Concepto Del Otro
Concepto Del Otro
Concepto Del Otro
En primer término, ¿se trata de la realidad de los objetos? ¿Quién suele hablar para nosotros en la
realidad? ¿La realidad es precisamente cuando alguien nos habla? El interés de las observaciones
que hice la vez pasada sobre el otro y el Otro, el otro con minúscula y el Otro con mayúscula, era
hacerles notar que cuando el Otro con mayúscula habla, no es pura y simplemente la realidad ante
la cual están, a saber, el individuo que articula. El Otro está más allá de esa realidad.
En la verdadera palabra, el Otro, es aquello ante lo cual se hacen reconocer. Pero sólo pueden
hacerse reconocer por é! porque él está de antemano reconocido. Debe estar reconocido para que
puedan hacerse reconocer. Esta dimensión suplementaria, la reciprocidad, es necesaria para que
valga esa palabra cuyos ejemplos típicos di, Tú eres mi amo o Tú eres mi mujer, o también la
palabra mentirosa, que siendo lo contrario, supone de igual modo el reconocimiento de un Otro
absoluto, al que se apunta más allá de todo lo que pueden conocer, y para quien el
reconocimiento sólo tiene valor precisamente porque está más allá de lo conocido. Ustedes lo
instituyen en el reconocimiento, no como un puro y simple elemento de la realidad, un peón, una
marioneta, sino un absoluto irreductible, de cuya existencia como sujeto depende el valor mismo
de la palabra en la que se hacen reconocer. Algo nace ahí.
Esta problemática se inserta entre la imagen del yo y esa imagen sobrelevada, encumbrada con
respecto a la primera, la del Otro con mayúscula, la imago paterna, en tanto instaura la doble
perspectiva, dentro del sujeto, del yo y del ideal del yo, para no hablar en esta ocasión del superó.
Tenemos la impresión de que en tanto no adquirió, o bien perdió a ese Otro, que se encuentra con
un otro puramente imaginario, el otro disminuido y caído con quien sólo son posibles relaciones
de frustración: este otro lo niega, literalmente lo mata. Este otro es lo más radical que puede
haber en la alienación imaginaria.
Me pregunto qué quiere decir eso, que el otro no existe. Me pregunto si esta fórmula conlleva
siquiera un valor de aproximación, por reducido que sea. ¿De qué se trata? ¿De una vivencia, de
un sentimiento irreductible? Tomemos nuestro caso Schreber, para quien toda la humanidad pasó
un tiempo en estado de sombras hechas a la ligera; pues bien, hay claramente un otro para el, un
otro singularmente acentuado, un Otro absoluto, un Otro totalmente radical, un Otro que no es ni
un lugar, ni un esquema, un Otro de quien afirma que es un ser viviente a su manera y que cuando
se ve amenazado es capaz de egoísmo como los otros vivientes. Dios, cuando se ve amenazado en
su independencia por ese desorden del que es el primer responsable, manifiesta reacciónes
espasmódicas de defensa. No obstante, la alteridad que conserva es tal que permanece ajeno a las
cosas vivientes, y sobre todo desprovisto de toda comprensión respecto a las necesidades vitales
de nuestro Schreber.
Que hay para Schreber un otro que es uno, ya lo indica el inicio singularmente picante,
humorístico, de uno de los capítulos de sus Memorias, donde dice que en modo alguno es él un
paranoico. El paranoico es alguien que relacióna todo consigo mismo, es alguien cuyo
egocentrismo es invasor —leyó a Kraepelin— pero yo, dice, soy completamente diferente, es el
Otro quien relacióna todo conmigo. Hay un Otro, y esto es decisivo, estructurativo.
Entonces, antes de hablar del otro como algo que se coloca o no a cierta distancia, que somos o no
capaces de abrazar, de estrechar, incluso de consumir en dosis más o menos rápidas, se trataría de
saber si la fenomenología misma de la forma en que las cosas se presentan en nuestra experiencia
no obliga a un abordaje diferente y, precisamente, el que adopto cuando digo—antes de ver como
va a ser más o menos realizado—que el Otro debe ser considerado primero como un lugar, el lugar
donde se constituye la palabra.
Seminario 4.
Clase 1
Finalizados estos años de crítica, aquí estamos, armados por lo tanto de cierto número de
términos y de esquemas. La espacialidad de estos últimos no debe tomarse en el sentido intuitivo
del término de esquema, sino en otro sentido, perfectamente legítimo, que es topológico —no se
trata de localizaciones, sino de relaciones de lugar, por ejemplo interposición o sucesión,
secuencia. Nuestra elaboración culmina en un esquema que podemos llamar el esquema y que es
el siguiente:
Esquema L
Este esquema inscribe en primer lugar la relación del sujeto con el Otro. Tal como esta constituida
al inicio del análisis, es la relación de palabra virtual por la que el sujeto recibe del Otro su propio
mensaje, bajo la forma de una palabra inconsciente. Este mensaje le está prohibido, es objeto por
su parte de un profundo desconocimiento, esta deformado, detenido, capturado, por la
interposición de la relación imaginaria entre a y a', entre el yo y el otro, que es su objeto típico. La
relación imaginaria, que es una relación esencialmente alienada, interrumpe, aminora, inhibe,
invierte las más de las veces, desconoce profundamente la relación de palabra entre el sujeto y el
Otro, el gran Otro, como otro sujeto, un sujeto por excelencia capaz de engañar.
La línea a-a' se refiere a la relación imaginaria, que relacióna al sujeto, más o menos discordante,
descompuesto, a merced de la fragmentación, con esa imagen unificadora, narcisista, que es la del
otro con minúscula. En la línea S-A , que no es tal línea, sino que conviene establecerla, se produce
la relación del sujeto con el Otro. El Otro no es tan sólo el Otro que no está presente, sino,
literalmente, el lugar de la palabra. Ahí está, ya estructurado en la relación hablante, ese más allá,
ese Otro con mayúscula más allá del otro que uno aprehende imaginariamente, el Otro supuesto
que es propiamente el sujeto, el sujeto en quien la palabra de uno se constituye, pues no sólo
puede acogerla, percibirla, sino también responder. En esta línea se establece todo lo que
corresponde a la transferencia, y lo imaginario juega precisamente un papel de filtro, incluso de
obstáculo. Desde luego, en cada neurosis, el sujeto ya tiene, por así decirlo, su propio reglaje. Su
reglaje con respecto a la imagen le sirve en efecto al mismo tiempo para oír y para no oír lo que
hay que oír en el lugar de la palabra.
Seminario 5
En el tercer año de mi seminario hablamos de la psicosis en tanto que ella está fundada sobre una
carencia significante primordial, y mostramos lo que sobreviene como subducción de lo real
cuando, acarreado por la invocación vital, éste viene a tomar su lugar en esta carencia del
significante de la que se hablaba anoche bajo el término de Verwerfung, y que, convengo en ello,
no es algo que no presente algunas dificultades. Es por eso que tendremos que volver a ello este
año, pero pienso que lo que ustedes han comprendido en ese seminario sobre la psicosis, es que,
si no es su último resorte, al menos es el mecanismo esencial de esta reducción del Otro, del gran
Otro, del Otro como sede de la palabra, al otro imaginario, esta suplencia de lo simbólico por lo
imaginario, e incluso cómo podemos concebir el efecto de total extrañeza de lo real que se
produce en los momentos de ruptura de ese diálogo del delirio, por el cual solamente el psicótico
puede sostener en sí mismo lo que llamaremos una cierta intransitividad del sujeto, cosa que, en
cuanto a nosotros, nos parece del todo natural; "pienso, luego soy", decimos intransitivamente.
Pero seguramente ésa es la dificultad para el psicótico, precisamente la medida de esta reducción
de la duplicidad del Otro, con la A mayúscula, y del otro, con la a minúscula, del Otro sede de la
palabra y garante de la verdad, y del otro dual que es aquél frente al cual se encuentra como
siendo su propia imagen. Esta desaparición de esa dualidad es precisamente lo que da al psicótico
tantas dificultades para mantenerse en un real humano, es decir en un real simbólico.
Entonces, ustedes Lo ven bien: éste es el discurso concreto del sujeto individual, de aquél que
habla y se hace escuchar. Es ese discurso que se puede grabar en un disco. El otro es lo que todo
eso incluye como posibilidad de descomposición, de reinterpretación, de resonancia, de efecto
metafórico y metonímico. Uno va en el sentido contrario del otro, por la simple razón, justamente,
de que deslizan uno sobre otro, pero uno recorta al otro, y ambos se recortan en dos puntos
perfectamente reconocibles. Si partimos del discurso, el primer punto en que el discurso
encuentra a la otra cadena que llamaremos la cadena propiamente significante, es, desde el punto
de vista del significante, lo que acabo de explicarles, a saber, el haz de los empleos, dicho de otro
modo: lo que llamaremos el código; y es muy necesario que el código este en alguna parte para
que allí pueda haber audición de ese discurso. Este código, este muy evidentemente en el gran A
que este ahí, es decir en el Otro en tanto que es el compañero de lenguaje Este Otro, es
absolutamente necesario otra cadena que llamaremos la cadena propiamente significante, es,
desde el punto de vista del significante, lo que acabo de explicarles, a saber, el haz de los empleos,
dicho de otro modo: lo que llamaremos el código; y es muy necesario que el código está‚ en
alguna parte para que allí pueda haber audición de ese discurso. Este código, está muy
evidentemente en el gran A que est ahí, es decir en el Otro en tanto que es el compañero de
lenguaje Este Otro, es absolutamente necesario que exista, y en esta ocasión les ruego que
observen que no hay absolutamente necesidad de llamarlo con ese nombre imbécil y delirante
que se llama la conciencia colectiva. Un Otro es un Otro, basta con uno sólo para que una lengua
está viva, basta incluso de tal modo con uno solo, que est Otro por sí sólo puede ser también el
primer tiempo. Que haya allí uno que quede y que pueda hablarse a sí mismo en su lengua, esto
basta para que allí lo haya, y no solamente un Otro, sino incluso dos otros, en todo caso uno que lo
comprenda. Uno puede continuar haciendo chistes en una Lengua, aún cuando uno es su único
poseedor.
He aquí pues, el encuentro primero, a nivelde lo que hemos llamado el código Y en el, otro, el
segundo encuentro que cierra el bucle que constituye, hablando propiamente , el sentirlo, que lo
constituye a partir del código que ha encontrado ante todo, es ese punto de conclusión. Ven
ustedes dos flechas que concluyen, y yo me dispensaré‚ hoy de decirles cual es la segunda flecha
que concluye aquí en este punto gamma; éste es el resultado de esta conjunción del discurso con
el significante como soporte creador del sentido, es el mensaje.
Aquí viene a manifestarse el sentido, la verdad que hay para anunciare si hay verdad, esta ahí, en
el mensaje. La mayor parte del tiempo ninguna verdad se anuncia, por la simple razón de que el
discurso no pasa en absoluto a través de la cadena significante, porque es el puro y simple
ronroneo de la repetición y del molino de palabras, y pasa en alguna parte en cortocircuito, por
aquí, entre b y b' entonces el discurso no dice absolutamente nada, salvo al señalarles que yo soy
un animal hablante. Es el discurso común de esas palabras para no decir nada, gracias a lo cual uno
se asegura de que no tiene que enfrentarse simplemente con lo que es; el natural del, hombre, a
saber, una bestia feroz.
Estos dos puntos, b y b', como mínimo de nudos en el cortocircuito del discurso, son muy
fácilmente reconocibles. Son, precisamente, por una parte el objeto, en el sentido del objeto
metonímico del que les he hablado el año pasado, y por otra parte el yo (je), en tanto que indica,
en el discurso mismo, el lugar de aquél que habla.
Observen bien que, en este esquema, ustedes pueden palpar de una manera sensible, a la vez lo
que liga y lo que distingue a :la verdad perfecta e inmediatamente accesible a la experiencia.
Lingüística, pero que la experiencia freudiana del análisis recorta de la distinción, al, menos de
principio, que hay entre ese yo (je), que no es otra cosa que el lugar de aquél que habla en la
cadena del discurso, que además no tiene incluso necesidad de ser designado por un yo (je), y por
otra parte el mensaje, es decir esta cosa que por lo menos necesita absolutamente del aparato de
este esquema para existir. Es totalmente imposible hacer salir un mensaje cualquiera ni una
palabra (parole) de un modo de alguna manera irradiante y concéntrico, de la existencia de un
sujeto cualquiera, si no existe toda esta complejidad No hay palabra posible por la buena razón de
que :la palabra supone necesariamente la existencia de una cadena significante, lo que es una cosa
cuya génesis está lejos de ser simple de obtener —nosotros pasamos un año para: Llegar a ello—,
y lo que supone la existencia de una red de los empleos, dicho de otro modo: del uso de una
lengua; lo que supone además todo ese mecanismo que hace que cualquier cosa que digan,
pensándola o no, sea lo que sea lo que formulen, una vez que han entrado en la rueda del molino
de palabras, vuestro discurso dice siempre m s de lo que dicen, y muy evidentemente fundándose,
por el sólo hecho de que es palabra (parole), sobre la existencia en alguna parte de ese término de
referencia que es el plano de la verdad; de la verdad, en tanto que distinta de la realidad, y algo
que hace entrar en juego el surgimiento posible de nuevos sentidos introducidos en el mundo,
cuya realidad introduce en él literalmente, no los sentidos que están allí sino los sentidos que ella
hace surgir en él.
Tienen ahí, irradiando por una parte del mensaje, por otra parte del yo (je), el sentido de esos
pequeños alerones que ven ahí; dos sentidos divergentes, uno que va del yo (je) hacia el Otro, y la
línea que va del yo (je), hacia el objeto metonímico, y hacia el Otro al que corresponde
simetricamente el mensaje por la vía del retorno del discurso, la dirección del mensaje hacia el
objeto metonímico, y hacia el Otro, todo esto provisoriamente —les ruego ponerlo de relieve.
Sobre el esquema ustedes verán que esto nos será de gran utilidad, lo que puede parecerles ir de
suyo la línea que va del yo (je) hacia el objeto metonímico y verán a que corresponden las otras
dos líneas, formidablemente apasionantes y plenas de interés, que van del mensaje hacia el
código, por una parte —pues precisamente esta línea de retorno existe: si ella no existiera no
habría, como el propio esquema se los indica, la menor esperanza de creación de sentido.
Seminario 6:
Seminario 8
Clase 12 (1 marzo)
Seminario 9
Para conservar nuestro eje o, dicho de otro modo, para que mi explicación no les dé la ocasión de
un desvío, comenzaré recordando su relación con el sujeto. Sin embargo, lo que hoy tenemos que
poner de relieve es su relación con el gran Otro, el otro connotado por una A; como veremos,
resulta esencial comprender que es de ese Otro que toma su aislamiento, que, en la relación del
sujeto con el Otro, se constituye como resto. Por eso he reproducido este esquema, homólogo al
aparato de la división. El sujeto, bien arriba a la derecha, en la medida en que por nuestra
dialéctica parte de la función del significante, el sujeto S hipotético en el origen de esa dialéctica se
constituye en el lugar del otro como marcado por el significante; es el único sujeto al que tiene
acceso nuestra experiencia, e inversamente suspende toda la existencia del Otro de una garantía
que falta, el Otro tachado: A/.