Espacio Publico & Movilidad Urbana

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ESPACIO PÚBLICO Y MOVILIDAD URBANA

Ahora bien, el proceso de movilidad está supeditado a unas variables que


permiten que dicho movimiento se haga de forma funcional y óptima. Así, el
medio usado para el desplazamiento (tipo de transporte), la frecuencia del
mismo y la calidad del viaje se consideran aspectos relevantes a la hora de
entender el proceso de movilidad.

Para que la ciudad moderna funcione es necesario que todo circule. […] En la ciudad,
el desplazamiento de las personas se convierte en una actividad de carácter obligado
con el propósito de realizar las tareas más imprescindibles y cotidianas: trabajar,
comprar, divertirse, etc. En la ciudad es necesario moverse y debe hacerse a menudo
y aprisa. Un movimiento que se va modificando por el incremento de la velocidad que
permiten los nuevos medios de transporte mecánicos, al mismo tiempo que cambia el
ritmo de la ciudad (Miralles-Guash, 2002, p. 28).

Los espacios en los que se llevan a cabo las actividades cotidianas, en los
asentamientos humanos, se han ido disgregando por el territorio urbano; estos
lugares-actividades, se corresponden como nodos a redes, relacionándose
entre sí a través de las estructuras de movilidad, pero también del espacio
público.

En el origen de las ciudades la relación entre el habitar —casa— y el trabajar


—lugar de trabajo— era de carácter cercano y dependiente, ya que dicho
trabajo se realizaba en las inmediaciones de la propiedad de habitación.
Posteriormente, el lugar de trabajo fue situándose en otros lugares, incluso
apartados por grandes distancias del hogar. Esta circunstancia planteó una
variable en la necesidad de desplazamiento que debió ser satisfecha.

Bajo estas circunstancias fue requerido un medio de desplazamiento más


eficiente en cuestión de tiempo y energía invertidos en el movimiento, lo que
supuso la inclusión de la tecnología en función del mejoramiento de la
movilidad, asumiendo que la ciudad podría expandirse y comunicarse gracias a
los nuevos medios de transporte.

Si bien hay una basculación del énfasis hacia el sujeto, perdura un sesgo
materialista en el abordaje del encuentro de este con su territorio: la
satisfacción de necesidades pasa por la llegada a lugares; y la movilidad o la
accesibilidad o los itinerarios se explican por la localización, sea de las
actividades, de la residencia y las funciones urbanas que las articulan. El
desplazamiento territorial y su vinculación con el espacio urbano se lee desde
la configuración material del territorio (Gutiérrez, 2012, p. 64).

Al adentrarnos en el tema del uso de otros medios de desplazamiento


diferentes a la locomoción humana, se hace imperativo tener en cuenta que los
nuevos medios requieren una estructura específica, y que de acuerdo con su
grado de tecnología, requerirán combustibles, accesorios, entre otros, que
complejizan el desplazamiento, ya que por un lado su incursión en la ciudad
impacta el paisaje urbano, pero por otra parte optimiza el consumo energético y
temporal en el desplazamiento diario.
Así, hablar de movilidad urbana obliga a considerar distintos mecanismos para
efectuar el desplazamiento, incluyendo los diversos medios para llevarlo a
cabo. Dice Manuel Herce:

Un modelo de movilidad alternativa al actual es una estructura que descansa


sobre tres pilares: 1) conseguir que la gente camine o vaya en bicicleta para
desplazamientos de corta duración; 2) que use el transporte público en
desplazamientos más largos; y 3) limitar el uso del automóvil en la ciudad al
espacio donde es más útil. […] Las tres tareas requieren la reforma de un
espacio público de la ciudad que hasta ahora ha sido entendido como neutro
(2009, p. 235).

Al entender que la ciudad está conformada por edificaciones y el espacio


dispuesto entre ellas, se reconoce entonces que las vías por las que se
mueven los ciudadanos constituyen parte de lo que llamamos espacio público.
Sin embargo, interesa también destacar que el espacio público va más allá de
la concepción de los vacíos de uso público en la ciudad considerando que es
en dicho espacio donde se generan la comunidad y la vida urbana.

Los espacios públicos y el circuito de estructuras de movilidad están


directamente relacionados. Esto quiere decir que, si las vías fluyen, los
espacios públicos son los elementos de pausa o permanencia, donde el
ciudadano puede disfrutar de otras experiencias en el proceso de movilidad.

Si se considera que la movilidad es también una práctica social que se lleva a


cabo en la ciudad como espacio físico, pero que incide en el espacio social, es
imperativo revisar las relaciones y dinámicas sociales en los espacios que han
ocupado los elementos de acceso al sistema de movilidad.

…la movilidad urbana como práctica en el territorio remite a los conceptos de


espacio social, producido y organizado por una sociedad en concreta en una
situación determinada de tiempo y lugar… las prácticas sociales del
desplazamiento expresan el uso y la apropiación del territorio a través de
itinerarios y lugares (Gutiérrez, 2012, pp. 65-68).

En cuanto al espacio público, se considera la idea que lo sustenta como el


espacio de la ciudad, por excelencia de uso colectivo.

La historia de la ciudad es la de su espacio público. Las relaciones entre los


habitantes y entre el poder y la ciudadanía se materializan, se expresan en la
conformación de las calles, las plazas, los parques, los lugares de encuentro
ciudadano, en los monumentos. La ciudad entendida como sistema de redes o
de conjunto de elementos —tanto si son calles y plazas como si son
infraestructuras de comunicación (estaciones de trenes y autobuses), áreas
comerciales, equipamientos culturales educativos o sanitarios, es decir,
espacios de uso colectivo debido a la apropiación progresiva de la gente— que
permiten el paseo y el encuentro, que ordenan cada zona de la ciudad y le dan
sentido, que son el ámbito físico de la expresión colectiva y de la diversidad
social y cultural. Es decir, que el espacio público es a un tiempo el espacio
principal del urbanismo, de la cultura urbana y de la ciudadanía. Es un espacio
físico, simbólico y político (Borja y Muxi, 2003, p. 8).

A su vez, dentro de los marcos legales de la ciudad de Bogotá, el Plan Maestro


de Espacios Públicos (PMEP) considera la definición del espacio público como:

…el conjunto de espacios urbanos conformados por los parques, las plazas, las
vías peatonales y andenes, los controles ambientales de las vías arterias, el
subsuelo, las fachadas y cubiertas de los edificios, las alamedas, los
antejardines y demás elementos naturales y construidos definidos en la
legislación nacional y sus reglamentos. Es una red que responde al objetivo
general de garantizar el equilibrio entre densidades poblacionales, actividades
urbanas y condiciones medioambientales, y está integrado funcionalmente con
los elementos de la estructura ecológica principal, a la cual complementa con el
fin de mejorar las condiciones ambientales y de habitabilidad de la ciudad en
general.

Se trata, entonces, de un sistema conformado por espacios de uso público, con


distintas calidades físicas y funciones determinadas, asociadas a la
representación simbólica, a las actividades lúdicas e incluso a la movilidad.
Estos espacios, junto con las edificaciones o espacio privados, conforman la
ciudad como unidad y proporcionan al ciudadano el lugar para vivir y
desarrollar las actividades asociadas a la vida urbana.

Desde diversas perspectivas se ha hablado del espacio público en sus


aspectos antropológicos y sociológicos, situándolo como el centro de la vida
ciudadana en donde las dinámicas urbanas tienen lugar. También se evidencia
que las decisiones que sobre el espacio público se toman, con respecto a su
origen y pervivencia, obedecen a voluntades políticas, visiones de ciudad y
expectativas de transformación social que se revelan en los propósitos y las
acciones específicas sobre el espacio.

Desde el estudio formal, el espacio público se ha categorizado en tres tipos:


plazas, parques y calles. Cada una de estas categorías está determinada por
unas características específicas del espacio y su relación con la ciudad,
proporcionando las condiciones adecuadas para la realización de actividades,
sean ellas sociales, opcionales o necesarias (Ghel, 2006). De esta manera, la
permanencia en las plazas o el desplazamiento e intercambio social y
comercial de las calles, pueden propiciarse, siempre y cuando las relaciones
entre la arquitectura que configura el lugar, y el espacio físico de la plaza o la
calle, sean las indicadas.

Son las calles y los andenes, dentro de las categorías del espacio público, los
espacios directamente relacionados con la actividad del desplazamiento. Así
mismo, las plazas, los parques y sus variaciones son los puntos de intersección
entre varias vías o sendas que hacen que, dentro de ese desplazamiento, se
puedan generar intervalos agradables comprendiendo la movilidad urbana
como un proceso de movimiento y pausas que permite disfrutar del intercambio
de lugares y promover el sentido de pertenencia a la ciudad.
Los espacios públicos ligados a los accesos de movilidad o que responden a
los flujos vehiculares deben permitir la simultaneidad de actores, actividades e
incorporarse de manera eficiente entre sí, enriqueciendo la experiencia del
viaje y de la ciudad misma.

Siendo este el objetivo, las nuevas políticas urbanas en Bogotá, como los
ajustes al POT entre 2011 y 2012; posteriormente la Modificación Excepcional
de POT (MEPOT) en 2013, y las tendencias de diseño de la ciudad
contemporánea, apuntan a la construcción del espacio público como un
“espacio compartido” donde los diversos medios de desplazamiento se
insertan, de forma simultánea, en un mismo espacio, configurando así calles
con espacios peatonales, para bicicletas y vehículos motorizados.

En los últimos años han surgido ciertas tendencias dentro del planeamiento
urbano que, basándose en estadísticas sobre choques de automóvil, afirman
que se podría reducir el riesgo de accidentes si se crearan zonas de tránsito
mixto en una misma calle, bajo el lema de “espacio compartido”. [...] los
peatones pueden convivir perfectamente [con] otros medios de transporte,
siempre y cuando quede perfectamente claro que quienes circulan a pie tienen
ascendencia por sobre los otros (Ghel, 2014, p. 94).

También plantean que la construcción del espacio público debe ser un proceso
conjunto entre las instituciones, sean estas de carácter público o privado, y la
participación activa de la ciudadanía, buscando la primacía del bien común
sobre el privado. Así, la incorporación de nuevas infraestructuras de movilidad
que atienden al peatón, a la bicicleta o al sistema de transporte masivo
producen impactos sobre el espacio de la ciudad, que deben ser previstos y
evaluados, manteniendo un equilibrio entre progreso y calidad de vida. De ahí
que la lectura y comprensión de las relaciones establecidas entre los dos
sistemas urbanos sea relevante y permite identificar nuevas modalidades del
espacio público, que surgen de la implementación de la movilidad urbana,
cuyos valores difieren de los conceptos formales de plaza, parque o calle,
proponiendo nuevas maneras de habitar la ciudad con la incorporación de
discursos contemporáneos como el arte urbano, la instalación, el no lugar, el
lugar efímero, el lugar itinerante, el comercio nómada, entre otros, que vale la
pena conocer, estudiar e identificar.

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