Actividad 3 - Teatro Romántico

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EL ROMANTICISMO EN DON JUAN TENORIO – ROLANDO PERALTA

El arte siempre busca superarse a sí mismo a través de la innovación. Este es un principio

que se ha visto cumplirse a lo largo de la historia de la literatura. Sin embargo, aunque cada

periodo literario busca superar el anterior, cada movimiento pretendía alcanzar este

desarrollo en base a nuevas reglas y formas de hacer arte, creando un canon al que todos los

artistas debían seguir. Contrario a esto, Víctor Hugo estableció que la verdadera esencia del

arte no se encuentra en las reglas y modelos porque éste “da alas y no muletas”. Es por eso

que dijo: “Ha llegado el tiempo en que la libertad, como la luz, penetrando por todas partes,

penetra también en las regiones del pensamiento. Es preciso inutilizar por inservibles las

teorías, las poéticas y los sistemas” (Hugo, 1827: s.p.). Con la llegada del romanticismo el

teatro sufre una notable transformación, ya que la libertad creadora del artista es la máxima

que rige la creación teatral, contrario a lo que sucedía en los periodos anteriores en los que

se erigieron cánones que regulaban casi todos los detalles que debían tomarse en cuenta a la

hora de producir una obra dramática. En Don Juan Tenorio de José Zorrilla se analizará

cómo se manifiesta la esencia del romanticismo y de la libertad creadora.

El aspecto formal de la obra es uno de los elementos más controversiales por la cantidad de

preceptos que se han establecido con relación a éste. En Aristóteles y Lope de Vega se

había estipulado un número específico de actos en los que debía de organizarse la obra. En

el romanticismo en general se rechazó este precepto, por lo que la cantidad de actos era

elección del autor. La obra de Zorrilla está dividida en siete actos distribuidos en dos partes.

Con esta forma de organización el escritor transgrede las unidades dramáticas de tiempo y

lugar, pero con esto la obra adquiere verosimilitud. Lessing alude a este hecho al hablar

sobre Mérope de Voltaire y califica como absurdo el querer ubicar todos los hechos que
ocurren en esta obra en un periodo de veinticuatro horas. Lessing explica: “Porque lo que él

sitúa en un día, puede hacerse sin duda en un día, pero ninguna persona razonable lo hará

en un día” (Lessing, 1993: 281). Sobre este asunto, Víctor Hugo señala que “la acción,

encerrada en las veinticuatro horas, es cosa tan ridícula como encerrarla en el vestíbulo.

Toda acción tiene su duración propia, como tiene su sitio particular” (Hugo, 1827: s.p.). En

consonancia con esto, se puede observar cómo en la obra las acciones trascurren en

diferentes escenarios y entre las dos partes en las que están divididos los actos pasan varios

años. Otro elemento que refleja la libertad creadora y que también le confiere verosimilitud

a la obra es la mezcla de los géneros cómicos y trágicos. El modelo aristotélico había

establecido la regla de distinguir ambos géneros pues calificaba como grotesco la

combinación de los mismos. Víctor Hugo señaló que “la realidad resulta de la combinación

de los dos tipos, lo sublime y lo grotesco, que se encuentra en el drama, como se encuentran

en la vida y en la creación” (Hugo, 1827: s.p.). Encontramos en Don Juan Tenorio la

combinación de elementos jocosos y trágicos. Por ejemplo, las acciones de personajes

como Brígida, quien sirve de intermediaria entre Don Juan e Inés, resultan cómicas. El

elemento trágico está presente en la obra con la muerte de Inés a consecuencia de su tristeza

por la desaparición de Don Juan. Aristóteles había indicado que los sentimientos de temor y

compasión presentes en la tragedia solo podían ser suscitados por las acciones de un solo

protagonista, no obstante, Lessing asegura que “nos podemos valer muy bien de varios

personajes para provocar ambos sentimientos” (Lessing, 1993: 441). Esto explica el porqué

la obra cuenta con dos protagonistas y cómo la trágica historia de ambos es lo que hace

posible que se provoquen en los espectadores estas emociones. El escritor de la obra

romántica es también un poeta, por lo que debe confeccionar un drama en el que se

“ilumine a la vez el interior y el exterior de los hombres”, que de acuerdo con Víctor Hugo
se consigue “el exterior por medio de sus discursos y de sus acciones, el interior por los

apartes y por los monólogos, creando en el mismo cuadro el drama de la vida y el drama de

la conciencia” (Hugo, 1827: s.p.). En la obra se pueden encontrar varios monólogos donde

se trasmiten profundas emociones como el que se destaca en la escena tres del acto primero

en la segunda parte, donde Don Juan se lamenta profundamente ante la estatua de su amada

Inés: “Mármol en quien doña Inés/ en cuerpo sin alma existe, / deja que el alma de un triste/

llore un momento a tus pies” (Zorrilla, 1844: 139). Todo texto dramático se concibe

teniendo en cuenta su futura representación, por lo que el autor deja plasmado en el texto

las acotaciones de lugar que “señalan objetos propios de un ambiente, o gestos de los

personajes, actitudes, luces, entradas, salidas, etc.” (Bobes, 1993: 90). Estas acotaciones

están presentes en la obra analizada y sirvieron de referencia para la realización de su

montaje. Sobre la escenografía de la representación, Hugo recomendó que “debe estar

impregnado de color de época” y que se deben evitar “los cambios frecuentes de

decoraciones” porque “pueden embrollar” y “fatigar al espectador” (Hugo, 1827: s.p.). Esto

se nota en el montaje observado, puesto que las escenas y las acciones de los personajes

reflejaban la atmósfera de la época representada, a saber, la Sevilla del siglo XVI. Los

cambios solo se hacían entre algunos actos ya que varias escenas compartían el mismo

escenario. También se destaca en el montaje la participación del coro. De acuerdo con

Schiller éste juega un papel muy importante en la representación dramática porque le da

vida a la exposición teatral. Además, el coro “separa la acción de la reflexión; y, en virtud

de esa separación, le comunica fuerza poética […] dotándola de seducción y belleza”

(Schiller, 1973: 971, 975).


Estas características del romanticismo le permitieron al teatro no solo ser reflejo de la

realidad para dejar una enseñanza moral, sino que, a través de él, los espectadores podían

ver un mundo “embellecido por la vara mágica del arte”. (Hugo, 1827: s.p.).

BIBLIOGRAFÍA

Bobes Naves, M. C. (1997): Semiología de la obra dramática, Madrid, Arco Libros, pp.

14- 47 y 84-112.

Lessing, G. E. (1993): Dramaturgia de Hamburgo, Madrid, ADE, pp. 138-142, 162-165,

280-288, 344- 347, 431-442 y 522-533.

Schiller, F. (1973): Teatro completo, Madrid, Aguilar, pp. 971-977.

Hugo, V., Prefacio a Cromwell. https://www.ucm.es/data/cont/docs/119-2014-02-19-

VictorHugo.Cromwell.Prefacio.pdf [Consultado el 30-01-2017].

Zorrilla, J., Don Juan Tenorio. http://www.css.cl/catalogo/pdf/lib014956-.pdf [Consultado

el 30-01-2017].

Escenificación dirigida por Jaime Azpilicueta a partir de Don Juan Tenorio de José Zorrilla:

https://www.youtube.com/watch?v=HFzqiLIcFtQ

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