Textos Narrativos Ejercicios PDF
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TEXTOS NARRATIVOS
6. Cuando el narrador dice: “le quitó el disfraz y lo molió a palos” se entiende que:
A) se llevó al asno a su casa
B) le dio una lección al asno
C) dejó al asno solo en el campo
D) Se puso a llorar por su asno
TALLER DE LECTURA Y REDACCIÓN
TEXTOS NARRATIVOS
Mario Benedetti
(Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó,
Uruguay, 14 de septiembre del 1920)
LOS POCILLOS
(Montevideanos, 1959)
LOS POCILLOS ERAN seis: dos rojos, dos recordar. Fue en marzo de 1953, cuando él
negros, dos verdes, y además importados, cumplió 35 años y todavía veía. Habían
irrompibles, modernos. Habían llegado almorzado en casa de los padres de José
como regalo de Enriqueta, en el último Claudio, en Punta Gorda, habían comido
cumpleaños de Mariana, y desde ese día el arroz con mejillones, y después se habían
comentario de cajón había sido que podía ido a caminar por la playa. El le había
combinarse la taza de un color con el platillo pasado un brazo por los hombros y ella se
de otro. había sentido protegida, probablemente feliz
o algo semejante. Habían regresado al
“Negro con rojo queda fenomenal”, había apartamento y él la había besado
sido el consejo estético de Enriqueta. lentamente, morosamente, como besaba
Pero Mariana, en un discreto rasgo de antes. Habían inaugurado en encendedor
independencia, había decidido que cada con un cigarrillo que fumaron a medias.
pocillo sería usado con su plato del mismo Ahora el encendedor ya no servía. Ella
color. tenía poca confianza en los conglomerados
“El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?”, simbólicos, pero, después de todo, ¿qué
preguntó Mariana. servía aún de aquella época?
La voz se dirigía al marido, pero los ojos “Este mes tampoco fuiste al médico”,
estaban fijos en el cuñado. Este parpadeó y dijo Alberto.
no dijo nada, pero José Claudio contestó: “No.”
“Todavía no. Esperá un ratito. Antes quiero “¿Querés que te sea sincero?”
fumar un cigarrillo.” Ahora sí ella miró a “Claro.”
José Claudio y pensó, por milésima vez, “Me parece una idiotez de tu parte.”
que aquellos ojos no parecían de ciego. “¿Y para qué voy a ir? ¿Para oirle decir
La mano de José Claudio empezó a que tengo una salud de roble, que mi
moverse, tanteando el sofá. “¿Qué hígado funciona admirablemente, que mi
buscás?”, preguntó ella. “El encendedor.” “A corazón golpea con el ritmo debido, que mis
tu derecha.” La mano corrigió el rumbo y intestinos son una maravilla? ¿Para eso
halló el encendedor. Con ese temblor que querés que vaya? Estoy podrido de mi
da el continuado afán de búsqueda, el notable salud sin ojos.”
pulgar hizo girar varias veces la ruedita, En la época anterior a la ceguera, José
pero la llama no apareció. A una distancia Claudio nunca había sido un especialista en
ya calculada, la mano izquierda trataba la exteriorización de sus emociones, pero
infructuosamente de registrar la aparición Mariana no se ha olvidado de cómo era ese
del calor. Entonces Alberto encendió un rostro antes de adquirir esta tensión, este
fósforo y vino en su ayuda. “¿Por qué no lo resentimiento. Su matrimonio había tenido
tirás?” dijo, con una sonrisa que, como toda buenos momentos, eso no podía ni quería
sonrisa para ciegos, impregnaba también ocultarlo. Pero cuando estalló el infortunio,
las modulaciones de la voz. “No lo tiro él se había negado a valorar su amparo, a
porque le tengo cariño. Es un regalo de refugiarse en ella. Todo su orgullo se
Mariana.” concentró en un silencio terrible, testarudo,
Ella abrió apenas la boca y recorrió el un silencio que seguía siendo tal, aún
labio inferior con la punta de la lengua. Un cuando se rodeara de palabras. José
modo como cualquier otro de empezar a
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Claudio había dejado de hablar de sí. sonrieron. Al margen de José Claudio, y sin
“De todos modos debería ir”, apoyó embargo, a propósito de él. De pronto
Mariana. “Acordate de lo que siempre te Mariana supo que se había puesto linda.
decía Menéndez.” Siempre que miraba a Alberto se ponía
“Cómo no, que me acuerdo: Para Usted linda. El se lo había dicho por primera vez la
No Está Todo Perdido. Ah, y otra frase noche del 23 de abril del año pasado, hacía
famosa: La Ciencia No Cree En Milagros. exactamente un año y ocho días: una noche
Yo tampoco creo en milagros.” en que José Claudio le había gritado cosas
“¿Y por qué no aferrarte a una muy feas, y ella había llorado, desalentada,
esperanza? Es humano.” torpemente triste, durante horas y horas, es
“¿De veras?” Habló por el costado del decir, hasta que había encontrado el
cigarrillo. hombro de Alberto y se había sentido
Se había escondido en sí mismo. Pero comprendida y segura. ¿De dónde extraería
Mariana no estaba hecha para asistir, Alberto esa capacidad para entender a la
simplemente para asistir, a un gente? Ella estaba con él, o simplemente lo
reconcentrado. Mariana reclamaba otra miraba, y sabía de inmediato que él la
cosa. Una mujercita para ser exigida con estaba sacando del apuro. “Gracias”, había
mucho tacto, eso era. Con todo, había dicho entonces. Y todavía ahora la palabra
bastante margen para esa exigencia; ella llegaba a sus labios directamente desde su
era dúctil. Toda una calamidad que él no corazón, sin razonamientos intermediarios,
pudiese ver; pero esa no era la peor sin usura. Su amor hacia Alberto había sido
desgracia. La peor desgracia era que en sus comienzos gratitud, pero eso (que
estuviese dispuesto a evitar, por todos los ella veía con toda nitidez) no alcanzaba a
medios a su alcance, la ayuda de Mariana. depreciarlo. Para ella, querer había sido
El menospreciaba su protección. Y Mariana siempre un poco agradecer y otro poco
hubiera querido —sinceramente, provocar la gratitud. A José Claudio, en los
cariñosamente, piadosamente— protegerlo. buenos tiempos, le había agradecido que él,
Bueno, eso era antes; ahora no. El tan brillante, tan lúcido, tan sagaz, se
cambio se había operado con lentitud. hubiera fijado en ella, tan insignificante.
Primero fue un decaimiento de la ternura. El Había fallado en lo otro, en eso de provocar
cuidado, la atención, el apoyo, que desde el la gratitud, y había fallado tan luego en la
comienzo estuvieron rodeados de un halo ocasión más absurdamente favorable, es
constante de cariño, ahora se habían vuelto decir, cuando él parecía necesitarla más.
mecánicos. Ella seguía siendo eficiente, de A Alberto, en cambio, le agradecía el
eso no cabía duda, pero no disfrutaba impulso inicial, la generosidad de ese primer
manteniéndose solícita. Después fue u socorro que la había salvado de su propio
temor horrible frente a la posibilidad de una caos, y, sobre todo, ayudado a ser fuerte.
discusión cualquiera. El estaba agresivo, Por su parte, ella había provocado su
dispuesto siempre a herir, a decir lo más gratitud, claro que sí. Porque Alberto era un
duro, a establecer su crueldad sin posible alma tranquila, un respetuoso de su
retroceso. Era increíble cómo hallaba a hermano, un fanático del equilibrio, pero
menudo, aún en las ocasiones menos también, y en definitiva, un solitario. Durante
propicias, la injuria refinadamente certera, la años y años, Alberto y ella habían
palabra que llegaba hasta el fondo, el mantenido una relación superficialmente
comentario que marcaba a fuego. Y siempre cariñosa, que se detenía con espontánea
desde lejos, desde muy atrás de su discreción en los umbrales del tuteo y sólo
ceguera, como si ésta oficiara de muro de en contadas ocasiones dejaba entrever una
contención para el incómodo estupor de los solidaridad algo más profunda. Acaso
otros. Alberto envidiara un poco la aparente
Alberto se levantó del sofá y se acercó felicidad de su hermano, la buena suerte de
al ventanal. haber dado con una mujer que él
“Que otoño desgraciado”, dijo, “¿Te consideraba encantadora. En realidad, no
fijaste?” La pregunta era para ella. hacía mucho que Mariana había obtenido a
“No”, respondió José Claudio. “Fijate vos confesión de que la imperturbable soltería
por mí.” de Alberto se debía a que toda posible
Alberto la miró. Durante el silencio, se candidata era sometida a una imaginaria y
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4. Por el tipo de léxicos utilizados en la narración del cuento. ¿De qué nacionalidad
es Mario Benedetti?
A) Cubano B) Mexicano C) Español D) Uruguayo
5. ¿Cuál era la condición económica de José Claudio?
A) Clase media porque vivía de su pensión.
B) Era pobre, vivía a costa de la bondad de su hermano Alberto.
C) Era acomodada ya que vivía de las ganancias trimestrales de su fábrica.
D) Era precaria, Mariana trabaja para mantenerlo.