Historia Profeta Joel

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Joel es uno de los profetas menores. Sobre la época en que fue escrito hay diversas opiniones.

El libro no nos dice nada acerca del


momento histórico en que se desarrolla el ministerio profético de Joel. Los datos que nos suministra acerca de este punto son
indirectos. De ahí la dificultad que supone datar exactamente su composición.

Joel es hijo de Petuel. Los demás libros no nos dicen nada de él; su obra es, pues, la única fuente de información. Sabemos que la
época en que se compone está cargada de afán por reconstruir el templo y la ciudad de Jerusalén. Los reyes persas han favorecido
la vuelta a la tierra de origen, ya que les convenía tener un pueblo amigo en las tierras que le separaban con Egipto, cuyo poder es
un peligro para la paz.

Muestra un gran interés por el templo, por los sacerdotes y por el culto. Se queja porque «sacrificio y libación han desaparecido de
la casa de Yahwéh. Los sacerdotes, ministros de Dios hacen duelo». Se dirige a los sacerdotes para que oren y ayunen. Este celo
por el culto hace pensar que pertenezca al cuerpo sacerdotal, aunque también pudiera pertenecer a alguna escuela profética, cuya
misión de ser portavoces de Dios se ejercía a veces en el templo.

En el libro podemos distinguir dos partes bien diferenciadas. La primera nos relata una terrible plaga de langosta que devasta el
país. Ante tal desastre lo mejor es recurrir a Dios por medio de la oración comunitaria. Hay dos secciones con amenazas del castigo
divino y con llamadas a la penitencia: a) convoca al pueblo para que sepa lo que Dios ha hecho con su pueblo a través de la plaga
de langostas. Ante esa situación calamitosa se convoca un ayuno general, una asamblea en el templo para orar a Dios por la
salvación b) Nuevo peligro: los enemigos llegan con rapidez de corceles, con estrépito de carros de guerra, haciendo temblar la
tierra y estremecerse el cielo. Nuevamente resuena la trompeta en Sión. El día de Yahwéh está cerca. Sólo queda una salida:
recurrir a Dios.

La segunda parte es como una respuesta a la llamada angustiosa del pueblo. Dios promete, generoso, el perdón y la venganza. Hay
tres secciones que podemos dividir así: a) Se describen panoramas de verdor y abundancia paralelamente a la sequedad y a la
escasez. La bendición de Dios en aquellos días rebasará los límites de la petición de su pueblo, b) Desarrolla el gran tema del juicio
a todas las naciones. Bajarán al valle de Josafat y allí habrán de responder a las implacables acusaciones de Yahwéh, c) Da una
perspectiva final de la era mesiánica en la que «los montes destilarán vino nuevo, las colinas fluirán leche, y por todos los ríos de
Judá correrán las aguas».

El mensaje del libro es que Dios se apiada de su pueblo y su castigo no es definitivo; cambiará de pensamiento y perdonará;
llamará a juicio a todas las naciones; es dueño de todos los pueblos que vendrán a rendirle

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JOEL

PENTECOSTÉS - AÑO 825 a.C.


 © Carlos Padilla, Junio 2013

El profeta Joel fue llamado por Dios para anunciar el Día del Señor, tanto al pueblo de Judá, como a las naciones vecinas, en
profecía. Sin duda alguna Joel es uno de los doce pilares proféticos que componen el grupo de los llamados Profetas Menores.
Comienza su profecía con la frase común a casi todos: “Palabra de Yahweh que vino a…” en este caso, a Joel. Su profecía inicia
una descripción de una serie de plagas consecutivas que vienen sobre el reino de Judá, para advertir a la nación sobre su decadencia
espiritual y moral ante Dios.

Una vez se asegura que han recibido el mensaje prosigue, a mediados del capítulo 2 con la segunda parte del mensaje de Dios al
pueblo, que no es otro que, que se conviertan a Él de todo corazón, de sus malos caminos, con ayuno, lloro y lamento, pues el
asunto es grave. Incluye el Señor una promesa de bendición y prosperidad sin precedentes, además de recordarles que en medio de
Israel vive  su Dios.

La segunda parte del capítulo 2 es una profecía, que, en parte hemos leído como cumplida en Hechos de los Apóstoles, también
capítulo 2 en el día de Pentecostés, sobre el derramamiento del Espíritu Santo. Además habla de acontecimientos escatológicos en
el cielo y en la tierra. Antes de terminar su exposición, la profecía que recibe Joel de parte de Dios anuncia que en el Día del Señor
ocurrirán dos hechos relevantes. El primero es que Judá volverá de la cautividad, y también lo hará Jerusalén. El segundo es que  
reunirá a todas las naciones en el valle de “la decisión” 3:14, donde se arrepentirán o serán juzgados.

Finalmente la profecía concluye con el anuncio de que  rugirá desde Sión, y Judá será habitada para siempre, y Jerusalén, de
generación en generación, mientras el Señor habitará en Sión.

LIBRO DEL PROFETA JOEL

El Profeta

El profeta Joel (Hebreo Yō’Ēl) “es Dios” era hijo de Petuel. Es el primero de los profetas escritores. El segundo de los 12 profetas
menores en el canon. Profeta a Judá. Su profecía es corta, pero intensa. Joel cumple con los requisitos del verdadero profeta: No
enseñar otros dioses, no practicaba adivinación, y sus profecías se han cumplido. Joel, a su vez, cumple con el cometido de alentar
a su pueblo a través del mensaje que Dios le da. No solamente se trata de advertir del juicio, del día terrible del Señor –que sin duda
se cumplirá para con aquellos que no obedecieron al llamado al arrepentimiento– sino que además, con ellos o sin ellos, Dios
bendecirá al remanente de fe. También bendecirá el futuro del pueblo porque es por amor de Su nombre, es el plan de Dios y
muestra la gloria de Dios en toda su plenitud.

El libro en el canon

El libro, en el canon se encuentra ubicado en el segundo lugar de entre los profetas llamados menores. Es el primero de los profetas
escritos a Judá en el orden cronológico, tras los profetas orales que quedan incluidos en los libros de los  Reyes y de las Crónicas.
En el canon[1] de la Biblia Hebrea se halla en el grupo de los Nebilim o profetas posteriores, mientras que el la Septuaginta [2] está en
el penúltimo apartado dedicado a los libros proféticos: Los Doce, llegándose a conocer en griego como  Dodecaprofeton. En la
Vulgata se halla, al igual que en las demás Biblias cristianas, en el último apartado con los doce profetas menores.
 

A quien va dirigido

Joel se dirige a Judá en tiempos del preexilio, antes de que Judá fuese invadido por el imperio asirio en consecuencia a la
obcecación en el pecado. Joel vive ya en un reino distinto al glorioso que había vivido Israel, cuando Judá era parte integrante, y
David el rey que había unificado a los hijos de Jacob. A causa del pecado, después del reino de Salomón, por causa de las luchas
internas por la sucesión al trono de los hijos de David, por causa de la idolatría de Salomón y otros pecados, los profetas advirtieron
de la división y de la destrucción. Ahora Joel se encontraba recibiendo el primer mensaje profético para ser escrito, para el reino
dividido, en su caso para Judá. Además no se menciona a un rey gobernando, y su mensaje es dirigido a los sacerdotes, ancianos y
al pueblo, lo que es lógico teniendo en cuenta la temprana edad, siete años, según 2Crónicas 24, a la que Joás asciende al trono.

En la regencia, y posterior reinado de Joás da orden de recaudar del pueblo para la reparación de los muros del Templo [3], pero sin
embargo, tras la muerte de Joiada, cede ante el pueblo y mantiene los lugares altos donde el pueblo ofrecía sacrificios a su forma
idólatra, desobedeciendo a Dios y trayendo sobre ellos la ira de Dios. La situación personal de Joel era la de la seguridad de tener el
mensaje de parte de Dios, conociendo que el pueblo estaba obstinado y viendo como la invasión se iba a producir, más con
esperanza de un tiempo futuro de gloria, bendición y reinado bajo la mano de Yahweh.

La época del libro

La época del libro se sitúa alrededor de entre el 835 y el 825 a.C. Antes y después, además, de forma contemporánea a Joel
encontramos a Elías y a Eliseo, profetas a Israel. Al mismo tiempo de Abdías, profeta a las naciones.

En esta época fueron reyes de Judá: Asa, Jorám, Joás reinando y el sacerdote Joiada en el ministerio, en tiempo del ministerio de
Joel, Josafat y Atalía, 2Reyes 2-13. Y reyes de Israel: Baasa, Jehu reinando en tiempo del ministerio de Joel, el otro Joás, el de
Israel, Acab, y Omri. En el imperio Asirio reinaban en ese tiempo Salmansar III, a quien sucedió Shamshiadad V, también mientras
ministraba Joel.

Las naciones que se hallan mencionadas son Fenicia, Filistea, Egipto y Edom, sin mencionar como enemigos a Asiria, Babilonia,
Caldea o Persia, lo cual nos da una idea de por dónde esperaría, el pueblo de Judá, que en caso de ataque les habrían de atacar, justo
en quien no pensaban sería el invasor. La profecía que recibió Joel se refería a ataques inesperados y sucesivos usando como
símbolo las distintas plagas a las que fueron sometidos. El tiempo les mostraría que la invasión de Asiria era el merecido castigo
por apartarse de Dios.
Como apoyo histórico sobre la fecha del libro de Joel, además de estos datos, podemos hacer referencia al libro de A.F.
Kirkpatrick[4] donde concluye con abundantes datos lo correcto de la fecha que hemos mencionado anteriormente, en contra de
algunos críticos liberales. Entre los argumentos y datos destacan que la forma de gobierno no parece una monarquía, sino más bien
una regencia al estilo de gobierno entre sacerdotes y ancianos del pueblo. En 2Reyes 11:4 se nos aporta el dato de que Joás
ascendió al trono a la edad de siete años, con lo que debía ser guiado, en su caso por el sacerdote Joiada, su tío.

Por otra parte podemos aportar que los datos que hacen referencia al libro del profeta Amós, como es el caso de que los montes
destilarán mosto, en Joel 3:18 es en referencia a Amós 9:13, donde el contexto apoya que Joel escribiría primero. O al referirse al
Texto Bíblico sobre que “rugirá desde Sión…” que encontramos tanto en Joel 3:16 como en Amós 1:2, lo cual nos permite situar a
Joel con seguridad antes que a Amós.

El Día del Señor

El Día del Señor, tal y como lo muestra Joel incluye cuatro acontecimientos. El primero tiene que ver con las plagas que asolan
Judá. El segundo con la llamada al arrepentimiento, la cual trae el Espíritu Santo sobre toda carne. El tercero se inicia con el juicio
sobrenatural a las naciones por parte de Dios. Y el cuarto con la culminación del proyecto de Dios que lleva a Judá a una bendición
prometida desde antes, para la gloria de Dios y el testimonio a Judá, a las naciones y a la Iglesia.

Las plagas

Comienza a ser anunciado por Joel a través de la devastación de las plagas. Habla de que la oruga no comió, el saltón comió, y lo
que no comió ésta, lo hizo el revoltón; y lo que quedó lo comió la langosta. Estas plagas asolarían Su vid y descortezarían Su
higuera, sus ramas quedarían blancas. El trigo, el mosto, el aceite, la cebada, la mies del campo serían arrasados; el ganado sufriría.
La palmera, el manzano y todos los árboles del campo secados. El grano debajo de los terrones y los alfolíes destruidos. Bestias,
bueyes, ovejas quedarían sin pastos. Secos quedarían los arroyos de las aguas, y las praderas quedarían quemadas por el fuego, Joel
1:8-20. Un panorama desolador al que Judá en principio no parece reaccionar. La advertencia comienza en Joel 1:
1
Palabra de  que vino a Joel, hijo de Petuel.  2Oíd esto, ancianos, y escuchad, todos los moradores de la tierra. ¿Ha acontecido
esto en vuestros días, o en los días de vuestros padres?  3De esto contaréis a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos
a la otra generación.  4Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el revoltón; y la langosta comió
lo que del revoltón había quedado.[5]
 

Advertencia a Juda

Esta advertencia no es otra cosa que una figura de la nación que invadiría a Judá: Asiria, en Joel 2:2. Judá está acostumbrada a los
enemigos conocidos, o los cuales piensa que conoce. Estos, en su caso son Tiro, Sidón (ambas en Fenicia, y Sidón sujeta a Egipto
según Homero) y Filistea. Si estos son una prefiguración de la oruga, el saltón y el revoltón, ahora aparece una nueva plaga, la
langosta, una plaga de proporción a las de Egipto por Moisés, lo cual da a entender que el juicio es grave, y sirve para prefigurar a
Asiria, el nuevo imperio poderoso que todo lo conquistaría. Según William MacDonald [6] se trataría de la prefiguración de los
cuatro imperios que gobernarían sobre el pueblo de Dios: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. Las cuatro plagas son a su vez
las cuatro fases del desarrollo de la langosta desde su nacimiento hasta su edad adulta: oruga, saltón, revoltón y langosta, realmente
el parecido con el desarrollo de los imperios es grande, sobre todo si lo comparamos a la estatua del sueño de Nabucodonosor que
interpretaría el profeta Daniel.

Esta parábola sirve en la vida, y en la Iglesia. Los enemigos que conocemos y que controlamos, más o menos, creemos que son los
únicos que nos pueden atacar. Pero cuando el hombre persiste en pecar, Dios levanta un enemigo que no conocemos. Del mismo
modo esto sucede a las naciones en la historia. En el caso de Judá, lo que uno no arrasase, lo haría en siguiente si no se arrepentía
Judá de su mal camino. La advertencia a Judá viene a través de estas plagas grandemente devastadoras que son una llamada al
arrepentimiento de Judá. La invasión de un enemigo no mencionado, no conocido como tal, un nuevo enemigo que levanta el Señor
para disciplinar a Su pueblo. El día del Señor, aquí toma connotación de juicio Final. Joel 2:2-11:
2
Y dará su orden delante de su ejército; porque muy grande es su campamento; fuerte es el que ejecuta su orden; porque grande es
el día de, y muy terrible;¿quién podrá soportarlo?.[7]

  

Dios es misericordioso

Dios es misericordioso, tardo para la ira y grande en misericordia, y por lo tanto llama al arrepentimiento de Su pueblo, a través de
los profetas, Joel 2:12-19. Dios busca un verdadero arrepentimiento de corazón “rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos”,
que aquellos a los que llama vuelvan a Él. En una antesala del poder mundial de los últimos días, el profeta promete bendición de
parte de Dios en 2:20-32, lo cual se cumplió en la derrota de los invasores del norte; Senaquerib. Esta es así, la segunda parte del
Día de Yahweh.

 
El Espíritu Santo sobre toda carne

El Espíritu Santo sobre toda carne es la tercera de las consecuencias del Día de Señor. Tras las plagas devastadoras que asolan Judá
en la profecía, hemos recorrido la historia del libro hasta encontrarnos con el anuncio de la misericordia del Señor en las lluvias de
bendición prometidas a los que se arrepienten. Los ejércitos enemigos son vencidos por la providencia de Dios. Estas lluvias son el
anuncio de cómo reaccionaría el pueblo en la profecía, y simboliza el derramamiento futuro, como si se tratara de un “ llevado
viento”[8] que los llenaría del Espíritu de Dios, en Joel 2:28-32:
28
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos
soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.  29Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en
aquellos días.  30Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo.  31El sol se convertirá en tinieblas,
y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de.  32Y todo aquel que invocare el nombre de  será salvo;, porque
en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho, y entre el remanente al cual él habrá llamado.[9]

La lluvia que el Señor envía después de la sequía y de la plaga de las langostas se enlaza con la profecía del derramamiento del
Espíritu Santo, lo cual se cumple en Pentecostés [10], en parte, lo cual es una promesa no solo para Judá, o para Israel al completo,
sino una, que se cumple en la Iglesia, algo que no se prefiguraba en los tiempos del profeta, y que Judá no entendería. Además, la
promesa del Espíritu Santo es hecha por Jesucristo a la Iglesia, cuando les informa que en pocos días serían bautizados con Él. La
última parte que podemos preveer sería, bien en el milenio, bien en la eternidad cuando seremos llenos del Espíritu eternamente y
para siempre. El Texto lo vemos en Hechos 2:14-21:
1
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.  2Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento
recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;  3y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego,
asentándose sobre cada uno de ellos.  4Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el

 
Espíritu les daba que hablasen… …Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones
judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.  15Porque éstos no están ebrios, como vosotros
suponéis, puesto que es la hora tercera del día.  16Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
17
Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños.[11]

El protagonista del evento del derramamiento del Espíritu Santo es Él mismo. Como dice Justo González [12], la historia que Lucas
narra y que conocemos como los “Hechos de los Apóstoles” realmente son los Hechos del Espíritu Santo, por medio de los
apóstoles, y así será en la Iglesia hasta el día del arrebatamiento.  
    

Las naciones juzgadas

Las naciones juzgadas, es la cuarta etapa, compuesta de dos partes, en la que vemos la consecuencia de la instauración del Día del
Señor, como encontramos en Joel 3:9-12:
9
Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los valientes, acérquense, vengan todos los hombres de
guerra.  10Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy.  11Juntaos y venid, naciones
todas de alrededor, y congregaos; haz venir allí, oh, a tus fuertes.  12Despiértense las naciones, y suban al valle de Josafat; porque
allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor.[13]

El versículo catorce del capítulo tres nos habla del valle de la decisión, mientras en los demás versículos nos habla del valle de
Josafat. Si entendemos que hablamos del mismo valle, éste versículo nos aclara lo que acontece en él, al llamarlo  de la decisión.
Encontramos la escena en otros profetas como Isaías 23:1-28; o en Ezequiel 26:1-28; en Amos 1:9-10; en Zacarías 9:1-4 y también
en el Nuevo Testamento, en Mateo 11:21-22; en Lucas 10:13-14.

La decisión es la que hay que tomar ante el llamado del Evangelio. Las naciones, en este caso, al igual que cada individuo, tendrán
en aquel Día el pago por su decisión de reunirse en el valle para guerrear contra Jerusalén, además de todo el trato impío con que
trataron a Judá y a sus hijos, vendiéndolos y esparciéndolos, lo mismo que hacen impíamente las naciones y los individuos con
aquellos que padecen necesidad. El Señor Jesucristo, en Mateo 25:31-46 deja claro el motivo por el cual se verá el fruto de los
enemigos de Dios:
31
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria,   32y
serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los
cabritos.  33Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.  34Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid,
benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.  35Porque tuve hambre, y me disteis
de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;   36estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí...[14]

Además de ver por los frutos de cada uno lo que hay en su corazón, el cual Dios pesa desde antes de la fundación del mundo,
también se ve la maldad y falta de temor de Dios por parte de las naciones paganas, en que se llevaron la plata, el oro y las cosas
preciosas de Yahweh y las llevaron a sus templos paganos. Por esto serán receptores de  la ira de Dios[15], porque cercano está el día
de Yahweh. El concepto ira de Dios, es una consecuencia de Su justicia. La Palabra nos recuerda que Dios es tardo para la ira, y
grande en misericordia, lo cual refleja que cuando Su ira viene es porque el hombre no ha recibido las multiples oportunidades al
arrepentimiento.
De nuevo todo aquello que es precioso para Dios, los pueblos paganos lo usan para su propio culto. Así, el hombre pecador, en su
propia mente usa las cosas preciosas de su propia vida, que son para disfrutarlas en la bendición de Dios, y las usa para su propio
culto, como pueden ser el matrimonio, los hijos, el trabajo, sus relaciones, incluso su relación y servicio en la iglesia local. Dios,
sin embargo es galardonador de todos los que se arrepienten de su mal camino, y así como a Judá esta prometida la bendición,
también lo está a todos los que creen y hacen la Palabra de Dios en Cristo.

Profecía de la bendición futura de Judá

Finalmente, la segunda de la última parte, de las cuatro partes del gran Día de Yahweh en el libro de Joel nos lleva a la bendición
final del pueblo de Dios, en Joel 3:20-21:
20
Pero Judá será habitada para siempre, y Jerusalén por generación y generación.  21Y limpiaré la sangre de los que no había
limpiado; y  morará en Sión.  [16]

 Archer[17] comenta sobre Joel 3:17-21, que este es el triunfo milenial para Jerusalén, en compañía de toda la familia de los
redimidos. El final de Joel lo encontramos en Amós 1:2.

CONCLUSIÓN

En resumen, Joel incluye: Prevenir el juicio a Judá, y a Israel usando las plagas, en especial la langosta: 1. Llamarles al
arrepentimiento: 2:12-27. Mostrar el poder y la misericordia de Dios en el Día del Señor: 2. Enviar el Espíritu Santo sobre toda
carne: 3:1-2, como antesala de la obra de Jesucristo en el día de Pentecostés: Hechos 2:17-21. La restauración futura de Judá por la
gracia de Dios, con  habitando en Sión 4:15-21.

La lección doctrinal y su aplicación práctica que hemos ido viendo a lo largo del libro de Joel, llega a su conclusión. La vida del
discípulo de Cristo, viva en la nación que viva, y forme parte de la familia a la que pertenezca, tendrá una característica final, y es
que su expectativa será siempre el Día del Señor. Este Día, se verá reflejado en su vida anterior, en el llamado de Dios por las
circunstancias vividas en preparación del alma, símbolo de la tierra que recibe las plagas, como por la experiencia en Cristo en su
iglesia sabiendo que Dios habita en medio de Su pueblo.

El Documento Q[18], base de los evangelios sinópticos, muestra que el mensaje central que el pueblo de Israel recibe al inicio de la
Iglesia judía, es que sigue la dependencia y la esperanza en el Mesías, el Hijo del Hombre y en Su regreso en la consumación de los
tiempos. Sus características no cambian: Dios es justo; Dios castiga al pecador; Dios ama al pecador y le advierte con profecía;
Dios llama al arrepentimiento; Dios defiende a su pueblo; Dios defiende a su Iglesia; Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos;
Dios da Su Espíritu a los que Le aman; Dios cumplirá Su palabra y reinará para siempre.

Joel: cuyo nombre significa "El Señor es Dios".

A mediados del siglo IV a.C., en época persa, un profeta poeta, Joel ben Petuel, cumple con los requisitos del verdadero
profeta: No enseñar otros dioses, no practicaba adivinación, y sus profecías se han cumplido, a su vez, cumple con el cometido de
alentar a su pueblo a través del mensaje que Dios le da. Sin duda alguna Joel es uno de los doce pilares proféticos que componen el
grupo de los llamados Profetas Menores. Comienza su profecía con la frase común a casi todos: “Palabra de Yahweh que vino a…”
Su profecía inicia una descripción de una serie de plagas consecutivas que vienen sobre el reino de Judá, para advertir a la nación
sobre su decadencia espiritual y moral ante Dios.

Una vez se asegura que han recibido el mensaje prosigue, con la segunda parte del mensaje de Dios al pueblo, que no es otro que,
se conviertan a Él de todo corazón, de sus malos caminos, con ayuno, lloro y lamento, pues el asunto es grave. Incluye el Señor una
promesa de bendición y prosperidad sin precedentes, además de recordarles que en medio de Israel vive   su Dios, profetiza sobre el
día de Pentecostés, el derramamiento del Espíritu Santo, habla de acontecimientos escatológicos en el cielo y en la tierra. Antes de
terminar su exposición, la profecía que recibe Joel de parte de Dios anuncia que en el Día del Señor ocurrirán dos hechos
relevantes. El primero es que Judá volverá de la cautividad, y también lo hará Jerusalén. El segundo es que   reunirá a todas las
naciones en el valle de “la decisión”, donde se arrepentirán o serán juzgados. Finalmente la profecía concluye con el anuncio de
que  rugirá desde Sión, y Judá será habitada para siempre, y Jerusalén, de generación en generación, mientras el Señor habitará en
Sión.

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