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La conciencia inmadura o infantil (en la toma de sus decisiones morales)

Se ve un ejemplo de esta deformación en personas que, siendo mayores de edad,


dependen totalmente del parecer de sus padres al formular sus juicios morales en
una o más áreas de su vida.
A veces la persona que sufre de esta deformación no es consciente de su
situación. En tales casos no es moralmente responsable por adolecer de este
defecto, con tal que no sea el resultado de su propia negligencia. Pero si al darse
cuenta de su inmadurez, rehúsa tomar los pasos necesarios para madurar, se
hace moralmente responsable por su falta de crecimiento.
Cuando una persona logra darse cuenta de que adolece de esta deformación de
su conciencia moral, puede superarla con relativa facilidad, siempre y cuando
tenga la voluntad de hacerlo. En la medida en que vaya tomando decisiones
propias y correctas, supera esta deformación de su conciencia moral.
La conciencia laxa. (La persona se da cuenta que no debe hacer pero lo
hace)
Una persona se da cuenta que no debe hacer algo. A pesar de todo, lo hace o por
lo menos desea hacerlo. Busca, entonces, alguna manera de justificarse, aunque
sea sólo delante de sí mismo. Usa argumentos tales como:
«Todo el mundo lo hace»;
«Hay muchas personas aquí que hacen cosas peores»;
« ¿Qué se va a hacer?» Si no fuera por la crisis económica, no lo haría."
Una persona que actúa de esta manera, intentando justificarse al actuar contra lo
que le dice su conciencia, es moralmente responsable de sus actos. Sabe lo que
debe hacer, pero no quiere hacerlo. Entonces intenta justificarse de alguna
manera.
No es fácil superar esta deformación de la conciencia moral porque es un reflejo
de una escala de valores y una actitud moral fundamental que la persona debe
revisar. Sólo en la medida en que acepte este cuestionamiento le será posible
superar esta situación
La conciencia voluntariamente ciega (se rehúsa a examinar la moralidad de
sus actos)
La persona que padece de una conciencia voluntariamente ciega rehúsa examinar
la moralidad de sus actos
Puede tomar esta actitud en forma general o en una o más áreas de su vida.
Cuando alguien cuestiona la moralidad de sus actos, su reacción es:
« ¡Esta es la realidad!
¡La experiencia es lo que manda, lo demás son tonterías!»
Cuando esta deformación afecta a un profesional con relación a su trabajo,
muchas veces alega que la ética no tiene nada que ver con el problema que tiene
entre manos.
Cree que una cosa es la ética, otra es el mundo profesional.
Al tomar sus decisiones se limita a preguntarse si tal o cual decisión van a ser
efectiva para lograr sus fines. En el fondo, sabe que su modo de proceder no está
bien. Pero por temor a tener que cambiar muchas cosas en su vida, rehúsa
examinar la moralidad de sus actos.
Es responsable por haberse cerrado a un cuestionamiento moral que debería
enfrentar. No es nada fácil superar esta deformación de la conciencia moral
porque es consecuencia de una actitud moral fundamental y una escala de valores
personales que no son sanos. Sólo un cambio profundo en la persona misma
puede hacer posible superar esta deformación conocida como la conciencia
voluntariamente ciega.
La conciencia cegada por valores morales distorsionados en la sociedad
En cada sociedad o cultura algunas obligaciones morales no suelen ser percibidas
con facilidad.
En el caso de nuestra sociedad actual, con frecuencia no se logra percibir la
obligación moral de guardar el secreto profesional.
Cuando una persona no logra ver correctamente sus obligaciones en algún área
de su vida, no porque rehúsa examinar la moralidad de sus actos, sino porque
existen valores distorsionados en la sociedad que le rodea que ha asimilado,
adolece de una deformación de la conciencia moral llamada la conciencia cegada
por valores morales distorsionados en la sociedad.
La persona que sufre de esta deformación no es moralmente responsable por su
situación. Sin embargo, al darse cuenta de su error, no puede seguir justificando
su modo de proceder. No son válidos argumentos tales como: «las cosas son
así... hay que actuar según la costumbre establecida». Este argumento es típico
de una conciencia laxa o de una conciencia voluntariamente ciega.
Si la persona tiene una actitud moral fundamental sana es relativamente fácil
superar esta deformación, siempre y cuando desee hacerlo y se le presente la
oportunidad.
Un ejemplo de este tipo de deformación es lo que a veces se llama el pecado
social. Hay injusticias que nadie ve, no por mala voluntad, sino porque han existido
por tanto tiempo que no llaman la atención. Existen condiciones infrahumanas en
nuestra sociedad por las cuales nadie se siente responsable, pero que todos
creamos directa o indirectamente. A modo de ejemplo, se puede mencionar dos
cosas: la mala distribución de la riqueza en la sociedad; y la falta de oportunidades
de trabajo a causa del egoísmo de los que podrían crear nuevas fuentes de
trabajo.
Cuando una persona va a comprarse ropa, es natural que busque el mejor precio
por la máxima calidad. Al encontrar algo realmente barato, a precio por debajo del
costo de producción, se alegra, sin pensar en las razones por las cuales el precio
esté tan bajo. Estas razones pueden ser varias. Podría tratarse de contrabando.
Quizás por el sitio donde lo haya encontrado, hay motivo para sospechar que sea
robado. O puede tratarse de una fábrica textil clandestina que evade impuestos. El
comprador no piensa en nada de eso. Regatea un poco el precio y regresa a su
casa muy contento por su buena suerte. A nadie se le ocurre echarle la culpa por
haber realizado una buena compra. Es probable que haya actuado de buena fe.
La razón por la cual no se haya percatado de todas estas posibilidades es que en
la sociedad que le rodea, se ha perdido cierta sensibilidad moral.
Un poco más adelante en este capítulo examinaremos en detalle otro ejemplo de
la conciencia deformada por valores morales distorsionados en la sociedad. Tiene
que ver con la manera en que se percibe el valor de la amistad en el mundo de los
negocios.
La conciencia escrupulosa
Cuando exagera obligaciones auténticas hasta llevarlas a límites absurdos.
Si la persona escrupulosa actúa de buena fe y no está motivada por soberbia, no
es moralmente responsable por su error. Sin embargo, si se aferra a su modo de
proceder por querer ser vista como una persona buena, es responsable por sus
actos.
La persona escrupulosa, tiene la obligación moral de buscar ayuda competente y
debe seguir los consejos recibidos. Con el correr del tiempo, es posible que
supere esta condición.
La conciencia enfermiza
Inventa obligaciones morales absurdas. Muchas veces esta deformación está
relacionada con enfermedades mentales. En tales casos, no suele implicar
responsabilidad moral por parte de la persona. Sólo es posible superarla con un
tratamiento profesional adecuado.
La conciencia errónea
Percibe algo que, según la moralidad objetiva, es malo como si fuera bueno o
viceversa. Siempre actúa de buena fe. Es sincero en su deseo de saber lo que
debería hacer.
Se esfuerza al máximo de su capacidad por saber lo que es correcto. Sin
embargo, no llega a convencerse de alguna determinada exigencia de la
moralidad objetiva.
Es importante no confundir la conciencia errónea con la conciencia laxa ni con la
conciencia cegada por valores distorsionados en la sociedad. La conciencia
errónea supone mucho más que un error de juicio moral. Sólo existe esta
deformación cuando se cumplen las siguientes condiciones:
1. El egoísmo y la soberbia de la persona no están influyendo en la decisión
tomada.
2. La persona ha agotado los medios a su disposición para saber lo que
debería hacer. Normalmente, al tratarse de decisiones en el mundo
profesional, esto incluye consultar con alguien que tenga valores y
principios morales claros y que cuente con cierta experiencia en este
campo.
3. Además, la persona debe mantenerse abierta a la consideración de nueva
información que pudiera cambiar su parecer en el futuro. Si no se mantiene
abierta a esta posibilidad, no es sincero en su búsqueda de la verdad. Por
lo tanto no tiene una conciencia verdaderamente errónea.
Es muy importante saber lo que es y 110 es la conciencia errónea. Según la
opinión de Santo Tomás, la persona que de verdad adolece de esta deformación
tiene la obligación moral de hacer lo que le dice su conciencia'. Sin embargo, hay
que notar que esto no quiere decir que cada persona debería hacer lo que mejor le
parezca; esta actitud sería típica de una conciencia laxa o de una conciencia
voluntariamente ciega.

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