Teología de La Esperanza

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SEMINARIO MAYOR “LA ANUNCIACIÓN”

FACULTAD DE TEOLOGÍA
ESCATOLOGÍA I
FACILITADOR: Lic. Pbro. Marcelino Trujillo Barragán
ALUMNO: Juan de Dios Herrera Rodríguez
CD. ALTAMIRANO GRO. AGOSTO 2020
MOLTMANN J., La teología de la esperanza, Sígueme, Salamanca, 2006, pp. 19-44

1. ¿Cuál es el logos propio de la escatología cristiana?


Durante mucho tiempo la escatología ha venido siendo definida como la doctrina de las
cosas últimas o “doctrina acerca de lo último”. Pero al retrasar hasta el “último día”
tales acontecimientos, éstos perdían su significado de orientación, de aliento y de crítica
para la totalidad de los días que el hombre pasaba aquí en la historia.

Mas, en realidad, escatología significa doctrina acerca de la esperanza cristiana, la cual


abarca tanto lo esperado como el mismo esperar vivificado por ello. En su integridad, y
no sólo como un apéndice, el cristianismo es escatología; es esperanza, mirada y
orientación hacia adelante, y es también, por ello mismo, apertura y transformación del
presente. Lo escatológico no es algo situado al lado del cristianismo, sino que es,
sencillamente, el centro de la fe cristiana; pues la fe cristiana vive de la resurrección de
Cristo crucificado y se dilata hacia las promesas del futuro universal de Cristo. La
escatología es el sufrimiento y la pasión que tienen su origen en el mesías; por ello no
puede ser, en realidad, un fragmento de doctrina cristiana.

El Dios de quien aquí se habla no es un Dios intramundano o extramundano, sino el


“Dios de la esperanza” (Rom 15,13); un Dios que tiene “el futuro como carácter
constitutivo” (E. Bloch); un Dios que sale a nuestro encuentro en sus promesas para el
futuro. Una teología autentica debería ser concebida, por ello, desde su meta en el
futuro. La escatología debería ser, no el punto final de la teología, sino su comienzo. La
escatología cristiana no habla del futuro en general. Arranca de una determinada
realidad histórica y enuncia el futuro de ésta, la posibilidad y la potencialidad de futuro
de ésta. La escatología cristiana habla de Jesucristo y del futuro de éste. Conoce la
realidad de la resurrección de Jesús y predica el futuro del resucitado.

Los enunciados de la promesa que nos hablan de esperanza tienen, en cambio, que
entrar en colisión con la realidad experimentable en el presente. No son resultado de
experiencias, sino que constituyen la condición de posibilidad de experiencias nuevas.

2. La esperanza de la fe
En esa contradicción con que la palabra de promesa se opone a la realidad perceptible
del sufrimiento y de la muerte, la fe se apoya en la esperanza y “se apresura a ir más allá
de este mundo”. Solo siguiendo al Cristo resucitado de la pasión, al Cristo resucitado de
la muerte en abandono de Dios y del sepulcro, llega la fe a tener una mirada despejada
hacia el horizonte en que no existe ya tribulación alguna, hacia la libertad y la alegría.
De esta manera, en la vida cristiana la fe posee el prius, pero la esperanza tiene la
primacía. Sin el conocimiento de la fe, fundado en Cristo, la esperanza se convierte en
utopía que se pierde en el vacío. Pero sin la esperanza, la fe decae, se transforma en
pusilanimidad y, por fin, en fe muerta.

3. El pecado de la desesperación
Es verdad de que de ordinario se afirma que el pecado consiste, en su origen, en que el
hombre quiere ser como Dios. Pero esto representa tan solo una cara del pecado. La otra
cara de tal arrogancia es la falta de esperanza, la resignación, la pereza, la tristeza. De
ella brotan la tristesse y la frustración, que impregnan todo lo viviente con los
gérmenes de una dulce putrefacción. Dios promete una nueva creación de todas las
cosas en justicia y en paz, pero el hombre actúa como si todo permaneciese en lo
antiguo. Dios juzga al hombre digno de sus promesas, pero éste no se atreve a aquello
que se le propone. Este es el pecado que más hondamente amenaza al creyente.

Joseph Pieper ha mostrado muy bellamente cómo esta falta de esperanza puede adoptar
dos formas: puede ser presunción (praesumptio) y puede ser desesperación (desperatio).
Ambas son formas de pecado contra la esperanza. El dolor de la desesperación consiste
sin duda en que existe una esperanza, pero no aparece ningún camino que lleve hacia su
cumplimiento. Ni la esperanza ni el modo de pensar que a ella corresponde pueden
aceptar, por tanto, la acusación de que son utópicos, pues no se extienden hacia lo que
no tiene “ningún lugar” sino hacia lo que “todavía” no lo tiene, pero puede llegar a
tenerlo.

4. ¿Arrebata engañosamente la esperanza al hombre la felicidad del presente?


La fe cristiana significa entonces adherirse a la cercanía a Dios en que Jesús vivió y
actuó, pues vivir en el intrascendente y cotidiano es, en efecto, vivir en tiempo pleno, y
vivir en la proximidad a Dios. La expectación hace buena la vida, pues en ella el
hombre puede aceptar todo su presente y puede encontrar alegría no solo alegría, sino
también en el sufrimiento, puede encontrar la felicidad no solo en la felicidad, sino
también en el dolor. De esta manera la esperanza atraviesa la felicidad y el dolor, pues
puede vislumbrar en las promesas de Dios un futuro también para lo pasajero, para lo
moribundo y para lo muerto, por ello habrá que decir que vivir sin esperanza es como
no vivir ya.

5. Esperar y pensar
Si es la esperanza la que la mantiene, sostiene e impulsa hacia adelante a la fe, si es la
esperanza la que introduce al creyente en la vida del amor, entonces será también ella la
que moviliza e impulsa el pensar de la fe, el conocimiento y la reflexión de ésta sobre el
ser humano, sobre la historia y la sociedad. Por ello todo el conocimiento de fe, en
cuento conocimiento anticipador, fragmentario, que preludia el futuro prometido, estará
sustentado por la esperanza.
La esperanza cristiana se dirige a un novum ultimum, a la nueva creación de todas las
cosas por el Dios de la resurrección de Cristo. Por ello, partiendo del horizonte
prometido a toda criatura en la resurrección de Cristo, la teología deberá llegar a una
reflexión propia y nueva sobre la historia de los hombres y de las cosas. En el campo del
mundo, de la historia y de la realidad entera, la escatología no puede renunciar al
intellestus fidei et spei.

Para el conocimiento, la comprensión y la reflexión sobre la realidad, esto significa,


cuando menos, que, en el ámbito de la esperanza, los conceptos teológicos no se
convierten en juicios que fijan la realidad en aquello que existe, sino en anticipaciones
que le ponen al descubierto a la realidad su horizonte y sus posibilidades futuras. Su
conocimiento no se basa en la voluntad de dominar, sino en el amor al futuro. “Tantum
cognoscitur quantum diligitur” (San Agustín).

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