Nuevo Ensayo
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SOBRE LAS DISIDENCIAS SEXUALES EN LA LITERATURA ARGENTINA
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denominación para pasar a llamarse queer. Estos colectivos incluían a mujeres
lesbianas, latinas, negras, transgéneros, incluso hombres marginados por no
encajar en el prototipo gay. A diferencia del colectivo gay, afirmarse queer
implica no solo ir contra el mandato hétero normativo, sino también una
posición contra el ideal gay impuesto por el capitalismo, al consumo y al
mercado abierto para ese uso en particular.
Tanto el movimiento gay como el movimiento queer nacen en Estados
Unidos, por lo cual es necesario referirse al contexto de su surgimiento para
después abocarse a lo sucedido en el hemisferio sur. A mediados del siglo
veinte comienzan a surgir diferentes movimientos aislados, siempre a la
sombra y escondidos ante un contexto hostil marcado por la represión sexual y
la homofobia reinante. A partir de la década de los sesenta con el clima
convulsionado por manifestaciones estudiantiles, de trabajadores e
intelectuales, y sumadas a las protestas que se produjeron después de la
redada producida en el bar Stonewall, lugar frecuentado por personas
identificadas con sexualidades disidentes, fue que comenzaron a organizarse
agrupaciones con tintes más políticos. Stonewall fue la patada inicial a la
organización de la subcultura gay, lésbico, trans, travesti. Es interesante ver la
película que toca el tema. Estrenada en 1995, muestra un grupo de jóvenes cis
gay blancos (muy bonitos ellos), los cuales se revelan contra una policía
bastante relajada en su accionar. Apenas se muestra a Marsha P. Johnson
(mujer trans negra, figura central de la lucha), los Panteras negras ni aparecen,
como tampoco las mujeres trans, travestis, lesbianas y hombres gays negros o
latinos. Otra vez intentando manipular la historia para imponer un modelo del
homosexual blanco, lindo y limpito.
En este lado del continente, mientras tanto, la cosa estaba bastante difícil
para todo aquel que osara practicar una sexualidad diferente a la
heterosexualidad. Para la Iglesia se trataba de seres degenerados sin perdón,
para los científicos conejillos de indias para investigar y buscar una curación,
para la Justicia seres sin derechos que debían ser encarcelados y para el resto
de la sociedad eran motivo de burla y discriminación. Los que más han sufrido
esta discriminación han sido los homosexuales de las clases proletarias, ya que
los de clase media acomodada corrieron mejor suerte. Mientras los primeros
sufrían todo tipo de castigos, los segundos podían ejercer su sexualidad
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encerrados en la intimidad de sus departamentos y quintas. Esto se rompe
cuando una denuncia realizada en el año 1942 relacionaba alumnos del colegio
militar en orgías con diferentes señores de Barrio Norte. El escándalo fue
brutal. Hubo varios homosexuales detenidos y otros tuvieron que exiliarse en el
exterior. Nestor Perlhonger en su ensayo “El sexo de las locas” (1997: 31)
cuestiona: “¿Pero dónde está el goce? ¿Qué pensar de esos muchachotes que
raptan a una loca para verduguearla? ¿De esos policías que –se rumorea-
hacían cursos especiales para reconocer homosexuales y lesbianas por el
espesor de sus orejas? ¿Qué pasa con la homosexualidad, con la sexualidad
en general, en la Argentina, para que actos tan inocuos como el roce de una
lengua en un glande, en un esfínter sea capaz de suscitar tanta emoción-
concretamente la erección de todo un aparato policial, social, familiar destinado
a perseguir la homosexualidad?”
A fines de los ’60 y entrados los ’70 comienzan a gestarse diferentes grupos
alzando la voz de los homosexuales. Nace el “Frente de Liberación
Homosexual (FLH)”, de orientación marxista, al cual sei irían sumando voces
de intelectuales. Surge el periódico Homosexual y la revista Somos. Toda una
cultura comienza a percibirse. Lamentablemente, la dictadura militar va a
eliminar de cuajo con todo esto. Gran parte de los desaparecidos en la última
dictadura militar han sido homosexuales. Algunos, como Perlongher tuvieron
que exiliarse. La Conadep silenció estos crímenes por presión de la Iglesia.
“La censura mantiene viva la ilusión de que con la perversión “pasa algo” y
que ese “algo” es un horror” (Perlongher, 1997:32). Un visado rápido por la
literatura argentina del siglo XIX y XX nos pone en evidencia el papel que se le
dio a los disidentes sexuales. En primer lugar, por lo general se tratan de
personajes provenientes de la clase baja, de la periferia de la comunidad;
mientras que en la clase alta, blanca y pura, la heterosexualidad era la manera
de construir una Nación. Ya en “El Matadero” de Esteban Echeverría se puede
observar cómo el proletariado son laso bestias que se proponen violar a un
joven blanco y unitario y éste, a su vez, prefiere la muerte antes de verse
ultrajado, defendiendo su honor. El otro aspecto es la tragedia. No es posible
un amor diferente al heterosexual. El personaje homosexual termina, o bien
muerto o reformado en un ser útil a la sociedad.
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Para Perlongher el tipo ideal del gay y el parámetro aceptable socialmente de
homosexualidad es el que presenta dos hombres masculinos (blancos y de
clase media). Este se opone al modelo clásico: “marica o local chongo”. O sea,
no molesta tanto el ser gay, lo importante es que no se note.
En total oposición al modelo impuesto por el capitalismo, Pedro Lemebel
desde Santiago de Chile describe en su libro Loco afán (Ediciones LOM; 1996),
la problemática de la epidemia del SIDA en los ’90. Los personajes
protagonistas de estos escritos provienen de los lugares más pobres de
Santiago. La comunidad de travestis de los barrios bajos, de origen indígena,
tan alejadas del modelo capitalista blanco importado. Sus viviendas en casas
de cartón, los colchones viejos donde practican el oficio. Lemebel pone en
primer plano estos personajes en esos momentos donde el SIDA hacía
estragos en la comunidad. En el primer relato “La noche de los visones” nos
narra a partir de una foto tomada en año nuevo de 1973, el derrotero de. Esto
sirve de excusa para mostrarnos varios personajes de la fauna travesti de una
villa de Santiago, para decantar en la muerte de cada una de ellas por la
epidemia del SIDA. Lemebel se opone abiertamente al modelo cis gay
dominante en “Crónicas de Nueva York”, donde cuenta su impresión al ser
invitado a conocer el bar Stonewall en Nueva York: “Y cómo te van a ver si uno
es tan refea y arrastra por el mundo su desnutrición de loca tercermundista.
Como te van a dar pelota si uno lleva esta cara chilena asombrada a este
olimpo de homosexuales potentes y bien comidos que te miran con asco, como
diciéndote: Te haremos el favor de traerte, indiecita, a la catedral del orgullo
gay” (1996: 64). Lo más hermoso de este relato es la rebelión de Lemebel a
este modelo donde se siente totalmente excluido: “Por eso no me quedé mucho
rato en el histórico barcito, una rápida ojeada y uno se da cuenta que no tiene
nada que hacer allí, que no pertenece al oro postal de la clásica estética
musculada, que la ciudad de Nueva York tiene otros recovecos donde no
sentirse tan extraño, otros bares más contaminados donde el alma latina salsea
su canción territorial”. Bien por Lemebel.
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en televisión discutiendo a favor o en contra. Por supuesto la fuerte oposición
de la Iglesia. De repente lo gay, lo lésbico y lo trans se puso de moda. Buenos
Aires se declara como una de las ciudades más gay friendly del mundo. Miles
de cruceros y agencias vieron esto con muy buenos ojos. Comenzaba la etapa
del mercantilismo gay. De nuevo el paradigma capitalista parecía imponerse.
Cada tanto se sucedían crímenes de odio contra gays, lesbianas y trans, pero
cada uno de estos hechos aumentaba el repudio de la comunidad. En el
conurbano bonaerense y el interior la cosa había cambiado poco. Un nuevo
modelo era el que reinaba y el que se encontraba fuera, difícilmente lograba
entrar. La vida de los gays y trans en las villas era igual que antes.
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A modo de conclusión
¿Y entonces? Creo que habría que hacerle caso a Perlongher que en El sexo
de las Locas (1984) dictamina: “La alternativa que se nos presenta es hacer
soltar todas las sexualidades: el gay, la loca, el chongo, el travesti, el taxiboy, la
señora, el tío, etc. -o erigir un modelo normalizador que vuelva a operar nuevas
exclusiones. El sexo de las locas, que hemos usado de señuelo para este
delirio, sería entonces la sexualidad loca, la sexualidad que es una fuga de la
normalidad, que la desafía y la subvierte”. La respuesta está en nosotros, en
mí. Por suerte van surgiendo nuevas voces, voces jóvenes con menos pruritos
que se animan hablar de lo que les pasa. Se los ve en las redes sociales tras
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los pasos de Ioshua,. eEn libros editados por pequeñas editoriales ajenas al
mainstream de los Best Sellers.. Se los ve cantando por los barrios, recitando
sus poesías con sabor a conurbano.
Yo tengo las manos duras, la pija bien dura, y el corazón más duro aún.
Yo estoy huyendo
Desencajado
Obsesionado
Desnudo
Y enloquecido
Del silencio”
Crecí con miedo, miedo a lo que sentía, miedo a mis padres, a los curas de la
Iglesia, a mis compañeros de clase, al castigo divino. Tardé mucho tiempo en
asumirme en mis deseos. Por suerte los tiempos cambiaron. Ya el fantasma del
miedo se va esfumando. Creo que llegó el tiempo de jugarse, de sacarme
paradigmas que no me pertenecen. Por suerte la escritura siempre estuvo ahí,
para desahogarme, para volcar mis secretos. No me siento el mismo que se
sentó a escribir este ensayo. El desafío está ahí, hay mucho para contar.
Lemebel (1996) dice: La esquina de la pobla es un corazón donde apoyar la
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oreja. Creo que se trata de eso. Volver al barrio, abrir bien los cinco sentidos,
asumir lo que me rodea, y empezar a escribir.
Bibliografía consultada