementos del mundo natural pueden
relacionarse con textos poéticos de la tendencia sensible en España, del último
tercio del siglo x v m y principios del x i x , aproximadamente 293 , puede hablarse
de una poetización del discurso epistolar. Heredia se revela, pues, como lector
que se apropia de elementos característicos del discurso literario de la Sensi-
bilidad para comunicar sus sentimientos supuestamente auténticos. De esta
forma concreta la tendencia del hombre sensible, entendido como modelo de la
conducta y comunicación sociales, a explayarse uno hablando de sus propios
sentimientos.
Cabe llamar la atención sobre otro particular que se manifiesta en gran parte
de la producción literaria lato sensu del cubano: el cultivo enfático de la amistad.
El propio hecho de que Heredia mantuviera una extensa correspondencia con
sus amigos y familiares es indicio de ello. Además, el discurso epistolar de
Heredia y sus corresponsales se caracteriza, entre otras cosas, por las numerosas
protestas de amistad y afecto que se tienen 294 , así como por el intento de evitar
cualquier disarmonía en su relación. Para ilustrar este último aspecto, cito del
principio de la carta a Domingo del Monte:
El propio Heredia se refiere en una carta con fecha del 7 de mayo de 1822, dirigida a
su amigo Silvestre Alfonso, a uno de los poetas de ese contexto: "Advierte que no he
recibido el Cienfuegos, que dices acompañar" (cit. según Heredia 1939c: 11, 102).
Las fórmulas finales en las cartas dirigidas a Silvestre Alfonso entre 1822 y 1826
siguen el esquema: Dispon de tu [epíteto(s)] amigo. Los epítetos más frecuentes son:
afectísimo, sincero, invariable, eterno. También en las cartas familiares Heredia siempre
insiste en su afecto hacia su madre, hermanas, o tío, respectivamente.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 217
Cf. en ese sentido p. ej. "Carta a Manuel B." (¿1818-19?), "Oda [a D. A. Z.]" (1819),
"A D. J. M. Unzueta en su viaje a la Habana" (1819), "A D. Domingo Delmonte,
desde el campo" (1821), "A un amigo, desterrado por opiniones políticas" (1830). El
apostrofe al destinatario explícito en el poema mismo, bien que no es necesario para
el efecto mencionado, refuerza la imagen del poeta como hombre sociable. La dedica-
toria y el apostrofe a personajes del ámbito público, por otra parte, transgrede los
límites de la comunicación 'pseudo-íntima' del primer grupo de poemas, inscribiéndo-
se en la vertiente cívica de la obra poética de Heredia.
Las huellas del cultivo enfático de la amistad se hallan en muchos poetas españoles de
la época, tanto en el plano poético como extrapoético. Piénsese por ejemplo en
Cienfuegos (p. ej. "A un amigo que dudaba de mi amistad porque había tardado en
contestarle", o la epístola dedicatoria a la edición de sus poesías, de 1798, "A mis
amigos"), Meléndez Valdés (p. ej. "En la ausencia de mis amigos") y Quintana (p. ej.
"A Don Nicasio Cienfuegos, convidándole a gozar del campo"), así como en Blanco
White y Lista (cf. Romero Tobar 1996).
Andrés Bello y Alberto Lista figuran entre los primeros en relacionar las poesías de
Heredia con Cienfuegos (cf. González 1955: 19s.). En una carta a Domingo del
Monte, del 1.° de enero de 1828, que contiene su conocida crítica a P25, el poeta y
218 Tilmann Altenberg
erudito español cita algunos versos de Heredia que, según él, "anuncian al discípulo
de Cienfuegos, gran maestro de sentir y pensar; pero modelo muy peligroso por su
osadía en el arte de espresar los pensamientos" (cit. según Heredia 1872: s. p.). En el
siglo xx es Menéndez y Pelayo (1911) quien comenta el primero sobre la influencia
del poeta salmantino en el cubano afirmando que "Cienfuegos es el principal respon-
sable de los defectos de Heredia" (239). Posteriormente, este juicio es consagrado
definitivamente por Chacón y Calvo (1939b), quien relaciona las poesías del cubano
"con los poetas de la escuela salmantina" (32), a saber, según el caso concreto, con
Cienfuegos, Jovellanos, Meléndez Valdés y Quintana. Siguiendo esencialmente la
pauta de Menéndez y Pelayo, el crítico cubano opina que "muchos de los defectos de
Heredia (el falso sentimentalismo, el erotismo exterior), así como algunas de sus
virtudes, se explican por el influjo de los poetas salmantinos" (41). En un tono más o
menos despectivo, esta influencia se ha constatado por los críticos a lo largo de todo
el siglo xx, últimamente por Bush (1996), quien califica a Heredia como "proper heir"
hispanoamericano de la llamada escuela salmantina (392).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 219
Los efectos que la representación del papel de Haradín por López Extremera
causa en los espectadores, por último , atestigua, según el hablante lírico, la
"nobleza de [...] pecho" (v. 50) del actor, quien " C o n genio inimitable, /
Conmueve el corazón de los humanos" (vv. 56s.). Aunque en este poema el
hablante no es el único hombre sensible, es de notar que la presentación de los
propios sentimientos ocupa un lugar privilegiado en términos tanto cuantitati-
vos como cualitativos. Así, la excitación del hablante lírico parece exceder en
intensidad la del pueblo sensible, viéndose equiparada en grado solo por el "genio
inimitable" de López Extremera. Así, la sensibilidad extrema, entendida como
facultad de dejarse mover fácilmente y expresar los propios sentimientos
moviendo de forma violenta los ánimos del público, adquiere en el pensamiento
herediano la calidad de señal del hombre de genio y talento. Visto así, el papel
que Heredia parece reclamar para sí como poeta en esta poesía corresponde al
del actor en la representación teatral. Si éste perturba los ánimos de los especta-
dores por medio de la representación de sentimientos fuertes que derivan de la
identificación con el papel representado, también aquél busca conmover a los
lectores con la expresión de su propia conmoción. Por lo tanto, la sensibilidad
del poeta no solo se distingue de la de los demás por su mayor intensidad, sino
que se objetiva además en sus poesías, dejando constancia de su status
privilegiado.
Gracias a esta observación se aclara ahora por qué Heredia insiste en
muchas de sus poesías en hacer al hablante lírico presentar sus sentimientos
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 221
acerca del tema versificado aun cuando éste sea abstracto y no toque directa-
mente en la experiencia personal del sujeto de enunciación. Un buen ejemplo
de ello es la adaptación del poema "Le mérite des femmes", de Legouvé (cf.
supra, 4.3.2.). El análisis de "El mérito de las mujeres" reveló que mientras
Heredia recoge sin reserva alguna el propósito global del hipotexto —el elogio
del sexo femenino— así como la mayor parte de sus motivos, estima poco
satisfactoria la actitud distanciada del hablante del poema. Teniendo en cuenta
que, según Heredia, el sentimiento es la fuente y el fin de la expresión poética,
no sorprende que desde su punto de vista el poema francés carece de inspira-
ción. Para enmendar este defecto, el poeta da testimonio de su sensibilidad
evocando sus propias experiencias presuntamente auténticas. Con ello no solo
logra motivar y legitimar el elogio general de las mujeres, sino que apela además
a la sensibilidad de sus lectores, quienes —conforme a las reglas discursivas de
la Sensibilidad y el enfoque estético del arte, entonces de fechas relativamente
recientes— deben dejarse mover por la representación de sentimientos extremos
de goce y dolor por parte del poeta.
A pesar de que Heredia agrega al hipotexto pasajes cargados de sentimiento,
es obvio que en "El mérito de las mujeres" éstos no llegan a predominar. Antes
bien, la reflexión general y el entusiasmo particular del poeta a causa de su
sensibilidad coexisten en el texto de forma complementaria. Por un lado, el
hablante lírico asume la responsabilidad del poeta de proclamar verdades de
utilidad general —papel muy en la línea del didactismo ilustrado—, por otro,
procura acreditar su autoridad como poeta haciendo alarde no de sus dotes
intelectuales, sino de su sensibilidad extrema y experiencia en la materia. La
imagen idealizada de la mujer como benefactora de la humanidad, por otra
parte, corresponde a una general "réhabilitation de la féminité, distincte et
complémentaire de l'être masculin" (Gusdorf 1976: 170), que se efectúa a lo
largo del siglo xvni hallando su expresión enfática en el discurso de la Sensibili-
dad. Como vimos a lo largo del análisis del corpus, si bien las mujeres veneradas
en la poesía herediana no correspondan plenamente al concepto de feminidad
formulado por Legouvé, sí concretan los principales rasgos considerados caracte-
rísticos del 'bello sexo' según la psicología sexual de la época. Así, ellas encarnan
el ideal de la dulce compañera, l'âme sœur y consoladora angelical que ama
incondicionalmente al hombre, dirigiendo toda su atención a la felicidad de él
(cf. Todd 1986: 110-128, aquí 110).
Para una comprensión adecuada del lugar sistemático del sentimiento en la
poética herediana es importante no perder de vista el substrato sensualista del
concepto del hombre sensible y del discurso de la Sensibilidad en general. Los
sentimientos del poeta, por fundamentales que sean, según Heredia, para la
actividad poética, nunca dejan de presuponer un estímulo sensorio. También en
algunas de las composiciones relativamente tempranas que parecen testimoniar
222 Tilmann Altenberg
motivos porque ésta se presta mejor para lograr el fin que la poesía debe perseguir, a
saber, enseñar deleitando. En este sentido, Luzán señala que:
siendo obligación del poeta el deleitar, para que lo provechoso de sus poemas
sea bien admitido y produzca su efecto, puesto que la sola utilidad sin el
deleite mueve muy poco nuestros ánimos, es preciso que busque siempre lo
nuevo, lo inopinado y lo extraordinario, que es lo que más despierta nuestra
admiración y más deleita nuestra curiosidad. [...] Esto asentado como princi-
pio cierto, en ninguna otra parte se halla lo nuevo, lo inopinado y lo extra-
ordinario tanto como en la imitación de lo universal, donde el poeta ofrece y
representa siempre costumbres sobresalientes, genios nuevos y acciones
extraordinarias.
(Luzán 1974: 108)
Para una visión panorámica del papel que el concepto de la imitatio naturaejuega en la
preceptiva española del siglo xvni, cf. Checa Beltrán (1991).
Kahiluoto Rudat (1988) considera esta obra de Arteaga "a treatise on aesthetic
theory, no longer to be classified as preceptive Poetics" (38). Según ella, las actitudes
normativa y estética ante la poesía —ambas derivadas de la antigüedad clásica— no
son tendencias contrarias, sino que coexisten en la teoría y crítica literarias de la
época (40).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 225
Lazo es el único editor que supone como fecha de composición el año de 1823
(Heredia 1974: 42). Las demás ediciones se limitan a remitir a P25 como lugar de la
primera publicación de la silva. Para una reflexión acerca de la probable fecha de
composición, cf. infra, n. 304. El análisis de este poema se basa en la versión de P25.
226 Tilmann Altenberg
Cf. Meyer-Minnemann 2000b para algunas reflexiones muy oportunas acerca de esta
concepción, desarrolladas a propósito de Andrés Bello.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 227
de sol (vv. 64ss.), la soledad (v. 68), el estruendo del agua que se precipita ( w .
68ss.) 30 \ el océano (vv. 76ss.) y la noche (vv. 78-82). Salta a la vista que estos
elementos situacionales en los que, según "Poesía", reside el espíritu poético
universal, se hallan con frecuencia en la poesía de Heredia, lo que revela la prin-
cipal coincidencia de las 'poéticas' implícita y explícita del cubano.
En lo que queda del poema, el hablante lírico da expresión al "ansia de
gloria" (v. 83) eterna que espera ver cumplirse gracias a la "sagrada inspiración"
(v. 92). Sin embargo, convencido de que es la suerte de los "genios poderosos"
(v. 90) ser menospreciados en vida, funda su esperanza en un futuro lejano en
el cual " [ . . . ] las bellas / con respeto y ternura suspirando / pronunciarán [el]
nombre" (vv. 116ss.) del genio noble (cf. v. 108), o sea, del propio hablante,
alias poeta, que según la construcción autobiográfica de la voz textual remite a
Heredia 305 . La reacción de la posteridad ante la suerte y los versos del poeta
muerto, tal como se la figura el hablante lírico en este pasaje, es plenamente
sensible, en el sentido señalado antes. La "dulce simpatía" (v. 113), la "ternura"
(v. 117 y "la lágrima preciosa"(v. 119) con las que se recibirán, en la imagi-
La referencia a un "tremendo fragor" (v. 70) "de las aguas con furia despeñadas" (v.
69) parece remitir al estruendo de las cataratas del Niágara, visitadas por Heredia en
junio de 1824. Visto así, "Poesía" se habría compuesto no en 1823, es decir, antes de
la salida de Cuba, como supone Lazo (cf. supra, n. 302), sino entre mediados de 1824
y el momento de la entrega definitiva de los poemas incluidos en P25 a la imprenta.
Sin embargo, como no hay pruebas definitivas al respecto, cabe considerar una
variante textual que en un primer momento parece corroborar la hipótesis de Lazo.
En ambas ediciones, hacia el final del poema el hablante lírico deja constancia de su
esperanza de alcanzar con sus versos la gloria eterna. Sin embargo, mientras en P32
se halla una clara referencia al destierro del poeta, en P25 no hay ni el menor indicio
de la trayectoria errante de Heredia. Compárense los pasajes correspondientes:
"[Espero] que el nombre del joven ignorado / sonará por su patria conmovida / de la
Fama gloriosa en la trompeta" (P25, w . 133ss.) — "Tal vez mi nombre, que el rencor
proscribe, / resonará de Cuba por los campos / de la Fama veloz en la trompeta" (P32,
vv. 133ss.; cursivas mías). Además, llama la atención que en P32 el término "patria",
utilizado en la versión anterior sin la menor ambigüedad, es sustituido por "Cuba".
Parece que para el poeta exiliado la referencia del término original se ha vuelto
problemática. De ello, ¿puede inferirse que la primera versión fue efectivamente
compuesta antes del destierro del poeta? No es necesariamente el caso. La correspon-
dencia que Heredia mantenía con su madre desde EE. UU. sugiere que antes de que
en los primeros días de 1825 el autoexiliado se enterara de su proscripción formal
consideraba todavía transitoria su ausencia de Cuba. Sobre este trasfondo sería igual-
mente si no más plausible suponer que "Poesía" se compusiera en el medio año, apro-
ximadamente, que corría entre la visita al Niágara y la llegada de la noticia de la sen-
tencia definitiva.
La distancia de la tercera persona tomada por el hablante lírico en este pasaje corres-
ponde a una objetivación de su propia gloria futura como poeta. El carácter ideal de
esa visión se confirma con la exclamación "¡Dulcísima ilusión!" (v. 126) que inicia el
último apartado de "Poesía".
228 Tilmann Altenberg
nación del hablante, sus "desgracias" (v. 112) y "páginas ardientes" (v. 120), le
conmueven, a su vez, en el presente. Ante la perspectiva de llegar a gozar final-
mente "[d]esde la tumba" (v. 116) el justo aprecio negado en vida, "[...] se
enternece, y fuerte / de la cruel injusticia se consuela" (vv. 122s.), abrazando
gozosamente la muerte (cf. v. 1 25).
El alto grado de impregnación sensible de estos versos da testimonio de una
concepción estética de la poesía en cuanto artefacto destinado a causar afectos
en el lector, concepción que complementa la noción metafísica de la Poesía. Por
más que el soplo del espíritu divino sea, según "Poesía", constitutivo de la
actividad poética, la gloria del poeta no se funda en primer lugar en la inspira-
ción recibida, sino que se revela en el poder conmovedor de sus versos. La
sensibilidad extrema parece así convertirse en toque de piedra del verdadero
poeta. Éste da expresión al modelo mental ocasionado por una percepción privi-
legiada de la naturaleza lato sensu, descubriendo ante el lector —sensible a la
expresión poética, siempre que ésta sea lograda, pero incapaz de captar directa-
mente sino la superficie del mundo— la Poesía, es decir, el espíritu poético que
reside en los fenómenos poetizados. En esta construcción, el privilegio del poeta
consiste, pues, en su particular sensibilidad ante lo universalmente poético.
Sin embargo, sobre el trasfondo de la general aceptación de la sensibilidad
humana como rasgo antropológico, las manifestaciones del ardor y entusiasmo
del poeta, tradicionalmente considerados indicios de la inspiración divina y del
furor poeticus como explicación de la actividad poética (cf. Neumann 1996:
491), corren peligro de confundirse con la sensibilidad del hombre común. Al
insistir, sin embargo, en el tópico de la inspiración externa, que subyace tam-
bién a la invocación a las musas (ya más ya menos canónicas) o la lira en otros
poemas, Heredia restablece ese nexo entre el entusiasmo y el origen divino de la
poesía, dejando constancia de su propia superioridad como poeta. De esta
manera, la noción tópica de la inspiración externa del poeta se entrelaza con la
antropología dieciochesca, desembocando en una especie de 'sensibilidad
inspirada' como marca del poeta. Resulta, pues, que la diferencia específica
entre la sensibilidad del poeta y la del hombre sensible común no es meramente
gradual, sino que estriba esencialmente en que aquél es favorecido por la Poesía.
Cabe considerar más detenidamente los fundamentos de ese status especial
del poeta. En primer lugar, llama la atención que el "ardiente [...] entusiasmo"
(v. 2) de la Poesía halle su contraparte en el "alma fogosa" (v. 26) del hablante
lírico, alias poeta, lo que hace de él un hombre privilegiado que "siente en su
corazón" (v. 6) la "divina llama" (v. 5) de la Poesía. Al igual que la sensibilidad,
cuyas connotaciones morales se han señalado anteriormente (cf. p. 212), tam-
bién la Poesía "[...] eleva / al bien, á la virtud [...]" (vv. 6s.). Este paralelo con-
firma la función del tópico de la inspiración, de elevar las cualidades del poeta
por encima del paradigma antropológico de la sensibilidad, basándolas en una
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 229
causa metafísica. Por otra parte, al "genio" de la Poesía (vv. 36s.) corresponde
textualmente el "genio" del poeta (vv. 90 y 108). También aquí la sintonía
entre Poesía y poeta hace que éste aparezca como digno de los favores de
aquélla.
En lo que concierne al uso del término "genio", es obvio que estamos ante
dos conceptos distintos, que a primera vista pueden aparecer hasta incompati-
bles306: uno, sinónimo de "espíritu de vida que llena el universo", relacionado
con el genius loci como fuente de inspiración (cf. Brogan 1993: 455) 307 , otro,
correspondiente a una excepcional disposición del poeta, éste ú l t i m o un
concepto que se ha venido difundiendo en Europa a partir de mediados del
siglo x v i i i como una de las consecuencias del cambio gradual de perspectiva, de
la consideración de la poesía como artefacto basado en operaciones racionales,
hacia una apreciación estética tanto de la producción como de la recepción de
ella (y de las artes en general) (cf. Schmidt 1985: 9, W i t t k o w e r 1973: IV.) 308 .
Mientras el primero de estos conceptos permanece externo al poeta, reduciendo
a un mismo principio el 'espíritu' o encanto de los más diversos fenómenos de
la naturaleza lato sensu, el segundo lleva históricamente a una noción de la
6
A Fontanella (1972/73) parece escapársele la coexistencia de dos conceptos de genio
en "Poesía". Si bien para el primero de ellos observa con acierto que "genio derives
from a fuente de luz [sacra fuente] [sic] [and] is in apposition to espíritu de vida, which is
tantamount to alma del universo and sublime inspiración" (165; cursivas en el original),
no ve que en el mismo poema el hablante lírico se coloca implícitamente entre los
"mil genios poderosos" (v. 90) que, tocados de ese otro genio, alias espíritu de vida,
persiguen la gloria poética. Un poco más adelante, vuelve a aparecer esta segunda
acepción de genio:
[...] Mas noble el genio
sin desmayar padece: en sus oidos
resuenan los aplausos que á su canto
se darán largamente en las regiones
del porvenir. [...]
(vv. 108-112)
'7 De manera parecida, en otras poesías heredianas "genio" denota el "espíritu" (no
necesariamente benévolo) de un fenómeno cualquiera, más precisamente, el conjunto
de sus cualidades constitutivas (cf. Peters 1996: 740). Así, leemos, por ejemplo,
"genio de la envidia" ("La envidia", OP, v. 2), "genio augusto de la antigua Grecia"
("A la insurrección de la Grecia en 1820", OP, v. 89), o "Genio inmortal [de Liber-
tad]" ("Al Genio de Libertad", P32, v. 51). Cf. también infra, n. 309.
8
La vigencia de este segundo concepto de "genio" no se limita a las artes. Antes bien,
se convierte en marca del hombre excepcional, cualquiera que sea su ámbito de acción
(cf. Schmidt 1985: 7s., e infra, n. 309). Así, por ejemplo, el cubano llama la atención
sobre el genio de Bolívar ("A Bolívar") y de Napoleón ("Napoleón"), y profetiza que
"[...] han de salir mil genios de la nada / á inundar á la tierra despertada / en luz inte-
lectual, celeste y pura" ("Libertad", P32, w . 32ss.; cursivas mías), negándole, por otra
parte, "genio" y "virtud" a Santa Anna ("Al c. Andrés Quintana Roo (2.a epístola)",
OP, v. 87).
230 Tilmann Altenberg
mos, como a los afectos que provoca con sus versos —toque de piedra de su
calidad—. El alma fogosa, por otra parte, se relaciona con el tópico de la
inspiración poética y el consiguiente furor poeticus de abolengo grecolatino, que
están en la raíz del status privilegiado del poeta, alias genio y, en "Poesía", ter-
minan por distinguir cualitativamente el entusiasmo del poeta, por un lado, de
los sentimientos extremos del hombre sensible común, por otro311. El genio, por
último, llama la atención sobre la disposición privilegiada del poeta para descu-
brir e imitar el espíritu poético universal, concepto que pone énfasis en el poeta
como sujeto de la actividad versificatoria, cuya autonomía creativa se ve, sin
embargo, relativizada por la insistencia del hablante lírico en la inspiración
externa.
El poder conmovedor sobre los afectos del lector caracteriza no solo la
poesía del hombre-poeta sensible, sino que es también implícito al concepto del
genio tal como viene perfilándose a partir de mediados del siglo xvin. Dado que
el no sé qué, que diferencia al genio del mero talento, se sustrae per definitionem a
una aprehensión racional, el afecto profundo por parte del público a causa de la
recepción de un texto poético es considerado un indicio del genio de su autor
(cf. Peters 1996: 743).
En resumen, según el hablante en este texto, la Poesía es un espíritu divino
omnipresente, anterior a toda actividad poética, el que inspira al poeta a descu-
brir e imitar el encanto poético de las cosas transformándolo en poema. En la
medida que el hablante lírico se autorrepresenta como poeta en una línea con
los modelos de la tradición literaria, van revelándose sus cualidades sensibles
que lo califican como poeta digno de la eterna gloria postuma tan anhelada.
Como observa Fontanella (1972/73), "the poem embraces more than one
esthetic [sic] fashion, and it reflects more than a single ideology" (164). Si por
un lado, "Poesía" da testimonio de la confluencia complementaria de dos aspec-
tos de la poética dieciochesca, a saber, su orientación mimética y su revaloriza-
ción del poeta como sujeto de percepción y punto de partida de la enunciación
poética (cf. ib.: 166), por otro, evoca el concepto clásico de la inspiración exter-
na por la divina Poesía. Al presentarse como partícipe del espíritu poético
universal, Heredia eleva la diferencia específica entre el hombre común y el
poeta —que en términos de una mayor o menor sensibilidad parece ser, cuando
mucho, gradual— a un plano metafísico. Con ello, el poeta se convierte en un
ser ontológicamente privilegiado por su sensibilidad ante el espíritu oculto de la
1
Sin menosprecio de este vínculo del entusiasmo con la idea clásica del furor poeticus,
que hace recordar el concepto renacentista del genio melancólico (cf. supra, n. 32, e
infra, p. 266), más adelante veremos que Heredia relaciona su presunto ardor anímico
explícitamente con el clima del trópico, alejándose con ello del contexto poetológico
(cf. 6.1.).
232 Tilmann Altenberg
naturaleza lato sensu, el que puede ser descubierto y objetivado tan solo por el
genio iniciado en el arte divino de la poesía.
La actitud vacilante del hablante lírico ante su propio poder creativo es
sintomática de la postura poetológica de Heredia, quien en ningún momento
renuncia a la imitatio naturae como principio constitutivo de la poesía. Una vez
más, se revela, pues, la deuda del cubano con la poética neoclásica312.
5.3.5. Lo sublime
En el transcurso del análisis del corpus, hemos topado varias veces con el lexe-
ma "sublime" y señalado la importancia del concepto correspondiente en la
estética del Setecientos. " L o sublime" tal como se viene estableciendo como
categoría estética en el discurso teórico dieciochesco, primero en Francia e
Inglaterra (cf. Teubert 1994: 217), fue introducido en el debate moderno por
Boileau, quien en el mismo año de su Art Poétique publicó bajo el t í t u l o Traite
du Sublime (París, 1674) una traducción con comentario del tratado seudo-
longiniano De lo sublime, que data probablemente del primer siglo d. C. (cf.
Fuhrmann 1992: 163s.).
Según la lectura que Boileau hace de Pseudo-Longino, lo sublime no es una
categoría estilística (stilus gravis o sublimis) perteneciente al genus grande o
sublime, como lo había entendido la Retórica latina de acuerdo con el principio
del decorum (cf. Kallendorf 1994: 1357s., y Rutherford 1994: 423), sino, "cet
extraordinaire et ce merveilleux qui frape [!] dans le discours, et qui fait qu'un
ouvrage enlevé, ravit, transporte" (Traité du Sublime, "Préface"; cit. según Zelle
1994: 1365; cf. M a r i n 1989: 340s.). Al efecto violento de lo sublime sobre el
destinatario corresponden, en la concepción de Boileau, el "beau desordre" del
2
En el Diccionario de las musas (Nueva York, 1827), que va destinado "[a] la juventud
habanera por su amor a las Bellas Letras" (dedicatoria) y de cuya orientación neoclá-
sica no cabe duda, su autor Manuel González del Valle define al poeta en términos
muy parecidos, como "[a]quel que siente, inventa, crea, y pinta con dicción particu-
lar: que se conmueve y como que simpatiza con los grandes modelos: que tiene cono-
cimientos, como por inspiración, á mas de estudios inmensos [...]" (González del
Valle 1827: s. v. "Poeta"). Es obvio que también aquí los conceptos de "sentir",
"inventar" y "crear" no van en detrimento de la imitatio naturae. Por si hubiera dudas
al respecto, a propósito de cómo lograr lo bello en las artes, el mismo autor afirma con
Félix Várela que "habiendo [nuestra mente] observado muchas cosas perfectas, escqje
de cada una de ellas lo mejor para formar su imagen intelectual", y que "la imitación
aumenta los encantos, tal vez dando placeres nuevos á los objetos volviendo hasta
agradables los ingratos y desapacibles" (s. v. "Bello"). A lo largo del Diccionario de las
musas, se menciona al menos tres veces favorablemente a Heredia, haciendo destacar
su "entusiasmo" (s. v. "Digresión"), "sentimientos, é ideas propias" (s. v. "Ballata"),
así como el "mérito" de su epístola a del Monte (s. v. "Epístola").
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 233
texto poético así como el "enthousiasme" y el "génie" por parte del poeta (cf.
Zelle 1994: 1367). Con Pseudo-Longino, Boileau contrasta el ímpetu arrebata-
dor propio de lo sublime con el placer sereno causado por lo bello (cf. Carnero
1983: 31 ), dejando así constancia de lo que será la dicotomía fundamental de la
estética dieciochesca (cf. Zelle 1989: 56). Según Pseudo-Longino, esa dicotomía
de lo bello y lo sublime no es exclusiva del ámbito de la poesía, sino que se
halla primero en los objetos naturales. Así, señala que la admiración que senti-
mos por ejemplo ante la inmensidad y fuerza del océano o de un volcán excede
la que experimentamos ante la claridad y utilidad de un arroyo o una pequeña
llama (cf. ib.: 62s.).
La idea de lo sublime como rasgo inmanente a ciertos fenómenos de la
naturaleza stricto sensu, goza de particular fortuna en Inglaterra. Entre los nume-
rosos teóricos ingleses que retoman a partir de fines del siglo XVII el hilo dejado
por Pseudo-Longino/ Boileau cuentan John Dennis, quien acuñó el oxímoron
del "delightful horror" (horror deleitoso) para denotar el sentimiento ambiva-
lente que le causó el aspecto de los Alpes en 1688 (cf. Teubert 1994: 220), y
Edmund Burke, cuyo tratado A Philosophical Enquiry into the Origin of our Ideas of
the Sublime and the Beautiful (Londres, 1757; versión definitiva, 1759) debe
considerarse un texto clásico de la estética empirista-sensualista (cf. Strube
1989: 26) 313 .
En términos muy esquemáticos, para Burke, la experiencia de lo sublime se
da cuando el sujeto que contempla la fuerza irresistible de un fenómeno natural
es consciente de que, a pesar de la superioridad de ella, en la situación concreta
esa fuerza no le perjudica. Entonces el terror que el sujeto siente se confunde
con un intenso deleite; una mezcla que es característica de lo sublime como
"experiencia en la que van implicadas las emociones y la razón" (Mandrell
1993: 209; cf. Carnero 1983: 32). Según esta concepción, cualquier objeto
capaz de causar terror puede, en principio, convertirse en fuente de lo sublime
(cf. Burke 1989: 72), llegando a llamarse él mismo "sublime" 314 .
3
Para un estudio profundizado de las teorías críticas escritas en lengua inglesa a lo
largo del siglo xvm, cf. la todavía importante monografía de Monk (1935).
4
Si bien Burke concibe lo sublime comojuicio estético por parte del sujeto perceptor,
implícitamente atribuye la sublimidad al objeto mismo. Porque, dado que según un
supuesto fundamental del sensualismo empírico todos los hombres están dotados de
la misma sensibilidad, imaginación y facultad racional, los estímulos sensoriales
deben, en principio, ocasionar efectos idénticos en cualquier sujeto perceptor. De ahí
que, según Burke, carecería de sentido distinguir en el momento de atribuir la propie-
dad de "sublime", entre el efecto (la experiencia sublime) y su causa material. Sin
embargo, este automatismo se ve relativizado por el hecho de que hayjuicios estéticos
discrepantes. Estos se explican ahora en términos de una sensibilidad o formación
intelectual deficientes por parte del sujeto perceptor, quien carece del "gusto" necesa-
rio para reconocer lo sublime (cf. Strube 1989: 16s.). Como veremos, en la poesía
234 Tilmann Altenberg
No ideas [...] are so sublime as those taken from the Supreme Being; the most
unknown, but the greatest of all objects; the infinity of whose nature, and the
eternity of whose duration, joined with the omnipotence of his power, though
they surpass our conceptions, yet exalt them to the highest.
(Cit. según McVay 1994: 35)
herediana la experiencia (de lo) sublime por parte del hablante lírico aparece esencial-
mente como señal de una disposición privilegiada.
5
A Critical Dissertation, publicado veinte años antes de las Lectures, formaba original-
mente parte de las lecciones de Retórica y Bellas Letras impartidas por Blair regular-
mente a partir de 1759 en la Universidad de Edimburgo. Ambos textos se originan,
pues, en el mismo contexto, que se caracteriza, entre otras cosas, por la irrupción en
la escena literaria de los Fragments of Ancient Poetry (1760), supuestamente escritos en
lengua gaélica por el bardo celta Osián y 'traducidos' por James Macpherson.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 235
6
Así, por ejemplo, en las siguientes ediciones de las poesías de Osián: The works of
Ossian, the son of Fingal, Londres, 1765; The poems of Ossian, the son of Fingal, Filadelfia,
1790; y The poems of Ossian, Nueva York, 1806.
De una nota de Heredia, de 1830, reproducida primero por González del Valle
(1938), cabe inferir que para ese momento Heredia estaba familiarizado con el juicio
de Blair:
Sin entrar en la cuestión sobre la autenticidad de las poesías publicadas en el
siglo último con el nombre del bardo Osián, debemos confesar su alto mérito
con el célebre y severo Blair, a quien nadie tachará de juez incompetente en
literatura. [...]
(249; también en OP: 583)
7
Entre los libros de la biblioteca de Heredia se encontraban dos ediciones de Osián,
una en inglés y otra en italiano, citada esta última como "Osian, por Cesarotti. 4 t.
8.°" (Heredia 1833: h. 18). Acerca de la influencia decisiva de la traducción italiana
de Cesarotti en la versión confeccionada por Heredia, cf. Chapman (1955: 233s.).
Para un cuadro panorámico de la influencia de las poesías de Osián en Hispanoaméri-
ca, cf. Montiel (1974: 31-35), quien cuenta a Heredia entre los "escritores ossiánicos"
del Nuevo Mundo (31).
8
OP copia el texto del poema y la dedicatoria de la primera versión impresa en la
Revista de Cuba (1879), cuya versión muestra ligeras variantes respecto al manuscrito
consultado (cf. OP: 582).
236 Tilmann Altenberg
9
McVay (1994) afirma que estos poemas, entre otros, "treat the sublime experience
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 237
estos poemas el lexema "sublime " no aparece, hay abundantes indicios del
terror que emana del volcán y de la elevación del hablante lírico a causa de la
contemplación. De hecho, gran parte del poema se presenta explícitamente
como vuelo poético inspirado por el aspecto del Popocatepetl: "A t u vista mi
ardiente fantasía / Por edades y tiempos va volando" (vv. 54s.). Esta observa-
ción es tanto más pertinente que a diferencia de los "Fragmentos descriptivos",
las versiones conservadas de " A l Popocatepetl" corresponden definitivamente a
la época de su primera composición 320 , lo que permite relacionar el texto con un
momento específico de la producción poética de Heredia. El poema revela,
pues, que es efectivamente a principios de 1820, a la edad de dieciséis años,
cuando Heredia formula por primera vez en su poesía una experiencia de lo
sublime natural 321 .
Si bien es posible que en ese momento no vinculara aún la experiencia con
la categoría estética de lo sublime, los "Fragmentos descriptivos de un poema
using terror as its basis" (37). Para Beaupied (1997), en cambio, a pesar del empleo
del término "sublime" en los "Fragmentos descriptivos", "la falta de emociones fuer-
tes, en específico el miedo o el terror confirman la ausencia de la experiencia sublime"
(8). Al parecer, la autora no admite las reflexiones inspiradas del hablante lírico en
vista de las dimensiones gigantescas del volcán, como indicio de una elevación
sublime (cf. infra).
Según González del Valle (1938: 92), "Al Popocatepetl" se publicó por primera vez
en el Noticioso General (México), correspondiente al 17 de enero 1820 (número que
parece haberse extraviado de la BNM). El texto figura luego en la colección manus-
crita Obras poéticas (1820).
McVay (1994) se equivoca cuando considera "A Elpino" (1819) la primera muestra
de que Heredia "was self-consciously employing the idea" de lo sublime, tal como la
formularon los teóricos británicos (35). La primera redacción conocida del poema, el
que solo en P32 llevará el título citado por McVay, figura en las Obras poéticas (1820)
(cf. supra) bajo el título "A D. J. M. Unzueta en su viaje a la Habana". En esta versión
no aparece ni una sola vez el lexema "sublime" ni el pasaje citado por McVay, donde
se evoca la fuerza arrebatadora del huracán. Tan solo en P25, el poema —titulado
ahora "A un amigo que partía a la Habana"— registra (con algunas variantes respecto
a P32) aquellos versos, que ahora sí sugieren un empleo consciente del concepto esté-
tico de lo sublime reclamado por McVay para la versión de 1819.
Aunque ya la primera versión del poema evoque "[...] el magnífico aspecto / De
las nieves eternas con que adorna / El Popocatepetl su excelsa cumbre" (OP, w . 12ss.;
cursivas mías), debe llamar la atención que en P25 Heredia sustituye la noción 'bella'
de "las nieves eternas" como adorno, por la imagen 'sublime' de la nieve como corona,
añadiendo además el epíteto "sublime": "[...] el magnífico aspecto / de las nieves
eternas que coronan / del sublime volcan la excelsa cumbre" (P25, vv. 13ss.; cursivas
mías). Estos cambios sugieren que, si bien es cierto que Heredia usa el lexema "subli-
me" a partir de 1819 (cf. supra), el empleo consciente del concepto de lo sublime
como categoría estética distinta de lo bello, corresponde a un momento posterior (cf.
infra). Parece que el malentendido de McVay se debe al hecho de que no tiene cono-
cimiento de la temprana versión del poema, la que figura por cierto tanto en PC como
enOP.
238 Tilmann Altenberg
mexicano", cuya primera redacción data de fines del mismo año, establecen ese
nexo322. En este poema predomina, en un primer momento, la belleza del
crepúsculo contemplado desde el teocalli de Cholula 323 . Solo al caer la noche se
revela la sublimidad del entorno natural, en particular del Popocatepetl. En la
medida que avanza la sombra del volcán, el hablante lírico se percata de la
extensión del "[g]¡gante de Anahuac" (v. 78) calificándolo de "volcan sublime"
(v. 74). Resulta que con su inmensidad y oscuridad, el Popocatepetl concreta
en la situación del poema algunos de los criterios de un objeto sublime
catalogados por Blair. La contemplación acerca del poder arrasador del tiempo
no lleva las marcas blandas de las bellezas crepusculares, sino que traiciona
cierto arrebatamiento, atribuible a la impresión sobrecogedora del gigantesco
volcan nocturno. En los "Fragmentos descriptivos de un poema mexicano" se
manifiesta, pues, otra característica de la poesía de Heredia, que también tiene
antecedentes en la estética dieciochesca, a saber, la coexistencia —aquí en un
mismo poema— de las categorías de lo bello y lo sublime (cf. supra). La belleza
del crepúsculo reclama tanto lugar —o más— en la representación poética como
la sublimidad del volcán. Para Heredia, lo sublime no es, pues, por principio,
superior a lo bello (cf. infra).
Será en 1822 cuando se manifiesta por primera vez en la poesía herediana
una experiencia de lo sublime natural que se caracteriza esencialmente por su
mezcla de terror y deleite 324 . En los "Versos escritos en una tempestad" (sep-
tiembre 1822), el huracán y los sentimientos del hablante ante ese fenómeno
natural están en el centro del poema. Con una inmediatez atípica de la poesía
filosófico-descriptiva de Heredia, donde por lo general el cuadro de la natura-
El sintagma "experiencia (de lo) sublime" toma en cuenta que para la estética dieci-
ochesca, toda experiencia sublime es necesariamente consecuencia de una experiencia
de la sublimidad de un objeto.
Cf. McVay (1994: 36s.) para un rastreo más detallado aunque un tanto inconexo de
los paralelos entre "En una tempestad" y el tratado de Burke.
240 Tilmann Altenberg
can se le revela como manifestación de la "alta magestad" (v. 63) de Dios 327 . El
poema no deja lugar a dudas de que si bien en la elevación interviene una fuer-
za exterior, al fin y al cabo es el propio hablante quien se eleva en el huracán.
Tanto el uso reflexivo del verbo "elevar" como el redundante pronombre perso-
nal de la primera persona del singular son testimonio de ello (cf. v. 58).
La "delicia" (v. 56) que siente el hablante lírico en esas regiones altas
termina por concretarse como una mezcla de temblor y adoración ante la gran-
deza del Señor, la cual mezcla es, según los teóricos británicos, característica de
la experiencia (de lo) sublime (cf. supra). Resulta que en esta construcción, lo
sublime se revela tan solo ante un sujeto privilegiado que sabe aprovechar el
potencial inspirador del fenómeno para elevarse a regiones inaccesibles al
mortal común.
Salta a la vista el paralelo con el poema "Poesía", escrito probablemente dos
años más tarde, donde el poeta se distingue de los demás hombres sensibles,
entre otras cosas por su inspiración y su disposición privilegiada a descubrir e
imitar el espíritu universal de la Poesía en los fenómenos de la naturaleza lato
sensu (cf. supra, pp. 226ss.). En términos aún más concretos, la aprehensión de
la sublimidad del huracán en "Versos escritos en una tempestad" vuelve a
aparecer en "Poesía" como experiencia pasada del hablante lírico. Aquí, éste
dice haber visto el espíritu de la Poesía "en la nocturna lluvia y en el trueno"
("Poesía", P25, v. 63). Si bien carece de sentido insistir en la identidad referen-
cial de ambas tormentas, queda claro que estamos ante dos fenómenos tipológi-
camente idénticos.
Cabe concluir que en vista de los paralelos mencionados, la experiencia (de
lo) sublime en "Versos escritos en una tempestad" equivale al descubrimiento
del espíritu poético que reside en el huracán. Aunque en este poema la inspira-
ción y elevación del hablante lírico no se relacionen en el plano metapoético
con la Poesía, conforme a la reclamada autenticidad expresiva y referenciabili-
dad de las poesías, como elementos constitutivos de la poética herediana, las
experiencias articuladas en el poema deben leerse como las de su autor, cuyo
status de poeta es implícito a su actividad versificatoria. Es así cómo la inspira-
ción y elevación del hablante terminan por confirmar la autorrepresentación de
Heredia como poeta dotado de una sensibilidad superior.
Parece que también en "Versos escritos en una tempestad" Heredia siente la
necesidad de aprovechar su status de hombre-poeta privilegiado para revelar
ante el público lector una verdad que trasciende lo particular, descubriendo el
principio universal detrás del fenómeno concreto. Por prominente que sea el
7
La elevación del hablante lírico como condición previa a la experiencia (de lo) sublime
corresponde funcionaImente a la conciencia de la propia seguridad por parte del suje-
to perceptor en la teoría de Burke.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 241
Al igual que en otros poemas, así como por ejemplo en "Placeres", donde el hablante
242 Tilmann Altenberg
lírico pone énfasis en que "[d]esde la infancia venturosa" (II, v. 3) ha buscado la sole-
dad donde reside la "feliz Melancolía" (v. 2), también aquí se manifiesta la tendencia
de Heredia a crear en sus poesías una versión coherente de su propia biografía.
Manuel González del Valle (1827) cita del mismo pasaje para dar un ejemplo de una
"digresión". La definición ofrecida por el autor cubano en su Diccionario de las musas
testimonia que éste ve a Heredia como poeta inspirado, dotado de una ardiente ima-
ginación, en plena concordancia con la autoimagen herediana tal como la hemos veni-
do reconstruyendo a lo largo de este capítulo:
¿Cómo llamaremos á los espontáneos estravíos de una imaginación escitada
que en su rapto pierde por un momento la idea de su propósito infundiendo
el placer de la sorpreca [sic]?... ¿Qué nombre se le ha de dar al dulce olvido de
Heredia que cantando el Niágara se transporta en las alas del entusiasmo á su
pais natal?
(s. v. "Digresión")
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 243
y delicias (lo bello), la naturaleza del norte apenas merece su admiración 330 . Uno
de los pasajes más explícitos en este sentido se halla en "Placeres":
Brillante está [el cielo del Norte] a los ojos, pero frió,
frió como la muerte. Yo lo admiro,
mas no lo puedo amar, porque me mata,
y por el sol del trópico suspiro.
(P32, VI, w . 47-50)
Es obvio que esta oposición se funda, entre otros criterios, en la dicotomía calor-frío,
identificada varias veces como eje constitutivo del universo poético herediano. Lo que
aquf interesa, sin embargo, es su relación con las categorías estéticas de lo bello y de lo
sublime.
Beaupied (1997) va más lejos en su interpretación del rechazo de la naturaleza cuba-
na en "Niágara". En una ingeniosa lectura hace resaltar, entre otras cosas, un parale-
lismo entre las siguientes oposiciones binarias: lo bello y lo sublime, la naturaleza
cubana y las cataratas del Niágara, asf como las identidades de género femenina y
masculina. Según la autora, el distanciamiento físico-geográfico de las bellezas de la
Patria, equivale en el plano emocional al rechazo "del ámbito de lo materno" por
parte del "sujeto edípico" (17), que sería Heredia. Convenza o no esta lectura
freudiana, la relación, por un lado, de lo bello con lo femenino, y, por otro, de lo
sublime con lo masculino no carece de cierta plausibilidad y abre una perspectiva
adicional sobre la estética doble de lo bello y lo sublime.
244 Tilmann Altenberg
Dado que esta concepción ideal del proceso poético se desprende de las reflexiones
metapoéticas de Heredia, las cuales no se pueden considerar independientemente de
la imagen que pretende transmitir de sf mismo como poeta, es irrelevante en este
contexto en qué medida el cubano se apoyaba en la composición de "Niágara" efecti-
vamente en su experiencia concreta ante las cataratas o recurría a fuentes literarias y
relatos de viaje. Para reflexiones acerca de este último aspecto, cf. p. ej. Carlos (1974).
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 245
Como señala McVay (1994), en este poema, "while terror is still a factor, it does not
enjoy the importance it possessed in the earlier poems" (38). Esta observación corres-
ponde a una tendencia general en la obra poética de Heredia a partir de 1827, aproxi-
madamente. Como se ha señalado anteriormente (cf. p. 195), en los poemas de esta
última fase, el entusiasmo del hablante lírico característico de las composiciones
anteriores tiende a ceder a tonos más blandos.
246 Tilmann Altenberg
Cf. por ejemplo los siguientes poemas heredianos: España libre. Oda (México: Arizpe,
1820) (cf. Medina 1989: t. VIII, y OP: 537), "Oda a la insurrección de la Grecia en
1820" (El Revisor Político y Literario, Habana, núm. 64, 1823, pp. 4-8), "Oda" (Indica-
dor Federal, México, núm. 45, 28 abril 1825, p. 4) (cf. OP: 541, y García Garófalo
Mesa 1945: 188), "Al triunfo de la Patria. Oda" (El Amigo del Pueblo, México, núm. 4,
23 de enero de 1828, pp. 125-128).
Más de medio siglo después de la muerte de Juan Bautista de Arriaza, ocurrida en
1837, Juan Valera, en su Florilegio de poesías castellanas del s. xix (Madrid, 1902/03), no
deja lugar a dudas acerca del poco mérito literario del poeta madrileño:
Hombre de escasa instrucción y ligero además, y poco reflexivo, no pudo
Arriaza llegar nunca á la poesía elevada y trascendental, porque ni los estudios
ni la ciencia fomentaban su inspiración, y porque carecía del hondo senti-
miento y del amor que la contemplación de la naturaleza produce en ciertas
almas, ni la suya tenía tampoco la virtud poderosa de reconcentrarse en sí
misma, extrayendo de sus abismos bellezas ideales.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 247
conocer los progresos que harían en el difícil arte de hablar al corazón con el
encendido lenguage de las pasiones. Por desgracia no habfa esperanza de que
corrigieran sus errores, pues no los conocían: merced á las alabanzas necias que
les prodigaban sus mas necios admiradores, y al silencio vergonzoso en que vacía
la sana crítica, tan necesaria para corregir los defectos literarios: tal presuntuoso
poetilla se tuvo por Anacreon ó Melendez; y otro rimbombante majadero se creyó
digno sucesor del sevillano Herrera. Para mengua de nuestra patria se vieron apes-
tados los diarios y papeles públicos de anacreónticas mas frias que una noche de
invierno, de odas hinchadísimas, que de ello solo tenian el nombre, y en fin de un
fárrago de sonetos, décimas, acrósticos, seguidillas, que movian la risa de los estra-
ños, y causaban el enfado y desaliento de los propios.
En tales circunstancias se imprimen en Francia colecciones de los mejores
versistas castellanos: nuestros poetas contemporáneos de la península publican
sus poesías; éstas se propagan velozmente en la Habana; se esparcen las semillas
del buen gusto, que cada dia hace mas y mas prosélitos: ya no hay joven que no
conozca los varoniles acentos del cantor de la imprenta[33S], ni quien no sepa de
memoria los mejores trozos del dulcísimo Batilo[337]: ya se estudian los buenos
modelos, y nos atrevemos á asentar que no está muy lejos el dia en que aparezcan
los frutos sazonados de la aplicación presente.
La obra que anunciamos es una prueba de lo dicho: la siguiente composición
servirá de muestra del estilo del autor: se vé en ella lenguage poético, pasiones, y
en fin versos y no renglones rimados.
[...] Juzgue el lector de su mérito. ¡Ojalá este ejemplo sirva de noble emulación á
nuestros paisanos, para que se dediquen con ardor al estudio delicioso de las
buenas letras! ¡Ojalá que aprovechándose de las envidiosas cualidades que ador-
nan á los habitantes de una zona dulce y templada, empleen dignamente las dis-
posiciones ventajosas conque dotó naturaleza á los felices hijos de la mas hermosa
de las Antillas!
(El Revisor Político y Literario, La Habana, núm. 13, 31 de marzo de 1823, pp. 5-
Es curioso que algunos de los poetas elogiados en "Poesía" coincidan con aquéllos
considerados ejemplares en este anuncio. Son ellos Anacreonte y Meléndez, por un
lado, Herrera y Quintana, por otro. Mientras los primeros dos,junto a Tibulo, repre-
sentan en "Poesía" el genio blando de la poesía amatoria, los últimos dos se ven en
una línea con las composiciones sublimes, en el sentido de 'elevadoras', de Píndaro.
Dada esta coincidencia, es posible que Heredia se dejara inspirar por el juicio crítico
del anuncio —formulado, como vimos, tal vez por su amigo íntimo Domingo del
Monte— para formular su propio credo poético en "Poesía".
Cf. Janik (1968: 222-228) para un balance crítico del intento por parte de Boileau de
renovar la oda, y en cuanto a la discrepancia entre la teoría del francés y su propia
práctica poética.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 249
naturaleza lato sensu parece constituir una de las tareas del poeta, justificando
su actividad en función de la revelación de verdades universales. Dado que esta
tarea puede cumplirla tan solo un ser humano dotado de una percepción e
imaginación privilegiadas, independientemente del objeto o del motivo concre-
t o de la elevación, lo sublime aparece no solo como una cualidad inherente de
un objeto o idea, sino que echa además una luz favorable sobre el genio sensible
capaz de reconocerlo (cf. Knapp 1 985: 67). Así, la gloria que emana del concep-
t o de lo sublime es también la del hablante lírico, alias poeta, y caracteriza,
conforme a la construcción autobiográfica de la voz textual, al propio Heredia.
No obstante esa función de la elevación ante objetos sublimes, cabe tener en
cuenta que con respecto a la representación poética de la naturaleza stricto sensu,
Heredia no menosprecia lo bello, relacionado generalmente con el trópico. Sin
embargo, a diferencia de lo sublime, las bellezas naturales no atraen la atención
del hablante hasta el extremo de constituir el centro exclusivo de su interés, Si
lo sublime eleva al hablante lírico haciéndole partícipe de una experiencia privi-
legiada, lo bello natural tiende a ocasionar en él meditaciones 'dulces'. Esta
doble estética de lo bello y lo sublime se manifiesta también en la valoración de
la poesía de otros autores. Así, en "Poesía", Heredia reconoce como poética-
mente válidos tanto la dulzura de la poesía amatoria de un Meléndez (lo bello),
como la grandilocuencia de un Quintana (lo sublime lato sensu).
Lazo (1974) observa en la obra poética del cubano una "desconcertante heterogenei-
dad" (XXI), que atribuye a una convivencia y lucha en el poeta, "de contrarias
corrientes ideológicas y artísticas" (ib.). Con ello, si bien reconoce los elementos cons-
titutivos de la orientación estético-poetológica de Heredia, no los comprende como
complementarios ni se percata de las características comunes que vinculan las poesías
de las diferentes tendencias y etapas de la producción con una misma poética.
250 Tilmann Altenberg
Esta correlación cuenta entre los lugares comunes de la crítica heredista y se ha obser-
vado en años más recientes, p. ej. en Fundadora de Rodríguez-Aragón (1990: 33) y
Augier (1990: 744s.).
De ello se han ocupado desde perspectivas diferentes, entre otros, Alonso / Caillet-
Bois (1941), Chacón y Calvo (1947b), id. (1949), Vitier (1968: 24ss.), Valdespino
(1970), Aparicio Laurencio (1972), quien resume las principales contribuciones
hechas al respecto hasta 1970, Ruiz Castañeda (1972), Jiménez (1993), Rexach
(1997) y Leinen (1998). En resumen, aunque los estudiosos coincidan en reconocer
la importancia de la crítica literaria herediana para el desarrollo del género en Hispa-
noamérica, discrepan (o simplemente no se pronuncian) con respecto a la orientación
romántica o antirromántica de ella. Aparicio Laurencio (1972) es quien con más
entusiasmo defiende que la "crítica literaria [de Heredia] tiene rasgos que son en
esencia románticos" (25), citando algunos pasajes de dudoso valor documental para
fundamentar su posición, defendida obsesivamente también en id. (1988). Gran parte
de las críticas literarias del cubano se han recogido en Heredia (1947), id. (1972), id.
(1980), id. (1986), id. (1990a) e id. (1992) (cf. Jiménez 1993: 61). No existe hasta la
fecha una edición moderna de la revista Miscelánea en la que, junto a El Iris, se hallan
la mayoría de los artículos conocidos.
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 253
5
El proyecto herediano de publicar una antología de la poesía mexicana contemporá-
nea se inscribe en el mismo plano. Parece que semejante colección, bajo el título "La
lira mexicana", no llegó a realizarse. Sin embargo, se ha conservado el "Prólogo" a esa
edición, redactado por Heredia posteriormente a la publicación del tercer tomo del
Repertorio americano (Londres, 1827), mencionado en dicho prólogo, probablemente
en 1839 (cf. Toussaint 1953: 59). El propósito declarado del proyecto es la difusión
del conocimiento de la poesía mexicana en el extranjero, así como el fomento de la
comunicación entre los poetas mexicanos, "que tanto contribuye á los progresos del
saber en todos los ramos" (Heredia 1879: 187). Entre los manuscritos heredianos
conservados en la BNJM "existen poesías de la mayor parte de los poetas citados por
él" (ib.: 189, nota) (cf. Heredia: Poesías).
Acerca de la legitimación de las Bellas Artes por medio del concepto del gusto y la
relación de ellas con el bienestar común en la España dieciochesca, cf. Jacobs (1996:
321-331). Así, para Jovellanos, por ejemplo, "la instrucción es la primera fuente de
toda prosperidad social" (Carta del 23 de julio de 1800, cit. según Jacobs 1996: 326,
n.576).
6
Con respecto a las poesías inglesa y francesa, reduce la diferencia entre ellas a la
siguiente fórmula: "los poetas ingleses pecan por exceso de imaginación, y los france-
ses por su falta" (cit. según Heredia 1980: 40).
7
El "gusto" es otro concepto clave de la estética dieciochesca. Se concreta entre otras
cosas como facultad de reconocer espontáneamente el valor de una obra artística (cf.
Jacobs 1996: 331-336). Según explica Blair en sus Lectures on Rhetoric and Belles Lettres
(1783), el gusto no es irracional ni subjetivo, sino que se fundamenta en la sensibili-
dad natural y "el estudio de los mejores maestros" (Lecciones sobre la Retorica y las Bellas
Letras; cit. según Carnero 1983: 28). También en el concepto del "gusto" se manifies-
ta, pues, la complementariedad de sentimiento y razón. En lo que toca a la actividad
crítica, más adelante el mismo teórico señala la primacía del sentimiento sobre las
reglas:
Las declamaciones contra la crítica caminan regularmente en la suposición de
que los críticos juzgan por reglas, y no por sentimiento; lo cual está tan lejos
254 Tilmann Altenberg
concordar en t o d o con esos autores, ni mucho menos escribir como ellos. Así,
Heredia afirma: "Cuando no admiramos a un autor de mérito reconocido, es
generalmente porque no le entendemos, y la falta de admiración puede proce-
der más bien que de inferioridad en el autor, de falta de gusto, j u i c i o o capaci-
dad en sus lectores" (Cit. según Heredia 1980: 41).
Para perfeccionar el gusto en materia de poesía es necesario, como vimos,
ejercer el j u i c i o estudiando obras "de mérito reconocido", cualquiera que sea el
contexto histórico-geográfico de su composición. La labor del poeta-crítico
como lector privilegiado no consiste meramente en dar a conocer al público
semejantes poesías, sino ante todo en presentar juicios ejemplares acerca de
ellas. Como veremos más adelante, estosjuicios críticos de poetas considerados
meritorios raras veces son rotundamente favorables. Si con la división de sus
fuerzas entre la práctica poética y las actividades de índole cívico-política en
México Heredia logra reconciliar en su biografía el conflicto entre la necesidad
de la expresión poética y el llamado a la acción concreta (un conflicto que se
manifiesta por primera vez en la carta del cubano a su padre, de 1819, cf. supra,
p. 177), la traducción y la crítica literaria, entendidas como dos actividades
dirigidas a un mismo fin, constituyen el término medio en el cual ambos polos
—la poesía y la acción concreta— se conjugan de forma complementaria.
Por último, conviene fundamentar la afirmación de la principal compatibili-
dad de los criterios de Heredia como crítico y como poeta, revisando brevemen-
te la opinión del cubano acerca de dos escritores coetáneos, a saber, Byron y
Rousseau. A los dos años de la muerte del inglés, ocurrida como se sabe en
Missolonghi, en 1824, Heredia publica en El Iris una semblanza y crítica de las
obras de Lord Byron. Por una parte, el j u i c i o crítico se apoya claramente en las
categorías que distinguen al poeta sensible. Así, el cubano advierte que "sus
poesías, sin tener los requisitos que los críticos ecsigen para llamarse clásicas,
tienen un mérito singular é indisputable, sacado de la sensibilidad profunda de su
corazón y del fuego de su fantasia" (El Iris, t. 1 , núm. 4, 25 de febrero de 1825, p.
27; cursivas mías) 348 . La hondura y autenticidad de los sentimientos del poeta
de ser asr que, por el contrario, los que juzgan de este modo no son críticos
sino pedantes, pues ya he hecho ver que todas las reglas de la genuina crítica
se fundan últimamente en el sentimiento.
(Cit. según Carnero 1983: 29)
También Burke, en la introducción añadida a la segunda edición de su A Philosophical
Enquiry (1759), titulada "On Taste", vincula el mayor o menor gusto de un hombre
con su grado de sensibilidad natural y el cultivo del juicio (cf. Burke 1989: 41-62 y
supra, n. 314).
Extraña que Chacón y Calvo (1947) parafrasee este pasaje como sigue: "[Heredia]
[a]un no lo [i. e. a Byron, T. A.] considera un clásico, porque todavía no se le ve en
perspectiva histórica" (21; cursivas mías). Lo "clásico" a que alude Heredia no se
relaciona en primer lugar con perspectiva histórica alguna, sino que remite a un
5. La vida y obra de Heredia en el contexto de su época 255
la vida y obra del ginebrino, una postura que se caracteriza por una marcada
ambigüedad.
Heredia observa que Rousseau, 'justa o injustamente ha ejercido en su siglo
un influjo despótico, ha enseñado a sentir a los más indiferentes, a pensar a los
más superficiales, y a amar y pretender la libertad a los más abyectos" (Heredia
1980: 64). Pese a este efecto muy en la línea del cubano, para Heredia, la
"belleza moral" (ib.) del escritor es solo aparente. Según el cubano, el "defecto
invariable [de Rousseau] fue sustituir los sentimientos a los principios" (ib.:
66). Esta valoración del corazón como guía exclusiva en toda materia hace de él
un "hijo del capricho" (ib.: 68), "capaz de la más alta virtud, y de la más infame
bajeza" (ib.), porque "la sensibilidad sin principios es como la torre edificada
sobre arena" (ib.: 70). Para el crítico, la infelicidad, misantropía y desesperación
de Rousseau son la consecuencia lógica de su falta de respeto por "los derechos
de la moral y de la sociedad" (ib.). El "carácter insociable" (ib.: 69) del ginebri-
no se revela en su "amor excesivo de la soledad" (ib.), el cual es calificado como
"contrario] a la naturaleza" (ib.) del hombre351, La misma falta de principios
que caracteriza a Rousseau se halla también, según el crítico, en Julia, la prota-
gonista de la Nueva Heloisa: "La heroína [sic] es una señorita llena de sensibili-
dad, pero sin juicio ni principios, aunque charla continuamente de estas cuali-
dades" (ib.: 67). Para Heredia, la inmoralidad y la incoherencia de la conducta
de Julia no solo atenían contra "los principios fundamentales de la sociedad"
(ib.), sino que en el plano estético pecan además por su falta de verosimilitud:
"nos parece absurdo y contrario a la naturaleza, porque tan extraña conducta es
incompatible con la refinada sensibilidad y exquisito decoro de que reviste
Rousseau a estas creaciones de su fantasía [i. e. a Julia y los otros personajes, T.
A.]" (ib.).
Mientras el cubano no deja lugar a dudas de que bajo el aspecto moral la
vida y obra de Rousseau resultan repudiables, admira, no obstante, su "lenguaje
[...] bello y elocuente" (ib.), sus "declamaciones brillantes, rasgos enérgicos, y
bellísimas descripciones" (ib.: 69), así como su "espíritu fuerte y analítico, que
ha penetrado con profundo estudio el origen y progreso de sus más ligeras emo-
ciones, y pintádolas con distinción y sinceridad al punto que nacieron" (ib.:
68). La valoración positiva de la obra de Rousseau concierne, pues, en primer
lugar el artificio con el que el autor representa paisajes y sentimientos. De
modo complementario, Heredia reconoce el profundo impacto de ciertos pasa-
jes sobre el lector (sensible).
Como vimos antes, la concepción de la sociabilidad natural del hombre (en el sentido
genérico) deriva de la antropología dieciochesca (cf. p. 212). Nótese también la coin-
cidencia del carácter de Rousseau según Heredia con la caracterización del hombre
sombrío por el conde de la Cortina (supra, 3.).
258 Tilmann Altenberg
Como se ve, al igual que en el artículo dedicado a Byron, también aquí los
fundamentos subyacentes a la valoración crítica son los de la poética herediana,
a saber, la concepción mimética de la poesía y la sensibilidad humana como
paradigma antropológico y categoría moral. Dado que para Heredia, en
Rousseau el sentimiento se eleva sobre la razón sustrayéndose por completo al
control de ella, es obvio que a pesar de la excitabilidad y el entusiasmo del gine-
brino, su "sensibilidad [...] seductora" (ib.: 64) no lo califica para la categoría
de hombre sensible. Antes bien, tanto el autor como su heroína Julia se caracteri-
zan, según el crítico, por una sensibilidad anormal que está en contra de la
naturaleza.
En síntesis, si bien Heredia reconoce el "gran genio" (ib.: 69) intelectual y
literario del ginebrino, le niega la virtud necesaria para acreditar los "grandes
principios" (ib.: 70) de los cuales hablan sus obras, porque "solamente la unión
del genio y de la virtud puede asegurar la convicción del universo" (ib.). El
motivo del malestar que el cubano siente ante la obra de Rousseau se reduce,
pues, en el fondo a que en ella la sensibilidad se desliga de la virtud, convirtién-
dose en una cualidad tanto más subversiva, capaz de seducir a los lectores sensi-
bles, que confían en la integridad moral del escritor. Detrás de esta postura se
trasluce la idea del status privilegiado del poeta y su responsabilidad pública,
dejando constancia, una vez más, del sustrato neoclásico de la poética heredia-
na y de la reorientación del poeta hacia un mayor énfasis en la razón, a partir
de 1826.
A pesar de ciertos paralelismos entre Rousseau, tal como lo presenta
Heredia, y la autorrepresentación del cubano —a saber: el amor de la soledad, el
entusiasmo extremo, la ocasional misantropía y desesperación, la contempla-
ción o elevación ante la belleza o sublimidad naturales—, a diferencia del gine-
brino, el ímpetu antisocial de algunas poesías del cubano es tan solo momentá-
neo y en ningún momento se convierte en una actitud atribuible al autor
concreto de forma permanente. Además, mientras según Heredia la sensibilidad
desbordante conduce a Rousseau en el transcurso de su vida "del sofisma a la
duda, de la duda a la desesperación y de ésta a una desolación profunda, irre-
mediable" (ib.: 64), el cubano se distancia 'a tiempo', tanto en sus poesías
como en las cartas, de los sentimientos violentos que caracterizan gran parte de
las poesías de su segunda etapa productora. Como vimos, según la versión
poética de la vida del cubano, es la actitud melancólica la que evita que la
desesperación del hablante lírico, referenciable en la poética herediana con el
propio poeta, desemboque en aquella "desolación" atribuida a Rousseau. Es
muy probable que la urgencia con la que Heredia advierte en su juicio crítico el
peligro que implica fiarse demasiado del corazón se deba también a una visión
crítica del propio pasado.
6. La melancolía herediana en su contexto 259
Andrés Bello, en su "Juicio sobre las poesías de José María Heredia", protesta contra
esta afirmación del cubano dando expresión a su convicción de que como poeta
verdadero Heredia no cumplirá ese anuncio: "En cuanto a la resolución manifestada
en una nota a Los placeres de la melancolía de no hacer más versos, y ni aun corregir los
ya hechos, protestaríamos altamente contra este suicidio poético, si creyésemos que el
señor Heredia fuese capaz de llevarlo a cabo. Pero las musas no se dejan desalojar tan
fácilmente del corazón que una vez cautivaron, y que la naturaleza formó para sentir
y expresar sus gracias" (Bello 1956: 244).
6. La melancolía herediana en su contexto 261
No hay que confundir esta actitud con el desdén retórico con el cual el hablante lírico
se distancia en algunas de las composiciones más tempranas de la gloria (cf. p. ej.
"Mis deseos", OP: 279s.). Mientras allí Heredia rima bajo el influjo de la anacreóntica
de Cienfuegos, aquí el desengaño se fundamenta en toda una biografía (poética).
En al menos dos ocasiones más, Heredia se refiere a una etapa de su vida como novela.
Por primera vez, en la carta a su tío Ignacio (Manchester, 17 de junio de 1824),
comúnmente referida como "Carta del Niágara", publicada originalmente en La Moda
0 Recreo semanal del Bello Sexo (febrero de 1830) (cf. Heredia 1980: 55, n. 12; cf.
también el anuncio de esta y otras cartas por Domingo del Monte, en el mismo
262 Tilmann Altenberg
periódico, noviembre de 1829, p. 20); luego en una carta dirigida a Silvestre Alfonso
(México, 20 de mayo de 1827), citada antes a propósito del análisis de "Placeres" (cf.
n. 158). Las tres referencias tienen en común que en ellas novela denota el carácter
quimérico del período de la vida caracterizado. Sería interesante relacionar estos
pasajes con la teoría del género novelístico desarrollada por Heredia en una serie de
tres ensayos publicados en Miscelánea, en marzo, abril y mayo de 1832 y reproducidos
de forma íntegra en Heredia (1980: 81-92).
6. La melancolía herediana en su contexto 263
Es interesante notar que solo posteriormente a 1825 Heredia parece tener la distancia
necesaria para insertar en el poema esta reflexión. Mientras en la versión de P25
predomina la autocompasión desesperada, en P32 se revela una actitud más equilibra-
da por parte del hablante lírico. Esta observación confirma el lugar sistemático de
"Placeres" como punto que marca tanto una reorientación de la producción poética
de Heredia como la toma de conciencia de las posibilidades que le ofrece el concepto
de la melancolía.
264 Tilmann Altenberg
7
Vimos anteriormente que Heredia entró en contacto con los escritos de Montesquieu
a la edad de once años (cf. p. 171).
8
Como observa Mercier (1953), aunque Montesquieu no contribuya a la teoría de los
climas con ideas originales, el francés "a pris une vue d'ensemble qui lui a permis de
ramener à l'unité d'un système ces éléments disparates" de las teorías de sus antece-
sores (173). Además, a diferencia de éstos, Montesquieu "laisse de côté la théorie
abstraite et se tourne vers le fait concret", apoyándose en la experiencia como única
fuente del conocimiento (174).
9
Como exponente hispanoamericano del debate en torno a la influencia del clima cabe
mencionar una memoria del novogranadino Francisco José de Caldas, que bajo el títu-
lo "Del influjo del clima sobre los seres organizados" se publicó en el Semanario del
Nuevo Reino de Granada (Santa Fe de Bogotá) entre mayo y julio de 1808 (cf. Caldas
1966: 75, n. 1). Dada su índole descriptiva y fijación casi exclusiva en aspectos mor-
fológicos de plantas, animales y seres humanos, en el contexto del presente estudio
esa memoria es de interés meramente anecdótico.
266 Tilmann Altenberg
bien al espíritu 360 . A modo de conclusión sobre los efectos inmediatos del clima
caliente, Montesquieu señala que mientras, por un lado, los pueblos de los
países calientes se caracterizan por cierta falta de vigor que les hace tímidos, por
otro, la naturaleza "leur a donné aussi une imagination si vive que t o u t les
frappe à l'excès" (ib.: 249). La flaqueza física y la imaginación y sensibilidad
excesivas aparecen, pues, como dos efectos de una misma causa.
Si comprendemos el sol en la poesía herediana como metonimia del clima
caliente, saltan a la vista los paralelos entre el poeta cubano y el filósofo francés.
Todo parece indicar que la teoría de los climas, probablemente en la formula-
ción de Montesquieu, le sirviera a Heredia como pauta para la explicación tanto
de su ardor anímico, en primer lugar en asuntos amorosos, como de su abati-
miento espiritual. Con ello, el francés contribuye indirectamente a la formación
de una identidad conscientemente americana por parte del poeta cubano. En
síntesis, llegamos a la siguiente visión de la autoimagen que Heredia pretende
proyectar. Como hombre nativo de un país extremadamente caliente, o sea, hijo
del sol americano, Heredia se ha criado bajo el influjo del ardor de ese astro. La
consiguiente sensibilidad le hace llevar todos los sentimientos al extremo y
poner el amor en el centro de la búsqueda de la felicidad. El calor excesivo ter-
mina por privarle de toda fuerza espiritual.
En lo que concierne a la forma de controlar los efectos maléficos del clima
caliente sobre los hombres, en la lógica del tratado de Montesquieu solo un
"législateur sage" (1973: 249) puede instaurar el dominio de la razón 3S1 . Para
Heredia, es la melancolía el refugio del sujeto afligido. Con esta solución el
cubano se aleja menos del francés de lo que pueda parecer, porque al fin y al
cabo también el consuelo melancólico se revela como 'legislador sabio' que
acaba por devolverle al hablante lírico el equilibrio anímico necesario para el
ejercicio debido de la razón. A pesar de que ni Montesquieu ni Heredia vincu-
len el clima / sol directamente con la melancolía, en la poesía del cubano la
causa última de ella es, según acabamos de ver, el clima del trópico, cuyo calor
se concreta en el ardor del sol.
A primera vista parece haber algunos puntos de contacto entre la melancolía
en la poesía herediana y la clásica concepción humoral del fenómeno, en parti-
cular en su versión más influyente, del fragmento X X X , 1 de los Problemata
Physica pseudo-aristotélicos (cf. Aristóteles 1962, y supra, n. 32). Sin embargo,
aunque también en Heredia el entusiasmo del hablante se vincule indirecta-
"La chaleur du climat peut être si excessive que le corps y sera absolument sans force.
Pour lors l'abattement passera à l'esprit même" (Montesquieu 1973: 248).
Como señala Mercier (1953), aunque en algunos pasajes de los escritos del francés
pueda parecer que el dominio de las causas físicas sobre el carácter de los hombres sea
absoluto, "[e]n réalité, [Montesquieu] a toujours cru à l'action simultanée des causes
physiques et morales" (35).
6. La melancolía herediana en su contexto 267
mente con la melancolía, ése no aparece como efecto de humor alguno, sino
que antecede a la melancolía formando parte de la cadena causal que conduce a
ella. En lo que concierne al vínculo entre la melancolía y una disposición privi-
legiada para logros excepcionales en el ámbito intelectual —rescatado en el
Renacimiento por Ficino en su concepción del genio melancólico (cf. Schings
1977: 259)—, en Heredia la melancolía, a pesar de que en cierto momento se
invoca como musa, no aparece como condición general de la actividad poética
ni acredita la superioridad del poeta.
Por otra parte, el cubano no solo revela su independencia de la teoría humo-
ral, sino que por lo que respecta al nexo entre el genio y la melancolía tampoco
adopta la correspondiente teoría del último tercio del siglo xvín, en cuyo con-
texto el vínculo del genio con la melancolía se libra de su trasfondo humoral /
temperamental para fundamentarse ahora en la idea de la complementariedad
del entusiasmo del genio y una melancolía sublime, la cual puede incluso apare-
cer como condición del genio (cf. ib.: 261ss.). Aunque Heredia reclame para sí
un entusiasmo inspirado y se coloque entre los genios poéticos, en su poesía la
melancolía no es el nexo conceptual que vincula ambos términos.
6.2. El paisaje
Con esta interpretación me aparto hasta cierto punto de la lectura del efecto inme-
diato del paisaje melancólico como representación reducida de la cadena causal
paisaje-reflexión-melancolfa propuesta anteriormente (cf. p. 149). Si bien ambas
formas de comprender el fenómeno me parecen sostenibles, la lectura que acabo de
proponer pone mayor énfasis en la sensibilidad como paradigma central de la poesía
herediana. Sin embargo, cabe tener en cuenta que el hablante lírico no reclama prácti-
camente para sí la causalidad inmediata (cf. infra).
En P32 se omite la referencia a "la luz melancólica y sublime / de la callada luna" (vv.
23s.). Es probable que en el momento de volver a tocar el poema Heredia hallara
impropio este sintagma, posiblemente a consecuencia de un cambio de su concepto
de lo sublime natural hacia una mayor exclusividad, tal como se manifiesta, por ejem-
plo, en "Niágara". Esta hipótesis es corroborada por el hecho de que también en
"Placeres" Heredia excluye en la versión de P32 el "Genio de libertad" que causa
"sublime gozo" de los fenómenos melancólicos presentados en el poema (cf. supra).
Más adelante veremos que también en la meditación ante las ruinas coexisten ambos
efectos, la elevación sublime y el sentimiento melancólico.
6. La melancolía herediana en su contexto 269
No cabe duda de que también Milton ("Il Penseroso") es para el Setecientos una
fuente central para la representación poética del hombre melancólico y de los placeres
relacionados con el fenómeno, como testimonia por ejemplo el poema "The pleasures
of Melancholy" (1745), de Thomas Warton, con el cual "Placeres" no comparte, sin
embargo, más que el titulo (cf. Mohr 1990: 164).
Cf. Lyons (1971: 44ss.) para una consideración más detallada de la "melancholy
imagery" del Renacimiento y Barroco europeos, en particular en Inglaterra.
270 Tilmann Altenberg
En "Ausencia y recuerdos" son las "palmas" (P32, v. 54) las que relacionan el
refugio melancólico con la patria de Heredia; en "El desamor", el "pomposo
naranjo, el mango erguido" (P32, v. 21). En "Las sombras", por otra parte, la
"dulce y feliz melancolía" (OP, v. 128) se da en el Chapultepec, en México.
7
Carnero (1983) afirma que "[e]l sentimiento de la Naturaleza es uno de los rasgos
más característicos de ese siglo xvni emocional" (83).
8
Como vimos, el concepto de una melancolía sublime como experiencia ante un esce-
nario natural de tipo osiánico, tal como lo concibe por ejemplo William Duff alrede-
dor de 1770 (cf. Schings 1977: 263), es atfpica de la poesfa herediana, en la cual la
sublimidad y la melancolía se relacionan por lo general con tipos de paisaje que, a
pesar de ciertas coincidencias, se distinguen claramente en lo que concierne su
respectiva índole general.
6. La melancolía herediana en su contexto 271
Anteriormente se señaló el parentesco de las meditaciones del hablante lírico ante las
ruinas con las reflexiones de Les Ruines, del conde de Volney (cf. n. 217). Es curioso
que ni Heredia ni Volneyjamás llegaran a ver las ruinas de Palmira (cf. Mortier 1974:
139). Parece que a ambos escritores les importaba evocar un escenario capaz de acre-
ditar ante los lectores las "utiles leçons" y "réflexions touchantes" (Les Ruines, cit.
según ib.: 137) de sus textos.
272 Tilmann Altenberg
Quedan todavía por revisar las dos concreciones de lo que llamamos el senti-
miento melancólico ante la imposibilidad de ver cumplidos los deseos. Primero,
desde el exilio, el hablante recuerda la dulzura de su patria perdida 371 . Es obvio
Bédarida (1939) coteja la versión castellana con su hipotexto señalando que el espíri-
tu "positif et croyant" (81) de Heredia tiende a convertir la tendencia polémica y
escéptica del poema italiano en planteamientos positivos. Esta observación no debe
sorprender, puesto que "Los sepulcros" se inscribe en la última fase de la producción
poética de Heredia, que se caracteriza, entre otras cosas, por cierta moderación y refe-
rencias cada vez más frecuentes al valor positivo de la religión.
Como hecho histórico, a principios del siglo xix la persecución o el exilio de escritores
6. La melancolía herediana en su contexto 273
por motivos políticos era un fenómeno común tanto en España, entre otros países
europeos, como en las colonias españolas de América. En España, algunos de los
poetas más apreciados en la época de Heredia habían sufrido esta suerte, entre ellos
Meléndez Valdés, Blanco White, Quintana, Lista, Martínez de la Rosa y el duque de
Rivas. Las fechas claves en este contexto son las restauraciones de 1814 y 1823,
respectivamente. En Hispanoamérica, por otra parte, las numerosas conspiraciones
contra el poder colonial en el transcurso de los movimientos que finalmente llevarían
a la Independencia ocasionaron una larga serie de destierros. Con respecto a Heredia,
vimos que desde sus días en La Habana trataba con exiliados hispanoamericanos y
dedicó varias poesías a amigos desterrados.
Todas las ediciones suponen erróneamente que Heredia compuso esta poesía en
1824. En el borrador consultado, sin embargo, el poeta pone al pie de la oda el año
de 1823 (Heredia 1823).
Recordemos que también en "Placeres" (I) el tedio se relaciona con el sol, cuyo efecto
dañino lo puede remediar tan solo la melancolía.
274 Tilmann Altenberg
Si bien alguna que otra coincidencia puntual con autores de la literatura roma-
na no debe sorprender en un poeta de una formación (neo)clásica como la de
Heredia, en este caso parece que estamos ante una adaptación consciente del
pasaje citado 374 . El cubano recoge la concepción ovidiana dándole a la musa
anónima del poeta romano el nombre de Melancolía. Es así cómo logra combinar
conceptualmente las cualidades positivas de la musa del exilio de Ovidio con la
idea de una melancolía consoladora, de general difusión en el contexto de la
Sensibilidad ilustrada del Setecientos. Con ello Heredia ofrece además una con-
creción del pasaje citado de las Tristia, dándole a la musa ovidiana el nombre
que, según él, le corresponde. Es importante ver que al igual que Melancolía en
"Placeres", la musa ovidiana no representa la inspiración poética y sus efectos
agradables en general, sino que se vincula explícitamente con una situación de
aflicción, aquí: los "tristia fata" (v. 112; cit. según Stroh 1 9 8 1 : 2645) del des-
tierro al Mar Negro.
En síntesis, la relación intertextual entre "Placeres" y el pasaje citado de las
Tristia sugiere que en los primeros momentos de su exilio Heredia pudo recono-
cer en los tristia fata de Ovidio su propia suerte. Es posible que la experiencia
del destierro, aunque no se evoque sino en un solo fragmento del poema, como
uno de los varios contextos que promueven la melancolía, fuera el impulso
principal para la composición de "Placeres"375.
En lo que concierne a la segunda forma del sentimiento melancólico en
juego, se vincula con la imposibilidad de hallar una mujer que corresponda el
amor apasionado del hablante lírico. Aunque el dolor amoroso sea la experien-
cia que con más frecuencia se articula en la poesía herediana entre 1819 y
1825, aproximadamente, vimos que solo en un número muy reducido de poe-
mas ese dolor se convierte en una dulce melancolía. Las características de la
mujer ideal en "Placeres", por otra parte, se nutren de la misma concepción
dieciochesca de la mujer como "l'être sensible par excellence" (Gusdorf 1976:
171) que la Melancolía personificada. En vista de los paralelismos entre la mujer
sensible y Melancolía cabe concluir que la entrega a la melancolía corresponde a
una sustitución funcional de un ideal inalcanzable, por una actitud que sin
depender de las peripecias de la suerte garantiza los mismos placeres. Con ello
se aclara que en la construcción herediana de una autobiografía poética cohe-
rente, la esperanza defraudada de hallar la felicidad máxima en el amor de una
mujer está en la raíz de la entrega a la melancolía. Si bien puede que la expe-
riencia del destierro agudizara en Heredia la conciencia de haber llegado a un
momento crítico en su vida e impulsara, por lo tanto, la composición de "Place-
res" a partir de una identificación con la suerte de Ovidio, en la obra poética la
actitud melancólica reclamada se concreta en primer lugar en el abandono del
entusiasmo amoroso extremo. La colocación de "Placeres" al final del primer
t o m o de P32, en el cual se recogen las poesías amatorias, corrobora este nexo
entre la melancolía y el ardor amoroso.
La exaltación y el dolor amorosos figuran, sin duda, entre los temas más
frecuentes de la poesía de Occidente. También para los poetas de la Sensibili-
dad ilustrada de la España de alrededor de 1800, cuya influencia en Heredia ha
sido observada por prácticamente todos los investigadores de la obra del cubano
(cf. supra), las penas del amor constituyen un tema predilecto. Sin embargo, la
poesía amorosa de Heredia se distingue de la de los poetas españoles por la
extrema violencia de los sentimientos del hablante lírico dentro de un marco
decididamente autobiográfico, en el cual hasta el final de la segunda etapa de su
producción versificatoria el amor parece formar el centro del universo poético.
Si tuviéramos que reducir los antecedentes poéticos inmediatos de la melan-
colía de amor a un solo autor, sería Manuel José Quintana el poeta cuyas poesí-
as de fines del siglo x v m muestran más paralelismos con este aspecto de la obra
de Heredia 376 . En "A Fileno, consolándole en una ausencia" (1798) se revela de
manera particularmente clara la afinidad entre ambos autores. Mientras para
Meléndez Valdés, por ejemplo, la "obscura / melancolía" ("A Jovino. El melan-
cólico", vv. 125s., ed. 1821), aunque se relacione también con un escenario
Para Bush (1996), en cambio, tanto Quintana como Heredia derivan su melancolía
de Meléndez, solo que "Heredia surpasses Quintana as a reader of the melancholy of
Meléndez" (392).
276 Tilmann Altenberg
nocturno, no ofrece consuelo alguno al afligido, sino que alza su "hórrido tro-
no" (v. 125) en el "tierno pecho" (v. 124) del melancólicojunto a:
377
Como señala Polt (1995a), el "melancólico" en este poema "en vez de rebelarse defi-
nitivamente, como el personaje de Rivas o el Espronceda de El diablo mundo, desea
volver a «domeñar [...] la rebelde razón», y «su corazón por la virtud suspira»" (762).
Con ello queda claro que también aquí, al fin y al cabo, "el pathos en Meléndez, a
diferencia del pathos irracional de los románticos, sigue controlado por la razón" (ib.).
378
Cf. en este sentido también "A Gélida" (1795).
379
Hay una clara afinidad entre el concepto herediano de la melancolía y el artículo
correspondiente a la segunda entrada de "Mélancolie" en la Encyclopédie, redactado
por Diderot (cf. Schings 1977: 7). Cito el pasaje más pertinente:
MÉLANCOLIE, s. f. C'est le sentiment habituel de notre imperfection. Elle est
opposée à la gaité qui naît du contentement de nous-mêmes: elle est le plus
souvent l'effet de la foiblesse de l'ame & des organes: elle l'est aussi des idées
d'une certaine perfection, qu'on ne trouve ni en soi, ni dans les autres, ni
dans les objets de ses plaisirs, ni dans la nature: elle se plaît dans la médita-
tion qui exerce assez les facultés de l'ame pour lui donner un sentiment doux
de son existence, & qui en même temps la dérobe au trouble des passions, aux
6. La melancolía herediana en su contexto 277
7. Conclusión
sigue la etapa más fructífera, que comprende los años 1820 a 1825. En la últi-
ma etapa, a partir de 1826, la producción poética no solo disminuye en núme-
ro, sino que muestra además una actitud cada vez menos entusiasta que en los
años anteriores.
La reconstrucción de los fundamentos de la poética herediana y de la ima-
gen que el cubano pretende transmitir de sí mismo reveló que a partir de 1820
se va perfilando una conciencia poetológica cuyas bases permanecen invariables
a lo largo del desarrollo posterior de la poesía herediana. Tanto en sus poesías
como en sus cartas íntimas el cubano se presenta como hombre-poeta sensible,
conforme al concepto dieciochesco de la sensibilidad, cuya vigencia trasciende
el ámbito de la literatura. Heredia conoce ese ideal y la manera correspondiente
de poetizar a través de sus lecturas de autores europeos de la segunda mitad del
siglo xvni y principios del xix, en especial de las literaturas española, francesa,
inglesa e italiana. No solo en sus poesías el cubano se adscribe a sí mismo (por
medio del hablante lírico) de manera explícita las características principales del
hombre sensible —las facultades de conmoverse y conmover, así como la
sociabilidad—, sino que éstas se concretan además en la representación auto-
mimética de sentimientos extremos que deben tanto conmover como revelar la
conmoción del poeta. Para ello no importa, en principio, en qué objeto se
encienda su sensibilidad.
No obstante ese énfasis en los sentimientos, Heredia no despide la razón ni
deja el terreno de una poética mimética. Antes bien, opera dentro de un equili-
brio, por precario que sea en ocasiones, de las dos coordenadas antropológicas
básicas del Setecientos, el sentimiento y la razón, cuya complementariedad es el
fundamento de lo que he venido llamando Sensibilidad ilustrada. Si bien el
cubano se sitúa a sí mismo dentro de la comunidad de los hombres sensibles,
señala también que se distingue de ellos tanto por la extremidad de sus senti-
mientos como por su genio poético, o sea, su disposición privilegiada a descu-
brir en los fenómenos del mundo el espíritu universal de la Poesía y dejarse
inspirar por él. Según Heredia, la tarea del poeta consiste en utilizar su imagi-
nación no solo para conmover a los lectores (poeta sensible), sino también para
hacer generalmente accesible su visión privilegiada de las cosas objetivándola en
la poesía (poeta vates). Ambas concepciones se coordinan a menudo entre sí.
La autoproyección como hombre-poeta sensible se basa esencialmente en la
construcción autobiográfica de la poesía herediana, con un hablante supuesta-
mente referenciable, y la insistencia por parte del cubano en la autenticidad
expresiva de sus poesías. Sin embargo, tal como la autoimagen herediana con su
abundancia de hondos sentimientos debe comprenderse como resultado de una
imitación universal, o sea, idealizadora, a base del modelo del hombre sensible, el
hecho de que Heredia corregía por lo general sus poesías, en muchos casos
varias veces, aclara que también la reclamada espontaneidad creadora es una
7. Conclusión 281
ción sombría, por otro, coincide con el de Heredia. Lo que el Conde comprende
por sombrío, por otra parte, se acerca a una melancolía funesta como la del
"melancólico" de Meléndez Valdés, cuya aflicción le hace buscar una soledad
que no le puede ofrecer consuelo alguno. Al igual que la condición sombría en
el "Nuevo ensayo", esa melancolía tiene una connotación misantrópica que
contrasta con la dulzura del sentimiento melancólico en la poesía herediana.
Aunque la desesperación que bordea en ocasiones el taedium vitae no sea aje-
na al hablante lírico en la poesía herediana de la segunda etapa, desde el punto
de vista de la obra poética en su totalidad esa desesperación en ningún momen-
to termina por imponerse como definitiva. Antes bien —así la propuesta para
una lectura plausible de la función global de la melancolía en la poesía heredia-
na—, cuando la desesperación corre peligro de amenazar permanentemente el
equilibrio anímico del hablante lírico, alias hombre-poeta sensible, Heredia le
hace asumir una actitud melancólica. Desde el punto de vista ideológico, la
melancolía en la poesía herediana representa, pues, un elemento afirmativo que
al fin y al cabo reintegra al hablante en la comunidad de los hombres sensibles
encauzando el ímpetu potencialmente corruptor de su desesperación en un
sentimiento socialmente inofensivo.
Con ello queda claro que, no obstante las penas de su vida errante, formula-
das tanto en las poesías como en las cartas familiares, Heredia no se considera a
sí mismo como poète maudit desterrado de la comunidad de los hombres en
general. Al contrario, mientras entre 1820 y 1825 el cubano lleva la concepción
del poeta sensible a extremos hasta entonces desconocidos en la poesía hispano-
americana, dando testimonio de un equilibrio precario dentro del cual caben,
entre otras cosas, una actitud en ocasiones insocial y el culto enfático a la amis-
tad, la relativa moderación que se hace sentir en la producción poética de
Heredia a partir de 1826, aproximadamente —concebida poéticamente en tér-
minos de una entrega definitiva a la melancolía—, debe comprenderse como
reorientación de la actividad poética hacia un equilibrio más estable entre senti-
miento y razón, como corresponde a un hombre sensible.
A modo de contraste, compárese la melancolía herediana —que no concep-
tualiza la desdicha, sino el consuelo del desdichado— con la construcción de un
hablante profundamente desconsolado en términos de una melancolía tenebro-
sa en el famoso soneto "El Desdichado" (1853), de Gérard de Nerval, "le repré-
sentant par excellence de la veine mélancolique" en la literatura francesa
moderna (Béarez Caravaggi 1991: 257):
7. Conclusión 283
El Desdichado
Je suis le Ténébreux, — le Veuf, — l'Inconsolé,
Le Prince d'Aquitaine à la Tour abolie:
Ma seule Étoile est morte, — et mon luth constellé
Porte le Soleil noir de la Mélancolie.
Dans la nuit du Tombeau, Toi que m'as consolé,
Rends-moi le Pausilippe et la mer d'Italie,
La fleur que plaisait tant à mon cœur désolé,
Et la treille où le Pampre à la Rose s'allie.
Suis-je Amour ou Phœbus?... Lusignan ou Biron?
Mon front est rouge encor du baiser de la Reine;
J'ai rêvé dans la Grotte où nage la Syrène...
Etj'ai deux fois vainqueur traversé l'Achéron:
Modulant tour à tour sur la lyre d'Orphée
Les soupirs de la Sainte et les cris de la Fée.
(Nerval 1966: 3)
El desdichado
Yo soy el tenebroso —el viudo— el sin consuelo,
Príncipe de Aquitania —de la torre abolida,
Murió mi sola estrella —mi laúd constelado
Ostenta el negro Sol de la Melancolía.
Tú que me has consolado de la tumba y su noche
El Pausflipo dame, la mar de Italia vuélveme,
La flor que amaba tanto mi desolado espíritu,
La parra donde el pámpano a la rosa se alia.
¿Soy el Amor o Febo? ¿Lusignan [sic] o Birón?;
Roja mi frente está del beso de la reina;
Soñé en la gruta donde nadaba la sirena,
Traspasé el Aqueronte, vencedor por dos veces,
Y la lira de Orfeo he pulsado alternando
Suspiros de la santa con los gritos del hada.
(Paz 1974: 18)
ca' 3B0 , deberían revisarse a favor de una lectura de la obra de Heredia a partir de
la continuidad de la poética subyacente y el ideal dieciochesco del hombre sensi-
ble en el que se orientan, sin duda, la autopercepción y autorrepresentación del
cubano 381 .
Mientras la historiografía de la literatura hispánica no abandone de forma
consecuente la idea de una dicotomía entre razón y sentimiento en el pensa-
miento de fines del siglo x v n i y principios del xix, para reconocer su comple-
mentariedad, difícilmente llegará a una comprensión adecuada de las caracterís-
ticas específicas de los autores de la Sensibilidad ilustrada —tantas veces consi-
derados como meramente 'transitorios'—, entre los que figura José María
Heredia.
380
Cf. en ese sentido, por ejemplo, los estudios monográficos de González (1955) y Díaz
(1973), o la introducción de Vitier (1962) a su antología Los poetas románticos cubanos.
381
Aunque sea posible señalar en la poesía herediana algunos atisbos que a posteriori
parecen anunciar el Romanticismo, estas coincidencias puntuales no conciernen a los
fundamentos poetológicos del cubano, que remiten claramente a la antropología y
estética de una Sensibilidad ilustrada, de origen dieciochesco. De ahí que ni el entu-
siasmo ni la melancolía del hablante lírico herediano deban comprenderse como seña-
les de una supuesta filiación romántica del cubano. El descaminado concepto del 'Pre-
rromanticismo' mucho ha contribuido a perpetuar este malentendido.
8. Bibliografía 2S5
8. Bibliografía
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HLH: Houghton Library, Harvard University (Cambridge, MA, EE. UU.) [Todas las
referencias y citas "by permission of the Houghton Library, Harvard University"].
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IRSP: Institut fur Romanistik, Spanisch-portugiesische Abteilung, Universitat Hamburg
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Otros textos*
En esta sección se incluyen no solo los textos literarios citados en el estudio, sino tam-
bién aquellos artículos, cartas yjuicios críticos de la época de Heredia que se sitúan
en el plano del objeto de investigación.
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Para facilitar el manejo de la bibliografía y evitar entradas dobles, en esta sección figu-
ran también aquellos diccionarios y obras de consulta que en algún momento se sitú-
an en el plano del objeto de investigación.
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índice de los poemas heredianos citados o mencionados 313
c En ¡a representación de la tragedia
Doña Inés de Castro 236
Calma en e! mar 92 En mi cumpleaños 50, 56, 115,
Canción hecha con motivo de la 122 125, 141, 145, 146, 147, 153,
abolición del comercio de negros 154, 161, 263, 264
190 España libre 129, 177, 178, 190, 246
Carta a Manuel B. 190, 217
Catón 130
Cristóbal Colón 193
F
Fábulas (trad, de Florián) 92, 174,
175, 176, 181, 185
D
Fragmentos descriptivos de un poema
Descripción de la fiesta que se hizo a mexicano 14, 154, 155, 193, 222,
bordo de la fragata angloamericana 236, 237, 238
'Isabela' al pasar el trópico de cáncer (v. también En el teocali i de Choiula)
el día 18 de diciembre de 1817 189
Desengaños 192, 197, 261
H
Himno al sol 50, 128,245, 260
Himno de guerra 192, 264
El amor 187 Himno del desterrado 50, 9 1 ,
El arca iris 97 1 2 8 - 1 3 1 , 148, 154, 192, 260
El consuelo 108, 1 2 1 - 1 2 2 , 127, 149, Himno en honor del general Victoria
152 192
El dos de mayo 190 Himno patriótico 190
El desamor 110, 114 117, 118, 120, Himno patriótico al restablecimiento
127, 134, 142, 146, 149, 152, 247, de la Constitución 177
264, 268, 270 Himno patriótico en la publicación del
El mérito de las mujeres 100-109,. indulto real en Caracas el 13 de
146, 152,. 221,. 250 septiembre de 1817 190
El once de mayo 128, 192
El rizo del pelo 92
El ruego 92
i
En alabanza del Sr. Juan López Inmortalidad 137 139, 140, 149, 152
Extremera en el papel de Haradín
Barbarroja 183, 184, 219
En celebración de las victorias
conseguidas en Nueva España bajo
La avaricia 193
el gobierno del Excmo. Sr. Conde
La desconfianza 185
del Venadito 190
La envidia 193, 229
En el día de mi cumpleaños 122
La estrella de Cuba 128, 192
(v. también En mi cumpleaños)
La estrella de la tarde 140
Enelteocalli deCholula 14, 110, 139,
(v. también A la estrella de Venus)
154 156, 158, 164, 165, 193, 194,
La lágrima de piedad 97
195, 222, 236
La paloma y la manca 92
(v. también Fragmentos descriptivos
La prenda de fidelidad 1 5 8 - 1 6 0
de un poema mexicano)
La visión 7 1 , 109, 111, 191, 194
En la apertura del Instituto Mejicano
(v. también Las sombras)
192
La visión (trad, de Byron) 256
En la muerte de Riego 128
Indice de ios poemas heredianos citados o mencionados 315
N u
Últimos versos 195
Napoleón 229
Niágara 154, 156-158, 165, 194, 205,
222, 241-245, 268 V
Vanidad de las riquezas 193
O Versos escritos al pasar el golfo de
Ambrada (trad, de Byron) 256
Oda 192
Versos escritos después de haber visto
Oda |a D. A. Z.] 217
los panoramas de Atenas y Palmira
Oda a la insurrección de la Grecia en
165 (v. también Atenas y Palmira)
1820 (v. A la insurreción de la
Versos escritos en el Album de una
Grecia en 1820)
señorita (trad, de Byron) 256
Oda a ios habitantes de Anáhuac 191
Versos escritos en una tempestad
Oda sobre la pacificación de Nueva
238-241, 242, 243
España, dirigida al coronel D. José
Vuelta al Sur 50, 128, 192, 260, 264
Barradas 190
«También él algunas veces es insoportable.»