Teología de La Esperanza
Teología de La Esperanza
Teología de La Esperanza
FACULTAD DE TEOLOGÍA
ESCATOLOGÍA I
FACILITADOR: Lic. Pbro. Marcelino Trujillo Barragán
ALUMNO: Juan de Dios Herrera Rodríguez
CD. ALTAMIRANO GRO. AGOSTO 2020
MOLTMANN J., La teología de la esperanza, Sígueme, Salamanca, 2006, pp. 19-44
Los enunciados de la promesa que nos hablan de esperanza tienen, en cambio, que
entrar en colisión con la realidad experimentable en el presente. No son resultado de
experiencias, sino que constituyen la condición de posibilidad de experiencias nuevas.
2. La esperanza de la fe
En esa contradicción con que la palabra de promesa se opone a la realidad perceptible
del sufrimiento y de la muerte, la fe se apoya en la esperanza y “se apresura a ir más allá
de este mundo”. Solo siguiendo al Cristo resucitado de la pasión, al Cristo resucitado de
la muerte en abandono de Dios y del sepulcro, llega la fe a tener una mirada despejada
hacia el horizonte en que no existe ya tribulación alguna, hacia la libertad y la alegría.
De esta manera, en la vida cristiana la fe posee el prius, pero la esperanza tiene la
primacía. Sin el conocimiento de la fe, fundado en Cristo, la esperanza se convierte en
utopía que se pierde en el vacío. Pero sin la esperanza, la fe decae, se transforma en
pusilanimidad y, por fin, en fe muerta.
3. El pecado de la desesperación
Es verdad de que de ordinario se afirma que el pecado consiste, en su origen, en que el
hombre quiere ser como Dios. Pero esto representa tan solo una cara del pecado. La otra
cara de tal arrogancia es la falta de esperanza, la resignación, la pereza, la tristeza. De
ella brotan la tristesse y la frustración, que impregnan todo lo viviente con los
gérmenes de una dulce putrefacción. Dios promete una nueva creación de todas las
cosas en justicia y en paz, pero el hombre actúa como si todo permaneciese en lo
antiguo. Dios juzga al hombre digno de sus promesas, pero éste no se atreve a aquello
que se le propone. Este es el pecado que más hondamente amenaza al creyente.
Joseph Pieper ha mostrado muy bellamente cómo esta falta de esperanza puede adoptar
dos formas: puede ser presunción (praesumptio) y puede ser desesperación (desperatio).
Ambas son formas de pecado contra la esperanza. El dolor de la desesperación consiste
sin duda en que existe una esperanza, pero no aparece ningún camino que lleve hacia su
cumplimiento. Ni la esperanza ni el modo de pensar que a ella corresponde pueden
aceptar, por tanto, la acusación de que son utópicos, pues no se extienden hacia lo que
no tiene “ningún lugar” sino hacia lo que “todavía” no lo tiene, pero puede llegar a
tenerlo.
5. Esperar y pensar
Si es la esperanza la que la mantiene, sostiene e impulsa hacia adelante a la fe, si es la
esperanza la que introduce al creyente en la vida del amor, entonces será también ella la
que moviliza e impulsa el pensar de la fe, el conocimiento y la reflexión de ésta sobre el
ser humano, sobre la historia y la sociedad. Por ello todo el conocimiento de fe, en
cuento conocimiento anticipador, fragmentario, que preludia el futuro prometido, estará
sustentado por la esperanza.
La esperanza cristiana se dirige a un novum ultimum, a la nueva creación de todas las
cosas por el Dios de la resurrección de Cristo. Por ello, partiendo del horizonte
prometido a toda criatura en la resurrección de Cristo, la teología deberá llegar a una
reflexión propia y nueva sobre la historia de los hombres y de las cosas. En el campo del
mundo, de la historia y de la realidad entera, la escatología no puede renunciar al
intellestus fidei et spei.