Introducción Medio Ambiente Desarrollo Sostenible

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Introducción

Mucho se ha debatido sobre la necesidad de alcanzar el desarrollo


sustentable, sobre todo en los países de América Latina, pero los
esfuerzos que se han adelantado para lograr que los gobiernos de la
región consideren la importancia de incorporar estrategias de
sustentabilidad, no se ha contado con los suficientes respaldos para
ser asumido como una prioridad y esto pone de manifiesto la poca
presencia de dicha sistematización en la agenda pública en la región.

América Latina ha sido inspiradora de diversos metarrelatos


constituyendo el desarrollo sustentable uno de los temas que ha dado
lugar y sigue dando lugar a una serie de confrontaciones de todo tipo
en los últimos sesenta años. La razón de tales diatribas está
relacionada con la presencia histórica de escenarios sociales
turbulentos; la aplicación de políticas económicas que han hipotecado
las posibilidades de inserción en condiciones más favorables a los
distintos mercados; la explotación sistemática de los recursos
naturales sin los adecuados mecanismos de supervisión y control; la
ausencia de una continuidad democrática en muchos países de la
región, y sobre todo, la implantación de modelos de desarrollo que no
han satisfecho las expectativas sociales de importantes sectores de la
sociedad en el tiempo. Así hemos venido transitando por la
implantación de modelos y estrategias que van desde la visión
progresista pragmática del crecimiento económico hasta la propuesta
neoliberal que se resume en la máxima: el mercado lo resuelve todo.

Por ello, consideramos significativo exponer algunas ideas sobre un


tema que viene convocando el interés mundial de una multiplicidad
de actores e instituciones desde finales de la década de los cincuenta;
sobre el cual han aflorado una diversidad de propuestas teóricas y de
enfoques provenientes del mundo académico, así como de diferentes
sectores políticos, económicos, religiosos, culturales, entre otros, que
han comprendido, en el discurrir del tiempo, la significación que
reviste lograr la sustentabilidad económica y sostenibilidad social.

Estimamos la propuesta de construcción de esta disertación para el


debate y la reflexión, sobre la tematización del desarrollo sustentable,
porque permite establecer la contrastación con otra vertiente que ha
venido dibujándose desde la década de los 80 denominada desarrollo
sostenible. Esta confrontación y las implicaciones que devienen del
estilo de desarrollo imperante en occidente después de la segunda
guerra mundial vértebra y afecta toda la vida del ser humano en el
planeta, pero esto ha quedado opacado frente al auge adquirido por
el problema de la globalización.

Esta reflexión forma parte de la discusión que, en el contexto del


proyecto capital social y desarrollo endógeno sostenible, ha venido
construyéndose como parte de la búsqueda de respuestas a diversas
cuestiones tendenciales que emergen del prisma proyectado por el
avance de dicha investigación que pretende, en el contexto de la
realidad venezolana, establecer los vasos comunicantes entre la
necesidad de fortalecer el capital social en las organizaciones sociales
que desempeñan un rol público no estatal y el desarrollo endógeno,
definido como aquel tipo de desarrollo que persigue satisfacer las
necesidades y demandas de un colectivo local mediante la
participación ciudadana activa de los sujetos en los aspectos político-
sociales, económicos y ambientales, así como aquellos dirigidos a
potenciar su posicionamiento educativo y cultural con la finalidad de
alcanzar el bienestar del grupo y de la sociedad.

Desarrollo sustentable. ¿Moda o paradigma?

La moda de las gramáticas interpretativas de la realidad


latinoamericana ha transitado por diferentes estadios que han influido
sobre la producción intelectual de la academia o en los gustos y
preferencias semánticas de los políticos, tal es el caso de los términos
subdesarrollo, precapitalismo, dependencia, atraso, sociedad
moderna, sociedad posmoderna, país en vías de desarrollo, entre
otros términos usados con mayor o menor frecuencia desde finales de
la década de los cuarenta en adelante.

Encontramos, también, la invocación a las fórmulas mágicas como


una constante cuando, recurriendo a la adición de los prefijos, se
intentan resolver grandes problemas epistemológicos. Así.
Conseguimos, el uso frecuente de los neo, los re, los ismos, por solo
mencionar los más frecuentes, aceptados o rechazados de acuerdo a
las particularidades y lógicas del accionar o funcionamiento de los
actores y/o organizaciones, sin mayores consideraciones o
evaluaciones que estimen los impactos provocados por la inclusión de
estos prefijos. Incluso hasta el empleo del término paradigma que,
tan cuidadosamente lo formuló Kunt (1962), ha pasado al dominio
común perdiendo su connotación epistemológica original o la que
posteriormente le adjudico Morín (2000), quien lo definió como un
tipo de relación lógica entre un cierto número de nociones o
categorías maestras que, de alguna manera, controlan la lógica de la
explicación y, a la vez, la semántica1.

La vida efímera de muchas propuestas está relacionada con el déficit,


en términos explicativos, que ellas mismas contienen en cuanto a sus
proposiciones lógicas de sentido y de semántica. En otros casos, el
cambio de enfoque obedece al surgimiento de nuevas propuestas que
aparecen como más novedosas, atractivas e integradoras. Así, por
ejemplo, se destaca lo que aconteció con el enfoque Cepalino que,
entre la década del 70 y el 80, pasaron de ser estructuralistas
ortodoxos a abrazar posturas neoliberales en menos de diez años 2.
Esta reposición permanente de los enfoques y la proliferación de ellos
sobre desarrollo, pobreza, ambiente, entre otros problemas, ha
conducido a que muchos de ellos se conviertan en una moda, que
asumida como receta, pierde el impacto de significancia original
debido a la sobresaturación, uso y aplicabilidad en el discurso que
hacen políticos, empresarios, comunicadores sociales, comerciantes,
el ciudadano común y los entes públicos, sin que se efectúen los
deslindes adecuados cuando se busca dar respuesta a los problemas
del desarrollo, sin efectuar un tratamiento analítico y referencial
histórico político por lo que se produce, lo que se conoce como el
“paradigma de la simplificación (Morin, 2000).

Situación semejante ocurre con el empleo del término Desarrollo


Sustentable, cuando nos encontramos con la proliferación de
propuestas que vienen desde el ecologismo, con una fuerte presencia
biologicista hasta los enfoques anclados o vertebrados en torno al
ambientalismo. En cada caso, se ha puesto el énfasis en problemas
relacionados con los recursos no renovables, el uso de energías
alternas, fórmulas de aprovechamiento verde, la comercialización de
productos que no afecten la capa de ozono; también se registra el
empleo de diversos matices dados al término cuando se usa como
sinónimo de desarrollo sostenible social, económico, político,
ambiental, corporativo, entre otros, lo que ha dado origen a una
literatura repetitiva que toca muy epidérmicamente las distintas
áreas del saber y los diversos problemas con los cuales se asocia el
desarrollo por lo que la sobreexposición temática no ha provocado
una postura política más comprometida, por parte de los actores
políticos clave a nivel internacional, ni ha contribuido a mejorar la
calidad de la gestión ambiental en muchos países de la región
latinoamericana.

Entonces la noción de sustentabilidad se ha ido divulgando y


vulgarizando hasta formar parte del discurso oficial y del lenguaje
común. (Leff, 2001). Esta literatura es el reflejo de lo que ha
acontecido con las convocatorias provenientes, básicamente, de
universidades y otros organismos especializados sobre la discusión de
tipo ambiental, donde han sido promovido grandes eventos de tipo
internacional y declaraciones que, en la generalidad de los casos, se
concibieron y realizaron como afloración del conservacionismo, sobre
todo en la década de los setenta cuando los movimientos sociales
asumieron la lucha por la conservación del medio ambiente enarbolada
por los grupos ambientalistas3.

Posteriormente, nos encontramos con lo ocurrido en la década de los


noventa, que representa una rica expresión del Boom literario en
materia ambiental, registrándose expresiones como; la del
vocabulario de ecología recogido en el libro: La ecología, guía de
bolsillo, de Callenbach, E. (1999), que sin llegar a la pretensión de
ser diccionario reunió 59 términos, no todos ellos relacionados
directamente con un vocabulario ecológico, pero si construidos con
bastante rigurosidad para hacer referencia a una gama de problemas
relacionados con esta temática.

Originalmente el término desarrollo sustentable se le atribuye a la


primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland quien en 1987,
en el documento “Nuestro Futuro Común” lo define como aquel que
satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad
de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades
(Fernández, 2000). El concepto fue aceptado en forma unánime por
la comunidad internacional y contribuyó a movilizar las fuerzas
sociales y políticas para que, más adelante, se efectuara la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre “Medio Ambiente y
Desarrollo” celebrada en Río de Janeiro en Julio de 1992. En el
contexto de esta convocatoria surgió un programa global conocido
como agenda 21 que pretendió normar el proceso de desarrollo con
base en los principios de la sustentabilidad (Leff, 2001) 4. A partir de
allí, se ha convertido en la noción emblemática para la tematización
de los problemas relacionados con el ambiente, afirmando que se
trata de conseguir un tipo de desarrollo que satisfaga las necesidades
actuales sin hipotecar o arriesgar las probabilidades de vida del
hombre.

Al respecto, De Lisio (1999) considera, que en términos generales la


posición conservacionista resulta particularmente evidente en algunos
de los acuerdos de la Agenda 21 sobre todo cuando se trata de
aspectos relacionados con el cambio climático y el diseño de
herramientas e instrumentos para la protección de unidades
territoriales a ser objeto de atención por ser definidas ecológicamente
estratégicas5.

Igualmente, organismos internacionales como el Banco


Mundial6 acogieron la concepción aportada por la Comisión
Brundtland. Es importante reconocer que se registró un paso de
avance significativo por parte de esta organización cuando se intentó
relacionar el desarrollo con los problemas de pobreza y degradación
ambiental. Empero, se mantuvo el camino originalmente trazado
cuando se acogió la tesis de que, para lograr el crecimiento
económico sustentable había que adoptar las posturas del
individualismo económico; pretendiendo recuperar el objetivo de
crecimiento económico ilimitado de la sociedad de consumo (Demo,
et al 1999).

Por lo que , más allá del mimetismo discursivo que ha suscitado la


retórica de la sustentabilidad no se ha podido producir un sentido
conceptual y praxeológico capaz de unificar, las distintas alternativas
en pos de una concepción de desarrollo sustentable que recoja la
diversidad de elementos a ser considerados, que trasciendan de la
moda, ni tampoco se ha logrado generar un paradigma interpretativo
que sea consistente con los objetivos de reducir las contradicciones
entre las distintas interpretaciones y propiciar soluciones cónsonas
con la idea de salvaguardar el planeta, más allá de una ideología del
desarrollo sostenible auspiciado por el ambientalismo empresarial
(Martínez Alier, 2000).

La discusión en torno al desarrollo sustentable ó sostenible no sólo


está referida a una diferencia semántica o a una depuración
terminológica académica, sino que reviste implicaciones sociales,
demográficas, culturales, valorativas y sobre todo de índole política,
porque comprometen la existencia de vida del hombre y su entorno.

Compartimos con Leff (2003), su preocupación sobre los límites y la


impotencia del propio conocimiento para comprender y solucionar los
problemas que acarrean las particulares formas de conocimiento que
hoy existe sobre el desarrollo y sus implicaciones. Un ejemplo de ello
lo encontramos en la presencia de los términos sustentable y
sostenible que en su trasfondo opacan las reales crisis ecológicas y
ambientales producto de la actividad económica; la expansión del
capitalismo hacia actividades emergentes cada vez más degradadoras
del medio ambiente; la acción depredadora del hombre mismo
cuando no se preocupa por su entorno, y las conductas utilitaristas
carentes de sentido del nosotros.

Creemos que es la hora de encarar esa discusión. Aquí nos


mostramos partidarios del empleo del término Desarrollo Sostenible
tomando en consideración tres vertientes: a) la relacionada con el
origen de la palabra; ella encuentra sus raíces en el latín Subvenir,
que significa mantener arriba o apoyar desde abajo. De acuerdo a
este sentido terminológico, una comunidad está o se encuentra
apoyada en sus referentes históricos-geográficos, sus acervos
culturales, sus habitantes actuales y los futuros. De allí el sentido y el
sentimiento de continuidad, de arraigo y de potencial mantenimiento
en el tiempo de aquellos valores éticos que favorecen su reproducción
societal.

La segunda vertiente alude a los intereses. ¿Cómo éstos se hacen


presentes en una comunidad o sociedad? y ¿Cómo ellos influyen en la
definición de las prioridades colectivas? Las respuestas a estas
interrogantes estarán dadas en la medida en que acordemos definir
cuál es el interés de mayor relevancia para el hombre en relación a
su visión de futuro, o lo que desea construir y en qué valores nos
vamos a apoyar para levantar esa realidad societal? De esto depende
crear los dispositivos más o menos consistentes con la consecución
de fines colectivos. Aquí es de vital importancia destacar el factor
político, relacionado con la concepción de democracia, las formas de
generación de consenso, de diálogo, y la capacidad y estilo de
negociación; así como la activación de mecanismos que faciliten los
procesos de construcción de ciudadanía y consolidación de capital
social.

La tercera vertiente tiene que ver con la interrelación dinámica de la


triada Hombre-Sociedad-Medio Ambiente. En esta dirección
consideramos que si acordamos que la prioridad se constituye a partir
de estos tres aspectos, entonces necesariamente habrá que proponer
soluciones encaminadas al logro de la sostenibilidad en el sentido de
reexaminar el rol de la economía; la concepción que tenemos sobre
naturaleza; el papel desempeñado por la ciencia y la tecnología y, de
forma muy especial, los valores sobre los cuales se construye
socialmente la conciencia ciudadana y su sentido de compromiso y
responsabilidad social.

Al respecto, en el cuadro nº 1 resumimos esquemáticamente el


desplazamiento que ha venido teniendo el paradigma del desarrollo
sustentable hacia el de sostenible, considerando los siguientes
aspectos: el rol atribuido a la economía, la concepción que sobre la
naturaleza se ha venido construyendo después de la firma del tratado
de Kyoto; el papel desempeñado por la tecnología; las principales
políticas que han sido concebidas para alcanzar el desarrollo, y las
doctrinas que le dan soporte a los enfoques prevalentes desde la
década de los 60 en adelante.

Según Cepal (2002), el desarrollo sostenible, se apoya en el


reconocimiento de la función que cumple el medio ambiente y los
recursos naturales para garantizar el progreso económico. Pero esta
concepción debe ser superada considerando los elementos clave, para
trascender la visión reduccionista-antropocéntrica y de las que
gravitan en torno a ver beneficios de la adopción de medidas
remédiales.

En este sentido, planteamos que lo sostenible en síntesis, alude a


considerar los siguientes parámetros: a) Los recursos y su utilización
con criterios de adecuación y pertinencia; b) El desarrollo de
alternativas que conduzcan a hacernos menos depredadores como
especies; c) El empleo por parte de las Industrias de tecnología
limpia que sea más verdes menos contaminantes y más
comprometidas con el bienestar humano; d) La consolidación de una
cultura política orientada hacia el estimulo del compromiso y la
responsabilidad social de los políticos y otros actores clave del
proceso de gestión pública y empresarial; e) Revalorización de las
actitudes y conductas ancladas en valores éticos y ,sobre todo, que el
Estado y las instituciones públicas creen dispositivos legales y de
participación dirigidos, por una parte, a limitar el uso inadecuado de
los recursos y, por la otra, a posibilitar la participación activa de la
ciudadanía en la defensa de aquellos bienes sociales, culturales,
económicos, naturales que se constituyen en el acervo sociohistorico
y cultural de los grupos humanos así como de su medio ambiente
(ver cuadro nº 1).

La lógica de la sustentabilidad: ¿Retórica o compromiso?

Consideramos que escasamente se ha reflexionado sobre la relación


política-desarrollo sustentable, encaminada a aportar las
orientaciones generales para el diseño de una política ambiental
democrática sobre la base de una agenda que garantice condiciones
esenciales de seguridad alimentaría, preservación de los ecosistemas,
situación de gobernabilidad que hagan posible alcanzar metas a largo
plazo, que sean cónsonas, con ese deseo de mantenimiento del
planeta. De no ser así, el desarrollo “sustentable” o las propuestas
que se proyecten en ese sentido caerán en el terreno del
ideologicismo como hasta ahora a ocurrido en la generalidad de los
casos.

Cuando dirigimos el análisis hacia los efectos que ha causado el


crecimiento desmedido de la industria y el interés del hombre por ir
cada vez más lejos, estimulado por el afán del poder, ganancia,
reconocimiento y/o trascendencia, sin considerar los efectos adversos
que ello acarrea para el planeta y la propia vida del ser humano; lo
primero acerca de lo cual hay que reflexionar es sobre la formulación
de una interrogante que, no estamos seguros si es compartida por los
decisores políticos cuando formulan políticas públicas; ¿Es posible
lograr un desarrollo sustentable cuando estamos confrontando dos
intenciones contrapuestas por su significado epistémico, sentido
material-social, lógica histórico-ideológica y orientación política como
son: ¿Medio ambiente y crecimiento económico? o ¿qué tan
sustentable es o resulta ser el desarrollo hoy a pesar de los 20 años
del boom de la sutentabilidad en los países desarrollados como en los
precariamente desarrollados o en aquellos que ni siquiera han tenido
alguna posibilidad vivencial de acceso a lo que acontece en el
desarrollo?

Desde que fue publicado el libro “los limites del crecimiento” por el
Club de Roma, ha flotado en el ambiente intelectual y académico la
idea introducida por los miembros de este club: la tierra y sus
recursos son finitos y perecederos y ello impone limites a la actividad
económica desarrollada a partir de la aceleración de la
industrialización que se disparo después de la segunda guerra
mundial hasta hoy. Por ello de mantenerse constante la tendencia de
crecimiento de las cinco variables observadas en dicho estudio se
registrara un colapso, pues el recalentamiento global, la destrucción
de la naturaleza llegarían a un grado tal de degradación que ella en
forma espontánea no podría recuperarse.

Esta advertencia hizo eco más allá de ese reducido número de


intelectuales, estimulando a un conjunto de organismos y
organizaciones no gubernamentales a sumir un liderazgo en materia
ambiental, lo que sirvió para preparar el camino hacia el
advenimiento en 1972 de la Conferencia de Estocolmo sobre Medio
Ambiente Humano. Según González-Dávila (2004), ella marcó el
inicio de una época que, en los setenta permitió que la atención
internacional se volcara hacia los sistemas biofísicos, la conservación
de los suelos, la contaminación del agua, los mares y la desertización
entre algunos de los problemas más evidentes.

A partir de ese momento se abre una bifurcación explicativa sobre la


identificación de las causas que provocan la degradación ambiental.
Para unos, se trata de la búsqueda constante del crecimiento
económico producto del afán de la riqueza y el poder que desata la
industrialización en los países desarrollados; para otros, se trata del
incremento desmedido que ha alcanzado la población humana en el
planeta, que exige cada vez más bienes y servicios.

En la siguiente década surge el “Informe de Brundtland”, en él se


trato de demostrar que el crecimiento económico duradero no era
posible, aún considerando las ventajas alcanzadas por las “nuevas
tecnologías”, que se consideran como menos nocivas, porque
proseguía la afectación de la integridad del medio ambiente y la
proliferación de desechos tóxicos y emisiones de gases y otros
agentes altamente perjudiciales.

Esto trajo como consecuencia que algunos jefes de estado,


diplomáticos, científicos, representantes de ONG de 179 países se
reunieran en Río de Janeiro (Brasil) en el contexto de la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre El Medio Ambiente y Desarrollo que se
concibió como la Cumbre de la Tierra llevada a efecto en 1992, donde
se estableció un compromiso que instauro un renovado sistema de
entendimiento mundial para el desarrollo sostenible, que concebía la
protección ambiental como algo indisoluble de los procesos de
desarrollo. En este sentido se pone de manifiesto la relación directa
entre desarrollo económico, social y protección ambiental y el
equilibrio entre dichas variables lo que le da aún más relevancia a la
premisa de que hay que eliminar la pobreza y reducir la disparidad
entre los niveles de vida de los diversos países del mundo para lograr
un desarrollo sostenible.

En este discurso, los Estados tienen un papel preponderante ya que


desde estos entes, se ratifican una serie de medidas de políticas y
legislación en aspectos estratégicos a nivel global que los obligan a
afrontar cuestiones ambientales y desarrollo de forma integrada a
nivel mundial, nacional y local. Estos instrumentos de políticas, se
conocen como la agenda 21, que no es más que un documento
basado en el compromiso político y en un consenso mundial, sobre el
que giran las políticas medioambientales actuales.

En año 2002, el compromiso aumenta y el resto de las acciones


emprendidas desde la década de los 70 son duramente criticadas,
debido a que pese al conjunto de convenios, programas de alcance
mundial y declaraciones impulsados durante 30 años, los avances
para la protección del medio ambiente seguían siendo insuficientes.
La Cumbre Mundial de Johannesburgo en Sudáfrica (2002), parece
ser el espacio que ha congregado la mayor cantidad de pueblos para
que éstos expresen sus opiniones hacia la búsqueda de un camino
común en el que se respete y ponga en práctica el concepto de
desarrollo sostenible.

Según Leff (1998) hay que tener mucho cuidado tanto con los
enfoques teóricos vinculados al análisis del “Desarrollo Sustentable”
como por aquello que se discutió acerca del concepto como moda,
sino cuando se ha pretendido convertirlo en un paradigma sin atender
a los calificativos y otras cuestiones más de fondo relacionadas con:
Desarrollo ¿Cómo?, ¿con quién?, ¿con qué finalidad?. Y sustentable
¿cómo? y ¿para quién?

Dadas las consideraciones anteriores, también compartimos con el


autor antes mencionado, su preocupación cuando sostiene que la
retórica del desarrollo sustentable ha reconvertido el sentido critico
del concepto ambiental que se le atribuyó cuando originalmente
apareció como un llamado de alerta y toma de posición. Recordemos
que el tema ecológico a fines de los años 60, y buena parte de los del
70, estuvo cargado de una postura crítica frente al desarrollo (García-
Guadilla, 1994), por parte de los movimientos sociales que
emergieron en casi todos los países. Los latinoamericanos, en
particular, pretendieron emular los objetivos de transformación social
de los movimientos pacifistas, ambientalistas y urbanos surgidos en
Europa y en Estados Unidos.

Esta preocupación y postura critica, queda muy bien recogida en


diversos trabajos que inundaron la academia por lo significativo de
las movilizaciones que lograron adelantar estos grupos (Mainwaring y
Viola, 1984; Viola, 1987; García-Guadilla, 1991, 1992, 1994, 19997;
Leff, 1991). Esto también sirve para demostrar, no solamente, el
impacto que este problema tuvo en la academia sino para develar el
interés por los problemas del desarrollo que las diferentes propuestas
introdujeron: como las de ecodesarrollo (García Gaudilla, 1999) o
ecopolítica7 (Guimarâes, 1990). Sin embargo, lo que interesa
destacar no es la proliferación de intentos más o menos plañideros,
atemorizantes o radicales, sino más bien la presencia de la definición
de una tendencia que evidencia las incongruencias y contradicciones
del discurso ambientalista-ecologista, liderado por la
homogeneización del enfoque Neoliberal y del Banco Mundial que han
logrado impulsar un discurso relato, referente a la idea fuerza de que
por medio de las políticas Neoliberales se alcanzaran los equilibrios
ecológicos y la justicia social por la vía más eficaz del crecimiento,
direccionado por el mercado (Leff, 1998), por lo que el discurso de la
sustentabilidad, sin mayores precisiones de contenido, significado,
orientación y posicionamiento se engulle al ambiente como concepto
que debe servir para resignificar el desarrollo y gestar la construcción
de una nueva racionalidad social (Leff, 1998).

Hasta ahora, lo que parece haber tenido mayor posibilidad de éxito


en esta materia, es la relación de colaboración entre desarrollo y
sutentabilidad, lo que ha servido para sacar al sistema industrial
capitalista del atolladero donde se encontraba, pues ha oxigenado al
propio proceso productivo abriendo un novedoso frente poderoso y
cautivador: el Mercado Verde; el cual promueve una línea de
productos comercializados con “sentido ecológico” que va desde
pastas dentales hasta vehículos, pero bajo la lógica del mercado
donde se concibe a la naturaleza y los recursos naturales como un
tipo de capital, que expresa una doble vertiente: una orientada a la
transformación de la naturaleza con la colocación de las etiquetas
conservacionistas con la finalidad de generar nuevos productos y por
supuesto nuevas necesidades de consumo; por la otra, la dirigida a
que sean efectuadas inversiones para reparar lo que destruye
(Gudynas, 2000).

Estas vertientes propias de la lógica de la sustentabilidad han


encontrado resonancia en investigadores que pretenden demostrar
que existe un efecto no tan dañino del desarrollo sustentable pues el
crecimiento económico no afecta la calidad del ambiente, es decir,
según estos autores podemos seguir manteniendo nuestros hábitos
de consumo, y darle la misma utilidad y aún más a los recursos
naturales existentes debido al carácter infinito de los mismos. Este es
el caso de del estudio aportado por Bjorn Lomborg (2001) intitulado
“Escepticismo medioambiental”, cuya visión es duramente criticada
por los intelectuales contemporáneos por su visión antropocéntrica,
optimista y altamente simplista, donde aseveraciones, que desde el
punto de vista discursivo están acabadas, tales como a mayor ingreso
económico, mejora el bienestar humano y lógicamente el medio
ambiente también, pueden llevar a conclusiones poco serias y
carentes de sustento (Candaudap, 2005), prolíficamente advierte
sobre los problemas teóricos e ideológicos de este tipo de enfoques
sobre la base de una refutación al estudio adelantado por el autor
antes mencionado. En este sentido el análisis medioambiental
trasciende a explicaciones altamente simplificadas que pueden llevar
a aseveraciones, conclusiones y hasta decisiones erróneas y de poco
impacto.

No dejamos de reconocer que todo este esfuerzo en la discusión


sobre la sustentabilidad ha tenido cierta influencia en la conformación
de una agenda pública en América Latina, sin embargo, advertimos
que su tematización ha sido heterogénea, débil, poco consistente, sin
continuidad, cuestión que se evidencia en la frondosidad de
instrumentos jurídicos con carácter de ley que se han formulado y
aprobado en los distintos países de América Latina en materia
ambiental8, pero que no se traducen en aplicaciones concretas
realmente preventivas y protectoras del medio ambiente, que
estructuren estrategias tendientes a combatir el delito ecológico,
ajustadas a una racionalidad ambiental, coherentes entre los distintos
niveles de ejercicio del gobierno, y orientadas a estructurar un tipo de
orden social que tome en cuenta la importancia de los factores psico-
socio-culturales en la formación de una visión común tendiente hacia
la sostenibilidad ecológica. Todo ello requiere de una postura política
y de un compromiso por parte de los actores fundamentales en la
definición de estrategias cónsonas con la sostenibilidad social y
económica.

De acuerdo con Leff (1994) se requiere, además, sean contemplados


los principios de democracia, participación y racionalidad ambiental,
la cual debe asentarse en un concepto de complejidad ambiental y en
procesos de reapropiación de la naturaleza que tomen en cuenta la
re-configuración y reafirmación de las identidades. En este mismo
sentido, coincidimos con De Lisio (1999) cuando advierte que de
todos esos esfuerzos lo que no queda claro en ninguna de las
opciones propuestas son los fines de la sustentabilidad y agregamos,
yendo más allá, se trata, bien sea que empleemos sustentabilidad o
sostenibilidad, es de definir los fines que se persiguen con el
desarrollo en términos de la dialéctica de la triada dinámica: hombre-
naturaleza-ambiente.

Para trascender de la retórica al compromiso en la discusión de la


sostenibilidad, se requiere: a) Atenuar las resistencias culturales,
revalorizando los elementos históricos y de resignificación de los
patrimonios naturales, sociales y culturales; b) Reconvertir la lógica
del capital con un enfoque de desarrollo más integral y consono con
las realidades e interconexiones entre hombre-sociedad-ambiente; c)
Crear esquemas concertados que busquen dirimir los conflictos,
impulsar el respeto a la diversidad natural y cultural, incorporar los
criterios de etnicidad, éticos y axiológicos. todo esto considerando la
dinámica social que propende a ser cada vez más globalizada y
globalizante; d) Buscar una racionalidad ambientalmente sostenible
que enlace los elementos de la globalización en el marco de una
modernización inclusiva, democratizadora y de respeto a las
diferencias; e) Los valores éticos que definan la conducta de los
actores intervinientes (hombre, sociedad, estado mercado) van a ser
determinantes a la hora de marcar las diferencias y establecer
acciones con sentido de compromiso, legalidad, transparencia, es
decir, con responsabilidad social, como aspectos necesarios para la
conformación de las agendas públicas y privadas, en la priorización
de los problemas sociales y en la forma de proponer soluciones
(ver gráfico 1).
El Desarrollo sostenible y la Agenda Pública en América
Latina.

En América Latina, si bien es cierto, se ha reconocido la importancia


de los problemas ambientales y ecológicos, han sido suscritos una
serie de acuerdos conferencias y tratados internacionales 9, el orden
de prioridades que en estos países se le ha dado al problema del
ambiente se perfila muy desigual y de poco impacto, donde el
compromiso de los actores ha estado influido por intereses más de
tipo político y económico que de sostenibilidad.

Una breve referencia histórica nos permite establecer una relación


entre los modelos de desarrollo y los actores fundantes que han
actuado y, en consecuencia, contribuido a delinear la agenda pública
normativa en materia de desarrollo ambiental. Para el modelo
desarrollista (60-80), el Estado emerge como el propulsor y promotor
del desarrollo; sobre él recae las definiciones y orientaciones de la
política pública, teniendo los sectores empresariales un peso menor
en la configuración de esa agenda, pero fueron ellos los más
favorecidos por la política de industrialización por vía de la sustitución
de importaciones.

Durante ese período eufórico de la industrialización por la vía de la


sustitución de importaciones el Estado abrió las compuertas, creo los
incentivos, y condiciones que auspiciaron la presencia de diferentes
tipos de industrias sin mayores consideraciones sobre los
mecanismos que debían ser adoptados para la protección del medio
ambiente ya que la lógica imperante de la concepción de desarrollo
estaba relacionada con el supuesto generalizado, de que la
aceleración del crecimiento económico estimularía el desarrollo.

Posteriormente, dada la crisis experimentada desde mediados de la


década de los ochenta y el auge del proceso globalizador, se
reorienta la concepción de desarrollo, haciéndose necesario comenzar
a introducir elementos del enfoque predominante de sustentabilidad,
que prestaron parcial atención a los desequilibrios que introdujo el
modelo (visión utilitarista y material, industrialización de segunda y
tercera generación en los países de mayor desarrollo relativo), sin el
establecimiento de controles y marcos jurídicos que regularan las
actividades productivas, sin que se prestara la adecuada deferencia a
los efectos sociales y a los impactos ambientales, los resultados se
tradujeron en lo que todos conocen, aún cuando muchos no lo
acepten y otros lo justifiquen argumentando que ese es el precio que
hay que pagar para alcanzar el desarrollo. En todo caso, lo que
tenemos son sociedades consumistas, marcada insalubridad, creación
de cordones de miseria, explosión demográfica o poblaciones
desigualmente distribuidas en las regiones, polos de desarrollo y
áreas deprimidas e incremento de la pobreza10.
Para ese momento histórico, también comienzan a aparecer nuevos
actores tales como asociaciones civiles y ONG preocupadas por la
defensa del medio ambiente que han desempeñado un papel bastante
eficaz en presionar para que los gobiernos y las empresas no se
amparen en un discurso medio ambientalista, sino que realmente
adquieran conciencia del problema11.

Según Karliner (1997) el creciente poder de las corporaciones


privadas y los problemas relacionados con la crisis ambiental
provocada por la escasez de recursos naturales, el agotamiento de las
zonas periféricas, el calentamiento global entre otros, estimuló el que
se asumiera la preocupación de lo ambiental pero también condujo a
una ideologización de los asuntos ecológicos. Sostiene que la Cumbre
de la Tierra (1992) “constituyó el escenario donde las corporaciones
se apropiaron formalmente del discurso ecológico especialmente el de
la sustentabilidad”, evitando con ello que otros actores relacionados
con la plataforma ambiental de base pudieran obstaculizar sus
operaciones. Así las empresas, han tenido (en algunos casos de
manera obligada) que acogerse a la normativa Internacional (ISO
14000, ecoetiquetas entre otros) e impulsar una gestión empresarial
atendiendo a la implementación de sistemas de gestión ambiental
que persiguen la reducción de los daños a los ecosistemas naturales y
contribuyen a que ellos adquieran una imagen aceptada por el
colectivo.

Tomando en cuenta los aspectos propios de la agenda pública


Latinoamericana y de los actores empresariales, ha habido algunos
avances en ciertos países como en el caso de México y de Argentina
en cuanto a la conformación de un marco institucional donde las
políticas de regulación, control ambiental, educación ambiental, han
tenido que ser adoptadas no solamente por parte de las grandes,
medianas y pequeñas empresas a partir de 1998, que se han visto en
la necesidad de asumir un comportamiento relativamente favorable
para adelantar mecanismos destinados a la preservación ambiental 12.

Esto también pone de manifiesto la reorientación que ha asumido el


Estado al reconducir su papel en relación al modelo de desarrollo. Del
desarrollismo ortodoxo a las nuevas tendencias Neoestructuralistas y
Neoinstitucionalistas, por lo que éste actor reajusta su papel, pasando
de protagónico a facilitador y de Interventor a controlador; de aquí la
influencia que ha tenido el Estado y en él los entes gubernamentales
sobre la institucionalización de políticas ambientales.

De una u otra forma todos sabemos, aún cuando no lo queramos


reconocer, que el Estado no es una organización neutra, en él se
expresan los atributos del modelo de desarrollo, por lo que si se
pretende sentar las bases de un desarrollo sostenible es necesario
determinar los criterios de organización que deben prevalecer
(Segenovich, 1998) tanto en el aparato público como en la agenda,
para que pueda efectivamente desarrollarse una gestión ambiental
que establezca el compromiso por la integración de las políticas
públicas ambientales y simultáneamente involucre a los otros actores
sociales, políticos y económicos en un proyecto integral de desarrollo
ambientalmente sustentable y socialmente sostenible con respeto a la
diversidad biológica y cultural y bajo la rectoría de principios éticos.

No todos los países de América Latina han establecido esos


compromisos. Sin embargo, nos encontramos con ejemplos a seguir
como es el caso de Argentina, donde ha venido teniendo lugar una
interesante experiencia en materia ambiental con el lanzamiento de
la Agenda Ambiental Nacional que va a tener vigencia entre el 2004-
2007, la cual persigue junto a otros sectores del gobierno resolver
problemas de infraestructura básica, entorno y hábitat de los grupos
más vulnerables de la sociedad así como también coloca el énfasis en
los procesos de producción sustentable en relación con el comercio de
los sectores agrícolas, mineros y turísticos.

Se destaca también, la incorporación en la Agenda Pública Ambiental


la idea de lo local dado que desde éste espacio de acción se genera
compromiso y responsabilidad con las estrategias, decisiones y tareas
a ser definidas, relacionadas con promoción de la salud, ambiente
escolar, intersectorialidad, participación, recuperación de espacios
públicos entre otros. Desde esta modalidad se observa un proceso de
discusión más integral ampliándose la esfera de la participación con la
inclusión de distintos tipos de actores.

Una demostración de construcción de Agenda Pública Ambiental y


multi-participativa es Costa Rica, cuando planteó la formulación del
Plan Nacional de Desarrollo (1994-1998), que definió entre sus
objetivos conducir a la sociedad Costarricense hacia una ruta de
desarrollo sostenible y de igualdad. Para ello constituyó el Consejo
Nacional para el Desarrollo Sostenible (CONADES) que desde
entonces se encarga de promover el diálogo y elevar el consenso en
torno al Desarrollo Sostenible entre los distintos sectores y actores de
la sociedad Costarricense. El CONADES, está compuesto por
representantes de gobierno, negocios corporativos, ONG’S, y otras
organizaciones sociales, siendo éste ente reflejo de un esquema
organizacional y de participación amplio, donde, distintos actores
delinean la política y se comprometen a adelantar los contenidos
temáticos establecidos en la agenda 21 y en la declaración de Río
sobre ambiente y desarrollo.

El Estado Costarricense cuenta además con un marco institucional


que incluye el Sistema Nacional Gubernamental para el Desarrollo
Sostenible (SINADES), la Comisión Nacional no Gubernamental
(CONAO), la Unión de Cámaras y Asociaciones para la empresa
privada (UCCAEP), que representa al sector económico y el Consejo
Nacional de Rectores (CONARE), el Consejo Asesor para el Desarrollo
Sostenible (CCI) y la Fundación para la cooperación en Desarrollo
Sostenible (FUNDECOOPERACIÓN), todo los cuales se encuentran
bajo una única coordinación representada por el Ministerio de
Planificación y Políticas Económicas.

En el caso Venezolano, con los planes estratégicos impulsados por la


gestión de Gobierno que desde el año 1999 esta instaurada, y los
cambios que ha nivel institucional, legal, político e ideológico, así
como en los modelos de gestión y desarrollo se han venido
experimentando, se pretende el impulso de un desarrollo endógeno
sostenible cuya finalidad es la construcción de un nuevo modelo
económico, productivo y social del país más humano y justo, donde
los recursos generados por los hidrocarburos entre otros, sean
traducidos por la vía de las misiones educativas, sanitarias y
alimentarías (Barrio Adentro I, II, III, Robinsón, Rivas, Sucre,
Vuelvan Caras, Milagro), entendidas como los programas sociales que
identifican este proyecto de país, en mejores escuelas más viviendas,
desarrollo integral en el campo, preservación y protección ambiental,
y logros en el deporte. (Avances de la Nueva PDVSA, Agosto Nº 7,
Septiembre Nº 8, 2005).13

Estos ejemplos sirven para ilustrar la heterogeneidad en cuanto a la


participación de los actores y la jerarquización de los problemas en
materia de sostenibilidad para la construcción de la agenda pública.
En relación a las distintas experiencias que se han adelantado en el
tiempo, estas muestran una disparidad en materia de construcción de
marcos jurídicos que consideren lo ambiental. Se evidencia, además,
una discordancia, a la hora de incluir el tema ambiental en la toma de
decisiones públicas, la proliferación de enfoques no ha permitido
generar una matriz que aglutine un cuerpo de intereses socio-
ambientales y de corresponsabilidad política, institucional y social
comunes más allá de los factores políticos, ideológicos y económicos.
Por lo que consideramos que se ha hecho poco en este sentido.

Lo anteriormente planteado, es sustentado por la CEPAL (2002),


quienes entre líneas esbozan que muy a pesar de los avances, en
muchos sectores, los principios de protección ambiental y desarrollo
sostenible aún se consideran una restricción al desarrollo económico
y social, limitando la capacidad pública (estatal y no estatal) para
detener el creciente deterioro ambiental de ecosistemas críticos y
controlar la contaminación.

Así, un porcentaje significativo de las políticas ambientales vigentes,


así como los instrumentos de regulación directa e indirecta aplicados
en América Latina, son de carácter regresivo. Las políticas
preventivas y de fomento que apelan a mejorar las condiciones
ambientales relacionadas con la competitividad productiva han
recibido menor atención. En otro orden de ideas, la capacidad de las
instituciones ambientales para alcanzar las metas trazadas en
términos de políticas transectoriales y subregionales efectivas y de
fortalecer la posición negociadora de los países en el plano
internacional continúa siendo incipiente.

Siguiendo en el análisis de dicha situación sobre los aciertos y


desaciertos de la agenda pública ambiental, con respecto a los
resultados alcanzados en la última década, si bien se reconocen los
avances importantes en la construcción de una institucionalidad para
la gestión ambiental con la formalización de marcos jurídicos y leyes
específicas que norman el uso de los recursos naturales, la emisión
de agentes contaminantes y la aplicación de instrumentos de
evaluación de impacto ambiental; el documento “Objetivos del
Desarrollo del Milenio”: que contiene el informe de las Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (ONU)2005 advierte claramente que
los indicadores ambientales en la generalidad de las mediciones
reportadas, resultaron ser negativas, por lo que la sostenibilidad
ambiental del desarrollo esta cada vez más en riesgo
(ONU,2005;183) constituyendo uno de los problemas ambientales de
mayor significación la deforestación que conlleva la perdida de la
biodiversidad y el aniquilamiento de vastos ecosistemas que
concentran gran cantidad de carbono.

Ideas Fuerzas para la conformación de una Agenda Pública


orientada hacia el desarrollo sostenible

Desde una perspectiva sistémica se concibe el desarrollo sostenible


como aquel proceso que se orienta a trascender los intereses
exclusivamente económicos hacia la comprensión de la necesidad de
establecer dispositivos de reapropiación de la naturaleza que
consideren aspectos sociohistoricos, geopolíticos y
biospsicosocioculturales propios de las distintas identidades
colectivas, pues la consecución de objetivos del desarrollo y la
satisfacción de necesidades colectivas e individuales deben ser la
resultante de arreglos y compromisos sociales, políticos y económicos
por parte de los actores públicos y privados encaminados hacia la
búsqueda del equilibrio Estado-Mercado-Sociedad-Medio Ambiente.

Reconocemos la irreversibilidad que han alcanzado los procesos de


globalización, así como el carácter “evolutivo” o de adelantamiento de
los procesos biopsicosocioculturales y demográficos que enmarcan la
acción histórica del hombre a través del tiempo por ello estimamos
que es posible que se pueda lograr reacomodar para crear conciencia
sobre dos problemas concomitantes. Uno el que tiene que ver con la
relativa capacidad que le queda como reserva a la naturaleza para
recuperarse y poder soportar la carga humana, sin embargo, ello no
es una posibilidad que se tenga para siempre (González Dávila,
2003). El otro es el que tiene que ver con el tipo de política pública
que se va a implantar para la conservación ambiental, pues reparar el
deterioro ambiental implica un costo, y cuál a de ser su sentido si
solo se pretende mejorar las condiciones de vida de la humanidad
dándole prioridad al criterio antropocéntrico o una alternativa que
busque, también, mejorar la biodiversidad de la cual es componente
la humanidad (criterio biocentrico); en uno y otro caso las decisiones
que se tomen tendrán un costo diferente. (Abraham, 2004).

En este sentido, en el grafico Nº 2 sintetizamos algunos de los


componentes de la dinámica de construcción de de lo que
consideramos sean las ideas fuerza más relevantes que deben ser
atendidas a la hora de ir dando paso desde el desarrollo sustentable
al sostenible; pues este último supone diseñar estrategias de
involucramiento de todos los actores, por ello es básico la negociación
para la formulación de leyes, la creación de una irradiación ciudadana
sobre la necesidad de preservar y conservar el ambiente; los
dispositivos económicos y la eficacia de las regulaciones para
reorientar el desarrollo sobre bases éticas y de responsabilidad social
corporativa y ciudadana. Estos aspectos no pueden quedar solo en
manos de los científicos y los expertos, sobre los cuales hay serias
sospechas.

Al respecto Gudynas (2001) sostiene que la fe idílica en la ciencia y la


tecnología hoy se cuestiona. Esto ocurrió así desde los inicios del
Boon ambiental, dado que la implantación de algunas políticas
ambientales fueron producto de una visión reduccionista o promovida
por expertos que alentaron instrumentalistas y manipuladoras
decisiones que beneficiaban el desarrollo de empresas sin que se
evalúen los riesgos a mediano y largo plazo.

Estamos convencidos de la complejidad que involucra alcanzar un


tipo de desarrollo que beneficie al hombre y que no perjudique al
medio ambiente. La sostenibilidad del desarrollo parte de comprender
que el ambiente y el desarrollo constituyen un binomio contradictorio,
complejo, múltiple e indisoluble donde emerge una relación hombre-
naturaleza-sociedad a partir de la cual se articulen las tematizaciones
que involucra la agenda pública. (Ver gráfico Nº 2)

Gráfico Nº 2.

Dinámica de Construcción de Desarrollo Sostenible


Fuente: Elaboración propia de los autores.2004

En Johannesburgo (2002)14 se dibujaron las primeras líneas que


permiten dilucidar los problemas relacionados con el desarrollo
sostenible, sin embargo se han pasado por alto muchos de ellos. Un
caso especifico, más preciso, es el relacionado con la vinculación
entre salud y medio ambiente, salud y cultura de la vida, salud y
protección, salud y riesgos ocupacionales, salud y violencia, salud y
sociedades de riesgo, entre otros. Entonces, cuando se pretenden
establecer prioridades en torno a salud como el eje articulador
prioritario para definir y fomentar propuestas de desarrollo, estas
pueden alcanzar algunos objetivos pero siempre persistirá un
argumento que impida lograr la sostenibilidad, porque entra en
contradicción con los fines del mercado tanto en los países más
desarrollados como en aquellos de la periferia que reciben los efectos
más perjudiciales porque entre otras razones son más vulnerable
política, productiva y económicamente y porque socialmente no han
logrado consolidar organizaciones consistentes que luchen por la
defensa del medioambiente.

Adicionalmente, se debe hacer referencia a otro problema que


consideramos bastante débil en el tratamiento de lo que la literatura
ha registrado. Es el relacionado con el diseño de indicadores
macroeconómicos, que permitan medir y registrar permanentemente
los procesos económicos que degradan o agotan el medio ambiente
para poder calificar como sostenible o no el crecimiento económico
que se va produciendo, dado que hasta ahora no se ha adelantado
una valoración económica de los recursos naturales cuando éstos se
han desgastado en el proceso de producción industrial. Para esto se
requiere contar con un acervo de información adecuada y
pertinentemente levantada; que se cree una estructura de incentivos
hacia el resguardo de los recursos naturales más allá de verlos sólo
como mercancía (Aniyar, 2004), y generar valores de concienciación,
desde la educación ambiental impartida, no solamente para conservar
,sino para transformar los mapas mentales, hacia una visión de
sistemas y de redes donde se comprenda responsablemente, que, lo
que uno hace afecta al otro y al ambiente.

Discutir sobre el diseño de mecanismos que permitan reorientar el


proceso productivo hacia actividades de pequeña escala que sean
menos dependientes del consumo de materias primas no renovables
y menos perjudiciales a la salud, es decir, más ágiles y eficientes que
se orienten al establecimiento de industrias que estén asentadas
sobre estudios de impacto ambiental y que consideren los factores de
riesgo a la salud de sus empleados, la colectividad, los ecosistemas
naturales es decir, el sistema ambiental. Se debe exigir además, la
transformación de las empresas, no solo en el plano organizativo y
productivo sino también ético para que ellas actúen a favor del
ambiente.

Creemos y estamos convencidos que existen las condiciones técnicas


y científicas que permiten alcanzar un desarrollo sostenible lo que hay
que lograr es acuerdos y desarrollar instrumentos que sean capaces
de estimular la producción sin que esta atente contra la salud del
individuo y del medio ambiente bajo un esquema de responsabilidad
compartida en un ambiente democrático, participativo e inspirado en
valores de honestidad, confianza, solidaridad, corresponsabilidad,
cooperación y visión de futuro porque el futuro es hoy y nos toca
actuar en consecuencia. (Ver gráfico 3)
Comentario Final.

Después de haber sometido a tensión analítica los distintos enfoques


sobre sustentabilidad y sostenibilidad, son más las dudas que
albergamos que las respuestas satisfactorias con relación a la
posibilidad cierta sobre que en América Latina fragüen realmente
estrategias que hagan posible la articulación adecuada de la triada
hombre-naturaleza-sociedad.

Asumimos que no contamos todavía con criterios suficientes,


históricamente hablando, sobre el tipo de desarrollo que el hombre
en América Latina desea porque no se ha concretado realmente una
discusión sincera, transparente, contextualizada sobre los fines que
se persiguen con el desarrollo; ¿con qué mecanismos se van a
conquistar dichos fines?; ¿con quiénes?; y ¿para qué?. Así que las
interrogantes inicialmente planteadas siguen teniendo pertinencia. En
consecuencia, sin caer en los extremos (pesimismo u optimismo),
este análisis nos brinda una oportunidad para expresar inquietudes y
tender a generar algunos aportes que contribuyan a vislumbrar
posibles soluciones sobre el reto preocupante épocal, que es el de
generar consenso político y social en torno a la dirección, propósito y
sentido de lo deseamos sea el desarrollo.

El problema político e ideológico que subyace en los dispositivos


teórico-conceptuales de: sostenible o sustentable no debe promover
angustia, desconcierto, nihilismo o apatía sino un llamado hacia la
toma de conciencia que estimule la búsqueda de conocimiento en
dicha materia en cualquier frente de actuación.

Sostenemos que, si bien es cierto los inicios de la conciencia


ambiental emergieron hacia los finales de la década de los años 60,
se volvió materia política entre los 70 y 80, ha llegado el momento de
la apropiación real del desarrollo ambientalmente sostenible y con
respeto a la diversidad biológica y cultural para que éste defina las
estrategias a seguir en la construcción y materialización de la agenda
pública en América Latina.

La crisis entropico-sistémica de nuestras realidad nos ha llevado a


comprender que el acceso, uso y beneficio de los recursos naturales
no puede estar referido a lo individual sino a lo colectivo, de aquí que
el problema de la sobrevivencia del hombre y del planeta, no es del
sujeto sino de la comunidad y del conjunto de actores que la
conforman para lo cual se requieren la presencia de estructuras de
gobiernos aptas para ello en condiciones de afianzamiento de la
democracia, con valores éticos, tolerancia, respeto al otro, respeto a
la vida y sentido de pertenencia enmarcado en un contexto donde se
privilegie la vida y no la muerte.

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Notas

1 Para autores como Follari (2003, 37), lo decisivo que separa a las
ciencias físico-naturales de las sociales es que en estas ultimas no
existe un conocimiento común, y por lo tanto en ellas no se produce
el “efecto paradigma” que si es propio de la ciencia normal. En este
sentido el uso extenso del termino paradigma como una propuesta
más completa y compleja que una simple teoría
demuestra “desinformación o incapacidad conceptual para captar que
significa el vocablo en la teoría Kuhniana” (3) o conduce a equívocos
al  calificar a las ciencias sociales como “preparadigmáticas”.

2 Según Utria (2002), esto responde a la inexistencia de un enfoque


totalizante e integrador del desarrollo. Entre 1945-1960 solo se hablo
del desarrollo económico; en la siguiente de desarrollo económico
social; en la del ochenta se amplio el horizonte al incluir lo ambiental,
y así sucesivamente hasta llegar a los primeros años del 2000 cuando
las adiciones van incluyendo lo regional/urbano, lo político. Dichas
adiciones, no son sinónimo de una comprensión sistémica de la
dinámica compleja y multicausal del desarrollo.
3 Desde mediados de la década de los setenta se conoce la lucha
liderada por las organizaciones proambientalistas que van desde el
reformismo conservacionista al radicalismo ecopolítico, los cuales han
tendido concienciar sobre la importancia de la conservación: Un
ejemplo de esa impronta lo constituye la acción desplegada  el día 23
de Noviembre de 1997 por más de trescientas organizaciones en
España para la plantación de árboles. Sin embargo la popularización
de estas acciones y la intervención de organizaciones internacionales 
como la del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(Pnuma) han resultado ser tímidas. En el último informe de alerta al
trasmitir un mensaje urgente sobre el estado crítico en el cual se
encuentra la tierra, hacen un llamado para buscar soluciones dirigidas
hacia el desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente y los
recursos naturales (Informe Pnuma, 2004).  Esto es indicativo del
hecho que  no se ha avanzado mucho en esta dirección y los logros
resultan ser  muy magros.

4 Debe recordarse que el termino sustentabilidad surgió  como  una


acepción ecológica por aquellos que quisieron frenar la destrucción
provocada por el establecimiento de la concepción de Henry Truman
(1949), cuando en su discurso como Presidente de los Estados Unidos
(23 de enero de 1949), lo acuño como el camino que bebían seguir
los países pobres para llegar a alcanzar los estándares de vida que
tenían los países industrializados dado que se pretendió frenar de
esta manera el  avance de las ideas comunistas que reivindicaban las
luchas de los obreros (Demo et al., 1999).

5 Se plantea que cada uno de los países reservará un porcentaje que


en todo caso no ha sido más de un 40% de su espacio terrestre y
marítimo como área protegida.

6 La propuesta planteada por el BM, explica que: el origen de la


pobreza esta relacionado directamente con el escaso nivel de
crecimiento alcanzado  por las economías en los países
subdesarrollados, lo cual se convierte en un impedimento para que
los pobres puedan tener acceso a al escolaridad, trabajo, salud,
vivienda (Banco Mundial, 1992).

7 La ecopolitica para Guimarâes (1990) se constituye como un


apócope de política ecológica que surge del reconocimiento de que
para superar la crisis ecológica (escasez de recursos) y ambiental
(escasez de  depósitos contaminantes) son determinantes las
decisiones políticas.

8 Un ejemplo de ello lo encontramos en los distintos instrumentos


legales que se han venido plasmando en el tiempo. Destacamos  la
Constitución de la República de Costa Rica que desde 1949 introdujo
a posibilidad de garantizar un articulado (46, 4, 50, 79, 80) que le
permitió introducir en forma explicita el derecho que tiene toda
persona a tener un ambiente sano y ecológicamente equilibrado. La 
Constitución de los Estados Unidos de México, en los artículos 2
(derechos indígenas y desarrollo sustentable), 4 (derechos a un
medio ambiente sano y adecuado para el desarrollo y bienestar), 25
(el Estado garantizara el desarrollo nacional integral y sustentable);
Constitución de la Nación Argentina (1994), art. 41 (todos los
habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado y apto
para el desarrollo humano y para que las actividades productivas 
satisfagan las necesidades del presente sin comprometer las de las
generaciones futuras y tienen el deber de preservarlo. El Daño
ambiental genera prioritariamente la obligación de recomponer); La
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), art. 15
(Espacios fronterizos y preservación de la integridad territorial, la
soberanía, la seguridad, la defensa, la identidad nacional, la
diversidad y el ambiente) 127, 128, 129 (Derechos ambientales) 156,
23 (Competencias del Poder Nacional), 178, 4 (Competencias
Municipales), 299 (principios del sistema económico y desarrollo
agrícola), art. 136 (principios de seguridad de la nación).

9 Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente,


Estocolmo (1972) Pacto para el desarrollo y la prosperidad:
Democracia, Libre Comercio y desarrollo Sostenible en las Américas.
Miami (1994); Convenio de Diversidad Biológica; Declaración de
Santa Cruz de la Sierra para el Desarrollo Sostenible de las Américas,
Bolivia (1996),  Cumbre mundial de la tierra, Río de Janeiro (1992),
Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible (2002),  firma de la
Agenda 21, tratado de Kioto entre otros.

10 Al respecto ver trabajo de Ocampo José Antonio (1998), Más allá


del Consenso de Washington: Una Visión desde la Cepal. En revista
de la CEPAL, nº 66. Naciones Unidas. Cepal. Chile. pp. 7/28. y
Distribución del Ingreso, Pobreza y Gasto Social en América Latina.
En revista de la Cepal nº 65. Naciones Unidas. Santiago de Chile.
Cepal. pp 7-14.

11 Con respecto al papel desempeñado por las ONG tampoco hay un


acuerdo unánime, pero, en la generalidad de los casos, los autores
convienen en destacar su participación como es el caso de
Grenpeace, la Federación Conservacionista Mexicana, Fundación vida
silvestre, Argentina, Fundación Brasileña para la Conservación de la
Naturaleza, Bioma en Venezuela, Nature Conservancy en EE UU,
entre otros.

12 En México operan 1000 empresas  recicladotas de residuos


industriales considerados peligros con una capacidad  instalada total
de aproximadamente 1,38 millones de toneladas al año. También
funcionan 320 empresas para la recolección y transporte de residuos
peligrosos y 331 dedicadas al almacenamiento y el manejo de  ellos.
Así mismo se cuenta con 53 equipos de alta tecnologías que tratan
residuos biológicos infecciosos. (Carrillo, 2002). Por otra parte se han
aprobado 17 instrumentos legales cuya orientación gira en torno ha
hacer más efectivo el uso, aprovechamiento y conservación de los
elementos del ambiente (Blanco, 2002).

13 En el contexto Venezolano la filial Petrolera Pdvsa, a través de la


Corporación Venezolana de Petróleo y la Gerencia de Desarrollo
Sustentable, vienen impulsando una serie de “proyectos de Desarrollo
Sustentable” entre los que se encuentran para el año 2006  en el
Estado Zulia por ejemplo, “Una Luz para las comunidades
vecinas”, “Consolidación de núcleos de Desarrollo
Endógeno”, “Programa de Granjas Integrales”, “Productivas y
Sostenibles”, “Un Árbol para la Sierra”, “Producción de Lechones en
sistema intensivo en la Finca San Antonio”, “Programa de Apoyo a
Productores de Cerdo”, “Fortalecimiento de la Actividad Pesquera en
Barranquitas”, “Programa de Pesca Artesanal en San Rafael del
Mojan”, “Consolidación de Pesca Artesanal del Hornito”, “Programa de
Educación Ambiental para el Desarrollo
Sustentable”,  “Fortalecimiento de la siembra de piña en la
comunidad Bari”, “Sistema San Pedro, Estación de Bombeo y
Aducción San Pedro” y “Desarrollo Eco-Agro productivo de las
Comunidades de Guasare” todos estos enmarcados en el plan
estratégico 2006-2012 denominado “Siembra Petrolera” (Avances de
la Nueva Pdvsa, nº 8, 2005).

14 Sostenemos que fue en la Cumbre de Johannesburgo que se


reconoció y definió un camino común hacia la construcción de un
mundo que respete y ponga en práctica el concepto de DESARROLLO
SOSTENIBLE, el cual no sólo identifica adecuadamente algunas
estrategias destinadas hacia la búsqueda de un compromiso en
términos de crear mecanismos económicos sino relacionados con la
preservación de la diversidad sociocultural, solidaridad humana,
fomento del diálogo, cooperación y de las capacidades humanas entre
otros aspectos (Johannesburgo, 2002).

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