El Espíritu de Amalec

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El espíritu de Amalec

Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim.

Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré
sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano.

E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a
la cumbre del collado.

Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; más cuando él bajaba
su mano, prevalecía Amalec.

Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él,
y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro;
así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol.

Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.


Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del
todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre
Jehová- nisi; y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová,
Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación. (Éxodo, 17:8-16)
Para empezar, diremos que Amalec, era nieto de Esaú, (Génesis, 36:12) del mismo Esaú que
vendió su derecho de primogenitura a su hermano Jacob, (Génesis, 25:28-34) y ambos hijos de
Isaac y por lo tanto nietos de Abraham.
Atacó Amalec a Israel sin previo aviso y sin motivo aparente, cuando cansados y sedientos
acamparon en Refidim, (lugares de descanso) para reponer sus gastadas fuerzas. (Éxodo, 17:1-
7)
Mientras Israel o el pueblo de Dios, se encontraba a buen recaudo, esclavizado en Egipto,
Amalec, estaba tranquilo, pero cuando conoció la liberación del pueblo de Dios y que era
conducido a la tierra que Dios le prometió a Abraham, (Gén. 15:18-21) se levantó en armas sin
saber o tal vez sabiéndolo, que: El Señor bendeciría a los que le bendijeran, y maldeciría a los
que le maldijesen. (Gén. 12:3)
Y atacó a unas gentes que nunca habían peleado, pensando que les iban a vencer con muy
poco esfuerzo; teniendo apresuradamente los israelitas que escoger, aunque sin experiencia
en la pelea, a los más fuertes e intrépidos de ellos, para defenderse y hacerles frente, según le
dijo Moisés a Josué que hiciera. Entendiendo además Moisés que la lucha o el ataque se debía
a algo más que una simple batalla entre dos pueblos, que podrían llegar a ser rivales y de hecho
lo fueron. (Génesis, 25:19-26)
Parece ser que aún estaba vivo el odio y el aborrecimiento de Esaú, hacia su hermano Jacob:
Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en
su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob. (Gén.
27:41-45)
Y a pesar de que Esaú y Jacob se reconciliaron, (Génesis, 33:1-4) parece ser que lo ocurrido
entre los dos hermanos no fue olvidado por los descendientes de Esaú y, que al paso de los
años el aborrecimiento hacía los descendientes de Jacob fue creciendo, hasta llegar Amalec,
descendiente de Esaú a intentar aniquilar al pueblo de Dios, descendiente de Jacob. (Génesis,
27: 30-36)
Por lo tanto, se trataba de algo espiritual, no siendo con las armas la única manera de vencer a
Amalec, sino con la oración y la intercesión de Moisés, sostenido a su vez, por los ancianos de
su pueblo.
Era una lucha a muerte contra los planes que Dios tenía con y para Israel, lucha que mientras
la bandera o estandarte esgrimido sea el Señor, se saldrá victorioso. (Núm. 24:20) En caso
contrario el resultado será otro. (Núm. 14:42-45)
Y la lucha continúa, lo dice La Palabra de Dios: Jehová tendrá guerra con Amalec de
generación en generación. (Éxodo, 17: 16)
Es una lucha sin cuartel, no olvidando que en un momento de debilidad seremos atacados de
nuevo. (Deut. 25:17-19)
Sobre todo, cuando esa debilidad nos lleve o sea el resultado, de alejarnos del Señor. (Jueces,
3:13; 6:1-3)
Por tal motivo, es un mandato del Señor, destruir a Amalec totalmente, sin compadecernos de
nada que proceda de él. (1ª Sam. 15:1-35)
Porque en el momento o cuando encuentre ocasión, atacará a los más débiles e indefensos, y
si no se reacciona tiempo se pueden sufrir daños irreparables, llegando incluso a influir en los
que no son tan débiles. (1ª Sam. 30:1-25)
Es el espíritu de Amalec, un espíritu que desea la destrucción del pueblo de Dios, aunque en la
actualidad, su forma de actuar es diferente a la de las narraciones que encontramos en la Biblia,
no hay derramamiento de sangre, pero su fin es el mismo: Enfrentarse a los hijos de Dios
para destruirles espiritualmente, y con ellos la obra de Dios.
Se aprovecha o se puede aprovechar de la debilidad del pueblo de Dios, al haberse ido
perdiendo, poco a poco, por las quejas y por el inconformismo, la relación con el Señor y acusar
a sus líderes de incompetencia, dándole paso a la murmuración asesina y traidora.
Desea Amalec, que el pueblo de Dios no llegue nunca a disfrutar de las promesas de su Señor,
ni cumpla sus fines, utilizando todos los medios a su alcance, que son muchos, incluso dudosa
o falsa doctrina para apartar a los que flaquean.
Es un espíritu carnal, al igual que Esaú, al que sólo le interesaban los derechos de su
primogenitura, pero ninguna de sus obligaciones, al no sujetarse a lo establecido por Dios.
Suele seducir a los más indefensos, para apartarlos de la iglesia haciéndoles que se fijen en los
fallos de los líderes y ancianos o de los que ha establecido el Señor para que la administren o
gobiernen, utilizando para ello a los resentidos o disconformes.
Quiere hacer morir, la poca o mucha fe de los creyentes, arrastrándolos con argumentos de
“apariencia espiritual” debido a sus conocimientos bíblicos, aunque su testimonio no sea el
mejor ejemplo para ello, incluso llegado el caso, deja de congregarse; con la particularidad de
que, en caso de congregarse, se comporta como si no fuera con él lo que sucede en la
asamblea, para desanimar y matar espiritualmente a los que están bajo su influencia.
Por lo tanto, como es una lucha espiritual y de generación en generación, nos alcanza, y
debemos los que estemos en lo alto de la loma, (al igual que Moisés) observándolo todo,
apoyarnos en gente que tenga la misma visión, y pedir a los que han sido llamados por el
Señor, para pelear la buena batalla de la fe, (como Josué) que escojan varones de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y sabiduría para hacerle frente al que ha venido para
hurtar, matar y destruir, (si le fuera posible) la obra de Dios, fortaleciéndonos siempre (Efesios,
6:10) en el Señor, los unos con las manos levantadas, que es la oración y los otros con la
espada, que es La Palabra de Dios, hasta salir victoriosos de esa contienda, enarbolando
todos juntos el estandarte del Señor.
Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del
trono de Dios y del Cordero.

En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que
produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las
naciones.

Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le
servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios
el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. (Apoc. 22:1-5)
Así que la victoria está asegurada, y el plan de Dios se cumplirá en su totalidad, pero para evitar
mientras tanto, dolor y sufrimiento, no debemos olvidar que a Amalec se le vence cuando (en el
Señor) fortalecidos, descansamos siempre en el Señor.
¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra?
No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance.
El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a
Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán;
caminarán, y no se fatigarán. (Isaias, 40:28-31)
• En hebreo. {Amâlêq, «belicoso» o «pueblo que lame”).
• Es un espíritu sutil, que se levanta contra los propósitos que Dios tiene para tu vida,
tu hogar y tu descendencia.
• Ataca el área económica de la familia, se roba todo el Fruto de tu trabajo.
• Un espíritu manipulador que trabaja por la retaguardia es el espíritu de traición.
• Un espíritu que te quita pasión por la presencia del Señor.
• Amalec es un espíritu ladrón, trae al interior de tu vida, hogar y descendencia
contiendas, peleas, gritería, maledicencia, división, adulterio, iras y como
consecuencia destrucción familiar.
• Amalec te impide el avance hacia la conquista de tus sueños, metas y propósitos.
• Amalec arranca: La fe, la firmeza y la fidelidad.

Ministerio internacional de oración y alabanzas Antorchas

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